El cuerpo espiritual y material

André recibía cada vez más pruebas de que existía una pervivencia eterna después de la muerte material, por lo que intentaba convencer a la humanidad de que el cuerpo espiritual es un cuerpo aparte y que después de haber depuesto el cuerpo material, el ser humano entra en la vida eterna.
Además se le demostró que el espíritu es el cuerpo inteligente y que significa el cuerpo de los sentimientos.
Gracias a los muchos desdoblamientos que se le concedió vivir por Alcar, le constaba que el ser humano vivía en la tierra para desarrollar sus sentimientos en el espíritu.
Y eso era el amor.
Después de su último viaje al cielo y al infierno, ya no quedaba nada en su interior que dudara de esta verdad.
Cuando alguna cosa lo molestaba, Alcar hacía que lo viviera, por lo que estaba conociendo varios problemas y se desarrollaba en el espíritu.
Vivir muchos estados le era una gran gracia, por la que estaba conociendo la vida espiritual.
Sin duda alguna valía la pena ser contado lo que vivía en este estado.
El siguiente acontecimiento también fue muy curioso.
Algún tiempo ya antes de que se le concediera vivir este problema, había leído un libro de un escritor afamado sobre la vida de San Francisco de Asís.
La historia como la había reflejado el escritor le pareció muy asombrosa y lo había conmovido mucho.
La gran fe y el amor al prójimo de Francisco lo hicieron reflexionar.
Un solo estado no le quedó claro y cavilaba mucho al respecto; era la autoflagelación que se infligía Francisco.
Que hubiera pasado de verdad o no, este caso le interesaba particularmente.
No quería dudar de su santidad, pero no entendía que Francisco pudiera lograr el desarrollo flagelándose.
Muchos lo considerarían un tonto pero no lo dejaba en paz; ya llevaba unos cuantos meses reflexionando sobre el asunto.
A él (a Francisco) le encantaba lanzarse desnudo a un arbusto con espinas, de modo que la sangre le bajara chorreando por todo el cuerpo, pero que eso le permitiera obtener esta elevada sintonización espiritual, eso le era precisamente el misterio.
André sentía todo el respeto para el santo.
Este era un ser humano con un gran sentimiento sagrado ante quien inclinaba hondamente la cabeza.
Pero consideraba que era equivocado pensar en él.
Él también quería avanzar y porque Alcar le había aclarado que el ser humano tendría que vivir la vida, no entendía cómo todo esto era posible ni cómo podía ser así.
Una mujer que en la tierra no se convertía en madre pero anhelaba la maternidad, volvía a la tierra para vivir esta.
¿Podría esta misma madre liberarse de su anhelo de otra manera?
Estos, pues, eran los problemas cuya solución no le parecía tan sencilla.
Una mujer que anhelara la maternidad ¿podría destruir y superar su anhelo flagelándose?
¿Era posible?
Entonces, ¿para qué servía la vida?
Se contestaba en repetidas ocasiones, pero no llegaba a un resultado.
Pero ¿cómo se iba a llegar en una pequeña vida terrenal a un estado tan elevado flagelándose?
El santo rezaba día y noche, se sacrificaba por toda la vida, pero entonces, ¿para qué hacía falta flagelarse?
¿Para reprimir las pasiones?
Vivía una vida inmaculada; ¿acaso no era suficiente?
Una vez más: no quería dudar de su santidad, pero no lo dejaba en paz.
Vez tras vez se sorprendía a sí mismo pensando de nuevo en Francisco, y no conseguía de ninguna manera liberarse de esa obsesión.
Y luego se sumaba a eso, y era un primer factor, que André quería que su vida terrenal valiera la pena.
Quería significar algo para los demás.
Y fueran los medios que fueran, quería recurrir a ellos para asimilar posesiones espirituales, para que cuando él también hiciera la transición, poseyera luz en la vida eterna.
Quería hacer lo que fuera para eso, para cada ser se daba en amor puro y estaría dispuesto a dar su vida por cualquiera si se le pidiera.
No era la vanidad de ser algo; sabía lo insignificante que era.
Hacía las pinturas más hermosas y aun así no se atrevía a hacerse pasar por pintor.
Si Wolff y muchos otros ya no pintaran a través de él, también habría desaparecido su talento.
Así era también en el caso de ver y curar.
Si Alcar no lo ayudaba, no había manera de lograr un diagnóstico.
Y es que sabía que no podía hacerlo ni podría hacerlo nunca sin su ayuda.
No era nada y seguiría siendo nada, era un instrumento.
Pero lo que entendía de sobra era esto: si se esforzaba queriendo darse puramente, Alcar lo desarrollaría en el espíritu, lo que significaba el oro espiritual del otro lado.
¿Era esto vanidad?
¡Pues no!
Solo quería ser algo para otros; por eso hacía todo lo posible por asimilar los tesoros del espíritu.
Por eso este problema no lo soltaba.
Una noche se acostó temprano, cansado.
Pero no podía conciliar el sueño, pues Francisco lo mantenía ocupado.
Se preguntaba si Alcar sabría cómo se pasaba el tiempo cavilando.
¿No era de su incumbencia?
¿O estos no eran estados para Alcar?
Llevaba meses pensándolo y no le era posible encontrarle una salida.
Después de haber vivido su último estado milagroso, ya no se atrevía a preguntarle nada a Alcar, porque cuando resultaba necesario, se le ayudaba.
Ahora sin duda que pensaría que todo era ridículo y tendría que arreglárselas solo.
Y es que, ¿en qué se estaba metiendo?
¿Por qué había leído el libro y tomado todo literalmente?
Por supuesto que no estaba bien, pero ¿qué podía cambiar al respecto a estas alturas?
Desconectarse de todo, pero ¿cómo?
Cuántas veces no iban ya que lo había arrojado lejos de él, y aun así se le volvía a colar en el alma.
