La mentalidad de los pueblos

En los siglos que fueron pasando, el individuo evolucionó, asimiló conciencia, se fue formando su carácter y en eso se podía reconocer su personalidad.
Se enfrentaba con luchar y vencer todos sus rasgos equivocados, lo que significa una lucha a vida o muerte.
Dios le dio todo al ser humano, pero este, Su hijo, tuvo que asimilar Sus leyes para despertar espiritualmente.
Una y otra vez, el ser humano estaba ante su edificación material y espiritual, la victoria sobre sí mismo.
Por fin destruyó lo inferior en su interior y su yo mejor evolucionó.
Este proceso le tomó millones de años al individuo, entonces entró en el mundo astral y adquirió un lugar que indicaba su sintonización interior.
En el mundo astral continuó desarrollándose para elevarse.
También la masa ha tenido que recorrer ese camino.
Los pueblos de la tierra evolucionaron y, viviendo una guerra tras otra, asimilaron conciencia.
Cuando los pueblos hubieron alcanzado ese punto, se manifestó la personalidad, y por ella se podía constatar qué sintonización había alcanzado un pueblo.
Hace muchos siglos, los pueblos seguían viviendo en un caos, pasaban de todo y vivían a la buena de Dios.
Cuando llegaron allí los profetas a la tierra y la humanidad recibió una fe, aquella cambió.
Llegó a haber más carácter, lo que permitió constatar qué pueblos pertenecían a Israel (la Casa de Israel, a la que pertenece cualquiera que crea en un solo Dios y que ame todo lo que vive).
Conforme fueron pasando los siglos, los pueblos asimilaron más conciencia.
Algunos pueblos se perfilaban de manera más positiva que otros, pero aun así, ni uno se elevaba por encima del estado animal y la sintonización vital en comparación con el otro lado.
Todavía no se podía hablar de conciencia espiritual.
Los pueblos todavía tenían que asimilar ese grado más elevado.
Algún individuo quiso desprenderse del grado animal, se separó de la masa para comenzar una vida más elevada.
Vivía su lucha muy dentro de sí mismo.
Se fue haciendo más sabio y consciente por el sufrimiento, el hambre y la miseria.
Con la masa era distinto, solo podía aprender y despertar por medio de una guerra.
Su azote obligó a los pueblos a cambiar su carácter, y en millones de años alcanzaron una cierta altura.
Ahora, cada pueblo tiene un carácter propio, y esto también constata su sintonización espiritual para el mundo astral, como es el caso con los individuos.
Y como los individuos, también a la masa hay que aceptarla y tratarla conforme a su sintonización espiritual.
¡A Napoleón le tocó experimentarlo!
Cuando quiso unificar los pueblos, se encontró ante su grado de vida animal.
Si Napoleón hubiera podido percibir esta mentalidad, habría sabido que los pueblos todavía no estaban listos para esa unión.
Ninguno de esos pueblos, vistos como personalidades, era alcanzable todavía para esos pensamientos más elevados.
Pero Napoleón creía que sí que podría lograr esa unión, y esto hizo que viviera su propia perdición.
No supo sondar la sintonización de los pueblos, y de la misma manera, un pueblo tampoco sabe hacerlo con otro.
Para poder constatar la sintonización vital del individuo y de la masa de cara a nuestro mundo, hace falta haber abandonado la vida terrenal y poseer la conciencia más elevada.
Napoleón quería lograr la unificación de los pueblos, que no hacían otra cosa que mentirse y engañarse y que cerraban unos tratados formales que un día más tarde ya carecían de valor, en pocas palabras: actuaban conforme a su grado de vida animal.
En el otro lado, se sabía cuál tenía que ser el resultado de que se inmiscuyera así, y también cuál era el momento oportuno para llevar a cabo la unión material y espiritual aspirada.
Ningún pueblo comprendía algo de su propia sintonización vital o podía decir: “Pertenezco a (la Casa de) Israel”.
Los caracteres de los pueblos eran demasiado dispersos, su verdadera personalidad seguía estando perdida, esta todavía tenía que manifestarse con más nitidez.
Ni siquiera en la guerra de 1914-1918 se podía constatar qué carácter tenía un pueblo y cómo iba a reaccionar esta personalidad.
Los pueblos seguían escondiéndose unos de otros, se ponían máscaras, por lo que no sabían unos de otros qué se tramaba detrás de estas.
Pero llegará el tiempo, y será muy pronto, en que cada pueblo tendrá que mostrar su propia cara y tendrá que poner las cartas sobre la mesa.
La Biblia ya hablaba de eso, pero las profecías seguían sin comprenderse.
Qué cerca están los años 1914-1918, y aun así, tampoco entonces fue posible constatar el yo verdadero de los pueblos, porque se escondían escrupulosamente unos de otros, disimulaban su yo verdadero.
No había todavía ni un solo pueblo que se conocía a sí mismo.
