¿Entonces ese era Nuestro Señor, mamá?

Los ángeles guardianes saben todo de la gente y sobre todo cuando día tras día tratan a las mismas personas.
Pero Crisje sabe que cuando uno hace el bien, también recibirá el sentimiento armonioso correspondiente; claro, cae en la cueva el que otro lleva a ella; es decir, cosechamos lo que sembramos, y de esto Nuestro Señor sabe todo.
Y “ÉL” les dice a su vez a los ángeles: por favor, vete a asomar allí, intuye bien, pero con mucho cuidado si a pesar de todo no hay algo que perturbe “MI” vida o algo que mantenga despierta el alma.
Si es así, entonces intenta materializar esos sentimientos y pensamientos, para que el ser humano pueda sacarle ventaja.
El Largo diría: ya me las arreglo yo solo, para eso no me hacen falta ángeles.
Agarro mi violín o canto un aria, y si ni eso ayuda, me tomo unos ricos licores de hierbas, y ¡el bien y el mal, los pensamientos desagradables o sobrenaturales ya se disolverán solos!
Y entonces otra vez Crisje no puede decir nada, pero significa: ahora tienes tus propios pies bien firmes sobre tu propia tierra y tampoco se puede pensar en aquel volar por el espacio.
Los ángeles son capaces de sopesar el alma humana en la balanza —claro, la balanza de Nuestro Señor—, para poder ver si una cosa tiene más peso que la otra; es decir, si la vida interior va adquiriendo superioridad sobre la material, porque eso no debe ser, pues esto ocasiona que entonces el interior empiece a resquebrajarse, puesto que ese sachar en la materia es tremendamente malo para los nervios.
Ahora el alma no puede disfrutar de su tranquilidad, que es la que finalmente importa para que una persona pueda decir: ¡yo estoy perfectamente!
Y eso lo veía el Largo en Jeus...
Nuestro Señor le dijo a “SU” ángel:

—Por qué no te asomas un momento.
Y si hace falta —ahora escucha bien—, entonces haz como que “YO” esté allí en persona, represéntame bien y no olvides nada, porque ¡“YO” sé con certeza que Jeus el de madre Crisje quiere servirme a “MÍ”!
Cuando llegó esa orden, Jeus ya estaba empezando a cavilar, los primeros rayos de sol de ese mensaje ya habían alcanzado su alma y la cama empotrada; desde ese momento empezó todo.
Y Crisje volvió a preguntar:
—Y ahora ¿de qué estás hablando, Jeus?

Es la felicidad, Crisje, tiene algo, aunque todavía no lo sabe.

Oyó de su boca:
—Tengo que pensar, mamá.
Crisje ya está rezando.
‘Que Dios me libre’, piensa, ‘cuando ese empieza a pensar, nos espera la felicidad o un tremendo embrollo desagradable’.
Todavía pregunta:
—Y ahora ¿en qué tienes que pensar, por todos los cielos?
—Todavía no lo sé, mamá.
—Pero si no sabes en qué tienes que pensar, entonces será mejor que tampoco empieces a hacerlo, ¿no? —opina Crisje, pues siente que se le vuelve a colocar frente a asuntos incomprensibles.
Y cuando luego no dice ni pío, ella dice sin pensarlo:
—Pero entonces no hace falta que estés pensando con la cabeza en las manos, ¿o sí?
¿No te pesa demasiado eso?
—Claro que no, mamá, si así puedo apoyarme a mí mismo, ¿no?
‘Más vale que me detenga’, piensa, ‘de todos modos no puedo con esto’.
En cualquier caso, esto es mil veces mejor que todas esas travesuras.
En qué se mete mamá.
¿Acaso ya no se le permite a uno pensar?
¿No puede pensar como debe ser?
Pero está ocupado en algo.
Espera algo.
Todavía no sabe lo que va a ser en realidad.
En todo caso, aquello lo manda una y otra vez en pensamientos a la Hunzeleberg.
Ve montañas y va trepando en ellas.
Gerrit ya le dio una patada.
En pleno sueño se levantó y quiso escalar esa montaña, pero le dio una patada a Gerrit, de lleno en la cara, y obviamente, entonces empezaron a pelear.
¡Y eso es!
No pasa una sola noche sin que suba montañas.
Y ese escalar montañas es ahora lo único que quedó de su gran viaje a Jerusalén.
