Frederik, ¿crees... que la epilepsia es lo mismo que la hipnosis?

Erica estaba considerando invitar a Hans y Hansi para pasar una agradable velada cuando oímos que se habían ido a París.
Yo para mí no me creo que Hans se haya olvidado de repente de sus enfermos y que simplemente los haya dejado solos, sin más; nunca he pensado así de él.
Pero no quiero decir cosas feas al respecto.
Pero se me hace raro y estoy dándole vueltas al asunto, lo quiera o no.
Hans está yendo por mal camino... y es ella quien lo conduce por allí.
Pero ya es ella quien lleva las riendas y la que dirige su vida.
¿O es que no es más que la luna de miel?
Anda ya..., él ya no tiene florecillas, para él siempre es invierno.
Todavía tendremos que tener un poco de paciencia, eso es todo.
Con René las cosas no van bien.
El chico se está hundiendo más y más, y ya no dice nada.
Ni siquiera dibuja, tampoco presta atención a sus cosas.
Nos entristece.
Hago todo lo posible, pero ya no consigo que hable.
Karel dice que es como si tuviera epilepsia... realmente, da miedo.
Pero sí que está atentó a su retoño.
Creo que Karel se encuentra fuerte.
Erica, que después de la fiesta de Hans se ha hecho otra imagen de su cónyuge, lo mima y lo acaricia en presencia de todos, y creo que Karel está viviendo su segunda juventud, aunque todavía parece un pimpollo.
Si René estuviera sano, en realidad lo tendríamos todo.
Pero si pienso un poco más, entonces sé que no hemos conocido felicidad alguna en esta relación.
No creo que la felicidad, la posesión material, el tenerlo todo, nos hubiera hecho felices.
Sí, todavía, falta para llegar...
También aquí habrá palabras duras, aunque también vea que se acerca la verdadera primavera.
Nos miramos más profundamente a los ojos.
Por ejemplo, nuestros “Buenos días” dicen muchísimo.
Nos deseamos la nueva luz del día, que es de lo que se trata a fin de cuentas.
Escucha cómo dice Anna “Buenos días”.
Es para ponerse a llorar cuando oyes cómo dice mi nombre.
Pero, fíjate también en los “Buenos días” de Karel.
Habría que oír cómo era antes, aunque fuera “Buenas noches”, o “Buen día”... ahora sí ha cambiado.
Suena de otra manera, suena a más que antaño, suena como un beso.
Aquí todo está cambiando... todo.
Simplemente, salta a la vista.
Es imposible no darse cuenta.
Y lo sé, ¡también eso es el pequeño René!
Nos estamos abriendo.
Estamos abiertos a la palabra.
Empezamos a vernos tal como somos.
¡Karel está cambiando!
¡Y además para bien!
Ya no es tan rígido, ni tan rústico como antes.
No creo que ahora todavía le pregunten por el precio de las papas (patatas), ahora está adquiriendo rasgos urbanos.
¿No te parece maravilloso?
Y eso está ocurriendo por sí solo, aunque él no se dé cuenta.
Erica está más radiante que nunca.
Ha engordado un poco, las desgracias le favorecen.
No estoy bromeando con esto, pero así es.
Hay que ver cómo toca el piano ahora.
Canta de maravilla, mientras estuvo embarazada de René no le salió ni una sola nota.
Ya sé que Karel la eligió porque se dedicaba al arte.
En otra de esas veladas vieron despertarse su amor.
Ahora Erica se sienta de otra manera ante el piano de cola; no busca, toca más conscientemente, toca las teclas de forma más etérea, y eso me gusta porque me desagradan los recios gemidos de las cuerdas.
A ella y a mí nos encanta Chopin, Karel no siente un marcado interés por la música, le gusta escucharla, pero no la disfruta tanto como yo cuando me alcanzan los sonidos.
Tengo que tener cuidado con Chopin, ese hombre me arrastra a donde sea, me provoca lluvia y tormenta, me hiela y me derrite a la vez, es trágico, de una precisión dolorosa, te somete a una operación... pero te curas en diez minutos y sales de paseo.
No soy capaz de procesarlo así de pronto.
Y Erica ya va muy encaminada a asustarme.
¡Y también eso lo hemos recibido por el pequeño René!
¿No lo crees?
Te aseguro que así es.
Podría demostrarte con un ejemplo lo natural que es esto.
Y entonces vemos que todo sí que vive en nuestro corazón humano, y que de hecho está allí.
Un amigo mío —ya no vive— tuvo un accidente de coche, tenía mujer e hijo.
Al comienzo todo era estupendo, amaba con locura a la madre y al hijo, pero a él le fue igual que al hombre del que he hablado.
Al poco tiempo su hijo ya le daba igual y la madre también.
Me pidió consejo.
Pues sí, ahora qué... yo tampoco entendía de estas cosas.
Pero empecé a sentir, llegué a reflexionar, quería ayudarlo.
En ese momento me hice al menos veinte años mayor.
Solo ahora sé de dónde llegaron esos sentimientos tan de pronto.
Como es comprensible, no hablé sobre ello y ni habría sido capaz de hacerlo; simplemente, me surgió de repente.
Dije:
—¿Sabes lo que tienes que hacer tú?
—A ver.
—Tú te vas por un tiempo.
Tienes que intentar ver si puedes irte por un tiempo a trabajar al extranjero.
No para irte de juerga, porque entonces no tiene sentido.
Te vas a dedicar a construir puentes, harás allí lo que haces aquí, te irás a conciertos, no te olvidarás de la ópera, te tragarás todo lo que pueda tener que ver con arte.
Pero a las mujeres ni rozarlas.
Si lo haces, estarás perdido y será mejor que te quedes aquí, entonces asfixiarás tu propia vida.
Tienes que hacerlo para volver un poco en ti.
Tienes que estar separado de tu dicha, porque ya no la ves.
¡Y entonces empezarás a desear!
Entonces verás y vivirás lo que te sucede.
Si eso te lo tragaras como algo normal y si allí estuvieras en tu salsa, pues entonces mejor vuelve lo antes posible, porque entonces es que no tienes el sentimiento para convertir el matrimonio en algo hermoso, es que entonces te lías con cualquiera y no deberías haberlo empezado nunca.
No estarías preparado para ello.
No te olvides: no dirás ni palabra sobre esto.
Este juego lo tendrás que jugar tú solo.
Para nosotros se trata de tu hijo, de tu mujer y de ti mismo.
Tenemos que saber si tienes profundidad.
Tu vida interior tiene que elevarse, quieres conocerte a ti mismo, y eso es lo que sabrás ahora.
No sirve hablar, salir con tu mujer tampoco; da igual cuál sea su actitud, nada de eso servirá.
Aunque bebas champán, es inútil.
Lo que nos importa es saber si aún conservas sentimientos por la vida, por el matrimonio.
Cuando hayas consumido esos últimos granitos, ¡entonces estarás ante tu propia... máscara!
Ya por entonces decía: es una máscara; y cuando ahora sigo esa época de mi vida comprendo que ya por aquel tiempo recibía las palabras para decirle todo esto.
Y ahora que repienso todo eso me veo ante un universo.
Enseguida te lo contaré... no tenemos que olvidárnoslo, es muy urgente y me requiere seguirlo.
Es sorprendente lo que ahora veo y siento.
Pero se va.
A saber: a Berlín...
