Deut, el domingo te daré un centavo si ahora quieres jugar un momento con Jeus

Bernard y Jeus se hicieron amigos.
Bernard siente que ahora significa algo para su hermanito.
Su vida está abierta a muchas cosas y eso se lo puede transmitir a Jeus.
¡Ahora lo respeta!
Algo de lo que posee papá y es igual de fuerte, ahora tienes en tus propias manos la luz y la oscuridad, pero para Bernard, ¡eso es el sótano!
Bernard ama a Jeus porque es amable y agradecido.
Sabe que puedes invitar a Jeus a muchas cosas y entonces su alegría te hará bien.
Es la alegría que siente mamá cuando cocina para esos tipos pulgosos, esos vagabundos que siempre vienen a verla, semana tras semana.
Bernard entiende ahora que esa alegría te entra al corazón, y luego empieza.
Por supuesto que todo lo que entonces habla a tu vida es a su vez algo muy diferente, pero allí está.
Cada mañana salen a hacer sus exploraciones.
A Crisje le parece glorioso, ahora puede hacer su trabajo y se ha liberado de tanto pregunteo.
Ahora Bernard le enseña de todo a Jeus.
Cada cosa adquiere un significado para Jeus, y de todo quiere saber algo.
Ayer estuvieron en el otro camposanto.
Miraron las tumbas humanas y esas lápidas.
Le venía de perlas a Jeus.
Todavía no se ha liberado de eso, lo sigue acechando y anoche apareció en sus sueños.
Pero sin duda que va a estar bien, tarde o temprano hará sus preguntas y entonces Crisje se enterará de lo que ha oído en todos esos días.
Cuando Bernard le preguntó cómo se sentía, ahora que le iba pasando su sabiduría, le contestó:
—Tengo que reflexionar sobre esto, Bernard.
No es cualquier cosa.
‘Es cierto’, pensó Bernard, pero se sentía tan orgulloso como un buchón, sacó el pecho y se sentía de rechupete.
Le permitía a Jeus vivir brevemente algo que no era cualquier cosa.
Pero el guardia del cementerio los ahuyentó, no tenían nada que buscar en este lugar sagrado.
Pero el hombre no sabía de qué se trataba, de lo contrario no habría espantado a la pareja.
Luego miraron a través del pequeño seto todos esos Nuestros Señores y Vírgenes y los ángeles en las estatuillas de piedra encima de una tumba, de los que Jeus quería saber todo.
¿Por qué no salen volando esos ángeles?
Bernard dijo: “Los ángeles de piedra no saben volar”.
Bernard se sentía importante.
No era un miedica.
Johan sí.
No quería tener que ver con esos muertos.
Te causaban sueños y entonces empezaba a haber fantasmas, y Johan no quería saber nada de fantasmas.
—Pero —le preguntó Jeus ahora a Bernard— los fantasmas, ¿qué son?
—Sí, ¿qué son?
Los fantasmas son fantasmas.
—¿No lo sabes?
Bernard tenía que sacar a lucir sus conocimientos, pero, en efecto, no lo sabía.
Estaba haciendo el ridículo.
Pero ¿qué son los fantasmas?
¿Qué quiere saber Jeus de ellos?
¿Significan algo, los fantasmas?
Bernard empezó a pensar, no le quedaba más remedio, de lo contrario, a su hermanito le saltaría a la vista que no lo sabía y perdería su respeto.
Sí era una palabra para recordar.
Mamá sí lo sabía.
Pero ¿por qué la gente quería tener ángeles en su camposanto?
Camposanto.
Una hermosa palabra, con algo de los santos y del campo.
Los santos y el “CAMPO” eran cosas de Nuestro Señor.
¿También lo sabía Bernard?
Jeus sí que lo siente.
Está cerca de esas cosas.
Bernard no lo siente.
Luego fueron a las “murallas” y después de eso a la Vissche Wei, una extensión de tierra baldía atravesada por acequias, donde en invierno los chicos y las chicas patinan haciendo círculos.
Y detrás de eso está la Plantación.
Es un buen lugar para jugar a esconderse.
Nadie puede encontrarte allí.
Cuando Bernard quiso mostrárselo a Jeus en un santiamén, ya no encontraba después el camino de regreso, y tuvo que admitir que se había perdido en la Plantación.
Si no hubiera habido otra gente en la Plantación, habrían tenido que pasar esa noche al sereno.
Naturalmente, en casa les esperaba una buena tunda, y eso hacía a Bernard echarse para atrás.
El sótano en la casa ¡era lo peor que había!
Crisje lo regañó y le prometió que, si no volvía a pasar, no le diría nada a papá, aunque para cosas más serias no podía mentir.
Crisje creía a los chicos.
No tenía nada que ver con diabluras, porque ¿de lo contrario?
Hoy se le ocurrió algo muy divertido a Bernard.
¡La cara que pondrá Jeus!
Quiere ponerlo en contacto con Deut Messing.
Está medio loco, de él te puedes reír.
Deut tiene unos treinta y cuatro años, y es un tipo gigantesco.
Pero simplón.
Deut pasa la mayor parte del tiempo sentado en la gran piedra en la esquina del callejón Dassensteegje cerca del bar Klink, pensando, es decir, si a eso se le puede llamar pensar.
Entonces babea, y la saliva se le cae de la boca.
Pero en esos momentos, Deut es peligroso.
Entonces Deut, que normalmente no mata ni una mosca, da golpes a diestro y siniestro.
Muerde y pega, y entonces todos saben, hasta los niños, que con Deut hay que tener cuidado.
La mayor parte de las veces, Deut ha tenido en momentos así algún contratiempo con su padre; que es paralítico, aunque no por dentro; por dentro, Deut es capaz de insultar a su padre como un salvaje y a veces incluso le pega.
Lo que a Deut le hace falta en la cabeza, o lo que sea la causa por la que es así, a su padre le hace falta en las piernas.
Pero entonces eso se llama parálisis.
Al mal de Deut aún no se le ha puesto nombre, ¡ni el médico lo sabe!
Lo llaman: simplón, pero ¿querrías decir que Deut está loco?
Entonces tú mismo no eres mucho mejor.
¡Deut no está loco!
Piensa como un niño, y es como se siente una pequeña vida de ese tipo.
Por eso, los niños quieren jugar con Deut.
Es cierto, ambos son inválidos y necesitan ayuda humana, pero el viejo Messing no tolera que nadie se le acerque.
¿Que qué aspecto tiene ese entorno?
Mejor ni pensar en eso.
A estas dos personas sus vidas no les sirven para nada, ¡para nada!
