Ay, Frederik, René pinta con caca

Pues yo creo que luego llegarán tiempos que nos situarán a todos nosotros ante los hechos verdaderos.
Creo que Karel ya no pensará entonces en su casa de campo; habrá preocupaciones que ahora no ve todavía, pero que pertenecen, igual que todo lo que queremos desmenuzar, a lo invisiblemente presente, con lo que estamos continuamente en contacto, aunque tampoco creamos en ello.
Espero no tener la razón, porque preveo disgustos, el hecho es que no puedo deshacerme de mi viaje, oigo que ya se están acercando esos gruñidos de oso y de pronto me asusto, porque pienso que ya hay serpientes viviendo también en nuestro entorno.
Los aullidos del chacal se aproximan cada vez más.
Me lo sacudo de encima, no quiero oír nada de eso, pero ¿qué haces cuando sientes esas voces en tu interior?
Se mueven al margen de uno mismo y saben cómo alcanzarte como ser humano.
Y también ahora estás impotente, ¡no puedes hacer nada contra ello!
¿No es algo horrible?
Me parece que sí, porque te deja inerme, te pone palos en las ruedas, das una vuelta de campana, sin saber por dónde van los tiros.
Tu oponente es una ley de la naturaleza, vuelve a llevar otra máscara.
Te haría sentir infeliz si no supieras que de todas formas tienes que continuar.
Cuando visité a mis amigos hace unos días, Anna y Erica se abalanzaron sobre mí.
Ambas estaban visiblemente alteradas.

—¿Qué ocurre aquí —pregunté.
—¡René pinta con caca...! —dice Erica—, ¿no es algo horrible?
Anna me guiña el ojo, como si quisiera decir “Tranquilízala”.
¿Ahora qué?
La acompaño arriba y observo al niño.
Digo:
—¿Quieres hacerme creer, Erica, que este niño ya entiende lo que está haciendo?
Eso cuéntaselo a tu abuela.
Ahora en serio.
Todo niño hace en su momento cosas raras.
Lo normal.
—Te asombrarías, Frederik, si como nosotras hubieras visto todo embadurnado con esa porquería.
Es simplemente un milagro cómo lo ha hecho, como si hubiera estado trabajando un pintor.
Sería sorprendente si no fuera tan espeluznante, tan sucio, tan extraño.
Frederik, ¿se volverá loco mi niño?
¿Tendrá que irse René a un manicomio?
Santo cielo, a dónde irá a parar esto.
Qué terrible es.
¿No lo ves? ¿No lo sientes, Frederik?
—A ver, y ¿ahora en qué estás pensando, Erica?
¿Por qué vas tan lejos?
Ya no quiero volver a oírte así, ¿entiendes?
Me mira y se somete a mi reprensión.
Ya verá cómo resultan las cosas, pero sigue miedosa.
Son los osos y las serpientes.
Ya están en casa, han encontrado el camino hasta nuestra vida, saben exactamente dónde vivimos, te conocen como no nos conocemos nosotros mismos, así lo creo ahora, aunque todavía no lo tengo claro.
¿Qué más viviremos?
¿Qué tenemos que hacer?
¿Qué medidas tenemos que adoptar si queremos estar preparados para todo?
No lo sé, estoy impotente, pero sé que voy a tener razón.
Verás lo que viene ahora, ¡comienza el juego!
Finalmente, logro que ella y Anna se rían de esto.

—Hay que ver lo penoso que es el ser humano como problema, ¿verdad, Frederik...? —Sale ahora por la boca de Erica.
—Exacto, Erica, agarras el toro por los cuernos con tus manos femeninas, aguanta un poco más.

—Menudos milagros que somos, ¿verdad? —Continúa un poco y la complemento para mí mismo: “Cuánto cuento tenemos cuando todo va bien y lo poseemos todo, ¿no crees?
¿Qué fuertes nos sentimos, ¿verdad?
Y ¿qué hacemos por y para ello?
Estamos literalmente con las manos vacías, pero en sentido figurativo están llenas de problemas.
Intentan vencerte mientras duermes y ahogarte entonces a hurtadillas.
Envenenan tu comida y bebida, el hedor te indispone; es una lástima que lo diga... pero ¡así es!
Y parece que hubieran sido depositados por una mano hábil, no ves su verdadero carácter, ¡llevan máscaras!
Cuando crees haber atrapado uno, haberlo aplastado hasta matarlo, otros miles ocupan su sitio.
No puedes luchar contra ellos, estás ante una fuerza superior.
Y ahora tienes que aprender cómo actuar, si no te vas al suelo de un solo golpe, chocas con lo duro en tu interior que parece invencible, aunque le puedas taladrar un agujero con un taladro para ver si se te van a abalanzar más problemas encima.
