El origen de los infiernos y los cielos

El ser humano que ha completado su ciclo terrenal está ante nuevos mundos, pues Dios ordena que vuelva a Él.
Ha asimilado las leyes materiales, ha vivido las leyes de vida y muerte y ha asimilado así el tercer grado cósmico.
¿A dónde fueron los millones de seres humanos que habían vivido la luna, los planetas de transición y la tierra?
Entraron al mundo astral y experimentaron allí que ya no podían volver a la tierra para la vida material.
En el mundo en que entraron reinaban las tinieblas.
No había ni un rayito de luz que les diera la bienvenida.
Pero... ¿nada de luz?
Pero ¿dónde estaba la luz que los había iluminado?
Esperaron y creyeron que llegaría pronto.
Pero esperaron en vano... se sentían somnolientos, esta gente tenía hambre y sed, y no se comprendían a sí mismos ni su nuevo estado.
Seguramente habían despertado antes de tiempo, aquí todavía era de noche, pronto saldría el sol y se haría de día.
¿Dónde vivían?
¡No lo sabían!
El alma como ser humano percibía que vivía, pero tampoco más.
La personalidad y los sentimientos de este ser humano seguían siendo inconscientes en el mundo nuevo.
Pero despertaría y se haría consciente, empezaría a explorar su entorno extraño y asimilaría, como había ocurrido antes en otros planetas, las leyes de esta existencia astral.
El ser humano empezó a pensar.
Se dio cuenta de que había dormido mucho, del hecho de que no saliera el sol, la luz que siempre lo había iluminado desde las alturas y que había dado crecimiento y florecimiento a la vida en la tierra.
Amaban esa luz, significaba un poder para ellos.
¿Los había abandonado este poder?
Porque ¿qué era lo que les había ocurrido?
Clamaban por ayuda, sus voces habían conservado su sonido, se les contestaba y se buscaban los unos a los otros.
En todas estas personas vivían las mismas preguntas.
¿En qué vivían?
¿Había ocurrido algo en el espacio al margen de lo que ellos supieran?
Empezaron a tener miedo... ¡miedo!
Duró mucho, ahora por fin sí que tenía que hacerse la luz.
Reflexionaban.
¿Dónde estaban mujer e hijos?
Llamaban a gritos a sus seres queridos, pero estos no contestaban.
Ahora recordaban que habían estado enfermos.
Pero entonces tendrían que estar mejor, ¿no?, ¡porque vivían!
Se mezclaron con los demás y descubrieron que en gran parte les eran extraños.
Buscaban sus propios compañeros de tribu y si los encontraban, comentaban con ellos su estado.
Pero tampoco estos conocían la explicación.
Entonces, cansados de pensar y buscar, los hombres y las mujeres mejor se entregaban los unos a los otros.
Tomaban posesión de los cuerpos de los demás y buscaban vivir el ser uno como lo habían conocido hasta entonces.
Había pasión viviendo en su interior, su personalidad deseaba.
Estos seres astrales se sentían como antes, pero ¿ahora qué...? ¿Qué les tocaría vivir ahora?
Su deseo no se disolvía, ¡el acontecimiento no terminaba!
¿Habían perdido su poder?
¿Habían cambiado sus cuerpos?
Su miedo se hizo incluso más grande.
¿Qué era, pues, todo lo que había ocurrido mientras dormían?
Se palpaban los unos a los otros y su extrañeza no hizo más que crecer.
Y todos los seres humanos de aquí vivían lo mismo.
Su espíritu hablaba, exigía, deseaba satisfacción, pero no se daban cuenta de que habían depuesto sus cuerpos materiales.
Y la luz seguía apagada.
¿Tenían que aceptar que el sol hubiera desaparecido del espacio?
¡Preguntas horrendas!
Se desplazan, exploran su entorno, penetran en él cada vez más.
Pero sigue habiendo tinieblas, y su camino no encuentra final.
Este mundo parece ser infinito.
El miedo empieza a dominarlos, gritan por ayuda con desesperación, pero no llega la salvación.
¿Se les acercó durante la noche un animal salvaje e hizo pedazos a mujer e hijo?
Chillan, pero sus alaridos de miedo se pierden en la oscuridad.
Todos esos millones de almas buscan, se desploman de cansancio, vuelven a levantarse y siguen buscando.
Pero con cada paso nuevo aumentan las dificultades, se multiplican los problemas.
Muchos enloquecen.
