Hacia las esferas de luz; arte espiritual, esfera animal; primera, segunda y tercera esfera; mentalidades cósmicas

—Mira, André, nos esperan las esferas de luz; ha concluido tu segundo viaje a las regiones oscuras.
Permanecimos allí abajo durante suficiente tiempo.
Seguramente, no hace falta que te aclare qué clase de seres viven allí.
Mientras que se manifestaban los maestros, me conecté con ellos para enterarme quién fue y cuántos años tiene ya.
También en la tierra vivía en un estado parecido, pero regresé miles de años.
Su poder es grande, y la profundidad a la que se ha hundido, profunda.
También te habrá quedado claro por qué me mostré ante ti en otra sintonización antes de que pudiéramos descender.
Ahora ya puedes respirar, lo que tanto anhelaste.
Qué bueno era Alcar, qué grande era su fuerza psíquica, para poder mostrarle todo esto.
Aun así era la verdad: estaba feliz de que hubieran dejado las esferas oscuras.
Le entró nueva vida; vio cómo la tierra debajo de él iba cambiando y el cielo iba haciéndose más luminoso.
Todo lo que ya había vivido en este viaje, y ¿qué más?
La sabiduría lo era todo, por más horrible que fuera todo allí abajo.
Sin embargo, prefería estar con los que vivían en las esferas elevadas.
Allí, todo era celestial.
Qué animal era la sintonización de los que estaban allí abajo.
Ya no quería pensar en ese olor.
Lo que llevara interiormente un ser elevado se sentía y veía a su alrededor, y también dispersaba un olor desconocido.
Pero ¡qué terrible era allí, donde vivían los maestros!
Los seres animales despedían ese olor; era su posesión, su sintonización.
Cuanto más elevada la sintonización del ser humano, más bello se hacía lo que había en él y lo rodeaba.
Ya todo le quedaba claro a André.
Y ahora iba hacia la luz; le esperaba el calor.
Pensaba en su hijita que había hecho la transición.
¿Sería posible que la pudiera visitar en este viaje?
¿Iría allí Alcar?
Oh, si tan solo fuera cierto, pero no se atrevía a preguntárselo a su líder espiritual.
Cuando visitó las esferas durante su viaje anterior, no podía sospechar que ahora viviría allí una hija suya.
Era la esfera de los niños que se le había concedido visitar con Alcar.
Ahora estaba en esta vida, donde también ella estaba.
Era bella la esfera de los niños, así como todo lo que se le había concedido observar.
No se atrevía a pensarlo, sería demasiado para él.
Hacía un año ya.
Había llegado al mundo muerta, lo que él había percibido desde siete meses antes.
Había librado una terrible lucha interior, porque no había querido aceptarlo, pero aun así había tenido que rendirse.
Todo había ocurrido como Alcar se lo había hecho sentir.
Ay, si tan solo pudiera visitar a su hija.
Sería glorioso que cuando volviera a la tierra de este desdoblamiento del cuerpo pudiera darle el mensaje a su esposa querida de que se le hubiera concedido ver a su hija y hablar con ella.
Aun así ya la había visto, solo cuatro meses después de que hiciera la transición.
Pero no se le había concedido acercarse mucho a ella; la pudo observar desde una gran distancia.
No podía interferir en su tranquilidad espiritual.
Pero había sido impresionante lo que se le había concedido ver.
Había allí cientos de niños pequeños, ángeles todos ellos.
Los envolvía una emanación azul y había podido discernir claramente los cuerpecitos espirituales.
Los pequeños vivían en un gran edificio construido con mármol níveo y los cuidaban espíritus del amor, ángeles que sentían el amor maternal, inmaculado y puro.
Alcar le había enseñado su hija, pero él también había sentido ya desde alguna distancia que era ella; un lazo de amor lo atraía hacia ella.
Aun así tuvo que detenerse a diez metros de distancia de ella; no le era concedido acercarse más.
Pero qué feliz había sido al ver que su hija vivía y crecía.
Tampoco pudo permanecer durante mucho tiempo en la esfera de los niños; pronto habían vuelto a la tierra.
Se acordaba del momento de la separación, cuando la había llevado a su última morada.
La diferencia entre la separación allí y en las esferas era inmensurablemente grande.
En la tierra le había sido más fácil que cuando se le concedió por primera vez volver a verla.
Junto a su hija en el velatorio había otro pequeño ser inmaculado, que había vivido durante cuatro días y también había hecho la transición ese día.
Ese pequeño sería en las esferas su compañerito de juegos y seguiría siéndolo.
Esa mañana había sentido un contacto íntimo entre ambos niños de las esferas.
Los padres del pequeño estaban destrozados; él no había sentido algo así, pues sabía que llegaría el día en que volvería a ver a su hija.
Cuánto le habría gustado contarles a los padres de ese angelito de su saber, pero le eran inalcanzables.
Él y también su esposa querida se entregaban, pero ellos querían la posesión de su hijo, no podían renunciar a ella.
Y aun así su hijo vivía y crecía, como su hija.
Alcar no le dijo nada; tal vez tenía un plan claramente perfilado y no era posible que viera a su hija.
Debajo suyo veía un país primitivo; las casas que se habían construido aquí eran como las barracas en la tierra.
Estaban dispersas por todas partes y en ellas vivían personas que habían llegado allí desde las esferas oscuras.
Sabía todo esto por su viaje anterior; Alcar se lo había aclarado.
Allí recibían sus primeras enseñanzas espirituales; se les enseñaba cómo dar amor.
Desde allí empezaba su viaje hacia las esferas de luz, que eran difícilmente accesibles.
Para eso hacía falta lucha y sacrificio.
Pero estaban dispuestas a empezar otra vida.
Allí también había mujeres y hombres, aunque todavía no había calor en ellos ni en la naturaleza; todavía estaban muy alejados de poseer esa luz sagrada.
Muchos de ellos recaían en su estado anterior y tendrían que volver a empezar.
Avanzaban cada vez más, hacia la primera esfera existencial en el espíritu.
Conforme avanzaban también cambiaban las esferas, la naturaleza y todo lo que vivía allí.
El ser humano se elevaba evolucionando lentamente, hasta alcanzar las esferas más elevadas.
¡Qué sencillo era todo, qué justo era Dios!
En la tierra no se conocía un Dios de justicia; aquí lo veía, sentía y sabía cada ser.
Aquí solo se conocía un Dios de amor; se sabía que se asciende cada vez más rezando y trabajando.
Todo esto lo podía alcanzar el ser humano con que quisiera darse para otros, con que quisiera amar todo lo que lleva la vida de Dios.
La naturaleza se iba haciendo cada vez más bella, las personas más jóvenes, gracias a que sentían un amor más elevado e incluso lo llevaban interiormente.
Esta vida era eterna.
Debajo de él estaba la esfera de conexión en la que se le había concedido la vez pasada dirigirse a los muertos en vida.
El momento en que se habían disuelto ante sus ojos había sido glorioso.
Había sido milagroso para él, pero todo era muy sencillo cuando se conocían esas fuerzas y se llevaban interiormente.
Pronto estarían en la primera esfera, pero Alcar seguía sin decir nada; su líder espiritual estaba inmerso en profundas reflexiones.
Ya se traslucían los primeros destellos de luz; detrás estaba la primera esfera.
Alcar lo miró y dijo:

—Ahora te mostraré el arte espiritual del que te hablé en la tierra.
Pero solo en la quinta esfera verás la gran diferencia con lo que dejamos atrás en la tierra.
Primero estaremos allí y en mi sintonización verás maestros espirituales, te será concedido admirar su arte.
—Los que llegan aquí desde la tierra pueden proseguir con su arte, ¿no es así, Alcar?
—Claro que sí, pero es mejor que esperen a que hayan llegado a la cuarta esfera, porque de lo contrario se detiene su desarrollo espiritual.
—¿Qué quiere decir con eso?
—Quiero decir que aguzan su sensibilidad por el arte, pero esto sigue sin ser una posesión en el espíritu, y no podrán entrar a una esfera más elevada aunque pinten durante mil años.
Poseer una elevada sensibilidad por el arte no es aún una posesión espiritual.
Por eso también carece de sentido su arte, porque no pueden entrar a la primera esfera feliz (la cuarta esfera de luz) desde la tierra; habría sido mejor que primero asimilaran esas fuerzas.
Cuando estemos allí te lo aclararé todo.
—¿Ha llegado el arte en la tierra a su punto culminante?
—Sí, esos artistas, esa generación vivió.
El ser humano crea de acuerdo a como se siente.
Y cuando sabemos que el ser humano en la tierra siente materialmente, que vive en esa sintonización, sabemos que no creará arte espiritual que tenga sintonización con la tercera esfera.
El arte de la tierra ha llegado espiritualmente a la segunda esfera como sintonización.
Si en la tierra naciera arte que alcanzara la tercera esfera como sintonización, ya no se entendería allí.
Sabes que la primera esfera es el mismo estado que la vida en la tierra.
Así que lo que está por encima del desarrollo humano no se intuye en la tierra, no se encuentran palabras para eso.
De modo que si descendiera un ser desde la cuarta o quinta esfera, sería un genio sobrehumano, algo que otros no podrían alcanzar en mil años.
Pero nosotros también sabemos que no ocurrirá, por la sencilla razón de que el ser humano solo recibirá aquel alimento que pueda intuir, entender y procesar.
Vuelve a la tierra, mira la técnica, el ser humano no entiende lo que se le da.
Tiene un atraso de muchos años; es esclavo de la máquina, lo que, no obstante, no es la intención ni la fue nunca.
Así le iría al arte; fue destruido por la “capacidad” de ellos.
Todo lo que se da en la tierra, ya te lo dije, es una ley cósmica; son leyes, sintonizaciones humanas, esa vida en la tierra.
Pero quien haya alcanzado el grado más elevado para la tierra todavía no es un ser feliz, precisamente porque muchos perecen debido a su arte.
En la tierra te mostré mi arte; allí se me llama maestro, pero cuando entré a esta vida, vivía por debajo de la primera esfera espiritual, donde no viven maestros espirituales ni se los conoce.
Y es que todo es terrenal cuando se mira por sus ojos, y no se puede comparar con la vida de este lado.
Por eso, todo lo que se creará en la tierra se encuentra por debajo de esta sintonización espiritual.
Por eso nuestra vida es más rica, más bella y según vayamos subiendo, todo el arte cambiará, incluso toda la vida.
Mira, hijo mío, entramos a la primera esfera.
André vio personas, casas y edificios; muchas viviendas eran la sintonización interior del ser y habían sido construidas según su fuerza del amor.
También aquí ya había estado, pero ahora conocería arte.
La primera esfera era como la tierra.
Luego vio otros edificios más que habían sido construidos con otra arquitectura, de los que algunos eran muy bellos y tenían otro significado.
En la montaña y junto al agua, en todas partes estaban las moradas espirituales, construidas según sentimientos, gustos y fuerza.
Todo era sustancia espiritual y era verdadero y natural.
—¿Qué significa ese gran edificio allí, Alcar?
Es llamativamente más bello que los demás.
—Los arquitectos que lo construyeron viven en una esfera más elevada.
Así que se ha llevado a cabo según sus fuerzas y sentimientos interiores.
Es para incitar a los que viven aquí a que alcancen ese arte.
Al ver una sintonización más elevada se esforzarán y la asimilarán.
¿Te quedó claro?
—Sí, Alcar.
—Como sabes, una morada espiritual es el estado interior del ser.
Todos los que construyeron esto tienen una sintonización más elevada; por eso sienten un arte más elevado, una arquitectura más bella.
Y por lo tanto ellos también son los que conservan todos esos edificios.
Esto es así para todas las esferas.
En esta esfera encontramos arte con una segunda sintonización, y conforme vayamos ascendiendo se podrá encontrar arte más elevado.
En mi esfera conocemos arte de la sexta esfera que, como aquí, se mantiene por seres más elevados, porque ambas esferas tienen conexión.
Es como el reflejo de una luz más elevada, que, como ya dije, nos incitará a alcanzar ese arte, ese amor.
Porque todo es amor, nada más que amor, porque el amor significa vida y sentimientos, y creará al ser humano según sus sentimientos (—dijo).
Junto a las laderas de una montaña, rodeados de mucho verdor y flores, André vio a muchos seres.
En su centro se había sentado un espíritu que les dirigía la palabra a todos.
Lo podía oír ya a gran distancia.
—¿Vamos allí, Alcar?
—Sí, escucharemos un momento lo que tiene que decir.
El que hablaba era un espíritu de mediana edad que llevaba una túnica espiritual.

