Frederik, ahora puedes hacerme preguntas

El recibimiento en casa fue una revelación para René.
Hans y Elsje también estaban.
El chico no terminaba de hablar nunca, pero se callaba muchas cosas.
No contaba más que lo que podían procesar, el resto quedó a buen recaudo, de puertas adentro:
en su corazón, donde viven tantas cosas de las que ellos no entienden nada, que son incapaces de sentir, y que quizá ya ridiculizarían por una sola frase inconsciente.
Lo evita y sabe lo que su docto padre es capaz de procesar; Erica tampoco recibe nada más de lo que su alma sea capaz de abarcar.
Repartió sus regalos, pero la cruz de perlas no la llegó a ver nadie, y yo no dije ni mu.
Al terminar de charlar, dice:

—Voy a sintonizarme ahora con el retrato de Elsje.
Hans, voy a hacer algo bonito.

A Hans le pareció precioso, a Elsje por supuesto que también.
¡Qué curioso es este mundo!
Te hace pensar cuando estás así entre tus amigos y sientes una unidad subterránea o sobrenatural de personas que hacen destellar las lucecitas en sus ojos, hablando así de corazón a corazón; pero un poco después tienes que aceptarlo, como si alguien hubiera apretado un botón y una monedita obrara el milagro.
Sobre todo cuando la persona de la que se trata hace como si los corazones no significaran nada y sientes que la riqueza de otro no te puede decir nada, porque nunca vas a tenerlo en tus manos.
No hay nadie entre nosotros que piense que estas almas se pertenecen, o sea, René y Elsje, así es esta amistad, de la que Hans absorbe la bondad para sí mismo y para su milagro.
A veces salen de Erica sentimientos que puedes seguir directamente y a los que podrían poner un nombre material, porque ¡esos deseos son tan elocuentes!
Y un poco después ves y tienes que aceptar que no es así.
Y entonces ¿qué?
Aun así, algo se cuece entre nosotros cuando estamos juntos de esa manera.
¡Lo sientes!
Pero ¡nadie entre nosotros lo sabe!
¡Está y no está!
Creo, sin embargo, que se está produciendo una conversación cuerpo a cuerpo entre nosotros, que hay dos almas trenzando coronitas, que van tomadas de la mano, que planean por el espacio y a pesar de todo no lo saben todavía ellas mismas.
Pero ¡ay de nosotros cuando esto despierte!
Erica sabe ahora que mi harén es un templo donde van a buscar apoyo los grandes de la tierra.
Allí ves de todo mezclado si estás dispuesto a hacer el viaje: seres humanos que una vez pesados no dan la talla; almas quebradas; corazones partidos por desgracias materiales; ricos y pobres.
¡Qué lástima que no todo el mundo pueda disfrutarlo!
Lo sé y Erica lo sabe ahora también: hay millones de almas que no le dedicarían ni una hora; están sintonizados en lo material y así seguirán.
Pero ¡el golpe fue certero!
Cuando René contó cómo lo recibieron allí mis viejos amigos vi que Hans y Karel se entristecieron.
Elsje no, ella empezó a revivir y radiaba como la corona de Buda, era una luz oriental, de la que verías emerger un azul crepuscular difuso si se nos concediera contemplarla.
Ahora mismo sería capaz de componer poemas, pero por esas circunstancias ella también cierra la boquita, y la tensión disminuye, aunque permanece su nacimiento.
Es una semillita que es introducida en el suelo universal por medio de un empuje desconocido y que va creciendo; no se puede hacer nada contra eso, ¡es así y solo así!
Estás sentado allí mismo y piensas, sientes la incidencia de fuerzas sobre tu miserable vida, porque los pensamientos están exentos de aranceles.
De ese modo han sido erigidos mundos, surgieron mundos, porque con el primer pensamiento de todos experimentaste un cielo o un infierno, el purgatorio también es posible, pero no creo en eso.
Dado que Dios es un Padre de Amor es imposible que exista el arder eterno, ¡porque toda esa gente continúa!
Elsje es una rosa celestial, que uno quisiera robar.
Su soplo vital te brinda ampliación, porque sus ojos poseen amplitud.
Mira cómo toca, compáralo con Erica: es como el día y la noche.
Y saber que esta mujer es capaz de hacerlo por sus propios medios.
Ahora ya no creo que sea de origen campesino, que Hans se lo cuente a su abuela.
Y lo genuino tampoco lo oyes.
Nos parece precioso, pero este talento espiritual te recorre las venas como un rayo y te aporta vitalidad, un mundo donde no hay muerte.
Cuando se fueron se cayó un jarrón con flores.
Erica dice: eso es suerte.
Anna lo ve de otra manera y dijo: “Yo me quedo con la porquería, por qué no miras mejor, haces como si esas cosas dieran igual”.
Cuando todos nos mostramos preocupados, resultó que el florerito había costado cuarenta y cinco florines con cuarenta y siete céntimos, traducido en moneda holandesa, porque Hans lo había traído de Alemania.
Eso fue en sus tiempos anteriores: aún tenía restos de Hansi.
Pensé: ‘Mira, es como si se quisieran ahogar viejos recuerdos, borrarlos’.
He de reconocer: un trabajo riguroso.
Y ¿quién lo hizo?
Elsje se puso su precioso abrigo de pieles, y ¡mira!
¡Un estrépito!
¿Fue casualidad?
No lo sé..., pero ¡es una lástima!
La buena de la niña se puso colorada y todo.
Hans dijo: “Habrá que comprar uno nuevo”.
Karel pensaba lo mismo.
Erica se quedó desconcertada..., se había quedado en blanco.
Pero René ya estaba arriba desde hacía mucho.
Y ahora dejo constancia de todas esas cosas.
Las primeras semanas tenía trabajo a espuertas.
René estudia intensamente, ha hecho al menos una veintena de esbozos de Elsje.
Aguardo el momento en que me permita hacerle preguntas.
He organizado todo de tal forma que me ofrezca una amplia visión de lo que tuvo lugar antes sin que lo entendiéramos.
Así es como ahora tienen que caer las máscaras.
Echado al pie de la pirámide ya recibí muchas respuestas.
Pero ahora su respuesta, su orden; parto de que su palabra es ley.
Aun así me hizo esperar cuatro meses.
Ya se nos ha echado encima la primavera: estuve esperando todo el largo invierno; en el fondo suplicaba por una respuesta, pero no la obtenía.
La vida prosiguió, Karel y Hans tienen sus trabajos, Elsje está mucho aquí.

Siempre que puede va a Erica y es posible encontrarlas tocando todo tipo de piezas.
El retrato que René ha hecho de ella ha salido muy bien.
Ya recibe encargos, los artistas de más edad sienten envidia por las cosas que logra el chico.
Y aun así, una y otra vez oigo que todo ese pintar no es más que accesorio.
Una mañana me dice:

—Más tarde voy a escribir, Frederik.
Escribiré artículos bajo un seudónimo, te parecerán buenos, eso ya lo sé ahora.

