Alonso pregunta por qué -- Fuentes

Textos primarios de los libros de Jozef Rulof correspondientes al artículo ‘Alonso pregunta por qué’.
Según los libros de Jozef Rulof.
Estas fuentes presuponen la lectura previa del artículo ‘Alonso pregunta por qué’.

Alonso y la iglesia

Alonso vivió en el siglo XV en España:
Vivimos en el siglo quince.
El pedacito de tierra a donde te llevo ahora está junto al Mediterráneo, en Cataluña, cerca de Barcelona.
Te llevaré a un hermoso entorno, donde un día estuvo mi cuna.
Como vástago de un antiguo linaje de nobles, de riqueza venida a menos, seguíamos habitando, a pesar de todo, y como última reminiscencia de esos días de opulencia, un cómodo castillo, propiedad de mis padres, del que nunca lograban separarse.
Aquí habían vivido sus antepasados, aquí habían muerto; otros habían logrado hazañas en este lugar, y por todos esos recuerdos, también ellos quisieron vivir su final aquí.
Entre la vida y la muerte, 1940
Alonso quiere que sus animales le obedezcan:
Yo jugaba en el jardín con mis perros y otros animales que poseía.
Mi madre me llamó:

—¿Alonso, dónde estás?
Hice como que no la oí y seguí jugando.
Tenía cinco años y ahora era hijo único, mis hermanos ya habían muerto a temprana edad.
Me llamó de nuevo y me acerqué.
—¿Qué hacías, Alonso?
¿Por qué tardaste en venir?
—Estaba jugando con mis animales, Madre, pero no quieren obedecerme.
Me lanzó una mirada severa y preguntó:

—Alonso, ¿por qué quieres que te obedezcan?
Tienes que dejarlos en paz.
Ven, ven conmigo, tu padre quiere verte.
Entramos en la habitación de mi padre, que llevaba enfermo desde hacía tiempo.
Me dio un fuerte abrazo: yo lo quería muchísimo, más aún que a mi madre.
Me comprendía en todo, mi madre y yo siempre discutíamos, por lo que me sentía atraído hacia mi padre.
—Alonso, ¿por qué no le cuentas a tu padre lo que estás haciendo?
A pesar de saberlo ya desde hacía tiempo, mi padre preguntó:

—¿Qué quieres de los animales, Alonso?
—No lo sé, pero tienen que obedecerme y jugar conmigo.
Entre la vida y la muerte, 1940
Su padre hizo la transición.
Su madre no quiere que juegue con animales, pero él hace caso omiso.
Ahora se centra en su predilección por los leones:
Después de preguntar y buscar mucho volví a tener dos leones jóvenes.
Pronto se acostumbraron a mí y fueron creciendo conmigo hasta convertirse en dos magníficos animales.
Entre la vida y la muerte, 1940
Ya de adulto tiene suficiente concentración:
Recuperé mi predilección por los animales y volví a imponerles mi voluntad.
Conseguí someterlos a mi voluntad mediante la concentración y entonces podía hacer con ellos lo que quisiera.
Entre la vida y la muerte, 1940
Sus sentimientos por la vida invisible despertaron después:
En esos años fueron adquiriendo conciencia en mí otros deseos: por la vida invisible.
Se me iban imponiendo todos esos asombrosos problemas como “la muerte y nacer”, y quería conocerlos.
Entre la vida y la muerte, 1940
Su madre, en cambio, consideraba que no había que apartarse de la fe eclesiástica:
Estos nuevos sentimientos y deseos fueron intensificándose, y según me iba haciendo mayor, ya no deseaba más que una sola cosa: que se me concediera saber más de eso.
Con mi madre apenas podía hablarlo, y cuando lo hacíamos, no nos comprendíamos.
Según ella, todos esos problemas no se debían conocer, solo había que aceptar lo que se nos había enseñado.
Para ella esto era la fe, pero tampoco más, y con eso bastaba.
Entre la vida y la muerte, 1940
Alonso tenía la sensación de que no obtenía respuestas suficientes de los clérigos a los que se dirigía su madre:
—¿Es culpa mía, Madre, que sea así?
¿Acaso no recibió usted lo que vive en su interior?
Tiene que aceptarme como soy, llegamos a la tierra y no sabemos de dónde, pero a fin de cuentas es así, y no de otra forma, como me hizo Dios.
—¡Alonso!
—No digo nada especial, Madre: somos como somos y no podemos cambiar nada en eso, siempre que comprendamos que es bueno como somos.
El “porqué y para qué” es algo que de todas formas no llegaremos a saber, y los clérigos tampoco lo saben.
—¡Alonso! ¿Cómo te atreves?
Entre la vida y la muerte, 1940
Así es como fue creciendo la brecha entre el hijo y la madre:
No nos comprendíamos.
A medida que me iba haciendo mayor, más grande se hacía el abismo entre nosotros.
Su fe no me decía nada, lo que la molestaba mucho.
Pero no podía hacer nada por cambiarlo, por mucho que me lo propusiera.
Entre la vida y la muerte, 1940
Para su madre él es un pagano, con todas esas búsquedas diabólicas suyas:
—No es un amigo para ti, no me acompañas ya a misa, ya ni siquiera tienes una fe, y eso es por esa diabólica búsqueda tuya.
Me causa muchísima pena.
—¿Qué es lo que tendría que hacer entonces, Madre?
A mí no me consigue satisfacer esa iglesia.
Siempre se oye lo mismo, hasta la saciedad, es sempiternamente lo mismo.
—Eres un pagano, pero velaré por tu fe.
—Mejor un buen pagano que un mal cristiano.
—¡Alonso!
—Si yo fuera usted, Madre, no haría nada.
Lo único que hace es complicar las cosas, para mí y para usted.
De todas formas seguiré, no dejaré de buscar y buscar, nada me detendrá.
Se ha dicho: “Hay que examinarlo todo y retener lo bueno”.
Busco y seguiré buscando hasta mi fin en la tierra.
Lo que dice la iglesia carece de sentido para mí.
Tal vez no para usted y otros, pero sí para mí.
Entre la vida y la muerte, 1940
Su madre consultará a su sacerdote:
—No veo tu carácter en toda nuestra familia.
Tampoco conocemos tus inclinaciones de poeta.
Toda esa búsqueda es diabólica.
Pero consultaré a mi sacerdote.
—No lo haga, Madre, eso nos separará aún más el uno del otro, porque no hablo de mí mismo con esas personas.
No saben nada de eso y creen que estoy poseído por el diablo.
No quiero que me conviertan, no veo ningún problema.
Entre la vida y la muerte, 1940

¿Por qué y para qué?

