Las sesiones psíquicas
Mandé que viniera Dectar.
—Querido amigo mío, tienes que ayudarme.
Ambos tenemos que emprender un gran trabajo; mi líder espiritual me comunicó que para el nuevo Templo tendremos que describir todo lo que hemos experimentado juntos.
Tenemos que dejar constancia de todas mis preguntas y de tus respuestas, además de nuestras experiencias.
Servirá para que otros aprendan, Dectar, cuando ya no estemos.
Se lo aclararé al sacerdote supremo, y si se niega, iré al faraón.
Haré lo que me encargue nuestro maestro.
—Qué gloria, Venry, me alegro mucho.
Me haces muy feliz (—contestó).
Desde mi propia habitación envié al sacerdote supremo mi deseo de que me recibiera.
Me hizo sentir que estaba esperándome y entré a sus aposentos.
No me afectó su mirada hostil y le dije:—Los Dioses quieren que me ponga a describir todo lo que se me ha concedido experimentar por medio de ellos, y lo que aún estamos recibiendo.
Si desea sintonizarse, sabrá que estos mensajes son ciertos.
—Si le falta determinación, descenderé en usted y seguiré a los Dioses —respondió.
Sondeó mi interior y dijo:—¿No basta lo que consignan nuestros escribanos?
—¿Duda usted de los Dioses? —pregunté.
Me perforó con la mirada, su odio era destructivo, pero mantuve la calma.
Entonces respondió:—Quiero hablarlo con el faraón.
Volví a preguntarle:—¿Duda usted de los Dioses?
¿A través de quién ha obtenido sus alas?
—Cuando la juventud reniega de la vejez, sus casas y edificios se derrumbarán, igual que los milagros que hagan, porque es el trabajo de los demonios —respondió a continuación.
Me horrorizaba su odio, pero tenía preparada mi respuesta y dije:—Si estuviera yo poseído, ¿merecería la dignidad de la Diosa?
—No tiene usted derecho a comparar su vida con lo último de todo, está jactándose, es usted un fanático.
—¿No es su maldición la mía? —fue mi respuesta, ya preparada.
Entonces se hizo esperar con la suya.
Después de un instante dijo:—Es usted hijo de los demonios.
—Ya veremos, sacerdote supremo de Isis, quizá también usted forme parte de ellos —respondí sin pensármelo.
Su veneno era horripilante y ya había perdido su autocontrol.
No me alteré y esperé.
Pero lo seguí en su sentir y pensar.
Volvió en pensamientos al pasado, como si quisiera atraer nuevas fuerzas.
No dejé de seguirlo, fuera a donde fuera, y eso lo puso recalcitrante.
También comprendió que podía seguirlo y que no podía destruir mi concentración.
En pensamientos librábamos ahora una intensa lucha, aún más terrible que la de a vida o muerte.
Sintió que no dejaba de seguirlo y volvió a su propia vida de sacerdote supremo de Isis.
Pero seguí mirándolo y comprendí que la victoria sería mía.
Después se recompuso; se blindó ante el pasado, pero me gritó, como un animal desbocado y salvaje, con el cuerpo entero temblando:—Ya podrá repetir esto a su Rey, sacerdote de Isis, yo soy su sacerdote supremo.
—Pero yo tengo las grandes alas —le dije.
Me recompuse muy rápido—: Cuando el sol se haya puesto dos veces y haya vuelto a alcanzar el cénit, lo espero a usted para las pruebas espirituales.
También para eso estoy preparado.
Aún soy joven, padre de Isis, pero poseo la juventud y la vejez; usted, sin embargo, solo lo último.
Adiós —añadí.
Me siguió una maldición mientras volví a mi propia vivienda.
Allí recibí varias indicaciones de cómo tendría que celebrar las sesiones.
Todos entraron a la hora convenida.
Entre los asistentes había un alto dignatario, a quien le dieron un sitio muy cerca de Dectar y de mi organismo material.
Me acosté y no tardé en entrar en trance.
Volvía a vivir en el espacio y sintonicé con todos ellos.
Dectar estaba experimentando el momento más destacado de su vida, y me llegó su amor, grande e inmaculado, por lo que le estuve muy agradecido.
Me hice uno con él:—¿Me seguirás en todo, Dectar? —le dije.
Acepté sus sentimientos y seguí las preguntas que hacía el sacerdote supremo.
Su primera pregunta fue:
—¿Dónde vive usted en este momento, sacerdote de Isis?
—Vivo entre “la vida y la muerte” y veo tinieblas.
—Haga entonces la transición a la luz.
—Estoy preparado, puede hacer preguntas.
—¿Es usted consciente?
—Soy del todo yo mismo y puedo percibirlo a usted en la tierra.
—¿Cuál fue su comida hoy?
—Consistió en dátiles y néctar de frutas, pero las leyes de Isis me prescriben no ingerir alimentos antes de estas sesiones.
—¿Quién era su maestro?
—El maestro Dectar.
—¿Puede usted seguirme?
—También estoy preparado para eso, padre de Isis; sus preguntas son muy claras y los Dioses están muy contentos.
—Hay especies animales salvajes en el Templo.
¿Conoce nuestro animal predilecto?
—Se refiere usted a Wolta.
—¿Para qué son estas sesiones, sacerdote de Isis?
—Para engrandecer Isis y para servir.
Todos servimos al faraón.
—¿Hay luz y tinieblas a su alrededor?
—Vivo en dos mundos, porque veo uno tenebroso y otro luminoso.
—¿Puede percibirnos desde aquellas tinieblas?
—También eso me es posible, pero entonces veo su mundo, tal como es ahora.
—Esas leyes las conocemos y sus respuestas son claras, pero ¿puede explicar cómo ve?
—Podría explicarle mi vida, cuando se me hagan esas preguntas.
—¿Puede percibir si los escribanos están listos?
—Usted les ha enseñado a terminar su trabajo mientras se hacen las preguntas.
Están preparados, padre de Isis.
—¿Tiene conciencia de sus alas?
—Estoy preparado para ir allá donde usted me envíe.
—¿Quiere intentar conservar esta conciencia?
—Los Dioses dicen que estoy preparado.
—Estupendo, sacerdote de Isis, está muy claro.
¿Son una la vida y la muerte?
—La vida y la muerte son una, pero cada mundo tiene su propio significado, porque estoy rodeado de la vida eterna.
—¿Son las tinieblas de este mundo como allá donde usted?
—No, estas tinieblas son invariables, siempre están, pero aun así se tornarán en luz, disolviéndose.
—Está muy claro.
Usted dice que esas tinieblas se disuelven: ¿Puede contarnos algo más sobre eso y, a ser posible, explicarlo?
—¿Conoce usted estas leyes? —pregunté.
—No, quiero decir la disolución de las tinieblas, es algo muy novedoso para todos nosotros.
