Mi madre
Sobre esta casa había una maldición, sobre quienes gobernaban y sobre cada piedra de este edificio venenoso.
Todos tenían culpa, y se derrumbaría.
La serenidad me sirvió para pensar.
Y pensé; pensé muy intensamente en lo que se me había dado.
Seguí todo desde el momento en que había entrado.
Primero repasé lo que Dectar me había enseñado y lo que yo mismo había visto y vivido.
Cuando terminé de hacerlo, seguí de nuevo lo que estaba ocurriendo ahora.
Durante todas aquellas incidencias, durante esa tensión y concentración —y lo curioso que fue— pensé sentir allí de improviso a mi madre.
Me vi despojado de esos pensamientos, o fueron oprimidos en mí, tan pronto como me habían surgido.
Y sin embargo tenía el sentimiento de que mi querida madre estaba allí conmigo.
Ahora que había empezado con la revivencia, volví, sin proponérmelo, a ese instante y oí que se decía a mi lado:
—Hola, mi querido Venry.
Soy yo, tu madre.
Aquí estoy, hijo mío, dentro de ti y a tu alrededor.
Somos del todo uno, Venry, así que no te preocupes, porque sé lo que es el Templo de Isis, y lo que significa.
Estás en buenas manos, Venry, Dectar también lo está.
Te ayudaremos, hijo.
Ardaty y yo pedimos fuerza a Dios, que te será dada, porque todos servimos.
Venry, ¿ya conociste el sueño?
Lo que vives entonces es poderoso y tienes que aprenderlo, porque contiene muchos secretos.
Ambos vivimos en esas leyes, Venry, y es muy instructivo.
Padre está muy feliz, aquí también dispone de jardines.
Los tesoros de este mundo los llevarás tú a la tierra.
Tu boca hablará y harás largos viajes y verás cosas que allí no pueden verse, pero en las que nosotros vivimos y somos uno.
Si te entra un nuevo odio, hijo mío, libérate entonces de él, te lo pido muy intensamente, también papá te lo pide.
Lo que hicieron lo tendrán que justificar en nuestro mundo; pero la vida de ellos no te afecta, no lo olvides jamás, Venry.
Los fundamentos del Templo están podridos, debajo reinan las tinieblas, y oigo los sollozos de niños pequeños que piden auxilio.
Aún son almas jóvenes, que vivieron las leyes y para las que regresaron a la tierra.
Veo en esas jóvenes vidas, Venry, y tu padre está al corriente.
Piensa en tu tarea, el mundo ha de saber lo que vive de este lado.
Tú posees esos dones y fuerzas, están presentes en tu alma.
También recibirás las llaves y conocerás las leyes secretas, pero tienes que asimilarlas y así tendrás mucha fuerza para hacer grande a “Isis”.
Pero tiene que haber paciencia en ti, de lo contrario sucumbirás bajo una carga que ahora no puedes llevar todavía.
Para eso se necesita sabiduría vital, y la experiencia te puede fortalecer.
Jamás lo olvides.
Ay, no te preocupes, hijo, estamos solos y hay ayuda, muy importante, Venry, que ya se te dio de niño.
Obedece a Dectar, él conoce las leyes.
El veneno de ellos te matará si te precipitas, o si eres demasiado enérgico, y tu ferviente entusiasmo me preocupa; pero, obedecerás, ¿verdad, Venry?
Tienes que contenerte, o si no te esperará la soledad, así que vengo a prevenirte.
Ya no eres un niño y más tarde me comprenderás.
No me preguntes lo que esto puede significar, porque no podrás ocultarlo y entonces la carga se hará demasiado pesada, y podrán captar tus pensamientos.
Si quieres, me puedes preguntar, luego ya no será posible.
Así que pregunta lo que quieras, Venry.
—¿Qué tengo que hacer, querida Madre?
—Pensar y trabajar muy intensamente en ti mismo, Venry.