O sea, resulta que no salió sin salpicarse, a pesar de todo: su alma tiene ahora el delicado rasguño, la cicatriz espiritual, y tiene que salir, tiene que ser sanado con una pomada de Nuestro Señor, de lo contrario lo seguirá corroyendo y eso es muy peligroso.
Pero entonces de repente volvía a aparecer otra cosa, sacándolo también brevemente de sus cavilaciones.
Ahora tiene que pensar en otra cosa, sí, todo el vecindario ya está cavilando sobre eso, mucha gente lo ayuda.
El Largo cavila y Crisje también, porque a Crisje le dio ese asqueroso panadizo.
Le va consumiendo el tejido interior del pulgar derecho, y eso causa un dolor enloquecedor.
El Largo ya no sabe qué hacer.
Le preguntó a la gente si no conocían algo contra el panadizo.
Y por supuesto, todos conocen algo, a todos también les ha dado panadizo en alguna ocasión, pero si les preguntas: ¿qué tiene que hacer Crisje para combatirlo?, se quedan con la boca abierta y resulta que todo no fue más que cotorreo humano.
Por más que cavilara, no lo ayudaba: Crisje seguía sintiendo el dolor en el pulgar, nada funcionaba y si duraba mucho más, bien que lo veía el Largo, no quedaría nada del pulgar.
Y eso con una casa llena de chicos, perder la mano derecha es muy grave.
El Largo, desesperado, le preguntó a Crisje:
—Eres tan buena para rezar, Cris, ¿no podrías intentar pedírselo a Nuestro Señor?
Las cosas claras, Largo: tú ahora te refieres a algo muy distinto.
Quieres poner a prueba su fe, también su imponente confianza en Nuestro Señor, porque de eso se trata.
Crisje gemía de dolor, pero sí que sentía lo que quería decir el Largo, para eso no lo necesitaba.
Ya sabía desde el principio eso va a ser ese asqueroso panadizo.
Ahora la tiene que ayudar Nuestro Señor; la gente no entiende de estas cosas.
Un médico no puede ayudarte, sus pomadas no funcionan.
Y luego —ocurrió una noche mientras dormía—, Crisje oyó a Nuestro Señor diciéndole:
—Me llamaste, Crisje, ¿pasa algo?
—Sí, Señor Nuestro, reviento de dolor.
Me dio panadizo, Señor Nuestro, y ya no puedo hacer nada con la mano.
—Lo veo... —le dijo entonces Nuestro Señor a Crisje—, ya lo veo, Crisje, es grave, pero te tengo algo.
Ahora te voy a pedir que me escuches bien, Crisje.
—Sí, Señor Nuestro, claro.
—Aquí, donde Hosman, tienen vacas, ¿verdad, Crisje?
—Sí, Señor Nuestro.
—Pues bien, Crisje, si te encargas de que te regalen estiércol de vaca fresco todas las mañanas, no solo se quitará el dolor; también se te mejorará el pulgar.
—Oh, lo puedo conseguir, Señor Nuestro.
Te lo agradezco mucho.
—De nada, Crisje.
—Mil gracias, Señor Nuestro.
—Sabes que siempre estoy allí, ¿verdad, Crisje?
—Sí, Señor Nuestro, no lo dudaré nunca, ya lo sabes.
—Claro, Crisje.
Y ahora me tengo que ir.
Esa misma mañana, Johan se fue sin muchas ganas adonde Hosman a buscar estiércol de vaca fresco.
Para eso le hacía falta una pala, y cuando alguna de las vacas iba a hacer sus necesidades, Johan se apresuraba hacia ella para interceptar esa flamante medicina, envolverla en un trapito y llevársela a Crisje.
Johan no podía tocarla, la medicina no podía entrar en contacto con nada, porque entonces se perdía la fuerza, había dicho Nuestro Señor.
Cada mañana hay fiesta allí donde Hosman.
Claro que les parece algo especial.
Johan casi se rompe la nuca por caer hacia atrás por lo resbaloso de la codiciada medicina.
Entonces Crisje tuvo que raspar su medicina de su chaqueta.
Tampoco se le podía pedir que hiciera nada.
Una vez en la escuela, Johan tuvo que contar por qué había llegado tan tarde.
Y cuando contó que Crisje tenía panadizo y que él tenía que recoger estiércol de vaca, todo el grupo se rio de él con ganas.
