Cuando hablo, Frederik, ¿es mi alma o mi espíritu?

Estamos a los pies de la pirámide y contemplamos la esfinge.
Hace un momento dimos una hermosa vuelta por el desierto, de la que nos estamos recuperando ahora un poco, y hablamos del asunto.
Aquí René se siente en casa.
No me lo esperaba del chico.
Su vida interior cambia a tal grado que a cada instante estoy con él ante un problema.
Es increíble, pero estoy viviendo este milagro.
Este despertar, me digo a mí mismo, es innato, posee esta vida.
El alma vino a la tierra con este sentimiento, de otra forma no es posible.
Para esto no es necesario hacer nada, ¡va por sí solo!
Ahora pienso en los años del pasado y por fin recibo una respuesta a todas mis preguntas y tanta búsqueda cuando ya experimentaba dentro de mí cosas sin obtener respuestas.
René vive en un mundo de pensamientos propio, para el que tengo que prepararme si quiero darle una explicación convincente.
Empiezo a verlo como a un niño con talento material.
Ahora estoy ante Mozart, ante otros niños, pero esto suyo es algo muy diferente.
Lo que crearon los niños prodigio, lo que convirtieron en arte, él lo hace por medio de palabras, de su pensamiento.
¡Para él eso se hace sabiduría vital!
Lo que un niño prodigio expresaba con el piano, en su caso sale de su boca, de tal forma que hay que decir: “¡Este niño tiene dones!
¡Este niño tiene que estudiar!
¡Este niño tiene que ir a una universidad!”.
Pero si lo hubiéramos hecho —según comprendo ahora— habríamos malogrado esta vida por completo.
¡Ya he dicho que René es un niño prodigio espiritual!
Ahora lo veo con nitidez.
Y entonces te encuentras de nuevo ante un problema, o ante un milagro, según como quieras llamarlo.
Está ahí.
Hace un momento me preguntó:
—Cuando hablo, Frederik, ¿es mi alma o es mi espíritu?
Contesté:

—No lo sabemos todavía.
—¿Por qué no, Frederik?
—Porque la ciencia aún no ha llegado hasta allí.
—Pero ¿qué piensas tú mismo de eso?
—Todavía no lo sé, pero espero averiguarlo algún día.
—Qué lástima —añade—, me encantaría saberlo.
Pero qué se le va a hacer.
Yo pensaba más o menos que cuando hablo, cuando pienso, ¿quién es, pues?
¿Mi alma?
¿Mi espíritu?
¿Qué es el alma y qué es el espíritu?
Cuando haces algo, ¿quién lo hace?
¿De dónde viene?
¿Estamos lejos de Atenas?
Lástima que Sócrates ya no viva, ¡él lo sabía!
Ahora no sé si es mi alma la que habla.
Pero creo que lo haces por una formación desde dentro, un proceso del que eres responsable como personalidad.
“Soy yo”, decimos, pero ¡no sabemos quién es este “yo”!
¿Comprendes, Frederik?
¿Sabes lo que quiero decir?
—De esto sé tanto como tú, pero quizá obtengamos tarde o temprano una respuesta satisfactoria.
—Esperémoslo, Frederik.
Vuelve a sumirse en meditaciones y dejé de conocerlo.
Pero me parecía que sus palabras ocupan el sitio que en el caso de Mozart llenaban los sonidos.
Lo que Mozart hacía sobre el clavicordio él lo hace hablando, con palabras.
¡Es algo que da sabiduría!
Y ¿si se presentara el maestro que pueda despertar esta vida?
¡Cuando algún día llegue a estar ordenada, a tener concienciación!
¡Entonces será arte espiritual!
Y entonces ¿qué?
Pues, sí, entonces ¿qué?
Si esto llegara a pulirse, a lijarse algún día de tal modo que sus sentimientos y pensamientos más profundos se puedan manifestar?
Entonces ¿qué?
Veinte años atrás me dejé convencer alguna vez de que un monje, un sumo sacerdote, dijo en su lecho de muerte:
“Ahora me voy, pero volveré y entonces acabaré mi tarea.
Volverás a verme como niño y a reintegrarme en el templo.
Me reconocerás enseguida, esa gracia la recibiré”.
Los sacerdotes aceptaron la palabra y aguardaron.
Ocho años después vinieron personas al templo —padres— que contaban que su hijo afirmaba ser Tuchyi-Ho y que no tenía nada que ver con ellos.
Los sacerdotes reconocieron a su maestro y de inmediato acogieron al niño en su seno.
Entonces esa vida despertó por sí sola.
No tenían nada que añadir ni nada que restar a eso, la vida iba a manifestarse.
¡Ya pronto recibieron sabiduría!
A mí se me dijo:
“Usted viene de Occidente.
Conoce a Mozart, ¿verdad?
Vea, lo que Mozart vivió por medio del arte nosotros lo llegamos a ver como sabiduría por medio de nuestro maestro.
A Dios quizá le complazca dar también a Occidente pruebas de gracia.
¡Esto en el fondo lo es todo!”.
Ahora bien, recorrí muchos templos en China en busca de sabiduría, pero no la encontré en ninguna parte, ¡aunque me topara con Confucio y otros grandes!
Me sirvió para aprender a pensar.
Hubo una posibilidad que me llegó al alma: que era posible regresar a la tierra para continuar nuestra vida y trabajo.
Pero no quería dejarme engañar.
Arte elevado, veracidad profunda, sin duda, allí las llegué a conocer.
Pero cuando regresas al pragmático Occidente, cuando te traga tu propio país y pueblo, cuando vuelves a pensar y vivir con total normalidad, esa mística se te escapa.
Un fuerte viento del noroeste te arranca la gorra holandesa, ¡a ver quién se pone a pensar entonces en plan oriental!
A ver quién sigue explorando entonces.
Es imposible hacerlo y vuelves a disolverte automáticamente en esa masa pragmática de la que eres parte.
Me olvidé de todo, otros ya lo han perdido antes de haber abandonado aquel país.
En mi caso siguió fermentando un poco, pero ¡después ya tuvo que hacer sitio para una cervecita, buena comida y cosas así, palabras huecas, tonterías!
Allí yo mismo me ponía en camino, pero sin encontrar lo que quería vivir; todos esos asuntos asombrosos guardaban un silencio sepulcral; no encontraba la ansiada lucecita y me estrellaba contra un muro de pragmatismo.
Pronto abandoné, aunque siguiera deseando poder saber más al respecto.
No me sentía muy feliz.
Y ahora que aquí estamos pensando, que René saca todo el tiempo problemas y que ve y siente las cosas de forma claramente humana, me pregunto sin querer: ¿No es él como Tuchyi-Ho, el sacerdote?
¿No puede revelarse el alma por sus propias fuerzas?
Lo que antes eran milagros, niños que tenían una vocación temprana por el arte, ¿no está reservado eso al alma como ser humano en este otro siglo que viviremos y que le hace falta al mundo?
¿Cuántos miles de preguntas hice en esa época?
¿Obtuve respuesta?
¡No!
Pero ¿cometí errores?
No creo.
Quiero decir: ¿Me mostré como un iluso?
¿Estuve errado todos esos años por lo que mis amigos podían decir con razón: “Esto es excesivo”?
¿Es este un iluso como no lo hemos visto nunca antes?
¡No!
Se me concedió convencer a Karel y Hans, que sin embargo siguieron siendo criaturas naturales, de que tengo propiedades humanas que uno no tira sin más por la borda y que han adquirido significado para el pensar y sentir normales, tal como estamos acostumbrados entre nosotros y que nuestra sociedad necesita.
Me repaso ahora a mí mismo y llego a la conclusión de que no impregné las cosas con un tufillo sobrenatural, sino que seguí pisando el suelo con firmeza, de lo contrario Hans podría haberme encerrado.
Para esto hemos librado nuestra batalla.
Han ocurrido cosas que nos generaron bastantes preocupaciones y esfuerzos; seamos honestos: no nos cayeron del cielo.
Hemos peleado por ellas.
La causa de todo eso está sentada allí, pensando.
Esa causa está en Egipto, y espero que se despierte para el bien.
Ya le digo ahora que compraré un pequeño piano de cola del que disfrutará mucho.
Así, nuestro Mozart —un hermoso nombre para René— podrá crear una música que este mundo aún desconoce.
Ya estoy viendo esas notas, todos esos pentagramas y todas esas líneas.
¡Puede convertirse en una sinfonía celestial!
¡Veo que está despertando!
No pasa una hora sin que cambie.
París lo apabulló brevemente; a los pocos días ya quería irse de allí.
La Mona Lisa le llegó al alma, “Eso”, dice, “es lo más hermoso que he visto”.
La Ronda de noche es impresionante, eso lo sabemos.
Rembrandt es asombroso, pero ¿sientes este silencio, Frederik?
¿Sientes lo que quiere decirte este retrato?
¡Mira esa sonrisa!
Durante horas se quedó mirando ese milagro.
No conseguí apartarlo de él, y me quedé esperando tranquilamente.
La Mona Lisa lo tuvo atrapado nada menos que de tres a seis.
Me preguntaba a mí mismo: ‘¿Actúo debidamente? ¿Cuántas historias no hemos oído de ella?
Hombres para quienes esta sonrisa fue la ruina.
Hombres que se sentaban, igual que él ahora, y que ¡se dejaban estrellar, por decirlo así!
¿Cuestión de sentimentalismo?’.
A pocos minutos de las seis dice:
—Veamos, Frederik, te estoy muy agradecido.
Te he hecho esperar mucho, ¿verdad?, pero ahora he llegado.
—¿Cómo quieres decir, René? —pregunté.
—¡Vi a Leonardo da Vinci!
Habló conmigo.
Tal vez a ti te parezca exagerado, Frederik, pero si te das cuenta: soy capaz de hablar con la vida, como sabes; tan raro es entonces que ahora le pida: ¿Puedes obsequiarme con un poco de sentimiento tuyo por el bien del arte?
Ya lo sé, Frederik, no se nos regala nada.
Pero cuando hace un instante vi su sonrisa, cómo se separaban sus labios, oí:
“Si quieres, si perseveras, si quieres inclinarte, ¡entonces sí que es posible!