Reprobar que otros puedan captar tu sentir y pensar, y que te entren otros pensamientos que no sean los tuyos propios, o de Dectar, solo los que compongan tu vida y pensamiento, esa es la razón por la que estás aquí.
—¿Está padre aquí?
—No, querido hijo, pero de todas formas nos oye hablar y es muy feliz, ahora que oye y ve que estamos conectados.
—¿Sentí bien, Madre, que estuvo usted conmigo hoy?
—Entonces vivías en el espacio, pero yo también estaba allí, y me sentiste.
—¿No puedo verla, Madre?
—No, imposible, Venry, tal vez más tarde, cuando hayas acumulado mucha sabiduría y tus fuerzas sean grandes, por lo que habrá muchos acontecimientos en ti sin que dejes de ser tú mismo.
¿Lo comprendes, Venry?
—Ya la entiendo, Madre, y le estoy muy agradecido.
¿Sabe usted qué meta tengo en la vida?
—Sí, hijo mío.
El Dios de todos nosotros te dio grandes dones.
Pero cuando uno recibe dones, a eso va unido usarlos, pero para una sola meta, y esa, Venry, es: servir.
Liberarás el Templo de Isis de todas sus tinieblas y tendrás que levantarlo de nuevo.
Te espera una gran obra para la que necesitarás toda la ayuda.
Aunque tengas mucha fuerza de voluntad, no serías capaz de llevarla a cabo por tu cuenta, Venry.
—¿A través de quién, Madre, o de quién es la voluntad?
—Si te digo que son centenares de almas las que lo quieren, lo puedes aceptar.
Todos quieren ayudar de buen grado, te siguen y te aportarán piedra a piedra para darle a “Isis” una túnica más hermosa.
Todas lo hacen por “Él”, a quien aquí llamamos Dios pero que aún es un desconocido para tu propio mundo.
Si, en cambio, eres consciente, hijo mío, de para qué estás aquí, entonces la animación es vigorosa y muy profunda, es una animación que te impulsa, siempre más lejos y más alto y sin cesar hasta una meta, para acabar tu tarea en la tierra.
En el espacio en el que vivo y y en el que también están ellos todo esto lo vemos mientras esperamos tranquilamente.
Pero no creas, Venry, que no hacemos nada.
Rezamos y pedimos fuerza, para lo que se requiere una continua concentración, y nuestras almas elevan estos pensamientos y sentimientos hasta “Él”, que posee el Omnipoder.
Y en eso somos muy seguros.
Nuestras oraciones penetran hasta allí, por lo que los Dioses estarán contigo.
Hemos dejado atrás la impotencia, hemos depuesto lo inconsciente.
Ese sentimiento agotador, que siente el alma como ser humano en la tierra, querido Venry, se ha transformado aquí en realidad, porque somos conscientes en todo.
Ahora vemos detrás de las cosas y conocemos, a pesar del espacio y de la inconmensurabilidad en que vivimos, la imponente profundidad del insecto más pequeño, que sigue, como nosotros los hombres, su propia evolución.
Si llevaras dentro de ti la pregunta de lo que significa esto, sería capaz de poder hablar tan solo de esto durante toda mi vida, porque en ello reside el “comienzo”, pero también el “final” de todo lo que vive.
Si fueras capaz de darte cuenta, querido Venry, de que “el espacio” vive en el animal y que podría hacerse audible, entonces el hombre oiría y vería a su Creador, y se le haría visible el espacio en el que nos encontramos ahora.
Es muy alentador, querido Venry, pero ellos se sienten todopoderosos.
Intenta intuir nuestra vida y lo verás a “Él”, por quien somos.
—Haré cuanto pueda, querida Madre; ahora conozco mi meta y trabajaré y esperaré (—dije).
Entonces sentí que me volvió a entrar mi juventud, y pregunté:—Querida Madre, ¿conoce a quien le causó pena?
¿Ya se lo encontró allá alguna vez?
—Sí, Venry, padre y yo lo conocemos, pero no es posible encontrarnos con él.
