La clarividencia material

El Dios de todo lo que vive puso dones espirituales en las manos de los seres humanos, para que pudieran vivir la unión con Él, para poder consolarlos y servirlos, y para hacerlos despertar en el espíritu.
Pero ¿cómo se ha comprendido toda esa sacralidad?
¿Qué ha sido de esta ciencia sagrada?
Dios dijo a Sus hijos:
“Siéntense (Sentaos) conmigo, pero no olviden (olvidéis) jamás que están (estáis) en tierra sagrada”.
¿Cómo se ha comprendido eso de sentarse?
¡El ser humano ha tomado los dones en sus manos y los ha mancillado inhumanamente!
Ni un solo don espiritual se libró de eso, todos esos tesoros espirituales, que habían sido dados para llegar a ir adentro de lo divino, fueron animalizados, ¡consciente e inconscientemente!
¿Fue adentro el ser humano? Y ¿llegó a conocer la mística inmaculada de los dones espirituales?
¿Qué quedó de eso?
¿Qué don ha sido más violado?
Si hay un solo don que se ha mancillado, es la clarividencia.
Hay muchas personas que son clarividentes y que dan muestras de que poseen dones espirituales —de los que sin embargo no comprenden nada—, debido a que este don espiritual tiene sintonización inmediata con los sentimientos materiales y a que la madre naturaleza se lo dio al ser humano.
Pero esta clarividencia proviene de la personalidad, de los sentimientos, y no tiene nada que ver con el sexto sentido.
Te lo demostraré de diferentes maneras.
Cada perro y gato, incluso el insecto más insignificante, posee esta sensibilidad material.
Es la sensibilidad corporal por la que reacciona el alma y que tiene que representar la personalidad.
Sin embargo hay personas que han potenciado esta clarividencia innata hasta elevarlo hasta ser un milagro mundial y así demuestran que ni siquiera comprenden este talento recibido, o no lo habrían mencionado.
Los animales perciben con nitidez a la especie que pertenezca al mismo grado de vida, y esta intuición es también un grado de clarividencia.
Es decir, también para este don llegamos a conocer los grados.
A la clarividencia la rigen siete grados, que encontramos en la sintonización humana y que pueden ser preanimales, animales, basto materiales, materiales y espirituales.
Cada ser humano representa la propia sintonización vital, y esta indica en qué grado vive la vida interior.
Por lo tanto, la clarividencia puede ser preanimal y a la vez espiritual, pero entonces la clarividencia es un don y está en nuestras manos.
El hombre, al igual que el animal, posee la clarividencia material y piensa, por tanto, poseer dones espirituales, lo que sin embargo no es posible.
Quiero intentar aclararte todo esto.
¿Cómo se han hecho con esta clarividencia todos tus clarividentes y psicometristas?
¿Poseen estas personas de verdad dones espirituales?
¿Vino a ellos el otro lado para permitir que la verdadera clarividencia espiritual fuera mancillada por ellos?
Es decir, ¿han sido dotadas por el mundo astral estas personas?
Ni una sola de estas personas tiene certeza.
Tus cartománticos, psicometristas y clarividentes, tus adivinos: son famosos en el mundo entero y sin embargo no se conocen a sí mismos.
Lo que estas personas poseen se establece por medio de la intuición.
¡No poseen otra cosa!
No poseen la verdadera clarividencia.
Pero por esta intuición material parece como si poseyeran clarividencia.
Toda la naturaleza posee esta sensibilidad, el insecto más insignificante lo ha recibido de la madre naturaleza, y no es nada particular.
Solo pocas personas en la tierra conocen esta realidad.
Porque estos clarividentes tampoco pueden saberlo, y sin embargo gritan a los cuatro vientos que son clarividentes y famosos en el mundo entero.
Pero ¿te lo crees?
Su clarividencia no es capaz de superar la propia conciencia; percibir la conciencia elevada no les es posible en absoluto, pisan la tierra con demasiada firmeza y no pueden vivir el desprenderse de la tierra.
¡Su clarividencia no significa nada para nuestro mundo!
Hablé de eso en mi introducción.
La madre tierra creó siete grados materiales y siete grados internos para el ser humano.
Un poco después te aclaré que todos ellos tienen que ser vividos por ti como ser humano si quieres alcanzar lo más elevado para la tierra, (el séptimo grado de vida material al que pertenece) la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Y la conciencia más elevada forma parte de la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Esa conciencia está anclada en el organismo y es una posesión adquirida de la madre naturaleza.
Y ahora que sabemos que la conciencia es sensibilidad, te debe haber quedado claro a dónde quiero ir por medio de lo que tus clarividentes “ven”.
Esto solo ocurre por la intuición del propio grado de conciencia.
Ellos solo perciben, ¡no hay más!
¿Y esta es la gente que quiere ayudar a todos los que buscan?
Ahora que Cristo ha despertado a sacudidas la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), un sinnúmero de personas buscan el sentido donde tus clarividentes, que en su grado no pueden ser clarividentes en el espíritu.
¿Qué ocurre, pues, cuando empiezan a ver?
Vale la pena seguirlo, porque así llegas a conocer bien a todos estos maníacos.
Cuando estos clarividentes intentan sintonizar con nuestra vida —lo que no es posible, debido a que no poseen el tercer grado para los sentimientos— se lleva a cabo esta intuición de otro grado de vida y adoptan pensamientos.
Para esas personas, esto se ha convertido en una ley vital, que funciona naturalmente y que han podido asimilar porque la naturaleza recibió el pensamiento de fondo.
Esta intuición funciona por sí solo.
No tienen que esforzarse por ello, cualquier animal puede hacerlo.
Sin embargo, estos clarividentes no son capaces de mirar por encima de su propia conciencia, ahora no poseen los dones espirituales.
Y el otro lado no los ayudará para su terrible existencia, puesto que su vida está sintonizada con las tinieblas.
Ese grado de vida más elevado es demasiado etéreo para estas personas, lo que es muy natural.
Y es por eso que intuyen únicamente a su propia especie y tienen la sensación de que pueden mirar verdaderamente dentro de esa vida.
No comprenden que el otro lado ha mantenido en sus propias manos la clarividencia espiritual ni tampoco quieren saber nada de eso, pues ninguna de todas estas personas quiere perder esa vida, porque por medio de ella encuentran su existencia.
No aceptarán que se encuentran impotentes ante el don verdadero, aunque cometan errores por los que se puede constatar que no ven.
Estos tipos continúan tranquilamente sin que les importen nada todos los sinsentidos que profieren; son y seguirán siendo clarividentes.
El otro lado no tiene la intención de predecirte el futuro.
Si lo hiciéramos, tendrías que aceptarlo todo, pero sabríamos entonces que perecerías bajo la carga de tu futuro.
Y no es solo por eso que no hacemos predicciones, intervendríamos entonces en tu propia vida y leyes, por los que se te vive, esto no lo intentará jamás ni un solo espíritu de la luz, o tu vida se detendría.
Ahora no servimos al despertar en el espíritu, sino a la destrucción espiritual.
Y definitivamente no es todo aún, pues también haría que descendiéramos en el lodo y el fango de tus clarividentes, un honor que rechazamos, porque hemos llegado a conocer a Cristo.
¿Qué ocurre, pues, cuando empiezan a ver?
¿En qué estado te encuentras cuando tienen que ver por ti?
¿Deseas que miren en tu vida?
¿Qué viven estos famosos cuando tienen tu retrato en sus manos, cuando practican la psicometría y hacen como si tuvieran cielo y tierra en su bolsillo?
¿Conoces su estado?
Ahora que sabes cómo reaccionan los grados de los sentimientos, debe quedarte claro.
Pero hay todavía muchísimo más por lo que puedo demostrar que solo sienten y que no poseen el don de la clarividencia.
Para el otro lado estos son tus charlatanes, los ocultistas callejeros y caseros de Occidente, representan el engaño consciente.
Son desvergonzadamente insensibles, malos sin corazón, pues violan tu vida y la de los demás, pasan por encima de cadáveres.
Son los parásitos en este terreno los que chantajean a los ingenuos.
Se envuelven en un velo de misterio y solo lo hacen para ocultar su incapacidad.
Tu telépata vive esta sensibilidad, porque con ella efectúa sus misiones y con esta intuición ha alcanzado lo más elevado.
Aunque sintonice con su propia especie, su intuición se ha convertido en arte espiritual.
Lo hace para asegurarte una noche agradable.
En esta intuición, el telépata ha llegado a la unión con la demás vida y ahora adopta pensamientos.
Pero en ocasiones ocurre que siente erróneamente y que no tiene contacto.
Ahora está ante la otra especie, un grado de vida elevado, y este es demasiado etéreo para él.
Ahora tiene que aceptar su impotencia, es el límite de su sentir, y comete errores.
Ahora su sentir te atraviesa, no llega la unión espiritual, y sin embargo debería haber intuido tus pensamientos.
Para el telépata su acompañante es el contacto, para el clarividente también, o es un objeto, en la intuición no hay diferencia.
El telépata encuentra a su propia especie entre todas esas personas a las que ofrece su representación, eso no afecta con tanta frecuencia al clarividente y suele estar equivocado, o suelta disparates y piensa que está vendiendo sabiduría vital.
Los clarividentes y psicometristas ejercen y viven este estado a diario, pero no pueden alcanzar la altura de tu telépata, porque ha alcanzado lo más elevado en esta intuición.
Si un clarividente pudiera elevarse más, créeme, querría dar ese salto enseguida, pero le es imposible.
El telépata vive ahora el pleno cien por ciento —es lo que él mismo piensa—, pero tampoco es posible siquiera, o también él sería un milagro mundial.
Sus sentimientos están divididos, y por eso no puede vivir lo sobrehumano.
No obstante, está por encima del clarividente en su propio grado de vida.
Y también él es clarividente, pues ve en este estado.
La intuición de su misión atrae ahora la clarividencia material y la despierta y la vuelve consciente, pues la intuición y la clarividencia son un solo suceso, son hermanitos, ambas expresiones de vida representan la intuición y pueden hacerse espirituales.
La clariaudiencia está detrás de eso, pues la personalidad se sintoniza con ella; después esta expresión llega a funcionar.
Por lo tanto, la clarividencia atrae la clariaudiencia, es un solo suceso, un solo don, que emana de los sentimientos.
¡Es decir que estas personas ven y sienten por medio de la posesión recibida de la madre naturaleza, como también intuye la otra vida un habitante de la selva!
Por lo tanto, es imposible que estos videntes sean clarividentes por nuestro mundo, pues su propia personalidad siente y es activa, y ahora no puede ser alcanzada.
La clarividencia espiritual es algo muy distinto.
Pero por medio de esta intuición se originaron la telepatía y la clarividencia material.
Por lo tanto, tus clarividentes y psicometristas esgrimen algo que todo perro ha recibido y que en realidad no es nada particular.
La clarividencia espiritual vive de este lado y ellos piensan ahora que ese don está en manos suyas, pero no es cierto en absoluto.
Porque eso no puede ser, y te lo demostraré.
Lo que vive tu telépata es la intuición material de su misión.
Sin embargo, además hay telepatía espiritual, pero también esa la tenemos en nuestras propias manos, pues tiene sintonización con nuestra vida.
No quita que el ser humano pueda conectarse con otros grados, pues Dios nos dio esta sensibilidad y la ancló en el organismo material.
Ahora habla para ti como ser humano la conciencia adquirida, la personalidad, pues crea y actúa por esa sensibilidad recibida.
Esta sensibilidad la posee también tu pintor, pues te aclaré su vida interior.
Para las ciencias y el arte es exactamente lo mismo, todos viven una sola ley, pero esta llega a funcionar gracias a su propio grado de vida y sintonización.
El pintor pinta por medio de eso, el hombre de estudios estudia y el telépata siente por su posesión y es un representante del pensamiento espiritual, un grado de la clarividencia espiritual.
Si ahora el telépata está sintonizado espiritualmente, está abierto a la inspiración espiritual y sería capaz de recibirla, por lo menos si quisiera servir para nuestro mundo.
La mayoría de las veces, no obstante, estas personas quieren ser algo ellas mismas y por lo tanto actúan por sus propias fuerzas.
Si pudiera servir como persona sensible para nuestro mundo, convertiríamos su grado de los sentimientos en un instrumento sensible a la clarividencia espiritual, pero no sintoniza con ello.
Ahora bien, mientras quiera vivir la telepatía, él mismo pensará y sentirá, y para los dones espirituales exigimos entrega y pasividad totales.
Por eso sigue intuyendo espiritualmente, y ahora nunca podrá alcanzar la altura espiritual.
¡Se cierra él mismo a la conciencia superior!
Mira, esto es la imponente diferencia de pensar y sentir entre nuestro mundo y el tuyo, y solo nosotros podemos salvar ese abismo.
También nosotros percibimos y desde una gran distancia adoptamos pensamientos, pues eso pertenece a nuestra vida y a nuestra propia posesión, vivimos en esa conciencia y hemos podido asimilarla.
Si hace falta, adoptamos de manera muy nítida e infalible tus pensamientos y deseos no pronunciados y también de paso te respondemos, pero entonces no nos sentirás.
Nuestros pensamientos te atraviesan y aun así no llegas a reaccionar, o tendrías que ser clarisintiente con sintonización espiritual y vivir en armonía con nuestras vidas.
Solo algunas personas saben hacer eso y suelen ser médiums que pueden adoptar nuestros pensamientos, a saber consciente e inconscientemente.
Nadie puede alcanzar lo más elevado en esto, o serías de verdad un milagro mundial, vivirías entonces en dos mundos a la vez de los que dominaría nuestra vida por una fuerza de la cuarta esfera, pero eso no puede ser.
Todavía tienes que despertar para esta altura y este grado de vida.
Si esto fuera así, podrías recibir mensajes desde todos los lugares de la tierra y transmitirlos textualmente.
Oriente ni siquiera ha alcanzado esta clariaudiencia y Occidente, comparado con Oriente, está muy atrasado en esto.
No hay telépatas en la tierra que hayan alcanzado esta altura ni tampoco un solo clarividente, porque entonces la vida material quedaría aplastada por la astral, y la conciencia terrenal no puede procesar esto.
En Oriente viven algunos buenos, pero tampoco ellos han alcanzado esta altura, lo que han tenido que aceptar.
El Antiguo Egipto ha vivido esta sintonización por el otro lado, pero ya no era posesión propia, este ver y esta clariaudiencia eran recibidos ahora.
Por esto puedo demostrarte que también tu telépata funciona a media intensidad, porque no puede vivir el grado espiritual y porque su vida está dividida de manera natural.
Si tu vidente y telépata llegan más arriba, estarán ante las leyes ocultas y no podrán avanzar más.
Ahora esto es el alto espiritual para la adopción de pensamientos y para la predicción de futuro del psicometrista.
Ninguno de los dos se puede escapar.
¡Aquí te doy un ejemplo de telepatía espiritual!
Mi maestro ha encargado a su alumno pintar por medio de su médium un arreglo floral espiritual, de ciento cincuenta por ciento veinte centímetros, flores espirituales bajo la cruz, lo que significa amor.
El maestro Yongchi pinta y termina la pintura.
En el taller están presentes algunos amigos y amigas del médium.
Una de las hermanas reza por el maestro Yongchi y cuando está lista con eso pide en pensamientos al pintor espiritual que si no estaría dispuesto a hacerle un pequeño arreglo insignificante a ella.
Le haría tan feliz si le fuera concedido recibirlo de sus manos.
El maestro Yongchi sigue pintando y después de trabajar con seriedad y concentración se termina la pintura.
Pero ahora toma dos tablillas, pinta en cada una de ellas en solo diez minutos una hermosa flor debajo de la cruz.
Toma una de las tablillas en sus manos y mira a Martje a los ojos, aunque sin decir nada.
Pero ella sabe que su oración ha sido escuchada y está tan emocionada de alegría que las lágrimas le bajan rodando por las mejillas.
También su hermana Neeltje recibe su simbolismo y se siente contenta de que el otro lado tampoco se haya olvidado de ella.
En un tiempo tan corto, el maestro Yongchi hizo dos pequeñas piezas, diferentes en realización y color, espiritualmente inmaculadas e irradiando luz como el aura del Dios vivo, de color violeta dorado y morado azulado, que de este lado representan el amor inmaculado.
Esto es ahora la telepatía que es espiritual, el grado más elevado que pertenece a nuestra vida.
Nuestro médium no pudo acoger estos pensamientos, porque estaba inconsciente.
Y aunque estuviera en la vida de la conciencia diurna, ni siquiera entonces sería capaz, o podría decir: soy un milagro mundial, pero no lo es, esta sensibilidad no le pertenecía.
¿O crees que esto, a pesar de todo, sea posible?
Ya le gustaría, pero esta sensibilidad es del maestro Yongchi.
Sin embargo, el médium vivió el suceso, pues ocurría por medio de su organismo mientras pintaba.
Yongchi adopta infaliblemente estos pensamientos; mientras él mismo está sintonizado con su arte, no obstante los pensamientos emitidos llegan a su conciencia y los adopta de Martje.
Esos pensamientos lo alcanzan mientras pinta, apoyan su trabajo y significan amor.
Y Yongchi los convirtió en amor, representó estos pensamientos en arte espiritual y puso la felicidad de las esferas en las manos de ella.
¡Al encargo no le faltaba nada!
Pero no solo eso; Martje se sintió acogida, elevada en la vida de este maestro, se sentía portada por su gran intuición y todavía permaneció un tiempo considerable en ella, durante días.
Y donde está ella puedes admirar la imagen del espíritu recibida, ni un solo segundo se aleja de ella, donde está ella vive el maestro Yongchi.
Verdaderamente vale la pena dar algo desde nuestra vida a un hijo de Dios, y esto seguramente lo habrá percibido el maestro Yongchi.
Esa mañana, mi maestro y otras personalidades astrales siguieron al maestro Yongchi y querían vivir el milagro de cómo Yongchi terminaba la pieza grande en solo cuatro horas.
Cuando estuvo lista, dedicó la pintura espiritual a Cristo, en agradecimiento por la gracia de que le fuera concedido pintar en la tierra después de su muerte terrenal.
Ya solo pintar dos arreglos florales en diez minutos es un milagro, luego la adopción de los pensamientos, no hay un solo telépata de la tierra capaz de hacer esto, es el grado astral, la unión de sentimiento en sentimiento, en la que se vive sin embargo la propia división.
Porque Yongchi está trabajando, sintonizado al cien por ciento con el arte, y sin embargo adopta pensamientos.
Para nosotros de este lado esta adopción es muy sencilla; para ustedes (vosotros) en la tierra es inescrutable y parece sobrenatural.
Todo espíritu de la luz sabe hacerlo.
Si estamos vacíos o completamente llenos, si nos llegan los pensamientos terrenales, estos sentimientos tocan irrevocablemente nuestro sentir y pensar conscientes, porque tus pensamientos están materialmente cargados.
De nuestro lado adoptamos los pensamientos de todos los grados que viven bajo nuestra propia sintonización.
Que se ubican en un lugar más elevado y que son emitidos desde allí; atraviesan nuestra vida porque todavía hemos de despertar a esos pensamientos y sentimientos.
Ahora bien, si una oración es verdaderamente amorosa, si ese pensamiento emitido toca nuestra vida y nos da amor, entonces ese pensamiento penetra en nuestra vida, por sí solo se fija como una ventosa a nuestra conciencia y podemos percibir la personalidad.
Esta imagen está anclada al pensamiento y se puede percibir de manera infalible.
Es por esto que Yongchi supo con precisión que Martje había hecho esa pregunta.
Pero tampoco tu telépata hace otra cosa.
Y para él es posible, desprendido por completo de todo contacto, ver claramente y llevar a cabo su misión.
Sus acciones son materiales, las nuestras espirituales e infalibles.
El médium no puede hacer esto.
Así que si no hubiera pervivencia, si pintaba el propio médium, entonces Martje nunca habría recibido su arreglo floral.
Así que por medio de esto puedes aceptar que cuando estamos en la tierra, el intelecto pensante está presente a pesar de todo, y que continúas después de tu vida.
La personalidad astral es consciente de tu vida y ha seguido siendo humana, en nada hemos cambiado después de la muerte.
La telepatía espiritual es un grado de vida consciente, la material pertenece a tu propia vida y puede ser preanimal.
Por lo tanto, quiero demostrarte que esta telepatía, esta transmisión de pensamientos, es la más elevada que puedes vivir como ser humano, pero entonces eres un maestro para este lado y estás en manos de un maestro astral.
Un telépata no quiere eso y ahora tiene que aceptar que no se elevará más de lo que experimenta ahora.
También puedo demostrarte que los grados astrales distinguen claramente y que un grado está separado de otro por un desfiladero.
Ese desfiladero solo puede ser salvado dando amor a otros, sirviendo la vida de Dios, solo entonces se puede alcanzar el grado espiritual.
Es decir, los grados preanimales de la jungla, esas personas todavía tienen que vivir miles de vidas antes de que hayan alcanzado tu propio grado de vida.
¡No alcanzas nada para las leyes astrales en una sola vida!
Entonces todavía te demuestro que estos sentimientos y pensamientos son intuición, y que por esta percepción se manifiestan la clarividencia y la clariaudiencia.
Solo ahora podemos seguir a tus charlatanes.
Todos tus clarividentes creen que poseen los dones espirituales.
Ahora tiene que hablar el grado de la clarividencia, pues también este don tiene siete grados.
Sin embargo, estas personas no poseen grados, se encuentran ahora en los dos primeros grados de los sentimientos, de los que te hablé y que analicé a fondo, de modo que ahora puedes seguirme.
Todos tus pintores en los dos primeros grados viven en eso, y es lo mismo para los dones espirituales.
Si intuyes estos grados, te aseguro que por esta intuición asimilas una sabiduría enorme, y entonces puedes sondar y analizar naturalmente en lo espiritual a todo médium.
Estos clarividentes se nutren de sí mismos.
Si estas personas tuvieran la sensibilidad para el don espiritual, de nuevo te aseguro que entonces dejarían irremediablemente de hacer lo que hacen ahora y que les gustaría ir más arriba, lo que a su vez no es posible.
No tienen nada de este fuego sagrado, son clarividentes por el organismo material y nunca son capaces de llevar a cabo trabajo espiritual.
Por lo tanto, no se puede vivir un grado más elevado, en esto tienen que aceptar su impotencia.
Lo que estas personas sí poseen es la ilusión del telépata, ha alcanzado lo más elevado en esta percepción.
¡No salen de ella!
Cualquier tipo de raza (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) percibe ahora desde esa sintonización la propia especie.
Un habitante de la selva a su vez es muy exacto en esto, porque esta vida no conoce tu división y sigue siendo naturalmente inmaculado.
Si estás conectado con otro grado, si has llegado a la unión interior, entonces se establece la conexión telepática, lo que significa llegar a la unión de sentimiento a sentimiento, y entonces adoptas ese otro pensamiento.
Pero también en esto vives tu propio límite natural.
Y eso lo viven numerosas personas.
Cuando ocurre estarás en armonía con aquella otra vida.
Algunas personas viven esto de manera inconsciente, tus clarividentes y los que te predicen el futuro, tus psicometristas lo hacen conscientemente y buscan ahora esa unión interior.
Si eres de otro grado de vida, entonces se estrellarán contra tu vida y estarán impotentes.
Te lo puedo demostrar y aclarártelo por medio de un sinnúmero de ejemplos que también tu posees esta clarividencia espiritual, pues también la tienen tu perro y tu gato.
¿No intuyen los animales de antemano que te acercas?
¿No te prueban que reaccionan con muchísima agudeza a tu propia vida?
¿No se dice: “Si pudieran hablar, te lo dirían”?
Prueba que los animales intuyen.
¿Por qué no poseerías entonces como ser humano esta clarividencia material?
Aquí el ejemplo.
Estás tranquilamente leyendo en tu silla, pero de pronto, incluso mientras lees, te entran pensamientos, y estos te dicen que alguien está de camino.
Sabes con certeza que llegará la persona en cuestión.
Un poco después la tienes delante.
Curioso, ¿no?
A la mayoría de las personas le parece de lo más normal, cosas así ocurren casi todos los días, les pasan a todos, a todos les ocurre en ocasiones.
Nada especial.
Y sin embargo los espiritistas dicen que eres clarividente.
Y tus clarividentes y psicometristas dicen que son mundialmente famosos.
También ellos ven y sienten por medio de esto.
Esta posibilidad te lleva a la clarividencia material.
Por esta intuición estás sintonizado conscientemente con tu propia especie, pues si hubiera sido otro grado, no habrías podido sentir nada de antemano, esos pensamientos vuelven a atravesar tu vida, ¡son demasiado etéreos!
Pero percibiste de antemano que llegarán esas personas.
El espiritista dice: “Te advirtió el otro lado.
Eres un médium”.
Tú dices: “Tonterías”.
Y así es, esta clarividencia no significa nada para nosotros.
Y sin embargo miles de espiritistas se nutren de esta posesión recibida de la madre naturaleza, y llegan a estar ahora ante problemas, pues los mensajes no valen.
Una y otra vez tienen que aceptar que se han equivocado.
Y también todos tus clarividentes, pues solo el grado espiritual está conectado con nuestra vida, ¡todas estas otras personas viven sus propios pensamientos y intuición!
Nada más, pero tampoco nada menos.
El espiritista dice ahora que estos pensamientos están impresos en tu vida, y que lo hizo el otro lado, así que tal vez tu padre o madre.
Ahora, sin embargo, esos pensamientos venían de tu propia especie y los adoptabas de manera infalible.
Ahora los charlatanes piensan que poseen dones.
¿Entiendes ahora por qué ven y practican la psicometría?
Esta es la clarividencia innata que pertenece a tu organismo.
Es una fuerza material que es adoptada por la vida del alma.
Ahora muchos se hacen pasar por médiums y poseen dones, pues en ocasiones pueden decir algo de antemano y por lo tanto se empeñan en seguir por este camino.
Pero todas estas personas se estrellan, pues tarde o temprano quieren elevarse más todavía, y eso es imposible.
Por esto se fueron destacando los charlatanes.
No hay calle en la tierra en la que no vivan videntes, hombres y mujeres.
Todos tienen una manera propia de ver que llegaremos a conocer más adelante.
El mundo animal tiene una sintonización infalible, ellos no, porque estas personas representan la mentira y el engaño.
No se cortan con predecirte tranquilamente que tienes cáncer y que morirás pronto.
Ni un solo espíritu de este lado considera meterte miedos innecesarios y amargarte así, durante años, la vida, que de por sí ya es suficientemente difícil.
Pero cuando alguna vez se culminan dando en el blanco, no dudan un segundo más de su propia visión y siguen con toda calma.
Sin embargo, esos aciertos son raros.
Suelen ser puros sinsentidos y aun así hacen que se les pague por ellos.
Esto es su vida en la sociedad y esto, pues, es lo que intentamos anular, demolerlos si es posible, hasta que empiecen otra vida.
Hemos llegado para advertirte de esta clase de personas.
Y más adelante tendrás que admitir que también tú los has llegado a conocer y por tanto desde ahora puedes estar alerta.
He aquí otro ejemplo.
Estás fuera, dando un paseo.
De pronto piensas en alguien y un poco después te encuentras con ese hombre o esa mujer.
Otra vez curioso.
Dices: “Hablando del rey de Roma, por la puerta asoma”.
Y así es.
Este hombre pertenece a tu propia sintonización vital, es de tu tipo y grado de vida, has captado sus pensamientos.
Esto es la intuición y por esta sensación creadora vives la clarividencia, pues claramente llegaste a ver una imagen ante ti.
Incluso reconociste a aquellos otros, así de nítida es la reacción de tu propio grado de vida.
Los charlatanes dicen: “Esto es la clarividencia”, y con eso quieren decir lo que tiene de sobrenatural el sexto sentido.
Pero no es así en absoluto, solo que eso hace que puedan ver para las masas, y venden nuestro mundo.
Ahora bien, si te ocupas de esto diariamente, ¿no pensarías entonces que se puede aprovechar para algo?
Pues es lo que hacen tus charlatanes.
Son omnipotentes, lo manejan todo el santo día, día y noche están ocupados succionando la otra vida que llega a ellos hasta dejarla vacía.
Y esos pocos aciertos son su sabiduría vital, todas las demás veces soltaban tonterías.
Pero te hablan de nuestra vida, te transmiten mensajes espirituales, establecen su diagnóstico y te prescriben cómo vivir, pero sin conocerse ellos mismos, descargan todo en su líder espiritual, que los ayuda en todo.
No saben si es posible.
Pero ahora hemos llegado nosotros para decirlo, ¡tienen que saberlo!
Te aclaré que nuestros médiums tienen que mantenerse pasivos, pero estos tipejos no paran ni de día ni de noche ¡y por lo tanto no pueden recibir la clarividencia espiritual!
Otras personas, a su vez, viven esta adopción de pensamientos de otra manera.
Incluso dormido puedes acoger pensamientos de tu propia especie, también ahora tu grado de vida los acoge y los transmite a la conciencia diurna.
Estos pensamientos captados en sueños, y por lo tanto en un estado inconsciente, aun así te despiertan y tienes que escuchar, lo quieras o no, a tal grado se puede influir en tu vida mientras duermes.
Al despertar sabes con exactitud lo que has sentido, incluso lo que has soñado, a pesar de eso ha llegado hasta ti.
También hay personas que viven sus fenómenos a su vez de otras maneras, entre ellas por el miedo, uno que les llega así como así y que les amarga la vida.
Este miedo se va imponiendo a su vida y ellos no pueden liberarse de él, hasta que saben por qué razón han entrado en ellos esos fenómenos.
Pero su propio grado de vida los metió en este estado.
He aquí una imagen así.
Una chica está de empleada en algún lugar, ha dejado su casa, tiene treinta años y de pronto siente que le va entrando el miedo.
Lo siente durante días y haga lo que haga, nada la ayuda, el miedo sigue imponiéndose a su vida.
No sabe qué hacer y piensa: ‘Ojalá no pase nada terrible’.
Su personalidad entera ha quedado tocada por ello, el miedo la domina en todo y le impide conciliar el sueño.
Hace que se ponga triste, si dura mucho más se le vendrá abajo el sistema nervioso.
Unos días más tarde recibe el mensaje de que su madre está enferma.
Adiós al miedo.
Ahora lo sabe.
Por eso le entró ese miedo y piensa que va a ser lo peor.
Y miles de personas viven algo parecido.
Los espiritistas ya vuelven a decir: “Por supuesto que el otro lado la puso sobre aviso”.
Nosotros decimos: “Es posible”, pero ahora era su propio grado de vida, pues la otra hija no sentía nada.
El espiritista todavía puede decir: “Esa no era sensible, esa chica no se podía alcanzar”.
También eso es posible, pero yo mismo examiné este suceso, fui uno solo con la madre y viví lo siguiente.
Quiero demostrar a los espiritistas que no todo tiene que venir desde este lado, nunca pueden negar la fuerza propia del ser humano, eso también está mal.
Esos pensamientos, representados por el miedo, se los mandaron su propio grado de vida, su madre.
Acogió sus sentimientos, de los que no podía liberarse.
Su madre pensaba en ella, pero ni un solo segundo en el momento en que moriría, esos pensamientos no se le habían ocurrido.
Se sentía enferma y lo escribía, pero tampoco nada más.
Pensaba en sus hijas como lo harán miles de madres si las asalta una enfermedad.
La madre no sufría, y la chica podía estar contenta.
Pensaba ir a casa, pero cambió de parecer y escribió pidiendo más detalles.
La madre contestó que no tenía que preocuparse.
Pero el miedo vuelve y la chica sigue estando inquieta.
Visita a un clarividente y quiere saber lo que significa su miedo.
—Toma —dice al vidente—, una foto de mi madre.

