Mamá, necesito crías

Es cierto, la tía Trui es dueña del gallo más bello del vecindario.
Es de los que marcan el tono y tiene una voz que incluso al Largo le da celos.
Es un tipo fuerte y consciente de su poder, radiante como un rey.
Con sus gritos, el gallo de la tía Trui grita más fuerte que todos los demás del vecindario, así de hacha es.
Todas las mañanas, la tía Trui escucha su despertador viviente y no hay día en que se equivoque, así de preciso es el animal.
Pero esta mañana no oye nada, ¿le pasa algo al gallo?
Está escuchando, Gradus también ya está despierto y el gallo no los ha despertado; se quedaron pegados a las sábanas.
Cuando Trui llega a la parte de atrás de la casa, ve un drama.
—¡Gradus, ay, Gradus; corre, rápido, ven a ver!
Ahora ambos están mirando al gallo.
Ya no le queda una plumita en el cuerpo a su rey; pareciera que lo hubieran rapado.
Anoche hubo algún canalla que le robó su túnica real al gallo, y además de esta manera, es para enloquecer de rabia.
¡Una gran vergüenza, eso es lo que es!
¿Es de extrañar que Trui esté furiosa?
¿Que se muerda los labios hasta reventárselos?
Esto es grave, esto es horrible.
Diabólico.
El gallo está allí, malhumorado.
Además, está de un humor increíblemente triste.
El animal quedó desvestido, se le quebró la buena voz y la figura real fue reducida a la miseria.
El gallo la mira de soslayo y no dice nada.
Da miedo.
—Lo hizo ese malnacido de Cris, Gradus.
¿Lo oyes, Crisje?
Quieren cargarle este muerto a tu Bernard.
Así, de pronto le entraron esos pensamientos a Trui, ‘Fue Bernard, él es ese canalla’.
El vecindario está patas arriba, en una hora todo el mundo está enterado.
Provoca unas risas infernales, pero ¿quién lo hizo?
Es una canallada, dicen algunos, a otros les parece increíblemente ridículo, pero de cualquier manera algo para estallar de ira.
Menos de cuatro minutos después, Trui y Gradus están frente a Crisje.

—¿No sabes nada, Cris?
Fue Bernard.
¡Voy a ver a los gendarmes! —grita Trui.
¿Johan no sabe nada?
¿Dónde está Bernard?
Tiene que venir.
Pero el niño mira a Trui a los ojos y no fue cosa de él, míralo por ti misma, Trui.
Si Bernard lo hubiera hecho, supondrías que por lo menos se delataría, ¿cierto o no, Trui?
A ver, reconócelo, Gradus.
Pero ¿a quién se le ocurre pensar de inmediato en los gendarmes?
No, los chicos no saben nada.
Crisje le pregunta a Bernard:
—¿De verdad no tienes nada que ver con esto, Bernard?
—¿Cómo crees que podría desplumar al gallo, mamá?
Estaba ricamente dormido.
—¿Es cierto, Johan?
—Sí, mamá, no salió de la cama ni un minuto, mamá.
Debería haberlo visto, ¿verdad?
Bernard está allí a un lado, mirando, y piensa, ‘Le debo algo rico a Johan’.
Pero Bernard no tiene nada que ver, Jeus, ¡nada!
—Si me entero, Cris, de que lo hizo Bernard, haré que lo encierren.
Y puedes estar segura de que lo haré, ojalá lo comprendas.
—Eso es lógico, Trui.
Sin duda que es horrendo.
Y claro que es una chiquillada.
Algo así no se puede justificar, Trui, claro que no.
¡Una vergüenza, eso es lo que es!
No he visto algo así en toda mi vida, Trui, que lo sepas.
Casualmente, Gerrit Noesthede también está allí, necesita que el Largo le dé música.
Gerrit mira el gallo y ríe; es una trastada maravillosa.
—Pero mira esto, Gerrit, ¿no es una vergüenza?
Era un gallo tan bello.
Me dan ganas hasta de llorar.
Gerrit mira bien, el animal tiene un aspecto miserable.
Él también tiene algo que decir:
—Tan solo mira, anda con el culo al aire, Trui.
Le quitaron su traje dominguero.

Trui salta y riñe a Gerrit:
—¿Además quieres burlarte, Gerrit?
—Ni se me ocurre, Trui, qué cosas, pero ¿no puedo decir nada entonces?

Trui piensa que es un asunto espinoso.
Gerrit desaparece.
—¿Hendrik también lo sabe, Cris?
—No, Gerrit, ya se había ido, pero ya se enterará esta noche y entonces se va a armar una gorda.
—¿Por qué, Cris?
—Pues lógico, aunque tampoco lo sé.
—¿Piensas acaso que lo hizo uno de los chicos, Cris?
—No sé, Gerrit.
Trui piensa que fue Bernard, pero Johan dijo que ese estuvo dormido toda la noche, no salió de la cama, Gerrit.
—Bueno, entonces ¿de qué te quejas, Cris?
—Pero ¿qué buscará un ratero de esos entonces donde Trui, Gerrit?
—Pues mira, Crisje, hay gente en el mundo a la que le divierte hacer este tipo de cosas.
No creo que Bernard lo haya hecho.
Y esa mala jugada se la hacen a Trui cuando está profundamente dormida.
Ella está convencida de que fue Bernard.
Y Jeus también cree eso.
¿No dijo Bernard que ella ya se la pagaría?
Esto es inhumano, es tener agallas, esto es atrevimiento puro y duro.
Pero Gerrit Noesthede casi se parte de la risa.
Crisje lo ve y le reprocha:
—¿Y para colmo quieres justificar una cochinada como esta, Gerrit?
¿Te da risa, encima de todo?
—Si me entero de quién lo hizo, Cris, además le regalo un marco —contesta Gerrit, sin embargo, con una mirada pícara.
Allí está Bernard.

—¿Sabes algo de esto, Bernard?
Bernard mira a Gerrit a los ojos y dice:

—No, no tengo nada que ver.

