Genios en el mal

—Ahora visitaremos otro estado, donde se le ayuda por incidencia al ser humano y este se precipita hacia su perdición.
A los que hacen inventos que destruyen la humanidad.
Solo cuando el ser humano haya vencido sus pasiones, todo será diferente en la tierra.
Cuando sus inventos se usen para la felicidad de la humanidad, su felicidad encontrará sintonización con nosotros y la vida en la tierra significará felicidad de las esferas.
Ya estamos en el lugar al que quería llegar.
Aquí viven seres humanos y hay seres astrales que los ayudan desde este lado.
Nos encontramos en un laboratorio en el que un sabio de la tierra lleva a cabo sus inventos.
Recibe todo de nuestro lado, pero está en manos del mal.
Quería que lo vieras ocupado en sus labores, porque quería mostrarte estos estados de nuestro lado.
Quiero decir: cuando visitamos las esferas oscuras, porque desde allí llegan sus inventos que han sido maquinados por genios en el mal.
Los sabios de la tierra son trabajadores en manos de ellos y solo allí conocerás a los maestros que inciden a su vez en ellos.
Este sabio, sin embargo, es su sujeto, a través del cual se le dan terribles inventos a la tierra.
Así tienen en su poder a muchos seres, que son ayudados todos, sin saberlo, por demonios.
Por más terrible que sea, hasta ahora el mal triunfa sobre el bien.
André vio a un hombre sentado, inclinado sobre sus instrumentos e indicadores de nivel.
Encima de él vio a otro ser, un demonio, que quería transmitirle su invento.
Eran uno, conectados íntimamente, el animal tenía atrapada a su presa.
Vivía en el humano, se hacía uno en sentimientos.
El ser humano no sentía nada, pero es que nada, o no era consciente.
Vio a otros seres que andaban a gatas por el laboratorio.
Pero toda la concentración estaba enfocada en el que estaba allí inclinado.
Los indicadores de nivel vibraban hasta lo más profundo de su alma.
Se concentró con vehemencia en el sabio.
Si pudiera conseguir darle esto al mundo, para él sería una gran fortuna y mucha fama.
Ponía su agudo ingenio al servicio del mal.
El sabio temblaba por todo el cuerpo, por lo visto había terminado con su invento, que podría servir para aniquilar miles de vidas.
Se puso de pie de golpe, fue hacia otra sala para regresar con un animal que amarró encima de una mesa.
Era un conejo y André entendió que se hacían aquí pruebas con veneno.
Los ojos del sabio tenían un brillo demencial y temblaba de excitación.
Se sentía poderoso y fuerte, como si le fuera a dar al mundo un gran milagro.
Puso alrededor del animal una pequeña jaula hecha de tela metálica, para que pudiera entrar el gas.
El animal estaba inmóvil, habían llegado sus últimos minutos.
Después de haberse puesto una máscara, proyectó ahora un vaho amarillento desde una pequeña máquina que sostenía en ambas manos, y que se fue dispersando alrededor del animal.
El pequeño animal se encogió y no tardó en morir.
Había nacido su invento.
Lo ataviarían con condecoraciones y lo recompensarían de varias maneras.
El demonio, que se había liberado de él, huyó.
¿A dónde iría ese monstruo?
Los demás también se fueron y entendió que eran vigilantes.
Se había ejecutado la sentencia en silencio, había probado su utilidad.
Después se probaría en el ser humano.
¿No era terrible?
Estos monstruos vivían en la tierra.
Viven en figuras humanas y se les honra.
Los pulmones del animal habían quedado abrasados y consumidos, el final de una vida animal.
Pobres seres humanos de la tierra, están entregados a este tipo de sabios.
Sabios en el mal, ayudados por demonios.
Alcar estaba a su lado, inmerso en profundos pensamientos.
Cómo se sentiría, él, que no quería más que dar amor, que no era más que amor.
—¿Y esto no tiene remedio entonces, Alcar?
—Otros harán inventos, aquellos que trabajan para lo elevado y que dan sus fuerzas para ello, para neutralizar los de él.
Así algunos intentan salvar a la humanidad, otros prepararán su perdición.
Llegará el día en que el ser humano sienta lo que ha hecho mal, entonces tendrá que enmendar todo, pero a través de mucha pena y dolor.
¿Qué más he de añadir a esto?
Son personas en una sintonización preanimal.
En las esferas oscuras te mostraré con quién están conectadas y que desde allí se coordina todo.
Así se conecta el ser humano con el mal.
El hombre sigue este camino durante miles de años y durante miles de años más continuará destruyendo a sus congéneres.
Aun así llegará el día en que triunfará el bien y el ser humano se conectará con lo elevado.
—¿A los emperadores y reyes también se les ayuda por incidencia?
—Ellos también están bajo poderes y son vividos de esta manera.
Un autócrata que hace la transición intentará, una vez llegado a este lado, tomar posesión del ser humano que gobierna para usarlo para sus fines.
