El médium sanador

Nuestro Padre en el cielo dio a Sus hijos poderes y dones para poder servir a la otra vida, para consolar y apoyar, para convencer de la eterna pervivencia y para sanar el cuerpo enfermo.
El hombre no ha comprendido todos estos obsequios de Dios y los ha convertido en un mundo propio, de modo que también se ha mancillado el don para la mediumnidad sanadora.
En realidad, ni siquiera hace falta que te cuente cuántos estragos ha ocasionado este don; te darán la respuesta un sinnúmero de procesos judiciales, causados por personas no autorizadas.
Es de lo más natural, todos pueden aconsejar a otros por experiencia propia, todos conocen sus medios para evitar o vencer una enfermedad y les parece que precisamente eso es lo mejor.
Pero ¿quién tiene razón?
Si el médico no sabe hacerlo, si la ciencia está impotente, entonces ¿qué?
La madre naturaleza bendijo toda su vida con este don, cualquier animal podría aconsejarte si el animal supiera hablar, para vencer enfermedades varias.
Y sin embargo no se ha disuelto la búsqueda por la sanación —aunque la ciencia haya avanzado mucho—, pues el ser humano sigue en su búsqueda por mantener o alcanzar el estadio sano; la vida de Dios no quiere estar enferma, pues eso significa la destrucción material y en ocasiones espiritual.
Nuestro mundo ayuda también a la humanidad sufriente, y esto ocurre por la imposición de las manos, como lo hizo Cristo, o por la sabiduría egipcia, las hierbas y la fuerza juntas; métodos de los que ha quedado el actual sistema de hierbas que es aplicado por muchas personas no autorizadas.
También la ciencia se ocupa de ello y piensa que se logran avances.
Pero ¿qué es bueno y qué es como la peste para tu organismo?
Pocos lo saben, también para esto todavía tiene que despertar la humanidad.
Se sabe poco de la mediumnidad sanadora en la tierra.
Y no obstante miles de personas se sienten llamadas a ayudar a sanar a enfermos, muchísimos médiums poseen este don o simplemente se lo han apropiado, y sanan.
Todos lo hacen de otra manera, pero el verdadero médium sanador está sujeto a leyes.
Al don sanador pertenecen el trance psíquico, la clariaudiencia y la clarividencia, y solo cuando el médium posee el trance psíquico pueden ser vividos todos los demás dones y estará el enfermo en manos seguras.
Te puedo decir ahora mismo que solo poquísimas personas poseen todos estos dones para la sanación, pues estos médiums en realidad son grandes milagros ellos mismos, puesto que pueden vencer incluso a la ciencia.
Su intervención ocurre solo en caso de enfermedades ante las que los doctores están impotentes.
Lo que un médico sí sabe sanar no suele caer en manos de un médium, y por tanto esto tampoco hace falta.
Pocos médiums saben lo que ocurre cuando posan sus manos en lugares enfermos.
Y sin embargo es necesario que lo sepan, pues de lo contrario la sanación se convierte en un juego de azar, por el que pueden ocurrir accidentes y en el que está involucrada la vida de un ser humano.
En ocasiones los sanadores están ante grandes problemas y no saben qué hacer, pero el verdadero médium sanador ha alcanzado lo más elevado también en esto y jamás estará impotente ante el verdadero problema, porque también ahora el maestro astral le dará la respuesta.
Este maestro nunca dejará al médium sin enterarse sobre cómo van las cosas, el médium tiene que saberlo todo del enfermo, o tarde o temprano llegarán los problemas y él o ella andará a ciegas, cuyo derrumbamiento hemos conocido.
La mediumnidad sanadora es un don extraordinario, pero difícil, debido a que el médium tiene que sacrificarse por completo.
Si eso no es posible, puedes estar seguro de que ningún espíritu de la luz se dejará atar por el desinterés del médium, pues este camino nos lleva a la miseria material y por supuesto que queremos evitarlo.
No nos atrae nada acumular una miseria tras otra, así que puedes aceptar ya ahora que el otro lado solo es capaz de cosas grandes cuando el médium vive en el cuarto grado y cuando este puede vivir todos los dones necesarios.
Una vez más es el trance psíquico, que nos lleva a las leyes para la sanación.
El trance —te lo aclaré— posee todos los dones espirituales.
Y para la sanación el don de la clarividencia es imprescindible.
Quien no posea este don nunca pisa firme y tarde o temprano tendrá que aceptar que él diagnóstico está mal hecho.
Los pensamientos propios por la intuición vuelven a enturbiar la buena recepción y como para todos los dones anteriormente descritos y analizados esto es increíblemente difícil de vencer.
También ahora el maestro de este lado lo tiene todo en sus propias manos, el médium posee únicamente la sensibilidad necesaria, pues el don sigue en nuestra posesión.
Una vez establecido el contacto espiritual, el médium vive el don sanador, y maestro y médium han llegado a la unión.
Solo ahora puede sanar el maestro por medio de los sentimientos terrenales, pues es él quien sigue al enfermo, y no el instrumento.
Sin embargo, el médium recibe datos y entonces tendrá que actuar por indicaciones del maestro.
Esta conexión es infalible en caso de que el médium siempre vele por el contacto espiritual, o volverá a haber interferencias y la buena recepción se habrá ido, el contacto habrá quedado despedazado.
El médium tiene que velar por esto o el enfermo experimentará solo problemas y estará entonces en manos equivocadas.
Muchísimas personas se entregan de buena fe a los médiums, y además a los charlatanes que hay entre ellos, porque en otra parte no han encontrado ayuda, con la triste consecuencia de que muchos enfermos han tenido que pagar su peaje y algunos por esto incluso han perdido su propia vida.
El don sanador ubica al médium ante las leyes astrales y ante las del cuerpo material, y para eso hace falta conocimiento.
El ser humano cura de diferentes maneras al margen de la ciencia, y a esto se le llama curandería.
Pero ¿es un sanador un curandero para nuestro mundo?
¿Tiene el médium el derecho a ser reconocido?
Sí que vale la pena seguir todo esto y mostrar a tu charlatán en qué peligro se encuentra un enfermo cuando manos inanimadas e inexpertas, muertas en vida, quieren sanar.
Esto de jugar al médico es mortalmente peligroso, pero a estas personas también esto les importa un pepino y se van por su propio camino, nadie les impone el alto.
Saben demasiado bien que tendrán que justificarse ante la justicia, pero estas leyes no son suficientes, a pesar de todo se escabullen de la justicia y sanan.
Quien posea fe y sea justo, quien albergue amor y esté abierto a la humanidad sufriente, ya lleva hecha buena parte del camino para dar un poco de apoyo y consuelo a un enfermo, y para llevar a cabo la sanación, donde hierbas y medicinas tuvieron que fracasar.
Para Dios sigue siendo dominante el amor y miles de personas se han restablecido por completo gracias a este “fuego sagrado”.
No solo corporal sino también espiritualmente.
El sanador mediúmnico sintoniza con poderes y fuerzas elevados y cree ahora recibir; otros sanan porque sienten dentro de sí el impulso de sanar y por compasión intentan hacer lo que sea para suavizar el dolor humano.
Los adeptos de Ciencia Cristiana curan por medio de la oración y sintonizan directamente con la fuerza divina, a la que se entregan por completo; Oriente cura por el estudio de los sistemas materiales e internos, la incidencia mágica de la concentración.
¿Qué es bueno, entonces, y qué es malo y mortalmente peligroso?
Los no iniciados no se enteran, saber constatar cuándo se puede curar exige conocimiento astral.
La sanación por la satisfacción de la oración es tan vieja como el mundo, el ser humano siempre ha intentado vencer la miseria material por sus propias fuerzas.
Algunos lo hacen para encontrar una existencia propia, otros por amor, porque quieren hacer algo por la vida de Dios.
Y a ver qué pasa si puedes destruir esto, si le arrebatas de un manotazo su fe a esta gente; si aniquilas lo bello y poderoso en el ser humano, estarás tú mismo pisando la aridez del desierto.
¿Y sin embargo?
Un sinnúmero de personas entraron a la miseria justo por ellos y resultaron deformes por su tratamiento completamente inexperto.
Ahora han entrado en colisión con ellos mismos, con las leyes astrales y con Dios, y tienen que poner las cartas sobre la mesa.
Poca gente sabe hacerlo y sin embargo continúan, vuelven a curar y no les importa nada la miseria ocasionada, quieren sanar.
¿Qué hacer cuando ha despertado el deseo de servir en esas almas?
Seguro que lo sentirás, para poder emitir un juicio en esto es necesario ser capaz de tener una visión global de todas estas posibilidades, conocer los grados de los sentimientos y saber sacar un claro análisis espiritual, o echaremos piedras sobre nuestro propio tejado.
Detenemos aquello que haya llegado a animación por fuerzas elevadas y a eso no tiene derecho un ser humano ni el otro lado.
Sin embargo los sanadores han de saber que al imponer las manos regalan su propia aura vital y que todavía falta mucho para demostrar si su propia aura es sanadora.
Aun así, el aura humana es apta para esto.
Precisamente el aura vital del ser humano sabe sanar, puesto que este exceso de fuerza tiene un efecto animador en los tejidos que tienen que llevar a cabo una tarea propia en el organismo estando inanimados, incluso sin vida, y que ahora reciben alimento nuevo.
Pero también es posible destruir estos tejidos por completo, y entonces ¡la sanación de persona en persona es destructora!
El charlatán echa sus cartas por la mañana o por la tarde, mira el poso de su café, pero también se toma el tiempo de sanar, pues, según dice el monstruo horroroso, la gente quiere ser engañada, esta mañana he ganado mis treinta florines, ¡a ver cómo haces tú para ganártelos!
Conocemos estas hienas, hemos seguido a un sinnúmero de estos canallas repugnantes y hemos llegado a conocer su sanación.
Te quedará claro más adelante cómo piensan a veces poder sanar.
¿Irradia esta gente algo elevado?
¿Tienen algo que darte estos charlatanes?
Si quieres saber cómo están las cosas en realidad, podrás aceptar nuevamente que todo animal puede sanar, a condición de que encuentre a su propia especie, u otra vez resultará que no es posible.