Así es como nosotros, los seres humanos, queremos proteger nuestro propio pequeño yo de las desgracias.
Quien diga ‘yo soy diferente’ ¡miente!
Señálame esa gente, Erica, ¿dónde viven estos grandes? De eso lo sé todo.
Son máscaras y nosotros, los seres humanos, pensamos que a ‘Él’ lo podemos vender como un caballo de tiro reventado.
Pero ¿no oyes, no sientes, no ves que hay más aullidos que se acercan a tu vida?
Y entre todo eso oyes cómo aúlla tu carácter.
Ya no suena tan extraño, pero puedes oír llorar el carácter humano, puedes oír sus maldiciones.
Ay, ¿qué quieres?
Estas cosas te corroen el corazón y sin embargo todo es lo más sencillo posible, pero tienes que comprenderlo.
Los niños son diferentes y tienen un carácter propio, a muchos peques eso les parece normal y no son conscientes de ello.
Este juego no es tan infantil para René, aún me parece demasiado joven.
Aquí hay una naturaleza sólida que domina el carácter.
La personalidad no es capaz de ello, pero estas cosas inhumanas sí que suceden, que, como puedes ver, son a su vez humanas.
Ojalá supieras ahora dónde y cómo se formaron esos pensamientos.
Y de nuevo nos encontramos ante miles de máscaras.
¿Es un niño capaz de pensar por encima de la conciencia normal?
Vaya, a dónde estoy yendo.
Siempre esas máscaras.
Cuando te has formado una opinión vuelves a encontrarte ante una nueva.
La vida entera es una sola máscara.
Lo que hay que hacer es introducir en ella espacio, desarrollo, conciencia.
Haz como si te afectara directamente y deja que todas esas máscaras incidan en ti.
Empiezo a sentir cuál es la causa de la conciencia de la que nos previenen los orientales y que finalmente va a ser nuestro ocaso.
Es difícil, pero estamos preparados, el juego va a comenzar”.

Estos últimos pensamientos no los he podido materializar, es algo que ella tampoco debe saber.
Pero... veo nuevas máscaras... es miseria, los chacales... viven en este pequeño espacio.
Erica ha vuelto a irse, junto a Anna observo a René.
Este hijo de mis amigos tiene un aspecto raquítico, sobre todo ahora, porque pienso que ha vivido algo de lo que nosotros, como personas normales, no tenemos conciencia.
¿Tenemos que preocuparnos y preguntarnos si este niño realmente está siendo él mismo?
Anna dice:

—Esto aquí parecía un cuchitril.
No lo creerás, Frederik, pero esto ha empezado a darme miedo.
Ya lo sé, simplemente parece... cuántos niños hacen algo así, pero esto era diferente, ¡parecía tan calculado!
Y eso da miedo.
Da la impresión de que aquí hubiera actuado un niño de cuatro años.
Míralo tú mismo.
Les parece horrible.
Karel no reacciona, pero sí le da vueltas.
Anna rezará por René y estará pendiente de él.
Mientras estamos mirándolo de esta manera, el niño se duerme profundamente.
Anna vuelve a decir:

—Cuando tú visitas a la gente, Frederik, llevas contigo serenidad y sueño, y eso es incluso mejor que llevar flores.
¿Lo sabías?
Intento reflexionar sobre sus palabras, pero, curiosamente, no alcanzo a comprender su significado.
Anna es muy sensata y eso puede venir como anillo al dedo; en esta casa aprende a actuar de manera práctica y rápida.
Volvemos abajo, Erica está esperándome y quiere hablar conmigo.
—¿Qué opinas, Frederik?
—Nada; creo que estás a la caza de síntomas.
Te aconsejo que dejes de hacerlo.
Todo esto no significa nada.
Hay miles de niños que juegan con su materia... ¿por qué René no?
¿O es algo que no cabe en tu familia?
No me hagas reír, Erica, no le des demasiadas vueltas.
—Tengo la sensación, Frederik, de haber traído al mundo a un suicida.
No sé lo que es, pero recaigo en mi pasado.
No pasa ni un solo día en que no reflexione sobre mi hijo, y entonces siempre lo veo como miseria.
Siempre vuelvo a soñar sueños desagradables, y me despierto con la sensación de que estuvieran apretándome el cogote.
Le tiemblan los labios.
Y ahora ¿qué?
¿Tengo que confirmar sus sospechas?
Espero un rato con mi respuesta, pero no me libro, porque insiste:
—¿Qué? ¿No lo sabes?
Y en ese momento lo sé... y le digo lo que pienso.
