Mi vida anterior; Lyra y Lécca

Me había llegado una fuerza que me obligaba a abandonar el país.
Estaba de camino a China.
Durante el viaje allí volví de manera consciente en mi vida anterior, que ya había sentido estando con Dectar.
La vida en que fui Venry fue hundiéndose en mi interior y fue dando paso a la del padre Taiti.
Rápidamente abandoné mi propio país.
Fui volviendo año tras año, acercándome a mi vida anterior.
Cuanto más me acercaba al país donde había vivido, más nítida se hacía también esta conciencia, porque podía volver a pensar y sentir como antes.
Ya me era posible hablar el idioma aprendido en ese país, porque todo lo que pertenecía a esta conciencia me estaba volviendo.
“Sí, Dectar, el padre Taiti ha regresado y tiene que completar ahora una tarea muy distinta a la de antes”.
Mientras planeaba, mi túnica fue cambiando.
La que había llevado antes y que pertenecía a esa vida también la poseía ahora.
Por eso vivía en la realidad, porque todos los sucesos, sentimientos y propiedades aprendidos permanecen en nosotros y siguen formando parte del alma.
En todos esos siglos no había cambiado nada, solo en mí mismo, que ahora significaba el sentimiento, mi empeño en lo bueno.
En esa vida sucumbí.
Lo que vivía ahora me parecía milagroso.
De este modo me era posible volver a ver muchas vidas.
Todas habían sido necesarias para despertar.
Volví a portar la túnica de un supremo sacerdote.
Pronto llegué al entorno que me resultaba tan conocido.
Sobre una alta montaña vi mi Templo.
Me encontraba en un precioso entorno, rodeado de montañas.
Estaba a la cabeza como padre Taiti y tenía muchísimo poder.
Pero ahora era discípulo de Isis, aunque vivía en ambas vidas, de las que esta era la predominante.
Nada más llegar descendí en las cuevas y pasillos subterráneos y visité los lugares donde se castigaba, torturaba y ahorcaba a la gente y donde había destruido a mi enemigo en la hoguera.
Volví a ver ante mí todos esos sucesos y donde sucumbían quienes habían maldecido su vida y el sacerdocio.
Todo eso lo había ordenado yo.
Todos esos horribles sucesos se me estaban reviviendo y vi a los sacerdotes y a las sacerdotisas de antaño.
Todos habían muerto aquí y ahora en alguna parte de la tierra, o de este lado, para volver de todas formas a la tierra y enmendar sus fechorías.
Mi enemigo había sido un sumo sacerdote que quiso arrebatarme el poder.
Pero el último de todos sus actos lo había llevado a la hoguera.
Me robó mi amor, que intentó alcanzar matando, pero gracias a mis dones y conocimientos de las leyes mágicas seguí siendo su maestro.
A mi lado vi a Lyra, a la que ya había vuelto a ver en la tierra.
Pero ¿dónde vivía Lyra?
¿Dónde estaba en estos momentos?
Porque iba a hacerse sacerdotisa.
Sobre la hoguera vi a un ser humano que iba a la muerte.
Lyra y yo seguimos este terrible proceso y nos deleitamos con este cruel juego de vida y muerte.
El que iba a la muerte había recibido lo que él había hecho vivir a muchos otros.
Lo oímos gemir y proferir alaridos de dolor.
Incluso me volvía el eco de las palabras que yo mismo había dicho a Lyra.
También me volvieron todo mi odio y los sentimientos sinceros correspondientes.
Nuestros corazones latían de alegría cuando dio su último suspiro.
Las bailarinas, que llevaban túnicas de sacerdotisas, interpretaban un baile vital.
Vivimos la fiesta de la destrucción y la irradiación repugnante de los sentimientos humanos, así como la muerte en la tierra y la entrada en la siguiente vida.
En la vida en que yo vivía ahora, el alma continuaba y volvería a prepararse para una nueva vida.
Entonces el alma conocería a otros padres y experimentaría de nuevo el nacimiento y la muerte en la tierra.