—Hermanos —dijo—, hubo un tiempo en que vivíamos todos en la tierra sin saber nada de esta vida.
—André sintió que hablaba de la vida eterna—.
Ahora todo nos ha quedado claro.
Ya les dije que se odia a aquellos que tengan otra religión, pero aquí eso ya no es posible.
Aquí somos uno y solo conocemos a un Padre, un Padre de amor.
Por Cristo hemos conocido a nuestro Padre.
Y qué bello es amar, poder significar algo para los demás.
Pero ¿cómo podemos ayudarnos y ayudar a otros?
Desciendan, hermanos, desciendan a las regiones oscuras, allí donde viven sus hijos y sus hermanos y hermanas; ellos necesitan su ayuda.
Es el camino que recorrieron otros, que debemos recorrer nosotros.
Estuve abajo mucho tiempo, así que sé cuántos hay a los que les hace falta ayuda.
¿Por qué siguen esperando?
¿No oyen sus gritos?
Así ustedes se crearán un estado propio y al volver entrarán en otras esferas, pero más elevadas.
Quien no vive para los demás no evoluciona.
Tenemos que trabajar y rezar, allí reside nuestra fuerza y la de todos.
Quien espera no vive, son muertos en vida.
Les exclamo a todos ustedes: ayúdenlos, a sus hermanas y hermanos.
¿No sienten la necesidad de contarles a otros de la pervivencia eterna de ustedes?
¿Decirles que viven?
¿Que su madre o su padre y sus hijos están con ustedes?
El espíritu siguió hablando con fervor, pero André sintió que seguirían, después de lo que efectivamente se fueron alejando.
—Ves que también de este lado hay que incitar al ser humano a significar algo para otros.
En la segunda esfera ya no hace falta.
Conozco al que les hablaba y me da gusto volver a verlo en este camino.
Lo conocí en las esferas oscuras; era infeliz, profundamente infeliz, y me pidió que le diera una prueba de la vida elevada.
Solo entonces podría aceptarlo.
Me mostré ante él en un estado más elevado y ahora, después de cien años, me lo vuelvo a encontrar aquí para convencer a otros.
Oíste que les contaba de una vida que vivió hace mucho y claramente conoce todas las transiciones de los sentimientos en el espíritu.
Así algunos trabajan a través de otros, y él se desarrollará por ayudar a otros.
No podría haberte dado una imagen más clara.
Su camino es el nuestro, nuestro camino es el de aquel al que crucificaron en la tierra.
Es la sagrada voluntad de Dios que sigamos Su camino.
Pude convencer a este hombre por tan solo una prueba, por la que empezó a trabajar en sí mismo.
Únicamente con actos, solo con actos se construye una morada espiritual, piedra a piedra.
Todo irradiará cuando posean interiormente estas fuerzas que han adquirido por ayudar a otros.
Esta verdad reside en cada estado que te muestro.
Pronto él también ascenderá; ya recibió su vestidura espiritual.
En la segunda esfera le espera mucha felicidad y mucho amor.
Le exclamo al ser humano en la tierra: empieza ahora, no esperes hasta llegar aquí; lo que poseas en la tierra no tendrás que aprenderlo de este lado.
Cada uno se creará su tarea ya en la tierra, y también de este lado.
Quien no sienta su tarea no está vivo y primero tendrá que despertar.
Pero eso puede tardar mucho y por eso venimos a la tierra, para aclararles que deben recorrer nuestro camino.
André se asustó.
¿Lo veía bien?
Ciertamente, allí iba un ser humano y a su lado un perro; ¿cómo era posible?
Alcar lo miró, diciendo:

—¿Es tan extraño como para que te asustes?
—Allí va un perro, Alcar.

Pensó que su líder espiritual no lo había entendido.
—Lo observaste muy bien, André.
¿Por qué no podríamos tener con nosotros nuestros animales?
¿Acaso no son precisamente ellos nuestros mejores amigos?
También en la eternidad estamos juntos, si nosotros mismos lo queremos.
Ambos son uno solo, todo es vida y la vida inteligente puede conectarse con la demás vida.
—Entonces, ¿los animales viven en esta esfera, Alcar?
—No, viven en una sintonización que corresponde a su propio estado.
Tenemos aves y muchos otros animales, ¿por qué no entonces los que en la tierra compartieron nuestra pena y dolor durante mucho tiempo?
Yo también tenía un perrito en la tierra y de este lado muchas veces estoy con él.
El animalito hizo la transición y lo volví a ver aquí.
Cuando quiero verlo, lo llamo conmigo; te lo mostraré en seguida.
El animal de este lado siente al ser de sintonización más elevada, lo que ya te aclaré en nuestro primer viaje.
Ya no se puede idolatrar al animal.
Cada vida es diferente, así también la convivencia con nuestros animales.
—¿Viven todos en una sola esfera, Alcar?
—Sí, y está debajo de la primera sintonización cósmica.
—¡Qué milagroso es todo!
—¡Nada es milagroso, todo es realidad!
No hay milagros cuando conocemos las fuerzas que lo hacen posible.
En el espíritu, ¡todo es saber!
—¿Cómo llegan aquí los animales? ¿Hubo que ir por ellos?
—Tendrías que descender mucho, pero tampoco hace falta.
Donde sea que me encuentre, en la esfera que sea, pero siempre a partir de la primera esfera existencial en el espíritu, puedo conectarme con los animales.
Todo esto ocurre por concentración y voluntad.
—Entonces, ¿el animal está sometido a leyes, Alcar?
—El animal es igual de bueno que el ser humano, así que ambos lo están.
Aunque el animal no tenga conciencia de esas leyes, siente con más nitidez que muchas personas que poseen intelecto.
El animal posee una sola sintonización vital; de la tierra hace la transición a ella; tiene que atenerse a eso.
Ahora te mostraré que el amor también crea lazos de este lado, que nuestros animales terrenales están con nosotros cuando lo queremos.
Pero ya te lo dije: lo puede hacer solo el que viva en la primera esfera existencial.
O sea, que para eso hace falta posesión espiritual.