Hay un mundo entre nosotros que nos separa.
Es asunto de él vencer ese mundo.
Lo que podemos hacer por él es rezar y, créeme, querido Venry: mi oración es muy seria, para que sienta y vea que también su camino estará iluminado.
—¿Lo veré, Madre?
—Tienes intención de verlo aquí, ¿no es así, Venry?
—Sí, Madre.
—Ha consumido los poderes que poseía.
Él mismo, querido hijo, destruyó la posibilidad de verte, de alcanzarte en la tierra y encontrarte en nuestro mundo.
—Todavía sé, querida Madre, que decía conocerme de otras vidas. ¿Era por eso que podía alcanzarme?
—Cuando miro en eso, Venry, me llegan muchos acontecimientos y veo que también él sentía algo, pero sin que lo comprendiera todo.
—¿Es una falsedad lo que me respondió?
—Si hablaba de amor, querido hijo, entonces es que transitaba el mal por su alma.
Ahora él también es él mismo, y ha aprendido que el odio lo mata y le impide elevarse.
Perdónalo, querido Venry, si me quieres, porque él tampoco conocía las leyes y era un juguete en manos de otros; había otros que vivían a través de él y que querían poseer a aún otros.
Hay vidas en ti que ahora desconoces, porque esta vida prima sobre la otra y te absorbe por completo, pero aun así es una con aquella en la que viviste alguna vez.
Y de esas vidas venían todos esos sentimientos; él vivía en ellas y era consciente en ellas, pero había otros que le espoleaban a destruirnos.
Créeme, querido hijo, si ambos no nos hubiéramos enmendado, entonces habríamos quedado destruidos.
Pero en nosotros está la luz que ve Ardaty y que determina la vida de nosotros dos.
Pero incluso el pensamiento erróneo, querido Venry, ya es una sombra en nuestras vidas, que oscurece nuestra luz, es un trastorno que hace que nuestra felicidad no sea verdadera.
Esa sombra estaba en nosotros dos, y a nuestro alrededor, en ella vivíamos en la tierra, y es la que le hizo posible conectarse con nosotros.
Pero ahora ya pasó todo, también esa sombra se disolvió, y continuamos hacia delante y más hacia arriba.
En nuestra vida había una sola sombra, pero para otros son nubes y hasta profundas tinieblas en las que viven y en las que fueron grandes en la tierra.
—Así que usted, Madre, ¿hizo lo que harían los dos?
—Cuando todavía vivía allí, Venry, veía detrás de las cosas y hablaba de sentimientos, haciendo que la gente pudiera ver detrás de la vida material.
Esos sentimientos pueden traducirse en palabras si lo quiere “Él”, de quien salen para entrar en nuestros corazones.
Este sentimiento lo tenía bajo mi corazón, querido Venry, y capté en mí esta fuerza; ambos entendimos, ocurriera como ocurriera, que el tiempo no es tiempo, sino que significa empuje.
Estos sentimientos pueden entrar en todas las criaturas, pero no lo entienden porque su capacidad de sentir y oír se ha materializado.
Yo los reconocí, por saber y sentir claramente que esa fuerza quería decir felicidad; que nos daba a los dos lo que Dios guarda para toda su vida.
La verdadera voluntad tiene que estar en nosotros, Venry, y tenemos que seguirlo a “Él”, aceptar todo, todo; tenemos que querer morir, porque de lo contrario no puede darse el “ir adentro”.
Si sientes esto te quedará claro que es como se muere en la tierra, pero aquí significa entrar a “la vida” y aceptar y recibir la riqueza: nuestra casa y los jardines de Ardaty.
Esa “Vida”, querido Venry, nos envió flores y el canto de los pájaros, por lo que das las gracias, solo eso, porque la felicidad que llevas dentro le da la vida y la felicidad a todo, lo cubre todo con su radiación.
Esas fuerzas, Venry, estaban en mí; venían de aquí e hicieron la transición a mí, por lo que me entró un silencio sagrado.
