Si quieres saber lo que opino, Erica: todo va bien

Estuve con René, su estado es susceptible de cambiar.
El chico se ha hecho más fuerte, físicamente le ha sentado bien.
Lo volví a ver rodeado de los demás chicos y se me obsequió lo que no me había esperado: me permitieron hablar con él.
Su terrible salvajismo se había vuelto a disolver de pronto, se pudieron volver a guardar momentáneamente las sábanas de fuerza y él ya ni se acordaba de toda esa miseria.
Cuando me vio se echó en mis brazos.
En ese instante me arrepentí de que no estuvieran Erica, Anna y Karel.
Pero al final de mi visita eso ya lo veía de otra manera y tuve que dar la razón al director: así era mejor.
Volvió a recaer, ya no le salía ni una sola palabra y no me quedó más remedio que regresar a casa para informar a los demás.
Pero, francamente... en esta vida está habiendo cambios, también su médico piensa que tiene posibilidades de recuperarse por completo.
Pero eso tomará todavía cierto tiempo.
Si no se hubieran producido estos cambios, lo habríamos tenido brevemente en casa durante las festividades.
Ahora, por supuesto, eso ya no será posible de ninguna manera.
Algo terrible para Erica y Anna, pero no se puede hacer nada por cambiarlo, nada, por triste que sea.
Le pregunté:
—¿Qué, René? ¿Qué tal por aquí?

Me dio una respuesta natural:
—Prefiero estar con mamá, con Anna, papá y usted.
¿Por qué no puedo ir a casa?
¿Por qué tengo que quedarme aquí? Tengo que estar con ustedes (vosotros), ¿no?
¿Por qué tengo que estar enfermo?
Quiero volver a casa, tío Frederik.
¿Puedo irme? (—preguntó).
Y eso después de unos días.
“Tendrías que haberlo visto”, dice su cuidador, “se puso violento como un tipo mayor.
Ahora está de nuevo como un corderito.
Y, sin embargo, iba tan bien, ¿verdad?, pero, claro, nunca puedes confiarte”.
No dudé de sus palabras, nosotros también lo hemos conocido así.
Conocemos esta vida, esta alma, desde hace tanto tiempo, pero hay avances.
Iba caminando un poco con él por allí.
Íbamos tomados de la mano.
Le pregunto algo, me responde.
Una y otra vez surge: “Quiero ir a casa, tío Frederik, quiero ir a mamá, a Anna, a papá”.
Y eso te parte el corazón.
Pero ¿qué haces?
Estoy sometiéndolo a mis fuerzas mientras vamos caminando.
Quiero intentar ver si es posible.
Le envío todo mi cariño sanador.
Sé cómo absorbe esas fuerzas vitales y cómo se llena succionándolas.
Quiero conseguir que sea más fuerte, que procese esos ataques como corresponde.
Aunque le suponga un golpe, tiene que ser capaz de soportarlo, conozco esa sábana de fuerza, lo conozco en ese estado, es un suplicio para él.
Y lo estoy sintiendo, René se está tranquilizando.
Ya no pregunta por papá y mamá, no habla, solo mira de frente, parece haber olvidado a todos y todo.
Me gustaría darle un fuerte abrazo, pero no se me está permitido hacer eso.
No es mi hijo, pero amo tanto a esta vida como si se hubiera convertido en una gota de mi sangre, un trocito de mi corazón.
Oh, ojalá pudiera cuidar de él.
Qué gracia supondría esto.
Ya estoy obteniendo pruebas de que hago bien.
Pienso en sus dibujos y cuadros.
Un poco después ya oigo:
—Tío Frederik, ¿cuándo se me permitirá dibujar y pintar de nuevo?
Anda, ¿quieres hacerme el favor de preguntarlo?
‘Mira’, pienso, ‘¿qué natural es eso’.
Se da cuenta que eso lo tiene que preguntar al médico.
Pero creo que luego podrá dibujar, aunque aquí todavía no han llegado a ese punto.
Digo:
—Lo preguntaré, hijo.
Claro, si eres tú mismo, si te encuentras con fuerzas suficientes, es posible.
¿Por qué no?
Pero no hay que estar enfermo, entonces aquí están que no dan abasto contigo y tienes que subirte de nuevo a esa horrible cama.
No es así, ¿René?
—Sí, tío Frederik.
—¿Cómo estás conmigo?
—Te lo diré más tarde, tío.
—Estupendo, y ¡que no se te olvide!
Paseamos un poco, empiezo a sentir que le está entrando sueño.
Se está frotando los ojos en pleno día.
Las fuerzas ya están actuando.
Al pequeño René le sentará bien.
Lo fortalecerá.
Es reposo espiritual.
Lo que se puede conseguir con una persona mayor, también lo puede aceptar un niño.
Ahora veo aquí los grados para la psicopatía... veo los diferentes altibajos de estas enfermedades.