Gerrit intenta:
—Si tú lo hiciste, Bernard, te regalo un marco.
—No tengo nada que ver, Gerrit.
Gerrit no cree a Bernard.
Y de todos modos, te preguntas si un niño es capaz de desplumar un gallo así, y vivo además.
Hace falta fuerza.
¡Como si un gallo de esos fuera a consentir eso así, sin más!
Pero ¿es que Trui no oyó entonces los gritos?
Gerrit va otra vez adonde Trui.
Dice que no, no oyó nada y eso es lo peor de todo, podrían asesinarte mientras duermes y no oirías ni verías nada.
¿Es Bernard capaz de eso?
Pero ¡cómo va a ser posible!
Es trabajo de un adulto, Trui.
Para esto hace falta fuerza.
Te lo demostraré.
En la presencia de Gradus y Trui, Gerrit agarra una gallina.
El animal chilla como un condenado.
Crisje piensa que otra vez están desplumando a algún animal.
También Jeus y Johan llegan volando para verlo.
—¿Entonces, Trui?
¿Se las puede arreglar un niño, como Bernard?
Ni siquiera puedo cerrarle el pescuezo sin que chille.
Y esto es solo una gallina, Trui, ese gallo tuyo es todo un animal.
Gradus dice:

—No, Trui, Bernard no lo hizo.

Pero Trui se aferra: es Bernard.
Bernard es el bandido.
—¿Tú no lo sabes, Jeus? —pregunta Trui.
—No, tía Trui, cómo iba a saberlo.
—¿No te dijo nada Bernard entonces?
—¿Qué tendría Bernard que decirme?
Pero vaya cosas las que pasan.
De verdad, es una pena, tía Trui, era un gallo tan bello.
Jeus se larga, tiene que hablar con Bernard.
Allí está su hermanito.
—¿Te digo algo, Bernard?
—De ti no quiero saber nada.
—Pero yo te digo, ¡qué faena tan peligrosa es esa!
Ya verás cómo te dirán algo.
¡Le quitaste todo su pantalón!
¡Maldición, Bernard, pero qué agallas tienes!
—Ya cállate la boca o te la cierro de un bofetón.
—Ni la camisa le dejaste puesta, Bernard —dice Jeus chinchándolo—, pero hasta a mí me da risa.
¿Cómo te las arreglaste?
A Gerrit Noesthede no le cabe en la cabeza y el tío Gradus también dijo que tú no podías haberlo hecho, que para eso hace falta la fuerza de un adulto, Bernard.
—Que cierres el pico o te lo cierro de un sopapo; estás avisado.
—¿Entonces no quieres echar un vistazo?
—No, si tengo otras cosas que hacer.
Ya casi tengo que ir a la escuela.
—De todos modos no te tengo miedo, Bernard.
A Bernard no le extraña nada que se sospeche de él, pero está tan tranquilo y tan seguro de sí mismo que incluso Jeus empieza a dudar si será cierto que lo hizo él.
Cuando Bernard llega de la escuela vuelven a empezar, y Crisje ve que un poco después están peleando y andan a la greña.
—Los dos, conmigo.
Mejor hay que llevar estos bártulos un momento adonde Willemse.
Jeus y Bernard salen para llevar harina adonde Willemse.
Con ella se hornea un rico pan y eso les gusta a los chicos.
De camino, Jeus lo vuelve a agarrar y Bernard se divierte de lo lindo, ¿quién le va a hacer algo?
Bernard anda silbando que da gusto y la tía Trui lo tiene completamente indiferente.
Entonces llegan a casa de Willemse, el panadero.
Jeus ve que están sacando el toro de Willemse, y que también hay una vaca.
—¿Qué es eso, Bernard?
—Pues lógico, Hans tiene que cubrir la vaca.
—¿Qué es cubrir, Bernard?
—Míralo tú mismo.
Hans el toro tiene que cubrir una vaca, y eso sucede sin más allí, en ese rincón.
Adultos y niños lo miran de cerca y es la cosa más normal del mundo.
No hay quien diga nada de esto, nadie piensa nada sobre el asunto, pero para los niños es algo fabuloso.
Tampoco Jeus sabe dónde mirar primero.
¡Qué cosas!
Ya se olvidó del gallo de la tía Trui.
—¿Qué hace, Bernard?
—No hace más que saltar.
—¿Eso es saltar?
Jeus mira, pero algo ocurre mientras tanto.
Ve la vaca por dentro.
Ve que allí por dentro está por ocurrir algo milagroso.
Dentro de la vaca ve un gran huevo y ese huevo se abre para él.
Y ahora que Hans cubre la vaca, Jeus ve que este huevo recoge todo y se vuelve a cerrar.
Ve que dentro del huevo ocurre lo siguiente, y lo pone a pensar.
El huevo se va expandiendo, crece más y más, ¡ve que se convierte en un ternero!
Entre suspiros sigue este imponente proceso dentro de la vaca; no ve nada de lo que hace Hans.
Ahora otra cosa le entra a la vaca.
Ya está allí el ternero.
Cómo es posible.
Bernard oye que dice:
—Dios mío, qué hermoso es esto.
‘¡Já!’, piensa Bernard, ‘ahora te tengo.
Tiene los mismos malditos pensamientos que yo y todos los otros niños’.
Ya reacciona:
—Vaya, ahora sé la clase de cabrón que eres.
¿Te parece bonito lo que hace Hans?
—Eso no, Bernard, sino lo otro, pero de eso tú no entiendes de todos modos —le contesta, y de inmediato huye.
Tiene que reflexionar sobre esto.
Es un milagro imponente.
Vio cómo crecía el ternero dentro de la vaca, y luego nació.
¿Lo vio la gente también?
No, pero los adultos saben cómo va a ocurrir, saben todo al respecto, Jeus, aunque nunca se les haya concedido seguirlo por dentro.
Quince minutos después, está echado en el bosque con Fanny, para reflexionar sobre lo que vio.
Santo cielo, qué milagro es ese.
Y ahora tiene que trabajar en eso, tiene que arreglárselas para saber lo que todo eso significa.
¿Bernard también piensa?
No, de otra manera, ya lo sabe.
Bernard piensa que le parece hermoso el trabajo de Hans, pero no es cierto.
¿Qué hizo ese Hans allí?
Jeus está golpeado por dentro.
Su cabeza no le da tregua, casi estalla de tanto pensar.
Todavía está viendo cómo Hans apretó su gran cabeza contra la vaca, y luego empezó todo.
¿Qué significa todo esto?
¿No es imponente, Crisje?
Le va quedando claro que por Hans nació un ternero.
Por Hans, la vaca tuvo una cría.
Él también quiere tener crías.
Se le ha abierto un gran boquete en el alma, Crisje.
Ahora tiene que pensar para cerrar este boquete descomunal, y ¿quién le ayudará a hacerlo?
Si no lo logra, ya no tendrá sosiego jamás.
Fanny tiene que ayudarlo.
Jeus está ante el problema más imponente creado por Nuestro Señor, gracias al que la gente posee tanto poder, aunque no tenga conciencia de ello.
Está ante el Universo de Nuestro Señor y quiere vivirlo y cortar el nudo él mismo, pero probablemente mamá también pueda ayudarlo.
¡Siente que en esto reside todo!
Y ya siente que ella puede ayudarlo.
Y también se cumplirá que va a desentrañar esto, porque su vida está abierta a la vida.
Los primeros días se le van en explorar.
Crisje ya nota que otra vez le pasa algo.
Pero ¿qué será esta vez?
No tendrá que esperar mucho la respuesta y entonces empezará a hacerle preguntas.
Vuelve a encontrárselo en el gallinero, con la cabeza apoyada en las manos, pensando, no hay nadie que pueda molestarlo.
‘Si esa vida está sentada así’, piensa Crisje, ‘entonces es que está por llegar algo’.
—¿Ahora qué estás haciendo, Jeus? —pregunta con curiosidad.
—Tengo que pensar, mamá.
—Vaya, tienes que pensar.
—Sí, mamá.
—¿En qué estás pensando, Jeus?
—Mamá, necesito crías.
—¿Que necesitas qué?
—Pero ¿es que no lo puedes comprender, mamá?
Crisje ya se asusta.
Tiene que pensar un momento sobre eso.
¿En qué estará metido ahora?
Un poco después, Jeus oye:
—Ya, vete de aquí, ¡y rápido!
—¿O sea que no puedo mirar las gallinas, mamá?
—Vete al brezal, a jugar.
‘Qué sospechoso’, piensa.
Quizá, los conejos podrán contarle algo más, pero también de allí se le echa.
Mamá lo está ahuyentando, pero ¿por qué, en realidad?
¿Acaso no puede hacer nada entonces?
Pues en ese caso el rumbo es adonde Hosman.
Le cae bien a Gerrit, el criado de más edad, y ya lo ayudará.
Ahora trae en la cabeza conejos, cerdos, gallinas y las palomas.
Y allí entre todos andan las personas, pero todavía las deja en paz otro poco.
Tampoco siquiera se ha apercibido de Fanny, pero eso también vendrá luego.
Los conejos y las palomas, todos tienen crías.
¿Cómo nacen?
¿Como pasa con Hans y la vaca?
Ya lo sabe.
Cuando los animales hacen como Hans, habrá crías.
Pero todavía no es todo, hay muchas más cosas que debe saber.
—Hola, Gerrit.
—Hola, Jeus.
¿Vienes a verme otra vez?
¿No buscas a Anneke?
—No, ahora no quiero tener nada que ver con Anneke.
—¿O sea, que ya no hay nada entre Anneke y tú, Jeus?
—Eso no, Gerrit, pero no me irás a decir que las mujeres sirven para todo, ¿no, Gerrit?
—Es cierto, Jeus, claro, no es así.
Le cae bien a Gerrit, porque Jeus habla como una persona sensata.
Gerrit siente que ese niño llegará lejos en la vida, más lejos que él.
Ese niño tiene una buena cabeza.
Comparado con él, los niños mayores no son más que mocosos.
Jeus tiene que pensar un momento, tomar un poco de impulso, y luego Gerrit oye:
—¿Puedo preguntarte algo, Gerrit?
—Claro, Jeus, ¿qué quieres saber de mí?
—Gerrit, hay vacas en este mundo, ¿sabes?, y hay vacas que tienen algo muy distinto que hacer que llenarse el buche y dar leche.
Gerrit piensa, ‘¿a dónde querrá llegar esta vez?’, pero ya está sintiendo hacia dónde quiere ir.