El hombre toma la foto en las manos, sintoniza con el pequeño retrato.
Lo frota, siente, sigue sintiendo.
Está pensando, según ve la chica.
Mira a la muchacha, la examina, la sonda interiormente, quiere sentir su miedo.
La chica se ruboriza, se pone como un tomate, no sabe por qué.
En realidad siente que se está poniendo nerviosa.
Hay algo.
¿Qué es?
El hombre sigue sintiendo, entonces dice de repente:
—Es una enfermedad.
Ella no está bien y eso te preocupa.
Nada grave, hija, nada peligroso, mujercita, no te preocupes.
No es nada.
Habla un poco más sobre un hombre que es tenebroso y que quiere obstruirle el camino.
De repente piensa que está casada, ve a sus hijos, dos niños y una niña, y piensa entonces que ya basta.
La mujer se va y solo cree esa única cosa, su madre mejorará, lo demás no lo comprende, pues no tiene hijos.
Sigue sintiéndose temerosa, el miedo vuelve, incluso más intenso.
Dos días después se entera de que su madre ha fallecido.
Maldice su vacilación, debería haber seguir sus sentimientos y haber visitado a su madre.
Sin embargo, la madre hizo la transición por un infarto cardíaco.
Ahora bien, lo que me importa es lo siguiente.
Quiero demostrarte por esto que puedes sentir con antelación y ver con claridad por tu propio grado de vida.
La chica sentía, pero no sabía que era su madre la que le mandaba el miedo.
La madre no sentía que moriría y sin embargo la enfermedad le decía a su hija que la muerte la llamaría.
La muerte ahora es más nítida que el yo de la conciencia diurna de la madre.
La muerte vivía detrás de esta enfermedad, la madre solo estaba indispuesta por un resfriado, de modo que no pensó ni un instante que cambiaría la vida terrenal por la eterna.
En esto, no obstante, la muerte es la que predice conscientemente, el sentimiento de miedo puso infaliblemente en su hija el subconsciente de la madre.
En su aura vivía la muerte, y esa muerte la sentía la chica, pero el clarividente no se dio cuenta, solo adoptó de ella que alguien estaba enfermo, la persona del pequeño retrato.
Miles de madres piensan en sus hijos, hay quienes perciben algo y que pueden adoptar todo de la propia especie; otras criaturas no sienten nada, por más que se amen entre ellos.
Este lazo se debía a que la chica y su madre pertenecían a un solo grado de vida.
El subconsciente de la madre mandaba esta fuerza a la chica.
Esta muchacha y el clarividente sienten, y de los dos, la chica es más sensitiva que el vidente.
Si esta chica hubiera podido darse cuenta un momento, si hubiera podido tener una clara conciencia de que era un asunto serio y si hubiera acogido con disposición estos pensamientos en ella tan solo durante unos minutos, habría podido percibir imágenes y se habría manifestado la clarividencia.
Sin embargo, no lo hizo, aunque siguiera sintiendo su miedo, del que el vidente en realidad no siente nada, aunque intente conectarse con ella.
Cuando la chica se ruborizó, cuando hubo algo a lo que no podía encontrar respuesta, el vidente vivía en su aura, pero no podía encontrarla.
Quería intuir el miedo de ella y luego sintonizar con él para llegar a averiguar cuál era la causa.
Pero no la toca, no logra entrar en contacto y eso no coló.
Siente enfermedad, lo único que entra en él, y ahora el hombre dice sinsentidos, pues tiene que contentarla, solo la imagen de la enfermedad es demasiado poco por dos florines cincuenta.
En ocasiones, tu propio grado de vida incide infaliblemente en tu propia vida.
El vidente no es agudo, tiene pocas probabilidades de acertar; la chica es mejor, siente con más precisión que el vidente.
De esta manera todo ser humano percibe su propia especie: una cosa de lo más natural, que también tiene tu perro y que ha recibido todo animal en la naturaleza de Dios.
Pero otros son más precisos y adoptan lo que sabes, aunque un poco después las bobadas más grandes te las quieran hacer pasar por verdadera clarividencia.
Si el vidente hubiera estado nítidamente sintonizado con su propio grado de vida, habría podido intuir la muerte y mirar hacia adelante.
Su aseveración “No es nada” es la falta de intuición de los sentimientos y pensamientos de ella; habría podido adoptarlo de ella por telepatía, pero ni siquiera de eso fue capaz.
En esto el telépata ha llegado a lo más elevado de todo y habría podido decirle lo que ella ya sabía, lo que, sin embargo, no tiene nada que ver con clarividencia.
A eso en el mundo científico se le llaman aciertos, para nuestro mundo es la intuición del propio carácter y el grado de vida de otro ser humano.
Adivinos, psicometristas..., creen ahora ser clarividentes.
Sienten por ti y exigen su dinero, pero miran por encima de la valla de tu propio jardincito y te cuentan lo que has sembrado allí.
Y todo eso ni siquiera es grave, pero cuando esas personas empiezan a meter las narices en otros asuntos vitales, se manifiesta su carácter con peligro de muerte.
Te predicen con toda calma que tendrás que morir pronto, rompen lazos de amor y hacen trizas tu vida, te pisotean el corazón, te privan de la fe y hacen como si no fuera cosa de ellos.
Queremos neutralizarlos, y más adelante te quedará claro que esto es necesario.
Estos tipos mundialmente famosos revolotean alrededor de tu grado de vida como insectos venenosos, nadie les impone el alto.
Te predicen las cosas más horrendas hasta que el sistema nervioso quede destrozado por el miedo.
Los crédulos sucumben, a estas personas se les despoja de todo apoyo en la vida.
Estos tipejos mancillan los dones espirituales y venden su instinto selvático que han puesto al servicio de las masas crédulas, pero por el que muchos perecen.
Estas señoras y caballeros no poseen dones, solo se puede vivir el grado espiritual por medio de nuestro mundo y este lo tenemos en nuestras propias manos.
Esto es intuición, y lo es al margen de toda animación.
Pero si este vidente es creyente, él o ella lo buscará más arriba y pensará entonces que el otro lado está ayudando.
¡Y eso tampoco es posible!
No todo lo que se ve tiene posibilidades de existir; las leyes y estos dones pertenecen a nuestro mundo y uno no puede hacerse con ellos.
Y es por eso que uno termina estrellándose contra esto.
Nuestros sentimientos son demasiado etéreos para ellos y no son aptos para médiums.
Pero ahora nos encontramos con ellos entre los espiritistas, y más adelante los llegaremos a conocer.
Incluso un mago, con su iniciación y todo, que ha asimilado las leyes ocultas, tiene que aceptar que no puede acercarse a los grados vitales más elevados.
Puede buscar contacto y someter a su gente a influencias, en ocasiones destruirla por completo, pero entonces vive su propia especie.
Hablé de esto, pero enseguida te daré un ejemplo, para que aprendas cómo funciona Oriente.
El oriental sintoniza con las leyes; el charlatán occidental con los sentimientos, y este succiona el conocimiento deseado en sí, pero sin ser consciente de cómo ocurre esto en realidad.
El occidental no está conectado con las leyes y sin embargo lo que hace causa mucho mal.
El oriental es consciente en su maldad, lo hace por dinero y para poder vivir, también por odio y por su ferviente pasión.
El gran mago destruye si es capaz de hacerlo, el tipo de charlatán occidental quiere seguirlo, pero vuelve a estrellarse.
Ha leído sobre ello, ha oído lo que hace Oriente, también él sintonizará con esas leyes, pero alcanza ahora lo opuesto que el oriental.
Para poder demostrarte todo esto, te cuento lo siguiente.
En Oriente, por algo de dinero y por medio de la magia negra puedes hacer que se mate la otra vida.
Solo tienes que ir a buscar a un mago y el asunto se arregla.
En Occidente esto no es posible, aunque aun así hay charlatanes que lo intentan.
Digo que lo intentan, porque no saben hacerlo.
El mago blanco no se mete con semejantes prácticas.
Pero los demonios negros de Oriente se sienten listos para esto, llevan a cabo cualquier encargo y se dedican a lo que sea, mientras genere ganancias.
Cuando también ellos se vean ante un grado elevado tendrán que aceptar su impotencia, pero seguirán siendo peligrosos.
Una madre quería entregar a su hija en matrimonio a un hombre adinerado.
Lo había conocido en alguna parte, no hizo falta una presentación; ‘Ese es el hombre’, pensó, ‘ese es el hombre que escojo para mi hija’, lo reclamó para ella misma y su hija.
Para Occidente esto parece imposible, mientras que para Oriente es de lo más sencillo y puede llevarse a cabo, pero hace falta un mago.
Y había uno, y por lo tanto a él lo fue a visitar la mujer.
Le contó lo que quería, puso en la mesa la mitad del monto como adelanto y entonces él recibió sus órdenes.
El propietario de una plantación está sentado en un establecimiento, tranquilo y feliz, disfrutando la vida e inconsciente de lo que se le avecina.
La vida es complicada, hoy uno se siente de maravilla, mañana hay algo.
Y ese algo tendría consecuencias terribles para él.
Está sentado allí, mira de vez en cuando a los otros clientes, también mira a dos mujeres que le parecen ser madre e hija, recorre el lugar con la mirada.
Ahora también la hija lo mira a los ojos de improviso, y de manera tan eficaz que ambas personas bajan la mirada.
El primer contacto estuvo de maravilla, le pareció al mago, que está presente, como por sí solo; puede alcanzarlos.
El mago se va.
Un poco después la madre quiere irse, para descontento de su hija.
Pagan sus consumiciones.
Las siguen desde el otro opuesto.
El plantador observa lo que hacen, sigue a la hija y no comprende por qué se van tan pronto.
Sigue mirando hasta que han desaparecido de su vista.
Las sigue en pensamientos, retiene la imagen de la hija y alberga una sensación miserable.
El mago conoce su oficio.
Solo agarra el momento psicológico, no le hace falta más sensación.
La breve mirada de ambas personas le bastó, esta primera impresión hizo más que medio día de compañía, estos minutos abrieron un boquete en los pensamientos y sentimientos del plantador, y este reaccionó al cien por ciento.
Al hombre ya no se le olvidará la imagen, nunca se liberará de este rostro, está encadenado a su subconsciente.
El mago sabe que este instante es muy significativo.
Y también ha sentido que puede alcanzarlos.
Unos días más tarde vuelven a verse, las dos mujeres y el plantador.
Vuelven a estar sentados de frente, también el mago está nuevamente presente, pero invisible para los demás.
Se ha sintonizado el sondeo y la percepción, los ojos se encuentran, las personas descienden una en la otra durante un instante, no saben por qué, pero albergan un sentimiento mutuo.
Lo que sigue es una simple presentación, un saludo y una risa, sin embargo se produce.
La madre los une, le preguntó sin más al plantador, “¿No lo conozco a usted?
¿No nos hemos encontrado antes?
¿Dónde lo he visto?
¿Fue en el barco?”.
Él no lo sabe, pero la presentación es un hecho.
Eso es lo que el mago quería y que la madre tenía que llevar a cabo.
Se vuelven a ver y ella ya tiene una foto de él.
La madre encarga una copia y la lleva con una foto de su hija al mago.
Este no necesita más.
Sintoniza con ambas vidas y ya no las vuelve a dejar solas.
Las acerca una a la otra, deposita en sus vidas el deseo, y encuentra en ella una ayudante para hacerlo.
Es difícil elevar al plantador a la vida de él, ella es muy sensible y ya está entrando a su poder, pues se agarra de su vida.
La madre ya no vuelve a ir al establecimiento, el mago ya no la necesita, solo tiene que contarle cómo van las cosas.
Un mes más tarde, ambos se aman entrañablemente y consideran casarse, los dos están en edad para eso.
La hija se entrega de buena gana, pero él todavía tiene que sopesarlo un poco.
Entonces llega el momento en que el plantador empieza a sentirse indispuesto.
Va a ver a un médico.
Pero este no puede encontrar nada, y sin embargo se siente como de plomo, sumamente cansado, en realidad exhausto.
El médico le prescribe descanso, pero no quiere eso, tiene que trabajar, necesitan de él, no puede descansar.
¿Es malaria?

