Fuerzas psíquicas

Lo que André vivió en este estado no solo fue milagroso, sino que también conoció las fuerzas psíquicas del otro lado.
Una noche lo fue a visitar un médico que quería pedirle ayuda.
Una familiar que estaba ingresada temporalmente había dejado el hospital psiquiátrico sin avisar a nadie, lo que le preocupaba mucho.
Como “influencia” había traído un pasaporte, por el que André tendría que intentar encontrarla.
Se preparó y esperó lo que vendría.
Pronto sintió que Alcar lo liberó de su cuerpo material y oyó que su líder espiritual le hablaba.
—Hijo mío, pon atención en todo lo que te aclararé en este estado.
Ahora vivimos un estado como cuando encontramos al que se había quitado la vida, aunque en este estado vivirás que puedes percibir desde una gran distancia, a pesar de que sigas conectado con tu cuerpo material e incluso así puedas transmitir tus observaciones al cuerpo material.
Cuando te aclaré lo que había pasado con Francisco, te hablé al respecto.
Este es un acontecimiento muy imponente, André, y el sabio, aunque esté presente, no sentirá ni verá ni oirá nada de lo que pase, por la sencilla razón de que no conoce estas leyes.
Por eso te pido toda tu atención y concentración sobre tu propio estado.
Yo me mantendré en mi propia sintonización, para que nada te distraiga.
Vivirás algo bello, que solo tú podrás ver y oír, porque en la vida del espíritu vives como espíritu desdoblado.
Ahora te sientes liberado de tu vestidura material y puedes percibir de este lado.
Pero no solo puedes ver, también puedes, aunque ahora hayas dejado el cuerpo material, hablar por medio de tus órganos de la voz.
Y este hablar es muy asombroso.
André miró hacia el lugar donde oía hablar a su líder espiritual, preguntándose cómo era que esto podía ser posible.
La fuerza que dirige el cuerpo humano se había desdoblado en ese momento.
¿Habría entendido con suficiente claridad a Alcar?
De inmediato oyó a su líder espiritual.

—Hablé con mucha claridad, hijo mío, y me es de una seriedad sagrada, por más increíble que te parezca.
Concéntrate en tus órganos de la voz e intenta decirle algo.

André quiso hablar, pero no pudo pronunciar palabra.
Miles de pensamientos le revoloteaban por la cabeza.
A pesar de que hubiera salido de su cuerpo, la materia estaba allí sola, el cuerpo espiritual guiaba la materia.
Nuevamente oyó hablar a Alcar:

—¿Sigues dudando, André?
Si te dije claramente que también para ti será asombroso.
Intenta concentrarte.

André se quedó reflexionando sobre qué le diría al médico.
—Escuche —dijo, pero por la palabra “Escuche” se sobresaltó tanto que ya no seguiría hablando por nada del mundo.
Qué asombroso era; oía hablar su propio cuerpo mientras estaba al lado del cuerpo material.
El intelecto lo había abandonado, pero podía hablar a pesar de estar fuera del cuerpo material.
Su voz, el sonido que emitía, había sido un poco más suave pero aun así claramente entendible.
Sentía que el médico no oía diferencia de sonido.
Al captar la palabra “Escuche”, el médico preguntó:

—¿Ya ve algo?

André entendió cada palabra pronunciada y siguió de inmediato.
Sus pensamientos estaban ahora sintonizados en un solo punto, y contestó:

—Ya veo conexión.

Inmediatamente, el médico lo interrumpió:

—Por el nombre de Dios, intente averiguar algo de ella.
Use todas sus fuerzas, me haría un enorme favor.

Ahora era como si todo marchara solo y André continuó diciendo que se esforzaría por saber algo de ella.
Se sentía intensamente feliz por poder vivir este milagro.
Qué fuerza de sabiduría estaba aprendiendo y qué grandes eran las fuerzas espirituales.
Allí frente a él descansaba su cuerpo material mientras que el espiritual estaba conversando con la materia, teniendo al cuerpo material en su poder, por concentración y fuerte voluntad.
Ahora oyó decir a Alcar:

—Haremos otra prueba, André.
Ahora te aclararé cómo incidimos en el ser humano material desde este lado para poder alcanzarlo.
Intenta incidir en él conectándote con él, y haz que pronuncie algunas palabras.

