Sintonización basta material y animal

—Ven, André, nuestro viaje va a empezar.
Ahora escucha bien lo que te voy a decir.
En el estado en que nos encontramos ahora, o sea, en este lugar, viven los seres preanimales y también los divinos, en otras palabras: se encuentran aquí las esferas más elevadas y las más bajas.
Más adelante te aclararé todo, cuando nos conectemos.
Sabes que un espíritu más elevado puede visitar las esferas más profundas, que están por debajo de su propia sintonización.
En nuestros viajes anteriores hemos mirado todo desde nuestra propia sintonización, pero ahora cada sintonización la vivirás.
¿Te quedó claro?
—Sí, Alcar.

Pero André temblaba y se ponía nervioso al pensar en lo que viviría esta vez.
Alcar lo sintió y dijo:

—No temas, hijo mío, no te pasará nada.
Los espíritus infelices que verás en un momento deambulan y yerran por la esfera de la tierra para atentar contra el ser humano, que no tiene conciencia de nada.
Cuando descendamos, habrá infelices que se nos acerquen y que nos hablen, otros más nos atacarán.
Todo esto es posible, pero déjamelo todo a mí entonces y no digas una palabra cuando estemos entre ellos.
Nosotros dos nos hablamos en el idioma de los sentimientos, del que ya antes pudiste servirte; en pensamientos te llegará todo, porque somos uno interiormente.
Cuando se dirijan a nosotros y nos quieran llevar con ellos, iremos con ellos, pero sin dejar de actuar según nuestras propias ideas y fuerzas.
Aquí, el peligro acecha por todas partes.
Cuando te transmito un mensaje, actúa entonces desde tu propia sintonización, o sea, no desde aquella en la que nos encontremos.
Eso simplemente no es posible, pues ellos te ven, oyen y sienten, porque estás conectado con ellos.
También puede ser que nos perdamos de vista, pero incluso entonces me sentirás y actuarás con determinación según el sentimiento que surja en ti.
Sabes que de este lado la fuerte voluntad y concentración son conexión.
Todo esto te lo tuve que explicar para que te supieras defender, de ser necesario.
Ahora vamos a descender, pero también volveremos a nuestro propio estado.
André sintió que lo acogió otra esfera, pues lo asaltó un frío tremendo y también había desaparecido la luz que hace un rato le había permitido percibir.
Se asustó tremendamente, porque allí ante él estaba un ser terrible y ya se preparaba para volver a su propio estado.
¿De dónde había salido ese ser tan de repente?

—Quédate, André, soy yo —oyó decir en el mismo instante en que quiso desaparecer.
‘Pero cómo es posible’, pensó.
‘¿Es Alcar?’.
—¿Acaso no me reconoce mi hijo?
No, André no hubiera reconocido a su líder espiritual si no le habría hablado.
Lo que había allí frente a él era un ser basto material.
—¿No he cambiado, André?
—Qué terrible, qué aspecto tiene, ¿cómo es posible?
—Este es mi cuerpo espiritual, pero ¿todavía puedes reconocerme como un espíritu de la luz?
¿Entiendes ahora lo que significa la conexión en el espíritu?
También te dice que no se puede entrar aquí sin más.
Quienes quieran trabajar en la esfera de la tierra, quienes hayan descendido desde las esferas elevadas para ayudar aquí a infelices tienen que estar desarrollados y poseer las fuerzas necesarias, de lo contrario no podrán aguantar aquí.
Para eso hace falta esfuerzo y una convicción sagrada, y sobre todo amor por nuestro trabajo.
Ahora te mostraré otra cosa.
Te retiro en tu propio estado, pero te haré desdoblar en el espíritu, lo que es solo una manifestación, o sea, un desdoblamiento en pensamientos.
De manera visionaria te mostré también estas fuerzas; pero para dejártelo incluso más claro, quiero mostrarte que, a pesar de que permanezca en mi propia esfera, nos podemos manifestar en todas esas sintonizaciones más profundas porque esos estados están por debajo de los nuestros.
Así que al final, se trata de que puedes percibir en el espíritu tu propia imagen.
Si hay cuatro esferas diferentes por debajo de mí, me puedo manifestar en todas ellas sin abandonar mi estado.
¿Sientes lo que quiero decir?
Atención, ahora te retiro, por lo que verás una imagen en la que está enfocada tu concentración.
André sintió que se hizo más liviano y también que permaneció conectado con esa otra esfera.
Ante él veía una sombra de sí mismo; él también era un terrible monstruo.
¿Seguía siendo un ser humano, o era un animal?
Alcar dijo:

—Ahora te conectaré, aunque despacio, por lo que vivirás esta transición contigo mismo.
Es por lo tanto el volver en tu estado anterior.
Claramente vio a su lado otro cuerpo y se reconoció a sí mismo, pero era un animal terrible.
¿Cuánto había descendido su cuerpo espiritual en estas tinieblas?
Le causaba escalofríos pensar en tener que seguir viviendo en este estado.
Cuánto se habían hundido las personas que vivían en esta esfera.
Habría sido imposible que lo convenciera una imagen más clara.
Ahora también sabía que estaría irreconocible para todos los seres.
Ya no había temor en él.
—Ves cómo podemos desdoblarnos en pensamientos, aunque hayamos depuesto el cuerpo terrenal.
Todo es concentración y voluntad fuerte; en el espíritu la concentración es luz y con luz construimos, conectamos y vivimos todos los estados con los que queremos ser uno.
—¡Qué aspecto tan terrible tiene usted, Alcar!
—¿Por qué terrible?
¿No soy el mismo, acaso?
Llevo mis posesiones interiormente, nadie puede quitarme nada.
André pensó en la irradiación espiritual de Alcar, que se le había concedido admirar en las esferas elevadas.
¿Dónde había quedado su hermosa vestidura que lo iluminaba?
Qué milagros vivía.
—¿Quién me cambiará, André?
Es que no quiero su vida; ninguno de ellos puede influenciarme ni lo hará.
Si participara también de su vida animal, sería uno de ellos, pero sigo siendo quien soy, porque no quiero su vida ni me hace falta; me mantengo en mi propia sintonización.
Las bellas manos de Alcar se habían convertido en garras y sus hermosos ojos habían perdido su brillo resplandeciente.
Todo el brillo del amor había desaparecido, tanto Alcar como él mismo eran seres profundamente trágicos.
¿Qué fuerzas poseía el ser humano que vivía de este lado?
Qué grande era el poder de Alcar para poder hacer todo esto.
¿Quién todavía lo reconocería en este momento como un espíritu feliz?
Alcar lo miró y André supo que su líder espiritual había adoptado sus pensamientos.

—Vaya, ¿eso pensaste, André?
Una sintonización más elevada me intuirá y sabrá qué sintonización poseo.
Pero más adelante todo se te aclarará, porque lo vivirás.
Y ahora, vámonos.
Apenas se habían alejado cuando André sintió que había otros seres a su alrededor.
—Espíritus, Alcar —susurró suavemente.
Como en un fogonazo le llegó: “¿Qué es lo que acabamos de acordar, André?
Usamos nuestro idioma, el de los pensamientos”.
André comprendió.
“Oyen cada pensamiento que se pronuncie y entonces tendremos que volver, porque nos reconocerán y nos atacarán.
Eso dificulta nuestro trabajo.
Así que ten cuidado, y has de saber usar tus fuerzas”.
André lo había sentido bien: allí había algunos seres que se les venían acercando.
Alguien muy grande, un terrible monstruo, les dirigió la palabra.
Detrás suyo había unos cuantos más, que se quedaron esperando a unos cinco metros de ellos.
—Mira —dijo, y en esa palabra residía todo, sus posesiones y su personalidad entera.
Les hablaba como si fueran sus iguales—.
¿A dónde los lleva su viaje?
André no sabía qué hacer ni qué decir, mientras que la pregunta había sido dirigida a él.
Pero Alcar respondió por él:

—¿Que a dónde vamos?
Pues, ni nosotros sabemos a dónde vamos.

También se les acercaron los demás; ellos también eran infelices, estaban en un estado animal.
—Mi amigo y yo —empezó Alcar—, apenas llevamos poco tiempo de este lado.
—¿Cómo llegaste aquí?

De pronto la pregunta fue dirigida de nuevo a André.
Era la segunda vez que no sabía qué hacer, pero mientras Alcar hablaba había captado su idioma de los pensamientos y supo que no tenía que decir nada, sino esperar qué rumbo tomaría todo.
—Nos caímos, tuvimos un accidente.
Somos pintores.
—Ajá —emitió el ser—, ¿así que se cayeron?
—Sí, así es como debe de haber pasado.
André se preguntó si sabrían entonces que habían muerto en la tierra.
¡Cuántos no sabían nada al respecto!
Nuevamente le llegó la respuesta interior, que habían hecho la transición hace mucho y que otros los habían convencido de ello.
Sin embargo, Alcar estaba conversando con él, aunque André sintió que tenía que concentrarse en Alcar, entonces todo iba solo y los otros lo seguirían ignorando.
Qué grandes eran las fuerzas de un ser con sintonización elevada.
Eran insondables.
Ninguno de ellos había percibido nada de su conversación ni la habían entendido y André comprendió el significado de todos estos estados de los sentimientos y cómo eran todas esas sintonizaciones.
—¿Quién te dijo que estabas de este lado? —volvió a preguntar el hombre a Alcar.
—Nos lo aclararon personas, pero no sabemos quiénes son.
—Ah, bueno, pues nosotros sí lo sabemos, claro que fueron negros, nadie más.
Nosotros conocemos sus cuentos.
Por aquí se les puede encontrar por todos lados.
—No sé quiénes fueron —le dijo Alcar—, pero nos dieron buenos consejos sobre qué teníamos que hacer para alcanzar otra vida.
—Ya lo han engatusado —continuó el monstruo, y soltó una terrible risa burlona.
—¿Qué quiere decir con eso? —le preguntó Alcar.
Todos empezaron a reír.
—¿Quiere decir?
Me puedes tutear, ¿entendido?
André se estremeció; qué criaturas tan hoscas y terribles eran.