Se enojaba y sentía que su concentración seguía siendo tan débil.
Hacía algunas noches incluso había soñado con el asunto.
Le parecía terrible.
Ya ni siquiera podía dormir tranquilamente.
Soñaba que Francisco lo había mandado llamar y que le había hablado de su vida.
Le dijo lo siguiente:
—Sé de tus pensamientos y ya sé qué podemos hacer, acompáñame.
Lo había llevado a un gran jardín detrás de un convento y le dijo:

—Mira allí, lánzate y sabrás de una vez cómo es todo.

Francisco le señalaba un arbusto con espinas.
Al hacerlo se le quedó mirando, como diciendo: ya sé que no te atreves, y André se lanzó desnudo sobre el arbusto con espinas, de modo que por todos lados le chorreaba la sangre del cuerpo.
Pero al despertar por la mañana y recordar su sueño, no se le notaba nada en el cuerpo, así que había sido un sueño de verdad.
Y ahora estaba otra vez cavilando sobre el mismo problema.
Llegaría a volverlo loco si no se le libraba de esto pronto.
Se concentraba como nunca antes, pues quería dormir.
Estar despierto la mitad de las noches, tener sueños insignificantes, eso no le aportaba nada.
Pensó, ‘Rezaré hasta quedarme dormido’.
Lo logró por completo; la oración lo sumió en un sueño profundo.
No sabía cuánto había dormido cuando pensó oír que se pronunciaba su nombre.
Miró a su alrededor pero no vio a nadie.
De nuevo oyó:

—¿André?

¿Quién era el que lo llamaba?
¿Venían a recogerlo de nuevo para alguna cosa?
Pero bueno, ¿qué era eso?
Estaba al lado de su cuerpo.
Recordó de inmediato su viaje nocturno anterior.
¿Lo necesitaban?
¿Quién lo había liberado?
¿Alcar?
¿Dónde estaba su líder espiritual?
¿Serían otros problemas más que él iba a vivir?
Cuando se le concedió curar a Annie, también habían venido a buscarlo dos desconocidos y cuando se le fue aclarado todo, habían sido Alcar y el maestro de este.
Qué mal había pensado de ellos, ahora quería evitarlo.
Pero tendría que tener cuidado y no acompañarlos sin más, pues no podía saber si finalmente sí eran infelices los que se le habían acercado.
De nuevo oyó:

—André, ¿podría seguirnos?

‘Seguirlos’, pensó, ‘¿a dónde?’.
Por el sonido oía que no eran espíritus infelices, porque había amor en ellos; en el espíritu eso se siente y oye de inmediato.
De este lado, un demonio no podía ocultarse; se le podría reconocer por un estado o por otro.
Ante él estaban dos seres, envueltos en una emanación ligera.
Los veía aunque fueran como sombras.
Seguía sin oír nada de su líder espiritual.
En ese mismo instante le entró una fuerza de amor, la misma sensación que cuando habían venido a buscarlo para Annie y por eso estaba firmemente decidido a acompañarlos.
Se les acercó sintiendo que estaba siendo elevado y que se alejaban de la tierra.
‘Vaya’, pensó, ‘es un viaje a las esferas’.
Así que este estado era otro que el de Annie.
En un vuelo veloz dejaron la tierra y sentía mucha curiosidad por saber a dónde se le llevaría.
André miró el cielo y se asustó.
Esto no estaba bien.
No conocía un estado similar ni se lo había enseñado Alcar.
El cielo estaba amarillo.
Eso era imposible, ¿no?
¿Cómo podía ser un cielo amarillo?
Nunca había oído eso.
¿Se podían encontrar estos cielos de este lado?
Le pareció anormal, no era natural.
Conocía la luz del cielo desde las regiones oscuras hasta en la quinta esfera, pero un cielo como este nunca había podido observar.
Se propuso redoblar sus precauciones.
Vio un paisaje con árboles amarillos y plantas amarillas; todo era amarillo.
¿Podía ser natural?
Pues no.
Era falso.
¿Lo estaban llevando hacia estados antinaturales?
¿Se le estaba poniendo a prueba?
¿De qué servía todo esto?
Seguían planeando más y más, y sentía que ambos espíritus invisibles tiraban de él.
Finalmente, se detuvieron.
Estaba en una montaña alta y miraba hacia un valle hondo que tenía frente a él.
André sintió que se le había puesto ante un estado, porque ante él había un sendero que serpenteaba por el valle.
Al otro lado vio un gran edificio.
El único en este espacio inabarcable con la vista.
¿Tenía que descender?
¿Era esa la intención de ellos?
Y de inmediato le entró la sensación de que era su intención; tendría que recorrer ese sendero.
Todo era extraño, antinatural y misterioso.
¿Por qué no se le hablaba?
¿No volvería?
Nadie podía detenerlo en eso.
Había aprendido y sabía concentrarse cuando amenazaba peligro.
Aun así sentía curiosidad por saber lo que significaría todo esto.
Descendió y le tomó mucho tiempo llegar al otro lado.
Finalmente, se encontró justo frente a un castillo que parecía haber brotado de la tierra.
Se detuvo para reflexionar.
Era un edificio viejo, edificado con bloques de piedra amarillentos.
Esto tampoco era natural.
No veía un alma y reinaba un silencio cargado, lo que le causó una impresión desagradable.
Una gran puerta, que se parecía más a un portón, obstruía la entrada.
Volvió a mirar en la naturaleza, pero no vio ni un ser vivo, y también sus acompañantes habían desaparecido.
El silencio le causó temor.
Aquí, la vida se había quedado dormida.
No había viento para refrescar la naturaleza, solo un clima muerto, antinatural y misterioso.
Aquí ningún ser humano podría sentirse feliz.
Entonces prefería estar y seguir en la tierra.
¿Qué viviría allí tras estas gruesas puertas?
¿Personas?
¿Y dónde estaban los que habían ido por él?
