Espíritus en la tierra -- Fuentes

Textos primarios de los libros de Jozef Rulof correspondientes al artículo ‘Espíritus en la tierra’.
Según los libros de Jozef Rulof.
Estas fuentes presuponen la lectura previa del artículo ‘Espíritus en la tierra’.

Más espíritus que personas

Cuando Jozef Rulof percibe de forma clarividente en la calle, ve más seres espirituales que personas terrenales:
Cuando estoy en la ciudad y me encuentro entre la gente, siempre me sintonizo interiormente y veo por las calles más seres espirituales que humanos.
Pienso: ‘Ah, están de paseo.
Preguntas y respuestas 2, 1951
Alcar, el líder espiritual, explica durante un desdoblamiento a André (Jozef Rulof) que muchos espíritus ayudan a sus seres queridos en caso de enfermedad.
Entraron en una habitación pequeña.
André vio a una viejita flaca, que yacía allí sola, esperando su final.
—Donde sea que se encuentre el ser humano, André, hay ayuda espiritual.
Hay allí seres espirituales para ayudar a sus seres queridos, lo que te queda claro porque te hago vivir todos estos estados.
No hay enfermo sin que haya alrededor suyo seres espirituales que alivien sus dolores.
Hay en la tierra más seres de nuestro lado que seres materiales.
Donde se encierren las personas, se encierran con ellas seres espirituales con los que estén sintonizadas.
Donde esté el ser humano hay seres espirituales, lo que te mostraré en otros viajes después de este, cuando vivamos la vida de este lado.
Una mirada en el más allá, 1936
Alcar muestra a André que hay una presencia tanto de espíritus de la luz como tenebrosos:
André miró el lugar que le indicó su líder espiritual y vio a dos espíritus luminosos junto al lecho del enfermo.
—Ahora mira allí, hijo mío.

André se sobresaltó mucho.
Vio a un espíritu viejo envuelto en una emanación oscura.
Lo oyó gimiendo y gritando, lo que no había sido el caso hasta que Alcar le llamara la atención sobre eso.
El ser estaba enfurecido.
Se le hacía terrible tener que observar esto.
—¿Qué significa todo esto, Alcar?
Ataca a esos otros seres.
¿No se les tiene que proteger?
—No, no lo sienten ni lo ven.
Te lo aclararé todo.
Aquí estamos en el lecho de enferma de su madre.
Ambos seres han hecho la transición hace mucho tiempo y ahora vienen por su madre.
Al padre, que vive en una esfera oscura, se le trajo aquí para convencerlo de su vida terrenal.
—Así que son diferentes sintonizaciones espirituales en el espíritu.
Una mirada en el más allá, 1936
En el espíritu solo se ve aquello en lo que está centrada la atención.
La atención de estos hijos solo está fijada en la transición de su madre.
Espíritus más elevados centran la atención de su padre en los hijos y la madre para hacerle vivir que no puede alcanzarlos con sus sentimientos basto materiales:
—En un momento te aclararé el estado del padre.
Les llama y dice maldiciones, pero ellos no lo oyen, lo que significa que viven en una sintonización más elevada.
No saben nada de él, porque son todavía niños en el espíritu y esto se les mantiene oculto.
Ahora están conectados con su madre y su concentración está sintonizada en ella, por lo que no absorberán otros estados.
Así que podrían conectarse con su padre, pero son demasiado tiernos para sus fuerzas crueles.
Solo cuando entre en una esfera espiritual se volverán a ver.
Así que en este estado se encuentran tres sintonizaciones diferentes.
Son las de la madre, las de sus hijos y la del padre.
Y en todas ellas hay a su vez estados intermedios que te aclararé más adelante.
Al padre se le trajo aquí para presenciar la transición de su mujer, por lo que se logrará que empiece otra vida.
Viviendo este estado se desarrollará, pues habrá despertado en él el deseo, porque sabe que ella también se encuentra de este lado.
¿Te queda claro?
Al padre lo trajeron aquí espíritus felices, que se han capacitado para este trabajo.
Le permiten vivirlo, al igual que yo te he aclarado a ti varios estados al mostrártelos con sintonización visionaria.
Una mirada en el más allá, 1936
El padre no puede alcanzar sus hijos porque se encuentran en una sintonización espiritual más elevada, con la que él todavía no se puede conectar:
Al ver a su amada quiere conectarse, pero le es imposible.
Oíste lo lejos que sigue alejado de esta altura.
Una mirada en el más allá, 1936
Debido a que la madre y sus hijos sienten un mismo grado de amor, vivirán en una misma esfera de luz:
¿Sientes, hijo mío, el gran significado de todo esto?
La madre estará con sus hijos, viviendo en una sola esfera, porque ella también tiene sintonización con el espíritu.
Una mirada en el más allá, 1936
Los espíritus de luz que siguen desarrollándose espiritualmente por su tarea de ser serviciales trajeron al padre hasta aquí:
Ahora mira allí, André.
—¿Quiénes son, Alcar?

Vio a dos espíritus que llevaban una túnica espiritual.
—Son los que lo trajeron aquí.
Ayudantes espirituales de este lado.

Lo miraban amorosos, como si entendieran para lo que estaba aquí.
—Espíritus de amor, André, que llevan a cabo una tarea en la esfera de la tierra.
Les abrirán los ojos a otros, enseñándoles cómo obtener una felicidad más elevada.
—¿Saben lo que hago aquí, Alcar?
—También lo saben, porque ven tu irradiación y pueden constatar todo a través de ella.
Y además esto: estos espíritus vienen de la cuarta esfera, donde sus posesiones son pura luz y felicidad.
Pero para trabajar en la esfera de la tierra, se conectarán con ese estado, lo que significa que hacen la transición a esa vida.
Una mirada en el más allá, 1936
Por lo general, el ser humano terrenal suele notar poco de todos los espíritus que moran en la tierra.
André también experimenta durante un desdoblamiento que el ser humano no ve o siente su cuerpo espiritual;
Alcar lo anima a investigar si el ser humano terrenal puede percibirlo:
—Ya ves, André, que nadie nos ve ni siente.
Vamos, inténtalo, dale un empujón a ese empleado; lo atravesarás y no se dará cuenta.
Una persona delicada sin duda lo sentiría, porque está sintonizada con el contacto espiritual.
André dio al empleado un empujón tal que pensó que el hombre se caería por las escaleras sin falta.
Pero siguió caminando como si nada.
—¿Ya lo ves, André?
No siente nada.
Ahora da un grito; tampoco te oirá.
André gritó lo más fuerte que pudo; el hombre no oyó nada.
—Así es generalmente el hombre.
Una mirada en el más allá, 1936
Ofrece al espíritu la posibilidad de actuar de forma invisible:
¿Saben lo poderosamente hermoso que es vivir la tierra entre todos los pueblos, de forma invisible?
Deberían mirar en sus calles, como clarividente, deberían mirar cuántos miles y miles de seres astrales los atraviesan a ustedes caminando.
Estarán a su lado.
Preguntas y respuestas 5, 1950

¿Qué ven los espíritus?