Yo también había vuelto, pero conmigo todo mi odio y el sicario envuelto en una vestimenta espiritual, el conocedor de las leyes mágicas.
En mí vivía la verdadera conciencia, pero eran sentimientos de lujuria, poder y vivencias animales.
En esta conciencia lo había enviado a la muerte, pero así fue como mi alma despertó.
De ese proceso inhumano despertó el amor servicial, un amor que es eterno y que nunca pierde su fuerza, sino que solo se hace más fuerte y cada vez más grande.
Ahora estaba viviendo que cada acto equivocado aun así contiene el sentimiento superior y que así eleva al alma a lo elevado.
Ahora que percibía todo esto pensé en las palabras que me había dicho mi madre.
“Cuando la voz de tu corazón te diga que desciendas, hazlo, pero has de ascender en el amor, asciende y entonces has de conocer el amor, vete adentro”.
Aquí ya había vivido todo eso antes y sus palabras me eran claras.
En la vida allí delante de mí, una vida de poder, de ascender y descender, mi alma había adquirido conciencia.
Aquí había conocido el amor y se había desarrollado plenamente la vida interior de Lyra, así como la seguridad en nosotros de una gran felicidad en la tierra y de este lado.
Ese amor había despertado en una conciencia que era animal, un amor que se llamaba lujuria, pero que prendió en nuestras almas, poniéndolas en llamas.
Entonces seguí y accedí a los calabozos, donde vivían los sacerdotes y las sacerdotisas.
Dectar vivía en una de estas celdas.
Había venido a mí como discípulo, pero acabó como maestro su vida terrestre.
Había vivido un final horroroso.
Ahora estaba conociendo su profundo ser interior.
En Dectar había ahora muchas vidas conscientes, pero de esta vida en el fondo no sentía nada.
Los pecados y errores que había cometido en esta vida los había enmendado a una edad más avanzada.
Por eso entendí que esa cuenta la había liquidado.
Pero esas otras vidas iban reapareciendo en él conscientemente, una por una, y todos esos sucesos le estorbaban y tenía que vencerlos.
Se había sometido a un tremendo castigo, de eso tampoco me había contado nada todavía.
De esta vida solo sentía el amor y el sentimiento de miedo de poner fin a su vida.
El sentimiento que impulsaba el alma para ascender y que era el amor, ese sentimiento permanecía y se hacía mucho más fuerte por todas esas vidas.
Cuando este sentimiento se quedaba dormido, dejándose sentir como deseo aun cuando significaba el amor, el alma volvía a hundirse al primer estadio de todos, para ya no hacerse consciente nunca más.
Pero no era posible, porque para eso uno vivía en la tierra, formando parte de lo infinito.
Todas esas vidas servían para alcanzar una conciencia más elevada, para vivir algún día aquello que estuviera en armonía con la naturaleza y con aquello con que estábamos hechos.
En esa celda vivía Dectar.
Ahora que pensaba en él capté otros sentimientos.
No me estaba permitido pronunciar el nombre que había tenido en esta vida.
Y eso me arredraba, porque yo podría despertar en Dectar su vida anterior y entonces volvería a hacer la transición en toda esa miseria.
En su vida en Isis esto le sería fatal.
—El sonido de su nombre —oí que se me decía, por lo que entendí que también aquí se me seguía— destruye su paz.

Lo acepté de inmediato.
Lo que veía y lo que también Dectar había vivido en esta vida eran la pena y el dolor de muchas personas; eso aquí a él le había tocado soportarlo solo.
Toda su personalidad y su nombre sacerdotal habían ido a la muerte, junto a él.
—Deja eso en paz, Venry, no lo despiertes, no toques aquello por lo que se ha sufrido, por lo que él padeció torturas y por lo que se rompieron corazones.
Deja que siga durmiendo irrevocablemente.
‘¿No es maravilloso?’, pensé. ‘También aquí oigo muy claramente la voz que habla en mí y los demás conocen la vida de Dectar’.