—No —dice el médico—, está un poco estresado.
—¿Que estoy estresado?
¿De qué?
—No lo sé, pero está estresado.
Le parece muy extraño, nunca antes ha estado estresado.
‘Malaria a la vista’, piensa.
Se va a trabajar, pero se siente atontado y enfermo.
Se opone con vehemencia a su sensación de atontamiento, no hay fiebre y sin embargo siente que arde, con fiebre.
Pero el médico dice que no es fiebre ni tampoco malaria.
Solo le queda aceptar que está estresado.
El hombre pregunta y busca en sí mismo, pero no encuentra nada.
Las medicinas no sirven, sigue sintiéndose atontado, hasta que en realidad ya no puede más, y se le da el consejo de descansar.
Es eso lo que quiere el mago: tiene que descansar.
Durante su trabajo es demasiado difícil para el mago, mientras descansa puede alcanzarlo mejor, entonces el hombre piensa día y noche en su enfermedad.
El plantador recibe cuidados, ella llega para ayudar.
Todo va según lo previsto.
Ahora el mago lo deja un momento a su suerte, se desprende del hombre, pero manteniendo el control sobre la mujer.
El plantador se siente muy bien.
¿Es porque ella es tan cariñosa?
¿Porque cuida de él?
Es muy dulce la chica, sumamente cariñosa.
La madre llega a visitarlo y da a entender que la vida a solas tampoco vale la pena.
Él reflexiona al respecto y dice, “Tiene razón, así no vale la pena”.
Es despertada nuevamente en él la imagen de la boda.
Pero el hombre duda, en realidad no tiene tiempo para casarse, ha vuelto a ser él mismo.
Nuevamente, el mago lo somete a su voluntad, vuelven los fenómenos de cansancio y otra vez se siente atontado, de modo que otra vez tiene que dejar su trabajo.
La hija viene a visitarlo, le aconseja descansar por completo, hace todo por él y lo trata como a un niño.
No obstante, él ha perdido su energía y no sabe por qué, en realidad está hecho una ruina, pero el médico dice, “No hay nada, está estresado”.
En este momento un alumno de mi maestro llega a nosotros pidiendo ayuda.
Es el espíritu guardián del joven plantador y nos cuenta lo que va a ocurrir.
No puede intervenir, lleva poco tiempo del otro lado, pero quiere hacer algo por el plantador, que en la tierra era su nieto.
Se abre la investigación, y no hay nada que se pueda hacer.
—¿Por qué, maestro —pregunta—, no puedes hacer nada por mí?
—Mira —dice el maestro—, si lo liberamos, lo que es posible, no aprende nada.
Tiene que superar esto o una y otra vez estará ante la magia negra, en cuyas manos vive.
Te ayudaremos más adelante, cuando él haya aceptado su propia escuela.
No es posible intervenir antes.
Síguelo, mantente en su aura, hazlo todo, pero no olvides que tiene que vencerse él mismo.
El mago lo tratará con mano dura.
—¿No perecerá, maestro?
—No, no se quiere que perezca.
—¿Es la magia blanca capaz de ayudarlo, maestro?
—¿Servimos nosotros lo negro, hermano mío?

—Quiero decir, maestro...
—Lo que quieres decir, amigo mío, ni siquiera se le ocurre; por más que pongas en juego todas tus fuerzas, no te comprenderá, no será capaz de acoger tus pensamientos.
Busca a un yogui, él podría ayudarte.
Pero te digo: no lo hagas; tiene que aprender su lección vital, tiene que vivir estas leyes y querer liberarse o no alcanzaremos nada.
¡Su voluntad se ha quedado dormida!
El enfermo se pregunta por qué razón está tan cabizbajo, piensa y se le ocurre una idea, lo sigue y dice: “Tonterías.
No estoy en manos de la magia negra, eso no puede ser”.
Pero el contacto es perfecto.
El mago vuelve a dejarlo libre, el plantador trabaja y se siente mejor.
Considera casarse, pero no logra tomar una decisión.
Aun así hay que tomarla.
Empieza a sentir que ella vuelve a curarlo una y otra vez, sus cuidados y su amor le devuelven su resistencia.
Llega la decisión, se fija la fecha, se casarán.
“Por fin”, se dice la madre, “por fin ha llegado el día.
Las criaturas están comprometidas”.
Él trabaja y se siente mejor, aunque todavía no del todo sano.
Seguro que eso también pasará.
El mago lo tiene agarrado, también a ella, esta criatura obedece a todos sus pensamientos y es sensible a ellos.
El hombre está listo para ir a recoger a su futura esposa, hoy se casarán.
Por dentro sigue sintiéndose un poco atontado, aunque los últimos días las cosas iban un poco mejor, pronto se sentirá recuperado.
Está detenido en pensamientos, quiere irse pero no puede, no logra mover un pie.
‘¿Qué es?’, piensa.
Se opone a este malestar, agarra su sombrero y sus guantes y está fuera.
Suspira hondo, como si se hubiera quedado sin aliento.
Su voluntad domina, y se va.
Se casan.
Tomó sus vacaciones y vuelve con ella a su patria (Holanda).
Muchos amigos los van a despedir, la madre saluda con la mano, tiene los ojos anegados en lágrimas, zarpa el barco.
El mago recibe su dinero, y para ella y para él el trabajo ha terminado.
Pero para estas dos almas empieza la miseria.
Es de noche, el barco surca el agua, el estruendo de las máquinas penetra hasta su camarote.
Él mira a su alrededor, reflexiona, se frota los ojos, vuelve a pensar y pregunta a ella:
—¿Dónde estoy?
—¿Que dónde estás?
No me hagas reír.
—Vamos, no bromees, ¿dónde estoy?
Y ¿qué haces tú aquí?
—Anda ya, ¡que qué hago yo aquí!
La mujer ríe fuertemente, no hay manera de tranquilizarla.
Tiene que venir el médico, le dio una risa convulsiva.
Le da algo para dormir.
En realidad es extraño.
Muy curioso.
—¿Qué es lo que haces aquí, en realidad? —vuelve a preguntar él cuando ella despierta otra vez.
—¿Vas a volver a empezar, marido?
Déjate de tonterías, me vas a volver loca.
—Lo digo de verdad, mujer, voy muy en serio.
—¿Qué dices de verdad?
—Me pregunto qué haces en mi cama.
¿Cómo has llegado aquí?
—¿Lo dices en serio?
—Aún se le hace difícil creer que esté hablando completamente en serio.
—De verdad, lo digo en serio.
—Y ¿qué quieres saber de mí entonces?
—Cómo has llegado aquí.
—¿Cómo he llegado aquí?
¿Que cómo he llegado aquí?

Lo mira, lo mira largamente, piensa un poco también y dice:
—¿Estás loco?
—Sé perfectamente lo que digo, quiero saber cómo has venido a parar aquí.
—¿Necesitas un médico?
—No me hace falta ningún médico.
—¿Y todavía quieres saber cómo he llegado aquí?
—Sí, de verdad, tengo que saberlo.

Ella ve que habla con una seriedad mortal.
El hombre tiene algo.
—Estamos casados, ¿no?
—¿Qué?
¿Qué dices?
¿Estamos casados?
Imposible.
Yo no.
No estoy casado.
No di el sí.
—Oye, ¿me estás hablando en serio?
—¿Crees que estoy burlándome de mi vida?
¿Crees que estoy loco?
—¿Así que tengo que aceptar esto como verdad?
Estás loco o estás poseído.
Mandaré llamar a un médico.

Está tan exaltado que los labios se le llenan de espuma.
Su mujer no sabe qué hacer, pregunta desesperada:
—Pero, marido, qué es lo que te pasa, estás tan raro.
—¿Será que todavía no lo comprendes?
¿No entiendes nada de esta boda?
¿Ya no tienes sensibilidad?
¿Acaso estás poseída tú?
Eres una harpía.
¡Eres mi desgracia!
Eres una zorra, una bruja asquerosa, eso es lo que eres.
¿Hacer que yo me case?
No seas tonta.
Estás al acecho de mi dinero.
Ahora lo sé, ay, ahora sé por qué he estado enfermo.
Has buscado a un “dukun” (un curandero o hechicero tradicional indonesio), has ido por un mago, un demonio.
Ahora lo sé; eso no me lo voy a tragar.
Nunca lo tragaré, me casaré con quien yo quiera casarme.
No dejo que me engañen.
No...
—Se desploma.
La mujer no pronunció palabra, dejó que terminara de hablar, pero lo sabe.
Dios, pero Dios mío, cómo es posible, cómo se ha equivocado.
Deja el camarote, dicta un telegrama para su madre.
“Manda respuesta siguientes preguntas.
¿Quien hizo que nos casáramos?
¿Está enterada?
Respuesta inmediata”.
El barco lleva a estos y a otros hijos de Dios al otro lado del océano, pero no llega respuesta.
La madre vuela hacia el mago y le alarga el telegrama.
Este vuelve a buscar contacto.
Siente que el hombre se ha desprendido de él.
La mujer sigue en su poder, puede alcanzarla y pone la violencia en su joven vida, el instinto de la pantera.
Esta vida se ha vuelto salvaje y feroz.
Convierte la vida de él en un infierno.
Viven juntos como el perro y el gato, hasta que él ya no puede más y quiere tomar otro camarote.
Pero el barco va lleno y no se puede.
Se propone hacer teatro, ya verá qué se puede hacer una vez en Holanda.
Pero quiere el divorcio, no acepta este matrimonio.
Qué zorra.
Qué garras, parece una pantera.
Cómo es posible, la de cosas que le pueden pasar a uno.
Comen y beben juntos, pero están allí como enemigos, entre sus vidas se abre un abismo tremendo.
Sin embargo salvan su personalidad.
Ella no lo deja solo, no quiere divorciarse, si hace falta le destruirá la vida, le encenderá la sangre, sabe hacer de todo, pero no podrá desprenderse de ella.
Una vez que llegan a Holanda, el hombre se hace tratar por un famoso psicólogo, nuevamente se va sintiendo exhausto y atontado.
Se vuelven a manifestar los fenómenos, pero el psicólogo lo ayudará.
Pero este no sabe qué hacer con su condición.
Después de un par de semanas el médico dice sin rodeos que no puede hacer nada por él.
Va a otro.
También allí examinan al hombre, le preguntan quién lo ha tratado ya.
Los médicos constatan: listo para el manicomio, el hombre no resiste la Indonesia colonial.
¡No tiene remedio!

—Estoy cansado, estoy atontado, ¿es que no hay nada que se pueda hacer contra eso?
—Vaya a ver a un especialista de los nervios —se le aconseja.

Este empieza con un examen general.
El erudito no puede encontrar nada, piensa que está estresado.
Pero ¿debido a qué?
Le cuenta lo que ocurrió.
El especialista mira a su enfermo por encima de sus cristales y piensa: ‘El hombre está loco’.
Esto no puede ser, es imposible, este no es normal.
¡Mal del trópico!

—¿Dónde ha estado?
¿Quién lo ha ayudado?
—¿Qué piensa de esto? —pregunta a su colega.
—Nada, estimado mío, está completamente psicopático.
Puras tonterías.
El plantador prueba suerte en otro lado, ya lleva dos meses dando tumbos y no hay forma de que mejore.
En casa es un infierno.
Su mujer no quiere el divorcio, sigue negándose, primero tiene que quedar destruida su vida, luego ya se divorciará ella misma.
Va a ver a los más grandes, los más eruditos, que hablan en la radio y pueden ayudar a miles de personas.
Esto es algo para él.
Después de dos semanas vuelve a estar en la calle.
Se tiene que apresurar, van pasando sus vacaciones y sigue enfermo.
Ya nadie puede hacer algo por él, todos piensan que está loco, que les dice tonterías, porque algo así no es posible.
Le dan otra dirección.
Ese hombre es un buen psicólogo y, al igual que él, estuvo en Indonesia; lo ayudará.
Pero tampoco este erudito puede eliminar los fenómenos: la presión alrededor de la cabeza y la sensación de atontamiento, el estar exhausto.
Aquí tiene que ayudar un magnetizador.
Solía hacerlo, ya no, y lo manda a un famoso médium.
Una tarde un hombre alto y de hombros anchos, un joven gigante, entra a la habitación del instrumento de mi maestro.
El hombre se deja caer en una silla y empieza a llorar.
Nuestro instrumento ya está a nuestro servicio, el hombre está en el lugar en que debe estar.
Su ángel guardián ha llegado hasta ese punto, ahora sí que se le puede ayudar.
Pronto se ha recuperado y dice:
—No sé por qué me porto de manera tan infantil, pero no lo puedo evitar.
Todo es tan difícil.
¿Puede ayudarme?