¡Lo que haces es vivir!”.
¿Tan raro es eso, Frederik?
¿Se te hace desagradable?
¿No puedo hacer eso?
¿Tengo que avergonzarme por llevar horas mirando sin acordarme del tiempo?
Si me hubieras despertado, habrías echado a perder mi viaje.
Te digo, Frederik: me encargaré de no aburrirte.
Me encargaré de ser un agradable compañero de viaje, en todos los sentidos.
¿Volveremos aquí mañana?
Solo quiero ver arte, el resto no me dice nada.
¿Lo harás?
—Lo haré.
—Qué bien, Frederik, entonces me soltaré otro poco.
Se me concedió verla tal como era.
La vi, sentí su ser y su vida.
Es poderoso.
Qué grandes eran, ¿verdad?
Qué profunda era esa gente.
Qué cariñosa y veraz era, y cómo sufrió.
Mira esos Van Gogh.
Mira los otros maestros.
Dios mío, qué de regalos que hemos recibido.
¿No es hermoso, Frederik?
Qué contento estoy de que hayamos ido.
Entonces vuelve a sumirse en un silencio en el que lo puedes seguir sin comprenderlo.
Entonces está... dormido, sentado o de pie, y está despierto.
Despierto y consciente, y aun así tan lejos.
Los ojos a veces se nublan y otras veces están iluminados que es una maravilla.
Entonces ves cómo va empalideciendo delante de ti, entonces parece un muerto.
Pero en esta vida ocurre una cantidad tremenda de cosas, que no entenderé aunque me las quede mirando, porque suceden en su interior.
Lo que vi y viví allí sin duda fue despertar.
En Londres, más de lo mismo.
Se quedó encandilado con Van Dyck, con Tiziano y otros italianos, con Rubens...
Estaba colado por ellos.
Podía comer y beber por medio de ese arte.
Si no lo obligabas a comer, se olvidaba.
Tuve que enfrentarlo a este hecho.
Dije:
—Si quieres que te siga en todo, que me sienta ante los cuadros durante horas, y si tengo que demostrar que te puedo aceptar, que se está poniendo a prueba mi paciencia, tendrás que hacerme el favor de no renunciar a comer y beber, si no tendré que vérmelas cuando volvamos a casa.
Y ¿qué es lo que responde?

—Tienes razón, Frederik, me estoy abandonando.
Lo tendré en cuenta.
En este momento no es un chico de veintiún años, sino un hombre de avanzada edad.
Aún no me había encontrado con este carácter.
Está en armonía con todo y hace caso a la razón.
Te acepta y siente al instante si tienes razón y si puede obedecer.
‘Ves, eso hace’, pensé, ‘que estos viajes sean tan agradables, que no te dé la lata’.
Ya aventaja en mucho a Karel y Erica.
Conozco muy bien eso de salir con los amigos, siempre hay algo.
Tienes que fijarte en mil cosas.
La gente se desquicia por mil cosas, pierde el humor y el sentido común por muchas razones.
En ninguna parte se está bien, en cualquier sitio hay algún problema que te quiebra, te rompe.
Al final hay peleas, abatimiento, no se está a gusto, lo que se puede ver ya no tiene valor, ya se ponen peros a todo.
Y entonces estás de viaje.
Una salida fantástica con los amigos.
Yo siempre iba solo, siempre tuve miedo de los amigos y conocidos, te destrozan el viaje.
Este ser de veintiún años es como un guía nato para ir de viaje.
No te quita el sueño, al contrario: esta vida te regalo tesoros; es un enorme placer pasear con él por las calles, mirarlo todo.
No pide nada, mira y vive las cosas, las vive.
Lluvia, viento y tormentas: nos tocó todo, y para él fue una gloria.
Llegamos a casa empapados...
Da igual... eso ya secará.
Se contenta con todo.
A estos morritos se asoma la felicidad, cae bien a la gente, que busca su compañía.
Habla bastante bien el inglés, francés y alemán..., se las arregla y encima me lo hace saber.
No conoce el miedo a que se rían de él.
¡Es libre y abierto en todo!
Ya nos han invitado diez familias, sobre todo en Inglaterra..., pero no le presenté a Scor.
Hace esbozos de muchas cosas, suelen ser acertados, además.
Su talento está manifestándose.
Lee quién construyó la pirámide, y por qué.
Todo adquiere fundamento y significado.
Ahora pregunta:
—Mamá me puso un nombre, Frederik.
Me llamo René.
Cuando le pregunté con qué sentimientos me había dado ese nombre no lo supo.
Me dio un nombre, al que estoy atado toda mi vida, sin que ella lo eligiera con cuidado.
¡Eso no se hace!
En nuestra familia no hay ningún René.
¿Qué quiso mamá?
Curioso, ¿no te parece?
¿A ti también te dieron un nombre así como así?
Los egipcios no eran así.
Lo que aquí adquiría vida y figura —tal como tú sueles decir— recibía un nombre conforme a la vida interior.
¿Sabes lo que significa René?
—Yo no. Pero ¿qué más da?
—Yo a las personas les daría un nombre por cómo son en realidad.
Si sabes odiar, tienes que tener un nombre en esa línea.
Cuando te encuentres con el Señor Odiador sabes de inmediato quién es.
Pero entonces el mundo entero se llamaría Odiador.
Me hace gracia, esto es una majadería.
Pero todo esto se me hace hermoso, Frederik.
Qué preciosa fue nuestra excursión, ¿verdad?
¿Lo haremos otra vez antes de irnos de aquí?
Lúxor, todos esos antiguos templos, Frederik: menudas joyas.
Haré unos bosquejos.
En casa ya los trabajaré más en detalle.
A ti te daré Lúxor.
A Elsje le regalaré un faraón caído.
Ay, Elsje.
¿Sigues sin saber, Frederik, si el ser humano vive muchas veces en la tierra?
Aquí dicen —como ya habrás oído tú también— que fácilmente tenemos cientos de miles de vidas a nuestras espaldas.
¿No es milagroso eso?
Lo que no consigues a la primera lo alcanzas en tu siguiente existencia.
Es como si continuaras tu vida, siendo alternativamente hombre y mujer.
¿Qué digo?
¿Hombre y mujer...? ¿Hombre y mujer...?
Es un sonido, un pensamiento, que me cruza los labios a la fuerza, así, sin más.
Hombre y mujer..., suena a gloria, ¿verdad?
¿A ti también te gusta tanto la música?
Me gustaría que mamá empezara a pensar un día en serio en aprender a tocar bien y como se debe.
¿No te gustaría eso a ti también, Frederik?
Mamá tiene talento.
Lo sé.
Antes de mi nacimiento, Frederik, ¿dónde me encontraba entonces?
Entonces sí, Frederik, vivía yo allí, detrás de esto.
Mira a la izquierda, a la derecha y también hacia arriba.
Habla, creo, sin saberlo.
Cuando empieza a ensartar de todo se le hunden mucho los ojos en las cuencas y cambia su rostro.
Ahora es un muchacho bello, es una escultura.
Pregunto:
—Y ¿qué es esto de atrás, esto de a la izquierda, esto de hacia arriba, René?
—¿Aún recuerdas, Frederik, cuando estábamos juntos en ese otro mundo y teníamos miedo —bueno, yo— al... bu?
—Todavía lo recuerdo.
—Pues, ese bu no vivía allí, estaba en otra parte.
¡Era yo mismo!
Era mi yo inconsciente.
Entonces aún estaba buscándome a mí mismo.
Cuando se nos concedió conocernos allí, era el mundo del alma y del espíritu.
Como ninguno de los dos aún entendía nada de eso, también aquel mundo nos parecía como era.
¿No viste aquel árbol, Frederik?
—Lo vi.
—Ves, ¡es la pirámide!
¡Ese mismo árbol es igual que la pirámide!
Estas piedras son hojas de ese árbol; creo que ahora estoy en tu florecimiento.
Empiezo a verme como niño y a la vez me veo aquí, ¡lo que ahora va a ser una sola vida!
¿No es para volverse loco?
Se levanta de un brinco y anda alrededor de la pirámide.
Cuando regresa a donde estoy me mira a los ojos y vuelve a correr hacia la esfinge.
Lo dejo marchar.
Desde aquí veo que está pensando; se pasa la mano por la frente.
Claro que sí, muchacho mío: la flor rasga la propia vida, eclosiona por sí misma; ¿por qué los seres humanos no tendríamos las fuerzas y posibilidades para ello?
¿Por qué no?
¡Mejor que sacudas tu conciencia, pequeño René, hasta despertarla!
Más adelante te ayudaré.
Lo que vive una flor es lo mismo.
Cuando llega la primavera el capullo eclosiona, y eso duele, puedes oír gemir la naturaleza.
Pero ¡la vida despierta!
Antes ya pensaba: ‘¿No es posible que algo así suceda con el hombre?
¿No sería posible que el ser humano, René, viviera lo que Mozart y tantos otros recibieron y experimentaron?
Tú frótate, luego vendrá y veremos tus colorines interiores’.
—¿Te esperabas otra cosa, Frederik? —Oigo de pronto a mi lado.
—Mohamed..., ¿sabías que estábamos?
—¿No has estado llamándome cada hora de tu vida, Frederik?
¿No sabes, hermano mío, que nuestras vidas son una sola?
Veo a René.
Mira, Frederik, ¿se abre la esfinge a su alma?
Estoy en condiciones de decirte, amigo mío, que podemos estar contentos.
Míralo allí, lo llamaré enseguida.
¿Qué tal en París? ¿En Londres?
¿Te mantuvo mucho tiempo preso por la Mona Lisa?
Allí te vi durante mi sueño.
Te digo que el amanecer traerá un nuevo milagro.
¿Ves la luz, Frederik?
¿Ya viste esas flores?
Tan hermosas, encantadoras, inmaculadas como la flor de Loto; igual de elocuentes, también.
Mira tú mismo, la vida me escucha, el alma también y ahora la vida nos hablará.
Quisimos que vinieras.
Gracias, hermano mío, muchas gracias, estás bendecido para muchas cosas, igual que nosotros, porque recorreremos las constelaciones astrales, habitaremos infiernos y cielos, ahora ya, ¡cuando todavía moramos en la tierra!
