Pena y dolor por los demás

—Ven, hijo mío, sigamos para aclararte otros estados.
Quiero mostrarte cuántos tienen que sufrir por lo que otros les han impuesto, pero también qué terribles son muchas transiciones.
Te mostraré a aquellos que tienen que observar con resignación que sus seres queridos, con los que estuvieron conectados muchos años en la tierra, son llevados a las esferas tenebrosas, y te haré percibir el agudo sufrimiento que sienten porque saben lo que significan las tinieblas de este lado.
Habían atravesado muchas calles.
—Ven, hijo mío, entraremos en esta casa.
André vio un gran edificio, que parecía un hospital.
Veía seres astrales entrando y saliendo.
Para el ser humano en la tierra eran invisibles.
Reinaba el silencio en este edificio.
Era el poder de la muerte, que empuñaba aquí su cetro.
Una casa de sufrimiento, nada más que miseria.
Lo hacía sentir frío.
Lo atravesaron escalofríos al entrar al palacio de la muerte.
Caminó detrás de su líder espiritual, que seguía su camino habitual.
Seguía avanzando cada vez más.
Habían pasado por varios pasillos.
También aquí vio pasar a muchos espíritus.
¿No lo veían?
Ninguno (de estos espíritus) se dignó en mirarlo.
‘Curioso’, pensó, ‘estoy de este lado, ¿no?’.
De inmediato oyó una voz clara pero suave decir “pero en otro estado”, por lo que dedujo que estaba conectado con Alcar.
Entendió de inmediato el significado de lo que observaba.
Le quedaba claro que se encontraba en la sintonización de Alcar y que no lo veían por eso.
Alcar se detuvo frente a una habitación.
¿Entrarían allí?
Sí, aquí viviría otros estados.
Era una sala grande, en la que estaban colocadas juntas varias camas.
En todos lados yacían seres humanos enfermos y lastimosos.
Alcar lo estaba esperando.
Allí frente a él vio a un joven enfermo.
Al lado de la cama vio al ser humano astral que había descendido desde las esferas para ayudar al enfermo, el ayudante invisible.
Amor, nada más que amor.
André vio que el espíritu hacía largos movimientos de roce magnético por encima de la vestidura material.
Sus fuerzas vitales inundaban al ser humano material; irradiación espiritual, fuerza de amor dada al ser humano en la tierra.
Le resultaba una imagen imponente.
Si tan solo las personas pudieran verla.
Entonces estarían convencidos de que los lazos de amor eran eternos.
Era un espíritu masculino y el enfermo podría ser su hijo, puesto que observó algún parecido.
—En la tierra, André, se sabe poco de estos estados.
También desconocen las fuerzas de los que viven de este lado; quiero decir la ciencia.
Aun así te muestra claramente cómo podemos incidir desde nuestro lado en el ser humano material, cómo podemos ayudarlo.
—¿Este chico va a hacer la transición, Alcar?
—No, todavía no le ha llegado su hora.
Vivirá, se curará de esto.
El espíritu le puso las manos radiantes en la cabeza al enfermo.
Le daba todas sus fuerzas de amor a su chico.
Era imponente que le fuera concedido vivir esto como ser humano.
Era el amor de un padre por su hijo.
Oh, ¡qué bello era!
¡Qué poderoso era el amor!
Lo creían muerto, pero el muerto salvaba la vida de su hijo.
La muerte alimentaba la vida.
Qué poco se sabía de esto en la tierra.
Le corrían las lágrimas por las mejillas al ver todo esto tan bello.
El ser humano que vivía tras el velo ayudaba en silencio.
En su estado no había más que tranquilidad, felicidad y amor.
Nadie lo oía ni veía.
Para el ser humano ya no vivía.
Aquí veía el gran milagro, la pervivencia eterna después de la muerte.