¿Era este el final de su viaje?
¿Tenía que entrar aquí?
Todas estas preguntas le atormentaban la cabeza.
Se acercó un poco, tal vez llegaba una solución.
Pero cuando se hubo acercado unos metros, la puerta se abrió por sí sola, por lo que se asustó mucho.
Se quedó rígido como un palo.
‘Ahora sí que nos vamos a enterar’, pensó.
No obstante, no apareció ningún ser humano.
Le temblaban las piernas.
Y ahora, ¿qué significaba esto?
Miró en un largo pasillo, pero no vio a nadie.
¿Habría alguien detrás de la puerta?
No, no era posible, la puerta cerraba hasta pegada a la pared, lo que observó con una ojeada.
Pero entonces, ¿qué o quién le había abierto? ¿Lo estaban esperando aquí?
¿Dónde estaba Alcar?
Tras esta pregunta sintió de nuevo que Alcar velaba por él, y entró.
No había terminado de cruzar el umbral cuando vio ante él a sus amigos invisibles.
El largo pasillo tenía suelo de losa y nuevamente todo era amarillo y desnudo.
Ahora estaba ante una larga escalera, por la que descendió.
Contó los peldaños y le pareció muy extraño que pensara en todos esos elementos secundarios.
Una vez abajo estaba de nuevo ante un largo pasillo, que recorrieron hasta el final y que desembocaba en una gran sala.
Se volvió a detener para reflexionar sobre todas estas cosas.
¿Qué tipo de edificio era ese?
¿Por qué lo llevaban a una sala subterránea?
Vio muchos pilares que sustentaban el edificio a modo de fundamentos.
Aquí también todo era amarillo.
No se veían otros colores.
Ya se había acostumbrado y ahora le parecía de lo más normal, a pesar de que supiera que todo era antinatural.
En la sala flotaba una densa emanación que no podía atravesar con la mirada.
¿Se le estaba manteniendo todo oculto?
¿Lo pondrían de repente ante hechos consumados?
Sentía a sus acompañantes a unos cuantos metros por delante de él.
Aun así, estaba tranquilo, sintiendo ya que tenía confianza con ellos.
Entendió que tenía que seguir, y lo hizo.
Paso a paso fue avanzando, porque estaba seguro de que aquí viviría algo nuevo.
Cuando hubo avanzado unos diez metros, oyó un suave sonido que creyó reconocer.
La primera vida que había oído en su largo viaje.
¿Era un ser humano?
Se quedó escuchando con atención, y parecía que alguien respirara profundamente.
Otra vez siguió avanzando, para sobresaltarse por segunda vez.
Allí frente a él vio a tres seres.
Uno de ellos estaba desvestido y no llevaba más que un taparrabo doblado alrededor de la cintura.
A su lado había otros dos, tipos fuertes, los dos con un látigo en las manos, por lo que de repente entendió esta escena.
Llevaban una vestidura amarilla y el único color diferente que había observado hasta ahora en esta tierra fue el cordón negro que traían atado en la cintura.
Ahora sintió que se le resolvería una parte de todo este misterio.
Había aprendido en la vida después de la muerte que los colores significaban luz.
Los cordones negros significaban que viviría lo que tenían planeado hacer.
Se filtraba un rayito de luz, pero ¿cuál era ahora todo el problema?
El que se había desvestido era un bello hombre joven de treinta años.
¿Qué querían de él?
¿Eran sus verdugos esos dos tipos fuertes?
¿Lo iban a azotar?
Si era cierto, entonces entendió para qué también a él lo habían ido a buscar.
Sí, respiró hondo, así que hace rato lo había oído a él.
El joven hombre trataba de juntar todas las fuerzas que tuviera dentro.
Sus verdugos esperaron a que estuviera listo y André sintió que el hombre se iba a dejar azotar por voluntad propia.
De repente se acercó a uno de los pilares, ubicándose enfrente, y esperó.
André estaba temblando.
Reunía todas sus fuerzas, lo sintió claramente.
¿Qué se le quería mostrar aquí?
Se concentró en él y supo que se dejaba flagelar por voluntad propia.
Ahora lo entendió todo.
Esto tenía que ver con él y con Francisco.
Ahora se le resolvería también este problema.
Aquí podría vivir si flagelarse significaba desarrollo espiritual.
Sintió una tremenda tensión.
Los verdugos estaban a su izquierda y derecha, esperando una señal de que podrían empezar.
André sintió que les dio la señal.
Llovía azotes por todas partes y cada azote que se le infligía le dejaba anchos latigazos rojos en el cuerpo.
Pronto lo habían molido a golpes, pero aguantó valientemente.
¡Flagelarse!
Por fin se le disolvió lo misterioso, aquello que lo había tenido en una terrible tensión durante meses.
Seguían azotándolo, pero no lo aguantaría mucho más.
El sudor que le goteaba del cuerpo estaba teñido de rojo.
Estaba allí, la cabeza en alto, permitiendo que se le azotara.
Era un héroe.
André sintió que surgía en su interior una tremenda tensión.
Aquí se le estaba ofreciendo una posibilidad de mostrar lo que quería, lo que podría hacer.
El joven hombre sonreía a cada azote que se le infligía.
Y él también se enardeció con el deseo de vivir lo mismo.
Por fin se detuvieron y se lo llevaron.
Había logrado mantenerse en pie.
¿Estaría convencido de que le había aportado desarrollo espiritual?
Qué pena que se hubiera ido, se lo habría preguntado.
¿Estaba aquí para el mismo estado que él?
Sintió surgir en él una enorme fuerza.
Sí, estaba dispuesto.
Y cuando hubo decidido interiormente, sus dos acompañantes se acercaron de un salto, listos para flagelarlo.
Vaya vaya, ¿eran sus verdugos?
Sin embargo, no lo eran de verdad, él lo quería y no lo harían si él no lo decidía.
