¿O sea que esto era inspiración, Frederik?

Los siguientes días los pasé reflexionando sobre todas estas cosas.
Me ha entrado serenidad y entrega natural, con la ayuda de la Madre Naturaleza.
¡No quiero ni pensar en todo lo anterior...!
También sé que ahora mi mano se negaría a aceptar todas esas malditas fuerzas que no dejó sin tocar nervio alguno y que dio personalidad a la pluma.
Te aseguro que no conocía estas cosas...
Ya lo dije: para mí son cadavéricas.
Hice borrón y cuenta nueva, muy a fondo.
Y cuando se me manifestó este sentimiento, me sentí como renacido.
Incliné la cabeza mucho... y di gracias a Él por haber salido yo tan bien parado, aunque repentinamente había perdido —según entendí— el equilibrio.
Hubo algo que me alteró por completo la rutina.
¡Se me habían escabullido las piernas!
Para ello di largos paseos por el bosque para llegar a la unión con toda la vida que allí había, que antes sí observaba, pero de la que jamás había disfrutado tanto como ahora; el lugar donde mejor podía comprender mi propia almita pequeña.
Simplemente, no lo sabía.
Cuando antes me quedaba mirando la belleza de una flor, me parecía un mundo en sí.
Por curioso que fuera ese pequeño mundo con su propio espacio y tiempo, su propio carácter, vida y también muerte, no me decía nada.
Ahora me molesta inmensamente cuando veo que se destruye bruscamente una pequeña vida de esas; sería capaz de comprarme montones para darles otro lugar, lo más alejado posible del hombre.
Porque ahora sí me dice algo esa vida.
Vive en mí, así que he de tener en cuenta esos sentimientos.
¡Y eso tan de repente!
Qué pronto puede cambiar un ser humano.
Ahora sé que es mi universidad, que me pule la personalidad.
Cada mañana recibo mis lecciones, y mis maestros no tienen nada que ocultar.
¡Se me presentan desenvueltos, donde nadie lo ve!
¡Todo cambia!
Todo en mí.
Veía las cosas con los ojos cerrados.
Miraba las cosas y no las veía como son.
Veía una parte, apenas el exterior, la forma en que se había vertido esa vida.
Pero el resto sufría un abandono material.
Creía estar disfrutando, pero no eran más que imaginaciones.
Comía cosas ricas; ahora sé que todavía no he comida nunca.
Me tragaba la bazofia, igual que lo hace un cerdo, y continuaba.
Ahora lo sé: ¡siempre me sentí hombre, pero no lo era, ni un segundo!
Ahora he llegado al punto de empezar a hablar hasta con mi propio estómago.
¿Eres tú el que come? O ¿soy yo?
Hoy no te doy más.
Te pongo a dieta.
No me vengas con cuentos.
Lo que espero de ti es que sigas sometiéndote a tu dueño y señor.
¡Seré yo quien en adelante tendrá la sartén por el mango!
Y, mira, desde esta mañana ya no tengo tanto apetito, ¡y estoy encantado!
Acabo de ver a una madre con su criatura.
Una cosita muy rica y la madre era una belleza lozana.
Antes eso no lo entendía así, todo parecía tan normal y corriente.
Ahora lo veo de otra manera, ahora me parece un poderoso milagro.
Enfrente de mí el cielo se refleja en una criatura que, cansada de tanto mamar, se ha quedado dormida, resguardada en la seguridad de una cuna.
Una cuna que contiene una vida, un alma y un espíritu, hasta un castillo milagroso.
Máscaras no vi, para eso todo es demasiado joven, ¡la vida comienza!
Ahora me ocupo de saludar amablemente todo lo que tenga vida.
No como ese hombre, con el que me topo aquí siempre, que se complace en saludar a todo el mundo.
Al hacerlo inclina la cabeza de tal modo que queda claro que le falta un tornillo.
Esto ya no es normal..., el tipo se comporta de forma rara, está listo para el psiquiátrico.
Qué lástima..., me parece un intelectual.
Lo primero que pensé fue: ese conoció mejores tiempos.
Pero me informaré de quién es realmente.
Sospecho que este hombre, que de todas formas no podrá tener hijos, tiene algo que ha puesto a cavilar a Erica.
Esos aires son una máscara.
Se inclina, cual rey, pero su cortesía despierta dudas.
Pero cortesía sí es.
Y constaté que ahora él no significa nada, la gente no lo quiere.
La gente pone pies en polvorosa, sonriendo.
¿Viste cómo se burlaban?
Mira allí qué árbol.
Y qué me dices de ese pajarito.
El animalito busca comida.
Para este ser no existen más cosas.
Vive al cien por cien.
