Esferas de los niños -- Fuentes

Textos primarios de los libros de Jozef Rulof correspondientes al artículo ‘Esferas de los niños’.
Según los libros de Jozef Rulof.
Estas fuentes presuponen la lectura previa del artículo ‘Esferas de los niños’.

Esferas de paz y felicidad

Por su don del desdoblamiento corporal André (Jozef Rulof) pudo hacer una visita a las esferas de los niños en el más allá.
Estas esferas espirituales de los niños reflejan el estado interior del niño:
André vio una tierra preciosa.
Donde había estado hasta ahora no había percibido aún algo tan bello.
La naturaleza se podía llamar divina.
No podría encontrar palabras para representarla.
Qué sosiego reinaba allí.
El cielo estaba envuelto en una emanación plateada, en la que se reflejaba la naturaleza.
Todo se reflejaba en el firmamento plateado.
Era una imagen imponente para un humano terrenal.
No era más que felicidad para él.
Cómo serían las esferas todavía más elevadas, si aquí ya era un paraíso.
Todo era divino.
Los pequeños vivían en belleza celestial.
Alrededor: flores, rodeadas de vida joven que la naturaleza desplegaba en pleno esplendor.
Era una sinfonía de colores.
Nada más que vida, en todo estaba su felicidad.
Alrededor había asientos para descansar, rodeados por flores, donde podían permanecer los pequeños.
Estaban muy a lo lejos, con sus madres (espirituales).
Por todos lados los veía caminando y en todo residía la felicidad, el estado interior del ser.
Una mirada en el más allá, 1936
Ni siquiera un infante real en la tierra puede vivir semejante felicidad:
No podía creérselo a sí mismo: allí estaban los niños de la tierra.
Oh, si una madre entristecida pudiera estar aquí tan solo un momento, entonces olvidaría su congoja.
Veía hermosos templos, construidos con mármol blanco como la nieve.
Aquí vivían como hijos de reyes.
También sentía que ningún hijo de reyes de la tierra poseería esta felicidad.
La felicidad en la tierra no se podía comparar con esto.
Una mirada en el más allá, 1936
Aquí a los niños espirituales los educan espíritus de amor:
A todos los pequeños se les trae a esta esfera y los educan espíritus del amor que poseen el verdadero amor maternal.
Para otros seres no sería posible cuidar a los pequeños, lo que te quedará claro cuando lleguemos allí.
Se asegura su sosiego.
Una mirada en el más allá, 1936
Eso de cuidarlos solo es explicarles las leyes espirituales en las que viven los niños:
¿Y eso qué es, “cuidar”?
No es más que hablar, explicar las leyes, tal como las están viviendo ustedes ahora.
Preguntas y respuestas 2, 1951
Esos espíritus de amor también pueden llevar a los niños espirituales a la tierra para que jueguen con niños terrenales.
Así es como Jozef Rulof ya jugaba en su infancia con niños espirituales.
Su madre Crisje veía entonces que su hijo Jeus (Jozef) se divertía como diez niños juntos:
Jeus ve globos luminosos y niños que juegan con él.
También esos niños son invisibles para Crisje.
‘Pero hay que oírlo, hay que verlo’, piensa, ‘es celestial’.
Entonces Jeus reía y se divertía de lo lindo.
Jeus de madre Crisje Parte primera, 1950

Reencontrarse no es por descontado

André se entera por su líder espiritual Alcar por qué no es posible entrar así como así en las esferas de los niños:
—¿No podemos acercarnos más, Alcar?
Tal vez entonces pueda verlos mejor.
—No, André, no es posible.
No podemos acercarnos, perturbaríamos su tranquilidad.
André entendió.
¿Por qué no estaba contento?
Claro que Alcar podría conectarse, pero no lo hacía por él.
No había llegado todavía al punto de poder hacerse uno.
Pero lo hacía feliz que se le concediera echar un vistazo a esta esfera tan bella.
Una mirada en el más allá, 1936
Los padres tendrán que sintonizarse con sus hijos:
—¿Persiste el contacto entre madre e hijo?
—Eso también te lo he aclarado y confirmado antes.
Esta conexión se mantiene porque los padres la quieren ellos mismos, porque la establecieron ellos mismos.
Pero en ellos recae la gran tarea de querer sintonizarse con su hijo si quieren estar conectados al llegar aquí.
Una mirada en el más allá, 1936
André (Jozef Rulof) se encontraba en una situación semejante cuando su niña Gommel, muerta al nacer, se fue a las esferas de los niños.
Durante su desdoblamiento sí podía ver a su hija, pero no podía ir hasta ella:
Aun así ya la había visto, solo cuatro meses después de que hiciera la transición.
Pero no se le había concedido acercarse mucho a ella; la pudo observar desde una gran distancia.
No podía interferir en su tranquilidad espiritual.
Pero había sido impresionante lo que se le había concedido ver.
Había allí cientos de niños pequeños, ángeles todos ellos.
Los envolvía una emanación azul y había podido discernir claramente los cuerpecitos espirituales.
Los pequeños vivían en un gran edificio construido con mármol níveo y los cuidaban espíritus del amor, ángeles que sentían el amor maternal, inmaculado y puro.
Alcar le había enseñado su hija, pero él también había sentido ya desde alguna distancia que era ella; un lazo de amor lo atraía hacia ella.
Aun así tuvo que detenerse a diez metros de distancia de ella; no le era concedido acercarse más.
Pero qué feliz había sido al ver que su hija vivía y crecía.
Tampoco pudo permanecer durante mucho tiempo en la esfera de los niños; pronto habían vuelto a la tierra.
Una mirada en el más allá, 1936
Después de haber asimilado más amor sí pudo acceder a la esfera de los niños de su hija durante un desdoblamiento posterior, ayudado por su líder espiritual Alcar:
Entraron a la esfera de los niños; reinaba un sosiego tan intenso, tan celestial como nunca había sentido.
Amor y flores de colores fantásticos por todas partes; los edificios y los templos donde vivían los pequeños eran de un blanco inmaculado.
¿Qué aspecto tendría después de ese año?
La reconocería entre miles.
El amor, el lazo espiritual era la conexión eterna con esta joven vida.
Desde lejos vio a los pequeños, que jugaban en la naturaleza.
André sintió que el silencio se acaparó de él ahora que se acercaba el gran momento.
Lo invadió un sosiego desconocido.
¿Dónde estaba su pequeñita?
¿Qué aspecto tenía?
Muchas reflexiones le revoloteaban por la cabeza.
¿Podría cargarla en brazos?
La vez anterior que había estado allí con Alcar, no había sido posible.
Se le había concedido verla desde una gran distancia, una emanación azulada la ocultaba para sus ojos.
Era casi increíble, ¿le sería concedido cargar en brazos a un ser espiritual?
¿No era demasiado abrumador para él?
¿No significaría demasiada felicidad?
A cierta distancia de él caminaban muchas madres adoptivas con sus pequeños.
Eran como soles luminosos, todas irradiaban amor, solo amor.
Todos estos niños no sabían nada de una vida terrenal; lo sabrían solo más tarde, visto que también ellos sentían cualquier conexión.