Pero si lo vivía, quedaría liberado de todos sus problemas.
Reflexionó sobre qué haría.
Aunque no fuera un arbusto con espinas, al menos sí era autoflagelación, y le serviría para aprender.
No, ahora no quería volver, él también lo quería vivir.
Solo ahora vio que se había contado con todo.
Él también llevaba una vestidura como la suya, aunque no lo hubiera notado antes.
¿Lo había recibido solo aquí, ahora, mientras que tomaba la decisión de hacerlo?
No tuvo tiempo para pensar; lanzó la túnica lejos y se colocó frente a uno de los pilares.
Tuvo que quedarse a medio metro de distancia del pilar, pues sentía que no podía avanzar más.
Entendió que querían pegarle por delante y por detrás.
El otro estaba apoyado contra el pilar.
¿Era otro estado?
André suspiró hondo para reunir todas sus fuerzas.
Decidió interiormente que podían empezar y al mismo tiempo cayeron los primeros azotes.
Qué terrible fue el primer golpe.
Le lloraba y temblaba el alma.
Con cada azote se encogía.
‘Qué terrible’, pensó, ‘¡en qué me he metido!
Pronto desfalleceré.
No lo aguanto’.
Miró hacia arriba, pensando observar alguna otra luz.
‘Curioso’, pensó, ‘cuando me concentro en esta luz, no siento tanto los golpes’.
¿Era Alcar?
Pero no veía más que una ligera emanación.
¿Se le estaba ayudando?
¿Estaba Alcar haciéndolo sentir?
Con cada azote se le rompía la concentración; sentía cómo le latigueaban los azotes.
Le ardía el cuerpo como fuego.
El sudor le brotó por todos lados y también el sudor de él estaba teñido de rojo.
Ni un solo palmo se había librado, de arriba abajo lo habían molido a golpes.
Solo la cabeza y los pies se salvaban y también tenía las manos sin latigazos.
Ni él mismo entendía de dónde había sacado toda esa fuerza.
¡Qué fuerte podía ser el hombre!
Sentía que toda su concentración se había sintonizado con este estado.
Sin embargo, se dio cuenta de que las fuerzas le estaban menguando.
Tenía todo el cuerpo tenso, le estaban reventando los músculos.
Nunca antes había sentido una fuerza tal en él.
Estaba agotando todo, no guardaría reservas.
Seguía esforzándose porque sentía que en cualquier momento se desplomaría.
Quería mantenerse en pie, como aquel otro.
‘Ay, Dios’, pensó, ‘en qué me he metido’.
Miró la luz, pues estaba a punto de desfallecer.
Ahora sentía que si quería desistir, se detendrían de inmediato.
Con cada brazo que se alzaba sentía ya el azote antes de que le fuera infligido.
No, ya no podía más y de inmediato dejaron de azotarlo.
La luz también había desaparecido.
Y ahora allí estaba.
Qué terrible aspecto el de su pobre cuerpo.
Estaba impresentable.
Las manos, la cabeza y los pies no habían sido alcanzados, todas las demás partes estaban repletas de latigazos rojos como la sangre.
Tenía la sensación de tener los ojos desorbitados, y todo estaba sumamente tenso.
¿Dónde estaba su posesión espiritual?
No sentía que hubiera cambiado en nada.
¡Y sin embargo había aguantado valerosamente!
Fue una amarga desilusión.
No había cambiado nada, sino que interiormente seguía siendo el mismo.
Estaba convencido, pero había tenido una experiencia deplorable.
Había tenido que pagar un precio muy alto antes de que se le resolviera este problema.
Maldijo el momento en que el libro había caído en sus manos.
Cómo podía la lectura influenciar al ser humano.
Había vivido todo en vano.
Había sido su propia voluntad y culpa, y Alcar estaría enojado con él.
Por las mejillas le corrían lágrimas de tristeza por esta gran decepción.
Hace un rato había sabido esconderlas, pero ahora le era imposible.
Se sentía destrozado en cuerpo y alma.
¿Había hecho mal?
Desde el principio todo había sido antinatural.
Tendría que haber regresado.
Este saber lo había pagado caro.
Había tenido que pagar cada paso en este sendero con un latigazo.
Cuántos azotes no recibirían diferentes seres antes de que también ellos se convencieran del camino equivocado.
Al llegar en el más allá, lo sabía a ciencia cierta, muchos querrían enmendar con azotes, pero entonces ya era demasiado tarde.
Pensar en eso, el que aquello le hubiera abierto los ojos, era la pomada para sus heridas que aliviaba los agudos dolores.
¿Qué le quedaba por hacer aquí?
Nada, pues.
Quería volver a su cuerpo, volver a la tierra.
¿Ya ni siquiera eso sería posible?
Lo asaltó un terrible miedo.
Se sintió acogido y se alejó en un fogonazo.
Pronto había alcanzado la tierra y vuelto en su cuerpo material.
Despertó con una leve sacudida, consciente de todo lo que había vivido en las esferas.
Se sintió muerto de cansancio.
No podía mover brazos ni piernas.
Sus primeros pensamientos fueron para su líder espiritual.
Seguía sin saber nada de él.
¿Lo había arruinado?
Eso no era posible, ¿no?
¿Ya no se podía cambiar en nada?
En realidad conocía a su líder espiritual como un espíritu del amor y lo único que quería era convencerse.
Lo volvería loco si tuviera que estar sin Alcar.
Ay, cómo lo atormentaba.
Miró el reloj y eran las seis de la mañana.
Era la hora en que siempre volvía cuando se le había concedido visitar las esferas con Alcar.
¿Sabría todo Alcar y lo habría ayudado?
Quiso darse la vuelta, pero no fue posible.
Tenía todo el cuerpo tenso.
Todo le dolía.
Se quedó profundamente dormido, para despertar alrededor de las ocho.
Podía moverse con más facilidad que a las seis.