André vio que Alcar se concentraba.
Habían pasado unos segundos.
—Mira allí, André.
A una decena de metros de André se venía acercando un perrito de pelo largo, que ladrando y brincando venía al encuentro de su amo.
André no podía creer lo que veían sus ojos.
—¡Qué tierno es todo, Alcar!
Qué grande es el amor, qué poderoso es Dios para darle también esto al ser humano.
Muchos serán felices cuando les sea concedido saberlo en la tierra.
El animalito aullaba de felicidad.
—Mi tesoro—le dijo Alcar al animal, y este también saludó a André.
Se le llenaron los ojos de lágrimas al ver esta bella escena rebosante de amor.
Alcar vio sus lágrimas y dijo:

—Esto es amor puro e inmaculado, hijo mío; a mí también se me llenaron los ojos de lágrimas cuando se me concedió vivirlo, así que deja que fluyan sin reparos.
Lloré de felicidad, hijo mío, cuando se me concedió vivir esta grandeza.
Le agradecí a Dios desde lo más profundo de mi alma todo esto sagrado que se me concedió recibir.
Y siempre seguiré agradecido por ello.
Lo ves, André, no nos olvidan, aunque no lo vea en años.
No nos olvidan, su amor es eterno; siguen amando.
Conmovió mucho a André que le fuera concedido intuir y vivir el amor del animal y del ser humano.
—Ven, sigamos, el animal se quedará con nosotros durante algún tiempo, hasta que dejemos esta esfera.
Puedo llamar conmigo animales de varias maneras, cuando quiero conectarme en amor.
—Pero no animales salvajes, ¿o sí, Alcar?
Alcar rio de buena gana y André sintió que había hecho una pregunta extraña.
—No conocemos aquí animales salvajes, Alcar; no viven de este lado.
Pero no puedes saberlo; muchos hacen la misma pregunta que tú.
Te lo aclararé.
Cuando los animales dejan la tierra, es decir, que mueren allí, sin importar la raza a la que pertenezcan, entonces deponen la vida allí.
¿Lo puedes entender?
El ser humano entra aquí como siente en la tierra, pero los animales deponen la vida material y entran a su vida espiritual.
—¿Evolucionan los animales, Alcar?
—Claro que sí, pero permanecen en un estado, que es la sintonización animal.
Los animales deben seguir su ciclo y vuelven aquí.
—Me surgen mil preguntas, Alcar.
—Contestaremos a todas ellas más adelante, cuando visitemos también estos estados.
Por ahora, sin embargo, recorreremos otro camino, otro plan al que quiero atenerme.
A André todo le pareció milagroso, cuánta felicidad esperaba al ser humano cuando entrara a esta vida.
—¿Cómo vuelven los animales, Alcar?
¿Es posible?
—Pues claro, también te lo mostraré.
Mira y oye lo que te diré.
Pero todo es concentración y fuerte voluntad.
Aun así pronunciaré claramente mi voluntad, de modo que puedas seguirme en todo.
El animal me obedecerá porque me siente.
Alcar le habló a su compañero terrenal:

—Ven, animal querido, debemos separarnos, tienes que irte.
En ese momento, André sintió que al animal le gustaría quedarse.
A pesar de ello, el animalito se fue, y ahora vio que se hizo el milagro.
El animal se fue convirtiendo en una suerte de emanación; vio que se disolvía ante sus ojos.
Pero pronto volvió, por lo que entendió que su líder espiritual lo volvía a atraer hacia él.
¡Qué grandioso era todo!
Brincaba de alegría alrededor de ellos.
—Los que aman a los animales en la tierra serán felices de saber esto, Alcar.
—Puedes contárselo, hijo mío, como todo lo que ya se te ha concedido vivir y aún vivirás.
Cuando la gente quiera trabajar en ella misma, le esperará mucho de esta felicidad de este lado, pero si no lo quieren, entonces toda esta felicidad, esta gracia no puede ser para ellos.
Los animales que habían muerto en la tierra vivían en la vida después de la muerte terrenal como vivían y sentían en la tierra.
Aquí todo era uno y estaba reunido.
—Entraremos aquí.
André vio el edificio grande en el que habían trabajado los espíritus elevados.
Tenía mucha curiosidad por saber lo que viviría ahora.
Vivía cada vez más milagros en la vida después de la muerte.
Cruzó el umbral de un edificio espiritual y vio por todas partes seres, artistas espirituales ocupados en sus creaciones.
Sus sentimientos se traducían en arte.
Vio pintores en la vida después de la muerte.
¿Quién le creería?
Cuando entraron se les acercó un espíritu que le dirigió la palabra a Alcar.
—Alcar, Alcar, ¡Dios esté con usted!
—Hermano Ambrosius, vinimos a visitarlo.
El espíritu se acercó a André y lo saludó amablemente.
‘Nada más que amor’, pensó André.
Alcar conversaba con un espíritu y le dijo a André que lo avisara cuando siguieran.

—Registra bien todo, André, te ayudaré a hacerlo.
Alcar se fue con Ambrosius; se quedó solo.
Vio a seres que pintaban figuras, y a otros que pintaban la naturaleza.
Intentaba conectarse con ellos porque quería sentir lo que representaban sus obras espirituales.
Vio representaciones extrañas que no entendía.
Vio a jóvenes y ancianos.
El hombre era la fuerza creadora, lo sentía en todo.
No paraba de asombrarse.
Se hizo uno con una representación peculiar, casi incomprensible.
Era una obra extraña.
Sentía que el ser estaba pintando su propia vida.
Era la vida terrenal que había depuesto.
Dedujo de los colores que este ser humano había completado su vida en pena y dolor; en los colores residía toda su lucha.
También sentía las regiones oscuras en la escena, que tenía una estructura grandiosa.
El conjunto se había representado simbólicamente de la manera más espléndida, en hermosos matices, entre los que también había colores oscuros y otros de una viveza destellante.
El ser se sentía a sí mismo y su vida terminada en la tierra y en las esferas.
Con colores crudos y caprichosos se construía una representación que significaba un estado del alma.
El poeta podía cantar su propia vida y la de otros en versos; aquí se hacía con colores.
Todo estaba profundamente intuido, pero la pieza no irradiaba nada.
Al lado de este artista vio a otro que trabajaba en un lienzo grande.
‘Qué extraño’, pensó, ‘así no se pinta en la tierra’.
Aplicaba los colores en una vez en el lienzo y los esparcía.
Se aplicaban juntos cinco o seis colores diferentes y en una sola vez en el lienzo y de allí surgía un tono tan glorioso y bello como no se lograría en la tierra.
Vio pinceles y pequeños tampones, vio pequeños y grandes.
Con ellos se dividía la pintura, se aplicaban otros tonos para lograr el objetivo, los matices de colores.
Todo lo que vivía aquí era asombroso.
Y seguía en la primera esfera; ¡cómo no sería el arte en las regiones elevadas!
El rojo suave se fundía con el morado, los tonos más oscuros también confluían, se quería alcanzar la perfección por las diferentes gamas de colores.
Sin embargo, sentía que también se podría hacer en la tierra si tan solo se seguía esta técnica.
Otro ser pintaba una escena sumamente curiosa, que significaba odio.
Aquí se pintaban el amor y todas las pasiones humanas; todas las características humanas se representaban artísticamente.
Pero ¿sobre qué pintaban en realidad?
De repente oyó que le decían:

—Sobre tela, André, aunque de sustancia espiritual.
Ya sabes, aquí lo tenemos todo.
No olvides que este arte que se te muestra ahora encuentra sintonización con la tierra, porque la primera esfera, como sabes, es la primera esfera existencial en el espíritu.
André le agradeció en pensamientos a su líder espiritual, que le proporcionaba esos datos.
¡Alcar lo seguía en todo!
Otro ser más estaba trabajando en una pintura muy fantástica.
‘¿Qué significaría esto?’, pensó.
Una suave voz interior le dijo: “Eso, hijo mío, significa música.
Absórbelo bien; en las esferas elevadas verás las mismas representaciones, pero en lo perfectamente espiritual”.
André sondó la imagen, intentó conectarse con la pintura.
Quería saber lo que quería decir el pintor con su arte.
Entendía muy bien que, si se poseyera este arte en la tierra, los artistas serían objeto de burla.
Pero lo que veía aquí era elevado, tan intensamente bello que él, que lo sentía y entendía, podía interpretarlo por medio de música.
Esto era música representada en arte.
Sintió que le entraba un humor glorioso.
La pintura incidía en él; oía y veía la orquesta, sentía que todo lo atravesaba; su alma estaba abierta para procesarla.
A través del arte pictórico oía que se le arrancaban tonos nobles a un instrumento: entró en él de manera profundamente vibrante y anhelante.
Luego oyó que iba in crescendo una orquesta; era un acontecimiento espiritual.
El arte, qué poderoso puede ser el arte y qué glorioso para el espíritu que le sea concedido representar algo así.
¡Era magnífico!
Esto tenía que llevar al ser humano a una sintonización elevada si quería conectarse.
Veía lienzos pequeños y grandes.
Aquí se pintaba para orquestas y algunos instrumentos.
“En la tierra, en unos cientos de años, se hará la transición a esto”.
Nuevamente fue a Alcar a quien oía.
Pero sabía con toda seguridad que ahora no se entendería en la tierra.
Y cuando naciera allí, el ser humano pensaría que era su propia posesión, pero él lo habría recibido del espíritu.
Así pasaba con todo lo que su líder espiritual le había mostrado en este viaje del otro lado.
No veía mujeres aquí, lo que le pareció muy asombroso.
¿Por qué no había mujeres aquí?
En la tierra, la mujer pintaba tanto como lo hacía el hombre.
Finalmente le llegó: “Solo en las regiones elevadas, solo allí la mujer se capacitará en el arte.
Aquí, la mujer tiene otra tarea que en la tierra, otra que la que han llevado a cabo muchas en la tierra”.
André entendió.
Muchas mujeres en la tierra hacían trabajo de hombre.
Pero la creación en su sintonización espiritual no estaba calculada para eso.
En la tierra, habían olvidado su sintonización.
Ya no eran mujeres, y de este lado tenían que desacostumbrarse de esas características asimiladas que iban en contra de la naturaleza.
Había en la tierra mujeres que ni siquiera querían ser madres —lo más sagrado que se hubiera recibido de Dios.
¿Esas eran mujeres?
¿Se podría ser feliz con un ser así?
Todo era solamente terrenal, un ser así no podía poseer amor verdadero.
¿Sabía la mujer en la tierra lo que significaba en el cosmos?
¿Cuál era el propósito de su presencia allí?
Había muchas que sentían lo grande de su presencia y vivían de acuerdo a eso; otras necesitarían cientos de años para llegar a esta sintonización.
Vivían en un cuerpo, pero no tenían posesiones espirituales.
No usaban el don que Dios les había dado en la tierra.
Sentía en ese instante la esencia de toda la vida, lo que nadie más que su querido líder espiritual podía hacerle intuir.
El ser humano, como hombre, era la fuerza creadora.
La mujer no podía acercarse al hombre en arte.
Intuía todo esto.
A pesar de ello, ambos eran uno solo.
El arte del hombre estaba inspirado por el amor sagrado de ella; ella lo era, gracias a ella el hombre podía crear.
Cuando eran uno solo, el arte estaba animado por el amor ardiente de un solo ser y ese era la mujer, la madre, el ser humano más bendecido.
Solo el hombre era la fuerza creadora, pero él también era amor.
El arte era amor y el amor era sentimientos.
Así, un sentimiento se fundía con otro.
Si el ser rebosaba de este fuego sagrado, entonces un artista terrenal sobresalía por encima de las fuerzas y la capacidad humanas normales porque era animado por ella.
Qué sencillo era todo.
La mujer era la fuerza motriz; era ella quien hacía que el hombre creara.
En la tierra se podía ver y sentir en todo.
Esa fuerza motriz residía incluso en las cosas más pequeñas.
Ni siquiera tenía que ser arte.
Si un hombre hacía algo bueno y se le animaba con amor, era capaz de lograr incluso lo imposible.
Si una mujer tan solo entendía cómo usar sus fuerzas, no recibiría del ser creador nada que no fuera felicidad.
Pero cuántas no se conocían a ellas mismas, no sabían de todos estos estados, incluso se habían pasado a lo masculino.
Estaban en la tierra para perfeccionar la vida, pero ese perfeccionamiento tendría que volver en ella y era eso lo que el hombre tendría que comprender, poder intuir y querer dar.
Era el amor, nada más que el amor, era el núcleo, la fuerza motriz de toda vida, de toda creación.
A través de la mujer el hombre creaba, se podían lograr milagros; su amor lo animaba.
Nuevamente oyó a Alcar, quien dijo: “Ya te habrá quedado claro, André, que la mujer es la fuerza que anima todo el arte y que solo de este lado entenderá plenamente su tarea”.
Iban adentrándose cada vez más en el taller espiritual.
Veía arte por todas partes, nada más que arte glorioso.
¿Qué valor tendría la vida de no existir el arte?
Sin duda era una gran felicidad si se sabía representar los sentimientos interiores en un paisaje o en una estatua.
El arte era Dios, cuando se daba y percibía lo perfecto.
A través del arte se podía alcanzar lo más supremo, pero solo en el espíritu; en la tierra no era posible porque allí el ser humano tenía sintonización con el tercer grado cósmico y había siete grados de sintonización cósmica.
Volvió a sentir que Alcar lo había ayudado para entender plenamente el arte espiritual.
Estaba conectado con Alcar y seguía estándolo.
Era glorioso.
El arte era la vida y, después de la muerte terrenal, exclusivamente amor.
Cuanto más grande el amor, tanto más bello el arte.
Lo que en la tierra se quería comparar con arte no era más que un estado material; allí residían los sentimientos del ser.
Era la verdad absoluta y no humillaría el arte, simplemente porque el ser humano vivía en esa sintonización.
Allí, un espíritu todavía joven había estado trabajando en una obra de arte grande.
Vio y sintió claramente, como si se estuviera grabando en su alma, que el ser que estaba pintando representaba a su madre, que seguía viviendo en la tierra.
Amor, ¡amor solamente!
Representaba a su madre como la veía y sentía, y era un estado curioso.
Si un artista en la tierra hiciera esto, todo el mundo reconocería de inmediato el ser hasta en lo más profundo del alma.
El ser la había retratado, pero alrededor de su efigie había una sinfonía de flores.
En ella residían todas sus características en varios tonos y representaciones, o sea; una representación simbólica de todo su ser.
Era glorioso.
Las flores florecían y difundían una gloriosa luz.
Era un conjunto hermoso.
Aun así le faltaba algo en la pieza, en el ser, que le habría encantado ver allí y que una madre amorosa debería poseer.
El blanco inmaculado; eso era lo que echaba en falta.
¿No residía esa fuerza en ella?
Y volvió a oír decir a su líder espiritual: “No, hijo mío, ningún ser de la tierra puede entrar a la primera esfera espiritual (la cuarta de luz), porque todo ser tiene que pasar por su purificación de este lado”.
André entendió.
El ser que representaba a esta madre había sido una madre amorosa para su hijo, lo veía por la exuberancia de las flores.
Pero todo era la sintonización humana.
Cuando hiciera la transición, ella también entraría en la primera esfera.
Aun así sentía que del conjunto emanaba una cierta tristeza; era una fuerza que le quitaba irradiación y felicidad al conjunto, como si se le detuviera en su capacidad de alcanzar lo más elevado.
Era conmovedor ver y sentir lo que obstruía al pintor.
Ahora se le mostró una imagen en una nítida visión, por la que intuyó y entendió esa tristeza.
Vio a un ser en las esferas oscuras que intentaba liberarse de esas tinieblas.
El constante implorar penetraba hasta el ser y colocaba la emanación de toda su miseria alrededor del conjunto.
Inconsciente de todo ponía esas fuerzas en su madre y alrededor de ella.
Era la fuerza que se oponía para poder dar lo perfecto; era un freno para su propia personalidad.
André sintió el significado profundo de este problema.
Solo crearía obras de arte cuando también su padre perteneciera a los felices.
Lo unía un lazo de amor; él mismo tendría que ayudar a su padre; se desarrollaría haciéndolo, su arte crecería porque interiormente se habría elevado por darse a otros.
Solo entonces podría el ser alcanzar lo perfecto en la esfera en la que vivía.
Aquí se esperaba hasta que él mismo decidiera y sintiera claramente que tenía que descender.
Luego haría grandes progresos en poco tiempo, por haberse liberado de alteraciones.
En la tierra, el artista siente todos estos estados de los sentimientos, aunque no se perciban todas estas transiciones en amor.
André volvió a notar que su líder espiritual lo estaba ayudando.
Luego oyó que se decía: “Cuando sienta que tiene que descender, Ambrosius se lo dirá y le aclarará también cómo puede desarrollarse por ayudar a otros.
Cuando vuelva de su peregrinación, su estado interior habrá cambiado, por lo que también entenderá que se alcanzará lo perfectamente espiritual en la primera esfera espiritual, que es la tierra estival.
Así es la vida aquí; hay que poseer amor si se quiere poder lograr algo en el espíritu.
Si se recorre otro camino, el ser humano estará detenido en su desarrollo y todo será egoísmo.
¡Nada más que deseo personal por ser algo!
Pero el ser humano tiene voluntad propia y por lo tanto actuará como sienta”.
André lo entendió todo.
Aquí se podría hacer lo que se quisiera, pero era mejor recorrer aquel otro camino, que había recorrido un espíritu más elevado.
Allí venía el perrito de Alcar.
El animalito venía a su encuentro brincando y moviendo la cola y André sintió lo que quería.
Seguirían.
Cuando le hizo sentir esto al animal sintonizando su concentración, se volvió y fue al encuentro de Alcar, al que veía acercándose a lo lejos.
Qué poderoso era el amor.
Los animales en las esferas entendían todo y eso era así porque el intelecto establecía una conexión que significaba sentimientos y vida.
Allí estaba Ambrosius con su líder espiritual; se acercaba el final.
Ascenderían para visitar otros estados.
El espíritu se le acercó, lo miró profundamente a los ojos sin pronunciar palabra, de modo que André sintió que lo atravesó un amor radiante.
En esta mirada residía todo; las palabras no podrían expresar este sentimiento.
Era amor, nada más que amor.
Alcar se despidió y su perrito daba brincos juguetones de alegría.