Caminaban por una hermosa avenida, rodeados de flores de las esferas y todo esto era para la vida que existía aquí.
La naturaleza era bella, los pájaros cantaban sus melodías gloriosas e inmaculadas.
Las flores despedían su aroma, todo irradiaba luz.
Era celestial.
Allí veía a los pequeños que habían alcanzado la edad de tres años.
Más adelante irían a las otras esferas para algún día entrar a la esfera existencial con la que tenían sintonización.
Luego proseguirían su camino hacia regiones más elevadas, donde les esperaba incluso más felicidad.
A la izquierda y derecha de André, hermosas esculturas representaban cuentos de hadas, que servirían de aprendizaje para los pequeños.
Así irían conociendo la vida.
No aprendían un idioma como en la tierra; aquí hacían la transición directamente a la vida.
Su amor era su sabiduría; podían conectarse con todo, en eso hacían la transición.
Sus sentimientos eran su ciencia; aquí no hacía falta que aprendieran a sumar.
Aquí se les enseñaba a amar al Creador de todo esto.
Apreciarían la belleza, sentirían amor por todo lo que vive, para darlo a otros, por lo que se sintonizaban con Dios.
No habría nubes negras para oscurecer su felicidad.
Aquí había tranquilidad, felicidad espiritual que no podría ser perturbada por ningún ser.
Las puertas de este paraíso permanecerían cerradas para los que no llevaran esta sintonización interiormente.
Esto era una tierra sagrada; allí vivía ella y se le concedía a él permanecer, porque lo ayudaba su líder espiritual.
Una mirada en el más allá, 1936
El maestro Alcar enseña a André que algún día los padres volverán a ver a sus hijos fallecidos como hermanos y hermanas:
Estaban rodeados por hermosos parques, por templos construidos con mármol níveo y otras piedras.
Por esta tierra sagrada corrían varios arroyos blancos como la plata, cuyas orillas estaban adornadas con flores y en los que nadaban aves.
Era una grandeza gloriosa.
Aquí vivía el ser humano, el ser humano joven; habían llegado aquí desde la tierra.
Aun así las madres no querían desprenderse de sus pequeños, porque querían conservar el hijo como su posesión personal.
Pero quien “sabía” podría cargar más fácilmente con el sufrimiento, deponiendo todo en las manos seguras de Dios.
Aquí vivían miles de niños de la tierra, los había de todas las nacionalidades.
Aquí vivían hijos de reyes y también los más pobres de la tierra.
Aquí no se hacían ni se sentían distinciones.
Aquí todos eran uno solo; vivían en felicidad, desconocían la envidia y los celos como sienten los niños en la tierra.
Todo era imponente.
Si las madres en la tierra pudieran ver por un momento cómo se cuidaba a sus pequeños, podrían entregar todo.
Si aceptaran, significaría felicidad durante toda su vida en la tierra; entonces el sufrimiento que Dios les había impuesto sería aguantable.
Dios acogía la joven vida con Él y le daba estos cuidados.
Pero los deseos humanos eran tan distintos.
El ser humano quería poseer y este no era el camino, no era la sabiduría ni la verdad, no era la intención de Dios; el ser humano tenía que vivir y viviría en entrega, confiándose a la dirección sagrada de Dios.
El hombre olvidaba y no quería aceptar que algún día sus hijos serían sus hermanos y hermanas; incluso que el amor maternal se disolvería en este amor elevado.
Una mirada en el más allá, 1936
Hay un gran paso del amor terrenal al espiritual:
Pero eso no lo quería la gente, en la tierra se conocía solo el amor terrenal; no se quería saber de amor espiritual y por eso no entendían nada de todo esto sagrado.
Sus sentimientos estaban sintonizados en la materia.
Ahora que veía y sabía que se cuidaba de esta manera de su hija, no quisiera poseerla en la tierra.
No podía darle esta felicidad.
Significaría privarla de la felicidad.
Él era el padre terrenal, Dios era el Padre en la vida eterna.
Una mirada en el más allá, 1936
En las esferas de los niños André se encuentra con una madre espiritual:
Ahora habían llegado a un edificio grande, construido con mármol níveo y con un estilo potente.
El edificio era una obra de arte en sí y allí era donde vivían los pequeños.
Casi no se atrevía a acercarse.
Cómo irradiaba, en todo estaba la felicidad que los pequeños llevaban interiormente y que era su sintonización.
Mirara donde mirara, en todos lados descubría hermosos templos.
¿Acaso era imaginable un arte todavía más elevado?
Esto era para él lo más perfecto que el ser humano podría llevar a cabo.
El edificio estaba sobre una plataforma y lo ceñía una terraza; además se habían plantado flores y árboles frutales alrededor de todo el edificio, todo para adornar y apoyar a la humanidad y por tanto también para aumentar su felicidad.
En la escalinata de la entrada vio a un espíritu radiante, que por lo visto los estaba esperando.
¿También aquí estaban avisados de su llegada?
En la tercera esfera había sentido algo parecido.
El ser llevaba una hermosa túnica de luz.
No se atrevía a mirarla por cuánto resplandecía, y temía que su mirada perturbara los rayos brillantes.
Desde lejos el espíritu le sonreía a su líder espiritual.
Oh, qué belleza, ¿quién era?
Alcar se acercó al ser y André vio que su líder espiritual se arrodilló ante el ser.

—Hermano Alcar —oyó que dijo ella—, Dios esté con usted.
En todas partes de este espacio infinito se conocía a Alcar.
André también se arrodilló y esperó lo que iba a pasar.
Alcar sostenía con el Ángel una conversación de la que no quería oír nada.
Pensaba en Dios y pedía fuerza para este acontecimiento sagrado.
De pronto oyó un murmullo y algo que se le venía acercando.
Una suave voz celestial le dijo:

—Levántate, André, y mírame.
André alzó la mirada, dos ojos radiantes lo miraban, le entró un amor como nunca antes había sentido.
‘¿Dónde vive este ser’, pensó, ‘era Dios mismo?’.
El espíritu sonrió; André sintió que ella había adoptado sus pensamientos.
—André, ¿desde la tierra a un reino celestial para visitar a su hija? —dijo.
¿Entonces se sabía aquí para qué venía?
—¿Cree que no sabríamos para quién viene? —le dijo el ser de inmediato.
Lo miró a él y luego a su líder espiritual y entendió esa mirada.
Era él, su Alcar, el que se había encargado de todo.
André vería a su hija.
—Vive, André, es bella y feliz; será incluso más feliz cuando conozca a su padre.
André estaba temblando.
—Sé fuerte, André, así no podrá acercarse a su hija luego.
Una mirada en el más allá, 1936
André se entera de que su hija de las esferas no debe sentir nada de la vida terrenal de él:
Miró al bello ser y un sosiego profundo se asentó en él.
—Vaya a la naturaleza, André, e intente conectarse con la vida.
En un rato más vendremos a buscarlo para guiarlo hacia su hija.
Dios le permitirá acercarse a su hija si quiere usted sintonizarse con su estado.