Ya entonces, hijo, vivíamos en el espacio, y sentías que yo llevaba ese silencio dentro de mí y que este obligaba a mi alma a hablar, para querer contarlo todo al respecto, todo.
Ese empuje me entró mucho tiempo antes, igual que esa atmósfera curiosa pero cautivadora de la que éramos conscientes.
Para nosotros era “la partida”, para otros la huida de las desgracias, de la pena y el dolor, seguida por la muerte en la tierra.
Y sin embargo nadie puede librarse de ella, querido Venry.
“A dónde iremos”, te decía, “si nuestros caminos están obstruidos”, porque nuestras almas sentían la fuerza que nos daba “el saber”, la entrega a “Él”, que lo sabe todo de nosotros y que nos llama a venir a “Él”.
En la tierra se piensa que esto es tiempo, pero no es cierto, Venry, es el “ir adentro”, y no puede significar otra cosa.
El deseo que te entra de conocer todas estas leyes, querido Venry, es tan comprensible como su propio acontecer.
Pero ¿cómo te explicaré todas estas leyes milagrosas, hijo mío, ahora que sabemos que todo es sentimiento, y que este ha de ser “vivido”?
También el espacio es “sentimiento”, Venry; ¿cuánto tenemos que sentir y experimentar entonces si queremos ser como “Él”?
También es incomprensible si digo que las frutas, las flores y los animales, en suma, toda la vida a la que pertenecemos nosotros los hombres, solo son sentimiento; ¿podrá aceptarse entonces el milagro de esto?
Y si digo a continuación, Venry, que las aguas no son aguas sino solo “sentimiento”, ¿acaso no me castigará y encerrará el faraón, pensando que le engaño a él y a mí mismo, y que mi lengua está envenenada, o que lo anormal vive en mí?
Ahora creerás seguramente que la “Omniciencia” está en mí, pero tampoco eso es verdad, Venry.
La sensación oprimente, hijo, que a veces no es más que preguntar, para querer conocer el “porqué y para qué”, está aquí en nuestras manos.
Lo improbable se disolvió “aquí” ante nosotros, todos hemos tenido que aceptar que el “morir” allí es el “ir adentro” en la realidad y que nunca fue de otra manera.
Ves, hijo mío, eso es el saber, ver y vivir tu propia vida, es más profundo y poderoso que lo que se piensa allí, y por otra parte también tan sencillo.
A pesar de toda esta profundidad eso vive “en” tu alma, porque es de donde tú mismo has nacido.
Lo que te cuento, Venry, es la verdad, puedo hablar así desde este mundo.
En mí vive lo verdadero, y en todos los que vean luz.
Por eso somos “conscientes” y formamos parte de esa imponente “Vida”.
Cuando hablé del infinito, querido Venry, aún te acordarás —fue poco antes de que partiéramos—, este justamente, es ahora nuestra posesión.
En mí no hay vanidad, querido muchacho, porque esa autenticidad vive en mí, de lo contrario no percibiría toda esta hermosura.
Cuando busco la soledad para sentir y pensar con claridad puedo dar a conocer mi sentimiento y pensamiento.
Allí mi capacidad de atención es perfecta, querido hijo, y haber pensado sin cesar me trajo la felicidad de esta “vida”.
“Ir adentro” de forma ingenua en las cosas de “Él”, querido Venry, podría suponer para mí un empuje fatal.
Entonces no sería quien soy, y, sin embargo, estás oyendo que te hablo yo, que te habla tu madre, y es como si yo viviera allí, ¿no es cierto, Venry?
¿Acaso ha cambiado en “algo” el timbre de mi voz?
—No, querida Madre, no ha cambiado usted en nada, y ¡me hace tan feliz!
—Cuando la felicidad está en ti, querido hijo, ¿no crees entonces, mi niño, que también los demás quisieran ser felices?
Mucho tiempo pasará antes de que quieran escuchar, pero tienes que decírselo muy claramente.
