La verdadera clarividencia y el peligro de ver

A André se le llamó para ir a ver a una señora que quería hacerle una consulta.
Le preguntó a Alcar si le parecía bien, y este le contestó:

—Pues sí, vamos a verla.
Llegó a la hora fijada.
Las señoras no estaban en casa pero podían llegar en cualquier momento.
La que quería consultarlo venía a tal propósito de fuera de la ciudad y se hospedaba en casa de una amiga.
André aguardó durante un tiempo, pero cuando la espera empezó a parecerle un poco demasiado larga, quiso irse porque tenía que tratar a pacientes en casa, pero Alcar dijo que tenía que esperar; iba a ser algo particular.
Reflexionó.
¡Que iba a ser algo particular!
Por lo tanto, entonces, Alcar ya tenía que saberlo.
Sintió una fuerte incidencia; Alcar estaba haciendo algo.
Aún no podía ver claramente qué era.
Las señoras llegaron a casa y se le presentó a la invitada.
—Mucho he escuchado sobre usted, señor Hendriks, por eso quiero consultarlo.
Subamos, así no nos molestarán.
Una vez arriba, ella puso frente a él una foto y una corbata y le preguntó si con eso podía decir algo sobre el estado de salud de su esposo.
André tomó la foto entre las manos.
—Me esforzaré, señora, pero no debe decirme nada.
Solo cuando le diga lo que veo puede decirme si es correcto o no.
Después de unos instantes dijo qué impresiones recibía acerca de su marido.
Lo invadió un fuerte deseo de dormir y luego se sintió sofocado.
Cuando este impulso incidió en su cuerpo, se lo comunicó también a la señora y ella le contestó que eran los síntomas que presentaba su marido.
—¿Así que lo sentí bien, señora?
—Sí, sin duda es así.
—Muy bien, entonces le diré con qué tiene que ver.
Veo a algunos médicos junto a su marido; también veo que las medicinas que le administran son para el corazón.
¿Es correcto?
—Sí —contestó.
—A su marido lo veo así, señora.

Y le dio una descripción de su persona.
También ahora solo podía decirle que era completamente exacta.
También la descripción del carácter era correcta.
—Veo el lugar donde usted vive, el entorno donde su marido sale a pasear todas las mañanas, las calles por las que tiene que pasar para llegar a la oficina.
También veo el nombre de la calle donde esta se ubica.
La señora tuvo que admitir que todo era correcto.
Luego no vio nada más y se quedó esperando lo que fuera a suceder.
Después de unos instantes, la señora preguntó:

—¿Ve algo más?
—No, señora, pero espere un momento más.
Ella se impacientaba, pero André estaba preparado y mantuvo la calma.
Alcar le había dicho ya muchas veces que tenía que mantener alejada la influencia que las personas le mandaban, pues de no hacerlo lo confundiría y no vería puramente, sino que estaría bajo la influencia de la gente.
Alcar siempre decía que tenía que estar tranquilo.
La gente le mandaba muchos pensamientos que adoptaba telepáticamente.
Si bien podía darles pruebas así, pero entonces se fundarían en lo que ellos mismos sabían y pensaban.
Eso no le permitía avanzar.
También ahora fue así.
Rechazó estos pensamientos con fuerza.
De repente vio muy claramente a cuatro personas frente a él.
Eran tres señoras y un caballero.
En cuanto vio esta imagen delante, oyó que Alcar dijo:

—Son cuatro clarividentes a los que ella ha consultado.
Tuvieron en las manos la foto y la corbata y por tanto aún sigue pegada su influencia a estos objetos.
Transmitió este mensaje.
También esto se había visto correctamente.
Luego Alcar dijo:

—Mírale la cabeza, André, concéntrate con fuerza y adopta sus pensamientos.
La miró y vio cómo de su cabeza salió un rayo de luz que llegó hasta él.
Pasó tan rápido como si hubiera sido un fogonazo.
Alcar siguió:

—Ahora ves sus pensamientos vueltos luz.
Telepatía, André, ten cuidado.
Todos estos clarividentes han adoptado sus pensamientos y ahora quiero mostrarte cómo se le influencia a un clarividente, cómo capta los pensamientos de la persona que lo consulta.
André sabía cuál era el significado de la luz que le llegaba.
Y cuando la señora le preguntó si veía alguna cosa más, pudo decirle lo que había visto y adoptado.
—Sí, señora, le diré lo que veo.
Los cuatros clarividentes que consultó le dijeron todos que su marido morirá antes de diciembre.
Oigo claramente las palabras que le dijeron y que ahora he adoptado de usted.
Las repetiré al pie de la letra: “¿Sabe que pronto enviudará?”.
Se quedó asustada y empezó a sollozar.
Esta era la quinta vez que un clarividente hacía esta evaluación.
Otros cuatro ya se lo habían predicho antes y uno de ellos tenía fama en toda Europa.
Así que tenía que ser cierto, pues todos habían tenido la impresión de que su marido ya no viviría mucho.
André le tuvo compasión porque se le hubiera dicho tan tajantemente que su marido moriría pronto y porque ella lo hubiera creído, pero prosiguió:
—¿Así que lo que le dije coincide con lo que le predijeron los otros clarividentes?
—Sí, exactamente, su declaración coincide con lo que dijeron ellos.
—Perfecto, señora, pero le aseguro que no hicieron más que adoptar telepáticamente los pensamientos de usted y le dijeron en lo que usted estaba pensando, porque tiene un fuerte poder de concentración y por lo tanto influyó en ellos.
Tampoco supieron decirle otra cosa acerca del estado de salud de su esposo que lo que ya sabía usted misma y que la ocupaba por completo.
Ahora estoy solo frente a los cuatro otros clarividentes y percibo que no me cree.
Sin embargo, quiero esforzarme, señora, e intentar si puedo recibir para usted la verdad pura.
Le preguntaré a mi líder espiritual, que está conmigo, si es posible que me la muestre.
Le preguntó a Alcar, quien le contestó:

—Entrégate y veremos cuál es la verdad.
Se entregó de buena gana a Alcar, pero antes de concentrarse rezó a Dios pidiéndole que le fuera concedido recibir la verdad, la verdad espiritual.
La cuestión era ahora ver puramente, no solo por el enfermo, de quien se trataba, sino también por esta pobre mujer, que ya había aguantado un miedo tan terrible debido a lo que se le había dicho.
Rogó por fuerza para su líder espiritual, para que, al usarlo a él como instrumento, pudiera darle a la señora la verdad pura acerca de todo.
A su lado oyó que Alcar también rezaba y pedía fuerza.
Los cuatro clarividentes realmente deberían saber cuánto daño ya había hecho su trabajo y cuánto cuidado tienen que tener con sus dones.
La pobre se encontraba en una tensión nerviosa tan grande que, si esta se prolongaba mucho más, sin duda alguna haría la transición incluso antes que su esposo.
Después de su oración, André cayó en trance y en esta condición le fue levantado el velo que cubría la verdad.
Cuando se le concedió ver, oyó decir a Alcar:

—Cuéntale lo que ves.
Primero le pidió a ella que anotara todo lo que iba a decir y luego prosiguió:
—Escuche, señora.
Veo ante mí el primero de diciembre; luego veo pasar todas las fechas de diciembre.
Parece casi una película.
Ahora veo enero y veo también a su esposo, que mantiene un aspecto sano mientras que, según lo que sostienen los clarividentes, ya debería haber muerto.
Tampoco veo que pase nada en enero, aunque sí veo a su marido.
Cada vez se me muestra cómo se encuentra.
Ahora llegamos a febrero y la primera semana pasa frente a mí lentamente.
El ocho de febrero, la película se detiene.
Significa algo.
Ahora veo a su marido enfermo, está en cama, pero no se preocupe, la película vuelve a avanzar.
Diez, doce, catorce, dieciséis de febrero; ahora veo que se ha recuperado.
No fue más que una pequeña indisposición.
Ahora ha pasado febrero.
Veo el cuatro de marzo; sucesivamente los días restantes de ese mes.
Abril.
Ahora los días y meses pasan cada vez más rápido.
Nada, no pasa nada.
Sigo viendo a su marido al lado de usted, fresco y sano.
También pasa ante mí el mes de noviembre y ahora ya es un año después de la fecha fijada en que tenía que haber enviudado, pero veo que no ha llegado el momento aún.
La película se está volviendo a enrollar, señora; dice mi líder espiritual que así es suficiente.
Todo se acabó.
Ya no veo nada más y puede volver a ser feliz.
Pero la señora no sabía qué pensar.
También había hecho poquísimas anotaciones, solo “8 de febrero”.
Miró a André sin decir nada y él sintió que no le creía.
Su posición era de uno contra cuatro, y ¿a quién tenía que creer ella?
En su opinión, los demás también podrían tener razón y parecía convencida de eso.
Para él era una situación insostenible y Alcar dijo:

—Termina esto ya, hijo.
No tiene valor alguno para ella y por más que veamos, no nos sirve de nada.
—Señora, escúcheme por favor, puede pensar lo que quiera y aceptar lo que prefiera, pero le pido atentamente: escríbame todo lo que le vaya ocurriendo a su marido.
Para mí es sumamente importante saber quién ha visto bien en este asunto.
—Se lo prometo.
—Entonces le diré qué pasó.
Lo que los demás clarividentes adoptaron telepáticamente de usted no tiene nada que ver con clarividencia verdadera.
Ver de verdad, señora, es transmitir lo que recibimos de nuestros líderes espirituales.
Tenemos que concentrarnos con fuerza para poder recibir puramente aquello con lo que nos conectan nuestros líderes espirituales.
Si mi líder espiritual no me hubiera advertido de su gran poder de concentración, también me habría influido a mí y también yo habría visto mal.
Acepto como verdad lo que vi y le conté.
No está cerca el día en que se influya en mí, señora.
¿Y por qué no?
Porque nunca trataré de dar pruebas por medio de la telepatía, es decir, adoptando pensamientos.
Como le dije: esto no es ver, sino solo intuir.
Un clarividente tiene que tener certeza sobre si las impresiones que recibe proceden de sus líderes espirituales o de personas materiales.
Tenemos que saber distinguir, pues allí reside el gran peligro.
Sobre todo en casos de enfermedad es necesario desconectar la telepatía por completo y controlar todo lo que nos dan nuestros líderes espirituales.
Porque no puede haber equivocaciones.
¿Siente lo peligroso que es?
Si no lo hacemos, nuestro ver se volverá muy peligroso para los que nos pidan consejos.
¿Acaso no ve usted misma el peligro de lo que esas personas le contaron?
Tal vez aún no, porque no me cree, pero después pensará en mis palabras, en todo lo que le dije en este momento.
Su amiga tiene mucho tiempo de conocerme y sabe que quiero ser sencillo y que solo pretendo servir de instrumento.
No soy un fanático, señora.
Lo único que me importa es ayudarla con todo lo que tenga dentro.
Todo lo que veamos en un caso como el suyo debe ser espiritual.
Eso me dice que nos tiene que asistir un líder espiritual, un espíritu, o sea, uno de nuestros ayudantes a través de quienes hacemos todo y de quienes recibimos todo.
Se lo digo solamente porque confío en mi líder espiritual; significa que todo lo que le ha dado es cierto, porque siempre, en todo, me da lo puro.
Pero también porque nunca se burla de la salud de los seres humanos, que le son sagrados.
Me parece terrible para usted que la hayan alterado tanto.
Ni los propios clarividentes culpables de esto saben ya si están en contacto puro con sus líderes espirituales; de lo contrario jamás se les habría permitido contarle estas cosas.
Un espíritu elevado, que está en la luz, jamás transmitirá algo parecido.
Y aunque fuera la verdad y aunque los datos también fueran confiables, incluso entonces nunca le habría dicho que pronto enviudaría.
Y si estas personas sostienen que lo ven, dicen falsedades y anulan a sus líderes espirituales.
No debemos olvidar nunca que somos herramientas y debemos tener cuidado de que nuestros propios pensamientos no ocupen el primer plano, de que no se impongan.
Es una tarea complicada para los médiums.
Cada médium trabaja con un médico espiritual, pero en este caso, ellos los anularon.
Y si el clarividente no se mantiene recto, quiero decir, cuando no sabe diferir entre la clarividencia y la telepatía, todo resultará inevitablemente en un fracaso.
Entonces le da pruebas de lo que ocupa por completo los pensamientos de usted.
¿Entiende ahora, señora, lo sencillo que es todo?
De no haber influido a estas cuatro personas con su temor de perder a su marido, ellos también le habrían comunicado cosas diferentes.
Así, este temor le fue fatal.
Los clarividentes adoptaron los pensamientos de usted, pensando que habían visto bien.
Yo tenía que guardarme de eso.
Los pensamientos de usted habrían podido despistarme; por eso mantengo a raya los pensamientos que se me manden.
¿Siente lo que quiero decir, señora?
—Sí, le entiendo.
—Le contaré otra evidencia maravillosa de mi líder espiritual.
Hace algún tiempo, un sábado por la tarde, un caballero y una señora vinieron a verme, y el señor me pidió que dijera algo acerca del estado de salud de su mujer.
Para lograr el contacto, tomé las manos de ella entre las mías; así empieza a ver mi líder espiritual y me transmite lo que haya visto.
Lo verificamos tres veces, pues es necesario para anular la adopción telepática de pensamientos, que es muchas veces inconsciente.
Se me comunicó que ella era sorda del lado derecho, y al instante se hizo el silencio en mi oído derecho.
A continuación la vi interiormente y luego siguió el tercer control; después me dice mi líder espiritual si he sentido y visto bien.
Este control lo aplicamos a nosotros mismos, y cuando mi líder espiritual dice que está bien, puedo confiar en que todo lo que he visto es correcto.
Así que le dije a la señora que era sorda del lado derecho y admitió que era cierto.
Le pareció maravilloso, pero esto era todo.
Tenía que ayudarla y magneticé su oído durante cinco minutos.