André hizo lo que Alcar quería y lo hizo preguntar si ya veía algo.
Interiormente estaba sintonizado con él con precisión.
Sentía como si se hiciera uno y que su fuerza dominaba la de él, por lo que el médico dijo:

—¿Ya ve algo?

Sin ser consciente de ello, el erudito estaba ahora bajo su voluntad.
Alcar dijo:
—Ves y vives cómo alcanzamos al ser humano desde este lado.
Pero si le preguntas algo que tenga que ver con su personalidad, se negará.
¿Te quedó claro?

Pero André no lo entendía, a lo que Alcar dijo:

—En un momento te quedará claro; ahora, ¡actúa!
Pídele que haga alguna cosa por la que podría poner en disarmonía tu cuerpo material.

De repente entendió lo que quería decir su líder espiritual.
Se concentró y quería que le preguntara si ya veía algo, y que a la vez tenía que tocarlo.
El médico volvió a preguntar si ya veía algo, aunque se resistiera a cumplir con su otra petición.
Aquí estaba impotente y le faltaban las fuerzas.
‘Qué extraño’, pensó, ‘si no es más que una pregunta clara y sencilla la que le hago’.
Lo intentó una vez más, pero constató que se negaba con firmeza.
No se le podía alcanzar.
—¿Te queda claro esto o te lo tengo que resolver?
Siente que, de cumplir tu petición, alteraría tu estado.
Tiene la fuerza, que es posesión espiritual, para esperar.
Es muy seguro que si alguien tuviera otra sintonización que la suya, esa persona también habría actuado de otra manera.
El cuerpo espiritual es el cuerpo de los sentimientos, no es cierto, y ahora que sabemos que los sentimientos son amor, su negativa es una sintonización de amor en el espíritu.
Así que cualquier acción o pensamiento encuentra su sintonización con el amor; es o bien material, o bien espiritual, es un estado que representa al ser humano.
En eso se reconoce al ser humano, en otras palabras: reconocemos la sintonización de la vida que vive en el cuerpo material.
Pero también en eso hay varias otras sintonizaciones, que te aclararé.
Así quiero demostrar que su acción todavía no encuentra sintonización espiritual porque le interesa y podría ser amor propio.
Haz que pregunte si ya ves algo y eso es lo que hará.

André lo hizo y el médico preguntó literalmente lo que quería que preguntara.
—Ahora podrías hacerle muchas otras preguntas, por las que lo irías conociendo e intuirías cómo es su fuerza de amor en el espíritu, pero ahora no hay tiempo para eso.
Aunque allí es donde reside la fuerza de los sentimientos del ser, lo que se manifiesta por este acontecimiento.
A medida que el ser humano se va desarrollando, percibe más finamente y se sintoniza en el espíritu, según el amor que posee.
Así que su estado interior lo protege de que efectúe algún acto indigno.
El amor —cuánto hemos hablado ya de él— es una ley psíquica y puede ser divino.
Se está investigando cómo hablan a gran distancia los médiums, aunque la ciencia deberá aceptarlo por las pruebas que se ofrecen desde nuestro lado, o también los eruditos tendrían que desdoblarse.
Aun así un erudito no se ofrece para esta ciencia, no puede ofrecerse como instrumento porque su propio estudio le es un impedimento y esta verdad no se puede constatar científicamente.
Has vivido ahora que es posible hablar, pero pronto también lo podrás hacer desde una gran distancia y te darás cuenta de que, si poseemos las fuerzas necesarias, en la vida del espíritu ya no existen las distancias.
Ahora pon tu plena concentración en ella y, aunque estés lejos de tu cuerpo, tendrás la fuerza de que actúe según tus deseos.
Se desplazaron tan veloces como un pensamiento.
André estaba en alguna casa de campo que no conocía.
Era un gran edificio, y dio una vuelta alrededor caminando.
Por delante y detrás lo rodeaba un jardín, cerrado por un alto muro.
¿Sería el psiquiátrico en el que estaba internada?
Oyó a su líder espiritual, quien le decía que lo sentía bien.
André entendió que desde aquí empezaba su investigación.
De inmediato oyó:

—Exactamente, hijo mío, aquí empieza tu tarea.
Volvió a ocurrir un milagro.
Si no lo habría vivido él mismo, habría sido increíble también para él.
Alcar le dijo que tenía que contarle al médico lo que percibía.
André quiso hablar, pero le fue imposible.
Volvió a dudar, sin querer hacerlo, porque le resultaba muy milagroso.