Ojalá nosotros también estuviéramos tan en armonía con todo, entonces viviríamos otro mundo, uno directamente conectado con el Omnipresente, con la esencia, con el creador de la idea fundamental, que nos dio piernas para andar y a aquel animalito allí alas y una gargantita para trinar.
Y la gente se queja de que todo está repartido tan injustamente.
Ya no lo creo.
Es algo que está en tus propias manos.
Ya sé que todo esto te conduce a todo tipo de problemas.
Nosotros, que vivimos tan reñidos con las leyes y la divina armonía, predominamos.
¿Sería posible si no tuviéramos nada que ver los unos con los otros?
No, porque entonces el mundo animal no existiría.
Entonces viviríamos en un mundo completamente diferente, pero las cosas te vienen de frente y reclaman cierta amabilidad.
Una prueba de que nos conocen.
¡Somos diferentes!
Nunca antes estuve paseando tan a gusto.
Disfrutaba de cada paso, y cansancio, ni hablar.
Estoy exultante de alegría de vivir, mis sistemas orgánicos hormigueaban antes de tiempo.
Si no fuera porque nos estamos acercando al invierno, pensaría que la primavera ya me hacía hervir la sangre.
¡Estoy que brinco!
Salto de lo feliz que estoy.
Apenas consigo reprimir mis gritos de satisfacción interior.
En realidad, ¡estallo!
Oh, Frederik, que todo esto sea real.
Lo que antes no podía hacer lo hago ahora.
Casi pisé un caracol.
Agarro el animal y lo arrojé..., no, lo puse a un lado del camino.
Hablo al animal, ¡para mí una de las formas de vida más bajas que Dios ha creado!
Cuando tomé conciencia de lo que hice, decidí ya no hacerlo más y dejar que esa vida siguiera su propio camino.
Ahora me fijo en cosas necesarias, en ayuda natural a personas menos aventajadas, pero al instante constato que llego a ver miles de mundos, que poseen, todos y cada uno, una entidad propia.
Ahora digo: haz como yo y encárgate de conquistarte una existencia.
Quien sea vago, pues que sufra pobreza.
¡He visto el mundo!
Vaya caracol, el animal no me acepta y vuelve a arrastrarse por el camino, donde morirá aplastado por un ser humano.
Eso es una vez y nunca más, ¡ese mundo no se puede ayudar!
Primero tiene que despertar su conciencia.
Si mueres aplastado es tu propia culpa.
Yo no me quedo esperando.
Así que esa porción de vida ha de aprender cómo cuidarse a sí misma.
Pero ¿somos diferentes los humanos?
Sin embargo, ¡qué curioso como relampaguean mis pensamientos!
Ahora que pienso en esto veo, o vi de repente, que cuando nosotros, los seres humanos, reflexionamos algo más profundamente sobre la vida, obtenemos conocimientos de ella, por lo que podemos decirnos: “Algo sé de la creación divina.
Conozco Sus leyes”.
Cuando seamos casi ángeles materializados, en la tierra ya no quedará de esta especie de animales ni uno, porque esos lugares infelices ya no pertenecerán a nuestra existencia espiritualizada.
Y acto seguido sentí que incluso la naturaleza recibe una túnica diferente.
En el fondo, todo.
Por cierto, ¿qué edad tienes, Madre Tierra?
¿Qué edad tienen el sol, la luna, las estrellas?
¿Qué edad tengo yo?
¿Qué edad tiene un niño prodigio?
¿De dónde obtiene un niño así todas esas cosas tan maravillosas?
¿Es un reparto injusto?
¡Porque el arte, o lo que fuere, es para semejante niño prodigio un regalo divino!
Eso según piensan los seres humanos, al menos, pero yo estoy en vías de dejar de pensar como ser humano.
Quiero ser un niño y averiguar todas esas cosas.
Compruebo lo que ocurre en realidad.
Francamente, me importa poco la edad que tiene toda esa vida.
Sí que me gustaría comprobar que todo esto no tiene un final.
Pero, bueno, entonces me encuentro, sin embargo, ante la muerte y su atributo horroroso: el ataúd, al que entras sin piedad, ¡el final de tu existencia como ser humano!
Y ahora ¿qué?
Ahora que veo y admiro todas estas cosas imponentes, se ríe de mí esa maldita muerte.
Me pregunta: “¿Y qué hay de mí?”.
¿Ves? ¿Es esto comprensión?
Y aunque le digas palabras amables, no te sirve de nada.
¡Aquí hay un final y te encuentras ante su vida o su muerte!
Y en ese mundo es dueña y señora de todas tus posesiones.
Hasta el momento, Erica ya me enseñó que tienes que ver detrás de sus gafas azules.