Ser humano, ¡acéptalo!
Oh, qué sagrado era este saber.
Qué grande el poder de Dios entregado al ser humano en la vida después de la muerte.
Alcar estaba unas camas más allá, esperándolo.
¿Y ahora qué es o que vería allí?
Estaba frente al lecho de enfermo de un viejo.
Era un enfermo de gravedad.
Al lado de la cama vio a una joven mujer, que irradiaba una hermosa luz, que iluminaba su entorno.
Mantenía la mirada firme en el enfermo, que parecía estar inmerso en un sueño profundo.
Ya no viviría mucho más.
Ya había comenzado su agonía.
Para el ser humano terrenal no había nada que ver.
Aun así André sintió su fuerte batalla con la muerte, la muerte que significaba vida.
Una lucha que no hacía falta, pero de la que no se podía librar.
No sentía ni sabía nada acerca de una pervivencia eterna.
Y en su lucha, la lucha entre la vida y la muerte, ella descendía desde su esfera elevada para ayudarlo.
De nuevo vio lo grande que era el amor.
Los lazos de amor eran indestructibles.
Amor sagrado de las esferas, inmaculado como lo sentía ella, como irradiaba ella, como era ella misma, como podía ser la vida misma.
—¿Es su hija, Alcar?
—No, su madre.
—¿Qué dice?
—Su madre, André.
Es un espíritu de la luz.
Joven y bella, mientras que su hijo es viejo, viejo de cuerpo y viejo de espíritu.
André lo entendió: su madre era joven y bella; él en cambio sería un espíritu infeliz, al llegar de este lado.
El hombre había echado a perder su vida.
André entendió ahora la pena y el dolor que causan los demás.
Ella, la feliz, sufría porque su hijo se había olvidado.
Qué miseria.
Más profunda aún que la que acababa de observar.
Allí, el sufrimiento era otro que el que padecía ella.
Allí era soportable; aquí era inhumano.
La madre sufría por su hijo; sufría por ser madre.
Sería llevado al rato a las esferas oscuras.
Tenía que renunciar a él, no podía cambiar nada.
Era su sintonización.
Él mismo lo había querido.
Sufrimiento por los demás.
¿Se sabía de este sufrimiento en la tierra?
No, en la tierra no se sabía de él.
Hacía un frío cortante.
Tinieblas y pobreza.
Era terrible.
Era su hijo y seguiría siéndolo, también en la vida después de la muerte.
Por eso sufría.
Su sufrimiento, sus dolores, que solo sentiría después, que eran tan diferentes de todos los dolores materiales, los sentía.
Ya ahora, cuando su fin todavía estaba por llegar.
Ella sabía lo que significaba tener que descender a las esferas oscuras.
No volvían en muchos años.
El dolor de André era indescriptible.
Qué verdad tan triste veía aquí.
Ella había venido para despedirse de su hijo.
Para eso vino a la tierra.
Oh, lo sentía como si se lo contara Alcar.
Así era la vida en el espíritu.
No se le podía cambiar nada.
—¿Todo te queda claro, hijo mío?
Así podría mostrarte miles de estados.
Ella ya estaba con su hijo desde hace meses, para cuidarlo, y ahora ha llegado el momento para desprenderse de él durante mucho tiempo.
Mira allí, André, una joven chica junto al lecho de enferma de su madre.
Junto a ella, su padre.
Ambos han venido por ella.
Pronto estarán juntos para siempre.
Todos felices, porque fue una madre que dio mucho amor a todos los que la buscaron.
Tiene posesiones en el espíritu.
¡Son felices, hijo mío!
—¿No pueden vernos, Alcar?
—No, imposible.
Nos encontramos en otra sintonización.
Pero me conectaré con ella.
Solo ahora André entendió bien lo sencillo que era su líder espiritual.
Inmediatamente después de que Alcar se conectara con ella, se acercó a él, preguntando:

—¿Tomará mucho más tiempo, hermano?
André dedujo de esto que Alcar poseía una sintonización más elevada que ella, y oyó que su líder espiritual dijo:

—No, pronto estarán ustedes juntos.
Ella miró a Alcar con los ojos radiantes, en los que había amor y nada más que felicidad.
En esta mirada reposaba el eterno entender, que era el amor que ambos sentían.
Todos eran niños espirituales.
Seres humanos que entendían con un solo vistazo, con una sola mirada, en el que reposaba todo.
Las esferas eran una, sin importar donde vivieran.
Quien sintiera amor, entendía esta fuerza silenciosa.
No se habló más.
Alcar volvió con él, preguntando:

—¿Te queda claro todo?
—No, no entiendo por qué ella no sabe cuándo su madre hará la transición.
Es feliz, ¿no, Alcar?
—Lo percibiste muy bien.
Continúa así.
Te lo aclararé.
Ni ella, hijo mío, puede intuir el momento en el que se llevará a cabo la separación del espíritu y la materia.
Siente que hará la transición pronto, aunque solo lo sepan constatar aquellos que posean la primera esfera espiritual (la cuarta esfera de luz), y que vivan en esa sintonización.
Ellos son felices, hermosos y jóvenes, pero siguen viviendo debajo de la primera esfera feliz, que te mostraré en este viaje.
Cuando se acerque su final, el ayudante espiritual de este lado lo comunicará.
Te lo aclaré en la transición de tu tía.
Se puede percibir en su irradiación.
En ella se ve de este lado si el ser humano hará la transición pronto.
Todos estos estados son leyes espirituales.
Una ley deja de existir cuando hayamos asimilado las fuerzas que son la sintonización con una esfera más elevada.
Solo podemos intuir esas fuerzas psíquicas si poseemos esa sensibilidad.
Desde la primera esfera pueden conectarse e intuir varias transiciones.
En la transición de tu tía pude calcularlo.
Y aquí también se puede.
Pero no es mi trabajo.
De este lado, cada espíritu feliz tiene su propia tarea.
Ambos viven en la tercera esfera.
Ya estuviste allí.
En este viaje te contaré más de todas estas sintonizaciones.
Cuando estemos allí, entenderás mejor todos estos estados de sentimientos.
La primera esfera espiritual (la cuarta esfera de luz) es ese estado en el que el ser humano ha depuesto toda materia.
Solo allí se perciben las transiciones, porque entonces poseen esta sabiduría y tienen sintonización con ella.
Así que es posesión.
Nada más que amor en el espíritu.
Todos los seres que vivan bajo esta sintonización son felices, desde la primera esfera existencial en el espíritu (la primera esfera de luz).
Así que aquel que haya llegado a la primera esfera espiritual feliz, sabe y siente cuándo se acerca el final, porque ha hecho la transición en el espíritu.
Poseer la vida espiritual de este lado es deponer toda la materia.
Así que desprendido de todo para poder actuar según el entendimiento y las fuerzas propios.
Para esto hace falta un médico, un ser con sintonización elevada.
¿Te queda claro todo ahora?
—Sí, Alcar, completamente.
—De maravilla, hijo mío, entonces seguimos y visitaremos otra sala.
Entraron en una habitación pequeña.
André vio a una viejita flaca, que yacía allí sola, esperando su final.
—Donde sea que se encuentre el ser humano, André, hay ayuda espiritual.
Hay allí seres espirituales para ayudar a sus seres queridos, lo que te queda claro porque te hago vivir todos estos estados.
No hay enfermo sin que haya alrededor suyo seres espirituales que alivien sus dolores.
Hay en la tierra más seres de nuestro lado que seres materiales.
Donde se encierren las personas, se encierran con ellas seres espirituales con los que estén sintonizadas.
Donde esté el ser humano hay seres espirituales, lo que te mostraré en otros viajes después de este, cuando vivamos la vida de este lado.
Así que te esperan muchas más cosas; todo será sabiduría en el espíritu.
Ahora quiero que mantengas tu concentración en mí, porque quiero aclararte algunos otros estados más que te siguen siendo desconocidos.
Mira allí, André.
André miró el lugar que le indicó su líder espiritual y vio a dos espíritus luminosos junto al lecho del enfermo.
—Ahora mira allí, hijo mío.

André se sobresaltó mucho.
Vio a un espíritu viejo envuelto en una emanación oscura.
Lo oyó gimiendo y gritando, lo que no había sido el caso hasta que Alcar le llamara la atención sobre eso.
El ser estaba enfurecido.
Se le hacía terrible tener que observar esto.
—¿Qué significa todo esto, Alcar?
Ataca a esos otros seres.
¿No se les tiene que proteger?
—No, no lo sienten ni lo ven.
Te lo aclararé todo.
Aquí estamos en el lecho de enferma de su madre.
Ambos seres han hecho la transición hace mucho tiempo y ahora vienen por su madre.
Al padre, que vive en una esfera oscura, se le trajo aquí para convencerlo de su vida terrenal.
—Así que son diferentes sintonizaciones espirituales en el espíritu.
—En un momento te aclararé el estado del padre.
Les llama y dice maldiciones, pero ellos no lo oyen, lo que significa que viven en una sintonización más elevada.
No saben nada de él, porque son todavía niños en el espíritu y esto se les mantiene oculto.
Ahora están conectados con su madre y su concentración está sintonizada en ella, por lo que no absorberán otros estados.
Así que podrían conectarse con su padre, pero son demasiado tiernos para sus fuerzas crueles.
Solo cuando entre en una esfera espiritual se volverán a ver.
Así que en este estado se encuentran tres sintonizaciones diferentes.
Son las de la madre, las de sus hijos y la del padre.
Y en todas ellas hay a su vez estados intermedios que te aclararé más adelante.
Al padre se le trajo aquí para presenciar la transición de su mujer, por lo que se logrará que empiece otra vida.
Viviendo este estado se desarrollará, pues habrá despertado en él el deseo, porque sabe que ella también se encuentra de este lado.
¿Te queda claro?
Al padre lo trajeron aquí espíritus felices, que se han capacitado para este trabajo.
Le permiten vivirlo, al igual que yo te he aclarado a ti varios estados al mostrártelos con sintonización visionaria.
Así también pudiste observar la vida en la mina.
Al ver a su amada quiere conectarse, pero le es imposible.
Oíste lo lejos que sigue alejado de esta altura.
¿Sientes, hijo mío, el gran significado de todo esto?
La madre estará con sus hijos, viviendo en una sola esfera, porque ella también tiene sintonización con el espíritu.
Ahora mira allí, André.
—¿Quiénes son, Alcar?

