Muerte -- Fuentes

Textos primarios de los libros de Jozef Rulof correspondientes al artículo ‘Muerte’.
Según los libros de Jozef Rulof.
Estas fuentes presuponen la lectura previa del artículo ‘Muerte’.

Una grata amiga

Jozef Rulof habla en el libro ‘Aquellos que volvieron de la muerte’ sobre un sacerdote para quien la muerte se había convertido en una amiga:
Ya había visto a muchos hacer la transición, pero a ninguno como él.
Unos tenían miedo, otros ingerían alimentos vigorizantes porque no querían morir.
Pero cuando se presentaba la muerte, ningún sabio podía ayudar ya, y tampoco las fuerzas espirituales podían cambiar nada.
Nadie se libraba; si había algo justo en esta terrible tierra, era eso.
Este sacerdote estaba familiarizado con la muerte.
Para él era una grata amiga, una amiga que lo liberaba de su sufrimiento, que le traía felicidad, luz, amor y belleza; sí, la vida eterna.
¿Qué es lo que entonces restaba de la muerte?
¿Dónde estaba su poder?
¿Dónde quedaba todo eso tan terrible, cuando a la muerte se la podía considerar una amiga?
En el caso suyo, la muerte no encontró con qué alimentarse.
Porque no tuvo miedo ni sintió pena o dolor, y eran esas las cosas con que se relamía la muerte.
Sea como fuere, con él la muerte solo sufriría penurias.
Moriría de hambre porque no se le alimentaba.
Mantuvo una formidable conversación con la muerte, le mostró una sonrisa y la muerte se la devolvió.
Se tenían confianza y se habían hecho grandes amigos, grandísimos amigos.
Es lo que la vida le había enseñado, recibiendo a todos en la morada de su alma, sin refunfuñar cuando entraban con zuecos y todo, sino recibiéndolos con cariño y saliendo a su encuentro.
De ese modo había llegado a conocer a la muerte y así había llegado a saber que esta significaba vida eterna.
Veía a través de su máscara, era clarividente y veía más allá de la cortina de perdición y horror.
Veía que la muerte no era el final, sino una continuación hacia regiones ignotas.
Para él esa mujer cruel de la guadaña había sido sustituida por un cielo de un azul celeste, un paraíso de pura felicidad.
La fatalidad dejaba de existir, para él todo consistía en la dirección sagrada de Dios.
Dios lo reclamó y la muerte se apartó y desapareció, porque no podía acercársele.
No, este sacerdote poseía todo lo que necesitaba en el país de la verdad eterna.
La muerte se sentía feliz de que entre toda esa gente hubiera algunos que no le tuvieran miedo.