Pensé: ‘Mira por dónde, ese ya sabe exactamente lo que quiere’.
Y entonces hubo:
—Bajo el nombre de Rachi-Hadju, Frederik.
No menciones jamás mi nombre, nos divertiremos.
Ya se lo haré pagar a los de aquí.
Pensé: ‘Esto va bien’.
Pero me hizo esperar.
La semana pasada, mientras estábamos en el campo, prometió:
—Ahora ya no tardará mucho, Frederik.
Un poco más de paciencia.
¿Te parece que está tardando demasiado?
Yo tampoco puedo hacer nada por cambiarlo.
Lo mejor es que se lo preguntes en silencio a Rachi (—dijo).
Yo no lo hago, se convertiría en un nacimiento prematuro y de esos niñitos me lo sé todo.
Eso solo conduce a muchas desgracias.
Por eso me he quedado esperando tranquilamente, organizando mis asuntos para este contacto.
Lo que recibo ahora solo puede tener lugar a través de medias horitas robadas.
Tiene que ir a su nuevo preceptor, un pintor conocido.
Voy dando unas vueltas, pero hago muchas cosas.
Desde esta conciencia todo va adquiriendo un nuevo cuellecito.
Ya conocemos fuerzas parejas vistas como fenómenos.
De tal modo anoté para el cuaderno de bitácora:
“Lo que hizo con el retrato de Elsje lo veo ahora como leyes verdaderas experimentadas por el ser humano y que provocaron a Erica su desgracia.
Lo que para René es aura vital, la irradiación del alma, que él puso alrededor de la cabeza de ella como si las leyes sobrenaturales hubieran hecho una coronita de nomeolvides, margaritas, lirios del valle, con botones de oro en el centro —símbolo de sencillez, pragmatismo, miradas de entendimiento cariñoso, que puedes ver fácilmente en los campos y prados holandeses, y de las que disfrutan las vacas y que hace más blanca y gruesa, más grasa y sabrosa su leche— es para mí un popurrí de fenómenos en los que ahora de todas formas no me pierdo porque estoy empezando a conocer su vida, pero sobre todo porque las máscaras caen y pueden ser explicadas.
Ya sé que mi comparación es exagerada; aun así ves delante de ti este paisaje holandés, dado que en todo René sigue siendo él mismo y que solo ahora puedes tratar materialmente un fenómeno invisible.
Hans dijo del retrato que ya no tenía nada que ver con pigmentos, ¡era un alma!
Karel no dijo nada.
Creo que tenía sus propias ideas al respecto.
A Anna le pareció una revelación, no menos que a mí.
Cuando pensé en esto me encontré de inmediato delante de Erica y sus fenómenos, y pude comenzar.
Repaso a René, lo sigo igual que estuve siguiendo a Mohamed, y recibo mis pensamientos.
Los fenómenos en Erica empezaron cuando René todavía no era consciente de que —con independencia de cuál fuera su origen— vivía en la madre.
Ahora hago la pregunta:
¿Estaba él en un mundo que ha sido habilitado a ese fin por Dios?
¡No puede ser de otra manera!
Luego ya solo tendré que oír su ‘sí’ o ‘no’ con la siguiente explicación, y estaré listo.
Ahora regreso a mi juventud.
¡Estaba examinándome a mí mismo!
Cuando me puse a mí mismo debajo del periscopio vi vida que solo había sido animada por mí.
Mohamed dice que el alma llega para esta vida desde su propio mundo y que se prepara para el renacer.
Esto también salió de la boca de René cuando le hicieron todas esas preguntas.
¡El alma era él mismo!
Pero ¡como una personalidad!
El alma ha ido asimilando esta personalidad por medio de numerosas vidas.
¡Por la paternidad y maternidad!
El alma, como personalidad, es padre y madre.
¡Dios no hace distinciones en esto!
¡Eso es imposible! ¡No hay injusticia!
Nosotros, como seres masculinos, andamos en el margen de la creación.
¡No vivimos nada!
Lo único que tenemos que hacer es darnos, y eso es servir.
Así es como hacemos que haya un nuevo cuerpo para cuando tengamos que volver algún día a la tierra.
¡En ese sentido los teósofos tienen razón!
Pero de eso ya me enteraré.
Erica presentaba fenómenos que nadie entendía.
Todos sus médicos estaban dando palos de ciego.
Se tiraban de los pelos, nada servía, estaban impotentes y solo podían decir sí y amén.
¿Una lástima?
Ahora veo que eso no se puede decir.
Todavía no han llegado a ese punto; esta es la conciencia de esta humanidad.
Antiguamente, hace miles de siglos, esta conciencia aún era asilvestrada, no había ciudades, no había arte ni erudición, nada de todo lo que ya poseemos ahora y que nos hace felices.
Entonces comprobé que el alma estaba manifestándose a sí misma.
El pasado se asoma debido a que esta vida consciente tuvo que volver a empezar con una vida desde el estadio de la chispa.
Y la madre, que es una con el alma del niño —que no es niño para el espacio, solo hay que verlo como nacimiento, no hay nada más que constatar— integra esos sentimientos.
Ahora estás ante millones de grados o tipos de mundos de conciencia, porque cada alma es diferente.
Cada ser humano es diferente.
Cada persona representa un mundo propio, un carácter propio, que es la personalidad.
Allí encuentras el bien y el mal; vuelves a encontrar el diccionario donde el ser humano.
Y aquel despertará.
En él también se encuentran los locos.
Las madres que dan a luz a locos pueden vivir fenómenos extraños, pero entonces ya no son extraños.
¿Qué es la melancolía? ¿Qué la debilidad?
Si la personalidad tiene suficiente fuerza para vivir esto, no hay nada.
Pero Erica aún no había llegado hasta allí.
Ahora también comprendo por qué las madres son clarividentes.
Adquieren este sentimiento aumentado por medio de sus hijos.
Las madres que dan a luz a locos y que durante nueve meses son una con sus hijos, no requieren vivir nada, porque la propia alma no tiene nada que dar.
Esa alma o bien es apática o bien es predominante, tal como a mí mismo se me concedió ver y comprobar en la clínica de Hans.
Eso me dice ahora que hay almas que dejan en paz a la madre y que las hay que penetran hasta la conciencia diurna.
Entonces la madre puede sentir algo de su nueva vida, y eso también son fenómenos.
Gracias a estos puedes constatar ahora hacia dónde te conducen.
Un alma como ser humano, cuya personalidad haya causado destrozos en una vida anterior —porque eso es—: en esa vida no ha cambiado nada.
Ahora despierta esa conciencia salvaje, apasionada, pero en la madre, y deforma ahora el delicado tejido orgánico.
La presión de esta conciencia deforma la materia.
Voy hojeando el cuaderno y ahora veo que se me da la razón; no hay otra cosa para explicar esto.
¡Ahora la vida y la muerte están abiertas ante mí!
Al morir, ¿depone una muerte la máscara?
Una muerte solo la alcanzas a ver cuando nace el niño, ¡porque morir es vivir!
El alma como personalidad entra en un mundo y aguardará allí el nuevo nacimiento.
Madre mía..., la de leyes que se me echan encima.
¡Son miles de cartas de Nuestro Señor!
Luego las ordenaré y editaré, pero ¡entonces será un libro!
“¡Hurra...!
¡Viva la muerte...!
¡Viva la vida...!”, dice en el cuaderno de bitácora; a ambas las conozco.
Ahora estoy ante una cara sonriente que me asegura que tengo razón.
¡No hay una muerte!
¡Ya lo sabía desde hacía tanto tiempo! ¡Ahora sí que lo puedo aceptar!
Lo que es morir es estar vivo.
O bien sigues ahora o bien regresas aquí unos instantes para hacer algo.
¿Para qué?
No tengo que ir demasiado lejos.
Tengo que intentar contener esa fuerza cósmica, porque si no todas esas cosas me derribarán.
Entonces iré a parar a una acequia universal, y eso no debe ser así.
Primero tengo que limitarme a los fenómenos de Erica, y después seguiré.
Pero como sé que no hay una muerte, que el alma regresa aquí y que vuelve a convertirse en un ser humano material, estoy en condiciones de hacer que se resuelvan muchas cosas, y vemos a Erica y René en otra luz.
Porque ese es mi propósito.
Así adquiero fundamentos y veo cómo va naciendo mi universidad.
El embellecimiento es por medio de René, ¡el se encarga de los colorines!
Que Erica estuviera y no estuviera, que pudiera oír sus conversaciones fue, como ya dije, gracias a René.
De modo que la ciencia asegure que el alma vive por primera vez en esta tierra, es por tanto ¡una necedad enorme!
Naturalmente, los eruditos ven ahora solamente la vida.
Y esa vida les para los pies.
Pero esta vida es una personalidad.
Esta vida sin duda ha sido millones de veces hombre y mujer.
Por esto es que no hay niños.
Lo que vemos como el niño es para la Madre Naturaleza el capullo de la flor.
También es la flor, cuando te encuentras enfrente en invierno; pero ahora esa misma flor está en el árbol, forma parte de la sangre de un árbol y vuelve a nacer por sí sola cuando comienza la primavera.
Hay que ver qué pobres demonios somos los seres humanos.
Ahora ves, me digo a mí mismo, lo mal que se piensa aquí en el pragmático Occidente.
También un árbol, una flor, una selva; al comienzo de nuestro camino dije —lo dije para Hans y mí mismo—: luego iré a la naturaleza, después al reino animal y, naturalmente, al ser humano, pero después ascenderemos hasta el universo.
Hans pensó entonces: ‘¡Este está majareta!
Que se atreva a decírmelo otra vez y por medio de René y Rachi-Hadju le daré una paliza científica espiritual como no le han dado en su vida.
Pero eso será más adelante, lo importante es que empecemos ya.
Entonces haré que acudan todas las facultades y ¡solo entonces viviremos clases universales!
Ay, santo cielo, la de cosas que veo.
Que René espere un poco más, no hay problema, aún me falta mucho para estar listo’.
Pero ¿tú también lo sientes?
Cuando en invierno ves un arbustito —fíjate por ejemplo en tus propias plantas— ya entonces la flor vive en los delicados tronquitos.
No ves la flor, pero ¡sí que está!
¡Esto es exactamente igual para el ser humano, el animal y todo lo que vive que tenga que dar a luz y crear!
La flor está en la materia, ese es el espacio para una flor.
El alma como ser humano posee un universo.
Pero ¿sientes, Frederik, lo próximos que en el fondo viven esos mundos entre ellos?
El alma como ser humano regresa desde su espacio al mundo material.
Debido a que una flor no posee ese mundo, o sea, ese espacio del ser humano, cuando arrancas un trocito de madera de esos de un tronco tienes en la mano el mundo interior además del material para el nacimiento de la naturaleza.
Y para los seres humanos es exactamente lo mismo, porque nosotros también somos alma y materia.
Solo que resulta que hay un acontecimiento que unos años atrás también para mí era todavía la muerte, pero que ahora se ha convertido en la vida “eterna”.
Ahora conoces toda la naturaleza.
Donde veas vida, allí ves alma y materia.
Y si viene un nuevo nacimiento, para la flor o planta es, pues, la vida material.
Hasta que se extinga esa planta, hasta que ese árbol ya no dé manzanas o peras; la fruta también es parte de ello, todo es un nacimiento, pero para un tipo de entidad, después la vida interior continúa y habrá vivido entonces el mundo material y, según creo ahora, lo habrá vencido.
¡Esa vida regresa a una existencia más elevada!
Cuando luego a René le formule mis preguntas podrá aclararme la ley en sí por medio de solo unas palabras y podré continuar.
Ahora comprendo que estoy preparándome a mí mismo para él.
Ahora hacemos un solo trabajo, él y yo estamos despertando.
Y para eso recibo el saber.
Esto puede ser inspiración y el sorprendente acontecimiento de ser uno de sentimiento a sentimiento en todo.
¡Ahora en un ser humano!
Pero ahora ya veo o siento la unidad universal.
Cuando la tierra fabrica primavera, verano —lo hace porque se desplaza—, llegamos a vivir en la tierra ese desarrollo.
De modo que eso se convierte en primavera y verano, invierno y otoño.
Si vas al sur, donde la fuente no cesa de crear y de dar a luz, a Indonesia, California, Florida —y así puedes continuar: justamente a los climas meridionales—, allí la vida natural posee más posibilidades de dar a luz, allí no muere, allí la vida no se repliega por el invierno y puede ser contemplada como la alegría eterna, como la vida para el alma que siempre está abierta, consciente, como materia y como vida interior.
Allí un árbol también posee más vitalidad, más animación; por ejemplo, un naranjo de esos obtiene la posibilidad de servirnos varias veces al año, algo de lo que nuestro manzano no tiene ni idea.
Eso lo veo como entidades, fuentes y grados para esta conciencia natural, porque la tierra cambia de lugar y va a alejarse de ese calor, pero ¡sin duda por una ley universal que le impulsa a hacerlo!
Son los polos, climas, países, pueblos, pero no hace falta más que una sola ley para resolver todo esto, y eso es la ley para la propia vida; ¡es evolución o morir, el final de una fase vital!
Una muerte no se ve por ninguna parte, porque lo sé.
¿No vimos nosotros dos otra vida?
Cuando el pequeño René empezó a andar a gatas, cuando todavía estaba en su cunita, ya estábamos nosotros allí dentro y quiso recoger flores y manzanas para papá y mamá.
Y mira cómo me ha superado, ¿no?
Eso también es el mundo para la naturaleza.
¿O es que quieres decir que la naturaleza no posee un alma?
Ahora estoy empezando a ver y sentir esa entidad.
Como alma hemos recibido la conciencia más elevada de todas; sigue el animal y solo después la naturaleza con todos sus tipos de de vida.
¿No es sencillo?
¡Esto va a ser nuestra universidad!
Volviendo a René y Erica veo que René transmitió ese empuje a Erica debido a que él estaba despertando como ser humano.
Esta conciencia era predominante.
Luego, más adelante, quiero guiar a René justamente en eso, si es posible, para que cuando viva las leyes correspondientes nos las explique y así sepamos lo que experimenta el alma como ser humano durante esos segundos de fecundación.
¿Intuyes estas enormes leyes?
¿Empiezas a comprender, Frederik, lo que eso significa?
¿Sientes lo alejados que están todavía de esto la ciencia, el psicólogo, el psiquiatra, el parapsicólogo?
Y ¿si seguimos un poco más?
¿Si un ser humano es adulto y escucha a un sacerdote?
Ese hombre explicará Dios.
¿Ya hueles el incienso del cielo?
¿Viste husmear a ese perro en los cubos de ceniza?
El animal busca un huesito.
¡Lo que hace un erudito de esos es lo mismo!
Nos ofrecen huesos, jamás tuvieron carne alguna para disfrutar de ellos y saciar el hambre.
Todo se me hace tan miserable cuando empiezas a ver cómo quiso Dios las cosas para los seres humanos.
Lo que Erica recibía de René eran sentimientos, era un calor espiritual, eran órganos vivientes, dados a ella como un aura.
Como pensamiento, como sentimiento...
Y ¿fue engañada de ese modo?
Tienes que verlo como un fuerte viento.
Erica no poseía los medios de procesarlos.
¿No dije ya antes que navegaba con la brújula de otro, sin saber a dónde iba?
¿Estaba sentada encima de una tumba trenzando florecitas para una pequeña corona?
Lo más probable es que le hubiera encantado, pero esa seguridad aún la tiene que asimilar.
Así que ¡es madre y no lo es!
¡Creo que sin duda tendrá que hacerse madre otras cuatro veces seguidas antes de que esté completamente lista para esta maternidad!
Y de nuevo me encuentro ante centenares de miles de problemas que ya no son máscaras, sino preguntas que exigen una respuesta.
Porque hay millones de madres en esta tierra.
Todas ellas dan a luz a bebés, pero ¡ni una sabe para qué lo hace!
¿Es algo que va por sí solo?
¡No lo creo!
¿No tiene otro significado?
¡Ya no lo creo!
¿Está todo eso puesto en equilibrio por un poder sobrenatural?
¡Eso sí que lo creo, sí!
Pero Dios no tiene nada que ver y a Hans tampoco le hace falta añadir notitas cuando se va uno de los suyos, es el cuento de nunca acabar, ¡es miseria!
Esas almas vienen a este mundo para millones de asuntos.
Y ese mundo se me va imponiendo y quiere que me deje ir.
Ves, más adelante volveré a la cuestión, enseguida ya; aquello que experimenté al comienzo, cuando mi mano quiso ponerse a escribir, surgió de ese mundo.
Las fuerzas correspondientes no eran personas; tampoco acepto ahora opciones espiritualistas en ese sentido, yo mismo poseía la resistencia, pero ¡eran las leyes que se revelaban en mí mismo!
O sea, eso es lo que quiero decir: que estaba convirtiéndome en una de esas leyes.
Pero ¿sientes la mutua cercanía de todos esos mundos?
Y que un espiritualista tiene que equivocarse mil veces —ahora prepárate: es algo de lo que aún no sabemos nada— antes de que semejante espíritu se manifieste y se sirva entonces de una mano material para escribir algo de sí mismo.
Quien posea eso tiene que atravesar miles de mundos de sí mismo antes de que ese grado de conciencia, como mundo y ser humano, o sea, como personalidad astral, pueda ser comentado y vivido, y ¡que ahora es una unidad que es y seguirá siendo sobrenatural!
Eso me infunde un sagrado respeto, porque ¡sé lo terriblemente difícil que es cuando vences esos miles de leyes que Dios ha creado para la vida de nuestra alma y del espíritu!
¡Porque eso es!
No es algo en lo que puedas entrar así como así: Mohamed recurrió a una vida tras otra para ello.
Asegura haber fallecido por ello por lo menos mil veces, haber perdido la conciencia al menos mil veces y haber estado encerrado en un manicomio donde como inconsciente esperaba entonces su final material, ¡para solo después empezar una nueva vida con el fin de hacerse con ese despertar!
Se da a luz a millones de almas, como dije hace unos instantes.
Y entonces miré en un mundo, tan profundo y poderoso que me preguntaba ‘¿Cómo podré quitármelo de encima?’.
Y creo, además, que si no hubiera podido hacer mi estudio a raíz de este niño, querría hacer directamente lo más sencillo de todo.
Estoy seguro de que yo también perdería la cordura: así de imponente es lo que siento y lo que ahora se impone a mi vida.
Los millones de niños que nacen, pues, tienen todos un objetivo propio como alma.
Más sencillo, imposible.
Ahora una de las vidas regresa —mejor que no nos apartemos demasiado de la sociedad—, para bien y para mal.
Esa vida ha hecho muchísimo daño y regresa a la tierra para enmendar.
Entonces estamos ante la paternidad y la maternidad.
La causa y el efecto adquieren ahora sentido.
Uno ya puede ir enumerando miles de causas y efectos para los que el alma tiene que regresar.
Apuñala a muerte a alguien: ahora creo, y quién me lo disputará, que algún día —da igual cuándo, porque ocurrirá, eso fijo— el alma tendrá que regresar por ello a la tierra.
Y entonces oí allí a René que, respondiendo una pregunta que se hacía universalmente, decía: “¡Para dar al alma un nuevo cuerpo!”.
Aquí ya estamos ante una cosa sorprendente.
El alma como ser humano que mata a un ser humano tiene que dar un nuevo cuerpo a esa vida.
¡Es una ley divina!
Uno no ha de violar una ley creada por Dios, es algo que uno no toca.
O si no arrojemos entonces los diez mandamientos a la basura.
Pero de eso no vamos a librarnos de ninguna manera.
Así que estamos ante las palabras de Dios y de “Cristo”: ¡Ámense (amaos!
Quítale a un ser humano de esos la vida material.
Ese ser humano podría haber vivido muchos años más como alma y personalidad según las leyes propias.
Esa vida no se ha completado; fue destruida conscientemente.
Esa vida, podríamos decir, se fue de este mundo demasiado pronto; estamos otra vez ante problemas, otras máscaras, porque ¿quién nos dice ahora que este sería el final?
Los seres humanos ¿tenemos que aceptar por lo tanto que tienes que ver y que puedes ver tu verdadera transición por un asesinato?
Ves, eso es algo que no me entra la cabeza, y es que es imposible, porque nos vemos colocados ante las palabras del Evangelio y de Cristo.
Ama y no “mates”.
Debería haber sido también: “¡Para que no te maten!”.
Y claro que creo que si algún día violaste una vida humana también te verás ante esas leyes y que tendrás que aceptar que en alguna parte en el mundo recibirás una cuchillada o una balita en el corazón, sin saber la razón.
Pero entonces también oyes: “¿Se le merecía mi hijo?”. O: “¿Se lo merecía mi marido?
¿Por qué tuve que perder yo y por qué tuvieron que perder ellos su felicidad, su amor, de esa manera tan ruda y bruta y dura?”.
Aunque no haya ninguna prueba de culpabilidad del alma, ¿cuántas personas no resultan expulsadas de esta manera?
Pero ¡de eso ni estamos hablando!
De lo que se trata es que no hay que poner la mano encima de la vida.
Si matas un ser humano, darás al alma otro cuerpo.
Y los hombres ¿queremos hacer eso por medio de nuestro castillito?
¿Cuál es la consecuencia?
¡Que el alma tendrá que vivir ambos cuerpos!
Nosotros, como almas, como formas de apariencia humana, somos padre o madre, aunque estos en el fondo son uno, ¡como también Dios es Padre y Madre!
¿Ves, Frederik? ¡Esta es la “justicia divina”!
Para eso hay que regresar a la tierra, ¡para eso te harás madre!
Da igual que te muerda el gato o el perro: sigue siendo lo mismo; regresarás a este mundo para hacerte madre y esa es la tarea que se te encomienda.
Pero Dios no se mete en esos asuntos.
Tarde o temprano René tendrá que justificar él mismo esas doctrinas cósmicas, ¡lo veo venir!
Escribirá libros que nos conectarán a nosotros con la “Universidad”.
¿De quién?
¿De dónde?
Que lo decida él.
Te diré esto: que es otra universidad que la que conocemos aquí en la tierra.
Pero ¿viste caer esta máscara?
¡El alma no ha de asesinar!
Lo que tiene que hacer es vivir la vida, y formar parte de ella; tiene su tarea divina, pero no pondrá la mano encima de otra vida.
A ver, repasa la tierra.
Ahora no tienes que irte demasiado lejos, porque ¡te saltarías trozos!
Mira alrededor de donde estés tú mismo, allí la sabiduría está tirada por el suelo.
¿Qué viste?
Yo ya lo veía desde hacía mucho.
De las calles fui recogiendo regalos divinos y los ponía en la bolsita debajo de mi corazón humano.
Porque ¿qué quieres decir cuando oyes que una joven madre mete en un saco a sus gemelas —niñas preciosas, sanas como robles— y que las ahoga como cachorros enfermos?
¿Qué va poder hacer semejante almita humana?
¿No te lo crees?
Vamos, vamos, ¿no lees los periódicos?
¿Tan atrasado eres?
¿Cuántos miles de madres no nos llegan cada año con los úteros perforados?, pregunta Karel.
¿Para ventilarlos un poco más?
¿Por cambiar un poco?
¿Para recoger florecitas —no en el prado, sino en el tejido humano? ¿Justo allí donde vive el fruto y este tiene que empezar una nueva vida divina?
¿No oíste que una vez hubo un retrete atascado del que sacaron un pequeño cadáver?
Esa joven madre ya está gruñendo.
Ves, nuestra sociedad no puede aprobar eso, pero ¿qué dirán de eso las leyes divinas?
¡Dios no tiene nada que ver con eso!
¿Que cómo estoy tan seguro?
¡Por el pequeño René!
Se le formularon preguntas “cósmicas”.
Esta fue una de ellas y la respondió como si nada, según las leyes naturales.
Al sumo sacerdote se le escapó: „Hoe is het mogelijk!” (“¡Cómo es posible!”).
Lo traduzco al neerlandés; eso venía a decir.
Casi se queda patidifuso y de ninguna manera se sintió engañado, porque Blavatsky, Buda, Rudolf Steiner, Sócrates, Platón, los sacerdotes más altos del Antiguo Egipto y otros mil tipos de estos, todos han constatado con seguridad que los seres humanos, como alma, lo hemos recibido todo de Dios y que estamos sintonizados con Su vida.
Eso ocurrió cuando Dios comenzó con Sus creaciones.
Así que, ¿qué dirán las leyes ahora de eso?
Según oí una vez más del pequeño René, ¡son las leyes para el nacimiento, para la paternidad y la maternidad, para el alma, el espíritu y la materia!
Y esas las hemos recibido los seres humanos en nuestras manos.
¿Que no?
“Bien”, se le dijo a una princesa en Oriente, “échese entonces mejor allí, ¡porque me apetece violarla un poco!
¡Y hará lo que yo le diga!”.
Ya habrás notado que siempre me sirvo de las cosas más poderosas, siempre agarro al toro por aquellos cuernos donde haya oro espiritual con valor.
¿Qué crees que hizo esa princesa?
Ni corta ni perezosa mandó echar a ese sacerdote ante las fieras y en menos de quince minutos ya no quedó nada, ni de él ni de su castillito, nada más que una masa ensangrentada.
¡Cosas pegajosas!
Solo porque la colocó —a esta niña inverosímil— ante el hecho humano y le quiso demostrar lo poderosamente fuerte que es semejante voluntad humana.
Pero llamó a la puerta equivocada, a una vida de sentimientos equivocada, que ya se sentía mancillada, y tuvo que aceptar el final.
Pero ¿qué te parece esta máscara?
¿Por qué cosas tendrá que pasar aún esta almita que ahora cree ser santa?
¿Sabes lo que es ser santa?
Antes yo tampoco lo sabía, ¡ahora sí!
¡Quiere decir que como ser humano estás en armonía, que eres uno, con todo en el espacio!
¿Que es sencillo?
Ahora cumples con tu deber.
Ya lo sé —esos son los sentimientos que ahora me vienen encima—, en pensamiento me arrojas: ¿Qué es lo que haces tú?
¿Qué hiciste?
¿No vives tú también como un parásito?
¿No andas tú también a remolque de la vida?
Si te digo que no puedo tener hijos para mí mismo, me crees.
Pero si digo que yo también cumplí con mi deber, ¿entonces está bien?
Una vez me preguntaron Karel y Hans: Y tú, ¿de qué te nutres?
No dije nada, porque mi vida interior me parecía demasiado preciada para ellos.
Pero ¡quizá algún día tiraré de la manta!
¡Hice todo!
No he causado preocupaciones, ¡participé en la creación!
El asesinato, dicen en Oriente, y René lo ha revelado como Rachi-Hadju, obliga al alma a regresar a la tierra y a crear un nuevo cuerpo para esa vida.
Dicho de otro modo: ¡si eres hombre tienes que regresar para hacerte “madre”!
¿Te da risa?
¿Te encoges de hombros?
En realidad, ¿de qué te ríes?
Imagínate —solo un minuto— para ti mismo que ¡es así!
Ahora, ¿qué?
Imagínate cómo piensas ahora.
¡imagínate ese vuelco bajo tu corazón!
E imagínate que como tipo fortachón estás al mando de un regimiento de soldados y que ¡los envías a la muerte!
Bonito, ¿verdad?
Con eso ya te ganarás una medalla.
Pero ¿pensabas que de ese modo ibas a librarte?
¿De verdad que pensabas, gran hombre y aun así pequeño, que podías seguir escondiéndote?
¡Esos arbustos algún día desaparecerán de la tierra!
¡Y entonces estarás desnudo ante tus muertos!
Ya sé desde hace mucho que tú solo no tendrás que enfrentarte a esto, pero que todos esos tipos estúpidos y jóvenes están ante su propia miseria, ¡porque tampoco ellos tendrían que haberlo empezado!
¿Sientes lo que significa esta máscara?
¡Que se cae!
Y que este amor patrio no vale un pimiento para el espacio.
¿O tenemos que cumplir con la injusticia? ¿Tenemos que tomar en cuenta el oro y la plata de un pez gordo de esos porque estemos delante de él?
Una vez tuve una enorme bronca con una madre amorosa.
Es un alma maravillosa.
Sus muchachos tuvieron que luchar en la última guerra (la Segunda Guerra Mundial).
Entonces me dijo:
—Imagínate, jovencito —ya estamos: “jovencito”—, mi hijo derribó a unos setenta.
Esos boches no tenían nada que hacer con él.
El chico me escribió: “Mamá, ay, mamá, qué buena protección tengo.
Las oraciones de usted me salvaron la vida.
Caí en picado de una altura de cuatrocientos metros, me quedé clavado con el morro en el barro, pero justo a mi lado aparece un campesino que me saca de la acequia.
Si ese hombre espera un segundo más me quedo allí.
Y ahora ya he vuelto a cargarme una decena”.
Casi me ahogo del susto.
Porque lo que sigue es:
—¿No es una maravilla cómo me ha escuchado Dios?
Me dio tales nauseas que me fui sin pensármelo y la dejé estupefacta, ¡envuelta en su propio hedor humano!
¡En su maldito egoísmo, esa máscara asquerosa!
Porque ¿no tienen todos esos otros muchachos madres y un Dios?
Son cuernos de oro.
Los vi, igual que todos los demás, tirados entre la basura de las ciudades.
Mires donde mires, puedes llenarte los bolsillos con ellos.
Lo que quiero decir es esto: ¿Es esta la bondad de Dios?
¡No! Son majaderías.
¡Es desintegración!
¡Son necedades!
Es hacer cargar a otra vida con miseria.
Es convertir a Dios en una carpa de circo, es mucho y mucho peor, por lo que casi me puse malo.
¿Tiene que ver Dios con los asuntos humanos?
¿Hemos recibido en nuestras manos la vida y la muerte?
¡Sí!
Ese muchachito feliz de ella tendrá que regresar por esto mil veces para limpiar sus propios errores, para rectificar lo que su alma dejó roto y retorcido.
¿O no es una mierda matar?
¡Estas son las máscaras!
¡Y se caen como hojas en otoño!
¡Se caen porque tienen que caerse!
Se caen porque Dios también posee almas que se abrieron a sí mismas para llevar a esas almas duras hasta el despertar universal.
Y para nosotros ¡es René!
Hola, madrecita.
Lo que me diste como conciencia plena te privó de la propia corona sobre tu cabeza.
Eres una buena madre, un alma grande, ahora vi un bote de pintura negra a tu lado con la que fuiste embadurnando toda esa belleza, ¡con la que la pringaste!
¿Dije algo?
¡Yo no fui!
Fue él, pero cuando cae la máscara ¡es uno mismo!
El asesinato, dice Mohamed, ¡te devuelve a la tierra!
El asesinato es una ley del karma, las cosas erróneas las puedes enmendar en la vida después de la muerte.
Pero ¿el asesinato?
Dios no tiene nada que ver con todo esto.
Eso es algo que las propias personas se infligen, pero así han surgido los abusos.
Ahora el alma deforma el embrión.
Es dominante porque esta vida ha entrado en disarmonía.
Se ha perdido la armonía natural.
El amor propio no significa nada.
El amor por el ser humano tampoco; si la personalidad piensa como madre que ya no viven otras madres en la tierra, entonces está bien.
Pero ya lo dije: ¿No tienen madres todos esos muchachos?
Por eso es una gran maldición empezar una guerra.
Y desear entonces que tu propio hijo regrese a casa protegido, sano y salvo, y que la otra vida se vaya al cuerno, ¡es de una pobreza cuya máscara ves al instante delante de los ojos y que ningún músculo consigue atravesar!
Es el alma la que tiene que decidir por su propia cuenta lo que hace entonces: cae si mata, se eleva si se entrega a la Madre Naturaleza y a sus leyes, ¡que son Dios en persona!
Y ahora esa vida regresa a nosotros.
Era salvaje cuando se fue.
Se quedó sin ancla divino, esta vida te la encuentras como un barco naufragado.
¿Qué ocurre?
¡Pues ahora mira todos tus psicópatas!
Esas máscaras retorcidas rompieron de todo en vidas anteriores, lo dejaron atrás y ahora regresan para vivir primero ellas mismas lo armonioso; pero después comienza lo que es enmendar aquello que algún día se hizo mal.
Todas esas máscaras cayeron; cuando René solo dijo una palabra de eso —yo mismo casi estaba listo— entendí el conjunto.
Menuda montaña de miseria.
Erica estaba navegando con otra brújula que le podría haber mostrado nuevos mundos, pero su pequeño castillo y carácter no estaban preparados.
El final fue este: René la acercó hacia él sacándola de su conciencia diurna, y ¡ella estaba y no estaba!
¡Andaba por la calle y estaba dentro!
Claro, ¡estaba despierta y dormía!
Paseaba y no paseaba, porque era capaz de mirar al sol durante horas, como saben hacerlo también los psicópatas sin que eso les moleste: ¡entonces han depuesto el rostro de la conciencia diurna en un diez por ciento o más!
El alma que es más fuerte atrae en sí, o absorbe, la conciencia diurna.
Estas madres están y ya no están, otras adquieren así clarividencia y dones, porque ¡ahora el alma transmite a la madre esa claridad inmaculada pero espiritual!
¿Ves también cómo cae esta máscara?
¿Es que no es cierto que ahora te habla una muerte y que esa muerte calza pequeñas sandalias?
¿Hubieras deseado convertirlo en otra cosa?
¡Ahora te sonríe una muerte!
Trenza coronitas para tu cabeza.
¿No son bebidas de amor cuando sabes que te volverás a encontrar detrás del ataúd?
¿No sientes ahora, no oyes ahora que el cielo y la tierra se besan?
¿Sientes cómo arde ese beso en tus labios?
¡Este es el amor que dura para la eternidad!
¡Ese beso me despertó!
Se derrite en tus labios y su percepción refuerza tu personalidad espiritual para el alma y el corazón.
No hay una muerte: si ahora pierdes tu amor, miras al espacio para ver si tu ser querido ya ha despertado, porque ¡ahora puedes esperar que tu amor venga desde allí!
¡Tú misma vas andando sobre pequeñas sandalias!
¿Qué significa eso?
Que como persona consciente terrenal calzas zuecos, que no estás abierta a ese amor consciente.
Tu amor es tan duro, tan frío, tan insustancial, porque todavía no conoces su profundidad universal, y ¡por eso tu beso tampoco tiene vida!
Tiras de una vida, pero ¡te falta el contacto universal!
No es esta vida precisa; miles de vidas conforman una vida.
Cuando esta muerte te sonríe ves caer de un cielo las nomeolvides, los lirios del valle y las margaritas.
¿No leíste eso?
¿Qué pensaste entonces?
¡Ese tipo está loco!
Pero dije “un cielo”, no “el cielo”: es tu propia sintonización espacial desde donde te sonríe, te hace guiños tu esposo o esposa, o tu hijito que perdiste de forma prematura, que perdiste por el ataúd, por enfermedad; desde donde te da un amor, tan hermoso, tan sagrado que te hace temblar y estremecerte, y que ¡te conmueve tu corazón maternal o paternal hasta llorar!
¿Bobadas?
¿Disparates?
¡Una locura!
A mí bien me apetece algo de ese amor loco.
Todos nosotros —ya lo dije— dimos gracias a Dios sobre nuestras rodillas desnudas, cuando empezamos, cuando se nos concedió mirar detrás de las máscaras; solo entonces nuestra vida fue adquiriendo profundidad, existencia, fuimos empezando a amar universalmente, porque Karel ya no destrozaba flores, ¡estaba aprendiendo!
Estaba aprendiendo cómo actuar, cómo había que andar, mirar, ¡lo poderosamente hermoso que es todo lo que hay en nuestra propia vida y lo que es de ella!
Ahora estás echado en el brezal, tomados de la mano, miras un cielo azul, el encanto fluido lo absorbes en tu interior.
Sabiendo que semejante castillito humano tiene un alcance divino, ¿cómo te abres para besar sus labios?
¿Pensabas que te engañaban?
¿Pensabas que ahora estabas ante un diablo?
Se están trenzando coronitas, porque tu amor, propio y verdadero, ha llevado a la unión del cielo y la tierra.
Ahora ves que como ser humano eres cósmico, que la madre de tus hijos realiza su tarea contigo y que has conocido miles de padres y madres, ¡porque esta vida es temporal!
Ahora no estás ante un castillo cuyas puertas están cerradas, no hace frío.
No te congelas, es verano y ¡te esperan!
Allí está tu cónyuge, llevas túnicas de seda, las pequeñas sandalias te dicen el grado de conciencia al que perteneces y (esta) es ahora la profunda pero asombrosa conversación que sientes, que vives.
¡Juntos van (vais) al espacio y escuchan (escucháis) los sonidos celestiales para tu inmaculada claridad que se ha convertido en la omnisciencia para tu vida!
Que un loco te hable ahora de milagros.
Que un loco te conecte ahora con el cielo y la tierra, y la facultad para ello está demente, enferma, el loco arroja ahora piedras preciosas porque ¡sabe que allí todas esas cosas ya no tienen valor!
¿O lo sigues viendo de otra manera?
Entonces mejor espérate un poco, ¡nosotros continuamos!
¡Esa máscara también morderá el polvo!
Pero ¿nos hemos comprendido?
René hizo trizas la conciencia diurna de Erica.
Si esta hubiera albergado la fuerza, no habría pasado nada o realmente habría dado a luz a un niño loco o apático.
¡Que ahora vivamos milagros es gracias a la conciencia de René!
Pues bien, puede ser casualidad, pero antes decían que yo había influido en este niño, por lo que me echaron de la casa.
Ahora vemos que fue ¡reparar en pelillos!
Cosas que carecen de un valor legislativo, tonterías vistas desde el inconsciente humano.
¡Porque las leyes hablan por sí mismas!
Por esto Erica ya no era ella misma, pero un poco después, cuando esas fuerzas la dominaban —y para bien— era “inspiración”.
Al menos, es lo que nos preguntábamos.
Pero ¡no era eso!
Era poseer más sentimiento.
Era obtener sentimientos por medio de otro.
Lo sabe hacer cualquiera.
También me he dejado convencer de que un actor de teatro se hizo dramaturgo por tristeza, por la añoranza de un poco de amor.
Ves, así es como Erica creó.
Casi habría jurado que Franz Liszt estaba allí en persona.
Pero cuando cambió casi de forma bestial, volvimos a sumirnos en el inconsciente y se convirtió en influencia, pero ahora desde fuera, lo cual solo comprendí mucho más tarde, ya de vuelta en el Antiguo Egipto.
Ahora tratábamos con espíritus diabólicos, ¡ella estaba abierta a ello por sus propios sentimientos!
Que un psicópata es capaz de mirar al sol es algo sabido.
Ahora el alma, como personalidad, ha abandonado, ha depuesto la conciencia diurna.
Ese sol ahora ya no pinta nada.
Es esa conciencia diurna, sin embargo, la que reacciona a la fuerte radiación del sol.
Todo esto es uno, y se encuentra en mutua armonía.
Si la personalidad se sale de lo normal, entonces aquella cosa armoniosa se va de esos ojos y les oscurece lo blanco iluminado, y el blanco se hace oscuro.
No puedo decir negro, porque sigue habiendo luz.
Mohamed me dijo una vez:
“He retirado un alma desde aquella oscuridad hacia la luz de la conciencia diurna, simplemente explicándole las leyes para la propia vida.
Cuando esa mujer supo lo que hacía, esa fuerza que se resistía se disolvió ella sola y volvió a la vida normal”.
Entonces ya no debió volver a intentar mirar al sol, las lágrimas le corrían por las mejillas.
Pero un psicópata sí que es capaz de eso.
Debido a que Erica perdió su plena conciencia, igual que Van Stein, Hans, Karel, Van Hoogten, Voltio, Ten Hove también... perdió su conciencia social normal en la que vivimos y ya dejó de ser ella misma.
Pero ¿no lo saben (sabíais) todavía?
Se estrellaron (os estrellasteis), porque no son (sois) capaces de aceptar que el alma despierta, ya en la madre, su conciencia anterior.
Se le obliga a ello.
Esos mismos tejidos, míos y de mi fuerza creadora, ese hatillo insignificante, aun así es capaz de obligar al alma a comenzar una nueva vida.
Los tejidos materiales dominan ahora el alma, la personalidad; luego será la personalidad la que influya de manera predominante en la materia y la que la obligará a aceptar esas leyes.
¡La máscara no sé cuántos se queda patas arriba!
Erica estaba y no estaba.
El impulso correspondiente lo sentía como un fuego, eran llamas.
Sin duda, era fuego que infundía alma, que pensaba poder detener, poder espantar, mediante un estímulo.
Y de hecho lo conseguía; cuando recurrió a su propia voluntad humana, ese fuego interior ya no tenía nada que decir, pero ¡ahora el pequeño René podía quedarse dormido!
¡Prueba de que los seres humanos no usamos nuestra fuerte voluntad!
Pero ¿que si hay una voluntad?
¿Se negaba esa princesita a hacer el mal? ¿A abrir su castillito para una vida de la que no era consciente?
Ahora están a tus pies la voluntad propia, el amor, la personalidad, Dios, la paternidad y maternidad, las leyes del karma y muchas cosas más, y entonces puedes decir: ¡Estoy encima de mí mismo!
Pero ¡todas aquellas cosas divinas viven en mí mismo!
Repasé todo eso un poco para sacar los errores que habían surgido, porque por hoy ya me parecía suficiente.
Mañana continuaré.
Ahora leo:
“Cuando se despierta una flor ¡es como el alma para el ser humano!
La flor posee un espacio, ¡el espacio de ese arbustito!
La flor posee un alma, naturalmente, o no poseería vida.
Lo que no posee vida en el espacio y en la tierra ¡se disuelve!
¡El árbol también!
¡Una brizna de hierba igualmente!
Veas lo que veas en la naturaleza, en esa vida material ves el propio espacio, también la propia entidad.
La flor está arraigada, sale reptando de la tierra hacia arriba y ese es el espacio para esta vida.
Pero ¡un animal tiene más espacio!
Puede andar, puede ladrar cuando ves un perro; tiene un sonido y carácter propios.
Ese mundo también es correcto, pero los seres humanos ¡poseemos el “universo”!
¡Y se hace inconmensurable!
¡Es divino!
¡Lo comprendo! ¡Está todo más claro que el agua!
Cuando viene a nosotros el alma humana —más adelante ya oiremos de nuestro niño prodigio espiritual cómo tiene lugar esa atracción— el alma está en la madre y se produce un proceso igual al que experimenta toda la vida de Dios.
Solo con esta diferencia: nosotros somos seres humanos.
Todos los seres vivientes poseen espacio, tienen un alma, ¡la naturaleza también!
¿No es una maravilla eso?
¡Ahora avanzo cada día!
Pediré a René que espere un poco, cuando haya terminado conmigo mismo podrá poner la torre encima de la universidad y ponerse a jugar a ser el rector.
No creo que salga de estampida a la calle para llegar a tiempo a algún sitio.
René lo calcula todo, ya no da un paso de forma inconsciente, por lo que veo.
¡Y a su portero ni se le ocurre quedarse dormido!
Y ahora ya no te quedas sin diplomas, no hay impotencia, ¡toda tu alma está jubilosa!
Ahora la Madre Naturaleza te canta y sabes, cuando pierdes esta conciencia, que apareces en otro mundo, ¡el que es para tu alma!
¡Tu vida interior!
Y allí estábamos nosotros.
¿Que si empezaba a sentirme infantil?
¡Para nada!
Infantil, ¡porque Cristo nos dio el ejemplo!
¡Esto también es una máscara!
“Que los niños vengan a mí”.
¿No era yo igual que un niño?
Es decir: depón todo tu carácter fanfarrón y te librarás de este mundo material.
René era mayor en ese mundo, porque estaba despertando para su vida anterior.
Si posees esa sensibilidad, si quieres vivir tal como Dios creó las leyes, tu conciencia se hace etérea.
Salgo un momento, mañana seguiré.
Cuando salí me encontré con nuestro muchacho.
Le pregunté si prosperaban sus asuntos, y me dijo:
—Has estado tirando todo el día de mi vida, Frederik.
Es como si te hubieras estado construyendo para mí, te vi.
Aquí tienes el esbozo (—dice).
Es un precioso dibujo, el talento se manifiesta por sí solo, el sentimiento penetra hasta la vida del alma.
Y añade:
—Frederik, ahora puedes hacer preguntas.
Ya estoy preparado.
Y ahora tengo que pedirle que tenga un poco de paciencia conmigo; primero quiero estar listo con el pasado.
Se echa a los brazos de su madre y Anna y es increíblemente cariñoso con todos nosotros.
Aquí ves el ejemplo para la juventud.
Se manifiesta una nueva generación.
Quien lo conozca tiene un amigo y un hermano; detrás de eso vive el maestro.
He cambiado de idea y voy a Elsje y Hans.
Es el propio niño milagroso el que abre, y Hans está holgazaneando.
Elsje se pasea por aquí en una vieja túnica, arrastra la falda por el suelo, el terciopelo negro le queda bien.
Tiene un precioso cuerpo, avanza solemnemente por su castillo, como una joven reina.
Es como María Estuardo, pienso para mis adentros, cuando tuvo que poner su cabecita en el cadalso, solo falta la cruz.
—Vaya, vaya, señor don profesor, ¿qué tal?
—Siéntate, Frederik, me alegro de que hayas venido un rato.
¿Qué haces?
—Estoy con el cuaderno de bitácora.
Elsje aún no sabe eso y pregunta:
—¿Qué es eso, padrecito?
Me llama “padrecito”, igual que Erica, cuando me llega hasta el corazón.
Pero Hans dice:
—Frederik lleva un cuaderno de bitácora, cariño.
Describe diversas cosas de la gente con la que trata.
Mejor cuida lo que hagas, o aparecerás también.
¿No es así, compadre?
—¿Quieres llamar a Frederik “compadre”? —Me ayuda Elsje—.
Son (sois) tal para cual.
Ves, eso a Hans no le gusta oírlo, pero así es.
Elsje quiere saber ahora más del cuaderno.
Pregunta:
—Vamos, padrecito, cuenta.
¿Puedo saberlo?
—¿Quién va a poder negarte nada, majestad, María Estuardo?
—¿Cómo la llamas, Frederik? —Quiere saber Hans.
—¿Nunca viste ese drama, Hans?
Pues va siendo hora.
Yo al menos diez veces.
Elsje es como ella.
Cuando veas la obra verás que tienes una reina.
Pero Elsje no se detiene, quiere saber más sobre el cuaderno.
—Venga, padrecito, cuéntame algo.
O voy a ver a Erica.
—El cuaderno de bitácora, cariño, va a ofrecer una descripción de unas personas que hacen un largo viaje.
Ya llevamos innumerables años de viaje y han pasado bastantes cosas.
Hemos vivido tormentas, atravesado junglas, hemos luchado con los animales salvajes, por el camino encima nos hemos vuelto medio locos, hemos conocido clínicas para personas dementes y catedráticos que no sabían qué hacer con sus enfermos.
Hicimos rutas por el desierto, visitamos el Antiguo Egipto, accedimos a templos y pequeños castillos reales, en resumen: vivimos cosas desgraciadas y felices.
Y eso, pues, es el cuaderno de bitácora.
También tu marido erudito es parte de ello.
Sin problema, vete a Erica, te puede contar un montón de cosas de eso.
¡Yo no tengo tanta labia...!
Elsje, ni corta ni perezosa, se marcha.
Estamos solos y nos damos la buena vida.
—Elsje es así, Frederik.
¿La entiendes tú a esta criatura?
¿Viste el aspecto que tenía?
¡Esas cosas las hace ella misma!
Puede comprarse lo que quiera, pero esas preciosas túnicas que ves las hace ella misma y dice que nadie se lo ha enseñado.
Artista para todo.
Más feliz no puedo estar, aunque he de decir que me da miedo el futuro.
—¿Cómo dices?
¿Tienes miedo?
—Pues mira esta reina como es, Frederik.
Te vas con ella a cualquier parte y llama la atención.
Le sobran admiradores, si quieres que te diga lo que pienso.
Pero Elsje no es ninguna Hansi.
Todos los días me pregunto a qué debo esto.
Es una felicidad que se te escapa de las manos, aunque sea tu esposa.
Cuando la mira así un poco me entra la sensación, Frederik, como si me la hubieran prestado por un tiempo.
Quizá eso te parezca ridículo, pero así es como lo siento.
Es demasiado bonito para ser verdad.
Conmigo siempre es así, cuando poseo algo a lo que me siento unido en cuerpo y alma vuelvo a perderlo.
Pero ¡ay de quien se atreva a hacerle daño a esta vida, tendrá que vérselas conmigo!
—Y, claro, entonces te cargas a alguien así.
—Que me lo cargo, Frederik, a ese tipo lo cuelgo con mis propias manos.
Te da risa, ¿verdad?, pero algo así no es para vivirlo dos veces.
Me haría demasiado osado.
Me entran pensamientos extraños.
A veces salgo volando a casa, sin más.
Lo dejo todo, aunque me tocara una operación, no creo que pudiera controlarme —claro, te parece infantil—, tanto tira de mí este ser.
Y cuando estoy aquí me arrepiento.
¿Qué pensará?
Ayer me dice:
“Haces como si no confiaras en mí, Hans.
Uf, no me gusta nada.
¿Por qué no tienes confianza en mí?”.
¿Entiendes, Frederik? Entonces no sabes qué hacer y te sientes apaleado.
Ya sé: si esas cosas tienen que ocurrir, no hay manera de pararlas.
Pero me costaría la vida.
—¿Por qué no te sacudes esos pensamientos, Hans?
—Ojalá pudiera hacerlo, hago lo que puedo, pero no lo consigo.
Sueño con eso, Frederik, con que me la quitan.
Por las noches salgo como un energúmeno de la cama y entonces veo fantasmas.
Creo que estoy enamorado hasta las orejas.
Lo que más me gustaría es estar con ella en una isla.
Entonces sabría que es mía, pero ni así me fiaría todavía.
Creo que entonces me daría miedo que tarde o temprano saliera una sirena masculina del agua para llevársela a rastras.
Desde luego que para ti, Frederik, vale la pena darle algunas vueltas a esto.
¿Es algo para el cuaderno de bitácora?
—No conviertas las leyes sagradas en payasadas, Hans.
—Ya quisiera poder, estimado Frederik, pero para mí es una pesadilla.
Ya ves, las cosas nunca están bien, nunca puedes estar feliz por una vez, siempre hay algo.
Puedo considerarme un hombre afortunado.
¡Lo tengo todo!
Y aun así, ya no me fío de mí mismo.
Me gustaría meter a Elsje en una caja fuerte.
No sé de dónde me viene, Frederik, pero el sentimiento está ahí.
Lo busco, pero no sé dónde podré encontrar esa pastillita.
Créeme, si lo supiera le torcería ahora mismo el cuello a esta vida, para buscarme paz y felicidad.
—Y eso lo dices así sin más.
—Ya sé, Frederik, que todavía albergo un asesino en mi interior.
Sería capaz de cometer un asesinato.
Me conozco.
¡Y no soy como tú!
Para muchas cosas no soy más que un pobre diablo.
Demasiado bien lo sé.
Y ahora aparecen fenómenos.
Estoy empezando a comprender a Erica, y a René.
Sí, sí, otra vez crees que estoy majareta, pero en el fondo empezó cuando el pequeño René hizo este espléndido retrato para nosotros.
Miro a este ser durante horas, pero es que no lo conozco.
¡Míralo tú!
¿Qué ves en este retrato?
¿Qué te dice, Frederik?
Es un milagro.
René me parece un hacha, en serio, sé cómo esa vida se ha vencido a sí misma.
No es por ahí por donde quiero ir, ¡que Dios me libre!
Pero cuando me meto en este retrato, Frederik, cuando sigo el aura que irradia la vida de esta alma me dice: ¡Esto no lo vas a conservar!
Esto es demasiado bonito para ti.
Tarde o temprano habrás perdido esta vida.
Y así me encuentro postrado a los pies de esta criatura y me comporto como un loco.
Ya casi no aguanta más.
Creo que soy demasiado bueno, pero ¿qué vas a hacer a mi edad?
Imagínate esto, Frederik, por favor.
¿Con una criatura que hace de tu hermana y compañera, que es buena, cariñosa, que te da un amor del que no me harto nunca, que es mujer en el sentido más elevado de todos, una artista en todo, tanto que puede ser una reina en tu vida?
Me dan ganas de llorar cuando pienso en este ser.
Quiero hacer de felpudo, de lo que sea, para tener esa seguridad: esta alma es tuya para el resto de esta vida.
Estoy dispuesto a pagar cincuenta mil florines si tuviera esa seguridad, Frederik, así de doloroso es este sentimiento y mi deseo.
¿Que si es extraño?
Creo que todavía no me conoces, Frederik.
¿Sabes lo que significa para mí una mujer?
Cuando era joven, Frederik, y el viento hacía que me rozaran unas faldas... ya temblaba.
Las mujeres me parecían algo tan sagrado, tan asombrosas y sobrenaturales que me decía: si algún día eliges, si te encuentras ante tu decisión, entonces has de saber lo que haces, no metas la pata, porque eso te parte.
Todavía no sé cómo he superado lo que viví con Hansi.
Eso, Frederik, es lo que me daba tanto miedo para casarme, por eso pasó tanto tiempo antes de que pudiera tomar una decisión.
Tenía miedo, miedo al engaño, al dolor, a la miseria, que cayera en la trampa de todo aquello que es lo más importante en esta vida.
De verdad, ¡los dolores que he tenido que aceptar!
—Y ahora que lo posees lo vuelves a echar a perder así.
Porque esto no va bien, Hans.
—Demasiado lo sé.
Creo distancias entre nosotros.
Pero ¿no te digo que lucho contra eso? Sin embargo, no sirve.
No logro desprenderme de estos sentimientos.
En esto soy un psicópata, Frederik.
Me persigue, esté donde esté, me lo encuentro de frente.
Lo que más me gustaría es abrazarla hasta dejarla bien muerta, solo entonces tendré descanso.
¿Lo puedes creer?
—¿Tan grave es?
—Tan grave, preguntas: ¡es una enfermedad mía, para mí!
Es espantoso, da miedo, jamás había conocido algo así.
Ya quise hablar antes contigo.
Cuando entraste hace un rato pensé: ‘Qué bien, ahora me relajaré, ahora sí que podré hablar, ya no sé en qué punto me encuentro.
Pero ¿qué piensas?
¿Es ridículo?
—Una cosa, Hans: lo que tú quieres ¿se sintoniza con la paz y tranquilidad en casa?
—¿Qué si no?
Ya digo que vuelvo a casa volando y entonces he de reconocer que Elsje se me queda mirando, o estoy mal.
Le hago daño... lo sé, pero lo llevo en la sangre, ya vive en mi corazón, no me deja dormir, estoy alterado, si quieres que te lo diga.
Al querer responderle tenemos a René delante de nuestras narices.