Le había sentado bien este descanso.
Salió rápidamente de la cama para vestirse.
Se quitó la ropa de dormir y se asustó como nunca antes.
¿Qué le había pasado a su cuerpo?
Estaba cubierto de pies a cabeza de estrías.
Estaba cubierto de moretones, como lo había vivido su cuerpo espiritual.
Ya no quedaba un solo espacio sin heridas, era terrible de ver.
Solo tenía el rostro, las manos y los pies sin latigazos.
Miró su pobre cuerpo material un largo rato, reviviendo lo que había experimentado esa noche.
Se veía de pie ante el pilar y sentía cada golpe que se le infligía.
Sintió la tristeza que había sentido después de esta flagelación.
‘Es extraño’, pensó, ‘pero me siento tan intensamente feliz, ¿qué significará?’.
No sabía lo que era, pero significaba algo.
Había desaparecido de golpe la sensación de decepción.
Su cuerpo material había adoptado lo que había vivido en el espíritu.
¿Qué milagro había sucedido?
No le cabía duda de que era milagroso.
¿Qué poderes eran con los que estaba conectado?
¿Era esta la intención de Alcar?
El cuerpo material había adoptado el estado espiritual, nunca había vivido algo parecido.
Se sentía terriblemente cansado pero no tenía dolor, aunque tuviera la piel tensa en todo el cuerpo.
Le rogó a Alcar que por favor lo ayudara, pero no oyó nada de él.
¿Eran demonios los que le habían hecho vivir esto?
No, no era posible, él mismo lo había deseado.
Se vistió rápidamente, porque su madre se llevaría un gran susto si lo viera así.
Sin duda que era muy curioso.
Su cuerpo espiritual estaba a miles de millas de distancia de su cuerpo material y aun así aquel había imprimido los acontecimientos en la materia.
¿Cómo era posible?
Sabía que al desdoblarse siempre seguía conectado con su cuerpo a través del cordón fluido.
El cordón fluido era el cordón vital que unía ambos cuerpos.
Pensaba sentir una solución.
Si pudiera ser cierto, entonces era maravilloso aunque muy sencillo.
De hecho, no había otra posibilidad.
Ambos cuerpos eran un solo estado aunque el hilo fuera invisible.
De nuevo volvió en el espíritu al lugar para averiguar cómo se sentía desde allí.
Tal vez podía percibir algo.
Sentía cómo se hundía y desplazaba, y se concentró.
Entonces vio que desde él hasta el cuerpo material iba un delgado cordón plateado que pudo seguir claramente.
Vio y sintió que este vivía.
¿Habría este cordón transferido lo vivido?
Qué sencillo era entonces.
Pero ¿no era su propia fantasía?
¿Sería él tan sensible?
En efecto, Alcar le había contado que no podía percibir el cordón fluido, a diferencia de los que tuvieran sintonización cósmica.
Sin embargo, qué lejos no estaba de eso.
Pero entonces, ¿qué?
Él mismo se sorprendía de que estuviera resolviendo este problema.
Antes, algo parecido ni siquiera se le habría ocurrido.
Siempre esperaba a que Alcar le aclarara todo.
También le quedaba claro que este proceso había sido muy distinto a todos los demás estados que se le había concedido vivir.
Ahora analizaba todo, pero también se sentía solo por no saber nada de Alcar.
¿Había sido su voluntad hacer que viviera esto?
Volvió de nuevo al cordón vital.
Si esto era verdad, entonces qué sensible se había vuelto.
Aquí se le demostraba que sus sentimientos estaban fuertemente desarrollados y que el cordón vital poseía esa sensibilidad que podría vivir cualquiera que se desarrollara en el espíritu.
Ahora que estaba retomando todo desde el principio hasta el final, ya ni siquiera era un problema.
Flagelarse lo había convencido, pero no era posible que tuviera que ver algo con su vestidura material.
No había estado en su vestidura material, ¿no?
Francisco podía ser un santo pero ese no era el camino, eso sí que lo había sentido con claridad.
Volvió a ver otra imagen: desde hace tiempo era un hecho para él, pero para la ciencia sería una maravillosa prueba de que el cuerpo espiritual era un cuerpo separado que pervivía en un estado eterno.
¡Cómo no lo había pensado antes! ¿O no lo aceptarían los eruditos?
Para los parapsicólogos era el subconsciente.
¿O podrían establecer otras hipótesis más para destruir esta prueba, para probar lo contrario?
¿Eran fuerzas inconscientes?
Era imposible, ¿no? Pues lo había vivido todo conscientemente.
¿Qué oía que se decía allí?
“¿Estigmatización?”.
¿Quién le decía eso?
No era la voz de Alcar la que oía.
“Estigmatización, la sugestión o la concentración en diferentes estados, lo que es sugestión y se manifiesta en el cuerpo”.
La voz había hablado claramente.
¿Sugestión?
¿Sugestionar?
¿Cómo sería posible?
¿Eso dirían?
¿No sabía nada más la ciencia?
¿Cómo podría concentrarse en sí mismo si ya ni siquiera estaba viviendo en su cuerpo?
¿No creían que se desdoblaba?
Cuando pintaba y un espíritu usaba su cuerpo, entonces también estaba desdoblado, ¿no?
Y sin embargo se pintaba.
¿Sería posible sin que él mismo supiera nada al respecto?
¿Tendría que mentirse a sí mismo, admitiendo que era cierto?
¿Podía engañarse a sí mismo cuando la fuerza, la conciencia había dejado el cuerpo?
Era otro estado, otro don, pero un desdoblamiento era un desdoblamiento y entonces el espíritu había dejado el cuerpo material.
Oh, ahora sentía el gran significado de este desdoblamiento y quería salvar lo que se pudiera.
¿Cómo podrían ser fuerzas inconscientes?
Si él no había tenido conciencia de nada; había estado dormido.
