Textos primarios de los libros de Jozef Rulof correspondientes al artículo ‘Quinta esfera de luz’.
Estas fuentes presuponen la lectura previa del artículo ‘Quinta esfera de luz’.
Esquema temporal
Toma centenares de años poder acceder desde la cuarta esfera a la quinta.
Y mucho más tiempo aún para alcanzar la séptima:
Por encima de esto hay tres cielos más; son la quinta, sexta y séptima esfera.
Estas puedes alcanzarlas solamente desde nuestra vida.
Tienen que pasar cientos de años según cálculos terrenales antes de que puedas hacer la transición de la cuarta a la quinta esfera.
Toma incluso más tiempo antes de que sientas la sexta esfera dentro de ti y puedas entrar a ella.
Y te hacen falta por lo menos mil años para alcanzar la séptima esfera desde ese lugar.
Solo entonces habrás alcanzado lo más elevado de todo para este universo como ser humano.
Dones espirituales, 1943
La morada de Alcar
El maestro Alcar, el líder espiritual de Jozef Rulof, está sintonizado con la quinta esfera de luz.
Tiene la posibilidad de mostrar a André (Jozef) todo en estado de desdoblamiento corporal hasta su propia esfera de luz.
Pero entonces se detienen sus fuerzas y son los maestros más elevados quienes tienen que prestárselas.
Y ahora iba hacia su propia esfera, allí donde vivía.
Qué grande era su líder espiritual.
Lo llamaba su hermano.
Él era amor, nada más que amor.
Le llamaba la atención que ya habían llegado lejos.
Alcar seguía sin decirle nada.
¿Pasaba algo?
¿Había hecho algo malo?
Pero qué extraño.
Reflexionó, pero no era consciente de nada malo.
¿Había algo que molestara a Alcar?
No podía imaginarse este repentino cambio.
André miró a su líder espiritual y desvió de inmediato su mirada.
Alcar miró hacia arriba, como si ya estuviera en su propia esfera, intentando conectarse con fuerzas invisibles.
Se hizo un silencio aún más grande.
Qué sosiego sentía aquí.
De repente —se sobresaltó enormemente— el cielo se desgarró y una potente luz dorada atravesó el velo y los iluminó.
André no se atrevió a seguir.
La luz lo detenía.
¿Qué sentimiento lo estaba deteniendo?
Le era imposible seguir.
Era como si se le quemara el alma.
Se arrodilló, inclinó mucho la cabeza y rezó con fervor a Dios por fuerza para que le fuera concedido soportar esa luz dorada.
No sabía cuánto tiempo había rezado, pero sentía que se le ponía una mano en la cabeza, por lo que le entró una potente corriente que lo reforzó.
Claramente oyó hablar a su líder espiritual: —Ven, André, nos es concedido seguir.
Una mirada en el más allá, 1936
Es mi propia sintonización.
Hasta aquí llegan mis fuerzas, hijo mío, ya no puedo apoyarte.
Tienes que suplicarle a una fuerza superior para poder entrar aquí.
Una mirada en el más allá, 1936
Cuando André es admitido a la quinta esfera de luz, el maestro Alcar le explica que nadie puede actuar por encima de su propia sintonización:
Yo no pude cambiar nada al respecto.
Tenías que quererlo con todo el amor que hay en ti.
Aquí no puedo conectarme, porque mis poderes se terminan.
Ningún ser puede subir más allá de las fuerzas que posea interiormente.
Te quedará más claro aún que de este lado no se puede actuar por encima de la propia sintonización.
Una mirada en el más allá, 1936
Nuestro idioma terrenal no alcanza para una descripción de la vida en la quinta esfera de luz.
Y ahora: a mi vivienda espiritual.
Me conocerás, sabrás quién soy, lo que fui en la tierra y por qué estamos juntos.
Y en un fogonazo habían llegado a la quinta esfera.
Esto superaba todo lo que había visto hasta ahora.
Lo que contemplaba era imposible de describir.
Era imposible tratarlo en lengua material.
Esto había que poder sentirlo, procesarlo interiormente, suplicar por que Dios depositara la fuerza necesaria en el ser humano, de lo contrario no se podía comprender, tan bello era todo, tan sagrada esta esfera.
Todo estaba envuelto en una emanación dorada.
¿Dónde estaba?
En la sintonización de Alcar, en su estado.
Todo lo que veía era celestial.
¿Cuánto había avanzado su líder espiritual en el camino espiritual?
Tanta felicidad, tanto amor.
Todo irradiaba oro, la vida espiritual y pureza.
Caminaban por un paisaje hermoso, rodeado por un mar de flores.
Oía el canto de toda la vida.
Muy dentro de su alma algo vibraba de felicidad sagrada y grande, era la voz de la vida.
En verdad, aquí todo vivía.
La vida daba gritos de júbilo, era un canto alegre que se oía a gran distancia.
Veía tonos indescriptibles.
Flores como nunca las había visto en la tierra.
Eran especies extrañas y todas irradiaban luz.
Oía un canto suave e inmaculado, la vida respiraba, los que oía eran sonidos del alma.
¿Qué tan alejado estaba el hombre de la tierra de la vida de Dios?
Una mirada en el más allá, 1936
André siente aquí su don de desdoblarse con todavía más fuerza.