—Naturalmente, te querían convencer —continuó el que había llevado la conversación—.
¿No te contaron que aquí arriba viven personas?
Alcar confirmó que así era.
—Han venido tantas veces a nosotros, pero no nos hacen falta.
Hombre, no te dejes engatusar, es veneno.
Alcar le dijo que habían tenido buenas intenciones, pues gracias a ellos sabían que habían muerto en la tierra.
Prosiguió de inmediato:

—Pero ¿qué haces?
¿No sabes acaso que aquí también te puedes aprovechar de la tierra?
Aquí puedes vivir, ver, sentir y oír incluso más que en la vida de allá.
Ven, mejor acompáñame, ya verás qué hermoso es aquí.
¿Tienes ganas de un trago?
‘¿Qué dice ahora ese ser?’, pensó André.
‘¿Un trago?’.
Alcar le dijo:

—Pero ¡nos estás tomando el pelo!
—No, es la pura verdad, por qué no vienes conmigo y lo verás.
Aquí puedes tomar lo que se te antoje, vivir lo que quieras.
Aquí todo se puede; es imposible encontrar mejor vida que esta.
Entras en todas partes sin pedir permiso, en ningún lado nos echan.
Aquí vivimos libremente, la gente en la tierra no sabe nada de esto, de lo contrario no se lo creerían.
No saben esconderse de nosotros, de todos modos los encontraremos.
Hay quienes tienen un vaho alrededor suyo; ellos nos son inalcanzables.
Todos los demás caen solitos, porque no conocen esta vida.
Sí, hombre, no es tan aburrido aquí como ustedes piensan.
Vengan con nosotros, les hará olvidar la luna y las estrellas.
Lo único que no tenemos es luz; siempre esas profundas tinieblas, siempre de noche.
Un velo envolvió al monstruo, se quedó pensativo por un momento.
Pero de inmediato prosiguió, tirando de ellos de los brazos:

—Vamos, ahí vamos, síganme.
—Sabrás —continuó Alcar la conversación —que hay otras tierras además de estas, ¿verdad?
—Pues claro, por lo menos si es como dicen los negros.
Lo que es saber, no lo sabemos, pero lo hemos oído ya tantas veces.
Pero ¿de qué te sirve?
Yo no quisiera salir de esta vida, me lo paso demasiado bien aquí.
Nunca he sido tan libre en mis andanzas, ¿por qué iba a querer irme a otra tierra?
¿Tan bueno es allí?
Ni siquiera ellos mismos lo saben.
¡Ver para creer, decía mi padre siempre!
Soy igual que él y otra cosa no hago.
No, hombre, ya verás por qué no me quiero ir de aquí.
Y si me dejas darte un consejo, búscate entonces un ser humano que a diario viva la misma vida, de lo contrario te arderá por dentro.
—¿Qué quieres decir con eso? —le preguntó Alcar.
—Ya pronto vivirás por ti mismo lo que quiero decir con eso.
Pero ¿es que no tienes sed y todo lo demás?
—Pero no te entiendo —le dijo Alcar—, por favor habla un poco más claro.
El hombre miró a Alcar con sus ojos inyectados en sangre y se quedó callado; estos secretos eran los suyos, ni una palabra pronunciaría acerca de esto, el animal no se traicionaba a sí mismo.
André había podido seguir toda la conversación; estaba y seguía conectado con su líder espiritual.
Qué terrible, ¿dónde terminaría esto?
Cómo se habían animalizado estas personas.
Vio pasar a muchos seres astrales que atravesaban a los humanos terrenales caminando, pensando que era lo más normal.
Había visto escenas parecidas en sus otros viajes, pero ahora estaba en medio de ellos.
Todos irradiaban pasión y tenían los ojos inyectados en sangre, de modo que parecían animales salvajes.
En una calle muy transitada entraron a una casa grande.
El que le había hablado a Alcar le dijo:

—Por fin, ahora por lo menos nos darán otra vez un trago y muchas cosas más; aquí es donde debemos estar.
Entraron en un bar.
‘Qué terrible’, pensó, ‘¿siguen con la ginebra en el espíritu?’.
¿No pensaban estas personas en otra vida?
¿Era esta su felicidad?
Todo era triste; no penetraría ni un destello de luz en estas tinieblas.
Siguió a Alcar pisándole los talones.
Una voz interior le dijo: “Ya lo ves, hijo mío, es posible; pronto todo se confirmará como cierto.
Aun así no participaremos en sus pasiones.
Quédate conmigo y mantén tu concentración enfocada en mí”.
Se encontró con una hediondez increíble.
Un solo vistazo le bastó para ver dónde se encontraba.
Aquí no había ricos de la tierra.
También vio lo que el monstruo había querido decir con el vaho; eran los que todavía no eran tan malos, lo que por lo visto les impedía conectarse con ellos.
El bar estaba repleto; por todas partes había personas terrenales.
Había un bullicio infernal, un vocerío y unos chillidos como si hubiera una reunión de salvajes.
Pasión y violencia; la gente de la tierra con sus muchos gustos y mientras disfrutaban un líquido animal que les quemaba el alma.
Aquí no sabían parar.
Irradiaban fuego llameante; su resplandor espiritual era el reflejo de profundas tinieblas.
Le permeó el ser entero, porque todos ellos estaban entregados a los demonios y en manos de seres animales.
Era terrible este lugar; había gente de materia basta.
Veía a seres con malas pintas y algunos estaban perdidos durante cientos de años.
Veía seres astrales colgando encima del humano terrenal, que les succionaban los jugos vitales.
Se aferraban a él y podían hacerlo porque el mismo ser humano lo quería.
El ser humano estaba conectado de manera inconsciente.
Qué clara le quedaba ahora la vida del otro lado, el significado de tener que vivir en la tierra y lo que hay que hacer con esa vida.
Veía en ellos como en un libro abierto.
Las personas terrenales no sentían nada de esta vida espantosa; se creían solas, pero aun así otro ser, un humano que algún día vivió en la materia pero había depuesto la vestidura material, se había conectado con ellas.
Así, el ser humano astral podía dar rienda suelta a sus pasiones.
—Ese —gritó el humano animal que manejaba los hilos en todo— es mío. —Para precipitarse de inmediato sobre una persona.
André se estremecía con lo que observaba.
El animal se precipitaba sobre el ser humano, abrazando con fuerza a su presa como una madre a su hijo, para succionarle los jugos vitales.
El placer animal fluía hacia su alma.
Se mantenía conectado con desesperación, a André se le estaba mostrando una verdad repugnante.
Uno en alma, uno en irradiación, ambos eran un solo ser.
Se mezclaban auras, había mutuas transiciones de sentimientos, se vivía una sola vida, un trozo de vida animal.
El espíritu astral tenía una fuerza descomunal; el ser humano no podría liberarse de él tan fácilmente.
Este estaba desahuciado, solo le quedaba la perdición.
Perdido para cientos de años, para luego empezar otra vida.
Se servía bebida, nada más que veneno, aunque su sed era insaciable; había fuego en sus almas.
¿Cuánto tiempo seguiría de esta manera?
Esto ya no era placer, aquí veía la vida animal.
Era terrible.
El espíritu incitaba al humano material para que tomara incluso más.
André sentía cómo lo hacía, podía adoptar su estado interior puramente.
Incluso era muy sencillo, el ser humano terrenal tendría que poseer una fuerte voluntad si se quería liberar de esto.
Era imposible, el humano astral era el más fuerte, su concentración era asesina.
Esa fuerza entraba en el ser humano como un bisturí; este actuaba de acuerdo a ella, pensando que era él mismo quien ordenaba, pero estaba bajo la influencia de un ser animal.
Cuando percibió a André a alguna distancia, el animal soltó por un momento a su presa al fijar sus pensamientos en André, y de un salto llegó a su lado.
André temblaba como una caña, ¿qué viviría ahora?
—¿No te atreves?
O no sabes qué hacer, entonces te enseñaré.
Ven aquí y si no te agrada lo que toman, pon tu propia voluntad en ellos y todo pasará como tú mismo lo quieras.
¿No es sencillo?
Vamos, joven, manos a la obra.
Aquí lo que hay que hacer es entrar al juego.
Si lo quieres, puedes alcanzar lo que sea.
Mira, aquel de allí, con el vaho a su alrededor, es inalcanzable.
Te resbalas de él, pero entonces búscate otro, hay gente de sobra.
Y si no, ve a una mujer, allí entras con más facilidad, te tiran hacia dentro sin más una vez que te hayas apoderado de ella.
¡Qué lenguaje se usaba aquí!
¿Cómo se pensaba sobre el ser humano?
¿Qué era el amor para ellos, que se habían hundido tanto?
Alcar estaba en un rincón de la sala, apoyándole desde allí.
El animal prosiguió:

—Si has encontrado a alguien, ya no lo sueltes y síguelo donde sea que vaya.
Y ahora ya puedes empezar.
Volvió a ponerse en marcha.
A André se le había comunicado una terrible verdad.
Sentía a su líder espiritual a través de todo.
Ay, qué bestial era precipitarse sobre el ser humano que no era consciente de nada.
Miró a Alcar, quien le hizo sentir que seguirían.
Alcar se adentró más en la sala y André se estremeció con lo que percibía.
En todos lados veía al ser humano astral, todos habían encontrado su presa, todos eran uno.
Así vivían la vida terrenal que habían dejado.
Todo esto era posible.
En la esfera de la tierra, allí donde se encontraba el ser humano, allí vivía otra vida que podía apropiarse de esta, porque el mismo ser humano en la tierra lo quería.
De lo contrario no sería posible.
Todos estos estados dejarían de existir si el ser humano se venciera a sí mismo.
Tan bajo, tan inhumanamente bajo había caído la vida en la tierra.
Este era el veneno de la vida, les quemaba el alma.
Así daban alegría a su tenebrosa vida.
¿Cómo era su vida después de la muerte en comparación con la de quienes vivían en las esferas elevadas?
Qué pobre en sentimientos, en luz, en felicidad y qué lejos aún de la primera esfera existencial en el espíritu.
De repente oyó un ruido infernal, que era más fuerte que el anterior.
Antes de que se hubiera preparado, lo habían agarrado y lo estaban sacando a rastras de la sala.
“¡Alcar, Alcar!”.
Clamó interiormente por su líder espiritual, pero no lo veía y sentía que iba a desfallecer.
De pronto sintió que le entraba una fuerza tremenda.
Se concentró intensamente en su sintonización y se dio cuenta de que se disolvía entre las manos de ellos.
Afortunadamente, ¡esto había terminado!
Ya estaba harto y lo que más deseaba era volver a su cuerpo material.
Toda esta miseria era terrible.
A unos pasos de distancia estaba su líder espiritual.
Alcar sonrió.
—¿Cómo diablos ocurrió eso tan de repente, Alcar?
No les hice nada, ¿no?
De repente me tomaron por sorpresa.
—Ves que se fijan en todos tus actos; fueron ellos quienes nos habían traído.
Sentían que no participábamos en sus pasiones, y de esta manera, que este no era nuestro sitio.
Todos son uno y atacarán a quienes no quieran participar.
Aquí no se tolera otra sintonización.
No lo olvides: aquí reinan el mal, el odio, la pasión y la violencia.
Todo es destrucción.
Me retiré a mi propio estado, porque quería que vivieras esto y que usaras tus fuerzas.
Tienes que pasar por esto; de lo contrario regresaríamos y volveríamos a intentarlo, hasta que tú mismo pudieras actuar.
Es necesario, André, te habrá quedado claro.
¿Ya estás un poco mejor?
Aquí, en la esfera de la tierra, como en las regiones tenebrosas uno tiene que saber actuar por su cuenta, de lo contrario no puedes trabajar aquí.
Ya ves que el ser humano astral puede participar en placeres terrenales en la vida después de la muerte.
No es necesario que añada nada a esto.
Hemos estado con las clases más bajas de la sociedad; enseguida visitaremos a los que saben ocultarse detrás de una máscara.
Pero tampoco esto es un obstáculo para el hombre astral.
Los que acabamos de conocer son seres bastos materiales que tienen sintonización con lo animal.
Todavía no han caído tan bajo como los que veremos en un momento, porque aquellos otros destruyen la humanidad, vertiéndole encima muerte y perdición.
Son ruines, porque se esconden detrás de máscaras.
Por más terrible que sea, aquellos con quienes estuvimos hace un rato son verdaderos y abiertos; de ellos se puede uno proteger.
Viven en el lodo y en el barro, pero los ricos de la tierra, muchas veces el veneno de la vida, se envuelven en sus túnicas que ocultan sus almas oscuras.
Pero algún día esto también terminará y entonces los esperarán seres astrales, cuando entren a esta vida.
—No se les puede alcanzar, ¿no es así, Alcar?
—No, por lo menos no por ahora; pero han aprendido que es posible ascender.
Has desaparecido para sus ojos; al liberarte yo de sus garras piensan que han presenciado un milagro.
Mira, allí quedan algunos de ellos; se preguntan a dónde has ido a parar.
Mira, escucha, están conversando.
Seguían a su alrededor los que lo habían atacado, como si pensaran que fuera a volver.
André los oyó decir:

—¿Sabes dónde quedó ese negro?
—No —dijo el otro—, no lo sé, se me hace incomprensible.
¿Qué fuerza poseen como para disolverse ante tus ojos?
¿Ya lo has vivido antes?
—Sí, algunas veces.
Ya me imaginaba que eran negros, aunque no entienda cómo se las arreglan.
—¿Dónde quedó el otro, el que llevaba la palabra?
¿Lo has vuelto a ver?
—Yo no.
Era el jefe del que agarré.
Yo lo sabía pero dudaba, de lo contrario, bien que habríamos podido adueñarnos de ellos.
Esa chusma está por todos lados.
Ven, volvamos adentro.