Ahora el panadizo de Crisje y las medicinas están en boca de todos, pero no saben que Crisje obtuvo su receta del mismo Señor Nuestro.
Ni el Largo lo sabe todavía, pero ya se enterará.
Ahora Bernard y Jeus se ponen detrás de las vacas.
Relevaron a Johan de la tarea y ahora Crisje puede contar con su estiércol de vaca.
Bernard casi que sabe de antemano qué vaca tiene ganas de ayudar a Crisje.
Ya hacen apuestas, tan seguro está Bernard de estar en lo cierto.
Jeus ya perdió diez canicas en el juego.
Bernard casi siempre acierta, tanto se ha sintonizado con el estiércol.
Hace un momento, Bernard le dijo a Jeus:

—Creo, Jeus, que esa blanca con negro va a ser la primera.
Habrá unas diez vacas alineadas, a una no le da la gana o acaba de echar a perder la cosa, porque así es, justo antes de que llegaran, pero otra está controlada y a esa la están vigilando ahora.
Las primeras mañanas siempre llegaban tarde.
Algunas vacas, lo ha notado Bernard, lo hacen de pronto y entonces justo llegas tarde.
Otras lo hacen dando algo de vez en cuando, pero entonces la situación se pone peligrosa.
Bernard les dice las regaderas, porque una de esas vacas pintas le echó un chorro justo en la cara y eso sí que fue algo que inspiró respeto.
Ahora Bernard ya ni siquiera mira esas vacas, esas no sirven y sin duda también significará algo, a su vez; una vaca te da mejor medicina que la otra, aunque finalmente todas coman lo mismo.
Bernard dice que la cosa está en el acabado, porque ¿por qué hay vacas que echan un chorro y otras más que te dejan caer la materia sanadora con una gloriosa tranquilidad y llenas de comprensión?
Bernard ya reflexionó sobre esto y Jeus lo admite de buena gana: Bernard sabe pensar.
A Johan la escuela le está cayendo pesada: los niños lo insultan llamándolo “caca de vaca”.
Bernard les pegaría a la primera, más vale que no lo intenten con él.
Y funciona.
Desde el primer momento en que Crisje presionó el estiércol contra su pulgar, este empezó a mejorar, los fuertes dolores fueron disminuyendo y Crisje pudo decirle al Largo:

—¡Ya lo hemos conseguido, Hendrik!
Todo el vecindario ríe y habla de la caca de vaca, las bestias sanadoras de Hosman, esas vacas valen oro.
A Jeus ya se lo han dicho.
Anneke dijo:
—¿Y entonces, Jeus?
¿Qué me quieres decir ahora de nuestras vacas?
Si no fuera por ellas, tu madre pronto se habría quedado sin pulgar.
Ahora Jeus tenía que inclinar la cabeza ante Anneke, lo que por tanto hizo, diciendo:
—Claro, Anneke, tienes razón.
Pero en realidad, solo le daba razón porque Crisje necesitaba su estiércol; todavía no quería hablar de que todo apestara tanto y de que detrás de esas vacas tu vida corría un serio peligro, aunque sin duda quitaba gran parte de toda esa grandeza.
¿O no lo sabía Anneke?
Los chicos están de ambos lados de la fila de vacas.
Jeus del lado derecho, Bernard del izquierdo, de modo que desde ambos lados puedan abalanzarse de inmediato sobre una vaca sin estorbarse el uno al otro.
Dividieron equitativamente el trabajo y la tarea para mamá, y Crisje puede contar con los muchachos.
Ahora ella también sabe que con el estiércol se pueden conseguir muchas más cosas y que esta es la única medicina de este mundo para muchas enfermedades, aunque la gente no lo sepa.
Crisje dice: la gente busca las medicinas donde no están.
Las medicinas de Nuestro Señor se encuentran cerca de tu casa y a veces estás encima, pero la gente no lo ve.
Para eso hacen falta ojos interiores, y Crisje los tiene.
Tres semanas después, el pulgar de Crisje ya estaba sanado.
Y entonces el Largo preguntó:
—Ahora cuéntame, por favor, Cris, cómo se te ocurrió usar la caca de vaca.
—Lógico, Hendrik.
—¿Lógico, dices?
Pero no lo sé.
—¿Acaso no me preguntaste si no podía ayudarme entonces Nuestro Señor?
Y luego Nuestro Señor vino a verme.