André, como espíritu desdoblado, es capaz de mirar a través de las paredes materiales:
De pronto vuelve a estar al lado de su organismo.
Sus ojos interiores miran a través de las paredes, allí yace papá.
Jeus de madre Crisje Parte primera, 1950
Los ojos espirituales no ven las paredes terrenales como cosas firmes:
Las paredes son como las nubes.
Jeus de madre Crisje Parte primera, 1950
Alcar sí le señala a André que pueden ver con precisión en la materia si se concentran en ella:
Antes de partir, Alcar todavía llamó su atención sobre la gran pintura que él mismo había colgado y le indicó que las grapas estaban empezando a soltarse.
André también lo vio con claridad y se sorprendió de que un ser humano en la vida después de la muerte pudiera observar en la materia.
Una mirada en el más allá, 1936
Los espíritus incluso pueden ver más que la gente terrenal, porque no les estorba la materia.
De ese modo es posible para un espíritu leer lo que hay en una carta cerrada.
El escritor del libro ‘El ciclo del alma’ cita una situación en la que como espíritu es testigo de una conversación en la tierra entre un hombre y una mujer; el hombre quiere leer una carta que ha escrito otro hombre a la mujer:
De pronto dio un paso en su dirección y dijo:

—¿Puedo leer esa carta?
Ella lo traspasó con la mirada, se encogió de hombros en un gesto de desprecio y dijo:

—¿Y de qué le serviría?
De nada.
Solo perdería su buena salud y su humor.
Entendí de inmediato que me faltaban cosas por saber.
¿Había una carta?
¿Le había escrito y le había puesto condiciones?
¿Dónde estaba esa carta?
Sondé sus pensamientos y así supe dónde se encontraba.
Llevaba el escrito consigo, pero dijo que lo había guardado y que ahora no podía ir a buscarlo.
Para mí era una mentira.
Ahora leí lo que había escrito en la carta.
Era milagroso poder hacer todo esto.
Veía con claridad cada palabra escrita.
Cada palabra irradiaba luz.
Este escrito significaba odio.
Ni me hizo falta leer más, ya sabía todo.
Era una clara exigencia.
Leí: “Deme la oportunidad de hablarle en veinticuatro horas”.
El ciclo del alma, 1938
André no solo ve de la gente en la tierra su cuerpo material, sino también su aura, que irradia luz o que no es más que una emanación gris:

Atravesaron planeando muchas casas y edificios.
Nada los obstruía y todo le era visible a André.
Veía a las personas, de las que muchas irradiaban luz.
Podía observarlas claramente.
Veía una emanación gris alrededor de otras, y entendió lo que significaba.
No sentían amor y vivían una vida terrenal.
Una mirada en el más allá, 1936
Alcar lleva a André junto a una mujer cuyo cuerpo es más hermoso que su irradiación:
Ahora somos espectadores y no nos ven.
Aquí nos quedaremos, por lo menos por ahora.
Absorbe bien todo.
Estamos aquí en una de las habitaciones suntuosamente decoradas de una mansión.
Ven, vayamos a ver dónde está la dueña; la conozco desde hace mucho.
Este caso me interesa y quería ver ahora si la situación sigue siendo la misma.
Acompáñame, no temas; a nosotros nadie nos tiene que abrir la puerta.
Llegamos sin invitación, les parezca bien o no, y subimos; creo que la encontraremos allí.
Había mucho ajetreo en la casa; muchos sirvientes, viejos y jóvenes, iban y venían.
Una mirada en el más allá, 1936
Aun así, no pasan inadvertidos:
Habían pasado ya por muchas habitaciones y finalmente Alcar se detuvo.
—Mira, André, aquí está la mujer que quería visitar.

André vio que estaban en un dormitorio.
En una hermosa cama yacía una mujer aún joven y muy bella, y a su lado había tres perritos, que empezaron a gruñir mientras que uno miraba a Alcar.
—¿Ves eso, André?
El animalito me ve.
Muchos animales son clarividentes y este perrito tiene la intuición más refinada que su ama.
Ahora Alcar se puso de espaldas a la cama y el perrito dejó de verlo.
En el momento en que el animalito lo había visto, André había oído que la mujer dijo:

—Quieta, Mollie, quieta, corazoncito mío.
¿Qué te pasa?
¡Ven aquí!
¿A quién le gruñes?
¿Qué ven tus grandes ojos?

