Frederik, tenemos un niño..., y lo llamaremos René

No teníamos de qué quejarnos: las leyes de la Madre Naturaleza no pusieron demasiado a prueba el deseo humano de tener la mejor vida posible, y los últimos meses pasaron como en un sueño.
Lo único que dijo Erica fue: “Ha tardado un poco.
Pero ahora está”.
En estos meses estuvimos hablando mucho, pero no hubo fenómenos.
A Karel la parecía —y he de darle razón— que Erica a veces exageraba muchísimo, y cuando todo fue bien, comentó: “¿No ves? ¡La naturaleza lo regula todo!”.
No obstante, es un médico raro.
Lo he oído hablar de estos asuntos de un modo que para un experto no sería menos que una temeridad.
También puedes tratar las cosas con demasiada despreocupación, más cuando se trata de tu propia mujer que está esperando un niño, aunque pienses que sea la naturaleza la que tiene en sus manos todo lo que vive.
Pero ya está bien: ahora ya tienen a su hijo.
No sé por qué han llamado a su hijo René.
El muchacho pesa, según Anna, tres kilos y algunos centenares de gramos, un niño bien hermoso.
El día que nació llovía a mares.
A Erica eso no le gustó.
No soy alguien que lo ve todo negro, pero tengo mis ideas al respecto.
No porque lloviera, sino por su sensación de desagrado; es otra vez algo que no es parte de su ser.
Fui a verla.
—Frederik, tenemos un niño y lo llamaremos René —me dijo en voz alta.
Karel sacó de inmediato la artillería pesada:
—Y ¿ahora qué pasa con todos esos problemas tuyos? —dijo.
Karel tenía que haberse callado.
¿Que si es feliz?
Se comporta como un potro que pisa por primera vez el prado: salta de alegría.
Ya estoy sintiendo que no es de verdad.
Si dentro de un año sigue siendo igual de feliz, le creeré.
Te digo: esto cambiará.
No hay ningún tipo de consulta mental mutua, y uno diría que es lo primero que desea una madre.
Echo de menos esas charlas sencillas.
En todo ese tiempo no estuve equivocado, empiezo a ver ahora.
También a esto recibimos la respuesta, y acertada, además.
Karel no es así.
Pero Erica vuelve a recibir nuevos golpes.
¡Va a ser crudo!
Ciertamente, nada dura para siempre, tampoco los nueve meses para una madre.
Y luego se encuentra ante el poderoso milagro y tiene que demostrar al Dios nuestro y al de todo lo que vive si lo comprende.
Pero ya dije... que llovía.
Cómo es posible... madre... una criatura todavía... que una lluvia así te llegue a dominar y te ponga triste, así como así.
¿O son las secuelas?
Solo quiero decir: la felicidad en ti tiene que derribar todo lo demás, tendrías que poder decir: ahora soy como una roca en la rompiente, ¡no hay nada en este mundo que me pueda quitar, destruir o mancillar mi felicidad!
Pero llovía y no le agradó para nada; predominó sobre su felicidad.
Pues bien, ya entonces pensaba en otras cosas, pero aun así no quiero ver negro el futuro.
Ahora sé que los seres humanos nos podemos influir.
Del nacimiento nada se puede decir: no hubo complicaciones de ningún tipo.
No obstante, se quedó metida en su chaparrón.
De vez en cuando Anna la sacaba de allí, pero una y otra vez volvía a recaer.
Puedes oír cómo susurra.
También Karel habla para sus adentros, es como si de repente fuera tardo de oído.
Alguna vez ves cómo le tiemblan los labios.
Cree que nadie lo ve, pero es que yo lo veo todo, es así.
También lo ves, por cierto, en sus andares, en sus anchos hombros, en su cuello, en cómo agita los brazos y en su rostro de erudito, detrás del cual hay muchos pensamientos confusos que intentan ordenarse ellos mismos, pero hasta ahora en vano, porque una y otra vez él mismo vuelve a ponerlo todo patas arriba.
Pero él no cree en los seres humanos con sentimientos.
¿Qué quieres, Karel?
¿Que la gente cambie de golpe?
Erica mira ahora a través de ti.
Es un consuelo miserable.
Le das una limosna.
Ahora lo sé: jamás me casaré.
Las mujeres tienen que tener cuidado.
¡Las pegan!
Y a nosotros, los hombres, nos falta sensibilidad para mujeres como Erica.
No quiero decir... esas mujeres hombrunas.
Oh, pero no tienen por qué hacer caso alguno a mis palabras.
Ya sé que también tienen sus rasgos buenos, cuyo valor aún desconocen esas personas sensibles.
Me he dejado convencer de que hay... madres infantiles, madres maternales y... madres paternales; o sea, una distinción que clasifica a las madres según la profundidad de sus sentimientos.
Desconozco cuál es la mejor.
Pero todas viven el mismo proceso.
Para conocerlo, realmente me habría encantado hacerme médico.
Precisamente por todos esos mundos diferentes de los que entonces diría —como quería entonces— lo que opino.
Y también para poner allí un poco de orden, algo de serenidad y paz.
Sí, así era.
No digo nada denigrante de todos estos grados vitales si me expreso de esa manera.
¿Que si es así en todas partes?
Hay padres y madres que son increíblemente felices.
Una vez vi a un hombre que salió corriendo a la calle, loco de felicidad, donde a cualquiera que quisiera escucharle aseguraba, que sí, que era el hombre más feliz del mundo.
El mocoso hizo sonreír a las madres.
Calculé que el hombre no tendría más de treinta años y comprendí que habían tenido que esperar demasiado tiempo.