—Estas tinieblas solo se disuelven con la ayuda de todas las personas y si quieren emprender una vida grande y llena de amor.
Estas tinieblas las hemos construido entre todos, según me dicen los Dioses, y tendremos que volver a desmantelarlas.
Solo entonces habrá luz.
—Dice usted que hay luz, ¿no es contradictorio?
—Las tinieblas se disuelven y se hacen luminosas: entonces pertenecen a todos esos mundos más elevados.
—Eso es nuevo para nosotros, sacerdote de Isis, pero lo hemos comprendido.
Pero ¿puede distinguir la noche en la tierra y las tinieblas que hay allí?
Estaba preparado y respondí:—La luz que ve allí pertenece al mundo material.
Estas tinieblas son el mundo astral y allí viven demonios que han vivido todos en la tierra, donde han depuesto sus cuerpos materiales.
De modo que fallecieron.
—Eso también está muy claro, le estamos muy agradecidos.
¿Puede alejarse?
—Poseo las alas más grandes que hay y puedo ir a donde me plazca.
—Váyase entonces y busque las aguas, aléjese todo lo que pueda, intentaremos seguirlo.
Abandoné el grupo y busqué las aguas.
Mi líder espiritual me condujo a otro entorno, hasta el fondo de un mar.
Allí me puse a percibir.
Después me sintonicé con mi organismo, mis órganos vocales empezaron a vibrar y los sacerdotes me oyeron decir:—Puede hacerme preguntas, estoy en el fondo de un mar y veo ante mí toda esa vida milagrosa.
Oí claramente su pregunta en mí, como si se la captara:—¿Puede ver si los animales hacen la transición a otras vidas?
Cuando me hizo esta pregunta empezó a haber más luz a mi alrededor y pude ver todo.
Dije:—Todas estas especies animales van más allá y más alto, hasta que llegue un tiempo en que salgan del agua y vivan en tierra firme.
Seguramente que ya lo está sintiendo: esto es para la vida del alma y esta recibe entonces nuevos cuerpos, por lo que puede comenzar la siguiente vida.
—Maestro de Isis, esto es muy hermoso, muy natural, le damos las gracias.
Sintonicé con los escribanos y vi que también ellos estaban casi preparados, y dije al sumo sacerdote:—Estoy preparado, también los escribanos, así que puede hacer nuevas preguntas.
—¿Ve usted cuánto hemos avanzado? ¿También puede seguir la vida allí? —preguntó, sin embargo.
—Siempre se olvida de que poseo las grandes alas.
Ahora a hacer otras preguntas que tengan que ver con este milagro.
—¿Puede seguir usted la vida del alma para el organismo material?
Empecé a ver y dije:—Alrededor de mí veo una densa emanación y de allí nace la vida interior, que es el alma para toda esta vida material.
El animal material atrae de ella tanto como lo que necesita en lo que respecta a su animación y energía, según su funcionamiento y tamaño.
—¿Así que ve claramente una masa?
—Puede aceptarlo usted, es milagroso lo que percibo ahora.
—¿Hay tinieblas también allí?
—No, a mi alrededor hay luz, una luz que recibí de los Dioses.
Pero por mi propia sintonización y concentración empiezo a percibir.
Veo en esa vida y, por tanto, estoy conectado con la realidad.
Percibo que todas estas especies animales tienen que ir más allá y más alto, y que algún día se extinguirán aquí.
—¿Puede ver cómo sucede el elevarse?
—Le responderé.
Cuando la vida interior de todas estas especies animales alcanza la edad adulta en su propia especie, aquella, o sea, el alma, hace la transición a otro mundo y recibe un nuevo organismo.
Lo que la vida interior experimenta entonces es que renace.
—¿Está usted convencido de que esto es así y que es parte de la realidad?
—Ahora sé que nadie de ustedes posee estas alas, porque de lo contrario no me haría una y otra vez esta pregunta.
Esto pertenece a la realidad, y no es necesario que dude de mi percepción.
En este lugar veo en los milagros y me inclino profundamente ante esta sabiduría (—dije).
Se había hecho el silencio en su círculo, pero me quedé esperando, hasta que lo oí decir:—Cuando se aleja del mundo material, ¿qué ve después?
—Pues es muy sencillo.
Entonces se disuelven las aguas ante mí y vivo en otro mundo o espacio.
El espacio en el que usted vive y ve es el espacio material, pero yo también veo ese otro espacio, que sin embargo es invisible para quienes no posean esos dones.
—Queda muy claro, sacerdote de Isis.
Ahora le pido esto: queremos que se ponga a ver lo que también sea invisible para nosotros y de lo que aún no sepamos nada.
Desplácese, por favor.
A toda velocidad planeé por el espacio.
Cuando sentí que sintonizó conmigo, oí que mi propio entorno decía:—Sacerdote de Isis, ¿puede oírme hablar?
Le estoy hablando y le pregunto cómo es esta conexión.
Así que, ¿nos explica, por favor, de qué modo le llegan a usted mis palabras?
Mi líder espiritual me hizo sentir que me desprendía de los milagros y de las leyes de la naturaleza más poderosas, interrumpiendo continuamente mi conexión, pero también lo que debía decirle.
Ya me encontraba preparado:—Sus palabras y mi conexión con usted tampoco han cambiado ahora.
Porque en este mundo no hay distancia.
Pero los Dioses me dicen que le diga esto: Si continúa de esta manera y me sigue enviando de la luz a las tinieblas antes de saber lo profundo y milagroso que es todo, sin sentir que yo soy uno en este espacio, no avanzaremos, y tampoco se trata de eso.
Los Dioses dicen que su conciencia de todos estos milagros no es verdadera; porque esté donde esté, mi vida interior ha de obedecer y seguir aquello que se me muestre.
Usted me interrumpe continuamente cuando soy profundamente uno con estos milagros.
El viaje que hice ahora lo puedo comparar con la luz y las tinieblas en la tierra.
La luz nos da a todos una poderosa sabiduría; las tinieblas, en cambio, nos llevan a lo inconsciente, y usted cree que me perderé en esas tinieblas, pero eso es imposible.
¿Siente usted —me preguntan los Dioses— lo antinatural que es que me haga sus preguntas? —dije.
Ignoró todo y preguntó:—¿Puede decirnos entonces de qué modo hablo?
—Su pregunta no es muy clara, pero lo comprendo y le contestaré: las palabras que usted dice y que me llegan a mí las oigo en mi interior.
Hay un cordón luminoso que me sigue desde mi cuerpo material, que me conecta con mi cuerpo terrenal, aunque sea invisible para ojos materiales, pero que me trae sus pensamientos y sentimientos.
Recibo las palabras de usted en mi vida interior, o sea, de sentimiento a sentimiento, pero es como si el habla se hubiera materializado.
—Queda muy claro, sacerdote de Isis.
Cuando se experimenta el proceso de morirse, ¿es el cordón que se rompe?