A los charlatanes les importan poco las leyes astrales, estos hombres y mujeres pasan por encima de cadáveres, quieren vivir.
Son demasiado perezosos para hacer otra cosa, prefieren violar las leyes de Dios.
Su vida es fácil, juegan a ser dama y caballero, y encima son tratados con deferencia, las puertas de cualquier habitación de enfermo se abren a veces para ellos.
Ese “a veces” se debe a la mentalidad que los hace gritar, ¡el que tenga conciencia y esté iniciado en este ámbito huye de ellos como de la peste!
Y el otro lado puede demostrarte de muchas maneras que esto es necesario.
Lo que hacen estos charlatanes es succionar la otra vida hasta vaciarla, no tienen nada que dar.
Viven en la mentira y el engaño, pero ¿cómo quiere Dios dar la luz eterna a Sus enviados por medio de las tinieblas?
Eso no puede ser, ¡las tinieblas son destructoras!
Por lo tanto, estas personas no están abiertas a la fuerza sanadora, aunque piensen que su aura es como la de otra persona.
¡También para esto hablan las leyes astrales, y lo hacen de manera dominante!
Para mucha gente que no se toma las cosas tan a pecho con sus enfermos el don sanador es suficiente para engañar.
Sus ojos irradian el engaño sanador, pero para constatarlo, uno mismo tiene que ser consciente o no es posible.
Algunas especies de animales se sanan muy bien a sí mismas y a otras especies.
¿Por qué no lo poseería el ser humano, ahora que sabemos que Dios nos ha dado estas fuerzas?
El instinto de la selva se sana a sí mismo; hasta que la enfermedad ya no pueda ser vencida y nos veamos ante los verdaderos padecimientos y enfermedades fastidiosas también esa vida se encontrará impotente.
Pero no hay pueblo en la tierra que no sepa algo de la autosanación, la madre naturaleza puso estas características milagrosas en la vida.
Para Occidente vuelve a ser nuevamente algo muy distinto, puesto que Occidente ha llegado a conocer a Cristo y posee la conciencia más elevada.
Gracias a esto la sanación ha entrado al estadio del servicio consciente y así se puede dar algo a un enfermo.
También este don posee siete grados.
En el tercero y cuarto viven los médiums, ¡solo el cuarto grado está en manos de los médiums sanadores!
El tercer grado de los sentimientos vuelve a poder intuir únicamente, sin ser clarividente o dibujar ni escribir, sino solo sanar.
No obstante, unos médiums del tercer grado vuelven a poseer dones, uno es clarividente y sana, otros dibujan o pintan, como ya comenté cuando seguí a tus artistas terrenales y se me concedió aclararte esas leyes.
En esas manos un enfermo está seguro en caso de que el médium de tercer grado pueda mantenerse por su fuerza e intuición, o se manifestarán problemas peligrosos.
El médium en el cuarto grado no conoce estos líos, este instrumento ya posee los dones espirituales, el maestro astral puede alcanzar esta vida de veinte maneras.
Nunca hay cuestión de inseguridad.
El médium ve y oye, siente y vive la enfermedad.
Y algo que se vive no puede mentir.
A los primeros dos grados les falta la sensibilidad, la visión y la clariaudiencia, y la posibilidad que predomina en todo, el trance psíquico, no está a su alcance.
Lo que poseen estos tipos vuelve a ser la sensibilidad material.
Y la sensibilidad material no puede intuir espiritualmente, la intuición sigue siendo terrenal, de modo que la profundidad espiritual de un enfermo no es acogida en él.
Pues por medio de la intuición también se establece la absorción en sí de la enfermedad.
Y aun así esas personas piensan que los ayuda un médico espiritual, que les da la respuesta y el diagnóstico en el que confían y sobre el que construyen.
Esta certeza no dura tantísimo tiempo, pronto tienen que aceptar que su médico les cuenta tonterías y que están actuando ellos mismos.
Saben ahora que el otro lado ha vuelto a dejarlos solos.
Estos eruditos espirituales viven en su fantasía y los siguen por el sendero tenebroso, y ahora que ya no pueden manejar el bisturí material les dan consejos para todas las enfermedades.
En tu laberinto espiritista son estos sanadores los que van colocando los escollos por los que puedes meterte en grandes problemas.
Un maestro de este lado para la sanación eleva a su instrumento en todas estas leyes que tienen que vivirse.
Entonces el instrumento sirve a su maestro y a la humanidad, por su contacto espiritual pueden ocurrir milagros.
Cuando los dones y los sentimientos llegan a la unión, cuando el sagrado fuego animador está presente en estas vidas —y así es, pues el maestro es un espíritu de la luz— entonces un enfermo está acogido en las manos seguras de Cristo, pues ¡le sirve un maestro de este lado!
Puedes tener por seguro que tus preocupaciones y miseria son comprendidas y que tu confianza hacia ellos no será defraudada.
Este maestro penetra hasta el último estadio de tu vida material, hasta muy hondo en los tejidos enfermos, lo que no puede vivir tu médico, puesto que se encuentra fuera de estas leyes.
Para el otro lado, para este maestro, ya no hay invisibilidades materiales, el organismo se ha vuelto transparente por su propia luz y ha sido iluminado, él ve a través de toda enfermedad.
Esto se puede alcanzar por el trance psíquico y por nada más, absolutamente nada más.
Por esto el maestro entra en contacto con la tierra.
Solo ahora puede tener lugar la percepción espiritual, el médium da a su maestro la posibilidad para eso, y entonces se puede comenzar.
El maestro desciende en el médium y por él a su vez en el enfermo, y esto es lo que tus charlatanes piensan poder remedar.
En realidad no hay ser humano que se pueda sanar, la naturaleza se sana ella misma.
Lo sabe tu médico, te administra los medios, no puede hacer más por ti.
Sus medicinas tienen que acelerar el proceso o destruirlo, o evitar la destrucción material.
Ayuda a los órganos enfermos, más no puede hacer por ti tu médico.
Es el límite para él y a la vez su impotencia si se llega a ver ante los padecimientos humanos.
Las fuerzas astrales están sintonizadas con esto, tampoco nosotros podemos elevarnos por encima de esto, pero el aura sanadora de este lado y la del médium hacen más.
Por medio de esta aura vital se recuperan los tejidos, se les suministra nueva vitalidad y el efecto de esto es fortificante en lo material y espiritual, eleva y es amoroso con fuerza de espíritu.
Eso es muchísimo, pero es que es así, la inmaculada aura vital del ser humano es conscientemente animadora.
Así es como los apóstoles han llevado a cabo sus sanaciones y su maestro, a su vez, por medio de la animación divina, de la que un maestro para la sanación posee algo, de modo que para ellos a veces es posible hacer que mejoren las cosas más increíbles.
Esto se puede llevar a cabo por medio del amor por la sanación y el deseo de servir de dos almas, y ¡sobre eso descansa la bendición de Dios!
Por eso también el trance psíquico es un milagro sagrado, ¡por este don todo es posible!
El maestro de este lado se ha sintonizado con las leyes astrales.
Por el médium ahora llega a ser uno con el enfermo y se pueden mitigar los dolores y curar las heridas, se pueden detener los padecimientos interiores y pueden ser apoyados de manera constructiva, y eso lo tiene en sus propias manos ese maestro y el médium nunca podrá recibirlo.
Recibir esto significa la asimilación del don, porque este pertenece a nuestra vida de manera natural.
Si para la sanación no está presente ningún maestro, entonces esta no tiene nada que ver con la mediumnidad sanadora y se trata de un método material propio.
Ni siquiera hace falta que hagamos comparaciones con el trance psíquico, todo lo que vive y actúa bajo él sigue siendo inseguro, a pesar de todo, aunque el médium viva en el tercer grado.
La infalibilidad está en manos del maestro astral y esta se le suministra el trance psíquico.
El maestro alimenta los órganos enfermos por su propia aura y por la del médium, y algo que vive no puede estar enfermo, pues eso quiere alcanzar.
Y eso suele alcanzarse o el maestro ni siquiera empieza, y manda al enfermo al médico.
Los tejidos enfermos se restablecen por el aura vital, los órganos se llenan por sí solos y luego recobran fuerzas poco a poco.
Este magnetismo animal o fluido humano es animador y fortificante, y nunca puede tener un efecto destructor, si te lo suministra el médium sanador correcto.
Ahora el maestro eleva al enfermo en su propia vida, el aura restablece los órganos enfermos y empieza a haber un cambio.
Hace un momento ya te lo dije: el maestro de este lado ve y transmite su propia percepción al médium; después sigue la irradiación y el médium puede vivir el don.
En estas manos los enfermos están seguros y ya no hay cuestión de peligro de muerte.
El maestro conoce el organismo humano como no lo conoce ningún erudito de la tierra.
En el libro “Los pueblos de la tierra” puedes seguir todo esto, en él se me concedió tratar a tu futuro médico y te harás una idea nítida de cuánto ha adelantado el médico astral al terrenal.
Si el maestro ve que el enfermo puede ser ayudado —no a todos los enfermos se les puede curar— el médium puede empezar con el tratamiento o el maestro manda al enfermo a un médico.
¡No es posible que un maestro ayude ahora!
Durante la unión con el enfermo el médium acoge la enfermedad en su propio cuerpo y por medio del don sanador —el trance psíquico— se constata infaliblemente lo que está mal.
Ahora cuatro dones sirven al médium para constatar un diagnóstico puro que primero vio su maestro y solo después recibe el médium.
Si el médium tiene que descender en el trance psíquico, el instrumento vivirá la enfermedad y una vez recuperada la conciencia podrá contar al enfermo lo que quiere su maestro, lo que tiene que decir, pues el maestro no ha venido a la tierra para destruir.
El médium mira ahora dentro del cuerpo, durante el trance es completamente uno con su maestro.
El maestro le enseña la enfermedad.
Ese ver y adoptar la enfermedad y la clarividencia asociada a eso es lo más elevado que un médium puede alcanzar por medio del otro lado.
A pesar de este método sin embargo tan infalible el maestro puede elevarse incluso más, y esto te quedará claro más adelante cuando me ponga a aclararte ese estado.
