Causa y efecto -- Fuentes

Textos primarios de los libros de Jozef Rulof correspondientes al artículo ‘Causa y efecto’.
Según los libros de Jozef Rulof.
Estas fuentes presuponen la lectura previa del artículo ‘Causa y efecto’.

Armonía

Cristo resumió sucintamente el funcionamiento del “causa y efecto”:
El veneno que emites volverá a tu vida multiplicado por mil, y sabes que Cristo dijo: “Todo lo que siembres cosecharás”.
Dones espirituales, 1943
La Universidad de Cristo explica que en una siguiente vida nos encontraremos ante las consecuencias de nuestros actos y nuestros pensamientos de vidas anteriores:
Cuando quieras pensar, puedes hacerlo para tu inconmensurabilidad.
Para tu alma, espíritu, tu vida, tu personalidad, tu paternidad y maternidad y desde luego también para tu amor.
Los pensamientos odiosos te sintonizan con las tinieblas.
La cosmología de Jozef Rulof 2, 1944
Participas en la destrucción.
Eso todavía no te importa, pero más adelante estarás ante estas leyes divinas disarmónicas que no fueron creadas por Dios, pues, ¡sino por ti mismo!
No son tantas las cosas que llegas a vivir en esta vida gracias a ellas, pero en la siguiente estarás ante esta precisa demolición y tendrás que poner las cartas sobre la mesa ante el espacio y esas leyes.
La cosmología de Jozef Rulof 2, 1944
Si la vida como ser humano nos ha robado, el alma de esa persona se encargará más tarde de que recuperemos el bien robado:
Aunque les haya robado, recuerden: ¡más adelante el alma estará nuevamente en armonía y los regresará a ustedes!
Archives, 1945