Pero también para el animal había llegado el final.
Alcar lo llamó, lo acarició y le dijo palabras cariñosas.
Qué potente era este momento para André, cuando pensaba en la vida terrenal de Alcar y en la vida que poseía ahora.
No pudo encontrar palabras para exponer estas vidas diferentes.
“Ahora primero nos despediremos de nuestro amigo, André, para luego seguir nuestro camino.
Ponte aquí a mi lado”.
Nuevamente, André vio que tenía lugar un milagro celestial, que solo era posible en las esferas, en la vida después de la muerte.
El animal los miró a ambos, de pronto se dio la vuelta y desapareció atravesando las paredes; había entrado a su esfera animal, el milagro se había cumplido.
Había desaparecido como una sombra.
No se podían encontrar palabras para esto y por lo tanto André tampoco intentó resolver este problema para sí mismo.
Era descomunal y era sin duda alguna verdad como todo lo que Alcar le había mostrado y aclarado hasta ahora.
Todo era fuerza, esa fuerza era amor, solamente amor, sintonización en el espíritu.
—Y ahora hacia la segunda esfera, hijo mío; ¡me faltan muchas cosas por aclararte!
—¿Quién es Ambrosius, Alcar?
—En la tierra fue un monje.
Es un espíritu de la tercera esfera, pero prefiere trabajar aquí.
Hace ahora de este lado lo que no pudo llevar a cabo en la tierra, es decir: conectarse con todo lo que vive.
Cuando vuelva allí, quiere otra vida y ya no se hará encerrar para flagelarse.
Ahora dice: ya que sé qué intención tuvo Dios con la vida en la tierra, clamo por fuerza y le pido que se me conceda volver allí y vivir la vida significando algo para otros y pudiendo amar toda la vida.
Quiere vivir entre la gente como un ser humano pensante normal.
No como un ermitaño, que espera su final enclaustrado.
Ambrosius clama muy fuerte y muchos con él: quiero vivir, vivir con la vida de la que yo mismo me privé en la tierra.
Ahora nos desplazaremos rápidamente para alcanzar la segunda esfera.
Alcar se desplazó como un rayo y entraron a la segunda esfera.
André vio muchos espíritus, que llevaban todos túnicas y eran más jóvenes que en la primera esfera.
Se los había encontrado en su viaje anterior; ahora estaba conociendo su vida.
Las casas y los edificios eran más bellos y de otra arquitectura que en la primera esfera.
Aquí también había edificios construidos por espíritus más elevados.
Alcar ya le había aclarado su significado, de modo que entendía todo.
Aquí había niños y los mayores de la primera esfera habían depuesto su vejez y se les veía jóvenes y bellos.
Aquí no vivían seres deformes como en la tierra.
En la vida después de la muerte no se conocían mutilados; aquí todos eran bellos y jóvenes, como era su sintonización interior y conforme sintieran.
Aquí el ser humano crecía hasta haber alcanzado la primera sintonización espiritual.
Los seres humanos poseerían grandeza y belleza según la esfera, sintonización y los sentimientos hasta que entraran a la primera esfera espiritual, donde aceptaban su sintonización espiritual, interior y exterior.
Entonces recorría su camino, su largo camino vital, evolucionando cada vez más, cada vez más hacia arriba, para entrar en algún momento en el Omnigrado.
André agradeció a Alcar este mensaje claro, transmitido en la lengua espiritual.
Así se hablaba en el espíritu, había entendido, comprendido y sentido claramente cada palabra.
—Qué bello es todo, Alcar.
—No solo bello, sino también verdadero; hay verdad en todo.
Aquí, André, los viejos vuelven a ser jóvenes, los jóvenes se hacen viejos hasta que, como te acabo de transmitir, hayan alcanzado el grado cósmico de sintonización espiritual.
Los tullidos de la tierra vuelven a ser normales; aquí no hay personas deformes.
Los ciegos volverán a ver, los sordos a oír, los que hayan perdido brazos y piernas en la tierra volverán a ser normales cuando entren a esta vida.
No se puede destruir el cuerpo espiritual.
El ser humano que vive aquí es bello eternamente, para siempre.
En esta esfera podrás admirar las artes plásticas, pero tampoco aquí permaneceremos mucho tiempo, porque primero quiero mostrarte nuestro arte en la quinta esfera.
Aun así quise que primero vivieras este arte también, para que vieras la diferencia imponente entre el arte que poseen aquí y el de los de mi esfera y de todas las regiones elevadas.
André volvió a ver a personas que tenían sus amigos terrenales con ellos y que estaban conectadas en amor.
Las aves cantaban su canción y las flores decoraban esta esfera, en la que también se encontraba el ser humano.
Cada ser que vivía aquí quería ascender, porque ya intuía ese calor más elevado.
La naturaleza también era hermosa y veía llanuras, montañas y agua.
Entraron en un templo muy bello.
Alrededor del edificio crecían frutas y florecían plantas, y al entrar vio que también crecían dentro del edificio.
En todo residía su vida pura, aunque los que vivieran aquí todavía no se sintieran liberados de pensamientos materiales.
André volvió a entrar en un edificio de arte espiritual, muy curioso por lo que volvería a vivir ahora.
Ante él había grandes pedazos de piedra en todos los colores.
Vio piedras envueltas en una emanación azul clara, otras tenían diferentes tonos, pero le gustaron más las azules.
Había colores muy suaves, pero le era un misterio cómo de este lado se hacían con piedras tan hermosas, que parecían mármol.
Aquí había todo lo que pudiera servirle al ser humano pero mucho más bello que en la tierra.
En la tierra era imposible hacerse una idea de la posesión espiritual.
Aquí veía todos los colores mezclados.
En esto residía vida y esa vida irradiaba luz.
Todo el arte irradiaba; toda la vida poseía la fuerza espiritual que era el amor.
Aquí también vio a varios seres que estaban trabajando en una obra de arte.
Vio una escena preciosa, rodeada de muchas figuras y que representaba algo simbólico.
Muchos espíritus trabajaban en ella.
Hacían realidad esta creación artística juntos, pero uno de ellos era el maestro.
En la parte de arriba de esta representación vio un globo, como si fuera la tierra, que era cargado por decenas de figuras humanas, y encima de la bola una cruz en mármol níveo.
La cruz resaltaba mucho y a cualquiera que la mirara le imponía respeto por el Creador.
—¿Qué representa, Alcar?
—Esta estatua, hijo mío, representa que el ser humano carga la vida y la representa.
La bola es la tierra, la cruz la vida, con la que se representa a Cristo.
Las figuras que la cargaban eran de tamaño real.
Todo era grandioso y el conjunto, amor.
Todos los que colaboraran en esto y daban sus fuerzas sentían amor.
La pieza irradiaba y también ellos irradiaban esta fuerza del amor.
Era la felicidad de que fuera concedido crear algo así.
¡Oh, qué bello, qué imponente era este arte!
Un poco más adelante vio que un ser trabajaba en un templo, representándolo en mármol colorido.
Era una catedral con muchas torres.
La estatua era imponente, tan intensamente bella y magnífica que lo conmovió interiormente.
¿Cómo era posible poder desarrollar la sensibilidad artística hasta tan alto nivel?
En la tierra no era posible alcanzar esta altura.
Se habían esculpido en mármol las torres finas como la filigrana.
Toda la estatua medía ocho o diez metros de altura.
Era de una belleza milagrosa y casi increíble.
Otro poco más adelante vio lo que ya se había vuelto a encontrar en muchos lugares: la fuente festiva, que un espíritu estaba representando a partir de un gran bloque de mármol colorido.
También esta estatua, esta joya por excelencia de las artes plásticas, tenía un significado sagrado.
Había podido admirarla en la morada de Alcar y en su primer viaje a la tercera esfera.
¿Para quién sería la fuente?
¿Servía también en esta esfera para incitar al ser humano a recibir este regalo divino de fuerza interior y amor?
¿Era la fuerza motriz en esta forma?
Una voz interior le dijo que había sentido bien y por eso supo que también aquí Alcar lo seguía en todo.
Aquí no se hablaba, porque no podían molestar y también entendió por qué se le había dejado solo en la primera esfera.
La fuente era su vida; solo en la tercera esfera recibirían este regalo.
Entonces ingresarían en una orden y solo harían la transición a ella en la cuarta esfera.
André lo entendió porque Alcar ya le había hablado de esto.
Como el bello edificio en la primera esfera incitaría a los que vivían allí para trabajar en ellos mismos, así la fuente pronto haría valer sus fuerzas, incitándolos a pasar a la acción.
Era bello e inmaculado como se representaba todo esto con arte en piedra.
En todo estaban los pensamientos de espíritus más elevados, señas sutiles pero apremiantes a la vez, que mandaban para apoyar a los que vivían aquí.
Lo que lo volvía a conmover cada vez era esta suave señal, ese llamamiento amoroso para hacerlos ver la luz, sentir la felicidad, que sentían y llevaban interiormente en su propia esfera.
Habían descendido desde una esfera más elevada artistas para ayudar a sus hermanos y hermanas, y eso ocurría a través de su arte elevado, por lo que podían ver y sentir que era posible ascender.
¿Cómo se actuaba en la tierra?
Allí se miraba la creación artística; no se sentía el amor del ser creador.
En la tierra tampoco era posible, porque estos sentimientos tenían sintonización con una esfera más elevada que la de la tierra.
Aquí, en la segunda esfera, donde se encontraba ahora, veía arte que se tenía que intuir si se quería entender por completo.
El ser humano que vivía aquí había despertado y estaba listo para entrar a la tercera esfera, donde le esperaba una felicidad aún más grande.
La vida sería más grandiosa, las flores y la naturaleza más bellas, las personas que vivían en la tercera esfera más jóvenes.
Así todo iría cambiando; un continuo ascenso hacia el reino de los cielos, hacia la propia casa de Dios, en la que se guarda y reserva un lugar para cada ser humano de la tierra.
Así va avanzando el ser humano, siempre más, y así cada esfera posee su arte, según la sintonización que encuentre el sentimiento en el espíritu, porque el ser humano crea según sus sentimientos, según su amor.
Que muchos líderes espirituales desciendan hacia aquí desde una esfera más elevada para asistirlos, sacrificándose para apoyarlos y enseñarles cómo capacitarse en el arte, solo tiene como propósito que se liberen para poder entrar a la cuarta esfera, lo que solo es posible ayudando a otros.
También los que viven aquí podrán entrar de esta manera a esferas más elevadas.
Por eso se representa la fuente, que los incitará a significar algo para otros y trabajar en ellos mismos.
Aquí se dedican al arte, pero solo en la cuarta esfera se encuentra el arte perfecto, con sintonización espiritual.
Sabemos demasiado bien que nuestro arte no puede ser perfecto, porque nosotros mismos somos niños en el espíritu, en los sentimientos, en amor, aunque seamos ángeles y alcancemos esta sintonización.
Pero ya este arte no se puede comparar con eso, pues es mucho más elevado que el arte que se da en la tierra.