Regreso y volvemos a vivir el gran viaje; ahora sabe que todo ha de llegar todavía y que solo podemos esperar que sea lo mejor posible.
—Yo creo, Erica, que como madre eres una con tu hijo.
También me parece que recibes de él tus sueños.
No sé cómo es posible, pero cuando la vida es capaz de transmitir casi todo a la madre —lo cual a fin de cuentas aceptamos— entonces también es posible esto.
De modo que es posible vivir sueños que recibes de forma pura.
Naturalmente, un sueño de esos lleva una máscara, porque desconoces su origen.
Aún no sabemos nada de la psicología, así que la ciencia no puede ayudarte, por lo que tienes que regresar, si quieres una respuesta, al Antiguo Egipto, porque allí entendían de estas cosas.
Resumiendo: tienes que conocer el alma como espíritu y dominar por completo esos imponentes mundos.
Creo que antes de que lleguemos a ese punto ya nos habremos vuelto locos, porque ¿quién podría hacerlo?
¿Qué sabemos nosotros? ¿Qué sabe un experto sobre el subconsciente?
¡Nada!
Es la peor máscara que existe, me parece.
Pero ¿qué quieres hacer, Erica?
Si esto es todo, entonces no hay motivos para tener miedo, dado que lo hacen muchos niños.
Tus sueños ya se volverán a disolver, la vida continúa.
Acepta todo esto tal como te llegue.
No conviertas las cosas cotidianas en misterios.
Es algo de lo que no entiendes.
Deja que Anna haga sus cosas y no te metas con nada; es una buena ayuda.
¿Qué más quieres?
Percibo que mis palabras no le sirven: ella tiene la firme convicción de que su hijo será mentalmente deficiente, y no veo posibilidades de hacerle pensar otra cosa.
Además, se tiene que preparar, porque podrán ocurrir cosas extrañas.
Cuando dice que tiene miedo, que René tiene una enfermedad incurable tengo que recurrir a todas mis fuerzas para quitarle ese miedo y prepararla al mismo tiempo.
Se hace más mansa, por lo que veo, está enganchada.
Cuando regreso unos días después se me echan encima, porque René ha vuelto a embadurnar con miseria su pequeño mundo, al estilo primitivo suyo.
Todo el tinglado estaba pintarrajeado.
El niño parecía un estercolero, y Anna necesitó un día entero para limpiar su entorno.
Erica lloraba con más vehemencia que nunca y estaba a punto de perder por completo el dominio sobre sí misma.
Se dominó gracias a Anna.
Opina que René emborrona conscientemente... asegura que lo que hace puede haber sido concebido por un adulto.
Parecen figuritas.
Da igual lo que le digas, no hay manera de sacárselo de la cabeza: ella misma lo ha visto.
¿Y terminará quebrada?
No lo creo, aquí predomina el orgullo de la maternidad, o quizá su intelecto, su procedencia.
Se había esperado otro niño, completamente normal.
Pero está ante los hechos y yo no sé que qué hacer con ellos.
Sí siento que aquí, a pesar del incidente aparentemente normal, están trabajando fuerzas que aún desconocemos.
Quizá exagere, pero cuando quiero convencerla de que todo esto es totalmente normal, siento que cuando no se puede, no se puede.
Karel, que se entera por Erica, frunce el ceño, dice unas palabras, y se acabó.
Pero ella ya no oye las palabras “empuje” o “naturaleza”.
Creo que a él todo este caso le parece ridículo.
Y a ver quién le quita la razón.
Sea como fuere, lo justificamos, nos parece el asunto más normal del mundo, muchos niños juegan con productos naturales, y no son conscientes de ello.
¿René sí?
Erica se va, siente que es injusto que no se le dé la razón, pero no la consigue.
Cuando ya se ha ido pregunta Karel:
—¡Crees, Frederik, que esto significa algo?
Te digo honestamente que no me fío de su cabeza.
Me quedo mirando al niño durante horas, pero no logro calarlo.
Verdaderamente, es un niño raro.
Qué decepción.
Puedo comprender a Erica, no te creas que es tan sencillo.
Pero ¿qué tenemos que hacer?
Creo que de verdad no soy un bobo ni estrecho de miras.
Puedo encajar mucho, pero esto no.
Nos han engañado, Frederik.
¿Qué puede querer decir Dios con esto?
¿Tenemos que decir: “Te damos las gracias”?
¿“Oh, qué felices somos”?
A veces me gustaría arrojar todo al suelo, dejar a mis enfermos que se busquen la vida, porque esto me supera.
Me encuentro ante mis enfermos, miro a esas personas, pero ¿qué crees que veo?
¡Siempre y siempre, en todo, a René!
Es como si el niño fuera tomando forma ante mis ojos.