Así pintan las cosas aquí para las almas, aquí las opciones son desplomarse y disolverse en la locura, o tomar conciencia y adquirir comprensión.
¿Hay entre ellos quienes son fuertes y no pierden la cabeza?
Sí, los hay, y por primera vez toman conciencia de su nuevo estado.
Estos se atreven a ir más allá que los demás, con osadía penetran más en el espacio, que parece infinito.
Entonces de pronto se encuentran ante un gran milagro.
Se sacian de él y vuelven a los demás.
Ahora todo va rápido.
Una fuerza extraña, invisible los devuelve con velocidad de rayo a su propia especie.
Solo tienen que pensar en ellos.
Cuentan del milagro que han descubierto.
“Hemos descubierto a seres humanos”, es lo que dicen.
“Son diferentes de nosotros mismos.
Pero ellos viven en la luz”.
No lo creen, los otros no lo creen.
“Y aun así es la verdad.
Allí hay luz.
Y allí también puedes comer y beber”.
Ahora que oyen todo esto, quieren ir allí, se mueren de sed y las tinieblas los aplastan.
Quieren ver la luz, el milagro de la luz.
Cientos a la vez se ponen en marcha.
Por el camino, los primeros cuentan qué es en realidad lo que han vivido.
Ahora los demás van interrumpiéndolos a cada rato con preguntas.
“¿Acaso nuestra propia vida no es así?
Así también vivíamos nosotros, ¿no?
¿No es la luz de esta gente la nuestra?
¿Se puede ver un destello en el espacio?”.
“Sí”, confirman los demás, “el destello está allí”.
Todo está allí, su mundo de ahora es vacío y negro en comparación.
“¿Entonces las tinieblas de allí son distintas que las nuestras?”.
Sí, también es así.
Pero más adelante podrán convencerse ellos mismos.
Y si acaso allí hubiera tinieblas, no tenían de qué preocuparse.
Solo habría que esperar, la luz vendrá por sí sola.
“Pero entonces sí que es nuestra vida”, se les escapa a los otros.
Es grande su deseo de ver el mundo en el que hay luz.
Ese mundo les pertenece, es el que buscan.
Que si también saben ya qué clase de espacio es este en que han terminado de pronto, les preguntan a sus líderes.
No, tampoco ellos lo conocen.
Pero tal vez lo vayan a saber pronto.
Donde la gente a la que ahora se dirigen por lo menos no hay rastro de esas tinieblas permanentes.
Charlando animadamente, llenos de tensión, continúan su camino.
Entonces de pronto los líderes bajan la velocidad.
“Aquí es”, dicen, “aquí viven esos seres humanos.
Todavía es de noche, pero más adelante saldrá el sol”.
Esperan, y entonces —ay, qué delicia de momento— el sol lanza sus primeros rayos encima del mundo.
Los corazones de esta gente que han carecido de luz tanto tiempo se llenan de alegría.
El ser humano terrenal ha despertado.
Lo siguen todo, los seres astrales.
Palpan a la gente, hay entre ellos a quienes pueden percibir con claridad, a otros los ven solo como sombras.
Esto no lo comprenden bien, pero no se detienen mucho en ello.
Siguen a aquellos que pueden ver mejor.
Ciertamente, son seres humanos que comen y beben y trabajan.
Ahora perciben con más agudeza todavía su propia hambre y sed, y descienden en los seres humanos, impulsados por su deseo de poder saciarse finalmente.
Al hacerse uno con el ser humano terrenal lo logran.
Sí, según descubren: incluso pueden imponerles su voluntad.
Beben, beben mucho, y el ser humano adopta sus deseos y bebe, mientras cree tener una sed insaciable.
¿Acaso han vivido aquí siempre? Es lo que quieren saber ahora los seres astrales.
¿O fue en otra parte?
Continúan siguiendo a los seres humanos terrenales, con la esperanza de recibir así la respuesta a sus preguntas.
No caben en sí de felicidad; ahora están nuevamente vivos, ¡hay luz, calor y hay incluso más!
El hombre astral desciende en el hombre terrenal, la mujer astral en la mujer terrenal, y cuando estos son uno ¡lo viven con ellos!
Así van pasando los días, disfrutan mil alegrías y carecen de la necesidad de volver a los parajes oscuros, silenciosos en que estuvieron durante algún tiempo.
Si el ser humano terrenal va a cazar, el ser astral vive una nueva ley que lo colma de un enorme asombro.