Para lo que viven, eso es algo que nadie sabe.
Deut está otra vez en su piedra.
Hay marcha para los niños.
Y eso también atrae a Bernard, y se lo quiere mostrar a Jeus, porque será algo especial.
¿Está normal Deut?
Sí... Lo ves al instante.
Ahora Deut también sabe hasta dónde puede ir con los niños, a los que les tiene que hacer cosquillas.
Pero ¿intentarlo cuando babea?
Entonces te aprieta hasta matarte.
Cuando Deut está tranquilamente sentado, no hay peligro para los niños.
Los padres primero se fijan meticulosamente, porque ya conocen la historia.
Cuando se encuentra bien, el simplón sabe trabajar como un burro.
La gente también se preguntaba qué sería lo que hacían esos dos inválidos en el campo.
Cuando fueron a enterarse de ello, vieron que el viejo Messing le ordenaba a su Deut seguirlo.
Entonces el simplón recogía las papas (patatas) y las tiraba en una canastita; ¡parecía de verdad!
Ambos pasaban entonces el día entero en el campo.
Hasta que de pronto se peleaban, y entonces había de qué reírse.
Pero quien lo pensara bien lloraba hasta quedarse seco, tan lastimosos eran los insultos del padre hacia su hijo retardado, ese carácter enfermizo de Deut.
De vez en cuando ocurría un drama.
El viejo Messing le pegaba y entonces le daba una paliza a Deut, obligándolo a que se le acercara, hasta que le tocaba la vida interior y Deut se largaba.
Sobra decir que el viejo Messing pasaba más de una noche fuera, a la intemperie, porque nadie sabía que Deut ponía pies en polvorosa.
La gente no entiende que el viejo Messing siga vivo.
Una persona fuerte habría sucumbido desde hace ya mucho tiempo, pero no así el viejo Messing; esa vida era fuerte como el acero, y también así de duro con Deut.
Hacía que al oírlo y verlo, uno se estremeciera y se pusiera a temblar, y entonces uno sería capaz de darle al viejo Messing, con parálisis y todo, una paliza, y ¡una paliza buena!, por fastidiar así.
Una sanguijuela.
¡Un asqueroso descarado!
Porque el viejo siempre le está gritando a Deut y no siente que esos gritos son inútiles con él, directamente le pega, y aunque sea raro, al simplón no se le olvida.
Eso también lo han notado las personas.
Es algo muy diferente, o sea que no es normal, porque han observado que el viejo Messing puede pegar y fastidiar durante un rato.
Pero de pronto hay algo en Deut que se rebela, y entonces las cosas van mal.
Ahora más vale que el viejo Messing se prepare para recibir una buena tunda.
Deut lo hace a su propia manera, por medio de su pensar, y entonces el viejo Messing se cae de su carretilla, exactamente donde rueda tres o cuatro metros hacia abajo por la Grintweg, a gran riesgo de romperse la nuca.
Aun así, el viejo Messing todavía no se ha partido el cuello.
Es como si Nuestro Señor pensara: todavía no ha llegado ese momento, dejemos a esos dos que sigan molestándose otro rato, así “YO” no sufro tantas molestias con esas vidas.
Ya no recuerdan dónde quedó la señora Messing.
Deut tuvo, en todo caso, una madre, antes; se sospecha que murió.
Solo los mayores aquí pueden saberlo, los más jóvenes solo conocen a Deut y al viejo, al simplón y al paralítico.
¡Es un manicomio!
Y ahora mira un momento.
Una niña de cuatro años le pide a Deut que la haga cosquillas a Anneke.
Deut, por qué no le haces cosquillas a Anneke, entonces al rato te doy un centavo.
Con ese dinero que gana, Deut compra su purito, es un amante del tabaco.
Y Deut sabe fumar, no hay hombre que se lo pueda corregir.
Jeus también va a conocer eso.
Duumke es el amigo de Deut, son casi inseparables.
Casi todos los días puedes verlos juntos, aunque a veces, Duumke sale corriendo dejando a Deut, buscándose la vida en otra parte.
La gente y los niños también lo saben, porque ahora, Duumke se cuida solo.
Hace la compra de la gente y entonces le dan algo de comer.
La gente dice: Duumke tiene una tenia.
Nadie sabe si es verdad, pero es cierto que Duumke sigue siendo flaco, bajo y endeble, no crece aunque coma lo que diez cerdos no se pueden terminar.
Es el más pequeño y endeble de la camada, pero al ver a sus hermanitos te preguntas: ¿cómo es posible?
Uno lo tiene todo, el otro no tiene nada, ni siquiera un cuerpo sano, porque una tenia así, pues es de lo más desagradable.
¿Está aquí Duumke?
Sí, ahora sí que te puedes reír.
Bernard y Jeus exploran el escenario.
Duumke está comiendo, otra vez acaban de darle algo rico de comer.
Cuando ves a Duumke y sientes su vida interior, llegarás automáticamente hasta Deut.
Y aun así, son diferentes los dos; Duumke es ingenuo como un niño, Deut inhumanamente simplón.
Estos fenómenos, se preguntan los adultos, ¿tienen algo que ver?
Bernard ya lo ve, se están divirtiendo con Deut, y Duumke está al lado de su poderoso amigo.
Se divierten con el charloteo de Deut; oír ese torrente trastocado de palabras hace que uno se estremezca y tiemble, pues ¿qué es una persona que no sepa hablar?
Las palabras de Deut no viven el paso por su garganta, se niegan a seguir el pensamiento humano allí.
Así como gruñe un perro, Deut ladra las palabras a través de su garganta, y eso hace reír a los niños.
Y sin embargo saben exactamente lo que dice.
Así son los niños, los mayores preguntan ahora: ¿qué dijo Deut?
¿Qué quiere?
¿Me dijo algo Deut?
Bernard señala a Deut.
Lo conoce desde hace tanto y ya ha hablado mucho con él.
Deut le ha hecho cosquillas más de una vez.
Ahora Jeus oye:
—¿Quieres que te haga cosquillas Deut, Jeus?
Este primero quiere explorar un poco el vecindario.
¡Qué cosas!
Lleva viviendo aquí toda la vida, pero todavía no sabía nada de un tal Deut.
Cómo será posible.
Cerca de casa se encuentran los mayores milagros.
¿Por qué Bernard no le contó esto antes?
Deut fuma su purito, y Jeus ya lo está viendo.
Deut sabe fumar.
Su padre no lo podría corregir.
Ahora Bernard oye, y eso lo hace feliz:
—¡Ese sí que sabe fumar, Bernard!