—Exactamente, padre de Isis.
Cuando el hombre muere, este cordón se rompe y el alma va a uno de todos estos mundos, y continúa viviendo.
Veo muchos mundos, muy luminosos, pero hay otros que pertenecen a las tinieblas.
—¿Es usted consciente de ello, así como de los milagros que hay alrededor de usted, y puede explicárnoslos?
—Soy consciente de mi propia vida y de todos estos mundos.
Tengo la sensación de ser una partícula de todo lo poderoso en que vivo ahora.
No me es posible equivocarme en eso, porque veo, oigo y siento el milagro, y soy uno con este.
—¿De qué modo es usted consciente de su organismo material?
—Esta pregunta tampoco está bien formulada, pero le responderé, porque aquí no se habla de “modo”: el milagro solo se puede sentir.
Lo que duerme allí para mí no es más que el medio para que yo mismo pueda vivir como “alma” en la tierra.
Cuando mi organismo muera allí, voy “adentro”, “yo” que vivo ahora aquí, pero tendré que aceptar ese mundo, que se corresponde con mi vida interior, y lo que mi alma, o sea, “yo mismo”, posea de luz y tinieblas.
Siento muy claramente que sigo viviendo en la tierra, aunque ahora esté en el espacio.
Mi organismo material no es más que una herramienta, maestros de Isis.
—Hemos podido seguirlo y nos parece algo muy natural.
Le damos las gracias.
¿Siente, o puede percibir, que usted mismo continuará eternamente?
—En este mundo en el que vivo ahora “yo mismo” soy eterno.
Cuando en mí está el sentimiento y la conciencia de todos estos mundos, tenemos que aceptar irrevocablemente que no puedo morir, sino que he de seguir avanzado y ascendiendo.
Pero tengo que asimilar todos estos mundos.
—Le damos las gracias por su clara explicación y percepción.
Estamos preparados y preguntamos: ¿Qué ocurrirá, maestro de Isis, cuando muera aquí y vuelva a nacer?
—Usted conecta las tinieblas y la luz hasta formar un solo mundo y eso no es posible, pero le responderé y sintonizaré con ello.
Mi líder espiritual me conectó con este milagro y le dije:—¿Su intención es que yo sienta cuándo me toque experimentar volver a nacer?
—Sí, esa es mi pregunta.
—Los sentimientos que me entran ahora, sacerdote supremo de Isis, son muy profundos y tocan el espacio inconmensurable.
Les pido a todos que se concentren claramente para que puedan aceptar lo que recibo y lo que se me concede que perciba.
Por poderoso que les parezca este milagro, también a mí me parece que pertenece a los milagros más importantes de todos los que se conocen aquí.
Pido a los escribanos que sean claros, porque los Dioses me hacen sentir que lo que experimentaré ahora es sagrado.
Estoy preparado.
En el mundo en el que vivo ahora están entrando las tinieblas.
Hace unos instantes sentí claramente que se me conectaba, pero continúo avanzando y profundizando hasta el momento en que el Dios de todos los Dioses creó todo esto.
En eso desciendo, me siento del todo uno y veo ese mundo con mucha claridad ante mí.
Es el gran instante sagrado en que Dios mismo se dividió, dividiéndose en incontables partículas.
Veo y vivo ahora en ese mundo.
Entonces reinaban las tinieblas, porque veo en un vacío asombroso y allí hay mucho silencio, oh, tanta serenidad.
En esos tiempos el espacio aún estaba vacío.
Maestros de Isis, intuyan lo que esto quiere decir.
Aún no había personas, ni animales, estrellas o soles, nada, no había nada todavía.
Todo lo que vive en la tierra y en el espacio aún tenía que nacer.
Pero los Dioses me dejan ver ahora el siguiente estadio.
Ahora veo que llega la vida.
Aquí, delante de mí, veo nubes, y se van a hacer más densas.
Pero por eso, maestros de Isis, nació toda esa milagrosa vida.
Lo que veo, padre de Isis, pertenece al primer estadio de todos y de allí nació todo.
Estas tinieblas son, por tanto, muy distintas a las que ya conocemos y en las que viven los demonios.
De estas tinieblas nacieron todas las demás y en ellas comenzó el nacer.
—¿Sigue siendo consciente de las cosas que ve?
—¿Hablo como un inconsciente?
¿Podría explicarles los milagros si mi mente estuviera confusa?
¿Es capaz un inconsciente de percibir lo que yo veo ahora?
Los Dioses quieren que perciba y los han preparado a ustedes con antelación.
No se sabe nada de lo que les cuento.
A mi alrededor vive ese milagro, porque veo el proceso de crecimiento de toda esta vida poderosa y cómo esta se hace más densa.
—¿Es capaz de aclararnos que usted puede volver a nacer?
—Los Dioses dicen que ustedes aún no saben nada de este poderoso milagro.
¿Por qué quiere que me aleje de nuevo?
—Eso será más tarde, sacerdote de Isis, respóndanos ahora.
‘Egoísta’, pensé, ‘usted se maldice a sí mismo’, estaba volviendo a crear disarmonía e interrumpía mi asombrosa percepción, lo que desde luego no podía ser el caso, porque ahora estaba conectado con las leyes.
Dectar me hizo sentir que esto él tampoco lo había experimentado todavía y que solo era para destruirme, para que regresara como un demente.
Le estaba muy agradecido.
Pero mi líder espiritual continuó y respondí:—Si me vacío, padre de Isis, entonces me entrarán otros sentimientos, pero entonces también se me disolverá ese otro mundo en el que vivía hace unos instantes.
También ahora veo tinieblas y estas han nacido de aquellas otras, pero siglos y siglos más tarde.
Ahora voy “adentro”, hago la transición a esas tinieblas, pero aun así sigo siendo yo mismo.
Si esto no fuera posible —seguramente que ya lo estará sintiendo—, entonces tampoco podría responder ni explicar lo asombroso que es esta conexión y lo que veo.
Aun así, enseguida haré la transición a este mundo y en ese momento perderé mi conciencia.
Pero los Dioses quieren que siga siendo consciente.
Ahora me está entrando el sentimiento de que ya vivo desde hace siglos y que fallecí en la tierra.
Ahora pertenezco a uno de esos mundos.
Así que cuando fallecemos en la tierra, aquí seguimos avanzando y elevándonos.
—¿Ve todos esos mundos ante usted?
—Los Dioses vuelven a decir que debe concentrarse en un solo milagro o una sola ley, porque de lo contrario no comprenderá nada de todos estos milagros, y entonces se confundirá su mente.
Los Dioses me dicen que es muy sencillo que usted se concentre en las tinieblas, pero ahora es usted uno con la luz, y esta luz es sagrada y tiene que asimilarla (—dije).
Me llegó su veneno, y estaba trastornando mi conciencia siempre que podía.