Ya llega.
Presenté a René a Mohamed.
La mentalidad occidental penetra en Oriente y contempla allí la asombrosa conciencia de un ser humano.
René mira en esos ojos del desierto y se pierde por completo.
Mira en su interior tal como miró y vivió la Mona Lisa, contemplando con atención el milagro.
Toma mucho tiempo, demasiado para mí, pero al parecer no para estas almas.
Pero lo que siento es asombroso.
Descienden el uno en el otro.
Sentí que Mohamed se abría a su vida y elevó en su interior el alma de René.
¡Eso también es arte!
Para eso sé que ha seguido un estudio en el templo durante treinta años, y con éxito.
Pero el otro aún tiene que empezar, o ya lo tiene de por sí.
René se fue paseando hacia la vida de Mohamed; fue este quien dijo: “¡Entra!”.
René está radiante, pero Mohamed no menos.
René está y no está.
Está soñando, o está dormido, de pie, pero con los ojos cerrados.
Serenidad, ¡eso es lo que siento!
¡El silencio que me es tan familiar!
¡Mohamed recibe a su ser, su vida!
Ya llevan por lo menos un cuarto de hora el uno frente al otro, a mí se me hace un siglo.
Cómo es posible eso, yo ya habría sucumbido.
Ellos, no; estas almas viven un mundo profundo, aún cerrado a mí.
Pero eso ya vendrá, estoy convencido.
Entonces Mohamed tiende la mano y se lo lleva con él.
Desaparecen ante mis ojos, suben y bajan, por encima de las lomas del desierto.
Esta imagen es de una belleza poderosa, no me la hubiera querido perder por nada en el mundo.
Y me llega:
—Ahora lo despertaré a él para tu vida, con más conciencia, para que su alma y vida puedan recibir las leyes.
¿Lo sientes, Frederik?
Pero prepárate, nos vamos lo antes posible.
¿Es algo que capto así sin más?
Nada de eso, ¡lo imagino!
Pero empiezo a sentir que estos pensamientos me han sido obsequiados.
Cuando Mohamed diga enseguida: “Nos vamos, Frederik”, sé que habrá hablado a mi vida.
Eso no es nada especial, un gato o un perro puede hacer lo mismo, según dicen aquí, de modo que ¿por qué no íbamos a ser capaces los seres humanos?
En Oriente dicen que ustedes (vosotros), los occidentales, no se fijan (os fijáis) en nada, creen (creéis) saber pensar, pero no es cierto.
¡Están (estáis) desprovistos de pensamientos!
Lo que llaman (llamáis) pensar, es aquí para nosotros... ¡vivir!
No viven (vivís) nada, han (habéis) dejado de ser ustedes (vosotros) mismos por mil cosas, y ¡por eso están (estáis) divididos!
No se lo creerán (os lo creeréis), pero ¡podríamos demostrárselo (demostrároslo)!
Sus (vuestros) pensamientos no son vividos, las completan (completáis) como mucho en un quince por ciento, según su (vuestra) voluntad, vida, personalidad, alma, ¡vida y espíritu!
¿No lo creen (creéis)?
¡Podríamos probárselo (probároslo)!
¡Podríamos explicárselo (explicároslo)!
No están (estáis) despiertos. Estar despierto es algo muy diferente.
René eso también sabe hacerlo.
Ya se irrita cuando Erica no para de irse por las ramas.
Suele irritarse cuando te está hablando, queriendo contar algo, y le quitas la palabra para decir algo tú mismo.
Entonces se cierra en banda y ya no le sacas palabra.
Cuando quise poner eso a prueba durante el viaje me dio una paliza, porque de repente dice:
—Frederik, si no supiera que me estás poniendo a prueba, hoy ya no recibirías ninguna palabra mía.
Estás haciendo ahora lo mismo que hace mamá siempre.
Si quiero decirte algo, tienes que poder escuchar.
¡Te daré la palabra cuando haya terminado de hablar!
Es por esto que me caen mal esas chicas de la escuela, y es lo único que soy capaz de valorar en papá.
‘Ves, Karel, pensé, ‘este será tu regalo cuando más adelante lleguemos a casa’.
Pero René ya es así.
Y es cierto: los seres humanos no pensamos, aún no somos capaces de hacerlo.
La gente no piensa, porque no ves que cambie, y debería ser así, pero no lo percibes.
Solo piensan en aquello que los ocupa y eso normalmente no tiene que ver nada con la vida.
Es como lo ve un sumo sacerdote; a ver quién le va a decir que no tiene razón.
Por algo así te pegan, saben lo que quieres y para ellos estás completamente desnudo.
¡Te has quedado sin tu máscara!
Así es como lo veo y así es como despierta René.
Este es su talento innato, los rasgos de su carácter adquieren conciencia e incluso ahora ya tienen la fuerza para manifestarse.
Piensa antes de que las cosas le crucen los labios.
Son sonidos materiales, pero representan sabiduría.
Y esto tiene valor para el ser humano, por lo que ya estamos recibiendo invitaciones gracias a René, porque a la gente le llama la atención.
Cuando descansa René, según ya descubrí en casa, ¡es que de verdad descansa!
Dormir es para él un gran arte, igual que pasear.
Cuando mamá pasea, dice, y le preguntas dónde ha estado en realidad, no lo sabe.
No ve nada, aunque diga que lo ve todo, pero no es cierto.
Papá tampoco ve nada.
Papá lo destroza todo con su bastón y decapita la vida.
¿Por qué hacer eso?
Es por eso que ya no salgo a pasear con él, te dan los siete males.
Son personas que no viven.
Si solo pensaran un poco más, Frederik, no harían esas cosas.
Uno mismo no quiere que lo destruyan, entonces ¿por qué hacérselo a otra vida?
Frederik, la gente que lee un libro y a la vez desea escuchar la radio crea inquietud y no está en armonía con lo que en realidad quiere hacer.
¡Es algo que no soporto!
No tengo claro lo que quieren estas personas.
Las cosas se hacen una a la vez, y con plena dedicación, o trastornas tu personalidad.
La gente no piensa, lo ves en todo.
¿O pensabas, Frederik, que soy demasiado joven para hablar de todas estas cosas?
Intento ponerme de acuerdo conmigo mismo, estar en armonía con esta vida, con nuestra sociedad.
¿No es así?
René crea orden en todo.
Lo ve en la naturaleza, dice.
Y con ojo de pintor.
“Van Gogh”, dice, “no tenía por qué haber perdido la vida si hubiera sido capaz de pensar.
Pero esa alma pensaba mal.
En lo que tendría que haber pensado no se le ocurrió”.
Cuando le pregunté de dónde había sacado esto tan de repente, dijo:
—Leí sobre su vida, Frederik.
Van Gogh vivía su arte por su alma, y sin embargo, ¿quién nos dice que dejó hablar su alma con toda su fuerza?
Yo lo veo de otra manera.
Van Gogh vivía el arte, pero se estrelló por sus vivencias.
Entonces agarró un revólver y se disparó en la cabeza.
Te apuesto, Frederik, que no sabía que se destruiría, porque entonces no lo haces.
¿Sientes lo que quiero decir?
—A ver, dime eso de nuevo.
—¿Qué quieres decir, Frederik? —pregunta, y de nuevo he de aceptar que esta vida habla sobre grandes problemas sin que en el fondo lo sepa él mismo.
Pero unos instantes después sigue esto:
—Ves, Frederik, así es como es.
Van Gogh tampoco sabía lo que hacía en el momento de su acto.
En el momento de su caída, hubo algo que le forzó a ese estado, pero él como artista y personalidad estaba al margen y podría haberse contemplado a sí mismo.
Pero debido a que desconocía las leyes se derribó a sí mismo.
¡Y ese es el mundo para el “alma”, y el espacio para nuestro “espíritu”!
Para Vincent fue una división de la personalidad.
No supo razonar su estado porque no era capaz de pensar: entonces hablas con tu propia vida y ¡también tiene algo que decir la otra vida!
¿Lo sabías, Frederik?
Entonces Vincent estuvo ante el suicidio, pero solo por los pelos; quiero decir: como mucho en un diez por ciento, un diez por ciento de contenido vital, de impulso; el resto de su gran carácter no participó.
¿O pensabas, Frederik, que los asesinos siempre quieren perderse a ellos mismos con todas sus fuerzas?
¿Pensabas que los seres humanos no somos capaces de cometer un asesinato con un diez por ciento de fuerza de voluntad?
Desde luego que lo creo, porque las propias cosas vienen a contártelo.
¡Esto me hace comprender qué es la “inspiración”!
Te lo aclararé en unos días, solo entonces habré llegado a ese punto.
El pequeño René ya es así.
Y después de unos días se me acerca y dice:
—La inspiración, Frederik, es el ansia de agotarte primero a ti mismo y después elevarte más y más.
Es algo que se puede alcanzar pensando.
Es disolverse por completo en el arte.
Pero no tienes que pensar que esto ya sea inspiración.
¡Esa la sigues siendo tú mismo!
Constaté en los otros alumnos que no comprenden nada de todas estas cosas.
Ni tampoco de su arte; sucede, y no lo saben.
Cuando eres capaz de perderte por completo en el arte, en aquello que quieres representar, eres un pintor.
Pero eso no significa que ya estés inspirado, eso solo viene después de agotarte a ti mismo, todo de ti mismo, después de agotarte al cien por cien, solo entonces llega la animación.
¡Porque no tenía importancia!
¿No crees que la “inspiración” es uno de los sentimientos elevados?
¡Y esos hay que recibirlos, pues!
Pero ¿qué es recibir?
Adquirir la sensación de un orden más elevado.
¿No crees en los ángeles?
¡Yo sí!
¡Sé que existen!
¡Los vi!
Hablé con sus vidas.
¡Y regresan a mí!
¡Y pueden inspirarte!
Entonces está la inspiración, pero antes de que empiece tienes que ser capaz de darlo todo de ti mismo, o el orden más elevado no verá su utilidad.
¿No está claro esto?
¡Es que es imposible de otra manera!
¿Quieres enseñarme algo si solo soy consciente en un cinco por ciento? ¿Si no poseo suficiente fuerza de trabajo?