Pero puede que los hombres sean diferentes.
Soy un tipo raro...
Entre la veintena de personas —ancianos entre ellas— a la que creo que vi agitar la cabeza... no hubo ni una sola a la que se le ocurrió preguntar dónde vivía este joven padre.
Hubo quien pensó que mi intención era mandarle flores, así que no dije nada más.
Para mí se trataba de su dirección y por el momento nada más.
Un año después —créeme, digo la verdad— supe que el mismo padre no estaba dejando títere con cabeza de su felicidad.
En primer lugar, terminó su matrimonio; a la madre y el hijo les llovían tortazos y robaba como un condenado, hasta que él mismo puso fin a eso, porque si no le habrían caído como mínimo diez años.
El abogado, un amigo mío, que ya tres meses después del nacimiento intentó salvar lo que se pudiera, tiró la toalla.
Así de miserable era la personalidad de este instinto antinatural y masculino.
Solo quiero decir con esto: por favor, cuida tu felicidad.
No hagas alarde de ella.
Es mucho más difícil conservar la felicidad que la pena y el dolor.
Y mucha gente ni siquiera se cree eso, pero te lo podría demostrar.
A esos ancianitos les pareció lo mismo que a mí...
Conocían esa felicidad antinatural mucho mejor, pero siguieron andando arrastrando los pies, puesto que sabían que la Madre Naturaleza te vende gato por liebre, y luego no sabes qué hacer con aquel.
Y así hay miles de casos...
Por cierto, es algo que la propia gente también sabe.
Karel ya es ahora para Erica un consuelo miserable, dije hace un rato.
Es duro para una madre, pero ¿qué puedes cambiar en esto?
Ahora uno ve que el padre no está preparado para la madre ni la madre para su marido.
Estos dos mundos diferentes precisan una formación cósmica, antes de que puedan empezar a pensar en tener hijos.
El uno lo busca donde el otro, pero ambos en balde.
¡Les falta algo!
¡No se conocen!
Y por eso no hay felicidad.
¿Que por qué sé esto con tanta seguridad?
Porque Erica me lo mostró a través de Franz Liszt.
Ahora es parte de mi propio corazón.
Vuelvo a decirte que ya me daba cuenta de eso cuando era un joven grandullón.
Ahora aquí en casa llueve a cántaros.
No hay acercamiento, porque Karel hace como si él mismo no estuviera presente, como si de él no hubiera salido el germen que Erica acogió y por el que se le abrieron los cielos.
¿Aún te acuerdas de cómo tocaba el órgano?
¿De cómo los gnomos estaban toqueteándole el dedo gordo, lo que le hacía sentirse irritada?
¿No viste que la luz radiante del cielo tejió una rosa sobre su cabeza tan hermosa?
¿Y que le pintó los labios con el verde esmeralda de Nuestro Señor?
Entonces le zumbaron los oídos...
Y oyó ese zumbido con mucha nitidez, pero la orquesta, con un millar de músicos... empezó a tocar el “Sueño” de amor de Franz Liszt.
Se fue sumergiendo, igual que lo viví yo, ¡y como cualquiera que tenga corazón y sienta!
Ves, ¡de eso ya se olvidaron!
Se ha convertido en chatarra.
El origen de la vida es para ellos un juego corporal, en lugar de una posesión universal que da forma a las cosas divinas.
Como mucho dejan que se celebre una misa para ello.
¿O pensabas que era de otra forma?
Ya sé: ambos tienen culpa, pero tampoco se conocen las leyes correspondientes.
Ya no ven que esta leche jamás se agria.
Si eso lo sabes, si realmente amas el espacio que corresponde, Él vuelve a estar a tu lado para ayudarte a dar otro pasito más.
Ahora sabes que todo en ti y de ti es luz.
Y cuando ves eso, y una y otra vez lo vuelves a declarar como sagrado en los demás, también volverá a ser siempre nuevo y una creación aparte, porque sabes...
No, no sabérselas todas —eso me parece demasiado barato, ¡porque hablamos de la felicidad eterna del hombre y la mujer!—, sino que tienes que saber donde está guardada la semilla divina.
Y entonces puedes escuchar voces.
Cualquier sonido procedente de ella se te hace agradable.
Aunque esté muy acatarrada... o se encuentre ante una enfermedad contagiosa, bienvenido sea.
La escarlatina de su vida te lleva a la inspiración.
Como médico lo superas todo y ya no te alteras por nada cuando cada día hay un par que abandonan la vida mientras les prestas tu cuidado experto.
Al día siguiente vuelves a recuperar la confianza y seguridad, y la operación sale perfecta.
Pero ahora estás amando... todo lo que vive...
Se encuentra a tu lado y maneja el bisturí para ti y para esa otra vida.
Carece de importancia si se trata de un niño o de un adulto...
¡Acto seguido se oficia una misa y eso no cuesta un céntimo!
Ahora lo oyes decir a Él: ¿Pensabas que era de otra manera?
Eso hace sufrir a Erica.
Este gran acontecimiento no tiene la luz que se esperaban.
Ya dije: es alma, es vida, es espíritu...
¡Para ellos este castillo está cerrado a cal y canto!
Por mucho que llueva, están fuera.
¡No hay ropa para protegerse contra este tiempo!
¡Es imposible!
Todavía recuerdo como si fuera ayer que a Erica le entraron ganas de hacer un paseo justo cuando estaba lloviendo a mares.
Cuando Karel quiso decir algo al respecto, tuvo que escuchar:
“Precisamente ahora.