Mientras la traté, mi líder espiritual me mostró que el absceso en su oído se reventaría el lunes a las nueve menos cuarto de la mañana y que luego estaría curada.
Le conté también eso, sin dudar de mí ni de mi líder espiritual.
“Veremos si se cumple”, dije.
Al otro día, domingo, pensé mucho en esa señora.
A pesar de estar en tensión, confiaba plenamente en mi líder espiritual.
Llegó el lunes, y por la mañana, a las nueve y cuarto, tocaron el timbre y el señor llegó para contarme que todo había ocurrido exactamente como yo lo había dicho, y que su mujer oía de nuevo.
Le pareció glorioso y estaba muy feliz de que la predicción se hubiera cumplido.
A estas personas se les daba una prueba sin duda magnífica, no solo de la nítida visión de mi líder espiritual, sino también de la curación espontánea.
Muchos médicos le habían dado en vano sus fuerzas a ella y aquí se le había quitado la enfermedad en unos cuantos minutos.
¿No le parece maravilloso?
¿Y acaso pensaba entonces que yo dudaría de lo que se le ha contado ahora, si ya he podido dar a las personas cientos de evidencias de las habilidades y del ver de mis líderes espirituales?
No, señora.
Le cuento esto para darle más certeza y más confianza en lo que se le ha comunicado, porque aquí lo que importa es su tranquilidad.
Me parece irresponsable que los otros clarividentes le hayan comunicado que su marido partirá de su lado.
Es imperdonable atreverse a decir: “¿Sabe que pronto enviudará?”.
Y si fuera así en verdad ni siquiera haría falta predecírselo con meses de anticipación.
Siento su temor y entiendo tan bien su condición.
No puedo imaginarme que un mensaje así proceda del “otro lado”.
Eso no es ayudar, sino destruir.
No aboga por su amor hacia las personas.
Hemos recibido nuestros dones para apoyar a las personas que se acercan a nosotros.
Pero en lugar de ayudarla y apoyarla, se le infundió innecesariamente un gran temor, que tendría que durar dos largos meses más.
Vamos, señora, deshágase de ese temor.
Créame, lo que le predijeron no se cumplirá.
Rece por que Dios le brinde mi convicción, rece mucho; como está ahora no podrá aguantar.
La oración la consolará y la ayudará.
No puedo hacer más por usted y no se le pueden dar otras pruebas.
André se fue y una vez fuera se sintió aliviado, porque veía a su lado a su querido líder espiritual, quien le dijo que había hablado bien.
—Hiciste lo que podías, hijo, pero me temo que no se le puede convencer con nuestros datos.
Pero no te preocupes; todo se cumplirá como te lo mostré.
Te diré por qué se cumplirá.
Yo sabía de antemano de lo que se trataba.
Me alcanzaron sus pensamientos y sabes que los puedo captar.
Vi todo y me aseguré de que se me conectara de inmediato con mi maestro.
No te lo pude decir en ese momento, pero mi maestro me lo mostró.
Ya que se trataba de algo espiritual, se me concedió preguntarle.
Así te lo di a ti y tú a ella.
Esta es la gran cadena de la que todos somos eslabones.
Mi maestro lo ve y puede ofrecer la verdad.
Mi pregunta y mis pensamientos llegan a la velocidad de un rayo a aquellos que pueden saberlo y luego suben hasta Dios, pues todo lo espiritual se ofrece a través de Su ayuda.
Está siempre dispuesto a recibirlo.
Reza por mucha sabiduría, verdad y fuerza.
Ya ves, se nos dan porque pedimos apoyo espiritual, libre de intereses materiales.
Siempre pide eso en toda sencillez (—dijo).
Pasó un mes y André no oyó nada.
El caso no lo dejaba tranquilo.
Pasó diciembre; había llegado el momento funesto en que el hombre haría la transición.
Pero André no recibió ninguna noticia.
Entonces llamó por teléfono a la amiga de la señora y recibió la respuesta tranquilizadora de que todo seguía bien.
Ella estaba empezando a dudar de la fatídica predicción y dijo que desde un principio se había inclinado por lo que él había declarado.
Pasó enero; seguía sin tener noticias.
El ocho de febrero volvió a llamar, pero no se le podía decir nada.
Por fin, en marzo, recibió una carta que decía:
“Estimado André:
En seguimiento de mi promesa del año pasado, en casa de la Sra. V., le quiero hacer saber que al parecer sí vio bien en cuanto al estado de salud de mi esposo.
Sí duerme mucho, pero aparte de eso no hay síntomas preocupantes.
En caso de que uno de los clarividentes tuviera razón con el número tres, podría significar dentro de tres años.
No puede escribirme directamente, porque naturalmente mi esposo no está enterado de mi entrevista con usted.
Atentamente,
B. v. H.”.
La predicción de Alcar se había vuelto a cumplir.
Pues, ¿por qué habría uno de entregarse a fantasías que no tenían pies ni cabeza?
Porque uno de los tres clarividentes había mencionado el número tres, ¡algo tenía que pasar “dentro de tres años”!
No hay manera de ayudar a quien dé rienda suelta a su imaginación.
Al principio de su formación, Alcar había dicho: “Verás lo que yo quiera que veas”, lo que prueba de sobra que un médium no puede hacer nada por sí solo.
La gran confianza de un médium en su líder espiritual, la voluntad de servir únicamente como instrumentos lo protegerán de errores y mensajes equivocados.
En particular los que posean el don de la curación tienen que guardarse de ello, porque puede estar involucrada la muerte.
Estos médiums tienen una enorme responsabilidad.
Alcar dijo a André:

—La sencillez es la fuerza de este gran don.
Y luego: la verdad por encima de todo.
No usar telepatía para convencer a las personas por medio de sus propios pensamientos.
Allí está el gran peligro de ver.
Y no te vuelvas vanidoso, pues en muy poco tiempo estarías perdido, por más grande que sea tu don, porque ya no podrías distinguir claramente entre lo que yo te doy y tus propios pensamientos.
No te es posible ver un pensamiento en luz si no te ayudo.
Ten cuidado cuando te enfrentes con cosas grandes, porque puede haber vidas humanas en juego.
Para todos los que poseen este don, lo principal es que se nos escuche (—terminó).
Un día se llamó a André para que fuera a ver a un niño de ocho años y después de haber ido algunas veces, Alcar le dijo que ya no le era concedido ayudarlo.
No hizo caso y pensó, ‘¿Por qué ya no se me concede ayudarlo?
El niño está mejorando, ¿o no?’.
Cuando un día hizo caso omiso de la voz que lo advertía, y fue a verlo a pesar de todo, Alcar le dijo:

—Tienes que obedecer, André.
Pretendiste no escucharme, pero no harás nada que no sea mi voluntad.
Este niño hará la transición y te estoy retirando para ahorrarte todo lo desagradable.
Hay un médico con el chico y es suficiente.
Ya no podemos hacer nada allí; nuestro trabajo ha terminado.
Aprende de esto y haz todo como yo quiera que lo hagas, por más extraño que te pueda parecer.
Veo a través de todo y todo lo que hago tiene un propósito.
El pequeño hizo la transición quince días después y Alcar dijo:

—Ya ves, hijo mío, que se cumple.
Nosotros, de nuestro lado, vemos a través de todo.
Tienes que fortalecer cada vez más el lazo que te une a mí por medio de una gran confianza, hasta que algún día se convierta en un lazo de amor.
Entonces trabajarás como yo quiero y podré ayudarte en todo, por más peligroso que te parezca.
Mantente sencillo; beneficiará tu formación.
Y no olvides nunca que eres una herramienta, como todos los que poseen este don.
Cada uno tiene que librar su propia lucha y encontrar su propio camino.
Pero no solo en tus actos, sino también en pensamientos.
Te contaré algo al respecto.
Esto rige a todos, porque para algunos ese camino es el sendero hacia las tinieblas, mientras que para otros es el camino, muy quebrado, que conduce a la Luz de Dios.
Ya te he dicho tantas veces y explicado tan a menudo lo difícil que te puede ser ese camino.
A ustedes, habitantes de la tierra, que tienen que hacer su trabajo, a ustedes, que buscan el camino hacia la Luz y llevan dentro la sagrada voluntad de hacer el bien, les digo desde este lado que en muchas ocasiones siguen errando y buscando, y que siguen siendo muy quebrados sus caminos.
Pero ¿cómo será entonces el camino de los que no buscan la gran luz?
¿No son unos desventurados?
Muchos yerran y buscan.
No lo digo como un reproche, pues nosotros, de nuestro lado, sabemos que errarán y que tienen que hacerlo.
Porque una vez llegados al camino hacia la luz, se convertirán en uno de nosotros y habrán concluido la vida terrenal.
Este errar no es ir adrede por caminos equivocados.
No, más bien es un apartarse de los pensamientos, fuera del camino correcto.
Nadie les impide pensar lo que quieran.
Así, sus pensamientos se pueden mandar en una dirección equivocada; entonces yerran y muchas veces ni siquiera lo saben.
Pero cuando vayan en la dirección correcta, serán felices y nos facilitarán alcanzarlos.
¿Y es seguro que siempre son buenos los pensamientos humanos?
¿No hay en todos ustedes un impulso hacia el mal, hacia lo reprobable?
¿Y no hay algo que, habiendo formado y por tanto transmitido una imagen de pensamientos semejantes, los aleja del camino iluminado que lleva al bien?
¿Es tan extraño, entonces, que deba hablar de esta manera?
¿Y no lo hago para ayudarte a mantenerte sobre el camino recto y a seguir entregándote para el bien, animado por pensamientos inmaculados?
¿Es cruel, entonces, cuando les digo a todos que, a pesar de su buena voluntad de seguir el camino hacia la luz, yerran?
Y luego: si a ustedes, que quieren lo elevado, les cuesta ya tanto trabajo sintonizarse puramente, hacerse uno con nosotros, ¿cuánto más difícil no será entonces seguir el camino de la luz?
¿Y cuánto más difícil, infinitamente más difícil, no será entonces para aquellos que no quieren con toda su alma andar el camino hacia lo elevado?
Nosotros, los habitantes del mundo espiritual, les decimos bien alto: Todos ustedes que viven en la tierra, no solo sean cuidadosos con sus actos, sino también con sus pensamientos.
Porque los pensamientos que emiten son grandes como nubes y sobre todo sus malos pensamientos; ruedan como masas negras alrededor y por encima de la tierra.
Son turbios; fríos, húmedos y sucios al tacto.
A ustedes, los humanos, les causa temor cuando llegan a parar en una de esas nubes negras.
Al ver esas masas negras, se sobresaltan mucho.
Entonces, al haberlo intuido con pureza, sus primeros pensamientos serán: ‘¿Cómo pude pensar así?’.
Y es necesario que se hagan esta pregunta.
Entonces los pensamientos edificantes cubrirán las nubes negras, iluminándolas con su brillo.
Eso es el bien que llevan interiormente y con el que están sintonizados con lo espiritual.