Pronto se le dará esta felicidad.
Sintonícese con la vida; lo ayudaremos a hacerlo.
Así que ¡esté tranquilo y feliz, André!
Récele a Dios, para que lo conecte y sintonice.
El ser no debe sentir nada de su vida terrenal.
Nada de su interior debe hacer la transición a ella, porque no conoció la tierra.
Sabe que esta esfera no es su posesión y que tendrá que sintonizarse con ella.
Pídale apoyo a Dios, André, solo Él puede ayudarlo, darle esta fuerza para que se le conecte con ella.
Vaya, hijo mío.
Entre toda esta belleza es posible conectarse.
Llámenos cuando sienta que está conectado.
Ser uno solo con todo significa acercarse a la vida en amor.
Una mirada en el más allá, 1936
André comprendió entonces por qué Alcar había dicho que era “posible” que volvería a ver a su hija:

André se había quedado solo, Alcar y el ángel de las esferas se habían ido.
Le lloraba el corazón, grandes lágrimas le corrían por las mejillas, lo había conmovido profundamente.
Al rato vería a su hija, cuando le fuera posible conectarse.
Aquí no podía irrumpir sin más y ahora entendía por qué su líder espiritual decía que esto también era “posible”.
Ahora sentía la posibilidad de este gran acontecimiento.
Oh, quería ver a su hija; no volvería aquí pronto.
Tenía que prepararse para que se le admitiera a su propia hija.
Una mirada en el más allá, 1936
También su mujer Anna estaría más adelante ante este cometido:
También ella, la madre de su hija, viviría el mismo estado luego, cuando hiciera la transición en la tierra.
No solo ella, sino muchas otras madres tendrían que sintonizarse si querían volver a ver a sus hijos.
Tenía que prepararse; no había pensado en eso, no se le había ocurrido.
Nadie que no conociera esta vida pensaría en eso.
Lo dejaron solo para que pudiera conectarse por completo; tenía que llegar a sí mismo y nadie quería interferir en él mientras lo hacía.
Al contrario, querían ayudarlo porque aquí se sabía que sus fuerzas eran insuficientes.
Tenía que sintonizarse, ¿con qué?
Pensó profunda y largamente.
¿Sintonizarse con su hija, con otra vida?
Tenía que intentar acercarse a Dios en sencillez y humildad por una vida que poseía una sintonización más elevada.
¿No era amor, amor inmaculado, lo que tenía que poseer?
Una mirada en el más allá, 1936
André se encuentra con que primero tiene que asumir que su hija no es propiedad suya.
Siente que sus sentimientos son la única posesión que se llevará después de su vida terrenal:
Así estaba conociendo otras leyes espirituales más.
El ser humano en la tierra no quería aceptar estas leyes.
Sin embargo, tenía que ser así; no vería a su hija antes de que hubiera aprendido a inclinar la cabeza para acercarse a ella en humildad, y a sentir amor por toda la vida.
Su posesión vivía aquí en esta belleza.
¿Era esta niña su posesión?
Él era el padre, sí, un padre terrenal; un Padre celestial le estaba permitiendo conocer otras leyes espirituales.
Con qué fervor y cuánto amaba a su pequeño ser espiritual.
Él no era más que la conexión que lo conectaba con este ser.
En la visión se le había mostrado con suficiente claridad, esto era cierto para todos, para todos los padres de la tierra.
Solo ahora entendía lo que significaba ser padre y madre en la tierra.
¿Qué era lo que conservaba el mundo, el planeta tierra?
El padre y la madre.
¿Quién deponía el intelecto en el ser?
Dios, solo Dios.
Por eso la vida era Dios, y el ser humano no debía ni podía pensar que era su posesión.
El ser humano no tenía posesión; la única que tenía era su estado interior.
En la tierra todavía estaban muy alejados del amor por todo lo que vivía.
Duraría otros cientos de años más para que el ser humano viviera de acuerdo con este saber.
Entonces perseguiría su camino, como Alcar se lo mostraba, enseñaba y aclaraba.
Ese camino era el camino de la vida eterna, el camino hacia arriba.
En la tierra, el ser humano exigía.
Era inconsciente.
No se conocía la vida en la que se vivía, de esta manera no se llegaba a conocerla, como sin embargo sí era la intención, pues para eso se estaba en la tierra.
Una madre podía despertar recibiendo un hijo.
Pero muchas lo vivían de manera material; lo espiritual de todo aquello no se percibía.
Solo ahora que se encontraba en este estado, entendió lo que le había aclarado su líder espiritual acerca del gran problema, que una madre en la tierra podía despertar dando a luz.
¿Cuántas despertaban en la tierra gracias a este acontecimiento sagrado, en esta sintonización?
Una de cada millón.
Una mirada en el más allá, 1936
Solo el amor por todo lo que vive abre las puertas de las esferas de los niños:
Solo aquí despertaría la madre, pero entonces era demasiado tarde.
No se entendía el proceso imponente.
Qué grande le parecía este momento, qué poderosa la posesión de un hijo.
Veía llegar aquí a muchas madres de la tierra, todas con la idea de que así nada más verían a sus seres queridos.
En la tierra oía tantísimas veces que, al hacer la transición, sus hijos las estarían esperando.
Ay, cuando entraran aquí, la decepción sería grande.
Se pedía de ellas lo que ahora se le pedía a él, pero muchas necesitaban para eso una vida terrenal completa, porque se habían olvidado durante esa vida.
Veía sus caras afligidas; sus dolores eran horribles, incomparables con los terrenales.
Lo que sentían aquí era dolor del alma.
Se les desgarraba el alma porque siempre tenían que esperar, esperar cada vez más, dándose para otros, lo que en la tierra habían olvidado o no habían querido hacer.
Este paraíso permanecía cerrado para ellos.
Tenían que aprender a ponerse en un segundo plano y eso no era posible tan de golpe.
En el espíritu no era posible saltarse partes.
Estaban destrozadas en cuerpo y alma.
Se alegraba porque se le diera la posibilidad de comunicárselo a ellas.
Ay, madres de la tierra, lo más preciado que ha perdido en la tierra vive aquí de este lado en la vida después de la muerte terrenal.
¡Madres de la tierra, miren lo que se espera de mí, miren lo que debo hacer para volver a ver a mi hija!
Tengo que conectarme con ella, sintonizarme con su estado interior, si quiero volver a verla.
Mi hija no vio el amanecer en la tierra, como les pasa a muchos; pero todos viven aquí, en este paraíso.
Como me siento ahora no puedo acercarme a ella.
Madres, ¿sienten lo que les espera?
¿Sienten que también ustedes deberán sintonizarse con sus pequeños si quieren volver a verlos?
Una vez que mueran allí y entran aquí, también ustedes conocerán estas leyes.
Madres, Dios no hace ni conoce distinciones.
Conéctense con la vida que vive alrededor de ustedes y con ustedes, den amor y desarrollen su cuerpo interior.
Aquí, uno se arrodilla para el amor elevado y si no saben hacerlo, tendrán que esperar y aprenderlo en otras esferas.