Entre ellos hay chicos que sin duda tienen que aceptar su desgracia material, pero ahora estoy pensando en... la deformación interior, la asfixia de todos estos sistemas por el alma.
Estoy empezando a verlos con mayor claridad.
Aparentemente, René está sano como un roble, físicamente está muy por encima de muchos otros chicos.
Se puede ver más luz en sus ojos.
Su figura no está tan retorcida como la de muchos chicos —por los que no apuesto nada— porque siento que ahora vemos con mayor nitidez ante nosotros lo inconsciente para el alma y la personalidad.
René es un niño normal; está enfermo, pero ahora veo que tendré razón en todo, y que también la tuve hasta ahora.
Esta vida se deforma ella sola.
Necesitamos tiempo, ahora no podemos molestarlo, tenemos que seguir velando por él.
Ahora me sitúo en su vida.
Dejo que mi voluntad lo haga todo.
Mientras tanto siento que hay una fuerza vital que lo irradia y que él succiona como sangre.
Esta procede de mi alma.
En Oriente a esto lo llaman el fluido vital del ser humano.
Yo creo en ello.
He recibido mis pruebas.
Mediante la cesión consciente de tu felicidad, de tu pensamiento y de tu saber a estos enfermos —da igual la enfermedad de la que se trate— ayudas al alma a aceptar la existencia material.
Ese es mi apoyo, que ya estamos intercambiando entre nosotros de modo consciente, y que tanto lo tranquiliza.
Ahora pienso que podría llevar a cabo labores útiles en semejantes clínicas, pero sí que es extraño: no siento esa vocación.
Hay otra fuerza en mi vida que dice: “¡No, no hagas eso!
Mejor ten paciencia, pero ¡eso no!
Puedes ayudar a gente que se te envía así, de pasada, pero esto no.
Esto no, porque entonces estarás encerrado y ya no podrás hacer nada para la otra vida, para aquella que necesita nuevos fundamentos”.
Lo siento con tanta seguridad que me da tranquilidad, de lo contrario de verdad que me encerraría aquí.
¿Es útil para René y todos esos muchachos?
Ahora veo que solo a algunos se les puede alcanzar.
El resto seguramente seguirá en su apatía, ¡a esos chicos no hay quien los ayude!
Son exactamente igual que el viejo ser humano demente, aunque aquí representen un grado muy diferente para estas enfermedades.
Ya he llegado, creo, pero todavía me falta la certeza.
Si sigo a René, llego a Erica y su embarazo.
Si recibimos esos fundamentos, también me dice que todos estos chicos empezaron esta deformación tan terrible dentro de la madre.
Conozco los sistemas para ello —he llenado más de una página sobre eso—, pero ahora también los veo más claramente, porque se me concedió admirar a todos esos locos, porque me abrí a su desgracia.
Veo ahora que me he enriquecido.
El pequeño René pronto vendrá a estar unos días con nosotros.
Aunque para él sea algo doloroso, para nosotros es igual; sin embargo, es necesario que vuelva a vivir un poco ese ambiente si no queremos distanciarnos de su vida.
Si sigo su pequeña alma, no creo que nos olvide
Y, mira, ¿qué dice el niño del alma?
—Nunca lo olvidaré a usted, tío Frederik.
¿Dónde estuvo usted todo ese tiempo?
¿Estaban papá y mamá de viaje?
—No, cariño mío, yo estuve unos días fuera, pero papá y mamá no se van de viaje.
Cuando vayan, René, iremos todos juntos.
Y solo entonces nos divertiremos.
—Sí, ¿verdad?, entonces nos divertiremos.
¡Lo sé!
Se vuelve a hundir.
¿De dónde habrá sacado esto ahora?
Ahora vemos que si somos sensibles los seres humanos, en el fondo ya no hay nada que ocultar.
Siente que donde nosotros una o más personas se habían ido de viaje.
En realidad todos nos habíamos ido.
Erica y Anna, y también Karel, usaron sus sentimientos que estaban destinados a René para otra cosa.
Lo que para ellos fueron preocupaciones, por mí René lo siente como si estuvieran de viaje.
‘¿Ves?’, pensé, ‘el niño nos echaba en falta, el contacto se fue desgarrando.
Quizá su miseria de las últimas semanas haya sido culpa nuestra.
¿No es muy natural?’.
Pero tengo que pensar sobre ello.
Aun así, es algo que me golpea.
Me hace ponerme serio.
Ahora sé que no tengo que encerrarme, todo es bueno tal como nos viene.
René aquí y nosotros allá, juntos hacemos un solo trabajo, son nuestros corazones los que se curan entre ellos y los que se amarán.
Pero él lo siente, se le envía ese contacto interrumpido, capta infaliblemente nuestra vida sentimental y carga para él mismo el dolor y la pena correspondientes, ¡lo absorbe!