De nuevo oí que se me hablaba:

—Cuando todo muera, se disuelva y se olvide, al menos no un nombre que está unido a muchos acontecimientos profundos.
Eso el alma lo escuchó.
Conserva su fuerza durante siglos y una vez que toma conciencia vuelve a atraer hacia sí misma, al menos con quienes tienen dones, todos los acontecimientos, por lo que incluso se vuelve a hacer consciente la personalidad entera.
Ese sonido sigue viviendo y si hay algo que despierta el alma eso es el nombre, que representa la vida y la personalidad.
Después siguieron otros pensamientos, con los que sintonicé.
Dectar amaba y en esta vida su amor era Lécca.
También ahora sentía ese amor.

—Pero ¿dónde está Lécca?
¿Dónde estás, sacerdotisa, tú que conoces a mi amigo y que sientes su amor?
El amor que le llega está despierto, vive, le es enviado y pertenece al deseo consciente.
Dectar está en la tierra, aquí fue uno contigo.
Lécca, ¿dónde estás?
Tú también has de estar viviendo, entre todos esos millones de personas solo hay una que toca a su alma gemela.
Dectar dice que vives; te ve en la tierra y le entra tu amor.
Ese amor es de su alma.
Las leyes mágicas te traerán hasta mí, y así sabré dónde vives ahora.
Nada, ¿me oyes, Lécca?, nada podrá detenerte, ¡vendrás hasta mí!
Ya había sintonizado con el alma de Lécca y todos mis dones de esta vida se pusieron en marcha.
Volví a llamarla.
Lécca, te estoy llamando.
Mis primeros intentos están poniéndose en marcha, te estoy llamando, Lécca, pero enseguida volveré a llamarte y vendrás hasta mí.
Incluso ahora sabía que Lécca vivía en la tierra.
Dectar lo había sentido bien.
Ambos eran uno: uno en vida espiritual y material.
Lécca conocía las leyes, las fuerzas estaban en ella y despertarían.
Nada podía detenerla, aunque estuviera sumida en un profundo sueño: iba a desdoblarse, y tendría que hacerlo, y venir hasta mí.
El padre Taiti la llamaba.
Entonces proseguí mi camino hacia mi propia estancia.
Quería volver a ver en mi propia vida y vivir otra vez el amor de Lyra y nuestro final en la tierra.
Cuando llegué a mi habitación, vi a Lyra y a mí mismo.
El amor descomponía mi interior y yo era esclavo de mis deseos, pero se me hacía milagroso.
Estaba arrodillado ante ella, mientras le hablaba.
Me encontraba escuchando ahora mi propio pasado y me oí decir:

—La juventud y la vejez están en mí, Lyra, y sabes cómo eso es posible.
Ambos estamos despiertos y conscientes, y hemos conocido el verdadero amor.
De todo eso demoniaco nació nuestro amor inmaculado, aunque sigamos viviendo en nuestras propias tinieblas.
Sabes que nos separamos pero que volveremos a vernos en la tierra, porque somos almas gemelas.
Lo que hicimos aquí fue terrible, fue vivir asesinatos, uno tras otro, y nadie puede matar.
Hemos matado, Lyra, por nuestro amor, y hemos vivido el baile de la destrucción.
Para satisfacer nuestros deseos otros tuvieron que sucumbir.
Los maestros me dicen que eres mi alma gemela, de modo que me perteneces, pero que hemos de enmendarlo todo.
Algún día llegaremos a vivir que estarás eternamente conmigo.
Pero ahora sigues tu propio camino, y yo el mío.
Aun así, volveremos a vernos.
La conciencia superior que ahora está en mí será mi tarea en esa otra vida.
Ya en estos momentos, amada Lyra, hago la transición en esas leyes, y eso ambos lo viviremos.
Vuelves al mismo tiempo que yo a la tierra y ya en esa vida se nos concederá volver a vernos.
Nuestras almas son una y tienen conexión con las leyes.
Por el remordimiento que llevo dentro, amada Lyra, viviré, y venceré mi odio.
