hacia una pervivencia espiritual
Morir es la retirada del sentimiento del cuerpo terrenal para continuar viviendo espiritualmente.
Dormirse tranquilamente
Según Jozef Rulof, morir de forma armoniosa se parece mucho a lo que podemos vivir cada noche al quedarnos dormidos tranquilamente.
Para poder dormir tenemos que desprendernos del sentimiento que está sintonizado con la vida diurna.
Cuanto menos nos ocupemos todavía del día, más fácilmente nos podremos dormir.
Nuestro sentimiento se orienta entonces hacia el interior, apartándose de la luz diurna.
Cuando dormimos no desaparece nuestro sentimiento; forma, por ejemplo, nuestros sueños.
El ser humano capaz de retirar al final de su vida su sentimiento de la existencia terrestre puede experimentar lo que es morirse como quedarse tranquilamente dormido.
Después de dormirse esa última vez, que en la tierra se llama “morirse”, puede despertarse en su pervivencia espiritual.
Sus seres queridos difuntos pueden acogerlo y llevarlo a su propia esfera en el más allá.
¿Cuánto tiempo se necesita?
La mayor parte de las personas necesita mucho tiempo para retirar su sentimiento de la vida terrenal.
Durante su vida se sintonizan con tanta fuerza con su cuerpo y la vida terrenal que les es posible pasar semanas e incluso meses hasta que pueden volver a sustraer de allí su sentimiento.
Cuando se entierra su cuerpo reciben todo el tiempo que necesiten para retirar su sentimiento de su cuerpo.
No es el caso cuando se quema su cuerpo.
Podrá encontrar más información en el artículo ‘Incinerar o enterrar’.
Cuando el cuerpo se descompone, la persona fallecida puede quedar libre de forma natural.
Si el cuerpo entero no puede disolverse de forma natural, el finado sigue conectado más tiempo con sus órganos corporales.
Es lo que obstruye la transición natural en el caso de la donación de órganos y al embalsamar.
Tiempo de vida natural
Hacia el final de nuestro tiempo de vida natural disminuye nuestra energía vital.
Así es como el ser humano va sintiendo el cansancio.
Cuando en nuestro cuerpo hay enfermedades latentes, estas van agravándose y pueden causar la muerte, porque ya no queda suficiente energía vital para dominarlas.
Sin la energía vital pertinente no hay intervención médica que pueda evitar el morir.
Cuando se haya consumido del todo la energía vital seguirá el proceso de morir.
La gente que precipita su muerte por su propia mano aún no ha consumido esa energía.
Las consecuencias que esto tiene las puede leer en el artículo ‘Eutanasia y suicidio’.
Lo que es igual para todos
Los seres queridos dolientes alrededor del lecho de muerte pueden dificultar la transición, porque para el moribundo así será más difícil poder despedirse de la vida terrenal.
Cada transición es diferente, porque cada ser humano es diferente.
Unos temen la muerte, lo que obstruye la transición serena.
Otros pueden desprenderse de todo, porque saben lo que les espera, por la lectura, por ejemplo, del libro ‘Una mirada en el más allá’ de Jozef Rulof.
En cuanto haya retirado de la existencia terrenal más de la mitad de su sentimiento, sus ojos espirituales pueden abrirse.
Cuando todo el sentimiento ha hecho la transición, puede contemplar su propio cuerpo espiritual y comenzar su viaje hacia las esferas de luz más elevadas.
Todo el mundo muere de otra manera, pero al final todos llegaremos vivos a nuestro más allá.