Hacen falta personalidades fuertes para sustraerse a su poder.
Una vez que haya conexión, puede ser su perdición según cómo esté su sintonización y verterán dicha o desdicha sobre la humanidad.
Hay reyes que son inspirados por aquellos que en la tierra habían llegado al mismo grado y entonces intentan ganarlos para sus planes, pues en la tierra no pudieron llevarlos a cabo por hacer la transición.
Todo ser volverá, para bien o para mal.
—¿Terminará algún día, Alcar?
—Algún día, aunque, como dije, pueden pasar miles de años antes de que se disuelvan todas las situaciones que se encuentran bajo la sintonización material.
El ser humano tiene millones de años de edad, y aun así en la tierra existen estados preanimales.
La tierra cambiaría de golpe si el ser humano quisiera renunciar a su posesión.
Qué sencillo es todo, pero qué tremendamente profundos son los problemas.
Dando amor alcanzan posesión espiritual, lo que será felicidad y bendición en la vida que nos espera.
Pero lo que has encontrado en este corto viaje no es más que impudicia y violencia, tinieblas y frío.
Ay, si tan solo comprendieran que no les esperaba más que felicidad, qué bella sería la vida en la tierra; entonces anhelarían poder morir allí, aunque al mismo tiempo ya no haría falta, pues entonces la tierra se habría convertido en felicidad de esferas, porque las personas se amarían.
Pero el animal que vive aquí como hombre no amará al ser humano; se enriquecerá por la pena y el dolor ajenos.
—Sin embargo, a estos seres les es útil la reencarnación, Alcar, y aun así significa una gracia si pueden volver.

—Sin duda, para ellos es una gracia.
¿Dónde podrían desfogarse?
Ya te he contado más al respecto; solo es posible en la tierra.
Tendrán que liberarse de su sintonización animal para entrar a la basta material, y cuando hayan llegado a la material y empiecen a intuir de manera espiritual, ya no tendrán nada que aprender allí.
Otros volverán y ayudarán a trabajar por el bien.
Cuando la gente sepa que la vida es eterna, ya no participará en masacres masivas.
Pero hay tan poquísimos que saben sustraerse a sus matanzas, pues si se niegan serán las primeras víctimas.
Pero es mejor caer que asesinar, es mejor hacer la transición uno mismo que aniquilar la vida de otra persona con la que uno nunca se ha encontrado.
—Está hablando de una cuestión muy delicada, Alcar.
Su líder espiritual sonrió, pero André continuó:

—Hay cientos en la tierra que hablan al respecto, aunque sin saber qué tienen que hacer cuando estalla una guerra.
Yo ya elegí; objetaré.
Prefiero el paredón para mí antes que colocar en él a mis hermanos.
—Muy bien, hijo mío, muy bien.
—Pensarán entonces que soy cobarde, Alcar, porque no los acompaño para destruir a personas, pero ahora que sé tanto sobre la vida eterna, ¿me queda acaso otra opción?
No querría otra cosa.
¿Qué haría usted en mi lugar, Alcar?
—Lo mismo, hijo mío, exactamente eso.
Pero intentaré contestarte según mis sentimientos por qué no lo haría.
Pero sigamos, aquí ya no tenemos nada más que buscar.
El gran dilema es: si uno tiene mujer e hijos, y estalla una guerra, entonces hay que defenderse y cuidar a sus seres queridos.
De modo que cuando hay lazos de amor todo se hace muy difícil, pues no se puede dejar así como así a mujer e hijos; eso se dice el ser humano a sí mismo.
Pero todo sigue igual.
Cuando un padre parte a la guerra, no hay más que felicidad cuando después de algunos años vuelve a aparecer de allí con vida.
Creo que no hace falta que te aclare que una sintonización con estados tan espantosos como estos significa la destrucción.
Te pregunto: ¿Tiene que asesinar un padre porque tiene que cuidar a mujer e hijos?
La autoconservación es uno de los grandes dilemas.
Así que todo gira en torno a esta pregunta: “¿Qué debe hacer un hombre que deja atrás a mujer e hijos, si está interiormente convencido de estar asesinando?”.
¿Se espera de él que asesine para proteger a su prole de morir de inanición?
Si se niega, lo fusilan, ¿no es así?
¿Qué es mejor entonces y cuál es el camino que deben seguir todos?
En primer lugar objetar, todos juntos; entonces no será posible que corra sangre.
El clero de la tierra tendrá que esforzarse para ello, pero tampoco se puede esperar nada de parte suya.
En todos los países se ha rezado por que les sea concedido ganar la última guerra (la Primera Guerra Mundial), mientras que conocían una sola fe, un solo Dios.
En lugar de prevenir que estalle una guerra, bendicen las armas para proteger a sus hijos.
¿Qué clase de desastre es ese?
Es burlarse de lo más sagrado de Dios.
Dejen hacer a los que quieran una guerra, que se arreglen ellos solos y que se enfrenten con los que, como ellos, quieren ejercer el poder.