Y reanudaron su vida asquerosa.
—Lo ves, André, no despertarán, pero algo quedó en ellos y algún día se desprenderán de esta vida, para empezar una más elevada.
Y son precisamente ellos a quienes podemos usar más adelante para nuestro trabajo de ayudar a los infelices, porque todos ellos han aprendido en esta vida.
Aquí saben encontrar su camino en todos lados, conocen sus defectos, sienten lo que pueden hacer, saben intervenir en el momento exacto, en fin: son los guías que a través de su propia vida ayudarán a otros.
Algún día también estos entrarán a las esferas elevadas, porque ningún hijo de Dios se echa a perder.
—¿Dónde quedaron aquellos otros, Alcar?
—Siguen a quienes tienen en su poder y seguramente sentirás que habrá más que solo alcohol.
Así se aniquila el ser humano y todo eso lo quiere él mismo, porque lleva una vida animal.
Se hundirán cada vez más, entrarán en un abismo de pasión y miseria.
Aquí conviven el bien y el mal, porque en la tierra convive desde la sintonización preanimal hasta la material.
Ven, André, sigamos.
Recorrieron muchas calles y vio varios seres materiales rodeados por figuras oscuras que los seguían pisándoles los talones.
Unos estaban allí para llevarles felicidad y protección a quienes se habían quedado atrás, otros para llevar perdición y muerte.
Otros más para convencer a sus seres queridos de que existe una pervivencia eterna.
Qué pervivencia estaba viendo; pero de todos modos sería bueno saber todo esto en la tierra.
Sentía la fuerza de esta verdad; sería un apoyo, un incentivo para empezar otra vida en la tierra ya, cuando todavía se poseía la vida material.
Todo lo que había visto y vivido era terrible.
—Visitaremos otros estados, hijo mío, todos más terribles que este.
Y todo esto en la esfera de la tierra, dentro y alrededor del ser humano, de lo que este no es consciente.
¿No es urgente que lo sepa?
¿No usarías todas tus fuerzas para aguantar todo esto?
Cuando la gente entra en esta vida, dejando a los que amaban en la tierra, solo entonces le entra el afán de que le sea concedido contar todo esto en la tierra, pero entonces la mayoría de las veces no es posible.
Primero tienen que trabajar en ellos mismos; hay aquí miles de personas que vuelven para llevárselo a las de la tierra.
Pero los que en la tierra ya han entrado en este estado y se quieren dar para otros ya no lo tienen que aprender de este lado, en la vida después de esa vida.
Han asimilado algo en la tierra que es luz y felicidad, por lo que pueden dar calor a otros, lograr que se sintonicen con esferas elevadas, y por lo que luego volverán en felicidad.
Aquí no poseerán más que felicidad, porque han alcanzado ese punto en la materia.
Si se puede vivir todo esto, pues, como espíritu desdoblado, hijo mío, es una gran gracia, otorgada a pocos hombres.
Ahora descenderemos más para ir a un lugar en el que se reúnen los ricos de la tierra.
Ven, André, entraremos aquí, sin que nos inviten; nadie ni nada nos lo impedirá.
André vio un gran edificio, al que Alcar entró como si se tratara de su posesión.
Pasaron por varias salas y llegaron a un gran recibidor en el que había cientos de personas terrenales.
También vio a miles de seres astrales que vivían dentro y alrededor de ellas.
—¿Dónde estamos, Alcar?
—Estamos en un edificio al que viene el ser humano para relajar un poco los nervios.
Es una sala de conciertos y ya lo ves: donde hay vida, allí encuentras al espíritu.
La conexión es posible donde sea.
Hay cientos de sintonizaciones diferentes y solo sobre eso podríamos escribir libros enteros, podríamos crear una hermosa obra.
Pero no me detendré en un único estado; hay que dar una imagen amplia al ser humano de cómo son todos los estados de transición en el espíritu.
Verás entre ellos seres que son atacados y poseídos por muchos a la vez.
En la tierra se cometen asesinatos por las posesiones de un ser.
Y al llegar aquí siguen luchando, porque no pueden liberarse de ese ser y todas sus fuerzas se enfocan en eso, porque sus estados de los sentimientos son iguales.
Entonces la vida vuelve a empezar, aunque ahora de manera más aguda, pues se pueden conectar de manera invisible para la tierra.
Pero de este lado encuentran obstrucción, pues hay seres que han mandado aquí y que los esperarán, por lo que empieza una nueva lucha en el espíritu.
Aquí luchan por la posesión de un ser animal.
Lo que André vio era puro esplendor.
Las personas terrenales llevaban ricas túnicas.
Las veía paseando y charlando por allí en grupitos; al parecer había un descanso.
Al lado de ellos se encontraba el ser humano astral con todas sus pasiones y sintió que había muchos en la tierra para protegerlos.
Otros tenían un aspecto terrible y acechaban una presa, o vivían alguna cosa que los destruiría.
Allí veía espíritus jóvenes y bellos que estaban con el hombre terrenal para dar testimonio de su presencia.
Pero la gente no lo sentía; no sabía nada al respecto y no se les comprendía a los espíritus.
Invisiblemente, seguirían a sus seres queridos.
Veía el bien y el mal, la pasión y la violencia, estados basto materiales y animales todos juntos, eran personas y todas ellas en diferentes sintonizaciones de bien y mal.
Lo que percibía era un mundo en sí, un mundo en el que estaba conociendo la vida como no era posible en la tierra.
Era sabiduría en el espíritu, leyes espirituales y sintonizaciones de amor.
Eran personas que podían ser divinas todas ellas, hijos de un solo Padre.
Veía irradiaciones que era una gloria verlas, por lo que lo invadió una sensación intensa.
Vio el verde traicionero que era mortal cuando a uno se le conectaba con él.
Vio figuras luminosas, que en estas tinieblas llevaban su luz de manera interior; la sentía porque entraba en él.
Nada, absolutamente nada se podía percibir si no se sintonizaba.
Lo que estaba viviendo era de una grandeza descomunal.
El ser humano de la tierra no era consciente de nada; en algunos sentía una transición a este lado, consciente, en sentimientos.
Todos lo atravesaban, estaban conversando dentro de él contándose cosas terribles, hablando de la destrucción como si fuera cualquier cosa, aunque estuvieran él y muchos otros como espectadores invisibles.
Pues era fabuloso para él poder vivirlo como ser humano terrenal.
Veía que muchos eran vividos a través de los que querían destruir la vida.
Actuaban por su poder y voluntad.
Pero mientras el ser humano no quisiera cambiarse, estos estados seguirían existiendo, y los seguirían esperando en la vida de aquí seres de esta calaña.
Ya presenció algunas escenas.
Vio al ser humano que había dejado la tierra y que estaba conectado con demonios.
El ser humano diría: ¿Quién es usted, qué quiere de mí, por qué me molesta?
El ser humano astral contestaría: ¡Ha vivido toda su vida en la tierra por medio de mi voluntad y fuerzas!
¿No era terrible tener que oír y aceptar algún día esta verdad?
Aun así llegaría ese momento, pero entonces estaban perdidos.
Intentaban ocultar sus almas oscuras detrás de todas estas bellas túnicas, pero de este lado se reconocía a quien fuera.
Vio claramente que el ser humano podía protegerse, pero tenía que quererlo él mismo, tenía que sintonizar con estados elevados, dar amor a todo lo que vivía.
Qué mutilados estaban muchos; sus ardientes pasiones eran la perdición de muchos.
Pero sin duda lo más terrible de todo era que podían ocultar su estado interior.
En la tierra todo esto era posible; allí se engañaba a muchos, que se perderían.
Pero aquí se podía conocer y reconocer su interior por su exterior.
Veía a muchas mujeres que tenían una preciosa irradiación; qué bellas eran cuando sentían amor.
Otras más estaban mutiladas hasta en el alma; el veneno de la vida había penetrado hondamente en ellas.
Allí frente a él caminaba una mujer que para la tierra era muy hermosa, pero qué monstruo era vista de este lado.
Qué aspecto tan terrible tenía, algo que en la tierra no se podía percibir.
¿Cuál era su belleza?
Nada más que su vestidura material; interiormente era negra, tan oscura como las tinieblas en las que se encontraba.
Sin embargo, había quien mataba para poseer un ser así.
Vio a su alrededor a un ser espantoso, que la abrazaba con sus terribles garras.
Estaba en su poder, era vivida a través de ese ser.
Succionaba sus jugos vitales, la dirigía por la vida, la mantenía presa y aun así ella no sentía nada.
Ambos eran uno, iguales en cuanto a su ser.
Lo que percibía era conexión.
Aquí estaba viendo la vida verdadera, el núcleo de las fuerzas espirituales.
Se habían maldecido a ellos mismos y a otros.
El espíritu astral aullaba porque otro lo atacaba.
Se convirtió en una batalla feroz, que había empezado en la tierra y se continuaba de este lado.
Vio que uno de ellos tenía una ancha herida abierta en la frente, que debía de haber sido causada por un disparo.
Se había privado de la vida porque había sido engañado cuando pensaba estar amando.
Era amor humano; así se imaginaba el ser humano el amor; amaba y destruía su propia vida.