Es imponente para el médium y tranquilizador para un enfermo que sabe que la humanidad de los apóstoles no ha quedado extinta.
El enfermo se entera de manera infalible dónde los dolores deshacen el frágil tejido, en otras palabras: dónde se perciben los fenómenos de la enfermedad y cómo se muestran.
El maestro los conoce, es uno solo con el alma y la materia, y sabe de esta profunda vida espacial, constata el estadio primigenio, aunque para eso tuviera que volver en muchas vidas, pues también esos estadios están abiertos para él.
Para la mediumnidad sanadora, el maestro sigue un desarrollo propio.
Debido a que el médium de ninguna manera ha de pensar él mismo en esto, primero se tienen que vencer todas esas posibilidades.
Si el médium ha sido dotado por el amor inmaculado para querer servir, un instrumento astral en nuestras manos vivirá sabiduría maravillosa que no se puede vivir en ninguna universidad, por más que estés ante el cuerpo abierto y veas esa cosa formidable delante de ti.
Este ver es vivir materialmente, ahora el médium está cósmicamente conectado y siente y ve la infinidad de Dios.
El maestro va con el instrumento hasta en el estadio primigenio, en el que la chispa de Dios descendió viva cuando iba a despertar el embrión.
Pues en él viven las enfermedades y allí está abierto para el médium el proceso de la generación.
Es tu carga genética, para la que se detienen los eruditos y que los hace reflexionar hasta volverse locos, a la que se aferran porque no se puede ver otra realidad, aunque el maestro justo la esté analizando de modo infalible.
Ahora el maestro lleva al médium en el organismo vivo y depuesto, el “ahora” astral y eterno, en el que se revelan las leyes de Dios para estos sistemas.
La vestidura depuesta es la existencia anterior que el maestro ve ante sí astralmente, y de la que el alma está grávida, pero por la que se han originado numerosas enfermedades.
Ahora mismo el erudito está ante su propio alto, y solo entonces el otro lado continúa y se puede comenzar con la construcción; jamás una mano inexperta maneja el cuchillo astral.
El otro lado quiere que el médium aprenda y debido a esto se considera que el instrumento espiritual es completamente capaz de sanar.
En esto el instrumento puede alcanzar un grado para nuestro mundo, que supera el tuyo por mucho, por más ridículo que pueda sonar.
Nosotros decimos: entre el cielo y la tierra vive Dios, ¡y nosotros somos hijos Suyos que servimos!
Una vez que el enfermo ha ocupado su lugar, el médium sujetará una mano, puesta en la suya para llegar a la unión, y ahora desciende en trance.
Sentado al lado del enfermo el instrumento se desprende por completo de sí mismo y sigue ahora a su maestro.
La personalidad astral lleva al médium dentro del cuerpo, y este vive el sueño consciente.
Esto es un estado milagroso, pues el médium está despierto, no obstante, y tiene que percibir.
Consciente e inconscientemente, quien lo vea ahora siente que esta vida está dormida y aun así tiene que percibir, y es esto lo que el trance psíquico da al instrumento, por lo tanto un gran milagro.
El organismo ha entrado en el semitrance, su espíritu está consciente con vida y tiene que llevar a cabo trabajo para su maestro, para servir al enfermo.
¡Ahora el médium ve la enfermedad ante sí!
Después de que el maestro lo o la llevara dentro del cuerpo, de que los tejidos se iluminaran por la fuerza del maestro, se hizo posible la verdadera percepción de la enfermedad.
Esto no se puede llevar a cabo por la fuerza propia, a menos de que se siguiera un estudio oriental.
El maestro ve los trastornos y puede mostrárselos al médium; por la concentración, sintonizada con la vida del enfermo, se iluminan los órganos enfermos y se vuelven transparentes para el médium.
Ahora sigue la aclaración de la enfermedad y de lo que pueden hacer por ella.
Mientras tanto, durante el trance psíquico el médium absorbe con fuerza también la enfermedad en su propio cuerpo, y se siente contagiado por ella, lo que sin embargo no es más que un contagio astral que se disuelve pronto, cuando es interrumpido el contacto con el enfermo.
Esto es un control triple en un solo estado para la enfermedad, y es infalible.
Los órganos materiales sufren una clara influencia por esta absorción, el médium ya siente esa influencia durante el trance, así de aguda es la reacción de su cuerpo —atraído por la propia sensibilidad—, al enfermo.
Lo que por lo tanto siente el alma del médium y lo que percibe durante la clarividencia, el organismo también lo absorbe, y todo eso es un solo suceso.
Si entonces el enfermo puede ser ayudado, tratado, entonces ocurre lo siguiente.
Se han constatado trastornos estomacales que se pueden tratar —un quinto grado de cáncer, por ejemplo, no se puede remediar ni curar— y el enfermo se acuesta.
El médium está nuevamente consciente y deja sus manos, pero llega ahora a la sanación.
El gran médium sanador vive ahora muchos milagros a la vez, también la sanación lo lleva en las leyes de Dios y así llega a conocerlas.
Se aplica ahora el trance semidespierto, la sintonización al cien por ciento que tus artistas terrenales quieren vivir mucho, pero que es vivida solo por unos individuos, porque para esto les falta sensibilidad, por lo que el médium puede seguir su vivencia.
Sintoniza ahora con el enfermo, sigue con clarividencia la circulación de la sangre y la reacción del sistema nervioso y ahora con la ayuda y las fuerzas del maestro alimenta el área estomacal, todos esos tejidos enfermos, sensibles y cansados, por medio del aura vital, que fluye con animación por su propio cuerpo, puesto que ahora está conectado cósmicamente.
Este fluido humano, elevado por los pensamientos animadores de su maestro, impulsa los tejidos enfermos hacia arriba y da empuje a las partes cansadas, de modo que la vida natural tiene que volver.
Primero el enfermo adopta espiritualmente esta fuerza que luego empieza a incidir en el cuerpo, con la que todos los sistemas que viven bajo el peso normal se llenan, absorbiéndola.
Es el agua para tu planta, el alimento para ti mismo; a estos sistemas les faltan estas fuerzas vitales y tienen una deficiencia de ellas, por lo que estas partes no pueden llevar a cabo el trabajo corporal al pleno cien por ciento.
Por esto pueden ser vencidas las enfermedades más severas, pues el magnetismo animal es eficaz y fortificante, nutritivo hasta dar animación, da alegría al cuerpo y sobre todo nueva vida.
El alma misma se encarga del proceso, pero eso puede ocurrir también por el maestro, y para eso hace falta conocimiento.
Ahora el maestro se hace uno solo con las partes y los tejidos enfermos, y evita la fragmentación del aura vital, ahora no da nada a las partes del cuerpo que todavía están con fuerza, sino que primero cuida esos tejidos dificultosos, después todo el organismo recibirá una irradiación espiritual.
Ahora ve claramente ante sí qué órganos necesitan ayuda.
Los tejidos con fuerza no tienen deseo de ser alimentados y por tanto se niegan a acoger esta aura.
Algo que esté con fuerza y en armonía con la naturaleza no es capaz de pasar a la proliferación material, y se niega con determinación.
Sin embargo, esos órganos se encargan del verdadero equilibrio corporal natural y a su manera hacen todo para alimentar esos órganos enfermos, pues esto estorba, es destrucción y no les atrae nada.
Esta máquina se ayuda a sí misma y ha sido fijada al gran conjunto.
Ahora los tejidos tienen que poder restablecerse poco a poco, lo que es percibido por el maestro y en ocasiones el enfermo ya siente después del primer tratamiento la alegría pretendida, lo que es saludable para él.
Estos fenómenos se pueden percibir como un baño refrescante, el delicioso cansancio también es reconfortante para los demás órganos, lo que es llevado a cabo por el aura vital, y que es el relajamiento deseado.
Este tratamiento puede durar unos meses, en ocasiones mucho más, dependiendo de la enfermedad.
Sin duda que a veces en un solo tratamiento se puede extirpar la enfermedad, entonces los centros nerviosos empiezan a funcionar y llegan a la armonía natural, y el médium ya no tiene que hacer nada más, la máquina humana ya va otra vez a todo vapor; sol y luna, intemperie y viento, lluvia y tormenta contribuyen lo suyo para reparar esta armonía material y espiritual.
¿A esta sanación la llamas curandería forzada?
Uno entre miles de médiums sanadores posee esta consagración de tu Padre en el cielo.
¡Créelo!
¡Es lo más elevado que puedas alcanzar como médium!
¡Y vale la pena!
Si el maestro constata que el enfermo no puede ser ayudado, si no hay nada que pueda hacer él en todo el proceso, entonces el médium no tiene que mover un dedo.
El maestro sabe de todos modos que tarde o temprano la enfermedad dominará y que sea como sea no se puede ofrecer ayuda.
No quiere que su médium se estrelle, aunque a veces hará que su instrumento viva también eso, para mostrarle con cuánta profundidad las fuerzas humanas pueden acercarse a lo que no tiene vida.
Ahora el médium tiene que vivir este acercamiento y con eso llega a conocer y comprender lo definitivo, para que él o ella también aprenda y no tenga que recorrer sin más este camino.
El médium reacciona de inmediato; por más terrible que les parezca a muchos enfermos, esto es irrevocable e indudable, el maestro evita miseria innecesaria.
Es el protector de los enfermos e instrumento, y si él dice que aquí no se puede ayudar, es así, y tendrás que aceptarlo, aunque algunas personas piensen que para Dios todo es posible.
Hemos aprendido que esto no es así e inclinamos la cabeza ante tus enfermedades; a nosotros y a los ángeles de este lado —incluso a Cristo— ¡nos impusieron el alto espiritual!
Pero ese es el truco; si sabes esto como médium, serás capaz de superar a tu médico, pues más de una vez este se encuentra ante este imponente misterio sin saber cómo actuar.
Entonces llegaba la muerte, rápida e inesperada, y a pesar de su destreza y buena voluntad, ponía un final asesino.
En contra de esto no se puede trabajar, es el final de la tierra para el alma, lo que sin embargo ya vio de antemano un maestro de este lado.