Pero por ahora sigue siendo imposible; el ser humano hace lo que quieran los demás y va a la perdición por causa de otros.
Pero ¿lo que hay que hacer personalmente, cuando otros no quieren?
¿Puede querer una madre que posee el verdadero amor maternal que su marido asesine para cuidar de ella y los pequeños?
¿Es ese el amor que siente por quien es el padre de sus hijos?
¿Perecerían su mujer e hijos si el padre se negara a asesinar?
¿No prefiere un ser humano matarse trabajando que llevarse a la boca el alimento que el padre ha ganado asesinando?
¿Quieren este alimento en condiciones normales si saben que está salpicado de la sangre de otros?
¿Querría una madre que siente amor y que ha llevado la vida beber la sangre de otras madres para alimentar a sus pequeños?
El estado cuida de los que se quedan, pero los hijos y las madres viven a través de la pena y el dolor, por la sangre ajena.
¿Es este el camino?
¿No conocen otro?
Así que sigue siendo lo mismo: se robe o se asesine, se descenderá en lo animal y se perecerá espiritualmente.
Aquí no rigen la misericordia ni las disculpas.
El asesinato es asesinato, matar es sintonizarse con estados animales, incluso preanimales.
¿Puede matar una persona que empieza a sentir espiritualmente?
¿Debe partir a la batalla una persona a pesar de saber que la vida es eterna?
¿Puede abstenerse de hacerlo?
Es difícil dar una respuesta desde este lado, pero esta es la verdad y esta nunca será de otro modo: cuando el ser humano se sintoniza con estados animales, conectándose con ellos, perecerá espiritualmente.
Si una madre quiere de todos modos que el hombre parta a la guerra, entonces este lo hace bajo la influencia de ella, pero entonces también la madre es un ser animal.
¿Hay que animalizarse por otro si uno se quiere elevar?
¡No, mil veces no!
Dios no quiere eso ni lo querrá nunca.
¿Hay que proteger la patria?
Pero ¿es la patria la eternidad?
Donde sea que uno se encuentre y cual sea el país en el que nazca, aquí todo es uno, solo conocemos una patria y esa es la tierra.
Así que el camino es: no participar en asesinatos ni en ningún otro tipo de violencia.
Las iglesias, como dije, deben dar el ejemplo y cuando no lo hacen, el ser humano debe decidir por sí solo.
Cada ser debe encargarse de la salvación de su propia alma, aunque sea padre o madre.
¿Qué hizo Cristo?
De haberlo querido, habría podido abatir a todos sus enemigos con Su fuerza divina, pero los dejó hacer y murió en la cruz, porque no quiso ser partícipe de la vida de ellos.
¿Qué haría yo, André?
Seguir tu camino; pero esperemos que a ti no te haga falta.
Ahora te mostraré una ruina humana, que quiso la guerra e hizo asesinar a miles de personas.
Vive y se le sigue venerando, pero de este lado lo están esperando miles de espíritus y solo entonces empezará su miseria.
Entraron a un gran palacio.
Alcar caminaba frente a él y también aquí sabía orientarse.
Entraron a una hermosa habitación.
—Mira allí: no es un sabio, sino un genio en el mal, un pobre, horrible ser.
André vio a un anciano, vestido con un precioso uniforme.
Era un emperador o un rey, pero lo que observaba del otro lado era terrible.
Cuando hiciera la transición, le esperaba el sufrimiento de miles de personas.
Todos estos seres estaban a su alrededor, había mandado a todos a este mundo.
Un ser así podía decidir sobre millones de hombres.
En la tierra lo habían adulado, lo habían seguido a ciegas, cumplido todas sus órdenes, pero su amor se había transformado en odio.
Ahora eran seres animales, rodeados de lodo y fango, habían perdido su personalidad.
Él, el monarca, no era consciente de nada de lo que vivía alrededor y dentro de él, pero luego, cuando también a él le llegara el final, la miseria sería inabarcable.
Cuando exhalara el último suspiro, le harían trizas el cuerpo espiritual, lo arrastrarían por toda la tierra, le harían vivir lo que él les había infligido.
Todos querían su parte, poseer un trozo de su vida.
Había derramado sangre y era el culpable de la guerra y violencia.
Aun así se le seguía venerando en la tierra; seguía portando órdenes de caballería y ese metal estaba manchado de la sangre de muchos.
¿No era una locura que una persona así, semejante engendro animal, poseyera la fuerza de decidir sobre miles de vidas humanas?
¿No era terrible, no era horrendo tener que aceptar esto como la verdad?
Esto era una persona, un ser divino, pero que quería guerra y destrucción, y el ser humano en la tierra hacía lo que él quisiera, y todo esto para enriquecerlo a él y a otros.
Pobre gente, pobre tierra, ¿cuándo cambiarás?
Todo esto le había llegado en pensamientos y André sabía que su líder espiritual le había dado esta verdad.