—Vaya, vaya —le sale a Hans— ¿a qué debemos esto?
—Mamá pregunta si vienes a comer a casa.
René mira a Hans.
Son ojos que conocen el cielo y la tierra, de lo cual Hans aún no ve lo universal.
Hans se queda escrutando al artista.
No son más que segundos, en los que se tocan, sondean, palpan, y entonces Hans dice:
—Una idea maravillosa, René, vamos enseguida.
René contempla su propia creación.
Eso también toma su tiempo.
Hans lo sigue.
Yo también.
Casi me da un patatús, tiemblo, vuelvo a estremecerme, el corazón me late en la garganta.
Pero el chico, que es como un niño, me salva cuando dice:
—Creo, Hans, que puedes dar gracias al cielo y a la tierra por esta gracia.
Sabes, los seres humanos no comprendemos semejantes regalos.
Cuando Dios te da algo quedas de golpe perturbado porque piensas que mañana ya te privarán de ello.
A Hans casi se le caen los ojos de los cuencas.
Su docta cabezota da una vuelta de campana... ¡para él estas palabras son el tribunal de Gólgota!
No sabe a qué asirse, pero René añade:
—¿No tienes miedo, Hans, de perder esto?
¿Por la muerte, por ejemplo?
Siento tus impulsos, siento tu miedo, Hans.
Es que tú eres así, como todos los psicólogos.
Cuando deseas mucho conservar algo hay que darle libertad.
Hay que saber desprenderse de aquello por lo que sientes un fuerte deseo y que no quieres perder por nada en el mundo, es la resistencia natural para la vida.
¡Solo entonces lo conservarás!
¡Algo que enciendas tú mismo no hace falta que lo haga otro por ti!
Cuando eso prende fuego, Hans, te parte el corazón, y ya puedes olvidarte de apagarlo.
¿No lo ves así?
Me quedo mirando a René.
Hans sonríe, pero es la risita de un perro apaleado.
René añade:
—Hasta dentro de un rato, pues, ¿vendrás pronto, Frederik?
Adiós, Hans.
El maestro se fue.
Hans dice:
—¿Qué le ha pasado a ese muchacho, Frederik?
Dime, ¿qué le ha pasado a René?
—¡Ya, basta ya!
Hay que conservar la calma cuando la gente te dice la verdad.
¿Que lo que ha pasado con nuestro loco, me preguntas?
Eso ya lo vivirás más adelante.
¿Te olvidaste de tu apuesta?
Lo que te puedo decir es que gané, Hans.
Ya te habrías perdido tus cincuenta mil, te podría haber dejado pobre como las ratas.
Esta vida loca ha despertado.
Cómo me gustaría saber lo que veía en ella.
Pero ya lo ves: aquello sobre lo que cavilas lo recibes en tu casa, así como así, como un regalo.
¿Es verdad esto?
Tú mismo creas miseria.
René ve tu regalo divino, le tiene respeto.
Pero absorbe todo de tu vida.
¿No hemos hablado en el pasado sobre cómo se influye?
¿No sabemos que existe la telepatía innata?
¿No te brindaron estas pruebas tus enfermos?
Pues, aquí tenías un ejemplo.
René es hipersensible.
Más adelante te retaremos a entablar una lucha honesta.
—¿Qué quieres?
—Te retamos a una lucha científica espiritual, Hans.
—No irás en serio.
—Estoy hablando con una sagrada seriedad.
Así es como me lo imagino:
puede tener lugar aquí, en tu casa.
Recurriremos a todas las facultades.
Tú, tus colegas, el astrónomo, sin olvidarnos del teólogo, todas las facultades espirituales se reunirán aquí y podrán hacer sus preguntas.
—¿Te has vuelto loco?
—Estoy igual de mal de la cabeza que entonces, durante esos días en tu clínica.
Hablo con sagrada seriedad, Hans.
Y solo entonces podrás preguntarme lo que ha pasado con René.
—Pero ¿qué me dices, Frederik?
—¿Ves? Así son ustedes (sois vosotros) —dice René—, pero así eres tú también.
Nunca adquieren (adquirís) una base en su (vuestro) pensamiento.
Te avisaremos, Hans.
Igual pasa otro año más, pero llegar, llegará.
Y entonces viviremos leyes sobrenaturales, será una fiesta cósmica, pero aún no lo comentes.
Primero necesito tener mis cosas listas, yo mismo tengo que estar preparado para ello.
Pero ¡son milagros!
Te quedarás boquiabierto, Hans.
Mira lo que te digo: esto tiene aún más importancia que tu Elsje.
Incluso más que cien mil Elsjes juntas.
—Pero, en realidad ¿qué quieres, Frederik?
—Librar una batalla a vida o muerte con tu ciencia.
Sigo construyendo todavía, Hans.
Puedo decirte: ¡Hemos llegado!
—No lo dirás en serio, ¿no?
—¡Hemos llegado, Hans!
¡Llegué yo y también llegó René!
—No lo creo, Frederik.
—Vaya, no te lo crees.
Pero entonces ¿qué significa para ti la charla de hace un rato?
—Pues..., no lo sé.
—Yo sí, Hans.
René vino aquí y absorbe todo en su interior.
¡Se está haciendo como tú!
Eso lo conozco.
¡Ya recibí hace mucho mis pruebas!
Karel y Erica aún no lo ven, porque la vida de él todavía está creando orden.
Pero te digo: vivirás grandes milagros.
Vivirás algo que te dejará tan estupefacto que podrá cambiar toda tu vida.
René es un maestro.
—No me hagas reír, Frederik, ahora no te pongas a exagerar.
—Te lo juro, Hans, me resulta de una sagrada seriedad.
—Eso lo tendrán que saber Karel y Erica, ¿no?
—Si haces eso, ya no volveré aquí nunca más.
—¿Por qué no pueden saberlo?
—Porque interferirían.
—¿Así que es un favor que yo lo sepa?
—Eres el primero a quien le he contado algo de esto.

—¡Incluso...!
—Incluso... ¿qué?
—¡Nada...!
—Tonterías.

—Ahora confiesa, Frederik.
—Más tarde, Hans, más tarde...!
Entonces lo sabrás todo.
—¿Tienes secretos, Frederik?
—Eso no exactamente, tiene que ver con nuestra lucha.
—Anda, nos vamos.
Te prometo que no se lo comentaré a nadie.
Pero no te olvides, Frederik, de que soy crítico.
—Puedes serlo cuanto quieras.
Ya te pasaremos la factura.
Recibirás las pruebas.
Esto es imparable.
—¿Cómo quieres hacerlo, Frederik?
¿Tengo que aceptar que René nos quiere aplastar?
—Te aclarará todas las leyes de los dementes, Hans.
También las del universo.
En el fondo, las de todo, ¡es omnisciente!
Hans se troncha de la risa.
Me lo había imaginado, pero ahora juego el juego hasta el final, para que se pueda preparar.
Pero también lo hago por otras cuestiones.
Ahora puede sintonizar con esto.
Entonces Elsje irá a parar a un segundo plano.
Ayudar, ayuda; lo hice, se lo dije, para ayudarlo.
—Otra vez te estás riendo, Hans, pero ahora te aviso.
No te rías demasiado.
No te rías de cosas de las que no entiendes nada.
Ya no nos conoces.
Tu vida estaba detenida, ¡la mía ha despertado!
—¿Lo dices en serio, Frederik?
—Así como hay un Dios de amor.
—Pero eso no lo sabes..., para ti también es un gran misterio.
—Ya hemos llegado a ese punto, Hans.
También eso se nos concedió conocerlo por medio de nuestro loco.
—Imposible.
—Y eso va a ser tu desgracia.
Nunca eres capaz de aceptar nada.
Nunca eres capaz de saltar algunas partes con el corazón y alma.
Eso es muy bueno, pero a veces es necesario.
Te vuelvo a decir...: luego te retaremos a entablar esta lucha.
Será una fiesta.
Hans: Erica y Karel, todos nosotros viviremos milagros.
¡Acéptalo!
—¿No es entonces mejor que avises también a Erica y Karel?
—Lo voy a pensar.
Lo hablaré con René.
Pero creo que será mejor que esperemos un poco.
Si pasa otro año más va a ser una presión para él.
Y eso no tiene que ser así.
No, ya lo sé: estás esperando.
Te di este detalle, pero ahora hay que esperar.
Piénsatelo, Hans.
Ahora tienes que confiar en mí, ya no voy a dedicarme a las diversiones, la vida me es demasiado seria.
Sé lo que hago y lo que podemos hacer.
—Pero ¿cómo ha sido eso, así, de pronto?
—¿De pronto, preguntas?
Cuando Erica vivió sus primeros fenómenos, Hans, cuando René aún vivía en ella: ya entonces empezó.
—O sea, ¿que sí?
—Ya no es un loco, Hans, ¡es un niño prodigio espiritual...!
—No lo sé..., y tampoco me lo puedes tomar a mal.
Pero aguardaré.
—Dale unas vueltas, Hans.
Imagínate por un momento semejante estado.
Todos nosotros a su alrededor, ustedes hacen (vosotros hacéis) preguntas.
—Y ¿puedes hacerle preguntas?
—¡Ahora estás recibiendo respuestas a todas tus preguntas, Hans!
—Imposible..., Frederik.
—¡Sí que es posible, Hans!
Piénsalo y deja que se te vayan las demás tonterías.
Así volverás a tener una vida tranquila.
Tú, como erudito, ¡eres capaz!
O te harás como Franciscanus.
Y eso sería terrible.
Pero eso va contigo.
—Vaya, ¿eso piensas?
Antes prefiero suicidarme.
—Oye, Hans, eso no lo hagas, esas leyes también te las aclarará nuestro pequeño René.
—No me lo dirás en serio, Frederik.
—¡Pues entonces que por hoy te den los “drudels”!
¿Así mejor?
Entramos.
Elsje está tocando, Erica canta.
También está Karel.
Nos sentamos y escuchamos.
René no está.
Anna está atrás.
Ahora estamos disfrutando.
Karel, también, luego ya no tendremos que ir al teatro.
¡Es precioso!
Es un deleite.
Erica tiene una hermosa voz, roza el alto, pero está a medio camino.
O sea, una marcada soprano.
Ahora pienso en el Liebestraum de Franz.
También entonces era maravilloso, ahora todo es diferente.
Y entonces sigo a Hans.
Constato que ya no es él mismo.
¡Lo persigue una idea fija!
No quiero ni pensarlo.
¿Lo ven Karel y Erica como normal y corriente?
¿No lo ve nadie?
¿Solo lo sabemos René y yo?
Las mujeres están listas... aplaudimos.
Después hay una copa antes de la cena y conversamos sobre arte.
Elsje tiene la apariencia de una reina.
Erica dice:
—Oye, Frederik, mira mi hermana.
Es María Estuardo, igualita.
—¿Qué te dije, Hans?
Aquí están las pruebas.
A Elsje no le molesta.
La criatura se lo toma como si la cosa no fuera con ella.
Disfrutamos de su personalidad.
Un poco después estamos todos juntos en la mesa.
René está callado.
Piensa.
Hans hierve por dentro, siento que es incapaz de disimular.
Envío mis pensamientos a René, que está enfrente de mí, a la derecha.
Se nos cruzan las miradas en un fogonazo.
Creo que he dado en el blanco.
La diana ya aletea y la vida correspondiente dice:
—¿Por qué llevas estas túnicas, Elsje?
Hans se queda estupefacto.
Yo sé por qué hace René esta pregunta.
“Algo que se vive intensamente”, me dijo Mohamed, “ya verás, eso lo vivirás con él más de una vez, él lo absorbe así como así, igual que nosotros”.
Otras personas también son capaces de eso, pero están divididas y entonces solo llegan a tu vida unas pocas corrientes de pensamientos.
Son como un soplo a través de tu alma: entonces la personalidad no las puede sentir o captar con nitidez.
Pero cuando hay pensamientos nítidamente sintonizados en una vida los adoptamos, y noventa y nueve de cada cien, Frederik, siguen la correspondiente conversación.
Ahora que René hace esta pregunta ya siento el final.
Esta noche hablaremos de este matrimonio.
Y Elsje, como una reina, participará en ello o callará por ello.
Ojalá que esto no vaya mal, porque Hans está visiblemente desquiciado.
Elsje le mira a René a los ojos.
Todos nosotros estamos completamente fuera de juego.
Ya no significamos nada.
La presencia de Hans es como la de un abuelo.
Sorbe la sopa.
Karel observa su mozo hecho y derecho, pero es Erica la que tiene que responder.
—Pues, ¿para qué va a ser? Para vestirte, ¿no, Elsje?
Es una mala respuesta.
No va a la esencia.
René está otra vez callado, aun así dice:
—¿Lo haces por ti misma?
Quiero decir: ¿te surgen esos deseos sin más?
Lo pregunto desde el punto de vista del pintor, desde ese mundo, porque me parece un vestido de primera.
Realmente una cosa para hacer un gran retrato.
¿Me das permiso?
Hans se queda mirando.
¿Me das permiso?
Pues, ¿por qué no?
A los artistas hay que concederles que echen un vistazo.
Dice:
—¿Podrás convertirlo en algo especial, René?
Aunque seas joven, talento tienes.
Sería un honor para mí.
¿Lo harás, cariño?
Naturalmente, ¿cuándo desea empezar el maestro?
—Solo cuando esté terminado el retrato mío... —añade Erica.
—¿Uno tuyo también? —pregunta Karel—.
Y luego yo mismo, hijito mío, solo falta tu padre.
—Si te pones un vestido tan bonito de esos, madre, empiezo mañana.
Claro, aún me falta.
Pero menudas modelos estas, ¿verdad?
¿Me permites, Hans?
—Por supuesto que tienes permiso, adelante.
De esta manera voy a llenar toda mi casa.
Me parece estupendo.
Pero es mentira, según sé.
Hans ya estaba asustado.
René lo sabe.
Aquí están en juego fuerzas que aún no conocemos.
Es posible que yo vea más de lo que hay, pero bajo mi corazón siento los latidos.
Conectar a Elsje con René es peligroso.
Creo en lo que me ha dicho, no quiere otras cosas.
No desea otra cosa.
¡Pero!
Pienso que vivimos en leyes en las que ninguno de nosotros puede cambiar nada.
Hay una fuerza que nos obliga a ciertas cosas.
Hans teme perder su felicidad, quizá nosotros estemos ayudando a que eso tenga lugar.
O, dicho y pensado de otra manera: estas cosas son infalibles.
Estas leyes se te echan encima.
Antes de que uno empiece con esta vida, estas leyes ya se le envían a uno, o ya le fueron enviadas.
¿Casualidades?
No lo creo.
¡Hans se me hace infantil!
¿Y qué problema hay si un joven artista quiere hacer un retrato?
¡Ninguno!
A Karel también le parece bien, come con gusto, bebe sus copitas de vino, fuma su purito, aquí no pasa nada.
Hablamos del retrato.
René coloca a Elsje sobre su trono.

—Madre mía —dice Hans—, ahora lo veo yo también.
Es María Estuardo.
Tú tranquilo, tú haz tu retrato y me lo cuelgas aquí, en mi casa, René, tú haznos felices, claro que sí.

René hace un esbozo de Elsje.
Es asombrosamente acertado.
Cuánto talento posee esta vida.
Mira cómo se parece.
Hans ha de reconocer que esto es arte.
Tan joven todavía.
Se lo pregunta a René.
Va a cumplir dentro de poco veintidós.
Cae mal a los artistas mayores, pero eso se entiende.
Este chico recibe todo a cambio de nada.
Los dones se alojan aquí en el corazón de un muchacho.
Elsje está allí como si en cualquier momento se fuera a bajar de su trono, pero no hay una corona.
En este terciopelo es como la jungla.
Esto ya no es una máscara, lo atraviesas con la mirada.
Erica se muestra sorprendida.
No para de mirar, piensa.
Sé en qué es lo que piensa.
Sé qué es lo que siente, y ¡también sé que se considera ruin!
Pero ¿qué vas a hacer como madre?
Una vez más, es leña a este fuego invisible.
Cómo arderá luego.
Es atizar un fuego invisible, del que forman parte estos pensamientos y sentimientos.
Es una verdad como una catedral, pero habrá víctimas.

—Vaya, pfff... —digo, me molesto tanto que las palabras me salen una tras otra.
Todos me miran.
Solo René no, él sigue.

—¿Qué significan “vaya” y “pfff”? —pregunta Erica.
Digo: el arte de todos esos pobres diablos.
Esto al menos se parece.
Ya ves lo que ha aprendido tu hijo de viaje.
He de reconocer que ha valido la pena.