—Y ahora, ¡a la tercera esfera!
Alcar se acercó a André, abandonaron el taller espiritual para dirigirse a la tercera esfera.
Continuaron planeando.
—En este viaje, André, te esperan muchas sorpresas, pero también una gran felicidad, que fue imposible vivir en nuestro viaje anterior.
—¿En cada esfera me permitirá admirar el arte, Alcar?
—No, eso no, me quedan otros estados por aclararte.
—¿Irá conmigo a la sexta esfera?
—Eso tampoco es posible, pero te acompañará mi maestro, que ya has conocido en la tierra y para quien se te concedió trabajar.
André se quedó en silencio después de estas sencillas palabras; en ellas se escondía un problema.
¿Por qué tenía que ir a esferas incluso más elevadas?
¿Para qué era necesario todo esto?
¿No había recibido suficiente sabiduría todavía?
En su viaje anterior no pudo entrar a la quinta esfera y ahora visitaría esferas todavía más elevadas.
¿Para quién era todo esto?
Las fuerzas sagradas de Dios le permitían entrar a pesar de todo y entrar en un estado que Alcar todavía no alcanzaba.
Su maestro lo guiaría; ¿por qué se merecía todo esto?
Entonces seguramente no quedaría tiempo para visitar a su hijita.
Alcar había elaborado su plan grandioso y en este viaje le quedaban muchas cosas por recibir y que le serían concedido vivir.
Esas lógicamente eran las muchas sorpresas, la gran felicidad de la que sería partícipe.
¡La sexta y séptima esfera!
Se sentía mareado.
Aun así le dolía que tuviera que abandonar a su líder espiritual.
Preferiría quedarse con él, lo que le significaba una felicidad aún más grande.
Una y otra vez pensaba en eso; no podía desprenderse de ese pensamiento, lo tenía ocupado.
Un espíritu más elevado —Ubronus— le había mostrado la casa de Alcar.
Él también era solo amor y vivía en la sexta esfera.
Allí iría ahora.
¡Era increíble!
—¿No es glorioso, hijo mío, poder visitar las esferas más elevadas como ser humano terrenal?
¿No te hace feliz?
—Todo es hermoso, Alcar, pero preferiría quedarme con usted, por más bello que sea.
¿Por qué hace falta?
—Te lo aclararé.
Sabes que vine a la tierra para contarle a la gente de nuestra vida.
Pero no solo yo, sino que miles de espíritus conmigo estamos conectados con esta orden.
Todos queremos mostrarte a ti, como instrumento, nuestra vida, para hacerla del conocimiento de la gente.
Así podremos ofrecerles una clara imagen de cómo son las esferas y también de cómo alcanzarlas.
Es mi trabajo mostrarte estados y sintonizaciones, así como conexiones, y para eso te esperan aún la sexta y séptima esfera; así habrás obtenido una clara imagen de todas las esferas existenciales en el espíritu, como le parecía necesario a mi maestro.
Recibí mi apoyo de esa orden, de allí se me dieron las fuerzas necesarias.
Así vienen a la tierra miles de espíritus, en todos los países; nuestra sabiduría, nuestra vida se ofrece en varios idiomas.
Solo cuando hayas visto todas las esferas existenciales, el ser humano sentirá lo inmensamente grande que es la felicidad que le espera de este lado.
Luego visitaremos otros estados, haremos otros viajes.
La sexta y séptima esfera son, pues, aquellas sintonizaciones que visitarás con un ser de sintonización más elevada, porque yo no puedo ir más arriba que mi propia esfera, ni se me concederá hacerlo.
Luego volverás e irás conmigo de regreso a la tierra, de modo que entonces también este viaje habrá concluido.
Así que no olvides nada de lo que se te mostrará, pues ahora sabes que fue mi maestro el que me mandó a la tierra y que haces el trabajo de ellos en la tierra.
No olvides que desde este lado muchos ojos descansan en ti y esto es cierto para muchos otros que hacen el mismo trabajo que tú y que sirven a poderes más elevados en la tierra.
Que todo signifique nada más que felicidad; te fortalecerá en el espíritu y será sabiduría para ti y para muchos otros.
Puedes entrar en esas esferas más elevadas porque haces y cumples nuestro trabajo con amor.
Mira, allí frente a nosotros está la esfera de conexión, que conecta la tercera y la segunda esfera.
Permaneceremos en la tercera esfera.
Los primeros rayos de sol nos iluminan y ahora pronto entraremos en la tercera esfera.
André vio que venían a su encuentro varios seres que se estaban capacitando para algún estudio y que se desplazaban planeando, como ellos.
Ya antes, Alcar le había aclarado de dónde venían y para qué se estaban capacitando, y por eso ahora entendió este encuentro.
Todos eran alumnos que, guiados por espíritus más elevados, concluían de este lado los estudios que habían empezado en la tierra.
Pero sus estudios tenían que encontrar sintonización en el espíritu, de lo contrario no era posible y entonces tendrían que quitarse de la cabeza todo lo que habían aprendido en la tierra.
Aquí todo servía a la felicidad de las personas; todo era amor, nada más que amor.
Por eso todos primero tenían que haber alcanzado la tierra estival; antes de eso, un estudio en el espíritu no era posible.
Tenían que conocer las fuerzas espirituales de todas las demás esferas que estaban por debajo de su propia sintonización, por las que podrían conectarse.
Para conectarse en el espíritu hacía falta posesión espiritual; de lo contrario uno se encontraba en profundas tinieblas y no podía percibir.
La luz en el espíritu era poseer amor; aquí, en esta vida, no había más que sabiduría y felicidad.
Conectar era saber, hacer la transición a otro estado y solo era posible por amor.
Todo era tan sencillo, pero también sabía lo difícil que era para el ser humano en la tierra dar amor.
Tenía que ponerse a sí mismo en segundo plano, pero el ser humano no lo quería.
Sin embargo, en el espíritu había un solo camino, una sola posibilidad para llegar a la luz, a la felicidad eterna, y era únicamente dándose a los demás.
Avanzaban cada vez más y entraron en la tercera esfera.
André ya había estado aquí algunas veces.
En su viaje anterior, Alcar había vuelto a las profundidades más profundas y en un fogonazo se habían conectado con el valle de dolor.
Aun así entraron ahora en una región de este bello país que le era desconocida.
Volvió a ver todo diferente.
Le resultaba nuevo; cada vez volvía a ver estados diferentes.
Podría permanecer aquí durante siglos, podría escribir volúmenes enteros sobre una sola esfera.
Siempre lo conmovía al entrar.
Qué bella era la tercera esfera.
Era un lugar sagrado y no obstante, la gente sentía materialmente.
Todavía no habían sido liberados de pensamientos materiales.
Solo aquí harían la transición en el espíritu.
Les esperaban años de ardua lucha para alcanzar la tierra estival.
Vio ante sí un hermoso país con inmensas montañas y valles.
Las montañas se erguían altísimas y los resplandecientes templos habían sido construidos sobre peñas sobresalientes.
Arte, solo arte, posesión espiritual que servía al ser humano.
A lo lejos vio un hermoso templo, construido con piedras de diferentes colores.
El conjunto irradiaba como no podría hacerlo en ninguna otra esfera que se le había concedido visitar hasta ahora.
Por todas partes veía hermosas esculturas adornando el entorno.
Alrededor del templo se habían colocado adornos simbólicos y ahora entendió que también este templo estaba a cargo de espíritus más elevados.
Por todas partes salían rayos de luz del edificio, todo vivía por la fuerza del ser.
Aquí en esta esfera se vivía, aquí eran felices.
La diferencia con la primera y segunda esfera era imponente.
La naturaleza era aquí como en la cuarta esfera, el reflejo de esa sintonización.
Esto también servía para incitar a los que vivían aquí a sintonizarse con la cuarta esfera.
Todo lo que observaba era asombroso.
—¿Qué significa ese templo, Alcar? Es tan bello.
—Es el templo que llamamos el universo y en el que se te conectará más tarde con este.
Encontramos templos parecidos en varias partes de esta esfera para incitar al ser a desarrollarse.
Aquí, como ya sabes, eso se hace en silencio; ningún ser obligará a otra vida, porque aquí se actúa por voluntad y sentimientos propios.
Ningún poder, por más fuerte que sea, puede cambiar eso en nada.
Como te decía, este templo es para el universo; también tenemos templos para la música y para todas las demás artes y ciencias.
Aquí, el espíritu lo posee todo.
Estos templos también sirven para presentar exámenes en algún arte o ciencia para las que se esfuerzan espíritus elevados.
Luego el ser humano hace la transición a esferas más elevadas.
Cuando ascienden hay fiesta en las esferas, como se te concedió vivirlo en nuestro primer viaje.
André se acordaba claramente de su primer desdoblamiento.
Su felicidad había sido grande al volver a la tierra.
Había visto a cientos de personas.
En todas partes estaban felices.
Jugaban y se divertían, bailaban bailes celestiales y planeaban por el espacio.
Todo lo que percibía era imponente.
Todos eran como niños, inmaculados en sus actos y purificados de todos los pensamientos terrenales.
En nada sentía aquí algún tipo de obstáculo; aquí el ser era él mismo.
Sentía claramente esta gran felicidad de poder ser sí mismo.
¿Cómo era en la tierra y en las regiones oscuras?
Lo que había observado en las tinieblas era horroroso; aquí todo era amor inmaculado.
En la tierra, unos les hacían la vida imposible a otros, no se podía vivir como uno quisiera; allí uno era molestado por otros.
Aquí todos eran uno solo, conectados en amor.
Oh, qué posesión, qué gloria.
Veía flores y frutos y muchos otros productos de la naturaleza.
Aquí la naturaleza servía al ser humano como en la tierra, pero esta era la vida espiritual.
André tomó una fruta y le entró un glorioso líquido que lo reconfortó.
Era glorioso, pero ¿quién le creería?
A su alrededor volaban aves de colores imposibles de nombrar.
Vivían con el ser humano y eran conscientes de su vida.
Eran uno solo con la vida que Dios había depuesto en todo.
Era asombroso lo que él vivía en la vida después de la muerte.
Allí, ante él, fluía un pequeño arroyo, colorido por los colores de las flores y de la naturaleza, y en el que se reflejaba la vida.
Los seres cantaban canciones, las aves los acompañaban y daban las gracias a su Dios de amor y justicia.
Aquí no veía un baile de la vida; en todo residía su amor por Dios; era una oración hacia su Padre.
Qué imponente era la diferencia con los que vivían en las regiones oscuras.
Qué animalizados estaban allí, qué elevados todos estos hombres aquí.
Eran niños en el espíritu, hijos de un solo Padre.
André sintió lo que significaban esos bailes.
En ellos residía su felicidad, era su gratitud, un profundo sentir y comprender.
Planeaban suave como el viento, bajaban en movimientos airosos, todo intuido hasta en lo más profundo del ser, y todo era amor, una oración expresada en arte.
Este acontecer era grandioso.
Si el ser humano en la tierra no hubiera echado a perder su vida, recibiría todo esto al terminar allá su vida.
En esta extensión vio caminando a seres tomados de los brazos, rodeados de belleza celestial y felicidad.
Aquí convivían hombres y mujeres de la tierra, conectados eternamente.
Uno solo en amor, hombres, mujeres y niños, gemelos y gemelas, y almas gemelas.
¿No era grandioso y no ponía feliz al ser humano terrenal saberlo?
Llegaría el día en que todos los seres de la tierra conocerían esta felicidad; ninguno se escaparía; en la casa de Dios hay muchas moradas; se cuidaba de cada niño, para cada ser Dios tenía felicidad como no se conocía en la tierra.
Unos llegarían aquí más pronto que otros; pero en algún momento su felicidad sería perfecta, si recorrían el camino correcto.
Aquí ya no había ancianos, todos estaban rejuvenecidos y bellos.
Aquí vivían en un estado más elevado.
Cuanto más avanzaban, más bella la naturaleza, la vida era el amor que el ser humano sentía y poseía.
Ahora veía el gran edificio mejor que cuando habían entrado a esta esfera.
Su líder espiritual caminaba rumbo al templo, pronto habrían llegado.
Ahora vio muchas torres grandes y pequeñas y el conjunto, adornado con representaciones simbólicas.
No podía percibir la cima más elevada; este edificio había sido construido para tocar el cielo.
En una de las torres vio una cúpula en forma de bola, conectada en círculo con muchas bolas más pequeñas.
En otras torres vio la misma representación y ahora entendió el significado, porque Alcar se lo había contado de antemano.
—¿Vamos allí, Alcar?
—Sí, André.
Cuando se hubieron acercado un poco más, vio que el templo descansaba sobre una gran plataforma y que había sido construido con mármol colorido.
Era grandioso; no podría encontrar palabras para expresar cómo este templo estaba lleno de arte y arquitectura.
Irradiaba luz como si lo iluminaran poderes invisibles.
El edificio estaba abierto por todas partes, como toda morada espiritual, y vio flores, vida y felicidad.
—Entraremos, André, se te revelará mucho.
Todo el edificio era sostenido por cimientos potentes.
Al entrar, lo primero que observó y reconoció fue la fuente espiritual, que se poseía en todas las esferas.
La representación de esta era grande y bella.
La fuente reunía sabiduría, fuerza y amor.
Cada ser se concentraba en este don imprescindible; sin esta sabiduría, la vida aquí no tendría significado.
Sin amor no había felicidad, sin felicidad todo era frío y árido, y se vivía en las regiones oscuras.
Cada ser llevaba esta fuente interiormente; era la fuerza sagrada de Dios.
Rodeada de flores y frutas, de aves y verdor, esa era la manera en que estaba adornada la fuente.
También dentro del templo los pájaros entonaban sus canciones y vivían junto al ser que vivía allí y que se sintonizaba con esferas aún más elevadas.
Vivían en gratitud hacia Dios; para Él, a través de Él vivía toda la vida.
En la fuente vio la misma representación que en las diferentes torres que había observado desde fuera, aunque aquí esta representación se hubiera hecho con piedra de varios colores.
Sintió y vio claramente el significado de este milagro.
Eran planetas y estrellas, todo era uno solo, un universo en miniatura, una partícula del imponente Universo que Dios creó.
Todo eso era Dios y se inclinó mucho interiormente ante todo lo grandioso que se le mostraba.
Muchos seres lo adelantaron caminando; era como si viviera entre ellos.
Todos llevaban hermosas túnicas que brillaban de acuerdo con su fuerza interior, según el amor que portaban.
De pronto oyó un hermoso cántico, se sintió acogido y fue conectado con otros cuerpos.
“Elevándose”, sonaba en sus oídos, “el ser humano quiere acercarse hacia arriba a su Dios.
Elevándose, hacia el que es Padre de todos nosotros”.
Todos participaban en el cántico y eran felices.
A él le conmovió el alma profundamente y lo inundó un sentimiento inmaculado.
Volvió a oír que cantaban como ya lo había oído antes en las esferas.
Tranquilamente, como había llegado, fue bajando, y el cántico terminó.
En cada esfera feliz, el ser humano cantaba su canción espiritual; en ella residía su oración, se traducían sus sentimientos.
Alcar se fue adentrando siempre más en el templo; André seguía a su líder espiritual pisándole los talones y daba un grito de admiración tras otro por todo lo bello que observaba.
Qué milagros veía.
En varios tipos de flores se habían colocado dichos que cualquiera entendería de inmediato.
Estos arreglos florales representaban pensamientos de manera simbólica.
También este arte era muy curioso.
Así como se adornaba un jardín en la tierra, aquí la naturaleza había creado obras de arte calculadas puramente por sentimientos refinados.
Intuyó de inmediato y de manera clara una de estas representaciones.
Era: de las tinieblas hacia la luz.
Vio tonos oscuros; las diferentes transiciones en color se habían aplicado suavemente usando para su confección flores grandes y pequeñas.
Las tinieblas eran negras como el azabache; bellas como la seda las flores que hacían la transición hacia la luz suavemente, para terminar en lirios níveos.
Era un pedazo de naturaleza y al mismo tiempo un estado vital que la naturaleza había entrelazado.
El conjunto era un arriate cuyas flores florecían eternamente y nunca marchitarían.
La vida significaba la esfera y cuando cambiaran las esferas, ascendía muy por encima de toda la vida; la fuerza sagrada de Dios, por la que la vida vivía y florecía.
La luz proyectaba su sombra hacia adelante; algún día ya no habría sombra; entonces el ser humano sería Dios y habría vuelto en el Omnigrado.
Allí frente a él vio una estatua imponente.
Miles de flores habían sido juntadas en una exuberancia de colores y en el centro, en forma de cruz, estaba el lirio espiritual, níveo, como símbolo de pureza.
Todos los demás matices irían cambiando para fundirse con el blanco inmaculado; solo entonces también el ser humano se habría espiritualizado.
Ser humano, le decía, cambia tu estado interior, sintonízate y depúrate de todos los demás colores, hasta haber recibido la vestidura inmaculada.
Antes de eso no descansarás y siempre seguirás tu camino.
Todo era para servir al ser humano, para incitarlo a enriquecerse espiritualmente.
No había cosa que más se anhelara aquí que ver la vida feliz.
El azul era la fuerza que curaba, el rojo y el suave morado los colores de la sintonización con diferentes características de los sentimientos en el arte.
El símbolo era sencillo aunque profundo, aunque tampoco demasiado, para que la vida pudiera captarlo.
Se percibía aquí el significado, porque se poseía amor.
Allí vio una estrella de siete picos en flores.
‘¿Qué representaría esa creación artística?’, pensó.
Intentó conectarse pero no lo pudo intuir.
De inmediato oyó la suave voz interior, el idioma espiritual, que le decía: “Representa la cuarta mentalidad, con sintonización cósmica”.
André entendió; había flores que no había visto en ninguna de estas esferas; así también le era desconocida esa vida al hombre que vivía aquí.
Aun así era la realidad; se sabía, se sentía que los rodeaban otros seres más elevados que ellos, cuya existencia más elevada todavía no se podía intuir.
En su último viaje, Alcar le había aclarado varias mentalidades y también ahora entendía el significado profundo de esta representación.
La sostenían fuerzas desconocidas.
En silencio le agradeció a Alcar esta clara exposición.
Luego vio muchas otras esculturas de flores que representaban esferas más elevadas.
Y también esculturas de todos los planetas y estrellas, lunas y soles, incluso el universo entero estaba representado en flores y colores, en una vida eterna.
Vivía, era vida, era Dios.