Si es necesaria una operación, si el maestro constata que la enfermedad es invencible, entonces el enfermo tiene que seguir sus consejos.
Aunque el enfermo diga no querer tener que ver con médicos, ¡el maestro es implacable!
Ni el médium ni su maestro moverán un dedo, esto los llevará a las tinieblas y la inseguridad y tiene que evitarse cueste lo que cueste.
Si un enfermo es negligente y se niega a aceptar la ayuda terrenal que es eficaz para la enfermedad, entonces un maestro no es capaz de servir y hacer algo por el enfermo, porque tu médico lo tiene en sus manos.
A él debe acudir el enfermo y recibir allí la ayuda solicitada, pues muchas enfermedades suelen poder vencerse en poco tiempo con medicina, donde el médium sanador debería trabajar durante meses, y eso un maestro lo evita.
Ahora el maestro ve por ejemplo qué aspecto tiene un tumor por dentro.
Constata que no está para la operación, y pesa y sopesa la situación.
Si ve que unos meses de tratamiento harán madurar el tumor, le dará esa oportunidad al enfermo, pero sin callarse nada, la operación tendrá que hacerse de todos modos.
Muchísimos médicos estuvieron ante esta madurez y les pareció una operación de nada, porque el tumor podía ser extirpado sin esfuerzo alguno.
Podría demostrártelo con infinidad de pruebas, pero lo haré en otro libro, que tal vez llegue después y será con el título “El médium sanador” (Jozef Rulof no recibió este libro).
Quiero mencionar alguno de los diagnósticos.
Una mujer tiene que ser operada de la parte inferior del cuerpo.
Le pide al médium:
—Mejor dígamelo, pronto hablaremos.
—Muy bien —dice el instrumento, y se encuentra a su maestro entre la vida y la muerte.
Se hace el diagnóstico y el médium vuelve.
No hace falta el tratamiento, solo hay que esperar otro poco, el tumor todavía no está para ser tratado por el cirujano.
El médium pudo aclararle todo claramente por medio de su maestro y ella hará caso.
La enfermedad ha sido constatada de manera infalible.
En seis semanas podrá entregarse por completo o más adelante estará nuevamente ante una operación.
Suceda lo que suceda, no tiene nada de qué preocuparse.
A la mujer le parece fantástico y se va.
Tres semanas más tarde, el médium se entera de que ha sido operada.
‘Qué pena’, piensa, ‘¿para qué hizo falta mi ayuda entonces?’.
Después la enferma llega a él y quiere hablar al respecto.
El médico le había dado a entender que se operara de una vez.
El médium no profundiza en nada y solo dice: “Qué pena”.
Cuatro meses después vuelve a estar ante el mismo proceso y tiene que operarse nuevamente, queda algo que no pudo ser extirpado entonces.
Por lo tanto todo ocurrió como se había predicho, y es que el médium recibió la sabiduría del otro lado.
Otra mujer pide su ayuda.
También el médico suyo le dijo que pasara por el quirófano pero ella primero quiere conocer el juicio del otro lado.
No dice lo que le pasa, quiere que le den una impresión convincente.
El médium ve su estado y dice:
—Ni siquiera hace falta que la operen.
Dentro de tres o cuatro semanas este tumor habrá desaparecido por completo.
Ni siquiera voy a tratarla.
Por lo tanto, este dictamen era nuevamente del todo contrario al de su médico, que quiso hospitalizarla de inmediato.
Vendrá a contarle el desarrollo al médium.
En menos de tres semanas ya no sentía nada, había sido un nudo en los nervios que ya se disolvería por otras fuerzas, con por tranquilidad y un poco de descanso.
De verdad que el médium en nuestras manos es capaz de ofrecer ayuda a tu médico y asistirlo en todas sus dificultades, en caso de que esté presente el trance psíquico.
Al margen de este don el otro lado no es capaz de nada y ya no hay certeza, la cual le hace falta urgentemente a la ayuda espiritual para convencer a un erudito.
Podemos decir tranquilamente que un enfermo está a salvo en estas manos, aunque el médium no entienda de esta materia, la recibe ahora de tu erudito terrenal pero astral, que pudo continuar su estudio en nuestra vida o que asimiló las leyes de este lado, para lo que está preparado un espíritu de la luz.
Esto no es profanación, pues sabemos lo que podemos alcanzar, no detendremos una operación.
Los enfermos han de saber ahora ellos mismos lo que van a hacer.
No es nuestra intención aplicar el método de la ciencia cristiana y permitir que se llegue a un proceso de putrefacción, para eso nuestra vida es demasiado consciente y poseemos demasiado amor, por lo que somos capaces de velar por tu vida.
Rezando no te devolvemos a la vida y no recorremos un camino tenebroso, no dejamos nada en manos del Ser Supremo, pues Dios dice, “Todos Mis hijos trabajan para mí —haz primero lo que sabes hacer tú mismo y ven a mí después—, ¡entonces te ayudaré!”.
Pero la ciencia cristiana lo ve de otra manera, aunque este método de sanación es inseguro, en realidad es una profanación.
No podemos sanar algo que esté fracturado, sí puede pasar a la putrefacción.
Los adeptos de la ciencia cristiana quieren que por medio de oraciones se restablezca su hijo que se ha fracturado la pierna y yace allí.
Finalmente llega el médico y tiene que quitarles la patria potestad, hasta ese punto llega tu seguidor de la ciencia cristiana, que entrega sin condiciones lo que en solo poco tiempo es sanado por una mano material.
Dios no puede sanar esta pierna, Dios dice: “¡Ve a Mi otro hijo —tu médico— y él te ofrecerá ayuda!”.
Si no, ¿para qué sirven todas estas personas?
De este lado se puede constatar lo antinatural de tu propia vida y eso también tuvo que aceptarlo Mary Baker Eddy cuando intercambió la vida terrenal por la eterna.
Pidió a mi maestro consignar sus pensamientos en este libo y transmitirlo a sus seguidores, lo que intenta alcanzar con todos los pueblos para así remendar en cierta medida sus errores.
Mary Baker Eddy te dice:
“De este lado llegué a conocer las leyes de Dios.
Aprendí lo que quiso Dios y cómo se puede ayudar al ser humano en la tierra.
Para una pierna fracturada hace falta ayuda terrenal.
La pierna puede sanar cuando ha sido colocada,
su arte es el servicio consciente por medio del estudio científico, y esto lo he reconducido a las manos de Dios.
Dios se negó con firmeza.
De este lado vi por qué Dios negó mi oración, me rebelaba y estaba en conflicto con las leyes materiales.
Ustedes, adeptos de la ciencia cristiana, tienen que aceptar que no todo puede ser sanado por medio de la oración.
Los ángeles más elevados de este lado me han convencido de mi ignorancia, tras lo que he tenido que inclinar la cabeza profundamente.
Reza, reza siempre a Dios y pide la sanación, pero no rechaces la ayuda material, sigue la fuerza y el poder de Dios por medio de la ciencia, solo entonces tu oración tendrá significado divino.
Solamente rezar no funciona cuando esa ayuda sea necesaria.
Solo después tiene significado la oración.
Pensé establecer lo imposible por medio de Dios y me despedacé a mí misma, cometí un error tras otro, sin saber que la bendición de Dios siempre es un regalo, a pesar de todo.
Destrocé las leyes para la vida material, fui en línea recta donde Él, que es Padre de todos nosotros, y viví por encima de los propios poderes y fuerzas que estaban en mí y que no podían vivir el despertar elevado.
A través de tu médico a Dios, quiero decirte desde este lado, ¡que llegarás hasta Él por tu oración inmaculada y la voluntad de aceptar Su ayuda!
Es lo que no comprendí durante mi vida.
Hice que hubiera un abismo entre Él y yo, y sus (vuestras) vidas.
Que Dios permita que esta palabra llegue a ti.
Dios me dio esta gracia, por la que estoy agradecida.
Ando vagando por la tierra en busca del instrumento que captará mis pensamientos.
Solo entonces continuaré de este lado y alcanzaré el yo más elevado.
Mi sosiego está en tus manos.
Tuya, Mary Baker Eddy”.
 
¡Y así es!
Solamente rezar no es suficiente, aunque a Dios todo le sea posible.
Pero sus seguidores se descuidan a sí mismos.
El otro lado trajo la ciencia a la tierra.
Tu médico es un ayudante de Dios y un niño si percibe su tarea.
Su tratamiento es una oración, pues está sirviendo.
Y ¡servir es rezar!
Los creyentes rezan por mejoría, pero tienen que saber ahora cuándo pueden hacerlo, solo entonces la oración tendrá significado.
Esta faceta natural la tienen todos sus adeptos.
La oración por una pierna fracturada es la vivencia de la Ciencia Cristiana, tienen que quitarse esa costumbre o se destruirán a sí mismos.
Nosotros no recorremos el camino de aquella, como ya se dijo, no descuidamos la ciencia y esto es muchas veces la perdición para la creencia fanática en Dios, que es y significa confianza inconsciente.
Esa confianza es enfermiza, porque no tiene conocimiento de causa, es la destrucción de lo existente, la propia concienciación, y esto Dios jamás lo quiso, pues Él quiere que nosotros asimilemos Sus leyes.
¡Estas vidas están detenidas!
Es algo más mitigador que la profanación, y sin embargo tan torpe, tan falto de espiritualidad.
Es de lo más lógico que, en caso de que tu médico no pueda ayudarte, podrás hacer lo que tú mismo quieras, lo mismo da morir de moquillo que de garrotillo, con tal de que llegue la sanación, piensa mucha gente.
Y también eso es muy humano, pero ten cuidado de no terminar en manos de un charlatán, vivirías unos líos como jamás ha habido en tu vida.
Lo único que todavía puedes hacer es entregar todo lo que está en manos de Dios y hablarán las leyes Suyas.
El saber te llega incondicionalmente y habrás llegado a manos seguras, como corresponde a un creyente.
Durante la unión con su maestro, el médium en nuestras manos llega a conocer las enfermedades.
Para el instrumento ya no hay problemas, pues el maestro se los mostrará.