—Hombre, hombre, ¡conócete a ti mismo!
André miró a su líder espiritual.

—Una verdad terrible, Alcar.
—Todo es verdad, hijo mío, verdad en el espíritu.
Así se pueden encontrar cientos de otros estados como este.

La batalla se seguía librando; ¿quién ganaría?
Ambos pertenecían al mismo estado.
Sus almas estaban siendo deshilachadas.
Incluso en la vida después de la muerte luchaban por la que los había mandado a ambos hacia aquí.
¿A dónde iría a parar esto si detrás del velo el ser humano continuaba con su vida terrenal fracasada?
¿Era una mujer?
Si la vieran como la veía André, desaparecerían de su cercanía.
Sus almas se deshacían derritiéndose, consumidas por jugos animales.
Eran una sola sensación, una pasión y violencia; tenían una sintonización animal.
Finalmente, uno se quedó tendido, y de inmediato vio que algunos espíritus se lo llevaban.
¿De dónde habían salido esos ayudantes tan de repente?
¿Quién los había llamado en estas tinieblas?
¿No los habían reconocido?
¿Tampoco a ellos los atacaban?
Pero a su lado había un espíritu que lo miró de manera penetrante.
En un fogonazo le llegó:

—No temas, André, todo está bien, un espíritu de luz.

Vio a Alcar del otro lado de la sala; aun así había captado este mensaje.
André sondó el espíritu y lo embargó una gran felicidad.
En él irradiaba Amor, nada más que amor y calor.
Entendió todo.
Vivía en estas tinieblas para ayudar a infelices.
El espíritu le habló y dijo:

—De la tierra, en la tierra y aun así en la vida del espíritu, ¿no es así, hermano?

Para él, que tenía una sintonización elevada, era posible.
Sí, era de la tierra y ahora vivía en el espíritu, pero así veía una tierra muy diferente que viviendo en su cuerpo material.
Qué grande era esta imponente imagen, qué diferencia.