Dectar dijo que había que pensar con mucha claridad, usando pocas palabras, y mirar la vida en la naturaleza.
Y también yo te lo ruego, Venry: dilo bien claro.
Es tu alma la que siente y crea, y la que lo interpreta.
Eso es hablar.
Si hay profundidad y empuje en ti no será difícil saber ordenar las palabras.
Porque si no eres claro, lo grande que tiene se perderá, y tu viaje a nuestro mundo será como ir a una fiesta terrenal; tu vida estará entonces grávida de vacuidad.
Te escucharán, tus palabras serán alimento para el alma, sobre todo para quienes vengan después de ti.
Aunque los rodee el esplendor del oro terrenal, querido hijo, incluso cuando piensen saberlo mejor y no vean satisfechos sus deseos, aunque quieran estar por encima de todo y tener una gran personalidad, aun así habrá en ellos vacío, porque aquellos que quieren poseer el oro espiritual se deshacen de lo terrenal.
Lo que emitirán entonces es poder y fuerza espirituales, que alimenta el alma y que la hace celestial.
Si se te concediera percibir mi túnica, querido Venry, también esto te parecería plausible, pero tienes que esperar, porque solo después verás este tejido, nacido de nuestro propio sentir y pensar.
No se trata de ser “grande” en la tierra, sino de ser pequeño en las cosas creadas por “Él”.
Conviértelas en tejidos para tu propia túnica, cual juego de colores.
Comprenderás lo admirable de esto, querido Venry, si digo que todo esto puede alcanzarse sintiendo y pensando.
Solo imagínatelo, querido hijo.
Basta con pensar, actuar y sentir de forma natural para que sea tu posesión una túnica celestial.
Pero entonces has de estar libre de odio y de todos los demás sentimientos tenebrosos que forman la túnica oscura, y que te hacen igual que aquellos que imprecan y maldicen, apenados y doloridos, incluso a “Él”, al Dios del que somos.
¿Te quedó claro, querido Venry, que son ellos mismos quienes tejieron esa tenebrosa túnica?
El tejido del que está hecha son sus actos, y el conjunto representa su propia vida.
¡Hay que ver, hijo mío, cómo se manchan!
¡Hay quienes se contagian ellos mismos y solo por cosas que buscan y que nacen de su deseo!
Es cuando se te parte el corazón, querido Venry, y solo puedes albergar amor.
Los vi, hijo mío, y son pobres, muy pobres.
No tienen oro terrenal ni espiritual, ni comida o bebida, y todo lo ven negro, porque sus almas son tenebrosas.
Y qué imprecaciones dicen, justamente maldicen las cosas que echan en falta.
Pero por eso son muertos en vida, porque siempre desean sin ver, sin estar convencidos de que les sigue una masa tenebrosa, levantada por su sentir y pensar.
¿Acaso crees, querido hijo, que en algún momento revivan siquiera una sola cosa?
Si retrocedieran pensando hasta el momento en que empezaron a desear, y quisieran suprimir los sentimientos que oscurecen sus vidas, entonces allanarían un camino por el que podrán transitar algún día, y que de todas formas deberán recorrer solos.
Siempre van más allá y siguen deseando, obsesionándose con lo que en la tierra se llama el “oro”, con los edificios en que viven y hacen festejos, con la posesión de esclavos que les sirvan.
En la mano derecha les veo la fusta, con la izquierda prodigan mentiras y engaños, sus corazones son de hielo, ese frío habita allí.
Viven detrás de una máscara, querido Venry, para que los demás no puedan ver quiénes son realmente.
Pero en nuestra vida eso lo atravesamos con la mirada, porque nuestras túnicas exhiben la negrura de nuestras almas.
Ninguno de ellos es capaz de dar el salto que diste tú, porque se abismarían y desaparecerían en sus propias tinieblas.
—¿Puede decirme, querida Madre, qué significa semejante salto?
—En ti está el deseo de que se te conceda saber por qué razón se suspende la gravedad.
Si te digo que es posible a través de la concentración, ¿podrás aceptarlo?