Bernard ni siquiera lo oye, le pregunta a Deut:
—¿Deut...?
¿Deut...?

Hay que hacerlo algunas veces, de lo contrario, Deut no te oye, pero finalmente reacciona y mira a Bernard a los ojos.
—¿Qué pasa, Bernard?
—Deut, te daré un centavo el domingo si ahora quieres jugar un momento con Jeus.
Ahora siguen las preguntas, y Deut ya empieza:
—¿Dónde está tu Jeus, Bernard?
—Aquí, Deut, aquí conmigo, este es Jeus.
Y ahora Jeus conoce a Deut Messing.
Deut ya se está preparando para hacerle cosquillas a Jeus.
Este está parado entre sus piernas, ahora el gigante puede aplastarlo hasta matarlo.
Pero ¡no pasa nada!
Deut no es peligroso ahora.
¿No es increíble?
Los niños ya sueltan risitas, y Jeus también.
Es una sensación rara, ahora todos los niños bailan de lo divertidos que están.
Saben exactamente lo que Jeus está sintiendo ahora.
Pero cuando Deut le hace cosquillas demasiado fuerte, Jeus huye como un rayo de entre sus garras.
Ya se hartó.
Ahora le toca el turno a otro niño.
Deut sigue haciendo cosquillas hasta que a él mismo le empieza a aburrir.
También esa inteligencia la tiene todavía.
El simplón se ha vuelto juguetón, su razón humana sigue funcionando, pero ¿y si te acercas a Deut cuando el viejo Messing le ha dado una paliza?
Entonces algo no funciona y ese algo está ahora rebelándose y además ¡incluso es capaz de matarte!
Ahora ha salido a fuerza de golpes todo sentimiento humano normal que signifique algo para la conciencia normal, o ¿qué es?
Los niños buscan a otra víctima.
Duumke ríe, siempre le tiene una sorpresa nueva a Deut.
Le pone a Deut un pedacito de salchicha delante de las narices; bien que le gusta al simplón.
Son como una pareja, este enano y el gigante Deut.
Jeus pregunta:
—¿Y ese es Duumke, Bernard?
—Sí, ese de allí es Duumke.
—¿Por qué se llama Duumke?
¿Qué significa Duumke?
—Qué será... —se oye, Bernard no sabe...—, Duumke es Duumke.
Lo puedes ver con tus propios ojos.

Y ahora Bernard tiene razón, se ve: Duumke, cuyo apodo significa en neerlandés Pulgarcito, es como un enano flaco, y luego en cambio no es un enano.
Es difícil, porque un enano es diferente.
Pero Bernard todavía dice:

—Es un chiquilín.

Pero ¿qué es un chiquilín, Bernard?
En realidad, Duumke es más alto que un enano.
Recibe exactamente la misma atención que Deut.
Es una pareja de maravilla.
Uno está loco y el otro siempre está hambriento.
Duumke tiene dieciocho años y se ve como una persona arrugada.
Aunque fume como una chimenea cuando hay algo que fumar.
No puedes hacer más felices a estas dos personas, ¡un purito lo es todo!
Un cigarro no dice nada, una cosa de esas desaparece en unas pocas caladas y luego otra vez están sin nada.
Ellos saben: un purito de esos dura más.
¿Quieres fumar, Duumke?
Y luego oyes aquello por lo que los niños hacen lo que sea y le roban puros a su padre para Duumke:
—Por favor, me encantaría.
Y es que eso suena divertido, cuando oyes eso, robas lo que sea para Duumke.
Ahora Duumke está fumando y Deut no tiene nada para chupar.
Eso es grave para el simplón, hasta se ha callado.
Y ahora los niños no podrán convencerlo, Deut siente dolor por dentro.
Duumke fuma y él no tiene nada.
Deut mira de soslayo a Duumke y los niños los espían; de pronto —así de loco está Deut ahora— le arrebata a Duumke el resto de puro que le queda de entre los dedos y chupa tanto de él hasta apenas dejar nada.
¿No puede tener una calada Deut, Duumke?
Los niños lo preguntan por Deut.
Vamos, Duumke, deja que Deut le dé una caladita.
Y mira, esto hay que presenciarlo, es para partirte de la risa, aunque tampoco llegue a eso; estás allí mirándolo y te hace bien.
Te parece lastimoso y torpe, por más divertido que sea.
A ti ¿qué te parece, Jeus?
Ahora todos están trabajando en Duumke.
Está ahora solo frente a diez niños.
Con tres años o tres y medio, le piden a Duumke que a Deut le deje dar una chupadita.
Pero no está loco, prefiere regalar su vida que ese cabito de puro, tanto le gusta fumar.
Tanto significa fumar para esta alma.
Pero Duumke dice:

—¡No!

Deut tampoco le da nada.
Ya vio que Deut estaba fumando ayer y ¿acaso se acordó entonces de él?
Es lo que ahora están viviendo los niños.
La tensión parece haber vuelto loco a Jeus y Bernard lo ve; él también disfruta a través de Jeus.
Una criatura de tres años corre a su casa para pedirle a su madre un purito para Deut.
Los niños ya no pueden aguantarlo más, Deut empieza a babear y entonces es grave el asunto.
Anneke Knies, también una criatura de tres, dice que ella le va a traer algo a Deut.
Pero Duumke no está loco, Anneke oye ahora:
—Ya me lo has dicho a mí también, pero ¡no llega nada!