Alonso empieza a hacerse más y más preguntas:
Oye, Joan, ¿por qué será que la gente es tan diferente?
¿Por qué creó Dios todos esos tipos de personas?
Ninguna es igual a la otra, nadie te comprende.
Entre la vida y la muerte, 1940
Comenta a sus amigos su búsqueda de la realidad y verdad:
Y sin embargo me pregunto: ¿por qué albergo esos deseos, Joan?
¿Por qué tanto buscar la realidad?
¿Por qué quiero que los animales me obedezcan?
¿Por qué quieres hacer poesía y cantar la vida en tus versos?
No hay otra opción, no sirves para nada más, tienes que hacer poemas, y lo harás.
Pero ¿por qué?
¿Tendría un significado, Joan?
¿Por qué quiere Carlos representar la vida y por qué cada uno tiene deseos diferentes?
En el fondo ni un solo hombre es sí mismo ni se conoce; todos somos un misterio.
Con que mi madre solo quisiera comprenderme yo estaría en paz conmigo mismo.
Si hago lo que quiere seré vivido, Joan, y eso no lo deseo.
No, amigo mío, seguiré, ineludiblemente, y más, porque he de saberlo, o no conseguiré serenarme nunca.
Entre la vida y la muerte, 1940
Ve el alma como una entidad:
¿Por qué soy como soy ahora?
¿Por Dios?
Ya sé lo que me vas a responder, Joan.
Claro, mis antepasados, pero eso tampoco ya no me dice nada.
El alma tiene que ser autónoma.
Cada una es ella misma, Joan.
¿Por qué quiere mi madre que viva como ella ve la vida?
Cree que su fe es la buena, la única buena, pero a mí no me dice nada.
Pero ¿por qué?
Dice que mi carácter no aparece por ninguna parte en toda nuestra familia.
Explícame este misterio, Joan.
¿No puedes?
No sabes, y sin embargo en eso reside esa autonomía.
Llevo dentro de mí los sentimientos de un gitano, no hay nada en mí que le pertenezca a ella.
¿Acaso no es esto un misterio?
Es incomprensible, y sin embargo todos nuestros sentimientos significan algo.
Es muy útil pensar mucho sobre esto, Joan, o uno no llegará allí nunca.
Merece la pena conocer todos esos misterios.
¿Hay algo más útil que se pueda hacer en la tierra?
La “propia” vida, Joan, es el gran misterio.
Que se le conceda a uno ver y sentir en ella es lo más necesario de todo, lo único natural.
Entonces uno conoce “el día y la noche” y los animales, todo, en una palabra.
Pero sobre todo a uno mismo.
Entonces desciendes en todos esos misterios, Joan, y comprendes lo que es morir.
¿Por qué no cantas todos esos misterios en tus versos?
Ahora están muertos en vida, solo entonces tus obras de arte vivirán, Joan.
Ay, amigo mío, no te sientas herido.
Lo digo de corazón.
No sientes el espacio, Joan, y nunca lo alcanzarás si no buscas, si no sientes de dónde has venido y a dónde vas.
—¿No lo sabes, Alonso?
Entre la vida y la muerte, 1940
Quiere saber si hay vida después de la muerte:
—Ya no lo creo, Joan.
No puedo aceptar que con esta insignificante vida todo haya terminado y estemos listos para recibir la eterna buenaventura.
Tal como se nos enseña, Joan, no es natural.
¿Cómo puede un Dios de Amor condenar a sus hijos?
¿A vivir eternamente condenado?
—No entres demasiado a fondo en esto, Alonso.
Este camino es peligroso, ya sabes lo poderosa que es la iglesia.
Entre la vida y la muerte, 1940
Pero una sola vida le parece demasiado breve para alcanzar la beatitud:
¿Tenemos que volver a Dios, Joan?
Pero ¿cómo?
¿Tenemos que alcanzar los cielos más elevados en una sola vida breve?
¿Crees en esos sinsentidos?
Mira la gente, Joan, mira cómo vive, cómo piensa y siente.
¿Podrá alcanzar toda esa gente los cielos más elevados?
Es imposible, Joan, pero ¿entonces qué?
Entre la vida y la muerte, 1940
Es imposible que el fuego consuma el alma:
No existe la condenación.
¿Arder eternamente?
Nada más que un horror para infundir miedo a la gente.
El alma es un ente autónomo, es lo esencial de todo nuestro ser, y sigue viviendo, no puede ser quemado.
Entre la vida y la muerte, 1940
A veces se ve a sí mismo en otros países:
Me tomarás por loco, pero he de conocerme a mí, a aquel que ahora habla.
En eso reside el secreto de todo y él es quien piensa y habla, el que se llama Alonso.
Pero esto muere, aunque “yo” seguiré viviendo eternamente.
Todavía no sé cómo será esa vida, pero también eso lo averiguaré.
A veces me veo en otros países, Carlos.
No sé cómo me entra eso, pero lo veo claramente.
—Estás perdiendo el norte, Alonso, así te vas a volver loco.
—Ya te lo advertí, Carlos, si piensas así eres antinatural.
Lo sé, y sin embargo siento en mí todos esos problemas, el poderoso misterio está en mí.
Sí, uno se puede reír, pero te aseguro que es así.
Claro que no puedo dar las pruebas correspondientes, solo siento, tampoco es más.
—Son tus propios deseos, Alonso.
—También es posible, Joan, pero ¿quién experimenta esos sentimientos?
—Tú, ¿quién si no?
—Pero ¿quién es ese “yo”, Joan?
Eres incapaz de responderme a eso.
—Eres tú, ¿quién iba a ser?
—¿Mi cerebro, Joan?
¿Y ese cerebro se descompondrá cuando yo tenga que morirme?
—Desde luego me parece que algo has avanzado, Alonso.
—No he avanzado, Carlos, sino que me he acercado a mí mismo.
Entre la vida y la muerte, 1940
Pero entonces le arrancan la libertad con mano dura.
Alonso se ve ante la Inquisición por su madre y el sacerdote de ella:
El rey dio orden de designar inquisidores y me convertí en víctima de la Inquisición.
Entre la vida y la muerte, 1940
Lo encerraron a la espera de su sentencia:
De pronto estalló la persecución y fui uno de los primeros a quienes se encarceló.
De noche me levantaron de la cama.
Seríamos medio centenar de hombres y mujeres, encerrados en jaulas con rejas, porque todas las prisiones estaban llenas, y esperábamos nuestra sentencia.
Entre la vida y la muerte, 1940