Ya lo veo andando por la calle, es un loco.
Me pego, sé cómo soy, no me gusta hacerme el pobrecito, para eso soy demasiado calculador.
Y, créeme, René me sigue.
Esté donde esté, haga lo que haga, Frederik, ¡el niño me sigue!
Y sin embargo no me entrego a él.
Es como si el muchacho viviera en mis ojos.
Tengo que ahuyentar su personalidad con violencia, a veces hasta me saca de quicio.
Por eso comprendo la inquietud de Erica.
Dime, ¿va a volver a empezar esta miseria?
—Lo que tenemos que hacer, Karel... es aguardar.
Quítate todo de encima.
No entres al trapo.
¿Qué se cree un niño así que puede hacer frente a tu conciencia?
No hagas el ridículo.
—Es fácil decirlo.
Hasta hace unos meses no podía aceptar que yo pensaría así, Frederik.
Ahora está ahí, y para Erica igual.
—Aun así, tiene que cambiarte la vida, Karel.
Solo hay una posibilidad de que no te afecte, de liberarte de ello: ¡acepta!
Acepta esta vida tal como es y ya no lo verás.
Esa es mi medicina, y sin duda funciona.
Si entras al trapo, el niño te seguirá, al menos eso es lo que crees, porque no es el niño, eres tú mismo quien lo arrastra contigo, eres tú quien eleva espiritualmente un segundo yo.
Y así es con todo.
Nosotros, los seres humanos, Karel, queremos que las cosas sean como queremos verlas.
Los padres se sienten engañados, dicho con crudeza: timados por Él... ahora que los (os) han apaleado y no sabes ofrecer resistencia.
Y tal como intentas hacerlo no sirve.
Sientes el peligro por todos lados, pero no lo ves.
¡Y sin embargo está ahí!
Es imposible formular cuánta gente se encuentra ante estas máscaras, así de tremendamente elevado es su número.
Y ¿qué quiere hacer toda esa gente, todos esos hombres y mujeres?
¡Nada!
Merece la pena reflexionarlo.
Ahora sí que las cosas van a ser de una sagrada seriedad.
La vida es tan hermosa, Karel, que podemos decir: ¡qué feliz soy por ser parte de ella!
¿Qué hacemos nosotros?
¿Qué queremos?
¿Qué hay?
¿Qué hace un ser humano que pierde su amor?
¿Es capaz esa vida de soportar y aceptar la pérdida?
Si eres capaz de eso, Karel, la pena será soportable.
Si el alma o la personalidad no quiere resignarse con la pérdida, entonces va devorando el corazón hasta destrozarlo y esta la perseguirá.
—Tienes razón, Frederik, lo sé y te estoy agradecido.
He de aceptar esto.
Pero sí sé que hoy lo consigo y mañana ya no.
Entonces me encuentro ante nueva miseria, ante la de ayer y esta, se complica, siempre más, hasta que te derrumbas.
—Eres falso, Karel.
—¿Qué es lo que soy?
—Si miras detrás de esta máscara, te topas con otra personalidad.
¿Quieres hacerme creer que este sentimiento, esta desgracia, surge por tu imponente amor por tu hijo?
Seamos honestos, Karel.
Si miro en tu corazón, este regalo te ha caído encima.
No lo esperabas.
No pensaste ni un solo segundo en ello.
¡Ahora te sientes engañado!
Lo que te afecta es lo que es antinatural.
Estás herido en tu orgullo.
No es por esta vida, ¡es por la miseria!
René en el fondo no te dice nada.
Esa extraña personalidad te importa un comino, ¡es su cabeza!
No te afecta la vida del niño.
No eres suficientemente padre para eso, esos sentimientos aún tienen que despertar en ti.
No estás preparado para disgustos, ¡no lo quieres!
¡Estás en rebelión!
¡Dios te ha engañado!
Si vieras la posibilidad, le devolverías a Él esta vida.
Lo mejor es que lo reconozcas, no hay nada en ti que lo refute.
¡Te conozco!
¡Ahora tienen (tenéis) que aprender a aceptar, tú y Erica.
Tal vez sea un argumento barato, paro hay algo que me da la sensación de que algún día es posible que esto nos brinde felicidad.
Tú lo verás como charlatanería, pero es que yo soy así y normalmente resulta que tengo razón.
Inclina la cabeza, Karel.
Vete a tus enfermos y deja a René en casa.
Está Anna y, te lo juro, yo también te ayudo a cargar.
Suelta al niño, dale la posibilidad de desarrollarse, dale tu amor, no lo sometas a presión.
De esta manera lo estás alterando.
Karel suspira.
Se sirve una copa; no creo que sea capaz de ir a visitar a sus enfermos.