Este dolor es verdadero, muy natural y sincero.
Hay en mí dolor y arrepentimiento sincero por lo que hice.
Se me parte el corazón, pero mi madre me ayudará, siento su oración; quiere que yo siga viviendo en esto, y al mismo tiempo es nuestro vínculo para la siguiente vida.
Me destruiré a mí mismo, Lyra, también todos los errores que me retienen.
Hemos de servir, Lyra.
A mí se me ha dado que destruya todos los Templos en los que la luz se ha oscurecido.
Volveré a encontrarme con mi enemigo porque está causando pena y dolor nuevos, rompiendo corazones, pero por el poder de sus dones.
Ya bendigo el momento de mi concienciación.
¿Puedes sentir que ahora hay una sagrada seriedad en mí?
¿Que intentaré conservar la conciencia?
¿Que hemos sido criados en una sola alma?
Tu alma es una con mi vida, Lyra, en todo somos uno.
Los maestros quieren que los siga.
En la próxima vida mi tarea será grande, como mi amor por ti.
Ahora somos uno, Lyra, en otras vidas te pertenecerán otros, pero yo viviré en ti, aunque será con ellos con quienes tengas que enmendarlo.
¿Estas preparada para el veneno, Lyra?
Lo que nos espera será un castigo, pero esa vivencia es nuestro desarrollo para aquella otra vida.
Has de saber, amada Lyra, que te entrará el último dolor de todos, y el más profundo.
Pero para eso recibimos la conciencia elevada.
El dolor más profundo de todos nos lo imponemos nosotros mismos, pero eso hará despertar nuestras almas y favorecerá nuestro ser uno.
También Dectar fue allí adentro, y con él, Lécca.
Eran uno, también en la muerte.
¿Sientes este silencio?
¿Puedes seguirme, ahora que la vida está tocando a su fin?
¿Tanto me amas que estás preparada?
¿Es un “sí” consciente, Lyra?
¿Qué dices?
¿Oyes llorar a Dectar?
¿Oyes la débil voz de tu hermana?
Viven, por supuesto, amada Lyra, viven y han de vivir, pero por eso cambiará su conciencia, una conciencia más intensa que su ser uno en la tierra, y esa envolverá con sus rayos la conciencia diurna.
Amada Lyra, la vida animal nos devora el corazón a pedazos y seguiremos conscientes y uno solo hasta que aparezcan nuestros huesos, hasta que recibamos la nuda verdad.
Y en eso habrá aún más dolores, Lyra; así que has de saber lo que haces.
¿Estas preparada?
* *
*
El veneno puso fin a nuestra vida terrenal.
Lo ingerimos con serenidad.
Después vi que fuimos a nuestra propia tumba terrenal y allí nos acostamos.
Tomados de la mano, nuestras almas una y conectadas.
Así entramos a la muerte.
Nuestros cuerpos vivieron el mismo proceso, y aun así todavía había tanta distancia entre nosotros.
Lentamente, se fue acercando el momento de morir, aunque la entrada consciente en ese otro mundo.
Lyra dejó de hablar, se le nublaron los ojos, pero volvieron a abrirse y ahora vivíamos en la otra vida.
Una muerte por suicidio, serena y consciente, para poder elevarnos espiritualmente siempre más, para saciar deseos, apagar las hogueras del alma y para conocer las leyes místicas y mágicas, pero sobre todo para enmendar.
Las consecuencias fueron terribles.
Dectar oyó una voz interior que le hablaba cuando quiso poner fin a su vida terrenal.
Ahora lo comprendí, conocía esa voz y los sentimientos de mi buen amigo.
—Sí, Dectar, hubo un día en que los gusanos devoraron tu cuerpo, pero tú mismo viviste ese horripilante proceso, que no es más que inconsciencia y que significaba pobreza.
Nosotros también, Dectar, los dos lo hemos vivido.
Y con nosotros, otros miles de personas, sin conseguir así nada, nosotros tan solo adquirimos ese conocimiento, nada más.