Los pueblos vivían por encima de sus posibilidades, unos se daban más ínfulas que otros, y escondían su instinto depredador detrás de la máscara que se ponían.
La gente no pensaba en nada, nada más que en agrandar su fuerza y poder.
Pero los pueblos tendrían que pagar caro esta glotonería.
Llegaría el día en que se verían ante su propio yo.
No fue en vano que Dios envió a Su Hijo a la tierra, a la humanidad, para enseñarle qué implicaba vivir según Su voluntad y ley.
Los pueblos tendrán que deponer la mentira y el engaño, el odio y la sed de poder, la pasión y la violencia, todas estas cosas bajas y viles.
El Gólgota los obliga a hacerlo.
Ya lo ven: para esto vino Cristo a la tierra.
En los siglos que fueron pasando, los pueblos depusieron los rasgos preanimales y animales.
Muchos de ellos, pero todavía no todos, se desprendieron del grado animal y ahora pueden decir que su sintonización es basta material.
Cuando Napoleón quiso unificar los pueblos europeos, estos se encontraban —como ya se dijo— en la sintonización vital animal.
Todavía tenía que despertar la percepción espiritual, la condición para una vida más elevada.
La humanidad no la poseería sino cientos de años después, por lo que Napoleón se estrelló.
Aun así, su lucha dio sus frutos, y estos se lograron por la presión de los maestros.
Napoleón trajo a los pueblos el sentimiento de la unión, dando así el primer empujón a la concienciación más elevada de Europa.
Solo más adelanta podría la humanidad hacer pasar a ella.
Una batalla tremenda, que abarcaría continentes enteros, los llevaría a esta unión.
No obstante, todavía tenían que llegar los inventos necesarios para esto.
¡Llegarían a la tierra!
Por tanto, la intuición de Napoleón no iba más allá de lo que los pueblos poseyeran en cuanto a fuerza y conciencia propias.
Este soberano no podía elevarse más, no podía alcanzar más, la conciencia de los pueblos le impuso el alto.
Si los pueblos hubieran podido ver dentro de nuestra vida y constatar allí las leyes vigentes y aceptarlas... le aseguro que se habrían unido.
Pero el ser humano se niega a inclinar la cabeza, ya ni siquiera acepta las palabras de Cristo, no le da la gana aceptar o respetar la vida y las leyes de Dios, y no se tropieza una, sino mil veces con la misma piedra.
¿Es extraño entonces que tengan que manifestarse otras leyes para obligar a este carácter rebelde?
Y estas son ineludibles, lo exige la evolución de la humanidad.
Así puede ocurrir que a la masa solo se le puede forzar a arrodillarse a gran escala y se dará por vencida por medio de una guerra con sus horrores.
Se va acerando el año 1914.
Hace un rato ya les esbocé cómo era la mentalidad de los pueblos por esta época.
Todas estas personalidades europeas como pueblos seguían viviendo en la tierra del odio o en un estado tenebroso, nombres para grados de conciencia que llegamos a conocer en nuestro lado.
¡En los pueblos, los rasgos de carácter espirituales siguen siendo inconscientes!
La voluntad de hacer el bien y de vivir en armonía con otros pueblos sigue dormida.
El año 1914 arranca la máscara a los pueblos.
Muchos se muestran como animales salvajes.
Después de 1918, se vuelven a poner las máscaras, pero mientras tanto los pueblos habían llegado a conocerse en varios aspectos.
Se sabía ahora de qué iban los otros, con qué pueblo se podía contar.
¡La guerra de 1914-1918 no tenía que haber traído más cosas para los maestros de este lado!
Entonces se acerca el año 1939.
Una nueva lucha está tocando a la puerta.
¿Qué mentalidad tienen los pueblos ahora?
¿Qué pueblos pertenecen a (la Casa de) Israel, cuáles a los paganos?
¿Dónde vive (la Casa de) Israel?
La futura guerra contestará estas preguntas con mucha más nitidez que la guerra de 1914-1918.
Y desde Europa sucederán cosas grandes.
Quien se sienta ahora al lado de Inglaterra pertenece a (la Casa de) Israel.
Estos pueblos ya no quieren guerra.
Han partido a la guerra muchas veces, particularmente la verdadera tribu de Moisés, y atacaron a otros pueblos.
La meta era elevar a estos a la propia existencia, lo que era necesario para alcanzar la unión consciente, pero es algo, por cierto, que el mundo no pudo comprender nunca, como tampoco ellos mismos.
Ahora, no obstante, ya no quieren guerra para subyugar a otros pueblos, sino que desean vivir con tranquilidad y en paz.
(La Casa de) Israel hace todo para que los pueblos paganos desistan de hacer la guerra.
Para preservar la paz, los hombres de estado de la tribu de Moisés incluso van a la Alemania que un día había sido vencida.