Pero cuando este grado para los dones no puede ser vivido, se manifiestan un sinnúmero de dificultades y estas tienen que ser vencidas de todos modos, aunque ahora por las propias fuerzas, y es un trabajo sin fin.
Por esto la sanación es vivir arte que pertenece exclusivamente a este mundo.
La sanación de personas es de lo más sencilla, el punto es saber lo que le pasa al enfermo, el resto sigue por sí solo.
Y a eso se enfrentan muchísimo los primeros grados de los sentimientos que sanan, viven un error tras otro pero no hacen caso alguno, continúan y quieren vivir.
Por ellos terminarás metido en líos, estos charlatanes pasan por encima de cadáveres.
Ahora no está presente el trance psíquico.
El tercer grado de los sentimientos, que todavía sana por medio de los sentimientos, y más aún los grados subyacentes se sienten como una tortuga en el aire.
Son torpemente ingenuos y están con un continuo miedo mortal de volver a haberse equivocado completamente.
En todo momento se estrellan contra las leyes astrales y contra el don espiritual para la sanación.
Su instinto gatuno y perruno no les ayuda ahora en nada, una y otra vez se lanzan a la ligera, y esto puede acabar en asesinato consciente.
Ay entonces del enfermo que caiga en sus manos.
¡Su instinto de hiena es insaciable y bárbaro, selvático e inhumano!
Porque estos charlatanes no pueden vaciarse por completo.
¿Y sanar, sin embargo?
El enfermo es independiente, el médium debe saber en qué estado se encuentra esta vida o se te administrará el veneno viviente.
Nada puede estorbar al médium o ya habrá interferencias y problemas que padece el enfermo y que pueden tener consecuencias mortales.
No hay espíritu capaz de decir una sola palabra al sanador, aunque haya entre ellos quienes rezan, rezan día y noche, para tener que aceptar finalmente que Dios no ha podido escuchar su oración.
Aun así, sigue siendo posible para el tercer grado de vida hacer un diagnóstico infalible y esto ocurre ahora de una manera que se establece por medio de la intuición.
Ahora el otro lado es uno de sentimiento a sentimiento, pero esto tiene que ser vivido entonces por la vida del médium.
Si un médium duda de sí mismo, el enfermo no tendrá aura, no tendrá fuerza vital, pues la duda no tiene animación y llevará al médium a un camino sin salida.
Es necesario entonces detenerse.
La vida del médium no está funcionando, no puede dar nada, sino que pide, absorbe ella misma y esto es entonces la sensación horriblemente cansada que a veces tiene el enfermo después de un tratamiento.
Ahora no se ha recibido, sino que se ha tomado de la poca vida que aún sigue presente.
El sanador oye entonces: “Cómo se me ha ayudado nuevamente, qué fuerza me han dado.
Ya ves: das algo, pero el otro lado te lo devuelve”.
Sin embargo no es consciente del hecho de haber tomado la fuerza vital del organismo enfermo y torturado.
Los sentimientos dudosos detienen el fluido, no tienen nada que dar, solo los sentimientos conscientemente sintonizados pueden dar algo.
Esto significa mucho para la sanación.
Es el verdadero saber, y quien sabe es seguro y eficaz en sus actos.
Estas son las leyes para un médium y un sanador por sus propias fuerzas.
En Oriente te lo pueden contar enseguida.
Allí se oye decir tan a menudo: “Quédate con tu veneno, tengo mi propia resistencia”.
Y eso significa que un sanador sin conocimiento de estas leyes no puede dar nada.
Es para nuestra vida la transmisión consciente de las fuerzas propias, y son penetrantes y animadoras.
Fluyen en línea recta hacia los órganos enfermos y son sanadores, refuerzan las partes enfermas y significan alegría para el alma y el corazón, el espíritu y la materia.
Si esas fuerzas no están presentes en el médium, el sanador dudará, y su trabajo será destructor.
El aura vital emitida a plena potencia puede obrar milagros.
Y esa fuerza es reconfortante para el enfermo y para el médium, pero entonces les ha sido dada por el maestro.
Por eso dice el charlatán: “¡Cómo me han ayudado nuevamente!”, pero empobrece al enfermo...
Por eso los dones psíquicos son deseables y necesarios para la sanación, ahora esta es consciente, es infalible por el conocimiento del espíritu, ¡que sirve al enfermo a través del médium!
El médium en el tercer grado para los dones y los sentimientos sana por medio de la intuición y aun así lo ayuda un maestro de este lado.
Ahora no hay presencia de clarividencia ni de clariaudiencia, únicamente la percepción, por la que sin embargo se puede hacer un diagnóstico infalible.
No puede haber nada que interfiera ahora con la vida interior del médium, o habrá errores y los sentimientos terrenales dominarán a lo espiritual.
En todo tiene que vivirse al cien por ciento el ser pasivo, y entonces el médium adopta el conocimiento de su ayudante de este lado.
Un maestro nunca puede decir una palabra material al médium, aun así son uno interiormente y seguirán siéndolo mientras se hace el diagnóstico y durante el tratamiento.
No obstante, la clarividencia innata llegará para ayudar al médium y es esa intuición por la que se logra la unión espiritual.
Esta sensibilidad es tan poderosa que el médium incluso puede intuir la enfermedad en el propio cuerpo, como intentan hacerlo los charlatanes y por medio de lo que trabaja tu telépata.
Ahora se manifiesta la sintonización igual, enfermo y médium tienen que poseer una misma sintonización o el aura no será acogida y la sanación no tendrá significado.
Si no viven en un solo grado de los sentimientos, no hay contacto espiritual y no se establecerá conexión de las auras.
El aura fluye a través del organismo y los sentimientos del enfermo son demasiado bastos para captar estas fuerzas, por lo que el médium succiona las fuerzas del enfermo hasta hacerlas desaparecer.
Es debido a esto que muchos enfermos no encuentran ningún beneficio y no sienten nada; otros, en cambio, irradian enseguida la vitalidad sana y se sienten bien.
También este grado de vida puede efectuar un buen trabajo y hacer muchísimo bien.
Estos médiums han de tener una gran confianza, poseer una fe inconmovible en sus maestros y muchísimo amor para querer servir.
La mentira y el engaño los llevan a otras manos, tienen que sintonizar —como una vez los apóstoles— con fuerzas elevadas, vaciarse por completo y esperar.
Cuando un maestro de este lado incide en el tercer grado, entonces el médium sabe de pronto cómo tiene que actuar, el conocimiento le ha llegado en silencio.
En el caso de enfermedades complejas se repiten los diagnósticos y se vuelve a efectuar un control.
Si el médium tiene preocupaciones, si hay algo que acapara sus sentimientos, ya no hay cuestión de mediumnidad, los sentimientos se disuelven enseguida en esas preocupaciones y el otro lado ya no podrá alcanzar esta vida.
Estas preocupaciones imponen el alto espiritual.
La vida interior no puede ser interferida en nada.
Estos elementos secundarios pueden destruir el contacto.
Un sanador del tercer grado hace un diagnóstico.
Pero la paciente duda y llega al cuarto grado, y se entera ahora de que no se le puede ayudar.

—¿No se puede hacer nada?
¿Cómo es que eso es posible? —pregunta.
El cuarto grado le dice al tercero:

—¿Tienes preocupaciones?
Tus diagnósticos ya no valen.
¿Qué pasa?
El hombre vivía en un tiempo terrible.
Tenía unas preocupaciones tremendas por circunstancias familiares que lo dominaban.
Y aun así, estos médiums tienen que estar elevados por encima de todo o se disuelve el don y habrá desaparecido el contacto espiritual.
Ahora no estaba vacío y adoptaba los deseos de su paciente, pues era ella quien influía en él.
El líder espiritual fue desactivado.
Ahora el tercer grado comprendió que el cuarto estaba muy por encima de él, a una altura que él jamás podría alcanzar, pues el cuarto grado tiene más posibilidades de llegar al contacto espiritual.
El líder espiritual puede alcanzar siempre su médium, todos los dones psíquicos están a su alcance.
Por lo tanto, el sanador del tercer grado está sintonizado como tu telépata, aunque en su caso con la enfermedad.
Tu telépata podría ser un buen sanador, vive en el tercer grado, pero no le atrae nada; te proporciona una velada espiritual en estado material.
Este es el límite para el médium del tercer grado, elevarse más no es posible.
Si un tercer grado se sintonizara con la telepatía, entonces el médium podría alcanzar algo en esto, puesto que en realidad esto es la transmisión telepática, que sin embargo se convierte en inspiración espiritual cuando incide el otro lado.
Ahora se recibe el diagnóstico.
Pero verás con cuánta infalibilidad pueden sintonizarse tus sentimientos para los dones espirituales, y con cuánta nitidez reaccionan los dones o te imponen el alto.
Cada ser humano posee magnetismo vital, pero no todo el mundo puede sanar.
Cada perro posee su propia fuerza, ¿por qué los seres humanos no?
Toda la vida en el espacio ha recibido el propio fluido vital de Dios, pues el aura está anclada a la vida material, y el alma como la personalidad la da a la otra vida.
Cómo es dada el aura también es un gran factor que exige la entrega plena y el amor del instrumento.
Si hay muchísimo amor presente para el enfermo, y un hermoso contacto espiritual, entonces la entrega del aura vital es una bendición.
El enfermo en efecto lo percibe y se entrega por completo, si el médium puede liberarse con sus pensamientos de la vida material.
Tiene que ver exclusivamente la enfermedad y su servir.
Para este tratamiento no hace falta que el enfermo se desnude, pues el aura vital lo atraviesa todo, es una fuerza astral por la que se originó todo lo que vive.
Esta sintonización natural se ha establecido por medio de la concentración y el médium sigue el desarrollo de la enfermedad.
El médium capta los mensajes en su interior, por lo que su maestro le hace sentir que tiene que parar.
El médium en el tercer grado sintoniza con su maestro y comprende que el tratamiento dura aproximadamente un cuarto de hora.
Conoce este tiempo, siempre recibe la sensación de tener que parar.
El maestro le hizo saber que jamás ha de consultar un reloj, él mismo le hará sentir cuándo será la hora.