—¿Quieres decirme, Cris, que Él se ocupa de caca de vaca?
—Sí, Hendrik, era Nuestro Señor en persona.
Si uno se atreve a mirarlo a la cara con franqueza, entonces Él no lo deja solo, Hendrik.
Y eso sí que deberías saberlo.
Pero el Largo no lo sabía.
Esto tampoco le cabía en la cabeza.
Imagínate, el “Redentor” que se mete con estiércol de vaca, y ¿aun así?
Eso sanó a Crisje.
Qué será lo cierto.
¿Había sido Nuestro Señor en persona?
Como sea, Largo, el pulgar mejoró, y sanseacabó el horrible panadizo.
Crisje lo soñó y en su sueño, ¡Nuestro Señor en persona le habló!
¿Todavía no es suficiente?
¿Ya no hablas dialecto, Largo?
Lo que el Largo pensaba del asunto era, ‘¡Esa Cris!’.
Pero muy por dentro, y es la verdad, el Largo se quita el sombrero para su Cris, aunque lo debía haber sabido, Crisje sabe hacer tantas cosas...
Ha demostrado ya antes que sabe hacer medicinas con un poco de verde y algunas hierbas.
Lo tiene y no importa de dónde viene, podría ser curandera, pero no quiere.
Todavía no conocía el remedio para el panadizo, pero también eso le había sido dado a su vida y por eso le está agradecida a su Señor Nuestro.
Cuando el Largo quiso saber por qué el estiércol de vaca, y precisamente el fresco, poseía poderes sanadores, Crisje dijo escuetamente:
—Si piensas un poco más, Hendrik, puedes saberlo.
El Largo empieza a pensar, pero no encuentra manera de asimilarlo ni averiguarlo.
¿Y sin embargo?
Crisje dijo:
—Todo lo que ha sido procesado en el interior de un animal, Hendrik, pero no perros ni gatos, las vacas son lo mejor, ha pasado por una fábrica.
Y una fábrica de estas, Hendrik, tiene por dentro muchos poderes que son inmaculados como el vidrio y que contienen de todo para curar.
Al Largo no le cabía en la cabeza, seguía sin saber nada.
¿Una vaca es una fábrica?
¿Y esa fábrica tiene poderes sanadores?
Crisje lo vio, y ella también lo supo: cuando Nuestro Señor se lo dio, ella vio esa fábrica dentro de la vaca y pudo entenderlo.
Y una fábrica química de esas, Largo, está abierta y lista para matar cualquier bacilo y para animar esa materia, precisamente mediante aquello por lo que Nuestro Señor hizo crecer y florecer toda la vida.
Si siguiéramos este proceso, Largo, escribiríamos un grueso libro sobre él, pero entonces todavía no habrías llegado, así de complicado se pone, pero además también se hace tan natural que un piojo puede entenderlo, porque significa la evolución natural.
¿Sabías, Largo, que todas estas cosas verdes que come una vaca así poseen poder y fuerza espaciales?
Lo que recibió Crisje no es tan raro, de verdad.
Pero todavía lo viviremos más adelante, si entonces estás abierto a ello y sigues aquí, volverás a vivir un milagro natural semejante y entenderás que las vacas son animales útiles.
Claro, dan leche y con esta se puede hacer queso, pero lo que ahora nos importa sobre todo: estas medicinas provienen de la fuente natural y ¡la gente aún no sabe nada de eso tampoco!
Aunque sea raro, ¡la caca de vaca cura el panadizo humano!
¡Recuérdalo!
Cuando el señor párroco lo oyó de Crisje, pues él sabe todo de la vida de ella, le dijo a Crisje con conciencia y decisión:
—Lo creo sin dudarlo, Crisje.
Claro, tú eres sin duda una santa.
Y para eso claro ciertamente se puede rezar, sin duda.
¿No lo crees?
El señor párroco le besó el pulgar a Crisje, precisamente el pulgar enfermo que estuvo cubierto de estiércol de vaca durante semanas, porque este buen hombre sentía y entendía que allí vivían la voluntad y el amor, la sabiduría y la fuerza de Nuestro Señor, y bien que quería que le entrara esa dulzura a través de su beso.
Con la conciencia tranquila, Crisje le acercó pulgar y mano al señor párroco, y entonces este le dejó su sello; Crisje sabía que de lo contrario se habría condenado a sí misma para siempre.
¿No era cierto?