El animal salvaje salta encima de uno de los cazadores y lo mata.
Su alma sale disparada de su cuerpo y entra como personalidad astral en el más allá.
El ser humano astral que se había conectado con el cazador lo observa todo con asombro, sin comprenderlo.
Entonces se apresura donde los demás y les cuenta lo que ha observado.
“A ese hombre lo mataron”, dice, “saltó encima de él un animal salvaje.
Y vi que de ese cuerpo muerto salió un cuerpo nuevo.
Así que ese cazador está muerto y a la vez vive.
¡Y ahora es justo como nosotros!
Así que también nosotros hemos muerto, ¡sí, eso es!
Hemos muerto en la tierra y así todo cambió para nosotros.
Estamos muertos y aun así vivimos —¡exactamente como el cazador!”.
¡Tonterías!
No, eso no pueden creerlo.
Que más vale que tengan cuidado, les aconseja el hombre.
Lo hacen, y entonces tienen que aceptar que decía la verdad.
Así que la muerte no existía, la vida no terminaba.
Cuando morías, llegabas al lugar en que ellos estaban ahora y entonces seguías viviendo —¡y de qué manera!
Aquí no se vivía un solo milagro, sino miles.
Es cierto que todavía no comprendían mucho de eso, pero no les impedía buscar el goce donde pudieran.
Había luz y calor, comida y bebida, había diversión y aventura, y sobre todo había allí el ser uno humano.
Al igual que antes, podían unirse y desfogarse.
Es más, incluso veían que por la conexión que vivían por los dos seres humanos terrenales, les nacían niños.
Y en la tierra ni siquiera sabían que eran ellos quienes los empujaban una y otra vez a los brazos del otro.
Les parecía divertido.
Ya no les gustaría volver allí.
Se estaba mejor allí que en la tierra.
Vivieron entonces varias veces que tenían que soltar a su ser humano material porque este moría.
Entonces eran arrojados fuera de esos cuerpos, pero eso les daba igual.
Entonces optaban por volver a buscar a otro, se conectaban con él y volvían a desfogarse.
Habían alcanzado el punto de que podían dominar al ser humano terrenal en absolutamente todo.
Vivían y experimentaban dentro de su organismo, y mientras que él cumplía con su voluntad y deseos, no sabía nada de su presencia.
Reflexionando sobre esto empezaron a comprender lo asombrosa que era su existencia, y llegaron a analizarla cada vez más profundamente, porque querían saberlo todo al respecto.
Así empezaron a comprender muchas cosas que hasta poco antes seguían siéndoles oscuras, y poco a poco adquirieron otra conciencia.
Si bien es cierto que esta era todavía preanimal, llegaría el día en que se volvería espiritual.
Una y otra vez vivían otra cosa.
Debido a que la personalidad astral se desfogaba a costa del ser humano terrenal, este terminaba por estar poseído.
No podían eludirlo, estos hombres y mujeres, el ser humano astral actuaba de manera tan dominante que acto seguido tenía que venir la demencia.
No había ningún ser humano en este lugar de la tierra libre de la influenciación astral.
Surgió el caos.
El ser astral ya no quería volver a las propias tinieblas, a la existencia astral.
El primer infierno en la vida después de la muerte se vació, cada alma volvía de allí a la tierra.
Entonces la personalidad astral vivió durante siglos seguidos los milagros materiales por medio del ser humano terrenal.
Esto, sin embargo, lo hará despertar, porque es precisamente debido a que toma posesión así del ser humano material que el ser astral toma conciencia.
Cada segundo hay almas nuevas entrando en la vida después de la muerte, y también estas vuelven a la tierra para desfogarse allí.
Ahora se están peleando por el ser humano terrenal.
Al ser astral le va entrando miedo.
Miedo de perder el ser material que hace que le sea posible disfrutar.
Empieza a protegerlo.
Así que al ser humano le ha entrado preocupación, y esto indica un sentimiento más elevado.
Y al instante nacen en él varios sentimientos de los que no sabía nada, de los que no sospechaba que existieran.
Le entra calor, otro calor que el que da el cuerpo.
Este calor le hace sentir ligero y alegre.
Y entra en él solamente por ayudar al ser terrenal.
No puede hacer nada más, vive este milagro.
Este ser humano reflexiona sobre esto y sigue los sentimientos en su interior.
Y al hacerlo también empieza a percibir más profundamente y a comprender la vida terrenal.