Cuenta sus peripecias.
El instrumento está conectado con su maestro, el médium empieza a ver lo que su maestro percibe en el enfermo y a su alrededor.
Ve la luz de color verde hierba que emana de su cabeza como un rayo de muerte, ve como se disuelve en el espacio, puede seguirla, su maestro sigue mostrándosela, y ahora oye que le dicen:
—Este hombre está sometido a magia negra.
Lo liberaremos.
—Toma —dice el hombre—, esta es la canalla.
Dios me ayude —va diciendo, y continúa.
—Tiene la culpa de mi desgracia.
El médium sonda la bella mujer, es una muñequita.
Se lo hace saber.
—¿A eso llama una muñequita?
No será que se burla de mí, ¿no?
Es una tigresa e incluso peor que eso, es... una víbora venenosa.
Ni siquiera en la jungla viven semejantes animales.
Santo cielo, lo que he tenido que soportar.
—Y sin embargo es un tesoro—dice el médium.
Pero el maestro le dice que ya no diga ni una sola palabra más.
El paciente puede ocupar su lugar.
El hombre se echa.
En semitrance, el médium dice al enfermo:
—Échese tranquilamente, no haga nada, es decir, no piense ahora en nada, despréndase un momento de todos esos pensamientos desagradables.
Puede comenzar el tratamiento.
Mi maestro interrumpirá las fuerzas mágicas y lo desprenderá del mago.
Sale de él un cordón verde, pero es el extremo de la conexión mágica.
Alrededor del cuerpo se extiende una densa emanación verde, y en ella vive el hombre.
Su sistema nervioso terminó aplastado a muerte, todo su ser vive en él.
Es el fluido mágico con que lo envolvió el mago.
Suspira hondo y casi no puede respirar.
El médium puede seguirlo todo.
Ve que el maestro se envuelve en esta aura y que ante sus ojos desaparece en él.
El médium siente que el organismo material vive bajo presión, esta fuerza ciñe todos los órganos oprimiéndolos.
El hombre vive en unas tinieblas, es una red que se ha puesto alrededor de su personalidad y de la vida interior, de todos los sistemas materiales.
Ve con mucha nitidez esta niebla verdosa y sigue a su maestro.
El médium vive ahora en el trance psíquico, pero siente sin embargo que el hombre por poco se ha quedado dormido, entró en este estado por el aura sanadora de su maestro.
Este sosiego le hace bien.
Todos los sistemas materiales viven por medio de esta fuerza, se van muriendo si no llega salvación.
Debido a esto el hombre no puede pensar de manera normal.
El médium ve que su maestro se hace completamente uno con el enfermo.
La luz astral de su maestro ilumina los sistemas y trae nueva vida al organismo.
Poco a poco, la irradiación del mago se va haciendo más borrosa, la luz verdosa desaparece y se disuelve ante el médium.
Se acelera la circulación de la sangre, el corazón late con más fuerza, el cerebro se libera de esa terrible presión y ya ha desaparecido la cinta alrededor de su cabeza.
De pronto al hombre le entra una tremenda reacción.
El médium ya está consciente cuando el tratado se levanta de un salto del diván, gritando:

—¡Estoy mejor!
De verdad estoy mejor...

Luego se vuelve a desplomar.
Pero pronto recobra la conciencia, tiene que volver a echarse y recibe un tratamiento posterior, el enfermo se duerme tranquilamente.
Cuando despierta tiene que quedarse acostado otro poco, vuelve a recibir fuerzas del otro lado y nuevamente se le cierran los ojos.
Ahora el médium se mantiene consciente, el trance ya no hace falta.
El hombre gime por dentro, está en el semisueño y ahora le duele el corazón.
Vuelve a incorporarse de un salto como picado por una víbora, ahora no se desploma, sino que pega una voz:
—Estoy mejor, estoy mejor.
Sí señor, estoy mejor.
Me ha curado.
Doy gracias a Dios, ay, hombre, ¡qué feliz estoy!

Aun así tiene que volver a tumbarse un momento.
Todavía hay que tratarle la cabeza.
Pero durante el tratamiento dice que se han ido, las fuerzas malnacidas, se siente normal.
Las leyes mágicas han sido quebradas.
Maldice a los eruditos, porque no saben y le han costado dinero a raudales, y pregunta al médium si no quiere venir con él a Indonesia, porque todo ese país está bajo la magia negra, su sitio es allí.
Lo necesitan allí con urgencia.
Vamos, hombre, ven a las Indias Orientales, te necesitan allí.
Y así es, pero es que tenemos otra cosa que hacer.
Cuando entró volé a Indonesia.
En un millonésimo de segundo estaba allí y me conecté con el mago.
El hombre estaba tranquilamente dormitando, estaba trabajando.
Lo seguí interiormente y vi que trabajaba en numerosas de personas, muchas tenían que perecer.
También veo las imágenes de nuestros enfermos, alimenta a estas personas y no pueden desprenderse de él.
No obstante, en este momento siente que el hombre se le va escapando y que se desprende de él.
La mujer sigue en su poder.
Siente que le entra y lo rodea una fuerza que lo obstaculizará, pero por más que se opone, le gano, la emanación dentro de él, de ambas personas, tiene que debilitarse o seguirá la alimentación.
Veo a mi maestro trabajando, termino mi tarea.
Pongo mi propia irradiación alrededor del aura de las dos personas, que yace en él, y empiezo a hacerla más densa.
Penetro hasta el último momento de todos, aquel en que empezó a pensar y elevó sus figuras en sí mismo.
Vivo ahora en ese artefacto que son las dos personas.
Tengo que destruir estas figuras astrales, estas ideas de hombre y mujer.
Para el mago, esta destrucción es que se vuelva más borrosa la fuerza de sus pensamientos.
Siente que las dos personas han recibido ayuda y contra eso no puede hacer nada.
De pronto lo sabe, y lo siento y veo; las dos personas se disuelven ante él, pero se recupera en un dos por tres.
La mujer vuelve a vivir en sus pensamientos, ve que el hombre ha desaparecido de su vida.
El mago sabe que este tiene ayuda, la mujer no la tiene, él seguirá alimentándola, aunque solo sea porque lo están obstruyendo.
Veo que mi maestro está listo y vuelvo volando a tu país.
Debajo de mí, aunque voy por el espacio como un rayo, veo el mar, la tierra y el aire, pero en el mismo instante entro en el espacio en que está mi maestro.
El enfermo está en un diván, todavía está siendo irradiado, pero mi maestro está listo.
El joven habla mucho.
Lo seguimos un poco más y luego se le permite incorporarse.
Todavía hay que tratar su sistema nervioso, para eso tiene que volver.
El instrumento va a empezar ese tratamiento con su maestro.
Mientras tanto, le pide a su mujer el divorcio, pero ella no quiere oír hablar de eso.
Ahora la tomamos bajo nuestro control y la liberaremos por completo.
El contacto está allí, nos sirve, por medio de su aura vital llegamos a ella.
Él está libre de la fuerza mágica, ella sigue estando hecha una furia.
La mujer ya no se conoce a sí misma, está en el semitrance, vive en la conciencia semidespierta.
Está poseída por el mago.
Tiene que liberarse de esto, tarde o temprano se derrumbará.
Cuando la conoció ya vivía bajo estas fuerzas, nunca vio esta alma con pureza ante sí.
Sigue siendo como una diabla, vuelve a decirle al médium.
Y sin embargo este contesta que es una criatura dulce.

—¿Sigue insistiendo con eso?
No lo comprendo.
Confío plenamente en usted, ¡porque tengo las pruebas!
Es una pena que no la conozca usted.
—Pero sí la conozco, querido hombre.
La conozco mejor que lo que tú la ves.
Te lo digo, es una entre un millón, tienes que buscar muchísimo tiempo para volver a encontrar una mujer así.
—Oh, lo acepto sin rechistar.
—No, hombre, no te burles, me refiero al bien.
Insisto, ella es un ángel.
No la conoces, pero ya lo experimentarás.
—Lo siento muchísimo, pero no lo creo.
No puedo remediarlo, no puedo discutir con quien cree saberlo todo mejor.
—No se altere, los hechos lo convencerán.
Paciencia, también eso se arreglará.
Olvida que está siendo influida.
—¿Ella, influida?
No, no puede ser.
Es esta personalidad y seguirá siéndolo también.
—¿Ha olvidado usted mismo que estaba siendo influido?
—Sí, yo, pero ¡también soy muy distinto a ella!
—Disparates, mi buen hombre, pero ya veremos, solo espere.
Lo comenta con su psicólogo.
Ese hombre hará que mejore hablando con él, es un nuevo estudio.
Pero el médium no comprende lo que a ese hombre todavía le queda por comentar.
Vuelve para el tratamiento y dice:
—Fui a ver al doctor O., y estuvimos comentando el caso, por favor no se enoje si le digo la verdad, no quiero venderle cuentos.
—Adelante, hable, mi buen hombre.
—Pues, dice el doctor O. que usted no conoce la Indonesia Holandesa.
—Eso significa que no conozco a su mujer.
—Exactamente, así es.
No conoce Indonesia.
El médico la conoce muy bien y dice que ella es como una furia.
Es su carácter.
Tengo que deshacerme de ella, porque destruye mi vida.
Es una diablesa.
Es la mentalidad oriental, es mitad china y es por eso.
El médico dice que usted no entiende de esto.
El médium escucha y el paciente pregunta, con los nervios de punta:
—Y ¿qué me dice ahora?
—Escuche bien lo que le voy a decir, estimado mío.
Usted y ese médico son (sois) unas cotorras.
Están (estáis) equivocados.
Son (Sois) unos bobos, cegados por Oriente.
Se lo repito: ella es un ángel.
He visto a pocas personas, en todo caso a mujeres, con semejante carácter.
Es infinitamente cariñosa y demasiado buena para usted.
En realidad, usted es muy tonto, si quiere saberlo, y su médico, un pelagatos, porque ese hombre siga pensando que puede curarlo con sus chácharas científicas.
Ni siquiera lo quiero sacar de allí, pero ¿qué hace en realidad?
—Pues... habla, ¿entiende?
Me... dice cómo tengo que sintonizarme.
—Vaya, vaya... y ¿ya está logrando eso de la sintonización?
—Pues... no lo sé, ¿pero...?
—¿Entonces?
¿Qué, pero?
¿Ni usted mismo lo sabe?
¿Quiere que le diga algo?
—¿...?
—Haga lo que le dé la gana.
Ahora túmbese aquí y cierre la boca, ¡ahora no hablamos!
Después del tratamiento preguntó:

—No estará enojado conmigo, ¿verdad?
No quisiera eso ni por todo el dinero del mundo.
—Mi buen hombre, nadie puede ofenderme, y tampoco estoy enojado, pero me gustaría contarle algo.
Tiene que decirle a su médico que conozco los infiernos.
Tal vez lo sepa entonces, él conoce mis libros.
—¿Qué quiere decir con esto?
—Ya se lo dirá el médico.
El plantador vuelve a su médico, que lo llena con charlas sobre psicología moderna, que cuelga a Freud y a otros de su perchero y que cree saber algo de las leyes mágicas.
Sigue sosteniendo que la mujer del plantador es una furia.
Llega al médium y dice:
—¡No se vaya a enfadar ahora!
Dice...

Pero el médium le gana y dice antes que él:
—Dice que mis libros sobre la vida después de la muerte son un sinsentido.
Ya no puede aceptarlos.
Antes sí que podía, pero ahora el hombre es un erudito.
¿Valora su erudición?
—Para decirle la verdad, habla hasta volverme loco, y no comprendo al hombre.
¿Qué clase de erudito es en realidad? Esto ya no es psicología, ¿no?
—Esto es moderno, hombre, estas personas hacen desaparecer cualquier enfermedad hablando, pero a él lo conozco.
Para este todo es anormalidad espiritual.
Esto se puede encontrar en la personalidad.
¿No dice que uno mismo tiene la culpa de su propia enfermedad?
—Es lo que dice.
—¿Entonces?
¿No le dice algo?
—Pero eso es precisamente lo que no comprendo, ¿cómo voy a tener la culpa de mi enfermedad?
¿Qué he hecho para merecerla?
—No, hombre, no es eso.
En su carácter hay errores, y esos errores son la culpa de la enfermedad.
Y esos errores ahora él los está cometiendo conscientemente, los desmantela y los vuelve a construir.
¿No le contó la pequeña historia del hombre en el caballo y el hombre en su bicicleta?
—Sí, es verdad, habló de eso.
Pero ¿qué quiere en realidad con eso, con ese caballo y esa bicicleta?
—¿Le resulta tan incomprensible?
Dice, quien ande en bici y a la vez desee cabalgar es anormal.
Cabalgar y andar en bici son la misma cosa.
La anormalidad, pues, reside en su carácter, sus deseos lo llevan a lo erróneo.
—Pero, caramba... un caballo no es una bicicleta, ¿verdad?
—Quieto, mi buen hombre, mantenga la calma o enseguida volverá a ser influido.
A él mismo le da risa, pero pregunta entonces:
—Una bici no es un caballo, ¿no?
—No, yo tampoco lo creo —dice el médium—.
Pero de verdad, quiere decir con eso que los deseos hacia ese caballo son erróneos, lo llevan a usted al abstracto, a la nada vacía y usted está demoliendo su propio carácter, por lo que la personalidad se convertirá en un engendro.
Sostiene que las enfermedades se originan en el pensamiento erróneo, es la destrucción de cuerpo y personalidad.
Por esto se originan gran cantidad de posibilidades.
—Y ¿no conoce él a mi mujer?
—No, se lo repito: su mujer se recuperará.
El médico piensa que mis libros son tonterías, pero tenga usted todavía poco de paciencia.
No conozco Indonesia, pero conozco infiernos, y eso vale más.
El hombre alza la mirada con extrañeza y piensa, ‘Y eso ¿a qué viene?’.
De modo que tiene que saberlo, y pregunta:
—¿Qué quiere decir con esto?
—No se puede contar así como así, mi buen hombre.
Pero he estado en los infiernos.
A usted le suena improbable, tal vez presuntuoso, pero así son las cosas.
—¿Lo dice en serio?
—Le digo que para usted es un misterio, ¿no?
¿Cómo va a ser que un ser humano quiera llegar a los infiernos?
Cuando conozca a ese “dukun”, al mago que le ha hecho esta mala pasada, debería preguntárselo a él.
Le dirá muchas más cosas mías y aun así el hombre jamás me ha visto.
—¿Es eso posible?
—Si es posible para mí, seguro que lo es para él.
Podría dibujarle al hombre sin problema y no obstante no lo he visto aquí en la tierra.
—¿Cómo lo ha percibido entonces?
—Vi su imagen en su propia aura.
Justo como a usted lo ha elevado en sí mismo, él está a su vez atado a sus ideas.
Y esas imágenes se pueden percibir.
Se me concedió verlo por medio de mi maestro.
—¿De verdad?
—Usted vive rodeado de las leyes mágicas y sin embargo en Indonesia no aprende nada de ellas.
Ahora se ha enfrentado a ellas, pero no sabe nada de los verdaderos matices.
Indonesia no esconde ningún misterio para mí.
Pero para eso hay que conocer las leyes del otro lado, y sobre todo los infiernos en la vida después de la muerte.
Y todo esto no se puede aclarar tan fácilmente.
Si quiere leer mis libros, aquí están, solo entonces comprenderá a su médico.
Pero más adelante él tendrá que dar la razón a mi maestro.
En esos infiernos conviven todos los magos de la tierra, se encuentran allí todos los grados y tipos.
Son diablos.
Se me concedió seguirlos allí y mi maestro me aclaraba todos esos tipos de personas.
—¿Lo vivió igual que Dante?
—Algo así, pero un poco más; Dante vio unas cuantas escenas, pero nada más.
El hombre reflexiona y se siente turbado.
Responde:

—Es usted un ser humano extraordinario.
—Eso no exactamente, mi buen hombre, todo es tan sencillo, pero Occidente todavía tiene que despertar para eso.
Soy un instrumento común y corriente que tiene que recibirlo todo, por mí mismo no tengo nada.
Pero conozco los infiernos y los cielos mejor que la vida en la tierra, todavía no he visto nada de este hermoso mundo.
El plantador mira al médium y piensa, ‘¿Qué me estás contando? ¿Chorradas?
¿Eres un milagro o un gran fantasioso? ¿Qué eres en realidad?’.
El médium contesta.
—Te diré exactamente qué piensas de mí.
Dentro de poco sabrás que no te cuento cuentos.
Me ves como un loco sobrenatural, ¿no es así?
—Eso es ir demasiado lejos.
Pero ¿de verdad estuvo en los infiernos?
—Lo ve, aun así duda.
No estuve allí una vez, sino cientos de veces.
—¿Hay fuego allí, como se dice?