Queríamos posesiones espirituales, desarrollo espiritual y el deseo de enmendar.
Pero así no es posible enmendar.
Hemos vivido el proceso de putrefacción y aun así aprendimos muchísimo, querido Dectar, porque la segunda vez el alma de uno se niega, no se puede vivir eso de nuevo.
Cuando hube seguido esto, regresé a la celda de Dectar.
Los pensamientos que me entraron ahora me espolearon a no perder el tiempo.
Volví a sintonizar con Lécca.
—Lécca, estás en la tierra.
Estés donde estés, vendrás a mí.

Seguí llamándola un tiempo y empecé a ver.
Ya me era posible seguir su alma.
Me quedé esperando un rato, me sentía muy tranquilo.
—Sin duda, querido Dectar, está en la tierra —le dije en voz alta—, vive en un nuevo organismo, cerca de ti, incluso.
Tus pensamientos son puros y naturales, querido Dectar, tu amor es verdadero y ella vendrá hasta mí.
En la celda de Dectar tracé un círculo mágico a mi alrededor.
Tendría que quedarme ahora dentro de él, porque estaba despertando el infierno y al diablo.
Aun así, Lécca tendría que venir hasta mí, porque también en ella vivían esas fuerzas, a fin de cuentas había sido sacerdotisa.
En aquellos tiempos yo había puesto mis dones al servicio del mal y muchos otros asuntos tenebrosos, pero ahora al de la felicidad de dos almas.
Mi concentración era completa, seguí sintonizándome con su alma y atraje estas leyes y fuerzas tan peligrosas hacia mí.
El círculo mágico era ahora mi propia protección para evitar que me arrastraran por las tinieblas y fuera el juguete de los demonios.
Las fuerzas negras estaban vinculadas a él, igual que las elevadas, que podían ser usadas por el bien de la humanidad.
En mí estaba cómo tener que conectarme con ellos.
En esas fuerzas vivían todos esos seres, pero yo mismo hacía la transición en ellas.
En esta vida era un maestro en eso; para Dectar y otros lo era el padre Taiti, que velaba por todos sus hijos.
Las fuerzas tenebrosas ya se me estaban imponiendo.
Por eso volvería hasta mí el alma que aquí se llamaba Lécca y que portaba este nombre.
Entonces volví a proferirle:

—Lécca, ¡vendrás!
El padre Taiti te llama, estés donde estés: ¡vendrás!
¡Desdóblate, Lécca, desdóblate!
Dectar está en la tierra, te sigue siendo fiel y te ama profundamente.
Está esperando.
¡Desdóblate, Lécca!
¡Usa tus alas y ven a mí!
Mientras tanto puse una nube de fuerza a mi alrededor.
Por experiencia sabía que se me exigía que estuviera todo el tiempo atento.
Si mi personalidad hacía la transición en estas fuerzas estaría perdido.
Muchos habían muerto de esa manera, porque yo estaba tocando las leyes de las tinieblas.
De nuevo llamé a Lécca y seguí llamándola un buen tiempo, siguiendo mi concentración, y la obligué a que se desdoblara.
Lécca era sacerdotisa y hermana de Lyra.
Ambas conocían las leyes y no había fuerza alguna que pudiera detenerla ahora.
Si su alma no viviera en la tierra yo tampoco podría hacer nada.
Pero si su alma vivía en un nuevo organismo y ella pertenecía al mundo consciente entonces vendría a mí y esta vida se haría de pronto consciente en ella.
Solo el mundo en el que el alma había de esperar para nacer podía imposibilitar mi concentración y conexión.
Pero Lécca vivía en la tierra.
Me volvieron estos pensamientos que me eran enviados.
Lo que siguió lo entendí como lo anterior:

—¿Qué es mágico y qué son las leyes mágicas?
Es el conocimiento de vidas anteriores, el ser uno en ellas, y experimentarlas y vivirlas de forma consciente.
¿Cómo es el empuje?
A eso le sigue el despertar del pasado.
El alma, como ser humano, lleva todas esas fuerzas en sí, porque nada se ha perdido.
