La quinta esfera

—Mejor que mires una última vez a los pequeños, por ahora no volveremos aquí.
Aunque llegará el día en que los vuelvas a ver, pero entonces los visitaremos con otro propósito.
Aquí conviven pobres y ricos, príncipes y princesas, en el espíritu están todos conectados.
Son uno en todo.
André miró una vez más toda esta belleza.
Ya le gustaría quedarse aquí.
Todo era imponente.
Los angelitos que vivían aquí eran etéreos.
Aun así eran fuertes, como era su vida natural.
Tener que separarse de ellos le era difícil.
Era como un paraíso.
—Y ahora sigamos, André, hacia la quinta esfera.
Siguieron planeando durante mucho tiempo.
André pensaba en todo lo que había vuelto a recibir.
Cuánta sabiduría le había dado Alcar.
Oh, estaba tan agradecido.
Ambos estaban inmersos en pensamientos.
Sintió que se le hacía el silencio por dentro.
Y su líder espiritual también estaba absorto en pensamientos.
Algo incidía en él para que estuviera tan callado.
¿A dónde lo llevaría Alcar ahora?
Siguieron avanzando más y más, siempre hacia arriba, y Alcar seguía sin decirle nada.
‘Qué extraño’, pensó.
No había ocurrido nunca antes.
Alcar siempre le contaba todo cuando avanzaban y habían dejado un estado.
No se atrevió a preguntarle nada a Alcar, aunque sintió que algo pasaba.
Nunca Alcar había estado tan callado.
¿En cuántos lugares no había estado hasta ahora?
Primero en la tierra, donde había vivido muchos estados, terribles todos.
Luego las tinieblas.
Ay, no quería pensar en cuánto estaban ahora alejados de él.
También pensó en los muertos en vida.
Era maravilloso.
¿Quién lo habría ayudado allí?
¿De dónde le salió tan de repente esa sabiduría?
Le era un misterio.
Mientras hablaba veía desfilar ante él todos esos países.
Era como si él mismo hubiera vivido allí, era tan sencillo para él.
Qué extraño que no lo hubiera pensado antes.
Porque había que ver lo curioso que era cómo se resolvía todo allí.
Alcar lo había hecho vivir estados asombrosos.
Después al valle de dolor; no, no quería pensar en eso, eran estados terribles.
Qué poderoso era todo, y aun así tan sencillo.
Como se lo aclaraba Alcar, entendía los problemas más hondos.
Entonces ya no había problemas, porque todo estaba vivo y era verdad.
Y ahora iba hacia su propia esfera, allí donde vivía.
Qué grande era su líder espiritual.
Lo llamaba su hermano.
Él era amor, nada más que amor.
Le llamaba la atención que ya habían llegado lejos.
Alcar seguía sin decirle nada.
¿Pasaba algo?
¿Había hecho algo malo?
Pero qué extraño.
Reflexionó, pero no era consciente de nada malo.
¿Había algo que molestara a Alcar?
No podía imaginarse este repentino cambio.
André miró a su líder espiritual y desvió de inmediato su mirada.
Alcar miró hacia arriba, como si ya estuviera en su propia esfera, intentando conectarse con fuerzas invisibles.
Se hizo un silencio aún más grande.
Qué sosiego sentía aquí.
De repente —se sobresaltó enormemente— el cielo se desgarró y una potente luz dorada atravesó el velo y los iluminó.
André no se atrevió a seguir.
La luz lo detenía.
¿Qué sentimiento lo estaba deteniendo?
Le era imposible seguir.
Era como si se le quemara el alma.
Se arrodilló, inclinó mucho la cabeza y rezó con fervor a Dios por fuerza para que le fuera concedido soportar esa luz dorada.
No sabía cuánto tiempo había rezado, pero sentía que se le ponía una mano en la cabeza, por lo que le entró una potente corriente que lo reforzó.
Claramente oyó hablar a su líder espiritual:

—Ven, André, nos es concedido seguir.
Se ha escuchado tu oración.
Yo también recé, ya desde la esfera de los niños, para que Dios te permitiera entrar aquí.
Es mi propia sintonización.
Hasta aquí llegan mis fuerzas, hijo mío, ya no puedo apoyarte.
Tienes que suplicarle a una fuerza superior para poder entrar aquí.
Dios ha escuchado tu oración porque tú mismo lo quisiste.
Yo no pude cambiar nada al respecto.
Tenías que quererlo con todo el amor que hay en ti.
Aquí no puedo conectarme, porque mis poderes se terminan.
Ningún ser puede subir más allá de las fuerzas que posea interiormente.
Te quedará más claro aún que de este lado no se puede actuar por encima de la propia sintonización.
Tu oración te mantuvo firme.
Te sintonizaste conmigo, pidiéndole fuerza y ayuda a Dios; de lo contrario, habríamos tenido que volver.
Ya ves lo poderoso que es el amor.
Por eso recé, para apoyarte y para que Dios te diera esta gracia.
Y ahora: a mi vivienda espiritual.
Me conocerás, sabrás quién soy, lo que fui en la tierra y por qué estamos juntos.