Vio a dos espíritus que llevaban una túnica espiritual.
—Son los que lo trajeron aquí.
Ayudantes espirituales de este lado.

Lo miraban amorosos, como si entendieran para lo que estaba aquí.
—Espíritus de amor, André, que llevan a cabo una tarea en la esfera de la tierra.
Les abrirán los ojos a otros, enseñándoles cómo obtener una felicidad más elevada.
—¿Saben lo que hago aquí, Alcar?
—También lo saben, porque ven tu irradiación y pueden constatar todo a través de ella.
Y además esto: estos espíritus vienen de la cuarta esfera, donde sus posesiones son pura luz y felicidad.
Pero para trabajar en la esfera de la tierra, se conectarán con ese estado, lo que significa que hacen la transición a esa vida.
Son espíritus de amor, aunque lleven túnicas ásperas.
¿Cómo podrá mostrarse en la oscuridad un ángel de la luz?
Es imposible, ¿no?
La conexión de este lado es la transición a otro estado.
También todo esto te irá quedando claro en este viaje.
Los espíritus de la luz llevan su fuerza por dentro, la llevan y están conectados con el orden de verdad.
Vemos todos estos estados a diario, André, porque cada segundo miles de personas hacen la transición.
Y todo es y significa sufrimiento, infligido por otros.
Sigue, hijo mío, tengo más estados que mostrarte.
Atravesaron muchas salas.
—Ahora te haré vivir una verdad que solo nosotros conocemos.
Ven, entremos aquí.
Allí yace una joven vida que se manda demasiado pronto a este mundo.
La operaron, lo que es sencillo en la tierra, pero tiene otro significado en el espíritu, que solo nosotros conocemos.
La operación se malogró, otros están esperando (—aclaró).
Había muchas personas de la tierra alrededor de su camita, llorando.
Una joven vida se iría y todos estaban profundamente afligidos.
—Seguimos, hijo mío, aquí no encontraremos el significado de esta pronta transición; iremos a buscarlo.
He visto cientos de estas transiciones, cuando caminé por toda la tierra.
Y todo este acontecimiento afecta a los que manejan el bisturí.
Pero también en esto hay estados que indican a los verdaderos culpables.
—¿Dónde estamos aquí, Alcar?
—En una sala de dirección de un hospital.
Mira allí, un instrumento en nuestras manos.
Él también es médium y nosotros lo dirigimos y ayudamos.
Su capacidad se la debe a nuestra ayuda.
Su honor y su renombre son del espíritu.
Lo que aprendió no era más que materia, pero los que sirven a través de él a la humanidad han sintonizado sus sentimientos.
Manejaba el bisturí de manera infalible, hasta que otro factor destruyó su infalibilidad.
André vio a dos hombres.
Uno de ellos, el mayor, estaba inclinado con la cabeza entre las manos.
El otro se paseaba de un lado a otro y estaba estresado.
—El que da vueltas allí es su hijo y no igualará a su padre en sus capacidades, aunque cumpla mil años.
No podemos alcanzarlo.
Aun así tiene que seguir a su padre, y lo hará; el padre lo quiere.
Y este joven médico tiene que aprender la ciencia que su padre entiende tan excepcionalmente bien, pero para eso pasarán decenas de años; se les manda a este mundo demasiado pronto.
Mandó la joven vida hacia aquí por la voluntad de su padre.
Tenía que manejar el bisturí costara lo que costara, para que más adelante, cuando su padre haga la transición, el hijo pueda continuar con su trabajo.
Sus cálculos fallaron, porque para este trabajo hay que poseer sentimientos.
Esto es intuir, lo que no se puede aprender.
El padre observa con resignación cómo se destruye una joven vida.
Está convencido de que todo habría sido diferente de haber manejado el bisturí él mismo.
Sin embargo, ocurrió, porque su vanidad e ilusión le jugaban malas pasadas.
Tiene la culpa de esta transición adelantada y tendrá que enmendarla.
Sepulta a los demás bajo pena y dolor, lo que no habría sido necesario, porque en este caso es un médium en nuestras manos.
Escucha, están hablando.
André vio que el joven médico se acercó a su padre, y lo oyó decir:

—Vamos, papá, que no lo afecte tanto, si nos hemos esforzado.
—No —dijo—, debí haberlo hecho yo mismo.
Debí haber escuchado mis sentimientos interiores, no debí permitirlo.
No aprenderás nunca, ¡nunca!
Allí estaban las pruebas de su error, que mostraban de manera incuestionable que no había sido necesario que la niña muriera.