—¿Sigue mi hijo sin convencerse?
Respeto tu autoconservación, pero en el espíritu significa interrumpir tu concentración.
Ven, André, cuéntale lo que ves.

Ahora ocurrió lo más increíble.
Con mucho cuidado y cálculo pronunció las primeras palabras, diciendo:
—Estoy en un vecindario que desconozco.

—¿Ah sí? —oyó que preguntaba el médico, y en el mismo instante se veía a sí mismo sentado en su habitación hablando con el médico.
Continuó la conversación diciéndole al médico que tenía que explicarle la situación para poder comprobar si iba por buen camino.
Inmediatamente después, el médico dijo:

—Es correcto, está usted en el lugar donde estaba internada.

Era milagroso, pues el médico no le había dicho nada de antemano.
André temblaba de excitación.
Era un momento imponente.
Ahora estaba conociendo otras fuerzas, lo que le suponía incluso más sabiduría en el espíritu.
Al llegar a un rincón del jardín, le nació el deseo de saltar por encima del muro y lo satisfizo; del otro lado se encontró frente a una ancha acequia que le impedía el paso.
¿Ahora qué, tenía que pasarla?
Concentrándose en la mujer, sentía claramente que ella había pasado por el agua para llegar al otro lado.
Pronunció sus averiguaciones, mandándolas al médico.

—Qué terrible, esa pobre mujer —lo oyó decir.
André concluyó de esto que su visitante entendía que ella había vivido lo que él sentía y veía—.
¿Sigue viva? —continuó después.
André contesto:

—No se lo puedo asegurar todavía, solo estoy empezando mi investigación.

Pero sentía que el médico estaba muy triste por ella y sumamente impresionado.
Pero para él era un gran acontecimiento en su vida.
Se metió en la acequia y sintió que llegó a parar debajo del agua; con mucho esfuerzo logró volver a enderezarse para alcanzar la otra orilla.
¡En qué estado estaba esta joven madre!
En todo la seguía y vivía lo que ella había vivido.
Una vez que hubo llegado al otro lado, lo invadió una sensación de miedo, por lo que entendió que también ella había tenido miedo, sin duda de que la descubrieran.
Le transmitió al médico que ella no se encontraba en el agua, a lo que contestó:

—Qué suerte que no llegara a ese punto.
André le siguió el camino, deambulando por campos y prados, de lo que dedujo que no quería que la encontraran.
Ella tenía los pensamientos sintonizados con muchísima precisión en su propio estado.
La mujer no cometía errores y André sintió que podría curarla, porque sentía y veía el trastorno nervioso.
Su enfermedad residía claramente en él y por eso André pudo constatar dónde se había debilitado su concentración.
Estaba íntimamente conectado con ella.
Ella seguía avanzando sin rumbo; atravesó un pequeño pueblo, que André reconoció, por lo que pudo orientarse.
Ahora sabía en dónde estaba.
Sintió brevemente que le surgía una duda; entendió que ella había considerado por un momento volver sobre sus pasos.
El camino llevaba al poblado de K., y desde allí por la playa con dirección a S.
Oyó al médico que preguntó otra vez:

—¿Sigue viva?

André dijo que no lo sabía todavía, pero que pronto todo se resolvería.
Entre K. y S., André se sentó en las dunas para descansar.
André sintió de inmediato que ella se había quedado allí durante un buen rato, para finalmente levantarse y seguir su camino.
En Sch., entró caminando al espigón; aquí André ya no encontró más rastros suyos y sintió que el contacto había sido interrumpido.
El médico le preguntó si percibía alguna otra cosa.
Le dijo que tuviera un poco más de paciencia, porque aquí, donde se encontraba, terminaba la conexión con ella.
¿A dónde había ido la mujer?
Pero ahora oyó a su líder espiritual, que le dijo que esperara, pues la iba a buscar.
André esperó.
Ahora Alcar iba a resolver el secreto.
Pero no tardó mucho en oír decir a Alcar que tenía que escuchar.