Se las pone para que la gente piense que a pesar de su desagradable aspecto, es hermosa, benévola, incluso de una rara belleza.
Yo para mí la veo —no sé muy bien por qué— de otra manera.
Sí sé, y eso lo tengo más claro que el agua, que no es ni blanca ni negra, es... colorida... pero ¡del todo desalmada!
¡No la veas de otra manera!
Hoy no veo máscaras.
El sol no me ríe, pero me colma de una sagrada seriedad.
Y estoy serio.
¿Es una señal de que estoy loco?
¿Diferente de toda esa gente que me rodea?
Empiezo a darme cuenta de la finalidad directa de nuestra vida.
Mi madre no creía en tantas cosas.
Siempre se sentía agotada y yo sin embargo sabía que era fuerte como un roble.
Era pobreza.
No le gustaba escucharme.
Yo siempre decía justo lo que que ella no quería saber.
También mi padre me ignoraba por esa razón, pero me pareció justo lo que quería para mí mismo.
Ahora yo tenía poder sobre su vida.
En en el fondo hacía lo que me daba la gana.
Él cada vez picaba y me llenaba los bolsillos.
A fin de cuentas, yo era su hijo y él, mi padre.
Siempre seguimos siendo buenos amigos, pero cada uno era independiente.
Yo respetaba su paternidad y él me respetaba a mí por ser yo parte de su vida.
Él sabía que tarde o temprano me iría de todas formas de su pequeño castillo, porque se me hacía demasiado apestoso el olor a cerrado, aunque él no se percataba.
Pero en esos tiempos —yo era muy joven— estábamos ante nuestro propio mundo.
El mío era uno de espacio, el suyo tan limitado como el de un caracol.
Era muy rico, pero no sabía qué hacer con sus riquezas.
Cuando lo comprendí lo liberé de eso, ¡y en parte gracias a su dinero empecé a conocer el mundo!
Curioso, en el fondo, pero una satisfacción agria.
Los últimos días me he recuperado mucho.
Duermo como un lirón.
Me echo y me quedo dormido.
Algo nunca antes ocurrido.
Ahora supongo que me aproximo a lo natural.
Aquello de Erica ni está tan mal, ¡me enseña a pensar!
Pero sus problemas siguen amargándola, según Anna, a quien pude saludar por la calle.
Todavía no he ido, pero siento que me atrae hacia ella.
Me resisto contra eso.
Ahora voy si quiero yo mismo, no quiero tambalearme más por ella, ni por Karel, ¡ya por nadie!
Pongo punto final a las pequeñas voluntades débiles...
Soy yo, y nadie más, el que acepta mi vida.
Y ahora empiezo a actuar para mí mismo.
Antes estaba a merced de los demás...
La gente me sacaba consciente o inconscientemente del arte cotidiano.
Porque todo, lo que sea, es arte, siempre que te conduzca a lo natural, a lo armonioso, ¿a Él?
Al día siguiente me sentí puro y yo mismo.
Decidí ir a visitarla.
Karel, que casi me arrolla, dijo que todo iba muy bien.
Dijo muchas tonterías, hizo el gamberro, me lanzó por detrás sus peras y manzanas..., pero no se le ocurrió arrojarme de pasada y a patadas a su acequia, lo cual en otras ocasiones siempre intentaba, aunque llevaras solo unos segundos con él.
Me pareció bastante tranquilo.
No se veían cuentos, irradiaba seriedad.
Y es que lo comprendí cuando me dijo que otra vez había uno muriéndose, del que desconocía la máscara.
Tifus, dijo, pensando que el paciente moriría...
Entonces empezó a llover fruta.
Me asusté, pero me lo quité de encima, porque ya desde niño sé sentir lo que a veces piensa la gente.
Ya dije que eso lo llaman telepatía.
Yo no creo en eso, porque hasta los perros y gatos lo tienen.
Te digo: es imaginarse todo o nada, estar completamente vacío para otra persona.
Es: ¡aceptar esa vida!
Y ahora apabullas a otra persona con cosas propias.
Te entra solo, y lo sabes.
Eso me sirvió para dejar a Karel fuera de juego.
Hoy perdió todos sus ases.
Ahora sé que así es como lo quiebro por completo...
Empieza a comprender que soy algo más que un niño torpe.
¡A mí no me dice nada de nada!
¡No es más que vacío!
Esto solo lo comprendo ahora que poseo un espacio y personalidad propios.
Pero ¡no sé a qué pertenece!
¿Es alma o es espíritu?
¡No lo sé!
Erica está detrás de su piano.

—Qué bien que hayas venido, Frederik —dice—.
Enseguida hablaremos.

Toca de maravilla.