Una sola ley así es la que hace que el planeta tierra siga planeando, Venry, y con ella todo lo que vive.
Él que consiguió hacerlo, querido hijo, conoce y posee una pequeña porción de esta ley, presente en la vida de su propia alma, pero que se pone en marcha a través de la concentración.
Aunque parezca un gran milagro, acepta ahora que te diga que no hay milagros.
No existen.
Se te sostuvo en verdad, y quien te sostuvo se sirvió de lo que dio equilibrio a todo en el espacio y de lo que genera el viento y hace estallar el fuego que causa la lluvia que se precipita torrencialmente.
A partir de eso despierta la vida y llega a crecer y a florecer, hijo mío, pero ocurre por sus sentimientos y vigorosos pensamientos.
Y en eso es muy fuerte quien hoy te habló, Venry, porque te trajo por encima de ese vacío.
Una vez que estés preparado podrás hacerlo por tu propia cuenta, porque eso también es posible.
—¿Así que hubo alguien, querida Madre, que me sostuvo?
—Hoy oíste su voz, Venry.
Es muy importante que sepas que es poderoso.
Si lo quieres seguir, entonces has de querer servir, porque lo que él dice y ve está vivo.
También puedes aceptar que cuando ocurren milagros su existencia es conocida.
En nuestra vida, cualquiera que posea luz los puede explicar.
Debido a que esos milagros ocurren conscientemente y pertenecen a la realidad, puedes aceptar que nosotros también pertenecemos a la vida consciente, o que también los humanos pertenecimos a lo que es el espacio.
Pero en nosotros hay sentimiento y somos partículas de toda esa grandeza que es “Dios”.
El faraón te recibirá y dirás palabras que jamás se olvidarán.
Si sigues a quien hoy te habló, querido Venry, verás luz y gracias a esta el “amor”, y es por “el amor” que todo vive.
Realmente, querido Venry, son dos almas, como pensaste algún día, las que representan a la vida.
Por eso, debes llegar a conocer a una sola alma, el alma que te pertenece, dar a una sola alma todo tu oro interior, tu verdad y amor, tu propia vida interior, tu corazón y fuerza de voluntad, y poseerás a “Él”, al que hemos llegado a conocer, y que solo es “Amor”.
Cuando este Templo irradie “el amor”, vendrán hasta aquí las multitudes, deseosas de conocer lo grande.
Para prepararte para ello, querido hijo, vale la pena que se te conceda vivir, ver y sentir los milagros de Dios, en lo que todos los hombres pueden ser grandes.
Pero se lo llevarás a la gente, Venry, porque ya estás entendiendo todas estas cosas milagrosas.
Eres viejo, porque no existe el ser joven.
Y aun así, todavía eres un niño, pero tu alma ya posee esa vejez.
No es preciso que te aclare que esto son todas tus vidas, en las que ya vivías en tu juventud.
¿Acaso todo esto es tan antinatural?
Cuando llegue entonces alguna vez el día en que los mayores no quieran reconocer a los jóvenes por tener que dejarles su sitio, veremos una lucha entre jóvenes y mayores, querido Venry, y esta será a vida o muerte.
Pero los jóvenes solo aportan luz nueva cuando llevan dentro la realidad y convicción de esta.
Pero la aceptación a ciegas de su propia grandeza los hace caer, y con ellos, a muchos más.
Cuando la gran conciencia esté en ti, podrás confiar en tomar las armas, querido Venry, porque lo nuevo que es bueno ha de vencer.
El dolor de quienes no sientan esto es grande.
Pero hay una ley que dice “márchense” y apártense; a mí me harán sitio, porque viene mi hijo a demoler aquello que está mal.
Y entonces lo antiguo caerá, hijo mío, pero lo nuevo vive, y envejece a su vez.
Así vi mi propio pasado, siempre con esa demolición y la consiguiente reconstrucción.
Ahora ya aceptarás que esta es la escuela de todos.