Pero un reloj es fácil, ahora no tiene que sintonizarse interiormente, cuando ha pasado el cuarto de hora, para.
El hombre mira su pequeño reloj, pero por él se blinda por completo, ahora está pensando él mismo.
El maestro tiene que aceptar que está siendo dominado y por esto el reloj espiritual está fuera de servicio.
Empieza la decadencia.
Este lazo es tan intenso que nada debe interferir en este contacto, de lo contrario ya no habrá unión.
Se lo pregunta al instrumento del cuarto grado, diciéndole:

—Qué raro que mi líder espiritual no me lo dijera él mismo.

A lo que este le contestará:

—Pero eso no es posible, solo puedes sentir y en esto pensaste tú mismo.
La comodidad te fue fatal, te servía a ti mismo, ¡y no a tu maestro!
Cuando el médium piensa, ‘Será mejor que irradie al enfermo, la fuerza será absorbida de todos modos’, ya está mal.
Tiene que seguir sintonizando con la enfermedad y seguir haciéndolo hasta el último momento, no debilitar su voluntad ni su concentración por un solo segundo, o habrá interferencias, y esto es así para todo médium.
Por esto llega al médium la experiencia y la sabiduría vital, ahora el maestro siempre puede reforzar el contacto y continuar con este desarrollo.
Para el cuarto grado todo vuelve a ser muy diferente, aunque también este médium tiene que eliminarse a sí mismo por completo.
Si el maestro quiere hacer más espacioso el contacto descrito arriba, es posible.
Este médium puede vivir la profundidad cósmica, el trance le da la posibilidad de hacerlo, sin ella el contacto entre el instrumento y el maestro es impensable.
Sin embargo, todos los dones para la sanación tienen que poder ser vividos y estar presentes.
Esto lo viven solo los más grandes de todos, debido a que la clarividencia y la clariaudiencia son recibidos exclusivamente por el médium.
Cuando la intuición espiritual es alcanzable y el médium puede ser elevado espacialmente, para lo que es necesario un desarrollo, el maestro empieza con esto.
Es la elevación directa del médium en la vida de su maestro.
Inicialmente, el médium desciende en el enfermo, ahora ya no hace falta.
En realidad, la intención es hacer el diagnóstico de todos modos, al margen del enfermo, es decir: sin contacto directo.
Ahora el médium entra en conexión con su maestro por medio del contacto espiritual telepático, que es el grado de vida del maestro para nuestra vida.
Esto se convertirá ahora en la vivencia directa desde el otro lado, por la que se eliminan todos los pensamientos y sentimientos terrenales.
El médium ve ahora al enfermo desde este mundo y no desde la tierra, su vida es una sola con su maestro de este lado.
El médium ve al enfermo de manera infalible, ya no se le puede esconder nada, se ha convertido en una personalidad astral.
El médium vive en las leyes espirituales, pero recibe el saber de su maestro, en realidad se ha desdoblado conscientemente.
El trance inconsciente ha sido convertido por arte de magia en trance consciente, dado que el primer trance es el estado dormido.
Ahora al médium ya no le molesta el sueño, es consciente en todos los dones para la sanación.
El médium ve, oye y siente ahora la enfermedad, mira a través de todas las leyes materiales, nada lo puede detener, su maestro lo ha elevado en esas leyes.
Ahora el maestro amplía la sanación, la concentración del médium se ha vuelto más fuerte y los enfermos tienen que sentirlo.
El servir del médium se ha vuelto más sencillo, pero es de una profundidad cósmica, porque ahora se ha soltado la tierra con todas sus leyes.
La comodidad para el médium es saber, conocer las enfermedades, no hay interferencias, para él el tratamiento es sencillo, ve las enfermedades ante sí como una personalidad astral, incluso con más nitidez que en el trance inconsciente.
Es la disolución al cien por ciento de su personalidad en las leyes astrales.
Ahora también su sabiduría entra en su vida.
¡Uno entre miles de médiums es el que alcanza este contacto!
Es lo más elevado que puede vivir el médium.
El Antiguo Egipto ha vivido estas leyes.
Ahora se ha vencido el trance inconsciente, la sumersión ya no hace falta.
Cuando mi maestro para la sanación hubo llegado hasta el punto en que su médium podía vivir y recibir la sanación astral, procedió a hacerlo.
Quería que el instrumento venciera estas leyes, porque el maestro quería continuar para construir las grandes alas.
Ahora el médium primero tiene que hacer pruebas.
El maestro se desprende de él, aunque sigue conectado, pero es invisible para él.
Antes el instrumento siempre veía a su maestro dentro del enfermo y a su alrededor, ahora esa percepción ha sido desconectada por completo.
El médium tiene que acostumbrarse un poco, pero en algún lugar en el espacio siente su gran fuerza.
El maestro está en todas partes, lo siente el instrumento, y así es.
Una señora viene a visitar al médium y quiere que se haga un diagnóstico.
Pero el médium tiene que comer, si no lo hace ahora, esa tarde ya no habrá manera de hacerlo, y la mujer llega demasiado temprano, todavía no ha empezado su hora de consulta.
Él le cuenta cómo están las cosas y ella esperará.
El maestro dice:
—Ve a comer, pero mantente conectado conmigo, ahora voy a hacer el diagnóstico.
—¿Dónde está? —pregunta el médium.
—Estoy en mi propia esfera.
Estoy a una distancia de millones de horas de ti y aun así haré el diagnóstico.
Sabes dónde vivo.
Quiero mostrarte cómo será nuestro contacto espiritual más adelante.
Ahora puedes alcanzarme siempre, no hace falta que me busques primero, estoy conectado contigo y seguiré estándolo.
Ahora se demostrará hasta dónde has llegado.
El médium va a comer.
Mientras lo hace ya ve el organismo interior de la señora.
Su maestro hace que lo viva todo, como antes, pero ahora mientras está comiendo.
Este suceso material no tiene que ser un impedimento para hacer espiritualmente un diagnóstico infalible.
El médium se divide, deja que el cinco por ciento de él coma, él mismo está conectado con su maestro.
Quien lo vea allí sentado pensará que el hombre está pensando, y es cierto, pero vive dentro de la enferma.
Ahora el maestro controla el diagnóstico y dice:
—¿Has visto lo que le pasa?
—Sí, maestro, lo veo todo, he observado con claridad los trastornos.
—Escucha bien lo que te diré ahora.
Pronto tienes que repetir lo que te transmito.
Los médicos quieren operarla por apendicitis, pero no es necesaria una operación, solo está trastornado su sistema nervioso.
Tiene que salir un ratito y veo que quiere emprender un viaje.
Dile que será su sanación.
No hace falta que la tratemos.
—Ahora el maestro pregunta—: ¿Quieres contestarme un momento?
Ahora el médium manda como una visión a su maestro su sabiduría recibida y oye:
—Fenomenal, ve a ella y dile lo que has observado.
Mientras tanto el médium ha terminado de comer y va a la señora.
Le cuenta lo que ha recibido de su maestro durante la comida.
A la mujer le parece fantástico.

—Ese sí que es André —dice—, conozco sus libros.
Me iré enseguida y le haré saber cómo me siento.

Se va y escribe más adelante que ya no tiene dolores.
Su hermano había querido que la operaran, pero, al igual que ella, piensa que el diagnóstico es fantástico.
Es lo más elevado que puedes alcanzar como médium, ya no es posible ir más arriba.
También para el ser humano creyente esto se convierte en lo más elevado, pero ahora la oración sola no es suficiente.
¿Sientes que el adepto de la ciencia cristiana quiere recibir de esta manera la sanación?
Ahora Dios tiene que ayudar.
Pero Él no puede curar la pierna fracturada.
Aun así se llevan a cabo un sinnúmero de sanaciones, pues la oración penetra hasta las esferas de luz, pero un enviado de Dios vuelve a la tierra y da a los enfermos sus propias fuerzas.
La gente piensa ahora que Dios ha sanado a Su hija, y sin embargo es un poco diferente, pues la enferma ha vivido el camino natural.
Por lo tanto, la oración puede llevar a cabo la sanación, pero las fuerzas para ello vienen de regiones más elevadas y pertenecen a quienes algún día vivieron en la tierra.
Como ángeles cedían sus propias fuerzas, porque estos santos han aceptado esta tarea.
No obstante, el enfermo tiene que saber si es necesario consultar a un médico.
Ahora la oración y el estudio recorren un solo camino, y esto solo puede traer felicidad y bendiciones, ¡las leyes no están siendo descuidadas!
También los egipcios han recibido una altura enorme como sanadores.
Los sacerdotes eran sanadores fabulosos, incluso llevaban a cabo operaciones, en poco tiempo extirpaban tumores de debajo del cráneo, como si poseyeran la ciencia y la sabiduría de tu siglo veinte.
Sus hierbas son famosas.
Los sacerdotes incidían infaliblemente en el cuerpo material y descendían en él espiritualmente para hacer el diagnóstico.
Pero cuando allí quisieron desfogarse, el otro lado se retiró y se quedaron solos, por lo que ya no podían vivir esta altura.
Todos estos sacerdotes vivían en el tercer y cuarto grado de vida.
Disponían del trance psíquico y vivían todos los dones que acabo de describir.
Eran reyes en su ámbito y conscientes por completo de sus capacidades.
La locura no tenía significado para ellos, en poco tiempo los enfermos fueron liberados de la influencia astral.
Por medio de su concentración resultaron capaces de hacerlo, y conocían las leyes entre la vida y la muerte.
Por ellos un demonio podía destruirse a sí mismo, el infierno no tenía que tocar la vida en la tierra.
Sin embargo, también ellos se vieron ante el propio grado de vida.
Si un enfermo había llegado bajo la influencia demoníaca y si su vida interior tenía sintonización con ella, entonces también ellos estaban impotentes.
Aun así no echaban a personas así, primero se abordaba la vida interior, la personalidad, y después podía tener lugar la expulsión del demonio.
Sin embargo, si alguien era tomado por sorpresa por la propia sensibilidad, el demonio astral no podía seguir ofreciendo resistencia a su concentración y tenía que soltar la vida, así de increíblemente fuertes eran sus pensamientos.