René ya lleva una hora y trabaja en nuestra presencia.
De pronto se detiene y sube corriendo.
Instantes después ya está de vuelta y dice a Erica:
—Vamos, mamá, siéntate.
Quiero pintarte.
Primero un pequeño esbozo.
Erica se sienta.
No toma mucho tiempo, solo media hora y el fondo esquemático ya está.
Eso lo va a trabajar más en detalle sobre la tela.
Ya se fue.
Ahora hablamos de arte, sobre las hermosas túnicas de Elsje, de René.
Karel dice:
—¿Alguna vez pudiste soñar esto, Hans?
¿Te habías esperado esto?
Mi hijo.
Sigo sin creérmelo, pero lo tengo delante de la cara.
No puedes negarlo.
Menudo muchacho en que se va a convertir, ahora lo creo.
Pobre Frederik, cómo te hemos maltratado.
¿O sigue el señor catedrático sin darle ese honor?
¡Yo sí, Hans!
Frederik va a tener razón en todo.
Estoy aprendiendo de mi hijo.
¿No te lo crees?
Ahora empiezo a verlo.
Creo que he nacido para esto.
Frederik desde luego no lo cree, pero estoy viendo cambiar algo en mí.
Sí, Elsje, todo eso lo tendrías que haber vivido.
Yo soy el fogonero.
Yo alimento la mole.
Hans es un polizón..., ¿no es así, Frederik?
Pero tú eres nuestra huésped, Elsje.
¿Te vienes con nosotros?
Estamos cerca de la costa de Florida.
¿No es así, Frederik?
Allí nos quedaremos algún tiempo para descansar.
Y así René podrá hacer unos cuadros orientales, quiero decir: meridionales.
Cocoteros y mares del Pacífico.
¿Dónde están las piezas de tu viaje, Frederik?
René llega justo cuando Karel lo pregunta.
Muestra a Hans y Elsje sus cosas nuevas.
La pirámide, Lúxor, ruinas, desiertos, la esfinge, el Nilo, Viena, una calleja en Berlín, un trocito de Budapest.
Y ¿esto es?
¿Qué es?
¿Quién lo sabe?
¡Un simbolismo!
Encima del Antiguo Egipto, en la oscuridad de la noche, una figura en el espacio.

—La diosa de Isis —dice René—, vela por vuestras vida.

La carpeta se cierra y nos dice buenas noches.
Se las pira.
Creo que Hans piensa: ‘Muy bien’.
Se queda tranquilo.
No logra detener sus pensamientos, a él lo siento.
De la parte de René no siente miedo, aunque eso le ha llegado al ser pintada Elsje.
Lo puedes ver en todo, René solo reacciona ante el arte.
La noche se ha quedado de maravilla; gracias a Dios lo intuí mal, hemos hablado poco de este matrimonio.
Pero, claro, es que las radiaciones que yo sentía se han roto.
Esos pensamientos subterráneos han buscado su propio camino.
Espero que no regresen.
Sentía cómo se pensaba.
Lo veía.
Entré al trapo.
Y me entregué por completo.
¡Es extraño, ahora ya no está y Hans es diferente!
Se ha roto un poquito el hielo.
Hubo apaciguamiento en su lugar.
Son sentimientos asombrosos si no fuera porque son tan penetrantes.
Hay gente a quien le destrozan y hay a quienes les hacen felices.
¿Qué es?
¿Por qué se nos ha juntado?
Hans y Elsje se van, nosotros llegaremos allí la semana que viene.
Hans está animado y cuida de su reina.
—¡Hay que ver ese Hans! —se le escapa a Karel—.
Está encima de Elsje como una gallina encima de los huevos.
¿Tú entiendes a un tipo así, Frederik?
—Lo entiendo, Karel.
Igual hasta le da un patatús algún día.
—¿Quieres que te diga algo?
A Hans le falta un tornillo.
¿Te crees que estoy loco?
¿Es normal esto?
Estoy convencido de estar en lo cierto, no puedo equivocarme, está más claro que el agua.
—¿Qué está más claro que el agua, Karel? —Quiere saber Erica.
—Que Hans se está haciendo infantil por su tesoro.
Es ridículo.
¿Quién tiene que quitarle esta vida?
Elsje no es una Hansi.
¿Es que no ves que Hans es diabólico?
¿O tienes telarañas en los ojos?
Pero eso no lo creo.
Una sola cosa: Erica, no entres al trapo o habrá líos.
Esto ya no es normal.
¿Tengo razón, Frederik?
—Pues claro.
Hace un momento, cuando estuve con él, fue él quien sacó el asunto.
Es pavor de perder a Elsje.
Y eso es peligroso a esta edad.
Se van a convertir en esfinges, si quieres saber lo que pienso.
Lo tiene andando de la ceca a la meca.
Lo verás en casa a las horas más disparatadas.
Él mismo dice que lo lleva a cuestas día y noche.
Lo espolea para ir a casa.
Claro, a Elsje se le hace horrible.
Pero René le dio una buena paliza.
—¿Qué dijo el chico, Frederik?
Cuento a Erica lo que le dijo René.

—Pero, hay que ver qué chico, Karel, ¡mira con qué precisión acierta lo que le pasa alguien!
¿Lo sabías, Karel?
—Yo no, pero creo entender algo de todo esto.
Tenemos que impedir que siga eso de pintar cuadros, me parece.
Nunca se sabe.
—No lo hagas, Karel, a René no le interesa Elsje.
—¿Qué dices, Frederik?
¿Qué a René no le interesa Elsje?
¿Quieres escamotear las cosas?
—Eso no, pero él lo dice.
—Un peligro de primera, yo también tendría miedo si tuviera semejante criatura, y entrara y saliera tanto joven de casa.
Pero, bueno, ¿qué se le va a hacer?
No querrás irte a vivir a una isla, ¿no?
—Los pensamientos de Hans, textualmente, Karel.
A él le gustaría eso.
Pero ¡luego está el miedo por una sirena en forma de hombre!
—Qué bueno, este sí que es bueno, llevaba mucho tiempo sin oír un chiste así.
Hay que ver con ese Hans.
La de paja que se mete semejante señor catedrático en la cabeza.
No consigue partirme de la risa, pero troncharme, sí.
¿Envidia?
—Como no he visto nunca antes, Karel.
Y peligrosa, además.
—¿Tú crees?
—No lo dudes, esto es peligroso.
—¿Qué tenemos que hacer, Frederik?
—¿Lo que tenemos que hacer, Erica?
No lo sé.
No podemos hacer nada.
—Qué desagradable, ¿no?
—¿Desagradable?
¿Así es como lo llamas?
Son bobadas.
Deja que Hans haga como quiera.
Si René se atreviera a tocar a Elsje, le retuerzo el pescuezo.
Pero no es eso.
Hans no sabe qué hacer con él mismo.
Allí, claro, ha sucedido algo que nosotros desconocemos.
No sospecho de nadie, de Elsje aún menos, ya no me fiaría de mí mismo.
¡Ay, este Hans!
—Pero ¿qué es lo que quiere entonces, Frederik?
—¿Que lo que quiere, Erica?
Poner a Elsje en un altar de oro.
Nada más.
Pero se ha vuelto majareta.
Es lo que suele pasar con estos tipos.
Se pierden en la felicidad y ellos mismos la convierten en un circo.
Yo voy un poco más suave y no me enrollo, entonces estás seguro de ti mismo.
Que sea lo que Dios quiera, no vayas en busca de espejismos, solo te estrellas.
Me voy a dormir.
Y ¡que sueñes muy feliz!
Todavía anoto:
“A Hans le va fatal.
No es un asunto baladí.
Elsje es como un angelito de blanco.
Y Hans, que ha vivido un cielo, quiere tener también a Nuestro Señor.
Pero ¡es que eso es imposible!
¡De todas formas estoy preocupado!
¿Qué es lo que quiere en el fondo?
¿Meternos en un lío en el que se está metiendo él mismo?
Pero ¡tengo miedo, Hans!
De verdad, ¡te tengo miedo!
Todavía no lo sé, pero...
¿Cómo que ‘pero’?
¿Crees que se te pueden dar las cosas masticadas?
¿Crees acaso que los seres humanos ponemos la felicidad en bandeja a los demás?
¡Yo no!
Yo no creo en eso, porque todavía no lo he vivido.
¿Si quieres ver tu propia felicidad?”.
Me contradigo...: eso me cruza los labios aún y también lo consigno.
¡He sentido pensamientos en mi interior que se sintonizan ellos mismos con la doblez!
Y eso es terrible.
Pero ¿por qué?
¿Porque espero algo?
¿Y esa cosa vive en otra parte?
¡Voy a dormir!
La mañana siguiente continúo con el cuaderno de bitácora.
Veo que René ha estado trabajando hasta tarde en sus bocetos.
Elsje tiene un parecido asombroso y a Erica la ha quitado diez años.
¿De dónde saca todas estas cosas?
Yo lo sé.
Podemos estar contentos, se está manifestando un joven talento.
Anoto en el cuaderno de bitácora:
“Lo que sentí y vi ayer me fue enviado.
¿Se le enviarán también a Hans sus pensamientos?
Entonces va a ser miseria y una charla, pero ese juego lo odio con todo mi ser.
No me gusta jugar a las cartas.
Lo entrego”.

Leo:
“Cuando Erica estaba de entre tres y cuatro meses sus fenómenos habían desaparecido, o eran diferentes, por lo que no los veíamos.
Entonces dije: ‘Habrá otro empuje, pues, los sistemas materiales adquieren ahora un significado’.
Y estaba tranquila.
Más tarde se añadieron otros fenómenos, tocaba el piano como nunca más la volveré a oír hacerlo.
‘¿Era inspiración?’, me preguntaba.
Decía: ‘No lo sé’.
No sé lo que es la inspiración, pero también esa máscara cayó hace mucho.
¡Ahora sabemos lo que es inspiración!
René dice que si no eres capaz de darte al cien por cien, nunca podrás vivir una verdadera inspiración.
Primero te tienes que agotar del todo.
Eso quiere decir, por lo tanto, que esto lo siente.
Que siente y comprende a Van Gogh, creo.
La inspiración es recepción espiritual.
Ahora, para René y Mohamed, estás en contacto con mundos sobrenaturales, ¡con espíritus!
Personas desvinculadas de los sistemas materiales.
Es lo que dicen, pero ¿cuándo recibiremos las pruebas de eso?
Falta mucho para que caiga esta máscara.
Así que continúo.
Cuando nació René —porque después ya no pasó nada especial— nos encontramos ante otras máscaras.
La cabeza demasiado grande.
Erica, desquiciada, llovía.
Creo que eran los entuertos para el alma.
¡Todo ese tiempo había sido una con su hijo!
Ya lo supongo y es el influir durante el embarazo.
Lo que René le dio, lo que la hizo vivir, no se lo pudo quitar de encima de repente, tenía que someterse a ello.
Y eso es lo que ocurrió.
Entonces hablé con ella y me la llevé a hacer este viaje, que aún no ha llegado a su fin.
Sí a los estadios de la jungla, no a la llegada a casa, porque también ahora vivimos cada vez algo de ese viaje, nuestro recorrido, que atravesó infiernos y cielos.
La cabeza de René fue cambiando.
Ahora pienso: una incidencia material demasiado grande.
Este tejido estaba ante la deformación, pero no llegó hasta ese punto.
Después de tres meses ya se veía cómo cambiaba esta cabeza.
O sea, un empuje material con un trasfondo espiritual.
No se pueden ver complejos.
Los médicos no sabían lo que era, nosotros tampoco.
Aun así, tenía yo mis sentimientos al respecto.
Eran, como ya dije: deformación espiritual, pero ¡hasta allí no llegó la cosa!
Y entonces empezamos el viaje.
Erica se recuperó.
René empezó a presentar fenómenos.
Hacía borrones con los excrementos, los convertía en dibujos.
Así vemos que ya en esa época se manifestaban esos sentimientos.
Ahora se ha convertido en arte.
Después llegaron las notitas.
Y mis sueños.
A esas notitas no puedo responder.
Espero tener la respuesta lo antes posible.
Su partida a la clínica ya la conocemos.
Predominaba la vida interior.
Restan: mis sueños, mi disolución fuera de este mundo.
Así es como entré en contacto con él.
Esto ya empezó cuando René estaba en la cunita, ya se estaba desprendiendo de los sistemas materiales.
Su vida de siglos atrás como yogui o mago estaba despertando para su personalidad.
Lo que yo vivía como un sueño, para él era una ley oculta.
Yo me hacía más etéreo, pero por él.
Al seguir yo su vida, René me atraía hacia él.
Me es imposible verlo de otra manera.
Ese otro mundo —ya lo he comentado antes— es el mundo para nuestra alma.
Pero aún no nos habíamos desprendido, no del todo de nosotros mismos, ¡o tendríamos que haber podido ver ese mundo tal como era o es!
Y yo eso no lo veía.
Él sí, dice: ‘¡Conozco a esa gente!’.
Yo no, pero quizá viví para eso el primer grado.
Entiendo que si el alma vive eternamente y es un ser humano, que entonces no estaremos de golpe en el grupo más avanzado y que tendremos que hacer primero unos estudios previos.
En cualquier caso, eso me permitió aprender que el alma es inseparable de los sistemas materiales.
En ese mundo René era mayor.
¡Se fue instalando en la vida de Rachi-Hadju!
El niño prodigio espiritual estaba despertando, el alma pasaba por encima de los sistemas materiales.
Esto es algo muy sencillo, no puede ser de otra manera, esta es la santa verdad.
Muchos orientales lo vivieron y todavía ahora se habla de eso.
Que un niño occidental posea esto es extraordinario.
Prueba, dice Mohamed, de que nuestra sabiduría se transfiere a Occidente.
Todo lo que se me concedió vivir en esos tiempos me condujo a la vida de René.
Más no se podía ni se puede decir sobre eso.
Debido a que yo me hacía más etéreo —vuelvo a decirlo— ¡llegué a ser uno con su vida!
Porque así es como yo también estoy sintonizado.
Mohamed dice: ‘Sus (vuestras) almas están sintonizadas la una con la otra’.
Nos hemos conocido en el pasado.
Pero eso significa que una mano infalible vuelve a estar trabajando ahora en nuestras vidas.
Pobre Hans, ¡entonces las cosas se van a poner peligrosas!
¡Ya no quiero pensar más en ti!”.
Me adentré a pie en el bosque para poder pensar mejor.
Estoy esperando a René.
Quiero hacerle unas preguntas y siento curiosidad por cómo las responderá ahora.
Repaso las cosas que han ido pasando estos años.
¿Qué más necesito saber?
Para todos esos psicópatas es el alma la que tiene la culpa de este ocaso y esta desintegración.
Son personas que se destruyeron a ellas mismas en vidas anteriores.
Dios no tiene nada que ver con esta miseria.
Estoy viendo a mi alrededor toda esa miseria de la gente.
Quien aún no posea sentimientos sufre pobreza.
La riqueza y la pobreza carecen de importancia, porque es posible alcanzar todo de y para esta vida y sociedad.
Con que uno se aplique un poco obtendrá riqueza.
Cierto, te cuesta sangre y sudor, pero hay quienes lo obtienen con mentiras y engaños.
Ahora creo que todo ser humano ha sido alguna vez rico.
Que ahora tus pensamientos están sintonizados con otra cosa.
Ahora no vas hacia atrás, sino hacia delante, las posesiones materiales no son siempre la felicidad.
Eso me lo sé demasiado bien.
Y en eso vivo.
Las matanzas y conflagraciones son mundos miserables.
Luego te enfrentas a eso y hay algo que te obstruye, que para esta vida es un alto invisible.
Hagas lo que hagas, es imposible eludirlo.
Hay personas que intentan de todo, pero nada sale.
Todo les va mal, todo los obstruye.
¿Y esas son leyes invisibles?
¡Son causas y efectos!
Quien ahora es salvaje y asesina tendrá que volver a este mundo enfermo.
Cuando se disuelva más tarde, aquí será un paraíso, pero para eso aún falta un poco.
¡Ahora veo caerse miles de máscaras!
Y lo más sorprendente de todo es que Dios está por encima de todo; piensa para Sus adentros: ‘Haz lo que quieras.
¡Yo conseguiré las ganancias de todas formas!’.
Y ¡así es!
¡Si piensas que asesinas a un prójimo es algo que te haces a ti mismo!
¡No puedes asesinar a nadie!
¿No es maravilloso?
Eso te hace regresar a la tierra, para darle una nueva vida a esa alma.
No hay injusticia.
Los padres de todos esos locos tienen que ver con ellos, con esas almas.
Unos te mandan desgracias, otros felicidad.
Lo que una vez le quitaste a alguien, más tarde se lo volverás a dar.
Dinero en bienes, amor y felicidad.
Otra vez más, Hans va tomando forma ante mis ojos; es como si me obligara a que me fijara un momento en él.
Pero soy más fuerte, o sea ¡tiene que largarse de mi casa!
Pero ¿no es cierto esto?
Anda, roba tranquilamente, no solo te castigarán aquí, algún día tendrás que devolverlo por las leyes divinas.
Una vez me dejé convencer de que un sacerdote vio que había sido robado en tal y tal lugar.
Y ahora que esa misma alma quería hacer otra cosa con ese dinero, se acercó a aquella gente y les pidió que le devolvieran los bienes robados.
El nieto de esa gente lo echó a patadas de la casa, pero él había dicho: ‘Voy a recuperarlo... ahora hablarán las leyes.
Van (vais) a devolverme mis propiedades, porque sus (vuestros) antepasados lo están suplicando’.
Y ¿qué ocurrió?
Esta alma, un hombre de unos cuarenta años, empezó a sentirse inclinado por dar a ese sacerdote todo tipo de cosas suyas y hacerse discípulo suyo.
Y entonces fueron uno.
El sacerdote descendió en su vida y condujo esta a la revelación.
Se habían conocido en vidas anteriores, pero un familiar suyo era un ladrón.
Claro, puede que todo esté muy bien, pero los occidentales no hacemos caso a eso.
No nos creemos esas historias tan bonitas, para eso somos demasiado pragmáticos o nos centramos con excesivo ahínco en lo material.
Basta con que mire lo que hago yo mismo.
Doy muchas cosas, pero no por eso soy como un vagabundo que se encierra en la tierra.
Me gustan las cosas bonitas.
Quiero hacer lo que sea, pero no me excedo.
No voy a convertirlo en abracadabra, sigo con los pies en el suelo para con todo.
No quiero perder mis asideros.
Nunca podré alterarme por un amor robado.
Veo tantas cosas con amor en este mundo.
¿Hay que matarse por un alma?
No sería capaz.
¿Me retiraría?
¡Tampoco!
Actuaba de manera muy distinta, simplemente iba a mi aire; aunque me devorara el corazón, ¡no me dejo pisar por nadie!
Y en mi vida vi que esta es la mejor manera si quieres poder vivir la vida.
Entonces no te estrujan, en todo sigues siendo tú mismo.
Pero ¡Hans tiene miedo!
Debido a que tiene miedo, a mí me dan escalofríos.
Imagínate por una vez que luego vaya a verlo alguien que le diga: “Eso que tienes pertenece a mi vida.
¡Devuélvemelo!”.
Y Hans es como una ley oriental.
Podría ser sin problema alguno un maharajá.
Los últimos años me parece enfermizo.
Vive como un rey.
¿Se ganó esos recursos honestamente?
No lo sé.
Sus padres eran ricos, creo que se accidentaron, pero los viejos Groever le dejaron un dineral.
Apuesto con quien sea que Hans es oriundo de Oriente.
Basta con observar un poco su entorno, es oriental de pura cepa, absolutamente todo.
Le chiflan los dragones, las estatuillas orientales, para mí es un Buda que se ha escapado.
Allí se derrumbó hace tiempo y ahora se ha decantado por el pragmático Occidente.
Y le ha cogido el tranquillo.
Creo que ha transformado sus fuerzas mágicas en psicología moderna.
Naturalmente, estos se convierten en los señores profesores de Occidente, porque estas almas están abiertas a la ley oculta, y la psicología es justamente eso.
¡Las explicaciones occidentales no cambian en nada a esa pequeña ley!
Y Hans también lo sabe, pero consigo mismo no sabe qué hacer.
Ahora me parece un pobre perro, un lobo disfrazado de oveja, un reno con zuecos, un pez subido a un globo, ¡ya es seguro que el animal morirá!
Pero ¿seré yo quien luego esté con los platos rotos?
¡Yo no!
¡Que Hans se aclare él solo! ¡Es ridículo!
Sin embargo, de vez en cuando vuelves al asunto.
Es cuando tienes a Hans delante de las narices.
Me he dejado convencer de que esto es posible.
Un hombre tiene que irse de viaje.
Está en otro país.
Por ahí se mueve y trabaja ese hombre.
Pero hay alguien que lo persigue.
Donde esté, ese otro hombre está, invisible y aun así visible, delante de sus narices.
¿Qué quiere esa figura?
Conoce a ese hombre.
Es una sombra y no tiene nada que ver con espíritus, conoce a ese hombre.
Escribe a los de casa.
Qué es lo que pasa con tal y cual.
¡Tengo que saberlo!
Por fin, después de muchos titubeos, llega una breve carta.
Te han robado por valor de diez mil.
¿Qué dices?
¿Que me han robado por valor de diez mil?
Sí, es triste, pero es la verdad.
Has sido robado por ese mismo tipejo que ante tu mirada ha ido tomando forma, tan consciente y tan completamente él mismo.
Claro, puedes echarlo a la cárcel, pero ¿de qué sirve?
De todas formas, no vas a recuperar el dinero.
Y ¡esto es cierto!
Porque soy yo mismo.
Me engañaron por diez mil florines.
Y ese hombrecillo —entonces me encontraba en plena selva— era mi banquero.
El hombre se largó con mi dinero.
Nunca tenía todo mi dinero en un solo banco, sino ya podría haber vuelto a empezar desde cero.
Ves, ahora dime que esto no es posible.
Vi a ese ser humano invisible delante de mí.
Alejé esa vida a patadas.
Cuando me sintonizaba con todas mis fuerzas en otra cosa, la vida desaparecía.
Pero por un momento daba rienda suelta a mis pensamientos, entonces ya tenía al hombre delante de mí otra vez y me perseguía por donde fuera.
Es cuando quise saber lo que pasaba allí.
No me lo habían querido escribir todavía.
Ves, lo único que quiero decir es: los seres humanos podemos ser muy sensibles.
Quizá Hans también sienta a un tipejo de esos.
Cuántas veces no habré oído esto sobre el proceso de morir.
Estoy con un amigo mío en París.
Vamos a un buen restaurante y salimos por la noche.
Estamos sentados en la ópera, y de pronto me dice:
—Tengo que irme a casa, Frederik.
No puedes detenerme.
¡Me voy!
Le digo:

—Vete, no hay problema, ya esperaré tu respuesta.
“Unas horas después de llegar a casa el hombre se desploma y está más muerto que muerto.
¿Qué es esto?
¿Algo extraño?
¿Una cosa extraña?
Puedes oír millones de historias sobre eso.
Y toda esa gente ha sentido y adoptado algo desconocido, que la llevó a la acción.
Lo que Hans siente yo lo he podido seguir, vive entre nosotros y no es visible.
No obstante, ¡ahí está!
Pero ¿dónde vive?
¿Se puede evitar algo así?
Quizá sería bueno que para esta vida se encerrara en alguna parte con su Elsje.
Pero entonces rehuyes tu propia vida, ¿no?
No creo que sirva.
¡Esto son leyes!
No logro librarme de ellas, pero ¡son leyes!
Es posible que Hans solo se imagine algo, pero son leyes para nuestros pensamientos y la personalidad.
Quizá el alma entre en algo que haya vivido antes.
Basta con repasar el caso de René.
¿Cuántas cosas no han adquirido conciencia en esta vida?
Son incontables.
Son cosas poderosas.
Para otras personas puede que signifique miseria.
¿Quién se atreve a decir de sí mismo: ‘Estoy exento de las leyes del karma’?
¡Yo no!
Quien lo diga es un fanfarrón.
Sabemos muy bien que los serecillos humanos no tenemos nada que decir cuando se viene encima el universo.
¿Qué queremos hacer entonces nosotros los gusanos terrestres?
Y aquello que viene a tu vida, tan sigilosamente, ¡es como un universo!
Casi te daría miedo.
En el fondo ya no tienes nada que decir, estás a la merced de innumerables cuestiones.
Ya te olvidaste de ellas hace tiempo, pero ¡ellas a nosotros no!
Y entonces, tarde o temprano, se nos vienen encima y nos persiguen para intervenir infaliblemente y clavarnos una dolorosa cuchillada en el corazón.
¿Es que son tonterías?”.