Sobra decir que si Nuestro Señor no le hubiera hablado a su vida y a su “yo”, entonces Crisje se habría echado a perder por una baja y vil mentira, y ella misma se habría arrojado al purgatorio.
Pero que Dios me libre, eso mejor no lo digas donde esté presente el Largo.
¡Es un milagro!
El señor párroco bien sabe que Crisje es capaz de hablar con Nuestro Señor día y noche; sin embargo también sabe que ella no lo hace.
Ambos saben que primero te has de vivir mil veces a ti mismo y ¡solo entonces, cuando ya no posees nada, y tus fuerzas fueron consumidas por completo, hace su aparición Nuestro Señor!
Y a “ÉL” no se le puede engañar.
Puedes gritar todo lo que quieras, si Él ve —y lo hará...— que todavía no has usado tus propias fuerzas, “ÉL” ni siquiera se asomará, aunque llores todo lo que quieras, entran en juego tu alma y tu gloria, y ¡de eso se trata!
Pero todo esto, y se puede entender, sacó a Jeus de golpe de sus pensamientos.
Inmediatamente después de que se curara el pulgar y también ese apuro se hubiera convertido en parte del pasado, Crisje lo encontró detrás de la casa.
Está mirando las gallinas y le pregunta:
—¿Qué tienes que pensar, Jeus?
—Lógico, mamá.
¿Acaso tuve cinco minutos para mí, para pensar?
Ya estaba pensando, ‘Gracias a Dios, ha vuelto a salir de sus cavilaciones, pero ahora continúa, durante un tiempo los líos materiales lo dominaron; ahora esas montañas vuelven y lo va a analizar, si no algo ocurrirá’.
Esta mañana tiene su sueño en su interior, es algo vivo y consciente: aquello que experimentó anoche.
Durante semanas aquello le mantuvo la cabeza ocupada, ahora está allí, sabe que lo vivirá hoy, no es una montaña, ¡es Nuestro Señor en persona!
Está con Fanny en la orilla del brezal, cerca del molino, y espera.
Hay una tremenda tensión en él.
Pero lo sabe: Nuestro Señor vendrá.
No sabe que Crisje está a su manera en conexión con los asuntos más sagrados para los hombres, los animales y la naturaleza, él vive para sí mismo y Crisje sigue un camino propio.
Esto de Crisje no tiene nada que ver con el sentir y pensar de él, él ya vivía en estos sentimientos cuando el panadizo lo echó a él a patadas, y de todos modos sentía que no lo había abandonado ni un momento.
Ahora yace aquí y espera.
Fanny a su lado. Comparten el pan equitativamente y esperan con paciencia.
Pero la tensión se va volviendo horrorosa.
Es igual que entonces, aunque sí es algo diferente.
Esto te dará alegría, lo de aquella vez te dio tristeza.
Ahora no siente dolor, sino felicidad.
Tiene que llegar hasta él desde las colinas.
Sabe que viene en línea recta desde Zeddam.
No sabe lo que eso tiene que hacer allí primero, pero vendrá.
Va pasando hora tras hora.
Habría podido calcularlo por completo para sí mismo, pero ante algo así se siente respeto.
Para algo así, horas de espera a uno le merecen la pena; ahora se puede hablar de recibir.
Los niños ya lo están buscando, pero no está, está escondido entre los arbustos.
Poco antes de las cuatro a rastras se acerca un poco más hacia la Grintweg.
Siente: se está cansando, pero es por la tensión, obviamente.
Qué pesadas están esas piernas, se acuesta cómodamente.
No sabe que ya se ha quedado dormido, está velando, y Fanny también está allí, él también descansa a gusto a su lado y esperará.
De pronto se va haciendo más claro arriba en la Grintweg.
Ya verás ahora.
Y mira por dónde, se le acerca una aparición resplandeciente.
Jeus no tiene miedo.
La aparición le pregunta:
—¿Tuviste que esperar mucho, Jeus?
—No, acabo de llegar.
—Pero aquí estoy, pues, en persona.
¿No me tienes miedo?
—No, claro que no.
No, Señor Nuestro, no te tengo miedo.
—Ahora veamos, Jeus, dónde están todos nuestros niños.
Ahora va caminando por la Grintweg, de la mano de Nuestro Señor.
Cuando están muy cerca de casa, Nuestro Señor dice:

—Aquí está tu casa, Jeus.