—En este lugar quiso quitarse la vida, pero se lo impidió la gente que estaba presente.
La llevaron a un hospital psiquiátrico cerca de aquí, donde está actualmente internada.
¡Está viva, André!
Dile que vaya a casa, pues mañana por la mañana recibirá un mensaje.
No tiene que hacer nada, solo esperar tranquilamente hasta mañana.
Te repito: está viva.
André despertó y le comunicó lo que le había encargado su líder espiritual.
El médico estaba muy feliz y contento, y le tenía plena confianza.
André había estado desdoblado durante tres cuartos de hora y por segunda vez vivió que su cuerpo material había adoptado los cambios de temperatura, por lo que se había acatarrado.
Era muy curioso y al médico le pareció asombroso.
Pero para André ya no era extraño, porque ya le había ocurrido anteriormente.
El médico se fue y volvería lo más pronto que pudiera después de recibir noticias de ella.
Al día siguiente, a la una de la tarde, lo fue a visitar el médico.
Llegó a su casa muy contento.

—Tengo buenas noticias y vengo a felicitarlo —empezó—, por su hermoso ver.
De verdad, es milagroso lo que logró.
Hoy a primera hora ya recibimos un mensaje y le puedo asegurar que todo se cumple palabra por palabra; cada palabra cuadraba con lo que había percibido.
Nada, nada en absoluto estaba mal.
Me es un misterio y quiero darlo a conocer.
Esta es verdadera clarividencia.
Estoy muy feliz de haberlo vivido y también estamos muy felices de que haya vuelto y de que esté viva.

Cuando André quiso contarle que había constatado todo desdoblándose de su cuerpo material, sintió que tenía que parar si no le quería echar a perder lo bello.
Lo más bello de todo, la verdad espiritual, era demasiado profundo para el ser humano en la tierra, y lo era también para el erudito.
Aquí terminaban las fuerzas de las personas, no veían a través de la materia, no podían intuirlo.
El ver solo era la sombra del yo de las personas, sus sentidos los obstáculos en el espíritu.
Era bello, incluso muy interesante, pero no había que embellecerlo aún más.
La paciente estaba internada en la clínica “Ramaer”.
Después de algunas semanas lo fue a visitar acompañada de su esposo.
Le pareció muy hermoso su ver y no paraba de hablar del asunto, de cómo había podido constatar todos sus pensamientos y actos.
Anhelaba que la tratara.
André la trató con amor, pero después de algunas veces ella no volvió a ir.
¿No confiaba?
No lo sabía, pero le dolía por “un determinado ser”.
“Él”, que había convertido la tristeza de ellos en un feliz reencuentro, ya no tenía que brindar su ayuda.
Pero ahora Alcar le mostraba una escena profunda y potente.
Veía pasar ante él nubes oscuras, vio a una persona en la cruz; eran imágenes sin palabras que entendió.

—Deja que ellos también hagan lo que quieran —dijo Alcar—.
Ves, hijo mío, qué grandes pueden ser las fuerzas psíquicas.
Le pregunto a la ciencia: “¿No le dice nada?”.
Le pregunto solo esta cosa: “Si todo es verdad y ha sido comprobado, ¿no pueden entonces aceptar nuestra sabiduría?”.
Lo que vivió mi instrumento, ¿acaso no es verdad?
Con esto les demuestro que la vida después de la muerte es una realidad y que el cuerpo espiritual es el cuerpo eterno, que pervive.
No quiero privarlos de su ciencia; solo queremos probar esa sola cosa, esa cosa bella, esa cosa sagrada: que vivimos en felicidad y amor, para siempre, para siempre.
Y también en ustedes están todas estas fuerzas, si quieren desarrollar su amor en el espíritu.
Acéptenlo, los apoyará también a ustedes en sus estudios y en su vida terrenal.
Inclinen la cabeza ante Él, que es Padre de todos nosotros, del que recibimos la gracia de llegar hasta Él.
Porque, ¿qué significa ser erudito en la tierra pero pobre en sentimiento espiritual?
 