Ahora la vida material empieza a hablarle.
Quiere percibir el calor en su interior más intensamente, el ser humano astral, y para lograrlo aumenta su esfuerzo.
¡Está siendo servicial!
Y poco a poco empieza a entrarle amor por el ser humano al que cuida y protege.
Y este sentimiento de amor ya está adquiriendo un grado de relevancia.
A la larga hará que esto cambie su mundo astral.
Una sacudida recorre el ser humano astral.
¿Qué cambio se produce en su interior?
Quiere saber más sobre la vida a su alrededor.
Y los que se han desfogado tanto tiempo hasta que empezaran a tener otros sentimientos, mejores, se unen y empiezan a explorar el mundo.
Van alejándose cada vez más del lugar en que sus semejantes siguen dando rienda suelta a su lujuria.
Por el camino van conociendo nuevos poderes y fuerzas, viven un milagro tras otro.
Cuando quieren avanzar rápidamente, basta con sintonizarse con ello y salen disparados con la velocidad de un rayo.
Pueden subir y bajar, incluso pueden atravesar la tierra si lo quieren, y vuelven a salir de ella por el otro lado.
Y en todas partes descubren a seres humanos.
En el lugar del que partieron se luchaba por un ser terrenal, y aquí vivían masas de ellos.
Así que no eran los únicos seres humanos en el espacio.
Y todos esos cuerpos eran iguales.
La gente también actuaba y sentía de manera igual.
El ser humano astral vuelve a descender en el ser humano terrenal para constatarlo y lo fuerza a ser uno.
Y entonces constata que estos seres humanos terrenales viven el proceso amoroso de la misma manera que en el lugar del que partieron.
No hay diferencia alguna, en nada.
Después de un tiempo comprendieron que volvían a vivir en una infinitud.
Ahora les entró el deseo de llegar a conocer los continuos destellos que percibían en esta infinitud.
Pero antes volvían a sus semejantes y les contaban lo que habían vivido en su largo viaje.
Les aconsejaban continuar ayudando al ser humano terrenal.
Porque sirviendo, decían, les entrarían otros sentimientos.
En su viaje, según dijeron a continuación, habían descubierto un gran milagro.
Había llegado a haber luz en su mundo tenebroso y esta se haría más grande conforme iban haciendo más por el ser humano terrenal.
Allí estaban en vías de formar un nuevo mundo, y para densificarlo cada vez más y después poder tomar posesión de él era necesario que sirvieran a la vida material.
Fue cuando los más elevados entre ellos se desprendieron de la tierra para ir a conocer el espacio y los destellos en él.
Y mientras están de viaje, los otros traen de verdad ayuda a la tierra, elevan allí la existencia humana y ayudan al ser humano con algunos inventos.
Le enseñan a hacer fuego, a cultivar la tierra, surge el trueque.
Aquellos que hacen su viaje cósmico viven grandes e imponentes milagros.
Acceden a la luna y otros planetas, nada ni nadie los detiene.
No pronuncian palabra, los dejan callados los milagros que forman parte de la creación de Dios.
Hay un ser humano entre ellos que percibe y comprende más que los demás.
Lo aceptan como su maestro, es el primer maestro en el espacio.
“Vuelvan conmigo al primer planeta”, dice este maestro, “y veremos cómo surgió allí la vida”.
Y el maestro dice la verdad.
En la luna viven todo el proceso de la creación.
Van siguiendo todos los estadios, un grado tras otro.
Finalmente, están ante el grado de vida más elevado que vive la vida del alma en la luna.
Yacen seres animales en las orillas de los ríos.
El maestro dice:
“Para este cuerpo esto es el final.
También seguiremos y viviremos lo que vendrá ahora.
Cada uno de nosotros tiene que hacerse uno con una de estas vidas del alma.
Cuando se produce entonces la muerte, otros cuerpos atraerán el alma, según percibo.
Entonces lo viviremos con ellas y conoceremos nuevos estadios.
¿Perciben conmigo, amigos míos, hermanas y hermanos míos, que hemos nacido aquí?
Tendremos que asimilar todas las leyes que están relacionadas con esta, y haciéndolo, ¡llegaremos a...!
Pues, sí, ¿a quién?
¿Quien es el que creó todo esto y lo mantiene?
¿Quién es este poder supremo?
¿Es un ser humano como nosotros?
¿También nosotros lo sabremos algún día?