—¿No está loco el ser humano al ir a la guerra por él, por este ser animal, asesinando a otros que no le han hecho nada?
Mira con cuánta calma y tranquilidad vive en su palacio.
Sin embargo, siente que la vida lo odia, ya no se atreve a andar en la naturaleza.
Se esconde detrás de las paredes, que lo mantendrán oculto para esta vida.
Pero de este lado no es posible; miles de espíritus lo esperarán.
Allí, acurrucado, reflexiona acerca de todos sus actos, hay en él una sensación de satisfacción.
El ser humano lo vigila, es una posesión valiosa.
El ser humano está loco por dejar que un ser preanimal lo obligue a matar.
¡Maldito aquel que se está deleitando allí!
Así es el ser humano, así es la vida, tan hondas son las sintonizaciones humanas.
André vio que había miles de demonios alrededor de él.
Se quedaban cerca, esperando el momento en que haría la transición.
Caminaban a través de él, estaban dentro de él, sentían el hilo de sus pensamientos y seguían conectados con él.
No había ser que pudiera cambiarlo.
Ay, qué verdad: los demonios vigilaban a un genio que había abusado de sus fuerzas.
Y de esto no se sabía nada en la tierra, no se conocían estas fuerzas.
Cuando hiciera la transición, se lloraría en su tumba, pero Dios libraba al hombre de un ser animal.
Has de rendir honores en la tierra a quienes quieran salvar la humanidad; has de encerrar a quienes quieran aniquilar la vida, pero no respondas a un asesinato con otro, una cosa está reñida con la otra.
¿Cómo podría un rey aniquilar si el ser humano no lo querría?
¿Qué quedaría entonces de su poder, de sus posesiones?
Pero el propio ser humano lo quería, seguía sin darse cuenta de lo terrible de su acto.
¿No es horroroso que un solo ser humano posea la fuerza de hacer matar a miles de personas que le han puesto ese poder en las manos?
Debe haber personas que sepan defender los intereses de estado, pero encierra a aquellos que hablen de muerte y perdición.
En verdad no es un honor ocupar un puesto así en la tierra.
Muchos se olvidan a ellos mismos y entonces todo no es más que poder, lujuria y violencia.
Pero esta no es la intención de Dios.
Se puede encontrar felicidad en la tierra para toda vida.
André vio que todo lo que había a su alrededor irradiaba una terrible luz.
¡Qué horrendas eran las posesiones del autócrata!
No quisiera poseerlas por ningún tesoro en el mundo.
Sus posesiones eran lodo y fango; no quisiera vivir con ellas.
Todo ese centellear de oro y piedras preciosas eran solo apariencias terrenales; eran posesiones obtenidas por la sangre de otros.
¡Y todo eso quería el ser humano!
Era horrendo si se miraba de este modo y desde esta vida.
Aquí veía la verdad, era veneno que llevaba al ser humano a la perdición.
Pero el hombre, con su intelecto y todo, no quería pensar.
Era más bien un esclavo, un trozo de vida que se dejaba aniquilar.
No quería otra cosa.
Se entregaba a estos seres, ejecutaba sus órdenes, pero sus órdenes iban dirigidas a lo animal, para enriquecerse ellos mismos, para apropiarse de un trozo de tierra.
Para eso mataba el hombre una vida divina.
Se mataba a sí mismo y a otros, se atacaban como dementes, hasta que quedara apagada su ira.
Se les consumían las almas, el veneno de la vida les había penetrado, estaban perdidos durante cientos de años.
Y todo eso lo hacía una sola persona, podía obrarlo una sola persona, porque se le entregaba el poder.
Pero ¿le daba Dios intelecto para eso?
Dios no quería otra cosa que felicidad, solo amor para todos sus hijos.
Dios colocaba al ser humano por encima del animal, pero el ser humano descendía en un estado preanimal.
Se olvidaba a sí mismo, su propia sintonización divina.
Aquí, ante él, estaba viendo a un ser humano en un estado preanimal.
Hombre, usa tu razón, pero no para cultivar lo animal.
Pelea y lucha por tu felicidad, pero en amor; procura la salvación de tu alma.
Escucha tu voz interior, te pondrá sobre aviso.
Ven, André, sigamos, en las esferas oscuras verás a los que reinan también allí, porque saben influenciar a las masas.
Allí también el ser humano escucha a estas bestias.
Siguieron planeando, atravesando muchos edificios y casas.
André vio en todas partes al ser humano terrenal y a su alrededor al espíritu astral, que él podía ver.
Podían conectarse, porque el propio ser humano lo quería.
Algunos para bien, otros para mal.
Solo veía en la esfera de la tierra vida de la que el ser humano no tenía conciencia.
Cerca de algunos seres veía las tinieblas, cerca de otros solo luz, posesión grande y sagrada, la felicidad para el otro lado.
Se quedaron en una casa, donde André vio a un ser humano que estaba escribiendo.