¡Cómo es posible, pero estoy ante estos hechos!
Estábamos de viaje, al menos yo, pero mis amigos me siguieron desde el momento en que Hans les dijo que me había vuelto loco.
Y eso va directamente a esta vida.
Dios mío, somos infinitamente profundos, pero ¡no lo sabemos!
Se me permitió pasear con él durante una hora.
Cuando se nos acercó el enfermero el pequeño René me dijo:
—Y ¿ahora quieres saber, tío Frederik, cómo estoy con usted?
—¿Bueno, René?
—Si me llevas a mamá, te lo diré.
—Aún tienes que tener un poco de paciencia, chico, luego llegaremos a ese punto.
Me desgajo del niño.
Cuando el enfermero desaparece con él es como si me desangrara.
Dios mío, ¿qué es lo que me ata tanto a esta vida?
Me cuesta no desfallecer.
Tengo que reunir todas mis fuerzas para dominarme, tanto es el dolor que siento.
El pequeño René tiene sueño.
Puede descansar un ratito.
Cuando el enfermero regresa a donde estoy dice:
—Se cansó...
El niño duerme y le sentará bien.
El director dice:
—Estamos avanzando.
Dígale a la familia Wolff que pueden estar contentos, nosotros también vemos cómo cambia cada vez.
Este desarrollo lo lleva al pensamiento natural.
Es como dice usted: piensa con mayor nitidez, los pensamientos han sido “pensados” antes de salir.
Ciertamente, no podemos estar descontentos.
Dentro de un tiempo lo va a tener por unos días.
Entonces no será tan arriesgado.
Haré lo que pueda (—dice).
Cuando llego a casa todos quieren saber cómo va la cosa.
Karel ya conoce a su hijo, cree estar viendo para sí mismo un análisis, que al final no resulta claro y decide que es mejor dejarlo.
Cuando Erica pregunta cómo está su tesoro, puedo decir:
—Si quieres saber lo que opino, Erica: todo va bien.
Dentro de poco nos lo dejarán en casa por unos días.
Así lo he hablado con el médico y piensa igual que nosotros al respecto.
Quiere ver entonces cómo le va.
Si recae, entonces ya no es pérdida.
Yo para mí pienso que el deseo de regresar a casa lo hará más fuerte.
Ahora la voluntad va en aumento.
Ahora están concienciándose otras fuerzas, y las necesita.
Este anhelo lo tiene que reconducir hasta nosotros.
Así lo volveremos a ver entonces cada vez un ratito.
Mientras tanto eso irá dando vigor a su conciencia.
Verás que así será, que así sucederá.
Las mujeres se muestras comprensibles.
Pero ahora que me encuentro ante el cuaderno de bitácora, que lo abro y leo que esto ya lo predije hace años, entonces ya no me asalta el miedo, sino una sensación feliz, que me calentará a mí y a los demás.
Está sucediendo tal como siempre se me concedió sentir y pensar por medio de sus fenómenos.
Vamos a recuperar a nuestro hijo, lo único que nos hace falta es un poco de paciencia.
No les dije nada de todo en lo que estaba metido, de todas formas no lo iban a comprender todavía.
Pero en el cuaderno de bitácora pone:
“Volví a ver al pequeño René, y he de decir que estoy muy satisfecho.
Ese nuevo ataque de descontrol no pinta nada, no significa nada.
Pasan meses entre uno y otro, aquí se están llenando agujeros, la vida de su alma está empezando a ver una mentalidad muy distinta.
No, no es necesario preocuparnos, ¡estamos avanzando poco a poco!”.
De nuevo se me concedió vivir milagros.
René ha visto y sentido mis locuras como un viaje, se sintió solo y abandonado.
Esto es algo que me dice ahora que podemos ayudarlo.
Tenemos que seguir pensando en él.
No podemos debilitar nuestro pensamiento hacia su vida.
¡Esto lo ayuda!
Esto lo cuida, lo carga a través de los tiempos difíciles.
El pequeño René es más consciente.
Cuando esté un poco más tranquilo podrá salir brevemente.
Y ahora es posible hablar con esta vida.
Sí que es curioso, también el médico lo siente como yo.
El hombre quería esperar un poco, pero un día le darán instrumentos para dibujar.
Solo desde el momento en que su carácter tenga esa seguridad y él no sufra tantos tantos bandazos será posible dejarle hacer otra cosa, porque de lo contrario esto lo reconducirá a lo anterior, lo cual viene a suponer sábanas de fuerza, y ¡esa no es la intención!
Allí está en buenas manos, el alma va despertando por la seguridad y un poco de tranquilidad; claro que allí se piensa y esta es la recuperación del pequeño René.
Yo aporto lo mío, igual que los demás, todos vivimos con una sola meta.
¿De qué otra manera iba a ser?