Su cuerpo espiritual vivía y experimentaba lo que percibía en el espíritu.
Ese cuerpo, que en la materia llevaba y conducía la materia, ese cuerpo era el cuerpo eterno que pervivía.
Este intelecto espiritual era la vida que duraba eternamente.
¿Qué restaría de este gran acontecimiento si tuviera algo que ver con el subconsciente?
Nada, pues, pero no quería rendirse con tanta facilidad.
Y es que él mismo lo había vivido.
Por haberlo vivido sabía cómo podía vivir el cuerpo espiritual en aquel otro mundo y cómo eran todas estas sintonizaciones.
No, no tenía nada que ver con estigmatización.
Era mucho más sencillo.
Si tan solo se quisiera aceptar esa única cosa, que el cordón fluido era la fuerza que unía ambos cuerpos y que por eso, además de por su sensibilidad, manifestaba un don aparte en la materia.
Ahora de repente se acordó de su sueño.
También en él sentía una conexión.
Tenía que ver con este milagro.
Francisco lo había llamado y él se había lanzado al arbusto con espinas, pero aun así no le había ocurrido nada a su cuerpo material.
No fue más que un sueño.
Todavía no sabía salvar el abismo entre estos dos estados.
¿Qué eran en realidad los sueños, y por qué no había despertado lacerado de su sueño?
¿Cómo explicarlo?
¿Había ese sueño sido el subconsciente?
Entonces su subconsciente no significaba nada, porque no le decía nada.
Esto lo había vivido espiritualmente, es más, había sido consciente de todo lo que le ocurría y se fijaba en todo lo que se iba encontrando en su viaje.
Su sueño, en cambio, fue un sueño de verdad, que no significaba nada.
Cuanto más reflexionaba, más nítidamente se le manifestaba todo, de modo que podía entender lo milagroso.
Y qué sensible era el ser humano que estuviera sintonizado con la vida más allá.
Cuando pensó: ‘ya no puedo más’, se habían detenido de inmediato.
En la tierra habría tenido que gritar a voz en cuello para que lo oyeran.
Conocía esas fuerzas, era la posesión de un amor más refinado, una sintonización más elevada que la de la tierra.
Ahora también entendía por qué había tenido que vivirlo todo conscientemente.
¡Si no, no habría entendido nada de todo esto!
Cuanto más reflexionaba, más sentía que iba pisando tierra firme, lo que le significaba un apoyo para este estado.
Entonces también entendía por qué su líder espiritual no se dejaba ver; tendría que vivir esto solo, para analizar todo él mismo.
Había sido su propia voluntad, solo que Alcar le había dado una oportunidad para poder vivir este problema.
Oh, estaba feliz de que Alcar le quisiera mostrar a través de este acontecimiento lo que sería el cuerpo espiritual y material.
Nada más que esto, lo sentía claramente.
Era una bella y hermosa prueba de pervivencia eterna.
Claro que no sabía aún con seguridad si sería así, pero casi no había otra posibilidad.
Esperaría hasta que su líder espiritual le aclarara todo.
No obstante, no fluía en él más que felicidad; no por nada se había dejado flagelar.
Para ese tipo de pruebas podían golpearlo a muerte, si eso convencía a la humanidad de que el cuerpo espiritual era el eterno cuerpo intelectual que pervivía.
La ciencia no podría oponer nada a eso, porque entonces tendría que ser una autosugestión inconsciente y esas no eran las ciencias.
En este mundo todavía no se conocían las ciencias inconscientes, en la tierra no tenían posibilidades de existir.
Era nada porque era inconsciente.
La estigmatización y la concentración o el subconsciente no eran posibles; era como lo había vivido, que el cuerpo espiritual es el cuerpo intelectual que pervive eternamente.
Se sentía tranquilo y estaba feliz por haber podido vivirlo.
Por la tarde oyó a su líder espiritual Alcar:

—Bien, hijo mío.
Aquí estoy de nuevo, para aclararte y esclarecerte muchos acontecimientos.
¿No duró demasiado, André?
André se conmovió al volver a oír la voz amorosa de Alcar.
Cómo había deseado ese sonido.
—Te aclararé algunos estados, todos los demás los entendiste ya.
Todo fue trabajo mío, André, porque tú mismo lo quisiste.
Intenté aclararte lo antinatural que es todo y te dejé vivirlo todo en el espíritu.
De nuestro lado tenemos esos estados para convencer al espíritu de todas las cosas que son antinaturales que ellos tienen por naturales.
También te hice ver de antemano lo antinatural, pero tu avidez por aprender te mantenía preso.
Te repito, no era mi voluntad que lo vivieras, sino la tuya propia.
Así que usé tu voluntad para mostrar que el espíritu es un cuerpo aparte que pervive eternamente.
También te ayudé a analizarlo tú mismo, por lo que entenderías todo incluso mejor.
Así que fui yo quien te habló, aunque mi voz fuera otra, que hice hablar por mí.
Te apoyé en todo y también admiré tu valor, por lo que soy feliz; prueba tu voluntad de convencer al ser humano de que hay una pervivencia eterna.
Así probaste que haces frente a todo, sin importar cómo venga a ti, para poder hacer felices a los de la tierra.
Pero no fue mi voluntad, no lo olvides nunca jamás.
Aparte de esta, hay miles de posibilidades más de convencer al ser humano.
Sin embargo, soy feliz.
Por eso recibirás otro trabajo, por lo que ayudarás a muchos.
Has experimentado lo útil que ha sido este desdoblamiento.
Las fuerzas psíquicas que has conocido significarán sabiduría en el espíritu.
Por eso se te dio todo conscientemente.
Tu sueño fue por mi incidencia, yo te lo hice soñar.
Yo era Francisco, André.
Así quise mostrarte que un sueño no tiene nada que ver con un desdoblamiento espiritual.
Si no hubieras decidido dejarte flagelar, no habría podido darte estas pruebas.