Y en un fogonazo habían llegado a la quinta esfera.
Esto superaba todo lo que había visto hasta ahora.
Lo que contemplaba era imposible de describir.
Era imposible tratarlo en lengua material.
Esto había que poder sentirlo, procesarlo interiormente, suplicar por que Dios depositara la fuerza necesaria en el ser humano, de lo contrario no se podía comprender, tan bello era todo, tan sagrada esta esfera.
Todo estaba envuelto en una emanación dorada.
¿Dónde estaba?
En la sintonización de Alcar, en su estado.
Todo lo que veía era celestial.
¿Cuánto había avanzado su líder espiritual en el camino espiritual?
Tanta felicidad, tanto amor.
Todo irradiaba oro, la vida espiritual y pureza.
Caminaban por un paisaje hermoso, rodeado por un mar de flores.
Oía el canto de toda la vida.
Muy dentro de su alma algo vibraba de felicidad sagrada y grande, era la voz de la vida.
En verdad, aquí todo vivía.
La vida daba gritos de júbilo, era un canto alegre que se oía a gran distancia.
Veía tonos indescriptibles.
Flores como nunca las había visto en la tierra.
Eran especies extrañas y todas irradiaban luz.
Oía un canto suave e inmaculado, la vida respiraba, los que oía eran sonidos del alma.
¿Qué tan alejado estaba el hombre de la tierra de la vida de Dios?
¿Por qué se había merecido esto, como ser humano terrenal?
Poder vivir esto era una gracia divina.
Él era el bendecido.
Solo ahora se estaba dando cuenta de lo grande que era su don, lo sagrado que era poder recibir esto en la tierra, como ser humano.
Oro espiritual, que estaba dentro de él, que significaba su don de desdoblarse; era imponente poseer esto en la tierra.
Era rico, solo aquí lo entendía todo.
Cómo agradecerle a Dios esta gran gracia.
Podía observar hasta lejos.
Templos y edificios hermosos por doquier, erigidos en un estilo particular, desconocido.
Era incluso más bello aquí que donde los pequeños en la esfera de los niños.
Lo superaba y miró a su líder espiritual para darle las gracias.
—¡Qué sorpresa, Alcar!
¡Qué grande es mi felicidad!
¿A qué debo todo esto?
—Porque quieres trabajar para nosotros, André, y nos sigues en todo.
Tu plena entrega me da la fuerza para desarrollarte.
Si sigues así, te será concedido vivir estados más bellos aún.
Mira, allí en esa montaña, mi vivienda espiritual.
En una alta montaña, André vio la posesión de Alcar.
No era una casa, sino un extraño edificio.
Era un estado propio, como se sentía la vida a sí misma.
Una extraña arquitectura, que no podría representar.
Estaba construido en un estado esférico; veía con claridad que el conjunto se apoyaba en pesados cimientos.
Lo rodeaba un mar de flores.
Estaba hecho de una materia azulada y parecía como si todo el edificio irradiara luz.
Veía una luz azulada, que constantemente cambiaba de color, para volver al tono de colores anterior.
Eso también le pareció muy extraño.
¿Cómo era posible que un edificio fuera radiante?
Todo era curioso.
No podía comparar nada con la tierra.
Todo era diferente y aun así era natural.
Se acercó un poco y constató que la casa de Alcar había sido construida de un mármol azulado.
Era una esfera de luz radiante.
Era como un pequeño planeta, no podría describirlo con más claridad.
Con esta comparación era como más se acercaba a la verdad.
Alrededor de todo el entorno de la posesión de Alcar no veía otra cosa que luz y vida.
Era fantástico.
Oh, si tan solo pudiera encontrar palabras para esto, para poder dar una imagen clara.
Ahora estaba frente a la vivienda de Alcar.
—Entra, hijo mío.
De nuevo sintió que no podía seguir.
Y ahora, ¿qué era esto?
De repente sintió que lo invadió algo que lo hizo comprender por qué también aquí se le detenía.
Se arrodilló por segunda vez y le rezó a Dios por fuerza para conectarlo con su líder espiritual.
Tomó un buen rato.
Todo le quedaba claro.
Sentía que surgía en su interior la verdad de todo.
Antes de que se le abrieran las puertas de la quinta esfera, había tenido que sintonizarse con Alcar, pero ahora entraba en su ser completo.
Era casi imposible.
Descendería en él.
Una vivienda era un ser humano, descendía en su líder espiritual, él, como ser humano terrenal.
Se le estaba abriendo un espíritu.
No, ¿se le concedía entrar?
“Oh, Dios”, rezó, “dame estas fuerzas”; solo Dios podría acogerlo en la vida de Alcar.
Su alma era su casa; su casa, eso era Alcar.
Se sintió aturdido.
Él, como ser humano terrenal, no podía irrumpir así como así en una vivienda espiritual.
De nuevo rezó; para esto hacía falta sintonización.
Oh, ¡cuánto deseaba entrar en el interior de Alcar!