René ya vive debajo de su corazón y le devora sus fuerzas.

—Es igual que una rata... —se le escapa de pronto, y me asusto.
Estas palabras son duras.
Suenan horrorosamente frías y dicen muchísimo.
¿René, una rata?
René le está corroyendo el corazón y es capaz de molestarlo en su trabajo.
Eso dice mucho, conduce a la vigilancia, a ¡reflexionar!
Para Karel hay un solo camino, una sola posibilidad: ¡seguir siendo él mismo!
—La vida es podredumbre, Frederik —la sale un poco después.
—La vida es de una belleza impresionante, Karel —digo a continuación—.
La vida es asombrosa, poderosa, increíblemente hermosa, Karel, pero tú no lo comprendes.
Te han vapuleado, te sientes herido en tu honor.
Tienes que aprender a inclinar la cabeza.
Pero no eres capaz ni lo quieres.
Y, sin embargo, librarse de ello es imposible.
Piensa en tu casa de campo, Karel, intenta comprenderlo y obtenerlo..., René te necesitará más tarde.
Por Dios, no veas a tu hijo como un topo bajo la tierra, ¡es tu vida, tu sangre!
Dale a esta vida una existencia, ¡aunque esté completamente loca!
¿Qué hacemos por personas así?
—Imagínate, ¿nosotros? ¿Un niño loco?
—Y ¿qué más da?
¿Te gustaría querer recomponer solo a los menos favorecidos?
¿Están (estáis) los dos tan elevados?
¿Es que entonces no llevan (lleváis) máscaras?
¿Estás por encima de algo así?
¡Tonterías, Karel!
¡No fueron creadas estas cosas miserables para ustedes (vosotros)?
A él lo tienes que aceptar tal como te ha llegado.
¡Todavía no has pensado en él ni un solo segundo!
Solo piensas en ti mismo...
Solo actúas para ti mismo, impones tu voluntad, que sean los demás —personas también, hombres y mujeres también, padres y madres— quienes lo tengan que aceptar.
No quieren (queréis) tinieblas ni desgracias, nada, ¡solo felicidad!
Cómo se sienta luego tu hijo es algo que no te afecta.
Que si el niño tiene que vivir desgracias ¡te da igual!
¡Se trata de ti!
¡Solo piensas en ti mismo! Esta vida ¡que se muera!
No le brindas amistad, porque ya no tienes sentimientos.
Ves a René como un montón de miseria, no ves más que preocupaciones.
Ya no puedes hacer lo que quieras, porque se nos ha juntado un enfermo, Karel.
—Tienes razón, Frederik.
Nuevamente: te agradezco tus palabras.
He sucumbido, eres superior a mí.
Desde hoy lo veré de otra manera.
Te comprendo.
Habla también alguna vez de esta manera con Erica.
Desde ahora, Frederik, ¡tendrás nuestra casa más abierta que nunca!
Estamos uno frente al otro, nos miramos a los ojos.
¡Karel es un milagro!
¡Sabe valorar mi ayuda!
Lo creo.
¡Ahora nos hemos hecho amigos!
Fuimos extraños el uno para el otro durante todos esos años.
¡Estas máscaras se caen!
¡Han vivido un nacimiento!
¿O tenemos que aceptar que también ellas vivan un nuevo nacimiento?
Muy por encima de nuestras cabezas veo una lluvia de violetas.
¡Karel también las ve!
El comienzo del espacio, creo.
O las... luciérnagas... de Él, que nos preceden.
Quizá un flaco servicio, que ahora no es el nuestro.
Pero ¡no lo sé!
Esta máscara la hemos pulverizado a golpes entre los dos.
Oh, Dios mío, qué infinito es Su amor.
¿No me desplomaré cuando me encuentre ante mis propias máscaras?
Hoy amo a todas las personas, ¿cómo seré mañana?
Hoy juro que quiero que me echen a la hoguera por ese amor, ¿cuál será mi deseo mañana?
No lo sé, pero haré lo que pueda.
¡Que me partan, no hay problema!
A Karel lo veo de golpe diez años envejecido, y sé que ya nunca más olvidará este día, aunque sucumba ante lo que siga.
Pero ¿eso qué es es?
¡Otra vez una máscara!
Karel empezará a pensar de otra manera, se hará consciente, irá conscientemente por su camino.
Yo actúo de otra manera.
¡Karel no escogerá senderos secundarios, le basta este único camino grande!
Y aun así, tal como lo siento yo, se ha hecho más joven.
La vejez y el ser joven tienen una sola máscara, una sola vida.
Ahora comprendo por qué nunca nadie acierta mi edad.
Todo el mundo cae en la trampa.
Porque me siento joven, ¡soy más joven que el resto del mundo!