Espero poder dárselo.
Para mi es un hecho que tenemos que seguir de esta manera.
Sí que tiene que cambiar nuestra vida.
Se podrá estando al servicio del ser humano terrenal.
Ya no deben nacer niños en la tierra por nosotros, eso es la posesión del ser humano material.
Nuestra vida es distinta que la de ellos.
Somos invisibles para ellos.
Ustedes han podido seguirlo.
Pues bien, pueden saber por eso que pertenecemos a la vida después de la muerte.
El espacio infinito en que nos encontramos ahora es nuestra posesión.
También esos cuerpos destellantes nos pertenecen.
¿No podemos ir a donde queramos?
¡Nada nos detiene!
Y Él —¿o es Ella— aprueba que lo lleguemos a conocer todo.
El Poder supremo que ayudó a los milagros y nos llevó a actuar, que nos dio estos pensamientos y sentimientos, habrá sabido cómo se desencadenaría todo.
Alrededor de nosotros vive una fuerza que sabe de nuestra vida.
Y vive en nosotros, porque ¿no han surgido otros mundos?
¿No ha cambiado nuestra vida?
Así que ahora seguiremos las vidas en estas riberas”.
Y a una pregunta de cómo sabe todo esto, el maestro responde: “¿Es posible, amigos míos, que yo haya nacido antes que ustedes?
¿Ha sido mi vida más larga que la suya?”.
Ahora cada uno de ellos se fija como ventosa a la chispa astral y siente cómo va entrando en otro mundo.
Mientras que como almas conscientes siguen viendo y sintiendo se dan cuenta de que la vida con que se han conectado se queda dormida.
¿Qué va a pasar?
Esperan con tensión.
Entonces ambas, el alma inconsciente y la consciente, reciben vida nueva.
En un planeta nuevo, el alma consciente despierta en la madre con la vida del alma con que se ha conectado.
Hasta que llegue el nacimiento, el alma es una sola con la vida que crece y así va conociendo las leyes materiales y espirituales.
Ahora el ser humano consciente sabe que otros cuerpos están listos para recibir la vida interior.
Después, el maestro los llamó a todos a que se acercaran y dijo:
“¿No les dije que existe la continuación?
Después de los estadios en el primer planeta, la vida del alma va a otro para volver a vivir allí su vuelta y este milagro.
Después seguiremos entonces los mundos nuevos”.
Nuevamente, todos volvieron a la luna y vivieron un grado tras otro.
Cuando se hubo alcanzado lo más elevado, volvieron a bajar al estadio de chispa con una vida de alma y vivieron con esta vida el renacer en otro planeta.
Podían constatar otra vez que en este proceso no había trastornos.
Se daban cuenta de que el alma recibía tanto el organismo creador como el alumbrador, y también de que la importancia del cuerpo materno en la creación era dominante, porque por medio del cuerpo materno el alma recibía una y otra vez otro grado de vida más elevado para continuar su evolución.
Su viaje duró muchos siglos, pero mientras tanto llegaban a conocer las leyes de Dios.
Así, sus vidas interiores se hicieron espacialmente profundas.
Habían llegado ahora al punto de que podían analizar todos los grados de vida en la creación, y ahora hablaban con su maestro de un Poder supremo que tiene el mando de toda la vida en el espacio.
En su largo viaje aprendieron a reflexionar y percibir espiritualmente, adquiriendo así una conciencia más elevada.
Por fin volvieron a la tierra para contarles allí a los que se habían quedado atrás sobre sus experiencias y sabiduría adquiridos, y para deliberar sobre qué había que hacer ahora.
Su maestro más elevado se imagina un plan magnífico.
Consciente de que se le ha puesto en las manos el espacio entero y de que esta infinitud le pertenece, es para él un hecho que es la voluntad del Poder supremo que penetren cada vez más en esta infinitud.
Pero también sabe que solo podrán continuar si están dispuestos a servir a la otra vida.
El universo les dará todavía más milagros, más sabiduría, si ayudan efectivamente a quienes todavía no han llegado tan lejos.
Así irán ganando en cuanto a luz, y la necesitan para descubrir estos mundos todavía desconocidos.
Así que les insiste con vehemencia a sus seguidores en que tienen que dejar de hurgar en la vida terrenal, pues de lo contrario se detendrán en su desarrollo.
Este no es el lugar de esas vidas, no tienen el derecho de descender en esos cuerpos materiales, según dice él, ¡así se mancillan a sí mismos!