Qué grande era el amor.
Todo dependía de él mismo.
Alcar lo quería, tenía que pedir a Dios estas fuerzas, para que se le acogiera.
Rezó con fervor.
¿No era egoísmo suyo?
Entendía que su líder espiritual se estaba abriendo por completo a él.
¿No era amor propio suyo?
¿No era curiosidad?
¿Tenía derecho a ello, como ser humano terrenal?
Cuánto estaba separado de esto.
Lo recorrió un sentimiento sagrado; por segunda vez se había escuchado su oración.
Al alzar la mirada encontró los ojos radiantes de su líder espiritual.
El alma le ardía como nunca antes.
—Estoy tan feliz, André, de que hayas entendido todo esto.
Aunque no tenía miedo ni dudé.
Salvarías también este abismo.
Se te concedió observar todo en esta esfera, pero la puerta de mi estado se mantuvo cerrada, por más que quisiera dejarte entrar.
No habría sido posible si no lo hubieras comprendido.
Llegó la ayuda porque tu oración era inmaculada y te acercaste a mí en humildad.
También se ha vencido esto porque quieres apoyar a la humanidad en la tierra.
En la tierra se puede invitar a quien se quiera, aquí eso no se puede hacer.
Aquí habrá que poseer amor para que a uno le sea concedido entrar a la vivienda de otro.
André traspasó el umbral y entró a la vivienda espiritual de Alcar.
Avanzó paso a paso.
Pisaba tierra bendita aquí.
Todo era sagrado.
Sus pies pisaban la posesión de un ser más elevado y ese era su Alcar, su hermano, su líder espiritual.
La tierra le temblaba debajo de los pies.
Era como si planeara, aunque se encontrara en la planta baja.
El suelo en el que caminaba era de mármol azulado.
Y todo irradiaba luz, todo vivía.
Era asombroso.
Pero ¿cómo podía la tierra en la que caminaba irradiar luz?
Se estremecía a cada paso que avanzaba.
La sangre le subió a la cabeza.
Y aun así, el piso era duro.
Para investigarlo y al mismo tiempo controlar el flujo de sus pensamientos, pisoteó la tierra con todas sus fuerzas.
Y en efecto, el piso era duro.
Pero ¿qué era eso?
Fue presa de un terrible miedo.
Se sintió aturdido, se encontraba perdido.
El sonido que había causado con sus pisotones y que se desplazaba por las esferas era como un dolor que escocía.
Hacía eco en toda la vida, de modo que se podía oír en todos los alrededores.
Le entraba cada vez más miedo.
Lo conmovió hasta lo más profundo de su alma.
Por fin se detuvo y también le volvió la tranquilidad.
Ay, ¡qué susto se había llevado!
Entendió la desgracia que había causado.
Lo invadió un profundo sufrimiento.
Ay, ¡qué tonto había sido allí!
Se avergonzaba por esta violencia.
Qué tosco era.
Había perturbado el sosiego del espíritu.
¿Cómo podría enmendarlo?
‘Oh, Alcar’, pensó, ‘perdóneme este terrible error’.
Estoy pateando su alma; sentí si su alma era dura; ¡ay, Dios mío, perdóname mis errores, he mancillado la vida espiritual, que se abría a mí en amor!
Alcar lo habría sentido.
Le había causado sufrimiento y pesar a su líder espiritual sin quererlo.
No era dolor material, sino que le había dado en el alma.
Solo podía hacerlo el ser humano, él podía, él, un ser terrenal.
Le sangraba el corazón, le suplicó a Dios por perdón.
Qué tonto, ¡cómo podía olvidarse así por su curiosidad!
Alcar le había aclarado todo de antemano.
Su casa era su alma; él mismo era su alma.
Eso había estado pateando.
No, no podría enmendarlo, nunca; había destrozado un lazo, había mancillado el amor grande y sagrado de su líder espiritual.
No era todavía suficiente, no, desgarró su alma, había hecho el peor de los males.
Se había oído su inquietud en todas partes.
¡Sus acciones, por su curiosidad!
Quisiera huir, lejos de aquí.
Qué insignificante era.
¿Cuánto tiempo más le tomaría también poseer este amor?
Oh, qué sagrado fuego era el amor.
Pateaba ese fuego sagrado, esa fuerza de amor inmaculada, la vida, el ser que le era sagrado.
Así era la humanidad entera.
A Cristo se le crucificó porque no se entendió Su amor.
Incluso él lo hacía, aunque no, no lo había querido.
Si tan solo lo pudiera volver a enmendar.
Miró detrás de sí para ver qué le tendría que decir su líder espiritual, pero no se atrevió a mirarlo a los ojos.
Y aun así tenía que hacerlo.
Pero cuando se giró para mirar a su líder espiritual, se asustó enormemente: Alcar no estaba con él.
Su líder espiritual no estaba en ninguna parte.
¿Qué significaba esto?
Quería rogarle por perdón, pero no era posible.
No, no hacía falta.
¿Había hecho sufrir a Alcar?
Claro que sí.
Ay, ¿qué tendría que hacer?
¿Volver?
¿Salir?
Y cuando decidió volver, oyó una voz, que no era la de Alcar, que le dijo:

—Quédate, André.
En la tierra, sin quererlo unos seres humanos atormentan a otros hasta lo más profundo de su alma; pero también así aprenderán, cuando entiendan lo ocurrido.
Sí, entendió y había aprendido.
¿Quién era el que le hablaba así?
Alcar siempre le hablaba así, y sin embargo no era su líder espiritual, pues reconocería la voz de Alcar entre miles.
Pero en ese mismo instante la voz le volvió a hablar, diciendo:

—Recompensaremos su amor por nuestro trabajo.
Escucha, André.
¿El invisible lo conocía?
—Mire a su alrededor —oyó que decía—, le mostraré algunos estados antes de partir.
Lo conozco desde hace mucho tiempo, que baste con esto.
Su líder espiritual vuelve enseguida.
Continúa, André.
Y André continuó.
Paso a paso.
Su admiración no dejaba de aumentar.
En todas partes veía hermosas flores que adornaban el conjunto.
Ahora se encontraba en un gran recibidor.
Era grandioso.
También aquí —casi no se atrevía a mirarlo— el piso era de la misma sustancia que donde había estado hace un rato.
El interior estaba iluminado, aunque también le fuera invisible de dónde venía la luz.
Todo lo recibía radiante, en todo residía la vida.
Nunca se le había concedido observar algo tan bello.
Las paredes estaban adornadas y también estas, si quisiera llamarlas así, irradiaban luz.
Casi podía atravesarlas con la mirada.
Encima de su cabeza veía el techo, que se parecía al universo.
No encontraba palabras para describirlo, era el cielo, aquí se sentía uno con el Universo y aun así estaba en la casa de Alcar.
¿Cómo era posible?
También en eso podía ver, aunque sin observar nada.
Pensó, ‘Qué extraño es todo’.
Aquí estaba en la vida del espíritu.
En la tierra, no se podía imaginar esto el ser humano.
Tampoco él mismo podría si no se le concediera vivirlo.
¿Cómo podía una casa estar viva?
¿Qué milagros se escondían aquí?
Reflexionó y sintió lo que significaba todo esto.
No quería perturbar por segunda vez la tranquilidad de Alcar ni mucho menos lastimarlo.
El edificio entero descansaba sobre pilares de mármol.
En todas partes veía lechos de descanso, rodeados de bellas flores.
Eran arriates de flores.
Oh, qué exuberancia, qué sagrado era todo en la casa de Alcar, qué grande era su amor.
En el centro de esta sala estaba una fuente, una hermosa obra de arte simbólica, que reconocía de la tercera esfera, cuando se desdobló por primera vez.
¿Era posesión de Alcar?
Sí, tenía que ser así.
La fuente en la tercera esfera representaba sabiduría, fuerza y amor.
Alcar era sabiduría, fuerza y nada más que amor.
La fuente estaba radiante, como todo lo que veía.
¿Con qué se había construido todo esto?
¡Oh, si tan solo le fuera aclarado!
Porque, ¿cómo estaba todo vivo y de dónde provenía esta vida?
Era su líder espiritual, pero tenía que reconocer que todo le era demasiado profundo y que no lo entendía.
Oyó claramente que le hablaron:

—Esta casa es una vivienda espiritual y se ha edificado con materia, aunque en sustancia espiritual, que extraemos del cosmos.
Así que es materia espiritual, un conjunto compacto, que se mantiene por la fuerza de amor del ser que viva en ella.
Se alimenta y refuerza solo por amor.
Se construyó según los deseos del ser e irradiará según la fuerza que este posea.
Por eso todo irradia, todo es vida, porque el ser está vivo y posee este amor.
Cuanto más bello nuestro amor, más bella nuestra casa, nuestra posesión, es decir, todo irradiará según la fuerza de amor que poseamos.
Así, el ser humano se construye su propia casa y conforme vaya subiendo, también cambiará todo.
Por eso, el ser humano es su propio creador, lo que se realiza por su voluntad y fuerza de los sentimientos.
Todo vive, en todo está su propia vida.