Solo ahora se estaba dando cuenta de lo grande que era su don, lo sagrado que era poder recibir esto en la tierra, como ser humano.
Oro espiritual, que estaba dentro de él, que significaba su don de desdoblarse; era imponente poseer esto en la tierra.
Era rico, solo aquí lo entendía todo.
Cómo agradecerle a Dios esta gran gracia.
Podía observar hasta lejos.
Templos y edificios hermosos por doquier, erigidos en un estilo particular, desconocido.
Una mirada en el más allá, 1936
Así es como puede contemplar la morada de Alcar:
Mira, allí en esa montaña, mi vivienda espiritual.
En una alta montaña, André vio la posesión de Alcar.
No era una casa, sino un extraño edificio.
Era un estado propio, como se sentía la vida a sí misma.
Una extraña arquitectura, que no podría representar.
Estaba construido en un estado esférico; veía con claridad que el conjunto se apoyaba en pesados cimientos.
Lo rodeaba un mar de flores.
Estaba hecho de una materia azulada y parecía como si todo el edificio irradiara luz.
Veía una luz azulada, que constantemente cambiaba de color, para volver al tono de colores anterior.
Eso también le pareció muy extraño.
¿Cómo era posible que un edificio fuera radiante?
Todo era curioso.
No podía comparar nada con la tierra.
Todo era diferente y aun así era natural.
Se acercó un poco y constató que la casa de Alcar había sido construida de un mármol azulado.
Era una esfera de luz radiante.
Era como un pequeño planeta, no podría describirlo con más claridad.
Con esta comparación era como más se acercaba a la verdad.
Alrededor de todo el entorno de la posesión de Alcar no veía otra cosa que luz y vida.
Era fantástico.
Oh, si tan solo pudiera encontrar palabras para esto, para poder dar una imagen clara.
Ahora estaba frente a la vivienda de Alcar.
—Entra, hijo mío.
Una mirada en el más allá, 1936
André siente que tiene que sintonizarse de manera pura con Alcar para poder acceder a su morada espiritual.
De nuevo sintió que no podía seguir.
Y ahora, ¿qué era esto?
De repente sintió que lo invadió algo que lo hizo comprender por qué también aquí se le detenía.
Se arrodilló por segunda vez y le rezó a Dios por fuerza para conectarlo con su líder espiritual.
Tomó un buen rato.
Todo le quedaba claro.
Sentía que surgía en su interior la verdad de todo.
Antes de que se le abrieran las puertas de la quinta esfera, había tenido que sintonizarse con Alcar, pero ahora entraba en su ser completo.
Era casi imposible.
Descendería en él.
Una vivienda era un ser humano, descendía en su líder espiritual, él, como ser humano terrenal.
Se le estaba abriendo un espíritu.
No, ¿se le concedía entrar?
“Oh, Dios”, rezó, “dame estas fuerzas”; solo Dios podría acogerlo en la vida de Alcar.
Su alma era su casa; su casa, eso era Alcar.
Se sintió aturdido.
Él, como ser humano terrenal, no podía irrumpir así como así en una vivienda espiritual.
De nuevo rezó; para esto hacía falta sintonización.
Oh, ¡cuánto deseaba entrar en el interior de Alcar!
Qué grande era el amor.
Todo dependía de él mismo.
Alcar lo quería, tenía que pedir a Dios estas fuerzas, para que se le acogiera.
Rezó con fervor.
¿No era egoísmo suyo?
Entendía que su líder espiritual se estaba abriendo por completo a él.
¿No era amor propio suyo?
¿No era curiosidad?
¿Tenía derecho a ello, como ser humano terrenal?
Cuánto estaba separado de esto.
Una mirada en el más allá, 1936
Aquí la clave es el amor:
Lo recorrió un sentimiento sagrado; por segunda vez se había escuchado su oración.
Al alzar la mirada encontró los ojos radiantes de su líder espiritual.
El alma le ardía como nunca antes.
—Estoy tan feliz, André, de que hayas entendido todo esto.
Aunque no tenía miedo ni dudé.
Salvarías también este abismo.
Se te concedió observar todo en esta esfera, pero la puerta de mi estado se mantuvo cerrada, por más que quisiera dejarte entrar.
No habría sido posible si no lo hubieras comprendido.
Llegó la ayuda porque tu oración era inmaculada y te acercaste a mí en humildad.
También se ha vencido esto porque quieres apoyar a la humanidad en la tierra.
En la tierra se puede invitar a quien se quiera, aquí eso no se puede hacer.
Aquí habrá que poseer amor para que a uno le sea concedido entrar a la vivienda de otro.
Una mirada en el más allá, 1936
Y ¿de qué se compone el suelo de una morada espiritual?
André traspasó el umbral y entró a la vivienda espiritual de Alcar.
Avanzó paso a paso.
Pisaba tierra bendita aquí.
Todo era sagrado.
Sus pies pisaban la posesión de un ser más elevado y ese era su Alcar, su hermano, su líder espiritual.
La tierra le temblaba debajo de los pies.
Era como si planeara, aunque se encontrara en la planta baja.
El suelo en el que caminaba era de mármol azulado.
Y todo irradiaba luz, todo vivía.
Era asombroso.