Todavía anoté:
“La transición de mis fuerzas hipnóticas a René fueron cosa de coser y cantar.
Dándole la mano sentía yo que iba fluyendo hacia él una corriente.
Va a ser luminosa.
Lo que se da al hombre o al alma mientras se va quedando dormido aquí sucede de forma consciente.
Creo que de esta manera es posible vivir milagros y que entonces uno puede ver por medio de todas las leyes de Dios a través del alma y el espíritu.
Ya me gustaría saber cómo actuaría el pequeño René si lo sometiera a una anestesia (hipnótica).
¿Cómo reaccionará su alma?
¿Qué milagros viviré entonces?
Tendré que aclararme yo mismo.
Creo que Anna también tiene esta aptitud, pero no quiero interferir en esas vidas.
Empiezo a ver milagros, a vivirlos, por un sueño impuesto.
Oh, ojalá que René alguna vez se duerma por medio de mí, ¿qué tiene que contarme su alma?
¿A nosotros?
Quizá cuestiones sobrenaturales.
Dios mío, ¿qué posibilidades veo?”.
Pasaron dos semanas.
La Navidad fue un vacío para nosotros.
Pero esta mañana nos llamaron, había otra vez cartitas.
Ya nos habíamos olvidado de esas cosas.
Ahora de pronto nos encontramos de nuevo ante problemas.
¿Qué ocurre?
Me asusté.
¿No ayudó mi fuerza?
Escribió:
“Hans y su amorcito..., papá y su pito, mamá y su culito, Anna y su culete y el tío Frederik con su pipa.
¡Me parto la picha!”.
Y la otra notita dice:
“Soy la sartén y la olla sobre la que no tenemos tapa”.
El médico dice:

—Extraño, pero no para asustarse.
Es algo que conocemos.
La pena es que esas malditas notitas sí que hayan vuelto—.
El médico también dice—: Un rato después está otra vez como siempre.
No te das cuenta cuando llegan esas cosas.
Ahora está alterada su capacidad de pensar.
Pensé: ‘¿Será que le di demasiado?
Incidí con demasiado vigor en su vida?’.
Creo que sí.
O bien esta incidencia, que ahora es un trastorno, luego será una curación.

Así que volvemos a esperar, pero ya no hubo más notitas.
Empiezo a pensar que tengo razón.
Cuatro días después: otra breve nota.
“Papi... mira tu compi, ¡está desenfrenada!”
Está ocupándose de nosotros.
Después vuelve a haber:
“Tío Frederik, mi Anna pocholita... ¿miran (miráis) por la ranurita?
Ah, ¿qué..., qué..., qué... estoy viendo?”.
Aprende algo, viene a mí, las cosas que se le dan a aprender se fijan en su mente.
Puedo decir a los demás que estamos avanzando.
No hay razón para alterarse, esas notitas ahora no significan nada, creo que estamos viendo de nuevo todos los fenómenos vividos, pero debilitados, porque está viviendo su regreso a la normalidad.
Pero los otros tienen otra vez miedo, se asustaron, ya están perdidos de nuevo.
¡Y fue tan inesperado!
¡He vuelto a cantar victoria antes de tiempo?
No creo, pero no es tan fácil ayudarlos.
No puedo cambiar nada en esto.
Miraré lo que puedo hacer por nuestro René.
En sueños vuelvo a vivir la hora en que estoy caminando con él.
Ahora que estoy liberado de las tareas cotidianas, echado y soñando, todo lo veo de otra manera.
Cuando le pregunto si lo sabe todo, me dice al instante:
—Pero si me lo diste tú mismo, ¿no, tío Frederik?
Me siento como una lechuga.
No estoy enfermo, pronto estaré en casa.
¡Oh, qué feliz me siento!
Se lo oigo decir.
Lo veo en ese afilado morrito, ahora lo sé, el chico está recuperándose, dentro de un tiempo podrá estudiar mejor, aunque llegaremos a ver otros fenómenos.
En ese momento me despierto.
Repaso todo y llego a pensar profundamente.
He vuelto a dormirme y de nuevo entro en contacto con el muchacho.
Otra vez estoy en mi jardincito, en la casa entre la vida y la muerte, donde ya nos encontramos alguna vez antes.
Esa casa me sacaba de la vida cotidiana y ese entorno empieza a hablarme y quiere que escuche.
Todo ese barrio quiere que yo vaya.
Vuelvo a sentarme allí y me quedo esperando.
A lo lejos veo un punto, pero en todos los alrededores no se ve a nadie.
¿Qué quiere ese punto allí?
Veo que la cosa se mueve.
Viene acercándose, anda, corre, es un ser humano.
¡Es el pequeño René!
Un poco después está ante la entrada al jardín.
Pregunta:
—¿Puedo estar contigo, tío Frederik?
—Ven, cariño, ya te estaba esperando.