—Escúchame —parecía que me dijera la muerte—, tú, hombre de la tierra, oye lo que voy a decir.
Mírame, no estoy muerta.
Tu interior arde, es Dios quien te está enviando Su amor, quien los mantiene en vida a todos.
Lo que ves, lo que eres por fuera y cuidas, eso es lo que muere.
Pero en tu interior vive algo que pervive, que pervivirá siempre y que conocerá profundidades infinitas.
A todos espera una felicidad sublime, pero solo a quienes ven en mí la vida.
Yo no me puse ese nombre de “muerte”, sino que lo hiciste, tú, ser humano, porque no me conoces.
Tú me considerabas “muerto”, pero solo lo estoy para quienes están muertos en vida.
En ti reside una chispa de vida eterna, en ti reside la verdad eterna.
No permitas, oh, hombre, que tu vida se amargue en mi nombre.
No soy muerte, soy vida, y quien me conoce será feliz.
Aquellos que volvieron de la muerte, 1937
Para Jozef la muerte es vida, porque el alma se eleva del cuerpo y recibe pequeñas “alas” interiores:
Albergo una alegría feliz universal, espacial.
Y usted, ¿por qué no?
Esta vida no es pesada.
Señor, si habla de la muerte, y de la reencarnación, entonces dicen: “Ah, ese follón pesado”.
Señor, conozco la muerte y con La Parca hablo a cada instante.
Porque no está.
Dice: “Me han puesto un sombrero negro, vacío.
Y me han colocado una máscara hueca, una calavera”, eso dice La Parca, “con dos agujeros, sin dientes; cuatro están tirados por aquí y el resto está allá”.
Preguntas y respuestas 4, 1952
Pero ella ya salió, el alma, adquiere alitas, y la vida continúa, porque la muerte no existe.
¿Y ese es el trago amargo?
¿Les pesa eso cuando hablan de la muerte, que es vida y significa vida?
Preguntas y respuestas 4, 1952
Los sacerdotes en los tempos del Antiguo Egipto aprendían por medio de sus desdoblamientos corporales que la muerte solo tiene que ver con la existencia temporal en la tierra:
Podía ver todo claramente, veía con nitidez los lugares donde me encontraba.
Los secretos de la vida terrenal y espiritual ya no eran misterios para mí, porque vivía en los secretos y veía en todos esos misterios, de los que la gente aún lo desconocía todo.
Ahora vivía de manera consciente entre “la vida y la muerte”.
En lo que estaba ahora significaba “la vida”, pero la vida “en la tierra” era lo temporal y tenía que ver con la muerte.
Allí se iba a morir, aquí no había muerte, porque aquí solo había vida.
Entre la vida y la muerte, 1940
Eso suena muy distinto que los rezos de un ser humano que intenta detener la muerte para que se le conceda poder conservar la materialidad eterna en un cuerpo terrenal.
La madre reza día y noche por la persona enferma.
Y esa persona enferma tiene que morir, tiene que evolucionar.
Esa muerte no existe, pero llegará, tiene que llegar.
Y ahora ustedes se ponen a rezar, rezan, y ¿quieren combatir esa muerte, esa evolución?
¿Esa evolución divina?
¿Para rezar con fuerza para que Dios deje aquí a sus madres, a sus padres, a sus hijos, a ustedes mismos, para siempre jamás en la tierra?
¿Qué quieren ustedes?
¿Qué están pidiendo?
¿Qué profundidad tienen sus oraciones y qué significado tienen?
Vayan a mirar algún día en la sociedad.
Vayan alguna vez a las iglesias y escuchen bien las cosas que les quieren contar un pastor protestante de esos, un cura de esos.
Y ya lo ven, piden que se les permita experimentar la materialidad eterna.
Ojalá la muerte no llegara nunca.
Pero la muerte es evolución.
Si no hubiera muerte, estarían aquí detenidos.
No pregunta usted: ¿cómo he recibido la vida, de dónde venimos?
Eso lo contamos ahora, se lo cuentan los maestros por medio de los libros.
Es sabiduría universal para su alma, para su espíritu, para su personalidad, su vida espiritual.
Preguntas y respuestas 5, 1950