¿Si no me abro a aquello que pensamos hacer?
Entonces no se me puede alcanzar, Frederik, ¡no podrías hacer ni empezar nada conmigo!
Y ¿quieres hacerme creer que nuestros pintores ya han alcanzado ahora en su arte lo más elevado?
Observa sus cosas y sales corriendo.
¡No comprendo que la gente compre ese arte inconsciente, mísero!
¿Tú quieres colgar algo así en tus paredes?
¡A mí me avergonzaría!
Yo no estaría más que violando el arte, esta nobleza del alma, Frederik, y ¿es esa la intención?
Cuando estábamos en Italia y empecé a conocer a mis amigos, le dije a un chica:
“En realidad, ¿por qué quieres pintar y dibujar?
¿No sería mejor que precisamente tú sintonizaras con la maternidad?
¿No es ese el arte más elevado para tu vida?”.
Entonces se alejó de mí, pero había algunas a las que no les parecía ni tan mal.
Entonces empezaron a llamarme “señor catedrático”; a mí me parecía algo hueco.
Otra vez le dije a una chica:
“¿Por qué quieres darme un beso?
¿Por mí o por mis labios?
¿Porque te divierte?
¿Porque te agrada?
¿Sabes lo que es el amor?
¿Ya estás preparada para comprender que puedes hacerte madre por tu detallito?
Imagínate que ahora entrara al trapo y me diera a ti, ¿es que no ves las consecuencias?
¿Estamos preparados para el matrimonio?
¿No es así como generamos desgracias?
¿Es bueno eso para el arte?
Si quieres vivir el arte, no lo busques en mí, primero desfógate y después ponte a ello”.
Naturalmente, se rieron de mí, Frederik, pero ¿es que no es cierto?
¿Debería haber hecho lo que deseaba de mí?
Santo cielo, veía las consecuencias.
Así es como supe que esa gente no piensa.
Se derriban a sí mismos, pero yo no participo en eso.
A diez les pareció genial; el resto no me sentía y ridiculizaba lo que yo decía.
Sé que cuatro de esas chicas se estrellarán, y entonces pensarán mí, en el loco.
Porque se han enterado de que de niño fui apático.
Qué lastima, ¿verdad?, pero ya se lo haré pagar.
Y ¿qué saben de la inspiración?
¡Nada!
Creen que pueden recibirla por medio de la experimentación cuerpo con cuerpo, pero no es así.
Ves, Frederik, ¡esos también se estrellarán!
Escuchan música y están con su paleta en la mano, no hay concentración.
¡Y esos son los que quieren hacerse pintores!
Ellos mismos hacen trizas su inspiración y la convierten en un jolgorio, porque no piensan.
¡Te digo, Frederik, que la “inspiración” es un regalo sobrenatural!
Me pierdo a mí mismo cuando estoy metido en faena, y ya no tengo conciencia de mi propia existencia.
Es como si entonces estuviera en un sueño artificial; ¡es como que me convierto en una línea, en color!
Y entonces esos colores tienen algo que decir.
Me elevo a mí mismo en ellos.
Pero incluso en mí hay tantas cosas que no son arte ni parte de mi creación artística.
Y también tengo que aplicarme a esos rasgos de mi carácter si quiero crear.
Solo entonces vive de verdad un cuadro.
¿No lo mostraron los viejos maestros?
O ¿queremos hacerlo de otra forma en nuestros tiempos?
¿Queremos hacerlo a nuestra manera?
¡Entonces no llegaremos nunca!
Esta época “expresionista” volverá a pasar.
¡Es porque nuestra sociedad es tan desordenada y porque la gente ya no ve la importancia del arte!
O ¿es que no es cierto esto?
Debido a que Van Gogh quiso pintar el “alma” sin conocer la suya propia, se perdió a sí mismo y ¡ya no sabía qué hacia!
¿No es sencillo?
Al no saber lo que era “alma” se encontró ante su caída.
Y esa caída, Frederik, estaba pensada espiritualmente, pero según los rasgos inconscientes en su carácter.
Así que está claro que en ese momento Van Gogh era un demente.
Hay que haberlo sido uno mismo, solo entonces empiezas a comprender semejantes tipos y personas.
¡Comprendo a Van Gogh como a mí mismo!
¿No recibí yo esa formación?
¿Me crees si digo que estoy agradecido por que se me haya concedido vivir en toda esa miseria?
Lo que tuve que aceptar durante mi enfermedad, mis líos con las gallinas del vecino, era para Van Gogh comportamiento inconsciente.
Yo sabía exactamente lo que hacía y aun así no era capaz de evitarlo.
En ese instante era —me veo claramente— un dividido, vivía en la vida de esas gallina y me hice como el huevo, como ese brote de vida.
Disarmonía, naturalmente, pero eso también lo somos en el arte, y justo por eso Vincent se fue al garete.
Qué lastima..., una buena conversación habría podido curarlo, conservar esta vida.
¡Tan mal se piensa!
Los artistas primero tienen que conocerse a ellos mismos, penetrar en el “alma de todo lo que vive”.
Solo después adquiere el propio yo un mayor protagonismo.
Si quiero pintar una flor, entonces me hago como esa vida, de lo contrario no toco el alma, la conciencia para esa existencia.
Y ¿no es cierto eso?
La flor se hace ahora inmaterial, pero yo construyo desde el alma para regresar a la conciencia material.
Así que justamente voy por otro lado hacia arriba..., siempre más y más, y regreso a la materia para dar forma a la vida.
Por eso mis flores ya ahora tienen que representar alrededor suyo un mundo etéreo.
¿No era este Thijs Maris (pintor, 1839-1917)?
¿No quería eso?
¿Era un soñador?
Quería pintar el alma, Frederik, y eso le salió de hecho en un setenta por ciento de la expresión y fuerza de su voluntad, de la representación de la materia.
Es por esto que no valoro el expresionismo.
Me produciría una muerte interior.
¡Van Gogh provocó su caída!
No supo cómo llegar a la división de “alma y espíritu” y siguió buscando.
Yo llego tan lejos, Frederik, porque ¡a mí se me concedió conocer ese mundo y vivía en él!
Mi alma condujo hasta allí la personalidad.
Y cuando llegué allí como personalidad el “alma” me arrastró hasta una inconmensurabilidad en la que todo lo que vive —da igual cómo sea— recibió un castillito, ¡tal como tú dices y sientes!
Pero ese castillito, Frederik, lo puedes abrir, lo puedes llegar a conocer, porque los seres humanos somos en todo los primeros, tal como lo quiso el Creador.
‘No es maravilloso’, pensé, ‘este es nuestro René’.
Una maravilla para las “Noticias”.
Creo que luego escribirá, libros, obras espléndidas; eso también despertará por su propia fuerza.
También ese talento lo trajo a este mundo.
Cuando le pregunté de dónde sacó todas estas cosas, respondió:

—Así lo siento, me aflora desde dentro, vive bajo mi corazón, Frederik.
Aprendí mucho leyendo sobre Van Gogh.
Así es como me encontré ante sus gemidos y descubrí lo sobrenatural en su vida como artista.
Pero su arte aún no era sobrenatural.
¿Te parece que estoy fanfarroneando, Frederik?
Los antiguos maestros, sí, Frederik.
A mí no me vas a hacer creer que Van Gogh era sobrenatural, porque no comprendió la inspiración en sí.
Y vuelve a decir de su preceptor:
—Mi preceptor está completamente parado, Frederik.
No recibo suficiente respuesta de él, el hombre no piensa.
El hombre no llega al punto debido a que no libera su “alma” de la materia y no quiere infundirle a esta el alma mediante su pensamiento y sentimiento humanos, su sintonización eterna con todo lo que vive.
¡Esa vida está detenida!
Cuando di mis explicaciones sobre Van Gogh —es que se nos pedían— se encogió de hombros.
Pero ¿por qué?
Él mismo se me quedó mirando con impotencia.
¿Qué haces entonces, Frederik?
Si uno mismo se muestra impotente, ¿tiene derecho entonces a encogerse de hombros sobre lo que no comprende?
Así es como supe que tampoco ese hombre piensa.
Y eso supone un frenazo para su vida.
Ya no confío en ese hombre.
No me da lo que valgo y eso frena mi desarrollo y el de otros.
No pensamos que ya hayamos llegado, oh, no, para nada, aún tenemos que empezar.
Pero los fundamentos sobre los que luego tendremos que construir están manga por hombro, ¡te partes la nuca!
De esta forma no llegas a tener contacto con tu preceptor y eso es necesario si se quiere que nuestros sentimientos lleguen a la unidad.
Solo entonces podrá darme su arte.
Ahora chocamos y no hay cuestión de una unión espiritual para el arte.
Pero ¿no sabías eso, Frederik?
Si estoy equivocado, tienes que aconsejarme de inmediato, tú sabes tantas cosas y te estoy agradecido por ello.
Mi preceptor es incapaz de escuchar, Frederik, y esa es su desgracia; se le van los chicos y las chicas.
No pueden decir lo que quieren y eso es muy urgente.
El hombre no se concede tiempo.
¿Qué tendría que hacer un cirujano?
Si papá trata a sus enfermos con negligencia, no me costaría matarlo.
El ser humano es un milagro divino, y a semejantes milagros no les das ese trato.
¡Por eso odio los soldados!
¿Tiene sentido tirar piedras sobre tu propio tejado?
¿Nos ponemos como energúmenos en pleno invierno tirando piedras sobre nuestro propio tejado, como hice yo?
No, eso no lo hacemos.
De lo que puedes deducir que la gente cuida más las tejas que las personas, porque a estas últimas las arrojan así como así al suelo, Frederik, ¡un ser humano carece de valor!
¿Tengo que ir al servicio militar?
Créeme, me niego a servir, me niego a asesinar.
En fin, no tengo que ver con eso.
A un loco no lo quieren, pero ¡los locos son ellos!
Toda esa gente no sabe lo que hace, Frederik.
Eso te hace ver que no piensan, ¡si no comprenderían que no está permitido matar a un ser humano!
¿Qué clase de seres animales son?
Si les pides escuchar, no son capaces de hacerlo.