Querido Karel mío...
Justo ahora que está diluviando vamos a pasear.
Tienes que aceptar, admirar y amar todo lo que sea de Él.
¡Todo!
¿Cómo vivió Chopin este placer?
¿O Beethoven y Mozart?
Si no hubiera lluvia, nos habríamos perdido todas esas cosas tan milagrosas”.
Le brillaban los ojos, su figura irradiaba luz, sus andares, seguros y conscientes, le daban satisfacción.
La felicidad de la Madre Naturaleza.
Oh, aún la oigo respirar, mientras se llenaba los pulmones y disfrutaba de todos estos dones de arriba, con los que sabía qué hacer.
Unos días después, cuando quiso interpretar la canción del espacio en su piano de cola..., dio gracias a Dios bondadoso, a pesar de su gripe, por lo bien que le iba todo y porque sus dedos sentían la lluvia en su interior.
Entonces creía que estaba abierta a la “verdadera” inspiración.
Pero ¡un poco después había desaparecido de su vida!
Todavía la oigo suspirar...
Le parecía una lástima, pero aun así la lluvia le resultó una revelación.
Y ¿ahora?
Qué diferencia tan enorme hay.
Por eso tampoco conozco ya esta alma, esta lluvia común y corriente la golpea, la cubre con una vestidura sombría, que contiene... una polilla... natural.
Tiemblo y me estremezco; lo que tú pienses de ello es algo que depende de ti.
Pero Karel no ve ni oye que esté lloviendo.
¿Otro fenómeno más?
Karel no obtuvo respuesta.
Y es que realmente se portaba de manera patosa.
Ahora se da un carácter propio.
Ella lo cala, es fantástico.
Ay, qué comedia la de la gente.
Quisiera suplicarle: ¡sigue siendo como eres!
Pero no me meto en eso.
Karel esperaba un mensaje de su hijo.
Ese mensaje ya ha sido enviado y en breve será entregado.
Observa un instante a ese cartero.
El hombre lleva una máscara y hace como si fuera martes de carnaval.
Da vueltas en un trajecito de pacotilla y canta canciones divertidas, pero ya se ha olvidado de su origen.
Tú tienes que pagar la cuenta... aunque te enviaran flores.
La niña tiene una voz maravillosa, pero algo demasiado afónica.
Karel ya está pensando en ese cartero.
Pero aún no sabe que es de otro pueblo y que ha tenido que venir andando desde lejos.
El hombre tiene un aspecto de mayor.
Me molesté cuando constaté todo esto y me parecía incomprensible a mí mismo.
Pero ¡y esa voz!
Hace mucho oí decir a alguien que un niño no oculta nada, aunque solo tenga unas horas de edad.
Ahora creo que ese sabio tenía razón.
Yo mismo conozco ese placer.
Siento esta vocecita, me dice algo más que al público.
La voz interpreta el carácter.
Cuando más tarde el niño sea un poco más consciente, la voz cambiará, pero entonces oirás cómo es el estado interior, aunque te encuentres ante hechos que intentan demostrar lo contrario.
La voz suele ser una advertencia, sobre todo para una madre.
Así que René está un poco demasiado afónico.
Ahora mismo yo ya sabría decir lo que eso significará más tarde, pero entonces según los fenómenos anteriores.
Karel también lo nota, pero cree que tiene que ser así, la naturaleza lo sabe.
Ojalá que no resulte ser gato por liebre.
¡Este niño es demasiado mayor!
No miro la carita arrugada, eso no dice nada.
Es otra cosa.
En Indonesia me alertó la amabilidad de una voz.
Me permitió oír que me engañarían y envenenarían.
Dejé de lado aquella comida preparada con tanto esmero y se la di a mi perro, que dio su último suspiro una hora después.
Vaya niña indonesia, se delataba por completo, ¿o era esto protección?
Sea como fuere, lo oí por la voz.
Ni siquiera me sorprendí cuando tuve a esa niña tan buena a mi lado y me presentó la comida.
Su voz me sonó como los maullidos de un gato montañés a lo lejos.
No la lamí.
No vi mi féretro...
Pero la voz humana me reveló justo lo suficiente para salvarme la vida.
De preferencia, no quería ser asesinado, así, sin más, durante el día... para eso se me hacía la vida demasiado milagrosa.
A partir de ese momento me fijé con especial atención en la voz humana, y ahora te podría contar todo sobre ella
Es un libro que impone por su volumen.
Y también esa parte de mí mismo tendrá luego su lugar en mi “Universidad”, donde los estudiantes no alcanzarán el doctorado ni en veinte años.
¡Es así de sencillo!
Seguramente que una vez más no te lo creerás, pero entonces me sentí uno con Sócrates.
Le dije: “Hombre, estabas muy cerca, ojalá que todos esos chapuzas no echen a perder tus impresionantes conocimientos.
O tendrás que volver una vez más —si es que es posible, porque el hombre solo vive una vez en la tierra, según muchos— aquí para darle a tu propia facultad una ducha divina.
¡A mí me quisieron liquidar, pero me negué!”.
Y la voz de René me dice muchísimo, más aún que el sentimiento sombrío de Erica, ¡su yo anestesiado!
Porque es lo que es, ¡no vive!
Casi me gustaría decir: René ya siente dónde estará luego la barba.
Y si sigo un poco, entonces ya pregunta dónde se puede comprar el mejor jabón de afeitar, y a qué se debe en realidad que los hombres deban afeitarse, y las mujeres no tengan esas molestias.
¿Viste esa carita toda chupada?