Lo dejo.
Voy a ver si René está en casa y le hago unas preguntas.
René está.
Tengo suerte, está descansando.
Me acerco a él e inquiero si puedo preguntarle algo.
—¿A quiénes se refieren?
—A mí mismo.
—Toma, Frederik, un articulillo sobre nuestro viaje.
¿Puedes intentar colocarlo?
—Lo haré.
—¿Qué quieres saber, Frederik?
—Quería que me dijeras si tú sabes lo que pasó entre el momento de la fecundación y el cuarto mes.
—Vaya, eso quieres saber, Frederik.
¿Para el cuaderno de bitácora?
—Sí, René.
¿Puedes conectarte con eso?
—Ten un poco de paciencia, me sintonizaré con ello.
Cuando me quede dormido cierras la puerta.
Me quedo esperando.
Cinco minutos después se oye, aunque ya duerme:
—¿Ves, Frederik, que este sueño es el mismo que en mi juventud?
—Lo veo.
¿Puedo llamarte por tu nombre?
—No, no hagas eso, eso me despertará.
Pero ¿lo ves?
—Lo veo, para mí es una revelación.
¿Sigue estando usted consciente para esta vida y puede ver en lo que vivo?
—También eso es posible.
—¿Qué clase de estado es en el que vive?
—He descendido en los primeros estadios de la demencia.
Pero soy yo mismo y tengo conciencia.
El ser humano que vive los grados enfermizos vive en ello.
Debido a que soy consciente le daré la prueba.
Mire usted mismo su reloj, le diré lo que veo.
¡Son las siete y treinta y tres minutos!
Veo su vida, estoy en usted y detrás de usted, ahora puedo ir a donde quiero.
Aun así, sigo siendo uno con mi cuerpo.
—¿De qué manera, si me permite preguntárselo?
—Por medio de la voluntad de usted estoy ahora en este sueño.
¿No lo sabe?
—¿Es usted capaz de ello por su propia fuerza?
—Desde luego, en un rato habré llegado a ese punto.
—¿Puede ver lo que hago?
—Escribe usted: “Ahora se caen las máscaras”.
¿Es así?
—Exacto, también el tiempo de usted era puro.
Me he quedado asombrado.
¿Puede ir usted ahora a donde quiera?
—Todavía no, solo será posible cuando viva las leyes vitales más profundas.
—¿Y es usted capaz de dominarse en este mundo?
—Sé lo que quiere decir.
¿No conoce un león sus fuerzas?
Yo también.
Estoy preparado, muchas vidas atrás llegamos hasta ese punto.
¡Soy yo mismo!
¡Por fin!
¡Y usted está preparado para aceptar su tarea!
Para traer a Occidente aquello que se nos concedió asimilar allá en Oriente.
No tendrá usted miedo de que me pase algo, ¿verdad?
—Eso no, pero es tan sobrenatural.
—Le contestaré sus primeras preguntas.
Ha de saber que puede decidir sobre mi vida; quiero decir: si quiere estar usted conectado, deme entonces esta vida y conciencia, y llegará a ser uno con todos los mundos creados por Dios.
—¿Puedo contar a nuestros seres queridos lo que hacemos?
—Cuénteles lo que hacemos, pero no todo, o ya desfallecerían ahora.
—Gracias.
Entonces he actuado bien.
Pensaba como siente usted, Rachi-Hadju.
—Fuerzas iguales, amigo y hermano mío, ofrecerán a este mundo la conciencia.
En el instante en que descendí en mi madre, por supuesto que ya no sabía nada de todas estas leyes.
El alma, como ser humano, regresa al estadio embrionario y entonces desciende en la madre para empezar la vida material.
Es el padre o la madre la que tiene sintonización con esta vida.
Así que el padre o la madre atrae esta vida, pero es el “alma” como personalidad la que posee estas leyes y la que las tiene en sus manos.
—¿Qué significa eso?
—Que ella determina cuándo empieza su nueva vida.
—¿O los padres, o los seres humanos, podríamos decidir sobre la vida y la muerte?
—Exactamente, ya siente usted que íbamos teniendo esas leyes en nuestras propias manos.
Dios nos las dio, pero solo cuando le explique la ley cósmica, la universal, comprenderá bien que la ley universal tiene estas vidas en sus manos de forma predominante.
Estas leyes para el nacimiento las tiene que ver usted de forma material, espiritual y espacial.
La ley espacial produce armonía.
Aquí hay miles de posibilidades, que usted recibirá.
Porque una madre es capaz de destruir a su hijo.
Ya tocó usted esta posibilidad por medio de su pensamiento.
Hay madres que dan a luz varias veces.
Otras violan este milagro y viven como parásitos sobre esas otras madres.
Así es como han surgido brechas espaciales.
Para el espacio, amigo mío, la madre da a luz dos veces: ambos quieren continuar la vida, para ella misma y para la vida que le pertenece, para su creador.
—Le comprendo y le agradezco esta respuesta.
—Mi madre estuvo embarazada de mí, fue ella quien me atraería, pero soy quien la obligó a ello.
Que fuera a recibirme, que fuera yo a nacer aquí —¿lo sientes?— es una ley, porque estamos relacionados y esa comunicación no se puede romper.
Desperté.
Traje conmigo esta conciencia.
Cae por su propio peso que yo dominaría su vida porque ella aún no había alcanzado esa altura para la maternidad.
Otras madres viven algo semejante, también allí están alojadas todas las leyes para la demencia, la psicopatía, todas las leyes para almas inconscientes que se preparan para esta vida después de haberse arruinado en una anterior.
Cada acto erróneo, cualquier acción que esté directamente sintonizada con la vida, amigo mío, le conduce al trastorno material.
Y este trastorno se manifiesta por medio del nacimiento y después de este; es posible constatar esos trastornos en la madre y a su alrededor.
Ha pensado y sentido usted de forma pura, veo su conciencia.
El alma regresa a la tierra tal como era durante su vida anterior.
La madre que me traería al mundo podría haber podido vivir para su propia vida mis revelaciones, a las que a veces se veía sometida por su arte.
Se preguntaba usted lo que es inspiración.
Pues bien, no encontrará la inspiración antes de que usted se haya entregado plenamente, al cien por cien, al arte.
O es capacidad, conocimiento humano, material, terrenal, como quiera llamarlo; ¡el acontecimiento sucede desde el pensamiento material y no a partir del espíritu!
—Gracias, es asombrosamente puro.
—Soy uno con todas estas leyes, amigo mío, nada me detiene.
—¿Mira usted hacia atrás en su propio nacimiento?
—¡Yo soy!
Atravieso este nacimiento y entonces vuelvo a entrar en la vida anterior.
Cuando se nos concedió encontrarnos entre el cielo y la tierra, para nuestra conciencia éramos uno espiritualmente.
Por esto ya podría haber aceptado usted que yo despertaría con mi plena conciencia anterior.
Podría haberme elevado espiritualmente hasta la edad de siete años, pero entonces mi vida se habría encontrado ante el parón espiritual y empezaría a dominar lo material.
¿Siente usted esto?
Estos son los siete grados vitales espaciales como una ley para el alma, para el espíritu y el ser humano material, pero en los que el alma vive y actuará como la personalidad.
Yo actuaba, pero ¿por medio de qué?
Porque, antes de que tuviera lugar este nacimiento, yo ya había alcanzado y deseado esa realidad.
Entiéndame bien: ¡lo que hace usted, lo que hago yo, lo que hace todo el mundo, es de todas formas, a pesar del espacio material y el contacto masivo, para nosotros mismos!
Hace usted algo para su gente: lo hace usted, si lo quiere ver de forma espacial, para su propia vida.
Así vemos que vivimos el bien y el mal, y que también tenemos esas leyes en nuestras manos.
Lo hacemos para el Dios de todo lo que vive, sin duda, también para el desarrollo de estas masas, pero seguimos el camino que nos fue revelado por “Cristo”.
Algún día despertará en el alma el deseo de empezar una vida más elevada.
Pues bien, usted ha llegado a ese punto.
La otra vida, aquí y fuera de su propia existencia, no ha llegado allí todavía.
Por esto, amigo mío, ¡vive usted ya entre la vida y la muerte!
Yo también, y con nosotros todos aquellos que desean el bien.
—Me enorgullecen sus respuestas, Rachi-Hadju.
¿Puede ser pronunciado este nombre?