Adonde uno tiene que llegar al final, allí no contarán los años, allí habrá bienaventuranza eterna, allí no habrá un fin.
Pero, claro, primero he de saberlo, ¡yo solo supongo!
Ahora que lo veo claramente, lo veo de la siguiente manera:
Karel es mi amigo, para él y Erica yo era un mueble.
Hace mucho que yo ya podría haber puesto fin a esta relación, pero dejé que siguiera existiendo.
Ahora veo que quien tenga paciencia para esperar, para aceptar todo, ¡gana!
Tienes que entregar todo lo tuyo, solo entonces se te acerca la verdadera alma para besarte.
Ahora Karel me besó y yo a él, y lo hicimos entrelazando las manos, pero también podría haber sido de otra manera.
Ahora nuestros ojos cargaban la vida, la vida propia, el pequeño yo que tanto amamos.
Pero ¡para eso somos seres humanos!
¡La verdadera amistad es profunda!
¡Lo sé!
Tan profunda como el espacio en el que vivimos.
Y detrás de este se puede ver una nueva máscara, un nuevo espacio, que también tenemos que conocer.
Cuando desciendes en un alma descubres su profundidad y a cambio recibes amor.
¡Si se tiene la preparación para ese amor!
De lo contrario, te vuelves a perder en esa amistad y se te acerca la destrucción.
Pero ¡eso es, creo, lo que “Él” quiere...! Lo que dio la capacidad de aprender a pensar y sentir en Su dirección.
Solo entonces sigue ese amor incomprensible.
Y ahora adelante, por las cosas pierdes la máscara material.
Karel está ahora abierto a mí.
Yo ya lo sabía mucho antes que él, pero él no lo veía.
Ahora sí lo ve, aunque sé que esto no hablará de repente.
Tendrá que aceptar, igual que René, este idioma.
Lo haces con una inclinación de la cabeza, depositas algo de sentimiento en ella, ahora una cuantas flores... son las nomeolvides de tu corazón.
Ahora la amistad es parte de mi universidad.
Y todo lo demás ¿qué?
Erica regresa, pero Karel se va.
Es como si se hubieran avisado, aunque sé que esto es imposible.
Ella empieza al instante y pregunta:
—¿Cómo puede cambiar una persona, Frederik?
Me mira a los ojos, quiere verdad.
Le digo:

—¡Si quieres, Erica, podrás aprender hoy muchas cosas todavía!
—Pero ¿cómo?
—Por ejemplo de cara a René.
Creo que si eres un poco menos sensible aceptas las cosas como algo completamente normal.
Ya solo por eso la vida vale pena.
—No es tan sencillo, ¿sabes?
—El menor chirlomirlo nos parte.
Si queremos comprender este valle de lágrimas, tenemos que aceptar —como yo ya hago— el “causa y efecto” para nuestra vida y personalidad.
Es decir, que Él, aquí arriba, no hace ni caso a nuestros pensamientos ni a nuestra miseria, sino que nuestra infelicidad es nuestra propia culpa.
Y tómate ahora un segundo para mirar a la gente.
¿Qué ves?
Si miras bien, Erica, le das las gracias a Él por lo bien parada que has salido.
Lo tienes todo: comida, bebida, una hermosa casa, ropa, etcétera.
Lo has aceptado como algo que se da por sentado.
¡Ahora falta René!
Te niegas a aceptarlo, pero ya lo notas: estás obligada a inclinar la cabeza.
Así está bien, porque tienes que aprender a decir... amén.
Yo he aprendido que Su voluntad se hace, ante eso inclino la cabeza.
¡A ustedes (vosotros) no les (os) da la real gana!
¿Quieres aprender?
¿De verdad quieres hacer algo por ti mismo?
Entonces empieza por amar todo, lo que sea.
No permanezcas en rebeldía.
¡No te pongas a buscar!
¡Eres tú mismo!
No hay nada más antinatural que nosotros, los seres humanos; llevamos máscaras.
Has de saber dar color y forma a tu carácter.
Deja de refunfuñar, no te maldigas por cuestiones antinaturales, ¡eres tú mismo!
Y tú, que llevas una máscara, ¿te esperas que la vida que te atrajo no posea una?
¿Crees que eres un ángel?
¿Que estás libre de este mundo? ¿Desconectado del “causa y efecto”?
—¿Qué quieres decir con ese término, Frederik?
—Que tienes que ver las cosas en el marco de lo que hacías hace un tiempo.
Ni siquiera hace falta que retrocedas mucho; basta tu racha de aguardientes, y otras tantas cosas, por cierto.
En sí no significan mucho, pero cuando se las infliges a otro, te encuentras ante el efecto.