Ahora André comprendió incluso mejor por qué todo irradiaba luz.
Una vivienda espiritual era una vivienda de fuerza de amor.
Todo se había edificado en arte y estilo, como sentía el ser.
Entonces, Alcar era un gran artista.
Sí, qué grande era su líder espiritual.
Volvió a hablar la voz:

—Cada ser siente de otra manera en el arte, pero en esta esfera poseemos un solo amor y somos uno en todo, será más adelante que entenderás el significado profundo de esto.
Allí André oyó que su acompañante invisible dijo:

—Allí se erige la posesión, la fuerza interior de su líder espiritual.
—André estaba frente a la fuente que ya había visto—.
Conoce su significado, ¿no es así?
Le dice también en dónde se encuentra usted.
Es la habitación del amor.
Cuando le quiero aclarar una vivienda espiritual, tengo que echar mano de su idioma, de lo contrario no me es posible.
Todo es diferente, aunque el significado termina siendo este: como le decía, nos encontramos en la habitación del amor y desde este lugar, el ser empieza a construir su casa.
Alrededor de esta habitación del amor hay muchas otras, aunque no depende de mí enseñárselas.
Solo le puedo aclarar cómo está edificada una vivienda espiritual, cómo todo está dividido y termina; en otras palabras: hasta que terminen las fuerzas que posee el ser.
Sígueme, André.
Ante él, André vio al ser que se le manifestó haciéndose visible a medias.
Era una aparición preciosa.
Él y todo en el lugar donde se encontraban se iluminaba por la luz que irradiaba.
Siguió avanzando más y más.
Unas veces a la la izquierda, otras a la derecha, erraba y deambulada por toda la casa de Alcar.
Pensó que no terminaría nunca.
No podía percibir nada y aun así sentía que seguía estando en la vivienda de Alcar, en su propia vida.
La masa se cerraba como un solo conjunto, pero por los rayos de luz veía que sin embargo estaba dividida.
Eran partes separadas, pero no podía observar nada más.
También las veía en diferentes colores y todo cambiaba continuamente.
Era como lo había visto desde lejos.
Todo era esférico.
La aparición no dejó de avanzar cada vez más y él la siguió pisándole los talones.
Ahora podía observar más.
Había cada vez más luz, lo que le pareció muy extraño.
De repente lo iluminó una luz dorada: la luz espiritual de la quinta esfera.
Estaba en la naturaleza fuera de la casa de Alcar, y entendió lo que significaba una vivienda espiritual.
Se le había concedido vivirlo.
Nada le quedaba más claro.
La casa de Alcar se disolvió.
Aquí se encontraba en un estado todavía más etéreo que en la habitación del amor.
Allí todo le era visible; aquí se encontraba en partes desconocidas de la casa de su líder espiritual, que solo se le podían aclarar de esta manera.
Entendió lo que era la sustancia espiritual y cómo se conservaba.
Era materia viva.
—Mira hacia abajo, André —oyó que le decían.
Y de inmediato vio una luz que le lastimaba los ojos, que perforaba la masa y le hacía visible la habitación del amor.
¿Lo veía bien?
¿Era su líder espiritual, al que pensaba estar viendo?
La imagen allí en la profundidad se le fue haciendo cada vez más clara.
Sí, gritaba de alegría, era su Alcar.
‘Oh, por suerte’, pensó, ‘Alcar no se fue por las cosas terribles que ocurrieron’.
Qué lejos estaba de su líder espiritual.
—Ya ve, André, que una vivienda espiritual se disuelve.
Esta posesión sube cada vez más hasta que llegue el día en que haya alcanzado la sexta esfera.
Así avanza el ser humano, para trabajar en sí mismo, para embellecer sus posesiones.
Cada vez más, hasta que haya llegado a la sintonización divina y su estado, su vivienda, su vida, su amor, hagan la transición a lo divino.
Ahora mi trabajo ha terminado, lo llevaré de vuelta a su líder espiritual.
André quiso agradecer al ángel invisible, pero los agradecimientos no fueron aceptados.
—No me agradezca a mí —oyó—, todo es porque mi hermano lo quería.
Agradézcale esta sabiduría a Dios, hijo mío, y sepa cómo usarla.
Se le llevó de vuelta en un fogonazo.
La masa se fue haciendo cada vez más densa, volvió a adoptar formas, hasta que reconoció el vestíbulo en el que estaba la fuente.
Había vuelto a la habitación del amor.
Allí estaba Alcar.
André se acercó corriendo a su líder espiritual y se arrodilló frente a él.
Lloró, interiormente conmovido por todo este amor, porque tampoco Alcar quiso saber nada de culpas.
—Ven, mi querido André.
Es que no lo sabías.
Mírame, André.
André miró a su líder espiritual con los ojos llenos de lágrimas y se asustó.
Ahora no por estupor, sino por admiración.
Alcar, Alcar, qué bello es usted.
Su líder espiritual llevaba una hermosa túnica luminosa.
Se había rejuvenecido en una radiante belleza.
Nunca antes había visto a su líder espiritual así.
Estaba en su entorno, joven como un ángel.
—Ven, hijo mío, siéntate, tengo muchísimas cosas que explicarte y aclararte.
No dejes que todo sea miedo y sufrimiento; también esto sucedería, de lo contrario no lo habrías entendido.
Yo lo quise, André.
¿Es todo diferente ahora?
André no pudo pronunciar palabra.
—Ahora sabrás lo que es una vivienda espiritual.
Tu miedo era mi miedo.
Tu sufrimiento era el mío; éramos uno y seguiremos siéndolo.
Llamé conmigo a mi líder espiritual, te mostró mi vivienda, yo mismo no podría hacerlo, por más que me gustaría.
Para eso hacía falta una fuerza aún más elevada.
Todavía no puedo conectarme con esas partes etéreas.
Solo cuando también mi estado interior haya cambiado, lo que es el desarrollo de mi amor.
Entonces todo lo que ahora me sigue siendo invisible también a mí me quedará claro.
Así sigo y vuelve a haber partes invisibles, que siempre seguirán allí, hasta que yo, mi casa, y por tanto mi alma, mi ser entero, se disuelva en el Omnígrado.
¿Te queda claro?
—Sí, Alcar, todo.
Agradezco a Dios esta gracia divina.
—Ahora te aclararé todos los demás estados.
Te guiaba Ubronus.
Él también es un espíritu del amor y vive en la sexta esfera.
Él también vive en la tierra y se encuentra aquí temporalmente.
Esa temporalidad puede durar diez años según el cálculo terrenal.
Pero nosotros no conocemos tiempo.
Miles de espíritus con él, y todos estamos bajo la competente dirección de Cesarino, que es nuestro maestro.
Pero de eso te hablaré más después.
Ahora mira la fuente y siéntate, André.
Deja que permee en ti el sosiego espiritual; en la tierra te hará falta mucha fuerza para aclararle a la humanidad todo lo que hayas vivido por el desdoblamiento (—dijo).
Ahora vio lo bella que era la fuente.
Estaba sobre un hermoso pedestal en una pila en la que nadaban peces de varios colores.
Aquí, en la vida después de la muerte, vivía todo lo que se conocía también en la naturaleza en la tierra.
El ser humano era uno con la vida de las plantas y los animales.
Uno en todo.
Alrededor de la fuente crecían hermosas flores.
Era imponente este símbolo de amor.
André lanzaba un grito de admiración tras otro.
Nuevamente, Alcar le estaba mostrando un milagro espiritual.