—Sí, Jeus, ¡son toros!
—Es lo que quería saber, Gerrit.
¿Hosman también tiene toros, Gerrit?
—Sí, pero el nuestro todavía es joven.
—Tiene que trabajar más adelante, ¿verdad, Gerrit?
—¿Trabajar, dices?

Gerrit ya entiende dónde ha estado, y dice:
—¿Estuviste donde Willemse, Jeus?
—Sí, Gerrit, y vi a Hans trabajando.
—Y entonces seguramente no sabías dónde mirar primero, ¿verdad?
—Sí, claro, pero vi algo muy diferente, Gerrit.
¿Hosman también tiene un caballo como Hans?
—¿Qué dices?
—¿Que si Hosman tiene un caballo como Hans, que tiene que trabajar?
Lo que faltaba.
De pronto Gerrit ya no tiene tiempo, eso mejor que se lo pregunte a papá.
—Tengo que trabajar, Jeus, y en un momento tengo que ir a la pradera, seguramente lo entenderás.
‘Cuéntaselo a tu abuela’, piensa Jeus, pero dice resignado:
—Entonces creo que ya me voy, Gerrit, yo también puedo usar mi tiempo para otras cosas. —Por lo que Gerrit comprende que este chiquillo absorbe todo, y que luego también lo procesa.
—Ven, Fanny, ya no tenemos nada que buscar aquí, aquí no vamos a sacar nada en limpio, ¿ya te diste cuenta de eso tú también, Fanny?
Vamos al jardín.
Primero debemos aprender lo que los adultos no quieren contarnos.
Simulan no saber nada, pero saben todo.
Ya está, Gerrit, lo sabe.
Allí están, cómodamente echados en la parte de atrás del jardín, gloriosamente cerca el uno del otro, y piensan.
—Acércate más a mí, Fanny, así podré pensar todavía mejor.
Tira de Fanny para acercársela.
El perro rueda hasta quedar boca arriba y de repente Jeus ve lo que Fanny es en realidad.
Es como si cayera una luz desde el cielo.
—Maldita sea, Fanny, eres como Hans, nunca lo supe.
¿No tienes que encargarte entonces de que te vengan al mundo crías?
¿Solo estás en este mundo para ladrar y comer hasta reventar?
Pero eres exactamente como yo, lo sabes bien, ¿verdad?
Eres como un buchón, Fanny.
No, esa no es una buena comparación, los buchones son muy distintos.
Pero, son como Hans y como Fanny.
Pues no es tan mala explicación.
Los buchones son como el gallo de la tía Trui y como el nuestro.
—Ven, Fanny, tenemos que ir adonde las gallinas.
Fanny va detrás de él, sin ganas, no lo dejan en paz ni un segundo, el amo no se da el tiempo de una pequeña siesta.
Hans es más grande que Fanny y que el buchón, ¿y sin embargo...?
Pero allí está mamá.
—Mamá, ¿puedo preguntarte algo?
—¿Qué tienes que saber de mí esta vez?
Piensa un momento, lo dirá lo más claro que pueda:

—Mamá, cuando llegan los niños...

’Dios de mi vida’, piensa Crisje, ‘¡uy, ya llegó el momento!’.
Crisje echa aire por los labios, pero no logra pronunciar una palabra, y ya se fue.
‘Así es siempre’, piensa Jeus.
‘Cuando le preguntas algo a alguien, no tiene tiempo o sale corriendo.
Nunca te dan una respuesta decente.
Pero todavía está allí Bernard también’.
—Bernard, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro, ¿qué quieres saber de mí?

Bernard lo mira; con que no sea acerca del gallo de la tía Trui, con eso no quiere tener nada que ver.
—¿Qué era entonces lo que Hans estaba haciendo allí?
—¿Quieres saberlo?
—Sí, ¿acaso es tan malo eso, Bernard?
—No pensé que querrías tener que ver con esas malditas cosas.
Pero ahora lo sé: eres una mosquita muerta.
Tienes los mismos malditos pensamientos que yo.
—Entonces por mí, vete al diablo, Bernard.
—Vaya, ¿eso es todo?
Bernard lo comprende, ha desaparecido ese rollo sobre Nuestro Señor.
Es hora de que ya se acabe; ahora sabe que Jeus tiene los mismos pensamientos podridos como todos los demás niños, y su mundo también es podrido.
A Bernard todavía no se le ha olvidado.
Pero Crisje está alterada.
¿Dónde esta mamá?
En el jardín.
Entonces puede ayudarla allí y así podrán hablar bien a gusto.
Una idea bastante buena.
A Bernard no se le ha olvidado nada.
El Largo le leyó la cartilla.
Él mismo miró a Bernard a los ojos y luego le fue a decir a Trui que tenía que dejar sus calumnias sobre él.
Un niño no puede desplumar un gallo así.
Gradus le dio razón al Largo, pero Trui, cómo es posible, se obstina en que lo hizo Bernard.
El Largo se parte de la risa.
Habría dado todo para poder saberlo, pero Bernard dice no; no tiembla, no se asusta, de hecho se le hizo un juicio, pero ningún Largo pudo sondarlo y comprobar que él sea el culpable.
No se puede mentir de esta manera, y menos al Largo.

—No —dijo Crisje—, Bernard no lo hizo.

Pero entonces ¿quién?
¿Quién sabía tan bien dónde estaba el gallo?
¿Quién conocía el comportamiento del gallo?
Nadie en absoluto.

—Pero Bernard sí —dice la tía Trui, para ella que estuvo mirando demasiado su gallo estos últimos días.
Pero bueno, Trui, ¿qué quieres?
¡Los gendarmes no vinieron!
Crisje no confiaba en Trui ni un pelo, pero no tiene pruebas.
Y hace días que Jeus anda ocupado con sus propios problemas.
Bernard hace como que nunca ha existido un gallo de la tía Trui, la vida sigue, pero allí está Crisje.
—Mamá, ¿te ayudo en algo?
—Aquí no puedes ayudar en nada.
—Pero puedo ayudarte a arrancar esas cosas de la tierra, ¿no, mamá?
Y entonces de una vez podemos charlar un poco (—dice Jeus).
‘Oh, de eso se trata’, piensa Crisje, no logra zafarse de él.
—Mamá.
—¿Qué pasa?
—Quiero saber, mamá, cuando tú te casas con papá, bueno, que si entonces papá es Hans y tú eres la vaca.
—¿Qué quieres saber...?

Jeus, María, José, ¡ayúdenme!
Cómo salgo de la vista de este niño.
¿No lo oirá mamá?
Entonces más vale volver a preguntar.
—Quiero saber, mamá, si tú como Hans de Willemse... No, eso no iba en serio, mamá.
Quiero saber que si Hans de Willemse debe brincar, si entonces tú eres la vaca, mamá.
A ti te toca dar leche, ¿verdad, mamá?
No, quiero saber si no tienes nada más que hacer que dar leche.
Es todo, mamá, no quiero saber más.
‘En qué me metí’, piensa Crisje.
Debí haber salido corriendo a la primera.
Este, pues, vio algo donde Willemse’.
Ahora sabe de qué va el asunto.
Ahora Jeus no espera más y ya sigue preguntando:
—¿Lo sabes, mamá?
¿Podría saber eso, mamá?
Crisje piensa durante un instante y luego se escabulle diciendo:
—Eso mejor pregúntaselo a papá, Jeus.
Qué pena, Crisje.
Sabes igual de bien que él que es mejor olvidarse de hacer semejantes preguntas a su padre, lo tirará al suelo a golpes.
Y su alma no está abierta para su padre.
Ahora tú misma lo tiras al suelo a golpes, y así pierdes al niño.
¿Eso quieres, Crisje?
Cuántos millones de madres no habrán perdido a sus hijos, solo por no saber cómo tienen que recibirlos cuando llegan estas situaciones.
Y sin duda que este niño va más allá, Crisje.
Jeus simplemente tiene que saberlo.
Es un problema imponente.
Y ¿cómo los viviste tú, Crisje?
¿No piensas?
¿Pensabas que esto era lo mejor?
¿Salir corriendo y desatarte de la vida de él?
En fin, no puedes saber todo, no puedes abarcar todo, piensas que estos problemas son sagrados, pero para él también lo son.
Jeus ya lo está volviendo a sentir y dice entre suspiros:
—Ya lo sé, mamá.
Puras habladurías.
Ya me ayudaré yo solo.
Sí lo sabes, ¿verdad Crisje?
Lo más bonito de toda tu vida es el contacto con tu hijo.
Ahora, tú misma lo estás lanzando lejos de tu vida.
Este es el momento más bello, Crisje; si te paras a pensar un momento, tendrás que sentir que un niño observa la creación y luego empieza a hacer preguntas acerca de las cosas de Nuestro Señor.
¡Esto es algo de un significado tan grande!
Y es que estas pequeñas almas piensan ahora día y noche.
Mientras duermen y durante el día, Crisje.
Les impide comer, ¡esto tiene prioridad sobre todo lo demás!
Y es muy natural.
Por esto aprenden a hablar y pensar, por esto te conocen a ti misma y el espacio divino, por esto, Crisje, tienes a tu hijo o lo pierdes.
Y no olvides que ahora lo estás deteniendo en su desarrollo.
Pero mejor no te preocupes, Crisje: millones de personas en la ciudad recorren el mismo camino, pero es un camino sin salida y por sí solo muy equivocado, ¡ahora estás llevando a Jeus adonde Jan Rap y su camarada!
Llegará, claro que sí, porque nosotros nos encargaremos de eso, tiene que llegar, porque para él es algo muy distinto que para miles de otros niños: vive la parte espacial de todo esto.
¿Qué tendrán que ver con esto María, José o Jesús?
¿Te parece tan inhumano, Crisje?
Crisje todavía le dice:

—Tengo que ocuparme de papá. —Y luego vuelve a estar solo.
Piensa, ‘Donde Hakfoort tenían un verraco y era como Hans, y ese verraco no hacía otra cosa que lo que tuvo que hacer Hans, y es a su vez exactamente lo mismo con el gallo, aunque sea algo diferente’.
Pero ahora el verraco está muerto, lo sacrificaron.
Es una pena, pero tiene que seguir.
Jeus admira a Bernard, pero ahora este no lo puede ayudar.
Esto también es una pena: siente que Bernard sabe todo sobre esto.
Johan también, pero este empieza a reír y entonces ya no se le puede preguntar nada, no siente la seriedad de sus problemas.
Pero se ha asado el gallo de la tía Trui.
Trui lo puso durante un rato encima de la estufa, primero lo hizo sopa y luego tuvieron una comida para chuparse los dedos.
¿Sigue enfadada la tía Trui?
Todavía no tienen que acercarse a ella, la rejilla está cerrada a cal y canto.
Trui les cerró el paraíso a los chicos de Crisje.
Bernard dice:

—Es asunto suyo, de todos modos no tengo nada que buscar allí.

Pero sabe en sus adentros que salió milagrosamente bien librado de esta.
Ni papá se percató de nada.
‘Ni siquiera fue tan difícil’, piensa Bernard.
Claro, le costó un poco de trabajo cerrarle la garganta al gallo para que no pudiera gritar.
Pero ¿acaso pensabas, Trui, que Bernard está loco?
Lo mejor de todo es que Trui no encontró ni una sola plumita.
Solo se dio cuenta días después.
Nadie se había fijado en eso, hasta que Gradus dijo de pronto: “¿Y dónde habrán quedado las plumas, Trui?”.
Tienes mucha razón, Gradus.
No hay plumas.
Entonces, ¿dónde desplumaron el gallo?
Trui no es clarividente.
Jeus encontró las plumas en la parte de atrás del jardín, y de golpe supo todo.
Cuando le dijo a Bernard dónde el gallo había sido desplumado, este le dijo en tono amenazador:
—Que sepas que te desplumo a ti también si dices algo.
Pero no tengo nada que ver, ¡nada!
Bernard recuerda bien que es mejor que Jeus no lo tenga bajo la férula, porque entonces ya no tiene vida.
¡Jeus lo sabe y no lo sabe!
Bernard no piensa regalarle su secreto; tarde o temprano Jeus le exigirá manzanas y peras, y entonces estará atado a él.
Es lo que piensa Bernard del asunto y nadie puede probárselo.
Crisje siente felicidad porque Bernard no lo haya hecho.
Para ella es la fechoría más vil que pueda imaginar un niño.
Entonces seguramente habrán sido los ladrones, y también Crisje se quita todo el drama de encima.
Ahora está ante dramas mucho más grandes, en los que hace falta Hendrik, pero el Largo dice:

—Que Jeus lo averigüe por su cuenta.