Su manera de hacer preguntas era molesta, pero volví a responder antes de que él hablara.
—En el mundo en el que vivo se encuentra, por tanto, también ese mundo en el que tengo que descender si quiero volver a nacer.
De modo que no vivo en un solo mundo, sino en muchos a la vez, aunque cada uno de ellos es un estado aparte (—dije).
Había vuelto a prepararse:—¿Así que usted vive en tres mundos y los ve todos? —preguntó.
A mi líder espiritual le divertían sus preguntas infantiles, pero inmediatamente después me entró una sagrada seriedad, y respondí:—Padre de Isis, hace usted preguntas infantiles.
Los Dioses acaban de responder a esta pregunta.
No es usted consciente, y sus sentimientos y pensamientos son confusos.
Pero los Dioses son benevolentes con nosotros, y le respondo: en el mundo en el que vivo ahora hay muchos mundos, también aquellos a los que el alma tiene que volver para poder experimentar un nuevo nacimiento.
Pero no puedo sintonizarme más que con uno solo de estos mundos, porque me es imposible, como a todos los que viven aquí, vivir, ver y sentir en todos ellos al mismo tiempo, porque de lo contrario seríamos Dioses.
Todos estamos tan solo ante el comienzo de nuestro camino, y sin embargo, maestro de Isis, tenemos millones de siglos.
—Nos queda claro, pero todas estas formulaciones son nuevas para Isis.
¿Puede encargarse de seguir consciente?
—Los Dioses dicen que están preparados y que es necesario lo que veré para ustedes, pero tiene que concentrarse con mayor claridad; tiene que intentar sentir el milagro y seguir un solo estado, porque de lo contrario no comprenderá nada de lo que le dicen los Dioses.
—Dice usted que puede sentir y percibir allí, y que “dentro” de usted está el nuevo nacimiento, pero ¿cómo ocurren estos milagros?
—Los Dioses me dicen que el sentir y pensar de usted no son conscientes, porque sus preguntas no son importantes, son dispersas, hay un sentimiento de incomodidad que trastorna su propia conciencia, y se resiste usted a aceptar que también es una partícula de todos estos milagros.
Aun así, los Dioses le responderán.
Si deseo volver a la tierra como alma, maestros de Isis, solo es posible por medio de dos seres materiales.
Los conocen ustedes como “hombre” y “mujer”.
Son ellos quienes brindan un nuevo organismo al alma, y son uno con estas leyes.
Estas leyes se ponen en marcha porque ambos poseen este poder y esta fuerza, pero estas leyes no pueden verse, solo pueden experimentarse.
Si esta explicación les resulta clara, entonces no podrán más que inclinar la cabeza y estar agradecidos, porque todo lo que recibo para Isis es sagrado.
—Le estamos muy agradecidos, sacerdote de Isis.
Pero ¿puede usted seguir las leyes, aunque no las vea? Es de suma importancia que lo sepamos.
Esperamos una respuesta (—dijo).
Mi líder espiritual me hizo sentir lo equivocadas que estaban sus preguntas.
Se le estaba enmarañando la mente y sus preguntas no eran profundas; los discípulos de sacerdote eran más profundos que él y harían otras preguntas.
Ya estaba preparado y respondí:—Ahora tiene que escuchar lo que le dicen los Dioses.
Sus preguntas no son de ninguna manera profundas, siempre pregunta lo mismo.
Lo que los Dioses le preguntan es esto:
¿Vive en la tierra?
¿Ha experimentado lo que es volver a nacer?
Seguramente que ya lo estará sintiendo, padre de Isis: tiene que seguir la vida en la tierra, usted mismo representa esta ley, vive en la tierra y con usted toda esa otra vida.
Ahora recibe la explicación.
Cuando el alma desciende en ese mundo, vuelve al primer estadio de todos y espera entonces en ese mundo hasta que es atraída.
—No nos queda claro ese primer estadio de todos del que habla.
—Ya lo ve, sacerdote supremo de Isis, sus pensamientos y sentimientos ingenuos tocan lo inconsciente.
Usted mismo ha violentado esas leyes.
Sus palabras fueron: “Eso ya vendrá, sacerdote de Isis, respóndanos”.
Pero cuando fui uno con ese mundo, todos ustedes vivían en esas leyes y acto seguido habrían recibido la explicación.
Ahora no comprende nada de todos estos milagros.
Pero los Dioses dicen: Nuestro origen se remonta a cuando el Dios de toda la vida se dividió a sí mismo, pero entonces éramos partículas nimias, ni siquiera perceptibles.
Ese es el primer estadio de todos.
Pero ahora el alma está en la tierra como ser humano hecho y derecho.
Si el alma quiere volver a la tierra, la vida interior regresa a este primer estadio de todos, es cuando nace.
“Dentro” de la madre, maestros de Isis, se completa este milagro que hemos experimentado todos.
Después sigue el proceso de crecimiento, la vida material que se hace más densa.
El siguiente estadio ya es el nacimiento: eso se sabe en el Templo de Isis.
—Qué imponente, sacerdote de Isis, su explicación es muy natural y clara.
Estamos listos y preguntamos: ¿Puede sentir o percibir si usted mismo anima aquello que vive “dentro” de la madre?
—Los Dioses me dicen que yo, que ahora estoy conectado, soy la animación para la vestimenta material que crece “dentro” de ella y que nacerá si el Dios de toda la vida quiere que así suceda.
—Le damos las gracias por su clara explicación.
Pero ¿puede percibir si entonces es usted joven o viejo, o si esta es su primera morada terrenal de todas?
—Los Dioses me hacen ver que en usted hay todo tipo de sentimientos equivocados, porque de lo contrario no haría preguntas tan confusas.
Siga lo que está escrito y verá sus propias preguntas.
De esto ya le han hablado.
Todos nosotros ya llevamos de camino millones de siglos.
¿Por qué tiene la mente tan confusa, padre de Isis?
El maestro Dectar me enseñó a hacer preguntas claras, so pena de recibir el castigo que me sacudiría hasta despertarme.
¿Cómo son sus preguntas?
Su atención no es consciente, ni se da cuenta de que lo que recibimos es poderoso.
Es una enorme gracia que nos enseñan los Dioses.
Pero también ahora está preparada la respuesta y explico lo que los Dioses me hacen percibir.
Mi primera casa material de todas la recibí de “Dios”, hace millones de siglos.
Nadie más que los Dioses de Isis pueden conectarme a mí y a usted con ella.
Entonces verá todo, también el primer estadio de todos.
Ya no hace falta explicar ahora mi edad (—dije).
Ignoró todo y preguntó:—¿Puede ver, sacerdote de Isis, si en eso reside la ley de “hombre” y “mujer”?
—El Dios de todos los Dioses quiso que nosotros, las almas, seamos “hombre y mujer”, porque solo así llegamos a conocer las leyes.