El hombre es una cosa rara.
Podría hacerte gracia, pero sabes que es algo muy natural, y no te ríes.
Pues sí, ¿a qué se debe que tengamos barba?
¿Por qué la madre, no?
Sin duda que el Dios de todo lo que vive supo por qué.
Ahora también sabe por qué siento que esta vocecita es demasiado mayor.
Yo tengo mis propias ideas al respecto...
Oigo ese crujido...
A Erica tampoco le parece que sea un canto angelical..., de lo contrario tendría ahora brillos de belleza, planearía en el espacio y en el de su hijo.
Sin embargo, pesa como el plomo.
Uno podría meterla ya en el ataúd.
Lo dejo, no tiene sentido seguir con eso.
De todas formas estaré solo en todo.
Si tuviera un auditorio de estudiantes, entonces podría transmitir mis descubrimientos a la nueva generación, pero aún no lo tengo.
Y ahora todo se hace tan pesado.
Estás ante una montaña.
Y después vuelve a haber otra cosa que dice: bebe y come, esta es Mi Sangre, este es Mi Cuerpo, ¿qué quieres?
Al día siguiente, Karel ya sacó sus trapos sucios y mostró a Erica que lo mejor era tirarlos a la basura, porque ya no servían para limpiar nada.
Una y otra vez terminaban ensuciándose en lugar de quedar limpios.
No sabía que esto no quedaba igual de claro para todo el mundo.
Sus trapos sucios se esfuman como ratones blancos, a la velocidad de la luz...
Pero a Erica no le apetece profundizar en ello.
Dice: ¡todo esto es demasiado fangoso!
—¿Ves? —dice él—. Eso lo tenías que haber hecho así.
Y esto tiene que ser de otra manera.
Y eso también.
Si lo hubieras hecho de otra manera, ahora serías feliz.
¿Qué puedo hacer por ti? (—dijo).
Y si después viene: “Primero cuídate a ti mismo”, entonces sabes que aquí tampoco hay felicidad y que cada uno es una carga para el otro.
Pero estos dos no comprenden que se puede hacer de una manera muy diferente.
Ahora te encuentras ante las personalidades que no quieren inclinarse ni comprender esta enorme felicidad.
Es un detalle, pero uno que pesa miles de kilos.
Se encuentran uno frente al otro y, al no saber cómo llegar el uno al otro, crean un caos.
René ya les habla en voz alta, el niño habla con los padres, pero aún no lo oyen.
Todo lo que hacen es alejarse de Él, de quien recibieron todo.
Karel le muestra a ella sus maneras rudas.
Después oí sollozos y un gimoteo maternal.
Se olvida a él mismo como padre, no están preparados para este milagro, ¡es un problema!
Tendría que haber actuado de otra manera, y lo sabe, pero es demasiado orgulloso para admitirlo.
Mira ahora tu granja, Karel, pero has de saber que se puede hacer de otra manera, mejor; un poco más de sentimientos te abrirían a este milagro.
No tuve oportunidad de charlar un poco con ella.
De todas formas, ella no habría sido capaz.
Y, francamente, a mí me daba miedo.
Vamos, ¿por qué no te adentras en una vida que no es más que tinieblas?
¡Vaya!
Con las mantas subidas hasta el mentón, los ojos cerrados, cavilando mucho: así está echada.
Siento pesadez, ¿derribo propio?
Me sospechaba que esto iba a ser un caos, ahora estoy seguro.
Un ser humano a fin de cuentas no se puede saltar trozos.
Como ya dije, Anna hace todo lo posible para apoyarla.
Erica le regala pequeños gestos de la cabeza.
Anna lo comprende y hace como si lo supiera todo.
Su fuerte personalidad tiene un efecto estimulante y es capaz de mover montañas.
Es un alma maravillosa.
Creo que Erica se ha hecho ahora más sensible, por lo que no es tan sencillo intuirla de manera pura, como finalmente tiene que ser ella.
¿Que si esto ha sido por su niño?
¿Que si esto es influencia, como todo lo demás?
El médico dice que todo está bien.
Esto también es parte de ello.
Pero no lo sé.
Tengo mis propios sentimientos, pero no me atrevo a hacer un análisis.
Anna agita la cabeza, sus faldas chisporrotean por la casa, su paso también es diferente.
Lo calcula.
Todo es diferente en ella, empezamos a ver un cambio, todos lo vivimos para nosotros mismos.
Pero ¿quién lo hace bien?
Era cuestión de esperar.
He visto al niño.
¡Es como me lo había esbozado para mí mismo!
Y créeme, esta vida vive en mi alma, es como si formara parte de mi propia vida.
No sé por qué, pero lo siento.
Uno pensaría que es imposible, pero no logro liberarme de ello, estos pensamientos me pisan los talones.
Es como si viviera a través de ellos.
También creo, debido a que se me concedió seguirlo tanto tiempo, que esos pensamientos viven en mí.
Esperaba este momento con ansiedad, pero me decepcionó.
‘Cielos’, pensé, ‘hay que ver qué fracasado eres’; volví a actuar como antes y me hice infantil.
Karel salió corriendo por la puerta, había algo otra vez.
Erica me suplicó que me quedara, me lo pedía con la mirada.
El portazo volvió a ser demasiado fuerte, fue un golpe para ella y su niño.
Todavía oyó cómo arrancaba el coche, un último saludo para ella y aquella cosa en la cuna.
No hubo más.
Alza por unos instantes la mirada, pero se le vuelve a caer inmediatamente; veo que le pesa como plomo.