—Sí, mamá está allí.
—Lo sé, Jeus.
Y bien que se liberó del panadizo, ¿verdad?
Sí, mamá se curó de eso.
—Sí, Señor Nuestro.
—Sirvió bien, ¿verdad, Jeus?
—Sí, es buen material, Señor Nuestro.
—Ya lo sé, Jeus, eso es obvio.
Va pasando puerta por puerta, de la mano de Nuestro Señor va dando trompicones, pero no ve a ninguna persona.
—¿Ya te tienen miedo?
—Lo veo, Jeus.
Me tienen miedo.
Pero es porque no me conocen.
Pero ¿me dejas preguntarte algo, Jeus?
—Claro, si para eso vine.
—Ahora lo ves por ti mismo.
Y qué vamos a hacer ahora con esos niños.
No saben cómo soy.
Y deben saberlo, Jeus.
Lo que quiero preguntarte es: ¿quieres ayudarme?
—Claro, solo dime qué tengo que hacer.
Puedes contar conmigo.
—Lo sé.
Empezaremos cuando seas adulto, Jeus.
Y será solo entonces cuando ya les contaremos lo que sabemos.
—Claro.
—¿Dolió mucho, Jeus?
Ya sabes lo que quiero decir.
—Sí, claro, me dio bien fuerte.
Pero ya se me olvidó.
—Lo sé, Jeus.
—¿Puedo decirle a mamá que hablé contigo?
—Claro, puedes contarle todo a tu madre, ¿no?
Atraviesan el pueblo caminando, vuelven a pasar por la Grintweg y una vez en el brezal se despiden.
Jeus piensa, ‘algo tiene Nuestro Señor de mi propio Largo, pero es que eso no puede ser y tal vez sí puede ser, algún día, toda la gente se parecerá a Nuestro Señor’.

—Puedes contar conmigo. —Todavía oye Nuestro Señor de su boca, y luego esta aparición imponentemente bella se disuelve ante su vida.
De pronto sale del bosque de un brinco.

—Maldita sea, Fanny, ¿dónde te habías metido?
¿Dormiste?
¿Ahora que podrías haber visto a Nuestro Señor, te vas a dormir?
¿Es que te has vuelto completamente loco?
¿Ya debo darte una tunda, Fanny?
Qué cosas contigo, caray.
Bien avergonzado que deberías estar (—dice).
Un poco después, Fanny oye:

—Pero no me lo puedo imaginar, Fanny.
Claro, tú no tienes nada que ver con Nuestro Señor.
No, no es cierto.
Quiero decir: el tuyo es diferente, pero ahora me contradigo a mí mismo.
Pero tenemos que irnos a casa, mamá no nos ha visto en todo el día.
Una vez en casa, vuelve a darle un gran abrazo a Crisje.
Ella lo mira, ¿qué pasa?
¿Ya pasaron las cavilaciones?
Esto no duró tanto, y qué bien que haya sido así.
Jeus le cuenta lo que vio.
—Vaya, Jeus, así que ¿caminaste con Nuestro Señor por la ciudad?
—Sí, mamá.
Y ¿crees que esos miedicas se atrevían a dar la cara?
—No, claro que no, esa cuenta la puedes sacar tú mismo, Él sí que les mete miedo.
—¿Y ese fue entonces Nuestro Señor en persona, mamá?
—Sí, ese fue Nuestro Señor, Jeus.
—Sabía todo sobre la caca de vaca, mamá.
—No lo dudo.
—También sabía dónde vivíamos, mamá.
Si no hubiera estado tan ocupado, habría pasado un instante a verte.
Pero no tenía tiempo, mamá.
—Lo entiendo, Jeus.
Crisje tiene que pensar, pero Jeus ya pronto oye de su boca:
—Y ahora quiero que tú me escuches a mí, Jeus.
—Sí, mamá, claro.
—¿No se lo dirás a nadie?
—No, mamá, ¿o crees que estoy loco de remate?
—Claro que no lo pienso, Jeus.
Esto no lo entenderán, Jeus.
Nadie en el mundo debe saberlo.
—Pero ¿no tengo que decírselo a papá?
—Ya me encargo yo de eso.
Tú solo encárgate de mantener la boca cerrada.
Porque la gente, Jeus, se reirá de ti, y eso no debe pasar.
—Lo sé, mamá.
¡No se lo diré a nadie!