Y ahora que sabemos que todo conserva la vida, que también los pensamientos y sentimientos no expresados significan empuje, el alma puede conectarse con ellos, y este ser uno es vivir la realidad, los sentimientos que alguna vez se experimentaron.
Cuando usted sabe que todos sus actos y sentimientos son una posesión del pasado y que por eso usted vive y experimenta la conciencia diurna, y que además crea y recibe y actúa y ve y escucha, y que esos sentimientos configuran su personalidad entera, entonces podrá aceptar que el alma también vive en la conciencia diurna en el pasado.
¿Le ha quedado claro que su alma aún no asimiló nada en esta vida?
¿Que se afana usted en construir, crear y servir, y que en eso aún no ha ganado nada?
¿Cuáles son los nuevos rasgos que asimiló en esta vida?
Busque en su propio interior, descienda allí, o “vaya adentro” y mire bien y con claridad si esto es así y aceptará que usted y todos quienes están en la tierra viven en su propio pasado y que se nutren de él.
¿Es eso antinatural?
Antes que nada, compruebe quién es usted y en qué se ha convertido ahora.
¿Ha habido cambios en eso?
¿Quién le daba en su infancia una conciencia adulta?
¿Puede recibir eso?
¿Dónde consiguen los críos sus rasgos que sin embargo pertenecen al ser adulto?
¿Es tan sencilla la vida?
Usted conoce las leyes, ahora tiene que rodearse de protección.
¿Tiene conciencia de que esto también es necesario?
Si la plena conciencia está despierta usted sentirá que fue esto lo que le proporcionó todos estos conocimientos, pero es el pasado, aquello que usted asimiló en otras vidas.
¿Siente usted que esta vida en la que está ahora le dio el conocimiento?
Lécca viene porque también ella vive en su propio pasado, y porque esto es su conciencia diurna.
Porque uno habla y piensa y siente en y desde el pasado.
De modo que solo está el “ahora”, eso es y sigue siendo, no hay pasado, “la vida” es, y en eso usted tiene ahora conciencia.
Pero solo de aquello que configura su propia vida.
Ninguna de estas palabras era mía, me eran dadas.
Pero me pareció asombroso.
Todo me había quedado claro.
Me llegaban ahora los sentimientos de sueño, y ese sueño era de Lécca.
Su alma estaba soltándose del organismo material, y ella vendría a mí.
Por lo que acababa de oír, mi conexión se había hecho mucho más sencilla.
Ya desde lejos me enviaba sus pensamientos.
Lécca estaba de camino.
Unos instantes más y estaría aquí.
Se me acercó una aparición, envuelta en una densa emanación luminosa.
—¿Lécca?
¿Eres tú, Lécca?
¿El alma gemela de Dectar?
—Padre Taiti, ¿me ha llamado?
—¿Me reconoces, Lécca?
—En mis sueños siempre lo veo.
Oh, Padre Taiti, mi maestro, ¿por qué me ha llamado?
¿Sabe dónde vivo y dónde estoy ahora?
—Me alegra, Lécca, que me reconozcas, que el pasado se haya hecho consciente en ti y que sientas el amor que poseías también aquí.
—Oh, Padre Taiti, es por eso que me ha llamado usted.
¿Puede hacerme feliz?
Él es a quien más amo, todo es consciente en mí, y en eso vivo.
He rezado, he hecho muchos sacrificios, y ¿ahora recibiré?
¿Sabe usted dónde vive mi alma?
¿Dónde está quien me ha sido dado por los Dioses?
¿Se me concede poder verlo?
Oh, lo sé, Padre, no pronunciaré su nombre, también el mío murió.
Cuando pienso en él regresa en mí el silencio.
Pero también la tristeza y todo su dolor, que también está en mí.
Oh, dígame su nombre, ¿puedo saberlo?
—Dectar es su nombre, y ¿el suyo?
—Mi madre me llamaba Myra.
De niña mi nombre anterior estaba en mí y pedí a mi madre que me lo pusiera.
