Efectos inesperados
Un donante sigue estando conectado con sus órganos y con los nuevos portadores de sus órganos trasplantados.
Intención del donante
Muchas personas quieren ayudar al prójimo cediendo sus órganos para su trasplante.
Hacer que una persona ciega vuelva a ver gracias a la donación de tu córnea, ¿no parece lo más hermoso que hay? ¿Dar a un paciente con problemas cardíacos nuevas expectativas de vida por la donación de tu corazón?
¿Qué hace el receptor con ello?
Un donante de la córnea ayuda a una persona invidente a volver a ver.
La persona ciega recibe así nuevas posibilidades, la nueva luz en el ojo la puede usar para ayudar a otras personas y hacer una contribución a un mundo mejor.
Pero también puede empezar a robar a otra gente o a maltratarla.
En el peor de los casos incluso podría usar esta nueva luz para asesinar a alguien.
Si el donante supiera de antemano que el receptor usará la córnea trasplantada para un asesinato, ¿aún la donaría?
Y ¿en algo le atañe al donante ahora que está muerto?
Nuevos sentimientos en el receptor
Hay gente que tras haber recibido un órgano experimenta después nuevos sentimientos, inesperados, como una marcada predilección por comer carne, el alcohol, fumar o una música determinada.
Esos nuevos sentimientos se experimentan como ajenos al propio ser, no forman parte de la personalidad del receptor, son completamente nuevos en cuanto a su naturaleza e intensidad.
Estas personas se preguntan, naturalmente, de dónde vienen esos nuevos sentimientos.
Algunas personas lograron averiguar quién es su donante.
Y descubren con sorpresa que esos nuevos sentimientos son del donante.
Observando las posesiones del donante o preguntando a las personas que lo conocieron bien, quedó claro que aquellos sentimientos jugaban un importante papel en su vida.
No solo con el trasplante de órganos, sino también con la transfusión de sangre pueden producirse estos nuevos sentimientos.
Jozef Rulof dice que si él recibiera sangre de otra persona también experimentaría los sentimientos del donante.
No todo el mundo lo vive así, porque mucho depende de la sensibilidad del receptor.
Conexión con nuestros órganos
En los libros de Jozef Rulof se explica cómo es posible que el receptor puede experimentar estos sentimientos del donante.
Resulta que en sentimiento estamos más conectados con nuestros órganos que lo que pensamos nosotros mismos.
Esta conexión no deja de existir de repente cuando se produce la llamada muerte.
Solo cuando nuestros órganos pasan a descomponerse se disuelve la conexión y nos liberamos en sentimiento de nuestro cuerpo.
Cuando un órgano no se disuelve por haber sido trasplantado la conexión no puede disolverse.
Mientras un órgano nuestro continúe viviendo, seguimos conectados con él en sentimiento, queramos o no, porque es parte de nosotros mismos.
Es así como el receptor puede experimentar los sentimientos del donante, porque una parte de este prosigue viviendo en aquel.
Consecuencias para el donante
El donante forma parte de la vida del receptor por medio del órgano trasplantado.
En parte, el donante hace posible lo que en adelante el receptor haga con su vida.
El donante que continúe viviendo espiritualmente en el más allá se verá influido por la vida del receptor.
Si el receptor dedica el resto de su vida a ser un persona servicial, el donante solo experimentará consecuencias positivas por ello.
Pero si el receptor crea miseria, esta supondrá una carga para el donante en el más allá.
Si se trasplantan los órganos de un donante a diversas personas, el donante empezará a formar parte de las vidas de todos estos receptores.
Cuantos más órganos se trasplanten, más se retrasa y carga la transición al más allá.
Alternativa a la donación de órganos
Los órganos artificiales y los medios de ayuda técnicos están libres de las reseñadas desventajas de los trasplantes de órganos.
Gracias a los avances de la técnica, se podrá recurrir cada vez mejor a los modelos diseñados técnicamente para el corazón, los riñones y hasta el cerebro para apoyar el funcionamiento corporal.