Recibo cartas suyas.
Escribe que todo está amuermado.
Anda compadeciéndose.
Su mujer e hijo se van detrás de él... ya los está viendo.
Sale mucho, hace lo que le dije y vive la vida.
Mientras tanto, siente que algo le roe el corazón.
Mira a las mujeres, pero no las toca.
Juega al gato y el ratón con ellas.
No las toca, porque le mando carta tras carta, pidiéndole de corazón que no me engañe.
No cede.
Veo que no cede, y van pasando los meses.
Ha firmado allí un contrato temporal.
Todo ha sido hablado con uno de sus directores de aquí, y a este le pareció sorprendentemente bueno.
Un poco curioso, eso sin duda, pero es que la gente es así.
Le pareció suficientemente respetable.
Yo le mandaba dinero, mucho dinero, porque lo colocaba ante le elección: lo superas o te ves superado.
¡Todo o nada!
Atravesar la vida a trompicones y destruir todo, ¡recorrer un viacrucis que nunca llega a acabar, o la felicidad!
Eso hay que decidirlo ahora mismo, ¡ahora tiene que revelarse!
Para la felicidad o infelicidad de la mujer, el hijo y el padre.
A mí me agradaba y me parecía un reto sorprendente.
Escribe cartas a su mujer e hijo.
Las cartas van adquiriendo cortesía.
Cambian.
Empiezan a tener profundidad y sentimiento.
Las cartas transmiten amor.
Aquí escribe un alma a la que le faltan madre e hijo.
El deseo va creciendo, se hace cada vez más fuerte, ya le late con fuerza bajo el corazón.
¡Casi sucumbe!
Me lo escribe honestamente.
Ve a una mujer que quiere serlo todo para él.
Escribe:
“Me encuentro ante un fuego, Frederik.
Estoy a punto de reventar.
Aquí el amor me envuelve, ojalá no me falten fuerzas.
Haré todo.
Puedes contar conmigo, te lo contaré todo.
Tienes derecho a ello y no quiero perderte ni por todo el oro del mundo, eso no lo olvides nunca”.
Casi revienta.
Le escribí que mirara mejor todas esas florecitas.
Entre ellas encontrará una que pinche, y encima venenosa.
Hago comparaciones, le muestro a su mujer, a la que conozco bien.
La ve a ella y ve a todas las demás.
Cuelgo pequeños cuadros en su habitación, los mira el día entero, es lo que tiene que hacer.
Un telegrama: “¡Vuelvo a casa, Frederik!”.
Cielos, esa fiesta no la olvidaré en la vida.
Me comió a besos, a su mujer, el niño recibió juguetes, no había límites.
Se había hecho mayor.
Ambos vivieron una felicidad increíble durante siete años.
Cuando lo enterramos y ella se quedó a solas conmigo le llevé a ella lo más hermoso para su vida para poder cargar con esta poderosa pérdida.
Estaba como rota.
Él quiso que si algún día le pasara algo, yo le contara a ella todo.
Y ahora que se fue tan de pronto de nosotros me pareció que esto eran las flores de su corazón, su apoyo, su vida, su amor para poder cargar.
Tendrías que haberla visto.
Se me tira a los brazos.
Llora hasta agotar sus lágrimas...
Se le había ido un amor al cien por cien.
¡Oh, qué feliz me haces, Frederik!
Estuvo reflexionando muchas veces, sin entenderlo, por qué él había cambiado tanto en esa época.
¿Y qué hizo ella?
Cuando oyó que él había aceptado por la felicidad de ella, del niño y de sí mismo la lucha por sucumbir o ganar, ella de golpe adquirió cien años de edad y de sabiduría.
Escribió un libro sobre esto y se convirtió en un éxito de ventas.
Cielos, cómo se leyó ese libro.
Nunca antes había conocido semejante felicidad, y eso por mí, el torpe de Frederik.
Solo quiero decir: los seres humanos no nos conocemos.
Sí, sí, decimos que amamos a nuestras esposas e hijos, pero ¡es una máscara!
Él llevaba una.
Pero también tuvo la fuerza para librar esa lucha.
¡Se trataba de todo o nada!
Poníamos el punto final o el comienzo de lo que dura eternamente.
¡Tendrías que verla ahora!
Sigue siendo una belleza, pero ya no se ha vuelto a casar.
Ahora dice:
—¡Lo único que conseguiría sería asesinarlo, mancillarlo!
Y eso lo dijo ya inmediatamente después de su muerte.
Son sus reservas, es lo que la conserva, siempre está en casa o junto a su tumba, y trenza coronitas para su hermosa cabeza.
¡Se ha convertido en escritora!
Y ¡qué escritora!
El ser humano, o sea, todos nosotros, tenemos sentimientos por cualquier cosa para hacerla crecer y florecer.
Ahora vuelvo a comentar lo que sentía hace unos momentos.
¡Dios es sentimiento!
¡Es universalmente profundo!
Y nosotros podemos recoger algo de ese sentimiento.
Hemos recibido parte de ese sentimiento, es más: creo que somos criaturas divinas.
El ser humano en esta tierra posee de todo.
Son las máscaras por medio de las que queremos ocultarnos.
Si ahora llegamos a lo natural, si queremos que nuestra vida llegue a ser algo, entonces recurrimos para ello a nuestro sentimiento.
Y cuando este se agota, hasta no quedar ni las migas, entonces te quedas vacío y desnudo ante la otra vida y ya no sabes qué hacer.
Te encuentras ante la belleza divina y no la ves.
¡El matrimonio se va a pique!
Ahora eres tú quien lo destroza, ¿porque no te conoces?
No, para nada, sino porque ya no tienes nada y no te tomas la molestia de transformarlo en algo nuevo.
Ignoras tu tarea, vas arrojando a diestro y siniestro tus tareas vitales, lo único que tienes es un poco de amor propio.
¡Ahora eres pobre de solemnidad, más pobre que una rata... etcétera!
¡Y ahí estás!
Los dos sin una brizna de sentimiento a la que recurrir.
Lo que es lo más poderoso para los seres humanos, no te dice nada.
Lo buscas en otra persona, lo ves en la otra vida y crees que está allí.
Pero no está.
Lo que ves son artificios.
Esa vida reacciona un poquito diferente que las demás, que la primera.
Cuando has probado ese pastel ya no la quieres, todos son exactamente iguales.
Y eso, pues, es un ser humano; son hombres y mujeres que buscan un poco de amor.
Amor..., amor..., ¿por qué no te sumerges en él?
¿Y albergamos el bien y el mal en nosotros?
Aquello que es malo se convirtió en experiencia para mi vida.
No he hecho destrozos desgarrando corazones humanos, ¡es algo que se me ahorró¡ ¿No?
No me parece.
En mi estuvo el sentimiento de dejarlos en paz; ya lo sé antes siquiera de empezar a hacerlo.
Eso es todo.
Pero quien no lo tenga, ese sentimiento, esos gramitos de ingenio... busca, pega, quiere otra cosa, anda al final por encima de su propio cadáver y el de su familia, y los sepulta.
No pensamos.
Creemos que amamos, pero no es cierto, amamos nuestra propia carne.
Nosotros, hombres y mujeres, no conocemos el amor cuando descuidamos la tarea ante la que nos encontramos, pensando que otra vida con esos hermosos artificios tiene más de él.
Y eso Hans tampoco lo ve.