Se me echa en los brazos.
Le pregunto:
—¿Cómo es que sabes correr tan rápido?
—Es por la clínica, tío Frederik.
Estoy empezando a pensar.
Eso es bueno para mí, ¿lo sabías?
¿Tenías miedo de las notitas, tío Frederik?
—Yo no, pero papá y mamá se asustaron mucho.
—Ah, ya me lo imaginaba, pero no hace falta tener miedo, ¿no?
Ya sé exactamente lo que hago.
—Y ¿qué es lo que haces pues?
—Recoger flores para papá y mamá.
Ya verás cuando vaya a casa, tío Frederik.
Pero tú dejas que las cosas sigan su curso, ¿verdad?
¡Eres tú quien lo hace!
Ya eso ya lo veo, aunque pienses que no lo veo.
Lo veo todo, pero entonces estoy durmiendo, como ahora (—dice).
Cuando lo reflexiono todo dice:
—¿Qué jovencito eres ahora, ¿verdad, tío Frederik?
—Sí, hijo mío, eso yo también lo siento, aquí soy mucho más joven.

Y dice:
—Ojalá la gente supiera esto, tío Frederik.
Por no buscar no llegan.
Soy muy viejo y tú eres mucho más joven.
¿No te dije que te volvería a alcanzar?
—¿Es que no te olvidaste de eso, entonces?
—En esto —dice señalando su barriga— no te olvidas de nada.
Ya llevo diciéndolo allí tanto tiempo, pero los chicos no me creen.
—¿De dónde sacas todo esto, René?
—¿Es que no lo oyes, pues?
¿No oyes que lo puedes escuchar?
¿Dónde estás ahora?
¿Qué haces?
¿Qué quieres?
¿Qué tienes?
Te salvaré.
Tío Frederik, si tú me quieres salvar a mí.
Y por eso he venido a tu casita.
¿Viste esas palomas allí?
¿Viste como vuelan?
Yo también tengo palomas.
Las tengo blancas y negras.
Las negras no son cariñosas, esas quieren escribir notitas, es algo que yo no quiero.
Ya se enterarán.
Ahora dormimos a gusto, ¿verdad, tío Frederik?
Y sin embargo estamos despiertos, ¿no es así, tío Frederik?
—Así es, tesoro, y Dios sabe que está bien.
—¿Ves ahora lo viejo que soy, tío?
—Lo veo.
—Bueno, pues, ¿qué edad tengo?
—Diecinueve años, por lo menos.
Bueno, ¿qué? ¿Cierto o no?
—Los cumplí ayer.

—Ya no te irás de viaje, ¿verdad?
—No... me quedo en casa.
—Qué bien, y entonces yo volveré pronto.
Tengo tantas ganas de estar con papá y mamá y Anna.
—¿Te acuerdas de ellos todavía?
—¿Cómo puedes preguntarme eso, tío Frederik?
No los olvido.
¿No tengo ya caso veinte años?
¿Ya viste a Marja?
—¿A Marja?

—¿Quién es Marja?
—¿Es que no lo sabes?
Ya la estuve viendo desde hace mucho.
Ya la volveré a ver.
Sí, a Marja, tío Frederik.
Más tarde, porque ahora me voy a dormir.
Adiós, tío Frederik.
Volveré pronto.
Traeré flores, mira, estas.
Me muestra un pequeño ramo de flores.
Descuella una margarita amarilla.
Están arregladas con arte.
Todavía me dice de voz en cuello cuando me alejo:
—¿Vendrás a buscarme tú, tío Frederik?
¿Con papá?
¿Tal como me trajiste aquí?
Recuerdos para mamá y Anna (—dice).
Retengo esa vida, pero se suelta sola, de un tirón, y vuela por este espacio.
Y ¡adiós!, ya se fue.
Voy paseando.
Vuelvo a casa, por un camino que ya tomé antes.
Desde el sol voy caminando a la sombra, de la luz del día a la noche.
Al llegar a casa entro al jardín, abro la puerta sin llave, subo las escaleras y me meto en la cama.
Y en ese momento, por cómo me picaba la nariz de la manta de lana, me asusté y me desperté.
Salgo volando de la cama, enciendo la luz y me pongo ante el cuaderno de bitácora.
Dice así:
“Anoche, hace unos momentos, viví otra vez cosas asombrosas.
Estuve con el pequeño René.
Vino paseando hacia mí, yo fui hacia él.
Me lo encontré en nuestra casita.
Me habló de las notitas y de mi viento, que había sentido y recibido.
Lo entiendo, es el viento hipnótico que quiere curarlo.
El propio muchacho me lo viene a contar.
¿No es maravilloso?
El muchacho René como alma también es un ser humano.
Pero todavía no se me ha concedido aceptar esos sueños como la plena verdad.