Pero más tarde siempre me entraba tristeza, y empezó a llamarme Myra.
Llámeme Myra, Padre Taiti, y ¿dónde está Dectar?
¿Dónde está mi alma? Y ¿sabe que lo deseo?
¿Que le envío mi amor?
¿Está la conciencia en él?
En mí está el amor y en él seguiré viviendo.
—Vendrá hasta ti, Myra.
Dectar vendrá, vive y está consciente, pero solo en el amor, todo lo demás tiene que seguir durmiendo.
Veo que eres madre, Myra, pero que no eres feliz.
Eres hermana del faraón.
¿Veo con nitidez, Myra?
¿Han mancillado tu maternidad?
Los Dioses quieren que veas a Dectar, y también lo que él siente y ve es nítido.
Dice que eres rica y de alcurnia, y él es un hombre humilde y pobre, Myra.
—¿Tiene importancia eso, Padre?
—Lo que deseas, Myra, te será dado.
—Cómo puedo agradecérselo, Padre.
¿Podremos volver a ser uno, Padre?
—Claro que sí, hija mía.
Tu amor va consumiendo a Dectar.
Vives en él, Myra, y en el entorno donde está ahora.
También veo cómo es tu vida y que no te puede llegar la felicidad, porque tu alma es Dectar.
Lo verás, Myra, pero aún tienes que esperar.
Todavía no debes saber dónde estamos, para evitar que tus deseos te superen.
Pero aun así me reconocerás, y a Dectar.
Escucha, querida Myra, lo que se me concede ver ahora, te lo contaré.
Ambos iremos hasta ti.
Recolectaré una flor blanca del espacio para ti, Myra, y solo entonces me reconocerás como esa otra persona.
Vivo en otra túnica, pero entonces sabrás que el padre Taiti está presente y que vive en ese otro cuerpo.
La flor será de Dectar, de tu alma gemela, y entonces reconocerás tu alma en la persona que te llevaré.
¿Te ha quedado claro lo que vi y te dije, Myra?
—Sí, Padre.
—Siglos separan esta vida y aquella en la que estás ahora.
Y sin embargo no hay pasado, Myra, también a mí me ha quedado claro.
Ahora estás despierta y eres consciente, pero el amor ignora los siglos.
¿No está en ti el amor?
Este sueño llevará hasta ti la realidad, Myra.
Quédate a la espera, en la corte te reconoceré como la hermana del faraón.
Por extraño que sea, recibiremos la realidad.
Luego te despertarás, Myra, y sabrás dónde estuviste, aunque luego sigas pensando que solo fue un sueño.
Pero te pido que lo olvides todo, Myra, y que esperes.
Nuestras vidas, la de Dectar y la mía, corren peligro.
Después verás la “pradera”.
Dectar siente deseo por ella y tú la reconocerás.
Entonces sabrás, hija mía, que una corona no garantiza la felicidad.
El oro y el poder no significan nada.
No tienen ni punto de comparación con este amor, esta felicidad que es eterna.
Pero los Dioses quieren que sirvamos, aunque solo se puede servir cuando amamos a aquella alma que nos pertenece.
Dectar se entregó.
Vivió aquí para despertar, y tú le fuiste fiel y lo seguiste.
Los gusanos despedazaron tu corazón, el desarrollo como sentimiento es tu posesión, ahora solo puedes amar.
Y que se te conceda vivir en eso, ver y poder sentir y ser uno, querida Myra, es la felicidad más grande de todas las que nosotros los humanos podemos recibir en la tierra.
Vives en la vida del alma de Dectar, tu ser uno crece y florece en su corazón.
Si eso es consciente en ti, Myra, ¿cuánta ventaja no tienes entonces sobre los demás?
¿Qué significa entonces el oro?
Si tenemos en nosotros de forma consciente el deseo y conocimiento de este eterno espacio, cuando el pasado llena la conciencia diurna y hace latir más fuerte tu corazón, si la irradiación de Dectar te trae felicidad y la “Flor de Loto” te envía su fuerza inmaculada, solo puede sentirse lo perfecto, Myra, que significa el “ir adentro” en el amor.