(La Casa de) Israel está dispuesta a inclinar tanto la cabeza, pero no servirá, los pueblos paganos quieren recorrer su propio camino, aunque este los conduzca directamente a una guerra, son enormemente fuertes y son conscientes de su poder.
Mientras que (la Casa de) Israel se inclina hasta tocar el suelo con la cabeza, los paganos estiran el cuello, ¡sienten odio y quieren la destrucción de la Casa de Israel, de Inglaterra!
A los maestros no les parece que haga falta que se inclinen más, porque saben lo que quiere Alemania.
Todo esto deja manifiesto el carácter de (la Casa de) Israel, pero también de Alemania.
Los hijos de (la Casa de) Israel muestran aquello de lo que no son capaces los paganos.
Ya saben inclinar la cabeza y demuestran así que han sacado sus conclusiones de la guerra de 1914-1918.
Ahora se ha demostrado de manera irrefutable: los paganos se enfrentan a los cristianos, el mal lucha contra el bien, el diablo lucha contra Dios, Cristo y los maestros.
Los paganos luchan contra el Gólgota, en que está arrodillada (la Casa de) Israel, y pregunta cómo tienen que actuar.
Los pueblos de (la Casa de) Israel rezan a Dios y le imploran que se les conceda mantener la paz, ¡y en Alemania sale de millones de gargantas el “Sieg Heil” personal!
Alemania muestra su verdadero carácter y ataca Polonia.
Esta conciencia animal ya no se deja domar; se desboca, poseída de odio, pisoteando lo que se le ponga por medio.
Aun así se estrellará, porque el grado espiritual consciente ha sido despertado a sacudidas y levanta un muro de acero.
Hablan ahora los caracteres de los pueblos como no lo habían hecho nunca antes.
Se quitan las máscaras, los pueblos ponen las cartas sobre la mesa —lo que llevará de una vez por todas a la unión.
Ocurriría en el Siglo de Cristo, pero en la tierra la gente se ha olvidado de Cristo, aunque viva en millones de corazones.
Todavía no se conocen las leyes del Gólgota y hay que vivirlas ahora.
Estas obligan a los pueblos a mostrar y hacer reconocer sus rasgos de carácter.
Los obligan a aparecer desnudos ante Dios.
¿Qué pueblos quieren seguir a (la Casa de) Israel?
¿Cuáles quieren servir a la paz y la justicia?
¿Qué pueblos cumplen con las leyes de Dios?
¿Cuáles observan escrupulosamente los Diez Mandamientos?
¿Cuánto han avanzado en el camino espiritual?
Esta guerra exige a los pueblos que contesten estas preguntas.
Exige de ellos que de cara a Dios y Cristo pongan las cartas en la mesa y que aprendan a inclinar la cabeza y perseguir la unión espiritual.
Quien se niega a hacerlo se enfrenta a (la Casa de) Israel —Inglaterra y Estados Unidos y muchos otros pueblos.
Inglaterra y Estados Unidos son los pueblos más poderosos de (la Casa de) Israel y se les ha impuesto la tarea de asegurar el sosiego y la paz en la tierra.
La vida libertina que han vivido hasta ahora los pueblos de la tierra va en contra del Gólgota.
Con (la Casa de) Israel tienen que comenzar con un estado más elevado.
Cada pueblo ha de saber ahora en qué situación se encuentra y en qué aspecto tiene que cambiar.
Hay pueblos que todavía poseen la conciencia animal, viven en las tinieblas y están animalmente sintonizados con el mal.
Pero hay otros que ya ven la luz, que irradia hacia ellos desde un grado de vida más elevado.
Sienten aversión a la violencia, de la fanfarronería y el atavío, detestan las palabras huecas y las tontas miraditas encandiladas, buscan a Cristo, ¡a diferencia de los paganos que se aman a sí mismos!
Estos paganos, llegarán ustedes a conocerlos.
Quieren darles a ustedes todo el bien de la tierra y una felicidad de la que no es capaz ningún otro pueblo.
Pero —gracias a Dios— los pueblos de (la Casa de) Israel podrán ahora mirar a través de este engaño, al ser irradiados por la luminaria divina.
A pesar de ello, intentarán convencerlos, estos paganos, pero ¡las profecías ya los han advertido de ellos y han dicho que mentirán y engañarán como no se ha mentido ni engañado nunca antes!
¿Qué pueblos pertenecen a los grados de conciencia inferiores y cuáles a los más elevados?
¿Qué relevancia tiene que en esta lucha haya pueblos paganos luchando con (la Casa de) Israel y criaturas de la Casa de Israel con los paganos?
¿De dónde saca esta guerra su relevancia cósmica?
La lucha que es la más terrible de todos los tiempos ya no solo toca los pueblos, toca el planeta tierra.
¿Cómo se puede explicar esto, y debido a qué tiene esta guerra esa profundidad?
Y ¿por qué es, algo que pocos de entre ustedes creerán, la última que atormentará a la humanidad?
¡El Siglo de Cristo les traerá la respuesta!