Mi padre y mi madre

Ahora el camino me lo indicaba la luz, que significaba sentimiento y que estaba en mí.
Así continué, acercándome a Isis y entrando a los jardines de Ardaty.
El sentimiento de descender dominaba todos los demás que tenía.
Había jardines, diseñados allá abajo, que formaban parte del misterioso Isis.
Dectar me los había mostrado.
En ellos había una pequeña casa en la que Ardaty cultivaba sus hierbas.
No me lo pensé mucho y descendí en estos jardines místicos.
Dectar me había hablado de ellos.
En estos jardines vivían los tesoros naturales de Isis.
Aquí había hierbas de las más milagrosas, pero solo los sumos sacerdotes accedían a este paraíso natural, aunque envenenado.
Ardaty las conocía todas, su maestría era famosa por todos los alrededores.
Determinaba la fuerza del veneno natural por el tipo de planta y su olor, y era infalible en eso.
Era un don natural de Ardaty.
Tenía los órganos olfativos desarrollados hasta el grado más elevado.
Durante mi viaje me encontré con sombras y estos seres eran de Isis.
Eran almas, seres humanos, que habían vivido aquí alguna vez y que habrían sido destruidos de alguna manera.
Había algo desagradable en cómo seguían planeando.
Todas estas almas vivían la vida terrenal de nuevo, pero desde ese mundo.
Vi personas mayores y otras aún jóvenes de las que pude determinar la edad.
Pero seguían su propio camino y eran espiritualmente conscientes.
Cuanto más me acercaba a ese edificio, más nítidamente empezaba a sentir.
Por un estrecho sendero llegué a la entrada, y accedí.
El edificio estaba vacío.
Por lo visto aún no se había podido encontrar a otro maestro.
Empecé a ver en el mismo instante.
Era noche y el sol se había puesto hacía tiempo.
Vi a Ardaty, que estaba mezclando hierbas.
‘¿Por qué trabajas aún tan tarde, Ardaty?
¿Has descubierto nuevas hierbas?’.
Mientras me estaba haciendo estas preguntas entró un sacerdote que dijo a Ardaty:

—¿Qué? ¿Está listo, Ardaty?
Me asusté muchísimo, porque conocía a este sacerdote.
Pero ¿dónde me lo había encontrado ya?
Ardaty le dio hierbas, sin decirle nada, aunque estaba pensando, y yo podía captar esos pensamientos.
El sacerdote se fue de inmediato, pero yo con él.
Era curioso lo claro que este pasado era para mí de manera consciente, podía percibir todo con mucha precisión.
‘Claro’, pensé, ‘se va a ese edificio’.
¿Dónde iba a ir si no?
Entramos en el edificio donde vivían las sacerdotisas.
Yo ya había estado aquí.
No dejé de seguirlo.
Entonces entró en una celda.
Había una sacerdotisa en un lecho de reposo.
El sacerdote se acercó y la abrazó.
La sacerdotisa se resistió con todas las fuerzas que tenía y no quería saber nada de su amor.
Pero lo que vi y sentí con nitidez me pareció horrible.
La sacerdotisa se encontraba en un estado de conciencia medio despierta, en el fondo ni siquiera era consciente de lo que le estaba sucediendo.
Estaba yo conociendo ahora las fuerzas inconscientes que sin embargo sí pertenecían a la conciencia.
Porque en esta conciencia medio despierta estaba procurando, no obstante, protegerse.
Todo su ser estaba rebelándose y esto era su subconsciente que conformaba la personalidad.
Esta se estaba despertando a golpe de miedo.
Podía percibir claramente el trastorno en su sistema nervioso, por lo que entendí que esta vida tenía que sucumbir.
Había una tremenda fuerza que la obligaba a permanecer en esta conciencia, impidiéndole que se resistiera.
Sintonicé con el sacerdote y sentí que iba a usar sus fuerzas.
La despertó parcialmente, pero no se le concedería poseer su conciencia plenamente.
Si la sacerdotisa sobrepasaba la conciencia semidespierta sin duda pediría ayuda a gritos, y eso era lo que él estaba intentando evitar.
Oí que dijo:

—Tómese esto, hermosa princesa, esto le hará poseer dones, le hará ver y oír, y recibirá las grandes alas.
Pero ella no tenía ni siquiera opciones, le suministró el medicamento, y lo hizo con violencia.
Me brotó odio, un terrible sentimiento, por el que sería capaz de destruirlo.
Esto era lujuria y violencia.
La sacerdotisa se quedó dormida, el veneno la había sumido en el sueño.
Yo lo había percibido como observador.
Entonces sintonicé con la vida interior de la sacerdotisa.
Pensé que me iba a derrumbar.
‘Madre, Madre mía, mi querida Madre’.
Era mi querida madre.
Hubo otra fuerza que me serenó, porque ya no me conocía a mí mismo.
Sentí un intenso dolor.
‘Ay, Madre mía, ¿ha tenido que vivir esto?
Ahora ya sé cuál es su secreto’.
La fuerza que me estaba entrando quiso que continuara y seguí al sacerdote.
De golpe me di cuenta de quién era, porque lo había reconocido.
‘Tú, Satanás, demonio, ¿tú aquí con mi madre?’.
Me olvidé a mí mismo unos instantes, pero recuperé mi autocontrol.
Este sacerdote había destruido mi juventud y me había azuzado contra mis padres.
Ahora estaba experimentando lo que mi madre había padecido en Isis, y me acordé de las palabras que me había dicho: “Te entrará un nuevo odio, Venry, no permitas que este te asalte”.
‘Ay, querida Madre mía, la vengaré.
¿Cómo pudo liberarse de este terrible antro?
¿Cómo fue su final?
¿Quién la deformó?
¿Quién se la llevó de aquí?
¿Quién le dio nuevas fuerzas?
¿Fue Ardaty?’.
Nací, pero ¿dónde?
El sacerdote partió.
Lo seguí.
Al percibir sus pensamientos vi a mi propio padre.
Estaba pensando en este suceso.
Este sacerdote amaba a mi madre, pero el supremo sacerdote de Isis era mi padre.
Mi madre había sido asaltada con la conciencia semidespierta.
Habían querido matarme a mí y a mi madre.
El que andaba allí delante de mí iba a ejecutar la sentencia.
Pero los Dioses no querían que muriéramos.
Regresé a mi madre, había algo que me obligaba a hacerlo.
Cuando volví a percibir vi que había sentido claramente.
Una escena me conectaba con la otra.
Sobre su cabeza vi una estrella, símbolo de su casa y nacimiento.
También me había hablado de eso.
Mi madre era princesa de nacimiento y quería alcanzar el sacerdocio.
En el fondo era todo lo que me hacía falta saber.
Pero por mis venas corría sangre mixta: mi padre era sumo sacerdote y padre del Templo de Isis.
En mí iban sucediéndose las emociones.
Solo por medio de una fuerte concentración conseguiría seguir siendo yo mismo.
¿Cómo tenía que procesar esto?
Y sin embargo tendría que seguir siendo yo mismo.
Si no fuera por lo triste que era, me habría entrado una carcajada nerviosa.
Suprimí con todas mis fuerzas estos sentimientos antinaturales.
‘Querida Madre mía, la vengaré, y a Ardaty, que fue como un padre para mí.
Los quiero a los dos y nunca lo olvidaré’.
De pronto me vi presa del miedo.
¿Estaba siendo seguido?
¿Me había olvidado de mí mismo?
Me apresuré hacia mi propia celda, pero percibí que no había peligro.
Aun así recibí un mensaje de mi líder espiritual.
Tenía que darme prisa y no malgastar mi tiempo.
Volví lo antes posible a casa de Ardaty, porque también allí me faltaba por experimentar algo.
Cuando el sacerdote se hubo marchado con las hierbas, Ardaty se quedó a solas.
Ese fue el instante que vi ante mí.
Ardaty estaba pensativo y se decía a sí mismo: “Quieren matarla, hermosa princesa.
¿Por qué la envió el faraón a este Templo?
Pero mi veneno surte otro efecto que el que se creen ellos.
No, hermosa princesa, todavía no morirá.
Los Dioses quieren que viva.
Soy un hombre pobre, conocedor de las hierbas, pero mi oración es muy poderosa.
Me llegaron pensamientos, querida princesa.
Si siento bien, y con claridad, se me hace que me llegan desde los Dioses.
Son los sentimientos de poderes más elevados.
Porque es grandioso lo que hay ahora en mí.
Me han quitado toda timidez, todo rechazo, por lo que sé con seguridad cómo actuar.
Hermosa princesa, ¿conoce estas fuerzas?
Los Dioses solo descienden en nosotros los seres humanos cuando hay grandes acontecimientos, poniendo en nosotros el despertar que es el saber conscientemente, por lo que me entrego del todo.
Solo me queda una posibilidad.
Usted quedará deformada, su juventud se ha tornado en vejez, pero vivirá.
Vivirá en una serenidad inmaculada y celestial.
Su corazón conservará la juventud, y no la reconocerán.
Venga hasta mí, Ardaty será un padre para usted.
En mis jardines podré ocultar su secreto cuando su corazón diga ‘Voy’, y usted quiera aceptar mi entorno.
Solo quiero cuidarla para que pueda nacer su hijo.
Mi larga estancia aquí no ha sido en balde, pero la luz que irradiaba el Loto me pareció sospechosa cuando lo observé detenidamente.
¿Le enviaron los Dioses el secreto de usted?
Sí, seguramente, porque no estoy habituado a sintonizarme con eso, pero le aseguro que mi sentir y ver toca la realidad verdadera, aunque crean que solo soy un conocedor de hierbas”.
Ardaty había dejado de pensar y yo me quedé a la espera de lo que fuera a ocurrir ahora.
El sacerdote regresó a Ardaty unos instantes más tarde y dijo:

—¿Está usted seguro, Ardaty, de que son las hierbas indicadas?
Ardaty se quedó pensando bastante tiempo y contestó:

—Si usted quiere, maestro de Isis, y me lo permite, le suministraré otras.
Si al maestro de usted le pareciera bien, pues entonces yo estaré preparado, pero tráigamela.
El sacerdote odiaba a Ardaty, pero este lo calaba.
El sacerdote pensó mucho tiempo y cuando seguí sus pensamientos, me llevó al jefe de Isis y a la corte del faraón.
A continuación volvió en pensamientos al padre del Templo.
Seguí esta milagrosa conversación que mantenían como un solo ser, de sentimiento a sentimiento.
Mi madre tenía que irse de aquí, había sido víctima de una grave enfermedad contagiosa.
El sacerdote había recibido sus órdenes y dijo a Ardaty:

—¿Está usted seguro de sí mismo?
—Tráigamela, maestro de Isis, aquí, a mi habitación, en poco tiempo haré que el cuerpo vuelva a ser polvo.
Pero tiene usted que permitirme que haga esto.
¿Puede Ardaty servir a los maestros?
Estoy dispuesto y preparado.
El sacerdote ya había llegado a una decisión y dijo:

—Estimado Ardaty, pronto volveré hasta usted y recibirá todo el poder, también el sello.
—Tráigame ese permiso, sumo sacerdote, porque usted sabe que también yo he de cumplir con las leyes.
Conocerá mi conocimiento y le mostraré mi maestría.
El sacerdote se fue y Ardaty se quedó esperando.
Poco después volvió a entrar, con mi madre en brazos, a quien colocó en un lecho de reposo.
Odiaba a Ardaty, pero estaba como un niño pequeño y quería que el sacerdote se fuera.
El sacerdote se negó y se quedó.
Ahora ¿qué?
Entonces Ardaty le dijo:

—¿Conoce usted las leyes, maestro de Isis?
Tiene usted derecho a expulsarme de su santuario, pero los Dioses me dieron poder y conocimientos, y derecho a este lugar.
Si usted sirve a la Diosa, pues vaya, de lo contrario me iré yo.
El maestro de Isis le envió su odio, pero se fue.
Ardaty se puso manos a la obra.
Mientras hacía su poderoso trabajo se dirigía a los Dioses y lo oí decir:

—Mezclaré las hierbas más poderosas, de las que solo usted conoce el secreto, y que me acaba de entrar.
¿O era del Loto?
¿Está la Diosa de Isis conmigo?
Aplicaré aceites a este cuerpo y lo ungiré, le suministraré a ella lo que necesite.
Pero seré como fluyen las aguas, veloces y fuertes, cuando se acerca un maremoto.
Me dominaré bajo esa violenta agitación y estará la fuerza que ahora me llega.
Tienes que agrandar mi maestría aún más, porque esta es mi primera prueba de todas.
Ayúdame, Dios de todo lo que vive, dame el conocimiento para poder matar el veneno en ella, su hijo tiene que seguir vivo.
¿No es esto imponente?
Tú, Dios de todo lo que vive, puedes ayudarme y yo estoy preparado.
Ya veo las huellas del veneno en su rostro, que la deformará, aunque siga viviendo.
Su vida será un sendero luminoso para mí y los demás que vengan hasta nosotros.
En primer lugar para su hijo.
Anotarán su muerte en letras doradas y la consignarán al papel, describiendo su enfermedad.
Ungirán su cuerpo, pero la verdad nunca se conocerá.
Ayúdame, oh Dios poderoso, si soy digno de servir, ayúdame a llevarla a mi humilde morada, mi morada detrás de las colinas, y nadie la reconocerá, ni nadie sabrá quién fue alguna vez.
Tampoco el faraón sabrá nada.
Y tu bendición planeará por encima de las cabezas de los sumos sacerdotes, facultados por las leyes de Isis, de modo que allí tampoco hay peligro, porque sirven, todos sirven a los Dioses.
Ay, mira cómo ya tiene deformada la cara.
Pero vive y también su hijo vive.
La amo, Dios poderoso de todos nosotros, y seré un padre para ella.
Déjame servir, quiero servirte a ti y a ella.
¿Lo oigo bien?
Su corazón late como antes, todo el peligro pasó.
Ardaty vive un milagro, es posible a través de tu concentración.
Ciertamente, Dios poderoso, el hijo está en vida.
Te doy las gracias por todo.
La cuidaré como a una enferma.
Es conocido que Ardaty es un maestro y que recibe a muchos pobres.
Nadie conocerá nuestro secreto.
Te lo juro.
Ven a mí, Dios de todos los Dioses, y ayúdame para que la pueda proteger.
Vi que Ardaty se arrodilló y que se puso a rezar.
Parecía haber recibido nuevas fuerzas y estaba preparado.
La envolvió en una tela y se la llevó hacia su vivienda.
Ahora yo lo sabía todo, pero aun así no dejé de seguirlo.
Entonces la introdujo en su vivienda.
Yo había nacido en este lugar, también eso él lo había podido mantener secreto.
En el lugar donde me encontraba ahora di gracias a los Dioses por todo lo que se me había concedido recibir de los dos.
Me fue pasando ante los ojos toda mi juventud.
Comprendí a mi querida madre y a Ardaty.
Ardaty irradiaba la felicidad y el amor de un gran ser humano, su natural sencillez los unía a ambos con “la vida y la muerte”.
Eran como dos niños felices, dos hijos de Dios.
Yo había conocido nuestro secreto, pero también mi propia arma.
Me encontraba ante una lucha de sangre contra sangre; una lucha del hijo contra su padre, de odio contra odio, de vejez contra juventud.
Me proponía paralizar sus alas y envenenar su sangre, y vengar a mi amada madre.
Ahora me dirigía de nuevo a mi celda.
Mi líder espiritual aún no había partido, su enorme fuerza venía a mi encuentro.
—No sé quién es usted.
No es posible percibir todo su ser, y sin embargo vive usted aquí y me ve; ¿siente mi gratitud, pero también mi odio?
Su poder y sabiduría son grandes.
Ciertamente, no me resta más que inclinar la cabeza, pero hay odio en mí.
Estoy amargado, porque me pareció terrible lo que usted me hizo percibir.
¿Conoce el dolor de mi madre?
Y ¿conoce a Ardaty?
¿No vale la pena que usted se encuentre con él allí?
Su vestimenta depuesta nos irradia a todos, porque en él vivían los Dioses; y el Loto le llevó el silencio.
Quizá piense usted que estoy agradecido, pero ahora desconozco ese sentimiento, aunque se lo enviara.
¿Es por mi juventud que me llegan sentimientos de rebeldía?
¿Puede ser que el pasado me sobrepase?
Mis padres “fueron adentro”, gran maestro, y su amor aún está conmigo y me dará descanso.
Que aún haya odio en mí diluye lo que hay de natural en mi alma; eso también será mi lucha contra él, contra mi enemigo que mancilló la juventud de ella.
Mi sangre está contaminada, no me toque.
Por eso me pregunto lo que usted intenta encontrar en mi entorno.
¿Valen la pena mi vida y persona para que usted me siga?
¿No puede invertir su tiempo y fuerzas en algo más útil?
Usted vigila aquí como un esclavo a su maestro, y todos nosotros jugamos el juego de “la vida y la muerte”.
¿Es tan insignificante su espacio? (—concluyó).
Me senté, pero oí:

—Padre Taiti, ¿está usted contento?
¿Vio a Lécca?
¿Aún están en usted las fuerzas del pasado?
¿No le gustaría ver a Lyra?
También ella vive, querido Venry, sé dónde está, algún día la verá.
Tenga paciencia todavía, tenemos que tener listo nuestro trabajo y entonces lo llevaré hasta donde esté ella.
¿Por qué hay odio en usted?
¿Ahora que sabe que las leyes hay que vivirlas?
¿Cuando siente que no hay pasado?
¿Por qué hay odio en usted?
Todos hemos de enmendar cosas, Venry, usted también, sus padres también, cualquiera.
Algún día se le concederá verla, porque ahora viven en las leyes.
Los Dioses quieren que usted sepa todo esto, pero sus sentimientos son transparentes como los de un niño.
Habla usted ahora como una persona inconsciente, como quienes sucumben bajo su pena, que padecen una carga inexistente, que claman por ayuda y que están cegados.
Piense en las palabras de su madre y de su amigo Dectar.
Ambos son conscientes.
¿Es un esclavo un accidentado mientras espera y sirve?
¿Conoce usted la felicidad de que se le conceda servir?
En este pequeño espacio vive “Aquello que todo lo abarca”, y eso usted lo ha conocido, pero su conciencia actual toca lo terrenal y humano.
En su propia vida usted no vio luz, aunque su sendero fue luminoso.
Ha de aprender a aceptar.
Dice estar agradecido, pero su vacío pesa más que su gratitud; su sentimiento amargado puede significar su propia ruina.
Todo esto lo puede matar, amigo mío.
Si hubo luz en usted, piense entonces que esta le fue dada, porque si no no habría podido ver el pasado.
Todos estos milagros no pueden suceder en odio, no podré acabar mi tarea.
Cuando su madre se “hundió”, había odio en su alma y sin embargo veía la luz que le llevaba el Loto, y la Diosa de Isis le trenzó una aureola que le embellecía su hermosa cabeza en nuestro mundo.
Todos estos sentimientos le podrían ser fatales a usted, nunca se olvide de eso.
Su pensar y sentir ingenuos después de todo este saber son sentimientos tenebrosos.
Yo no estaría aquí si mi ver y sentir no destruyeran lo terrenal.
Pero usted aún no ve lo que hace falta, su juventud vive en usted y su vejez es inconsciente.
A mí se me ha dado empezar ya, pero tengo que esperar.
Su sentir y pensar me obliga a seguir otras leyes.
Podría haberse abierto, amigo mío; en lugar de eso, busca su propio odio y lo alimenta.
Pero nos quedaremos a la espera.
Pero ha de saber que estoy preparado, conoce mis fuerzas.
¿Quiere conocerme completamente en cómo sirvo?
También para eso estoy preparado, para ir hasta usted, si alberga la voluntad de servir.
Pero entonces ha de haber una sagrada seriedad en usted.
Parto, querido Venry.
Cuando esté en las tinieblas, reflexiónelo entonces todo.
Descienda ahora en su propia vestimenta material, allí hay serenidad; durante su viaje fui discípulo de Isis.
Si piensa que esto es muy sencillo le aconsejo que siga mi concentración, así verá cuántos hubo aquí.
No se olvide de que también los maestros viven en su propio pasado, ha podido sentir el miedo de eso, por lo que su huida de vuelta a su celda es un miedo infantil.
Aun así ha podido ver la vida de ellos, pero a través de mí.
Su cuerpo material ahora está vacío, yo me salí de él, pero usted no pudo percibirme.
¿Eso no le dice nada?
¿Lo pequeño que soy, con todo lo que hay en mí?
¿Lo que hago aquí y si merece la pena ver a Ardaty?
Bueno, amigo mío, escuche lo que le voy a decir.
Veo ante mí un espacio y “voy adentro” (—dijo).
Aún pude oír:

—Si quisiera seguir mis consejos, intente pues dormir algo.
Dele a su vestimenta material lo que sabe ahora y esta le dará la bienvenida, porque usted ha de ser uno.
Los maestros conocen estas leyes.
A lo lejos veo mi propio cielo y a aquellos que piden que se les enseñe, deseosos de conocer las leyes.
De modo que no es usted el único que recibe.
Me retiro, voy al espacio inconmensurable, y sin embargo estoy en mi puesto.
Adiós Venry, vuelve a estar solo (—concluyó).
Pude sentir claramente cómo la personalidad se fue alejando.
No me era posible verlo.
Descendí en mi cuerpo material y pronto me quedé dormido.
* *
*
Cuando volví a despertar me sentí descansado.
Dectar pronto vendría a buscarme.
Tenía muchas cosas que contarle.
Qué feliz estaría si se le concediera saber que su alma gemela vivía en la tierra.
Durante mi sueño me había entrado serenidad, las fuerzas de mi líder espiritual eran fabulosas.
Era una persona incomprensible, pero poseía una gran fuerza, y me arrepentía de mis pensamientos.
Entonces entró Dectar a mi celda y dijo:

—Eres un milagro, Venry.
—¿Cuánto tiempo nos queda, Dectar?
—Tenemos que apresurarnos, Venry, ¿tienes mucho que contarme?
—Sí, Dectar, mucho.
Me encontré con tu alma, ella vive en la tierra.
Tienes que conservar la calma, Dectar, yo también he vuelto a olvidarme de mí mismo.
Ninguno de nosotros dos es consciente, aunque mi líder espiritual dice que tú sí lo eres.
Conozco a mi madre y a mi padre, Dectar.
Y mi propio secreto, ahora lo sé todo de ti y de mí mismo.
¿Conoces su nombre, Dectar?
¿No te entró su nombre?
El amor que sientes te viene de ella.
Tus sentimientos son puros, Dectar.
—Conozco su nombre, Venry.
Se llamaba Lécca, pero ahora se llama Myra.
—¿Desde cuándo sabes esto, Dectar?
—Me desperté por la noche y se me concedió seguirte.
Pero me quedé en mi cuerpo material.
Entonces te oí hablar en la distancia y que llamabas a Lécca.
En ese momento, querido Venry, lo entendí todo y se despertó mi alma completamente, pero tan solo a través de tu líder espiritual, yo mismo sería incapaz, porque ya sabes cuál es mi estado.
—La verás, Dectar, está esperando y seguirá haciéndolo, hasta que vayamos a ella.
—Me siento muy feliz, Venry, y haré todo lo que pueda.
Que los Dioses nos asistan, ahora necesitaremos mucha fuerza.
Tenemos que volver a olvidarlo todo, Venry, y pensar solo en las tinieblas.
Los maestros pueden venir hasta nosotros.
Cuando vuelvas a estar conmigo seguiremos hablando.
¿Está mi amigo preparado?
—¿No hay tiempo para contártelo todo, Dectar?
—No, ahora olvídate de todo.
—Estoy preparado, Dectar, y te seguiré.
—Entonces ven, Venry, pronto volverás a estar conmigo.
Piensa en todo y no olvides nada de lo que te conté.
Hay que pensar sobre todo en el cansancio, entrégate entonces del todo, y deja que venga lo que haya de venir.
Vacíate por completo y así no podrán conseguir nada.
—Estoy vacío, Dectar.
—Eres fenomenal, Venry, después de tantas emociones.