Pasa un ratito, pero después mira hacia mí, y de mí a la cuna.
Mira primero tú mismo, me llega.
Pero soy como un pedazo de piedra.
Quisiera darme a mí mismo una paliza por lo torpe que me comporto.
Mi cuerpo calla, por dentro no se mueve nada, pero hay una madre que me está pidiendo una cosa.
He de actuar, pero no soy capaz.
Pasan más de diez minutos —para ella es penoso—, pero entonces oigo:
—No lo sé, Frederik, no lo sé.
Tiene los labios rojos de tanto apretarlos, hace un momento tenían una palidez mortal, y sigo sin poder hablar.
Pero ¡hay que hacerlo!
Podría haberme matado a mí mismo, tanto miedo da.
Pero qué bobo soy.
Aun así hay contacto con su vida, su pensamiento y sentimiento.
También eso lo absorbo.
Lloro por dentro, me siento trágico.
Quisiera morirme.
Siento desesperación, un corto circuito, mi vida está marchita.
No valgo nada, nada, ¡estoy desesperado!
Aquí estoy sentado y soy un muerto en vida.
Pienso y al mismo tiempo carezco de pensamientos.
¡Tiemblo!
Ahora o nunca, tengo que hablar, no puedo dejarla así sola.
No hago más que estar sentado sin hacer nada.
Y me pide y suplica una respuesta.
Se queda mirando lo que hago, pero sigue pesada como el plomo.
Aún me falta para poder aceptar el niño y cumplir con los deseos de ella.
Ella espera que le diga algo cariñoso, pero todavía no soy capaz.
¡Estoy como congelado!
Cuando entra Anna, algo se quiebra en mí.
Erica me observa ahora, perforándome con sus miradas.
Entretanto ya he pasado diez veces por la hoguera.
Piensa en mí y en su hijo.
Ahora mira hacia la cuna y oigo:
—¿No es algo de lo que cualquiera puede disfrutar, Frederik?
Su voz me dice mucho.
Ahora me sale volando por los labios:
—¡Así es, Erica, naturalmente, así es!
Cada... hijo de hombre ha de hacerlo.
Pero ¿qué es eso ahora?
Sí que se ríe.
Algo he conseguido, pero no formo parte de ello.
Hubiera querido decir: cada ser humano... y lo que sale es hijo de hombre.
Me parece terrible.
Me siento como un perro apaleado, pero miro al niño.
Murmuro algo y hago mucho el tonto.
Sigue al niño, ella cree que está hablando con el pequeño René.
Pero ¿cuántas personas viven ahora en ella?
¿Estamos ante nuevos problemas?
Entonces dice:
—No te ausentes demasiado tiempo, Frederik.
Tiemblo y le prometo regresar pronto.
Pero soy un hombre apaleado.
¡Tengo que salir!
Entonces ya me encuentro fuera y entro corriendo en el bosque.
Pero todavía estoy viendo a Anna, que creo que me compadece, lo cual se me hace horrible.
Hay un impulso desconocido que me guía al exterior.
Si solo hubiera tenido que apoyarme en mis propias fuerzas —según sé ahora—, entonces me habría desplomado.
Pero si pienso en Anna, me siento fuerte.
Cuando entro en contacto con René y Erica, entonces me derrumbo y no sé qué hacer.
Es como si entonces me recordara la muerte.
Anna volvió a colocarme las piernas bajo mi cuerpo, después de que aquellos dos las derribaran a golpes.
¿Sigo siendo entonces igual de torpe?
Continúo mientras pienso.
Había decidido ir a darme hoy una buena comilona a la salud de la madre y el niño.
Ahora es como si René no me concediera la comida.
Al pensarlo me entra una sensación de mareo.
Me dejo caer en el sillón, pero al mismo tiempo me veo continuar mientras camino.
Algo me falla en el tarro, creo.
¡De repente veo que corro y sin embargo estoy sentado!
Quería gritar, pero no era capaz de producir sonido alguno.
Creía ir volando por el bosque, pero por las puntas de mis zapatos vi que estaba sentado.
Ahora me callo, ya no quiero pensar de lo infeliz que me siento.
Tengo ganas de echar un trago, porque sé que todo este lío me superó.
¡Qué día este!
Beethoven y Mozart, y Franz Liszt, con sus marchas fúnebres, se quedaron en casa: están enfermos.
Creo que se hacen los enfermos.
Perdieron su inspiración.
Su pequeño niño espiritual ya yace bajo tierra.
Erica ya no los conoce, ¡ese apoyo también ha desaparecido!
Ese arte también ha resultado ser una majadería para su vida.
Nada sirve, nada, mentimos y engañamos, nos tomamos el pelo.
Uno no se puede fiar de las personas, no piensan, aunque les parezca tan hermoso y potente, ¡son tonterías!
Acabo de tener que aceptarlo.
No hay cosas útiles sobre la tierra que la gente apoye, ¡todo es imaginación!
Creo que ya no voy a recoger más sabiduría, de todas formas no sirve de nada.
Esto también pertenece a mi universidad, pero ¡es pesadez! ¡Pobreza!
Ya había vuelto a hacerse de noche —creo que el primer o segundo día después del nacimiento— y era como si tanto pensar y mi torpeza me hubieran vuelto loco.
Me veía a mí mismo como si no hubiera nacido todavía, ¡y al mismo tiempo hubiera querido acabar con todo!
¿No es horrible?
Lo que un día antes todavía me parecía sabiduría hoy es como una carpa filosófica de feria.
¡Es presunción estúpida!
Yo, estúpido ser humano, ya veía cambiar el mundo y a la gente.