El ciclo del alma

Ya en la introducción de ‘El ciclo del alma’, Lantos cuenta que su libro versa sobre “causa y efecto”:
Lo que te voy a contar ahora es la verdad sagrada; es la ley de causa y efecto.
Tuve que aceptar y enmendar lo que hice mal.
De lo que te voy a hablar es del ciclo del alma, que prosigue su camino, a través de todos los siglos, a la fuente de toda vida, para alcanzar las esferas divinas.
El ciclo del alma, 1938
Con su libro, Lantos quiere contestar preguntas vitales.
También hizo esas preguntas como ser humano en la tierra, y solo en estas vidas ha recibido la repuesta a ellas:
Quiero intentar ofrecerte una idea clara del significado de la vida en la tierra y responder a tus preguntas “¿Por qué?” y “¿Para qué?”.
El ciclo del alma, 1938
En el más allá, Emschor explica a Lantos que el bien robado se devuelve después.
Por eso incita a Lantos durante su última vida en la tierra a rechazar la propiedad de la que era heredero, para que pudiera regresar a sus legítimos dueños.
Y explica a Lantos lo que él tiene que ver con eso:
Lo que en una vida el hombre haya robado a otro hombre lo tendrá que enmendar en otro estado.
—Pero ¿acaso les he robado a otros esta posesión que no quería?
—Usted no, sino yo.
—Pero ¿qué es lo que yo tengo que ver con todo esto?
—Usted fue mi hijo.
—¿Cómo dice? ¿Fui su hijo, vástago suyo?
—Mi hijo, Lantos.
Usted es mi muchacho, pero de siglos atrás.
El ciclo del alma, 1938
Emschor explica que no se puede seguir viviendo de las posesiones ajenas:
—Sus padres vivieron todo ese tiempo de bienes robados, de la propiedad de otros, pero un día son despojados de ellos y todo se disuelve.
—¿Así que sobre nuestra propiedad pesaba una maldición?
—Sí, la maldición del pasado.
—Entonces esto también me ha quedado claro, lo he sentido.
Ahora que sé esto entiendo mi partida.
Quería irme, algo me alejaba de mi casa y eso significaba que me iba a liberar del pasado.
Qué poderoso es todo, maestro, qué asombroso y natural.
El ciclo del alma, 1938
Lantos pregunta a Emschor si hay otros a quienes también les pasa:
—Otros regresan y donan sus bienes a otros, ¿es ese el mismo estado que el mío?
—A veces, no siempre, pero suele ser una misma fuerza, no hay otro significado.
—Pero entonces, eso no es hacer el bien, ¿es enmendar?
—Así es, aunque el hombre no es consciente de eso, cree estar haciendo el bien, pero está pagando sus deudas.
‘Qué profundo, muy profundo’, pensé.
Esto no era ni bueno ni malo, él solo cumplía con una ley y enmendaba lo que un día hizo mal.
El ciclo del alma, 1938
Durante su última vida en la tierra, un espíritu tenebroso incitó a Lantos a que se suicidara.
Después de esta vida, Lantos quiere saber por qué ese demonio quería meterse precisamente con él.
¿Acaso el demonio lo conocía?
Pero ¿de qué me conocía el que me espoleó a hacerlo?
—De otra vida.
—Pero ¿es que él era consciente de eso?
—Sí.
Escuche bien, se lo voy a aclarar.
¿Era consciente de su sensibilidad artística?
—Sí, lo era.
—Pues bien, entonces ¿por qué él no?
En él había odio, odio por algún ser humano.
Ese hombre era usted.
Él lo odiaba, podía odiarlo, porque usted, muy atrás en el tiempo, lo atormentó, lo torturó.
Esas fuerzas y sentimientos solo se disuelven, dejan de existir, cuando todo se ha enmendado.
Usted se iba a encontrar con él en su vida terrenal y así sucedió.
O sea todo causas y efectos, Lantos mío.
Usted vivió el efecto de una sola causa.