Duumke no está tan loco.
Ya les han pegado a los niños en sus casas, porque los padres echan en falta sus puritos.
Todas esas cuestiones se trasladan hasta Deut; por nada y por algo Duumke dice: “Por favor, me encantaría”, y ¡es por eso!
Deut siempre mira las manitas para ver si hay algo en ellas.
Está aquí para mendigar, lo sabe la gente, pero se trata de un purito, de una puntita de salchicha y estar mirando a la gente.
¿Qué ve Deut?
Duumke es recalcitrante, dicen los niños; no saben lo que es, pero es algo que te hace reír un rato.
Sí, entonces se divierten y ¡habla en voz alta la tenia de Duumke!
Y eso es desde luego lo más raro de todo.
Cuando Duumke está recalcitrante, los niños le hacen preguntas, y luego se oye:
—Y tienes hermanos, para colmo, ¿no es cierto, Duumke?
—Sí, tres.
—¿Y son igual que tú, Duumke?
—No, soy el único. —Es la respuesta a la pregunta que hizo una criatura de tres años a un chico de dieciséis; el niño mayor contesta hasta que la vida interior piense: ‘Púdranse’ (Pudríos), o ‘Váyanse (Id) al diablo’.
—¿Sabes, Duumke, que tienes una tenia?
—Sí, lo sé.
—¿Qué es eso, Duumke?
¿Siguen sin traerme otro purito?
¿Que no?
Entonces que se queden hechos un lázaro.
Por medio purito le puedes preguntar a Duumke lo que sea y también contestará a todo.
Si, en cambio, no tienes nada que apostar, un poco más tarde ya te mandará a que te pudras.
Y eso sale de su boca muy de repente.
Pero ahora Deut tiene que fumar.
Y finalmente, los niños lo lograron.
Deut no lo logra, porque Duumke está al pendiente cuándo le ofrecerá una calada voluntariamente.
Él mismo agarra la colilla; no se fía de su amigo por nada y un cabo así vale como mil.
Deut quiere otra caladita, pero a Duumke no le da la gana.
Un chico lo ve, señala la chaqueta de Duumke, la tenia mira y ¡zum!, Duumke ha perdido su purito.
Tan solo mira esa cara de pobre.
Le saltan las lágrimas, causa lástima el pobre diablo, pero Deut chupa el cabo de puro y casi en una sola calada lo convierte en historia.
Ahora la cosa va y viene, los niños siguen a Deut y ahora hacen lo que sea por Duumke, pues aquel no tiene conciencia de que la colilla es de su amigo.
¿Qué hacer ahora, chicos?
Jeus mira, puede entender que se diviertan los niños.
Todo la Grintweg está repleta de niños.
También los adultos llegan a mirar, se oyen sus gritos hasta la parte baja de la Grintweg.
Ahora sucede un milagro para Deut.
Le dan un puro nuevo y le devuelve a Duumke su cabito de nada, todo babeado.
Duumke ya está dando una calada, están contentos; un poco después, este quiere una calada de Deut, y la diversión vuelve a empezar.
—¿Quién te regaló tu puro, Duumke? —Quieren saber los niños.