Pero ¿cómo podía la tierra en la que caminaba irradiar luz?
Se estremecía a cada paso que avanzaba.
La sangre le subió a la cabeza.
Y aun así, el piso era duro.
Para investigarlo y al mismo tiempo controlar el flujo de sus pensamientos, pisoteó la tierra con todas sus fuerzas.
Y en efecto, el piso era duro.
Pero ¿qué era eso?
Fue presa de un terrible miedo.
Se sintió aturdido, se encontraba perdido.
El sonido que había causado con sus pisotones y que se desplazaba por las esferas era como un dolor que escocía.
Hacía eco en toda la vida, de modo que se podía oír en todos los alrededores.
Le entraba cada vez más miedo.
Lo conmovió hasta lo más profundo de su alma.
Por fin se detuvo y también le volvió la tranquilidad.
Ay, ¡qué susto se había llevado!
Entendió la desgracia que había causado.
Lo invadió un profundo sufrimiento.
Ay, ¡qué tonto había sido allí!
Se avergonzaba por esta violencia.
Qué tosco era.
Había perturbado el sosiego del espíritu.
¿Cómo podría enmendarlo?
‘Oh, Alcar’, pensó, ‘perdóneme este terrible error’.
Estoy pateando su alma; sentí si su alma era dura; ¡ay, Dios mío, perdóname mis errores, he mancillado la vida espiritual, que se abría a mí en amor!
Alcar lo habría sentido.
Le había causado sufrimiento y pesar a su líder espiritual sin quererlo.
No era dolor material, sino que le había dado en el alma.
Solo podía hacerlo el ser humano, él podía, él, un ser terrenal.
Le sangraba el corazón, le suplicó a Dios por perdón.
Qué tonto, ¡cómo podía olvidarse así por su curiosidad!
Alcar le había aclarado todo de antemano.
Su casa era su alma; él mismo era su alma.
Eso había estado pateando.
Una mirada en el más allá, 1936
En la tierra los seres humanos se mortifican unos a otros:
Miró detrás de sí para ver qué le tendría que decir su líder espiritual, pero no se atrevió a mirarlo a los ojos.
Y aun así tenía que hacerlo.
Pero cuando se giró para mirar a su líder espiritual, se asustó enormemente: Alcar no estaba con él.
Su líder espiritual no estaba en ninguna parte.
¿Qué significaba esto?
Quería rogarle por perdón, pero no era posible.
No, no hacía falta.
¿Había hecho sufrir a Alcar?
Claro que sí.
Ay, ¿qué tendría que hacer?
¿Volver?
¿Salir?
Y cuando decidió volver, oyó una voz, que no era la de Alcar, que le dijo: —Quédate, André.
En la tierra, sin quererlo unos seres humanos atormentan a otros hasta lo más profundo de su alma; pero también así aprenderán, cuando entiendan lo ocurrido.
Sí, entendió y había aprendido.
¿Quién era el que le hablaba así?
Alcar siempre le hablaba así, y sin embargo no era su líder espiritual, pues reconocería la voz de Alcar entre miles.
Pero en ese mismo instante la voz le volvió a hablar, diciendo: —Recompensaremos su amor por nuestro trabajo.
Escucha, André.
¿El invisible lo conocía?
—Mire a su alrededor —oyó que decía—, le mostraré algunos estados antes de partir.
Lo conozco desde hace mucho tiempo, que baste con esto.
Su líder espiritual vuelve enseguida.
Continúa, André.
Una mirada en el más allá, 1936
El ser humano es su propio creador:
Y André continuó.
Paso a paso.
Su admiración no dejaba de aumentar.
En todas partes veía hermosas flores que adornaban el conjunto.
Ahora se encontraba en un gran recibidor.
Era grandioso.
También aquí —casi no se atrevía a mirarlo— el piso era de la misma sustancia que donde había estado hace un rato.
El interior estaba iluminado, aunque también le fuera invisible de dónde venía la luz.
Todo lo recibía radiante, en todo residía la vida.
Nunca se le había concedido observar algo tan bello.
Las paredes estaban adornadas y también estas, si quisiera llamarlas así, irradiaban luz.
Casi podía atravesarlas con la mirada.
Encima de su cabeza veía el techo, que se parecía al universo.
No encontraba palabras para describirlo, era el cielo, aquí se sentía uno con el Universo y aun así estaba en la casa de Alcar.
¿Cómo era posible?
También en eso podía ver, aunque sin observar nada.
Pensó, ‘Qué extraño es todo’.
Aquí estaba en la vida del espíritu.
En la tierra, no se podía imaginar esto el ser humano.
Tampoco él mismo podría si no se le concediera vivirlo.
¿Cómo podía una casa estar viva?
¿Qué milagros se escondían aquí?
Reflexionó y sintió lo que significaba todo esto.
No quería perturbar por segunda vez la tranquilidad de Alcar ni mucho menos lastimarlo.
El edificio entero descansaba sobre pilares de mármol.
En todas partes veía lechos de descanso, rodeados de bellas flores.
Eran arriates de flores.
Oh, qué exuberancia, qué sagrado era todo en la casa de Alcar, qué grande era su amor.
En el centro de esta sala estaba una fuente, una hermosa obra de arte simbólica, que reconocía de la tercera esfera, cuando se desdobló por primera vez.