Hans ve artificios, pero no siente amor, Hans le va a partir el cuello.
Ya lo verás.
¿Quién puede decir que se equivoca?
Me mataría.
Así que queremos máscaras...
Nos hemos sintonizado con ellas demasiado conscientemente, no queremos fidelidad ni amor ni verdad, no nos da la gana recoger algo del sentimiento que Él quiso que fuera amor ni aceptar que es esto, no lo otro.
¡Es esto!
¡Esta cosa podrida con la que puedes hacer lo que quieras!
¡Solo entonces estás ante la inmaculada claridad!
Dios es alma, espíritu y materia.
Eso al menos es lo que creemos, porque saberlo aún no lo sabemos.
Y todo eso tenemos que asimilarlo.
Pero si empiezas a hacer las cosas bien, a mejorarlas, entonces no solo te elevas por encima de ti mismo, sino que todo tu entorno participa.
Cada uno aprende algo, empieza a florecer.
Nosotros vivimos ese milagro.
Veo que estas desgracias hacen que nos unamos.
Qué sorprendentemente hermoso es.
Ves cómo va creciendo.
Es una evolución para ti mismo, para tu felicidad, tu amor.
Esa luz en tus ojos, el sonido de tu voz: ¡haces y ves todo de otra manera!
Si estás en la rompiente de la vida y tienes que ahogarte, ¿qué más da?
Quizá vayas más allá y verás otros mundos, porque ¡volvemos a Él!
¡Eso es lo que tenemos que aceptar como el sentido de la vida!
En esos años movidos aprendí bastantes cosas, según noto ahora.
Cuando voy dándole vueltas, veo diferentes personas a las que di mi bien y mi mal.
Claro, también causé estragos.
Mis consejos no siempre eran buenos.
Aún no dominaba eso del equilibrismo.
Aun así, no puedo quejarme.
Siempre me guié por el bien.
Quien ama verdaderamente no rompe nada.
Tampoco pierde amigos.
Cuando una mujer me dijo una vez que siempre hacía amigos, que su marido siempre volvía a echar de casa, se lo hice demostrar.
Di a esa gente bondad hasta que se asfixiaron en ella.
Los coloqué delante de ese pastel... y también puse cucharitas de oro.
Vi cómo se relamían los dedos.
Pero tres meses después me vi tirado en la calle.
Ya no querían saber nada de mí, empezaba a resultarles molesto.
Me echaron directamente a la calle.
Lo que significaba amor, verdadera amistad, se convirtió en carga, en pesadez, y nos las querían.
Me fui, ya conscientemente sin cartas, pero me fui.
¡Esos también llevaban máscaras!
A más los dejé fuera de juego.
Muchas personas... muchísimas fueron por otro camino gracias a mi intervención.
No digas ahora: “Te quiero tanto...
Qué persona tan buena eres...
No podrías faltarme por nada en el mundo” o “De todas formas no calzas sandalias”.
¡Tarde o temprano me quedo fuera!
¡Adiós amistad!
¡Adiós amor unos por otros, todo!
¡Nos convertimos en extraños!
Ya no tienes nada para darte.
¡Es que no hubo nada!
Nunca tuviste nada.
A otro amigo lo saqué de su entorno tenebroso.
Yo quería que empezara otra vida.
Pero ¿ves la dificultad?
¿Es posible que un ser humano se eleve a base de esfuerzo?
Esa vidita le parecía demasiado hermosa y se fue hundiendo en ella.
Volvió corriendo a su amor y rompió corazones.
Uno tras otro, hasta que lo rompieron a él.
Y entonces tuve que volver.
¿Cuántos libros se han escrito sobre eso?
¿Cuántas películas vemos que nos enseñan como no hay que hacerlo?
¿Nos provoca alguna reacción?
¿Hacemos como si fuera para nosotros mismos?
Lo que el ser humano ha escrito..., lo que ha convertido en películas, lo que transformó en arte para aprender para nuestro yo mejor, no fue escrito para nosotros, era para otros.
Si yo supiera que mi pensar y sentir carecen de valor, ni empezaría con esto.
Pero empiezo a ver que vale la pena.
Todavía no puedo negarle esto a nuestra sociedad.
¡Ya aprendí! ¡Pienso para muchos!
Y eso sigue valiendo la pena.
Erica está cambiando...
Karel también, Anna es un milagro, René no lo es menos.
Estamos locos por René.
¿Por qué?
Porque este niño nos ha enseñado mucho.
Aprendemos cada día y la mayoría ni siquiera se da cuenta.
¡Yo sí!
Karel ya no es el mismo.
Estamos arrancándonos nuestras máscaras, lo cual no es tan sencillo, pero ¡está pasando!
Duele, tiene que ver con pena y dolor, pero ¿por qué no miras un poco nuestras violetas?
¡Así es como seguimos!
¡Empiezo a ver que así tiene que ser, no se puede ir por otro camino, tenemos que inclinar la cabeza los unos ante los otros!
¡Y ahora empiezas a ver ese amor loco!
¿No quieres también un poco de este amor loco?
¿Por qué no te observas un poco?
No te has visto todavía.
Mira qué hermosa eres.
Anda, contempla tu propio castillo.
¿Qué sientes?
Pues a Anna y a mí nos puedes declarar locos.
El pequeño René vio que Erica también se vio a sí misma.
Ahora ella observa las pequeñas sandalias que todavía le envuelven los pies como una emanación etérea, pero que sí van adquiriendo ya forma.
Ese tejido está creciendo.
Karel tiene un aspecto cuidado.
Se acicala como si mañana tuviera que irse al altar con Erica.
Adivina, adivinanza, ¿por qué será?
Los zapatos le brillan...
Anna lo siente y lo ve.
Erica y yo también, pero ninguno de nosotros dice nada al respecto.
Disfrutamos en silencio.
¿Sientes este silencio?
¡Es la verdad!
Erica se sienta de otra manera en la mesa, que está puesta de otra manera.
Sin embargo, todo está exactamente igual.
Anna anda de otro modo.
Actúa y piensa de otra manera.
Es una aeromoza (azafata) versada, servicial en todo.
¿Y eso en una criada?
¡Llegamos a ver nobleza!
Si se lo preguntara a ellas, creo que dirían: “No queremos perder esta desgracia ni por todo el dinero del mundo”.
Pero no me adelanto a nada, todavía no estamos.
¡Aún no hemos completado nuestro viaje!
René está recayendo.
Se cansa.
Es extraño el silencio, la paz de los últimos días.
Ves cómo está cambiando, pero alejándose de nosotros.
Y no puedes hacer nada.
Ahora mejor aguardo.
No sirve hablar.
No te responde.
Los ojos miran hacia adentro, no te ven.
Dios mío, pero ¿por qué?
Tuvimos que volver a ponerlo debajo de la sábana de fuerza.
Durante días disfrutó de un descanso silencioso.
Hemos visto numerosos estados, y cada uno es aún menos claro que el otro.
Todavía no sabemos lo que es esto.
Karel me preguntó:
—Frederik, ¿crees que la epilepsia es lo mismo que la hipnosis?
Estamos sentados ante el hogar...
Erica, Anna, Karel y yo.
Hans y Hansi todavía no han vuelto, esos no vendrán hasta la semana que viene.
Pues sí, ¿qué es la epilepsia?