Ahora vivo otra vez en las tinieblas y no consigo salir de allí.
Pero ¡tengo que hacerlo!
Continué evolucionando, pero de pronto hubo una parada que sigo sin entender.
Y ahora lo sé.
Karel tiene razón cuando dice: ¡todo es empuje, todo es “naturaleza”!
Es la naturaleza.
¡Sólo yo no lo soy todavía!
Pero cuando ahondo en eso, él se cuelga de sus caballos y da bandazos en un espacio de peligro.
¡Para mí demasiado salvaje, demasiado peligroso!
Cuando pensé en esto, en su empuje y su naturaleza, de pronto volvió a haber luz en mi vida, y me sentí feliz de nuevo.
Podría decir, pues: ¡Tonterías, buen hombre!
Aunque todavía no hayamos llegado, ¡todo es diferente!
Entonces vi una mano y esta me volvió a sacar de allí, la sujeto firmemente, ¡es mi vida y mi felicidad!
¡Y era una mano!
¡No dejo que me priven de esto!
¡Lo vi!
¡Lo viví!
Pero ahora también sé que lo absorbemos con demasiada seriedad.
Tenemos que ver estas cosas con completa normalidad.
Lo viven millones de madres, que siguen siendo ellas mismas.
¿Y tiene Karel razón?
Lo seguí en pensamientos y vi como iba a arrastrándose detrás de sus caballos.
Son los rasgos de su carácter, su personalidad es así.
Así que yo prefiero hacerlo más sencillamente, y aunque a veces me aleje demasiado de mi propio establo, sé lo que hago, pero ¡él no sabe!
Aun así, sigo avanzando pasito a pasito.
Sí que sigo comportándome un poco raro, pero avanzo.
Él no, ¡está detenido!
Creo que ahora está tirado en una de sus propias acequias.
No muevo un dedo por él, que el médico vea ahora cómo salir de allí.
Ya me ha estado arrastrando bastante tiempo por sus acequias enfangadas.
¡Ya basta!
Y esto es lo que me hizo saber el pequeño René.
Por eso me recupero tan pronto, pero ¡fue peligroso!
¿Qué pensará Dios de nosotros, los seres humanos?
¿Quiso que este niño naciera?
Según Karel, Dios tiene mejores cosas que hacer.
Ahora estoy seguro de que sus caídas de sus caballos le harán inclinar su cabezota campesina.
¡No hay otra explicación posible, es esto!
Y ahora se encuentra ante la sensibilidad de Erica sin saber qué hacer con aquella.
¿Va a ser un corazón partido?
No quiero pensar en un ataúd, pero cualquiera lo diría.
Otra vez estoy destrozando caracteres; ¿por qué no los dejo en paz? Es una página sangrienta en el diario.
En realidad no sé por dónde empezar.
Veo ahora que hay muchos entrecomillados, sobre todo donde se trata de mí mismo.
Pero la letra se va debilitando, y estoy pensando, sin encontrar lo que busco.
Y aun así estoy seguro de lo que digo.
Releo todo, pienso sobre cada una de las frases, pero todavía no lo averiguo.
¡Sin embargo creo que todo tiene un significado!
¡Todo!
Todavía escribo en el diario:
“Me encontraba en el silencio y esperaba a mi hijo.
De pronto empezó a llover, se avecinaba una tormenta.
Volví a casa corriendo, pero por el camino perdí a mi hijo.
Cuando llegué a casa, estaba en su cunita y me miraba con expresión grave.
Era como si quisiera decir algo, pero yo entonces no lo entendía.
Ahora sé que me quería decir:
‘¡Ya lo sabía yo desde hacía tanto tiempo, mamá!
Corrí más rápido todavía y llegué mucho antes a casa.
Ya sabía desde hacía mucho que iba a haber tormenta, así que adopté medidas.
¿Ves?’”.
Arrojé la pluma, quise hacer pedazos lo que había escrito, pero no lo hice.
Terminé la frase, porque no comprendía ni jota de ella.
¡Parece una locura!
Aun así llegué a pensar profundamente.
Y un poco más tarde aún escribí:
“¿No sabías, madre mía, que te habías caído en una acequia?
Fui yo quien te volvió a sacar de allí.
Y lo que hace papá es horrible.
¡Ya le pondré las peras a cuarto!
Pero entonces lloverán peras y manzanas por su vida de altanería sobrenatural, con la inscripción: ‘También estas crecieron en el paraíso’.
No están como para echarlas a las vacas, como margaritas a los cerdos.
Tienen lucecitas, son como incienso machacado que no arde.
Pero lo hueles, porque ahora estás ante tu propia alma.
¡René!”.
He vuelto a desvanecerme de milagro, y lo reconozco sin rodeos, me hago temblar y estremecer de nuevo.
He dormido y ahora sé que me he salvado de una sacudida, así de miserable se me hace.
Y detrás de todo esto vi Su mano, ¡la que te da!
¿He sido tocado ahora por Él?
Por lo que se ve es un disparate, pero el temblor de mi corazón me lleva a otra respuesta.
Leo las tonterías más de diez veces y no las vuelvo a tocar, nunca se sabe.
Siento algo, pero no sé qué es.
Quizá esto vaya a ser incluso lo mejor de todo lo que he escrito.
Y entonces volvió a hacerse de noche, el enésimo día después de este nacimiento, que me llevó de una sorpresa en otra, y pensé: soy feliz o... un loco asilvestrado.
Pero aún vivo y hasta puedo pensar, en mí hay sentimiento.