Por suerte está en la cama empotrada, ahora ya no puede seguir a sus padres.
¡Te equivocas, Largo!
Eso también está mal de nuevo, Hendrik.
Ahora eres exactamente como Crisje, sientes temor ante la verdad sagrada.
¿Eso es educar a tu hijo, Largo?
¿Entonces para qué estás estás allí en realidad?
¿Para qué están los padres en el mundo, Largo?
¿No tienes nada más que hacer que encargarte de poner el pan en la mesa?
¿A eso le llamas allanarle el camino al niño?
¿Tú le pegas?
No solo lo haces mil veces peor de lo que ya es, encima arrastras al niño lejos de tu vida.
Ahora le estás sacando todo el respeto a golpes.
Para Jeus ya no significas nada, ¡nada!
Ya no vales un centavo a los ojos del niño, Largo.
Pero haz lo tuyo, no te preocupes, él llegará sin duda adonde tiene que llegar.
Pero ¿cómo sería si te dabas un agradable paseo con él y entonces le contabas todo acerca de la vida?
Lo más sagrado que existe para unos padres, pero de eso ustedes no entienden nada, tampoco Crisje.
Para Crisje es su fe inmaculada, no quiere darle todo al niño demasiado pronto, pero tú habrías podido hacerlo, Largo, esta imponente tarea se te puso en los hombros, pero ¡eres un padre de poca monta!
¡Por lo menos a los ojos de Jeus!
¿Lo entiendes, Largo?
—Ven, Fanny, hoy tenemos que trabajar. —Es lo primero que oye Fanny cuando despiertan por la mañana.
Lo de pensar ya ha vuelto a empezar.
Y papá habría podido aclararle en unas horas el problema de sus pensamientos.
Habría sido un paraíso para Jeus, y también para el Largo, pero es más ciego que un topo.
Solo piensa en cantar y tocar el violín, en juerga y diversión corriente y moliente, en nada más.
Jeus recoge flores, primero las sacude bien y luego las mete a la tierra.
Tiene que tener crías de todo lo que vive.
También siguen la lechuga y las habas, todo lo que según Jeus se puede tomar mínimamente en cuenta para dar crías se mete a la tierra y también tendrá que darle esas crías.
Los niños no le salen de la cabeza ni un segundo.
Ya siente que en la tierra todo lo que vive está para tener hijos.
Y es lo más bello que existe.
Acarrea baldes de agua, riega todo lo que metió en la tierra y mañana mirará para ver si han nacido crías.
Esa agua es la leche; las flores jóvenes tienen que tomarla y entonces crecerán, para más adelante tener hijos a su vez.
Así está bien.
Es como para quedarse dormido, pero no debe ser, pero tanto pensar es para volverse loco.
Pone a parir a las flores: más vale que no piensen que la vida pasa durmiendo o siendo acomodadas en un florero; hay más cosas que hacer, hay otras cosas que vivir, y sería bueno que se acordaran de eso.
Y las judías no tienen que hacerse ilusiones para nada; con cinco centavos ya te dan dos kilos de eso.
Una paloma joven vale más y pueden estar contentas de que él se preocupe de su vida.
Cuando las saca de la tierra un poco después para ver si acaso sí se quedaron dormidas a pesar de todo, y cuando ve que esas malditas flores no tienen ganas de sacar crías, las vuelve a revolver y meter a la tierra.
Darán crías.
Hay que ver cómo despotrica, Crisje y Largo.
Ahora todo eso pasará inadvertido para sus (vuestros) padres.
Es algo, Crisje, Largo, que de habérselo contado sin más en la mesa, en la noche, incluso lo habrían (habríais) podido disfrutar por su (vuestra) cuenta; habrían (habríais) reconsiderado: Dios mío, ese no tiene que ir al escenario, y mucho menos a una fábrica, deberíamos poder mandarlo a una universidad.
Pero borrón y cuenta nueva.
De todos modos, Jeus no tendrá ese honor, y tú, Largo, tú solo te ríes, tómate tus licores sin preocuparte, de verdad que él ya llegará.
Estos imponentes problemas no pueden ser sacados de su cerebro ni un segundo a fuerza de golpes.
Ya no existen los amiguitos.
Olvidó a Anneke.
Pero no quiere tener nada que ver con esas asquerosas bayas, pinchan y no cuestan nada.
En efecto, esos niños tampoco significan nada.
Fanny lo ayuda.
Fanny levanta un momento la pata y riega la lechuga.
Para Jeus, esta es la comprensión y la colaboración de Fanny.
—Qué cosas las tuyas, maldición, Fanny.
Usas la razón y haces trabajar la cabeza.
Ojalá lo pudiera ver mamá y lo supiera papá, Fanny.
Pero diablos, los dos somos como Hans, ¡nosotros somos hombres, Fanny!
Hoy hay buena suerte, las cosas avanzan.
Pero tomó semanas.
Y aun así, en realidad va solo.
Solo hace falta querer pensar.
Está construyendo un fundamento sólido.
Más adelante, ya no se hundirá en esta tierra.
Su fundamento es como una roca.
Puede apoyar un mundo en él.
Va colocando piedra tras piedra, y reflexiona.
Claro, es cierto, ahora mamá da el pecho a Hendrik.
También a los cerditos su madre da el pecho, y también los perros, gatos y conejos.
Pero con una paloma eso es muy distinto, y con las gallinas también.
Ahora sí está avanzando, ¿verdad?
Otra piedra de esas para el fundamento.
Hans y las gallinas son diferentes, aquí algo no cuadra.
Las gallinas ponen huevos.
Y de esos huevos salen las crías.
Es algo raro.
La gallina se sienta encima y se queda allí hasta que salgan las crías.
Qué extraño.
¿Por qué tendrá que seguir sentada tanto tiempo una gallina de esas?
No es fácil, pero él tiene que seguir.
Ni Bernard ni Johan lo apoyan.
Si fuera por ellos, podría irse al demonio.
Fanny, vamos a seguir echándole todas las ganas, pero no importa.
Va de jaula en jaula.
De establo en establo, de espacio en espacio.
Durante horas están acostados donde las gallinas.
El gallo y Hans juegan un mismo papel, pero aun así el gallo lo hace de manera diferente; ese mal bicho muerde las gallinas.
A esas gallinas no les parece bien, pero no tienen nada que objetar.
Caray, Fanny, se me ocurrió algo.
Un poco después están arriba en la Grintweg.
Donde la familia De West tuvieron cachorritos.
Allí quiere ir con Fanny.
—Hendrik, ¿nos dejas ver los cachorritos?
—Mejor pregúntale a Alfred, Jeus, tengo que irme.
A Alfred le parece bien.

—Pero ten cuidado con Fanny, Jeus, encárgate de que no se vayan a pelear.
—Fanny no tiene nada que pelear, Alfred.
¿El tuyo es bravo?
—No, mi perro no hace nada, pero cuando tienen crías, ya sabes lo que pasa.
Jeus entra.
Todavía no han llegado hasta la puerta cuando ya están mordiendo a Fanny para ahuyentarlo, y entonces él también se tiene que ir.
Qué cosas.
Un poco después, Fanny está persiguiendo a un gato y ya ha olvidado a su amo y las crías.
Entonces mejor a seguir avanzando.
—Qué miedica, ¿no, Fanny?
Esa vieja tiene miedo de que queramos robar las crías.
Pero se me ocurre otra cosa.
Creo que la señora Ruikes tiene gatitos.
Toca la puerta de la señora Ruikes.
Ella abre y le pregunta:
—Hola, Jeus, ¿qué puedo hacer por ti?
—¿No tuvo gatitos Mientje, señora Ruikes?
—Sí, Jeus.
—Entonces ¿podemos mirarlos un momento, señora Ruikes?
—Anda, vamos adentro, Jeus.
¿Tanto te gustan los gatos entonces, Jeus?
—Claro, señora Ruikes, me gustan mucho los animales.
Cuando la mujer ve que agarra con fuerza a Fanny, dice:
—Tranquilo, no te preocupes por Fanny, Jeus, conoce a Mientje desde hace tanto tiempo, ¿verdad, Fanny?
—Tiene mucha razón, señora Ruikes.
Pero acaba de andar persiguiendo un gato.
—Puede ser, Jeus, pero es un gato desconocido.
Fanny sabe muy bien cuánto aguanta.
—Es cierto, se conocen desde hace tanto tiempo.
Y ¿dónde están entonces los gatitos, señora Ruikes?
—Aquí, Jeus, aquí está Mieneke con las crías.