—Mira aquí, hijo mío, y toma de estas frutas, te fortalecerán.
—André vio que en la casa de Alcar todo estaba unido.
Aquí estaba en la naturaleza.
En todas partes crecían frutas y florecían flores en colores indecibles—.
Adelante, André, son para fortalecer al ser humano.
André cortó una fruta.
Era increíble, el suave jugo le entraba en la boca.
Se parecía a un durazno (melocotón) terrenal, aunque esta fruta no era más que jugo.
Se sentía vigoroso, no podía encontrar palabras para describirlo.
—De este lado tenemos todo.
¿Por qué no poseeríamos fruta?
Te mostraré incluso más milagros.
Una vivienda espiritual es un paraíso por sí solo.
El ser humano posee esta sintonización y es uno con la vida que vive en su estado.
Aquí todo vive y crece y se alegra en un estado elevado.
Mira allí, André.
En ese mismo instante, entraron volando varios pájaros.
Solo ahora vio que la casa de Alcar era abierta.
Le sorprendió no haberlo percibido antes.
Podía mirar hacia los cuatros vientos.
Inmediatamente oyó: “Porque no estabas conectado”.
Alcar le hablaba en lengua espiritual, porque venían entrando los pájaros.
Lo conmovía mucho que los animales se posaran en los brazos, la cabeza y las piernas de Alcar.

—Mis favoritos, André.
Saben que he vuelto y vienen a saludarme.
André vio que era amor, nada más que amor.
Lo invadió un delicioso sosiego.
Fue un momento increíble para él.
Los animales le iban cediendo su lugar a otros para poder saludar a su maestro.
Todos cantaban su canción, lo que lo conmovió hasta en lo más profundo del alma.
Era celestial.
Aquí se daba y recibía amor inmaculado y puro.
No sentía ni vivía otra cosa que esta sagrada fuerza, lo que lo puso feliz.
Allí vio que entró volando una hermosa ave blanca, que le permitió vivir otro milagro más.
El pájaro se posó en la orilla de la fuente, dejando caer algo de alimento de su pico dentro de la pila, de lo que André dedujo que alimentaba los peces.
Amor, otra vez amor, lo que se le mostraba.
Una vida alimentando a otra.
Ninguna fuerza mayor que el amor.
Ningún amor más inmaculado que la vida de Dios.
Dejó la fuente el pájaro, voló alrededor de ella unas cuantas veces, para posarse con un elegante giro en el hombro de su maestro.
Apretó la cabeza contra Alcar, como si quisiera hacerle sentir su amor.
Los demás le hicieron espacio y cantaron en coro como si asintieran en todo.
André tenía los ojos llenos de lágrimas.
No quería mostrarlas, pero no era posible.
Todo le era demasiado imponente, como ser humano terrenal.
—Qué amoroso que vengas a saludarnos —oyó que su líder espiritual le dijo al pájaro.
Entendió que Alcar ahora iba a rezar; él también inclinó la cabeza en humildad, porque sentía la necesidad de agradecerle a Dios todas estas cosas sagradas.

—Amor sagrado.
Cuánto amor hay en alimentar otra vida.
Sé que llevas y sientes la vida sagrada de Dios.
Aquí eres uno, en sosiego y en paz.
Cómo agradecerle al Creador todo lo que se nos ha dado.
Cuánto inclinaremos la cabeza por toda Su bondad, que recibimos.
En verdad, somos uno con Dios.
En amor podemos acercarnos a Dios, sabiendo que se nos dará mucho.
Solo en amor.
Dios nos dio esta tranquilidad, este saber, estas fuerzas sagradas.
Nuestra vida es Suya.
También en ti está la fuerza sagrada de Dios, en ti está Su amor, porque llevamos una sola vida, porque somos una sola vida.
Vemos a nuestro Padre a través de nuestra propia vida, así lo conocemos, para darnos en amor.
Seguiremos tu camino, querida vida.
No pides agradecimientos, no pides apoyo; alimentas porque sabes que tienes que ayudar a otros.
Saciarás hambre, darás amor.
¿Cómo hace el ser humano que vive en la tierra?
Allí donde tengo que trabajar, unas vidas destruyen a otras.
Una vida se sacia con la pena y el dolor de otra.
¿Es esa la intención de Dios?
Claro que no, Dios tuvo otra intención.
Dios unió a las personas en amor, pero el ser humano ha olvidado su sintonización.