Pero ¡esa noche estaba borracho perdido!
Y al día siguiente supe con seguridad que mi criada me robaba.
Por eso tomé la decisión para liberarme de ella, de una vez por todas.
¡Estoy seguro de que lo conseguiré!
¡Es triste!
Cuando al día siguiente estaba sentado frente a mi diario y leí lo que había escrito añadí algunos garabatos que no vaticinaban nada, y volví a cerrarlo.
Del resto me acordaré.
Seguramente que volverá a haber contradicciones, es lo que espero.
Pero ¿qué máscaras son esas que veo?
¡No pasa una hora sin que te encuentres delante de máscaras!
Si algo vuelve a ser escrito por medio de mi mano, algo de lo que no soy yo el creador, me cuelgo.
Entonces no tendré que espantar a este niño ladrón, y será una florecilla sobre mi tumba.
Vaya majaderías que se me ocurren.
Pero puedo decir, por ejemplo, qué cosas tuvo ella en sus manos.
Y lee mis cartas, ¡es lo peor de todo!
Si las leyera con un amor inmaculado, le daría un incremento de diez florines; ahora ¡que se vaya!
¡Creo que luego venderé todos mis bártulos y que volveré a ir de viaje!
Lástima para mis amigos.
A Erica y Anna les parecerá horrible.
Tipos como Karel encontraré a mansalva.
Aunque sea un tipo aparte, un gamberro con la cabeza bien amueblada, ¡lo dejo solo sin que me dé mucha pena!
Ahora veo el instante en que los conocí.
Hacíamos un pequeño viaje y entablamos una conversación.
Hacía bueno, teníamos los fiordos a la vista.
Entonces comenzó.
Después de charlar un rato, entraron en contacto nuestros caracteres.
Sintonicé con ellos y los seguí en todo.
Ellos no, lo hacían de otra manera.
Vueltos a la ciudad, se produjo mi primera visita.
Y ahora sigo yendo allí, mucho incluso, y me he convertido en uno de los mejores amigos de la casa.
Antes era viajar y hacer largos recorridos: he visto mucho de este mundo y he aprendido mucho, creo.
He tenido que pagar muchas cuentas en beneficio de otros, aunque no me sirvió para ganarme buenas amistades.
¡Es lo que suele pasar!
Ahora tengo mi base, creo que ya no consigo despegarme, aunque posea ahora estos sentimientos.
Aún no sé a qué se debe, hay algo que quiere ahuyentarme, pero el sentimiento para quedarme es más fuerte y seguramente ganará a aquel.
¿Será que Él no quiere que me vaya?
Vaya imaginación de nuevo, pero eso tampoco puede saberse.
Como ser humano tienes cada vez otra cosa.
Cuando no pasa nada, ¡es justo cuando te lo buscas!
Es que así es como somos.
Pero me encuentro ante una estafadora, ¡y eso en mi propia casa!
¡Es horripilante!
Es como estar infestado de piojos.
Va a ser un montón de miseria.
Un lío crudo y desagradable, ¡no quiero eso!
Creo que ahora me está embistiendo todo, justo ahora cuando necesito tranquilidad.
Esas cosas te impiden pensar, te sacan de tu mundo del silencio y la felicidad.
Las cosas valiosas se estrellan por esas cuestiones de baja estofa, y eso no tiene que ser así.
Incluso ahora ya sé que no conseguiré salir de aquí.
Curioso, ¿verdad?, pero ya lo verás.
Ni yo mismo entiendo muy bien por qué lo sé, pero ¡ahí está!
¡Cuando sigo esos sentimientos estoy junto a Erica y su niño!
Soy sordomudo, pero cuando escucho algo ¡sí lo oigo!
¡Es algo tan extraño!
Pero cuando me voy, Karel llega a predominar y Erica se muda a un mundo en el que está sola y ya no recibe una miaja de cariño.
¡Eso también lo sé!
Karel me reprochó hace poco que miraba demasiado al suelo.
Sentí lo que quiere decirme, pero él mismo busca las primeras briznas de hierba y no las ve, aunque esté casi encima.
Quiere, eso sí, pero no puede; aún no.
¿Qué es?
¿A qué se debe que un ser humano esté atado de pies y manos por su propio carácter?
Pero Karel no lo está, anda detrás de “sí mismo” y ¡busca a ese hombre!
A veces oyes sus gemidos; no me atrevo a decir si son genuinos.
Es como el cuento de Hansel y Gretel, arte anticuado, él también participa en el envejecimiento, pero ¡así le gasta bromas a Erica!
Si quieres saber lo que pienso yo: ¡va a ser una vida quebrantada!
Si me quedo, ya nunca más tendrá la oportunidad de tirarme a patadas en sus acequias.
No obstante, en estos años ha tenido que aceptar que a veces digo cosas acertadas, aunque sea yo torpe de naturaleza.
¿Que si es innato?
¿Que si es un indicio de verdadero talento?
¡No lo sabemos!
Me dice: “En ti todo es arte, el arte crece en tu vida con la misma tenacidad que una planta en el lodo”.
Hay que ver cómo es ese Karel.
Para nada me sentía artístico cuando habló de esto.
Pero me detengo, por hoy ya es suficiente, si no vuelvo a perderme, y eso no debe ser así.
Mis pensamientos buscan el espacio para esta vida.
Y ahora están construyendo otra personalidad.
¡Voy detrás y me parece bien!
Salen de mí a hurtadillas y buscan otra luz.
¿Es algo que también ya sale del pequeño René?
Es curioso, siento tanta unidad con esta vida, casi da miedo.