Ahora Duumke les cuenta todo.
Los niños lo sonsacan y se enteran de inmediato para qué se le usa a Duumke.
A veces los adultos se acercan y entonces oyen: “Dejen (Dejad) a Duumke en paz”.
Duumke cuenta todo, desconoce la diferencia entre el bien y el mal, entre el padre y la madre.
Cuenta todo lo que pasa en su casa, los niños se enteran de todo lo que hacen.
Y eso es lo que sus hermanos sanos y fuertes querían evitar.
Entonces hubo víctimas, y también corrió la sangre, porque esto estaba yendo demasiado lejos.
Pero los niños son niños, y una tenia sigue siendo una tenia, por un pedacito de salchicha haces lo que sea.
A muchos de los de mayor edad les tocó una paliza de los hermanitos de Duumke, y tenían razón, porque ¿por qué se metían?
Exprimen a Duumke por una rebanada de pan con salchicha, y si sigues esa lógica, tienes que admitir que un chico así aún puede hacer bastante trabajo.
Lo llamaban trabajitos ligeros, pero a veces Duumke hacía el trabajo de un tipo fuerte y eso era abusar de esta vida.
Hoy, Jeus está disfrutando.
Agradece a Bernard desde el fondo de su corazón.
A cada momento, Bernard oye lo milagroso que le parece.
Entiende este juego con Deut y Duumke.
Y cuando Duumke sorprendió de repente a Deut, arrebatándole el purito de entre los dedos, se oyeron los gritos hasta Emmerik.
Cómo se divierten los niños, pero ahora Deut está babeando, y eso es grave.
Jeus se ha acostado junto a la reja de la señora Peters y lo sigue todo.
Quiere saber cómo se siente Deut ahora, ahora eso tiene significado para él.
Quiere saber por qué Deut está loco.
¿Qué es eso?
Quiere palpar a Deut, pero entiende que no es tan sencillo.
Duumke todavía tiene el puro en las manos, y Deut está a punto de llorar.
Ahora se acerca Bad Klink, que había estado mirando lo que hacían y deshacían los niños desde una distancia, y le da otro purito a Deut.
—Y ahora ya nada de peleas, ¿entendiste, Duumke?
—Entendido, Bad.
—¿Tú también quieres otro, Duumke?
—Por favor, me encantaría, Bad.
A Duumke también le dan otro purito.
Es cierto, jóvenes y viejos anhelan oír a Duumke decir eso, así de divertido y educado suena.
Eso a uno le hace bien.
El peligro ha pasado, ahora están fumando y su lucha ha quedado olvidada.
‘Mira cómo fuma ese Deut’, piensa Jeus.
Papá no sabe hacerlo así.
Ni la gente, los hombres lo saben, Deut fuma como un alcalde.
¿De quién lo heredó el simplón?
Deut es ahora riquísimo por dentro, y se nota.
A veces llegan hombres a regalarle algo que fumar a Deut, tan solo para verlo fumar, así de divertido es, pero también así de rico.
De vez en cuando le gritan para que se acerque y entonces Deut se fuma su purito, lo tienes que ver por ti mismo o no lo crees.
Bad Klink echó a perder el día para los niños.
Ahora Deut ya no les sirve de nada.
Cuando fuma ya no está allí, entonces ¡es otro!
Entonces el resto del mundo puede reventar.
Así de loco está Deut, ¡nadie sabe lo que es en realidad!
Ese fumar de Deut no te deja en paz ni un instante, ¡te hace soñar!
Te persigue, se te mete en la cabeza, lo quieras o no, sientes ese encanto humano.
¡Parece propio de un barón!
¿Deut ya fue barón alguna vez?
—No —le sale a Jeus de la boca ante Bernard—, ¡así no sabe hacerlo papá!
Tendría que haberlo sabido antes.
Bernard siente lo que quiere decir.
Pero entonces, Jeus debe saber primero que justo hoy llegó al mundo, y eso gracias a él.
A fin de cuentas, él también sigue siendo un crío a los ojos de Bernard.
Y luego hay palabras duras, entonces Bernard no le entiende y Jeus se siente demasiado grande y demasiado mayor.
Ahora vuelven a sentir una distancia entre ellos y se sienten como extraños, sobre todo cuando Bernard dice que está muy equivocado y que no entiende ni jota de Deut y Duumke.
Pero ¿qué oye Bernard ahora?
—¿Te digo una cosa, Bernard?
¡Tú quédate con tu mundo de mierda, yo me quedo con el mío! —Y para Bernard es como un golpe en plena cara.
Ahora Jeus es un perro malagradecido.
¿Mundo de mierda dijo este malparido?
¿Es este un mundo de mierda?
¿Deut, Duumke y todo lo que se puede vivir aquí son mierda?
Ves, eso le parece incomprensible a Bernard.
Jeus reflexiona y a Bernard ya se le volvió a olvidar, pero es la culpa del propio Bernard, ¿por qué se exalta tanto?
¿Ha estado en un cielo alguna vez Bernard?
No, no sabe cómo son las cosas allí.
Jeus sí, y es algo muy distinto que el alboroto de Deut y Duumke, las risas de los niños, hasta Fanny lo entiende, pero Bernard no.
Hoy, Jeus ha aprendido a pensar.
Lo que a su hermanito le parece tan milagroso es como nada... y ¡nada es nada!
Lo tienes que descubrir por tu cuenta y lo hace, pero Bernard no lo sabe.
Jeus sigue a Deut de otra manera.
Se pregunta por qué Deut se sienta allí, precisamente en esa piedra.
Duumke se sienta en la calle al lado de Deut y fuma, los niños ya no están allí para Duumke; está fumando.
Hace algo.
Jeus sigue a estos dos amigos, desciende en esos órganos, en el cuerpo de Deut, porque allí dentro está vivo y con eso puede hablar.
Ahora que está allí dentro, siente el silencio, y conoce ese silencio.
Pero ese otro silencio que va a vivir a veces es diferente.
Cuando se le acercan los niñitos para jugar, entonces también hay silencio, pero ese silencio no tiene nada que ver con el de Deut, pues ¡es diferente!
Y de eso ¡Deut no tiene nada!
Pero ¡es Deut mismo!
Lo siente y lo ve.
Puede pensar en eso, y Bernard no.
Y ¡ese es un mundo de mierda!
Pero su mundo es otro y la gente no tiene nada de eso, ningún niño aquí, ¡nadie en absoluto!
El mundo de mierda de Deut es todo lo que poseen.
¡Todo!
Jeus se mete como un taladro en los ojos de Deut.
Y luego desciende, vez tras vez intenta lo mismo, en la vida de Deut, para sentir y ver en ella.
Ahora que está empezando a sentir al Deut verdadero, puede hablar con él.
Llama al simplón:

—¿Deut?
¿Me oyes?
¿Deut?
—A intentarlo otra vez—.
¿Deut?
¿Me oyes, Deut?