Más allá de la tumba

Jozef Rulof habla en el libro ‘Aquellos que volvieron de la muerte’ también sobre el cochero Gerhard que lleva a los “muertos” al lugar de su último descanso.
El cochero había oído decir que Jozef hablaba con los muertos, lo cual era imposible, según él:
—Lo muerto, muerto está —dijo, y me miró a los ojos con agudeza—.
Sabes a qué me dedico, trato a los muertos todos los días, y ni uno abre la boca.
¿Cómo quieres que hable un cuerpo así, muerto?
A los muertos hay que dejarlos descansar.
La gente que está metida en eso —se señaló la frente con la mano— ¡está loca!
—Y al decirlo estalló en una carcajada—.
La gente ya no sabe cómo divertirse; supongo que se aburrirán bastante aquí y por lo tanto buscan alguna otra cosa.
¿Así que quieres decir que los muertos dibujan a través de ti?
—Se sonrió haciendo una mueca y me miró, como si me tuviera lástima.
—¿Ya terminaste de hablar?
—Sí, es todo lo que sé.
—Muy bien, entonces te voy a contestar.
No eres un mal tipo, pero de estas cosas no sabes nada, y no debes burlarte de ellas.
Eres un burlón de los peores, y un necio.
Te ríes de algo que no conoces ni entiendes, y cuyo origen y verdad no puedes sondar.
Muchas personas lo hacen y no dice nada bueno sobre su personalidad.
Te pregunto: ¿doy la impresión de un loco?
¿Tengo un aspecto diferente al que solía tener?
¿Doy la imagen de un demente?
¿Entonces? Contéstame, ¿quieres?
—No —dijo—, no te noto nada inusual.
—Pues bien, pinto y dibujo a través de los espíritus.
O sea, a través de personas que han muerto en la tierra y aun así viven.
Regresan con nosotros y hacen, a través de mí, las pinturas más bonitas.
Sabes que nunca he pintado y que no sé hacerlo.
Por cierto, cuando recibo esas piezas, ni siquiera sé que las estoy haciendo.
—Me es un misterio —dijo—, un gran misterio.
Sin embargo, has cambiado.
—Eso piensas tú, pero no he cambiado, en nada.
Solo que me he hecho un poco más sabio con respecto al gran problema: la muerte.
Aquellos que volvieron de la muerte, 1937
Cuando muere Gerhard le trae por la calle de la amargura su convicción de que “muerto es muerto”.
Cuando mucho más tarde se le concede contar, como espíritu, a Jozef lo que le sucedió, nos enteramos de que ha tenido que librar una dura lucha para aceptar que continuaba viviendo espiritualmente.
Porque esto estaba reñido con su “creencia en la muerte”.
Cuenta lo extraño que fue para él cuando un espíritu de luz intentó que tomara conciencia del estado en que vivía.
El espíritu de luz dijo:
Tengo cosas extrañas que contarle”.
“¿Cosas extrañas, dices?
¿No es todo esto ya suficientemente extraño?”.
Me miró y sentí que era buena persona.
“Murió en la tierra”.
“¿Qué dices?”.
“Murió”, repitió, mientras siguió mirándome.
“Ahora vive en la eternidad y he venido para convencerlo de eso”.
‘¿En la eternidad?’, pensé.
Pero si eso no puede ser, entonces estaría muerto, y estaba vivo, ¿o no?
Lo compadecía y se me ocurrió una sospecha terrible.
¡Es un loco!
Aquellos que volvieron de la muerte, 1937
El cochero primero pensó que el espíritu de luz estaba loco, ya que aseguraba que Gerhard estaba muerto, y no era cierto, porque vivía y podía sentir y pensar.
En el libro ‘Aquellos que volvieron de la muerte’ se describe con detalle la larga lucha de Gerhard para deponer su “creencia en la muerte” y aceptar que murió en la tierra.
En cuanto pudo controlarse y mantener suficiente calma, el espíritu de luz se lo llevó a los cementerios terrenales:
Luego visitamos unos cementerios y vimos a las personas terrenales que iban a visitar las tumbas de sus seres queridos.
Vi unas escenas terribles, pero ¿por qué los buscan precisamente allí?
A fin de cuentas, ¡allí no están!
Pongan las flores al lado de su retrato en la habitación donde vivieron y trabajaron y hablaron con ustedes, pero no pongan esas valiosas flores sobre las tumbas, donde no descansan más que huesos.
Entristece al espíritu que vive de este lado.
Eso quiero decirles alto y claro a las personas desde este lado.
Visitan a sus muertos y al lado suyo, con hermosas túnicas y envueltos en luz, avanzan aquellos que creían muertos.
¿No es triste que en la tierra no se sepa nada de eso?
Cuando en el cementerio hablé de todas estas cosas contigo, Jozef, pronuncié —ya lo dije— la gran verdad de que los huesos no sabían hablar.
Me burlé y no debí haberlo hecho.
Junto a las personas que se lamentaban, veía al espíritu, que estaba triste porque no podía alcanzarlas.
Allí vi muchas situaciones, de las que una me conmovió profundamente.
Voy a contártela.
De repente pensé en mi propio cuerpo material.
¿Dónde yacía mi vestidura?
¿Estaba enterrada en este cementerio?
Miré a mi preceptor y supo de inmediato lo que me pasaba por la mente.
Ahora también entendí por qué nos encontrábamos en ese lugar.
Así que le pregunté al hermano:

“¿Está mi vestidura material aquí?”.
Mi preceptor me tomó de la mano: “¿Se sentirá lo suficientemente fuerte para ver su propio cuerpo, Gerhard?”.
Reflexioné y dije: “Sí, quiero verlo.
Ahora que he vivido todo esto, también quiero vivir eso, por más terrible que pueda ser”.
“Venga, sígame”.
“¿Cómo sabe en dónde estoy enterrado?”.
“Concentración, amigo mío, nada más que la fuerza de los pensamientos.
Usted mismo constituye ahora mi conexión, de modo que por medio de usted encontraré la otra vestidura que algún día le perteneció”.
Estaba temblando y sentí cómo el corazón me latía con fuerza.
Fuimos recorriendo varias tumbas y por fin mi preceptor me detuvo.
Leí: “Aquí descansa G. D.”.
“Su propia vestidura”, me dijo el hermano, “su cuerpo, que ocultó este a lo largo de la vida terrenal de usted”.
Me senté en el borde de mi propia tumba y me miré.
Allí yacía, muerto, pero yo vivía aquí y miraba aquello que un día me perteneció.
Aquellos que volvieron de la muerte, 1937
En ese momento a Gerhard le habría gustado poder decir a su madre que no lo buscara en el cementerio:
Pensé en mi vida en la tierra.
Mi tumba estaba adornada con flores que mis seres queridos habían depositado allí.
Sentí sus pensamientos de amor por mí, que había muerto.
Esta escena era atroz.
Pensé: ‘¿Por qué me busca aquí, mamá, y no cerca de usted?’.
¡Cuántas veces habían estado ya aquí mis seres queridos, llorando, tanto que podía sentir su dolor!
Pronto no quedarían más que huesos, ya no faltaba mucho.
Por más que quisiera, no habría podido forzarme una entrada en ese cuerpo.
Algo me retenía y sentí que era mi preceptor quien me lo impedía.
Había depuesto mi vestidura terrenal y recibido otra que seguía viviendo eternamente.
Dios mío, qué imponente es este reencuentro, qué pequeño e insignificante se debe sentir el ser humano que pueda vivir esto.
De modo que así me sentí, pequeño e insignificante; me había tomado por sorpresa.
Por más horrible que fuera, la imagen fue muy instructiva.
Aquí mi madre trataba de encontrarme, aquí vertía sus lágrimas, pero aquí yo no volvería jamás.
Quería irme, lejos de aquí.
Pensé que podría asimilar todo esto, pero aun así me superó.
Qué grandioso es Dios, que dirige todo esto.
¡Polvo eres y en polvo te convertirás!
Pensé en estas palabras.
Había sido polvo y me había vuelto a convertir en polvo.
En el borde de mi propia tumba recé con fervor, mucho fervor, por que se me fuera concedido recibir la fuerza para abrirles los ojos a mis seres queridos.
Por eso recé, y mi preceptor conmigo.
Aquí no volvería jamás, lo sabía y lo sentía.
Mamá, ¡ay mi madre querida, no vuelva aquí!
Estoy vivo y soy feliz y llegará el día en que la volveré a ver.
Esparza flores en los senderos humanos cuando aún están vivos.
Dé amor, mamá, a todo lo que vive, solo entonces siente la vida eterna y ya no me buscará aquí.
Entonces sabrá que estoy vivo y que puedo volver a usted.
No me busque aquí; ya no quiero ver lo que yace aquí.
Gracias a Dios, yo estoy vivo y aquello, allí, está muerto’.
Por última vez miré con detenimiento mi vestidura y luego dejé el lugar muy rápidamente, para no volver.
Luego pensé en ti, Jozef, y te admiré aún más, que desde la tierra ibas a registrar nuestra vida, para darla a conocer así a la humanidad.
Partimos en silencio; yo estaba sumido en pensamientos.
Aquellos que volvieron de la muerte, 1937
Gerhard llega a la conclusión de que solo está espiritualmente “muerto” quien no sienta amor por lo demás que vive:
Quien no poseyera amor era, en el espíritu, un muerto en vida.
Me esforzaría, porque quería avanzar; trabajaría duro en mí mismo.
Ahora entendía al hermano en todo.
Qué sencilla era esta vida a fin de cuentas.
En la tierra se hablaba de religión, pero todas estas religiones no tenían realmente un significado si no se sentía amor, si no se poseía amor por todo lo que vivía.
En el ser humano se encontraba el núcleo divino; el ser humano estaba sintonizado con Dios.
Sin embargo, estos estaban muertos, muertos espiritualmente. Si se me fuera dado vivir una vez más esta misma vida, qué diferente la viviría entonces.
No asimilaría más que amor, porque el amor significa luz y felicidad.
Mi preceptor poseía mucho amor, porque estaba abierto a mí y se entregaba por completo.
Así es como quería ser yo también, como él y muchos otros.
Aquellos que volvieron de la muerte, 1937
El maestro Zelanus cuenta cómo se lleva a su tumba a personas, después de su muerte, que creen en un “juicio final”, para mostrarles que pueden estar contentas de que Dios no es como se creían, porque entonces tendrían que yacer en esas tumbas, esperando:
Pero si se elevan más para esta sabiduría, se encontrarán ante un teólogo, y entonces tendremos que llevárnoslo y decir: “¿Lo ve?
Está usted allí, echado, más le vale estar agradecido de que Dios no sea como lo ha construido usted.
Ahora tiene que estar allí en la tumba, esperando la llegada del Juicio Final.
Conferencias 3, 1952
Para el ser humano que haga la transición a una esfera de luz la muerte ya no significa nada.
Cuando el acompañante espiritual pregunta entonces si aún es necesario visitar la tumba, ya no se dedica mucho más tiempo a ello:
“¿Quiere ver su muerte todavía?”.
“Y ¿qué me importa mi muerte todavía?”.
“Bueno, veamos eso primero, así podremos acabarlo.
Allí yace usted.
¿Ya está?
Bien”.
Conferencias 2, 1951