Por medio de esa pasión, según pueden saber ahora, los mundos astrales tenebrosos se han densificado, por sus actos equivocados fueron construyendo los infiernos.
Así, por medio de las palabras de su maestro, estos seres astrales empiezan a ver su debilidad, sus actos erróneos, su propia destrucción.
Pero también ven el camino que conduce a la edificación, a una vida mejor.
Tienen que intentar desprenderse de los horrendos infiernos.
Para eso tendrán que trabajar duramente en su interior, y entregarse por sus hermanas y hermanos, las personalidades astrales que todavía no hacen nada más que desfogarse.
Se ponen a trabajar seriamente en su tarea vital.
Ya han vencido el infierno más bajo, la primera sintonización espiritual que habían alcanzado.
Los siguientes infiernos ya tienen un poco más de luz; surgió —lo saben— porque han servido, ¡la han creado juntos!
Quien haga el bien ayuda a edificar nuevos mundos, quien los siga entra en ellos.
“Algún día”, según dice su maestro, “las tinieblas tendrán que ceder por completo su lugar a la luz”, ¡entonces les espera una gran felicidad!
Se lo dará el Poder supremo.
¡Ha nacido el amor, el amor verdadero que quiere dar y servir!
Apoyan al ser humano material con un fervor renovado.
En la tierra todavía hay poco que se pueda alcanzar, la humanidad todavía tiene que alcanzar el desarrollo.
Pero la madre tierra trabaja continuamente en su tarea.
Empuja a sus criaturas de un grado en otro y se puede constatar claramente que el ser humano va despertando material y espiritualmente.
Bajo el mando de su maestro, los seres astrales llegan a conocer esa evolución y constatan que el ser humano terrenal vive siete grados orgánicos.
Inspiran a ese ser humano a hacer el bien —ellos, que antes se desfogaban por medio del ser humano material.
Así contribuyen a cambiar el aspecto de la tierra y así cambia también su propio interior y su mundo.
Ahora ya han surgido cinco mundos astrales.
Esos cinco mundos, según aprenden, también pueden encontrarse en la tierra, porque cada ser humano lleva en su interior uno de estos mundos, debido a que tiene sintonización con él por sus actos.
Si el ser humano quiere liberarse de él, tiene que seguir lo que hacen ellos: ¡aprender a amar y servir!
Así el ser humano asimila una nueva existencia en una tierra en que asoma una luz tenebrosa.
Pero todavía pueden continuar, según les enseña el maestro, y el tiempo le dará la razón.
Después de siglos, acceden a una esfera que es como un cielo.
Aquí todo está radiante y brilla, bañado de una luz dorada.
Es increíble lo que viven aquí en cuanto a felicidad y milagros.
También es increíble lo que a lo largo de todos estos siglos han asimilado en cuanto a sabiduría.
Y hay amor habitando en su interior, su ser entero está repleto de él.
Se han convertido en reyes y todo esto por su amor inmaculado y su conocimiento de las leyes de Dios.
Están al servicio del ser humano material con sus posesiones espirituales, pero estos no saben nada sobre su existencia.
En el ser humano astral vive el respeto sagrado por el Omniser, y por eso aprenden a rezarle.
Empiezan a sentir que este poder es para ellos como un Padre y una Madre.
Y así ellos mismos se sienten padre y madre.
En sus corazones vive una gran gratitud por su posesión santificada, la vida a su alrededor.
Sus vidas, su trabajar y servir, se hacen cada vez más conscientes, y van edificando un cielo tras otro.
Y cuando el séptimo cielo está listo y se ha vivido, su maestro los llama y dice:
“Lo que percibo es lo siguiente.
Pronto podremos volver a elevarnos más.
Ahora estamos listos para un nuevo mundo que está esperando.
Será un mundo material, como aquel en que vivimos un día y donde ahora traemos el despertar espiritual.
Este nuevo mundo nos dará otro cuerpo material, así lo quiere el Omnipoder.
Las esferas que hemos dejado atrás sirvieron para prepararnos por completo para la vida espiritual en ese mundo.
Si es la voluntad del Omnipoder, llegaremos a conocer otras leyes más.
Ahora las viviremos en paz y con tranquilidad total, porque hemos vencido nuestro propio interior.
¿De dónde me vienen estos sentimientos?
¿Quién me los da?
¿El poder supremo?
Bien, vamos entonces a nuestra nueva existencia.