Y mira, Deut dirige la mirada a Jeus.
¡Qué cosa!
Bernard no sabe hacer eso.
Aun así, es muy sencillo.
Lo puede hacer cualquiera, si tan solo quiere sentir y pensar, entonces se puede.
Y Jeus siente ahora que Deut también tiene algo de eso.
Deut está loco, dice la gente, pero no es cierto.
Lo que hay dentro de Deut está todavía dormido, y eso es todo.
Jeus siente que Deut solo tiene tres años.
Ahora que puede palpar a Deut, Jeus también se ha hecho mayor.
Este sentir cambia su vida interior.
Vuelve a descender en Deut, y para Jeus estos son los primeros fundamentos para aprender a pensar de manera científica espiritual.
No, Deut no está loco, pero tampoco está despierto.
Pero ¿qué significa eso para este mundo?
¿Por qué, Jeus, Nuestro Señor te da a ti estos sentimientos y a Deut nada?
¿Por qué Nuestro Señor le dejó a Duumke una tenia y a otro niño la felicidad?
¿Por qué Nuestro Señor te dio a ti todo, toda esta belleza?
Nuestro Señor sabe todo sobre esto, Jeus, ¡todo!
Y no estrecha a un niño contra “Su” corazón para matar a otro estrujándolo, todo eso es por la propia gente, Jeus.
Y eso ya lo aprenderás en esta vida.
Bernard no lo entiende, ni ninguna otra persona.
Habla otro poco con Deut, y lo oirás hablando en ti mismo.
Ahora Jeus habla con Deut a distancia.
Nadie lo oye, de su boca no sale una palabra, y aun así, habla con Deut.
Deut ríe por dentro, y al mismo tiempo llora.
Es como el aullido de un animal golpeado.
El aullar de un alma, un ser torturado.
Esa vida, allí dentro, está aullando ahora.
Esa vida quiere vivir, pero no puede, esa vida llora.
Vive bajo un gran peso, sobre esa vida pesan por lo menos mil kilos, es como si se le hubiera pegado hasta matarla, pero ¿qué le ha pegado?
Jeus ve que Deut es incapaz de alejarse por sí mismo, por sus propias fuerzas.
El lugar en el que vive Deut es un gran desastre.
Más tarde, Jeus, mucho más tarde, conocerás las leyes del estado de Deut, y escribirás libros.
Le contarás a la gente en qué vive Deut ahora y en qué viven todas esas otras personas, que, al igual que Deut, se han perdido, como quedará patente, aunque eso, a su vez, tampoco sea cierto.
En efecto, Deut está despierto, aunque no viva en la conciencia diurna, sino justo debajo del ordinario sentir y pensar social de una persona normal.
Ahora que Jeus mira a los otros niños, siguiendo también a Bernard, sabe que todos esos niños no poseen nada de eso.
Pero dentro de Deut también brilla un sol y se puede ver vida, aunque necesite un poco de tiempo para brotar, y entonces también Deut sabrá hablar.
Donde Duumke llueve, donde Deut se puede sentir calor.
¡Deut es un ser humano de verdad!
Ahora que ha vivido esto, se levanta de un brinco para correr hasta Deut, y le pregunta a la vida simplona:
—Deut, ¿nos hacemos amigos?
A los niños les parece raro.
Pero todos los niños se lo piden, todos se aseguran de su amistad, entonces tampoco serás apretado hasta la muerte ya, ni podrá pasarte nada.
Para Jeus, esta amistad es algo muy distinto, a través de ella puede ayudar a Deut.
Conoce a Deut Messing como no lo conoce nadie.
Los niños gritan:
—¡Jeus Roelofse se ha hecho camarada de Deut!
Hay fiesta, diversión de verdad.
Deut se ha ganado otro amigo más, todos que viven en la Grintweg lo saben.
Todos los niños lo acechan, quieren poseer la amistad de Deut, pues él es poderoso.
Un gigante así es de armas tomar; tener amistad con Deut es un billete de lotería, es más que eso.
Y Deut, por más loco que esté, no acepta cualquier amistad.
Algunos niños tienen que rogársela y nadie sabe por qué Deut es así.
Se niega con determinación a aceptar a algunos niños y es un misterio no solo para estos, sino también para los mayores.
Quien conozca todo esto y lo haya seguido mueve la cabeza, pero además se pregunta: ¿Qué será lo que vive en una cabeza así de simplona?
Es una psicología de la que nadie ve ni por asomo un fundamento, ni un hombre de ciudad la conoce.
Ahora Jeus conoce el secreto de Deut, se lo ha echado al bolsillo, puede hacer con él lo que quiera.
Pronto Bernard tendrá que confirmarlo, además de que se quedará con los ojos cuadrados.
—Sí —dice el gigante—, de ti sí que quiero ser amigo.

Y rápidamente, Deut ciñe con su garra la manita de Jeus, que desaparece por completo, lo que sin embargo no atemoriza a Jeus.
Por un momento, son completamente uno, los niños ya están celosos y también Bernard quedó alterado.
Jeus oye:
—¿Qué te crees?

Sabe que le ha hurtado a Bernard el día más bello de su vida.
Bernard ha anhelado esto desde hace mucho, pero ha tenido que tragar caerle bien a Deut hoy, aunque mañana este no quiera saber nada de él.
Entonces Bernard puede reventar otra vez; ¿qué será lo que tiene Deut?
¿Por qué esos dos de repente se han hecho buenos amigos?
‘Eso’, piensa Bernard, ‘lo ha logrado Jeus solo por engatusarlo’.

—¡Eso es engatusar! —le lanza a Jeus a la cara.
Debió haberlo sabido, entonces Jeus no habría tenido esta oportunidad.
Jeus está allí junto a Deut, sosteniendo todavía su garra, y por lo visto al simplón le parece agradable.
Por todas partes se oye:
—¡Qué asqueroso, cómo engatusas!
Engatusar, eso sí sabes hacerlo, ¿no?
¡Engañar a Deut!
A Jeus ya no le parece nada divertido, mira a Deut a los ojos, y el simplón lo mira a él.
—Parecen perros traicioneros, ¿no, Deut?
—Sí —es la respuesta—.
¡Sí!

Y así es, Bernard.
Bernard es el que más salvaje se pone y los celos casi le hacen perder los estribos.
No lo soporta, ¡qué cosas!, y vuelven a empezar a echar pestes.
—¡Espérate, lelo estúpido, te vas a arrepentir!

Y a Deut:
—Deut, ¿por qué ahora no le haces cosquillas hasta reventarlo?
Ahora sí, ¡aplástalo, Deut!
¡Haz que se muera por un momento!
Te engaña frente a tus ojos y es empalagoso como el regaliz dulce.
Deut, ¡esto ya es el colmo!
Deut, tuvo sarampión y escarlatina.
Deut, está a reventar por los piojos.
Deut...

Las maldiciones de Bernard no tienen final, pero Deut no oye nada y Jeus sabe que esta amistad es indestructible.
Deut lo sintió por dentro, nadie es capaz de tirar de él hasta sacarlo de estas manos.
Ahora que Bernard intenta arrancar a Jeus de las manos de Deut, este quiere atrapar a Bernard, y lo habría apretado hasta matarlo.
Ahora ya no hay quien lo detenga, Bernard está enganchado.
—De mí ya no me vuelves a saber.
¡Cabrón hipócrita! ¡Malparido!
¿Para esto anduve cargando contigo días y días?
¡Perro ingrato!
¡Piojoso!
¡Mojacamas!
Ese es un golpe bajo, Bernard.
Ahora los niños saben que de vez en cuando, tu hermanito se orina en la cama.
Pero tú también lo haces, Bernard.
Y otra vez pasa algo raro, los niños no reaccionan, no les da risa, lo saben: todos están un poco sueltos allí abajo cuando duermen, eso no es ninguna novedad.
Miran a Bernard como si quisieran decir: “¡Tú también lo haces!”.
No, no lo logras, Bernard, no puedes sacar a Jeus de esas manos, pero aquí hay alguien más que sí sabe hacerlo.
De pronto, y eso también es un milagro y un gran misterio, el Largo está delante de Jeus.
—Ven aquí un momento (—le dice).
Deut lo libera.