Antes de eso no se le admitirá a donde estén todos aquellos a quienes aman.
Ninguna ciencia de la tierra podrá ayudarlas; para esto hace falta amor.
Sintonización con el ser que sienta su amor de padre y madre, y conozca su sintonización.
Ningún ser de la tierra que no sienta amor por toda la vida en sí mismo volverá a ver su propia posesión.
Una mirada en el más allá, 1936
André siente que en amor tiene que hacerse uno con todo lo que vive:
André caminaba entre las flores en innombrables colores, intentando conectarse con la vida.
Necesitaba y quería recibir conexión; quería hacer lo que fuera para eso.
¡Qué bella era esta esfera!
La felicidad inundaba su alma.
Ahora percibía profundamente la vida, con la que quería ser uno solo para que se le admitiera a esa niña espiritual.
Ahora sintió que se iba serenando y calmando.
La vida también lo acogía a él; Dios descendía en su alma.
Sentía que se iba haciendo uno con la naturaleza.
Todo le hablaba y la naturaleza le recitaba bellos poemas.
Ahora era uno con las flores con las que en su momento había hablado en la tierra.
Le contaban algo y también entendía el canto de los pájaros.
Le decía todo, él era uno con ellos, con todo lo que vivía.
Ahora podía seguir la vida en plantas y flores.
El arroyo que pasaba allí le decía lo que había vivido y que seguiría su camino alegremente.
Corría pero al mismo tiempo cantaba; era la canción de las esferas.
Los pájaros le decían lo que significaba su vida, y en ella veía a Dios.
¡Dios vivía en todo!
Qué diferente veía y sentía ahora la vida que cuando estaba en la tierra.
Allí la gente pasaba de largo la vida, la pisoteaba, la desgarraba sin quererlo, así como así, en pensamientos.
Se mandaban pensamientos horrendos hacia el ser humano, inconsciente de todo.
Disparaban flechas, allí no se veía que los pensamientos interiores, los que estaban sin pronunciarse, herían profundamente la vida, lo que se vería sin embargo en la película de su vida de este lado.
Nada se perdía.
Rezaba con fervor, larga e intensamente, para que se le concediera conectarse.
Dentro de él se fue haciendo cada vez más la calma; un silencio celestial lo inundó.
—Oh, Dios, conéctame con mi hija, déjame descender en la vida, me acercaré a Tu vida en sencillez y humildad.
Padre, si en algún momento quieres escucharme, hazlo entonces ahora.
Si en algún momento quieres hacerme feliz, hazlo entonces ahora, gran, santo Padre.
Seré como un niño y feliz con Tu sabiduría; que Tu amor entre en mí.
Padre, déjame volver a la tierra con este saber, por el que podré convencer a muchas madres, incluida la madre de este ser, sobre cómo pueden encontrarse con sus seres queridos de este lado.
Padre, dame la fuerza de que se me conceda ver a mi hija.
Deja que consuele y apoye a las madres en la tierra, deja que lo viva para ellas.
Pon en mí esa fuerza sagrada, conéctame con mi hija.
Escucha mi oración. Amén.
Una mirada en el más allá, 1936
André se da cuenta de que en sentimiento tiene que adoptar la misma esfera que aquella en la que vive su hija.
Solo puede hacerlo ayudado por fuerzas más elevadas:
Dentro de él se había hecho un silencio todavía más grande que el de hace un rato.
Lo inundaba una felicidad pura; sentía que cada vez más se iba hundiendo en la vida.
¡Cuánto se había alejado ahora en sus sentimientos de la tierra!
Se le ayudaba, porque no era posible percibir plenamente esta felicidad solo.
Las fuerzas de seres más elevados lo ponían en este estado.
Sus pensamientos eran inmaculados; no se le obstruía en nada.
Él también era un niño de las esferas; una misma sensación estaba ahora en él.
Sentía amor, amor inmaculado y puro por la vida que se había depositado en todo.
No había en él otros pensamientos además de que esto tan bello, lo sagrado y el amor eran solo felicidad, que lo abrumaba.
No podía comparar su felicidad con la terrenal, no podía representarla en palabras.
¿Qué era la gran felicidad allí en comparación con sus sentimientos?
Esto era imponente, esta era la luz, la luz dorada de las esferas en las que vivía su hija.
No sabía cuánto había rezado allí, pero de pronto sintió otras fuerzas y cuando miró en la dirección de donde venían, vio que su líder espiritual se venía acercando.
Alcar había venido por él.

—Ven, hijo mío, tu oración se ha escuchado.
Podemos entrar.
Dios no solo oyó tu oración, sino que te ha conectado con tu hija.
Ahora se te concede verla.
Tu deseo de acercarte en sencillez y humildad te puso en esta sintonización.
Nos espera, André.
Ven, sígueme.
Una mirada en el más allá, 1936
Y entonces llega el gran momento en que puede abrazar a su Gommel:
André siguió a su líder espiritual hacia el hermoso edificio.
Cuánto se había desviado.
A lo lejos veía el hermoso edificio; no obstante, pronto habían llegado y entraron.
Atravesaron muchas salas y llegaron a un espacio grande.
Vio a muchos niños y los pequeños llevaban hermosas túnicas.
Todos irradiaban como soles, posiblemente convivían aquí miles de niños.
En un recibidor en el que estaban reunidos muchos seres, vio al bello ser que le había hablado.
Ella tomó en brazos a una bella niña angelical y se alejó de los demás.
Su líder espiritual y él la siguieron de cerca; pasaron por varias otras salas hasta que de repente salió, a la naturaleza.
Este edificio también era abierto, podía mirar hacia afuera por todas partes.
Llegados fuera, ella entró en un tipo de pérgola, rodeada de flores y verdor, de aves y otra vida.
¿Era su hija a la que llevaba cargando?
Oyó una suave vocecita angelical, lo que le aceleró el corazón.
Su hija vivía, había crecido y era bella.
La oyó reír, era increíble.
Su líder espiritual entró y después de un instante Alcar fue a buscarlo.
André entró a la pérgola.
Cómo se sentía, no se atrevía ni a pensar.
Alcar estaba a su lado; allí ante él estaba un ser angelical, en los brazos llevaba a una niña y esa niña era su Gommel.
‘Gommel’, pensó, ‘yo... estoy aquí... tu padre...’.
Allí estaba, aturdido de felicidad, impotente porque lo estuviera mirando un ser celestial, y parecía que ni siquiera él mismo hubiera nacido todavía.
Sintió surgir en él un silencio celestial.
Dos ojos lo miraban y pensó ver a Dios.
—Lydia —oyó decir—, Lydia vela por tu hija y la cuida, André.
No se atrevió a mirar al espíritu elevado, pero ella le habló como una madre, por lo que se sintió revivir.
—Ven conmigo, André, tu hija te espera, tómala de mis brazos.
Rebosando gratitud, uno en amor, se acercó al ser, tomó su hija de sus manos y la abrazó.
Había llegado el gran momento.
El espíritu se fue, su niña espiritual estaba contra su pecho.