Y entonces la perrita se había acercado a ella para lamerle las manos.
—¿No es hermosa, André?
André asintió con la cabeza.
—Sí, es bella, hijo.
Es famosa por su belleza y no hace otra cosa más que dejar que la admiren.
No se dedica a nada más y se interesa únicamente por ella misma, sus perros, su posición y su vida moderna.
Es bella, claro que sí, pero esta hermosa criatura no posee nada que tenga que ver, aunque sea mínimamente, con lo espiritual.
No hay el más mínimo calor en ella.
Toca el piano, pero también sus interpretaciones son frías.
No hay siquiera una pizca de sensibilidad en nada.
Es un pobre e insignificante ser de materia basta.
Es buena y cariñosa con sus animales, o por lo menos eso piensa.
En seguida te comentaré algo más al respecto, que tiene que ver con la vida en las esferas.
Pero nuestra visita no es principalmente a ella, sino a su madre que vive de nuestro lado y que ahora quiere protegerla y tratar de apartarla del camino equivocado.
No la veo todavía, pero seguramente llegará pronto, pues intenta todo lo posible para convencerla de otra vida.
Una mirada en el más allá, 1936
La mujer no vive con la materia, sino que la materia la vive a ella:
Esta joven quiere tener sus perritos para ella sola y nadie puede acariciar a los inocentes animalitos.
Gasta más en ellos que en cualquiera de sus subordinados, que tienen que hacer el trabajo más pesado para ella.
Todo por amor propio, André.
Nunca aprecia los buenos cuidados de su personal.
Sería una bendición para ella si perdiera sus bienes materiales, porque toda esta abundancia la lleva a la perdición.
No vive con la materia, sino que la materia la vive a ella, e igual que ella a tantos otros que siguen en la tierra.
Una mirada en el más allá, 1936
Su madre fallecida intenta reparar sus propios errores:
Se le concedió volver a la tierra y hacer lo posible por cumplir su tarea de liberar a su hija del estado en que se encuentra y del que su propia madre es culpable por su manera de educarla.
Malcrió a su hija poniéndola en contacto con todo lo que es mundano y ostentoso.
Desde hace bastante tiempo intenta influenciarla para que se despida de esta vida de libertinaje.
Pero ves que todavía no ha llegado a ese punto.
Y por ahora tampoco logrará su objetivo.
Sin duda, percibirás lo pesada que es la tarea que tiene que llevar a cabo en la tierra después de su muerte material; una tarea que ella misma se impuso y que asumió con gusto para redimir los pecados que ha cometido en la vida terrenal.
Su tarea es una de las más pesadas que puede llevar a cabo un espíritu en la tierra, porque a la pobre madre se le obstaculiza de todas las maneras posibles en su empeño por liberar a su hija.
La sigue a todas partes.
Donde esté la hija, allí también vemos a la madre.
A veces gana terreno, luego lo vuelve a perder en grandes porciones a la vez.
No solo lucha contra la renuencia de su hija, sino también contra los espíritus más bajos, quienes se lo complican terriblemente.
Muchos de nosotros tratamos de animarla y le decimos que tiene que perseverar.
Y es lo que hace entonces, pero a veces le pesa demasiado aun así, y entonces intervenimos y la ayudamos sin que pueda vernos.
Somos invisibles para ella, porque no está sintonizada con nosotros.
Así ella a su vez recibe ayuda de espíritus elevados, que han asumido esta tarea.
Una mirada en el más allá, 1936

Espíritus tenebrosos en la tierra

El maestro Alcar habla a espíritus tenebrosos en la tierra para dejarle claro a André cómo sienten y actúan.
Le pide encarecidamente a André que solo se hablen de forma telepática, para que los espíritus tenebrosos no puedan seguir su conversación:
Apenas se habían alejado cuando André sintió que había otros seres a su alrededor.
—Espíritus, Alcar —susurró suavemente.
Como en un fogonazo le llegó: “¿Qué es lo que acabamos de acordar, André?
Usamos nuestro idioma, el de los pensamientos”.
André comprendió.
“Oyen cada pensamiento que se pronuncie y entonces tendremos que volver, porque nos reconocerán y nos atacarán.
Eso dificulta nuestro trabajo.
Así que ten cuidado, y has de saber usar tus fuerzas”.
André lo había sentido bien: allí había algunos seres que se les venían acercando.
Alguien muy grande, un terrible monstruo, les dirigió la palabra.
Detrás suyo había unos cuantos más, que se quedaron esperando a unos cinco metros de ellos.
—Mira —dijo, y en esa palabra residía todo, sus posesiones y su personalidad entera.
Les hablaba como si fueran sus iguales—.
¿A dónde los lleva su viaje?
André no sabía qué hacer ni qué decir, mientras que la pregunta había sido dirigida a él.
Una mirada en el más allá, 1936
Alcar se hace pasar por un espíritu que no ha hecho más que morir recientemente y que no sabe cómo se desarrolla la vida en la esfera de la tierra:
Pero Alcar respondió por él:

—¿Que a dónde vamos?
Pues, ni nosotros sabemos a dónde vamos.

También se les acercaron los demás; ellos también eran infelices, estaban en un estado animal.
—Mi amigo y yo —empezó Alcar—, apenas llevamos poco tiempo de este lado.
—¿Cómo llegaste aquí?

De pronto la pregunta fue dirigida de nuevo a André.
Era la segunda vez que no sabía qué hacer, pero mientras Alcar hablaba había captado su idioma de los pensamientos y supo que no tenía que decir nada, sino esperar qué rumbo tomaría todo.
—Nos caímos, tuvimos un accidente.
Somos pintores.
—Ajá —emitió el ser—, ¿así que se cayeron?
—Sí, así es como debe de haber pasado.
André se preguntó si sabrían entonces que habían muerto en la tierra.
¡Cuántos no sabían nada al respecto!
Nuevamente le llegó la respuesta interior, que habían hecho la transición hace mucho y que otros los habían convencido de ello.
Sin embargo, Alcar estaba conversando con él, aunque André sintió que tenía que concentrarse en Alcar, entonces todo iba solo y los otros lo seguirían ignorando.
Qué grandes eran las fuerzas de un ser con sintonización elevada.
Eran insondables.
Ninguno de ellos había percibido nada de su conversación ni la habían entendido y André comprendió el significado de todos estos estados de los sentimientos y cómo eran todas esas sintonizaciones.
—¿Quién te dijo que estabas de este lado? —volvió a preguntar el hombre a Alcar.
—Nos lo aclararon personas, pero no sabemos quiénes son.
Una mirada en el más allá, 1936
A los espíritus tenebrosos no les hacen ninguna gracia los intentos de los espíritus de luz para convencerlos de que se desprendan de sus sentimientos tenebrosos.
A los espíritus de luz los llaman “negros”:
—Ah, bueno, pues nosotros sí lo sabemos, claro que fueron negros, nadie más.
Nosotros conocemos sus cuentos.
Por aquí se les puede encontrar por todos lados.
—No sé quiénes fueron —le dijo Alcar—, pero nos dieron buenos consejos sobre qué teníamos que hacer para alcanzar otra vida.
—Ya lo han engatusado —continuó el monstruo, y soltó una terrible risa burlona.
—¿Qué quiere decir con eso? —le preguntó Alcar.
Todos empezaron a reír.
—¿Quiere decir?
Me puedes tutear, ¿entendido?
André se estremeció; qué criaturas tan hoscas y terribles eran.