Según Karel:

—Una enfermedad convulsiva... trastornos en el tejido cerebral.
Y otra cosa más.
Pero no quiero oír hablar de que sea hereditario.
He investigado a toda mi familia y en mi casa no hubo ninguna desgracia, puedo conectar un siglo con otro.
¿Desempeña un papel importante eso?
¿Eran mis antepasados adictos a la bebida?
Yo lo busco por otra parte.
Sabemos qué aspecto tenía el cráneo de René.
Y sin embargo, no encontramos nada.
Frederik, ya ves cómo se ha ido deformando esa cabeza, todavía me resulta un misterio.
Porque en René echo en falta los calambres y las contracciones musculares.
Yo no conocía esta epilepsia, y sin embargo me atrevo a jurar que es eso.
También he pensado en hipnosis impuesta.
Pero no sé lo que es la hipnosis.
Ya sé lo que nos imaginamos nosotros, pero eso no nos sirve.
René es apático.
Lo ves y no podemos hacer nada.
El corazón es normal, no encuentro nada.
Ninguno de nosotros.
Y ¿qué es la hipnosis?
¿Qué es la hipnosis impuesta?
Conocemos el caso.
Podría someter a mis enfermos a hipnosis, mi voluntad tiene suficiente fuerza para eso.
Pero lo que vemos aquí, Frederik, nos conduce a los expertos a miles de posibilidades.
¿A dónde?
¿Qué tenemos que hacer?
¿Cómo lo ves tú?
—Cuando sometes al enfermo a hipnosis, Karel, obligas la vida a que duerma.
Es posible mediante tu voluntad impuesta.
Pero ¿qué ocurre en ese instante?
No lo sabes.
No conoces la profundidad de la vida y el sueño te resulta una máscara.
René no tiene nada que ver con todo esto.
No son impulsos sexuales y tenemos que ver si llegarán todavía.
Lo que vemos ahora es desintegración o cambio.
Hay fenómenos que todavía no conocíamos.
Pero ¿cuántas cosas no hemos conocido ya?
Empezó con su cabeza.
Retraso mental.
Un poco después es consciente.
Vive en diez mundos, Karel.
Este mundo es el material; aquel en el que se hunde es el mundo para el alma.
Pero nosotros no conocemos el alma.
Tampoco conocemos el espíritu, en el fondo todavía no conocemos nada del cuerpo humano.
Y su cerebro, no obstante, funciona.
Yo creo que a su cuerpo no le falla nada.
Claro... quiero decir... no veo trastornos cerebrales.
Esta epilepsia es de otra naturaleza.
Nos conduce directamente a la vida interior, pero marcha al margen de la conciencia diurna hasta manifestar los actos.
—¿Qué quieres decir con esto?
—Que René piensa y siente, que vive algo que el cerebro no absorbe ni procesa, tal como ocurre en una persona normal.
Más bien quiero decir que la personalidad domina los sistemas.
Por eso recae en su estado, que nosotros vemos como epilepsia.
Estamos ante una hipnosis invisible.
O sea, es un dormir que aparece por iniciativa propia, por su propia fuerza.
Ese sueño también es un importante factor.
—¿Qué es ese sueño?
—Creo que es una expresión de debilidad.
La impotencia de la personalidad de procesar aquello que el alma ha de aceptar.
La personalidad tiene que someterse al crecimiento y florecimiento.
Creo que aquí estamos ante un caso de hipnosis inconsciente.
La consciente se produce a partir de ti; nosotros, como seres humanos, obligamos a esa otra alma a que se duerma; esta vive justamente bajo la vida de la conciencia diurna y obliga a la personalidad a reaccionar.
A eso lo llamo la hipnosis “inconsciente”, pero quiere su evolución, su despertar.
Y ahora voy a hacer comparaciones con los muchachos que vi donde Hans.
Cuando ves a René, cuando lo miras a los ojos, no te queda más opción que creer que es diferente a todos esos psicópatas.
Para mí no es un psicópata.
¡Esos niños, esas almas y todos esos cuerpos son distintos!
Esas conciencias son inconscientes, la de René no es así.
Siente de otra forma, a veces es muy agudo contando las cosas, aunque lo mezcle todo.
Esos chicos, los niños de Hans, son física y espiritualmente inconscientes.
No sé si es la culpa de sus organismos.
Aún no tengo un nombre para ello, pero creo, Karel, que la vida, como alma, deforma la materia.
Estas no son enfermedades materiales, no son cuestiones hereditarias...
Creo que no somos capaces de violar las leyes corporales.
—No estoy de acuerdo contigo en eso.
Erica lo interrumpe y dice:
—A ver, deja que termine de hablar, Karel.
—No lo crees, Karel.
¿Por qué no?
No puedo creer, aunque tengamos que aceptar los hechos, que mi bisabuelo me pueda legar un estado psicopático, porque el alma no recibe nada para dar.
Tengo que ser claro.
Esto no es sencillo.
Pero... ¿oíste las habladurías?
Una ramera tiene trillizos, tres niños sanos.
Nosotros tuvimos a René.
¿Tú crees que Dios se mete en estas canalladas?
¿Realmente creías que como alma recibías algo gratis?
¿Entonces por qué no juegas a ser un genio?
Quiero decir, Karel: ¡el alma es ella misma!
No recibe nada gratis, pero tampoco puede volverse loca si está en armonía con todo.
Ahora me encuentro ante miles de hechos sobre los que he reflexionado sin excepción, pero para los que aún no tengo los fundamentos.
La enfermedad de René, eso ya te lo he intentado explicar en lo posible, es una enfermedad espiritual.
Es lo que nosotros imaginamos.
Ustedes (vosotros).
Pero esto no es una enfermedad.
Y dado que no es una enfermedad, René tampoco es un psicópata.
Si lo fuera, en cambio, entonces no habría cambiado esta cabeza.
Lo habrías visto así toda su vida.
Pues esa cabeza, esos sistemas materiales, Karel, fueron deformados por el alma.
Eso ahora sí es algo tarde, porque debería haber sucedido durante el embarazo de Erica, pero aun así ocurrió, y además para bien.
En cuanto a esos otros niños: son más inconscientes para la materia y el alma.
De modo que veo tipos de demencia, también para la psicopatía, en lo que estarás de acuerdo conmigo.
Si descendemos al grado más profundo de la psicopatía, Karel, entonces te encuentras ante aquellas máscaras retorcidas.
Pero ahora la materia, el rostro, es exactamente igual que como se deja ver el alma.
La materia y el alma, la personalidad, está deformada.
Estos dos mundos están mutuamente sintonizados de forma pura.
Uno no está adelantado al otro, ambos tienen una sola meta, sienten y viven lo mismo, ambas estás deformadas; da igual cómo quieras verlo, te encuentras ante la máscara material y espiritual.
¿Y no les estorba la epilepsia?
Algunos, tal como afirmaba Hans, se derrumban y se golpean contra el suelo delante de tus ojos.
Pero ¿ahora qué?
¿Cuáles son?
Precisamente, los más conscientes.
Justo esas personas se caen al suelo, Karel; los inconscientes, o sea, los más enfermos, no tienen ni idea.
Cuando visité con Hans a sus enfermos vi enfermos, sí, pero para algunos de tus amigos es ganado.
De modo que cuando vemos la epilepsia, cuando la vivimos, al mismo tiempo estamos ante un poco más de conciencia y sentimiento.