Quiero decir: si se me concediera aceptar todo esto, entonces ya estaría ante mi “universidad” completa y entonces podría decir que el alma, como ser humano, tiene que representar un mundo propio, al margen del cuerpo material, y allí aquella es como nosotros, los seres humanos: ¡un ser humano!
Tiene un cuerpo, sabe pensar y hablar como hacemos nosotros en el cuerpo material, tiene ojos y un corazón cálido, allí tiene todo lo que nosotros tenemos que aceptar aquí, en esta vida, como sentidos materiales.
Es un gran milagro, pero no puedo saltarme trozos, por mucho que quisiera.
Allí soy más joven y el pequeño René es más viejo.
El hecho de que yo sea más joven lo atribuyo a mi naturaleza infantil, o es algo que me ha llegado porque vivo estos sueños.
Lo más asombroso de todo es sin duda que uno allí sea tan feliz.
Brilla el sol, el entorno es de una belleza imponente, pero no se ven seres humanos.
Y es que este mundo es parte nuestra, o existe porque deseas como ser humano.
Así que ¿será esto un sueño de deseo? ¿Un mundo que vas construyendo por hacer preguntas y por el propio deseo por un mundo mejor?
Es eso lo que me detiene, lo que quiere que me pare, sin eso daría gritos de júbilo, de felicidad y de gloria.
Pero sí es un milagro, porque veo lo feliz y normal que René es allí.
Cierto, he recibido pruebas —y vendrán más— pero aún no he llegado.
De modo que todavía no puedo adentrarme en la materia, aunque sienta seguridad.
No he de olvidar nunca que los seres humanos vivimos unión telepática.
Y eso significa que puedes captar pensamientos que te son enviados desde lejos.
Es así como capto el deseo de René, y él, el mío.
Sé que no es así, pero apunto todos estos pensamientos, porque encajan en mi conciencia, ¡así que no voy ni un paso más allá!
Quiero seguir, pero quiero hacerlo con seguridad.
De manera que estoy erigiendo una “ciencia espiritual”, cuyas leyes yo mismo puedo vivir.
Y esto va a ser el poderoso milagro que quiero depositar en todos los corazones y todas las manos del hombre de este mundo, solo entonces comenzará una nueva vida.
Y entonces llegaremos a ver felicidad, ¡una tan hermosa que nos es desconocida!
El pequeño René ya conoce esa felicidad, yo mismo lo vi y sentí.
Pero, repito...: no daré ni un solo paso de más.
Es imprescindible que primero vea fundamentos y solo después ¡los pondré junto a los anteriores, o encima de ellos!
No hay más, así que me voy a dormir otra vez.
Solo espero que mañana ya no sepa nada de todo lo que viví ahora.
Entonces podré decirme... estuve escribiendo como un alma.
Pensé como alma, hablé como alma, amo como alma, tal como jamás lo hice como ser humano.
Pero eso pertenece a los deseos sobrenaturales en el hombre.
Ahora digo, y lo hago con aún más insistencia que antes: ¡Para Dios todo es posible!
No puedes saberlo: absolutamente todo está debajo de tu corazón humano.
Ya estoy casi dormido”.
Cuando llega Anna ya llevo despierto una hora.
He dormido bien.
Me siento descansado.
Albergo un vago recuerdo de René.
¿Cómo está el muchacho?
Es una fuerza que me lleva al cuaderno de bitácora.
Mientras lo mantengo entre las manos casi me da un patatús.
¡Estoy leyendo...!
¿Estuvo escribiendo mi alma?
¿Pienso, igual que ahora, como alma?
¿Puede salir el alma de su cuerpo y vivir todo tipo de cosas?
Me da escalofríos.
No alcanzo a entenderlo, porque de todo esto no sé nada.
Pero empiezo a comprenderlo.
Soy un sonámbulo y anoto cosas mientras duermo.
O es el mayor milagro que descubrí.
Si lo primero es correcto, somos milagros los seres humanos.
Entonces la incidencia de Karel es un acontecimiento grande y poderoso.
¡Entonces en realidad eso es todo!
¿Somos entonces los humanos, como alma, seres sobrenaturales?
Nada de eso, al menos, no todavía, pero también somos, al margen de cualquier materia, de cualquier tejido material, seres humanos.
¡Eso es el alma o el espíritu!
Oh, casi me derrumbo de felicidad.
Aparto el libro, si vinieran ahora tendría que explicar mi actitud y no quiere decir ni mu sobre esto.
Es demasiado poderoso, demasiado increíble.
Voy a meditarlo.
Esto, que es vida, es capaz de pensar.
Aquello que es alma, es allí, en ese mundo, un ser humano y una personalidad.
Y ese ser humano ama, tiene dones sobrenaturales, porque como personalidad posees todo lo que quieres tener.
Allí puedes trasladarte, hablar, coger flores, allí puedes hacer todo, absolutamente todo lo que también pienses que te está concedido hacer como ser humano material ¡si amas la vida!