El médium sonríe y el plantador pregunta:
—¿Se ríe de mi pregunta tonta?
—No me río, hombre, sus palabras y pensamientos son de personas que desconocen el mundo y el espacio.
Su rostro está congelado, tiene los ojos velados y todavía tiene que despertar su vida interior.
Al plantador le da risa, y dice:

—En el blanco, no vamos uno a cero, sino diez a cero.
—Como quiera tomárselo, es como es.
En el infierno solo arde el fuego de la pasión y la violencia.
No hay fuego allí, pero puedes consumirte por tu propio fuego, y es mucho más horroroso.
Lea mis libros, y lo sabrá.
—Tiene que ir a Indonesia, allí la gente lo comprenderá mejor.
Ayudará a miles de personas allí, e Indonesia lo necesita.
Occidente no es para usted, créame.
Se va, se siente insignificante, pero reflexiona.
El hombre se siente otra vez normal y su sistema nervioso ha vuelto a tranquilizarse, puede volver al trabajo.
Con su mujer las cosas siguen mal, arroja tazas y platos, y desmantela la casa.
Está decidido a irse a vivir a otra parte.
Pero nosotros continuamos.
Vivo en esta alma como en Betje y la liberaré.
Una noche llega a casa y su mujer lo está esperando.
Se asusta y sonda sus pensamientos.
¿Qué querrá?
Piensa que ahora es diferente, esta mujer ya no es una bruja, está completamente distinta.
Pregunta:
—¿Qué pasa?
—Quiero hablar contigo.
Quiero el divorcio.
Ya puedes darme los papeles, entonces los firmaré enseguida y puedes poner manos a la obra.
Le pone los papeles enfrente, los ha llevado encima día y noche, por si acaso llegara a cambiar de parecer, y ahora ha llegado el momento.
No se lo cree.
Cientos de veces se lo suplicó ¿y ahora firmaría?
Su mujer percibe sus pensamientos y dice:
—Oh, no tengas miedo, no cambiaré de parecer.
Estoy decidida a divorciarme, anda, arregla el lío.
Sé lo que hago.
Quiero devolverte la libertad.
Pero te abonaré todo, te devolveré hasta el último céntimo que has gastado por mí.
Trabajaré para hacerlo.
Él la mira y no lo comprende.
Esta mujer es una extraña para él, una desconocida, ya no la reconoce.
Intenta percibirla y siente tranquilidad y comprensión en su vida interior.
Piensa, ‘Dios mío, cómo es posible’.
Ahora es ella misma, como también él ha vuelto a ser él mismo.
Ella lo percibe y dice:
—Toma, léelo tú mismo, así sabrás todo de una vez.
Le pone en las manos una carta de su madre.
Él lee: “Hijos míos, perdónenme (perdonadme) mi grave error, estoy tan arrepentida”.
A la madre le ha entrado remordimiento, lee lo que ha hecho y ahora comprende el estado de ella y el suyo propio.
No puede pronunciar palabra, pero su mujer lo mira y pregunta:
—¿Estás contento?
¿Cuándo volverás a irte?
Yo me quedo un poco más aquí, con mi familia, me darán dinero para el viaje y se lo devolveré, pero primero tengo que ganarlo.
Sigo teniendo las dos manos y me siento sana.
—¿Puedo ayudarte? ¿Me dejas hacer algo por ti?
—No, no aceptaré un céntimo de ti, estimado, muchacho que eres, no quiero nada, quiero valerme por mí misma.
Cuando necesitaba tu ayuda ibas de un psicólogo a otro, pero a mí me dejabas sola, ni un segundo pensaste en mí, aunque el tipo me haya contagiado a mí también, ¿no?
Te amé, te amé con fervor, me casé contigo por amor y ahora todo está destruido.
Seguí siendo yo misma en esto, tú te perdiste, pero yo me casé conscientemente, sabía que te amaba.
Tú no, ¿qué querrías entonces ahora?
He librado mi lucha y ahora quiero olvidar mi pesadilla, fue un horror.
Gracias a Dios soy nuevamente yo misma.
—¿Cuándo ocurrió, hija?
—El milagro ocurrió esta noche.
Desperté y vi delante de mí una gran luz y dentro de ella una personalidad radiante.
Entonces la aparición me dijo: “Ven a mí y te curarás”.
Salí de la cama y me derrumbé.
Por la mañana volví en mí en el suelo, pero estaba mejor.
Doy gracias a Dios por esta ayuda.
Bastante recé por ella, y siento que Dios ha escuchado mi oración.
Y ahora nos vamos a divorciar.
Pon manos a la obra pronto, quiero ser libre, quiero olvidarlo todo.
—¿No será mejor que pospongamos un poco ese divorcio?
—No, no puede ser, tus insultos han sido demasiado profundos.
—Pero si no era yo mismo, hija.
—Puede ser, pero no es posible.
Llega a donde el médium y le habla del gran cambio.

—Vuelve a tener razón, qué malparido que soy.
Dios mío, cómo es posible.
Incluso le rogué que siguiera siendo mi mujer, pero no lo hará.
Qué arrepentido estoy, ahora veo la otra personalidad que tiene.
¡Ese médico con sus chorradas!
Si ese hombre no me hubiera dicho tan categóricamente que era una canalla, habría mirado todo este asunto de otra manera.
“Es una pantera”, parloteaba, “créeme, hombre, la parte china es predominante.
Es inescrutable para ti, te destruirá.
Lárgate, fuera de esa vida, ese no es tu sitio”.
Maldición... ¡Qué...!
—Quieto, quieto, mi buen hombre, u otra vez te hundirá.
¡Esta es tu lección!
Ahora tiene que llegar a conocerla.
¿Quiere que le dé un consejo?
—Mucho, muchísimo, ahora quiero hacer lo que sea para que se me conceda conservarla.
—Pero tiene que prometerme que hará lo que digo.
—Se lo prometo, hombre, doy mi palabra, lo juro.
—Bien, entonces no hará ahora nada.
—¿Eso es todo?
—Todo, se divorciará y fuera de eso, nada.
Hace lo que ella quiera que haga.
—¿Por qué? ¿Puedo saberlo?
—Le diré lo que veo.
Tiene que darle esta oportunidad.
Si algún día ocurre algo, ambos recaerán en este estado y entonces habrá reproches.
Entonces se revolcarán (os revolcaréis) demasiado en el fango del mago, y eso no debe ser.
Ella tiene toda la razón, pero yo creo que todavía lo ama.
—¿Podrá creerme si le digo que no quisiera perderla por nada del mundo?
—Es posible, es muy, muy cariñosa.
—Es usted una persona asombrosa.
¿Podemos ser amigos?
—Me tiene desde hace mucho tiempo.
—¿Qué más he de hacer?
—Darle muchísimas flores hermosas y divorciarse a pesar de ello.
Esta reacción tiene resplandor espiritual y entonces no nos hacen falta el caballo y la bicicleta de tu médico.
Ella verá lo infantil en ti y eso es lo único que la reconduce a tu vida.
Debes aprender a inclinar la cabeza en todo.
Este amor es de una belleza increíble, tienes que querer luchar por ella, como hombre sabes hacerlo, pero en muchas cosas todavía tienes que despertar.
Esto es una psicología diferente, y hoy mismo se lo podrás contar a tu médico, podrá aprender de eso.
Una mujer en Occidente que alberga muchísimo amor sigue siendo de mente estrecha comparada con la mística divina; aunque ella porte amor y haga feliz, Oriente se ha adelantado a Occidente por siglos, incluso cuando nosotros como hombres podemos comprender a estas criaturas.
—Pero ¿cómo podré procesarlo?
—Únicamente por tu amor, ella es exclusivamente amor, aunque otro haya hablado por medio de su vida.
En realidad, el mago la ha sacudido despertándola para esta fuerza enorme; sin quererlo ella volvió al pasado del que ahora se nutre.
—¿El pasado, dices?
—Es demasiado profundo para ti, tú mejor quédate con lo cotidiano y dáselo entero a ella.
Puedes convertirlo en algo que nadie cree posible.
Pero lo tienes en tus propias manos, y eres dotado.
Dios mío, quisiera decir, ¿a qué debes esto?
—No sé cómo darte las gracias.
—No me las des a mí, se lo debes a mi maestro y sus ayudantes.
—¿Sabes cómo la han curado?
—Desde el momento en que usted llegó a mí, pasó a manos espirituales.
Hay alguien que lo ha protegido a usted, si no habría sido hombre perdido.
—¡Ya no me hables con tanta formalidad!
—Eso viene por sí solo.
Sin embargo, el otro lado rompió el aura mágica de tu mujer y la retiró a la luz.
La manera en que te derrumbaste aquí, también ella la tuvo que vivir.
Es la separación cuando se rasgan las auras, es como si la sangre brotara de las venas.
Y es que es así, había contagiado tu sistema entero.
También ella lo vivió.
Cuando salió de la cama, el maestro detuvo el aura negra.
Ella salió entonces de ese contagio, aunque se desmayó.
En esto puedes ver y constatar que el mago era puramente uno con ella y que por lo tanto la había succionado hasta dejarla por completo vacía.
—¿Así que se me protege?
—Se te protege, ¿o acaso esto no es una protección?
—¿No volveré a estar bajo esas fuerzas asquerosas?
—No, ahora lo has aprendido, eso solo puede hacerse una vez, esta lección para ti se ha convertido en sabiduría.
Es lo que dice mi maestro y yo repito textualmente lo que se me da.
Un mago ya no podrá alcanzarte, pues conoces su fuerza, la has sentido y eso se convertirá ahora en tu propia arma.
La experiencia es sabiduría.
—¿Es muy sensible mi mujer?
—Tu mujer es mediúmnica, lo que hizo ocurrió en un estado de trance, el trance consciente, es la disolución en otro estado por fuerza de voluntad exterior.
Se dirá aquí —por lo menos lo hará el erudito— “Hipnosis consciente”, pero para nosotros no es más que posesión.
De esta manera la gente se vuelve demente.
Esta influencia es materialmente astral, pero aquella influencia astral es cien veces más peligrosa.
—¿Qué es?
—Eso es, pues, esa carne de infierno, esos magos y espíritus tenebrosos que toman posesión de nosotros, los seres humanos, y entonces se desfogan a fondo.
Por lo tanto, este mago sigue en la tierra y por eso su fuerza es materialmente consciente.
La astral es más etérea, pero una vez que esta entre en contacto con nosotros, las dos almas se fundirán y seguirá la demencia.
Lo que hace un mago material sigue siendo evitable, si uno mismo no quiere esa vida.
Pudo alcanzar muy fácilmente a su mujer, porque es mediúmnica.
Pero también te digo: no permitas nunca que empiece con eso, no tiene resistencia.
—¿Cómo procesa usted todas estas fuerzas?
—Por medio de mi maestro.
Me dio el cielo y la tierra.
Se me concedió conocer las leyes en el espacio siendo un niño.
No he recibido formación, en realidad soy —como se dice donde nosotros— más bruto que un arado, pero precisamente por eso apto —como dice el otro lado— para estas leyes.
No soy ni tengo nada, pero el otro lado vive, habla y escribe por medio de mí.
Eso es todo, pero he llegado a conocer todas esas leyes de vida y muerte, y se me ha concedido asimilarlas.
El hombre se va y volverá para despedirse.
Pero desde el barco envía un telegrama de que tiene que volver a Indonesia de improviso, la carta seguirá después.
La carta llega, y escribe: “Mi buen amigo:
Doy gracias a Dios por la gracia de que se me haya concedido llegar a conocerte.
No me arrepiento de la miseria padecida, al contrario, me he convertido en otra persona.
Aquí en la cubierta de popa leo tus libros.
Vivo en un cielo.
Nos hemos divorciado, pero la he recuperado.
Pronto nos volveremos a casar, y será un matrimonio por apoderado (un matrimonio por poderes, en el que la mujer contrae matrimonio con el apoderado del novio ausente).
Cuando vuelva a mí, será mi propia mujercita.
Le contaré todo y el día en que nos casemos, pensaremos en ti.
Jamás te olvidaremos: que Dios bendiga tu trabajo.
Ya no confío en psicólogos.
El hombre del que ya sabes es demasiado erudito para confesar su ignorancia.
Pero tiene que saberlo.
Solo hay una ayuda para este caso, y es el amor.
Las flores han obrado el gran milagro y lo han representado textualmente.
Piensa que soy un gran niño.
Con mis mejores deseos para tus maestros. Tuyo, B.”.
Se trataba para mí de demostrarte que incluso los magos pueden estrellarse de cara a la otra especie, el grado de vida elevado, aunque haya contacto directo.
Si el mago hubiera querido destruir ambas vidas, habría tenido que aceptar su impotencia; ahora el amor que albergaban se convirtió en la propia protección.
Ahora dejé constancia de todo esto para avisar al hijo occidental del terrible Oriente, para que pueda protegerse a sí mismo.
Ve de inmediato a donde un yogui, el yogui espiritual, solo él puede ayudarlo, sintoniza su concentración contraria, pone en el mago su fuerza, que es un muro de concienciación astral, para que el mago no pueda destruir tu vida.
Y además te lo aclaré todo porque un médium occidental pensaba ser capaz de esto también.
Has recibido una idea de cómo trabajan y quieren servir tus charlatanes.
Todo ser humano está abierto a la magia, siempre hay características en ti que permiten el contacto.
Sin embargo, si despierta la resistencia propia, cada uno vuelve a ser capaz de deshacerse de las fuerzas mágicas, por lo menos si esta conciencia está presente; si no es así, estarás perdido.
¡El grado propio te succiona hasta vaciarte del todo!
Occidente sabe muy poco de todas estas leyes y todavía las tiene que asimilar.
No obstante, el erudito occidental tendrá que aceptar más adelante el otro lado, pues no se puede vencer la magia negra al margen de nuestras fuerzas.
Solo entonces se acercan Occidente y Oriente entre ellos, y se podrá ayudar también a los hijos occidentales que viven bajo la demencia.
Ahora Occidente está impotente.
¿Qué sabe tu psicólogo de la mística oriental?
Encogerse de hombros con desdén y estar uno mismo impotente es pobreza espiritual.
Por eso, los grandes médiums son pioneros para este lado.
Tus charlatanes destruyen nuestra gran obra, debido a tus estafadores ya no se acepta al verdadero médium.
Los psicólogos occidentales todavía tienen que despertar, y sin embargo estas personas hablan para la radio y creen poder dar su sabiduría a miles de personas.
Destruyen lo que pertenece al espiritismo, y aun así ellos mismos se quedan sin palabras y han de aceptar su impotencia.
Cobrar dinero pero no hacer nada, gritando mientras tanto críticas destructivas, para que todos tengan que verlos como los Reyes Magos, es una idiotez y cosa de granujas.
¿No tienen sentido del honor todas estas personas?
El hombre tiene razón cuando dice: “Cuesta dinero a raudales y te arrojan a la calle porque no pueden hacer nada por ti”.
Pero ríen, lo insultan a uno llamándolo psicópata, y ellos mismos son unos muertos en vida.
Sus bobadas son viejas y torpes, ¡están moribundas!
¡No sirven!
Estos son destructores.
Estas personas no deberían haber estudiado.
Sirven al yo que se marchita y son igual de infelices que los enfermos que van a verlas.
Para nuestra vida, la Indonesia Holandesa como territorio no tiene significado, como tampoco lo tiene la India británica (la actual India) o el Tíbet; conocemos todos esos templos, pues nos encerramos en ellos.
De este lado todo vive junto en un solo pequeño mundo y ¡ese es el infierno en el que todos esos poderes tenebrosos han sido comprimidos hasta formar un montoncito!
No tengas miedo, también ellos llegarán a conocer nuestras leyes y solo entonces inclinarán la cabeza ante Dios como niños pequeños.
Que lo aprueben o no, no pueden saltarse ni un paso.
Ser humano, oh, ser humano, ¡conócete a ti mismo!
Un charlatán occidental probó el mismo truco, un psicometrista clarividente que pensaba poder darse aires de verdadero mago.
Seguí a este chavalito y viví durante un tiempo en su entorno, para poder contarte de él e irme preparando para este trabajo.
De los miles de asuntos que el hombre pensó tratar por medio de nuestro mundo quiero darte un bonito ejemplo.
Así de una vez conocerás también a los de esta clase.
Sabrás entonces el bien que hacen estos tipos y también si poseen dones.
Pero te digo: cada uno es más miserable que el otro.
Lo violan todo, pasan por encima de cadáveres.
En su entorno solo vivirás lodo y basura, se han animalizado.
En fin, ¡juzga tú mismo!
Entró una señora a verlo, necesitaba ayuda urgentemente.
Otra mujer poseía el amor que le correspondía a ella, y ahora quería que él la eliminara por medio de sus dones y fuerzas.
Ay, era tan mala persona, aquella otra.
Si esa mujer desaparecía, ella obtendría el amor al que tenía derecho.
Y el psicometrista aceptó su tarea y quiso ayudarla.

—Por supuesto, señora, eso es horroroso.
Ya haré que muerda el polvo.
¿Tiene una foto para mí?
Ya había contado con eso.
Él recibe la foto y se encargará de que la mujer pronto estire la pata, entonces ella tendrá su amor.
La señora se va y él empieza con su trabajo.
Le ha dado un pequeño adelanto, puede arreglarse con eso y se esforzará.
Le preguntó cuánto podía tardar.
Para esto solo le hacen falta tres meses, pero entonces se habrá arreglado.
Qué bien, a su parecer es el hombre al que necesita.
Puede contar con ella.
La foto está delante de él, los ojos perforados, primero dejará ciega a esa mujer que amarga otra vida, después sigue lo demás.
Todos los días le dedica algunas horas a ella, la madre de tres que tiene que desaparecer.
Si quiere ponerla bajo su poder, según él eso es necesario.
Veo a este montoncito de desesperación humana, lleno de imaginación y altivez, sentado delante del retrato, pensando y concentrándose, tanto que a él mismo le da dolor de cabeza.
Pero ya ahora tiene contacto.
Piensa que todo va de maravilla.
Constata para sí mismo varias enfermedades y también incidirá en eso, sobre todo los riñones no son buenos y además tiene un sistema nervioso muy débil.
Eso lo ayuda.
A su lado, en un rinconcito, está su propia mujer.
Le pregunta:

—¿Va bien todo?
—¿Que si va bien todo?
Ya la tengo.
Las cosas que verás.
Tres días más tarde la que hizo el encargo se deja caer, le gustaría saber cuánto ya ha avanzado.
—¿Y?
¿Cómo van las cosas?
¿Ya la tiene agarrada?
—Pues...
Déjeme ver, estoy con eso.
La tengo bajo control, ya no se me puede escapar.
—¿Cuánto tardará?
—Ya se lo dije, ¿no?, me hacen falta tres meses.
La señora se va.
Ya volverá a darse una vuelta.
Está tan concentrado en los ojos que él mismo casi se queda bizco.
Le duele la cabeza que le revienta, pero así es esto.
El hombre no sabe que, si estuviera en Oriente y el mago lo controlara, con foto y todo lo echaría a la calle, porque esta concentración rebota hacia su propia vida.
De él no emana nada, estos pensamientos causan esfuerzo material, eso no es concentración, hace que se le cansen los ojos y que todo rebote hacia su propio sistema.
Esto es pensamiento interior, pero el pensamiento interior no tiene nada que ver con la concentración en un solo punto, esto es vivir la vida propia de una cosa determinada, en este caso los ojos de la madre.
Él no sabe hacer eso y destruiría así sus propios ojos si el hombre fuera capaz de imaginarse a sí mismo.
Digo imaginarse, pero ni siquiera eso sabe hacerlo, el hombre no posee concentración, para esto hace falta un gran estudio.
Sin embargo está allí e interiormente apuñala los ojos de la madre y los destruye.
Y para ese trabajo se le paga.
—¿Te das prisa? —pregunta la mujer a su lado, con la que el hombre en apariencia está casado.