—Naturalmente, te querían convencer —continuó el que había llevado la conversación—.
¿No te contaron que aquí arriba viven personas?
Alcar confirmó que así era.
—Han venido tantas veces a nosotros, pero no nos hacen falta.
Hombre, no te dejes engatusar, es veneno.
Alcar le dijo que habían tenido buenas intenciones, pues gracias a ellos sabían que habían muerto en la tierra.
Una mirada en el más allá, 1936
Los espíritus tenebrosos conocen sus posibilidades en la tierra y saben cómo conseguirse un trago:
Prosiguió de inmediato:

—Pero ¿qué haces?
¿No sabes acaso que aquí también te puedes aprovechar de la tierra?
Aquí puedes vivir, ver, sentir y oír incluso más que en la vida de allá.
Ven, mejor acompáñame, ya verás qué hermoso es aquí.
¿Tienes ganas de un trago?
‘¿Qué dice ahora ese ser?’, pensó André.
‘¿Un trago?’.
Alcar le dijo:

—Pero ¡nos estás tomando el pelo!
—No, es la pura verdad, por qué no vienes conmigo y lo verás.
Aquí puedes tomar lo que se te antoje, vivir lo que quieras.
Aquí todo se puede; es imposible encontrar mejor vida que esta.
Entras en todas partes sin pedir permiso, en ningún lado nos echan.
Aquí vivimos libremente, la gente en la tierra no sabe nada de esto, de lo contrario no se lo creerían.
No saben esconderse de nosotros, de todos modos los encontraremos.
Hay quienes tienen un vaho alrededor suyo; ellos nos son inalcanzables.
Todos los demás caen solitos, porque no conocen esta vida.
Sí, hombre, no es tan aburrido aquí como ustedes piensan.
Vengan con nosotros, les hará olvidar la luna y las estrellas.
Lo único que no tenemos es luz; siempre esas profundas tinieblas, siempre de noche.
Un velo envolvió al monstruo, se quedó pensativo por un momento.
Pero de inmediato prosiguió, tirando de ellos de los brazos:

—Vamos, ahí vamos, síganme.
Una mirada en el más allá, 1936
Alcar aún remolonea un poco, pero el grado animal de los sentimientos no se para en barras:
—Sabrás —continuó Alcar la conversación —que hay otras tierras además de estas, ¿verdad?
—Pues claro, por lo menos si es como dicen los negros.
Lo que es saber, no lo sabemos, pero lo hemos oído ya tantas veces.
Pero ¿de qué te sirve?
Yo no quisiera salir de esta vida, me lo paso demasiado bien aquí.
Nunca he sido tan libre en mis andanzas, ¿por qué iba a querer irme a otra tierra?
¿Tan bueno es allí?
Ni siquiera ellos mismos lo saben.
¡Ver para creer, decía mi padre siempre!
Soy igual que él y otra cosa no hago.
No, hombre, ya verás por qué no me quiero ir de aquí.
Y si me dejas darte un consejo, búscate entonces un ser humano que a diario viva la misma vida, de lo contrario te arderá por dentro.
—¿Qué quieres decir con eso? —le preguntó Alcar.
—Ya pronto vivirás por ti mismo lo que quiero decir con eso.
Pero ¿es que no tienes sed y todo lo demás?
—Pero no te entiendo —le dijo Alcar—, por favor habla un poco más claro.
El hombre miró a Alcar con sus ojos inyectados en sangre y se quedó callado; estos secretos eran los suyos, ni una palabra pronunciaría acerca de esto, el animal no se traicionaba a sí mismo.
André había podido seguir toda la conversación; estaba y seguía conectado con su líder espiritual.
Qué terrible, ¿dónde terminaría esto?
Cómo se habían animalizado estas personas.
Vio pasar a muchos seres astrales que atravesaban a los humanos terrenales caminando, pensando que era lo más normal.
Había visto escenas parecidas en sus otros viajes, pero ahora estaba en medio de ellos.
Todos irradiaban pasión y tenían los ojos inyectados en sangre, de modo que parecían animales salvajes.
En una calle muy transitada entraron a una casa grande.
El que le había hablado a Alcar le dijo:

—Por fin, ahora por lo menos nos darán otra vez un trago y muchas cosas más; aquí es donde debemos estar.
Entraron en un bar.
‘Qué terrible’, pensó, ‘¿siguen con la ginebra en el espíritu?’.
¿No pensaban estas personas en otra vida?
¿Era esta su felicidad?
Todo era triste; no penetraría ni un destello de luz en estas tinieblas.
Siguió a Alcar pisándole los talones.
Una voz interior le dijo: “Ya lo ves, hijo mío, es posible; pronto todo se confirmará como cierto.
Aun así no participaremos en sus pasiones.
Quédate conmigo y mantén tu concentración enfocada en mí”.
Una mirada en el más allá, 1936
Y entonces André contempla el lado espiritual oculto de la pasión y violencia en la tierra:
Se encontró con una hediondez increíble.
Un solo vistazo le bastó para ver dónde se encontraba.
Aquí no había ricos de la tierra.
También vio lo que el monstruo había querido decir con el vaho; eran los que todavía no eran tan malos, lo que por lo visto les impedía conectarse con ellos.
El bar estaba repleto; por todas partes había personas terrenales.
Había un bullicio infernal, un vocerío y unos chillidos como si hubiera una reunión de salvajes.
Pasión y violencia; la gente de la tierra con sus muchos gustos y mientras disfrutaban un líquido animal que les quemaba el alma.
Aquí no sabían parar.
Irradiaban fuego llameante; su resplandor espiritual era el reflejo de profundas tinieblas.
Le permeó el ser entero, porque todos ellos estaban entregados a los demonios y en manos de seres animales.
Era terrible este lugar; había gente de materia basta.
Veía a seres con malas pintas y algunos estaban perdidos durante cientos de años.
Veía seres astrales colgando encima del humano terrenal, que les succionaban los jugos vitales.
Se aferraban a él y podían hacerlo porque el mismo ser humano lo quería.
El ser humano estaba conectado de manera inconsciente.
Qué clara le quedaba ahora la vida del otro lado, el significado de tener que vivir en la tierra y lo que hay que hacer con esa vida.
Veía en ellos como en un libro abierto.
Las personas terrenales no sentían nada de esta vida espantosa; se creían solas, pero aun así otro ser, un humano que algún día vivió en la materia pero había depuesto la vestidura material, se había conectado con ellas.
Así, el ser humano astral podía dar rienda suelta a sus pasiones.
Una mirada en el más allá, 1936
El ser humano animal se lanza a su presa:
—Ese —gritó el humano animal que manejaba los hilos en todo— es mío. —Para precipitarse de inmediato sobre una persona.
André se estremecía con lo que observaba.
El animal se precipitaba sobre el ser humano, abrazando con fuerza a su presa como una madre a su hijo, para succionarle los jugos vitales.
El placer animal fluía hacia su alma.
Se mantenía conectado con desesperación, a André se le estaba mostrando una verdad repugnante.
Uno en alma, uno en irradiación, ambos eran un solo ser.
Se mezclaban auras, había mutuas transiciones de sentimientos, se vivía una sola vida, un trozo de vida animal.
El espíritu astral tenía una fuerza descomunal; el ser humano no podría liberarse de él tan fácilmente.
Este estaba desahuciado, solo le quedaba la perdición.
Perdido para cientos de años, para luego empezar otra vida.
Se servía bebida, nada más que veneno, aunque su sed era insaciable; había fuego en sus almas.
¿Cuánto tiempo seguiría de esta manera?
Esto ya no era placer, aquí veía la vida animal.
Era terrible.
El espíritu incitaba al humano material para que tomara incluso más.
André sentía cómo lo hacía, podía adoptar su estado interior puramente.
Incluso era muy sencillo, el ser humano terrenal tendría que poseer una fuerte voluntad si se quería liberar de esto.
Era imposible, el humano astral era el más fuerte, su concentración era asesina.
Esa fuerza entraba en el ser humano como un bisturí; este actuaba de acuerdo a ella, pensando que era él mismo quien ordenaba, pero estaba bajo la influencia de un ser animal.
Una mirada en el más allá, 1936
A ver, a explicarla un momento a André cómo te apoderas de una presa:
Cuando percibió a André a alguna distancia, el animal soltó por un momento a su presa al fijar sus pensamientos en André, y de un salto llegó a su lado.
André temblaba como una caña, ¿qué viviría ahora?
—¿No te atreves?
O no sabes qué hacer, entonces te enseñaré.
Ven aquí y si no te agrada lo que toman, pon tu propia voluntad en ellos y todo pasará como tú mismo lo quieras.
¿No es sencillo?
Vamos, joven, manos a la obra.
Aquí lo que hay que hacer es entrar al juego.
Si lo quieres, puedes alcanzar lo que sea.
Mira, aquel de allí, con el vaho a su alrededor, es inalcanzable.
Te resbalas de él, pero entonces búscate otro, hay gente de sobra.
Y si no, ve a una mujer, allí entras con más facilidad, te tiran hacia dentro sin más una vez que te hayas apoderado de ella.
¡Qué lenguaje se usaba aquí!
¿Cómo se pensaba sobre el ser humano?
¿Qué era el amor para ellos, que se habían hundido tanto?
Alcar estaba en un rincón de la sala, apoyándole desde allí.
El animal prosiguió:

—Si has encontrado a alguien, ya no lo sueltes y síguelo donde sea que vaya.
Y ahora ya puedes empezar.
Volvió a ponerse en marcha.
A André se le había comunicado una terrible verdad.
Sentía a su líder espiritual a través de todo.
Ay, qué bestial era precipitarse sobre el ser humano que no era consciente de nada.
Miró a Alcar, quien le hizo sentir que seguirían.
Alcar se adentró más en la sala y André se estremeció con lo que percibía.
En todos lados veía al ser humano astral, todos habían encontrado su presa, todos eran uno.
Así vivían la vida terrenal que habían dejado.
Todo esto era posible.
En la esfera de la tierra, allí donde se encontraba el ser humano, allí vivía otra vida que podía apropiarse de esta, porque el mismo ser humano en la tierra lo quería.
De lo contrario no sería posible.
Todos estos estados dejarían de existir si el ser humano se venciera a sí mismo.
Tan bajo, tan inhumanamente bajo había caído la vida en la tierra.
Este era el veneno de la vida, les quemaba el alma.
Así daban alegría a su tenebrosa vida.
¿Cómo era su vida después de la muerte en comparación con la de quienes vivían en las esferas elevadas?
Qué pobre en sentimientos, en luz, en felicidad y qué lejos aún de la primera esfera existencial en el espíritu.
Una mirada en el más allá, 1936
Atacan a André:
De repente oyó un ruido infernal, que era más fuerte que el anterior.
Antes de que se hubiera preparado, lo habían agarrado y lo estaban sacando a rastras de la sala.
“¡Alcar, Alcar!”.
Clamó interiormente por su líder espiritual, pero no lo veía y sentía que iba a desfallecer.
De pronto sintió que le entraba una fuerza tremenda.
Se concentró intensamente en su sintonización y se dio cuenta de que se disolvía entre las manos de ellos.
Afortunadamente, ¡esto había terminado!
Ya estaba harto y lo que más deseaba era volver a su cuerpo material.
Toda esta miseria era terrible.
A unos pasos de distancia estaba su líder espiritual.
Alcar sonrió.
—¿Cómo diablos ocurrió eso tan de repente, Alcar?
No les hice nada, ¿no?
De repente me tomaron por sorpresa.
—Ves que se fijan en todos tus actos; fueron ellos quienes nos habían traído.
Sentían que no participábamos en sus pasiones, y de esta manera, que este no era nuestro sitio.
Todos son uno y atacarán a quienes no quieran participar.
Aquí no se tolera otra sintonización.
No lo olvides: aquí reinan el mal, el odio, la pasión y la violencia.
Todo es destrucción.
Me retiré a mi propio estado, porque quería que vivieras esto y que usaras tus fuerzas.
Tienes que pasar por esto; de lo contrario regresaríamos y volveríamos a intentarlo, hasta que tú mismo pudieras actuar.
Es necesario, André, te habrá quedado claro.
¿Ya estás un poco mejor?
Aquí, en la esfera de la tierra, como en las regiones tenebrosas uno tiene que saber actuar por su cuenta, de lo contrario no puedes trabajar aquí.
Ya ves que el ser humano astral puede participar en placeres terrenales en la vida después de la muerte.
No es necesario que añada nada a esto.
Hemos estado con las clases más bajas de la sociedad; enseguida visitaremos a los que saben ocultarse detrás de una máscara.
Pero tampoco esto es un obstáculo para el hombre astral.
Los que acabamos de conocer son seres bastos materiales que tienen sintonización con lo animal.
Todavía no han caído tan bajo como los que veremos en un momento, porque aquellos otros destruyen la humanidad, vertiéndole encima muerte y perdición.
Son ruines, porque se esconden detrás de máscaras.
Por más terrible que sea, aquellos con quienes estuvimos hace un rato son verdaderos y abiertos; de ellos se puede uno proteger.
Viven en el lodo y en el barro, pero los ricos de la tierra, muchas veces el veneno de la vida, se envuelven en sus túnicas que ocultan sus almas oscuras.
Pero algún día esto también terminará y entonces los esperarán seres astrales, cuando entren a esta vida.
Una mirada en el más allá, 1936
Los espíritus tenebrosos sí han aprendido algo de esto:
—No se les puede alcanzar, ¿no es así, Alcar?
—No, por lo menos no por ahora; pero han aprendido que es posible ascender.
Has desaparecido para sus ojos; al liberarte yo de sus garras piensan que han presenciado un milagro.
Mira, allí quedan algunos de ellos; se preguntan a dónde has ido a parar.
Mira, escucha, están conversando.
Seguían a su alrededor los que lo habían atacado, como si pensaran que fuera a volver.
André los oyó decir:

—¿Sabes dónde quedó ese negro?
—No —dijo el otro—, no lo sé, se me hace incomprensible.
¿Qué fuerza poseen como para disolverse ante tus ojos?
¿Ya lo has vivido antes?
—Sí, algunas veces.
Ya me imaginaba que eran negros, aunque no entienda cómo se las arreglan.
—¿Dónde quedó el otro, el que llevaba la palabra?
¿Lo has vuelto a ver?
—Yo no.
Era el jefe del que agarré.
Yo lo sabía pero dudaba, de lo contrario, bien que habríamos podido adueñarnos de ellos.
Esa chusma está por todos lados.
Ven, volvamos adentro.

Y reanudaron su vida asquerosa.
—Lo ves, André, no despertarán, pero algo quedó en ellos y algún día se desprenderán de esta vida, para empezar una más elevada.
Una mirada en el más allá, 1936
Y más tarde son precisamente estos espíritus los que pueden ayudar a otros:
Y son precisamente ellos a quienes podemos usar más adelante para nuestro trabajo de ayudar a los infelices, porque todos ellos han aprendido en esta vida.
Aquí saben encontrar su camino en todos lados, conocen sus defectos, sienten lo que pueden hacer, saben intervenir en el momento exacto, en fin: son los guías que a través de su propia vida ayudarán a otros.
Algún día también estos entrarán a las esferas elevadas, porque ningún hijo de Dios se echa a perder.
—¿Dónde quedaron aquellos otros, Alcar?
—Siguen a quienes tienen en su poder y seguramente sentirás que habrá más que solo alcohol.
Así se aniquila el ser humano y todo eso lo quiere él mismo, porque lleva una vida animal.
Se hundirán cada vez más, entrarán en un abismo de pasión y miseria.
Aquí conviven el bien y el mal, porque en la tierra convive desde la sintonización preanimal hasta la material.
Ven, André, sigamos.
Una mirada en el más allá, 1936
Unos espíritus están aquí para proteger, otros para sembrar perdición:
Recorrieron muchas calles y vio varios seres materiales rodeados por figuras oscuras que los seguían pisándoles los talones.
Unos estaban allí para llevarles felicidad y protección a quienes se habían quedado atrás, otros para llevar perdición y muerte.
Otros más para convencer a sus seres queridos de que existe una pervivencia eterna.
Qué pervivencia estaba viendo; pero de todos modos sería bueno saber todo esto en la tierra.
Una mirada en el más allá, 1936

Llorar los fallecidos

Alcar se lleva a André a un cementerio:
André vio a su alrededor a mucha gente que llevaba flores y coronas, y que seguían el mismo camino que ellos.

—Ah, ya lo veo, Alcar, vamos a un cementerio.
Ya llegamos.
—Exacto.
Es un cementerio y ya ves que mucha gente va a dejar flores en las tumbas de sus seres queridos.
Allí los que se quedaron atrás no encuentran mucho consuelo, pero el ser humano, que es ignorante, tampoco puede hacerse una idea, formarse una imagen de la realidad.
Piensa que sus seres queridos yacen en efecto debajo de las lápidas y visitarlos es su único consuelo; piensa honrarlos y amarlos así.
Ven a mi lado, André, enseguida te enseñaré algo triste.
Una mirada en el más allá, 1936
André llega a conocer las consecuencias espirituales de estar afligido:

Después de haber pasado muchas tumbas, Alcar se detuvo.
—Bien, aquí nos quedaremos durante un momento.
Es la tumba de una chica de veinticinco años.
Observa bien y escucha.

André vio un ángel en la tumba, esculpido en mármol níveo.
Tenía una palma en la mano derecha y se inclinaba como queriendo defender la tumba.
André leyó: “Aquí descansa nuestra querida hija, nieta y hermana, Anna Maria H., nacida en H., el 14 de septiembre de 1901, fallecida el 7 de agosto de 1926.
Era nuestra niña querida; que descanse en paz”.
—Mira, André, las dos personas que están frente a la tumba son sus padres.
Pusieron en la lápida estas bellas flores como muestra de su amor.
Te mostraré más cosas, pero no hables.
André tuvo que esforzarse para no hacer ruido, porque al lado de los padres vio a una joven, hermosa como un ángel y vestida por completo de blanco.
Abrazaba a su madre, lo que esta al parecer no percibía, y tampoco oía la suave voz que le decía: “Mamá, mamá, estoy con usted.
No esté triste, soy feliz”.
André la miró a ella y luego a la madre, pero esta no oía la suave voz, aunque sonara muy claramente y la oyeran a gran distancia varios espíritus que habían venido todos a ver a sus seres queridos.
—¡Mamá, mamá! —volvió a exclamar.
Había ahora un deje doloroso en su voz.
Intentaba mecer suavemente a su madre, pero no lo lograba.
De nuevo exclamó:

—¡Mamá, mamá!

Pero esta seguía sorda a los gritos.
Una mirada en el más allá, 1936
La chica pide ayuda a Alcar:
Esto entristeció mucho a la chica y cuando Alcar se le acercó, André la oyó preguntarle si no podía ayudarla.
‘Oh, qué bella, qué inmaculada es’, pensó.
El color de su tez era más bello incluso que el del ángel de mármol blanco en su tumba.
Era como si hubiera descendido del cielo, tan angelicalmente inmaculada y tierna era.