—Me vuelvo loco —André lo oyó decir—, la niña se muere.
Ya no se puede hacer nada.
No sirves para tu trabajo.
—Todo ese remordimiento, hijo mío, todo ese remordimiento; nada más que tristeza, lo que habría sido innecesario.
Pero si no sabe liberarse de esta influencia, por su propia voluntad, habrá más personas a las que se les mandará hacia aquí.
Así se destruye la vida, así la pena y el dolor recibidos de los demás.
Esta no es la voluntad de Dios.
Dios tuvo otra intención.
Así unos infligen sufrimiento a otros, para halagar su amor propio, para aumentar sus posesiones.
Muchos harán la transición, pero entonces todo será diferente.
Entonces será el tiempo sagrado de Dios, el tiempo de hacer la transición.
Viví muchos de estos estados horrendos durante mi vuelta por la tierra, como ser humano invisible.
Observé que se destruía a los animales para que sirvieran al ser humano.
Se liquida una vida para curar otra.
Podría enumerar miles de horrores, peores que este todavía.
Así se destruye una vida para poder conservar la otra.
Vi desarrollarse escenas repugnantes.
En un laboratorio vi cómo se ataba un perro encima de una mesa.
Se había dejado al animal que padeciera hambre unos días, para ser torturado después.
Vi que cortaban al animal en el cuello con tal de poder recoger los jugos gástricos.
Se trabajaba de la siguiente manera: le enseñaban al animal, muerto de hambre, un pedazo de carne, por lo que el estómago empezaba a trabajar de manera intensa.
Se recogían los jugos gástricos que escupía el pobre animal para fabricar con ellos sueros que pudieran curar a las personas.
A pesar de que se le administrara anestesia local, el animal tenía conciencia de todo.
¡He allí la ciencia de la tierra, del ser humano con una sensibilidad divina!
¡Ay de los que se presten a eso!
¡Los jugos animales servirían para prolongar la vida de las personas!
¡Cómo puede olvidarse así el ser humano!
Una ciencia macabra.
¡No sienten el lodo en el que se revuelcan!
También vi otros estados que me hicieron feliz.
Uno de nuestros instrumentos tuvo que llevar a cabo una operación delicada.
Lo seguí con muchos otros, de este lado.
Se angustiaba por la joven vida, por si moriría o seguiría viviendo.
Pensaba tener el control de todo.
Perdió la confianza en sí mismo y regresó a casa.
Al día siguiente sería la operación.
Estaba convencido de que existía una pervivencia y era consciente de su don.
Pero aun así seguía estando en él esa fuerza que lo protegía de mucho sufrimiento.
A plena noche se arrodilló y rezó a Dios para que lo ayudara para que se le concediera conservar la confianza en sí mismo.
Rezó durante mucho tiempo.
Y lo ayudaron los que viven de este lado.
Mientras rezaba, se le transmitió la imagen y vio que la operación se lograba.
Vio claramente lo que tenía que hacer para lograrlo.
Se quedó dormido para despertar fresco y de buen humor, todavía conectado con su visión.
Lo apoyaban espíritus del amor, que velaban por él; estos eran sus seres queridos.
Siguieron rezando con él todavía mucho tiempo, para pedirle a Dios fuerza para él.
La operación se logró por completo.
Sintió el sagrado poder de Dios y aceptó humildemente su tarea.
Era famoso en la tierra, gracias a los que de este lado incidían en él.
¡Qué lejos está de él aquel otro médico, y sin embargo a este se le atavía de condecoraciones y se le nombra ciudadano de honor!
Llegará el día en que le muestren lo que fue bueno y malo en su vida en la tierra.
Muchos que efectúen trabajo sagrado serán luchadores para el ser humano con todas sus necesidades.
De este lado se espera a los que son mandados hacia aquí demasiado pronto.
Todo esto es pena y dolor por los otros.
Y ahora dejaremos la tierra, para visitar las esferas oscuras.