Una mirada en el más allá, 1936
El desarrollo es más rápido en las esferas de los niños que en la tierra:
A su lado estaba Alcar, había pájaros a su alrededor, flores de las esferas adornaban los entornos, había sido admitido en el paraíso de Dios.
Su hija, a la que en la tierra no había podido cargar, era bella y cariñosa.
La apretaba contra su pecho, ella reía y hablaba y era sabia y sentía que eran uno solo.
Una niña espiritual descansaba en sus brazos.
Oh Dios, ¡cómo agradecerte!
Apretó su negra y reluciente cabecita de ángel contra él y le sonrió a Alcar.
Era cómo si lo conociera desde hacía años.
Luego se volvía a incorporar, sonriéndole y acariciándolo con sus manos espirituales, y a él le costaba un esfuerzo enorme poder controlarse.
No podía volver a hundirse en su sintonización anterior, la suya propia.
Qué milagrosamente bella era la vestidura que llevaba.
No había más que luz y vio que iba cambiando constantemente.
A veces era malva, luego rosa claro.
El ser era inmaculado y le resplandecían los ojitos como esmeraldas en un suave brillo cautivador.
Este ser era sagrado y luego sería su hermana.
Se mantendrían conectados a lo largo de siglos cuando él hubiera alcanzado la sintonización de ella.
Ahora tenía un año según el tiempo terrenal, aun así era más grande que un niño de esa edad que viviera en la tierra.
En las esferas el desarrollo era más rápido, no se detenía en nada.
Aquí no se tenían que enfrentar a enfermedades; aquí todo era solo felicidad; en nada sentían obstáculo alguno.
Aquí todo era diferente.
Su vida era espiritual y la niña crecía en tranquilidad celestial.
Una mirada en el más allá, 1936
André ve el amor de su mujer por la hija de los dos:
En pensamientos volvía de ella hasta su madre, que vivía en la tierra y que siempre estaba pensando en ella.
¡Oh, qué felicidad!
Vio que de la madre salía una luz hacia ella y entendió que era la fuerza de sus pensamientos para su hija.
André la veía muy claramente.
Estos pensamientos en luz la envolvían en rayos pero chocaban contra el ser, pues de esta manera no podía alcanzar a su hija.
¿Cuánto no había tenido que descender él para encontrarse a sí mismo y desconectarse?
Ella también tenía que hacerlo si quería que se percibiera su amor en las esferas.
Aun así era feliz de poder ver esto.
Era la conexión con todo, era su amor por su Gommel.
Qué lejos estaba la tierra de él; aun así sus pensamientos sí que alcanzaban la esfera de los niños.
Sus sentimientos estaban sintonizados nítidamente; no obstante, sus pensamientos no alcanzarían a su hija misma.
No se le perturbaba al ser en nada.
Pero había un lazo, un solo sentir, un solo comprender.
Y todo esto era amor.
Una mirada en el más allá, 1936
André recurre a todas las fuerzas de sus sentimientos para estar el mayor tiempo posible donde su hija:
Fue uno con su hija durante largo tiempo; pronto vendrían por ella de nuevo.
¿Por cuánto tiempo sería entonces este adiós?
Ella también lo sentía y se acurrucaba todavía más contra él.
André sentía que sus fuerzas fueron disminuyendo.
Allí veía que venía a su encuentro el espíritu Lydia, como un sol.
Miró a su hija una vez más.
Descendió profundamente en el ser.
Gommel lo miró, luego cerró sus ojitos de ángel y estaba inmersa en profundo sosiego.
Demasiado profundo para él; allí le era imposible sondarla.
Su hija vivía muy por encima de él en fuerza espiritual.
Sentía todavía más claramente la gran gracia de este acontecer.
El ángel la tomó de sus brazos y se fue.
En ese mismo lugar le agradeció a Dios todo lo que se le había dado.
Esta silenciosa, gran felicidad sagrada.
Como último adiós le había besado las manitas a Gommel; el gran acontecer había pasado.
Alcar le hizo sentir que seguirían.
André se despidió de la esfera en la que vivía su hija.
Una mirada en el más allá, 1936

Crecer espiritualmente

Los niños también crecen en las esferas de los niños.
Incluso con más rapidez que en la tierra, porque en las esferas no hay enfermedades o trastornos materiales que entorpezcan el crecimiento.
Durante una velada de preguntas y respuestas, Jozef Rulof explica que la rapidez del crecimiento en las esferas de los niños está determinada por el sentimiento y la conciencia presentes en el alma:
Pero un niño, señora, de lo que se trata para usted, va, por tanto, a las esferas, sigue un tiempo allí, y esta vida despierta a medida que haya sentimiento y conciencia.
Preguntas y respuestas 2, 1951
Un niño que va creciendo en el más allá siempre está sintonizado con las esferas de luz.
Cuando un niño en la tierra está sintonizado en sentimiento con una esfera tenebrosa, como la tierra crepuscular o el país del odio, entonces al morir no irá a las esferas de los niños, sino al mundo de lo inconsciente para volver a reencarnarse en la tierra:
Porque un niño siempre la tiene, nunca vive en una tierra crepuscular ni nunca en la tierra de odio.
O bien regresa a la tierra o bien va directamente a la primera esfera, a la segunda, a la tercera.
Preguntas y respuestas 2, 1951
Cuando la madre terrenal del niño no está sintonizada con una esfera de luz, el niño espiritual queda apartado de su presencia para que no se altere su paz interior:
Y con que la madre solo posea una sintonización un poco diferente con el niño, pueda odiar y sea descarada y gruña y bufe, al niño ya se le mantendrá al margen del entorno de usted, porque esa madre que espera y cuida allí a ese niño está cien mil veces por encima del amor materno del ser humano terrenal.
Si usted da ahora al niño un glorioso sentimiento que se dilata, pero no tira...
Con que solo piense un instante: ‘Necesito que se me devuelva mi niño’, entonces este ya no podrá llegar hasta usted, porque ya lo mantendrán alejado de usted, porque entonces usted lo absorberá hasta dejarlo vacío.
Preguntas y respuestas 2, 1951
Otro líder espiritual de Jozef Rulof, el maestro Zelanus, explica en su libro ‘Dones espirituales’ que el amor universal de las esferas supera al terrenal:
A un niño que deja la vida terrenal a corta edad lo acoge de este lado una madre espiritual, y lo cuida amorosamente, como no podría hacerlo una madre terrenal.
Por más bueno y grande que sea el amor de madre, por más íntimos que sean los lazos entre madre e hijo, la felicidad y el amor de las esferas superan en todo el sentimiento amoroso terrenal, incluido el de madre e hijo.
Por supuesto que la madre terrenal no quiere perder a su hijo, lo que es muy sencillo, puesto que la posesión de hijos es lo más sagrado para la madre y Dios nos lo ha regalado a los seres humanos.
Dones espirituales, 1943
El alma del niño tiene en sus propias manos la pronta transición al más allá:
El alma tiene que vivir esta muerte temprana y esta transición a la vida astral, e incluso está en sus propias manos.
Esto está relacionado con la causa y el efecto de esa alma.
Ahora ha vivido algo en al tierra y vuelve a las esferas de luz.