También allí estaremos juntos como hombre y mujer, y tendremos hijos como en la tierra.
Son las leyes de aquel al que llamaremos nuestro Padre.
La vida de allí nos demostrará si mis sentimientos son correctos”.
Para poder ser atraídas a ese nuevo mundo, las almas vuelven al primer estadio de todos para el espacio, el estadio de chispa.
Entonces despiertan en la vida embrionaria, van creciendo y toman posesión del nuevo planeta; ahora habitan en el cuarto grado de vida cósmico.
Rodeadas de los milagros que les aportan las regiones mentales, no se olvidan del grado de vida debajo del suyo.
Establecen una conexión con la séptima esfera y cuentan al maestro de allí cómo es su nueva vida.
Insisten en que este siga entregándose para el planeta material.
Así, el ser humano astral va creciendo de un mundo en otro.
De las regiones mentales pasa al quinto grado de vida cósmico, de este al sexto y del sexto al séptimo.
Entonces el ser humano habrá alcanzado el Omnigrado, en que vive el Omniser —invisible, como seguirá siendo.
Ahora conocen este poder, Su ser, Su creación.
Ahora el universo entero está habitado, tanto en lo material como en lo espiritual.
Han pasado millones de siglos.
Bajo la influencia de los maestros astrales, la vida en la tierra ha cambiado por completo, porque el ser humano astral sigue viviendo en conexión con el ser humano material, y esta conexión perdurará.
También se produjo una conexión entre el Omnigrado y el séptimo grado.
Y en un momento dado, esos maestros más elevados dijeron:
“Sabemos cuánto ha avanzado el desarrollo en el planeta material.
No hemos perdido en nada el contacto con la tierra.
Ahora ustedes tienen que emprender una importante tarea.
A la humanidad le hace falta una fe.
Llegará a conocer el Creador de todo lo que vive.
¿Saben cómo llamamos a ese poder supremo?
Escuchen bien, esta palabra se lo dirá todo.
Les diremos la palabra.
“Dios”.
¿Lo oyen?
Les llegará la palabra otra vez.
“Dios”.
Dios es todo lo que hemos conocido y se nos ha concedido asimilar.
Dios es el poder supremo.
Es nuestro Creador.
Es nuestro Padre y nuestra Madre.
Amen todo lo que vive y llegarán a conocerlo.
Como Padre nos ha hablado y como Madre nos hizo vivir Sus leyes.
¿Que cómo es nuestra vida?
Llegarán a conocerla.
Ustedes y la humanidad lo sabrán de verdad.
Eso hará que sus esferas y la tierra cambien, ¡porque Dios lo quiere!”.
Ayudados y orientados por los maestros del “Omnigrado”, los maestros de las esferas de luz siguen construyendo la concienciación de la humanidad terrenal.
Seguirán haciéndolo hasta que la última vida del alma entre en las esferas de luz, y la madre tierra haya llevado a cabo su grandiosa tarea.
Entran en la humanidad para el servir plenamente consciente.
Es por la ejecución de esta ley divina que el ser humano se desprenderá de las esferas tenebrosas para acceder, finalmente, a las esferas divinas.
“¡Aprendan a servir, seres humanos de la tierra!”, les exclama por eso el otro lado.
Porque solo sirviendo se prepararán para ser aupados a los mundos de la concienciación más elevada.
 
Ahora les pregunto: ¿quién fue el primer maestro en el espacio?
Para mí es una gracia que se me conceda decírselo.
Cristo.
Fue y es el primer maestro en el espacio.
Es Él quien condujo al ser humano como ustedes y como nosotros, a Sus seguidores, a las creaciones y los mundos milagrosos de Dios.
¿Han pensado alguna vez que Cristo ha tenido que recorrer ese mismo camino que están recorriendo ustedes?
¡Así como es cierto que hay un Dios, es cierto que Cristo fue un ser humano!
Ahora Él es el ser más elevado en el espacio de Dios, el contacto directo entre ustedes y su Padre celestial.
¿No les dice nada?
A nosotros nos dice que Dios no tolera la injusticia.
¡Dios es amor!
Dios no puede distinguir, ¡para ni uno solo de Sus hijos!
¡Creó la misma evolución para todos ellos!
La Biblia de ustedes se lo enseña de otra manera.
El otro lado echará su luz también sobre este libro.
¡Es la voluntad de Cristo y de los maestros de la vida después de la muerte!