De eso deduje, Karel, que el alma crea el propio cuerpo según la conciencia que haya adquirido aquella.
El carácter crea.
Eso también lo vemos en el caso de lo perfecto.
El ser humano se crea a sí mismo.
En un vagabundo de esos puedes ver lo que quiere la vida interior.
También conoces al tipo de gente que considero los dementes conscientes, los enfermos no materiales, donde es el alma que se deforma por su terrible vida y que aun así deambula por esta sociedad como si no ocurriera nada.
Karel se queda pensativo.
Nos fumamos un rico puro, acompañado de una buena copa de vino, nos sentimos en el séptimo cielo.
Al poco tiempo dice:
—Continúa, Frederik.
—Lo que quiero explicar con todo esto, Karel, es lo siguiente: René no está deformado ni material ni espiritualmente.
Pero ya lo habría estado desde hacía mucho si su alma no hubiera conocido esta conciencia.
Debido a que la vida interior ha sido capaz de deformar los sistemas materiales, imagino que esto que es físico y espiritual se conduce a sí mismo hacia lo perfecto, a la estructura armoniosa de esta vida: a nuestro ser humano.
Lo que los demás chicos y chicas no poseen considero que sí está en él.
Así que no es una cuestión hereditaria, sino un despertar interior, y eso lo cambia todo.
Ahora es, o dicen que es: lo tienes o no lo tienes.
Eres consciente... o eres inconsciente, pero eso no tiene nada que ver con Dios.
Esos problemas no han caído encima porque nosotros mismos los hemos creado.
Lo que viven aquellos otros psicópatas es la concienciación adquirida y propia para esta existencia material, terrenal.
Supongo que todos nosotros, por sanos que seamos, hemos atravesado todas estas posibilidades para llegar a lo material social.
Ya sé que todavía no tengo las pruebas, porque con esto nos encontramos ante millones de leyes.
Y entonces el alma ha empezado su vida en otro lugar, lo cual nos sitúa ante la “reencarnación”.
Así que entonces los espiritistas tienen razón, así como algunas sectas más, como los teósofos, pero eso todavía no lo acepto, necesito pruebas.
Pero ahora todo lo ves de otro modo.
Ahora los psicópatas de Hans son autodestructivos.
Debido a que esas almas poseen una conciencia animal, están todavía muy alejadas de lo perfecto, hacia donde crecemos nosotros.
Así es como ha surgido la disarmonía con la naturaleza, con nuestra vida diaria, con esta sociedad, y no son aptas para aprender el abecedario.
Tenemos que encerrar a esta gente.
Esas almas aún tienen que despertar.
Pero, Karel, por esos sentimientos inconscientes, el alma, tu empuje y naturaleza, que para mí ha adquirido una voluntad y personalidad, desvencijó todo ese castillo, y ahora tiene el mismo aspecto que cuando fue creada en la madre.
¿Por qué fue que René tenía esta cabeza retorcida?
—No sé.
¿Y tú?
Entonces eres listo, Frederik.
—Se debió a que el alma influyó de manera predominante en el tejido material.
Eso lo he podido seguir por los fenómenos de Erica.
Todo lo que ella padecía como desgracias —todo lo que tú sabes— también sucedía en su interior.
Concretamente, durante los primeros tres meses.
Después los fenómenos cambiaron, también en ese aspecto.
Yo habría entregado mi vida por eso.
Ahora incluso antes, porque estás viendo todos esos mundos ante ti.
Miras en el alma abierta y en el cuerpo de la madre.
René despertó como una personalidad, esto simplemente debes aceptarlo como tal por el momento.
Cuando el alma volvió a tener conciencia —ahora también piensas en todos los niños de Hans y lo que a ti te parece eso— ya comenzó la deformación material.
Erica llega a ver fenómenos, en ella son espirituales y materiales.
El cuerpo humano está bajo excesiva presión, tensión, concentración, una manifestación de la voluntad predominante.
Eso es lo que nos trajo los problemas.
Eso es lo que hizo que todos los demás niños llegaran a asfixiar el cuerpo material.
Son ellos mismos, Karel, ¡no hay otra explicación!
Todavía no son más que suposiciones, pero los seres humanos poseemos una entidad.
Podemos hacer con nuestra vida lo que nosotros mismos queramos, y hemos comenzado con la desintegración material y espiritual.
Ahora llegamos a la cuestión de lo hereditario.
Si estropeamos nuestro esperma y lo transmitimos a la madre, eso no le causará molestias a ella.
Pero si profundizo más, lo cual ya es posible, entonces llego a la conclusión —y ahora escúchame bien— que esto es la influencia de la materia y por la materia.
¡Ella llegó a la pez!
Pero si seguimos esas otras estirpes, Karel, entonces vemos desintegración material.
Los tejidos, sistemas, corazones, riñones, la bilis, los hígados, y así podemos seguir, se encuentran rindiendo a medias; allí vive algo que no ha logrado ser viable para vivir al cien por cien, porque la enfermedad, el debilitamiento de los tejidos, ya empezó varios siglos antes a desintegrarlos.
Ahora nos encontramos ante las enfermedades.
¿Qué es el cáncer?
No lo sabes.
Para mí, todas las enfermedades tienen su origen en un debilitamiento anterior.
La ley natural para el tejido ha sido violada, contagiada, mancillada.
Y ahora estamos con las enfermedades.
Estas también poseen una personalidad propia, por la que reconoces el contagio y la desintegración.
Pero eso es tu propia universidad.
Los principios básicos de ello, Karel, se remontan a siglos y siglos.
Fue mi bisabuelo quien lo empezó.
Pero él no contagió a mi bisabuela, sino a la niña o el niño que nació.
Estas, pues, son cuestiones materiales naturales adquiridas para el cuerpo humano, que no tienen nada que ver con esos seres retorcidos en los que reconocemos a los psicópatas.
¡Estos son los empujes para la vida del alma!
Es material, físico, esto es espíritu además de alma, que crearon un mundo podrido por la personalidad.
Y escucha ahora el padrenuestro:
“Padre nuestro, que estás en los Cielos...”, etcétera, y después: “...no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal”.
Así ya basta.
¿Realmente pensabas que Dios nos deja caer en la tentación de hacer cosas malas y de destruir nuestro cuerpo?
Te pregunto: ¿Pensabas que Él es capaz de librarnos ahora del mal?
¡Somos nosotros mismos, Karel!
—¿A dónde quieres llegar, Frederik?
—A aquello donde vivimos lo perfecto.
Al instante en que todo era inmaculado y bueno, en que el hombre aún no sabía que él mismo era la causa de la putrefacción y la miseria...
No, no, así no es... lo digo mal, quiero decir... a lo natural... a lo perfecto... a la fuente de vida “absoluta” de todo.
Porque allí yacen y viven nuestras respuestas y vemos la inmaculada claridad, lo armonioso, lo natural para tu vida.
—¿Así que eso significa que nosotros mismos hemos creado nuestras miserias?
O sea, ¿soy culpable de la ruina y miseria de René?
—Tú o Erica, son ustedes (sois vosotros), no yo o Anna; solo Dios sabe dónde empezó, pero cosechas lo que has sembrado.
Tú mismo has atraído esta desgracia.
Ya te digo que no sé dónde empezó esto.
Pero no creo en el dolor por culpa de otros.