—¿Quiere decir que no soy capaz de ver ni de sentir las leyes?
—Padre de Isis, posee usted el organismo creador, pero en ese otro cuerpo, que es el “organismo madre”, puede experimentar las leyes.
Se quedó pensando mucho tiempo, y dijo:—Le damos las gracias, todos estos milagros son nuevos para Isis, y lo seguimos con atención.
Preguntamos: ¿Es una ley de “Él” que tengamos que conocer ambos organismos?
—Si desea ser como el Dios de todo lo que vive y como todos los Dioses, entonces “tiene” que experimentar esa incidencia, si no seguirá siendo como siente ahora.
Si quiere conocer y experimentar esa ley, lo que experimentará entonces será cómo nacieron las estrellas y los planetas, soles y otros cuerpos.
Pero eso solo es posible “dentro y por medio” del “organismo madre”.
A ese cuerpo está unido lo que ocurrió aquí en el espacio y lo que dio la luz a las estrellas, planetas, soles y otros organismos, lo que les dio la “Vida”, aunque a los animales el sentimiento y a nosotros los humanos la conciencia, presente en usted y en todos nosotros, pero para la que se necesitan miles de organismos antes de poder alcanzar la altura en la que viven los Dioses.
—Su estado mental es muy natural y todos le estamos muy agradecidos.
Estamos preparados y preguntamos: ¿Está seguro de que podemos experimentar las leyes en el cuerpo de la madre?
—Es usted muy prudente en sus preguntas, pero la respuesta ya está preparada, también ahora: ¿Le resulta posible que “dentro” de usted pueda crecer algo que dé a la nueva y joven vida —que es el niño— la posibilidad de volver a nacer?
No, sacerdote supremo de Isis, porque es usted “creador”, si lo desea, pero prefiere quedarse al margen de todo esto, recorre un camino sin salida, pero así no llega a conocer las leyes (—dije).
Lo que me enviaba ahora era terrible:—Sus respuestas están siendo contrarias a las leyes de Isis.
¿Quiere tener en cuenta, sacerdote de Isis, que vivimos sobre un suelo sagrado y que todos estamos aquí para engrandecer Isis?
En este momento somos uno con los Dioses —fue su respuesta.
‘Qué farsante’, pensé.
No dejaba de crear disarmonía.
—Mi explicación y mis respuestas son para Isis y para quienes vienen después de nosotros.
Sigue sin darse cuenta de la sacralidad de este ser uno, aunque lo mencione.
Es usted muy grande, padre de Isis, y viejo, pero tiene que seguir a los Dioses como un niño pequeño y aceptar todo esto —fue mi respuesta.
Volvió a ignorarlo todo y preguntó:—Sacerdote de Isis, ¿dónde está usted?
—Estoy más lejos de usted que el sol, y sin embargo estoy cerca de usted, muy cerca.
Antes ya se le dijo a usted: “¿Está convencido de que lo ‘cercano’ y lo ‘lejano’ son uno?” (—dije).
Me llegó su odio y todos estaban inquietos:—Ahora me habla de milagros que son para Isis, pero no para usted mismo —dijo, no obstante.
—Lo que digo es para Isis, pero en primer lugar para todos ustedes, porque es sabiduría.
Los Dioses quieren que me escuchen y que los sigan, pero como niños, no como seres humanos adultos en vejez sacerdotal, entonces son demasiado ustedes mismos, y no pueden ser nada, si todos quieren ser uno —respondí.
Entonces perdió el dominio sobre sí mismo y me gritó:—¿Desde dónde está hablando, sacerdote de Isis?
¿Puede seguir las leyes o se cree que las ve?
—Si viera mis alas, sacerdote supremo, ya se tranquilizaría.
Si sintiera mi profundidad, le entraría el deseo de querer poseer las alas más grandes de todas, pero usted, por estar creando disarmonía sin cesar, se paraliza, y su visión y sentimiento se oscurecen.
Ahora mira al maestro “Sma” y se pregunta si él y todos los demás me pueden ver, pero yo no soy visible; no estoy en su entorno; no estoy en ninguna parte, y sin embargo soy uno con las leyes, porque ahora vivo en los milagros y soy uno con “Él”, que les dio a todos la vida.
Al terminar de hablar los miré a todos.
Ahora estaba preparado para paralizar sus alas, si me fuera permitido.
Al pensar en esto me entraron aquellos sentimientos que me hicieron comprender que esto también era parte de mi tarea.
Le dije:—Usted cierra sus ojos porque cree que están cansados y que así podrá percibir más claramente, pero usted sabe, como lo sabemos todos nosotros, que percibimos interiormente, o sea, espiritualmente, y que nuestro ver no está relacionado con los ojos materiales.
—¿Desde dónde y por medio de quién habla usted, sacerdote de Isis?
—No le respondí esta vez, porque estaba esperando a mi líder espiritual, pero me volvió a gritar—: ¡Hable!
¡Le digo que hable!
—Seguía esperando a mi líder, pero dijo—: Me va a responder y hablará de otra manera que ahora.
Entonces sentí que debía contestar y dije:—De lo que hablo lo recibo de los Dioses.
—Usted cree que ve.
—Supremo sacerdote de Isis, a eso le responderán los Dioses.
Si continúa haciendo preguntas desprovistas de espiritualidad, tendrá que alejarse y habrá otro que pregunte en su lugar.
Los milagros en los que vive son sagrados, pero no está preparado, crea disarmonía, desmantela Isis, es usted una fuerza que trastorna.
No respondió, sino que dijo al alto dignatario:—¿Oye con qué palabras está hablándole un sacerdote de Isis al jefe del Templo ?
Ya no esperé más y dije:—Si cree usted que tiene que buscar ayuda allí e intenta buscarla en la tierra, es que no sigue a los Dioses, sino a los hombres.
¿Para qué estamos entonces reunidos?
Déjeme entonces volver y cerrar esta sesión.
¿Es el alto dignatario un alado?
¿Posee el faraón alas?
¿No está también él dispuesto a aceptar?
¿Acaso no quiere el faraón saberlo todo? ¿Acaso no está agradecido a los Dioses?
¿Acaso no obedece también él las leyes?
El faraón es el maestro de todos nosotros, pero ¿conoce él todas estas leyes?
Usted es el maestro de todos nosotros y el padre de Isis, pero sus preguntas son inconscientes, y ahora está adentrándose en las tinieblas.
Se ha puesto morado de la rabia, pero le digo: sigo a los Dioses y no soy más que un servidor.
Tiene que ser usted como un niño y sentir mucha gratitud; tal como estoy aquí y como me siento quiero poder percibir los milagros.
Supone una gracia que los Dioses vengan a nosotros.
—Sacerdote de Isis, esto lo va a repetir ante su Rey.
Me quedé a la espera.
Después se recompuso:—¿Dónde está usted, sacerdote de Isis? —preguntó.