—Este no me perturba.
Al estar este sintonizado con esta sabiduría, con esta vida, no es posible trastornar mi sueño.
¿Si lo desea... padre Oteb?
—¿Yo...?
—¡Sí, usted!
¿No vive Isis en su corazón?
¿No fue usted quien me dio estas “alas”?
¿No me enseñó usted cómo pensar?
Allí éramos uno.
Lo sé, muchas vidas nos llevaron también al odio y al mal, pero ahora se nos concedió vencer estos trastornos y ¡ya no hay nada que nos separe!
¡Usted era allí el Poder Supremo!
Nosotros le servíamos a usted, usted a nosotros.
Ahora nos encontramos en Occidente, pero ¡hay más!
También mi madre y aquella que le sirve a usted, que llena su corazón para seguir, son parte de ello.
Los demás llegarán a ver sus propias vidas más tarde y pertenecen a otros.
¡Sépalo ahora!
—Soy igual que un niño que quiere escuchar a mi padre.
—Y esta es su bendición, su conciencia, su disposición a hacer sacrificios, su cumplimiento del deber hacia aquellos para quienes vive.
¿No fui yo su hijo?
¿No me dio usted allí todo su amor?
¿Fui yo quien preparó su caída?
Más tarde regresaremos en eso.
Tiene que hacer usted sus preguntas, enseguida tendrá que escuchar la orden material y se encontrará ante la alimentación del organismo.
—¿Sigue siendo eso necesario?
—Usted ha de obedecer esas leyes, amigo mío.
Solo después seguiremos.
Quiero que haga usted enseguida todas sus preguntas, si quiere estar preparado para la nueva vida.
Acuérdese: tendrá que hacer miles de preguntas.
Las espaciales, aquellas respuestas cuyas preguntas están sintonizadas con la vida de él, las anoto.
¡Forman la torre de usted! ¡La universidad de él!
¿Me cree?
—¡Lo acepto todo!
—Si usted dudara tan solo unos instantes, se disolvería mi conciencia y también la fuerza de usted para su propia vida.
Esto lo quebró a usted hace tiempo.
Hace tiempo, fue... en Re y en Ra, le quebró su vida y lo tendría que aceptar más tarde.
Ha hecho que se accidentara su vida, también la mía.
Están de camino millones de almas para asimilar esos tesoros; todos empiezan a dedicarse tarde o temprano a la disarmonía, y así desfallecen.
¡A nosotros se nos concedió continuar!
Nosotros no hemos transgredido estas leyes, pero estábamos ante ellas y tuvimos que aceptar este estrellarse.
Es imposible transgredir ninguna para el bien, para el despertar.
Sí puede entrar usted en rebelión, pero después de esto sabrá cómo actuar.
¡Ahora es usted capaz de asegurar su vida frente a una caída!
¿Lo oye?
Nuestra vida es rozada.
Váyase, allí me verá, seré como he de ser...
¡Nada me trastornará!
Coma y beba, cuide el organismo, siga en armonía con todo, solo entonces podrá seguir.
Eso antes no lo comprendíamos.
Pensábamos tener que preservar nuestra casa material del contagio material.
Pero ¿cómo fuimos engañados?
Si hubiéramos acomodado nuestra vida a la existencia material, créeme: entonces allí todo habría tenido otro final y no nos habríamos partido la cabeza.
Fuimos elevándonos, sin duda, pero estábamos en disarmonía con miles de leyes.
Contemple su propia desintegración, Oteb..., y podrá decidir para usted mismo cómo fue la vida allí.
Ahora le digo: en ninguna parte en el mundo estuvo usted sintonizado de forma pura, porque todo tejido material posee un espacio.
Y el alma tendrá que asimilar ese espacio.
No desperdicie ahora ni un solo segundo, siga estando siempre en armonía con aquellos que lo rodeen y no erigirá usted para usted mismo un nuevo parón.
Coma y beba; no se olvide, sin embargo, de que el exceso le devuelve a la materia, pero ¡estas leyes son conscientes en su vida!
Váyase, ¡ahora voy!
Me voy abajo.
A cada peldaño recaigo con estrépito en el mundo material, es un calambre bajo mi corazón ahora que vuelvo a sentir piso firme bajo los pies.
Dios mío, ¿en qué vivo ahora?
¿No es maravilloso?
Me siento a la mesa sollozando.
Erica quiere saber, como es lógico, lo que me pasa.
Karel me mira como si viera un espíritu.
¿Qué te pasa, Frederik?
¿Qué tienes?
—Dios mío, hijos, soy tan feliz —se me escapa.
¡Y se lo creen!
Entonces llega René.
No le noto nada, solo los ojos radiantes inundan este pequeño espacio en que vivimos.
Está callado, pero cuando dice algo susurra como si todavía no hubiera nacido.
Erica no sabe qué decir, pero sus sentimientos maternales, seguramente su ser uno que un día tuvo con esta vida, la impulsan hacia el otro lado de la mesa, y besa a su muchacho.
Dice:
—¿Qué tienes en la cara, pequeño René? ¡Pareces un ángel!
Come algo, de todo una miaja, y se va.
Me quedo un ratito.
Aguardo un poco para darle la oportunidad de prepararse para poder seguir.
Karel pregunta:
—¿En qué estás metido, Frederik?
¿Qué estás haciendo estos días?
—Estoy ocupado con el cuaderno de bitácora y ahora estoy recibiendo las explicaciones.
—¿De quién?
—De René.
—¿Qué explicaciones?
—Acerca de todo, de la vida y la muerte, el nacimiento, la demencia, no sé cuántas cosas más.
Y la respuesta de por qué estamos aquí.
—¿Lo dices en serio, Frederik?
—Lo digo en serio, Karel.
Hace un momento sollozaba de felicidad.
Quizá fuera infantil, pero más adelante tú también lo harás.
Te pido una sola cosa, Karel.
No seas impaciente.
Aguarda y no preguntes nada más.
—¿Qué cosa? —Quiere saber Erica, que acaba de regresar.— ¿Qué tenemos que aguardar, Frederik?
Karel le dice lo que acabo de contarle.
Erica pregunta:
—¿De verdad, Frederik?
¿Podemos saberlo?
—Me gustaría contárselo (contároslo) todo ya, pero compréndanme (comprendedme), Erica, Karel: sería una presión para su vida.
Será mejor hacer como si nada.
Contaré de tiempo en tiempo lo que recibo.
—Realmente, ¿qué haces, Frederik?
—René se queda dormido, Karel.
En el sueño que se conoció en el Antiguo Egipto, pero que es posible despertar por medio de la hipnosis.
Así es como obtenemos sabiduría.
Años atrás ya te mostré lo que es posible.
Hace tiempo viste que a veces René se quedaba dormido de repente.
Pues buen, Karel, ¡ese sueño sigue presente!
Nos permite ahora hacerle preguntas.
A las que le hacemos responde como alma y personalidad.
Es increíble, pero lo vivirás pronto.
No te dejaré mucho tiempo en la incertidumbre.
Pronto, Karel, se te abrirán los ojos y hablará un loco sobre asuntos sobrenaturales de los que ninguna universidad tiene certezas.
¡Y ese es tu René!
¡Nuestro loco!
¡Nuestro hijo!
¡Por el que hemos vivido tantas desgracias!
Te quedarías patidifuso, Karel, si lo conocieras ahora.
¡Es una revelación!
¡Tienes delante a nuestro niño prodigio espiritual!
No hay nada que pueda detener esto, su vida ha despertado.
Y en un tiempo, Karel, convocaremos a todas las facultades y comenzaremos una lucha de vida o muerte.
—¿Qué quieres hacer, Frederik?
—Entonces convocaremos las facultades, Erica.
Quien tenga la más mínima aptitud tendrá que estar, pero como sabio.
Entonces, Karel, será posible hacer preguntas sobre el cuerpo y el alma, sobre todas las enfermedades que creo que conoces, sobre el espacio.
Y de las respuestas deducirás que es un milagro sobrenatural.
¿Sabes, Karel? Mozart y todos esos niños prodigio vivieron algo parecido.
Pero ¡trajeron arte!
Pero ahora, por medio de René, ¡traemos sabiduría!
—¿No vuelas demasiado alto, Frederik?
—¿Lo hice alguna vez, Karel?
¿No fui siempre capaz de acogerte?
¿Quién salió volando? ¿Yo o ustedes (vosotros)?
¿Quién aplastó a patadas mis asuntos sagrados?
¿Yo?
—Mejor deja eso ya, lo sabemos.
—Pues bien, Karel, ahora nada de desconfianza.
Es hora de que aprendas a aceptar.
Pero te ruego que no le hagas notar nada a René.
Si no son (sois) capaces de vivir esta vida tal como la hemos llegado a conocer, a vivir, entonces todo se quedará hecho añicos.
Tenemos que ser capaces de seguir viendo este milagro como algo cotidiano.
Si empiezan (empezáis) a admirarlo, Karel, a verlo como un caballo sagrado, ya lo oirán (oiréis) de él.
Ay de tu vida, Karel, si lo oyeras hablar ahora.
Te pegaría.
Pero para evitarlo te pido que hagas como si no hubiera nada.
Enseguida subiré y volveré a entrar en contacto con las leyes.
Le preguntaré si luego es posible que participes y vivas estas preguntas y respuestas.
Te digo, Karel, que solo ahora obtuve respuesta.
Solo ahora hemos empezado.
Verás el milagro cuando hayamos llegado al punto.
Eso no toma tiempo.
Voy cada noche a verlo.
—Y ¿entonces se queda dormido, Frederik?
—Tu gran hijo, Erica, es un poderoso milagro.
¿Lo ves?
Ya estamos.
Esas cosas hay que evitarlas, Erica.
¡Eso me sulfura como el infierno!
Tienes que intentar seguir actuando con naturalidad.
Ya se me ha concedido vivir tantas cosas en estos años, y por supuesto que doy gracias a Dios por todo.
¡Nunca me equivoqué!
Karel, me desperté en la clínica de Hans.
Allí empezó la cosa para mí.
Esas fuerzas fueron despertadas por la vida interior de René.
Si ahora me sintonizo con su vida, se queda dormido.
Solo me hace falta pensar y ya está.
Estas fuerzas se despertaron para René en Egipto.
¡Para eso hicimos el viaje!
Fueron los sumos sacerdotes quienes le obsequiaron esta gracia.
No habrían querido echarlo en falta a él por nada en el mundo.
—¿Por qué no nos has contado nada de todas estas cosas, Frederik?
—¿Tendría que haberme ido de la lengua después de que me dijeran que me la tragara?
¿Habrían (habríais) comprendido algo?
Te digo que ¡nada! ¡Nada!
Habrías hecho todo añicos.
Pronto podrás saberlo todo.
Pero entonces ocurrió el milagro.
Ya de niño era capaz de mirar en otro mundo.
Lo leerás luego en el cuaderno de bitácora.
—¿Eso también lo has guardado, Frederik?
—Lo tengo todo, Erica.
Ni un pensamiento se ha perdido.
—Cómo es posible.
Pero ¿qué libros son, pues?
—Son milagros, Erica.
¡Lo recogen todo, también tu desplome!
—Gracias a Dios, Frederik.
Acaba conmigo, no hay problema, desnúdame, esta sociedad puede conocerme.
Ya no me arredro ante nada.
Ya he pagado caras mis lecciones, y he aprendido.
¿Lo harás?
—¡Ya te dije anteriormente, Erica, que es tu propia vida la que deja constancia de las cosas!
Están descritas las cosas de todos nosotros.
Creo que es un regalo para esta humanidad.
Estás descritas de tal forma que se puede adaptar al teatro, al cine.
¿Y no fue nuestra vida una película?
¿No fue un pedazo de verdad con la que creas semejantes cosas?
Se nos concedió vivir escenas increíbles.
¡En el fondo nos lo regalaron!
Pero te digo: me hace estarle agradecido a Dios.
Ahora comprendo —no, ahora sé— que en ese instante tenía que ponerme a pensar.
Tampoco ya es casualidad que nos conociéramos en aquel barco.
Me llevaron a casa, a mí que recorría el mundo como un vagabundo, para aceptar mi tarea.
¿Y eso lo hicieron ustedes (hicisteis vosotros)?
Con nuestra vida hemos creado un vínculo, un círculo, para el que vivimos ahora.
Si repaso todo no son más que milagros.
No podíamos dar un paso sin que viviéramos alguna cosa.
Y eso es su vida, pudimos continuar por medio de él.
Eso ya empezó, Erica, cuando él aún vivía en ti.
También esas cosas han quedado consignadas, ahora llegan las respuestas correspondientes.
Karel, ¡te quedarás con la boca abierta!
Va a ser una revelación para tu vida.
Pero tengo que pedirte encarecidamente que no causes ningún revuelo.
Eso lo estropeará todo.
No entres nunca al trapo.
Deja que por unos instantes echemos cimientos.
Cuando se encuentra en su estado ya no te es posible pensar al margen de él.
¡Lo sabe todo de nosotros!
Cuando se ponga a hablar, bien, pero no empieces tú mismo.
Creo, Karel, que si eres capaz de ser humilde —aunque estés ante tu hijo— que de golpe habrás vencido esa vida y que lo recibirás todo.
Quisiera pedirte que cuando hablemos de estas cosas, o lo haga él, lo consideres como si fuera otra persona.
No te preocupes si ves algo extraño, tarde o temprano estarás de todas formas ante las leyes y tendrás que aceptarlo tal como es.
Entonces será más fácil para él.
Entonces no forzaremos nada.
Olvídate de este hijito tuyo.
Pronto tendrás que aceptar que los padres y los hijos tienen que aprender a pensar de otra forma, debido a que René te pondrá ante el amor universal.
Y entonces tú ya no serás el padre ni tú, Erica, la madre, sino un hermano, una hermana, ahora sabes que has vivido miles de veces.
René los (os) reconducirá a la unión de este mundo, a un Padre, a un Dios, y ¡entonces amarán (amaréis) todo lo que vive!
¡Es algo que les (os) quisiera suplicar!
Renuncia por unos momentos de la tarea y los sentimientos paternos.
¡A cambio recibirás un montón!
No darás a basto.
Y si eres capaz —ya lo sentirás—, él se acercará más y más.
¡Y entonces llegarás a ver su mundo, como amor en tus manos, es cuando bajo tu corazón vivirá tu personalidad que llegará al despertar inmaculado!
¿No es esto algo por lo que querer vivir?
Millones de personas, de padres, ya quisieran poseer un alma así.
—Lo haremos, ¿verdad, Karel?
—Por intentar que no sea.
¿Que si sale, Frederik?
—¡Es necesario, Karel!
Si no eres capaz, te lo aseguro, se largará.
Se hará mayor sí o sí, y no dejará que nadie lo estorbe, entonces lo perderás sin duda.
Ya sé, Karel, que esto no es tan sencillo, pero ¡es imprescindible que puedas hacerlo!
Y además ¿qué más da?
¿Tan difícil es?
Si obtienes pruebas, ¿entonces qué quieres?
Pero aún no las tienes.
Antes de que las recibas, sin embargo, tienen (tenéis) que estar preparados para poder acoger esta vida.
Es esto lo que quería pedirte.
No respondas a nada, entonces ya se te acercará y entonces vivirás amistad verdadera, amor con tu hijo, ¡que es un maestro!
De verdad, también Hans se reía, pero esas risas pronto se apagarán.
—¿Está Hans al corriente?
—Lo comenté con él, para sacarlo de la desgracia.
Quizá sirva, pero me temo que no.
Más bien pienso que se agudizará.
No puedes esquivarte a ti mismo, Karel, y tampoco ponerte una soga al cuello que aún no te has ganado.
Hans no es fuerte.
Está vacío por dentro, carece de orden.
Y tiene que haberlo si en todo quieres estar preparado para esta vida.
Le conté lo que te dije hace un momento.
Él no lo cree, pero tú, Karel, pronto tendrás tus pruebas.
Hans se ríe, pero esto ya no son cosas para ahogarlas, para que se rían de ti, ¡es sagrada seriedad!
La vida de René es un milagro para esta humanidad, para nuestro pragmático Occidente.
Que este siglo pone en nuestras manos esos recursos es algo que seguramente creerás.
Esto está relacionado con el desarrollo de esta gran masa inconsciente, que ahora recibe un empujoncito para el despertar espiritual.
Por supuesto que Hans esto no lo ve, aún no es capaz de pensar hasta ese punto ni tan profundamente.
Pero, Karel, ¡el milagro vive entre nosotros!
Hans se ríe, sí, sí, porque ¡es un gran cero para él mismo!
¿No lo sabías?
¿Qué dice la sabiduría cuando pereces por un poco de amor?
¿De verdad que pensabas, Karel, que esto es ser grande?
¿Significa algo cuando pierdes la cabeza?
¿Cuando te comportas raro y extraño, porque la felicidad de esta vida y de la siguiente vive a tu lado?
Hans ni siquiera es capaz de entender esta felicidad y por eso la pulveriza a pisotones.
Te pregunto: ¿qué es lo que quiere comprender de todo esto?
¡Nada! ¡Es vacío!
—Haremos lo que podamos, Frederik.
—Lo espero, Erica, lo espero, si no habrá de nuevo desgracias.
—¿Qué, Frederik? ¿Qué desgracias?
—Pero si acabo de decir, Karel, que René es un maestro.
No creo que en este mundo conserves esta vida mucho tiempo; las almas extraordinarias viven poco.
Terminan su tarea y regresan al lugar de donde vinieron.
Solo alguno alcanza la vejez, recibe una larga vida, la mayoría da tanto de sí misma que sucumbe.
Si vas en contra de su vida y no puedes aceptarlo a él, si no inclinas la cabeza, Karel, entonces creo que te dejará desnudo y dirá:
“¿Sabes lo que se dijo antes a los apóstoles?
‘¡Vengan y síganme! (¡Venid y seguidme!).
¡Yo iré!’.
¡Y entonces lo habrás perdido!
¡Perdido del todo!
¡En esto ya no se podrá cambiar nada, ¡conozco a tu hijo!”.
—¿No estás exagerando?
—En nada, te lo juro, Karel, quisiera poder convencerte.
Pero aún vendrá, ten solo un poco más de paciencia.
Me voy arriba, me está llamando, luego continuaremos.
—¿Hans también sabe que has empezado?
—No, eso no, Elsje tampoco sabe nada.
¿Qué te preguntó ella, Erica?
—Quería saber lo que estabas escribiendo, Frederik.
Le he comentado algunas cosas.
Lo quiere saber todo.
—Pues eso mejor hazlo tú, encárgate tú, porque Elsje es un tesoro.
No dudes de que este criatura no lo tiene fácil.
Según las leyes cotidianas, ¡Hans exige demasiado!
¡René también ya le dio a él una buena paliza!
—¿Cuándo fue eso, Frederik?
—Hace unas horas... Karel.
Vino a llamarme y se presentaron aquí para comer.
Mejor que te lo cuente Erica, yo me voy arriba.
Si quieres saber algo, ya me lo dirás.
René está esperándome.
Está ante los esbozos que hizo de Elsje y Erica.
—¿Se parecen, Frederik?
—Mucho, muy acertados.
—¿Preguntó papá algo?
—Le conté unas cuantas cosas.
—¿Inclinará su docta cabeza?
—Lo espero.
—No lo esperes, Frederik, es capaz de hacerlo, también esas pruebas te las daré.
No hay muchas cosas que me agraden en papá, pero ¡esta está!
Es lo más elevado para él mismo, es capaz de inclinar la cabeza, tampoco hace falta más.
Pero voy a ponerme a pintar enseguida, ¡esto tiene que estar acabado antes de que empecemos!
Se acuesta y se queda dormido.
Lo sigo.
El silencio que siento es sagrado.
Estoy conectado con mundos.
Me responderá Rachi-Hadju y él sabrá cómo he de actuar.
Oh, con tal de que Karel se incline creo que todo saldrá bien.
Entonces ya no nos separará nada.
Arrojaría una mancha negra sobre este sagrado ser uno que no se podría borrar.
Lo espero, haré todo por ello.
Voy a... pero ahora ya está hablando esa vida y dice:
—Usted alcanzará todo, Oteb, absolutamente todo.
No se preocupe más.
Lo convenceré a él y entonces él también pondrá su vida al servicio de la vida después de esta.
Convertiremos a esta vida en un adepto, ¡también a él lo necesitamos!
Igual que Hans, pero él tiene que llegar a conocerse a sí mismo.
¡Que sepa usted de mí que lo conozco!
—¿Puedo hacer preguntas?
—Vamos a seguir.
Ya estoy esperando.
—Lo que yo mismo sentí y anoté en el cuaderno de bitácora ¿es correcto?
—Mencióneme las leyes.
Léamelo todo un momento.
Y le diré si se han cometido errores.
Ahora le leo todo a René.
Cuando llego al nacimiento dice:
—Pare...
¡Todo es correcto, Frederik...!
¿Ve usted lo necesario que es que yo vea su vida anterior?
No se preocupe, puede dejarlo todo así.
Pero voy a explicarle las leyes, entonces caerán las máscaras.
Todas sus investigaciones lo reconducen a la personalidad humana como alma.
Allí verá su propia vida.
Ahora, sin embargo, se trata de ver qué leyes desea ver tratadas.
Todas sus preguntas lo llevan de vuelta a ese empuje primigenio para el alma, el instante anterior al despertar material.
Todo el pensamiento de usted ha liberado su vida de las leyes materiales.
El alma alcanza el despertar corporal entre el tercer y el cuarto mes, cuando la madre se vive a si misma, cuando hay calma.
Mi organismo estuvo sometido a esa presión, yo mismo produje ese impulso, porque esa evolución adquirió un significado material.
Mamá vivió esa pesadumbre.
¡Es ella misma!
No era yo, su vida y personalidad tenían que aceptar todo esto.
Su unidad conmigo la llevó a un estado elevado, al empuje, a la aceptación de aquello que había experimentado en esos meses.
Usted la atrajo hacia la acción y el pensamiento bien orientados.
Para esto la ciencia no es un asidero, el alma sí lo es y esta no recibe nada gratis.
¿No sabía eso usted?
Mi nacimiento se desarrolló de forma ágil y natural.
Fue esta conciencia, mi sensibilidad por el arte, las que de niño me colocaron ante esas leyes materiales, cuando usted estaba ante esos fenómenos.
Pero eso lo hacen más niños, para mí eran reacciones interiores, con una animación espiritual, una deformación del sentimiento, una materialización de este despertar, era corporal.
Más tarde se me concedió explicarle las posibilidades correspondientes.
Cuando liberó su vida del odio, de la violencia pura y dura, me acerqué a usted.
No era yo quien estaba bajo su influencia, sin usted bajo la mía.
¡No era yo quien aprendía a pensar por medio de su vida, sino usted por la mía!
Mamá también tuvo que aceptar estas leyes.
La cuestión principal la viví... mi vida despertaba.
Solo más tarde, cuando tenía diecisiete años, experimenté su influencia y alcanzamos la unión.
La hora, Oteb, en que quise elevarme para mi conciencia, el nacimiento de mi amor por Marja —mira usted y se asusta— fueron los instantes de eterno saber, para mí y para usted mismo.
¿Dónde vive ahora?
Oh, no se preocupe, no voy a cometer estupideces.
Yo sé dónde vive, ¡él no!
¡Tendrá que esperar!
Sé dónde vive ella, desperté para ella, para mí, ¡para todos nosotros!
Marja..., ¿me ve?
¿Sabe usted que estoy aquí?
¡Ella también lo sabe!
Ella también es consciente de su sentimiento y pensamiento, Oteb, sin duda, también ella regresó para esto a la tierra, porque nosotros recibiríamos la sacralización de allí.
Todo esto es seguro, porque quienes piensan poseerlo todo ¡enmendarán lo que un día nos fue robado!
Marja, alma de mi alma, ¡ya estoy!
Vida de mi vida, ¿me ve?
Corazón de mi corazón, ¿quiere vivir?
Aguardaré, ¡solo entonces habrá felicidad, solo entonces estaremos abiertos y podremos continuar!
¿Lo ve, Oteb? ¡Esta cruz la compré para ella!
La reconduzco a la vida de Él.
¡Por medio de Él se nos concede ir adentro!
¿Cómo duermo?
¿Lo hago de otra forma?
Una y otra vez volvía a hundirme en este conciencia, porque cada reacción de materia basta me reconducía a este fuero interno.
¿Tan raro es esto?
Cada palabra dura, cada fustigación que tuve que padecer, me conducía a esta conciencia y entonces estaba seguro de mi vida, de mis sentimientos y pensamientos.
¿Son diferentes los niños?
¿No está cada vida sintonizada con la preservación de ella misma?
¡Esta era la mía!
¡Yo era fuerte, poderoso, en esto!
Nadie podía alcanzarme en esto.
¿Me retiraba?
Mi alma me velaba como esa otra personalidad.
Mire cómo soy uno ahora; ya lo ve, ahora se manifiestan los dones.
Cada fustigación material me entregaba el arma espiritual.
Quería predominar, sin duda, la injuria de sus sábanas de fuerza me noqueaba.
Yo mismo no quería esta vida.
Entonces llegaron las cartitas que usted mandaba.
¿De qué clase eran?
¿No eran milagros?
¿No le ofrecían una imagen de plena conciencia?
¿Me había aprendido su idioma?
Lo recibí de usted.
Todas estas cosas se realizaron por el pensamiento de usted y por nuestro ser uno, Oteb.
Pero solo más tarde hubo incidencia astral.
Entonces me atacaron, pronto vencí eso de escribir tanto, pero cada fase para el despertar me reconducía a esa personalidad, que me llegaba desde lejos.
Destruir algo desde el espacio era imposible.
Pero mi deseo era vivir y morir para Cristo; así es como esta conciencia se apoderaba de mi vida en un quince por ciento, el resto vivía por encima del mundo de los pensamientos humanos en el que me encontraba.
Yo ahogaba estos pensamientos desde allí, pero ¿no necesitaba mi cuerpo un impulso?
¿No somos uno con todos los sistemas materiales?
Estaba Bu, sin duda alguna, pero ¿no percibió usted el miedo que tenía él por mis pensamientos?
¿Pensaba usted de verdad que si mi vida hubiera conocido otra conciencia, más baja, que yo podría haber vencido esas leyes durante mi ser uno con esta vida?
Le ofrecí una imagen de cómo era mi edad allí.
Ese bu todavía no se ha ido; esta vida esperará hasta que no se emitan más pensamientos tenebrosos en este mundo.
Usted y yo estamos abiertos al bien y al mal, todo el mundo; esos millones de bues poseen un mundo propio, el mundo del ser humano que se sintoniza a sí mismo con la mentira y el engaño, el odio, la destrucción, la mancilla de todo lo sagrado en el ser humano, ¡la esencia divina!
De modo que la influencia astral es posible.
Son las esferas tenebrosas en la vida detrás de la materia.
Usted llegará a conocer las leyes correspondientes.
Entonces fuimos llegando a la unidad, Oteb.
¿Cómo era el árbol de la vida para la vida de usted?
Usted pensaba: ‘Estoy en flor’.
Así era, ¡ciertamente!
Ese mundo le dio la realidad que dura eternamente.
Ha vivido usted una vida que lo conecta después con la realidad para esta conciencia; ¡era el árbol de la vida, Oteb, Isis, Ra, Re, la diosa!
La pirámide, la esfinge.
Allí vio usted el límite del pensamiento humano, material.
Allí finalizan los actos materiales, allí vivió usted sueños, realidades, su alma se liberó con conciencia material de sus cadenas.
Ya no es posible continuar más, allí uno se encuentra ante las leyes ocultas, entonces seguirá una escuela que es imposible vivir en este Occidente.
Hacen faltan algunas vidas para hacer que esto despierte sin ayuda de fuera.
Debido a que usted me siguió, yo lo aupé en ese mundo.
No era el mundo de usted, sino el mío.
¿Vio usted todos esos niños, de los que yo fui uno?
¡Isis!
Ra, Re, Oteb; si hubiera mirado usted bien, habría podido verse a sí mismo, pero esos pensamientos superaban su conciencia y lo habrían hecho sucumbir.
¿No es así?
—Lo acepto todo, lo sé.
—Estas experiencias llevaron su vida hasta la mía.
Así es como sintonizó usted su vida con este despertar.
Yo estaba allí dentro, porque entré en ello después de miles de años.
Me retiré a mí mismo hacia una entidad, que existía, que vivía en mí, pero para la que vivo ahora, o no habría sido posible.
Ciertamente, quise seleccionar allí las flores para mis allegados.
¡Rasgos de carácter, Oteb! ¡Vida! ¡Conciencia!
Me manifesté de forma material por medio de mi conciencia adquirida.
Quise conducir a mamá y papá a mi vida.
Las imágenes que recibió usted y que le permitieron seguir mis recaídas, mis tropiezos y avances, era una concatenación que mi vida irradiaba hacia la suya.
Me caía, sin duda, pero también me levantaba y seguía.
Eso le daba seguridad a usted.
¿Podría haber vivido usted esta seguridad por su propia cuenta?
¡No! ¡Para nada!
No era posible.
Esto confirma que desde entonces la influencia llegaba desde mi vida hasta la suya.
Fue usted recuperando las fuerzas, su hipnotismo funciona con seguridad, es infalible, pero adquirió concienciación por mi vida.
¿Le ha quedado claro?
—Ahora lo comprendo todo, Rachi-Hadju, mi vida quiere darle las gracias.
—Ay, padrecito, ¿puedo darle las gracias por todos sus grandes cuidados?
Usted tiene los medios para ello, ¡es mi posesión!
También de Hans lo espero todo.
Ahora se van saldando viejas cuentas.
Oh, siento que está usted temblando, pero ¿no me dio él una fortuna para poder seguir mis estudios?
Mire en esta existencia y lo conocerá —al igual que a quienes nos alimentan ahora y cuidan nuestra vida.
¿Le ha entrado a usted esa seguridad?
¿Se lo esperaba de otra forma?
Lo que ha vivido usted, Oteb, es un bien adquirido.
Lo que anotó usted ¡surgía de mi vida!
Todo lo de su vida que ve un fundamento en la mía, lo llevaba a usted a actuar en nombre del nuevo nacimiento.
Cada vida que sintonice con un pensamiento o con sentimientos más elevados atrae esa concienciación más elevada.
Ahora posee usted esta personalidad, su concienciación; ¡mi padre no habría sido capaz de ello!
¿No es cierto esto?
Imagínese, ¿no es posible que cualquier vida se abra?
Éramos uno, muchas almas son una; nosotros para las leyes espirituales, espaciales, algo de lo que ningún loco es capaz, aunque esa alma se encuentre entre la materia y el espíritu.
Esto es lo que permite ver las leyes materiales, espirituales y espaciales.
Sin duda, una flor no posee más espacio que el que ha recibido por su sintonización material.
Pero ¡tampoco necesita más conciencia!
El agua, el espacio, los infiernos y los cielos, mire donde mire y con lo que sintonice su vida, son entidades para el propio grado de vida.
Ningún espacio puede separarse de su propia sintonización, porque esta tuvo lugar cuando Dios empezó con Su división y cuando nosotros recibimos en ella esa entidad como seres humanos.
Tenemos que retroceder millones de años.
Millones de espacios, Oteb, si quiere usted ver en esa veracidad su propia sintonización divina, pero ¡en ella vive su yo que dura eternamente!
¿Lo sientes? Yo entro en aquello que para usted son leyes, problemas.
Dejo de lado lo que su vida ha tocado bien y claramente.
Aquí y allá le ofrezco una breve explicación con la que puede estar contento.
Y esto, pues, son los fundamentos para el edificio que daremos a Occidente.
La pobreza y riqueza —usted ya lo sabe— es lo que el hombre posee.
Ahora que sabe que ha tenido miles de vidas, ¿no cree que ni siquiera conoció usted esa riqueza?
¿De verdad que pensaba que una corona le puede dar esa ampliación?
¿No es esta una justificación espacial?
Las enfermedades, las desgracias, Oteb, ¿las quisieron los propios seres humanos?
Es el alma como personalidad espiritual que se abrió, material y espiritualmente, para toda esa miseria, lo que hizo que se viniera abajo.
Todo eso lo sabía su vida, para ello no necesitaba usted ayuda.
No solo yo, sino otros también le señalaron allí el camino correcto.
Fue de justicia rescatar esos obsequios divinos de las alcantarillas y exhibirlos a la gente.
Las iglesias se construyen ellas mismas, ¡los cielos, no!
Estos hay que erigirlas con la propia sangre, ¡para lo que su dolor y pena crearon los sentimientos triunfantes!
¿No es cierto esto?
¿Y qué decir de todas esas otras cosas?
¿Pudieron dar un paso los eruditos cuando se encontraron ante este misterio?
¿Eran problemas?
El Pequitas, el pequeño Bram, Gerrit, todos los demás se lo podrían haber dicho y explicado.
Pero ¿conocen el idioma que hablan ellos?
¿Es posible establecer comunicación, unidad, cuando uno no conoce el alma?
¿No pudo aceptar usted en esas pocas horas que sucumbieron por la debilidad de la personalidad?
Sé lo que pudo aprender en ello para usted mismo, ¡así es como despertaría usted para mí y para usted!
¡Conozco todo eso porque experimenté esa unión con el alma de usted!
Alguna vez me vio y sintió usted, por el camino actué para la otra personalidad, ¿o quiere aceptar usted que él sabía para qué compró esta cruz?
Ahora lo sabe, ¡solo ahora, Oteb, solo ahora!
Veo el comienzo de sus anotaciones.
Déjelas así.
Quien lea dentro de un tiempo tiene que abrirse para la concienciación interior de este trabajo.
No, no lo toque, no lo cambie, ¡déjelo así!
¡Escribo mis propias obras!
Las suyas reconducen el alma a lo que está abierto, allí la espero, para enseñarle lo eternamente verdadero a través de los espacios.
Así que siempre hubo unión.
Permanecimos conectados espiritualmente, ¡usted lo llama telepatía!
¿No lo posee también el animal?
Todo esto lo dejo de lado, usted está preparado, sus viajes y rutas eran parte de ello.
Todo de este mundo tiene significado para su vida y la mía.
¡Yo me nutro de su vida! ¡Usted de la mía!
¿Hay alguna diferencia?
¡No!
¡Estamos haciendo un trabajo! ¡Estamos llevando a cabo una tarea!
La pugna con los eruditos no ha significado nada.
Pero eso vendrá enseguida.
Eso se lo puede asegurar a mi padre.
Mientras tanto él me verá despertar.
¡También la que me trajo al mundo!
¿Tiene algún valor, Oteb, que apliquemos meditación material cuando no hemos experimentado la ablución espiritual?
¿No se asustó mi madre?
¿Qué quiso decir con esto Rachi-Hadju?
No lo haga así, actúe de otras formas y se curará usted, se limpiará a sí mismo.
¿Significa algo para el alma todo esto tan inmaculado?
Creaba yo arte, era música lo que oía, que captaba, que transmitía a su vida mediante el tralalalalá... lalá, una suerte para mí de poder vencerla, porque ¡así golpeaba al bu!
Me dedicaba a jugar con la concienciación de él, aunque tenía que aceptar que él era capaz de interferir en mí y atacarme.
Quien vive en la tierra está abierto a ello, yo también.
¡Ahora eso ha quedado atrás!
¡Lo sobrenatural ya fue enviado en esa época a su vida mediante las notitas.
Sin duda, Oteb, todos esos datos fueron fluyendo hacia usted desde la locura.
Pero cuando iba caminando por esa escalera, mientras la escalaba, cuando Marja se abrió a mi vida y nos pudimos saludar, también había surgido conciencia en la vida de ella.
Le daré esas pruebas más adelante.
Pero mis peleas con los chicos, Oteb, adquirieron así la conciencia adulta.
De esta forma me di a mí mismo una fuerza material, que experimentó la animación espiritual, directamente desde los sistemas materiales.
No había más, también en esto era yo mismo.
Pero ha de saber usted —eso le quedará claro más tarde— que el estar poseído astralmente se da, ¡eso existe!
Ahora lo astralmente tenebroso se desahoga mediante lo materialmente tenebroso, el yo terrenal que se abre al mal, porque ha surgido unión para estos milagros.
Vaya ahora a quienes lo aman a usted y ábrase a sus preguntas.
Mientras tanto, sigo adelante.
No se olvide de lo que ha quedado escrito, Oteb, mañana seguiremos.
Dios ha traído revelaciones para su vida, y para los demás paz y sosiego, ¡saber!
¡Yo construyo así un templo, para mí y para ella!
Váyase, ¡vive usted bajo mi corazón! (—dijo).
Primero leí el artículo escrito por Rachi-Hadju.
Un viaje al Antiguo Egipto, estamos ante la pirámide, la esfinge, los templos de Ra y Re e Isis, pero él reconduce la vida occidental a la sociedad, a la inmaculada mentalidad para el despertar.
Escribe sobre las antenas táctiles adquiridas por el ser humano, que pueden ser materiales, espirituales y espaciales, pero tranquiliza los sentimientos eclesiásticos para las leyes orientales, y abre así la autonomía propia adquirida.
Es bastante profundo, pero muy interesante, creo que aquí se disfruta.
Te hace pensar; es un anciano quien ha vivido esta palabra, que le ha instilado una profunda hipersensibilidad, y que finalmente garantiza la unión entre la gente.
Crea un nuevo camino para los sentimientos occidentales, el poderoso Oriente y Occidente están ante una vida, ¡ante Cristo!
Esto va a impactar, lo sé, pero nadie ha de saber que es él.
Karel y Erica lo quieren saber todo, ahora se han despertado a la fuerza.
Él ya pregunta:
—¿Y, Frederik? ¿Todo bien? ¿Has obtenido nuevo material?
Aún no puedo creer en ello.
—Hay que tener paciencia, todo a su tiempo, no se puede saltar ninguna parte.
¿No ha adquirido tu vida otro desarrollo?
¿Cómo eras años atrás?
¿Cómo eras, Karel, cuando te conocí?
¿Cómo era yo mismo?
Y ¿cuál es el propósito de nuestra vida aquí?
Vamos a seguir.
Si sabes que puedes continuar con tu vida, este es para esta sociedad el estímulo para tu sintonización interior y para el quehacer.
La indignación no te sirve de nada cuando estás ante los asuntos del espacio, estas te piden que inclines la cabeza, uno tiene que aceptar la vida del espacio.
Y eso son leyes, Karel, cada pensamiento representa una ley y tiene profundidad espacial.
—¿Es esto lo que recibes de René?
—Exacto, amigo mío, de tu hijo loco.
—Y ¿él dice que cada pensamiento tiene profundidad espacial?
—Él representa ese espacio, Karel.
Él vive en eso.
Dice que cada pensamiento obtendrá las leyes vitales espaciales si los seres humanos hacemos todo lo posible por ello, si lo convertimos en una conciencia.
—No me digas.
¿Dónde está ahora?
—Está trabajando en los retratos.
—Y ¿está muy normal, ¿no le notas nada raro?
—Nada, Karel..., es un milagro.
—¿Tú lo entiendes, Erica?
—Qué va, hombre, pero me daría de tortas.
No quiero ni pensarlo.
—¿Qué?
—No quiero pensar nada, podría haber vivido este suceso de otra manera.
Santo cielo, ¿es que no sientes lo que nos hemos perdido?
Pero ¿es que no comprendes que nuestra vida se encontraba paralizada?
Y entonces encima todavía vendí esas preciosas túnicas.
Ayudé con ellas a un mendigo.
¿Me lo podrás perdonar alguna vez, Frederik?
—René dice: “Todo lo que le haces a otra persona te lo haces a ti mismo”.
¡El ser humano que está en armonía con el infinito no podrá ser aplastado jamás si respeta el amor, si da amor, si nunca lo pierde de vista!
—Frederik, y ¿eso viene de René?
—Sí, Karel, esto viene de su vida a nosotros, los mayores, y ante esto tenemos que decir “chapó”.
Esto nos conduce a esas leyes.
Solo entonces esto trae felicidad para uno mismo, y para aquellos con quienes tienes que ver.
Los seres humanos pensamos que vivimos, pero estamos muertos en vida.
René tiene una conciencia sobrenatural.
El Antiguo Egipto está como una rosa abierta en sus manos, vive bajo su corazón.
—Y ¿significa eso que él vivió allí?
—Tú, Erica, Anna, Karel, yo, ¡cualquiera!
Estuvieron (estuvisteis) donde todos los pueblos de este mundo.
—Pero ¿es esto espiritismo?
—Tiene que ver con ello, y sin embargo está totalmente separado.
—Pero se parece, ¿no?
—René no tiene nada que ver con el espiritismo, Karel.
Compáralo con la teosofía.
Él va más allá, profundiza más, creo, eso nos quedará claro más adelante.
Esta doctrina se construyó en el Antiguo Egipto.
Allí se comenzó, es la doctrina del espacio, él nos explica las leyes.
—Es sorprendente, Frederik, incomprensible e inaceptable para un ser humano normal.
Siento mucha curiosidad.
¿Cómo iba a ser si no?
Seguimos un rato sentados y vivimos que el milagro baja las escaleras.
Muestra a papá y mamá los esbozos.
Verdaderamente preciosos, según han de reconocer, prematuramente maduros para esta edad.
René se coloca delante de ellos y los mira.
Ya sé en estos momentos que lo hemos llamado.
Está abierto a estas vidas.
Erica lo observa con atención.
Se arrepiente de todo, de sus actos y de sus estupideces.
Karel mira, no lo comprende, pero lo ve.
Sigue la vida de su hijo.
Entonces le cruza los labios:
—¿Me dejas que te haga unas preguntas, René?
De golpe llega:

—Por supuesto, papá.
‘Mira’, pienso, ‘esto va bien, la vida de Rachi-Hadju se abre al instante’.
Karel pregunta:

—Oigo de Frederik que estás proclamando cosas sabias y que posees dones que nosotros aún desconocemos, ¿es posible que mamá y yo vivamos esto?
Mira a Karel y después a su madre.
Erica ya tiene los ojos llorosos.
René se levanta y le pone sus hermosas manos encima de la cabeza.
Inmediatamente esta vida está preparada y responde:
—Claro, papá.
Empieza sobre lo que quieras.
—¿Que empiece sobre algo?
—Eso me pide, ¿no?
Empiece sobre cualquier cosa, da igual sobre qué y le responderé.
—Bien, entonces quisiera preguntar si sabes cómo eras antes.
—Sí, papá, lo sé.
Puedo volver en pensamientos a cuando vivía todavía dentro de mamá.
—¿De verdad?
¿No son pensamientos propios? Porque eso le gustaría a cualquiera.
Muchos lo intentaron pero se vivieron a ellos mismos.
¿Son experiencias reales?
Ya estarás sintiendo lo que quiero decir.
No te olvides, René: los occidentales sabemos tan poco de todas estas cosas y cuestiones.
Si me permites que te lo pregunte, ¿qué es lo que ves, pues?
—Leyes, papá, certidumbre.
Sí que es lo mismo, pero todo me ha quedado claro.
Regreso al comienzo de su propia civilización.
Hasta allí donde empezó usted como alma y espíritu.
—Y eso, ¿dónde está, René?
—Antes de que Dios se revelara, papá; allí yacen y viven las fuentes de esta omnisciencia.
—Y ¿estás seguro de eso?
—Sí, papá.
Karel ya está mareado, Erica observa a su pequeño ídolo.
René tiene la mirada clavada en sus esbozos y está esperando por si su padre tiene algo más que decir.
No hay tensión, pero cada palabra que le cruza los labios está calculada.
¿Qué haces, Karel?
Ahora llega:
—¿Cómo despertó eso en ti, René?
—Por los grados de evolución, papá.
—¿Cuáles?
—Los de la demencia consciente e inconsciente.
—¿Cómo dices? ¿Demencia consciente e inconsciente?
¿Qué significa eso?
—Está bastante claro, papá, o déjeme llamarle Karel, si le parece bien.
—Adelante, muchacho mío.
Encantado, incluso.
—La demencia consciente, Karel, es la locura de tu propio acto.
Entonces te rebelas contra todo, la reacción en esta vida te conduce a la inconsciencia.
Cada acto te coloca ante esas leyes.
Mentiras y engaño, pasiones y violencia, odio, desintegración, todos esos rasgos humanos que te colocan al instante ante la justicia de Gólgota están sintonizados con la demencia consciente.
Después sigue la enfermiza —la gente que vive donde Hans— de la que ves centenares de grados, o sea, tipos de enfermedad que son representados por hombres y mujeres.
Y la psicopática, Karel, a la que en el fondo yo pertenecía sin serlo sin embargo, porque mi vida se regía por algo desconocido: la conciencia espiritual.
Y esas leyes las volvemos a ver para el espacio y el tiempo, para el microcosmos y el macrocosmos, para el ser humano, el animal y la madre naturaleza.
Cada pensamiento es ahora una ley vital consciente.
¡Y volvemos a verlas para “el alma, el espíritu y la materia”!
De eso, Karel, conozco las leyes.
Karel empieza a sudar profusamente.
Erica tiembla de lo afectada que está.
Ahora entra Anna y se sienta junto a Erica.
Mientras seguimos un rato llaman.
Son Hans y Elsje.
Esto puede ponerse fino, ahora Hans ya puede recibir clases universitarias.
Disfruto, vivo lo más elevado de todo para mi vida.
Dios mío, pero ¿a qué será que debo esto?
Estamos sentados en un círculo, el maestro responde.
Elsje ve el milagro.
Está pendiente de cada palabra que diga y ya vive en su corazón.
El esbozo les parece una revelación.
Hans ha de aceptar que aquí se están revelando talentos que son sobrenaturales.
Karel dice:
—Continúa, René.
—Cuéntales primero a Hans y Elsje de lo que hablábamos, si no quizá sea molesto.
Y a Hans le dice:
—Acabo de hacerle unas preguntas a René sobre una conciencia superior y obtuvimos respuesta.
Cuando Hans y Elsje se enteran de lo que ha dicho René, el primero también se tambalea.
Elsje es como una madona.
No le falta ningún tornillo, pero es abierta, como una niña.
Karel pregunta:
—Dices, René, que existe la demencia consciente y una inconsciente.
¿Lo quiso Dios?
Karel dirige la pugna hacia Hans: que escuche el señor catedrático, que diga “amén” a todo.
René está preparado y responde:
—Esto no tiene nada que ver con Dios.
Cuando en el pasado los seres humanos empezamos con nuestra vida, Dios puso todo en nuestras manos.
—Hace un momento dijiste que esto sucedió en el instante en que Dios empezó con sus revelaciones.
Entonces, ¿cómo empezó nuestra vida?
¿Ves en eso? ¿También conoces esas leyes?
—¡Lo dije hace un momento! —continúa el maestro; no hay duda, es indiscutible.
Instantáneamente, su alma se desplaza en un fogonazo al tiempo revelado, y dice—: Cuando nosotros, como microcosmos, vencimos al macrocosmos fue en el momento en que Dios se reveló.
Al comienzo de su creación solo había vida, luz, sentimiento, paternidad y maternidad, alma, espíritu, que luego se hizo materia.
Basta con repasar la teosofía.
También pueden (podéis) seguir a Buda.
A todos los grandes a quienes se les concedió vivir una doctrina interior para esta humanidad y que la transmitieron a estas masas.
Entonces nos encontramos ante un desarrollo que se convirtió en la evolución humana y animal.
Dios, como Creador del cielo y la tierra, nos dio en ese instante todo, pero por medio del sistema de los planetas.
Todo esto significa que los seres humanos seguiríamos Sus leyes sintonizadas con Su vida.
Pero no lo hicimos.
Todas esas leyes las hemos transgredido.
Así hemos creado, como seres humanos, el bien y el mal.
Ahora bien, los grados de la demencia que el alma tiene que vivir han llegado a la concienciación por esos actos equivocados.
El hombre se ve situado ahora ante esas leyes, y el alma humana tiene que aceptarlas.
Ahora vemos miles de posibilidades para los diferentes espacios de esta personalidad.
Todos esos espacios también los volvemos a ver en la existencia humana, y ¡ahora son materiales y espirituales!
Fuimos atravesando eras prehistóricas; un día llegó a nuestras manos una fe, pero esta nos fue dada por aquellos que habían hecho despertar en ellos mismos la personalidad espiritual consciente.
Los seres humanos atravesamos la demencia, no hay ni un alma que pueda decir: ‘En todos esos millones de años quedé libre de cualquier contagio, de cualquier acto erróneo, disarmónico’; los seres humanos fuimos creando el mal.
Dios no tiene nada que ver con este mundo, ni con todo este mal.
¡Sigue siendo un Dios de Amor!
En lo que yo vivía era concienciación.
Los demás muchachos de mi clínica jamás alcanzarán estas alturas, aunque todos hayan sido elevados en (las leyes de) la vida y la muerte.
Quien en esto pierda la propia conciencia, recibe otra.
Y esa otra es para el alma, con sus miles de mundos, que por medio de su evolución llevó a que se animaran las propias leyes vitales, la doctrina de la justicia y la armonía creada por Dios; ¡para la paternidad y la maternidad, la luz, la vida y el amor!
Cuando uno siente esto estamos ante la locura consciente e inconsciente.
¡La enfermiza!
Las personas que ustedes llaman (vosotros llamáis) enfermas, no lo están para el espacio.
¡Están evolucionando!
¡Están asimilando otra conciencia, pero sucumbieron ante la ley material!
¿Que son tonterías?
¡Todavía les falta por llegar!
Más tarde regresarán en otro estadio.
Pues los pueblos no significan nada.
El alma que tenga que ver con estas vidas se encarga de adquirir otro organismo para completar y continuar esta vida.
Las vidas llegan entonces a la unidad.
En esto se hallan los miles de leyes de transición, por las que sucumbe la personalidad.
Ahora volvemos a ver la homosexualidad.
Esto por la madre consciente e inconsciente.
También el individuo creador se encuentra ante ello, porque el grado de vida natural para la paternidad y la maternidad aún no se ha evolucionado a sí mismo, porque es inconsciente.
¿Qué saben ahora de sus (vuestros) grados de locura enfermizos?
¿Es un loco religioso un consciente enfermizo?
¡Desde luego que sí!
¡Esto es ser enfermizamente consciente!
Porque el alma quiere conocer a su Dios y explora por encima de sus capacidades materiales y espirituales el espacio para su vida, sus pensamientos, sentimientos, su paternidad y maternidad, el renacer, y sucumbe en este espacio vital, lo que también es posible para los conscientes de espíritu en la existencia material de ustedes (vosotros), ¿verdad?
Una vez que sucumbe vive en disarmonía con la sociedad y ustedes (vosotros) la encierran.
La religión..., pero ¡ahora las leyes interiores, espirituales, las corporales, todos los conceptos tenebrosos con los que ustedes han (vosotros habéis) creado su (vuestro) diccionario, experimenta esta vida y en ella vive como alma!
La personalidad sucumbe, pero por una sola vida adquiere el control sobre el despertar interior, el asidero.
Para eso hacen falta más vidas.
Hay millones de personas que aún no han llegado hasta ese punto.
El conocimiento del sistema material de la causa de la disarmonía, o sea, el trastorno, que ven (veis) como el crecimiento del tejido y que eliminan (elimináis) por medio de una operación, todo esto les (os) da la posibilidad de reconducir el alma a su pensamiento y sentimiento armonioso.
Pero cuando la inconsciencia experimenta la paternidad y la maternidad se encuentra con su personalidad adquirida ante el desconocimiento de su organismo, y llega a decaerse.
Me salí completamente de eso a base de trabajo, porque a lo largo de mi vida esas leyes llegaron al nuevo nacimiento, al siguiente.
Los muchos que no han alcanzado esa altura experimentan cuerpo tras cuerpo, y entonces llegan hasta allí.
Mi vida es consciente, hago que el nuevo pensamiento y sentimiento sintonice con la doctrina del bienestar espacial, que dio Dios, que dio a Sus hijos (—dice).
Los expertos se han quedado patitiesos, ¡mortalmente infelices!
Aquí ya no es un loco el que habla, sino un conocedor de las leyes.
¡Alguien que es sobrenatural!
René espera un instante y los mira uno por uno.
Karel no dice nada y Hans se pasa la mano por la frente.
Pero después oyen aún:
—¿Que todo esto son majaderías?
Toda su (vuestra) sociedad vive en la locura.
¡Basta con abrir los ojos!
¿Quién entre toda esa gente está preparado para su cometido?
Con dinero te compras tu libertad si estás en la cárcel.
Arrojas muerte y destrucción a la vida de Dios.
Mires donde mires ves destrucción y desintegración consciente.
Son dementes materiales, es demencia consciente, que los (os) apartó de la armonía universal, pero que ahora deja su sello en la conciencia de esta personalidad.
Esta es su (vuestra) sintonización para el espacio, para la que levantaron (levantasteis) un poco de ciencia para ustedes (vosotros) mismos, que es del todo material, dado que ustedes (vosotros) aun desconocen (desconocéis) las leyes para su (vuestro) interior.
¿Dónde —pregunto— está la verdad divina de todo esto?
¿Dónde empezaron (empezasteis) con vuestra vida?
Les (os) digo, llevan (lleváis) millones de años intentando regresar a esa Omnifuente, a la Omniexistencia, Omnisciencia, Omnialma, Omnivida, al Omnipadre y a la Omnimadre, a la Omniluz, para lo que nosotros hemos vivido el universo.
Cada grado de vida y cada ley vital es ahora un cuerpo humano.
Fuimos atravesando tiempos prehistóricos.
Las almas de ese tiempo vencieron lo más elevado en ellas mismas y fueron más allá y más arriba.
Los sistemas solares más universales, que recibieron todos un lugar en el espacio, acogen el alma como ser humano y la vida de las flores y de los planetas, por lo que toda esta vida llega a conocer la revelación divina, y participa ahora en esa evolución.
El sol y la luna los volveremos a ver en su (vuestro) corazón humano.
¿No lo han demostrado los sistemas?
¿A qué se debe que sus (vuestros) ojos recibieron la luz, que se revelaron los órganos olfativos y gustativos?
¿No estamos sintonizados los seres humanos con todo esto?
Solo ahora podrían (podríais) decir: ‘¡Hago lo que quiero, pero les (os) aseguro que tienen (tenéis) que aceptar todas esas leyes!’.
Van (vais) por medio de la paternidad y maternidad a una concienciación más elevada.
Puedo asegurarles (aseguraros) que los sistemas universales están debajo de mi corazón y que llegan a evolucionar debido a que me abrí a ello.
¡Así es como llegué a conocer las leyes de la esfinge, de la pirámide, de Ra, Re e Isis!
Esa doctrina los reconduce al Dios de todo lo que vive y para su propia existencia.
¿Qué quieren (queréis)?
¿Quieren (queréis) que se expliquen las leyes de Marte, Saturno, Júpiter, Venus, de la luna, el sol, de las nebulosas y estrellas?
¡Más adelante estaré listo!
Entonces podrán (podréis) hacerme preguntas.
Hay que estar preparados para ello; de lo contrario estaré dispuesto a abandonar sus (vuestras) vidas y buscar otro público.
Los (os) abatiré, por si les (os) interesa saberlo, pero no los (os) destruiré, ¡porque la vida gracias a la cual estoy aquí cree en la verdadera resurrección de sus (vuestras) personalidades!
¿Es esto un poema?
¡Esto es verdad!
Lo sobrenatural será más adelante la conciencia de cada día, de cada hora, de cada minuto, porque sus (vuestras) facultades observarán luego la vida que ha sido abierta.
¡Entonces ya no habrá locos, habrá seres inconscientes y conscientes viviendo en esta tierra, los locos habrán comenzado una nueva era, una nueva vida, y se conocerá el alma como ser humano!
¿Pensaban (pensabais) de verdad que Dios se contentaba con su (vuestra) lectura sombría?
¿Realmente pensaban (pensabais) que Él tenía culpa de su (vuestra) caída como seres humanos?
¡Son (sois) dioses!
Pero ¡corresponde a su (vuestra) vida convertir esa justicia en luz y vida, en ese sagrado amor que proveyó a su (vuestro) yo racional de los fundamentos eternos!
Pregúntenselo a ustedes (preguntaoslo a vosotros) mismos, quizá habrá entonces una respuesta, soy capaz de dársela (dárosla).
Sepan (sabed) entonces que ya se echaron suficientes margaritas a los cerdos.
Es cosa del ser humano hacer que brille la luz, ¡por lo que la muerte pierde su máscara!
¿Y son (sois) capaces de ello?
No tienen (tenéis) fe, y su (vuestro) saber está tirado por las alcantarillas de su (vuestro) propio entorno, pero ya no ven (veis) justicia sobrenatural, se han (os habéis) convertido en cualidades empobrecidas.
Su (vuestra) razón se sonroja, su (vuestro) corazón tiembla, sus (vuestros) ojos se estremecen y desvanecen cuando el espacio habla a su (vuestro) ser.
¡Es miedo de perder esta vida!
Me voy, ¡les (os) someto todo esto como materia de reflexión!
Ay de ustedes (vosotros), si tuviera que volver a aceptar las sábanas de fuerza.
¡Me iré!
Se aleja sin conceder ya a ninguno de nosotros una mirada, una palabra.
Pasa mucho tiempo, un cuarto de hora parece una eternidad.
Entonces llegó la primera palabra, y llegó cruzando los labios de Anna, cuando dijo:
—¡Dios mío..., Dios mío!
¿No lo supe siempre?
Se va volando.
Erica también se va.
Sigue Elsje.
Nos quedamos los tres sin saber qué decir.
Karel rompe el silencio y me pregunta:
—Y tú, Frederik, ¿sabías esto?
—Puedes creerme o no, Karel, pero cuando nació recibí las pruebas de esto.
—Es tremendo...
Me doy completamente por vencido.
No sé de dónde viene.
¿Qué sensación te da a ti, Hans?
—Me faltan palabras.
¿No leyó un libro, Frederik?
—No, esto despertó por su propia cuenta.
Ya dije en alguna ocasión anterior: así es como Mozart trajo arte a la tierra, para esta humanidad.
Todos esos niños prodigio representaron un espacio propio.
¡René es un niño prodigio espiritual!
¡Chúpate esa!
¿No es esto una maravilla?
Les (os) puede dar clases universitarias, Hans, Karel, ¡luego empezaremos!
Para mí es una revelación que ya ahora haga esto de forma consciente.
—Pero ¿es que aún faltaba para esto?
—Es la primera vez que lo oigo hablar así.
Yo me imaginaba que aún faltarían fácilmente unos años, pero ¡ya lo oyes tú mismo!
Y si te inclinaras por considerar todo esto una tontería, entonces has de saber que seguiremos.
Más adelante te explicará leyes, Hans, y ya no estarás a ciegas ante tus enfermos.
Quién sabe lo que aún recibiremos por medio de nuestro loco.
Elsje y Erica regresan.
René también, en contra de lo que me esperaba.
Hans lo mira como si fuera un espíritu.
René se sienta enfrente de él y parece haberse olvidado de todo.
Karel rompe la tensión y pregunta:
—Pero ¿sabes todo lo que acabas de decir, René?
—¡Lo sé todo, papá, Karel!
—Y ¿eso se te ocurre así, sin más?
—Esto ya no son ocurrencias, esto es saber.
—¿Desde cuándo sabes tú mismo que está esto?
—Antes de que mi nacimiento fuera un hecho, Karel, ¡ya estaba!
—¿Qué tienes que decir, Hans?
—Nada, lo voy a meditar.
Elsje observa una nueva vida, algo de lo que aún desconoce las leyes, pero que representa por su propio arte una brizna de esperanza y felicidad.
De pronto René dice que se va a dormir, y de nuevo desaparece de nuestra vista.
Sé por qué regresaría, el fuego de su vida ya no quiere inseguridad, regresó para dejar a los eruditos completamente hechos polvo.
Ahora que siente que de todas formas ya no tienen nada que preguntar ni que pensar siente el tiempo malgastado.
Erica le pide que se quede un rato más, pero él dice:
—Mamá, me siento cansado, déjame descansar.
¿Te parece, mamá?
—Vete, hijo mío, vete tranquilamente.
Y entonces nos quedamos solos, el maestro se ha ido.
Karel dice:
—Una cosa, Hans: he llegado a conocer a mi hijo.
Ya me asusto cuando me lama “papá”.
Eso de “Karel” me deja más tranquilo.
Hans, ¿oíste que dice “usted” y “su”?
A mí me da vueltas la cabeza.
Lástima, Frederik, esto se le escapó al cuaderno de bitácora.
Qué pena, esto ya no está, se escribió con anterioridad..., ¿no te parece, mamá?
Yo digo:

—No falta nada, Karel, esto también lo tengo.
—¿Qué tienes?
¿Quieres decir que has estenografiado esto?
Pues ¿dónde? Estabas allí sin hacer nada.
—Esto ya lo recibí unos días atrás.
Lo que oyeron (oísteis) sí se dijo de otra manera, pero la idea esencial la tengo.
Esto también estará en el cuaderno de bitácora, lo encontrarán (encontraréis) textualmente.
Y solo entonces sabrán (sabréis) lo milagroso que es todo.
—Hans, y tú, ¿qué?
¿Aún no lo sabes?
¿Tenemos que seguir poniendo trabas a Frederik y a él con nuestra sabiduría?
¿Sigues pensando que se trata de un loco?
Entonces eres muy torpe.
Si había alguien que era pragmático con estas cosas, era yo.
Sé muy bien, Hans, que esto no pone patas arriba a nuestras universidades, pero bien podríamos estar aquí ante la conciencia elevada para la que tú vives.
Si he entendido bien de lo que se trata, Hans, entonces estamos ante un profano que da clases universitarias.
¿O tenemos que arrojar por la borda todo lo de Buda y los demás grandes de los que habló?
Y ¿no tiene esto, de lo que él conoce las leyes —como dice— una conciencia sobrenatural?
Si quieres que te diga, Hans: a los grandes de antes los supera con creces.
Si has escuchado bien dejan de ser sandeces.
¿Oíste cómo cambiaba su voz?
Su rostro fue envejeciendo más y más, y entonces empezó a hablar de “usted” y “su”, cosa que mi hijo no sabe, no conoce.
Ese ya no es mi chico.
Ojalá que esto termine bien.
Esperemos que no esconda una nueva forma de locura.
¿Tú qué piensas de esto, Hans?
—Bien podría ser, pero aún no quiero entrar en eso.
Ya he recibido suficientes palos, Frederik lo sabe, lo creo y creo a René, pero si quieres que te dé una explicación, te digo: voy a esperar, no lo sé.
No puedo opinar sobre eso.
Es posible que se esté dando un nuevo fenómeno de enajenación mental.
Puede ser, pero esto lo desconozco.
Aun así, ¡es posible!
¡Ahora cunde la tensión!
Erica dice:
—Son (sois) unos malditos canallas.
¿Quieren (queréis) tachar también esto de locura?
¿Quieren (queréis) decir que mi hijo sigue estando loco?
¿Tengo que volver a echarte de casa, Hans?
—Que Dios me libre, Erica, no quería decir eso.
—Sí, eso ya me lo conozco.
Lo he vivido varias veces, pero de todas formas ya no van (vais) a conseguir llevarme hasta ese punto.
Respondo por él y ahora doy mi vida por mi hijo.
Al diablo con su (vuestra) sabiduría.
Yo me quedo con esto.
¿Pensaban (pensabais) poder matar siempre todo con sus (vuestros) conocimientos?
¿Quieres decirme, Hans, que comprendes algo de ti mismo y tus enfermos?
¿Sigue teniendo algún valor tu sabiduría cuando te encuentras ante todo esto?
¿Qué se le pasa a la gente por la cabeza cuando hacen de ti un señor catedrático?
¡Ahora estás aquí desnudo!
René ya los (os) despojó de su (vuestra) máscara.
Yo no quiero nada, pero ahora ten cuidado, sé cauto, Hans, ya no hay quien me detenga.
Hace poco piqué por sus (vuestras) estúpidas palabrerías, pero eso ya no volverá a pasar.
¿Quieres demoler esto?
¿Y luego resultará que mi hijo es un loco soberbio?
Me opongo.
Puedes pensar lo que sea al respecto, Hans, y tú también, Karel, pero ahora queremos que pongas encima de la mesa lo que piensas.
Te digo: respondo por mi hijo.
¡Frederik tiene razón!
Estuvo solo todos estos años, ya basta de aguar la fiesta, de destruir, de mancillar su vida.
Fuiste tú, Hans, quien encerró a Frederik en la granja.
Si no hubieras influido en Karel, jamás habríamos llegado a esto.
Por sus (vuestras) estúpidas palabrerías vendo una vestidura de diez mil florines por un florín cuarenta.
¿No basta ni siquiera esto?
¿Solo porque hablas por hablar?
¿Porque eres erudito?
Date bien cuenta de que no se trata de mi chico, sino de la sagrada verdad.
¿Son palabras estúpidas?
¿Es un loco?
¿Todavía no lo sabes?
Tu estúpida ciencia te deja sin un ápice de vida.
Tu estúpido engreimiento, tu suposición de que sabes algo, te noquea contra el suelo.
Fuera las máscaras, ¿verdad, Frederik?
Yo he gestado este niño.
Sé lo que René ha vivido.
No han (habéis) entendido esta enfermedad.
Una y otra vez golpean (golpeáis) a Dios en la cara y vuelven (volvéis) a buscar cómo hacer esto trizas.
¿Quieren (queréis) hacerme creer que esto vuelve a ser otra forma de locura?
—Haces como si yo hubiera pronunciado esas palabras, Erica.
—Una y otra vez pones nuestra vida patas arriba, Hans.
Siempre tienes algo nuevo, pero ahora no vas a meter tus narices en esto.
Con Karel ya haré las cuentas más tarde.
Dejarás a mi hijo en paz o volveré a echarte de casa.
Estoy en mi derecho de velar por René.
Frederik se ha tenido que apañar todos estos años él solo.
No quiero volver a perder esta armonía.
Ya está bien de que ustedes (vosotros), los eruditos, aplasten (aplastéis) a muerte a mi hijo.
¡El oro lo convertís en basura!
René es un niño prodigio y eso ya no me lo volverán (volveréis) a quitar.
Si resulta que no puede demostrar que es un dotado, tendrán (tendréis) razón.
¡Ya no consentiré que todo se destruya de antemano!
Ya pueden (podéis) cerrar el pico por un rato.
Pero les (os) digo, ya no creo en su (vuestra) ciencia.
Lo suyo (vuestro) son cuentos, no saben (sabéis) qué hacer y eso no lo aguantan (aguantáis).
¡Son (sois) unos infelices!
—Mírala, mi mujer, otra dotada.
—Si piensas, Karel, que vas a poder seguir mofándote más tiempo de esto, mientras aquí se te da la más sagrada seriedad, mañana me largo de aquí con René, Anna y Frederik.
Entonces te podrás quedar con tus mofas y sabiduría, nosotros ya nos buscaremos la vida por otro lado.
No dejo que desintegren (desintegréis) a mi hijo, ya estoy bastante escarmentada.
Frederik, ¡ahora puedes contar conmigo!
¡Ya no sucumbiré!
Ya he sufrido bastante.
Ya no me atrevía a mirarte a los ojos, pero ahora te demostraré que sé luchar, ¡para mí esto es sagrado!
¿Cómo era antes, Karel?
¿Ya lo has vuelto a olvidar?
¿Se olvidaron (os olvidasteis) de sus (vuestras) súplicas?
Y ahora ¿qué?
Son tipos grandes, vienen a devolver sus regalos.
Arrojan las pitilleras de oro a la estufa porque tienen miedo de que estén embrujadas.
Dan ganas de reírse, si no fuera porque es tan tremendamente triste.
A mí me llevaste hasta el extremo de mancillar túnicas de seda de diez mil florines.
No ven (veis) que los seres humanos tienen un corazón, no tienen (tenéis) escrúpulos.
Mis túnicas tenían la enfermedad contagiosa.
¡Son (sois) unos necios!
Han (habéis) perdido el norte.
¿No basta esto?
Cómo es posible, ahora no puedo creer en eso pero destruí todas aquellas cosas hermosas.
Hasta allí empujan (empujáis) a la gente.
Y ¿cómo se portó Frederik?
¡Sí, Karel, me iré!
¡Sí, Karel, haré lo que deseas que haga!
¡Ni se te ocurra volver a tocar a Frederik con uno de tus inmundos pensamientos!
Soy capaz de matarte.
Son (sois) unos chupópteros, pero ni siquiera se ganan (os ganáis) el pan.
Maldicen (maldecís) la vida de este mundo.
¡Detienen (detenéis) el desarrollo humano!
¿Que las mujeres no tenemos una mente académica?
¡Se (os) lo demostraremos!
Me importan (importáis) un comino.
¿Lo saben (sabéis)?
¿Todavía no?
¡Una palabra más sobre Frederik y René, y prendo fuego a tu casa, Karel!
Hans: una palabra más sobre René y volverás a salir volando por la puerta, pero de otra manera: ¡a bofetadas!
¡Vas a dejar de jugar con los corazones, son asuntos divinos!
Sí, Elsje, casi me dejan sin vida.
Decían que exageraba, una histérica.
Me convertí en un objeto académico.
Por no saberlo ellos, te conviertes en objeto de cotilleos.
Cuidado, hija, o te pasará lo mismo.
Los hombres doctos son como vacas, pero esta gente tan erudita pisotea el tierno pasto de Nuestro Señor, está con sus narices encima y no lo ve.
Convierten las cuestiones más sagradas en un análisis.
Si hablas de tu amor, ellos te buscan una explicación científica.
Un beso sobre su corazón es contrario a la ciencia.
Un beso que les deja ampollas es considerado científicamente imposible.
¡Nunca se enteran!
Y eso te destroza.
Ahora te has convertido en la interacción entre el ingenio animal y humano.
¿No es eso una gloria?
Cuando das a luz a su propia carne ¡no se lo creen!
Están a tu lado y te declaran demente.
Convierten a tu hijo en una prueba de laboratorio, en un obstáculo, y miran ahora a tu vida y maternidad a través de cristales científicos.
Cuando fluye tu sangre siguen sin creerse que estés viviendo algo sobrenatural, ¡eso no tiene que ver nada!
Te digo, Elsje: ¡ojo o a ti también te destrozarán!
Debería darles (daros) vergüenza, hombres adultos: son (sois) unos niños, si no fuera porque es tan peligroso: los lazos familiares los (os) traen sin cuidado.
Pero ¡para eso luchamos, para eso vivimos, para eso entregamos nuestra vida ahora!
Les (os) digo: A René ¡ni tocarlo!
En mi casa eso ya es historia, y si no: ¡no vengan (vengáis)!
—¿Qué se le va a hacer, Hans?
¡Erica tiene razón! —se le escapa a Karel—.
A mí tampoco ya me da la gana seguir masacrando a mi hijo.
¡Tú y yo somos culpables!
Fuimos nosotros, Hans.
Hemos golpeado a Frederik y estamos empezando de nuevo.
¡Erica tiene razón!
A Frederik le hemos arrancado el corazón de entre las costillas.
Me voy contigo, Erica.
Frederik: puedes contar conmigo.
Ya no voy participar en el desmantelamiento de seres humanos.
Yo también me voy, Erica.
Me voy contigo, sí..., amo a René.
¡Ya no te voy a dejar sola, voy a...!
Karel está sollozando.
No podía haber soñado jamás que esto fuera a ocurrir.
Ha quedado decapitado, su máscara ha caído, la más basta para este mundo.
Otro adefesio de esos que se ha ido al carajo.
Es sorprendentemente natural lo que estoy viviendo ahora.
Karel ha despertado.
Karel, qué ser tan hermoso eres ahora.
Qué hombre te has hecho ahora.
Erica le agarra la cabeza entre las manos y mira a los ojos a su bueno de Karel.
En un éxtasis inmaculado, le dice a su vida, a su corazón y alma:
—¡Así me gustas más, mi pequeño Karel!
Ahora estoy orgullosa de ti.
Toma, toma, toma, esto es para ti, Karel.
Esto es lo que las mujeres queremos tener, lo demás es de cartón piedra.
Esto es lo que llevaba esperando desde hace años, Karel.
¡Ahora lo tengo!
Dios mío, ¡qué feliz soy!
¡Esto es amor!
¡Esto es sagrado!
¡Esta es la felicidad de Dios!
¡Nos lo trajo nuestro hijo, oh, Karel, no lo olvides nunca más!
Vamos a empezar una nueva vida.
¡Quien quiera acompañarnos será feliz!
¡Ay, Karel...!
Erica hace levantar a Karel de la silla y se lo lleva por las escaleras.
Arriba oímos ruido de pies y después una conversación.
Entendemos palabra por palabra.
Padres que piden perdón a su hijo.
Padres e hijo se abrazan, felices y con amor, en una unión universal.
Oímos sollozos, personas adultas que se caen de rodillas.
¡Pequeño René!
¡Karel!
Hans lucha por su propia vida, pero no es capaz.
Aún no sabe por dónde empezar.
Veo que esta noche la gente tiene que poner las cartas encima de la mesa.
Hans no puede todavía.
Se esconde detrás de una nueva máscara.
Elsje está pálida como un muerto.
Conozco la procesión que recorre esta vida.
Me llega un flujo de calor desde su vida.
Pobre criatura, las cosas por las que hay que pasar.
Hans ha sido golpeado a conciencia, ¡con una seguridad exasperante!
Lo está procesando, pero debajo de su corazón tiene una losa que lo estrangula.
Tiene los hombros caídos, parece quebrado.
Y allí está sentada una reina, que espera, que está ante manos vacías, que posee un loco.
Y otra vez me encuentro ante el poder de René, que baja con Karel y Erica, como si supiera que aún hay que decir algo más si no queremos quedarnos con los destrozos.
Ya empieza.
Oigo:
—Hans, querido mío, ¿por qué ha de haber desazón en corazones que quieren la paz y desean la dicha?
Toma asiento allí, Karel.
Y tú, Erica, allí.
Ya veo que Anna ha recuperado su rinconcito.
Escucha: brindaré a todos tus amigos, o sea, a los eruditos, la oportunidad de ponerme a prueba.
Haz que haya un teólogo, un astrónomo.
Tú, como psicólogo y psiquiatra con el doctor Lent, bastas.
También puedes convocar a los demás amigos que solían venir por aquí en el pasado.
Me parece bien todo.
Entonces les (os) daré las pruebas.
Creo que lo mejor será que esto ocurra en tu casa.
También puedes venir aquí.
¿Qué opinas, mamá? ¿Tú qué quieres?
—¡Quiero que el honor sea mío, René!
—Bien, quedamos en eso, nos reuniremos aquí.
Les (os) diré cuándo.
Mientras tanto, ni una palabra a nadie, tengo que prepararme.
Un poco de paciencia.
No quiero que esta amistad se estrelle.
No quiero perderlos (perderos).
Pero encárgense (encargaos) de que haya armonía, un poco de amor recíproco, ¡lo suplico!
Ya sé que estoy como un niño frente a la ciencia.
Pero Frederik me conoce, sé lo que hago.
¿Lo que sé hacer?
Se me ha abierto.
Frederik les (os) podría haber dado esa sabiduría, pero los asuntos sobrenaturales los hacen (hacéis) añicos.
Ya no soy un niño, como tampoco lo es Elsje, ¡somos viejos!
Somos una nueva generación.
Somos hombres y mujeres que luchamos por la felicidad de este mundo.
Ustedes no supieron (vosotros no supisteis) hacerlo.
Para eso hemos venido a esta tierra.
¡No queremos más guerras, ni en nuestra propia casa ni con una hermana o un hermano ni contra otros pueblos!
¿Lo han (habéis) oído?
¡Nos negamos a matar!
Amamos todo lo que vive.
¡Somos capaces de hacerlo porque nuestra vida ha sido abierta para todas esas leyes!
La vejez de este mundo solo entiende de miseria.
¡El oro lo convierten (convertís) en basura visible!
¡El amor más sagrado, en podredumbre terrenal!
Ya no nos conformamos con eso, ¡esos tiempos ya pasaron!
Soy el primero para este mundo, para este Occidente frío, pragmático, en poner esta felicidad en sus (vuestros) corazones.
¡Esta generación trae unión entre los pueblos, amor y sinceridad, queremos servir como personas jóvenes!
Aportamos una conciencia más elevada.
Conmigo vendrán otros niños prodigio, vendrán muchos, pero ¡ustedes están (vosotros estáis) poseídos por diablos!
¡Han (habéis) violado las leyes de Dios!
¡Han (habéis) mancillado las leyes para su (vuestra) vida feliz!
La justicia divina la han (habéis) echado a patadas al basurero.
¡Vamos a tomar las riendas y ya no nos dejaremos llevar al matadero!
Créeme, Elsje, ¡somos hijos de un solo Padre!
Pero ¡los (os) obligamos a empezar una vida nueva y mejor.
Las cabezas serán inclinadas.
¡Han (habéis) convertido la felicidad y el amor sobrenaturales en un puterío!
Para ustedes (vosotros) los templos son harenes; Dios, lo mismo que un animal.
Pero ¡no vamos a aceptarlo por más tiempo!
Ya está bien de contagiar las leyes, ¿qué quieren (queréis)?
Fuera con esta miseria, a la calle.
Nosotros nos hacemos ahora con esos derechos.
Dios nos dio el uso de la razón, el pensamiento humano: ustedes dejaron (vosotros dejasteis) solo un reguero de sangre, odio, pasión y violencia.
¡Partir corazones: eso es lo que saben (sabéis) hacer; esta sociedad para la que viven y mueren (vivís y morís)!
Nadie va a poder detenernos, porque traemos luz eterna.
¡Los (os) colgaremos si es necesario, toda esta humanidad clama por una conciencia más elevada, por el saber!
Si no son (sois) capaces, entonces han (habéis) de saber que son (sois) capaces de pegarse (pegaros) un tiro por la cabeza, pero nosotros estamos preparados.
Construyan (construid) entonces su (vuestro) propio cadalso, nosotros venceremos.
Acepten su (aceptad vuestra) condena temporal, ¡Dios no lo quiso!
Nosotros les (os) decimos en voz alta: despierten (despertad).
No nos conocen (conocéis), pero ¡nosotros conocemos a todos!
¡Estamos abiertos a todo lo que vive!
¡Nosotros portamos esta felicidad en nuestro corazón!
¿Qué quieren (queréis) empezar con la ciencia si se pierde el carácter humano?
¿Es progreso esto?
¿Quieren (queréis) administrar justicia y mancillar a “Cristo”?
Ahora empieza un nuevo siglo, una nueva vida.
¿Piensan (pensáis) seguir curando la humanidad con veneno?
¡Primero tienen que curarse ustedes (tenéis que curaros vosotros) mismos!
¡Dejaron (dejasteis) hedor, la podredumbre de sus (vuestras) vidas!
¡Vivan (vivid) por eso mil muertes! ¡Deseen (desead) que los (os) quemen en la hoguera! ¡Por “el Siglo de Cristo”, por ustedes (vosotros) mismos, por el bien y el mal!
¡Lleven (llevad) el mal al Dios de todo lo que vive y merecerán (mereceréis) poseer su (vuestra) propia vida!
¡Entonces estarán los “cielos” abiertos para ustedes (vosotros)!
‘¿Viste estos eruditos?’, pensé.
‘¡Han sido apaleados!
Les han asestado una puñalada mortal, que directamente desde el espacio perforó sus vidas.
¡Es grandioso lo que se me concede vivir!’.
René nos reta uno por uno, aún no es suficiente.
Dice:
—Si no entienden (entendéis) esta felicidad, asumiré mis derechos; la felicidad aún está de su (vuestro) lado.
Ninguno de ustedes (vosotros) puede derribarme, las leyes más elevadas viven bajo mi corazón, soy abierto y consciente, ¡ustedes duermen (vosotros dormís)!
Soy un hijo de Dios y mejor no duden (dudéis) de que serán liquidadas sus (vuestras) propias vidas.
Es la cruz de Cristo y ante esta me inclino.
¡Ustedes (vosotros) aún no son (sois) capaces de eso!
El adonis vuelve a desaparecer, nos hemos quedado noqueados, también Hans y Karel.
Elsje no sucumbe, sino que, como una flor, está llena de fuerza y vitalidad, y completamente abierta.
Desparrama belleza y nos da a todos su espacioso alma.
Tiene respeto por el joven Apóstol, se le puede ver.
Su vida es consciente, no se queda dormida.
Menuda noche, hay que ver las horas que estamos viviendo.
Hans y Elsje se van a su casa.
Erica y Karel los acompañan un rato, Erica se come a Elsje; ¿están Hans y Karel intentando inclinar sus cabezotas?
No descarto que Karel sea capaz de hacerlo, me temo que Hans, no.
Estoy solo en el escenario, se avecinan nuevos tiempos.
¡La juventud está despertando!
¡Y esa juventud está animada por Cristo! ¡Por Su vida!
Estoy lejos de este mundo y de toda la miseria cuando oigo pasos y veo a Erica y Karel delante de mí.
Karel dice:
—¿Es esto un milagro, Frederik?
Te aseguro: puedes contar conmigo.
Hans es recalcitrante, ese nos costará más, no quiero ni pensarlo.
Pero si no quiere, pues que así sea, que se aclare él mismo.
No es capaz de inclinar la cabeza y veo a dónde te conduce la erudición cuando dejas que se empobrezca lo humano en tu corazón.
¡Es un pobre perro!
La ciencia y pensar de una manera sana van construyendo tu amor por la vida, eso te reconduce a Dios, Frederik.
¡Resulta que tienes razón en todo!
Hans está cerrado a cal y canto.
No me extrañaría que esto termine siendo su tumba.
Nadie de nosotros puede ayudarlo.
Yo he vuelto a nacer y estoy a tu lado.
Si me puedes perdonar todo, Frederik, podrás disfrutarlo ahora.
—Conserva bien esta felicidad, Karel.
Que no se te vuelva a escapar de entre las manos, y tampoco te precipites demasiado, intenta verte a ti mismo, si es necesario.
—¡Pobre Elsje! —se le escapa a Erica—, ¿qué va a ser de esta criatura tan buena?
Esto me parece terrible, cuando la veo al lado de Hans tiemblo.
Era algo tan hermoso y es posible, por muy viejo que sea Hans, pero ¿ahora esto?
A él le parte la vida, la desgracia que preveo es culpa suya.
Esto no lo aguanta ni una mula.
Está destrozando la vida de Elsje.
¿Envidia?
Y ¿por qué?
Es una enfermedad, Karel, ¿no crees tú también?
—Ya no lo conozco.
Se me hace incomprensible, pero se está pasando.
¿Qué fue de toda esa ciencia?
Lo posee todo, puede estar satisfecho y no lo entiende.
Hay que ver lo miserables que somos las personas.
Pero, Frederik, ¿viste la mirada de René?
—Lo sé.
René dijo una vez: “Es más difícil vivir la felicidad que la pena y el dolor.
Es mejor tener desgracias que no entender tu felicidad”.
Y es cierto, Karel: con la desgracia no puedes romper nada, sí con la felicidad.
Una sabiduría de tu hijo loco.
Hablamos un rato más, pero entonces también nosotros nos vamos arriba.
En el cuaderno de bitácora escribí todavía:
“Se nos acerca a nuestra vida una tormenta de fuerza desconocida, sin escapatoria.
Todo esto es de una naturaleza tan grave que te noquea.
No puedes hacer nada, porque es invisible.
Domina tu vida, te envuelve por completo, y no lo ves.
Así que es mucho peor que una tormenta material, audible, esta es para el alma y tu espíritu.
¿Es un vil canalla?
No me atrevo ni a decirlo.
¡Es algo muy distinto!
En el fondo ya no es nada humano.
Y sin embargo, uno diría: vive bajo tu corazón, eso te hizo nacer, pero no se ve ningún asidero.
Si estás abierto a ello se lleva tu vida por delante.
Quien sintonice con ello —creo ahora— ¡quedará destruido!
¡A esa persona la arrancan de cuajo de sus goznes humanos!
¡Es algo que se desarrolla ante tus ojos y tú mismo estás en el fondo muy al margen!
Nunca antes había vivido algo así, de verdad que no, tan terrorífico es.
Es como un relámpago, te va rondando y uno mismo es el estruendo, el rayo ni siquiera lo ves.
Aún así, lo tienes delante y has de aceptarlo.
¡Es un horror! ¡Una desgracia!
¡Justo haces lo que no quieres!
¡Lo que deseas lo has recibido y no lo quieres!
Lo que ves no es verdadero, y sin embargo te lo quedas mirando.
¡Vive en ti y lo has perdido!
Se te acerca de forma ineludible y ¿aún así piensas que no es para ti?
Vaya, te podría volver a dar fiebre álgida, pero no estoy por la labor.
Creo que esto va a ser un caos.
Al ser humano se le golpea hasta dejarlo hecho una ruina, restos de un naufragio.
Es como la justicia divina, cuya infalibilidad conocemos los seres humanos por la muerte, pero que ahora es vida y que una vez más muestra máscaras diferentes, tal como veo y he de aceptar.
Pero ¡ahí estás de nuevo!
¿Qué quieres hacer?
René es un gran milagro y a Karel lo hemos vencido.
¡Para ahora y para siempre!
Anna ha rejuvenecido quince años y Erica tiene una presencia especial: la de una mujer que ahora sabe lo que quiere y que posee una mente lúcida.
Ahora cada palabra merece la pena ser pronunciada, antes era palabrería, hablar por los codos sin decir nada, pobreza, vacuidad.
Anna no decía nada, pero ¡las aguas mansas a veces son de una profundidad espacial, muchas veces ocultan abundante belleza natural!
¡Pobre Elsje!
Criatura mía, ¡has de saber que en esta vida no se regala nada!
¡Nada!
Hay que luchar por la felicidad y el saber.
Si tú sucumbes, yo también tiraré la toalla, así de grande es mi fe en ti.
¿Lo sabías?
¿Solo tú puedes acoger a Hans?
No lo creo, ¡porque entonces ya habría comprendido toda esa belleza tuya!
Está ante tu castillito, de una poderosa belleza, y ya ni lo ve.
Tu aspecto encantador es como una capa: ya no tiene gracia alguna para él, porque tiene el alma poseída.
¡Haremos todo, Elsje, todo para salvarlo!
Como ves, ya has conseguido un lugar en el diario, porque has aceptado tu tarea, tu seguridad va elevándose cada vez más, pero tu pequeña alma llora: podemos oírlo.
Creo que René es capaz de escuchar los llantos de tu alma; los adultos aún no hemos llegado al punto de poder sintonizar nuestra vida con ello, pero la naturaleza de tu vida y personalidad nos llega a diario como una brisa, y ¡entonces percibes desgracias!
¿Serás fuerte, cariño?
René habló como un joven dios.
Se pensará que es exagerado, pero lo digo desde el fondo de mi corazón.
¡Así es!
Tienes que verlo y oírlo, solo entonces sabrás que tengo razón y que no exagero un ápice.
No hay que olvidar que todo esto viene de su vida a nosotros.
No ha estudiado para ello, ni leído sobre ello, es algo tan puro como un cristal y llegó desde el espacio a nosotros: personalidades humanas, pero nimias y escandalosamente pobres.
Era como fuego abrasador, pero ahora para tu alma.
Es elocuencia sobrenatural; es como estar a los pies de un maestro cuya existencia conoces pero en quien jamás pudiste creer.
Sin embargo, es la sagrada verdad, ahora suceden milagros; lo que una vez conoció el poderoso Oriente, ahora vive en nuestro pequeño país..., ¡tenemos a un iniciado!
Y que es un iniciado es algo que muchos tendrán que aceptar más adelante.
Él es como un bálsamo para tu alma, te cuida como debe ser, pero ahora ya no provoca heridas pestilentes, esos tiempos han pasado.
Quita la gasa con cuidado, pero entonces ocurre y ves cómo las heridas se van cerrando ante tus ojos, sí, eso puede suceder de golpe de tan sobrenaturales que son estas fuerzas, cuyas leyes él conoce.
¡Es un cántico celestial!
Esta alma es un vástago de una afamada estirpe, una casta de sacerdotes que dieron una personalidad a Ra y Re, y que conocieron los dioses.
La trataron a diario y estaban con ellos en la mesa.
No te lo creerás, pero también a nosotros se nos concedió sentarnos en la mesa, donde nos daban de comer.
Me chupaba los dedos con este budín, ¡a Karel y Erica les vuelve locos de lo rico que es!
Cierto, hubo mucha tardanza, pero ahora ven que lo que todos esos años no querían comer ¡sí que era muy bueno para su caseta material y espiritual en la que viven como la personalidad y en la que hacen las cosas cotidianas, convirtiéndolas en hechos!
Te digo: Erica aparenta veinticuatro años, ¡de lo cambiada que está!
Y ¿Karel?
Nuestro Karel, que es como un cochinillo, con su granja, sus acequias, su carácter caprichoso, sus faroles, su dominación en todo, estaba de rodillas, pidiendo perdón a su hijo.
¿Es triste eso?
¿No debe hacerlo un padre?
¿Tiene que continuar un padre masacrando a su hijo?
¿Acaso son remilgos?
¡Prefiero verlo así!
¡En ese instante Karel se convirtió en un milagro!
Me dejó conmocionado.
Vi que sus ojos se transformaban como cielitos infantiles y que adquiría una concienciación sobrenatural, que para la vida de Erica son los nomeolvides, los lirios de los valles y las margaritas que ahora eran derramados por encima de sus cabezas, cayendo así, sin más, del cielo; nosotros, que estábamos allí, trenzamos pequeñas sandalias con ellos y se las dimos a Karel y a ella; era una felicidad tan grande, tan poderosamente grande que se nos concediera ver y vivir esto.
Karel y Erica viven ahora una ascensión al cielo como jamás la habían vivido.
¡Esta los conduce a las regiones aún más elevadas de las que existen, donde René abre las cancelas, él posee las llaves!
¿A esto lo llamas sentimentalismo?
¡Nosotros no!
Quien diga eso aún no está listo, pero dentro de esos corazones sí existe el deseo de poder vivirlo, todo hijo de Dios quiere poseerlo.
Es por ello que la gente lo busca con tanto ahínco.
Pero ¡no lo encuentra porque no hacen nada por ello!
Deberías haber visto a Karel, qué tipo tan hermoso es ahora.
Sus anchas espaldas están preparadas para portar a Erica y a todos nosotros, durante horas, semanas, meses, años.
Es una fuerza que uno ve representada solo por las leyes elementales, pero entonces a uno le suele caer encima un jarro de agua fría.
Ahora Karel se ha hecho lluvia y viento; un huracán, ¡una fuerza primitiva, tan sagrada, tan grandiosa, tan maravillosa!
Oh, ¡qué hermosa es la gente cuando la ves así!
No es posible de otra manera, para eso uno es humano.
Los padres son ahora como el oro del cielo.
Quisiera desear y poder verlos como el sol y la luna, que como cuerpos han desempeñado un poderoso papel para el espacio, y que, por decirlo de alguna manera, han puesto en marcha todo el tinglado y aquello de donde procedía todo, porque Dios los creó así.
Ahora son luminosos, portadores de luz, ya no creen en un beso, se hunden bajo su beso en un sentimiento inexplicable que ¡es tan profundo y verdadero, que se deja sentir, como si en ese instante uno tocara la esencia de la vida!
Y uno se ve a sí mismo con los ojos abiertos, porque ahora uno quiere verlo todo y ya no piensa en embaucamientos.
¡Son los regalos de Dios!
La Omnipotencia pedida a Dios...
Sí, ¡esto va tan lejos que uno se hace omnisciente!
¡Y vi ese milagro, lo viví, lo experimenté y tuve que volver a aceptar que yo también lo anhelo!
Ahora Karel y Erica tuvieron que poner las cartas encima de la mesa, ¡aceptar el milagro de que su hijo, que primero fue un loco, tiene contacto con el Padre en el cielo!
Ya lo dije: Elsje es diferente, ella no necesita poner las cartas boca arriba, porque tiene tanta sensibilidad que con ella eso va solo, ¡está ahí!
¡Y Anna lo sabe ya desde hace tanto tiempo!
Nos hacemos guiños y nos damos besos en pensamientos, pero ya tienen siglos de antigüedad.
Así las cosas van bien.
Ni una palabra sale de nuestra boca, solo perturbaría este momento, este silencio que es universal.
Y de eso nos nutrimos, por eso vivimos, así es como hemos sido abiertos.
Pero ¡tengo miedo!
A René le salen palabras que de golpe despiertan vidas anteriores.
Una palabra de esas embiste el corazón humano y te coloca ante hechos invisibles, fenómenos de los que acabo de hablar.
Y esas cosas invisibles tienen un significado material, ¡están y no están!
Nacen, pero no sabes quién es la madre.
Y sin embargo, esa madre tiene que existir.
¡La fecundación ha tenido lugar!
Y esta, según siento, se remonta a siglos y siglos atrás, pero se produjo mediante seres de naturaleza humana.
¡Y ese estado quiere nacer ahora!
¿No lo entiendes?
Eso es lo que temo, ¡es una máscara que todavía no conozco y de la que tampoco entiende nada el resto de los millones de personas de este mundo y en la que tampoco cree!
Podrías compararla con una enfermedad, pobreza, asuntos desgraciados que destruyen la vida de las personas y contra la que nada se puede hacer, ¡así de infalibles son las leyes correspondientes!
¡Estas cosas tan increíbles tienen que ver con preguntas como por qué unos son ricos y otros no tienen nada que comer!
¡Con por qué a Dios le puede parecer bien que unos tengan de todo y otros niños sean golpeados por contagios!
¡Con por qué unos niños tienen luz en su mirada y otros son heridos con ceguera!
¡Y así podemos seguir!
Allí es donde hay que buscar.
En esto se encuentra, vive, aquello que siento y que quiere nacer por y dentro de nosotros de forma pobre, que ahora más que nada quisieras matar; lo que te entra es un sentimiento así, que te agarra del cogote y que por detrás maneja un cuchillo para rajarte de arriba abajo, ¿no da miedo?
He de reconocerlo honestamente: esto me da miedo.
Ya no es humano, es como si te helara la sangre, como si te dejara sin aliento vital, como si desvitalizara el espacio en el que vives, por lo que de manera resuelta te ves impulsado a hacer cosas extrañas, porque ya no ves ninguna salida para ti mismo.
Y ¿estás entonces sin poder hacer nada?
¡Sí!
Nadie puede ayudarte.
Y eso vive aquí, ¡en nuestra casa!
A veces lo sientes con mucha nitidez, a veces ha desaparecido.
Pero si estás un poco pendiente de ello, lo ves en otra parte.
Va y viene, te acompaña en la mesa y yace fuera en la calle.
Cuando quieres sofocarlo ya no está allí, sino arriba, en un árbol, y se ríe de ti.
Lo tienes en la mano para ponerle una soga, sientes que está colgando, que te lo has cargado, y unos instantes después oyes unas viles risas sarcásticas de quitarte el hipo y ponerte los pelos de punta, y que te dejan media noche despierto.
Crees que es veneno, pero no lo es, no bebes té servido por otras manos, crees ver por doquier el mal, la desintegración; es como una figura, pero sin ropa, desnuda, esa vida la tienes delante, completamente desnuda, tal como piensas ahora.
Mira bien, ¡es una máscara horrible!
¡Toma! ¿Te agarré?
¿Te agarré por fin?
Entonces sientes unas manos alrededor del cuello y vives una pesadilla de esas.
¡Quieren estrangularte y sin embargo no pasa nada!
Vaya, ¡qué miedo tengo!
Así veo a Hans..., porque es a él a quien persigue todo esto, ¿ve que se está infantilizando?
Ojalá fuera eso, es mucho peor.
Cuando lo ves comer —dice Elsje— es como si estuviera comiendo veneno.
Cuando bebe mantiene el té, o lo que sea, frente a la luz, porque piensa que quieren volver a envenenarlo.
Oh, Hans, hay que ver con tus brujerías.
Y ¿ese un sabio?
Esto es una fatalidad.
Pero me quito todo de encima y lo arrojo lejos, quizá mi visión sea exagerada, y tampoco eso es bueno.
Sin embargo, ¡lo sientes!
Quiero dormir, quiero prepararme para las horas que recibo de mi maestro.
Me quedo con que es sabiduría.
Mi caballo es veloz y seguro.
Ojalá que ahora no haya chapuzas, que no corten musculitos y que no pongan inyecciones.
Esos chanchullos de los hipódromos los conozco demasiado bien, a mí también me costó una vez mil florines, solo por estafa, envidia y engaño.
Mi caballo se llama René: ¡es Rachi-Hadju quien me lanza a un final material donde veré la fuente de la vida!
Y este caballo gana siempre, ¡porque nació para este siglo!
Añado todavía: la elocuencia es buena, pero no hay que usar palabras para ella, ¡solo entonces empiezas a escuchar!
Se me van cerrando los ojos, pero mi alma permanece despierta y se ha hecho alerta.
¡Vamos, Frederik, hacia el final!
Los sabios de Oriente se acercan más y más a nuestra vida.
¿Viste esa estrellita, Frederik?
¡Acaba de aparecer!
¿Quién descubrirá esta nueva vida?
¿Quién la sacará a la luz del mundo?
¿Quién?
¡El ser humano lleva las pequeñas sandalias de un blanco plateado!