Sí, mi querida Myra, te preguntas: ¿Por qué he de completar mi vida en ese vacío?
¿Qué sentido tiene si no se me concede vivir mi pleno saber y sentir en el ser uno?
Te duele, Myra, pero en mí también viven estos sentimientos, aunque hemos de enmendar.
Cada segundo es tiempo que se pierde, cada día se te hace un siglo, y así va pasando esta vida.
¿Y ahora, querida Myra, ahora que sabes que tu alma está en la tierra?
¿Cómo serán tus deseos ahora?
¿Cómo serás cuando tengas a Dectar frente a ti?
¿Podrás dominarte entonces?
¿Cómo serás, querida Myra, cuando te miren sus ojos y sientas que se arrodillará ante ti?
No puede haber más que gratitud en ti por que se te conceda verlo.
¿No sucumbirás bajo esta felicidad?
Cuando lo veas, ¿no te olvidarás entonces de tu propia tarea en la tierra?
¿Sí que poseerás ese autocontrol, querida Myra, cuando veas a Dectar y sientas su corazón desbocado, para que tu hermano no sienta nada?
No te olvides de que él es el faraón y nosotros sirvientes.
Y tiene que estar en ti, Myra, para no destruirte a ti misma ni la felicidad de tus hijos.
¿Estarás preparada, hija mía?
—Sí, Padre, estaré preparada y aceptaré.
¿Me permite que ya conozca el nuevo nombre de usted?
—No, Myra, todavía no, pero eso también vendrá.
¿Se olvidó Myra de las leyes?
No debes saber nada de nosotros, Myra, porque los milagros que sucederán requieren que te domines.
Seré muy joven, muy joven y aun así mayor.
Poseo las grandes alas, Myra, y el Faraón me recibirá y verás una lucha de vida y muerte, pero venceremos, porque hay ayuda poderosa.
Más no te puedo decir.
Y ahora tenemos que partir, Myra, he de estar preparado antes de que salga el sol.
—¿He de olvidar todo, Padre?
—Piensa en un sueño, Myra, pero no me busques y espera.
Vete ahora, hija mía, vuelve a tu vestimenta material.
—¿Sabe dónde está mi hermana Lyra?
—No, Myra, pero sí me encontré ya con ella.
Recibiré donde vive ella y entonces también mi felicidad será completa.
Adiós, Myra, Dectar vendrá (—concluí).
Se disolvió como una nebulosa ante mí y también yo sentí que tenía que partir.
Aquí yo ya no tenía nada que experimentar.
Cuando volví a sintonizar con mi vida presente empecé a percibir.
Vi que solo habían quedado los fundamentos del Templo.
Me encontraba sobre una ruina; en los siglos transcurridos el edificio se había desplomado.
Veía claramente cómo y por qué; los Dioses quisieron borrar el edificio de la faz de la tierra.
Otra fuerza quiso a continuación que yo partiera.
Lo que había visto ahora era parte de mi tarea.
Y solo cuando hubiera vivido todo podría empezar con mis trabajos y preparativos.
Estar preparado y todos esos sucesos significaban fuerza y la conciencia del padre Taiti.
Ahora que reflexionaba sobre todo esto volví a tener nuevos pensamientos, entre ellos sobre cómo proseguir mi camino.
Esos sentimientos se me enviaban desde lejos.
Lo asombroso de ello era que mis pasos estaban siendo guiados.
Se sabía de todos estos sucesos, un empuje infalible me impulsaba en esa dirección.
Estaba de camino a Isis, allí conocería nuevas verdades y secretos.
Y de eso me había hablado mi madre.
Cuando los Dioses estuvieran conmigo y la luz estuviera en mí podría saberlo todo.
Y la luz ya la había recibido.
Por eso me apresuré por el espacio, rumbo a Isis.
La fuerza de mis alas y el rápido avance se debían a mi propia concentración.