Es la continuación en el espíritu, la vuelta a Dios.
Cuando lo vivido se ha completado, ¡ocurre irremediablemente la muerte para esta vida!
Dones espirituales, 1943
Si el alma aún tiene que vivir algo en la tierra, no irá a las esferas de los niños:
No obstante, si esta alma tiene que volver a la tierra otra vez, para enmendar o vivir algo, entonces el mundo de lo inconsciente atraerá a esta vida del alma.
Este mundo sirve al alma para descansar y prepararse antes del nuevo nacimiento.
Dones espirituales, 1943
Si el alma está exenta de volver a nacer, va al más allá consciente:
Si al contrario esta vida del alma continúa, si está libre de esta ley de nacimiento, el más allá consciente volverá a atraer esta vida y el alma seguirá manteniendo su independencia.
Entonces las esferas de luz acogen a esta vida, y este y otros millones de niños continúan por lo tanto viviendo conscientemente.
De este lado se sabe cuándo mueren estas almitas, y entonces la madre de este lado va a la tierra para recoger a su protegido.
Mientras mueren, lo cual muchísimos de tus pequeños pueden percibir ellos mismos ya de antemano, lo que luego comunican a sus padres, ven a un ángel al lado de la camita, y el niño sabe que este ángel viene a por él.
Los pequeños, niños o niñas, ven esa luz, la intentan agarrar con ambas manitas y se entregan a esa luz, a su madre espiritual.
En la tierra, los padres están tristes, pero saben que Dios ha tomado a su tesoro en Sus brazos, aunque ni los padres ni el médico saben nada del suceso verdadero y de las leyes astrales.
La madre espiritual toma a la vida espiritual de la tierra en sus brazos radiantes, la abraza con fuerza y la lleva a las esferas de luz.
Va directamente a la sintonización del niño, un cielo, al que pertenece el niño y con el que está sintonizado.
Y una criatura de siete años, aunque fuera terrenalmente áspera o tuviera otros errores, no tiene nada que ver con los pecados materiales; entrará a una esfera de los niños en la vida después de la muerte.
Dones espirituales, 1943
En el más allá el alma va creciendo hacia la conciencia adulta:
Y de esto no entiendes tú en la tierra.
Si las madres saben esto, son, o pueden ser, felices; se cuida a su corazón de este lado.
Después de su muerte volverán a ver a su tesoro, aunque probablemente como adulto, pues también el niño continúa viviendo hacia la conciencia adulta.
Dones espirituales, 1943
En la vida espiritual el niño llega a conocer todo acerca de la propia vida y conciencia:
Sin embargo, en nuestra vida no se ahorra nada al niño.
La educación es del mismo tipo que la que recibe y ha de observar también el ser humano adulto.
En nuestra vida no conocemos circunstancias atenuantes.
Eso es terrenal y antinatural.
En nuestra vida el niño tiene que saberlo todo de su propia vida y conciencia, y tiene que aceptar las leyes de Dios.
De este lado, el pequeño vive en la veracidad de Dios, algo que no puede experimentar en la tierra.
Vive la destrucción material y también la construcción espiritual que ha de aceptar cada alma, como niño o adulto.
Esto es la sabiduría astral, que el pequeño tiene que asimilar.
En esto Dios no conoce circunstancia atenuante, ¡tampoco para el niño!
Dones espirituales, 1943
La palabra “niño” es un concepto terrenal.
En el otro lado no se piensa en términos de niños, porque cada alma que vive en el más allá ya tiene una edad inmemorial.
No creo que me aceptes cuando te comunique que de nuestro lado no viven niños.
Lo digo otra vez: ¡del otro lado no viven niños!
¿No te parece extraño?
¿No te suena como algo que de todos modos no podrás aceptar y que es un sinsentido?
Aun así digo la sagrada verdad, y por lo tanto te lo aclararé.
Y es que has de saber que como ser humano ya tienes millones de vidas a las espaldas.
Esto significa, cuando un niño muere en la tierra, muere el organismo, ¡el alma sigue viviendo y es tremendamente vieja!
El cuerpo es joven, el alma ha cumplido —ya solamente en la tierra— miles de vidas, y ya no conoce la juventud.
Esto es, pues, el significado astral y cósmico para la vida del alma que muere como niño en la tierra.
Dones espirituales, 1943
Antes de que el alma se reencarnara, ya vivió una conciencia adulta.
Es a esta conciencia a la que el alma vuelve de nuevo cuando parte de la tierra como niño, a temprana edad:
Y es de esta conciencia que se alimenta el alma cuando despierta como niño de las esferas de este lado.
Esto significa que ahora el alma entra en su existencia anterior y que en ella se vuelve completamente consciente.
Porque la última vida, interrumpida muy pronto, no dio suficiente fuerza y conciencia al alma para poder mantenerse en pie.
Es decir, que esta conciencia es demasiado escasa para un mundo existente.
Por lo tanto, el alma entra —te lo aclaro de diferentes maneras— en esa vida anterior.
Esto es la conciencia anterior del alma, la conciencia antes de que volviera a la tierra.
Dones espirituales, 1943
Si durante la vida terrenal se ha formado un lazo de amor con la madre terrenal, este se reforzará en el más allá:
Ahora el alma despierta y pregunta por la madre.
La hermana comienza a aclararle al niño que ha muerto en la tierra.
Igual que el adulto, el niño está ante estas leyes, ante esta verdad astral, y tiene que aceptarlas.
No hay circunstancias atenuantes.
La madre espiritual no anda con rodeos, le dice con franqueza al niño que ha dejado la tierra.
Para el niño de siete años eso es un gran milagro y quiere saber más al respecto.
Pues bien, si el lazo con la madre terrenal es íntimo, el niño pregunta por ella.
El niño más pequeño no tendrá que hacer las preguntas, el pequeño ya no lo recuerda.
El niño se ha quedado dormido y ha despertado de este lado, como si hubiera dormido en tu mundo y el hambre sacudiera al niño hasta despertarlo.
Ahora bien, si domina el lazo amoroso terrenal, entonces la madre, una vez que el niño haya llegado a ese punto, va a la tierra con su hijo, y este puede ver a sus padres y tal vez a sus hermanitos.
La madre cuenta al hijo de su vida y todo lo que ya ahora es necesario para la conciencia del niño, para que aprenda a comprender.
Si este lazo entre madre e hijo es de verdad de carácter espiritual, la madre espiritual no romperá este amor en ningún caso, al contrario, incluso fortalecerá el lazo, porque si no, actuaría en contra de las leyes de Dios, y también porque los lazos de amor son inquebrantables.
Un espíritu de la luz no rompe lazos de amor.
¡Nosotros edificamos!
Dones espirituales, 1943
El alma que va a las esferas de los niños ha terminado con el ciclo terrenal:
Cuando el deseo está presente dentro del niño, la madre astral lo lleva a la tierra y el niño llega a conocer la vida propia.
Ahora el niño recibe sabiduría vital en la esfera de la tierra.
Atraviesa a los padres con la mirada, ve a los hermanitos y por eso despierta.