Yo sentía: la dureza, las mentiras y los engaños, las bajezas de nuestra vida social allí ya no las sientes.
Todavía no sé lo que sucedería si mi vida irradiara dureza o engaño, pero creo que me retiraría de ese país, que una mano invisible me agarraría por el pescuezo para echar a patadas mi miserable personalidad.
Fue increíble lo que experimenté y lo que se me concedió sentir, y de momento lo meditaré mucho para que se despierte en mí también esa atmósfera sagrada.
Me pongo triste cuando pienso que ya estuve allí varias veces, porque no lo he entendido.
Pero ahora seré cauto, seguiré tranquilamente.
También creo que por aquel entonces no estaba abierto a ello, y entonces los seres humanos pisamos asuntos sagrados sin siquiera sentirlo.
Queremos tener razón en todo y sabemos, sin embargo, que ¡nos gobierna lo diabólico al cien por cien para destrozar lo bueno y excelente de los demás!
Yo a eso no me presto.
Que Dios me libre... ¡no quiero ni pensarlo!
Pero si el alma verdaderamente posee una vida posterior, entonces también seremos capaces de regresar hasta Sonia.
E igualmente a los muchos otros a los que se nos concedió conocer.
Los demás, que por sus enfermedades tuvieron que desprenderse de su conciencia diurna y a los que no les quedó más remedio que aceptar la desgracia, son, tomados en conjunto, una posesión del alma, el campo de visión espacial para su vida y el siguiente, pues, a la que pertenece y con la que por lo visto está sintonizada.
Entonces volveré a donde están René y Erica, a todas esas madres, a todos esos locos que presintieron lo que sucedería, por lo que vivieron su propia “causa y efecto”.
Ahora creo que estas son las leyes para el alma, para nuestra vida interior.
Y este es mi estudio, ¡por medio de este construyo mi propia “universidad”!
Y si lo que busco no fuera verdadero, entonces sería ¡sonambulismo con “conocimiento consciente, con actos y pensamientos conscientes”!
Es una cosa extraña, pero es allí donde se encuentran los locos, donde viven.
A unos les pone enfermos, a otros los conduce al arte.
Veo aspectos asombrosos.
Juegan un papel impresionante para nuestra vida, por lo que se despierta el alma humana.
Ahora empiezo a sentir que la paternidad y maternidad es uno de los aspectos más elevados de todos para nuestra vida y existencia en este espacio, para el que el Dios de todo lo que vive creó a Sus hijos.
Y si se me concediera mirar detrás de eso, me encontraría ante el “Universo” de Su Ser, Alma y Espíritu.
¡Personalidad, Paternidad y Maternidad, Vida, Luz, Amor!
Casi nada, ¿verdad?
Los seres humanos planeamos cada segundo de nuestra vida por ese espacio, al menos el material, este Universo.
Ahora empiezo a sentir que los seres humanos tenemos conciencia espacial, pero que tenemos que asimilar Su conciencia gigantesca.
Nosotros, los seres humanos, somos uno con el sol, la luna y las estrellas, y por eso hemos recibido nuestra vida.
Ahora sí que tenemos que aceptar que ¡somos inconmensurables en todo!
Estoy en vías de resolver esos misterios y veo que ya he recorrido un buen trecho.
Continúo, pero tengo que ser cauto, muy cauto.
Sé lo que me espera.
Si sucumbo seré como Antoon, el experto en lenguas, como Herman Donkers, el pastor protestante que no encontró a su Dios y se volvió loco, porque Jehová se olvidó de dejar constancia de su dirección, ahora busca día y noche, pero no llega a la plazoleta donde vive Jehová.
Vi —créeme— la bandera a media asta, con lo que quiero decir que hubo centenares de miles de personas a las que les salieron muy caras sus pesquisas, que consciente o inconscientemente fueron encerradas para esta vida.
Pero eso sí que no lo vio Herman, es que no vio que había escogido un callejón sin salida y se partió su valiosa nuca, se le esfumó su aliento vital, su espíritu no animado murió una muerte extraordinaria.
Y allí está, ¿qué se le va a hacer?
¿No es horrible eso?
Yo allí no me aventuro, me mantengo alejado porque me pone tan triste.
Esa gente cuelga de una alta pared, como ya dije... se olvidaron de su escalera de mano, y no existe ni una sola que les garantice su regreso a esta tierra bondadosa.
Así de alto volaron, y Jehová, desde detrás de su propia máscara, observa todas estas almas engañadas de Nuestro Señor.
¡Menudo deporte ese!
Pero nosotros tenemos que ver con Dios, queremos ir hacia arriba con Dios, ¡no con alguien que espante con el diablo hacia la miseria material e espiritual, no hacia la completa desintegración!
El pequeño René nos indicará a todos ese árbol en particular.