¿Era posesión de Alcar?
Sí, tenía que ser así.
La fuente en la tercera esfera representaba sabiduría, fuerza y amor.
Alcar era sabiduría, fuerza y nada más que amor.
La fuente estaba radiante, como todo lo que veía.
¿Con qué se había construido todo esto?
¡Oh, si tan solo le fuera aclarado!
Porque, ¿cómo estaba todo vivo y de dónde provenía esta vida?
Era su líder espiritual, pero tenía que reconocer que todo le era demasiado profundo y que no lo entendía.
Oyó claramente que le hablaron: —Esta casa es una vivienda espiritual y se ha edificado con materia, aunque en sustancia espiritual, que extraemos del cosmos.
Así que es materia espiritual, un conjunto compacto, que se mantiene por la fuerza de amor del ser que viva en ella.
Se alimenta y refuerza solo por amor.
Se construyó según los deseos del ser e irradiará según la fuerza que este posea.
Por eso todo irradia, todo es vida, porque el ser está vivo y posee este amor.
Cuanto más bello nuestro amor, más bella nuestra casa, nuestra posesión, es decir, todo irradiará según la fuerza de amor que poseamos.
Así, el ser humano se construye su propia casa y conforme vaya subiendo, también cambiará todo.
Por eso, el ser humano es su propio creador, lo que se realiza por su voluntad y fuerza de los sentimientos.
Todo vive, en todo está su propia vida.
Ahora André comprendió incluso mejor por qué todo irradiaba luz.
Una vivienda espiritual era una vivienda de fuerza de amor.
Todo se había edificado en arte y estilo, como sentía el ser.
Una mirada en el más allá, 1936
La morada espiritual de Alcar se levanta alrededor de su núcleo espiritual, su habitación espiritual del amor:
Volvió a hablar la voz: —Cada ser siente de otra manera en el arte, pero en esta esfera poseemos un solo amor y somos uno en todo, será más adelante que entenderás el significado profundo de esto.
Allí André oyó que su acompañante invisible dijo: —Allí se erige la posesión, la fuerza interior de su líder espiritual.
—André estaba frente a la fuente que ya había visto—.
Conoce su significado, ¿no es así?
Le dice también en dónde se encuentra usted.
Es la habitación del amor.
Cuando le quiero aclarar una vivienda espiritual, tengo que echar mano de su idioma, de lo contrario no me es posible.
Todo es diferente, aunque el significado termina siendo este: como le decía, nos encontramos en la habitación del amor y desde este lugar, el ser empieza a construir su casa.
Alrededor de esta habitación del amor hay muchas otras, aunque no depende de mí enseñárselas.
Solo le puedo aclarar cómo está edificada una vivienda espiritual, cómo todo está dividido y termina; en otras palabras: hasta que terminen las fuerzas que posee el ser.
Sígueme, André.
Una mirada en el más allá, 1936
La posesión espiritual del alma se va elevando cada vez más:
Ante él, André vio al ser que se le manifestó haciéndose visible a medias.
Era una aparición preciosa.
Él y todo en el lugar donde se encontraban se iluminaba por la luz que irradiaba.
Siguió avanzando más y más.
Unas veces a la la izquierda, otras a la derecha, erraba y deambulada por toda la casa de Alcar.
Pensó que no terminaría nunca.
No podía percibir nada y aun así sentía que seguía estando en la vivienda de Alcar, en su propia vida.
La masa se cerraba como un solo conjunto, pero por los rayos de luz veía que sin embargo estaba dividida.
Eran partes separadas, pero no podía observar nada más.
También las veía en diferentes colores y todo cambiaba continuamente.
Era como lo había visto desde lejos.
Todo era esférico.
La aparición no dejó de avanzar cada vez más y él la siguió pisándole los talones.
Ahora podía observar más.
Había cada vez más luz, lo que le pareció muy extraño.
De repente lo iluminó una luz dorada: la luz espiritual de la quinta esfera.
Estaba en la naturaleza fuera de la casa de Alcar, y entendió lo que significaba una vivienda espiritual.
Se le había concedido vivirlo.
Nada le quedaba más claro.
La casa de Alcar se disolvió.
Aquí se encontraba en un estado todavía más etéreo que en la habitación del amor.
Allí todo le era visible; aquí se encontraba en partes desconocidas de la casa de su líder espiritual, que solo se le podían aclarar de esta manera.
Entendió lo que era la sustancia espiritual y cómo se conservaba.
Era materia viva.
—Mira hacia abajo, André —oyó que le decían.
Y de inmediato vio una luz que le lastimaba los ojos, que perforaba la masa y le hacía visible la habitación del amor.
¿Lo veía bien?
¿Era su líder espiritual, al que pensaba estar viendo?
La imagen allí en la profundidad se le fue haciendo cada vez más clara.
Sí, gritaba de alegría, era su Alcar.
‘Oh, por suerte’, pensó, ‘Alcar no se fue por las cosas terribles que ocurrieron’.
Qué lejos estaba de su líder espiritual.
—Ya ve, André, que una vivienda espiritual se disuelve.
Esta posesión sube cada vez más hasta que llegue el día en que haya alcanzado la sexta esfera.