El ‘Sueño de amor’, de Liszt.
Escucho de inmediato.
Cierro los ojos, hoy toca asombrosamente bien, con más sensibilidad.
Con más hondura, y a la vez más suave.
¿Es de ella misma?
¿U oigo aquí también fenómenos?
Pues sueña, Frederik.
Estoy exultante de felicidad, así toca.
De verdad, algo me ocurre.
Vuelo con ella por el espacio.
Ahora es capaz de hacer despertar amor, pero ojalá para mí no sea demasiado tarde.
Me prometo no perder la lucidez.
Empiezo a sentir que de lo contrario todo estallará en mil pedazos.
¡Esto es arte!
Jamás había tocado de esta manera.
Es raro.
Casi no puedo procesarlo.
Me apabulla.
Un maestro que habla a su pobre discípulo.
Las notas, Erica, ya no tienen importancia.
Ahora ya no eres tú misma, pero aun así, Karel debería poder oírte de esta manera, y Van Stein y todos tus amigos.
Nunca están cuando suceden cosas grandes.
Es como si Dios dijera: “Esto no es de su incumbencia, indiferentes”.
Estoy disfrutando.
Me muero.
Amo verdaderamente.
Franz Liszt (1811-1886, compositor y pianista húngaro), me tienes impactado.
Empiezo a ver que malgasté mi tiempo.
El peor traspié que jamás di.
¿Nunca creé?
¿Malgasté mi tiempo?
¿No planté?
¿Ni siquiera toqué el timbre?
¿Nunca supe lo que significa el beso de una mujer?
Ahora siento por qué nosotros, los seres humanos, cerramos los ojos ante algo que sin embargo parece tan normal.
No tenemos respeto por nada, por nada.
Hacemos más por un beso que por caer de rodillas para rezar a Dios.
Estamos tan alterados, tan increíblemente felices, que los cerramos.
¡Ay, Dios mío, esta mujer está embrujada!
Me agarro, como una mariposa va revoloteando hacia el espacio.
En el fondo es fría como un témpano, y sin embargo tan cálida que ves su desnudez.
Está desnuda frente a mí, y eso por Franz Liszt.
Qué agradecidos hemos de estarle nosotros, los seres humanos, a este hombre.
Nos enseñas a amar y a besar.
¡Vivo un drama!
Me encuentro ante una mujer hermosísima.
Estábamos sentados los dos en el bosque, y ahora regresamos a casa.
Su castillo es por dentro de una belleza milagrosa, la estufa arde, no hay sirvientes.
Ella misma se encarga de todo.
Aprieta unos botoncitos y lo tienes preparado.
Es un paraíso.
Ahora bailamos.
Me veo vestido con una túnica romana, calzando las pequeñas sandalias de un blanco plateado.
Es una princesa.
Delgada y con unas formas sorprendentes, nunca antes en mi vida vi algo tan hermoso.
Y la estoy sintiendo entre los brazos.
Bebemos champán..., solo sorbitos, porque no queremos extinguir nuestro incendio sobrenatural.
Nos sumergimos el uno en el otro.
Y me besa.
Mis ojos se cierran, mi corazón compra flores para su ser.
Me encuentro sobre violetas y nomeolvides.
Los lleva en los ojos, me hablan.
Nos levantamos..., volvemos a pasear por los jardines vecinos.
Hay luna.
¿Oyes cantar el ruiseñor?
La porto en mi corazón.
Me cuenta cuánto me ama y también me lo demuestra.
Estamos en un cielo.
Nos alejamos de la tierra planeando.
Todo en nosotros, y a nuestro alrededor, es de una belleza divina.
Llego a la unión con su vida.
Ella, con la mía.
No me siento hombre ni mujer.
Pero sé quién está conmigo.
Me ennoblezco y regreso al instante en el que nos entró la razón para besar.
Oh, Franz Liszt, ¿qué pretendías con todo esto?
Si tú no lo hubieras sentido, si no lo hubieras desvelado ni aceptado, habríamos seguido siendo ciegos y sordos.
Inconscientes de nuestra personalidad.
¡Cómo agradecértelo!
Vuelo a través de su vida, ella alcanza la unión con la mía.
Ahora somos completos.
Me convierto en su cabeza, en su corazón.
Fluyo por su sangre.
Tengo los ojos de ella para ver, su voz para decir algo cariñoso.
Ahora me sirvo de sus piernas, no voy dando tumbos.
Me deslizo sin hacer nada en su imponente personalidad.
Alcanzo la unidad con las estrellas y los planetas.
El sol dice que ahora es... padre.
Allí cae un meteoro y comprendemos que es un enviado divino.
Abrazamos la felicidad y la pena, pero esta pena también procede de Él, que nos sigue ahora.