Obtuve la respuesta:—Cuando un discípulo de sacerdote de Isis pregunta dos veces lo mismo, gran maestro, es que no siente las leyes, pero las conocerá, aunque sea por medio de un castigo.
¿Está preparado? —dije.
Había cundido la confusión entre ellos, ninguno ya era él mismo, solo Dectar se sentía tranquilo.
Pero el sacerdote supremo preguntó:—¿Le cayeron las tinieblas encima para que llegue a indignarse?
¿O quiere esconder su desconocimiento?
Realmente no supe qué responderle y me quedé esperando.
Pero volvió a preguntarme:—¿Ya no es consciente de nada?
Esas leyes las conocemos y se las podemos explicar.
¿Perdió usted sus alas?
¿Lo veremos cayendo en breve como un pedernal, para desaparecer en la tierra, o para volver allá donde vive ahora?
Volvía a sentirse más poderoso que nadie y del todo consciente, porque yo seguía sin contestarle.
Volvió a preguntar, pero de forma sarcástica:—¿Está reflexionando sobre si usted mismo es un creador?
También esas leyes se las podemos explicar, sacerdote de Isis.
Miró a todos los maestros y se sentía preparado para lo que fuera.
Pero entonces me entró algo tan grande y poderoso que respondí:—El fuego que hay ahora en mí y que me dan los Dioses me rodea por completo con sus rayos, y con eso podré abrasar después sus alas o prepararlo como un pájaro que llene su estómago y le dé nuevas fuerzas.
En las tinieblas y la luz donde vivo ahora veo su propia insignificancia y la de todos nosotros.
Solo puede haber gratitud en mí, ahora que veo que mis alas me dieron ese poder.
En usted hay tinieblas e inconsciencia, no vive usted “dentro” de los milagros, sino al lado.
Debe hacer otras preguntas, padre de Isis, ahora es usted un muerto en vida.
—¿Lo oyen, sacerdotes de Isis?
Nos vamos al Rey, levanto la sesión.
Mi líder me hizo decir:—Yo también estoy allí, pero los Dioses dicen que debe tener paciencia y que solo se podrá ir cuando mi organismo ya no esté allí.
Capté una imprecación suya:—¿No será que se cree un Dios, verdad? —dijo.
Estaba preparado:—Si fuera un Dios lo convertiría en un sapo, porque su pensar y sentir son como el suyo —respondí.
Esto era terrible, en el Templo jamás se había vivido algo semejante.
Entonces se disolvió mi organismo ante sus ojos.
Mi maestro consiguió este milagro.
Ante el palacio del jefe de Egipto volví a recuperar mi organismo y a vivir en la tierra.
Entré en el palacio.
Me pasó de largo un mensajero del supremo sacerdote, pero lo seguí hasta el faraón.
El Rey estaba extremadamente sorprendido cuando le expliqué lo sucedido.
Envió un mensajero a la Reina y aparecieron altos dignatarios, además de los consejeros del faraón.
Cuando entró el padre de Isis junto a su séquito comenzó inmediatamente la sesión, porque el faraón tenía que administrar justicia.
Se estaba controlando lo escrito, y fue pasando de mano en mano.
Después el Rey me hizo su primera pregunta.
Me sentía tranquilo, pero Isis caería o resucitaría; o bien sería destruida, o bien Dectar y yo nos enfrentaríamos a la muerte.
Pero también aquí estaba mi líder espiritual conmigo.
El Rey preguntó:—Sacerdote de Isis, tiene usted muchos dones, le estamos agradecidos por esta sabiduría y damos las gracias a los Dioses.
¿Puede explicarnos lo que se dijo?
—Los Dioses darán respuestas a todas sus preguntas y están preparados, gran faraón —respondí.
—Hemos visto que hay trastornos, ¿a qué los achaca? —preguntó.
—Gran faraón, las preguntas que me hicieron me llevaron de un milagro a otro, y el espacio es inconmensurable.
El faraón puede seguir lo escrito y controlar las respuestas.
A los Dioses les pareció muy poco claro y son preguntas de un inconsciente; el supremo sacerdote de Isis no está preparado para estas sesiones.
—Es usted claro en sus respuestas, sacerdote de Isis.
Estimado Iseués, ¿cuál es su respuesta?
—Si digo que los milagros que nos vienen son poderosos, ¿lo puede sentir el gran faraón?
Quiero investigar todos estos milagros.
No volverá a suceder lo que vivimos hace algunos años.
—También su explicación es muy clara y natural.
¿Cuál es su respuesta, sacerdote de Isis?
—Los Dioses dicen, gran faraón, que soy un supremo sacerdote y creen que están perdiendo el tiempo cuando se hacen preguntas de ese modo.
Hay que aceptar de inmediato lo que digan los Dioses, no soy un discípulo de sacerdote, sino que poseo las alas más grandes de todas.
El faraón se dirigió al supremo sacerdote:—Me ha quedado completamente claro, estimado Iseués: vemos que hizo usted varias preguntas, pero que estuvo muy distraído al hacerlas.
Veamos, estimado Iseués, estas fueron sus preguntas —dijo.
Lo escrito volvió a pasar de mano en mano y el Soberano se lo entregó al supremo sacerdote:—Sacerdote de Isis, díganos: En el espacio, ¿se tiene seguridad acerca de todos los sentimientos y son respondidas las preguntas según los mismos? —preguntó después.
Sentí lo que quería decir y respondí:—Pregúnteselo a todos los alados, todos le dirán lo que le explicaré ahora.
Cuando los Dioses responden a las preguntas, quieren que todas sean claras y se centren en un solo objetivo.
A nosotros los sacerdotes, las leyes de Isis nos prescriben que hablemos con claridad y hagamos preguntas naturales.
No es posible que hagamos otras preguntas antes de que se haya aclarado todo el milagro, solo entonces podemos seguir.
Quienes no obedecen las leyes reciben su castigo.
Estas son las leyes de Isis, gran faraón, pero estoy en el espacio y he de obedecer las leyes de los Dioses; allí soy uno con los Dioses.
No puedo decir nada mas, absolutamente nada más que lo que recibo por medio de ellos.
Por antinatural y severo que sea, tengo que transmitirlo.
Los Dioses dicen que el faraón tampoco conoce esas leyes.
Tengo que seguir porque los Dioses me dieron esas alas; el faraón tiene que llevar a cabo una tarea diferente para ellos.
—No, sacerdote de Isis, las alas no son posesión mía, tengo que reconocerlo.
—¿No es clara esta explicación? —le preguntó al supremo sacerdote.
Mi padre estaba preparado:—Ahora la respuesta es muy clara, gran faraón, pero vivimos fuera de las leyes —respondió.
El Rey volvió a mirarme, pensó unos instantes y preguntó:—Sacerdote de Isis, ¿le es posible terminar en mi casa esta sesión, para que pueda administrar justicia?