Elsje es capaz de escuchar, tú y Anna también.
Creo que yo también sé escuchar, y si no lo aprenderé pronto (—dice).
Oyes el nombre de Elsje una y otra vez, pero lo que dice ¡es verdad!
Los chicos y las chicas piensan que todo lo saca de los libros.
Ya sé muy bien que no es así, ¡su vida está despertando!
El maestro le supone un vacío.
Pero sus retratos están haciéndose más profundos.
¿Y un maestro no es capaz de ver eso?
“Estás en un punto muerto ahora”, dice.
Y ¿qué es lo que aprende entonces un estudiante?
¡Ya nada!
El maestro tiene que acoger al estudiante.
Y ese hombre posee demasiado poco sentimiento para ofrecérselo a sus estudiantes.

—¡Aquí lo que habla es la testarudez! —añade—.
¿Tengo que inclinar la cabeza ante algo semejante?
Me voy, Frederik, quiero otro preceptor, uno por el que sienta respeto.
Ya no quiero saber nada de ese hombre, su conciencia social y artística están diametralmente opuestas y se pelean por conseguir algo de personalidad.
¿No es miserable?
¿Te sirve de algo ese parloteo?
Sabe hablar bien ese hombre, pero sin entrar en el asunto en sí ni en el núcleo.
¡No toca ni la vida ni el alma ni el espíritu!
Y justamente eso es lo que necesitamos, si no jamás llegaremos a lo hondo.
¡Ese hombre ahoga cualquier talento!
Así puede hablar durante horas.
Es una delicia, y eso que está despertando por su propia fuerza.
Le di mucho, pero no esto.
Si Karel no se esfuerza, ya habrá perdido a su hijo.
De Erica dice:
—¿Oíste, Frederik, cómo toca mamá el piano?
¿Por qué maltrata de ese forma tan horrible a ese delicado instrumento, tan sensible?
¿Es para que la gente en la calle oiga mejor que sabe tocar?
Así ella misma pone en juego su reputación.
Yo lo veo como vacío, es miseria.
Cuando tocas ¡es algo que haces para ti mismo!
Lo he hablado con ella, pero entonces se siente mosqueada.
Le dije: “Pues nada, ¡haga lo que quiera!”.
Pero ¿qué fue lo que hice yo, Frederik?
¡Me blindé!
En esto la he perdido; prueba de que nos detenemos si no queremos inclinar la cabeza ante la verdad, perdiendo así cualquier amistad.
Entonces eres inalcanzable, tu vida abierta no quiere aceptar ninguna mentira ni engaño alguno, pero mamá eso no lo comprende.
Cuando contestó exclamando: “¡Las cosas que hay que oír!” me hundí por completo.
Quedé desgarrado de su vida.
Me dolió terriblemente, pero ella no lo siente.
Si me hubiera podido decir: “¿Qué quieres que haga?”, entonces ¡le podría haber aclarado cómo hay que hacerlo!
¿Maltratan los maestros el piano como ella?
Ya sé que mamá no es una maestra, pero tiene mucho talento.
¡De esta manera lo ahogas!
Está atada al sonido, a las teclas, no a infundir alma a las cosas.
Con las manos percute el instrumento, no con su alma o espíritu, no con su sentimiento, no: ¡ejecuta de forma material algo para lo que debería recurrir a su personalidad!
¿O es que lo digo mal?
¿Eres capaz de soportar cómo toca?
¿No tiemblas y te estremeces ante su temperamento duro y vacuo?
¿He de decir que me parece bonito cuando mi “alma” llora ante esta violación?
Mozart daría un tumbo en su tumba.
Esto no es felicidad, ya no es comprensión: ¡es destrucción!
Lo que me contaste sobre aquellos tiempos..., sí, eso sí que era inspiración, pero ¡que le daba yo!
¡Así puedes aceptar que el alma es y sigue siendo una personalidad!
Me asusté cuando se lo oí decir.
¿Y lo ve mal?
¿Tenemos que darle la razón a Erica con sus aporreamientos?
Claro, de vez en cuando toca con sentimiento.
Pero eso lo oyes cada diez años.
Cuando estaba embarazada de René sabía tocar.
Solo ahora empiezo a comprender por qué alcanzó en esa época esas alturas.
¡Era René!
He abierto el cuaderno de bitácora y tuve razón.
Ya por aquel entonces lo dice, los milagros de esta vida adquieren conciencia y sentimiento, ¡se convierte en “saber”!
Caen las máscaras.
¡Aquello que hemos tenido que esperar durante tanto tiempo se manifiesta por sí solo!
¡Esta vida por fin ha llegado!
Esta sensibilidad, esta conciencia vivía en Erica, y ella era una con eso.
Erica experimentó la vida y tenía más conciencia, más sentimiento para tocar y dedicarse a la música.
Antes de que René entrara en su vida carecía de estos sentimientos.
Eso no tiene nada que ver con Franz Liszt, pero ¡para los espiritistas es trance!
No quiero saber nada de ese trance, somos nosotros mismos, primero lo somos mil veces nosotros mismos, solo después nos envuelve la inspiración espiritual.
Pero lo que sabemos hacer nosotros mismos no es posible darlo a otros; si lo intentas, estás ante un precipicio y pierdes cualquier asidero.
Esto son las pequeñas fisuras que viví, que casi me hicieron estrellar.
¿Es diferente René?
Ahora creo que mi pensamiento me vino directamente desde Erica, por lo que veía las cosas de forma pragmática.
No miré por mí mismo a través de la máscara, era él.
Yo no lo influenciaba a él, ¡sino él a mí!
Aquí, echados al pie de la pirámide, recibo respuestas a todas mis preguntas.
Este mundo está abierto a ello, para eso hay que escapar del pragmático Occidente.
En eso no se piensa, de lo contrario un ser humano no se habría violado a sí mismo ni habría violado a toda la demás vida.
También empezaría a ver los asuntos divinos de otra forma, lo cual ahora no es posible.
Cae por su propio peso que el Antiguo Testamento ya no nos puede vender por más tiempo el cuento chino de la dureza y el odio de Dios.
Eso ya no lo creemos.
Si el ser humano tiene que vivir en amor, entonces ¿no lo haría y habría hecho Dios siempre?
Para esto aún me faltan los fundamentos, pero me es imposible contemplarlo de otra forma.
¡René inspiraba a Erica!
Que ella quisiera saltar por la ventana no tenía nada que ver con René, era su carácter débil.
Que quisiera tomarse copas también nacía de sus propios deseos: ¡René no bebe!
Era su yo rebelde.
Su empuje fervoroso fue el proceso de crecimiento y despertar del niño, que experimentó hasta en la garganta de ella una materialización.
Erica no era una madre consciente, era medio consciente para la maternidad y así es como perdió su pensamiento y sentimiento normales, el embarazo y la vivencia de su niño.
Debido a que el alma es una personalidad, ¡el niño pudo transmitir a la madre que más tarde sería un chico!
¿No es maravilloso que ahora podamos contemplar esas máscaras y podamos mirar detrás y dentro de la vida?
¡Ese chico fue como una chispa!
Esa chispa llegó a despertar y ¡ya en el cuerpo de la madre supo manifestar infaliblemente que la vida era un chico!
¡Así que después de esta vida hay pervivencia!
Allí el alma es ella misma y ¡una personalidad humana!
Hans, nosotros ponemos piedra sobre tierra, pero ¡son verdaderos fundamentos para Su universidad!
¡Así es!
La fuerza de René arrancó a Erica de su equilibrio.
¿No gime una flor cuando está a punto de eclosionar?
Basta con que escuches a la naturaleza en primavera.
Por todas partes se oye entonces ese gemir, y también eso es un nacimiento, una concienciación.
¡Erica se dio cuenta de que todavía no estaba preparada para la maternidad!
Hay otras madres a las que este poderoso proceso les parece muy normal y natural, pero ¡esas madres ya han llegado a ese punto!
¡Las demás son o bien hipersensibles o bien justo no han llegado allí todavía!
Y ¡tienen que asimilar esa fuerza de los sentimientos para la maternidad!
Pero en mil otras cosas viven personalmente, y exactamente lo mismo... porque entonces ves ante ti, tal como lo siente y dice René, el empobrecimiento de semejante rasgo del carácter.
¡Entonces el hombre está ante ti completamente desnudo y puedes conocerlo por todos sus líos!
Pero, hagamos otras comparaciones.
Entonces Occidente es pobreza, porque hemos malbaratado las leyes naturales, las hemos violado, las hemos ahogado en nosotros mismos.
¿Tan raro es eso?
Por eso Anna pudo decir: “Erica no se suicida”; sentía intuitivamente que esta vida era una personalidad dividida.
Y la parte predominante vivía en ella y no pensaba en suicidio, esa vida quería empezar la propia concienciación en la tierra.
Si Erica hubiera sido más fuerte, no habría conocido otra cosa que una gran felicidad dentro de ella, pero la hizo trizas y lo convirtió todo en un caos.
¡Ahora se convirtió en desintegración del proceso natural, miseria vulgar y corriente, inconsciencia!
Ninguna de las madres que me escribieron estaba preparada para ello.
Todavía no habían alcanzado el grado consciente de la maternidad.
De eso deduzco que la maternidad y el ser padre poseen un mundo propio, y que los seres humanos podemos vivir distintos tipos, o sea, grados.
La madrecita niña, la mujer y la madre hombruna son ahora los mundos para el carácter humano en sí.
A su propia manera, pero todas estas madres experimentan este parto conforme al despertar interior, y se muestran tal como es el proceso.
Que si vives mal o bien y puro es otra cosa, el alma trae consigo sus propias leyes; la personalidad del niño ya crea desde el momento en que tuvo lugar la fecundación y la atracción de un alma.
Así es como lo veo ahora, ¡en aquel momento eran máscaras para mí!
Pero, ¡ay, cuando René trate estas leyes más adelante!
¿Qué viviremos entonces?
Creo que lloverá sonidos de las esferas..., y solo entonces se nos concederá ponernos nuestras pequeñas sandalias.
¿Vi hace unos instantes esa muerte?
¡Ahora está haciéndose un ser humano!
Ahora es de una profundidad universal y conoce las leyes.