Así avanza el ser humano, para trabajar en sí mismo, para embellecer sus posesiones.
Cada vez más, hasta que haya llegado a la sintonización divina y su estado, su vivienda, su vida, su amor, hagan la transición a lo divino.
Ahora mi trabajo ha terminado, lo llevaré de vuelta a su líder espiritual.
André quiso agradecer al ángel invisible, pero los agradecimientos no fueron aceptados.
—No me agradezca a mí —oyó—, todo es porque mi hermano lo quería.
Agradézcale esta sabiduría a Dios, hijo mío, y sepa cómo usarla.
Se le llevó de vuelta en un fogonazo.
La masa se fue haciendo cada vez más densa, volvió a adoptar formas, hasta que reconoció el vestíbulo en el que estaba la fuente.
Había vuelto a la habitación del amor.
Allí estaba Alcar.
André se acercó corriendo a su líder espiritual y se arrodilló frente a él.
Lloró, interiormente conmovido por todo este amor, porque tampoco Alcar quiso saber nada de culpas.
—Ven, mi querido André.
Es que no lo sabías.
Mírame, André.
André miró a su líder espiritual con los ojos llenos de lágrimas y se asustó.
Ahora no por estupor, sino por admiración.
Alcar, Alcar, qué bello es usted.
Su líder espiritual llevaba una hermosa túnica luminosa.
Se había rejuvenecido en una radiante belleza.
Nunca antes había visto a su líder espiritual así.
Una mirada en el más allá, 1936
Cada vez se irán haciendo visibles nuevas partes:
—Ahora sabrás lo que es una vivienda espiritual.
Tu miedo era mi miedo.
Tu sufrimiento era el mío; éramos uno y seguiremos siéndolo.
Llamé conmigo a mi líder espiritual, te mostró mi vivienda, yo mismo no podría hacerlo, por más que me gustaría.
Para eso hacía falta una fuerza aún más elevada.
Todavía no puedo conectarme con esas partes etéreas.
Solo cuando también mi estado interior haya cambiado, lo que es el desarrollo de mi amor.
Entonces todo lo que ahora me sigue siendo invisible también a mí me quedará claro.
Así sigo y vuelve a haber partes invisibles, que siempre seguirán allí, hasta que yo, mi casa, y por tanto mi alma, mi ser entero, se disuelva en el Omnígrado.
Una mirada en el más allá, 1936
La fuente espiritual también está aquí:
—Ahora te aclararé todos los demás estados.
Te guiaba Ubronus.
Él también es un espíritu del amor y vive en la sexta esfera.
Él también vive en la tierra y se encuentra aquí temporalmente.
Esa temporalidad puede durar diez años según el cálculo terrenal.
Pero nosotros no conocemos tiempo.
Miles de espíritus con él, y todos estamos bajo la competente dirección de Cesarino, que es nuestro maestro.
Pero de eso te hablaré más después.
Ahora mira la fuente y siéntate, André.
Deja que permee en ti el sosiego espiritual; en la tierra te hará falta mucha fuerza para aclararle a la humanidad todo lo que hayas vivido por el desdoblamiento (—dijo).
Ahora vio lo bella que era la fuente.
Estaba sobre un hermoso pedestal en una pila en la que nadaban peces de varios colores.
Aquí, en la vida después de la muerte, vivía todo lo que se conocía también en la naturaleza en la tierra.
El ser humano era uno con la vida de las plantas y los animales.
Uno en todo.
Alrededor de la fuente crecían hermosas flores.
Era imponente este símbolo de amor.
André lanzaba un grito de admiración tras otro.
Nuevamente, Alcar le estaba mostrando un milagro espiritual.
—Mira aquí, hijo mío, y toma de estas frutas, te fortalecerán.
—André vio que en la casa de Alcar todo estaba unido.
Aquí estaba en la naturaleza.
En todas partes crecían frutas y florecían flores en colores indecibles—.
Adelante, André, son para fortalecer al ser humano.
André cortó una fruta.
Era increíble, el suave jugo le entraba en la boca.
Se parecía a un durazno (melocotón) terrenal, aunque esta fruta no era más que jugo.
Se sentía vigoroso, no podía encontrar palabras para describirlo.
—De este lado tenemos todo.
¿Por qué no poseeríamos fruta?
Te mostraré incluso más milagros.
Una vivienda espiritual es un paraíso por sí solo.
El ser humano posee esta sintonización y es uno con la vida que vive en su estado.
Aquí todo vive y crece y se alegra en un estado elevado.
Mira allí, André.
En ese mismo instante, entraron volando varios pájaros.
Solo ahora vio que la casa de Alcar era abierta.
Le sorprendió no haberlo percibido antes.
Podía mirar hacia los cuatros vientos.
Inmediatamente oyó: “Porque no estabas conectado”.
Alcar le hablaba en lengua espiritual, porque venían entrando los pájaros.
Lo conmovía mucho que los animales se posaran en los brazos, la cabeza y las piernas de Alcar.
—Mis favoritos, André.
Saben que he vuelto y vienen a saludarme.
André vio que era amor, nada más que amor.
Lo invadió un delicioso sosiego.
Fue un momento increíble para él.
Los animales le iban cediendo su lugar a otros para poder saludar a su maestro.