La besé miles de veces.
No violé su castidad.
Me muero de felicidad.
¡Ahora sé lo que es amor!
Entonces se echa a mis pies.
El universo se ha despertado en ella, ¡es una diosa!
¡Soy un Dios!
¡Gracias, Franz!
Te estoy tan agradecido...
¡Cuánto nos has dado!
¡Rezo, y ella reza!
Veo su origen, ella, el mío.
Nos compenetramos, allí donde tiene que suceder.
Sigo con los ojos cerrados, sueño y estoy completamente despierto.
De pronto se desgarra el universo.
¡Me divido y ella recibe!
Las rosas reciben ahora nuestra sangre; el animal, su propio sonido; un árbol, la violencia de nuestra vida.
Ella y yo lo vemos y sentimos, lo sabemos: que nuestra vida se reveló en todo.
El sol está al margen, la luna también, pero ¡a lo que poseemos dimos luz, vida, alma, espíritu!
Entrelazados, de alma a alma uno, físicamente uno, con las bocas cerradas... así resurgimos de la muerte.
¡No vemos máscaras por ninguna parte!
¡No están!
Entonces se disuelve en mis brazos.
Se va a su propio mundo para esperar.
¡Veo que todo está bien!
Allí, ella se arrodilla en una elevada montaña.
Veo su figura, muy por encima de ella hay una cruz luminosa.
Por esa cruz reza.
Hacia allá se envía a sí misma, es allí donde va para mostrar su agradecimiento.
Veo que se va haciendo cada vez más pequeña.
Se disuelve ante mis ojos.
Cuando pienso que se ha ido —no sé adónde— está a mi lado.
—¿Me ves?
¿Me sientes?
¿Me amas?
¡Vivo!
Viviremos y amaremos todo lo que vive.
¿No es así?
Ahora es un ser humano normal.
Regresamos a casa, igual que las demás personas.
Ahora que abrimos los ojos ella está allí y yo aquí, estuvimos amando, lo hemos encontrado.
Así es como se ama, es algo que vive en tu interior, pero ¡nunca lo das!
¡Nunca!
Porque no eres capaz de darte.
Franz Liszt nos enseñó cómo hay que darlo.
Ay, ese Franz, qué feliz me hizo.
Mi princesa... ¡ya nunca más me iré de tu lado!
O tendrás que espantarme tú misma.
Pero eso no lo creo, porque te conoces a ti misma.
Ya no te romperás la nuca por cosas terrenales; en ti despertó lo celestial.
Seguimos, pero ¡regálame otro beso más!
Gracias.
¡Dios te dará su bendición!
Esto nunca había pasado.
Creo que Erica ha tocado lo mismo hasta diez veces, tanto tiempo estuve de camino.
Me embruja... ya no es ella misma...
Quiero saber más de todo este rollo.
Qué insignificante soy.
Me avergüenzo de mí mismo.
Me siento engañado.
Tengo espuma en mi boca invisible, es lo último por lo que siento respeto, o la habría agarrado por la garganta y me habría olvidado por completo de mí mismo.
Si no me pareciera algo tan infantil, insultaría su arte como una muestra de erotismo.
¿Es eso maternal, como de madre?
Otro sentimiento me muestra un huerto.
Los árboles están cargados de fruta.
Dulce y ácida, mezclada.
Pues saca de allí los frutos maduros, Frederik, abalánzate encima y di entonces si no pertenecen a ese mundo.
Qué asombrosamente hermoso es como toca, es fantástica.
¡Casi como una loca!
Vuelvo a quedar sumergido, sus sonidos, arrancados a ese pedazo de madera con cuerdas, me mecen de nuevo hasta dejarme dormido.
Escucha, por ejemplo, ese trinar.
Ella es un gran ser humano.
Hay tormentas en su vida, y hay serenidad.
Ella también sabe amar.
Esto puede significar tanto espacio como estrechez de miras.
Ya pasó, de pronto me encuentro ante un abismo creado por ella.
¿Lo hace ella misma?
Esto se pone espeluznante, de repente me siento frío como el mármol.
¿Es este el Adagio... en... aaaa... opus 30-I?
¡Ella lo dice!
¿Es sordera y ceguera?
Es como que veo lo que es sordera.
Lo huelo por su manera de tocar.
Debajo de mi estómago siento vibraciones provocadas por algo que acaba de nacer en mí.
Así vives y mueres al mismo tiempo.
¡Erica, eres noble!
Pero ya no eres de este mundo.
Lo sé, igual que tú: Karel no ha oído esto todavía.
Siento ahora que he vuelto a ser yo mismo en todos los aspectos.