¡Eso es lo que yo creo!
¡Eso es lo que yo sé!
De mí fluyen fuerzas hasta la vida de esta alma que son captadas allá.
Su alma sensible absorbe esa veracidad.
No hay nada por lo que deba preocuparme, las leyes hablan, nos colocarán a todos ante el “sagrado despertar”.
¡Vamos a empezar una nueva vida!
Ya empezamos a contar los días que faltan para que el chico esté otra vez en nuestro seno.
No sé... a qué se debe mi seguridad tan grande, aunque tenemos pruebas de que cada fenómeno por separado quiere ser y significar un fundamento.
Sé que son “la Fe, la Esperanza, el Amor” por lo que los seres humanos moveremos montañas, pero si uno mismo no se empeña en animar la esperanza, la fe y el amor, entonces ¡eso también cae en saco roto!
No se nos regala nada, si no quieres ponerte a ello, pues, vale... algún día estarás abierto a ello de todas formas, como sea, eso lo sé ahora con toda seguridad, ¡las cabezas se inclinarán!
No hace falta nada más si quieres alcanzar el “sagrado despertar” para tu alma y espíritu, ¡ahora ya estás dentro de ello!
Y el resto de todos esos espacios, ¡son leyes!
Y ¡creo que el pequeño René nos las aclarará!
¿No es algo maravilloso?
Empiezo a comprender cómo va a suceder.
¡Y entonces los pragmáticos occidentales nos habremos mudado a un campamento oriental donde veremos crecer naranjas en nuestros árboles holandeses, en cuyo interior vive y se va dilatando la pepita que tiene acceso a todos los mundos de Dios!
Fueron tantas las cosas que aprendí hoy, es impresionante.
Tampoco creo que mañana lo vea de otra manera.
Quisiera decir: “Nosotros, los seres humanos, nos enriquecemos en nombre de Él”.
Pero ¿quién lo cree?
¡Yo desde luego!
Y los demás, que aún no han llegado a ese punto, ya llegarán allí.
Es extraño: hay almas que lo sienten todo y otras se asfixian en ello y no lo creen.
Eso es para todos nosotros una sola concienciación, tenemos que buscar la apertura para nuestro corazón espiritual, porque este tiene que ser capaz de creerlo todo ¡por haber sido animado directamente por el Dios de nuestra vida!
Entonces no verás correr la sangre, lo que verás y podrás sentir ¡es “amor sagrado”!
¡Lo diré cuando a mi alma se le vuelva a conceder soñar!
Dios mío, qué milagro es este.
Escribí al margen de mí mismo.
Yo, como la personalidad que se había dormido, escribí al margen del pensamiento y sentimiento de la conciencia diurna.
Ahora podemos hacer bromas con esto; sin embargo, es algo sobre lo que hay que reflexionar.
Pues deja que un sueño de estos sea infantil, o lo que sea, pero sí que tiene lugar.
Ya lo estaba presintiendo... si no estas palabras jamás habrían cruzado mis labios.
Estoy empezando a pensar que somos conducidos de manera consciente a una meta determinada y que allí nos espera el café con pastel de Nuestro Señor, para que podamos saciar nuestra hambre y sed.
¡Con ese objetivo en la mira seguimos!
¡Esto para el cuaderno de bitácora!
A la enfermera envié flores, aún más bonitas que las primeras.
Hace todo lo que puede por Piet y su prima, para hacerles a aquellos dos la vida lo más agradable posible.
Y le conté lo que se me concedió guardar para ella y su amor.
¡Va acompañado de una carta de arriba, con lacitos, de color rosa!
Me parece que serán felices.
También a Piet lo considero como mi propio hijo.
Es una sensación abrumadoramente hermosa poder amar a niños adultos.
Hans también cuida a Ansje... porque la enfermera ha hecho muchísimo por los enfermos de él.
Así volvemos a ver que quien hace el bien, algún día llamará la atención, y entonces es cuestión de abrir los brazos, los regalos entran solos a tu casita.
¡Destruyendo cosas nunca llegarás!
Estoy dispuesto a darlo todo, hay dinero de sobra, y con dinero puedes servir a los hijos de Dios.
Y eso Él, que está por encima de nuestras cabezas, quiere que nosotros lo lleguemos a resolver; solo entonces estaremos a cara descubierta ante Sus leyes y darás a “la Esperanza, la Fe y el Amor” una patada en la buena dirección; ¡ahora son fundamentos para tu yo posterior y mejor!
En ese árbol crecen los frutos buenos.
De este modo estoy recogiendo la fruta... atácame a hachazos, no hay problema, y eso grito, lo elevo a las alturas, ya no conozco el miedo por las hogueras y el foso de los leones.
Y eso ¿por un niño loco?
Todo es evolución.
Pero para nosotros, ¡otra máscara,
Frederik!