Todos cantaban su canción, lo que lo conmovió hasta en lo más profundo del alma.
Era celestial.
Aquí se daba y recibía amor inmaculado y puro.
No sentía ni vivía otra cosa que esta sagrada fuerza, lo que lo puso feliz.
Allí vio que entró volando una hermosa ave blanca, que le permitió vivir otro milagro más.
El pájaro se posó en la orilla de la fuente, dejando caer algo de alimento de su pico dentro de la pila, de lo que André dedujo que alimentaba los peces.
Amor, otra vez amor, lo que se le mostraba.
Una vida alimentando a otra.
Ninguna fuerza mayor que el amor.
Ningún amor más inmaculado que la vida de Dios.
Dejó la fuente el pájaro, voló alrededor de ella unas cuantas veces, para posarse con un elegante giro en el hombro de su maestro.
Apretó la cabeza contra Alcar, como si quisiera hacerle sentir su amor.
Los demás le hicieron espacio y cantaron en coro como si asintieran en todo.
Una mirada en el más allá, 1936
Las habitaciones son como los rasgos del carácter:
—Ahora quiero aclararte mi vivienda espiritual.
Intenta entenderme, André, es muy difícil.
Intentaré expresarlo de manera terrenal, por lo que lo entenderás todo mejor.
Ya sabes dónde estamos ahora, es la habitación del amor.
Y alrededor hay varias otras habitaciones, cada una de ellas una cualidad de carácter.
Son las habitaciones de fe, confianza, sencillez y esperanza, humildad, oración, serenidad y arte, y otras muchas juntas.
Y luego hay aquí una habitación en la que puedo ver la vida que viví en la tierra.
En ella está todo, no se ha perdido un pensamiento, ni nada.
Todo se ha conservado, por eso la llamamos nuestra habitación terrenal.
Es la habitación de la verdad.
Podrás deambular durante horas y como ya lo viviste antes, no podrás percibir nada.
Son por lo tanto todas cualidades de carácter, todas mías.
Luego hay en esto otras muchas cualidades, todas habitaciones a su vez, pero que no conozco yo mismo porque aún son invisibles para mí.
Y entonces sin duda te quedará claro que todavía no vivo en esta concienciación.
Me falta vivir muchas más cosas, y conforme voy subiendo, todos estos estados se irán haciendo visibles, porque mis sentimientos interiores encontrarán sintonización con ellos.
He pasado mucho tiempo en la habitación de la verdad, para entrar desde allí en la de la oración.
Luego en la de la concentración y de la fuerte voluntad, para ponerme en concordancia, es más: para sintonizarme con la habitación del amor, por lo que conseguí la conexión.
Y por lo tanto, así avanzo para decorar mi casa, lo que solo es posible si se da amor, para significar algo para otros.
Así encontraré sintonización con estados más elevados y llegará el día en que haré la transición a estados incluso más elevados, y entonces mi casa también será más bella, yo mismo poseeré más felicidad y sabiduría, todo, pues, se encontrará en una sintonización incluso más elevada.
Hasta que la película de mi vida se haya convertido en oro.
No obstante, para eso harán falta todavía miles de años, pero sé que algún día podré entrar a esta felicidad, a ese estado elevado, si continúo mi camino de esta manera.
Si siempre sentimos que subir es posible, emplearemos en eso todas nuestras fuerzas, para obtener esta felicidad, lo que es la voluntad sagrada de Dios.
Los fundamentos sostienen el conjunto, que es la fuerza de amor de cada ser que vive aquí en la quinta esfera.
La habitación del amor está adornada con diferentes cualidades.
Ya sea con arte o por otras sintonizaciones que posee el ser humano y que se han desarrollado en una etapa más elevada.
Por eso, cada vivienda es diferente, aunque las habitaciones de amor sean una sola.
¿Te queda claro?
Así que ningún ser es igual, aunque todos posean un solo amor, y estén conectados por él.
También te quedará claro cuando te cuento que algunos seres son más fuertes en el arte que otros, y estos, a su vez, en otros estados están desarrollados en un nivel mucho más elevado que los primeros.
Así, algunos dominan la música, otros las artes plásticas, otros más la pintura y así sucesivamente diferentes estados en las artes que dominen.
En otro viaje también conocerás estos estados.
Así que aquí uno es uno en todo, y también en nuestra vivienda celestial.
En la tierra el hombre vive al margen de todo, nosotros somos uno y estamos conectados con todo.
Te quedará claro, por haber vivido todo esto ya anteriormente, que un ser espiritual es uno con su vivienda y que sus posesiones irradiarán según el amor que posea.
Como te dije, solo te puedo mostrar la habitación del amor y tampoco en ella, o sea aquí donde estamos ahora, puedes observar todo, porque no te es posible poderme sondar en mis fuerzas interiores más profundas.
Una mirada en el más allá, 1936
Una morada espiritual tiene una forma globular, igual que una esfera, lo cual tiene sintonización con el universo:
Ubronus te tiró hacia mi sintonización elevada, por lo que recibiste una clara imagen, de lo contrario me habría sido imposible poder aclararte todo esto.
Por eso has visto y sentido que una vivienda espiritual se encuentra en un estado esférico.
Las esferas tienen la misma forma que mi casa.