Ahora veo una carpa de feria, y al lado una exposición de bellas artes.
La gente entra y sale, y no lo comprende.
¿Por qué juntaron estos dos mundos tan diferentes?
¡Erica vive y toca gracias a ello!
Veo que me van cubriendo las mareas, sangre, que sale de ella, sin más.
Me viene encima saliendo de su cabeza.
Además, da luz, es fosforescente, y su sistema nervioso tiene que ver con ello.
Donde acaba su cabellera hay destellos.
¿Es... inspiración?
Te oigo y veo, Erica, pero estoy lejos de ti.
Me quedaría dormido si no fuera por lo serio que es esto.
El encanto se ha esfumado.
Erica es como un tornado que ruge.
Hay tormenta... rayos, el temporal es atroz.
Nuestro tímpano no lo soporta.
Dios mío, me está dando un ataque.
Por Dios, para esto.
¡Estoy que me muero de cansancio!
Me siento pegajoso.
Me tengo miedo.
Ya nunca más iré a buscar flores.
Esto no va bien, es algo que te habla y que te derriba inesperadamente.
Te arde por dentro, hueles un aire chamuscado, ¡un rayo que ha impactado!
Voy afuera, disparo hacia todos los lados, a diestro y siniestro la gente cae muerta.
Soy un héroe pistolero y tengo que ver con el Lejano Oeste.
Acabo de volver de una salvaje caza de gatos.
Cuando agarro uno veo que es un ser humano.
Y que este se parece a Erica.
Pero no es ella, su figura es diferente.
Aun así, se parecen.
Y entonces todo se queda a oscuras.
Me ahogo, doy gritos.
Todavía siento que me llevan a un hospital.
Pero Karel no quiere ayudarme.
Dice: ¡Búscate la vida!
Soy hijo del campo.
Ahora lo ves: tonterías, sentimentalismo, piedad femenina, ¡yo no caigo en esa trampa!
Veo nudistas, personas que se dedican al naturismo y que se quedan mirando con la boca abierta aquello que han hecho otros de sí mismos.
Ahora siento por qué a esa gente se le ocurrió desnudarse para los demás.
Es como un jarro de agua fría, pero siento que también está envuelto en una nubecita celestial.
El viento ruge aún más.
Llueve a cántaros.
Me han colocado en un cobertizo, me caen gotas en la cabeza.
Estoy purgando una pena de muerte, pero no me da miedo.
Ahora lo sé; ¡a mí no me volverán loco!
Todo el mundo puede comportarse como un loco, ¡yo no lo haré!
¡Esto es una nueva revelación para mí!
Pero ella continúa tocando y hace como si ya no existiera nada más.
¡Es tremendo!
Estoy encima de un tejado y me caigo al vacío, se me ha partido el cerebro.
El médico le pone tablillas y vendajes, y continúo al instante.
Las llamas me envuelven y al mismo tiempo están apagadas.
¡Veo mi propio cuerpo!
Este cuerpo también lo vi en París y Bruselas, en Londres y Viena.
De noche en Nápoles.
Entonces estaba en compañía de amigos, pero que iban en una dirección que yo no quería para mí.
Los dejé y nunca más volví a verlos.
Erica vuelve a caer a la tierra y se aferra, por segunda vez, a Franz y su Sueño.
Ya no la acompañaré otra vez.
Es una maldita bruja.
Ya no quiero ver esas necedades de nuevo, se convierte en locura.
¡De una sacudida se me ha despertado por completo!
Ahora lo llamo arte precedido de una “D”.
La... “a”... de rollo animal.
Esto es algo que no nos corresponde a los seres humanos.
Esto es de una grandeza horrorosa.
Ahora ella ya no es un ser humano, porque los seres humanos siempre siguen siendo ellos mismos, aunque su arte disuelva su personalidad por completo.
Porque entonces se caían fuera de su propio cuerpo, desplomándose.
¡Se rompía la voluntad consciente!
¡Si es que la hay!
Por fin se encuentra a sí misma.
Se queda mirando fijamente las teclas, espiritual y físicamente es una ruina.
Y eso tan de repente.
Mira sus ojos, parecen los de una pescadilla, con lo salvaje de un guepardo.
Allí sigue.
Estará pensando y busca reencontrarse.
Solo se mueven sus pies, tiene el cuerpo como entumecido.
Pero poco a poco empieza a haber más movimiento en su propio yo.
Si es que todavía no lo ha perdido.
Me doy cuenta ahora de que estoy siendo sarcástico, y no debo.
De pronto se incorpora de un salto.
Respira jadeando, pero es ella misma.
Llora.
La compadezco.
Pero la dejo que termine de llorar sin molestarla, y ya me arrepiento de mis pensamientos.