Recorrieron otro camino, un camino que los llevó a las tinieblas, de las que se salvaron solo algunos.
En la tierra se usa la vida de uno para alimentar al ser humano; sin embargo, la gente no queda contenta con eso, a uno se le atormenta, se le mata de hambre, para luego quitarle los jugos vitales y curar al ser humano.
Para eso hace falta la vida sagrada de Dios.
Tanto se ha hundido el intelecto.
Mancillan la vida sagrada de Dios, lo hacen sin ruborizarse.
Ay, cuántos otros males se cometen en la tierra.
No quiero amargar su vida inmaculada contándole de la de ellos.
Me encargaré de eso, solo estamos juntos durante poco tiempo.
Todo es cruel, no sienten en nada nuestro amor.
Todo el amor ha sido asfixiado; solo conocen pasión y violencia.
En ellas vive el ser humano, no conoce otra cosa.
Pide fuerza conmigo, que Dios me dé fuerza para poder traerlos de vuelta a nuestro camino, que los llevará a la luz.
Reza conmigo por fuerza y apoyo, que se me conceda que Dios fortalezca mi voluntad y agrande mi visión, de modo que pueda seguir viendo dentro de su vida para hacer que vean.
Pide conmigo por esta gracia, para que yo logre obtener que nuestro amor haga la transición a sus corazones, por lo que llegarán a conocer otra vida.
Solo el amor, esta fuerza sagrada, el fuego sagrado, les descongelará el corazón, cambiará su vida, hará que vean.
Ahora las personas son ciegas, espiritualmente sordas y ciegas.
Desgraciadamente es así.
Que Dios me dé la fuerza para poder unir la vida de ellas con Su luz y Su amor.
Que Su bendición descanse sobre nuestro trabajo.
Ahora ve a buscar a mi hermano, haz que sienta tu amor, lo fortalecerá (—concluyó).
Ocurrió lo milagroso.
El ave se irguió, rodeó la fuente volando y se posó en el hombro de André.
Ahora ya no supo controlarse y dejó que sus lágrimas corrieran libremente.

—Vamos, hijo mío, sé fuerte.
Recibir amor, amor puro e inmaculado, no significará más que felicidad y fuerza.
Aquí, el amor es fuerza, mitigará dolores, convertirá pena y dolor en felicidad sagrada.
Acepta todo.
Dios vive en todo y aquí se siente Su fuerza.
Todo es concentración, André, nada más.
Le hablé para hacer que tú me pudieras entender, pero no hace falta.
Me siente y actuará según mis sentimientos.
Te quedará claro que podemos conectarnos con todo lo que vive (—dijo).
Lo invadió una sensación cálida y feliz.
Era el suave y afectuoso amor del animal.
Él también irradiaba amor y vivía en amor.
—Ahora quiero aclararte mi vivienda espiritual.
Intenta entenderme, André, es muy difícil.
Intentaré expresarlo de manera terrenal, por lo que lo entenderás todo mejor.
Ya sabes dónde estamos ahora, es la habitación del amor.
Y alrededor hay varias otras habitaciones, cada una de ellas una cualidad de carácter.
Son las habitaciones de fe, confianza, sencillez y esperanza, humildad, oración, serenidad y arte, y otras muchas juntas.
Y luego hay aquí una habitación en la que puedo ver la vida que viví en la tierra.
En ella está todo, no se ha perdido un pensamiento, ni nada.
Todo se ha conservado, por eso la llamamos nuestra habitación terrenal.
Es la habitación de la verdad.
Podrás deambular durante horas y como ya lo viviste antes, no podrás percibir nada.
Son por lo tanto todas cualidades de carácter, todas mías.
Luego hay en esto otras muchas cualidades, todas habitaciones a su vez, pero que no conozco yo mismo porque aún son invisibles para mí.
Y entonces sin duda te quedará claro que todavía no vivo en esta concienciación.
Me falta vivir muchas más cosas, y conforme voy subiendo, todos estos estados se irán haciendo visibles, porque mis sentimientos interiores encontrarán sintonización con ellos.
He pasado mucho tiempo en la habitación de la verdad, para entrar desde allí en la de la oración.
Luego en la de la concentración y de la fuerte voluntad, para ponerme en concordancia, es más: para sintonizarme con la habitación del amor, por lo que conseguí la conexión.
Y por lo tanto, así avanzo para decorar mi casa, lo que solo es posible si se da amor, para significar algo para otros.
Así encontraré sintonización con estados más elevados y llegará el día en que haré la transición a estados incluso más elevados, y entonces mi casa también será más bella, yo mismo poseeré más felicidad y sabiduría, todo, pues, se encontrará en una sintonización incluso más elevada.
Hasta que la película de mi vida se haya convertido en oro.
No obstante, para eso harán falta todavía miles de años, pero sé que algún día podré entrar a esta felicidad, a ese estado elevado, si continúo mi camino de esta manera.
Si siempre sentimos que subir es posible, emplearemos en eso todas nuestras fuerzas, para obtener esta felicidad, lo que es la voluntad sagrada de Dios.
Los fundamentos sostienen el conjunto, que es la fuerza de amor de cada ser que vive aquí en la quinta esfera.
La habitación del amor está adornada con diferentes cualidades.
Ya sea con arte o por otras sintonizaciones que posee el ser humano y que se han desarrollado en una etapa más elevada.
Por eso, cada vivienda es diferente, aunque las habitaciones de amor sean una sola.
¿Te queda claro?
Así que ningún ser es igual, aunque todos posean un solo amor, y estén conectados por él.
También te quedará claro cuando te cuento que algunos seres son más fuertes en el arte que otros, y estos, a su vez, en otros estados están desarrollados en un nivel mucho más elevado que los primeros.
Así, algunos dominan la música, otros las artes plásticas, otros más la pintura y así sucesivamente diferentes estados en las artes que dominen.
En otro viaje también conocerás estos estados.
Así que aquí uno es uno en todo, y también en nuestra vivienda celestial.
En la tierra el hombre vive al margen de todo, nosotros somos uno y estamos conectados con todo.
Te quedará claro, por haber vivido todo esto ya anteriormente, que un ser espiritual es uno con su vivienda y que sus posesiones irradiarán según el amor que posea.
Como te dije, solo te puedo mostrar la habitación del amor y tampoco en ella, o sea aquí donde estamos ahora, puedes observar todo, porque no te es posible poderme sondar en mis fuerzas interiores más profundas.
¿Eso también te queda claro, André?
—Sí, Alcar.
—Perfecto, entonces a seguir.
Ubronus te tiró hacia mi sintonización elevada, por lo que recibiste una clara imagen, de lo contrario me habría sido imposible poder aclararte todo esto.
Por eso has visto y sentido que una vivienda espiritual se encuentra en un estado esférico.
Las esferas tienen la misma forma que mi casa.
Es decir que una esfera es un estado esférico, lo que encuentra a su vez sintonización con el universo; por lo tanto: nuestra casa es como el universo.
De modo que una vivienda espiritual es el reflejo del universo.
Todas la habitaciones se conectan y se mantienen por la fuerza del amor.
Has percibido su división.
Así hay en el ser humano miles de estados de los sentimientos, que son cualidades, y de esta manera son el ser humano.
Todas estas cualidades se alimentan con la fuerza de amor por la concentración y la fuerte voluntad que estén presentes, que posea el ser.
Y a medida que una cualidad se desarrolla, (el ser) estará iluminado y la habitación será visible para el ser que viva en ese estado.
¿Sientes, André, cómo es todo?
—Le entiendo por completo, Alcar.
—Glorioso, entonces sigo.
Ahora tengo sintonización con esta esfera, es decir: un estado; y este estado es mi vivienda y soy yo mismo.
Así que mi estado es un estado de amor, que encuentra sintonización con esta esfera.
Esta esfera es la vida, y la vida es Dios y por lo tanto todo lo que vive aquí es Dios.
Por eso se dice en la tierra: en la casa de Dios hay muchas moradas.
Millones de seres viven en la casa de Dios; en la casa de nuestro Padre, allí es donde vivimos.
Por lo tanto, mi casa es una parte de esta esfera, una parte de Dios, porque he llegado a este grado de sintonización.
Ahora bien, un ser humano encuentra sintonización con un estado, un estado es una esfera, una esfera una parte del universo, por lo que te muestro con claridad cómo es una esfera.
Ahora mira la fuente: descendemos desde muy arriba en la cima.
Luego llegamos al borde de la pila.
Así son las esferas, es la manera más clara de mostrarte la ubicación.
Pero no se puede percibir, porque una esfera es infinita.
De modo que al descender, volvemos al mismo lugar.
No obstante no es posible, porque una esfera es infinita.
Se puede rodear la tierra, pero en el universo no es posible.
Donde sea que se encuentre el ser humano, se siente y es uno, y siempre seguirá siendo uno.
Donde esté, allí está el centro.
De modo que no hay final; llegará el día en que así será nuestra casa, nuestra infinita vida interior, el amor insondable que poseeremos, por el que encontraremos sintonización con Dios y en algún momento seremos divinos.
En cada esfera vive un maestro.
Alrededor del maestro que encuentra sintonización en una esfera más elevada, todos los demás seres viven en estas esferas.
Un maestro se sacrifica por otros y tiene la fuerza y el poder de conceder la gracia.
Tenemos nuestras fiestas, hijo mío, en las que participan millones de seres si se encuentran en este estado.
Pero también cuando trabajan son uno y vivirán lo que se vive en su propio estado.
Son y siguen siendo uno, sin importar donde se encuentren.
¿Eso también te queda claro?
—Sí, Alcar.
—Donde sea que esté, pues, en la tierra o en otros estados, estoy y sigo estando en mi propia sintonización.
Así que mis experiencias serán como si estuviera representado allí.
—¡Qué profundo es todo esto, Alcar!
Todo es tan milagroso.