Él sabía lo que le esperaba a usted y por eso, solo por eso, usted estuvo en conexión con él.
Usted lo torturó en el pasado —enseguida lo verá— y por eso usted tenía que enmendar algo.
—Pero si no hubiera puesto fin a mi vida terrenal, entonces ¿qué?
—Entonces habría vivido que los demonios lo habrían esperado de este lado.
Lo habrían atacado y lo habrían arrastrado, torturado y golpeado.
Pero incluso entonces también habría sentido la causa de este acontecimiento.
Y después se fue, algo había cambiado en él y en usted.
En eso se disolvió el pasado, igual que la ley de causa y efecto, que el ser humano, que el alma que lo viviría, y que tenía que enmendar cosas.
Fue atraído hacia usted de manera inconsciente, pero más tarde se hizo consciente de todo y este sentimiento pasó a la conciencia.
Porque, ¿no se hizo usted artista?
¿Acaso no eran sus deseos?
¿No ocurrió?
O sea, sentimientos, pero causas y efectos, nada más y nada menos.
—¿Sabré por qué y cómo sucedió en el pasado?
—Más tarde, cuando pueda conectarlo con el pasado.
Se alegrará entonces de que esto ya se haya llevado a cabo, que usted lo haya enmendado.
El ciclo del alma, 1938
Lantos quiere saber más sobre la vida en que fue hijo de Emschor:
—¿Cómo fue la vida terrenal de usted? ¿Y cómo fue mi vida cuando yo vivía a su lado?
—Se lo mostraré.
La tierra se hundió delante de mí y todo lo vivo desapareció ante mis ojos.
Pero yo permanecí en el lugar donde estaba.
El viejo castillo delante de mí fue adoptando formas, todo cambió y parecía vivir otra vez.
Lo vi claramente delante de mí.
Después vi otra imagen.
En una de las habitaciones de este precioso castillo vi un ser, y lo reconocí de inmediato.
‘Emschor’, dije en pensamientos, porque era él.
Llevaba una extraña túnica, pero reconocí el atuendo, porque mi padre y yo también habíamos llevado algo parecido.
—Lo que va a ver ahora pertenece a una época en que esto todavía no lo podía llamar propiedad mía.
Entonces esta imagen se difuminó y se me hizo visible otra.
Vi a Emschor a caballo, pero era un mercenario.
Llevaba una túnica como la que llevaba la gente en esa época.
Se estaba librando una batalla; él y otros muchos rodeaban la propiedad de otro, conquistándola.
Triunfaba, pero engañando a su maestro.
Muchos fueron asesinados, entre ellos su señor.
Lo vi todo claramente.
Esta imagen también se difuminó y volví a verlo en una de las habitaciones del castillo, donde estaba en cama.
En una de las esquinas de la habitación estaba tomando forma un ser, en el que me reconocí a mí mismo.
Allí estaba, grande y delgado.
Sentía que algo no estaba en orden y fui conectado en sentimiento conmigo mismo, por lo que entendí el significado de esta imagen.
Mi padre estaba enfermo y quería que me fuera y legar la propiedad a otros.
Era un plan diabólico.
Lo entendí por completo, debido a que Emschor me lo había mostrado por adelantado.
Pero no accedí a su petición y seguí negándome.
No iba a permitir que me echaran de mi propiedad.
Me habló e insistió en que accediera a su petición.
Seguí negándome y me pareció un enfermo mental.
Entendía claramente cada palabra que se decía en esa época.
Después mantuve una conversación con él y sí logré convencerlo.
Después de esta imagen vi otra.
Ante mí vi algunos seres, yo también estaba cerca.
Me había sentado en la misma mesa donde estaba mi padre.
Vi que se levantó mientras me miraba y le oí decir estas palabras:

—Quiero que él, que lleva el nombre de Lantos Dumonché, asuma esta propiedad y cuide de tal... y tal...
¿Accedes a ello?

La pregunta era para mí.
Se fijó un importe y se anotaron los nombres.
Respondí afirmativamente y entonces se redactaron y sellaron documentos.
Esa imagen también volvió a difuminarse y vi otra que me hizo temblar.
Ante mí vi a mi padre, se había quitado la vida.
Sabía por qué y entendí todo.
De nuevo vi otra imagen.
Delante de mí vi otros seres y entre ellos estaba yo.
Se redactó otro documento y se rompió el primero.
En él constaba: “Quiero que quien lleva el nombre de Lantos Dumonché asuma la propiedad cuando sea mayor de edad y se haga valer como autócrata”.
El auténtico se había falsificado.
Después me vi a mí mismo con algunos niños y mi consorte.
Me dio dos niños y una niña.
A esta imagen la siguió otra y me vi a caballo.
Estaba listo para ir a la batalla y tenía el mando sobre centenares de personas que me seguían.
A lo lejos vi el objetivo de mi expedición.
Avanzábamos veloces como el viento y conquistamos la propiedad de otro, aunque muchos murieron allí.
Pero a mi adversario lo conocía.
Era el hombre del calabozo, ese demonio.
Entonces vi otra imagen, que me asustó.
Estábamos en nuestro cuarto de torturas y lo obligábamos a renunciar a su propiedad.
Su rostro era como el de un diablo y me maldecía.
Lo que le había infligido ahora me quedaba claro.
Pero él también era un bandido y un asesino.
También su propiedad era un bien robado.
La imagen volvió a difuminarse y viví mi final, pero de manera natural.
Mi hijo me sucedió y después una generación a la siguiente.
Entre ellos mis padres.
Era asombroso cómo encajaba todo y tuve que aceptarlo.
‘El pasado es poderoso’, pensé.
—Ya ve, Lantos: luchas, saqueos y violencia.
Pero la violencia ha sido destruida.
Las personas cuya propiedad robé la recuperaron.
Sus padres fueron los últimos que vivieron aquí.
Usted se fue y puso fin a su propia vida con sus propias manos.
Así podría seguir contándole y aclararle y mostrarle más estados y acontecimientos, pero eso nos llevaría demasiado lejos.
Quiero que esto sea suficiente y usted aceptará.
Ha enmendado usted mucho, yo también.
Ve que cuando el padre ha robado su propiedad, los hijos volverán a cederlo todo.
Usted ha de vivir su propia vida, yo la mía, y ambos hemos sufrido.
—¿Dónde está mi madre, la consorte de usted?
—Está de este lado, pero posee una sintonización más elevada que yo.
—¿Es ella su felicidad?
—No, ella no, es de otro.
—¿Dónde están mi mujer e hijos?
—Hay unos ahora en la tierra y hay otros que ya viven en las esferas de luz.
Una generación fue sucediendo a la siguiente, Lantos.
De modo que usted regresó aquí y se fue.
Por eso regresé a la tierra.
Solo por eso estamos conectados y ambos nos enmendaremos.
Sentirá usted igualmente que no me fue posible enmendarlo en esa época, por ser usted mi hijo.
Usted me obligó a consentirlo, pero yo no podía permitirlo y puse fin a mi vida.
No hizo usted lo que le pedí, usted falsificó los documentos y mandó redactar nuevos.
Pero mi acto permaneció, no podía ser destruido, todo pesaba sobre mí.
Todavía no era suficiente mi transición.
Pero usted continuó destruyendo.
Doy gracias a Dios, sin embargo, de que todo esto sucediera.
Se me perdonaron mis pecados.
Lo pagué con mi vida y lo volví a enmendar de este lado, así como en la tierra, o sea: en otras vidas.
—¿Cuántas vidas se completaron? —pregunté.
—Muchas —oí que se dijo—, pero en esta vida estuvimos juntos.
Usted y yo hicimos la transición a otras vidas, para finalmente regresar a esta propiedad.
¿Siente ahora lo profundo que es el hombre, el alma, que conduce y dirige a la materia?
Todo esto no puede sondarse, hijo mío, o sea que baste así.
Ahora también ve que los lazos de amor no pueden romperse.
Para bien o para mal, algún día estaremos uno frente al otro y enmendaremos o recibiremos.
Todos maldecimos, todos hemos destrozado corazones y hemos robado y torturado.
Los que han alcanzado las esferas de luz saben todo esto.
Nadie se conoce a sí mismo en la tierra.
Nadie tiene derecho a maldecir a otro.
Los que viven en la tierra deberán despojarse de lo terrenal.
También los que viven en las tinieblas tienen que enmendarse, porque todos seguimos un solo camino, el camino del desarrollo espiritual.
Algún día estaremos todos juntos.
Algún día volveremos la vista al pasado y seremos hermanos y hermanas en el espíritu, avanzando siempre.
De modo que quienes en la tierra posean mucha felicidad material volverán a perderla si sus antepasados la robaron.
Todo en la tierra está sujeto a la perdición.
Todo cambiará y ha de cambiar, nadie puede parar eso.
Nadie en la tierra posee la fuerza para abarcarlo.
El ciclo del alma, 1938
En su última vida en la tierra, Lantos se volvió a encontrar con su alma gemela Marianne, pero no podía estar con ella.
Ambos estaban todavía inmersos en las consecuencias de sus actos de vidas anteriores.
En esas vidas habían estado sintonizados con la pasión, todavía no conocían amor elevado.
Lantos se había metido a la fuerza en el matrimonio de Marianne y Roni, y había destruido su felicidad.
Emschor explica que Lantos como seductor abandonaba a las mujeres a las que les gustaba:
Usted abandonó a la madre de su hijo.
—¿Y a Marianne?
—A ella también.
—¿Por qué,
si se me permite preguntarlo?
—Porque usted era un seductor y ella una frívola.
Ella no le dio ningún hijo.
Ella carecía del sentimiento para recibir esa cosa pura y poderosa.
Ninguno de los dos amaba.
El amor que creían poseer no era más que pasión.
A ella también la abandonó, pero usted volvió más tarde.
Siguió buscando hasta en su última vida en la tierra.
Pero ahora usted sabe que ella es suya.
—¿Y después?
—Después usted irrumpió en su vida y destruyó la felicidad de ella y de otro.
—¿La felicidad de quién?
—De Roni.
‘Dios mío’, pensé, ‘qué milagros me toca vivir’.

—¿Cómo sabe todo esto? —pregunté.
—Ya lo estuve siguiendo muchos siglos.
—¿Vivía usted aquí?
—Sí, pero tuve que seguirlo desde este lado y proseguí con este trabajo.
El ciclo del alma, 1938
Emschor muestra a Lantos la vida terrenal en que Marianne estaba casada con Roni:
Vi un precioso edificio delante de mí.
El conjunto estaba decorado con estatuas únicas y a la izquierda y derecha veía la esfinge.
Un ser accedió en el mismo instante por el portón y se dirigió a la entrada del edificio.
Conocía esos andares, igual que toda la aparición.
¿Lo veía bien?
¿Lo sentía claramente?
¿Era Marianne a quien percibía y sentía?
Entonces oí que mi maestro me dijo:

—Es ella, es Marianne.
Dios mío, qué poderosa es esta imagen.
¡Verla a ella en otro cuerpo!
Pero sentí cómo me entraba toda su personalidad.
Era milagroso.
Así la había sentido en mi calabozo.
Sí, era ella.
Mi sentimiento no me engañaba.
Daría mi vida por esto.
Me brotaban lágrimas, pero me dominé.
Mi amor por ella era profundo, porque ahora mi sentimiento era consciente.
Amar conscientemente, oh, qué tesoro más grande, qué felicidad.
En esta vida era una personalidad completamente diferente, y sin embargo en algo notaba yo que era ella.
Su amor, ese sentimiento no podía negarse, por eso la conocí.
¡Qué hermosa era su silueta!
La seguí al interior.
La esperaban algunos sirvientes.
Entonces entró a una amplia pieza donde la recibió otro ser.
Sentí que me iba hundiendo más y entendí ese sentimiento, porque el maestro iba a conectarme aún más profundamente.
Reconocí de inmediato el ser que la esperaba.
Era Roni, mi amigo.
¡Qué problema!
Lo vi rodeado de muchas propiedades.
Entonces sentí la conexión con ella y con él, y entendí que yo estaba entre ambos.
Pero ¿cómo era posible?
Volví a sondar y sentí la pureza de mi percepción.
Los oí hablar.
‘Él siente y sabe que está siendo engañado’, pensé.
Entonces vi un acontecimiento del pasado.
Era asombroso.
Después se difuminó la imagen y oí decir al maestro:

—Él estaba casado con ella y usted era amante de ella.
Venga, sígame.
Regresamos a las orillas del Nilo.
Fue desvaneciéndose lo que pertenecía a la tierra.
Fui descendiendo hasta sentir que se me conectaba con mi propia vida.
Vi ante mí dos seres, dos amantes, y los reconocí al instante.
Éramos Marianne y yo.
Yo estaba delgado y hermoso, ella como una tigresa, inescrutable.
Ambos éramos falsos y viles.
Aquí veía yo verdad y se me aclaraban problemas imponentes.
Seguí a los dos y sentía mi propio estado interior, pero también el de Marianne.
En nada teníamos posesión alguna.
Éramos espiritualmente pobres, aunque amáramos, profundamente, pero ese amor era pasión, nada más que pasión.
No era honesta, ni yo tampoco.

—Ambos eran frívolos. —Oí decir al maestro, y acepté.
Aquí sentía y veía yo que él decía la verdad.
Esto no era amar, sino egoísmo basto.
El ciclo del alma, 1938
En su última vida en la tierra, Marianne está nuevamente casada con Roni.
En este matrimonio vive en desgracia, porque Roni sigue viviendo con la sensación que ella le ha causado en una vida anterior al engañarlo.
Ahora ella impulsa a su alma para enmendarlo, para dar a Roni el amor del que en su momento le privó.
Lantos ayuda a Marianne como su ángel guardián.
En ocasiones, deja que se desdoble corporalmente para que pueda darle fuerzas para aguantar en este difícil matrimonio:
Seguí mirando y depositaba en ella mi amor y plena fuerza cuando estaba dormida.
Entonces éramos uno y la liberaba en el sueño y nos dirigíamos a las esferas.
Allí dábamos largos paseos, volvíamos por las mañanas.
Entonces podía volver a procesar su dolor y tenía la fuerza para hacerlo.
Aun así, no se me concedía liberarla de Roni.
Tiene que vivir esto, terminar esta vida de un modo que no significaba otra cosa que pena, dolor y miseria.
Su felicidad, sus pensamientos sobre lo que podría ser su matrimonio estaban profundamente en ella, muy profundamente.
La dejé vivir como “debería” vivir, pero la protegía en todo.
De tiempo en tiempo me iba, pero siempre volvía con ella.
En ella había un deseo y ese deseo le había entrado cuando nos habían separado por la fuerza en mi calabozo.
En esta vida no podría ni haría otra cosa que desear.
En esa cosa precisa, poseer un amor inmaculado, se centraba su deseo.
Pero solo de este lado le espera felicidad espiritual.
Aquí, en mi vida, seremos uno y continuaremos para asimilar el amor eterno.
El ciclo del alma, 1938