Veo que va serenándose, aunque sus hombros aún dan sacudidas.
No obstante, no temo que afecte a su hijo.
No lo he pensado ni un solo instante.
Ha recuperado el dominio sobre sí misma.
Ahora tengo que admirarla.
Es grande, poderosa, increíble.
Me pregunta, como si no hubiera sucedido nada:
—¿Y eso fue inspiración, Frederik?
Añade:

—Pero esto no fue de verdad, ¿no?
¡No verdaderamente humano!
Quería tocar algo para mí misma, disfrutar de verdad.
Entonces entraste tú y me sentí cambiar por dentro.
¡Y perdí cualquier noción!
¿Qué es realmente la inspiración?
Ya me habría gustado golpear ese cacharro hasta dejarlo hecho añicos, tanta fuerza sentía en mí.
Me picaban los dedos, hormigueaban de satisfacción, y deposité mi corazón en los sonidos.
Es todo lo que sé de lo ocurrido (—dice).
No solo la creía, no: sabía que decía la verdad.
Había algo que la protegía, y sin eso habría sucumbido.
—Santo cielo, no hables de esto con Karel —dice, completamente sobrepuesta.
Es para que te dé algo, porque hace un momento pensaba justamente en él—.
Una sola risa suya y lo derribo de un puñetazo.
Claro, si no...
—Así sí que es como es ella.
Lo sé: ¡no se está volviendo loca!
—Cuando estás aquí, Frederik, no me ocurre nada, ¿lo sabías?
Me lo creo encantado, pero primero tengo que procesarlo.
Ya no piensa en el suicidio, dice, se ha hecho más fuerte, hubo un ir y venir de sentimientos cálidos.
Según sus cálculos dice que está justamente entre el tercer y cuarto mes.
Puedo que algo más, pero...
¿Qué significa?
Siente que ahora ha llegado un calor ininterrumpido.
Lo dice y seguramente que lo sabrá, gracias a sus sensaciones corporales.
Estamos pensando.
El miedo se fue, estamos como si nada.
Ahora que le vuelvo a preguntar en qué mes vivimos en el fondo, dice que es el cuarto y quinto mes.
Deduzco que aún le falta para que vuelva a ser ella misma, y que responde mi pregunta de lejos.
Huelo una influencia, pero ¿de dónde viene?
Yo también pienso ahora que se avecina un cambio.
Atención..., aquí se puede constatar un cambio, u oscilación, de la naturaleza, del que el torpe Van Stein no llega a enterarse, porque justamente no da en el clavo.
A él lo veo ahora mostrar sus artes, como un funámbulo con paraguas, a gran altura del pueblo.
Cree que es gracias a sus tenazas que consigue los partos.
Yo veo con más lucidez y ahora sé que está a merced de los pulgones.
¡Qué caída sufre ese hombre!
Lo que vive en Erica es de derribo y a la vez arte, conciencia superior.
Hoy no voy a tratar todas esas cosas, porque me muero de cansancio.
Vuelve a decir que es demasiado mayor, pero enseguida me pide que no tarde en volver.
Y que Karel no se entere de nada.
Ya solamente porque todo le da risa.
Ella se aferra a mí como una niña.
No soy otra cosa.
Pero entonces vuelve a preguntar.

—¿Sabes tú, Frederik, si el alma vive varias veces en la tierra?
Ya me lo ha preguntado en otra ocasión, ya lo hemos hablado tantas veces.
No reacciono.
Uno diría que algo se está despertando, sus preguntas están cobrando contenido, ¡son humanamente justificados!
Pero constatamos que hay numerosas cosas que se manifiestan por su maternidad.
Por el momento eso es todo, no hace falta que hagamos nada más.
Ya dije: me muero de cansancio, mi cerebro se ha detenido.
Y ahora ella misma habla de incidencia, como si sintiera que algo en mí se negara.
No es posible que esté más fresca, como si hubiera dormido horas enteras.
—La naturaleza sigue, Frederik, da igual como nos sintamos, es imparable.
En el fondo me parece un gran milagro.
Pero... esa misma naturaleza te obligaría a suicidarte.
¿Tiene la naturaleza una sintonización humana?
¿Sabe pensar esta naturaleza?
Si todo lo que experimento realmente es por incidencia suya, entonces digo: ¡Sí que piensa!
Te envía al borde del precipicio y se dedica al arte.
Porque no creo que fuera yo misma.
¿Qué significa esa incidencia para la madre cuando está embarazada?
¿Qué significa la naturaleza en este estadio?
Ella es arte, y miseria.
¡Erica tiene ganas de echarse un trago, y yo a través de ella!
Ella te hace desconsiderado.