—Gran faraón, los Dioses están preparados.
Se me acaba de decir que los Dioses están viniendo a nosotros.
¿Podría el faraón atenuar un poco la luz para que consiga dormirme?
El alto dignatario que había asistido a la sesión habló con el faraón, y comprendí de qué hablaba.
El Rey preguntó al supremo sacerdote:—Estimado Iseués, ¿no dice usted nada del milagro que todos ustedes pudieron contemplar?
¿Acaso no fue poderoso el milagro que ocurrió ante sus ojos?
Mi padre estaba preparado también ahora y respondió:—En todos los siglos que los escritos nos demuestran no hubo más que un solo sacerdote a quien se le otorgó este milagro, pero este sacerdote volvió al lugar de donde había venido, y las tinieblas lo incorporaron, aunque Isis guardó silencio sobre él.
‘Mi sentencia de muerte’, pensé.
Dectar rezaba por mí, pero me sentía tranquilo y quedé a la espera.
Los animales del faraón vinieron a mí, como si quisieran protegerme, acostándose a mis pies.
Cuando el Rey lo percibió preguntó al supremo sacerdote:—¿Puede explicarme, estimado Iseués, por qué mis animales aman a este sacerdote?
Sé de su amor por los niños y que no se acercarán a gente mayor.
¿Puede un niño ser poco claro y estar envenenado?
También ahora estaba listo:—Hay alados, gran faraón, que poseen ambas cosas —la juventud y la vejez— y que pueden volver en el insecto venenoso, pero entonces su picadura es mortal y su lugar no es en el Templo de Isis —respondió.
Todos los presentes me miraron.—¿Está usted preparado? —me preguntó, no obstante, el faraón.
Me acosté donde estaba, pero los animales se quedaron conmigo.
Pronto entré en trance, desdoblándome corporalmente.
Oí que el faraón dijo al supremo sacerdote:—Estimado Iseués, ya lo ve, creo que ahora puede hacer usted preguntas.
El supremo sacerdote preguntó:—¿Dónde está usted, sacerdote de Isis?
—En el espacio.
—Cuando le entraron las tinieblas, ¿dónde estaba usted en ese momento?
—Tengo que rectificar su pregunta, porque en este mundo hay muchos mundos tenebrosos.
No puedo saber a qué tinieblas se refiere mi maestro.
—Quiero decir el primer instante de todos; de ese habló usted.
¿Puede regresar hasta ese lugar y percibir a través de qué recibimos nuestra luz?
Cundió tensión entre los presentes, se me hizo una pregunta que podía destruirme a mí o mis alas si me abstenía de responder.
Antes de responder sintonicé con Dectar:—Tienes que ayudarme, Dectar, y para eso es necesario que conserves la calma, más ayuda no necesito.
Los Dioses están presentes —le dije.
Ahora me quedé esperando a mi líder espiritual:—¿Y?
Sacerdote de Isis, ¿está usted en las tinieblas? —preguntó ya de nuevo.
Vi que el Rey lo miraba, pero respondí:—Cuando los Dioses nos crearon a nosotros y toda la vida, eso tomó tiempo.
Para sintonizar poderes y fuerzas, que significa prepararse, hicieron falta millones de lunas, antes de que nosotros los seres humanos hubiéramos alcanzado el estado adulto.
Si ahora quiero ir “adentro”, entonces los Dioses de Isis me piden a mí y a todos ustedes humildad, y que nos preparemos para toda esta sacralidad.
Me encuentro ante un portón que está cerrado, pero si el padre de Isis eleva su poderosa oración a los Dioses, estos me dejarán entrar y así se enaltecerá Isis.
Me encuentro postrado y elevaré mi humilde oración para que se me conceda percibir para todos ustedes.
Los miré a todos y sentí cómo comprendían y sentían mis palabras.
Al Rey le pareció estupenda mi respuesta, la Reina estaba sumida en una profunda oración y mi respuesta causaba en los animales un sentimiento juguetón, pero a mi alrededor había silencio, un silencio sagrado, y el supremo sacerdote preguntó:—Si los Dioses estuvieran dispuestos a oír mi oración, entonces le pido que otorgue esas fuerzas para que pueda percibir allá donde nunca antes se le concedió a un sacerdote que viera.
Estaba preparado ahora y dije:—Lo que veo es un gran milagro.
Veo en las tinieblas, y en ellas está entrando ahora la luz.
Esa luz causa empuje y después veo vida.
Lo que percibo es como el agua en la tierra.
Muchas lunas antes esta agua era una masa de nubes, pero se ha hecho más densa.
De modo que de allí surgió el agua.
En esa agua veo pequeños animalitos, una vida que es traslúcida, y se parecen a gotas de agua.
Los Dioses de Isis me explican este milagro y le dicen: Una vez usted vivió en esto, igual que toda la demás vida que está presente en la tierra y el espacio.
Ahora ha completado usted su crecimiento, pero nació usted en este lugar, en las tinieblas.
La vida fue creciendo, siguió avanzando más y más, y adquiriendo mayor tamaño.
Si usted ve en eso, entonces está conectado con la realidad, que fue el último momento de todos de su vida.
Usted ve una sola gota de agua, pero aun así ya murió y volvió a nacer miles de veces antes de eso.
Las aguas generaron toda la vida, pero esa vida continuó avanzando y alcanzó la tierra: el planeta que se había hecho denso.
También entonces murió y volvió a nacer toda la vida, hasta que la vida interior alcanzara lo perfectamente humano.
Los Dioses de Isis me piden que los siga; voy a percibir los cielos.
Ahora veo un mundo en el que todos poseen alas.
Veo Templos y una naturaleza muy hermosa y personas perfectas, que han vivido todas en la tierra a la que pertenecieron nuestros antepasados.
Veo todos esos milagros por medio de mis dones.
Todos ustedes han de aceptar ahora lo que me dicen los Dioses de Isis, lo que yo les transmitiré.
Cuando los soles recibieron su luz ya tenían millones de lunas de edad.
Todos recibieron una tarea para que la completaran y se desarrollaron, como lo hemos hecho todos dentro de nuestra madre, aunque se le llame “empuje” en lo que vivo ahora.
Por medio de ese empuje nacieron las estrellas y los planetas, las tinieblas y la luz; ese empuje daba a todos esos cuerpos, fuerza, poder y movimiento.
Solo veo movimiento y esto continúa avanzando hasta que todos hayan completado su tarea.
Pero toda esa poderosa vida nació antes que nosotros, fue creada solo para nosotros, los hombres, como almas y como personas materiales, porque todos tenemos que regresar a “Él”, al Dios de todos nosotros.
Todos nosotros aún estamos de camino, como quienes viven aquí y que han avanzado más que todos nosotros: también ellos vuelven a Dios.