Alcar lo hizo vivir también el siguiente estado por desdoblamiento.
A André lo fue a visitar un señor que quería pedirle ayuda para su amigo, que llevaba ya diez días desaparecido.
Ni la radio ni los avisos de la policía habían tenido resultados y sus padres estaban sumamente preocupados.
Se trataba de un hombre joven de treinta años.
Había salido de su casa por la mañana, como de costumbre, para ir a trabajar, pero no había vuelto.
Su visitante le había llevado una foto.
André la tomó entre las manos y no tardó en sentir contacto.
Antes de que Alcar lo liberara, este le dijo:

—Dile que no te pregunte nada, sino que espere hasta que tú mismo vuelvas a hablar.

Después de haber transmitido este mensaje, sintió que se le liberaba de su cuerpo material, alejándolo a una gran distancia.
Alcar le aclaró que lo que ahora estaba por percibir ya había ocurrido y formaba parte del pasado.
Veía al hombre en un coche, con una señora a su lado, que iban en dirección a Bélgica.
Estaba muy estresado y André quería saber por qué había llegado a ese estado.
Sentía claramente que su estado interior lo iba ocupando.
Algo le corroía el corazón; se sentía inquieto.
Se concentró con fuerza y vio algo muy asombroso.
La fuerza de sus sentimientos lo conectó con otra chica, que estaba en el lugar del que él venía.
André la vio con mucha claridad y entendió la inquietud del hombre, así como toda la situación.
Vio otras imágenes más, pero no quiso profundizar en ellas.
El hombre era consciente de todo y sabía que hacía mal.
¿Qué quería y a dónde llevaba su camino?
Se volvió a concentrar y leyó en su interior lo que quería saber y a dónde se dirigía.
Para André, toda su alma estaba abierta como un libro.
Le daba una imagen clara de que los espíritus sabían conectarse con el ser humano terrenal, lo que este no sentía, oía ni veía nada.
Se conectó en silencio, en la tranquilidad que poseía el espíritu.
También le quedaba claro que un ser humano tendría que ser muy sensitivo si quería sentir la incidencia espiritual.
Le pareció muy asombroso poder vivir todo esto.
El joven se ponía a sí mismo y a otros en circunstancias desagradables que iban empeorando cada vez más.
¿Cómo se le ocurría dejar preocupados a sus padres?
¿Era este el amor de un hijo por sus padres?
Por él estaban terriblemente asustados.
Todo era amor propio, nada más que burdo egoísmo.
Vivía su propia vida, mientras que dos ancianos estaban desesperados por su chico.
André sintió que estaba bajo la influencia de la mujer.
Pensaba que amaba, pero su amor no era correspondido.
También la sentía a ella; todo era solo sensacionalismo: su felicidad no tendría larga vida, se colapsaría como un castillo de naipes.
Este tipo de amor era la perdición de la humanidad, destrozaba corazones y hacía jirones almas.
Sentía aflorar en él nada más que sufrimiento, profundo sufrimiento humano.
Para el hombre era una lección en la escuela de la vida que tenía que aprender y por la que se desarrollaría.
Si tan solo pudiera ponerlo sobre aviso, pero era imposible.
Lejos, muy lejos veía el camino que tenía que seguir.
Lo siguió atravesando Bélgica, con dirección a Alemania.
También allí vio y sintió lo que quería hacer.
Aquí quería probar su suerte con ella y empezar un negocio.
André también sintió que tampoco se quedarían allí, pero ahora estaba frente a un misterio.
Hasta aquí había podido seguir e intuir todo.
Ahora, ¿qué?
Lo veo pero no se quedará aquí.
¿Había cumplido su trabajo?
¿Volvería a su cuerpo material?
Pero también ahora oía a su querido Alcar, quien le dijo que tenía que escuchar.
—Lo que has percibido forma parte del tiempo pasado, pero lo que viene ahora es el tiempo futuro.
¿Te quedó claro?
—André entendió.
Alcar lo llevaba de vuelta a Bélgica, a la ciudad de A—.
Ahora quiere intentar aquí lo que no logró en Alemania.
Se quedará aquí durante medio año, y solo después volverá donde sus padres.
No se puede cambiar nada al respecto, porque se está escondiendo y no quiere volver.
No importa lo que se intente, no lo encontrarán antes.
Lo repito, por más terrible que será para los padres, no se puede cambiar nada.
A André le pareció muy deleznable que el hombre dejara a sus padres en la ignorancia.
¿Qué tipo de mentalidad era esa?
Todo no era más que pasión, nada más que amor propio y alucinaciones.
Amaba, pero pisoteaba el amor de sus padres.
Qué cruel era este estado para esas pobres personas; les habían herido el corazón hasta hacerlo sangrar.
Volvió a su cuerpo material y le contó a su visitante lo que había percibido.
Le contó todo para que, si recibía algún mensaje, pudiera controlarlo.
Al hombre le pareció terrible y estaba muy impresionado con el comportamiento de su amigo.
Pobres viejitos, ¿cómo puede un hijo olvidarse de esta manera?
¿Cómo se le había ocurrido?
La pena y el dolor de los que aguardan en silenciosa esperanza son profundos.
Su visitante no podía encontrar palabras para ello.
Iba demasiado lejos, era increíble.
André dijo:

—No le puedo dar más a usted; es un recado triste, porque esto es un sufrimiento que les corroerá el corazón.
Que Dios les dé la fuerza para mantenerse enteros.
Su visitante se fue con la promesa de volver si sabía algo de él.
Volvió después de cinco meses para comunicarle las nuevas.
—Sin duda que no hace falta que le diga lo descomunalmente grande que ha sido la tristeza de sus padres.
Cuando me fui después de visitarlo, anoté en mi casa con precisión todo lo que me comunicó acerca de él.
Después fui a visitar a sus padres y les dije que estaba vivo.
Pero después de algunos días también esas fuerzas habían sido consumidas y nada podía ayudarlos ya.
Hablé con ellos y todavía no sé de dónde saqué mi convicción.
Nunca dudé de usted.
De lo contrario, Alcar no se lo habría dado.
Después de haber leído su primer libro, confié en su líder espiritual y en su ayuda espiritual; ahora me siento contento de que mi confianza se haya confirmado.
Para ellos fue un periodo terrible.
Mes tras mes iba pasando.
Pusimos anuncios en revistas belgas, pero sin resultado; no había rastro de él.
Poco a poco se les fue hundiendo la esperanza de volver a verlo con vida.
Ya no podían soportarlo.
Se ponderaron varias posibilidades, pero todas volvieron a desecharse.
Un día era: no lo tendrán preso en Alemania, allá se guarda a tantas personas sin notificar.
¿No será que sí está muerto?
Tal vez ese hombre no lo quiere decir.
Finalmente perdieron el ánimo.
Aun así yo sentía que quedaba un asomo de esperanza, del que finalmente sacaron la fuerza para poder seguir con sus vidas.
No todo lo de su ver se perdió; se aferraban a ese clavo ardiendo.
Me servirá de apoyo el resto de mi vida saber que, cuando se tiene una buena conexión, se recibirá la verdad.
Y ahora todo el sufrimiento ha quedado atrás.
Su felicidad es indescriptible y sus primeros pensamientos eran para usted.
Cuando al que había vuelto le conté todo, también a él le pareció muy asombroso.
Era como si usted mismo lo hubiera vivido.
Dele las gracias a su líder espiritual Alcar en nombre de sus padres, me pidieron que se lo dijera.
El hombre se fue.
André estaba feliz de que también todo esto se hubiera comprobado.
Este estado le enseñó que del otro lado saben más que nosotros, aunque la gente piense que están muertos.
Qué diferente es todo cuando sabemos que siguen vivos y que pueden ayudarnos y apoyarnos a nosotros los humanos.
André sigue convenciendo a la humanidad.