Reencarnación

Jozef Rulof dice sobre la imagen pintada que figura al comienzo del artículo ‘Muerte’:
Hace poco recibí una pintura, un platillo, un platillo de porcelana; si lo ve ahora, dirá usted: “Pues bien, es La Parca, es la muerte”.
Y entonces ve allí una figura poderosa, una figura espiritual como una madre.
Está planeando.
Mira usted del todo a través de ella de tan etérea que es la pintura.
Y allí hay un viejo, sentado allá, y entonces esa madre señala con su vara —la vara es una ley, la evolución es una vara, es una ley— y señala ese libro de la vida y dice: “Hoy ha llegado su hora”.
Pero allí hay una manzana en el suelo y hay vida y una flor —así que él atraviesa la vida— y al lado hay una chica, así que su reencarnación es la de una chica.
Eso se llama ‘Maternidad’.
En un platillo de esos.
Preguntas y respuestas 3, 1952
Los maestros explican que la muerte nos lleva a un renacimiento o a un más allá donde continuamos viviendo como una personalidad espiritual consciente:
Y se puede ver y vivir ahora lo definitivo para toda la materia”, es lo que hemos llegado a conocer, por medio de la vida y la muerte.
Cuando mueren en la tierra, lo que los seres humanos llaman “el deceso”, es la vivencia de las “grandes alas”.
Ustedes se dilatan.
Es evolución.
La muerte es maternidad.
¿Qué ha dicho de eso el mundo, qué ha dicho la iglesia, qué ha dicho la Biblia de eso?
La muerte es putrefacción y hay un Juicio Final encima del rostro humano, encima del corazón vivo del ser humano, y quiere que este viva una resurrección de las eras prehistóricas.
Cuando mueran ustedes, hermanas y hermanos míos, y todo lo que vive, Dios estará como madre a su lado y convertirá esa muerte en una continuación, los conducirá, o bien al mundo de lo inconsciente, el renacer, recibirán una nueva vida en la tierra, o detrás del ataúd seguirán andando y entrarán a su primer fundamento para la justicia, la armonía y el amor, y solo entonces ustedes pondrán los fundamentos para su personalidad espiritual.
Eso es lo que es la muerte universal.
Conferencias 3, 1952
Por la muerte también llegamos a conocer nuestra alma gemela, el alma que es parte de nosotros para siempre.
Con esa alma gemela nuestra viviremos en la vida después de la muerte un amor espiritual que va mucho más allá del amor material que conocemos en la tierra.
Si no hubiera muerte, hermanos míos, jamás llegaríamos a vivir nuestra alma gemela espiritual, y ¡es, no obstante, nuestro ser uno divino!
La cosmología de Jozef Rulof 1, 1944
Recibimos amor al vivir la muerte, ¡y nada más!
La cosmología de Jozef Rulof 1, 1944