Los escritos permanecen

En su libro ‘Dones espirituales’, Lantos da un ejemplo de un autor de novelas de pasión.
Después de su muerte, el autor quiso liberarse de este pasado, pero es imposible mientras que haya gente en la tierra que lea sus libros:
Pero ¿puedes aceptar que lo que hemos despertado de golpe como seres humanos continúa hasta que nosotros mismos hayamos alcanzado ese sosiego?
Lo que significa: ay del que haga algo malo y que otros adoptan ese mismo mal.
Ese ser humano no se podrá deshacer nunca de esas otras almas, porque esas otras personas lo mantienen con vida, aunque el primero haya empezado a buscar el bien.
Una y otra vez, esas almas los patean hasta meterlos a la miseria.
Un escritor de libros malos regalaba sus productos a la humanidad, no tenía conciencia de lo que hacía.
Los libros eran devorados.
Desde hacía mucho, el hombre ya había olvidado sus productos, había querido olvidarlos, pero no lo lograba.
Ahora la gente lo detenía en su desarrollo.
El dolor y la miseria que sentía en nuestra vida, descritos en sus libros por las pasiones, lo convertían en un fantasma astral.
Podría maldecir a las personas que todavía seguían leyendo sus libros.
Eso no le servía de nada, se mantenía en su propia miseria creada.
Hasta que no destrozaron los libros de tanto leerlos no pudo empezar con la vida elevada, pero ahora no debía haber ningún escritor a quien le pareciera hermosa su lectura o estaba de nuevo atado a sus propias ideas, que lo torturaban de manera astral.
¿Ves? Eso es crear, vivir la pena y el dolor por medio de voluntad propia, pero después de otros.
Despertó el alma humana de una sacudida y esa vida lo llevó cargando a su infierno.
De esto no pudo liberarse, el último pensamiento lo devolvió allí de una patada.
Aun así desde hace tiempo quería empezar una vida elevada.
Nosotros como seres humanos tenemos que saber lo que hacemos.
Si buscamos lo más bajo y otros lo adoptan de nosotros, entonces esos otros nos tienen esposados a nuestra propia sintonización vital.
Estas son las leyes astrales que no fueron creadas por Dios, ¡sino por nosotros mismos!
En nuestra vida nos imponen el alto espiritual.
Dones espirituales, 1943

Consecuencias luminosas

El robo y el engaño son comportamientos que parten de la personalidad, y que originan “causa y efecto”.
El karma, en cambio, tiene que ver con la vida misma, porque el asesinato quita tiempo de vida corporal a un alma:
¿Sienten ahora la poderosa diferencia entre aquello que pertenece a la personalidad: causa y efecto..., pero una ley del karma penetra directamente hasta la vida, por la que los seres humanos hemos recibido la vida.
Y esa es la ley divina que rompemos por el asesinato.
Preguntas y respuestas 2, 1951
En primer lugar, nuestro karma determina el final del ciclo de nuestras vidas en la tierra.
Primero disolvemos todo el karma que hemos causado en vidas anteriores:
—El final del ciclo viene determinado por esto: en primer lugar, cuando hayan vivido la ley del karma.
Preguntas y respuestas 5, 1950
Después abordamos todo el “causa y efecto” hasta que el último gramo de miseria que hemos infligido a un alma se haya transformado en alegría y felicidad:
Y entonces estarán ante su causa y efecto, el odio, las mentiras y el engaño.
Miren, hasta el último segundo, el último gramo.
Cada ser humano al que ustedes...
Preguntas y respuestas 5, 1950
De esta manera, cada alma recupera la armonía con la vida de la que forma parte.
Después podemos seguir evolucionando en el más allá con luz y conciencia:
Pero ese ciclo, y la causa y el efecto para el ser humano, y lo que hacemos aquí mal, eso, algún día tendremos que enmendarlo —de eso ya he hablado—, para que el ser humano vuelva a recuperar la armonía para el mundo espiritual astral.
Y entonces seguirán y formarán parte de esa luz, de esa armonía.
Preguntas y respuestas 5, 1950