Es decir que una esfera es un estado esférico, lo que encuentra a su vez sintonización con el universo; por lo tanto: nuestra casa es como el universo.
De modo que una vivienda espiritual es el reflejo del universo.
Todas la habitaciones se conectan y se mantienen por la fuerza del amor.
Has percibido su división.
Así hay en el ser humano miles de estados de los sentimientos, que son cualidades, y de esta manera son el ser humano.
Todas estas cualidades se alimentan con la fuerza de amor por la concentración y la fuerte voluntad que estén presentes, que posea el ser.
Y a medida que una cualidad se desarrolla, (el ser) estará iluminado y la habitación será visible para el ser que viva en ese estado.
Una mirada en el más allá, 1936
Arte más elevado
También en la quinta esfera de luz hay arte elevado:
Muchos espíritus estaban ocupados con un trabajo tremendo.
Un ser más joven, lo sentía claramente, los dirigía a todos.
La pieza representaba varios grupos de estatuas, era una joya de la capacidad creativa.
André oyó decir a su líder espiritual que la estatua representaba la vida.
Abajo en el pedestal vio a la madre que daba a luz a una joven vida.
Alrededor yacían dispersas varias otras representaciones y todo esto tenía que ver con su vida en la tierra.
Era el estado vital del ser humano en la tierra, todo esto se había vivido alguna vez.
La madre iba a dejar la tierra —aquí estaba representado artísticamente—, lo que sentía claramente, y volvía a la vida eterna.
Estaba esculpido en piedra; el espíritu dejaba el cuerpo material, como se le había concedido observar en el caso de su tía y de muchos otros.
¿Cómo era posible crear todo esto?
Esto era arte sentido de manera tan profunda que solo les era posible a los que sintieran ellos mismos que vivían.
Aquí se representaba la vida por medio de arte; allí el ser humano se reconocía; era su vida.
Veía lucha, pena y dolor en varias representaciones dispersas alrededor de un conjunto y todo esto significaba la vida.
Lo llenó un profundo respeto.
Este arte era conmovedor por su belleza.
Otros grupos representaban las características del ser humano, de la vida animal hasta la espiritual.
El maestro que los guiaba a todos tendría que poseer una sensibilidad grande y sagrada.
¡La fuerza creadora en el ser humano!
Un maestro de la sexta esfera estaba al mando aquí, incluso había entre ellos algunos que vivían en la séptima esfera.
Una mirada en el más allá, 1936
André se pregunta con qué materia se elabora esta escultura:
Luego vio que donde en la tierra se usaba barro, aquí se aplicaba una materia que irradiaba como la demás luz.
‘Qué extraño’, pensó, ‘aquí todo vive’.
Le habría gustado tomar algo de la materia en las manos, para poder ver más claramente de qué sustancia era y cómo podía desprender luz.
Miró a su líder espiritual, quien le dio a entender que podría tocarla sin problema.
André pensó que sería pesada, pero para su sorpresa no pesaba nada.
Otra vez se veía ante un problema.
Y aun así se hacían con ella motivos tan hermosos, para esculpirlos luego en piedra.
En la tierra, el viento dispersaría el polvo a los cuatro vientos, no quedaría nada de todo esto.
La estatua se disolvería y no tenía posibilidad de existencia.
—¿Cómo es posible, Alcar, no pesa nada y sin embargo se hacen unas estatuas tan hermosas con ella?
—Se puede aclarar en unas pocas palabras.
Es sustancia espiritual, hijo mío, porque la vida poseerá aquella fuerza de gravedad que corresponda con cómo se sienta y con la que tenga una sola sintonización.
Las esferas se van haciendo cada vez más etéreas y el ser humano va cambiando.
Así el arte y todas las demás sustancias vitales irradiarán luz, como se sienta todo y como viva.
André entendió; las esferas eran cada vez más etéreas y todo cambiaba en una sintonización más elevada.
—En la primera esfera —alcanzó a oír que se decía—, la materia tendrá la misma fuerza de atracción que en la tierra, pero en una sintonización espiritual.
Ya te aclaré todo esto en las regiones oscuras; allí también te hice sentir la materia; sin embargo, ahora lo entenderás todo incluso mejor.
André tenía en las manos la materia de la quinta esfera; en la sexta todo sería todavía más ligero y bello.
Jugaba con la materia en sus manos y de repente se sobresaltó inmensamente.
¿Qué viviría ahora, qué era esto?
Pasmado del susto miraba la materia, había perdido su color e irradiación.
¿Cómo podía ser eso, tan de repente?
¿Qué le estaba pasando?
¿Quién había cambiado esa materia?
Habían desaparecido sus colores resplandecientes; ahora los envolvía una suave emanación azul.
La otra materia, de la que la había quitado, irradiaba, pero esta había perdido su fuerza.
¿Qué verdad se escondía detrás de esto?
Todas estas preguntas relampagueaban por su cerebro.
No sabía qué actitud tomar ni qué hacer.
Sentía intuitivamente que había hecho la transición a un estado extraño.
Pero ¿cuál?
Miró a su alrededor y quería preguntarle a su líder espiritual, pero Alcar ya no estaba con él.
Todo lo que estaba viviendo era misterioso.