Alguna vez tendrás que demostrar estar en armonía con la vida.
—¡Qué terrible, Frederik!
—Sin embargo es así.
Y si ahora seguimos y nos adentramos más, entonces, Erica, nos encontraremos ante un mundo de efectos, de los que yo tampoco lo sé todo todavía.
Y también eso vuelve a ser una máscara para tu vida.
Porque ya sentirás que haciendo las cosas lo mejor posible, dándoles forma, siendo amable, resignándote, que teniendo una existencia armoniosa, ¡sirves a tu personalidad!
Ahora estás elevándote, madurando, tarde o temprano verás como brotan tus propias flores, y ¡solo entonces serás feliz!
Nuestro carácter, como seres humanos que somos, tiene miles de rasgos.
¡Y todas esas cosas han de deponer su máscara!
Hasta que seas tú mismo, y los demás puedan decir que tu alma está completamente abierta.
La introspección no te dejará ver a otro; ahora sabes: ¡no eres capaz de juzgar!
Otra vida de este mundo pertenece a tu sangre, a tu alma entera, pero eso ni nos lo creemos.
Pero ¿te lo habías esperado de otra forma?
¿Tenías otras ideas al respecto?
—Eres tan diferente, Frederik, pero para nosotros no es tan sencillo.
Creo que tú no ves ningún mal, ninguna soledad, no sientes presión.
Yo me tropiezo con todo, ahora sé que todavía no he llegado.
Pero ¿encima esto?
—¿Ves? Esto ya lo es.
Igual que Karel, tú tampoco quieres esto.
Acabo de hablar con él, inclinó la cabeza.
Faltas tú todavía, entonces empezaremos una nueva vida, ahora estamos preparados.
—Haré todo lo que pueda, Frederik.
—¿Ves? Ahora la vida ya te empieza a decir algo.
Has sido mimada demasiado.
Tendrías que haber recibido más palos.
De pronto pregunta:
—¿Crees en la reencarnación?
—Cada segundo podemos vivir un nacimiento ulterior, Erica.
¿O quieres decir un regreso material a la tierra?
—¡Eso es lo que quiero decir, sí!
—Es una palabra poderosamente grande.
En eso aún no me meto, porque carezco de pruebas.
Sí creo que estoy abierto a ello.
Lo quiero alcanzar por mi propia fuerza y entonces te lo diré.
Estos pensamientos entran en tu vida porque crees que René tiene que ver contigo y que lo que recibes sale de él.
Es posible, pero no acepto nada si no lo vivo yo también.
Te repito que creo que llegaré y tú también tendrás tu parte.
Ya te digo ahora que lo que quieres saber vive en ti.
Vive en todas las personas, en toda vida de la flora y fauna; pero esa vida tiene que ser capaz de mostrártelo.
Ahora he empezado conmigo mismo.
Intento hacer las cosas lo mejor posible y ya lo ves: ya hay un pequeño éxito.
Empiezo a sentir y pensar de otra forma, empieza a aparecer arte, y ni sabes de dónde viene.
Ahora comprendo que sucede porque hago el máximo esfuerzo.
Y ya late debajo de mi corazón, allí debajo vive, me saca de este mundo, es serenidad, felicidad, oh, es tan poderoso, ya casi no soy capaz de procesarlo yo solo.
Tanto es lo que recibo todos los días.
Tienes que querer ver tus errores, y también aceptarlos.
Tienes que querer inclinar la cabeza ante todas las cosas, hagas lo que hagas, solo entonces te estará esperando lo mejor, pero también lo más elevado, más etéreo, justo aquello por lo que la vida se hizo “alma”, espíritu, pero de lo que aún tengo que aprender las leyes, igual que de todo lo demás.
Acepta la enfermedad, ve dentro de la felicidad, ama la lluvia y el viento, la tormenta, la noche y la luz; cuando tengas que operarte, por ejemplo, ¡convéncete entonces de la gloria que es que haya gente que domina el arte de poder ayudarte!
Y aunque con ellos vayas de mal en peor, eso aun así no demuestra nada sobre la causa.
No creo que un cirujano asesine de manera consciente, aunque sepamos que también él todavía tiene que coronar su universidad.
¿Que si tenemos la culpa de nuestras enfermedades, Erica?
Así lo creo, porque se me hace imposible aceptar que Dios nos envíe a la tierra con enfermedades y desgracias.
Si nosotros, los seres humanos, poseemos suficiente sentimiento para no contagiar a los demás, y si podemos evitarlo —porque sería inhumano—, entonces ¿sería capaz de hacerlo un Dios de Amor?
Si quieres saber lo que pienso: todo es diferente, todo lleva una máscara... ¡detrás de eso vive el yo inmaculado!