—¿Que si me doy prisa?
Pronto lo oirás.
Desde este mismo momento ya no sabe qué hacer y pronto se derrumbará.
¡Se va a enterar!
No sabe que la madre tiene tres hijos, pero ya se las verá con él.
Y ese “verá con él” lo conocerá él mismo.
—En Indonesia se ponen muñequitos delante de la puerta —le dice a su confidente—, yo lo hago de otra manera.
Esto incide directamente.
La concentración del ser humano es asesina si está firmemente sintonizada con lo que acoges en ti.
En una semana los ojos estarán rotos, luego su sistema nervioso, en el que ya estoy trabajando, y se derrumbará.
Ya atraparé a esa harpía, ¡hacer infeliz a otra!
Porque así está esta señora, la comprendo a fondo.
Concentrarse dos horas al día —y esto durante una semana— es cansado para la vista.
Resulta que mirar fijamente así no es tan sencillo.
Tiene que estirar las piernas y se encuentra en la calle con la que hizo el encargo.
—Y bien, ¿cómo va todo?
—Va muy bien, pero me hacía falta salir un momento.
—Cuénteme, ¿qué tal las cosas?
—Da vueltas como una peonza, señora, en cualquier momento dará contra el suelo.
Recuperará su marido, seguro.
Mira a la mujer, esta se ruboriza un poco, pero él no sabe por qué.
—Lo recuperará, se lo prometo, se lo garantizo.
—Estupendo, cuanto antes, mejor.
—Sí, esa tipa tiene que desaparecer, la destruiré, pero calladita la boca, ni una palabra.
Lo promete.
Qué pena que el hombre no posea las fuerzas, si no la madre figuraría en su libreta de personas desahuciadas; que si Dios ya la tiene en la Suya es algo muy diferente, y un gran problema para él.
Él mismo está encantado, solo que le duelen los ojos.
Cuatro días más tarde, vuelve a tener a la señora delante; quiere saber cuánto ha avanzado.
Pero todo va bien.
Por cierto, bien podría ella ir en búsqueda de información y venir a contársela, ¿no?
La mujer lo promete.
Pasa una semana, entonces entra como un vendaval en su habitación y dice:

—No avanza, ¿verdad?
—¿Que no avanzo?
¿De dónde saca eso?
—Está más sana que una manzana.
—¡Es imposible!
Pero no tiene que pensar que esto va por sí solo.
Anda tambaleándose, se desploma, si lo estoy sintiendo.
La veo claramente delante de mí.
Estoy seguro de mi trabajo, tiene que sentirse fatal.
¿Por qué no se lo pregunta a su marido?
—¿A mi marido?
Ah, sí, claro, puedo hacer eso. —Se repone, pero ya se da cuenta de que el hombre no entiende nada—.
¿Mi marido?
¡Qué desgracia! —se le escapa, y él dice:
—Tiene que tener un poco más de paciencia, señora, se lo digo: esa mujer ya es historia.
Adelante, no tiene más que preguntárselo.
‘Su capacidad de ver no es muy buena’, piensa, pero se lo preguntará a su amor.
—Pero ¿qué quieres con mi mujer? —pregunta su amor cuando ella pregunta, como quien no quiere la cosa, cómo se siente aquella.
—¡Te hago una simple pregunta!
Tengo la idea de que no se siente bien.
Anda, pregúntaselo, y ya verás.
El hombre reflexiona y se fijará.
En casa está en su rinconcito y la mira, está sintonizado con su vida con más insistencia que de costumbre, por lo que la mujer le pregunta:
—¿Por qué me espías así, marido?
¿Pasa algo?
—Puedo mirarte, ¿no?
—¿Te pasa algo? —pregunta la mujer, que desconoce que tiene una relación con otra mujer.
—¿Yo? ¿Qué iba a tener?
¿Te sientes bien?
—¿Que si me siento bien?
Cuánto interés.
¿Acaso tengo aspecto de enferma?
—Eso no, solo lo pregunto.
—Pues, no sueles mostrar tanto interés últimamente.
Hablan de otra cosa, pero la madre reflexiona.
¿Le pasa algo a su marido?
¿Qué quiere en realidad?
¿Por qué tanto interés?
¿Por qué?
Está diferente, algo le pasa, algo está haciendo, algo quiere.
Está preparada.
—No le pasa nada —dice él a su amor—.
Nada, está más sana que nada.
La mujer vuelve corriendo al vidente.
El hombre está justamente en eso, tiene el retratito en las manos cuando ella entra.
—Vaya —pregunta secamente— ¿está en eso?
Pero la mujer está más sana que una manzana, que lo sepa.
El vidente está que se vuelve loco.

—¿Qué dice?
¡Imposible!
Tiene que preguntarlo.
—Pero es lo que hice, hombre, lo tengo de buena fuente.
Se siente de diez.
—Mire, le voy a decir algo: le están tomando el pelo.
Tiene que enterarse, él se lo tiene que decir.
Yo sé que está enferma, y de gravedad, además.
Esa convicción hace que se vaya, el hombre está demasiado seguro.
Volverá a preguntarlo.
Su amor recibe su miel, el hombre preguntará, en todo caso mirará con más atención.
Está en casa, leyendo tranquilamente, pero sus pensamientos se le escapan, y van en una sola dirección.
Los niños están en la cama, ellos están allí uno frente al otro, él lee y ella remienda algo para sus tesoros.
De pronto empieza a sentir algo, empiezan a atravesarla pensamientos, otros pensamientos; y miedo, entra miedo en su vida.
Es como si supiera por qué esos pensamientos han entrado en ella y siente lo que el miedo quiere decir a su vida.
¡Lo sabe!
El hombre mira a veces, la sigue y ahora ella ya puede sentir sus pensamientos desde la cocina.
Está metido en algo, ella tiene que encargarse de sus hijos y también estar pendiente de él.
El hombre está distinto, tiene... no sigue pensando, no se atreve, pero pongo mi saber en ella.
Refuerzo un momento su sentimiento de temor, no hace falta más.
Ahora que de por sí soy testigo de este pequeño drama puedo ayudarla, pero hay alguien más que protegerá su vida, es una personalidad luminosa que vive en mi mundo.
Esta alma no me ve, no debe verme, porque así yo interferiría en estos pensamientos intensos y en esta concentración.
No quiero molestarla.
El hombre no se atreve a pronunciar palabra sobre su enfermedad, pero lo sabe: está de lo más sana.
Los sentimientos y pensamientos de ella son como hacen los clarividentes y como lo que posee todo ser humano.
Esta fuerza la despertó.
En su vida está sintonizada ahora en un solo punto, y es su marido.
Sintió miedo y la sensación de búsqueda, ese tanteo sin sosiego de alma en alma es empuje invisible, sintonizado con la enfermedad.
Ese empuje llega a la conciencia plena, primero vive los verdaderos grados para sí mismo, para luego entrar a lo definitivo y entonces convertirse en miedo.
Llegamos a conocer, ver y sentir los grados del miedo.
Ahora es miedo, en el primer momento solo fue interés, pero detrás de este interés vive el miedo, ¡el interés es miedo!
Ese empuje la eleva, en sus pensamientos y sentimientos conscientes entra el interés por lo más elevado y hace la transición a la esencia.
Así ven tus clarividentes y adoptan lo que tú mismo piensas y sientes.
También esta madre sabe hacerlo, aunque haya recibido de mí el cincuenta por ciento de conciencia para que pudiera vivir la clarividencia material.
Todo esto ocurrió en tan solo unos segundos.
Sabe lo que hará.
Una noche él tiene que ir a ver a unos amigos por negocios, tiene que viajar muchísimo por negocios y a ella le parece de lo más normal.
Pero esta noche lo sigue.
Él se dirige en línea recta adonde su amor y entra.
—¿Y? —pregunta de inmediato—, ¿lo sabes?
—Mi mujer está sana como una manzana.
No le pasa nada.
La mujer también sabe lo que tiene que hacer, pero solo podrá hacerlo mañana.
Él se queda unas horas, pero entonces ha llegado el momento de partir y tiene que desaparecer.
Se abre la puerta, la mujer lo acompaña hasta allí, pero lo sorprende su propia mujer.
Vuelve a abrir la puerta de un empujón y dice a la señora:
—Si tuviera la bondad de dejar en paz a mi marido, se lo agradecería mucho.

Y a él:

—Vamos, marido, los niños esperan.
Él no puede con esto.
Ella engancha su brazo con el suyo y tira de él, a casa: los niños esperan.
—¿Cómo pudiste? ¿Cómo has podido hacerlo?
Oye, ¿qué es lo que te pasa?
¿No hago lo que sea por ti?
¿Cómo has llegado a esto?
¿Cómo puedes olvidarnos?
—Chsss, calla, no lo volveré a hacer.
—¿Lo dices en serio?
—Te lo prometo, estoy muy arrepentido.
—Entonces te quiero aún más.
—¿De dónde sacas tanta fuerza?
—Estoy hecho de otra pasta.
Prométeme que no olvidarás a tus hijos, entonces todo volverá a estar bien.
Después de unos días, el hombre quiere saber a qué se debe que su mujer tuviera tanta fuerza, y ella le cuenta que es su madre por quien ha actuado.

—Así lo habría hecho mamá —le asegura—, y ahora ni una palabra más sobre eso.
Tenemos una tarea y la tenemos que terminar.
Después te las puedes arreglar tú solo.
Grande y profunda es el alma que pueda hablar así, que pueda servir así y que sea capaz de este amor.
Ciertamente, su madre depuso este saber en su hija, esta fuerza bendice.
Y en eso no quise interrumpirla.
Pero Dios vio que ella actuaba en Su nombre, y solo entonces las almas llegan a unirse.
La otra mujer corre como una posesa a buscar al vidente y quiere que le devuelva su dinero.
Pero no recibe un centavo, él se ha esforzado.
—¡Haré que se conozca tu nombre, estafador!
—Adelante, hágalo, señora.
No se preocupe, hágalo, pero ¡de mí no recibe un centavo!
Esta es el tipo más bajo de tus clarividentes y psicometristas, pero el resto no es mucho mejor.
Aunque no se presten a semejante maldad, aun así hacen muchísimo mal, lo que te quedará claro más adelante.
Viven en tu entorno, los hay en todas las ciudades, forman parte de tu sociedad.
Estas personas deciden sobre tu vida y en ocasiones son los representantes de tus sesiones florales; ellos ven y oyen por ti y transmiten mensajes espirituales.
Estos tipos ya pertenecen a los grados elevados, pero por sus prácticas juegan el juego con la vida y la muerte.
Ningún espíritu de la luz puede ayudar, ¡sirven el mal!
Unos están un poco más elevados en mentalidad que otros, pero ninguno de ellos posee dones, solo “sienten”.
Sobre esta gente se pueden llenar libros enteros.
Este tipo de clarividentes se encuentran entre ustedes (vosotros), desde sus infiernos entran tranquilamente a tu cielo y destruyen todos tus pensamientos sagrados, rompen lo que se ha construido con esfuerzo y cuidados y pasan por encima de cadáveres.
¿Pensabas de verdad que estos demonios recibían ayuda de nuestro mundo?
¡Estos burros en el camino oculto!
A pesar de ello intentan construir unas vidas y destruir otras.
Dios no los castiga, se castigan ellos mismos, descienden en su propio infierno.
Dios es todopoderoso, también ellos pertenecen a Sus hijos, pero se maldicen temporalmente y caen hondo, porque violan lo más sagrado de todo lo que Dios nos ha dado a los seres humanos.
Y por eso pasan por encima de cadáveres, no se arredran ante nada, portan máscaras y violan nuestra vida.
Y estos tipos tratan objetos que pertenecen a tus seres queridos, reciben mensajes espirituales y están en conexión con el mundo astral.
¿Lo crees?
Ahora son los crédulos a quienes se engaña, rezan y les ofrecen una velada sagrada.
Entre todas estas personas hay algunas buenas, gente que quiere servir, a pesar de todo, por medio de su sentir material y cuyas intenciones son sinceras.
Otros, a su vez, engañan conscientemente y representan la charlatanería, son los verdaderos ladrones espirituales en este campo.
¡Por este tipo de gente se interesa el otro lado!
Para ti es increíblemente difícil distinguir la fuerza benévola, diferenciar el alma servicial de la paja espiritual, y sin embargo puedes constatarlo de inmediato por la palabra, por la mentira y el engaño que venden.
Sus vidas son transparentes, se puede distinguir lo falso de lo verdadero, percibir su irradiación venenosa, tampoco a tu perro y gato ni al niño pequeño les caen bien.
La repugnancia se te echa encima, sus ojos irradian la luz de la pasión y de la violencia, de sus sentimientos y pensamientos animales, y ya no tienen nada de la criatura mediúmnica que te dejaba contemplar con sinceridad la vida interior.
“En verdad les (os) digo, ellos mismos se traicionarán”, dijo Cristo alguna vez, y por medio de eso puedes sondar sus vidas.
Todas estas personas viven en los dos primeros grados de los sentimientos y no pueden ser usadas nunca como médiums.
Solo en el tercer grado viven quienes poseen la sensibilidad mediúmnica.
Debido a que estos pequeños de vez en cuando dan en el blanco por su sentir y pensar materiales, a que intuyen algo de antemano, como sabe hacerlo cualquiera, se sienten médiums.
La sintonización de alma a alma es la conexión más sencilla para ti como ser humano y puedes vivirla cada segundo del día.
A ver: ponte a leer un libro con alguien más, podrías decir con exactitud dónde está el otro y por dentro oirías cómo se pronuncia cada palabra.
Escucha música hermosa y sigue el sentir y pensar de otros, entrarías en la unión.
Es la sintonización igual en un solo punto por el que los grados vitales se acercan el uno al otro.
Ahora hablan los rasgos del carácter, y si habla el amor, una vida desciende en la otra y intuye lo que se siente en ella.
En esto consiste la clarividencia de todas estas personas que creen ser famosas en todo el mundo.
Durante un tiempo viví en estas vidas, me encerré en su aura y seguí lo que hacían y deshacían.
¿Qué te parece este vidente?
Una madre cuyo marido está gravemente enfermo piensa encontrar su ayuda donde un vidente.
Hace poco perdió a dos hijos y piensa que encima morirá también su marido.
Los médicos no le dicen nada y ella está desesperada.
El vidente la mira, reflexiona muy seriamente y frota con las manos el objeto que ella ha traído.
Todavía pregunta:

—¿Es suficiente este lápiz, señor?
Él pone una cara soberbia y dice:

—¡Va que chuta!
Así que puede estar contenta.
Ahora toca esperar.
El hombre roza el lápiz y siente.
Ahora tiene que constatar por el aura a lo que ella ha venido en realidad y para qué necesita consejos.
El médium bueno en nuestras manos es conectado ahora con el aura del lápiz y su portador; lo hace el propio maestro astral, pues es demasiado arriesgado que lo haga por sus propias fuerzas.
Porque ¿cuántas personas no habrán tenido en sus manos esta cosa?
El aura humana está anclada en esta cosa material, pues todo lo que ha recibido forma y densidad irradia un aura propia, de lo contrario aquella cosa no poseería vida y se disolvería.
El médium llega a la unión con esta aura humana, el aura vuelve a conectarlo con el ser humano a quien pertenece el objeto, pero para esto el médium tiene que poseer la sensibilidad más elevada.
Los médiums de tercer y cuarto grado son sensibles a ello, el primer y segundo grado de los sentimientos buscan y tantean por medio de la intuición material hasta lograr dar en el blanco, pero transmiten lo que entre en ellos.
Certeza no hay.
Esa certeza sí la tiene el médium en nuestras manos, puesto que el maestro astral controla entonces los sentimientos y pensamientos y que está presente en ello la clarividencia y la clariaudiencia, de modo que el médium puede captar un mensaje espiritual.
Los charlatanes no tienen esta ayuda y lo hacen por su propia fuerza, ¡destruyen por esto lo que ha sido construido por nuestro mundo y no reparan en nadie!
También ahora el hombre tiene que intuir y constatar por qué llega esta madre.
El otro lado lo hace infaliblemente, pues descendemos en la madre y después visitamos al enfermo, podemos hacerlo en tan solo unos segundos y volvemos entonces al médium.
Llegamos de manera infalible a la verdadera pregunta y podemos contestarla entonces de manera espiritual científica.
En primer lugar construimos; si hemos podido constatar que la madre está ante serios problemas, nos encargamos de que en ningún caso se entere de ello; tiene que ahorrar sus fuerzas para el momento en que tenga que darlas todas a él o ella por quien vino.
El otro lado trata todos estos problemas según la doctrina de Cristo, pero está sintonizado de manera espiritual científica mientras lo hace, nosotros constatamos para ti lo más imposible, porque estás en buenas manos.
Ni un solo espíritu te lleva ya de antemano a la miseria.
Esto sería contrario a las leyes astrales.
Destruiría nuestra propia vida.
Somos aportadores de felicidad y no destructores de la poca felicidad que puedes vivir en la tierra.
Mira ahora en qué lo convirtió este vidente.
Siente y sigue sintiendo.
Por fin le arroja al rostro el saber verdadero, afilado e implacable, sin piedad.
Por poco la pobre madre se desploma gimiendo, se le desboca el corazón, sus pensamientos son confusos, él rompe su vida cuando dice:
—Está usted gravemente enferma.
La madre lo mira, no sabe lo que quiere decir el hombre y dice:

—¿Qué?
¿Qué dice?
—Sí, tengo que avisarla, ¿no?, mejor que sea demasiado pronto a que sea demasiado tarde.
Está enferma de cáncer.
La mujer casi se viene abajo de dolor, de pronto ha entrado en su vida.
Le pregunta, completamente confundida:
—Pero ¿qué quiere decir?
Vengo por mi marido.
El vidente siente que se ha equivocado.
Pero se restablece en un abrir y cerrar de ojos, y responde:
—Su marido, su marido, eso no es nada, un par de días de descanso y estará mejor.
Un leve resfriado, ¿entiende?
—Pero si lleva meses en cama, señor.
El hombre no mira, no sabe cómo salvar el pellejo, pero aun así le da consejos sobre cómo actuar, y dice:
—Vaya, esos médicos asquerosos, qué malparidos.
Lo ve, eso es.
Ay, cómo es posible.
De verdad, cómo la han engañado.
Es una vergüenza.
Una vergüenza, señora.
Tiene razón, de verdad que tiene razón.
¿Quién está tratando a su marido?
¿Quién es?
La madre lo mira, menciona un nombre y él sigue, para salvar lo que se pueda. Pone los doctores a parir lo más que pueda, para despistar a la madre.
—Mire, señora, es muy difícil, su aura está enganchada en esto.
¿Ha usted tenido el lápiz en sus manos?
—Sí, señor.
—Ya ve, eso es.
Quiere volver a inventar una gran historia, pero la madre pregunta:

—¿Cuánto le debo?
—Dos cincuenta.
La madre va contando sus monedas y se arrepiente de su dinero, sigue sin saber nada.
—Si me necesita, pásese por aquí, señora, e infórmeme alguna vez de cómo está su marido.
Tal vez pueda hacer algo por él.
¿Si los médicos no saben?
Tiene que recibir un tratamiento, un tratamiento serio, sabe.
La mujer se va, desganada, a casa.
‘Dios mío’, piensa, ‘¿tengo cáncer?
¿Cáncer?
¿Encima eso, después de tanta miseria?’.
Ya se ha olvidado del engaño, pero esta cosa en particular no puede soltarla, tiene cáncer.
‘No me puedo curar’, piensa.
Desde hace unos días le duele la barriga, eso es.
Ella misma ya lo había pensado alguna vez.
¿Cáncer?
Pero esto no puedo ser, la supera.
Día y noche piensa en su cáncer.
Se va arrastrando y en poco tiempo se ha convertido en una ruina.
El médico le pregunta quién le ha contado esas tonterías, pero no dice nada, no quiere tener nada que ver con la policía.
Y el médico dice que a ese tipo le retorcerá el pescuezo, tiene que saberlo.
Pero se queda callada, ya tiene suficientes problemas.
Van pasando los meses, el hombre se mejora, la madre de dos se pone gravemente enferma.
Me quedo cerca de ella y veo lo que va a ocurrir.
Dentro del año muere, está exhausta.
El médico la examina, quiere saber cuál es la causa.
El diagnóstico es el siguiente: agotamiento total por sugestión.
Dios me dio la gracia de poder recibirla cuando, como alma y personalidad astral, se desprendió del organismo.
La llevé a la primera esfera, donde despertaría.
Cuando abrió los ojos, preguntó a la hermana que la cuidaba:
—¿Cómo está mi marido, enfermera?
—Su marido está muy bien, madre.
—Y ¿los niños?
—Muy bien, madrecita.
Mira a la hermana, que es como en la tierra, y sin embargo siente algo.
Piensa y sigue pensando, y pregunta:
—¿Dónde estoy, enfermera?
¿A dónde me han traído?
Entonces me acerqué a ella y le contesté.
—Escúcheme, por favor, madrecita, tengo muchísimas cosas que contarle.
—¿Es usted el doctor?
—Soy su médico, madre, y vamos a hablar un poco.
—¿Murió mi marido?
—No, está bien y los niños también, se trata de usted misma.
¿Recuerda por qué usted se enfermó tanto?
—Sí, doctor, por ese hombre, verá: tengo cáncer.
—No tiene cáncer, madrecita, sino que tanto pensar en cáncer —viene lentamente, ella debe saberlo— ha enfermado y la han traído aquí.
No me deja terminar y pregunta:

—Pero me siento bien, doctor, ¿puedo volver pronto a mi marido e hijos entonces?
—Iremos cuanto antes a verlos, pero primero tiene que escuchar seriamente.
—Pues dígame, doctor.
—En esta enfermedad, madre, ha vivido lo peor de todo.
Se asusta, empieza a pensar y espera la respuesta.
Continúo.