El niño ve que papá y mamá y los hermanitos todavía tienen que despertar, que no saben lo que ya sabe él mismo y comprende ahora que tienen que concluir su vida en la tierra.
El niño que deja la tierra pronto se encuentra en una bendición cósmica.
No hace falta pensar: “¡Ese pobre niño!”.
Esta vida está por encima de la tuya y tiene algo que darte.
Este niño está más allá que tú, se ha despedido de la tierra y ha terminado con la causa y efecto o con aquello para lo que se vivió la última vida y para lo que la recibió de Dios.
Por lo tanto, ¡morir pronto es una gracia!
Por lo menos si puedes aceptarlo; las leyes astrales te lo pueden aclarar de manera concluyente.
A estas almas como niños materiales se les ha ahorrado muchísima pena y dolor.
No creas que la vida en la tierra significa algo comparada con nuestra vida en las esferas de luz.
En las esferas el dolor no afecta a un niño, no puede descender en las esferas tenebrosas, es un ángel en el espíritu.
Dones espirituales, 1943
El niño de las esferas va creciendo directamente hacia la conciencia adulta:
El niño que muere vive de este lado en una felicidad que no eres capaz de imaginar.
Ese mismo niño incluso siente la miseria de los que se quedan atrás.
No tienes que llorar por tu hijo muerto; es el niño quien llora por ti.
Pero el niño no guardará pena ni dolor, gracias a que la madre astral aclarará las leyes a esta alma.
Y cuando el conocimiento haya entrado al niño, verá e intuirá tu vida, y llegarán la comprensión y la felicidad.
Rezas por tu hijo, pero eso tampoco hace falta.
¡Mejor reza por ti mismo!
Lo diré de otra manera: al niño ya no le hace falta tu oración, pues ¡el infeliz eres tú, no el niño!
Este vive rodeado de sabiduría y una felicidad imponente; tú en pobreza, tal vez en pobreza material y espiritual.
El niño no sabe nada de eso, no hay nada, nada en absoluto que estorbe a esta conciencia angelical.
Esto es el regalo de Dios, pero el niño tuvo que asimilar sus leyes.
Al llegar, el niño que haya sido desatendido en la tierra se desprende enseguida de esa miseria.
El niño seguirá ahora en la propia conciencia, con a su lado la madre espiritual, y va creciendo hacia la conciencia adulta.
Dones espirituales, 1943
Es posible que el niño de las esferas vaya a tener a su lado como madre espiritual a una madre de una vida terrenal anterior:
Es posible ahora —volveré a esto— que el hijo vea ante sus ojos a la madre de la existencia anterior, y entonces estas almas vuelven a reunirse.
¿Lo oyes?
Esto significará dolor para muchas madres, porque todavía son inconscientes de las leyes divinas.
Porque el niño es suyo.
Pero te digo: hemos conocido a miles de padres y madres.
La madre pensará entonces que tiene que ceder a su tesoro.
Y esto es un pensamiento inconsciente, genuinamente terrenal.
Para Dios no pierdes amor.
Pero Él quiere que vivas el amor universal, y que lo asimiles.
De este lado hemos llegado a ese punto.
Así que tienes que aprender a amar toda la vida de Dios, pues todas estas personas en la tierra son los hijos de Dios.
Por lo tanto, una madre que ame solo a su propio hijo no tiene amor por Dios, no conoce el amor, este amor es egoísta.
Si la madre quiere volver a ver a su propio hijo, si quiere recibir amor de su propio hijo, que ahora es feliz en los brazos de una madre espiritual, tendrá que entregarse por completo, solo entonces puede amar a su propio hijo, o ¡esta madre se cerrará por completo al amor universal!
Por lo tanto, aunque esta madre espiritual esté más cerca de tu hijo en las esferas, y aunque estas almas hayan llegado a la unión espiritual, no se está intentando aquí eliminarte como madre.
¡La posesión universal está en tus propias manos!
Es decir que cada madre tiene que capacitarse para la maternidad espiritual.
Dones espirituales, 1943
El maestro Zelanus habla desde la propia experiencia.
En su libro ‘El ciclo del alma’ escribe cómo fue reencarnando en la tierra desde las esferas de luz.
Su maestro ya lo despertó cuando estaba en el regazo materno:
Si has leído mi libro ‘El ciclo del alma’, ya no hace falta que te diga nada más.
Si no es el caso, lo siguiente.
En ese libro conté que se me concedió volver a nacer.
Pero volvería nuevamente a las esferas.
Y eso ocurrió.
Pero antes de que llegara el momento, mi maestro me despertó en la madre.
Me llamó por mi nombre, lo oí y lo comprendí todo.
¿Te lo puedes imaginar?
En ese momento tenía entre seis y siete meses de edad.
Despertar así a alguien solo puede hacerlo un maestro y para los que lo hemos vivido es un suceso milagroso.
Dones espirituales, 1943
En la tierra se veía un niño nacido muerto, pero ya de camino a las esferas el alma estaba creciendo de vuelta a su conciencia adulta anterior como alma:
Volví a las esferas y ya en el camino me vi a mí mismo creciendo y volviendo al estadio anterior.
Volví a aceptar mi conciencia adulta.
Dones espirituales, 1943
Hace ya tiempo que había aprendido de su maestro que el tiempo de crecimiento está determinado por las fuerzas interiores del alma:
El hombre, espíritu y alma que crecen en ese joven cuerpo no tienen, como sabe, conciencia de nada.
Cuando el cuerpo material nació allí, usted mismo ya estaba de camino a las esferas.
En poco tiempo —o sea, durmiendo— usted volvió a su estado anterior, y eso es solo para quienes viven esta concienciación.
Si hubiera nacido en la tierra y hubiera muerto allí después, el tiempo de crecimiento lo habría vivido de este lado, aunque es más breve que en la tierra.
El crecimiento espiritual va a la par que las fuerzas interiores que posea el hombre, y sintoniza con ellas.
Los espíritus con una sintonización más elevada que regresarían a la tierra ya han aceptado, llegados al lugar de su sintonización, su estado anterior.
El ciclo del alma, 1938
Más tarde pudo volver la mirada sobre su proceso de crecimiento espiritual:
Entonces vi que la vida iba a liberarse y que del cuerpo de mi madre se desprendía un joven ser espiritual.
En el mismo instante en que lo percibí, vi a algunos seres, entre ellos a mi líder espiritual.
Ahora entendí este acontecimiento.
Cuando el cuerpo espiritual se hubo liberado del todo, el cordón espiritual se desgarró y se disolvió de manera milagrosa.
La joven vida había muerto en la tierra, pero había nacido en el espíritu.
Mi propio líder siguió a los seres que me portaron a las esferas.
Desde el momento de la partida de la tierra, vi que fue haciéndose mayor.
El proceso de crecimiento no dejó de avanzar.
El ser estaba rodeado de una densa emanación, dentro del cual estaba sumido en un profundo sueño.
Fuimos acercándonos a las esferas de luz y entramos a la segunda esfera.
Me colocaron sobre mi propio lecho de reposo.
Vi ocurrir todo esto.
Poco a poco fui recuperando mi estado anterior.