—Aquí nos quedaremos un momento, hijo mío, quiero mostrarte cómo se ayuda al ser humano en todo.
Allí ante ti ves a un escritor terrenal que quiere plasmar sus sentimientos en palabras.
Pero mira su irradiación, entonces ya no tendré que aclararte mucho más.
Lo que quiere darle a la humanidad no es más que suscitar pasiones, mancillar sus almas, hacer que lo inconsciente se vuelva consciente.
Se contagia a la humanidad por medio de él, porque recibe sus inspiraciones por demonios, cosa que él mismo quiere.
Para él todo no es más que dinero, honor y sensación.
Encuentra sintonización en el espíritu; porque mira allí, André, hay un ser terrible cerca de él.
André miró hacia el lugar que le indicaba su líder espiritual y vio un monstruo repugnante que se aferraba del ser humano de la tierra.
Ese ser lo ayudaba; era su propia sintonización.
Aquel que había vivido en la tierra en algún momento volvía, vivía nuevamente una vida como la quería él mismo, por medio de una persona material que se sintonizaba con su estado interior.
El ser humano en la tierra se abría para él, para hacerse con riqueza y muchas otras posesiones.
En la tierra uno no pregunta lo que recibe, lo acepta, lo toma, es feliz cuando le provee de todo.
Ya no se piensa más en nada, por eso se olvida la vida interior.

—Escribe para proporcionarles a sus prójimos lectura que devoran con ansiedad.
Se usa su don divino para lo animal.
Descenderemos un poco más, por lo que podrás percibir con más claridad el ser que lo incita.
Ahora André vio que el espíritu astral se conectaba con el hombre terrenal.
El animal se colocaba dentro del ser humano, perforándolo con su afiladísimo ingenio, traduciendo sus sentimientos en un lenguaje horroroso y viviendo la animalidad que eso tenía, porque sentía uno, porque significaba una vida.
¿No era terrible?
Qué sencillo era todo, pero qué cruel; qué inhumanamente se le ayudaba al ser humano en la tierra.
Era inspiración, el mal con apariencia humana.
Eran sintonizaciones, un solo saber, un solo querer, una sola pasión, una sola capacidad.
Dos personas eran una sola, dos seres hacían un solo trabajo, lo querían, y el que lo leyera se conectaba con ellos.
Se le estaba revelando otro mundo, estaba conociendo una vida nueva.
Pero qué terrible era esa vida.
Ahora veía lo que significaba la inspiración; veía cómo un artista tendría que sintonizarse en la tierra si quería hacer avanzar el nivel humano para destruir el mal.
Este escritor no pensaba en esto; daba, pero algún día se despeñaría en estas profundas tinieblas.
El ser humano atraía hacia él lo que quería: seres animales, basto materiales, hasta preanimales.
Esa era la vida que había entre el cielo y la tierra, la vida en la esfera de la tierra.
Lo que percibía era real, nada más que sagrada verdad.
Temblaba por dentro, se le cortaba el aliento; qué verdadera era la vida después de la muerte material.
—¿Te queda claro todo, André?
—Todo, Alcar, todo.
—Dios dio al ser humano una voluntad propia para poder actuar con determinación y sintonizarse con lo divino.
Pero ¿él qué hace?
Se olvida y quiere contagiar a otros, sus semejantes, con el veneno de la vida.
Quien haga la transición en esto cae, cae con ellos, y ve destruidas sus posesiones.
No hay posibilidad de eludirlo; solo cuando uno sabe sintonizarse con la vida espiritual.
El hombre vive en un estado material, que es la tierra, pero tendrá que sintonizarse espiritualmente si quiere poseer luz y felicidad de este lado.
Quien en la tierra se sienta liberado de la materia ya es un ser feliz.
Quienes quieran la vida espiritual en la tierra serán seres felices de este lado y verán luz al llegar aquí, y serán felices con muchos que han hecho la transición antes que ellos.
Todos estos grados de posesión humana son sintonizaciones espirituales; es una vida en la esfera de la tierra.
—¿Cuándo quedan liberadas de esto las personas, Alcar?
—Cuando quieran recorrer un camino que debemos recorrer todos y cuando quieran trabajar en ellas mismas, por lo que habrá seres elevados que influirán en ellas, de modo que la luz en la tierra irá en aumento.
El espíritu astral pierde fuerza cuando el ser humano se sintoniza con estados elevados.
Pero entonces vuelve a buscar un sujeto para vivir su vida fría, con el fin de que todas sus posesiones hagan la transición al ser humano.
Esta sentencia va cumpliéndose lentamente, muy lentamente, hasta que el ser humano quede por completo en su poder, hasta que haya perdido su voluntad propia.
Ven, sigamos, André; quiero mostrarte un estado parecido aunque completamente distinto, allí donde el ser humano recibe lo elevado.
Seguían cada vez más, atravesaron muchas casas y edificios planeando.
Era imponente para él poder vivir todo esto como ser humano desdoblado.