Y ¿yo qué tengo que ver con ese niño, esa alma o ese espíritu?
¡Nada!
¿Tú también lo viste, Erica?
¿Y tú, Anna?
¿Y tú, Karel?
Hay una cosa que me hace sentir feliz.
Karel confía en mí tanto como en él mismo, porque si no, por cierto, ya nos habríamos separado.
Probablemente se debe a que las mujeres no me valoran como hombre.
Pero también puede tener otra causa, que también conozco, pero de la que no hablo.
Eso ya vendrá más tarde, si fuera necesario.
O Él tiene que verlo de otra forma, entonces solo nos resta inclinarnos.
En cualquier caso, ¡a Karel eso no le altera!
Y otra vez más te encuentras ante las máscaras... cada cosa tiene una.
Pero ¿cómo son las mujeres?
Yo sé mucho de eso, aunque sea torpe en esos asuntos.
Ya lo oíste, sí que me aprecian y hablan bien de mí.
Pero ¿qué es?
¿Por qué muchas de ellas me dicen que no me elegirían como esposo?
¿Es un sentimiento que yo irradio?
¿Molesto a esas almas?
Pero ¿qué es?
Yo ya lo sé, pero no lo digo, me lo reservo para el final del todo.
Todavía no me atrevo a asegurar que lo consignaré al papel.
Tiene que ver con muchas cosas en mi vida, con todo mi carácter, es lo que me hace vivir, y justo por eso he llegado a este camino, creo.
¡Es como si fuera obligatorio!
Pero ¿lo que así siente el alma de la mujer?
Un misterio para mí, ¡y aun así lo comprendo!
Aunque todo esto sea contradictorio, así lo dejo.
Es algo que está allí de todas formas, que sin embargo no participa.
También es algo de ti mismo, pero ¡creo que ni siquiera te pertenece!
¿Comprendes? ¡Eso es lo que son las máscaras!
¿Quién no las tiene para sí mismo y no las conoce?
Solo cuando miro a la naturaleza creo que allí todo está en orden.
Creo que los animales no son conscientes de ello.
¡Solo nosotros, los seres humanos, andamos con ellas!
Es despotricar de forma escandalosa, es como si no fuera algo tuyo, pero todo lo que está en tu vida, y todo lo que forma parte de ella, gira alrededor de aquello, es parte de eso.
Te lleva hacia arriba y hacia abajo.
Ya verás que tengo razón, aunque ahora se me escapen los detalles.
¡Porque vive y hasta puede pensar!
Mi corazón es verdadero, auténtico, y sé lo que hago.
Erica es una excepción, eso también lo sé.
¡Y sin embargo lo dice!
Cuando hace tiempo volví de un viaje, mi padre estaba muriéndose.
Tan pronto ya me había ido de casa, y caminaba por plena naturaleza de Dios, ¡por Su mundo increíblemente hermoso!
Si no hubiera recibido el dinero de papá, entonces las cosas ahora pintarían mal para mí.
Por suerte me dejó todo su patrimonio, y puedo hacer lo que quiero.
Primero me quedé sus preciosos caballos y no me dejé engatusar por mi familia; el Frederik simplón sabía qué tenía que hacer.
Me negaban la luz en los ojos, pero ellos ahora necesitan gruesas lentes, yo no.
Así vemos que las maldiciones no siempre se cumplen; si así fuera, ya la habría palmado hace tiempo.
Dios ya no escucha el atontamiento humano, eso pasó, o nunca existió; ¡no lo sé!
Entonces volví a viajar.
Solo los últimos años me hice más casero, precisamente por Erica y Karel.
Esto es todo lo que tienes que saber de mí, el resto ya vendrá, si algún día fuera necesario.
Entonces también sabrás por dónde estuve, y cómo me habló y golpeó la vida.
Pero ¡has de saber que sentía gratitud por todo!
Sea como fuere que me llegara, siempre seguí siendo yo mismo.
A veces me costaba sangre, pero gracias a mis luchas internas, que de cuando en cuando eran a vida o muerte, siempre volvía a recuperarme, y entonces el sol iluminaba otra vez mi vida.
Recibí palos horrorosos, y ¿qué le vas a hacer?
Seguramente que ya lo sientes: de aquí no salgo todavía.
Algo que desconozco me ata, y ¡eso también es una máscara!
De lo único que tengo que encargarme es que la gente no me llegue a conocer, entonces cruzo la calle.
No quiero quedarme sin saber qué hacer, no como aquel hombre cortés pero vacuo.
Es verdad que la gente me pregunta lo que hago, muchos creen que soy escritor, porque ando exhibiendo los ingredientes que apuntan a ello.
No entro al trapo, pero sí que me incomoda, y quiero decir algo: suele ser lo equivocado.
Soy un investigador, es lo que aquí se piensa, y así lo dejo.
Erica, es evidente que volveré, pero aún no estoy.
¿Que es horrible?
¿Sientes que te engaño?
Me gustaría ir volando hasta donde estás, pero ¡me es imposible de lo apaleado que estoy!
¡Y eso por mi propia culpa!
Pero sí iré.
¡Un poquito más y volverás a verme!
Entonces cuidaré de lo que diga, y creo que me verás de otra manera, ¡mejor, espero, más espacioso, más cariñoso!
Creo que voy a recibir otra máscara, Erica.
Pero ¿qué te parecieron las flores?
Así es como quiero enmendarlo todo.
¿Me crees?
¿Y Anna?
Frederik —es lo que todavía me cruza los labios— ¡sigue así, que vas bien!
¡Llega la luz!