—¿Qué haces allí con ese loco?
—¡Deut no está loco, papá!
—Ya veo, Deut no está loco.
Pero es peligroso, ¿lo sabías?
—¡No es peligroso, papá!
—¿Qué me estás diciendo?
¡Más te vale callarte la boca!
Bernard está que revienta de gusto, ahora a Jeus le está cayendo una buena, pero el Largo se va a casa.
Ni un minuto después, Deut desaparece y para colmo le dice adiós con la mano.
Duumke sigue a Deut, se acabó la diversión por hoy.
Pero ahora Deut se ha hecho su amigo.
El Largo le pregunta:
—¿Cómo sabes con tanta seguridad que Deut no está loco?
—¡Lo sé, papá!
—Pero tú no tienes que saber nada, ¿sabías?
—Sí, papá.
Largo, qué pena.
Así nunca vas a lograr el contacto con tus hijos.
Así no lo conocerás y sin duda que vale la pena, Largo.
‘Qué pena, por qué no puedo hablar con papá sobre Deut’, piensa Jeus.
¿Por qué no?
Papá tampoco sabe nada sobre Deut, ¡nada!
¡Deut no está loco!
¡Deut no está loco, no!
Nadie le quita esto, ni su padre ni su madre.
Pero al Largo le da risa la sabiduría de los niños.
¿Esos mocosos?
Los niños piensan saberlo todo acerca de las cosas de las que los adultos no tienen ni idea.
Los cerebritos infantiles pretenden que la ciencia no existe.
—Santo cielo. —Oye que dice papá mientras están en la cocina—. ¡Cómo has llegado a conocer la naturaleza humana!

El Largo le cuenta a Crisje lo que pasó y esta quiere saber por qué llegó a casa tan temprano.
—¿Pasa algo, Hendrik?
—No, Cris, no pasa nada.
¡Nada de nada!
Tuve que llevarle vino al barón.
Y lo hice rápido, pues.
Pensé, entonces me queda un poco para mí, ¡qué bien!
Así que aquí estoy, Cris.
—¿Para quién dijiste que era ese vino, Hendrik?
—Para el barón, ya te lo dije.
Toma del mejor, Cris.
Pero ¡mira lo que tengo aquí!
El Largo saca una botella del mejor vino.
—Y el barón me dijo, Cris, esta se la tienes que dar a Crisje.
—¿Eso dijo, Hendrik?
—Así como estoy aquí sentado, Cris.
—Entonces es un cumplido para ti, Hendrik.
Qué gusto me da por ti.
—Y el barón me dijo “Largo”, Cris.
—Otro cumplido para ti, Hendrik, cuando gente así te dice eso.
—Y cuando estábamos en su bodega, Cris, también me dijo, además, ahora escógete una para ti mismo, Largo, pero para Crisje, ¿entendido?
Y luego de hacer eso, Cris, empecé a cantar.
Y al oírme, Cris, me dijo que tenía que estudiar.
“Largo”, me dijo, “es una hermosa voz.
Es una pena, Largo, que te la quedes para ti solo, tienes que abrirte camino en el mundo”.
—¿Eso dijo, Hendrik?
—Sí, pero me dio risa, Cris.
Crisje devora a su Largo, sí que se lo ha ganado ahora.
Y lo sabe, al Largo ya no le duele esto, lo ha vencido.
Y es un regalo para su vida.
—Creo —dice el Largo—, que canté como nunca antes.
Un aria tras otra, Cris.
Le di duro.
Pensé, ¿qué me quieres hacer creer?
¿Me falta estudiar?
Me dio risa, ¿sabes?
¡Entonces supe, Cris, que no entiende de voces!
Lo habría oído al instante, ¿no?
—Sí, Hendrik, es cierto, sin duda —dice Crisje, pero nadie le tiene que contar al Largo que todavía le hacen falta clases, así de seguro de sí mismo es el Largo, sabe exactamente lo que puede hacer y lo que quiere.
—Todos estaban escuchando, Cris.
Y cuando terminé de cantar, me volvió a decir que tenía que estudiar y la verdad me cayó pesado.
Y si no fuera barón, le habría dicho unas cosas muy diferentes, ¿me crees, verdad?
Pero ven, ahora nos toca a nosotros tomarnos una copa.
El Largo sirve, hace un pequeño ruido con la boca y luego le dice a Crisje:
—¡Es de los mejores, Cris!
Sí que es bueno, caray.
Viene de Francia.
Nosotros también tenemos de este tipo y solo lo compran los ricachones.
Es mercancía fina, y buena para los piojos.
¡Salud, Cris!
Aparecen los chicos.
¡A quitarse la gorra!
Sí, las gorritas ya salen volando, Largo.
Más vale que los chicos no intenten dejarse las gorras puestas.
Es el respeto por los padres.
¡Es el respeto por el Largo!
Johan tira su gorra de inmediato al rincón, pero a Bernard a veces se le olvida.
Y es que simplemente es incapaz de recordarlo.
También ahora el Largo ve que se deja la gorrita puesta demasiado tiempo, y ya se oye:
—Ven aquí conmigo, por favor, Bernard.

Jeus ya está mirando, sabe lo que va a pasar.
Eso le pasa por haberlo fastidiado.
Aun así, no puede soportar que le den una paliza, mira a su hermanito a los ojos y le da su compasión, pero el sentimiento que Bernard le lanza de regreso significa: “¡No te necesito!”.
Bernard no le tiene miedo a papá.
—¿Por qué se te olvida siempre, Bernard?
—No lo pensé, papá.
—Y quiero, Bernard, que siempre lo recuerdes, ¿entendido?
—Sí, papá.
—Y es la última vez, Bernard, o te pego y luego te mando al sótano.
¿Algo más, Bernard?
—No, papá, ¡nada!
—¿Estás seguro, Bernard?
—Sí, papá, no hice nada.
—Mejor déjame ver.