¿Te quedó claro?
Aun así no dudé de tus fuerzas ni de tu voluntad, y por eso te mantuve conectado con este estado.
Mantuve esta conexión, y lo hice por cuatro razones.
En primer lugar, para mostrarte que el espíritu es un cuerpo aparte, que pervive eternamente.
En segundo lugar, para comprobar cómo entiendes nuestro trabajo que se te da en el espíritu.
En tercer lugar, para hacerte comprender que flagelarse no es el camino para obtener desarrollo espiritual, y en cuarto lugar, para probar que el espiritismo es verdad; que nosotros, que hemos depuesto el cuerpo material, vivimos una vida de felicidad y poseemos un cuerpo intelectual que conducía y guiaba nuestro cuerpo material en la tierra.
Y todo esto pude hacerlo porque leíste un libro en el que aparecía aquello de flagelarse.
Cuando poseemos instrumentos con sintonización psíquica, podemos convencer a la ciencia de que existe una pervivencia eterna.
Tú mismo contestaste a muchas preguntas; respuestas que sentías claramente.
Pero yo te volví a conectar en el espíritu y te hice percibir el cordón fluido en sintonización visionaria.
¿Esto también te queda claro?
André entendió porque lo había vivido.
—Así que te hice percibir pasándote una imagen mental.
Yo era la luz que percibías a lo largo del acontecimiento.
Te apoyé, aunque te hiciera intuir las fuerzas plenas, vivir el conjunto.
Te diré cómo es posible que el cuerpo material pueda adoptar experiencias espirituales, o, en otras palabras, cómo una flagelación en el espíritu puede incidir materialmente.
Esto sucede por el cordón vital, que ya has sentido, que une ambos cuerpos, aunque el cuerpo espiritual esté separado de la materia.
La ciencia, como ya te aclaré en nuestro viaje anterior, ha hecho pruebas para hacer que se desdoblara un médium por la fuerza de un hipnotizador, o sea, de manera forzada.
A ese instrumento se le encargó un recado y tenía que cumplirlo.
El médium les contaba lo que percibía desde gran distancia y este percibir y hablar se pasaba a través del cordón fluido.
El sonido llegaba en un volumen más bajo que cuando el médium hablaba normalmente.
También esos estados los vivirás más adelante por medio de tu propia mediumnidad, cuando se presenten estados parecidos que puedan ser vividos.
A la ciencia le pareció muy asombroso, pero pronto se destruyó lo asombroso.
En la medida en que un médium posea esta sensibilidad, llegará todo lo que observe a gran distancia, y se reflejará en el cuerpo material.
Este don especial que posees ha llegado ahora a este estado de desarrollo, por lo que me fue posible mostrarte todo esto.
Pero hay mil otros estados que una flagelación, hijo mío, por los que podemos vivir todo esto.
Pasar estas percepciones espirituales se puede por tanto solamente cuando el instrumento posee esta sensibilidad.
Ahora intentaré aclararte el soñar.
André pensó: ‘Alcar sabe todo, sabe cómo pienso y siento’.

—Los sueños son más o menos estados de trance.
En el sueño hay siete grados de transiciones de trance, de los que el séptimo es la muerte aparente.
En la tierra no se conocen estas sintonizaciones, el ser humano no los puede constatar.
Solo nos es posible a nosotros, que hemos depuesto el cuerpo material.
Para volver a tu sueño: no fue un sueño que tú mismo viviste, es decir, que apareció desde tu estado interior, sino que te fue impuesto por mí.
Así que soñabas porque yo lo quería, por mi voluntad y concentración de pensamientos, lo que es un estado aparte.
Es decir que el ser humano puede soñar sueños que se le hayan dado en el espíritu.
Tu sueño fue un estado de los sentimientos, impreso en el centro de tus sentimientos por concentración y fuerte voluntad.
¿Te quedó claro?
En un sueño residen, como acabo de decir, siete grados.
El primer, segundo y tercer grado son el estado de descanso humano, en estos el ser humano extrae la conciencia de los sentimientos a la materia, y en los que por tanto los sentimientos hacen la transición al espíritu.
Entonces, la concentración hace la transición al espíritu: eso es la sintonización semidespierta.
Este sueño no es profundo, sino proporcional al estado del cuerpo material.
Cuando el cuerpo material no goza de salud normal, el ser humano se despierta pronto de un sobresalto, porque en el sueño lo perturban enfermedades de los nervios y otros órganos.
Quien se encuentre en este estado, tiene que tener un cuerpo sano si quiere dormir lo suficiente.
Cuando el sistema nervioso se contrae o se encuentra en un estado tenso, no es posible un sueño normal, la persona sufre entonces de insomnio.
Así que habla por sí solo que la materia puede ejercer una influencia perturbadora en este estado.
En el cuarto grado de sueño, el espíritu se sustrae a la materia y el cuerpo material queda liberado de todos los factores perturbadores.
Los que se encuentran en esta sintonización dormirán tranquilamente y no despertarán pronto de golpe, porque se ha rebasado la conciencia semidespierta.
En esta sintonización, el ser humano se da cuenta de la vida que haya vivido, dependiendo de la salud del cuerpo material, porque la vestidura material no permitirá que se aleje el cuerpo de los sentimientos.
Pero también en esto hay miles de sintonizaciones, que dependen de cómo el ser humano se haya desarrollado en el espíritu, y cómo encuentre sintonización.
Así que queda claro que el sistema nervioso reacciona al cuerpo de los sentimientos, incluso cuando el ser humano se encuentra en un estado inconsciente, lo que es el sueño.
El cuerpo espiritual sigue y es como viva y sienta en la materia.
Así que cuando el cuerpo material se encuentra por debajo del nivel de salud normal, la concentración vuelve a la materia y el cuerpo de los sentimientos rebasa el tercer, segundo y primer grado de sueño, para volver luego en el estado vital consciente y despierto, y hace la transición a la conciencia.