Oh, si tan solo pudiera preguntarle esto a alguien; seguía con la materia en las manos.
Lo asaltó una sensación de temor.
Qué tonto era; sus ansias de saber lo ponían en este estado.
Una mirada en el más allá, 1936
El alma gemela de Alcar explica a André lo que ha ocurrido:
—La materia en sus manos irradia su luz según lo que usted mismo sienta y la luz que posea.
Se asustó; entendió que había recibido una lección vital.
La materia había aceptado su propia sintonización; él se había conectado con la vida de esta esfera; la vida irradiaba su propia fuerza, el amor que poseía.
Cada palabra le latigueaba el alma.
Sentía y entendía cada pensamiento.
Lo quería; ahora tenía que aceptarlo.
La materia había adoptado la fuerza de sus sentimientos, por lo que entendió que todavía faltaban muchos años antes de que se le concedería entrar en esta esfera.
Una mirada en el más allá, 1936
Y el arte pictórico también está a la altura de la quinta esfera de luz:
—Nos quedaremos aquí un rato, hijo mío.
Mira allí, frente a ti, una estatua de las esferas poco común, allí, a través de esos pilares.
André se sentó junto a su líder espiritual.
Allí, frente a él, veía un paisaje de una belleza excepcional.
Sosiego, profundo sosiego.
Era un panorama tan bello y sagrado que parecía que estuviera soñando.
Vio pájaros y muchos otros seres y todo estaba cubierto de un brillo dorado.
Veía una naturaleza como nunca antes.
Qué silencio había allí; le parecía que era un lugar sagrado; en ninguna parte había sentido un sosiego tal.
Los ángeles que observaba estaban inmersos en oración.
No quería molestar y pensaba en otra cosa, pero la imagen lo mantenía preso, no podía desprenderse de ella.
Quien viviera allí sería sumamente feliz.
¿Era una esfera más elevada la que estaba observando?
¿Era un lugar donde el ser humano podría alcanzar todavía mejor su Dios?
No podría entrar allí, lo sentía en todo.
Pero qué sosiego descendería en él.
Cuánto tiempo llevaban ya rezando allí a su Padre entre toda la vida que los rodeaba.
Los pájaros se posaban al lado del hombre y ellos también le rezaban a la vida.
Sentía que iba cayendo bajo el encanto de esta tierra fenomenalmente bella y sagrada.
¿Estaba su líder espiritual mostrándole una visión?
No, porque todo allí era pacífico y feliz.
Alcar lo miró.—¿Te gustaría estar allí, André? —preguntó.
André no se atrevió a decir nada, no dijo ni sí ni no.
Alcar sonrió.
—Dilo, sin miedo, es posible.
—¿Y no molestaré allí entonces, Alcar?
—Si quieres acercarte a nuestra vida en amor, en sencillez y humildad, se te dará todo.
“Bienaventurados los humildes, pues suyo es el reino de los cielos”, dijo alguna vez nuestro maestro Jesucristo.
Si mantienes presente esa imagen, Dios te dará el poder de vivir todo en la vida del espíritu.
—Me encantaría, Alcar; quiero hacer todo, y lo haré, para no perturbar.
—Entonces ven, descenderemos; vivirás también esto.
André estaba muy feliz de que pudiera permanecer también allí.
—Precédeme, yo te sigo.
Allí, baja esas escaleras.
André se apresuró a bajar todos los peldaños; su líder espiritual lo iba siguiendo.
De pronto ya no pudo seguir más.
¡Era un lienzo pintado, una obra de arte de uno de los maestros!
Quedó profundamente conmovido por este milagro de capacidad humana.
Esto era natural, estaba viendo lo perfecto.
—Lo pintó un maestro de la sexta esfera, hijo mío.
No hay nada que se pueda mejorar o añadir a esto.
Este es, pues, arte como yo sentía en la tierra pero no podía llevar a cabo, y todos los demás conmigo sentían la misma deficiencia, echaban en falta esta sensibilidad espiritual.
Sentíamos lo perfecto para la tierra, pero no podíamos lograrlo.
La pieza tiene miles de años; el maestro vive en las regiones mentales y ya no volverá aquí.
Es obra de hombre, pero de un ser humano que usó su don para lo divino.
¿Qué más te aclararé?
Es lo más sagrado que poseemos.
André se volvió a sentar para mirar largamente este milagro.
Templos y edificios, flores y plantas, hombres y animales eran uno solo.
Era una escena divina.
Una mirada en el más allá, 1936
Y entonces llega la hora de regresar a la tierra y de describir esta quinta esfera de luz en ‘Una mirada en el más allá’:
Sentía la gloriosa irradiación, el amor de la quinta esfera, y lo hacía feliz.
¿Cuántas veces no había visto ya cómo cambiaban las esferas?
Había visto cada vez que la luz se iba haciendo más bella, que las personas se volvían más jóvenes.
Todo iba cambiando conforme iba ascendiendo.
El ser humano siempre seguía su camino y cambiaba.
Si la gente en la tierra pudiera echar un vistazo a todas estas cosas sagradas, ¡miles de personas empezarían en ese mismo instante una vida distinta!
—Lo harán, André, echarán un vistazo en el más allá, tú se lo contarás en la tierra.
Una mirada en el más allá, 1936