Ahora puede hablar a nuestras vidas, antes no era posible.
Entonces lo pusimos en una tumba.
¡Ahora estamos encima de esta y trenzamos coronitas para los seres queridos nuestros!
¿No merece eso la pena?
¡Es un universo!
Allí vienen Mohamed y René.
Creo, de verdad, que ha envejecido años.
Sé con seguridad que estos pensamientos no son míos cuando Mohamed se me acerca y dice:
—Ven, Frederik, no tenemos tiempo que perder, nos vamos.

Y ahora vemos que la telepatía humana, innata, es capaz de obrar milagros y que es un fenómeno sobrenatural.
¿Y ¿eso lo captas por medio de tu alma, tu vida, tu espíritu?
¡Ahora la personalidad reacciona y está en armonía con la otra vida y el otro ser!
¿No es sencillo eso?
Lo que nosotros llamamos vida es empuje, Karel, pero con pensamientos, con sentimientos, con un pensamiento consciente.
Esa es la personalidad, que se ha hecho independiente, quizá por millones de vidas.
‘Lo que ahora vive en la tierra hace millones de años no había llegado a ese punto’, me pasó como un fogonazo por la mente, que ya se está haciendo más y más espacioso y que a la hora de la verdad sabe actuar con rapidez.
René me observa como un renacido y dice:
—¿No es sorprendente, Frederik?
Tus propias palabras, pero dicen tantas cosas más.
Desconozco todavía en qué líos lo habrá metido Mohamed, pero se refleja con vitalidad en el rostro de René, le produce destellos en la mirada y ha dado vigor a toda su figura.
Ahora lo veo a él de otra forma, así todavía no conocía a esta vida; un paseo ha producido despertar.
Lo comprendo muy claramente, ¡fueron uno en “sentimiento, alma y espíritu”!
Una vida sirvió a la otra, porque esta está abierta a ello y ha asimilada esas leyes.
¡Yo aún no he llegado a ese punto, para eso primero tienes que actuar como un loco!
Las maletas están hechas en un suspiro y ahora: al castillo de Mohamed.
Allí pasaremos la noche, quizá nos quedemos unos días, pero después iremos al sultán para encerrarnos por un tiempo y empezar con el desarrollo de René.
Lo que el chico llega a ver es sobrenatural para él.
Mohamed es rico y puede regalarle de lo que sea.
A mí me dice:
—Estoy contento, Frederik.
Vi la vida de él, allí vivirá usted milagros.
Cuando esta gente toca una ley, de inmediato recaen en las formas de “usted” y “su”.
Siempre me vuelve a parecer extraño.
Cuando hablan de la vida y posesión de terceros siempre se asoma esa deferencia y te entra un sentimiento pleno, porque te hace bien que esos tesoros divinos empiecen a tener conciencia humana y representen el alma y el espíritu.
Entonces te liberas de pronto de ti mismo y te encuentras ante la gigantesca conciencia en la que viven estos orientales.
Eso ya también le llamó la atención a René, y le parece necesario.
Ahora no puedes agarrar un bastón para sacar a palos la luz de la vida.
‘Manos a la obra con esto, Karel’, pensé, ‘no te lo vas a creer, pero más adelante te llevaré un maestro a casa, un nuevo nacimiento, un “Alado”’.
¿Sabes, mi estimado Hans, lo profunda que es alma humana?
¿Qué sabes tú de eso?
Cada día se te hace más difícil.
Pero es que entonces un alma humana de ese tipo no tenía valor.
Ahora es universal...
¡En lo que convierten (convertís) su vida son tinieblas!
Pero, vamos, adelante, René te enseñará las leyes, y ¡entonces estarás a su pies!
René no se cansa de mirar todo.
Egipto lo seduce profundamente.
Todo lo procesa en silencio.
La maestría en su vida está en la superficie de esta vida y se manifestará luego por su propia cuenta, porque esta vida la dirige una mano infalible.
En él no verás soberbia, nos sigue como un niño feliz y es uno con Mohamed.
En su precioso coche vamos de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, y disfrutamos de una excursión a lo largo de la antigua cultura del mundo.
Pieles negras y morenas lo van saludando, y regala a esas vidas parte de su abundancia occidental, que ahora está volviendo a nacer.
Vas viendo —ya lo dije— cómo cambia a cada hora que pasa.
Por medio de este loco poseemos una preciosa vida..., que se disculpa cuando piensa: ‘No estoy seguro, ¿pueden (podéis) ayudarme?’. Una sencillez cuyas leyes Mohamed desconoce.
Cuando accedemos al palacio de Mohamed —sus sirvientes ya sabían que estábamos por llegar— y René ve y tiene que aceptar que aquí se entiende y siente que él es un ser humano al que se respeta, se le arrasan los ojos en lágrimas.
“¿A qué debo esto?”, se le escapa, pero Mohamed lo tranquiliza, poniéndole su estrecha mano en los hombros.
“En esta riqueza se descansa de maravilla”, vuelve a salir de la boca de este chico holandés, en quien han desaparecido el idioma y el entorno de la propia raza (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) como nieve bajo un intenso sol.
Mientras tanto hemos ido a nuestras estancias.
René permanece cerca de mí, nos separa una tela.
Mohamed nos mandará aviso cuando espere vernos.
El chico de Erica y Karel me habla como si nos hubiéramos ido de casa hace diez años: tan alejado está ya de su vida el viejo paisaje, tan profundamente se hundió la conciencia de allí en esta otra, en esta nueva vida, que ahora se ha convertido en una fuerte personalidad.
Cuando llega la hora en que nos reuniremos con Mohamed a René se le remueve el interior, como si sintiera que su vida está siendo tocada.
¡Mohamed está activo!
René experimenta su atmósfera espiritual, y todas sus fuerzas y leyes.
Vivimos cómo se queda dormida el alma de esta vida.
Estamos sentados —algunos sumos sacerdotes, Mohamed y yo— alrededor de esta vida.
René se acostó sobre un lecho de reposo y pronto se quedó dormido.
Quien lo vea echado allí pensará que está sumido en un sueño normal.
¿Qué hizo Mohamed?
¡Nada!
Es su influencia la que llega a dividir el alma de la materia, el espíritu de la personalidad.
Todo va como por sí solo, ¡la vida de René está lista para ello!
Siento curiosidad por lo que llegaré a oír ahora.
Su vida ha sido levemente sondeada.
Su vida ha sido separada sin florituras de las cadenas materiales; el alma puede ir a donde esta misma quiera, lo cual ahora sucede por orden de un maestro ducho en las leyes ocultas.
No decimos palabra, durante un cuarto de hora esperamos una señal que Mohamed quiere ver antes de empezar.
A mí me dice:
—Frederik, ¿ve usted que esta sensibilidad puede conectarnos con el espacio?
Enseguida recibirá las pruebas correspondientes.
En la habitación en la que estamos huelo ahora un delicioso aroma de hierbas; nosotros diríamos: de incienso, pero estas hierbas tienen su propio carácter.
Me dicen que estas se han usado en los templos de Ra, Re e Isis, y que él conoce su fórmula.
Estamos sentados envueltos en seda, entre las esculturas y el arte de un soberano espiritual, que Hans no ha visto en su vida a pesar de su entorno opulento.
Pero entonces los labios murmuran algo y está lista la vida interior de René para explicarnos las leyes de la vida interior y universal.
Recibe una respuesta inmediata cuando Mohama pregunta:
—¿Me oye usted?

Y ahora oímos como se formulan preguntas y respuestas.
—¿Es usted consciente de mi palabra?
—Sí —llega...
—¿Me ve usted?
—Sí.
Al comienzo Mohamed hace las preguntas en inglés..., pero un poco más tarde pasa a un idioma que no entiendo, probablemente idioma del templo.
Después de algunas preguntas oigo lo que significa esto.
Mohamed dice:
—Frederik, este es Rachi-Hadju en persona.
El Antiguo Egipto está presente, ahora me adentro en su mundo para hacer consciente esta vida, el pasado.
Hasta luego, no queremos que se nos moleste en nada, ¡no se olviden!
Ahora vivimos —los demás conmigo— que dos personas se duermen y que siguen así.
Este proceso dura dos horas y media.
Sigo despierto, y comprendo que aquí se están viviendo leyes enormes.
Su irradiación me viene de frente y me eleva en esa experiencia incomprensible.
De pronto oigo que Mohamed me dice:
—Frederik, ahora estamos entre la vida y la muerte.
Vemos en este espacio, y René está libre de sus sistemas materiales.
Ahora nos trasladaremos.
Enseguida me volverá a oír y me podrá hacer usted algunas preguntas.
Vuelve a pasar un cuarto de hora.
Entonces oímos:
—¿En dónde piensa usted que estamos?
—Ni idea.
—Nos hemos elevado por encima de la superficie terrestre.
Ahora vemos la tierra como un círculo, tal como ustedes ven la luna.
Empiezo a sentir las leyes por las que vivimos este milagro; también nosotros recibimos ahora la inspiración espiritual que nos llega hasta aquí directamente desde los mundos existenciales superiores.
Ahora, Frederik, a nosotros se nos abre cualquier ley creada por Dios.
Allí usted ya estaría en condiciones de hacer preguntas.
Pero de lo que se trata para nosotros es el despertar de René para esta conciencia interior.
Lo que él percibe aquí lo poseerá allí luego, a saber: para el yo de la conciencia diurna, para que su vida quede a salvaguarda de cualquier ataque en este terreno.
Si usted siente esto, entonces su vida comprende que lo abriremos.
—¿Quiere algunas pruebas, Frederik? Hágale entonces sus preguntas.
De inmediato pregunté:
—¿Me oye, René?
Mohamed dice:

—No diga su nombre, Frederik, así trastornará su vida.
Así despierta su vida y eso no debe ser.
—Lo he dicho mal... —Envío a la vida de René—: repetiré la pregunta.
¿Me oye ahora?
¿Oye que le estoy hablando?
Y llega:

—¿Qué quiere saber?
—¿Hay una muerte?
—¡No!
—Así que hay vida que dura eternamente.
—¡Sí!
—¿Sabe usted quién soy?
—¡Lo sé!