El Largo de Jeus sabe que esta noche no soñará con montañas ni tampoco las escalará, eso ha ido sumergiéndose más.
Hasta unas profundidades donde vive todo lo de ayer, de la semana pasada y de hace años, sí, incluso aquello de lo que el ser humano ya no lleva nada dentro, pero que aun así está allí.
Y eso se llama, Largo, por lo menos para un erudito, el subconsciente, pero eso de todos modos no lo entiendes y ahora tampoco hace falta.
Pero te digo, llegará el día en que toda persona conocerá esto que es tan imponente, porque entonces estarás detrás y dentro de tu propio ataúd, pero lo más bello de todo es: ¡estarás vivo!
Son las nueve, los niños están en la cama, el Largo y Crisje se cuentan cosas de peso.
Ahora el Largo oye lo que ocurrió.
Y luego oye de boca de Crisje:
—Hendrik, somos personas bendecidas.
Es imposible estar suficientemente agradecidos a Nuestro Señor por nuestros hijos.
Un golpe por el que el Largo se cayó redondo de su silla.
Y luego todavía siguió:
—¿Te digo algo, Hendrik?
—Dime, Cris.
—Algún día, nuestro Jeus trabajará para Nuestro Señor.
Nunca será cantante, Hendrik, eso ya mejor quítatelo de la cabeza (—dice).
Ahora tiene que pensar el Largo.
—No sé, Hendrik, pero Jeus “LO” ha visto.
Habló con ”ÉL” y fue a ver a la gente tomado de Su mano.
Pero ¿es que no sabes nada entonces, Hendrik?
¿O no puedes entenderlo?
Si cae por su propio peso.
¡Esto significa algo, Hendrik!
El Largo calla, y es lo mejor.
No dice ni pío, pero es grave: entenderá que existe más de lo que él sabe, aunque ese momento todavía no ha llegado.
Quiere decir sinceramente, Crisje, que todavía está, que en todo caso tiene algo que decir aquí.
Los niños tienen unas espléndidas voces, ¿no es así?
Bueno, llegado el momento seguiremos hablando.
El Largo pregunta:
—¿Quieres decírselo al señor párroco, Cris?
—Todavía no lo sé, Hendrik.
—¿Entonces te digo una cosa, Cris?
—¿Pues?
—Si yo fuera tú, ni a él se lo decía.
No sé por qué, Cris, pero creo que él pensará que nos volvimos locos.
Crisje ríe.
Hendrik piensa en sí mismo.
Pero está bien.
Se van a dormir.
Jeus se levanta temprano, puede sentarse en la mesa con su padre y el Largo constata para sí mismo: es un niño común y corriente.
—¿Quieres que te sirva café, Jeus?
—Sí, papá, por favor, papá.
‘Ya lo ves’, piensa el Largo, ‘esa es la buena educación’.
No tiene de qué quejarse, todo va bien, la vida es espléndida.
Una hora después, Jeus ya sale corriendo a la calle.
Hay algo en él que le recuerda alguna cosa, pero también podrían ser pensamientos, también podría ser por las bellas historias que oyó de mamá.
Pero ahora tiene que ganar dinero.
Va a venir la feria y ha perdido todo su dinero en el juego.
Pero ¿qué tiene que hacer?
¿Cómo hacerse con centavos?
¿La tía Trui no necesitaría ayuda con la compra?
¡La caca de vaca cura!
El panadizo y el estiércol dan sabiduría vital.
Si puedes mirar detrás de tu propio mundo, verás además a Nuestro Señor.
Pero este es el que mejor conoce a Crisje y a Jeus.
Este está casi a diario sentado en la cocina, y habla dialecto.
Este se llama “Largo”, Crisje, y también con él puedes estar contenta.
Lo viviste, te dio una medicina infalible para ese maldito panadizo.
Y este estaría abierto a todo lo que vive si solo la gente pudiera aceptarlo.
Créelo, Nuestro Señor tiene por lo menos cien mil como Él.
Pero ni siquiera diez en este mundo como es tu Jeus, Crisje.
De verdad, Crisje, trabajará para Nuestro Señor.
Y eso ya empezó.
Todos estos acontecimientos sobrenaturales, Crisje, tendrán un lugar en tu propio libro y en el de Jeus.
¿No será sencillo?
Esta es la verdad y ya tienes esas pruebas, pero todavía vendrá mucho más, querida Crisje.