—Mira, André, ese ser de allí se encuentra en una sintonización muy bella y hace el mismo trabajo, pero el don de ella se usa para lo elevado.
Es un instrumento en manos más elevadas.
André vio a una mujer, era muy bella e irradiaba una preciosa luz.
Ella también estaba escribiendo; la rodeaba una luz gloriosa.
En esa luz vio el espíritu astral; ambos eran uno solo.
Ese ser la ayudaba.
André sentía que estaba convencida de ello; sus sentimientos hacían la transición al ser; sus irradiaciones se mezclaban, ambos tenían una sola sintonización.
Aquí también vio a dos personas, se habían fundido al intentar proveer a la humanidad de alimento espiritual, por lo que mejoraría la salvación de su alma.
En la esfera de la tierra, un espíritu de la luz se encontraba, traía felicidad y calor de regiones más elevadas.
Toda la habitación estaba iluminada por su luz.
La luz que percibía era la luz de la tercera esfera que había conocido en sus viajes anteriores.
Ella, la autora, entraría allí cuando hiciera la transición.
Qué grande era su felicidad por ya haber alcanzado esto en la tierra.
—¿Hace mucho ya que está conectada con este espíritu?
—Desde hace años son uno, ella no ve la incidencia espiritual, pero la siente y sabe que la ayudan fuerzas superiores.
Emanaba un glorioso sosiego que se extendía por la gran habitación.
Ninguna otra influencia podría alcanzarla.
Estaba abierta, pero solo para lo elevado.
A André le hizo bien encontrarse con esta imagen en la esfera de la tierra.
Alrededor de ella estaban colgadas preciosas pinturas espirituales, y la imagen del Cristo estaba a su lado, a través de la que se conectaba.
Le pedía fuerza a Él, al Hijo Sagrado de Dios, con el fin de poder llevar a cabo su trabajo.
Había silencio aquí; André no sentía más que felicidad.
Vio que quería empezar a rezar y también el espíritu astral se arrodilló a su lado.
Qué imponente, qué bello era que le fuera concedido ver esta verdad.
Dos seres se arrodillaban; el humano material y el humano que había depuesto su vestidura material.
Ambos pedían fuerzas a Dios para poder seguir haciendo su amado trabajo.
Aquí sentía ella su Dios; no le hacía falta una iglesia para eso; este lugar era un pedacito de tierra sagrada, bendecido por un ser más elevado.
La luz del espíritu descendía en ella, por lo que recibía sus inspiraciones.
Estaban depuestas en ellas todas las fuerzas interiores de ella, su sensibilidad más elevada, su voluntad de darle al ser humano lo más elevado.
Sus sentimientos eran inmaculados, bellos, y su escritura era espiritualizada.
Su escritura era la gota que le quitaba fuerza al veneno de la vida, por lo que perdía fuerza la muerte.
Significaba vida; la había recibido de una fuente divina, era luz y ninguna sombra la oscurecería.
La fuerza creadora era la eterna posesión sagrada, la perfección que ella recibía sintonizándose con lo más elevado.
Era amor, nada más que un gran deseo de ver cambiada la humanidad, de mitigar el sufrimiento y de convertir la tierra en luz.
Esta mujer era bella; un gran tesoro poder poseerla.
Pero no estaba destinada a nadie en la tierra; un ser espiritual le esperaría para quedarse unido a ella eternamente.
Era una sola en todo.
Alcar le hizo una seña a André y se fueron en silencio.
—Esta imagen fue increíblemente bella, Alcar.
Me hizo bien ver esto en la esfera de la tierra.
—Podría llevarte a otras mil imágenes, todas de la misma sintonización, porque sería de una profunda tristeza si el mal poblara la tierra.
Pero vamos a seguir, ahora te mostraré una imagen que tiene que ver con mi vida terrenal.
Atravesaron muchas calles, hasta que llegaron a un edificio grande, en el que Alcar entró.
André lo reconoció; este era un museo donde se guardaban varias obras de arte de grandes maestros.
Atravesaron muchas salas, hasta que llegaron a una donde se sentaron en el centro.
Entendió por qué su líder espiritual lo traía aquí y esperó hasta que Alcar hablara.
André sintió que Alcar pensaba en su vida terrenal y que veía pasar todo ante sus ojos.
¿Cómo se sentiría ahora su líder espiritual, ahora que desde el espíritu admiraba su propio arte?
Alcar era un maestro del siglo dieciséis, un ser de ese tiempo había vuelto a la tierra y miraba su vida vivida.
¿No era imponente?
¿Quién podría creerlo y aceptarlo?
Él, su maestro, su líder espiritual, podía volver la mirada hacia esa vida; no le traía tristeza, pero ¿cuántos preferirían que no les fuera recordada?
¿Quién quería volver a mirar en una vida que había terminado por muerte y perdición?
¿Quién querría oír hablar todavía de terror en la vida después de la muerte?