Lo que vemos, Karel, mires donde mires, es miseria acumulada.
Eso ya es en sí un mundo, que posee una entidad, como todo lo demás, de la que no podemos escapar los seres humanos.
Es el empuje infalible de la Madre Naturaleza.
Pero somos uno con la Madre Naturaleza, esa misma naturaleza nos trajo a la vida.
Creo, Karel, que tenemos millones de vidas a nuestras espaldas, que las hemos vivido.
Pero ¡las pruebas...!
Aquí tienes los problemas.
Solo tienes que agarrarlos y los calas, siempre que comprendas qué es volver a nacer.
Si no te encontrarás ante un muro universal y te estrellarás.
¿Es el propio René culpable de su infortunio?
¡Sí!
Pero es que no creo en el infortunio, al contrario, podemos ser felices.
Eso quiere decir que, a pesar de todas estas desgracias, sí que creo en él.
No puedo creer en los locos de Hans ni en sus psicópatas, a esos no hay quien los pueda ayudar.
Por eso te pedí que nunca le mandaras a René.
No conoce a René y no es un psicópata, aunque nos encontremos ante esta epilepsia, ante la hipnosis y todos esos otros fenómenos.
Con René es muy diferente.
Eso es lo que quería explicarte según mi pensamiento y sentimiento, como profano.
Ustedes (vosotros) los expertos están (estáis) sometidos a las leyes existentes, es imprescindible para no estrellarse.
Yo puedo ir a donde quiera, y veo con los dos ojos.
Antes tampoco era capaz de hacerlo.
Lo aprendí aquí.
Lo aprendí por Erica y René.
Cuando empecé a tener preocupaciones, compasión, fui averiguando los fenómenos.
No quiero nada, solo sé que esto no es epilepsia material, porque todavía no se me concedió ver esos trastornos para los tejidos.
¡A ti tampoco!
Entonces no tenemos momentos naturales, Karel.
Dice cosas anormales, pero te juro que si se te concediera ver todas esas cosas como son en realidad, tendrías otra visión.
¡René tiene que aceptar ese sometimiento!
La epilepsia, Karel, la causan los trastornos materiales.
En ese instante, el cerebro deja de funcionar de forma natural, o hay una presencia de nervios que no pueden procesar el tremendo impulso de despertar, que es enviado directamente desde el alma, por lo que el cuerpo cae violentamente al suelo.
Si se combina con movimientos espasmódicos, entonces el resto del cuerpo está resistiéndose a ello, por lo que ¡vemos una lucha a vida o muerte!
Una lucha por la vida y la conservación; los sistemas no afectados se rebelan porque de nuevo la personalidad no quiere aceptar.
Con que un enfermo de estos se dejara, ya no habría más calambres, porque de lo contrario estaríamos de nuevo ante lo inconsciente, o sea, trastornos internos que aparecen directamente desde el alma y que se resisten (—dije).
Me quedo sin aire.
Karel reflexiona.
No tarda en tomar la palabra:
—Ojalá te hubieras hecho médico, Frederik.
Estoy asombrado.
¿De dónde sacas todo esto?
¿Quieres hacerme creer que no sabes nada de estas cosas? (—pregunta).
Me quedo sentado, mirando.
Tengo que decírselo:
—Karel, ¿crees que esto significa algo?
—Construyes una tesis que yo no había oído antes.
—Te digo —y eso has de aceptarlo— que si me preguntas ahora de lo que acabo de hablar ya no lo sé.
¿Es esto inspiración?
Entonces me parece que está bien.
Pero ¿es que no ves... que en el fondo todos somos idénticos a René?
Él o bien va rezagado respecto a todos nosotros... o precisamente un poco adelantado.
Tenemos que esperar.
Así lo siento... una cosa atrae a la otra.
Si sientes el alma, también sientes el organismo.
Ahora puedes sacar conclusiones.
Y te quedarás asombrado de cómo encaja todo.
Ahora ya sabes: René a Hans, jamás.
Pase lo que pase, Karel, eso nunca.
Para René aún hay otras perspectivas.
Espero que no sea necesario.
Pero cabe dudar de eso.
Pienso más bien que lo perderemos por un tiempo no demasiado largo, porque esto de estar en casa no es bueno para él.
Y entre los niños como él en todo caso aprende algo.
Tiene que superarlo.
Erica y Anna han escuchado, lo han hecho bien.
Erica pregunta:
—Frederik, ¿crees entonces que yo viví esa desgracia porque René estaba envuelto en una lucha con él mismo?
—Así es, no puedo verlo de otra manera.
—Ahora comprendo lo que es la inspiración.
También por qué yo era así.
También entiendo ahora mi conversación física, que provocó las risas de esos locos de Van Stein, Van Hoogten y de los demás.
Y además, por qué me apetecía tanto un trago.
Era René con su violencia.
Y eso se fue liando en mi cuerpo.
Pero qué sencillo es todo en el fondo.
Anna dice:
—Ahora también comprendo por qué René está tan mortecino.
Creo que ahora está en su tercer mes, Frederik, y va a por su cuarto, y cuando haya superado este, ese sueño se disolverá, ya no tendremos fenómenos antinaturales y ocurrirán otras cosas.
Y ojalá que sean buenas.
Nos reímos y Anna va a ver a René.
Seguimos hablando.
—¿Qué es epilepsia, Karel?
Trastornos cerebrales, nerviosos.
Si allí hay algo que no es natural, es que tampoco cambiará nunca.
Eso no lo hemos visto todavía en René.
En cuanto a eso de dormir... es algo muy diferente.
¿Por qué es tan fuerte él?
¿Ya lo habías pensado alguna vez?
A mí eso me dice que solo entonces consume del todo su fuerza al cien por cien.
Los seres humanos nos encontramos en un estado en el que consumimos fuerzas físicas, pero solo a medio rendimiento.
Cuando alcanzamos el pleno rendimiento noqueas a diez tipos a la vez, pero nosotros decimos: ¿solo es posible hacerlo una vez en la vida?
¿Sabes lo profundas que son nuestras fuerzas humanas?
Pero hay otra cosa, en la que no creo, pero que sí que existe.
Y es esto: ¿crees tú en estar poseído espiritualmente?
¿En que el alma es influenciable?
O sea, ¿en estar poseído por espíritus?
—No así porque sí, no tenemos pruebas.
—Yo tampoco, pero aceptémoslo por unos instantes.
Mira, imagínate que René estuviera bajo una influencia astral.
Entonces atrae hacia él otras fuerzas.
Ahora está siendo vivido por otras fuerzas, viven por medio de él.
Esas fuerzas se sirven de su alma, de su vida, de su personalidad y cuerpo, y se pegan la gran vida.
Todas estas posibilidades se conocen en el mundo oculto.
Todavía no me voy a adentrar en eso, pero si es cierto, entonces ves una posibilidad por la que se pueden explicar esas fuerzas.
Pero también está la posibilidad anterior.
Esa me dice que los seres humanos no consumimos completamente nuestras fuerzas naturales..., en el fondo aún no consumimos nada de esa reserva universal que vive en nosotros, porque poseemos una sintonización con el espacio y con Dios.
Esto me sirve de explicación de cómo ha luchado René con sus propias fuerzas...
Si fueran otras fuerzas, Karel, entonces —créeme— perdería toda mi seguridad y podrías encerrarlo en breve para el resto de su vida.