Entonces sus pensamientos puros arrojarán su brillo luminoso sobre los oscuros e iluminarán todo eso tenebroso, pero luego seguirán apareciendo pensamientos oscuros semejantes, de aquello negro, hasta que la luz, la luz del bien, lo haya borrado también.
Los pensamientos malos de este tipo pueden, como nubes negras, asediar y destruir a otro.
Pero por suerte también están los rayos resplandecientes, que se dirigen hacia Dios desde lo más profundo de los corazones.
¿Y no hay entre esos rayos azules, blancos y dorados miles de matices?
Cuando estos colores sagrados, esta luz del bien, iluminan una nube oscura, habrán dejado atrás otro recodo más del camino y podrán seguir avanzando con valentía.
Y poco a poco todos los pensamientos oscuros cederán ante el bien.
Esta es entonces su lucha para encontrar lo elevado.
Y aunque muchas veces piensen que poseen la luz, les digo desde este lado que muchas veces todavía están errando y buscando.
Nunca olvides esto, hijo mío, pues no es bueno que haya pensamientos negros y con eso no me refiero solo a los que en tu opinión sean inmaculados y malos, sino también a los de soberbia, de vanidad y de ilusión.
A los pensamientos del semidiosito.
El deseo de ofrecer sensacionalismo, el deseo de ser algo que sin embargo no eres.
No dejes que irradies todos estos pensamientos, que también son oscuros.
Los pensamientos oscuros y malos pueden causar infinitas desgracias.
Piensen siempre en eso, todos ustedes que tienen que trabajar en ustedes mismos, que tienen que llegar a conocerse, y no olviden que precisamente esos pensamientos malos han rodeado, han crucificado a Aquel; la gran figura, el ser humano sencillo ante el que debemos hincarnos de rodillas con humildad.
Todas esas nubes oscuras se comprimieron encima de la cabeza del Hijo de Dios.
Pero cuando lo crucificaron, encima del Gólgota se desgarró la negra masa de nubes y la Sagrada Luz de Dios se vio en el Cielo.
Ay, seres humanos, cuando en su interior reine la oscuridad, junten las manos y piensen que en esta oscuridad les será difícil encontrar el camino hacia Dios.
Plieguen las manos, inclinen la cabeza, agradézcanle por Sus dones, recen por que les enseñe, a través de las nubes oscuras, el camino hacia la Luz y que esto pueda irradiar de ustedes aún durante su vida terrenal, porque al mundo le hace tanta falta.
Entonces también nosotros los ayudaremos en todo; nunca lo olviden.
Y cuando se haya hecho entonces la luz dentro de ustedes, tienen que implorarle a Dios para que deje que esa luz brille en su interior para siempre.
Que Dios permita que estas palabras, que salieron de lo más profundo de mi alma, les puedan dar la fuerza para querer hacer siempre lo elevado.
Pídanle que siempre haga brillar en su alma esa luz azul, blanca y dorada, para que también pueda iluminar a los demás que vayan a verlos, y para que pueda acercarlos a la Eterna y Sagrada Luz de Dios.
Mi chico querido, cuando estés solo, completamente solo, e inclinas la cabeza en humildad, pregúntate si todos los días has dado más luz que oscuridad.
Pero di también que quieres ascender espiritualmente; dilo sinceramente para tus adentros.
Siéntelo bien y luego di: “Hoy he sido mejor que ayer”.
Rézale a Dios por ayuda y di que mañana quieres ser mejor que hoy.
No te vanaglories, pero tampoco te subestimes.
Nuestro Padre sabe todo, ve y entiende todo.
Y cuando llegues hasta nosotros con tus preguntas espirituales, podremos ascender, hasta nuestros maestros, para transmitir y pasar a través de ellos la verdad.
Médiums, usen sus dones en amor por Dios.
Entonces el mundo avanzará gracias a su ayuda, su fuerza y su amor, el espiritualismo se difundirá cada vez más y la humanidad será conducida por camino hacia la Luz.