Los libros quitan el miedo

Los maestros de la luz escribieron miles de páginas por medio de Jozef Rulof para quitarle entre otras cosas el miedo a la muerte también al ser humano en la tierra.
El maestro Alcar es el líder espiritual de Jozef Rulof.
El maestro Alcar sabe sin ninguna duda...
Dice: “Ni siquiera habría sido necesario escribir.
Cristo tampoco habría tenido que venir.
Pero como vino y como sabemos que vivimos: ¿por qué no íbamos a liberar a la gente de su miedo por la muerte cuando esta no supone más que felicidad?”.
Es por eso que regresan y dicen: “Nosotros vivimos.
No teman la muerte y no lloren a los muertos, porque la muerte no existe”.
Así que no es su obligación contárnoslo, solo esto: “Amen todo lo que vive y la muerte no existe.
Así tendrán la felicidad, porque nosotros vivimos”.
Y en eso está contenido todo.
Preguntas y respuestas 2, 1951
En el libro ‘Hacia la vida eterna a través de la Línea Grebbe’, Theo quisiera quitarle a su mujer Annie el temor a la muerte, porque su iglesia no lo consiguió:
Ni Annie ni sus padres resultaron estar preparados para la muerte.
‘Pero ¿cuántos sí?’, me preguntaba.
‘¿De que servía ir fielmente a la iglesia, dejar que te atiborraran el espíritu con proverbios de la Biblia, con palabras, si Dios, a pesar de eso, continuaba resultándote lejano, extraño y amenazante, si la vida eterna, de la que te cantaban todas las glorias, te seguía pareciendo, a pesar de todo, más aterradora que la terrenal, y te hacía luchar como un animal para poder conservarla?
Qué poco vital y convincente debía de ser la doctrina de las iglesias si después de veinte siglos la mayor parte de sus creyentes seguía sin vencer su miedo a la muerte, a Dios y a la vida eterna...
Con tanta más gratitud pensaba en las predicaciones bondadosas y hasta grandiosas que había encontrado en mis libros espiritualistas, que quitaban por completo el temor a la muerte, que nos mostraban a Dios como un Padre amoroso y estrictamente justo, ante quien ni uno solo de Sus hijos necesitaba tener miedo o estremecerse, ¡en esencia un Dios en todas y cada una de Sus Obras!
Y mi deseo de atraer a Annie hacia este pensamiento, de quitarle así su miedo a la muerte, se hizo mayor que nunca, para que luego pudiera entrar en la vida eterna con una mejor preparación.
Hacia la vida eterna a través de la Línea Grebbe, 1942
Durante una velada de preguntas y respuestas, Jozef Rulof trata la pregunta de un señor al que la muerte le provoca una verdadera neurosis:
Aquí tengo: “El abajo firmante, J. J. Grouw...”.
¿De quién es esta nota?
(Señor en la sala):