—¿Sabe de dónde venimos?
—¡Lo sé!
—¿Es usted allí capaz de conocer al Dios de todo lo que vive?
—¡Lo conozco!
—¿Quiere usted que nos quedemos aquí?
—¡No! Regresaremos
—¿Conoce usted también sus propios fenómenos de locura?
—¡Los conozco todos!
—¿Sin distinción?
—¡Así es!
—¿Qué tengo que hacer para la vida de usted?
—Nada. Aguarde, luego le diré cómo actuar.
—¿También para el regreso?
—Para todo: para su vida y la mía.
—¿Conoce las personalidades con las que trata ahora?
—¿Se refiere a Erica, a Karel y Anna, a Hans, a Elsje?
—Exacto, ¿así que allí también es usted consciente de esas vidas?
—¡Sin duda que lo soy!
—Entonces ¿podríamos estar jubilosos?
—¡Podrían estar agradecido a Él por todas estas gracias!
—¿Puede decirme usted algo sobre el Antiguo Testamento?
—¡Más tarde!
—¿Estuvo Cristo en la tierra?
—¡Sí!
—¿Así que Su vida y pasión no son leyendas tal como dicen algunos?
—¡No, no, no!
—¿Sabe usted por qué se durmieron los apóstoles?
—¡Sí!
—En vidas anteriores ¿estuvo usted en templos?
—¡Igual que usted, que Anna y Elsje!
Ahora veo donde está... ¡Marja!
—¡No me diga!
—¿No me cree?
Escriba algo, se lo leeré en voz alta.
Escribí: “Entonces ¿dónde está?”.
Y sus labios dieron la respuesta:
—¿Desea usted saber dónde está ella?
La veo, pero eso me lo guardo para mí mismo.
Cuando sea la hora conocerá usted mi amor.
Créame en todo, por muy extraño que pueda ser para la vida de usted, o hará añicos este contacto para usted mismo.
¡No consiento la incredulidad!
¿Cree en mí?
—¡En todo!
—Reténgalo para su propia vida.
No permita que se manifieste otra conciencia entre usted y yo, o me perderá.
¡Ahora, hermano mío, soy “alma y espíritu”!
¡Estoy en todas Sus leyes!
¡Esa es la universidad de usted!
También la mía.
Usted ofrecerá a su facultad una personalidad.
¡Más adelante empezaremos!
—Entonces me quedará tranquilamente esperando; estoy satisfecho.
—¡Gracias!
Seguimos sentados diez minutos, pero entonces ambas vidas despiertan.
Mohamed el primero, después sigue René.
No se le nota nada, pero cuando me mira mi vida está iluminada apasionadamente, el corazón desbocado me late en la garganta de felicidad y alegría por todos estos poderosos sucesos, que la humanidad entera está buscando.
Me postro ante René y quisiera besarle los pies.
Pero entonces dice:
—¡No vuelvas a hacer eso jamás, Frederik!
Habrá otros que tendrán que hacerlo, pero usted, no; usted está abierto para mí, usted está junto a mí, dentro de mí y alrededor de mí como el edificio en el que vivo.
Nos vamos a dormir.
Los siguientes catorce días se destinan a abrir la vida de distintas maneras a lo material.
René se duerme cada noche.
Transcurridas tres semanas ha llegado al punto en que es capaz de responder a las preguntas durante el día, pero según las leyes.
Después nos ponemos en marcha hacia los sumos sacerdotes, al harén de Erica.
Lo que recibe René allí es asombroso.
Vivimos servicios religiosos, igual que los que se vivían en el Antiguo Egipto.
Tengo la ocurrencia de hacer que se duerma en cuanto sea necesario.
Se está trabajando en mí y en él.
Pero René me aclarará esta leyes más tarde, porque eso no es posible ahora.
Aquí los maestros aceptan su maestría.
René está rodeado de nobleza espiritual, las damas del harén de Erica son ahora sus discípulas, sus adeptas; ¡desde arriba hasta abajo hay un sagrado respeto por este maestro!
René es consagrado como sumo sacerdote, lo más elevado para su vida y para la mía, como para cualquiera que entre en contacto con su alma y espíritu.
Entonces los sumos sacerdotes le harán preguntas y todas tendrán que recibir una respuesta.
Ahora tendrá que demostrar si se eleva por encima de todos esos grandes, ¡si es o no un nuevo Alado!
Para eso estamos preparándonos.
Pero eso lo hacemos dando una vuelta a caballo, observando todo este esplendor natural, hablando con los sacerdotes y las sacerdotisas, siendo uno con Oriente, también con Occidente, porque escribe cartas a papá, mamá y Anna.
¡Entonces recibirá por el sumo sacerdote el símbolo de su dignidad, la flor de Loto...!
Entretanto han pasado dos semanas.
La sabiduría tiene que despertar en él, él tiene que decir: “Que empiecen los preparativos, estoy listo”.
Una mañana, al despertar, me dice:
—Frederik, he llegado.
¿Sientes mi felicidad?
—La siento, mi pequeño René.
—¡Vuelve a decir eso, Frederik!
—Luego, cuando hayas terminado, cuando lleves en el bolsillo las leyes para la vida y la muerte, te lo repetiré encantado mil veces, si hace falta.
Y entonces nos sentamos juntos en un círculo.
Cuento setenta y cinco cabezas, entre las cuales cuarenta y siete hombres como sacerdotes; el resto son sacerdotisas.
René yace sobre una especie de cruz de madera, envuelto en una preciosa túnica: un regalo de Mohamed que para él tiene más valor que el florín y cuarenta céntimos en que lo valoró Erica cuando por medio de su raquítica conciencia vendió su primera túnica.
En el día de boda de Elsje a él le preguntaron porque no se ponía su túnica.
La respuesta fue:
—Cuando haya llegado el momento, ¡antes, no!
Y ¡esta es la hora!
¡Este es el segundo!
Cuando lo vi y me sonrojé de felicidad, dijo:
—Ahora sí que ha llegado la hora, Frederik, de llevar semejante vestidura.
¿Me queda bien?
Y allí está ahora.
Todavía sigue despierto, todavía su conciencia puede oír y ver, pero enseguida esta irá volando hacia el espacio de Dios para responder las preguntas que se formulan.
De Mohamed sé que ahora se piensa ir por medio de Buda, a través de los más grandes, a la vida nueva, para constatar que se trata de un maestro cósmico.
Para que aquí haya aceptación, tendrá que ser capaz de explicar y analizar las leyes para el espacio divino, para el hombre, los animales, las flores y las plantas.
También habrá de ser capaz de llevar el universo al hombre; a todos tendrá que poder dar una respuesta definitiva y demostrar así que es un consciente.
Pienso: ‘Dios mío, ¿a dónde me conduce esto?’.
El estado en el que vive está tan avanzado que las fuerzas de Showúa y de Mohamed llegan a la unión.
Suena música sagrada.
Se han encendido deliciosas hierbas.
Un tenue vaho rojo, con algo de azul traslúcido, y luminiscente, da a este espacio una máscara fantástica.
Aquí reina lo sagrado.
Las mujeres están postradas junto a los sacerdotes.
Yo en medio de ellos.
Concluidos los preparativos, dados los primeros pasos de todos para un buen recibimiento, se cierran los ojos de René.
Tomamos asiento en cojines mullidos y seguimos las fuerzas que nos entran.
Ya no soy un ser humano material: ahora planeo y vivo entre el cielo y la tierra, entre la vida y la muerte.
Todavía pasa un cierto tiempo, entonces oigo que una voz pregunta:
—¿Dónde está usted?
Enseguida llega:

—Mi alma se ha desdoblado del cuerpo, me he hecho uno con las leyes para la vida y la muerte.
—¿Cree usted en el renacer?
—¡Yo lo soy!
—¿Cree usted en el regreso del alma?
—¡Yo lo soy!
—¿Ve usted a través de las tinieblas y la luz?
—Veo en ellas.
—¿A dónde desea ir?
—¡A donde usted me ordene!
—¡Vea entonces si Él está con nosotros!
—¡Él está con usted!
—¿Quiere regresar usted al comienzo de esta Creación?
—¡Estoy en ella!
—¿Qué ve usted?
—¡Nada, vivo en unas tinieblas que no son oscuras!
—Pureza.
¡Continúe millones de años más!
—¡Veo como despiertan las nebulosas!
—¿Después qué ve?
—Un universo iluminado que se ha hecho denso.
—Puro. Y ¿qué ocurre después?
—La división de la personalidad divina.
—Y de allí surgió ¿qué cosa?
—Vida nueva, el universo en el que estamos.
—¿Puede seguirlo usted?
—Deme mil años de vida material y le explicaré las leyes.
—Claro. Es imposible empezar con eso, usted da respuestas magistrales, lo comprendemos.
¿Conoce usted las leyes para el alma y el espíritu?
—Sí, para el hombre, los animales y las plantas, para las flores y el agua, para todos los espacios vitales de Dios.
—¿Podría decir usted de sí mismo que no es un “omnisciente” en nuestro mundo?
—Desde luego que puede decir eso de mí mismo.
—¿Porque sabe?
—¡Que también esa animación me llegará a mí!
—¿Puede continuar usted?
—Continúe tranquilamente; esperaré.
—¿Sabe usted si podemos alcanzar su altura?
—¡Usted, sin duda, pero después de esto!
—Después de esta vida.
—Así es como tiene que verlo.
—¿Ve usted las leyes del universo?
—Soy uno con la paternidad y la maternidad de aquí.
—Dígame: ¿fuimos primero plantas, después animales y solo después seres humanos?
—¡Fue usted primero ser humano, después animal y entonces planta!
—Esto es algo nuevo para nosotros, ¿lo sabe?
—Yo voy más lejos y profundo para sus vidas.
—¿Su palabra es ley?
—Sí, siempre, para cualquier grado de vida, como espacio, luz, vida, para la paternidad y la maternidad, el renacer, nueva vida, enfermedad, salud, locura... todas las leyes para eso, justicia...
¡En eso soy un omnisciente!
—¡Lo aceptamos a usted!
¿Tiene algo más que decir?
René lo lleva ahora a miles de leyes.