—Oh, hermano —oyó que dijo— ¿cómo puedo alcanzar a mis padres?
¿No hay nada que se pueda hacer al respecto?
—Sí, querida hermana, la ayudaré, pero de otra manera.
¿Qué hace aquí en la esfera de la tierra?
Si su casa está en las esferas de luz, ¿no?
—Sí, hermano, así es, pero no encuentro sosiego allá.
Me tiran de vuelta hacia acá.
No tengo sosiego por toda su pena y dolor.
Oh, si supieran que vivo y que estoy bien, podría ser feliz en las esferas de luz, felicidad y amor.
Pero ahora no puedo serlo, porque no lo saben.
Ay, ¡ayúdeme, ayúdeme!
Se lo suplico.
Usted también viene de la luz.
Ayúdeme, hermano, a alcanzarlos.
—Me encantaría ayudarla de inmediato, querida hermana, pero no me es posible, porque de esta manera no podrá alcanzar a sus padres.
Sus oídos terrenales no la oyen y sus ojos terrenales no la ven.
Así no notarán que está aquí a su lado, viva, que los abraza, los ama y les exclama: “¡No estén afligidos, queridos padres, soy feliz!”.
Son sordos para su voz suave pero clara.
Sus oídos materiales no la oyen, porque se blindan espiritualmente.
Pero la ayudaremos.
Mi amigo y yo tenemos el objetivo de convencerlos de la vida de usted en las esferas.
Él es mi instrumento y se lo contará cuando quieran escucharlo.
Le muestro a él estos estados y él dará a conocer en la tierra lo terribles que son.
De esta manera no puede hacer nada por sus padres y aún desconoce el camino para poder alcanzarlos, hija mía.
Una mirada en el más allá, 1936
Pero la creencia en el último juicio hace que sus padres sean inaccesibles:
—Mi madre está afligida desde hace ya tanto tiempo, hermano, no lo puede superar.
No se le puede ayudar.
Por eso vine a la tierra.
A menudo estoy en casa con ellos y ya he intentado entrar en contacto de muchas maneras.
Pero no quieren apartarse de lo que se les enseñó alguna vez; a saber, que algún día Dios me llamará hacia arriba.
Según ellos será el Juicio Final.
Ayúdenme, ayúdenme.
Deben saber que vivo y que soy feliz; entonces la vida les será mucho más llevadera.
—La ayudaré, si quiere.
Vuelva a su esfera, intente obtener ayuda de las regiones elevadas, récele a Dios para pedírselo y vuelva entonces donde sus padres.
Entonces podrá alcanzarlos con la ayuda de inteligencias elevadas.
Esa ayuda se le dará si se la pide a Dios.
Ahora suéltese de sus padres; no puede permanecer aquí, porque pronto llegarán espíritus infelices que la provocarán y se burlarán de usted, divirtiéndose con su sufrimiento.
Deje que se vayan sus padres e intente alcanzarlos de la manera que le recomendé.
La chica miró a Alcar amorosamente, lo tomó de la mano y dijo:
—Le agradezco estas bonitas palabras, hermano.
Me esforzaré y me doy cuenta ahora de que no debí venir aquí así.
Una vez más lo miraron sus ojos inmaculados y luego se fue.
Una mirada en el más allá, 1936
Otra niña astral sí podía ser ayudada por André, porque André trataba a su madre como magnetizador y estaba abierta a este mensaje:
También lo visitó un día un paciente que tenía en tratamiento.
De repente sintió un beso en la frente y a su lado estaba una muy dulce, bellísima niña espiritual, una chica de quince años que había venido acompañando a su madre y le había dado ese beso.
A continuación pronunció las palabras:

—Usted es muy bueno con mi mamá querida.
Le brotaron las lágrimas y al mismo tiempo vio un hermoso florero con rosas, con una rosa amarilla excepcionalmente grande en medio, que brillaba sobresaliendo por encima de todas las demás.

—Estas flores —dijo la niña espiritual—, las puso mi madre al lado de mi retrato anoche y ahora se lo quiero agradecer.
Pero también la quiero apoyar en su pena.
Siente pena, señor, pero no debe estar tan triste.
Tiene que darle todo su amor a mis hermanitos, porque yo soy feliz.
No hizo falta más de un segundo para pasar este mensaje.
Después le preguntó a la madre:

—¿Puso anoche flores junto al retrato de su hija?
Rosas, con una gran rosa amarilla en el centro.
No respondió, pero empezó a llorar.
—Escúcheme por favor, señora; no sé nada acerca de usted.
¿Tiene dos niños y murió su hijita hace cuatro años?
—Sí —dijo.
—Su hija vino aquí y me besó la frente por la ayuda que le doy.
Soy feliz, señora, de que esta inmaculada niña espiritual me lo haya dado.
Le pide dar todo su amor a sus hermanitos, porque ellos lo siguen necesitando tanto aquí en la tierra.
Ella vive y es feliz en las esferas.
Una mirada en el más allá, 1936
Así es como la madre llega a conocer la fuerza de sus pensamientos:
Entonces la pobre madre le contó qué pesar la agobiaba.
—Ay, señora, ¡qué glorioso siento por usted, por haber recibido ahora una de las pruebas más bellas que se le puedan dar a un ser humano!
Sabe ahora que los “muertos” no están muertos, sino que viven.
Cuando estaba triste anoche, se refugió en el retrato de su hija.
Y mientras usted pensaba en ella, ella fue atraída hacia usted por su gran tristeza y estuvo a su lado como un ángel de las esferas de luz, donde es tan feliz, mientras que usted no la veía ni sentía sus caricias.
Vio que puso flores al lado de su retrato.
Que todo esto le sea una prueba de que su tesoro querido sigue viva y quiere apoyarla.
Le pide nuevamente darles su amor a sus niños y dice: “¡Sea fuerte, mamá!”.
—Ahora ya no me falta nada —dijo la señora— esta es una prueba convincente para mí y me esforzaré en darles todo mi amor a mis niños.
También intentaré dejar atrás toda mi pena.
Sé ahora que mi hija vive y que la volveré a ver.
—Ya ve, señora, que la tiró de vuelta hacia la tierra con su fuerte tristeza.
Una buena prueba de que atraemos hacia nosotros a los que viven en el más allá por nuestra tristeza y nuestro deseo.
En eso se puede ver qué fuerza emana de los pensamientos humanos.
Nosotros mismos desconocemos cuánto emana de nosotros, y por eso mi líder espiritual me dice a menudo: “André, ten cuidado con tus pensamientos”.
Una mirada en el más allá, 1936