Porque a medida que crezca, más difícil será para él.
Y eso se puede superar ahora.
Así que todavía podría explicarte con un sinfín de ejemplos cómo están funcionando esas fuerzas sobrenaturales.
El alma y el espíritu, la materia y la vida, son gobernadas por él y por nosotros, por la personalidad.
Somos nosotros mismos quienes predominamos, quienes convertimos nuestras vidas en algo.
Pero, Karel, ¿si aceptamos otras vidas?
En el fondo, ¿para qué vivimos aquí?
¿Con qué fin estás tú aquí? Y nosotros, ¿para qué?
No lo sabes.
Todos nosotros tenemos una sola meta, vivimos y hacemos algo, pero la meta es el despertar.
Nuestra meta es revelar; nuestra vida ha de evolucionar.
¿Quién hace algo para esta humanidad?
¿Para la sociedad?
Tú y todos quienes trabajan para esta humanidad.
Espero poder contribuir algo mío.
Eso es todo, creo, lo justo, nada más.
—Honestamente, Frederik, he de decir que esto tiene enjundia.
Voy a meditarlo, quizá me encuentre con alguien que diga: mira, allí está.
Aún no he recurrido para ello a mis mejores fuerzas.
Pero quién sabe, nunca es demasiado tarde para aprender algo.
Ciertamente, tiene meollo.
Aún tenemos que aprender mucho.
No hemos hecho más que empezar, que no se te olvide.
Sin duda, es posible.
Me atrae, porque te hace pensar más allá.
Por lo demás pedimos pruebas y creamos una desgracia tras otra.
Espero sinceramente que tengas razón, Frederik.
Hombre, no hay nada que me gustaría más, que feliz sería.
Te sigo agradeciendo que estés aquí, y espero que así siga.
¿Qué te parece a ti, Erica?
—Nos tomamos otra, Frederik, te la has ganado.
Hombre, qué tímido eres.
Dios mío, todavía te veo en el barco.
Sentíamos tanta compasión por ti.
¡Y ahora esto!
¡Entonces René también sanará! (—contestó).
Nos fuimos a dormir...
Apunté varias cosas, y —qué curioso— todo lo que habíamos hablado me volvió.
Si soy honesto, en el fondo estaba medio ausente.
¡Iba por sí solo!
René seguía portándose mal.
No obstante, sus ojos retoman su posición normal.
Hay destellos.
Creo que esta anestesia dejará de surtir efecto más tarde.
Este estado es material.
Pertenece al cuerpo.
El alma tiene que aceptar ahora que los sistemas materiales son predominantes.
Qué natural es todo en el fondo.
Recibo mucho.
En el cuaderno de bitácora escribí:
“Los últimos días observo diversas opciones para mí para reflexionar bien y con nitidez.
Es algo que se me envía.
También es René.
Recibo.
Empiezo a comprender —tal como ya lo están sintiendo Anna y Erica, pero Karel aún no— que existe un determinado empuje telepático para todo lo vivo creado por Dios.
Son los dos gramos de sentimientos que poseemos nosotros mismos y que con los años fueron atrayendo todos los sentimientos universales.
Es justo como el niño junto a la madre.
Soy un bebé y deseo nutrirme.
No quiero llamar el universo un “pecho”, pero así es.
Mi vida está abierta.
¡Quiero abrirme!
Y es por esto —eso es lo que has de retener, Frederik— que surgió esa unión.
Estoy sediento, pero para mí esto no es leche, sino ¡sabiduría!
A través de mi sed se me envía la capacidad de aprender a pensar.
El pensamiento me entra solo.
Después repaso todo y llego a excelentes posibilidades, que a Karel lo dejan pasmado.
Ya me han dicho en otras ocasiones que escribo bien, ahora yo también empiezo a creerlo.
Pero aún no he llegado.
Es como si el universo quisiera algo, me succiona hasta vaciarme, y me suelto de este mundo, ya no anhelo nada más y voy a la inmaculada claridad.
Cuanto más amo, cuanta más armonía haya en las cosas que hago, cuanto antes también me llegará la palabra.
Así continúo.
Eso los eruditos tal vez lo llamen telepatía.
Que sea lo que sea; para mí se trata de algo muy diferente.
Sé que en el libro hay palabras que significan algo muy distinto a lo que nosotros interpretamos.
Para nuestra vida la palabra aún no ha alcanzado el propio despertar.
La gente no se lo cree, pero así es.
Tomemos por ejemplo la justicia.
Ahora veo que cada palabra tiene un mundo, como todo.
Eso hace un rato ya lo sentía así también.
Pues esa justicia tiene profundidades.
En nuestro caso no estamos hablando de justicia, sino de querer tener la razón material.
Ya dije: con dinero consigues salir de la cárcel.
Y si aplicáramos la justicia más elevada, entonces un juez de esos de inmediato estaría detrás de las rejas, porque ese hombre no ha hecho más que tratar a la gente y sus asuntos de forma injusta.
¿Entiendes? Esa es la cuestión.
¡Ahora aquel juez es un ladrón espiritual!
Ya puedes seguir.
Pagas por un tratamiento bueno, tu mujer tiene una dolencia y la envías a una clínica.
Encima de la entrada pone: “Tratamos igual de bien a cada quien”.
Pero después del primer día le dieron de comer col verde con morcilla, y eso para una madre que acaba de perder a su bebé.
Eso le ocurrió a un amigo mío.
A otro le levantaron miles de florines para el tratamiento justo.
Eso tu cartera no lo aguanta, pero tu alma tampoco.
De modo que cada palabra ha de representar un universo.
Así es como lo imagino:
vas desde el odio al amor.
De ladrón te conviertes en juez, siempre que vivas con arreglo a la naturaleza y los diez mandamientos.
Y ahora que me mando a mí mismo a esa justicia, me lleno de esa sabia vital y me pongo en flor.
¿No es maravilloso?
Cada pensamiento posee un universo —ya lo dije—, pero ahora tienes que intentar alcanzar la armonía allí donde se materializan los pensamientos divinos.
Si penetras hasta allí, entonces estás en medio de la vida de René y puedes empezar a analizar el problema.
Si sigues sediento, entonces ese pecho resulta ser inagotable; durmiendo lo procesas todo.
Y lo que no forma parte de ti, lo que no necesitas, eso se va sumergiendo y se convierte ahora en el subconsciente o en la conciencia diurna.
Ahora comprendo que así es como he de seguir.
Alcanzas la unión con todo.
Ahora ya no caminas: planeas.
Probablemente, todavía lo hago mal.
Haré lo que pueda para conocer lo otro.
Si René es capaz de chupar de mí hasta dejarme vacío, entonces ¿por qué no sería capaz de hacerlo yo?
Cuando un telépata saca de un estuche un cigarro que contiene una aguja, así, en presencia de varios centenares de personas —yo mismo estaba allí— también tiene que ser posible para otros establecer una comunicación telepática mediante la cual podemos ayudarnos y llegar a conocernos.
Aunque esa gente lo haga por sensacionalismo, para ganarse el pan, esas fuerzas, esa sensibilidad, también se pueden usar para investigaciones científicas, pero directamente sintonizadas con las creaciones divinas y Sus leyes.
Y encima, hasta el alma de todo lo que vive, que entonces hablará a tu vida.
Finalmente, te viene el estar abierto a todo, y succionas hasta tu interior todo lo que es bueno; sientes de inmediato el sabor amargo cuando algo no está en orden.