¿Cuántos mundos tendremos que vencer?
¡Me muero por saberlo! (—dije).
Me fui a pasear.
Creo que he podido dar a esta gente algo de mí mismo.
Hay una cosa que tienen que comprender: lo que digo lo creo de verdad, ya me es imposible cambiar, quien me conoce me tiene, gracias a mi respeto por el ser humano.
Me inclino ante cualquiera, tengo amor por todo y todos, puedo llorar cuando veo que un animal tiene que trabajar demasiado sin recibir nunca gratitud o amabilidad.
Al menos no la especie que la necesita.
Enfráscate por ejemplo en un caballo y te haces como este animal.
¿Lo habías imaginado?
El animal es ahora como eres tú mismo.
Si quieres ir a dormir, entonces el caballo también piensa en descanso.
Mis animales sollozan, saben reír y pueden llorar; parece extraño, pero eres un ser humano y para las personas estas cuestiones son anormales.
¿Qué dice un oriental?
“Conviértete en la propia vida, y te hablará”.
¿Tal vez más tonterías?
¿Desvaríos?
Te aconsejo ir allí unas semanas, vuelves cambiado.
Solo te obligan a arrodillarte durante semanas sobre su alfombrilla.
Te hacen esperar y esperar, rompen tu impaciencia tan implacable, te rompen por completo en todo, hasta que vean que ya no llevas una máscara.
Entonces eres un nudista, y ya no tienes nada que ocultar ahora, ¡nada!
¿No es una vergüenza?
¡El ser humano llega a la unión con la naturaleza en cuanto se inclina!
Yo quería inclinarme... me quedaba durante horas de pie.
Era, creo, plena noche y aún seguía de pie.
Ya empezaba a amanecer, salía el sol, o era justamente al revés, sí, así es..., nuestra buena tierra volvía a retirarse a la luz, y todavía seguía yo en el bosque.
Dios mío, ¡qué bien he estado!
Qué sorprendentes eran mis sueños.
Estaba junto a un árbol y me dejaba atiborrar.
Pisé en una zanja y di gracias a la profundidad, a su frescura.
Me acosté en una pradera y ¡entonces llegué a la unión con una noche vulgar y corriente...!
Cuántas cosas te puede decir una noche.
Vi que me entraba la luz del espacio.
Sí, vi cómo me entraba y llegaba luz.
Vi que no había noche, pero no lo entendía.
¡La noche era luz!
Y esa luz vivía detrás de mi noche, ¡durante millones de años!
Si hablara ahora de ello me declararían loco.
Si dijera: “Te amo, en mí ya no hay odio”, ¡también!
¡Y aun así no estoy enojado con toda esa gente que me declara loco!
Al contrario, así aprendo un montón de cosas de esas almas, ¡son ellas las que me dicen cómo actuar y cómo hay que hacerlo!
¡Y de hecho lo hago!
‘Sería verdad’, se me ocurrió de repente, ‘lo que me dijo una vez un amigo: que en el universo nunca hay noche’.
Pensé: ‘Experto, cuéntame lo que quieras, pero esto no, porque en ese caso ¿qué significa nuestra noche?
¿Quieres hacerme creer que esto no es auténtico?’.
Ahora estoy dentro de ella.
Vi que realmente no hay noche en este espacio.
Frederik, ¡cuántas cosas aprendes! ¡Qué ser tan feliz eres!
¡Entonces me encontré brevemente ante Dios!
Me miró y dijo:
—Muchachito... pequeño hombre, ¿quieres hacerte grande? ¿Llegar a ser como Yo?
—Naturalmente —respondí.
—Entonces ¡escucha bien...!
Así fue cómo oí que Él me hablaba... y un poco después supe que nunca hay noche en Su espacio.
Noche material, quiero decir, esa otra cosa de todas formas jamás la llegaremos a conocer, a no ser como una gracia.
‘Hojea, hojea’, pensé, ‘lee ahora las Escrituras de otra forma’.
Oh, Padre, que mal te han tratado.
¡Él no es humano...!
¡Ni nunca lo fue...!
¡Nunca habló como un ser humano!
¡Jamás!
Primero tengo que procesar todo esto.
Estoy lleno a rebosar, y eso en una sola noche, por un solo paseo breve.
Cuando llegué a casa me fui a la cama...
La chica no está, así que hay calma en casa.
Volví a soñar y vi al pequeño René recogiendo flores para papá y mamá, para Anna y para mí.
¡Eran precisamente las flores que todos nosotros deseamos...!
Cuando desperté, ya era mediodía.
Tenía la sensación de haber envejecido mil años.
¡No quiero perder nada de eso!
¡Tan sorprendente es!