Espíritus de luz en la tierra

Alcar muestra a André un suceso del pasado en el que estuvo presente Alcar como espíritu:
Mira, ya estamos en el lugar donde quería estar.
Ven, bajemos, André.
Quiero mostrarte que, si muchos hacen la transición al mismo tiempo, hay ayuda también para ellos.
Dame la mano izquierda y sigue conectado conmigo.
Sirve de contacto, por lo que podrás observar por sintonización visionaria.
Se requiere toda la concentración.
Aquí nos encontramos en un infierno subterráneo de la tierra, en las galerías de una mina.
Lo que te mostraré ya ha ocurrido y te muestra al mismo tiempo que lo que el ser humano vive en la tierra persiste.
Yo presencié el accidente (—explicó Alcar).
Una mirada en el más allá, 1936
Alcar hace que André viva este acontecimiento por medio de su intensa concentración, como si este fuera testigo del desastre en ese momento:
André no veía nada.
No había un solo ser en la mina.
De repente sintió que lo atravesó una extraña corriente.
Eso lo llevó a otro estado que en el que acababa de estar.
Pensó que algo se formaba y después de unos segundos vio a varias personas reunidas.
Estaban trabajando, percibía claramente su vida increíblemente dura.
¿Cómo era posible poder volver a evocar esta imagen?
Sin embargo, todo volvía a vivir como había vivido en esa época.
También vio, lo que le pareció muy asombroso, a muchos seres astrales, que podía distinguir de los terrenales.
¿Qué pasaría?
¿Qué imagen se le estaba mostrando?
—¿Qué significa todo esto, Alcar?

—Primero mira allá, hijo mío.

André volvió a mirar hacia el lugar que su líder espiritual le indicaba.
Vio a cientos de espíritus reunidos.
Era como si esperaran algo que tenía que pasar.
Inmediatamente después, oyó un increíble estruendo y supo lo que quería decir.
Había ocurrido el accidente.
Todos los espíritus se dispersaron.
—Ya lo ves, André, que estamos al corriente también de esto.
La ayuda espiritual en la tierra.
Una mirada en el más allá, 1936
Los centenares de espíritus ayudan a las personas a hacer la transición y las acompañan a sus esferas en el más allá:
Podría mostrarte miles de ellos.
Y todos te convencerán de que no se olvida a un solo ser en la tierra; en todos lados hay ayuda cuando en la tierra el humano va a cambiar lo terrenal por lo eterno.
Una mirada en el más allá, 1936
Los espíritus de luz no solo ayudan a la gente que hace la transición al mundo espiritual, sino también a quienes trabajan en la tierra para la evolución espiritual de la humanidad.
Así es como Alcar muestra a André una mujer que trabaja bajo la inspiración de un espíritu de luz de la tercera esfera de luz:
André vio a una mujer, era muy bella e irradiaba una preciosa luz.
Ella también estaba escribiendo; la rodeaba una luz gloriosa.
En esa luz vio el espíritu astral; ambos eran uno solo.
Ese ser la ayudaba.
André sentía que estaba convencida de ello; sus sentimientos hacían la transición al ser; sus irradiaciones se mezclaban, ambos tenían una sola sintonización.
Aquí también vio a dos personas, se habían fundido al intentar proveer a la humanidad de alimento espiritual, por lo que mejoraría la salvación de su alma.
En la esfera de la tierra, un espíritu de la luz se encontraba, traía felicidad y calor de regiones más elevadas.
Toda la habitación estaba iluminada por su luz.
La luz que percibía era la luz de la tercera esfera que había conocido en sus viajes anteriores.
Ella, la autora, entraría allí cuando hiciera la transición.
Qué grande era su felicidad por ya haber alcanzado esto en la tierra.
—¿Hace mucho ya que está conectada con este espíritu?
—Desde hace años son uno, ella no ve la incidencia espiritual, pero la siente y sabe que la ayudan fuerzas superiores.
Emanaba un glorioso sosiego que se extendía por la gran habitación.
Ninguna otra influencia podría alcanzarla.
Estaba abierta, pero solo para lo elevado.
A André le hizo bien encontrarse con esta imagen en la esfera de la tierra.
Alrededor de ella estaban colgadas preciosas pinturas espirituales, y la imagen del Cristo estaba a su lado, a través de la que se conectaba.
Le pedía fuerza a Él, al Hijo Sagrado de Dios, con el fin de poder llevar a cabo su trabajo.
Había silencio aquí; André no sentía más que felicidad.
Vio que quería empezar a rezar y también el espíritu astral se arrodilló a su lado.
Qué imponente, qué bello era que le fuera concedido ver esta verdad.
Dos seres se arrodillaban; el humano material y el humano que había depuesto su vestidura material.
Ambos pedían fuerzas a Dios para poder seguir haciendo su amado trabajo.
Aquí sentía ella su Dios; no le hacía falta una iglesia para eso; este lugar era un pedacito de tierra sagrada, bendecido por un ser más elevado.
La luz del espíritu descendía en ella, por lo que recibía sus inspiraciones.
Estaban depuestas en ellas todas las fuerzas interiores de ella, su sensibilidad más elevada, su voluntad de darle al ser humano lo más elevado.
Sus sentimientos eran inmaculados, bellos, y su escritura era espiritualizada.
Su escritura era la gota que le quitaba fuerza al veneno de la vida, por lo que perdía fuerza la muerte.
Significaba vida; la había recibido de una fuente divina, era luz y ninguna sombra la oscurecería.
La fuerza creadora era la eterna posesión sagrada, la perfección que ella recibía sintonizándose con lo más elevado.
Era amor, nada más que un gran deseo de ver cambiada la humanidad, de mitigar el sufrimiento y de convertir la tierra en luz.
Esta mujer era bella; un gran tesoro poder poseerla.
Pero no estaba destinada a nadie en la tierra; un ser espiritual le esperaría para quedarse unido a ella eternamente.
Era una sola en todo.
Alcar le hizo una seña a André y se fueron en silencio.
—Esta imagen fue increíblemente bella, Alcar.
Me hizo bien ver esto en la esfera de la tierra.
Una mirada en el más allá, 1936