Habla de tiempos de densificación en el espacio, sobre el nacimiento del niño en la madre, y añade:
—Si quiere vivir estos milagros, ¡siga entonces el amor!
¿Por qué no se casa?
¡Podría explicarle así que está viviendo como un parásito!
¿Le asusto?
¿Por qué tienen que dar a la luz otras madres, una y otra vez, sin que usted se dé?
Cásese, busque una unión, sea ¡una en todo!
Dese por completo y dé una nueva posesión material a la existencia entre la vida y la muerte.
¿No ve usted, no sabe usted, que hay miles de almas esperando un cuerpo orgánico?
¿No le han demostrado los síntomas que ella misma se destruyó?
¿No conoce usted los grados de demencia por los que constatamos que estas almas deformaron el tejido material?
Quien asesina no tiene más remedio que regresar a la tierra, pero quien viva como un parásito se coloca al margen de la creación de Dios y pierde la posibilidad de continuar.
Debido a que Dios es un Padre de amor usted recibirá un nuevo cuerpo.
¿Quiere volver a nacer? Encárguese entonces de este regreso universal.
¿Siente lo que veo?
Así es como ya obtengo respuestas para las preguntas que planteé hace tiempo.
Cuando el pequeño René luego entre más en esta materia, estas máscaras caerán y se explicarán las leyes.
Ay, Dios mío, qué feliz soy.
El sumo sacerdote entra más en detalle y hace sus preguntas cósmicas.
Nuestro muchacho las contesta infaliblemente, son incapaces de encontrar la más mínima fisura.
La ronda de preguntas dura dos horas.
Van volando de Buda a Sócrates, tampoco se olvidan del santo Ramakrishna, se tocan y se tantean la vida y la muerte, y también esas máscaras caen.
El infierno y diablo caen.
¡Llegamos a conocer a Dios como no lo habíamos conocido nunca antes!
Después se despierta René, por sus propias fuerzas.
Cuando recupera la conciencia, ¡recibe la flor de Loto!
Rebosante de alegría y amor aprieta el símbolo contra el corazón y lo besa.
Sus ojos son como esferas de luz, pero entonces su ser regresa a la propia existencia y cambia por entero.
Ahora hay fiesta.
Nos agasajan, las sacerdotisas nos traen ricuras.
Nos entregamos a todas estas exquisiteces y nos vamos.
Cuando estamos solos dice:
—¿Sabes, Frederik, dónde estuve?
—¿Dónde, pues, René?
—¡En casa...!
Vi a mamá y papá, a Anna, Elsje y Hans.
Podría contarte muchas cosas sobre sus vidas, pero eso será más tarde.
Soy feliz, nuestra vida va a comenzar.
¡Esta humanidad llegará a ver y vivir nuestros talentos y mi conciencia como un mensaje divino!
Pero aún no he llegado.
Es ahora cuando los maestros me tienen que dar un tratamiento.
Dormimos.
Y bien que dormimos.
Cuando nos despertamos por la mañana lo primero que hacemos es tomar un baño, comemos y bebemos algo, montamos a caballo.
Tenemos el día entero para nosotros.
Transcurren dos semanas.
Entonces vuelve a sentirse preparado para las siguientes sesiones.
Ambos grandes maestros descienden ahora en su vida.
Ahora es despertado el subconsciente.
Para lo que otros necesitan mil años para alcanzarlo, ellos lo hacen en unas horas, porque posee el grado consciente.
Esto es necesario para él, si luego quiere mirar dentro de esa profundidad y explicar las leyes correspondientes.
Llegamos a la unidad con esa vida: un grado de sueño del que ellos conocen las leyes.
Ahora son capaces de quedarse dormidos debajo del suelo, pero esas artes están aún lejos de nosotros, dado que esto ahoga el desarrollo espiritual.
Este camino, Frederik, ya lo seguíamos en el Antiguo Egipto.
Solo algunos lo conocen.
Rachi-Hadju y René, que representan una sola vida, conocen estas vidas.
El primero es un sacerdote nato.
Esta vida recibió sus primeras enseñanzas en los templos de Ra, Re e Isis.
¡En esta vida reorienta las balizas divinas hacia Occidente!
¡Así que somos uno en todo!
Que la suerte le acompañe; que la suerte nos acompañe a todos; obedeceremos sus leyes, ¡aquí habrá cambios!
Desde hace tres meses que estamos de viaje.
Seguimos en compañía de Hamed, acaba de experimentar las últimas fases de su desarrollo.
Se le acepta en todo, a todo dio la respuesta universal, ¡no hay otra respuesta!
Estoy rebosante de felicidad.
Pero el día de la partida se ha fijado.
Viajamos a Italia, Budapest, Viena y Berlín.
Tenemos que añadir semanas enteras para que René se pueda recuperar.
Los sacerdotes quieren que regresemos a Holanda completamente seguros de nosotros mismos.
Así tendré tiempo por el camino de tomar apuntes para nuestro cuaderno de bitácora y completar aquello que ya anoté.
Se me concedió vivir milagros.
Tengo que recibir las explicaciones del propio René.
Desconozco lo que ocurrió entre la vida y la muerte.
No he podido seguir esas leyes ni tampoco entiendo de ellas, pero espero que me enseñen muchas cosas, ¡gracias a René!
A lo lejos vemos que nuestros queridos amigos se van haciendo cada vez más pequeños.
Mohamed nos lleva a la estación de trenes más cercana, donde tomamos el Orient Express para seguir.
La despedida resulta difícil, pero esa gente sabe cómo encajarla.
El chico se reconforta con toda la belleza que ve.
Karel, a tu hijo le ha ocurrido un empuje natural; lo que a los grandes se concedió que vivieran y recibieran, ¡ahora es arte espiritual!
Dice que cuando lleguemos a casa no debo preocuparme; se sintonizará con ello y no le notarán nada..., al menos, no esto: pero lo que es oír, eso sí que lo podrán hacer.
En Budapest vivimos el arte, también en Viena.
Presta plena atención a esta ciudad, el fabuloso museo le parece elocuente.

—¿Puedes creerte, Frederik, que la gente a veces está contemplando creaciones que hicieron en vidas anteriores?
Cómo estamos avanzando, ¿verdad?
Rubens y Van Dyck, los fabulosos italianos; Dios mío —dice—, la de cosas que recibió esta humanidad.
¿Para qué vivimos?
¡Nosotros, Frederik, aportamos conciencia!
Mis cuadros, eso ya lo verás, son de orden secundario, Frederik, ¡se trata de la palabra!
Disfrutamos de las óperas.
Se sumerge por completo en su propio mundo durante el juego de canto y amor.
Sientes como disfruta por dentro; vale la pena estar a su lado y seguirlo en todo.
Cuántas cosas tiene esta vida para dar.
El día después, cuando vamos mirando todas esas cosas tan bonitas en las calles de Viena, entra un momento a una tienda para comprar una cruz de perlas, con colgante.
No sé para qué, pero de eso ya me enteraré más tarde.
No quiero preguntarle todo; apenas soy capaz de procesar lo que ya me da.
Entonces nos vamos a Berlín.
Nos quedamos una semana.
Nuestros amigos lo adoran, la joven vida se manifiesta, pero no entra al trapo con nadie.
Cuando oyes las cosas que a veces quiere decir te encuentras ante un catedrático de psicología como jamás lo hubo antes, ¡un milagro mundial!
Te irradia la serenidad de su vida y eso muchos lo perciben.
Además, ¡ahora es un chico guapo!
Unos días más tarde dice:
—Frederik, ya estoy, nos vamos a casa.
He vencido Oriente.
Supuso muchísimo esfuerzo, pero ya estoy (—añade).
Las cartas ya están de camino, allí ya saben cuándo llegaremos.
Da mucho a los pobres de Berlín, en realidad se le cae de los bolsillos.
Lo han agasajado, lo ven como un soberano espiritual allí en el Oriente loco, donde la gente está tan abierta para los beneficios espirituales, a los que entregan absolutamente todo.
Es posible emocionarte con eso.
Es como un niño y a la vez como un viejo; pero solo ahora se manifestará eso a Karel, Erica, Hans y Anna.
Elsje siempre recibirá lo más hermoso de la vida de él.
Todavía no sé por qué, pero seguramente que estará bien, como todo.
Simplemente estoy que no puedo de impaciencia.
Lo nota, porque nos conocemos muy bien.
Paseo a su lado, como padre espiritual suyo.
Nuestras almas son una, pero deseo la palabra.
Tengo muchísimas cosas que preguntarle.
¡Es una poderosa sabiduría vital!
Pienso: ‘Oh, Satanás, ¡ahora tienes un adversario!
El Occidente circense despertará por medio de esta vida.
Ya basta de chupar la gente hasta dejarla vacía para Cristo y de llevarla al matadero.
Ahora empezarán a pensar.
Oímos la señal de partida, con mucho esfuerzo el Europa Central nos lleva a casa.
Estamos echados en nuestro coche cama, pienso en todo lo que se me concedió vivir y recibir.
Las cosas van bien, las máscaras se caen y el ser humano aprende a verse de otra manera y empezará a valorar la otra vida.
Determina la velocidad por el tono del pitido y llega a la unión con la lluvia, el viento y la velocidad.
¡Y es capaz de hacerlo porque su vida ha despertado!
¡A mí aún me falta!
Cierro los ojos, porque quiero llegar fresco.
¡Este breve viaje ha durado siglos!
Pero lo más probable es que sea el último.
Sigo siendo un ser humano, no preveo las cosas, pero presiento muchas cosas, y eso se desarrolla por sí mismo, tal como él también puede aceptar.
Y de nuevo puedo decir...
Frederik, tus cartitas vacías reciben un matasellos, entrégalas sin problema.
De verdad que no te van a echar con viento fresco.
Pero ¿qué felicidad veo? ¿Es felicidad significativa?
Así lo creo, porque se me concedió llegar a conocer esa seguridad.
Desde lejos me preparo para la siguiente escena; creo que voy a tomar clases universitarias.
Mi señor catedrático está durmiendo allí y al mismo tiempo está despierto, porque el alma jamás duerme; siempre, eternamente, puede verse vida, empuje, evolución natural, ¡en la que participamos!