Qué normal era este acontecimiento, qué natural este milagro de Dios.
Vi que la densa emanación se fue disolviendo y que mi cuerpo espiritual se iba haciendo más grande.
Después recé en silencio y agradecí intensamente a mi Todopoderoso Padre que se me hubiera concedido vivir este sagrado acontecimiento.
El proceso de crecimiento era milagroso.
Pronto viví mi despertar en las esferas.
Todavía no había vuelto a mi propia vida.
Vi ocurrir todo esto.
Ahora se aproximaba el final y con él mi despertar en el espíritu.
Fue en el instante en que el líder espiritual me habló.
Todo esto yo lo sabía.
Volví a ver cómo me dormía y después de un tiempo también desperté de ese sueño, era como si hubiera vuelto a nacer.
Había conocido y vivido un problema imponente: el de cómo nace un ser humano en la tierra y cómo regresa al mundo espiritual.
Es sabiduría cósmica y algo sagrado.
El ciclo del alma, 1938
Si el espíritu de luz más elevado de la séptima esfera de luz, el maestro Cesarino, viviera este proceso, podría volver en un fogonazo a su conciencia espiritual anterior:
Un Mentor como Cesarino, por ejemplo, puede volver a la tierra y vivir la concienciación, así como crecer hasta la edad deseada en la que el alma permanece en armonía con las leyes de la naturaleza.
El alma, o sea, ese ser de elevada sintonización, puede volver como un rayo a su propia esfera y hacer la transición a su sintonización anterior.
De modo que cuanto más alto haya llegado el hombre, más rápido se completa este proceso, que se produce según la fuerza interior, que es la fuerza de amor que posea el ser.
El ciclo del alma, 1938
Cuanto más elevada la esfera de luz con la que está sintonizada el alma, menos tardará en volver a alcanzar la conciencia espiritual anterior.
Para un alma con sintonización más elevada también es posible vivir más lentamente este proceso de crecimiento.
Jozef, por ejemplo, cuenta que sabe por el maestro Alcar que Gommel, su propia hija nacida muerta, pudo haber hecho con rapidez el proceso de crecimiento, pero que prefirió hacerlo lentamente:
Señora, cuando un niño va a las esferas de los niños... eso puede ocurrir en siete minutos, en siete horas, en siete meses.
Si el niño tiene una posesión, es decir, la primera o segunda esfera, usted ya me entiende, entonces cuando se libera del ataúd ya no lo es, sino un ser humano, y tampoco es esto, sino un grado de la vida en el que vive Dios mismo.
Nosotros somos dioses.
Y cuando ese niño llegue allí...
Lo puede leer en los tres libros ‘Una mirada en el más allá’, en la parte 2 y 3.
Yo vi allí a mi propia hija y la pude tomar de las manos.
Entonces el maestro Alcar dijo: “En breve; puede hacerlo en poco tiempo, lo hace lentamente...”.
Pero esa cría ya estaba pensando de forma espiritualmente consciente, porque no es una cría, es una maestra.
Preguntas y respuestas 2, 1951
Jozef compara la diferencia en el proceso de crecimiento con la que experimentamos en la tierra entre las personas que comprenden un hecho al instante y otras que están bregando con él durante meses:
Y entonces les contaré algo hermoso, señora, eso también está allí.
Y luego quieren...
Sí, entonces quizá ya no sea necesario.
Pero aquí —siempre habrá madres que hayan perdido un hijo—, aquí hay también una señora, ha perdido a su hijo, otros también lo han perdido.
Ojalá que ustedes también pudieran vivir eso, que también vinieran directamente.
Pero entonces hay que acoger al niño allí, y a usted otra vez por otra cosa, porque tiene usted otra conciencia, y tendrá usted exactamente ese sentimiento a su lado, como usted misma sienta.
Dicho de otro modo: a su hijo lo acoge allí otra personalidad.
Y cuando usted llegue más tarde, el niño ya se habrá tranquilizado.
Al menos como niño, si muere esa alma al menos como niño y continúa, durante cinco, seis, siete años.
Entonces ya es un ser humano adulto.
Y entonces tienen que volver al pasado, para mostrar: “Sí, madre, yo también he crecido”.
Y es lógico, si se va un hijo suyo de siete años y usted llega cuarenta años después al otro lado, ese niño será viejo y adulto.
Y allí uno es muy viejo; si uno no tiene sentimiento ni amor ni espacio, uno será más viejo que Matusalén.
Si uno tiene luz, descenderá de inmediato al ser niño, a lo juvenil, y entonces llegará a los veinticinco, veintiocho.
Allí hay maestros... si viera ahora al maestro Alcar, sería un muchacho de veintiocho años, treinta, claro, con una cara enormemente sabia.
De esos ojos sale una enorme conciencia.
Pero el niño va creciendo y puede seguir así durante años y años aún será niño, porque entonces esos sentimientos todavía tendrán que despertar.
O sea, conforme a los sentimientos de ustedes... y eso vuelve a ser exactamente lo mismo que lo que vive la gente aquí.
Usted... usted es adulta.
Unos entran, otros no logran salir, y aun otros dicen: “Bueno, no entiendo qué es tan difícil aquí.
¿Por qué es tan difícil?
Lo comprendo al instante”.
Y otro se desloma durante meses y meses y años, y no hay forma de que entre.
Y eso, nuevamente, es la sensibilidad de los sentimientos de usted para esto, aquello y lo otro.
Preguntas y respuestas 4, 1952
Finalmente, todos estamos de camino hacia el amor universal:
Si un niño... si un niño... un niño se desprende de usted, su hijo está atado a la madre y al padre, pero sobre todo a la madre, y se va al pequeño ataúd, el niño se desprende, no será posible serenarlo así como así en las esferas.
Y entonces se llevan al niño, ya cuando sean fuertes —solo es posible cuando lo puedan procesar, entonces se ve en el sentimiento y en lo que irradia el niño—, entonces se llevan al niño, sin remedio, a la fuente donde se da ese estado.
Y un niño ya no es tan niño, señora, para no reaccionar ante eso, porque de inmediato ve los errores, y entonces el maestro, o la madre que hace que ese niño empiece a evolucionar, lo puede tratar; es cuando el niño llega a ver de forma pura la razón de su tristeza.
Y se pierde en las profundidades.
Dice: “Luego viene mamá”.
Y cuando luego le entra más sabiduría al niño, en ese sentimiento, el maestro dirá: “Hay que amar universalmente y entonces... porque ya te enseñaré algún día a otra madre”.
Y eso ya es una madre que está al lado; esa criatura llegará a ver las reencarnaciones: estará ante diez, veinte, centenares de madres.
Y lo llegarán a ver ustedes a medida que puedan desprenderse de esa madre en particular.
Si no se desprenden ni se liberan de su propia madre de la tierra, también seguirán siendo pobres.
¿Es así?
Hay que aprender a amar universalmente.
Y eso es lo que se le enseña entonces a un niño.
¿Ha quedado claro?
Bien.
Y es un trabajo hermoso, señora, acoger a niños.
Preguntas y respuestas 4, 1952