La naturaleza es fantástica en su manera de incidir, ¿y sin embargo no tendría cabeza?
Esa incidencia te domina en todo.
Lo dejo.
—Es lo mejor que puedes hacer —respondo, pero entonces cae presa de mi cansancio y se sumerge en el sueño.
Me voy.
Por el camino, ya lejos de ella, la cubro con una pequeña túnica.
Sobre la vestidura yacen las violetas de Nuestro Señor.
Erica oye música de órgano, los ángeles están cantando.
Ahora también ella siente su primer beso.
Ahora está viviendo exactamente lo mismo —según sé desde aquí— que lo que yo sufrí hace un rato.
Solo ahora empiezo a comprender lo que esto tiene de celestial.
Oh, Dios mío, qué fenomenal era esto.
¡Quiero aún más de ese amor loco!
La naturaleza me dice que todo es incidencia; es algo que entonces no te queda más remedio que aceptar.
Karel tiene razón, es el proceso de crecimiento, ¡nada más!
Un poco después yo también sé que me engaño a mí mismo.
Así que ahora actúo como el borrego que no reflexiona sobre nada.
Vuelvo a hundirme en lo que fui antes.
Quizá sea un retrasado, pero también puede ser autoprotección.
Entonces dice mi interior: ¡Ya está bien!
Y vuelvo a tener razones para mostrar gratitud.
Frederik..., ¿alguna vez amaste así?
Era como si te volvieran del revés —pero no se lo digas a nadie.
¿Y todo eso por una mujer?
¡Qué loco ese Franz Liszt!
Pero cómo lo habrán fastidiado, cómo fue torturada esa vida...
Ala, exprésate, a ver..., y eso por medio de un pedazo de madera con unas cuantas cuerdas pulidas.
Él mismo creo que estaba al lado.
Tenía zapatos de plomo y llevaba gafas.
Porque te aseguro, así de lejos, a tanta profundidad nunca te separarás de ti mismo.
Franz..., ¡estabas en el séptimo cielo!
Pero he de intentar salvarme a mí mismo.
A la cuna de Erica le ha dado ahora por mecerse.
Los angelitos la están llevando lejos, o... está loca.
Ahora sé de repente dónde he visto antes a ese hombre que tan amablemente le dice buen día a todo el mundo.
Ahora en realidad lo sé todo de él.
Realmente, no es nada especial.
¡Ahora lo dejo ir!
Ahora le ponen a Erica su túnica.
Ve la luna y las estrellas durante el día..., yo mismo las atisbé un instante.
¿Creces ahora hacia Él?
¿O te aleja de Él?
Esto, Erica, es nuestro ser uno en el pensamiento.
¡Eso no te vuelve loco!
¡Ahora eres todo!
Franz Liszt no trajo una mentira, sino que lo vivió él mismo.
Pero eso nos hizo nacer a nosotros.
¡Ahora amamos!
Hice mis apuntes en el bosque.
Puedo estar contento.
Me muero por una hora de sueño.
Lo hago.
Pero ya no quiero entrar allí, te ahoga, el corazón no lo resiste.
Llegado a casa agarré mi pluma estilográfica.
Le puse una nueva pluma, sentía horror por la vieja.
La nueva se niega a escribir.
¿Qué es eso?
Ahora no puedo dormir...
Pues entonces me pongo a pensar.
Lo analizo todo.
La música me transportó a un cielo donde la gente es como Dios la creó.
¡En lo que nosotros mismos convertimos nuestra vida es una mierda!
Lo que hacemos no tiene ni alma ni contenido.
Es un tinglado de escasa estatura humana, que deja un sabor amargo.
En alguna parte alguien lee un periódico.
Y veo como alguien se come una manzanita.
No me gusta hacerme el juguetón mientras hay cosas serias...
¡Son aires de cabra!
Pero el animal en nosotros no lo sabe.
De ese modo no me queda más opción que tragar con que me han tomado el pelo en todo en la vida.
¡Y he allí ahora mi buena vida!
Dejo constancia.
La incidencia reacciona entre el tercer y cuarto mes, y entonces hace algo para sí mismo.
Parece una cura, pero no lo es.
Hay eras que están activas.
La naturaleza habla y causa víctimas.
Y un niño ha de aceptarlas, o las transmite a la madre.
La tierra y el espacio son ahora uno.
¿Extraño?
¡Lo veo!
Pues piénsalo, esto merece la pena.
Después vete a dormir e intenta hacerte con algo de ese amor loco.
Te digo, tampoco demasiado, porque si no ya no serás apto para esta sociedad.
Las máscaras —ya lo dije— no se ven.
Así que mejor tampoco las temas.
Pero ¿viste las violetas?