Qué bella era la vida de este lado cuando lo terrenal se había completado correctamente.
¡Cuánto sentido había en la fuerza que emanaba de esa vida pasada!
Qué satisfecho se debía de sentir el ser humano por haber hecho algo en la tierra sobre lo que poder volver la vista después de cientos de años.
Veía imágenes, veía la verdad como nunca antes; le daba la fuerza para hacer todo por su vida espiritual, con el fin de poseer felicidad también de este lado.
Alcar miraba su propio arte desde arriba después de su muerte terrenal.
A quienes estaban convencidos de que hay una pervivencia les parecería muy normal, pero otros se encogerían de hombros y pensarían estar tratando con locos.
Pero era verdad, nada más que verdad lo que percibía y recibía como ser humano terrenal gracias a su don divino del desdoblamiento.
André estaba con un maestro de la tierra, un genio del siglo dieciséis, y ese genio era su líder espiritual.
Le agradecía aún más a Dios que le fuera concedido vivir esta imagen, que fuera elegido para poder servirlo.
¿Podía el ser humano en la tierra imaginarse algo todavía más bello ?
¿No era acaso felicidad entonces si se podía volver la vista sobre una vida bella y hermosa?
¿No era una miseria profunda si a uno recordaban cosas terribles?
¿No sería un tormento hasta que se hubiera enmendado todo?
El que estaba a su lado podía volver la vista sobre esta vida, porque no había hecho otra cosa que el bien.
André sentía que su líder espiritual estaba satisfecho, después de haber completado su bella vida.
Había hecho buen uso de su don recibido de Dios.
Alcar había dejado algo que pervivía.
En la tierra se guardaban cuidadosamente sus obras espirituales.
Todo lo que habían creado sus manos era grandioso.
Alcar miró a su instrumento diciendo:

—Cuando hayamos llegado a las esferas elevadas te será concedido admirar un arte espiritual que rebasa este con creces.
Esto no se puede comparar con lo que se crea en las esferas.
Esto de aquí es insignificante y pequeño.
Escucha, André.
Ahora que sé y que conozco otra vida, veo y siento que el trabajo que estoy haciendo es más bello que toda la vida terrenal con todo lo que logré en ella.
Mi vida en la tierra fue grande, pero aun así carecía de significado en el espíritu, lo que te aclararé en las esferas elevadas.
Solo ahora que me he desprendido de la materia veo lo bella que es ahora mi vida.
Si se me concede darle al hombre una sola prueba de que existe una pervivencia eterna, habré logrado más que en aquella gran vida terrenal.
Si puedo convencer a una sola persona, para mí será posesión en el espíritu y viviré por los demás, lo que significa desarrollo.
Pero en mi vida terrenal vivía para mí mismo, no he podido alcanzar nada más.
¿Podría convencer al ser humano de que hay una pervivencia eterna a través del arte?
¿Podríamos alcanzarlos solo pintando?
No; al menos en la tierra, los sabios piensan que se lleva este don inconscientemente y por eso para ellos no son pruebas.
¿Llega el hombre a conocer a Dios a través del arte?
¿Sabe de un más allá gracias al arte?
¿Ve las esferas en tus piezas recibidas espiritualmente?
¿Siente desde dónde y cómo se origina todo?
¿Ve en ello la eternidad?
Podría seguir así, podría hacerte cientos de preguntas y a todas tendríamos que contestar de manera negativa.
He ahí por qué esa vida no era grande ni potente, y por qué ninguno de nosotros era maestro, no maestros en el espíritu.
En esta vida soy feliz, en aquella no lo era.
Muchos estaban insatisfechos, como yo, porque sentíamos el espíritu pero aun así no podíamos alcanzar lo que queríamos crear.
Percibíamos lo perfecto pero nos sentíamos impotentes.
Para poder crear lo perfecto, me habrían faltado otros ciento cincuenta años de vida en la tierra.
Una vida terrenal es demasiado corta para eso; los pocos años no bastan para llegar a esta altura.
Todos los que vivían conmigo como hermanos en el arte sentían el mismo estado, que no nos hacía felices.
Aun así el ser humano piensa que es perfecto, lo cual, sin embargo, no es la verdad.
Te repito: en esta vida soy feliz; en mi vida terrenal no me conocía a mí mismo ni sabía de amor más elevado; lo conocería solo de este lado.
Así que vivía para mí mismo y por eso mi vida terrenal no era grande, lo que el ser humano entenderá solo de este lado.
Logré algo para mí mismo, le di algo a la tierra y la humanidad ha preservado nuestro arte, muy bello todo, aunque en el espíritu sea egoísmo, lo que te quedará claro más adelante.
Por eso, tu vida terrenal es más grande, porque vives para los demás, lo que en sí es una gran gracia, un regalo de Dios que intuyen solo pocos en la tierra, porque no entienden plenamente el significado que tiene.
Y es que tampoco es posible, porque el ser humano no intuirá el significado de vivir en la tierra hasta que no llegue de este lado, donde todo superará en valor a la materia.