—Mía.
—Señor, no es una nota muy agradable.
“... tiene un terrible miedo, neurosis, por la muerte”.
¿Ha leído nuestros libros?
(Señor en la sala):

—No, señor.
—Señor, tengo veinte para usted que le despojan de la muerte.
Si quiere quitarse de encima esa neurosis, empiece a leer ahora mismo ‘Una mirada en el más allá’.
Incluso sería mejor que se pusiera con ‘Jeus de madre Crisje’, si es que todavía están, porque allí...
Tenía yo once años cuando falleció mi padre —y yo siempre veía detrás del ataúd— y cuando lo enterraron andaba conmigo detrás de su propio cadáver.
Así quedará usted curado de una vez, se habrá librado de una vez de La Parca.
Le costará diez centavos, señor, allí (en el descanso era posible tomar prestados libros de la biblioteca de la asociación), y se habrá librado de La Parca.
No es demasiado caro, ¿no le parece?
Y La Parca perderá infaliblemente su corona si lee eso.
Rápido, llévese un par de libros, señor, así se librará de esa neurosis.
Preguntas y respuestas 3, 1952
El miedo a la muerte lo puede quitar el conocimiento si aquel vive en la conciencia diurna.
Esta es la conciencia que experimentamos durante el día, cuando estamos despiertos.
Si el miedo a la muerte lo produce la experiencia de terribles transiciones en vidas anteriores, entonces es que ha ido a parar en el subconsciente, y eso no se puede curar leyendo:
“Así que”, dice el señor, “puede pasar todos los días: ‘Me siento fatal, mal’”.
Cualquiera lo diría, ¿verdad, señor?
“Y además ese miedo a la muerte”.
Sí, señor, ¿qué puedo darle ahora por eso?
Veinte libros que le quitan el miedo de encima.
Pero puede que después de la lectura siga andando con ese miedo.
Y entonces será una parte de su subconsciente.
Mire, miedo a la muerte por ignorancia, eso es lo que vive en la conciencia diurna.
Un protestante y un ser humano que no sabe nada de estas cosas: para esas personas la muerte sigue siendo muerte.
Es lo que pasa con los muy creyentes, con los conocedores de la Biblia: “Sí, continuamos.
Lo dice la Biblia”, si uno es capaz de sacarlo.
Pero el ser humano que en la vida ignora por completo las leyes de la vida y la muerte, para esa persona la muerte en la conciencia diurna también es miedo.
Preguntas y respuestas 3, 1952