Esto es el despertar, por el que los órganos materiales retoman su funcionamiento.
El quinto (grado) es esa sintonización en la que se efectúa la separación entre espíritu y cuerpo material, y en el que los sentimientos hacen la transición al espíritu, lo que hace posible el desdoblamiento.
Solo entonces el cuerpo espiritual puede alejarse de la materia y puede ir hacia donde quiera.
Es cuando el cuerpo espiritual rebasa la conciencia semidespierta y el espíritu entra a lo conscientemente espiritual.
Solo pocos en la tierra poseen el sexto grado.
Es un poder de concentración espiritual elevado que se puede alcanzar a través de estudios prolongados.
El ser humano que posea estas fuerzas y que pueda forzar la materia según su voluntad y concentración puede dormir más en una hora que los demás en el tiempo normal, que se calcula en ocho horas.
Este estado rebasa el del desdoblamiento.
Aun así no podrán desdoblarse si no poseen interiormente la sintonización espiritual necesaria.
Si son materiales, los atraerá la materia y por lo tanto no será posible en el espíritu.
Se sintonizarán de acuerdo a cómo sientan y quieran.
Así que es una ley espiritual, que es su sintonización interior con la vida espiritual.
Han llegado a ese punto por su concentración, pero no pueden asimilar los tesoros del espíritu, lo que tú sabes hacer porque tus sentimientos encuentran sintonización en el espíritu.
No obstante, tu sintonización es la quinta y colinda con la sexta.
Estas pruebas ya las hemos hecho juntos y conoces su hermoso efecto.
Así que te quedará claro que el ser humano solamente puede desdoblarse conscientemente si se sintoniza en el espíritu y se posee esta sintonización.
El séptimo grado de sueño es la muerte aparente.
Entonces las auras vitales se disuelven en el espíritu.
Esto se puede percibir claramente en el cuerpo material.
Hay quienes lo han logrado por concentración y fuerte voluntad.
Un ejemplo de ello son los faquires.
Se pueden hacer enterrar, quedándose muchos días debajo de la tierra; es más, son capaces de prolongar y fortalecer su vida en la tierra succionándoles los jugos vitales a otros.
Cuando se hacen enterrar, el cuerpo material se alimenta y se mantiene a través del cordón fluido.
Para entrar en este estado, el faquir necesita algunas horas de profunda oscuridad.
Esta hace falta porque el aura vital se disuelve en la luz natural, por lo que él no llegaría a la meta que se ha propuesto.
Después se le puede enterrar, y aparecerá vivo incluso después de mucho tiempo.
Su concentración está sintonizada con el cuerpo material de manera afiladísima y tienen a este en su poder por completo, y pueden someter la materia a su voluntad.
En las esferas oscuras te conté cuál es el funcionamiento de las auras vitales.
Las auras son fuerzas vitales que alimentan la materia a través de las fuerzas de los sentimientos de los seres.
Cuando las auras vitales no se pueden extraer, no se puede hablar de muerte aparente.
Las auras vitales son las conexiones entre el aliento y los sentimientos.
Cuando el ser humano está vivo, el aliento pasa a través de los órganos vitales correspondientes, pero las auras vitales terminan el trabajo de la materia y son los cordones o líneas de conexión entre espíritu y cuerpo material.
Cuando uno de los dos está en desorden, es decir, ya sea el aliento, ya sea el aura, resultará en la muerte, o causará un fallo, por lo que se presentan las parálisis cardiacas.
Es entonces un fallo espiritual que tiene sus consecuencias materiales, por lo que el cuerpo espiritual se separa del cuerpo material.
El faquir puede por tanto llegar a ese estado de muerte aparente porque le ha quitado al cuerpo material las fuerzas vitales, lo que significa que este queda privado de cualquier incidencia espiritual, a excepción de un uno por ciento de fuerza.
Cuando vuelve a su cuerpo material, el aura vital sirve como la corriente eléctrica para echar a andar la máquina.
Así que la materia vive, aunque se le haya quitado el funcionamiento.
Poseer esta alta concentración es también un don directo de la mediumnidad, para la que también se necesita ayuda espiritual para poder lograrlo.
Así que cuando no poseen el don de poder entregarse a nosotros, tampoco se podrá alcanzar.
Solo acerca del sueño y los sueños podría llenar tomos enteros, para desmenuzar y analizar cada transición de los sentimientos.
Hice un intento de aclararte todo esto para que entendieras tu propia sintonización.
Por eso espero que todo te quede claro.
Podría aclararte cómo el cuerpo material pide y reenvía, cómo el espíritu dirige y lleva a cabo su funcionamiento durante la vida terrenal, mientras sea uno con la materia.
Pero más tarde recibirás todo esto y te aclararé todas estas transiciones, de las que en la tierra todavía no se sabe ni siente nada.
Todos los grados de sueño son estados vitales conscientes e inconscientes, por lo que ahora entenderás lo que te pasó y cómo es posible que tu cuerpo material lo haya adoptado.
Hijo mío, te agradezco tu valor y tu deseo de hacer nuestro trabajo, por lo que recibirás sabiduría en el espíritu, lo que en la tierra consiguen solo pocos.
Conocemos y sentimos tu fuerte voluntad de ser algo para los demás, y te haremos vivir según tus propias fuerzas.
En unos días también se habrán disipado los síntomas materiales.
Por la mañana se me permitió atenuar tus dolores, cuando estabas inmerso en un profundo sueño.
Ahora parto, hijo mío, se te aclararán problemas nuevos.
Has de saber que te ayudo en todo.
Dale gracias a Dios por tu gran y sagrado don.
Tu Alcar.
De nuevo se había resuelto un problema y había vivido otro milagro.
Qué grande era Alcar.
Le agradeció su ayuda y su amor inagotable, y también a Dios le agradeció todo lo que había recibido.