Solo entonces se arrodillará el ser humano, agradeciendo a Dios, su Padre, haberle dado ese lugar en la tierra.
Hasta no llegar aquí no veremos esos estados.
En la tierra no se dan cuenta.
Por eso te mostré mi vida, para que entiendas la tuya propia, que significa tu trabajo en la materia.
Solo ahora me siento feliz, André, de que Dios me haya dado la fuerza de poder hacer algo por la humanidad.
En esos trescientos años que llevo viviendo de este lado he aprendido que el ser humano no puede entrar a las esferas elevadas por el arte, porque toda su concentración está enfocada en sí mismo y olvida toda la demás vida que vive alrededor suyo y dentro de él.
Solo ahora les llevamos la vida, hacemos que conozcan la vida después de la muerte, que intuyan la felicidad eterna.
Es lo más grande que puede lograr una persona en la tierra, por lo que, de quererlo, llegará a otra sintonización.
De este lado comprenderás plenamente la felicidad que le has dado al hombre, por la que te esforzaste al máximo a costa de mucha pena y dolor.
Pero toda esa pena y dolor, todos tus sacrificios no son nada en comparación con la felicidad que recibirás de este lado.
En la tierra no pintaba más que materia; en las esferas elevadas uno pinta la vida, porque todo vive, también el arte que dan y que se ha elaborado en felicidad.
Solo entonces, sintiendo la vida en todo, se puede alcanzar lo perfecto.
En este viaje, André, te esperan muchas sorpresas, te mostraré arte espiritual e intuirás la gran diferencia en capacidades y en arte.
Verás que no éramos maestros y que no lo hemos sido, pero que hemos dado arte que encontró sintonización con la segunda esfera de este lado.
Pero ¿cuántas esferas hay por encima de la segunda?
Estuviste conmigo en la quinta esfera y viviste lo grande, lo imponente que es todo.
Pero cuando luego admires arte espiritual, exclamarás conmigo: “¿Qué es lo que hemos dado en la tierra?
Era solo arte terrenal; no tiene nada que ver con lo espiritual”.
Aquí está colgado mi arte; más adelante podrás ver la gran diferencia, cuando aquellos que poseen un don en la tierra no encuentran sintonización con la tercera esfera de este lado.
Si en la tierra vivieran seres que representaran este arte, no se les entendería.
Todo lo que se haya creado en la tierra tiene valor, pero también puede significar una maldición en el espíritu.
Muchos perecieron precisamente debido a sus capacidades, porque no se conocían.
Sí, fueron destruidos por sus dones.
Porque, ¿qué es el arte?
¿Qué es la posesión en la tierra?
¿Qué vale su capacidad, si al llegar aquí tienen que vivir en las tinieblas?
¿Acaso no es la sombra de la muerte toda su posesión?
¿Qué significa estar muerto de este lado?
No sentir la vida; todo es entonces egoísmo burdo.
Las personas en la tierra no aceptarán esto, porque no quieren renunciar a sus posesiones.
Pero hablaremos de esto al entrar a las esferas elevadas.
Todo lo que te mostré en la esfera de la tierra, también lo encontramos en las regiones espirituales, es decir: fuera del ciclo de la tierra.
Ahora, André, nos vamos de aquí, dejamos la esfera de la tierra y visitaremos las esferas tenebrosas, allí donde estuvimos en nuestro viaje pasado.
Pero ahora descenderemos en sus vidas, haremos la transición a sus vidas, lo que ya has vivido algunas veces.
Entonces también te quedará claro que el ser humano en la tierra vive en todas las sintonizaciones y que las esferas más elevadas están conectadas con las profundidades más profundas.
Te he aclarado que en el ser humano reinan profundas tinieblas a la par que luz eterna, que recibirá lo que quiera, que lo ayudan aquellos que han dejado la vida terrenal, y que todo significa vida.
También te he demostrado que quien quiera recibir ayuda tendrá que sintonizarse en el espíritu, y que sin importar donde se encuentre el ser humano, allí hay seres astrales para conectarse con él, lo que lo llevará hacia arriba o hacia las profundidades más profundas del infierno.
Ahora visito las esferas oscuras, porque quiero dejarle claro al ser humano que el espíritu astral vuelve para proseguir su terrible vida en la tierra, porque puede sintonizarse con el ser humano.
Todo esto será una pauta para el ser humano, un camino que puede recorrer, por lo que empezará otra vida.
Cuando las personas recorran nuestro camino no sufrirán, porque les avisamos y para ellos, nuestra vida es una guía vital para entrar a lo espiritual.
Quien quiera el bien en la tierra recibirá; es más, poseerá “luz” de este lado.
El ser humano en la tierra vive en la ignorancia, pero nosotros sabemos lo que significa la vida en la tierra y cómo puede uno asimilar los tesoros espirituales.
Ven, André, dejaremos la tierra, vivirás todavía más estados.