La muerte es una ficción

El maestro Alcar ya dice a André en el primer libro, ‘Una mirada en el más allá, que el ser humano en la tierra tendría que estar contento de que se le conceda morir, porque en la vida después de la muerte se le concede vivir otra felicidad de la que es posible vivir en la tierra.
Un ejemplo de ello es cuando nos volvemos a reunir con nuestros seres queridos fallecidos.
En los artículos ‘Primera esfera de luz’ hasta ‘Séptima esfera de luz’ (incluido) se describe qué otra felicidad nos espera además.
Alcar le dijo que el ser humano en la tierra (se debería) alegrar de que se le concediera morir allí.
¿Lo oye?
Tenemos que alegrarnos de que se nos conceda morir allí.
¿No es para muchos un horror tener que oír que deben alegrarse de que se les conceda morir?
¿Había que ponerse feliz por que fuera concedido hacer la transición?
¿Le había entendido bien y claro a Alcar?
Sí, porque dijo: Dios tiene otra felicidad para la vida que vive en el planeta tierra.
Una mirada en el más allá, 1936
Mucha gente en la tierra sigue experimentando la muerte como una bestia que les arrebata a sus seres queridos y que al final los viola a ellos mismos.
Alimentan a esa bestia con su propia tristeza, lágrimas y dolor, por lo que esa imagen adquiere unas formas horribles.
De ese modo la muerte se convierte en algo peor que un animal, que solo mata por hambre.
Para mucha gente la muerte es una bestia preanimal que se lleva a su antojo a la gente de la tierra como botín.
No se dan cuenta de que con sus propios pensamientos han magnificado la muerte, ni de que son ellos mismos quienes han construido esta imagen mental.
Incluso les parece horrible que haga la transición una anciana enferma, que sin embargo ya no puede recibir mucha felicidad en ese cuerpo:
¿Y qué hacían los seres humanos?
Lloraban, sí, muchos quedaban destrozados cuando una persona vieja hacía la transición, y los dejaría.
Destrozados de tristeza, perecían por su tristeza.
¿Cuánto tiempo más tardarían en poder ceder con júbilo y alegría a sus seres queridos que iban hacia una vida más elevada?
¿Cuánto más faltaría para ya no poseer amor propio?
¿Cuándo vivirían en la tierra personas que llevaran esta sabiduría interiormente?
¿Cuándo se podría exclamar: saluda a los que ya se han ido?
¿Cuándo podrían hacerlo?
Faltaban miles de años, hasta entonces la muerte los seguirá torturando.
Mientras tanto seguirían alimentando a su bestia preanimal por su tristeza, lágrimas y sufrimiento.
Los chupaba hasta vaciarlos, quitándoles todos los jugos vitales.
Ese pensamiento era animal.
Se estremecían y temblaban ante la muerte.
Una mirada en el más allá, 1936
Jozef ha experimentado, por mirar en la vida después de esta vida, que es una ficción el concepto “muerte”:
Ahora, André lo había entendido.
La palabra muerte era la maldición del diccionario.
Mancillaba todos los demás pensamientos que estuvieran relacionados con la vida.
La palabra muerte asfixiaba todo, quitando a los vivos la fuerza para poder seguir viviendo después de perder a sus seres queridos.
No, no había muerte; la muerte no había existido nunca, jamás.
La muerte era una ficción.
La muerte era nada y todo, la muerte era vida.
La muerte vivía, ¿cómo era posible?
Aquí miraba dentro de la vida tras la muerte; ¡de nuevo esa palabra, muerte!
En la vida después de esta vida, las personas seguían viviendo.
Eternamente, eternamente junto a aquellos que ya estaban aquí y estaban vivos de nuevo.
Una mirada en el más allá, 1936
El ser humano creó la palabra “muerte” y piensa por eso que de hecho esa palabra tiene una razón de ser real, que existe algo como “estar muerto”:
Igual que esas desagradables palabras “está muerto”.
No, ¡vive!
E igual que en la tumba: “Que en paz descanse”, él y ella.
Y ella vuela y revolotea, y adiós.
No es nada aquello que yace allí.
¿No?
Todo eso hay que sacarlo del diccionario.
Ese diccionario nuestro no vale para nada.
Somos nosotros, el ser humano, ha inventado ese diccionario, ¿no?
Antes no eran más que garabatos, señor, en la edad de piedra no teníamos más que un cuentito así y entonces ya lo sabíamos: ah, a la derecha, a la izquierda, allá me puedes encontrar.
Hemos hecho signos, ¿no? Y eso se convirtió en escritura.
¿Qué es lo que el ser humano ha inventado para sí mismo?
Preguntas y respuestas 3, 1952
En los diarios se presta mucha atención sobre todo al número de personas que han “muerto”:
El ser humano posee una muerte.
¿Ven que esta humanidad aún no es capaz de pensar?
Tienen la muerte delante todos los días.
Los periódicos recogen la muerte todos los días, pero no la hay.
¿En qué falsedad, en qué inconsciencia viven ustedes en realidad?
Conferencias 2, 1951
Si la “muerte” no existe, tampoco nadie se muere:
Murieron millones de personas, y no ha muerto ni uno sola.
Preguntas y respuestas 5, 1950
El alma no muere, prosigue su evolución:
Ahora en la tierra millones de personas están muriendo en combate, pero todavía no ha muerto un solo ser humano, lo que muere allí es necesario, pero es materia, el alma como espíritu continúa ahora y se va elevando, ¡prosigue su evolución!
La cosmología de Jozef Rulof 1, 1944