Dejaban que les mordiera una serpiente venenosa y ajustaban la circulación de la sangre para bien.
Para ellos no había problemas, conocían el organismo.
Las hierbas limpiaban la herida, y la concentración y el aura vital hacían el resto.
Dejaban los sistemas materiales temporalmente fuera de servicio para curarlos.
Su sanación era mágica e infalible, eran conscientes en todo y cósmicamente profundos.
Su estudio en el templo duraba treinta años, solo entonces eran sacerdotes completos.
El gran alado estaba por encima de todos ellos, pero todos los sacerdotes vivían los dones psíquicos y físicos.
Convocaban un pájaro en vuelo, el animal venía y se posaba en su mano extendida.
Al hacerlo llegaban a la división de la personalidad.
Durante el vuelo se conectaban con el animal y obligaban a la vida a obedecer.
Ahora el animal perdía los propios sentimientos y tenía que hacer caso; otra potencia que era más fuerte dominaba la vida del animal.
De esta manera se vencía a leones y otras especies de animales salvajes.
El animal cambiaba en el mismo instante y ya no tenía voluntad propia, vivían en el animal y habían vencido la personalidad animal.
Los animales obedecían su voluntad como perritos falderos, el animal no tenía nada que oponer bajo su concentración mágica.
Y por esto dominaban también las enfermedades, su voluntad estaba sintonizada con la parte enferma y tenía que participar en el funcionamiento del conjunto.
Lo quisiera o no la parte enferma, no era posible eludirlo.
No tengo que decirte que, cuando empezaban a vivir la magia negra, estos sacerdotes dominaban todo lo que se cruzara en su camino, podían hacer y deshacer lo que ellos mismos quisieran, y lo hacían.
También Oriente sana, y lo hace de manera infalible.
El yogui actual es un maestro en la sanación, posee el conocimiento del médium del cuarto grado y ha podido asimilar los dones en un templo.
Para Oriente, eso sí que es posible, siguen el desarrollo del Antiguo Egipto.
Todos pueden alcanzar esta altura si está presente la sensibilidad necesaria.
Ahora el otro lado ya no los ayuda, a lo mucho los puede ayudar un sacerdote muerto que sirve a su templo desde este lado, es todo lo que pueden alcanzar.
Aun así alcanzan una altura oculta, pues llegan a conocer los dones por su estudio y vencen su propio organismo.
Cuando este ha sido vencido, el yogui es capaz de sanar la parte enferma del otro cuerpo.
También él es infalible en la concentración.
Los faquires y magos se dejan llevar por las leyes físicas y viven su propio mundo, los yoguis buscan la conciencia astral y siguen al iniciado.
Si te has cortado seriamente, el yogui sana a su propia manera.
Por su concentración cierra la circulación de la sangre y pone un vendaje.
No hace más, a lo sumo también un poco de pomada sanadora.
Pero interiormente retiene la herida, es su concentración la que sana y que así tiene que curar la herida.
Dentro de unos días la herida se cierra.
Durante el tratamiento puedes alejarte las millas que quieras, seguirá conectado contigo y sentirá si puede parar.
Si posees una pizca de sensibilidad, incluso podrás percibirlo y todavía un poco más arriba oirás cómo se dice a tu vida interior:
—Quítate el vendaje, estás bien.
Los yoguis son hijos conscientes de Dios, y son conscientes en lo espiritual, si también buscan la vida elevada.
Pero también entre ellos encontrarás la paja espiritual.
Los médiums en el cuarto grado viven estas leyes y pueden experimentar milagros espirituales por medio de su maestro.
Se llevan a cabo ahora sanaciones espontáneas y ocurren por la concentración del maestro y por el aura vital sanadora.
Es una sanación infalible y está por encima de todo arte y conocimiento terrenales, esta es de una profundidad cósmica y es una bendición para la humanidad que sufre.
Ahora bien, la sanación es una revelación para un enfermo.
Este trabajo puede llevar la bendición de Dios.
Y Dios bendice ambas vidas por Sus milagros.
Es el poder de Dios y Su Hijo Jesucristo, por el que sanaban los apóstoles.
Imponían las manos y sanaban por medio de la voluntad de su maestro.
A la luz de su sombra se curaban los enfermos.
Ahora sana la fe y el poder de Dios.
El hijo de Dios que pueda entregarse se restablece irremediablemente, pues esta vida se eleva a sí misma en la divinidad, como también dijo el mismo Cristo.
Cuando los ciegos le pidieron llevar a cabo el milagro, después de haberse burlado primero de Él, Cristo dijo:
—Que los ciegos curen a los ciegos.

Aquí no se puede sanar, ¡se niegan los sentimientos!
Los apóstoles se entregaron a su maestro, pero también ellos tuvieron que aceptar que no podían prestar ayuda al “yo” inferior.
Aun así, después de la partida de su maestro los apóstoles vivían en ese poder e imponían sus manos.
No cada apóstol tenía el poder de curar en pensamientos, solo algunos de ellos eran capaces de hacerlo.
Pero, como ya se dijo, a su sombra se curaba el enfermo.
En ella residían el poder y la fuerza de su maestro Cristo, curaban por medio de Él.
Eso puede hacerlo cualquiera si esa persona es como un apóstol.
Ahora habla tu propia vida.
Si no es posible, acepta entonces que no estás listo para eso.
Entonces las leyes de Dios no están en tu vida, todavía tienes que despertar para este amor y para servir.
Pero quien sienta esto comprenderá que Cristo sanaba conscientemente.
Vivía en el “OMNIGRADO” divino.
Desde allí se curaba a los enfermos.
Su “OMNI-concentración” curaba al instante y esos son los milagros que también pueden vivir tus médiums si el maestro de este lado es capaz de ello.
Por lo tanto, tiene que estar presente la posibilidad; si no es el caso, entonces no puede ser, por más que se rece.
Quien pedía a los apóstoles “Ayúdame, cúrame en el nombre de Cristo”, ya se había curado.
Ese hijo creía y Cristo eleva a un hijo creyente en Su vida.
Es la voluntad de Dios, pero el hijo lo tiene que pedir.
Debido a esto millones de almas rompieron a sanar.
Hubo miles de personas, y aún vives rodeado de ellas, que dicen al paralítico:
“Levántate y anda”, pero el hombre se queda tendido.
¿Qué quiere este fantasioso?
¿Poseer lo que vivían los apóstoles?
Esta vanidad demente es ilimitada.
Ya querrían, pero no es cosa de querer, las leyes ocultas les imponen el alto, los apóstoles han vencido las enfermedades por medio de su maestro.
Los apóstoles sanaban por el poder divino de su maestro y eso ningún médium tiene que pedirlo; si es posible ocurre por sí solo y sin que se dé cuenta.
Ahora el don no fue recibido por el médium, sino por el enfermo.
El enfermo posee ahora el milagro, no el otro lado y tampoco el médium.
Y eso lo sabía Cristo y a los apóstoles se les concedió vivirlo, vivieron las leyes astrales y se entregaron a ellas.
A alguien que tiene que morir y que está al final del ciclo terrenal no se le puede sanar.
Es el significado, pero también son las leyes del karma para un enfermo.
Hay enfermos que intentan lo habido y por haber, y que sin embargo no encuentran sanación.
Entonces dominan las leyes del karma de esta vida.
El enfermo tiene que vivir algo para despertar, y es la enfermedad.
No hay un solo maestro capaz de vencer estas leyes, pues eso no es posible.
Muchísimos sanadores se encallan por esto, debido a que piensan poder curar a los enfermos a pesar de todo, pero es el alto que esta vida se impone ella misma.
Quien sí empiece como médium se estrella contra el alto de este enfermo.
El desarrollo de los apóstoles no se puede vivir de nuevo, aunque el médium del cuarto grado haya sido elevado en la vida de su maestro y puedan tener lugar sanaciones espontáneas.
No hay maestro que pueda igualar esa altura.
Cristo sanaba de la fuente divina, Él es divino y los apóstoles vivían en Su “aura”.
¿Quién quiere asimilar de este lado y en la tierra este poder y fuerza?
Eso se puede seguir, pero su posesión solo estará a nuestro alcance cuando también nosotros hayamos alcanzado las esferas divinas y la divinidad haya despertado en nuestra vida.
Antes de eso la divisa es: ¡ni tocarlo!
¡Nada de profanaciones!
La divinidad de Cristo es la animación dominadora de materia y espacio, aquella encierra la divinidad.
Pero ¡los apóstoles vivían gracias a ella!
El otro lado sigue este camino, para nosotros no hay otro para llegar al servir de Cristo.
Pero no tenemos que imaginarnos nada, primero tenemos que asimilar las leyes de Dios, solo entonces es posible ayudar a enfermos.
Antes de eso todavía estábamos contagiados y envenenados nosotros mismos.
En la tierra, pues, una persona da a la otra vida de Dios su propio veneno.
Y ¿eso tiene que sanar?
¿Tienen que sanar a tus enfermos la perdición y los sentimientos destructores?
Eso es imposible, ese médium se sirve a sí mismo y no tiene nada que dar.
Es el remedo de lo que a los apóstoles se les concedió llevar a cabo por el amor inmaculado y por su maestro.
Pero sus hierbas son nocivas, pues estas personas desconocen las enfermedades, nunca calan una enfermedad y a pesar de ello prescriben hierbas.
El otro lado no sana por medio de hierbas, el aura vital de Cristo fluye a través de nuestra vida y refuerza al hijo enfermo de Dios, pues ¡también nosotros queremos servir!
Estos maestros saben que algunas enfermedades no pueden ser vencidas, aunque parezca que no haya presencia de padecimientos.
Aun así, esos fenómenos son invencibles.
Para el enfermo es determinante la propia sintonización vital.
Si el enfermo puede entregarse por completo, ya se han vencido muchísimas cosas.
Imponer las manos puede hacerlo cualquiera, pero de algunas manos emana algo; otras, en cambio, succionan.
No hace falta que se desvista el enfermo, la desnudez es absurda, exigir esto es el deseo del instinto pasional y animal que quiere poseer el cuerpo.