Así que me convierto en un telépata universal.
Suena bien y de verdad que no es tan mísero.
Me llevo a la franqueza, a la armonía por todo.
Entonces estamos de inmediato ante leyes desconocidas.
Cuando estas hablan a tu vida y tu ser, entonces sí que te estremeces un poco, pero después de unos días ya estás acostumbrado.
A veces se te envían escalofríos.
Ahora tienes que seguir lo natural, pero continuar teniendo los pies en la tierra, para que no te entren imaginaciones, porque si no verás otras máscaras.
Y estas son aún más viles que las materiales, estas las crea tu alma y te conducen a Hans.
Seguramente que sentirás”, escribo, “que este aprovechamiento insano no dice nada.
René también chupa.
También esa vida está atada al universo.
Agarra a esa madre con todas sus fuerzas y ella lo alimenta.
El universo solo lo veo como madre.
Que si en ella también vive paternidad es algo que desconozco; pero uno diría que no puede ser de otra manera, porque también Dios es Padre y Madre.
Pero ¡lo que es saber, no lo sé!
Aguardo”.
René está recayendo los últimos días.
Ya dije que sus ojos reflejan una nueva conciencia; el cuerpo está apático.
Claro que todo está tranquilo, pero esto es una desgracia.
Tenemos tantas ganas de ayudarlo.
Karel intenta de todo.
Aun así, se hace más cauto con sus jeringuillas.
Él mismo se estremece y tiembla de todos esos medicamentos.
Tampoco lo ayudan, paralizan su cuerpo.
Mantengo que esta es una reacción material.
El alma puede tocar el primer violín, también al cuerpo se le da un repaso.
Ambos mundos pueden descansar cuando toca.
Luego estaremos ante los años de la pubertad y entonces quizá el cuerpo empiece de nuevo.
¿Tendrá que esperarse entonces el alma una paliza del cuerpo?
¿Tendrá que vivir entonces el cuerpo las reacciones por el alma?
Es asombroso.
¿Ves? Así me van surgiendo continuamente preguntas que requieren una respuesta.
Entonces me quedo al margen y escucho.
Ahora creo que todo es capaz de hablar.
También creo que esto será la unión universal con Dios.
¿Y no es ese el milagro que estamos esperando todos ?
¿No es esto lo esencial para lo que vivimos los seres humanos? ¿Para lo cual y por lo cual somos madre y padre?
¡Así lo creo!
El alma de René recibe entonces una tremenda paliza.
También el organismo que él —como personalidad— ya está explorando.
Por eso, esto no tiene nada que ver con lo sexual, lo veo más como un despertar.
Claro que esto lo golpeará, quizá padecerá esas molestias entre gemidos, le dolerá, pero ¿no es así la naturaleza?
¿Oíste alguna vez, en mayo, cómo se desgarra la vida joven?
Eso se puede oír.
La vida gimotea de dolor.
Un capullito de esos verdes tiene dolor.
La hoja de un árbol tiene dolor, la flor que se va coloreando tiene dolor, porque eso es el despertar; creo en la paternidad y maternidad universal, que predomina en todo, y que lo seguirá siendo.
No, vamos a seguir, quebrados en el alma y espíritu, materialmente quizá deshechos, noqueados por la vida cotidiana, pero abiertos al “Buenos días” y al “Que descanses”.
Aquí en casa ocurren milagros.
Estamos encima de ellos.
Cada día nos trae nueva vida.
Y precisamente por esta desgracia, por vivirnos, por hablar, por meditarlo.
Empiezo a ver con más amplitud, a sentir con más amplitud, a sentir que Dios es amor.
Fui un momento a ver a René.
Es como si el chico yaciera envuelto en una bruma.
Pero creo que el sol empezará a lucir y que ya ahora le está enviando desde detrás de las nubes a la tierra la partícula para su vida.
Ni vive, está medio muerto.
Esto es psicopático, roza un estado epiléptico, con los consiguientes fenómenos, que antes se tomaban por escarlatina y de todo.
¡Para nosotros eso se llama ahora despertar!
Espero que llegue a tener razón.
Creo que sí, enseguida escribiré todavía algo en el cuaderno de bitácora, antes de que se me olvide lo que se me acaba de ocurrir.
Y solo entonces me iré a dormir.
¿El pequeño René?
Cuando me recorren estos pensamientos abre los ojos.
Me mira, nuestros ojos se tocan, descendemos en nuestras vidas mutuas.
¿Qué siento?
Anda, ¿qué es esto?
Me habla.
Puedo traducirlo al instante.
—¿Pasa algo, tío Frederik?
Gracias por tus cuidados.
Ya mejor vete a dormir.
¿Siguen las gallinitas sin recibir ropa nueva?
¿Se vendieron los caballos?
¿Es la vida tan... desgraciada que estoy loco?
¿Sigues soñando...?
¿También te vas a enfermar...?
¿También tú tienes fiebre álgida?
¿No es cariñosa Anna?
¿Papá?
¿Por qué hablan (habláis) tan bajo al entrar aquí?
Ya no me molesta el bu...
Lo sé, tío Frederik...
¿Ya puedo volver a dibujar?
¿Tengo permiso?
¿Puedo volver a hacerlo...? (—pregunta).
Y para colocarme ahora ante el hecho, todo sale materialmente de su boca, por lo que me quedo asombrado, sin saber qué hacer.
Después vuelve a retirarse a su estado.
¡Se cierran los ojos y hay serenidad!
Me voy.
Antes de eso escribo todavía:
“Cuando voy comentándolo con Karel, Erica y Anna, lo hago para darles fuerza para esta vida.
Sé que Karel no aprende nada de esto; no sé si es algo que ya vendrá.
Los ayudo y, como ya dije, creamos un vínculo.
Estamos más abiertos unos a los otros.
Así la vida se hace hermosa y soportable.
Estoy pensando en seguir esos pasos”.
Ahora voy a dormir.
De nuevo no hay flores.
Pero eso me lo conozco.
Luego el escenario estará lleno, porque entonces volverá a haber tensión.
¡Vi más pequeñas sandalias!
También cambian las túnicas, vi que predominaba el azul.
Incluso una túnica de un azul celeste, de la que pensé que la había visto alguna vez antes.
Ya se dónde fue.
¿Será esto algo del subconsciente desconocido?
Mañana voy a sintonizarme con ello.
Mañana y todos los demás días venideros, si me da tiempo.
Tengo que intentar pensar mientras trabajo.
Del subconsciente no sé nada en el fondo.
Tengo que seguir todo... vivir todo, o no llegaré.
El subconsciente... la máscara desconocida y, según imagino, la máscara más profunda y terrible que existe.
¿Por qué?
Aún no lo sé.
¡Hago todo para descubrirlo!
“Al lado de usted quiero asegurar mi amor...”, adivina, adivinanza, ¿qué es?
Y entonces me pasó volando por encima de la cabeza una paloma... ¿viste el animalito?
Me siento como Noé...
Navego...
Todos navegamos...
¡Vuelvo a lanzar una paloma!
¿Me conducirá al subconsciente del ser humano?
Vuelve a mí, ¡nos hemos hechos amigos!
¡Ahora aguardo!
Dibujaré la “rama de la paz” mientras duerma.
Buenas noches, ¡a todos!
¡Frederik...!