Jeus toma uno de esos tiernos animalitos en las manos, puede tocarlos brevemente uno a uno.
Qué cuerpecitos tan lindos los de esos animales.
Los cachorritos son lindos y mucho más cariñosos que la gente.
—¿Ya toman leche, señora Ruikes?
—Sí, Jeus, ya pasa el mismo día en que nacen.
—Lo entiendo.
¿Cuánto tienen ya?
—Déjame ver, tienen ahora unos quince días, Jeus.
—Qué tiernos animales son, de verdad.
Les da leche Mientje, ¿verdad, señora Ruikes?
—Sí, claro, Jeus, ¿o pensabas que yo les iba a dar el pecho?
Eso sí que le da mucha risa.
Pero la señora Ruikes no es ninguna Crisje, también ríe, qué gloriosas preguntas hace ese mocoso.
Un niño de esos sirve de todavía más que un tipo grande.
Le da galletas a Jeus y no se olvida de Fanny, de verdad está de visita.
Pero quiere saber más.
—¿No está el esposo de Mientje, señora Ruikes?
—No, Jeus, mi esposo no está.
—No quiero decir su esposo, señora Ruikes, quiero decir el esposo de Mientje.
—Ah, eso quieres decir, Jeus.
No, no está en casa.
Qué chico.
Jeus continúa preguntando:
—Entonces ¿dejó a Mientje sola, señora Ruikes?
—Sí, Jeus.
—Pero maldita sea, eso sí que es malo, señora Ruikes.
No se puede confiar ni un poco en esos tipos malos, ¿verdad?
—No, Jeus, no se puede confiar en ellos.
—O ¿fue culpa de la propia Mientje, señora Ruikes?
—¿Qué dices, Jeus?
—Dije, señora Ruikes, que si acaso Mientje le leyó la cartilla.
A la señora Ruikes le da risa, no sabe qué decir.

—Creo que sí —contesta.
Jeus ya está preguntando otra vez:
—Pero entonces ¿no mantuvo usted vigilada a Mientje, señora Ruikes?
—¿Quieres que ande día y noche detrás de Mientje, Jeus?
—No, ni se puede, ¿verdad?, esos gatos andan corriendo día y noche.
Lo entiendo, señora Ruikes.
Pero ¿los hombres, señora Ruikes?
Los hombres son raros.
Con que tengan para emborracharse.

La mujer de sesenta y cuatro años ríe.
Sabe pensar, y piensa que Jeus es un milagro sagrado.
Sabe que este niño es una bendición para Crisje.
Y no es de extrañar que no quiera cambiarlo ni por mil otros.
Jeus vuelve a preguntar:
—¿Todas estas son gatitas, señora Ruikes?
—Solo podremos verlo más adelante, Jeus.
—¿Por qué no se puede ahora, señora Ruikes?
—Hay que esperar para eso, Jeus.
En el caso de las palomas tampoco se puede saber de antemano.
—Es cierto.