El Largo mira al niño a los ojos.
Pero Bernard devuelve la mirada al Largo sin pestañear.
Ahora falta Crisje.
—Cris, ven aquí, por favor.
¿Te hizo algo hoy?
—No, Hendrik, no tengo de qué quejarme.
—¿Y Johan?
—Ese no sabe siquiera lo que son las travesuras.
—¿Y Jeus?
—Tampoco.
—¿Y Gerrit?
—Ya déjalo.
¿O también se tienen que quitar la gorra los demás chicos que todavía no han nacido?
El Largo siente que Crisje tiene razón, pero el orden es el orden.
Bernard se salva con solo una reprimenda, pero sabe: si se le vuelve a olvidar ahora, le tocará una paliza.
Pobre Johan, pobre Bernard, todos los chicos, si no quieren obedecerle a papá, la que les puede caer.
Los mira a los ojos uno por uno.
Luego la comida es servida.
Para el Largo, siempre es una fiesta.
Entonces disfruta de sus chicos y está que no cabe en sí de felicidad.
Se van haciendo grandes y hermosos, crecen como coles, aprenden bien y de todo.
Ahora que los chicos están acostados y piensa que están dormidos, le pregunta a Crisje:
—¿Desde cuándo entiende de adultos, Cris?
Me dijo que Deut Messing no está loco.
Pero eso es peligroso.
—No tienes que preocuparte por él, Hendrik.
Ya conoce a Deut.
Johan ya me lo contó todo.
Ahora se baja el violín del armario por un momento, el Largo toca y Crisje disfruta.
Y hay otro más que disfruta, no porque toque el Largo, sino por la amistad de Deut.
¿Hay algo más?
Sí, aquí va a llegar otro niño.
Mamá ha engordado.
Todavía no sabe cómo será que funcionan esas cosas, pero ¡lo ve!
Los niños lo estaban comentando.
Lo oyó mientras jugaba con Deut.
¡Duumke también lo dijo!
Pero de Duumke no puedes sacar mucho en limpio.
Los niños vieron a una mujer con la panza gorda y luego dijeron...
¿Qué era lo que habían dicho?
Y entonces Deut empezó a babear, pero mañana se lo preguntará a Bernard, sabe todo.
Qué pena, ahora Bernard está enojado con él.
—¿Deut?
¿Deut...? Nos hicimos amigos.

Jeus conoce al simplón por dentro y por fuera.
Papá sabe cantar y tocar música, pero él sabe pensar.
Lo de las gorras lo hace reír.
Pero sin duda que es típico de papá.
¿Deut?
¿Duumke?
¿Ya estás dormido?
¿Dónde estás ahora?
¿Cómo duermes?
¿También compartes la habitación con tu hermanito y con tus papás?
Cuando Crisje y el Largo se acuestan, sigue despierto.
El niño pretende estar dormido, pero Jeus sigue a esos dos allí, duermen a dos metros de donde está él.
¿Por qué mamá está tan gorda?
Su cerebro queda exhausto de pensar, su vida también necesita sueño.
Pero ¿lo sabe Crisje?
Ahora pareciera que entraran en Crisje sentimientos; son pensamientos que le estimulan el alma y que ella absorbe en sí, y eso pasa solo.
El niño manda esos pensamientos y sentimientos a mamá.
Aunque la personalidad no piense conscientemente y la conciencia diurna haya quedado desactivada, un contacto interno tal funciona a pesar de todo y no puede ser interrumpido por nada, ¡incluso los animales lo tienen!
Ahora, una vida puede poner sobre aviso a otra.
¡Y quien posea esa sensibilidad, vive ahora esa unión interior!
Y es algo glorioso.
Crisje todavía tiene que vivir si también resulta glorioso para ella.
Y entonces, Jeus tiene que salir de la habitación de ellos.
Es duro, Jeus; aunque te parezca glorioso estar con tus papás, tú mismo te estás echando.
¡Míralo y lo sabrás!
Crisje ya piensa mientras duerme —he allí lo que es soñar—, pero esos pensamientos se los da Jeus.
Y entonces sabe: Jeus se tiene que ir de aquí o pasarán accidentes.
Johan y Bernard se mudan arriba, él y Gerrit reciben la cama empotrada y así por ahora aguantarán otro rato.
Mañana se lo dirá al Largo.
¡Nuestro Señor también lo sabe!
Tener hijos es una gracia.
Pero ¿por qué una madre tiene tantos y otra ni uno?
¿No es extraño?
Tener hijos es una bendición.
¿Es cierto, Crisje?
Pero ¿por qué?
Crisje, algún día Jeus te contestará todas estas preguntas.
Y entonces, esa respuesta será para este mundo, para toda la gente.
¡Sobre todo para quienes quieran saber para qué viven en la tierra y por qué son “madres”!
Y eso sí que es algo especial, ¿cierto o no, Crisje?
El Largo no está abierto a esto, pero él también llegará algún día a hacerse estas preguntas.
No importa dónde vivirá entonces, llegará el día, Crisje.
Pero hay mucho más.
¿Por qué Nuestro Señor no les da hijos a las madres que anhelan tenerlos?
Cuántas madres no hay, Crisje, que quisieran ser madres, pero hay algo que las priva de esta gracia.
Y ¿por qué hay madres, Crisje, que aplastan a sus propios hijos hasta matarlos, porque se hayan convertido en madres y no quieran serlo?
¡Esas preguntas también las contestará Jeus algún día!
A través de mí y de otro, Crisje, yo, ¡a quien conoció como José!
Soy un amigo de Jeus, Crisje, pero uno invisible, más adelante el mundo nos conocerá también a nosotros.
Soy viejo y joven, Crisje.
Jeus me ve como José, pero para ti soy muy viejo y entiendo de todo.
Vivo en ese sagrado silencio y conozco muy bien el “atrio” de Nuestro Señor.
Pero espero el momento en que se me conceda empezar.
De hecho, Crisje querida, ya hemos empezado, también aquello de Deut es algo por lo que tocamos su vida.
Solo mira su “Arpa” y sabrás lo que somos capaces de hacer y lo que él tendrá que hacer más adelante para Nuestro Señor.
Ahora aléjalo de tu entorno, Crisje, ese sonambulismo es ahora parte del pasado, ¡de eso también nos encargamos nosotros!
¡Ahora duerme!
Mañana el día volverá a empezar temprano... y tú necesitarás todas tus fuerzas.
Pero tienes razón, otra vez será un niño, pero también tendrás una hija y esa niña se llamará entonces Maria... por tu abuela, ¿no es así?
¡Adiós, Crisje!
¡La vida sigue!
Mañana volverás a ver a Jeus de otra manera.
En una semana, Crisje, aprende lo de años, y ¡no pasa nada!