Quien pertenezca a “la vida” tiene que seguir esta ley, porque nos lleva a donde está “Él”, que nos dio la vida a todos.
Todo esto es ineludible, hijo, pero uno tiene que poseer el sentimiento para ello.
Pero ahora escúchame bien, hijo.
Las fuerzas a través de las cuales te hablo se habrán consumido en breve.
Quería decirte ahora que debes olvidar esto, por grande que sea tu deseo de poseerlo y llevarlo dentro.
Oh, querido Venry mío, no te asustes, más tarde volverá en ti.
Ahora que me sientes entiendes por qué esto es necesario, y sabes a qué me refiero.
Deseo y anhelo profundamente, mi amado Venry, que no pienses en mí, sino solo en tu trabajo.
Si retuvieras todo esto, entonces se verá y sentirá, y ocurrirán cosas horribles.
Los dolores que me entrarían entonces no los podría vivir.
Pero recibirás ayuda eficaz, querido Venry; en eso te ayudaré.
Entonces será posible que olvides todo por un tiempo.
Ahora que me sientes, hijo, entenderás que es muy importante que eso vuelva en ti.
—Le entendí, querida Madre, y obedeceré.
Unas preguntas más, Madre.
¿Volveré a verla?
—Otra vez, muchacho, y entonces más tarde.
—¿También a padre?
—También a Ardaty.
—¿Por qué me habla de “Ardaty”, Madre?
—Te dije una vez que conocerías a tu padre.
—¿Qué quiere decir esto, Madre?
—Que parto, querido Venry.
Ya no me preguntes nada y olvida.
—Solo una pregunta, querida Madre.
—Querido hijo mío.
Leo tu pregunta en tu alma y te responderé.
¿Conoces el Loto a la luz de la luna?
¿Conoces y sientes ese sagrado silencio?
De eso hemos hablado nosotros.
En la vida no hay nada imperfecto, Venry.
Soy como los Dioses me crearon.
Querido Venry, ahora mi rostro es como siempre lo viste.
Ahora soy tu princesa, con la cabeza rodeada de un halo, pero tejido por tu gran amor.
Siente en mí el poderoso deseo de que se me conceda mostrarme a ti, pero los Dioses me piden que esté muy alerta y eso significa estar a la espera.
Veo que a lo lejos se están acercando los ojos, querido hijo; están preparándose para venir a ti y a muchos otros, para ver si estás aprendiendo y obedeciendo las leyes.
Rezaré por ti.
¡Adiós, mi querido Venry!
—Adiós, Madre, soy muy feliz y le estoy muy agradecido.
* *
*
Mi madre había partido.
El calor que todo ese tiempo había sentido en mí y a mi alrededor también se disolvió ahora, y entendí que mi ayuda estaba conmigo.
Estas fuerzas probablemente también rodeaban a mi madre, porque si no, no habría podido hablar así.
Entonces me vacié por completo y seguí mis propias vivencias.
Al poco tiempo dejé de sentir por completo a mi madre y lo que me había contado.
Se me habían aclarado muchas cosas.
Entendí el rápido regreso de Ardaty cuando llegué a Isis.
Naturalmente, mi padre y también mi madre sabían que aquí había peligro.
Y Dectar se había dividido, como supe ahora.
Volvieron a pasarme por la mente mis propias vivencias, y de nuevo me encontraba ahora ante ese sueño que duraría siete días con sus noches.
Ahora que había vuelto a conectarme con eso, se me hacía imposible avanzar más.
Había algo que me retenía.
¿Tenía que saber aún más de eso?
Ahora entendí lo que me había dicho Dectar en susurros.
De esta manera descubrí todas esas horribles leyes.
Me di cuenta de que vivía en un nido espiritual de bandidos, entre demonios de la peor calaña, muy peligrosos.
Se succionaba a los discípulos de sacerdotes hasta dejarlos vacíos, al igual que a los adultos, a los que quizá pertenecía Dectar.
Estos horribles seres me hacían temblar.