También la señora Ruikes tiene cosas que hacer.
Cuando Jeus está en la calle, sigue sin saber nada.
Pues nada, entonces de vuelta al gallinero.
El gallo allí es hombre.
Y aquellas de allí, esas son sus mujeres.
Mira, el gallo tiene que trabajar, eso estuvo esperando tanto tiempo.
Aquí hay un montón de mujeres.
¿Por qué un gallo está rodeado de tantas mujeres?
Va a buscar a su madre un momento.
—Mamá, ¿por qué un gallo tiene tantas mujeres?
Otra vez, Crisje tiene demasiado trabajo.
No se puede hablar con mamá.
Y sus flores y plantas no tienen hijos, se murieron.
Le da una patada a Fanny, las cosas no están saliendo bien.
Jeus todavía no ha llegado.
No funciona, ha estado ocupado en esto durante meses, piensa hasta que los sesos echan humo, pero no avanza mucho.
De repente, cómo es posible, ya lo tiene.
Cómo no pensó en eso antes.
Tenía que haberse acordado de Anneke, pero no sabía cómo era ella.
Nadan en el Wetering.
Y también está allí Betje de “detrás del Kom”.
Betje está desnuda y es una niña bella.
Betje ni siquiera sabe que es niña ni que hay niños, y aunque lo supiera, Betje nada como un pez y los niños no existen para ella.
Pero Jeus mira su pequeño cielo.
De pronto lo siente.
¡Hurra, Fanny, ya lo tengo!
Sale del agua volando.
Mira a Betje y ahora lo sabe.
Parece estar loco, pero aun así no se altera: ahora tiene que pensar tranquilamente sobre esto.
Betje es mamá.
Cuando crezca, Betje será como mamá y entonces los chicos serán los hombres.
Él también está en cueros, allí nadan y retozan gloriosamente, pero la imponente historia de Adán y Eva le da vueltas por la cabeza y ha llegado a una conclusión por sí mismo.
Sí, Crisje, esta fue la intención de Nuestro Señor.
¡Ahora todavía existe el paraíso!
Los adultos lo han mancillado.
¿Lo sigues creyendo, Largo?
No, a ti que no te vengan con esas historias.
Pero aquí hay niños en el corazón mismo del paraíso, sin darse cuenta.
En el fondo, ahora Jeus es como la serpiente, pero se trata de algo muy distinto.
Jeus piensa, ‘Y es que si no hubiera papás ni mamás, tampoco habría niños’.
Ay, señor párroco, si tienes algo que contarle sobre el paraíso a este, más adelante, habrá golpes.
Largo, tu hijo ha derribado el Paraíso Divino a patadas.
Ocurrió por haber pensado.
¿Cuántos millones de personas no le dan vueltas a estos pensamientos?
¿Cuántas personas no creen que Adán y Eva pecaron?
Pero ¿qué pasaría con la procreación divina, Largo, si esto fuera y significara pecado?
Mejor echa por la borda todas esas tonterías.
Más adelante Jeus ya te contará algo distinto.
Betje, ¡esta Betje es sagrada!
Hay más Betjes en el mundo, pero ¡esta sigue siendo sagrada, Largo!
Y Jeus no es pervertido, no es malo, está pensando de manera sagrada.
Y ahora ya no te necesita, ¡lo sabe!
Se ha convertido en profesor, las clases universitarias pueden empezar, Largo.
Y ¿cómo será Jeus más adelante, cuando haya crecido y se ponga a escribir?
Jeus continúa.
Ahora ya solo faltan las gallinas y los conejos.
Luego las palomas.
Y otra vez lo ve Crisje arriba en el ático, y donde las gallinas y los conejos.
Ya vio cómo es con los conejos.
Y con las palomas también, no hacen otra cosa todo el día.
Pero lo que a mamá le ocurre por dentro, una paloma de esas lo incuba y una gallina igual.
Y todo eso solo es posible porque debe ocurrir por dentro.
Y también con los pavos y los caballos, pero ese es más bien el mundo de Hans.
Hay diferentes clases de animales.
Una gallina no es como un perro.
Fanny es como papá, pero a Fanny le dan miedo las perras, y más le vale: de lo contrario Jeus ya no querría tener nada que ver con Fanny.
Pero ahora mirará a Anneke de otra manera.
Que no le venga con historias ni mamá.
Si no estuviera papá, mamá no tendría hijos.
Y papá es papá para eso.
No hay más, él también es hombre y si más adelante se casa, tiene que tener una mujer como mamá.
Anneke gruñe, no, ella no le conviene para nada.
Betje es cariñosa.
Sí, Betje es cariñosa.
Betje es muy diferente, aunque viva detrás del Kom.
Todo gira en torno de esto, ya nadie tiene que contarle nada al respecto.
Sabe más que Bernard.
Las madres son como las vacas, solo que las madres son personas y las vacas son animales.
Pero tienen un solo trabajo, y la leche es leche.
No podría ser más hermoso.
Esto es todo.
O ¿hay alguna otra cosa que haya que pensar?
Obviamente, no buscará para sí mismo una vaca, sino una persona.
Las cigüeñas no tienen nada que ver.
Si una madre grita, es porque no aguanta nada.
No se les oye gritar a las perras, a las gatas, a los conejos ni a las palomas cuando llegan los hijos.
Las personas son más dignas de lástima que los animales.
Las personas se alteran, los animales no.
Y puede entender que duela cuando nacen los niños.
¿Algo más?
Si sus papás quieren tener un bebé, papá tiene que trabajar para ello, de lo contrario no los habrá.
Eso se lo mete bien en la cabeza.
Las palomas zurean.
Los caballos relinchan.
Los cerdos gruñen.
Las gallinas cloquean, los gorriones trinan, es muy grave.
Los gallos cantan y los pavos gluglutean, ¡las serpientes y las ratas que se pudran!
Las personas se besan.
Más adelante, él no abandonará a su esposa.
Tiene que ser fiel y cariñosa, y saber cocinar rico, pero él será el jefe, exactamente como papá, y también será cariñoso con su esposa.
Le dará todo.
Pero ahora, a buscar a mamá.
—Ya lo tengo, mamá. —Oye Crisje.
—Vaya, ¿ya lo tienes, Jeus?
—Sí, mamá, ahora ya no tienes que decirme nada.
Ahora lo sé todo.
Cuando nazca Miets, ya no tendrás que venirme con cuentos.
—En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo —reza Crisje. Pregunta:
—Has de estar hambriento de tanto pensar, ¿no, Jeus?
—Sí, mamá, me muero de hambre.
Crisje piensa.
El niño se siente aliviado.
Pero ella sabe ahora que ella misma se encargará de los que faltan por nacer.
No le importa lo que le diga el señor párroco: es demasiado cauto.
Cuando eso está dentro, ya lo ves sin más.
Tarde o temprano te lo dirán de todos modos, pero entonces estás presente tú misma, o quedas radicalmente excluida y otro te quita la diversión, además de que te arrebata a tu hijo.
Crisje decide que ¡eso no volverá a pasar jamás!
Ahora Jeus puede volver a jugar.
Estuvo ocupado durante nueve meses.
Todos esos meses, no ha prestado atención a la vida cotidiana.
Le importaba un bledo.
Vivió otra cosa.
Ahora Crisje siente que darle la vida a un hijo no cuesta esfuerzo, pero que lo que uno no siempre sabe hacer es acogerlo y guiarlo.
También ella tenía que aprenderlo.
Aunque quisiera darles todo a sus hijos no vivió esto, se lo perdió, pasó frente a sus narices.
Un niño quiere saber todo.
Exactamente aquello por lo que está preguntando.
Y ahora la vida es bella, es imponente, porque tú misma has vuelto a ser niña, pero con la imponente conciencia de tu propio corazón.
¿Algo más, Largo?
Jeus sabe que tener hijos es lo más imponente que existe.
Pero tú mismo tienes que hacer todo para eso.
Las mamás te dan de beber.
Luego, cuando tú mismo has crecido, lo adoptarás de tu mamá o papá, y entonces servirás a Nuestro Señor y trabajarás para Él.
Fanny, ahora de vuelta al brezal y a los bosques.
Dentro de unos meses él también podrá ir a la escuela.
No, todavía falta un poco, Fanny, podremos vivir todavía muchísimas cosas juntos.
Jeus, ahora mejor vete a jugar.
Te lo has ganado.
Ahora tu alma está abierta a muchísimas cosas.
Sigue las leyes de Nuestro Señor, ¡en ellas estás a salvo!
Este año echó los fundamentos para toda su vida, Crisje, y ahora está siglos por delante de Johan y Bernard en estas cosas.
No hay quien pueda alcanzarlo ya, pero ustedes no lo comprenderán (vosotros no lo comprenderéis) sino hasta después.
Jeus tampoco, pero entonces ¡habrá empezado el otro Largo!