—No temas, hermano: “Dios es amor” es nuestra contraseña en estas tinieblas.
André se sentía feliz, pero cuando quiso hablarle, el espíritu había desaparecido.
Tampoco veía a su líder espiritual.
Y ahora ¿qué significaría esto?
No veía rastro de Alcar por ninguna parte.
¿Se había mezclado con los que estaban aquí?
Escrutó los alrededores pero en ningún lugar vio algo de su luz blanca.
De repente sintió que se estaba incidiendo en él.
¿De dónde venía eso?
¿Quién incidía en él en estas tinieblas? ¿Quién más lo conocía y quería alcanzarlo?
Lo sintió incluso más claro que la primera vez y ahora sabía que era Alcar.
Se concentró en él y captó lo siguiente, que entendió palabra por palabra.
“Estoy en otro estado y te esperaré.
Pero quiero que me sigas en pensamientos, por lo que te mostraré cómo estamos aquí conectados unos con otros y cómo podemos llegar a estarlo.
No te preocupes por nada”.
A André le pareció muy interesante.
Ya no veía al ser terrible.
Todas las personas terrenales se apresuraban para llegar a sus lugares, pero él entró en otra sala y estaba alerta para que no lo atacaran por segunda vez.
Aquí, el peligro acechaba desde todas partes.
En un momento dado sintió que tiraban de él para alejarlo de allí y sacarlo del edificio, lo quisiera o no, hacia afuera.
¿Y ahora qué le tocaría ver?
Vivía un milagro tras otro.
Se propuso concentrarse en su propio estado cuando ocurriera algo grave, nadie podía impedírselo; era su única salvación en estas tinieblas.
Entonces llegó a la calle, que recorrió caminando, aunque sintió el impulso de negarse.
Una fuerza invisible iba tirando de él; sentía esa fuerza con tanta intensidad que no podía evadirla a pesar de todo.
Volvió a encontrarse con muchos espíritus, que acompañaban a otras personas terrenales.
Pero qué milagrosa era esta vida.
Y qué poco se sabía de ella en la tierra.
André prosiguió su camino y llegó a una gran plaza, en cuyo centro había una estatua.
Sentía que tenía que rodearla y cuando llegó al otro lado, vio a un ser que prefería no ver, ni tampoco quería encontrarse con él.
Pero el ser ya lo había visto, porque se estaba acercando a él.
Naturalmente, era un espíritu infeliz.
Estaba listo para volver a su sintonización.
‘Ven si quieres’, pensó, acercándose a él, no quedaba otra opción.
Justo frente a él, el monstruo se detuvo.
¿Qué quería de él?
Oyó un gruñido y dedujo que este le preguntaba a dónde quería ir.
¿Lo diría?
Pero ¿qué tenía que preguntar? ¿Lo que hacía aquí era asunto del ser?
‘No’, pensó, ‘voy a seguir’, y quiso pasar a un lado del ser que lo miraba con los ojos ardientes, como si quisiera desgarrarlo.
André dio un brinco hacia un lado y casi lo había pasado cuando sintió que el ser quiso aferrarse a él.
Se preparó para volver a su estado.
El animal lo tomó de los hombros y en el mismo instante, el ser le dijo:

—¿Te quedarás conmigo, no, André?

Oír esa voz familiar lo aturdió.
—Alcar, cómo es posible; ¿de dónde aparece tan de repente? ¿Qué significa esto?
¡No lo había reconocido!
¿Qué sintonización es esta?
—Estoy en el estado de transición a la esfera de los suicidas, con la que me he conectado.
Luego descenderemos también allí.
En verdad, André, sabes conectarte y actuar por ti solo.
Mantuve mi concentración en ti y mira, me seguiste.
No podría haberte dado una imagen más clara.
Has vivido ahora cómo nos podemos conectar desde la distancia.
—Pero usted a mí me conoce, Alcar; si usted no conociera a nadie aquí, ¿también sería posible?
—También entonces, André, pues yo me conecto con fuerzas elevadas.
Te lo mostraré.
¡Atención, André!
Mira, allí vienen algunos seres.
André vio dos seres que se iban acercando.
No daba crédito a lo que veía: eran espíritus felices, irradiaban luz.
Alcar les habló:

—Hermano Asper, los he llamado para convencer a mi instrumento.
Sabía que vendrían, sin importar en dónde se encontraran.
—Los espíritus saludaron a Alcar y a él y se fueron.
Había sido un reencuentro breve pero cordial—.
Espíritus de luz, André, trabajadores por el bien.
Continúan y no se demorarán.
Ya ves cómo nos sabemos alcanzar.
De esta manera estás conociendo la vida de este lado.
Así que te habrá quedado claro que en la tierra todo convive, pero que de este lado no es posible.
Aquí la gente encuentra su propia sintonización y estará con quienes se sientan uno.
Hice que vivieras todo esto para mostrarte que el ser humano en la tierra lleva dentro lo divino, pero al mismo tiempo lo animal.
Ambas sintonizaciones son una y residen en el ser humano.
Le toca a él liberarse de lo malo.
En el lugar en que nos encontramos ahora están por tanto todas las sintonizaciones, incluso la nuestra y estados elevados, que todas dejarán de sernos visibles, pero que volverán a serlo cuando nos conectemos.
Vamos descendiendo cada vez más y las personas y las esferas irán cambiando.
Vamos, a seguir, André.
Ahora sabes cómo defenderte.
André sintió un frío gélido y vio que su líder espiritual iba cambiando.
La miseria le marcaba la cara aún más intensamente que hace un rato.
¡Qué cambio!
A Alcar se le veía como un animal, ¡y eso que vivía en la quinta esfera!
Aquí se conocían leyes desconocidas en la tierra y que tampoco se entenderían allí.
El ser humano primero tendría que entrar en esta vida para quedar convencido de esto.
Habían desaparecido de su vista las calles, casas y árboles, en suma, todo lo que había percibido hasta hace un momento.
Ya no se veía nada, todo era árido, había profundas tinieblas y frío.
—¿No se les puede convencer a los que viven en este lugar, Alcar, de que aquí arriba viven personas y que todo es distinto allí?
—No, no es posible, porque no lo sienten interiormente.