Alonso encuentra su alma gemela

En la jaula se topa con una mujer sin miedo:
Había personas de todos los estratos sociales.
A mi lado había una mujer joven, que ni siquiera estaba triste.
Me pareció admirable y me sentí atraído por ella, porque los demás tenían la cabeza caída, estaban abismados en sus pensamientos.
Sus ojos irradiaban fuerza y personalidad, la conciencia y plena entrega, no había rastro de miedo en ella.
Todo su ser me irradiaba ternura y gran amor, causándome una sensación agradable.
Había tenido poco trato con mujeres, o ninguno, pero esta joven mujer poseía algo que me llegaba, aunque todavía me resultaba del todo incomprensible.
Sentía en ella algo de lo que había hablado mi maestro, y que tenía que ser, o significar, el sentimiento servicial.
En ella había lo que se me había concedido asimilar en ese breve lapso de tiempo y por lo que me había abandonado mi madre, y que significaba poner en juego la personalidad entera.
Entre la vida y la muerte, 1940
Alonso encuentra su amor:
Retomé la conversación con la joven y pregunté:

—¿No tiene miedo?
Y ¿cómo se llama?
—No tengo miedo y me llamo Carma.
¿Es noble?
Todo lo que veo en usted me hace pensarlo.
¿No tiene protección su linaje?
¿Cómo se llama usted?
—Alonso.
Le conté mi vida entera de manera sucinta, hasta el momento del encarcelamiento.
Después me contó todo de ella misma.
Había sido rica y había recibido una buena educación, pero más tarde, a los diecisiete años, su felicidad se había visto cruelmente trastornada y se malogró su joven vida.
Le respondí diciendo:

—No, Carma, no tengo miedo y mi linaje no me dice nada.
No temo la muerte.
Cuanto más se me acerca, más tranquilo me quedo, y me llega y entra un gran silencio, que lo abarca todo.
—Acércate un poco, Alonso, aquí, a este rincón, tengo que decirte algo.
Hice lo que me pidió y me estampó un beso en los labios, mirándome como una niña pequeña ingenua, y se quedó esperando a lo que fuera a decir.
—¿Sabía, Carma, que este es mi primer beso?
—Precisamente por eso, amado amigo: es usted como un niño y quiero mucho a los niños.
¿Quiere aceptarlo?
—Incluso le estoy muy agradecido, Carma.
Me fue subiendo del interior un sentimiento de calor y comprensión.
De pronto supe que la amaba mucho y que, si estuviera en libertad, me casaría enseguida con ella.
En ella estaba ese calor antinatural que no se comprendía en la tierra.
Le hablé confesándole mi amor.
—¿Puede usted, niño grande, ponerse a amarme así, sin más?
¿En esta situación?
Luego ya no estaremos aquí, Alonso, y quizá usted continúe solo, o yo, y nos perdonen y todo se olvide otra vez.
—¿Cómo puede decir palabras tan duras?
¿Tan débil es mi palabra?
¿Irradio mentiras y engaños?
—Si su madre lo supiera, ella lo liberaría, Alonso.
Yo no soy más que una mujer que no cuidaba de su niño ni se confesaba, como decía la gente, y por eso he de morir.
Saben que daba hierbas a los enfermos y también sé cuál es la correspondiente sentencia.
Soy una bruja, Alonso.
—¿Curó a gente, Carma?
¿Quién le dio esos conocimientos?
—Están en mí, Alonso.
Ya de niña veía en la naturaleza fuerzas para curar a los enfermos.
Busqué, encontré y curé a los enfermos.
Es algo muy inocente, pero ellos me ven como una bruja.
Ahora ya te matan, Alonso, solo por mirar al cielo.
Por eso me quemarán viva.
De todas formas, ¿tiene alguna culpa mi pobre cuerpo de lo que hizo mi alma, de lo que hice yo misma?
—¿Ya está preparada?
¿Se conoce usted misma, Carma?
Habla usted del alma y el cuerpo, pero eso solo lo saben unos pocos en la tierra.
—Está en mí, Alonso, o sea, de niña eso lo recibí de Dios, es algo que no se puede aprender, tenemos que experimentarlo los seres humanos.
—Es milagroso, Carma.
—Tú vivirás, Alonso, pero yo moriré por esto, aunque lo haré encantada.
—Es usted una niña feliz, Carma.
—Lo soy, Alonso, nunca antes lo había sido.
Oh, Alonso, ven, bésame, apriétame contra tu corazón.
Siento mucho vértigo, Alonso, me ha entrado el amor, nada más que amor.
Entre la vida y la muerte, 1940
Poco después ambos son conducidos a la hoguera.
Allí es donde despiertan sus vidas del templo:
Sentíamos cómo se nos iban las fuerzas.
Después volvió la imagen y adquirí conciencia de otra vida.
Era como si se levantara un velo y yo pudiera percibir.
Carma también empezó a ver y me siguió.
Éramos profundamente uno y seguimos siéndolo.
Vi un precioso paisaje, por donde íbamos paseando.
Y con nosotros, más personas.
Esa era la “pradera”, y éramos muy felices.
—Nos veo a los dos, Carma.
—Yo también te veo, mi querido Alonso.
Te conozco.
Te llamo por el nombre que llevabas entonces.
Oh, mi Venry, mi querido Venry, Alonso y Venry son uno.
¿Lo oyes, Alonso?
Eres mi Venry, mi Venry, mi maestro (—dijo).
Las fuerzas fueron disminuyendo cada vez más, y a más horrible que se hacía, más nítido veíamos.
Vi mi alma, nos vi a los dos y dije en voz alta a Carma:

—Mi alma, mi Lyra, alma de mi alma, somos uno.
Entre la vida y la muerte, 1940
Ya durante el proceso en el que ellos mismos morían vieron disolverse otras almas hacia el mundo de lo inconsciente:
Entonces miramos a quienes habían muerto junto a nosotros.
Algunos estaban siendo recogidos por sus seres queridos, otros se disolvían ante nuestros ojos: comprendimos a dónde iban.
Estos recibirían un nuevo organismo.
Fuimos elevándonos cada vez más y entonces estuvimos planeando por encima de la hoguera.
Poco a poco fuimos dejando atrás la tierra.
Entre la vida y la muerte, 1940
Los espera un maestro de la luz que ya los lleva siguiendo desde hace tiempo:
De pronto vimos una poderosa luz que se nos acercaba.
—¿Ves esa luz, Lyra?
—Sí, Venry, se nos está acercando.
Cuanto más cerca, más poderosa se hace.
—Es un ángel, Lyra.
Pero un ángel como un hombre, como nosotros.
Ya veo una figura.
Dios mío, Lyra, ¿quién es?
¿Puedes sentirlo?
—Me está entrando serenidad, Venry, luz y calor.
—Cielos, ¿quién es usted?
¿Quién es usted? —exclamamos a la vez.
Apreté a Lyra contra mi corazón y nos quedamos esperando.
Después oímos que se dijo:

—¿Alonso?
¿Mi querido Alonso?
Mis hijos, mi Venry, mi Lyra.
Nos arrodillamos e inclinamos la cabeza, pero oímos que se nos dijo:

—Venry, mi querido Venry, Lyra, mi amada Lyra.
Vengo a recogerlos y les doy la eterna bienvenida en la casa de mi Padre.
Hijos de Isis, mírenme.
¿Son conscientes?
¿Despertó Isis en ustedes?
—Sí, maestro, todo es consciente en nosotros.
—Acérquense a mi corazón, hijos míos.
Mi querido Venry, mi querida Lyra.
Dejen que mis lágrimas de felicidad hagan olvidar sus dolores y pena.
¿Saben que esto era necesario?
—Sí, maestro, y sentimos una muy profunda gratitud hacia Dios.
¿Se nos concede saber quién es usted?
—Soy tu padre, tu padre que te quiere, querido Venry, uno de tus numerosos padres.
Pero nuestro vínculo tiene un significado.
Dios quiso que completáramos una tarea determinada.
No estaba permitido que lo supieras en Isis, porque entonces los maestros habrían podido seguirte.
En esa vida no se me concedía despertar este pasado en ti.
Hace muchos siglos éramos uno, querido Venry, juntos sufrimos mucho y eso nos juntó.
Los Dioses han querido que me siguieras, y ahora ese trabajo está hecho.
Todo lo demás lo sabes.
Lyra es tu alma gemela.
Continuarán juntos, para la eternidad.
Entre la vida y la muerte, 1940
Se traerá a la tierra la sabiduría recibida en el Templo de Isis:
Vamos, síganme, queridos hijos.
Tengo que mostrar algo.
Fuimos planeando hasta Egipto y vimos que había nacido un nuevo Templo de Isis.
En el Templo reinaba el amor.
—Lo que percibes, querido Venry, ya es parte del pasado.
Ese Templo también fue destruido.
Ahora te conectaré con este tiempo y entonces podrás percibirlo todo.
—¿Cómo se hace eso, Padre?
—Siento, querido Venry, lo que sientes tú, también lo que le pasa a Lyra.
¿Creían, querido Venry y querida Lyra, que lo que haya nacido en amor puede ser destruido?
—Pero ¿dónde está nuestra sabiduría, Padre?
—¿Te olvidaste de Dectar?
—Dios santo, Padre: ¿dónde está Dectar?
—Dectar volvió a nacer, querido Venry, y llevará los tesoros del Templo de Isis a la tierra.
Sé, querido Venry y querida Lyra, que así sucederá.
Pero de eso luego más, cuando estén conmigo.
Ahora voy a mi esfera, hijos, allí volveremos a vernos.
Venry ya vive de nuevo en todos sus dones y fuerzas, y convencerá a un solo ser humano del Dios verdadero.
En un tiempo vendrán a mí, somos hermanos y hermanas.
Ahora todo ya pasó, todo ha sido enmendado y todos le estamos muy agradecidos a Dios.
Vamos, hijos, nos vamos a la “pradera”, allí hay otros esperando.
Aquí ya iré por mi propio camino.
Volveremos a vernos, hijos, saben dónde vivo y los recibiré en amor, y conmigo miles más.
Adiós, Venry, adiós querida Lyra.
Entre la vida y la muerte, 1940
Lyra vuelve a ver en las esferas de luz a su criatura fallecida.
Volvimos a la “pradera”.
Alonso padre me esperaba, y junto a él estaba mi hermano Geraldo, junto a otras muchas, muchísimas personas.
Ya las quería a todas y eran uno con nosotros.
Entonces se nos acercó un ángel y junto a esta aparición vimos a un pequeño niño de las esferas.
Lyra apretaba a su propio hijo contra su corazón.

—¡Oh Dios —exclamó—, qué grande es Su amor!

Puso su niño en mis brazos y dijo:

—Nuestro hijo, querido Venry, es nuestro hijo de las esferas.
Entonces vinieron a recoger al niño y se lo llevaron a su propio cielo.
Ambos nos arrodillamos en la “pradera” y dimos gracias a Dios por todo.
—Qué grande es ahora nuestra felicidad, querida Lyra.
Eres mi Lyra y mi Carma, quiero a las dos.
Sigues siendo para mí la valiente Carma, mi Carma llena de amor, pero Lyra y Carma son una y lo seguirán siendo para la eternidad.
Entre la vida y la muerte, 1940
Venry y Lyra pueden acceder ahora a la tercera esfera de luz y vuelven a ver a muchos seres queridos, como la madre de Venry y su alma gemela Ardaty del Templo de Isis:
—Ven, mi alma, querida Lyra, ¿nos vamos a descansar un poco?
¿Iremos a visitar ahora nuestra morada espiritual y celestial?
¿Queremos ver cómo es nuestro Templo?
Tomados de las manos fuimos planeando hacia nuestro eterno descanso, a nuestra morada espiritual, construida por nosotros dos.
De camino hacia allá nos esperaba otra felicidad.
—Madre, mi querido y buen Ardaty.
Pero ¿cómo se lo podemos agradecer a Dios?
Juntos seguimos adelante y de este lado entramos a la tercera esfera: un cielo de una belleza sin precedentes.
Encontramos nuestra morada espiritual, que ya estaba lista.
Nuestra casa estaba decorada con flores, los pájaros vinieron volando hacia nosotros mientras cantaban su canción de bienvenida.
Fuimos “adentro” y comprendimos, sentimos, estábamos agradecidos, muy, muy agradecidos.
Entre la vida y la muerte, 1940