—Ya te dije, André: no conocemos milagros.
Todo es verdad y vida.
Cuando hayamos experimentado esa vida de la que ahora todavía no sabemos nada, el milagro se nos disuelve.
Así que no hay milagros: todo es vida.
Por lo tanto, puedo trabajar y participar en fiestas espirituales.
Pero no siempre es posible, aparece y depende de lo que tenga lugar.
También a nosotros nos rigen leyes.
Cuando participamos en las fiestas, nos ponemos hermosas túnicas.
Estas irradian dependiendo de la fuerza de amor del ser.
Los maestros ofrecen conciertos y están juntos.
No los compares con maestros terrenales, porque las capacidades de aquellos son incomparables con lo que poseen en esta sintonización.
Eso también lo vivirás.
Nuestros instrumentos no se pueden comparar con los de la tierra.
Aquí se toca a través de la vida, porque la vida está a nuestro servicio.
Nuestra música se representa con colores.
Si entiendes esto, te digo que aquí se toca, que incluso se interpreta la vida, según irradie esta.
Así que nuestras notas son matices de colores.
Al rato vivirás una fiesta espiritual, lo que será lo más sagrado de nuestro viaje.
Te habrá quedado claro que una esfera es un cielo.
De esta manera, cada ser posee un cielo y es en sí mismo un cielo.
¿Te queda claro?
Un ser es un cielo por separado y así muchos seres pueden a su vez ser uno de estos, y miles de seres pueden formar un cielo.
Por lo tanto, el ser humano puede poseer y es o bien un cielo, o bien un infierno, solo o con otros miles de personas.
Dos seres pueden así formar un solo cielo, lo que son almas gemelas, hermanos gemelos o hermanas gemelas.
Miles o millones de personas juntas forman un solo cielo.
Entonces, todas las esferas tienen otros nombres desde la primera sintonización espiritual.
Como ya te había aclarado, aquí conocemos el primer cielo feliz con sintonización espiritual, ¿no es así?
Luego la esfera o cielo de flores.
La séptima esfera, la de música y arte, es el cielo beato.
Así te habrá quedado claro, André, que siempre cambiaremos, lo que es y significa el ciclo del alma.
Ahora sabrás quién soy y por qué estamos juntos.
En la tierra, André, fui pintor, en el tiempo en que los maestros vivían en la tierra.
Hasta la fecha, mis pinturas se guardan en museos, aunque hayan pasado unos cientos de años.
En la tierra estaba convencido de que hay una pervivencia eterna, porque también yo sentía que se me ayudaba.
Cada artista es en mayor o menor medida también médium.
Sabía que un artista puede recibir sus aspiraciones de fuentes más elevadas, a medida que se sintonice él mismo.
A veces sentía con mucha claridad la incidencia de poderes invisibles para mí.
Alguna vez vi los poderes y las fuerzas en forma de una silueta e intenté conectarme con esa fuerza, lo que desarrolló mis capacidades.
Sin embargo, la verdad solo la vi de este lado.
Hice la transición a temprana edad.
Tenía cuarenta y dos años cuando intercambié lo terrenal por lo eterno.
En mi carrera pinté sobre todo temas religiosos, como la huida a Egipto, el Gólgota, la Última Cena y muchos más, demasiados para enumerar.
Mi arte era mi vida.
Debo y puedo decir honestamente, André, no sucumbí.
No eché a perder mi vida.
De este lado entendí la gran gracia de mi pronta transición.
Aquí me conocí a mí mismo.
Aquí entendí el significado de mi vida en la tierra y también qué gracia es poder poseer un don de Dios en la tierra.
También aprendí aquí que estos maestros no volverán ni en miles de años y eso es cierto también para los que poseen el don del arte musical.
Así que no volverá a nacer un Beethoven, porque ese arte, que tiene sintonización con la segunda esfera, se da allí.
Pero también de eso luego te diré más.
Cuando se me hubo convencido de los muchos estados de este lado, volví a la tierra.
Me asustó ver que muchos de mis amigos seguían un camino tenebroso y que se les podía considerar perdidos.
También mi maestro se encontraba en un estado similar.
Me dolía verlos perecer, por lo que decidí ayudarlos.
Intenté hacerlo desde aquí, pero tuve que abandonar mis planes porque no se les podía alcanzar de esta manera.
Saberlo me causó mucha tristeza.
Los que amaba estaban entregados a demonios.
Y volví a las esferas desesperado.
En la tercera esfera aprendí cómo incidir en el ser humano.
Pasaron años.
También conocí el cuerpo humano, puesto que incluso este estudio se puede asimilar de nuestro lado.
Asimilé esta ciencia para volver algún día a la tierra, para ayudar a la humanidad.
De nuevo me apresuré a la tierra, permanecí allí durante un tiempo considerable y recorrí la tierra.
Viví todo lo que me interesaba como espectador invisible.
Después volví a las esferas y descendí para ayudar en las esferas oscuras, por lo que también conocí esa vida.
Ahora te habrá quedado claro por qué me puedo orientar tan bien allí.
Mis amigos hicieron la transición uno por uno.
Algunos eran felices, otros, no obstante, estaban en un estado oscuro.
Pronto pude convencerlos de esta vida, pues sabían que yo ya había muerto antes que ellos.
Les aclaré cómo se desarrollarían para poder llegar a una sintonización elevada.
De nuevo volví a la tierra.
Viví desde el mío propio miles de estados, de los que te he mostrado muchos.
También allí ayudé a infelices.
Asimismo conocí las fuerzas para poder hacer trabajo útil en la tierra.
Vi sus necesidades y miseria, su pobreza en alimento espiritual y su ignorancia en cuanto a una pervivencia eterna, e intuí claramente que el ser humano primero necesitaba conocerse a sí mismo.
Durante años viví como espíritu en la tierra.
Después volví a regresar y le pedí a mi maestro que me ayudara.
Era Ubronus, que me apoyaba en todo.
Me ayudó a encontrar en la tierra un instrumento muy útil por el que yo quería transmitir toda la sabiduría que había adquirido, para hacerla conocida en la tierra.
En primer lugar quería convencerlos de una pervivencia eterna.
Ubronus me dijo: “Busque un instrumento que posea una misma sintonización de los sentimientos, por lo que sea posible alcanzar algo en la tierra.
Este tiene que poseer las mismas cualidades de carácter que usted, de lo contrario no alcanzará usted la meta que se ha propuesto”.
Juntos visitamos la tierra, en busca de un instrumento.
Y también yo aprendí lo asombroso, hijo mío, porque me había imaginado todo tan completamente diferente.
Mis pensamientos eran encontrar un ser humano adulto que estuviera consciente de su propio estado.
Pero Ubronus me enseñó a seguir otro camino.
“Busque a un niño”, dijo, “y conéctese con la vida.
Sintonícese y desarróllelo en su juventud.
Protéjalo y asegúrese de que no llegue a estar bajo influencias extrañas que puedan ser perjudiciales para el estado interior”.
Así te encontré a ti, André.
Todos los demás estados te son conocidos; sabes cómo me manifesté ante ti.
Pero en tu juventud tuve que defenderte de muchos otros estados vitales.
Te seguí temeroso por todos tus caminos.
También en eso recibí ayuda y pude capacitarme para otras ciencias.
Todo trataba acerca de la vida después de la muerte.
Y cuando una mañana se me concedió empezar para establecer la conexión después de que hubiera tenido que esperar veintiséis años, estaba feliz de que mi trabajo fuera a comenzar.
Duró mucho hasta que llegué al punto de haberte convencido de que los estados psíquicos, la mediumnidad psíquica, significaban para ti el oro espiritual.
A través de ti, André, podré ayudar, y muchos conmigo, a la humanidad para aclararles la vida en la tierra, y también esta.
Te desarrollé para que pudieras desdoblarte y ahora ya hemos estado algunas veces juntos de este lado.
Muchas veces, muchacho, vi todo mi trabajo destruido.
Estabas en otras manos, en manos del mal.
No obstante también eso lo pasamos, por tu amor, pero también por la voluntad de hacer el bien.
Ay, ¡qué difíciles eran estas horas!
Veía destruidos años de espera, años de esfuerzo.
Rogaba por ayuda y finalmente estuviste en mis manos y todo te abrió los ojos.
Es terrible, André, tener que observar que los demonios se apropien de lo más querido.
Doy gracias a Dios que se evitara llegar al punto en que también a ti te destruirían.
Pensabas que me oías, pero no era yo: yo ya no podía alcanzarte.
Sorteé todos los peligrosos escollos; lo logré, has aprendido y sabes cómo fue tu vida allá.
Y ahora mi hijo, como ser terrenal, se encuentra en la quinta esfera.
Y si sigues haciendo nuestro trabajo, se te revelarán estados incluso más bellos.
Ya están de este lado muchas hermanas y hermanos a los que has convencido y se te ha concedido ayudar en la tierra.
Más adelante, cuando vengas aquí, todos te estarán esperando y recibirás felicidad eterna.
Todos te esperarán, André, y para muchos podrás ser un guía de este lado cuando lleguen a esta vida.
Darás a conocer todo lo que ahora has vivido y yo te apoyaré para hacerlo.
Y ahora ha llegado el momento en que debemos seguir a lo más sagrado de este viaje, al cielo, en la vida del espíritu.