—Conocemos aquí todas las sintonizaciones, hijo mío —oyó decir a Alcar—, en forma viva.
Ven, vamos a seguir, más hacia arriba.
El edificio era extraño.
André sintió que había sido construido en círculo y que iban subiendo cada vez más.
Siguieron su camino dando vueltas y también aquí todo estaba adornado con flores de las esferas.
Donde viviera el ser humano había flores y se podía encontrar otra vida.
El ser humano nunca se sentía solitario, siempre estaban rodeados por vida joven y bella.
Pensó que el final no llegaría nunca; su líder espiritual seguía ascendiendo cada vez más.
Finalmente, habían llegado a la parte más elevada y su líder espiritual se detuvo.
Un espíritu en una túnica nívea se le acercó a Alcar, como si hubiera esperado su llegada.
André quiso quedarse donde estaba, pero le hizo una señal para que se acercara.
El ser era bello.

—Hermano mío, Alcar, Dios esté con usted.
André oyó que su líder espiritual le hablaba al espíritu Aloisius.
Luego el espíritu se le acercó, pronunciando las siguientes palabras, que lo llenaron de felicidad:
—André mío, sé de su llegada; se le dará mucha sabiduría.
André no tuvo tiempo de averiguar cómo sabía el espíritu quién era; y es que ¡aquí se conocía a todo el mundo y se sabía todo!
No pudo pronunciar palabra.
Aloisius tomó a su líder espiritual por el brazo y juntos siguieron caminando.
Los siguió pisándoles los talones y el corazón le latía de emoción contenida por lo que viviría ahora.
¿Dónde estaba aquí, qué le mostraría este espíritu?
En todos lados conocían a Alcar; todo el mundo conocía a quien poseyera mucho amor.
André se sintió feliz por ya poder vivir en la cercanía de ellos, aunque fuera brevemente y tuviera que volver a la tierra.
Habían pasado por varias salas y ahora vio que iba habiendo cada vez más oscuridad.
¿Qué era?
No entendía nada, no sabía lo que significaría.
Cuanto más se adentraban en el edificio, más oscuro se iba haciendo.
Finalmente, llegaron a una amplia sala, donde se detuvieron y donde había un conjunto de máquinas.
¿Estaban aquí en un observatorio astronómico?
Se parecía mucho.
La luz se había convertido en una emanación azulada.
Alcar se le unió, porque Aloisius había ido a otra habitación.
Se habían sentado en una banca de reposo y esperaban lo que vendría.
Fueron puestos en marcha algunos aparatos y se oía un suave zumbido.
Encima de él vio la cúpula esférica en una vestidura azul resplandeciente.
Era el universo, aunque no se avistara una sola nube.
Se fue haciendo aún más oscuro y luego volvió a clarear, y entonces el azul se convirtió en una sintonización más clara.
La luz volvió a borrarse para fundirse en un tono azul intenso.
Ahora era como si se encontrara en el universo; todo a su alrededor era naturaleza, nada más que el espacio abierto.
Asombroso lo que se había logrado aquí.
Ya no estaba en el edificio, vivía y planeaba en el espacio.
Todo esto era imponente.
Alcar estaba inmerso en cavilaciones, no decía nada y él también sintió que se le estaba conectando.
Iba a ocurrir un gran acontecimiento.
El universo entró en él, se sentía uno solo; estaba siendo conectado por el genio.
Veía muy profundamente en ese resplandor oscuro, azul, violáceo.
No podía observar el final en ninguna parte.
¿Lo habían puesto bajo sugestión?
Era increíble.
No, aquí se le estaban mostrando poderes y fuerzas y milagros nuevos, que no se conocían en la tierra.
Pensó observar algo en el universo.
El firmamento se iluminó por un suave resplandor; no sabía ni podía discernir de dónde venía.
Ahora se iba haciendo visible un círculo, que se hacía más y más denso e iba cambiando de forma.
Este volvía en una bola, se hizo más denso y ahora vio que aparecían también otras esferas luminosas de la misma manera.
Alrededor de la primera bola apareció otra, que permaneció envolviéndola como una emanación luminosa.
Así veía la tierra cuando observaba el planeta desde una gran distancia con Alcar.
La bola luminosa era para la tierra su emanación espiritual, pero no sabía lo que significaría aquí.
Pero era grandioso.
La primera bola se fue haciendo cada vez más densa y ahora podía discernirla mejor y entendió el significado.
Vio que salía un planeta y muchos otros.
Luego venían otros planetas más, estrellas y soles, y todo estaba vivo.
Era como si planeara.
Sin embargo, sentía que no había cambiado de lugar, sino que era uno solo, acogido en el inmenso universo.
Vio ahora miles de manchas luminosas; todas ocupaban un lugar y describían una órbita fija; también en esto residía la fuerza sagrada de Dios.
Era un espectáculo imponente, incomprensible para él.
‘¿Qué significaría todo esto?’, se preguntó.
Así que todos los planetas describían su órbita fija, pero al mismo tiempo sentía la poderosa irradiación que emanaba cada cuerpo.
Todo le había llegado en “sentimientos”, y sabía que se estaba incidiendo en él.
Ahora oyó claramente que le hablaban:

—El primer planeta es también la primera sintonización cósmica.
El segundo que ha observado y que es más grande, es la segunda sintonización cósmica; luego sigue la tercera, la tierra; después la cuarta, quinta y sexta, así como la séptima mentalidad cósmica, donde vive Cristo.
Lo que le mostramos es realidad; ya le ha contado de esto su líder espiritual.
Aquí ve aparecer ante usted el universo.
En todos los demás cuerpos se manifiesta nuestro gran maestro, es más, incluso cumplió una misión en la tierra.
En la tierra, donde vive usted, el ser humano se encuentra en una sintonización material, incluso animal, lo que ya le ha aclarado su líder espiritual y a lo que no tengo nada que añadir.
Ahora André sintió que no era Alcar el que le hablaba.
Estaba conectado, pero no sabía con quién.
¿Sería Aloisius?
La voz prosiguió:

—Lo que le mostramos solo sirve para aclararle que en el universo están presentes todas las mentalidades, es decir que hay planetas en los que existe vida y que algún día el ser humano hará la transición al Omnigrado, después de la séptima mentalidad, cuando muera allí, como en la tierra.
A André le pareció milagroso.
—Como ya dije, en la séptima mentalidad vive nuestro maestro, Cristo, que hace valer su influencia sagrada en todos los demás cuerpos, por lo que se le incita a la vida a sintonizarse con estados más elevados.
Lo que le mostramos es el ciclo del alma.
El hombre, como ser viviente, viene desde la primera sintonización y le harán falta miles de años para recorrer su camino.
La vida vuelve y evoluciona.
Cada vez más lejos, cada vez más hacia arriba, cada vez más difícil se va haciendo su camino para conectarse con vida más elevada.
Todos nosotros, que vivimos en la tercera mentalidad, o sea, toda la vida que encontrará en su viaje, nos encontramos en el tercer grado de sintonización cósmica.
Es decir que toda la vida que hay en el cosmos tiene una sintonización propia y esa sintonización es amor, fuerza del amor, que el ser siente y posee.
La primera mentalidad también es la más baja; allí la vida está en el estadio inicial de desarrollo.
La vida que existe allí no tiene una duración de vida y morirá pronto, ya sea para volver, ya sea para hacer la transición a una sintonización más elevada.
Esa es la segunda mentalidad.
De modo que la primera mentalidad es el estado de gestación de la vida.
Desde allí empieza el ciclo del alma.
O sea que la segunda sintonización es una mentalidad más elevada; el ser humano o la vida que reina allí hace allí la transición para entrar en el tercer grado de desarrollo.
Esa es la tierra.
Le es conocida la vida en la tierra, porque vive allí.
También le quedará claro que la tierra, es decir el nivel humano, no puede cambiar ni lo hará antes de que todas las sintonizaciones más profundas, o la vida que vive en la primera y segunda mentalidad, hayan hecho la transición a la tercera: la tierra.
Así que la tierra está poblada por seres preanimales, lo que significa, como ya dije, el ciclo del alma.
En la cuarta mentalidad, la vida cumple cientos de años y cuando muere allí, vivirá en la esfera donde nos encontramos ahora, donde usted vive, ve y siente, pero que para nosotros es invisible, pues no poseemos esa fuerza de los sentimientos.
Su líder espiritual también le ha aclarado esos estados y verdades.
Es la quinta mentalidad, es allí donde la vida cumple mil años o más, para luego hacer la transición y proseguir más adelante su plan de evolución.
Luego quedan la sexta y séptima mentalidad.
La sexta es aquella mentalidad donde la vida vuelve a envejecer, para ser acogida luego en la esfera de Cristo.
De modo que los que piensan en la tierra estar con Él en el Paraíso quedarán decepcionados, pues no poseen todavía su sintonización ni la alcanzarán en miles de años.
Pero que les sirva de consuelo: donde sea que se encuentre el ser humano, estamos conectados con Él, y lo seguiremos estando si lo queremos nosotros mismos, aunque todavía estemos lejos de su estado.
Vivimos con Él en todo y con todo, porque Cristo es el Hijo Perfecto y lo conocemos a través de Dios.
Por eso, nuestra vida es la Suya, Su vida tendrá que ser la nuestra.
A través de Él, como le dije, conocemos a Dios.
Podemos recibir Su amor imprescindible a través de Cristo.
La séptima mentalidad es ese planeta en el que el ser humano, cuando depone su cuerpo, hará la transición al Omnigrado.
Entonces también le quedará claro a usted que, cuando el ser humano evoluciona hacia arriba, su cuerpo se habrá desarrollado de manera distinta, sus sentimientos de manera más bella y elevada, y que poseerá un amor más grande y puro.
Desde la cuarta mentalidad, la vida lleva otro nombre y obedece a su sintonización cósmica.
De modo que todo lo que pertenece a la tierra se queda en ella; todo cambiará cuando la vida entre en una sintonización diferente, más elevada.
Así como usted vive, pues, así como el ser humano, el planeta tierra, ocupan un lugar en el universo, así también hay otros cuerpos en los que existe vida, pero en una sintonización más baja o más elevada.
Y en toda esta vida está Dios, toda esta vida es amor, nada más que amor.
Gran felicidad le espera al hombre cuando haga la transición en la tierra para entrar a esta vida.
Pero nos esperan profundidades de felicidad aún más profundas, insondables para nosotros; abismos todavía más profundos que debemos salvar para que se nos conceda entrar en la esfera de Cristo.
Sin embargo, llegará ese momento, por más lejos que esté todavía de nosotros.
Observará usted que la luz que irradia la séptima mentalidad conecta e irradia todos los demás cuerpos, por lo que le quedará claro que el Mal está conectado con el Bien.
Le repito: aquí vivimos, aquí viven todas las otras mentalidades, aquí vive Cristo, en y con nosotros.
Ya ve que todos los cuerpos describen su propia órbita y no habrá cambios en eso, salvo que un fallo cósmico obstruyera su recorrido.
Podríamos aclararle muchas cosas pero es imposible, pues hay cientos de años de por medio y es incomprensible para los de la tierra.
Pero queremos que baste con que le mostremos que la vida no termina con la vida terrenal, sino que prosigue su curso, para cumplir su ciclo hasta en el Omnigrado.
Los maestros que hicieron posible que lo conectáramos con el universo viven todos en la séptima esfera.
El genio que se siente cósmicamente conectado lleva una fuerza que nos hace posible proyectar según la vida.
De modo que el universo se proyecta en la vida, porque todo lo que encontrará en las esferas de luz vive.
En la tierra aún no conocen estas fuerzas, ni llegarán allí en mil años, porque la tierra tendría que haberse convertido en una séptima esfera con sintonización espiritual.
Pero de este lado el espíritu se conecta con toda la vida, como acaba de observar.
Recuerde todo, mi joven hermano, y cuente en la tierra que la vida allí ya es eterna y que el ser humano puede asimilar sabiduría cósmica si recorre nuestro camino, que es el camino de amor.
Ahora volverá en su estado anterior, que es su propia sintonización, porque durante esta manifestación estuvo conectado con nosotros.
A los que quieren los podemos convencer, si están dispuestos a inclinarse humildemente y a dejar que incida en ellos el espíritu sagrado.
De lo contrario no es posible, porque no han alcanzado todavía ninguna esfera existencial.
Solo en esta esfera es posible convencer al ser humano de esta verdad y contemplar esta vida eterna.
La gente es traída aquí desde la segunda esfera y después de haber visitado la tercera esfera se les concederá entrar aquí.
Y todo esto es para incitar al ser humano a buscar lo elevado.
Ahora lo entrego a su líder espiritual y termino exclamándole: dígale al ser humano en la tierra lo que le espera de este lado; le espera la vida eterna, si quiere recorrer nuestro camino, que nos ha enseñado Cristo.
André volvió en su propio estado y vio que iba habiendo más luminosidad, hasta que volvió a aceptar su estado anterior.
Se le había revelado un gran milagro en la tercera esfera.
El cosmos se fue borrando, la vida que existía en él ya no le era visible.
La conexión se había interrumpido.
Alcar lo miró sonriéndole.

—No somos más que vida, hijo mío, somos solo un átomo de todo lo que Dios creó.
Saca de allí la fuerza para tu vida terrenal.
Aloisius apareció, le apretó las manos a Alcar y se despidió de él.
André agradeció al espíritu por todo.
Mediante pensamientos dejaron el imponente edificio, para proseguir su camino.