Si el padre de Isis me sigue y siente lo que los Dioses nos dicen ahora, la cabeza del Templo de Isis comprenderá y sentirá que lo que se les está dando a todos ustedes es sagrado (—dije).
Los seguía en la tierra, todos estaban tranquilos.
El supremo sacerdote preguntó:—Si hubiera peligro para Isis, ¿qué haría entonces?
Sondé su pregunta y me entró:—Si los Dioses de Isis quisieran que mis alas se abrasaran, gran maestro, o que me convirtiera en alimento de los animales, aun así estaría dispuesto y me sacrificaría.
—Bueno, estimado Iseués —oí que dijo el Rey al supremo sacerdote— eso sí que es una respuesta digna de un sumo sacerdote de Isis.
Pero el sacerdote aún no estaba satisfecho y preguntó:—¿Qué medidas adoptará cuando usted sienta y vea que quienes se le presentan como Dioses y le susurran que los escuche humillarán a Isis?
Volvió a crear disarmonía, pero respondí:—Usted conoce al faraón, pero le pregunta usted quién es; ¿que respuesta cree que obtendrá ahora que sabe quién es?
Todos sintieron a dónde quería él llegar, pero no hizo caso alguno y preguntó:—¿Qué pretende con esta respuesta?
—Los Dioses quieren que vuelva en sí, padre de Isis, ahora es usted uno de los inconscientes: pregunta por verdades que conoce (—dije).
El supremo sacerdote se quedó pálido como un muerto y los animales se inquietaron, pero proseguí:—Sus alas están paralizadas y su luz se ha oscurecido.
¿Por qué no les pide nuevas alas a los Dioses?
Pero pregunte entonces también cómo se han de usar las alas más grandes de todas, o se desplomará como un pedernal y se estrellará.
La Reina se quedó mirando muy seriamente al supremo sacerdote, pero fue el Rey quien le dijo:—Mi estimado Iseués, ¿me va a seguir debiendo la respuesta?
¿Se quedó manco en un ala?
¿Tanto avanzó su hijo y discípulo como para que ya no sea capaz de seguirlo?
Aquí se habla de lo que es digno para Isis.
Y a ustedes, altos dignatarios, consejeros, sacerdotes de Isis e escribanos, a todos les pregunto: ¿Por qué he de administrar justicia?
¿Tan incomprensible es esto?
Tenemos a un sacerdote de Isis que ha recibido las alas más grandes de todas, que es del todo uno con los Dioses, ¿no tenemos que estar entonces agradecidos?
Bueno, mi estimado Iseués, ¿podría responder? (—preguntó).
Mi padre se había salvado, pero yo había vencido.
Dijo:—¿Le resulta posible al faraón comprender que los milagros que se viven ahora engrandecen Isis?
Pero pasan por encima de nuestras cabezas, como un diluvio que arrasa la tierra sin que pueda detenerse al agua.
—Eso me ha quedado claro, estimado Iseués, pero mejor descanse algo, está muy cansado y así podrá recuperarse.
Sin embargo, administraré justicia.
Los invito a todos a compartir la cena con nosotros (—dijo).
El faraón me dijo a mí y a todos los presentes:—Regalo a este sacerdote de Isis, que es digno de portar las alas más grandes de todas, mis animales predilectos; todos ustedes saben lo que significa eso (—dijo).
Alrededor de mí hubo alegría.
Dectar se acercó.
Con este regalo, en el fondo se me estaba venerando como supremo sacerdote de Isis.
Volví a la tierra y cuando me desperté, el faraón me preguntó:—Sacerdote de Isis, ¿me ha oído?
—¿Me permite el gran faraón que le dé las gracias por este poderoso obsequio?
Los Dioses de Isis quieren que le transmita también la gratitud de ellos (—dije).
Al padre de Isis le pareció terrible.
Después nos reunimos y tuvimos profundas conversaciones.
Se me acercó Myra, pero la llevé a Dectar.
Todos los presentes formulaban preguntas y yo tenía que responder a todas.
El Rey preguntó:—¿Vive usted cada momento en los milagros, sacerdote de Isis?
—Si los Dioses lo quieren, se pueden vivir en cualquier instante.
—¿También los puede vivir usted aquí, en nuestro entorno?
Sentí qué peligro me acechaba ahora y respondí:—Los Dioses nos dan poderosos dones, pero para ellos hay que sacrificarse por completo.
—¿Y si los Dioses lo desean?
—He de obedecer las órdenes, gran Rey, y las aceptaré.
—¿Le gustaría servir a su Rey en su entorno?
—Si los Dioses me otorgaran ese honor, cuánta gratitud sentiría.
Pero tuve que dominarme, porque sentí lo que ella quería de mí.
Entonces llamó a su hija y le dijo:—Karina, cuéntale al supremo sacerdote tus sueños, los Dioses los explicarán.
Se me acercó un ser extraordinariamente hermoso.
Por fuera parecía muy seria, pero su conciencia interior estaba vacía.
No había sentimiento en ella.
Me habló de sus sueños, que no lo eran.
Eran pensamientos vacuos y deseos de una niña antinatural.
No tardó en alejarse, mis respuestas eran demasiado profundas y no conseguía seguirlas, aunque hizo como si me comprendiera.
Ahora seguí a todos los presentes.
Muchos estaban completamente cerrados, y aun así leía sus almas y podía seguirlos.
En esta casa había odio y envidia, celos, vanidad y horror, aunque les complacieran ahora las cosas más elevadas y los milagros que habían llegado a conocer.
Mi líder espiritual me hizo percibir muchísimas cosas, por lo que le estuve muy agradecido.
Querían poseer mi sangre y al mismo tiempo sería entonces uno de los consejeros del faraón.
Entonces era otro esclavo que el que ya era yo ahora.
Me llegó entonces un mensaje de mi líder espiritual para que le hablara al Rey de mi obra.
Ya no había pensado en eso, y también por ello di las gracias.
Pregunté:—¿Me otorgaría el gran faraón el derecho para que apunte todas mis experiencias que los Dioses me conceden vivir?
¿Y sería el faraón tan amable de comunicárselo al supremo sacerdote de Isis, para que tenga yo también su aprobación?
—Si los Dioses lo desean, sumo sacerdote de Isis, y necesitara usted ayuda: estoy preparado para ayudarlo en todo (—dijo).
Se lo comunicó de inmediato al sumo sacerdote, y así también esto quedó zanjado a mi favor.
Volví a darle las gracias por todo.
Entonces les mostré diversos milagros y me disolví ante sus ojos.
A algunos les pareció milagroso, pero también hubo quienes se atemorizaron.
Dectar estaba en el cielo junto a Myra, pero había llegado el momento de volver a casa.
Nos despedimos todos, los animales del faraón me siguieron; ya había recibido el más grande obsequio de todos, en el fondo no precisaba poseer nada más.
El padre de Isis se sintió envejecido.