Un charlatán recibe la visita de una madrecita que pide ayuda.
La mira y dice:
—Es posible, quítese la ropa, tengo que tratarle el estómago, la espalda y los hombros.
Es cierto que la mujer lo mira con extrañeza, pero será que es necesario.
Se quita la ropa.
Tiene que acostarse y él le frota, le masajea en realidad el cuerpo.
Toma media hora, hasta que el hombre mismo se ha hartado y ella puede vestirse.
Tiene que volver.
La mujer se va y cuenta su experiencia a una amiga, que le dice que esto de desvestirse no es necesario.
Su sanador dice que es un loco consciente, un demonio deseoso material.
Pero la mujer cree que el tratamiento le hace bien y sigue yendo.
Aun así no se cura y decepcionada lo abandona.
Ahora lo busca en otra parte y vuelve a parar en manos equivocadas.
Este charlatán “barriguea”, frota su barriga contra la de ella, esto seguramente la sanará.
Y ciertamente, los dolores desaparecen.
Aun así se entera de que es malo, que es la pasión del sanador y ya no quiere saber de eso.
¡Miles de personas se estrellan por tipejos como estos!
El otro lado te dice: el magnetismo vital lo penetra y atraviesa todo.
He aquí la prueba.
Una señora está siendo tratada por un médium del cuarto grado.
El médium la ayuda por medio de su maestro, pero la señora quiere que se le ayude en todos los lugares en los que cree tener dolor.
El médium irradia el sistema nervioso central y eso es suficiente, el mismo sistema nervioso se encarga del procesamiento posterior.
Pero la señora refunfuña.
Todavía le hace falta un poco a su cabeza y también le duele el brazo.
Aun así el médium hace lo que es necesario, pero más adelante le dará las pruebas por medio de su maestro.
Vuelve para otra sesión.
De pronto el médium adopta su estado y dice:
—Siéntese.

Pone sus manos debajo de los zapatos.
Después de un corto tiempo siente y ve que el dolor de muelas se ha ido, y dice:
—¿Ha desaparecido el dolor de muelas?
—¿Lo sabía?
—Ya lo ve, señora, a través del tacón de su zapato el aura penetra hasta su dolor de muela.
De aquí en adelante sanaré yo, y no usted, ¿está bien?
Se le dieron sus pruebas y su castigo, pero hacía falta.
También hay sanadores con talentos místicos, y tienen un método que solamente ellos conocen y saben usar.
Una señora llega a ver a semejante hombre, quiere que se le ayude.
“Muy bien”, dice, “es posible.
Puede desvestirse y tumbarse allí”.
La mujer hace lo que se le pide.
El hombre enciende velas y toma su violín.
Toca unas canciones hermosas y está como extasiado.
Después de media hora se detiene, el tratamiento ha terminado ¡y le cuesta diez florines!
Ella se va... para no volver.
Si hay contacto, el magnetismo vital no puede ser detenido.
Se puede sanar incluso a distancia.
Lo hacen muchísimos charlatanes, pero no logran nada, solamente el tercer y cuarto grado son capaces de hacerlo.
Ahora el médium hace lo siguiente.
El maestro ha hecho el diagnóstico y conecta al médium con el enfermo.
El médium siente esta conexión.
El tratamiento llega a la hora establecida.
El médium no hace otra cosa que sintonizar con el enfermo, ahora el maestro tiene que sanar.
Y eso para él es exactamente lo mismo que en el caso de contacto directo, ahora desciende en el enfermo por medio del médium, que ha llegado a la conciencia semidespierta, y deja allí su aura vital.
Este contacto mitad material mitad espiritual es un fenómeno físico que llegaremos a conocer más adelante, cuando sigamos los dones físicos.
Por lo tanto, por medio del aura y la unión con el médium el maestro es capaz de conectarse con el cuadro clínico, de llegar a ser uno, o el aura no será captada y por el propio estado etéreo se desliza a través del cuerpo enfermo y encima vuelve a desaparecer.
Ahora, sin embargo, el aura puede ser captada y esto solo es posible cuando el enfermo está sintonizado con las esferas de luz.
Tienen que llegar a la unión espiritual alma con alma o no tendrá efecto.
De esta manera puedes trabajar a distancia, pero esto ocurre gracias a nuestro mundo y al margen del médium, aun así el instrumento es uno solo con el estado porque el maestro tiene conexión por medio de su vida.
Pero si no hay contacto espiritual, cada nervio opone resistencia y se niega a acoger el aura vital.
También esta sanación puede ser infalible cuando se viven las leyes ocultas y los dones, o ¡es malgastar fuerzas y tiempo por nada!
Sin embargo, todo charlatán lo intenta y también ahora recibe su dinero por ello.
Es difícil, pero él ayuda.
Este charlatán solo puede influir en su propio grado de vida, no puede hacer nada por la demás vida y si aun así trata la conciencia elevada, dará su propio veneno del alma a esa vida y empeorará la enfermedad, provocará inquietud en todos esos órganos, aunque en ese momento deseara el bien.
El diablo se siente blindado contra las esferas de luz, pero no obstante quiere jugar a ser amo y señor.
Las leyes astrales y ocultas no solo le imponen el alto, sino que lo alejan a patadas, son como el látigo en las manos de Cristo cuando a azotes sacó a los deshonradores del templo, ¡y esto también es cierto para todos los que violan el don sanador!
El charlatán es tu peligro, tu pena y dolor y tu tumba.
No sirve a Cristo, sino a su propia vida, tiene que vivir y no quiere morir de hambre.
Al médium en manos de un maestro de pronto se le llama, necesitan de él.
El maestro ve lo que ha ocurrido aquí y dice:
—Hospitalización inmediata.
El charlatán que estaba tratando al enfermo había prohibido tajantemente las inyecciones prescritas por el médico.
Adiós a esa porquería, fuera de aquí, te echas a perder a ti mismo.
La gente piensa que es bueno y siguen sus consejos.
Primero tiene que ser amputada una pierna del paciente y luego la otra, el charlatán privó al hombre de la insulina.
Los médicos maldicen, pero después de un breve tiempo el paciente está de este lado.
¿Qué tienes que hacer contra este peligro?
Pedir informes de las fuerzas y los dones del médium, si hace falta de manera abierta, pues puede costarte la vida.
Solo así se neutraliza a estas personas.
¡Pasan por encima de cadáveres!
Se pueden llenar libros enteros sobre ellos, pero no es la intención, ¡estás avisado!
Cientos de víctimas han tenido que pagar su peaje, no calaron a estos “sanadores” y se entregaron a ellos.
Su aura está animalizada y solo puede contagiarte.
Te dicen que en poco tiempo estarás mejor, y al poco rato es justo lo contrario, vives entonces de este lado.
No ven, no oyen y no poseen la fuerza de los sentimientos espiritual y telepática, su instinto canino es lo único que poseen, y con él quieren sanarte.
Acumulan un error tras otro y aun así continúan, nadie los detiene y las lecciones de vida no les dicen nada.
Busca y conserva el bien, si no estás seguro del vidente, aférrate entonces a tu médico, no vayas donde el charlatán o estarás perdido.
Cuando esta gente se pone con actitudes de apóstoles, estate alerta, ¡representan lo falso!
Más adelante los parapsicólogos combatirán este defecto e impondrán un alto al charlatán.
Todo médium tiene que someterse a pruebas y entonces se verá quién posee dones, ¡solo entonces quedarás librado de todo este peligro oculto!
Ya vendrá, y pronto, además, pues el Siglo de Cristo no tolerará más que se mancillen los dones espirituales.
Cristo murió por ello y Dios no puede aprobarlo más tiempo.
Los médiums en nuestras manos pueden sanar.
Pero cuando ni el médico ni las leyes ocultas pueden ofrecer remedio, solo queda el amor inmaculado, sintonizado con la vida directa, solo el amor de alma en alma, que, percibido espiritualmente, lo supera todo: entonces estás abierto a Cristo.
En el futuro no harán falta médiums ni médicos, de este lado está preparado un instrumento técnico que hará que se disuelvan todas las enfermedades.
En el libro “Los pueblos de la tierra” describí el gran milagro y si lo lees podrás convencerte de eso.
Hay personas que piensan que un médium no tiene que transmitir sus fuerzas por nada de nada.
Lo que han recibido no debe ser mancillado por nada del mundo.
También eso son disparates.
¿Cómo se supone que debemos mantener a nuestros instrumentos que se entregan a fondo por su tarea?
¿Con qué han de mantener las fuerzas si no pueden comprar comida?
No se puede vivir solo de fuerza astral, los maestros dicen cómo tienen que vivir los enfermos, pero también cómo el instrumento mantiene la salud.
El tratamiento tiene que ser pagado: quien tiene mucho, paga también por los pobres, a los que se les ayudará gratis.
Nosotros nos encargamos de que no haya ganancias usurarias, ni un solo instrumento en nuestras manos es capaz de eso, no cobramos montos elevados por el diagnóstico hecho, miramos a través de tu vida y solo entonces constatamos tu don material.
El instrumento verdadero no comete pecados si tiene que aceptar algo de dinero, a los buenos de por sí ya les parece tremendo tener que aceptar dinero, preferirían verse liberados de eso.
Pero ¿es posible?
Si sientes esto, tampoco tiene importancia ya.
Si percibimos que el instrumento tiene la fiebre del dinero, el médium se verá inmediatamente solo y el otro lado se retirará.
Cuando leas esto, no pases a mandar enfermos a nuestro instrumento, su maestro le encargó abandonar la sanación, por más imponente y hermosa que sea; recibirá otra tarea.
Ahora el otro lado quiere alcanzar la vida interior y mejorarla, y para eso se echa mano de todas las fuerzas presentes.
Pero estás avisado.
Te digo: para Dios todo es posible si conoces las leyes y tu propio karma no te impone el alto.
Cristo es y seguirá siendo la animación viva para tu vida, para sus enfermedades y para tu vida después de la muerte.
Por medio de Cristo al erudito astral, por medio de él a tu propio yo, entonces llega por sí sola la inclinación de la cabeza.
¡Entonces es posible la sanación!
¡Estás abierto a Dios!