—Y esa cosa peor la trajo a este lado.
Aquí...
—¿Qué dice?
¿Este lado?
¿No es eso... espiritismo?
Ya no tengo que decir nada más, sabe que ha dejado la tierra y se derrumba espiritualmente.
Una semana después, según el tiempo tuyo, vuelve a despertar.
Estoy a su lado, me mira a los ojos y me da todo su amor, su fuerza, su saber y su oración inmaculada, me sonríe.
En ella da las gracias a Dios, ¡a su Padre y el mío!
Comprendo que no puede pronunciar palabra y continúo.

—Pronto estará así de fuerte y volveremos a la tierra juntos, a los niños y a su marido, porque querrá verlos, ¿no?
¿No es así?
—Ay, doctor —dice, buscando a tientas mi mano.
Estampa su beso en mis dedos y dice—: Es usted tan bueno conmigo.
Oh, qué bueno es todo, usted...
Vuelve a sumirse en el sueño.
Este dura tres días.
Vuelve a despertar, estoy a su lado como si no me hubiera ido, pero en ese tiempo volví a vivir un sinnúmero de otros charlatanes, y vi cómo a aquellos que necesitan ayuda se les enterraba bajo la miseria.
Vuelvo volando a las esferas, va a despertar.
En el momento en que estoy con ella, yace en un entorno encantador, van y vienen aves y le cantan sus canciones de la esfera, oye cánticos espirituales y mira a la gente a la que no puede decirle ni una palabra.
Me espera.
Mira y sonríe.
“Mi hijo”, habría querido decir ella —adopto esos pensamientos—, y digo:
—¿No somos todos hijos de Él, de quien soy hijo?
Las lágrimas le mojan las mejillas, no se avergüenza y ha recuperado las fuerzas.
Dice de improviso:
—Cuénteme ahora todo, doctor.
—Pronto volveremos a la tierra, pero ¡mire allí!
¿Quiénes son esos?
La madre vuela hacia sus hijos muertos, los abraza con fuerza y vuelve a desplomarse.
Cuando vuelve la conciencia espiritual, son sus hijos los que la llaman de vuelta a la vida nueva, ya no hace falta mi ayuda, por lo menos no ahora.
En poco tiempo es una con sus queridos, y cuando ha acabado ese tiempo, cuando entra en ella el deseo de volver a ver a sus hijos y su marido en la tierra, me desprendo de las esferas con ella y volvemos a la tierra.
Nunca sentí ni recibí más amor que el que ella me dio como alma llegada de la tierra, pues la mayoría de las personas ni siquiera sabe pensar y no sabe nada de esta vida, no tienen la sensibilidad de haber llegado a lo que hay entre la vida y la muerte.
Ella es como un gran milagro.
Ve las estrellas y los planetas, le muestro dónde planea la tierra en la que viven su marido y sus hijos, y piensa y procesa todo.
Vamos tomados de la mano, avanzamos planeando y la ayudo a pensar, puede vivirlo todo porque he elevado su vida en la mía.
Sabe hacer preguntas hermosas y ahora ya es capaz de agradecer a Dios lo que ha recibido y que puede vivir ahora.
La sigo en pensamientos y puedo seguir sus sentimientos y pensamientos.
Es como una niñita, su apariencia espiritual es juvenil, ha depuesto la edad de cuarenta y siete años de la tierra.
Ya ahora es como una mujer de veintiocho y siente ya la infinidad de Dios.
Entonces nos aproximamos a la tierra y, mira, ¿qué siente?
—¿Es de noche en la tierra, doctor?
—Sí, hija mía.
—Qué imponente, qué verdadero es todo.
Ha leído, esta sabiduría le fue dada por el otro lado.
Tiene razón, es verdad todo lo que los espíritus de la luz intentan traer a la humanidad.
Sabe que otros llegan aquí sin estar preparados y que se vacían llorando permanentemente, porque han tenido que abandonar lo terrenal.
Ella no, es feliz y puede aceptarlo todo.
Actualmente, su saber es para ella la conciencia en la que vive, también su felicidad, su propia posesión de las esferas.
La llevo a su marido e hijos.
Todos están dormidos, pero pronto despertarán, ya casi sale el sol para la tierra.
Ha vivido que en el espacio sí hay luz, ha llegado a conocer la sombra de la madre tierra y de las tinieblas, ve ahora que el sol proyecta sus primeros rayos sobre la tierra, por lo que se hace de día.
Vuelve a sentirse material y mira a sus hijos.
Ya sabe —esta posesión espiritual está presente en su vida— que atravesará a los niños, es demasiado etérea.
Sigue la respiración, piensa en sus hijos y vive un gran milagro.
Piensa y sigue pensando, los niños despiertan y la llaman a voces:

—¡Mamá!
¡Mamá!

Se mantiene fuerte, mi mano está en la de ella.
Me mira y no puede pronunciar palabra, pero sus pensamientos me atraviesan como una corriente, soy uno con ella de sentimiento a sentimiento.
Durante un tiempo mira a los niños, entonces se desprende y ve que su marido está ocupado cuidándolos.
Mientras tanto, el mayor salta de la cama y ayuda a papá.
En un abrir y cerrar de ojos ha observado la situación.
Sabe lo que le queda por hacer.
Ahora la llevo a otra parte.
Estamos en la sala de estar del milagro mediúmnico que le causó tanta miseria.
Mira largamente al engendro, durante mucho tiempo está pensativa, entonces pregunta:
—¿Es ese el hombre, doctor, que me...?
“Hizo perecer”, habría querido decir, pero su propia vida espiritual la salvó, ni siquiera puede pronunciar la palabra, pero ¡es él!
—Es el hombre que mancilla nuestro mundo —le digo—, el hombre que cree poseer los dones espirituales, alguien que pasa por encima de cadáveres.
—¿Y nadie hace nada para prohibir a estas horrendas personas su miserable trabajo?
—El mundo las llegará a conocer, hija mía.
Le cuento para qué estoy aquí.
—Maestro, mi maestro, cómo puedo darle las gracias.
Estuve tan agradecida a Dios por todo, usted remediará mi miseria, cuéntelo en la tierra, a voz en cuello, maestro, que estas personas tienen que parar.
—Este es el hombre que te asesinó, hija mía, pero más adelante también él cambiará la vida terrenal por la eterna, y tendrá que aceptar su propia vida.
Ven, volvamos a donde está tu tarea.
Le aclaré muchos problemas, para que llegara a conocer las leyes de su propia vida.
Cuando estuve listo con eso, la entregué a su propio maestro, que la preparaba para su tarea en la tierra, pues quería proteger a su marido e hijos.
Después continué.
En la tierra eso se llamaba autosugestión, para nuestro mundo su muerte había sido destrucción, ocasionada por la animalización del individuo humano, por tus clarividentes.
Y Dios no puede aprobarlo.
Este instinto humano de hiena la rompió por completo y continuó tranquilamente.
¿Me necesita?
Pásese por aquí cuando quiera, señora, infórmeme de cómo está su marido, la ayudaré.
No solo para ir de mal en peor, sino que lo hizo más a fondo, ¡asfixió su fuerza vital!
Y estos reptiles venenosos son como eres tú, ser humano.
Poseen dones espirituales, eso dicen.
Miran por ti pero te succionan hasta dejarte completamente vacío y sus líos son lo más aterrador que puedas imaginar como mal en la tierra.
Los charlatanes hacen su trabajo, para nuestro mundo son inhumanamente malos.
No hay palabras para expresarlo.
Pero la humanidad ha de saberlo.
Y los charlatanes se reconocerán en este libro, pues intentan enriquecerse por medio de libros espirituales que nuestro mundo da a la humanidad.
Como chacales hambrientos se echan encima de todo libro que el otro lado da a la tierra, así es como pueden complementar sus propios conocimientos y venderlos por dinero contante y sonante.
Pero ¡ahora se han quedado mudos!
Aquí ya no se necesita su ver, resulta repugnante a todos.
¡Serán desterrados de la sociedad, estos hombres y mujeres trabajarán y dejarán a sus prójimos en paz!
¡El otro lado se encarga de ello!
Otra madrecita busca ayuda para sí misma, no se siente bien y va a ver al clarividente, otra celebridad.
Está preparada, por ella no sabrán nada, tienen que decírselo.
—Dígamelo usted —es por lo tanto lo que dice cuando el hombre pregunta para qué ha venido en realidad.
—Usted es el clarividente, ¿no? Yo no veo.
Siente que le han escupido a la cara, y mucho, ya le pasará la factura.
Eso es muy tonto, pero ella no conoce la mentalidad de estos tipos, encima se pueden enojar.
Y el vidente se lo dirá como sea.
Pero tiene que tener un poco más de paciencia, lo verá en unos segundos.
Entonces llegó la palabra fatal.

—Su marido la engaña.
—¿Qué dice?

Qué extraño que la gente pregunte una y otra vez lo mismo cuando se les dan a oír verdades terribles.
Pero se ha asustado.
—¿No oye lo que digo?
Su marido la engaña.
—Mi... ¿marido?
Mi... marido me... Vengo por mí...

Por mí misma, habría querido decir, pero pregunta:
—¿Qué le debo?
—Uno cincuenta.
‘Ganados en un pispás’, piensa el vidente, pero la mujer se ha ido.
¿A dónde va?
En línea recta a su marido, que es agente de policía.
Lo pone a parir y el hombre piensa que se ha vuelto loca.
—¿Qué dices, hija? ¿Dónde vive el hombre?
¿Dónde, dices?
Se va volando en bici, toca tranquilamente el timbre y pregunta:

—¿Es usted el señor O.?
—Sí, agente, ¿qué pasa?
En menos de tres minutos, el hombre ha quedado noqueado.
El agente de policía todavía llama a la ambulancia por él y se va con toda calma.
La mujer ha ido a casa, él les cuenta a sus superiores lo que ha hecho y lo castigan.
Pero eso no es lo peor.
Sabe hablar, e incluso muy bien, pero a pesar de ello, su mujer no le cree.
Es y sigue siendo un estafador, las palabras del charlatán han surtido efecto.
Su vida es como un infierno, quieren aclarárselo a ella, nada sirve.
La mujer está destrozada interiormente.
En menos de cuatro meses se han divorciado.
Estos hechos y miles de otros te demuestran cómo ven estas personas.
Para ellos el dinero juega un papel grande, tienen que vivir y vender su sabiduría.
Otros organizan sesiones, piden su entrada y los espíritus se encargan de lo demás, siempre que primero haya contacto.
Creen que todas esas personas hacen bien, que pertenecen a la especie más elevada y transmiten sus mensajes.
De esta manera se despluma a los crédulos.
El otro lado lo dice y es una ley, por ello pondrían la mano en el fuego.
Pero no saben que sus videntes no poseen dones y que por lo tanto no nos gusta semejante mundo.
Traen pena y dolor, y pertenecen a la escoria de la sociedad.
A los ladrones se les pone bajo llave, estas personas roban un día tras otro y pueden continuar, tienen dones.
¿No se puede hacer nada contra esto?
¿No pueden ocuparse de esto los parapsicólogos?
¿No sería mejor que examinen a esas personas científicamente? Son capaces de hacerlo.
No esperes más, hacen tanto mal, destruyen tu vida.
¿Todavía no es suficiente?
Cuando se hacen las sesiones y la señora está lista, puede empezar a girar la cruz sobre el tablero, o practica la psicometría.
El otro lado lo dice, tienen que ayudarse y amarse, la médium también tiene que vivir.
¿No te sobra nada?
¿Qué vas a hacer con todo ese dinero?
¿Se tiene que morir de hambre?
¿Pensaba usted que no le gustaría tener un hermoso abrigo?
Hay más clarividentes femeninos que masculinos.
¿Sabes por qué es así?
Te digo: en Occidente ni un solo ser humano lo sabe, y en Oriente tendrás que buscarlo.
Me temo que no encontrarás esta sabiduría allí.
Y sin embargo la verdad está tan cerca de ti.
De este lado llegas a conocer todas estas leyes y estás ante los milagros de Dios que tienes que vivir como ser humano.
Más mujeres que hombres practican la clarividencia, se prestan para la charlatanería o lo hacen por servir.
Pero ahora que sabemos que el organismo posee esta clarividencia y no el alma ni la personalidad, y que el otro lado no ayuda a estas personas, llegamos automáticamente al instinto orgánico.
Empezamos a ver a estas mujeres de otra manera.
El organismo transmite a la vida del alma este grado de sentimientos natural, esta intuición material.
Estas madres, como clarividentes, están más cerca de la naturaleza que los videntes, el cuerpo materno se lo da al alma.
La madre está conectada con la naturaleza y eso lo sabe todo erudito, es algo conocido y muy sencillo.
Pero es por esto que estas mujeres se sienten clarividentes.
Como hombres caminamos al lado de la creación, la madre la vive, ¡crea ella misma!
Debido a que la madre lleve dentro de ella la creación, a que sea su organismo por el que vive la sensibilidad más elevada, esta personalidad se siente atraída por la clarividencia.
La madre que no sabe nada de clarividencia empieza a sentir eso al portar su hijo, un sinnúmero de madres son clarividentes en esos nueve meses, también esto ha sido probado científicamente.
Ya ves, el niño le da intuición y para la madre la vivencia es sensibilidad, y con esta es completamente una.
Pero encima el organismo de la madre posee esa fuerza de los sentimientos, aunque nunca haya parido niños como madre, lo natural vive en ella.
Ahora bien, quien como mujer esté abierta a los dones espirituales y posea un poco de descaro lo hace, convierte su sensibilidad natural en dones y es una vidente.
Se siente una con la naturaleza, no tiene la mirada perdida en un espacio vacío, sino que es una y está conectada, lo que para ella es la intuición material y por lo que el vidente ve.
Por esto aprendemos que el cuerpo se ha adelantado mucho al alma.
Y es que el alma recibe este sentimiento de la naturaleza, pero en realidad todavía lo tiene que asimilar, y esto es entonces la sensibilidad espiritual.
Lo que estas madres poseen ahora y lo que puede ser su sintonización es uno de los grados que mencionaba yo una y otra vez.
Ahora bien, las madres que sean creyentes y que posean carácter ni siquiera consideran hacerse pasar por videntes.
Sienten que no poseen estos dones.
El otro tipo lo hace porque estas mujeres pertenecen a los grados animales y basto materiales.
También ellas sirven la mentira y el engaño, y ¡al igual que sus colegas masculinos pasan por encima de cadáveres!
Luego encontraremos precisamente lo opuesto, ahora es el hombre quien alcanza lo más elevado y la mujer quien tiene que aceptar su impotencia, porque esta sensibilidad recibida la mantiene vinculada a la tierra.
Porque en tu mundo no existe un Rembrandt femenino, ni tampoco es posible.
Y esa imposibilidad es, pues, una ley que la madre tiene que vivir, su organismo la mantiene presa en su propio estado.
Miles de mujeres se dedican al arte, pero no pueden igualar al hombre, lo que indica que estas son leyes naturales.
También el organismo, a su vez, tiene los grados propios, lo que nuevamente quiere decir que no todo cuerpo puede transmitir conscientemente esta sensibilidad al alma.
Algunos cuerpos son más sensibles que otros.
¿Sabes por qué?
Podría decírtelo el erudito, pero su estudio no profundiza tanto, para esto todavía tiene que despertar.
El cuerpo sano como una manzana posee esta sensibilidad recibida de la naturaleza, los otros organismos a veces han vivido un contagio material.
En ocasiones, las enfermedades pueden significar justamente el despertar para esta sensibilidad, pues los enfermos tienen a su vez una intensa sensibilidad, la debilidad material vuelve a la vida del alma debido a la enfermedad.
Ahora el alma domina el organismo y el alma tiene que aceptar.
La intuición natural a plena potencia ha sido dividida debido a que el organismo ha sido mancillado durante los muchos siglos que han pasado.
Ningún cuerpo está con la máxima potencia, por supuesto que ha quedado debilitado, porque también en esto a su vez existen y están presentes grados.
Ahora se juntan el hombre y la mujer, ninguno de los dos está en plena potencia corporal, al niño que va a nacer le falta la intuición material.
Debido a esto se manifiestan debilidades por las que se pierde la sensibilidad orgánica.
Es por esto que no toda madre posee esta clarividencia corporal consciente.
La madre vive ese empuje, está sintonizada con la vida y la muerte, y quiere jugar a ser vidente, por impulso interior o para poder vivir; la madre ha de jugar esta comedia.
Para esto es necesaria una pequeña dosis de descaro; la intuición innata hace el resto.
Es por esta intuición innata que las mujeres se sienten llamadas para este trabajo, más que los hombres, porque la madre se encuentra lo más cerca que se pueda de la naturaleza, y así es una sola con estos sentimientos.
También el mundo animal posee estos grados materiales y para el animal esto es intuición.
Un perro pastor, por ejemplo, es capaz de igualar el instinto del lobo, pero tu perrito faldero está encadenado al organismo insignificante.
Tu gato tiene algo de depredador, porque pertenece a esta especie.
La paloma tiene la intuición y es innata; el animalillo se sintoniza con la propia casa y la fuerza de la orientación, que es la intuición animal, devuelve el animal a casa.
Para esto la paloma no necesita un mapa, es sensibilidad, la sintonización con la posesión propia, para el animal: el palomar o la casa.
¡El entorno!
El conocimiento está vinculado al entorno, la especie más elevada —ya lo oye— sabe hacerlo; si esta especie ha sufrido endogamia, si está dañada, hecha por apareamiento inferior, entonces el instinto animal queda completamente debilitado y exhausto, fragmentado.
No cualquier perro puede servir de sabueso policial, la especie más elevada es capaz de hacerlo, el resto está debilitado corporalmente y ha depuesto la intuición natural.
Esto igual vale para las personas, también el ser humano como ser occidental ha perdido el instinto natural.
El investigador sigue preguntándose a qué se deberá que esos habitantes de la selva posean tanta intuición, la cual el ser humano urbano ha perdido por completo.
¿Tan antinatural es?
Te has dividido, ya te lo dije algunas veces, tu vida en sociedad hizo que se depusiera lo natural.
Puedes aceptarlo.
¡El instinto de la selva aún está sin contagiar!
Estas personas pueden buscar infaliblemente la otra vida que está en peligro, no solo por las pruebas, por el rastro dejado, sino sobre todo por su propia clarividencia natural y material.
Y para el investigador esto sigue siendo un gran misterio.
Hemos resuelto estos misterios materiales y espirituales para nosotros mismos, pues pertenecen a nuestra vida y concienciación.
El animal posee esta sensibilidad innata, igual que tú como ser humano, pues la madre naturaleza te otorgó esta gracia.
Tú como ser humano posees solo un grado para la vida material; el animal, en cambio, muchos organismos antes de que haya vivido la especie más elevada.
El tigre depone el organismo y también el instinto, pero la vida interior de ese animal vuelve a la tierra y algún día amenizará tu vida —no te asustes— como un ave cantora, o vivirá en la naturaleza y será tu gorrión común y corriente.
La vida del animal tiene que elevarse, cada vez más, para vivir lo más elevado de todo para Dios.
Esto es la especie animal alada que vuelve a Dios con nosotros los humanos, ¡lo que es el propósito de Nuestro Padre!
¿Sinsentidos?
De este lado llegarás a conocer todas estas leyes, pertenecen a nuestro despertar cósmico.
Pero ¿percibes lo imponentemente profundo que es todo?
Y a la vez tan sencillo si conoces la naturaleza y tu propia vida.
¿No te dice nada?
A nosotros nos dice que Dios es justo; lo que no posees ahora te espera en la otra vida.
Lo que pertenece a otro es también tuyo, pero no pienses que ya se te puede dar ahora, cada uno vive su propia vida, las leyes de “causa y efecto”, las leyes del karma.
En el Antiguo Egipto se sabía ya desde hace mucho por qué las sacerdotisas eran a veces más sensibles que los sacerdotes, pero también comprendían que una mujer nunca podía portar las grandes alas; harían que sucumbiera y de todos modos no se desprendía de su propia sensibilidad natural.
La tierra la mantiene presa, ahora el alma tiene que ser libre de toda influencia, pues los trastornos corporales dominan la vida del alma y esto es destructor.
En Occidente se desconocen todas estas leyes, Occidente todavía tiene que despertar a esto.
Todo es muy sencillo.
Se me concedió mostrártelo de diferentes maneras.
También percibes ahora que tu telépata no puede alcanzar la altura natural porque también él está dividido y ahora solo alcanza el setenta y cinco por ciento.
No se elevará por encima de esto.
El cien por ciento lo alcanza un oriental por su estudio, pero aun así se vale por sí mismo, porque también él quiere vivir él mismo; el grado espiritual, no obstante, no está en sus manos y solo ese grado podrá darle el milagro sobrenatural y será entonces para él el sexto sentido.
Algunos lo hacen con poso del café, otros con las cartas, otros más ven en arena seca o en aguas claras.
Los que miran en el agua siguen un camino natural, el resto nuevamente está con apaños y vive la sombra del agua clara que conecta naturaleza con naturaleza.
Ver en el cristal es la percepción de la ley original que la madre naturaleza también ha depositado en el organismo.
Ver en agua clara es oriental y lo único que despierta la propia sensibilidad recibida.
El agua habla y debido a que está viva, una vida se acerca a la otra y así es posible entonces ver claramente.
La arena y las cartas, el poso del café y los objetos no son más que medios para llegar a la concentración; la verdadera visión no tiene nada que ver con todos estos avíos.
Únicamente el agua es un espejo para el alma.
El agua desconecta por completo los pensamientos propios y llegas al estado pasivo, y lo que percibes después puede ser la imagen del futuro.
También en esto reside peligro, porque no hay persona en Occidente que pueda darse por completo.
Una y otra vez tu vida interior te impone un alto, y tienes que inclinar la cabeza.
El Oriental ve muy claramente en el agua, pero sabe que esto no es más que concentración y evitar pensamientos propios.
Ahora que hablan la fe y los sentimientos, se manifiestan los psicometristas.
Ahora estas almas siguen el campo espiritual y en ocasiones son incluso más peligrosas que la especie más baja.
Tratan asuntos espirituales, pero engañan consciente e inconscientemente.
Muchos creen poseer dones, sirven como médiums de trance y ven, oyen y sienten, pero ¿qué es?
¿Qué piensas, por ejemplo, de esta señora?
Una psicometrista ofrece una velada espiritual.
Primero trata objetos, después se bendicen las flores, es decir, una velada con flores, trance, ver y oír, etcétera.
Etcétera.
Y ¿eso en una sola velada?
Puede ser, para ellos todo es posible.
Constata cosas hermosas a partir de fotos, da consejos para enfermedades y para cosas, es un estuche de monerías.
En este momento está en trance, en ella vive una monja terrenal y desde el mundo astral se dirige al corrillo.
Todo esto es inocente y suena muy bien, pero hay más.
Los presentes pesan y sopesan, están deseosos de que se les conceda oír la palabra espiritual, pero no llega.
La monja habla un poco, le va tan bien y ya no le gustaría volver a la tierra.
Pero si se esfuerzan, de cualquier manera todo se arreglará.
Cristo está en boca de todos, todos esgrimen a Cristo, pues un crédulo a Él lo respeta.
Por eso siempre se ve a Cristo a su alrededor y eso ayuda, de Él emana fuerza.
La hermana habla, y mira: en la sala hay otra mujercita, también ella cae en el trance psíquico, también ella empezó a sentir molestias por las grandes alas, pero no la elevan, tiene que seguir andando.
Primero toma una flor del jardín florido que se extiende allí, vuelve a incorporarse y camina hacia la mujer en trance.
El público piensa: ‘¿Qué le pasará a esta?
De verdad que está siendo muy hombruna’.
Y sí señor, ya estamos.
Anda pavoneándose, es un hombre, lo jurarías.
Ahora está cerca del podio.
El líder terrenal la mira y piensa, ‘¿Qué hace esta aquí?’.
Pero no deja que se la interrumpa un, dos, tres, y allí está, está ahora ante la médium en trance.
Y también en eso se percibe algo de otra vida.
La señora de la sala dice:
—Querida hermana, ¿me dejas darte estas flores por todo lo que has hecho por mí durante la vida terrenal?
La gente en la sala estira el pescuezo, no quieren perderse una palabra.
Pero la mujer en trance no quiere saber nada de eso.
Que si de pronto se le ha olvidado que el trance psíquico ha desconectado su conciencia o no, tiene una reacción verdaderamente humana y dice:
—Fuera, vieja, ¿qué buscas aquí?
Para colmo quieres segarme aquí la hierba bajo los pies.
Lárgate, y rápido.
La mujer del trance de la sala todavía quiere decir:

—¿De verdad no me conoce? Soy el pastor Van K. —Pero eso no se oye, de pronto está otra vez rodeada de los demás, y puede sentarse.
Cómo vuelve en sí es cosa de ella, está sentada.
Y pronto abre los ojos y tiene la mirada igual de alegre, pues ¿tiene algo que ver ella?
Estaba en trance.
Pero eso la gente no lo traga, quiere saber más al respecto, pero el maestro de todos ellos dirá unas palabras.

—Damas y caballeros.
Tengo que dirigirme a ustedes.
Estas no son maneras, molesta y tiene que evitarse.
El otro lado tuvo que resolver esto con mano dura.
Tal vez hayan oído lo que el médium en trance acaba de decir.
El líder dice que fue un espíritu tenebroso, aparecido por esta interferencia.
Queremos que estén aquí, pero tienen que saber controlarse o tendremos que tomar otras medidas.
Al hombre le parece suficiente y de verdad, esto les tendrá que bastar.
Pero la gente suspira, se percibe el engaño, se siente una pelea terrenal.
¿De verdad estaba la mujer en trance?
Que se aclaren ellos mismos, el circo continúa, el público tiene que vivir algo, tiene derecho a un espectáculo.
Hay gente en la sala que lo comprende y que dice en voz alta:

—Qué bueno, esa vieja piensa que solo ella es médium.
Te decimos: un pastor muerto puede mostrar su afecto de este lado.
¿No tiene oportunidad aquí?
¿Tiene que volver primero a la tierra para eso?
¿Sientes el teatro de títeres?
Qué pobre es el otro lado, ay, qué pobre; ser humano, ¡para ya!
Esta gente, pues, quiere vivir su cielo, quiere desarrollarse espiritualmente.
Pero fue pasando la velada y llegó la siguiente.
La entrada suele ser de veinticinco céntimos o, cuando hay un muy buen médium, medio florín; el precio más elevado tiene que pagarse esta noche: ¡setenta y cinco céntimos!
¿Qué pasa, pues?
¡Pronto lo sabrás y podrás tener tu opinión!
Está trabajando otra maga, pero primero se ha saciado con la irradiación viva de Cristo.
Cristo está detrás de ella y hay velas encendidas.
También hay incienso, viven en un ambiente glorioso.
Es caro, pero lo ves, es de primera calidad.
La sala está llena, esta mujer atrae, a la gente aquello de yacer ante la cruz y succionar el aura le parece místico.
Eso dice algo, pero los comienzos de los demás son tan áridos, esto hace que revivas, te da algo, pero es que también pide algo.
Dice, tengo algo para ustedes, y pagarán por ello.
No sé si tiene razón, pero lo hace.
Está ocupada con un objeto, busca y tantea, toma las cosas en las manos, las vuelve a dejar, ha llegado a una profunda reflexión, pero sigue buscando.
Ahora toma en sus manos un pequeño retrato, lo mira, siente, pasa los dedos por encima de la foto y dice:
—¿De quién es esta foto?
Un hombre de cuarenta años levanta el dedo y dice vacilando:

—Mía.
La mujer mira al visitante, luego al retrato y sigue frotándolo, tiene que sentir el aura, solo así entrará en contacto.
Esta foto despedía más cosas, según sabe la gente en la sala, ella ya ha empezado.
‘Qué coincidencia’, piensa el hombre, ‘nunca vengo aquí y me toca enseguida.
Tuve suerte’.
A la psicometrista le empezó a doler la cabeza, se frota la frente con la mano derecha, esos dolores tienen que irse, pero la sala sabe que la incidencia pasa de la foto al cuerpo de ella.
Tiene que mostrarlo, así saben que ha empezado el juego con la vida y la muerte.
Los iniciados saben lo que significan semejantes espectáculos, al hombre de la foto le parece muy extraño, pero se queda a la espera.
—Ay —exclama—, me siento tan mal, la cabeza me estalla.
Mira al visitante, pero él no reacciona, está allí sin pestañear.
—El hombre de este foto hace un buen trabajo y se queja de su cabeza.
Elle espera una respuesta, pero el hombre no sabe que tiene que contestar.
La vidente quiere comprobar así si es seguro continuar por ese camino.
La mujer está irritada porque el hombre no abre la boca.
—Santo cielo, cómo me duele la cabeza —vuelve a tantear ella, y luego pregunta, dura y cortante:
—¿Es correcto?
Él no dice ni sí ni no; no lo sabe.
‘¿Por qué’, piensa, ‘diría algo yo?
¿Ve o no ve ella?’.
Inclina la cabeza, piensa en algo, vuelve en pensamientos a lo que vivió y llora.
Las lágrimas le caen por las mejillas.
La mujer lo ve y piensa que ha acertado.
Continúa, traqueteando.
De pronto se siente sofocada y se agarra la garganta, que está como agarrotada.
Por poco se asfixia y poco menos que se desploma.
Ella hace como que se asfixia, la gente en la sala lo vive.
Le pregunta al dueño de la foto:
—¿Conoce este fenómeno?
Otra vez ninguna respuesta, él sigue llorando y ella piensa que tiene conexión.
Siente lástima por él y dice:
—No se lo tome tan en serio, buen hombre, no hay muerte.
Mi líder espiritual dice —y esto es un mensaje espiritual para usted— que ayudará a su hermano.
El hombre vuelve a revivir, alza un momento la mirada hacia la mujer e inclina después la cabeza, lo ha despertado de una sacudida.
—No hay muerte, solo la vida, no tiene que llorar.
Mi líder espiritual dice —ella escucha ahora en el espacio, se está hablando al lado de ella— que ayudará a su hermano.
Dios es Amor.
Es terrible, pero él ayuda a su hermano.
Mi líder espiritual dice, y viene de parte de su hermano, que ya no podía seguir viviendo, la vida le resultaba demasiado dura.
El visitante empieza a dar signos de vida.
Todo el mundo lo mira, al parecer no entiende lo que ella dice.
Se le puede leer en el rostro.
La mujer continúa.
—Mi líder espiritual dice que él no estaba a la altura de todos esos horrores.
No soportaba tanto fastidio.
Pero ahora ha vuelto a Dios.
Qué bella fue su tarea.
Muchos lo aman.
También allí lo aman.
Y gracias a su tarea terrenal no será olvidado.
¿No es esto reconfortante?
Eso tiene que consolarlo.
Él ha concluido su tarea.
Su hermano está aquí y le manda saludos.
¡Ánimo, no te desesperes, Bernard!
Estoy vivo.
Y mi líder espiritual te dice además: “Créetelo, a él nadie lo comprendía y por eso puso fin a su vida”.
Zas, dicho está, pero la sala se asusta.
Qué pruebas ha recibido ese hombre, con todas sus letras.
Es maravilloso.
Vaya ejemplo de psicometría.
Ahora la gente siente lástima por él.
Quiere ver a este hombre y parece haber quedado fuera de combate.
Ahora que ella se ha detenido, la mujer espera que le dé las gracias a ella y a su líder espiritual.
Pero se levanta, se desliza tranquilamente hacia adelante y se acerca a ella.
Lo acoge con una sonrisa.
No ocurre con tanta frecuencia, pues la gente tiene que quedarse sentada.
Ella, bonachona, lo permite, vale la pena.
Se acerca al escenario.
La sala está en gran tensión.
La mujer lo mira, el hombre habría querido decir algo, pero ella le gana apenas.
—Ven a verme mañana, querido amigo, entonces tal vez tenga otro mensaje para usted.
Con la cabeza le dirige un ademán amoroso, pero entonces él abre la boca, y mientras se posiciona de modo que pueda hablar a la sala y a la mujer, dice:
—Nunca antes había estado aquí.
Es la primera vez que vengo.
Pero cuando ayer murió mi padre tras un prolongado sufrimiento, pensé que seguramente los espiritistas podrían contarme algo sobre su muerte.
Pero ¿qué oigo aquí?
Me llamo Piet, y no Bernard.
La gente en la sala se levanta.
La mujer se pone roja como un tomate.
Está furiosa.
El hombre dice tranquilamente:

—Mi padre era plomero (fontanero), señora, y no suicida.
¡Maldita mentirosa!
¡Vieja cuentista!
Y a la gente en la sala:

—Todos ustedes son unos tontos.
No se dejen engañar por esta vieja, es burlarse de Dios, ¡una vil estafa!
Quiere añadir otras cosas, pero la psicometrista lo acalla a gritos, diciendo:
—Fuera de la sala, canalla.
Fuera de la sala, malnacido.
¿Quieres ponerme en jaque mate?
¡Fuera!
El hombre da media vuelta y se va tranquilamente.
Nunca volverá aquí.
Con él se van cien personas, ahora ya están hartas, piensan que es un valiente, pues la mayoría de la gente no se atreve a decir nada.
La mujer tiene que justificarse e inventa un pretexto, pero aun así esto no se acepta.
Una decena de personas se queda sentada, pero ha perdido la gracia.
Estos son tus psicometristas, los médiums espiritistas.
Pero entre ellos hay unos pocos buenos, es decir, también ellos perciben, pero son más cautelosos.
No se entregan por el miedo de que sean sorprendidos cometiendo un error.
Esta apostó todo a una sola carta, y perdió.
Un suicida está atado a su propio organismo, no es capaz de volver a la tierra, pero estos médiums no se achantan ante nada.
Más adelante todavía nos encontraremos con estas leyes y te contaré más al respecto.
Entre estas personas hay buenas y malas, pero si se te ocurre investigarlas, no te quedarás ni con una sola.
Y sin embargo, durante una velada así existe la posibilidad de entrar en contacto con nuestro mundo, aunque solo por medio de la inspiración espiritual.
Pero ¿quién puede entregarse por completo?
¿Cuál de todas estas personas es pasiva?
Ahora no puede haber pensamientos en el médium, pensar uno mismo es como la correa de tu perro, se encadenan ellos mismos a la propia vida y ahora no somos capaces de darles un solo pensamiento.
Esos médiums viven en el tercer grado de los sentimientos y también pueden recibir escritura, están abiertos a la pintura y al dibujo, pero este lado tiene que poder pintar, alcanzar algo, de lo contrario ni nos ponemos con ello.
Y puesto que de cualquier manera todas esas personas se buscan a sí mismas, se encuentran entre ellas tan pocas que sean buenas, y vives semejantes sinsentidos.
Vergonzosos cuentos chinos se te venden como sabiduría espiritual.
Es gente que quiere ser algo y que ahora viola los dones espirituales.
Una entre miles de estas personas es alcanzable, el resto no logra desprenderse de sí mismo.
Vives ahora en un laberinto espiritista.
Todo espiritista sincero lo sabe: todos han tenido que pagar su peaje espiritual, ni un solo ser humano escapa de esto.
Los aciertos son raros porque ahora tienen que hablar los dones, con esta intuición no están listos para este trabajo.
Si llegaran a tener en sus manos una foto de su propio grado de vida, al que buscan, en ocasiones sería posible que intuyeran un nombre o un suceso; casi ninguno consigue más que dar vueltas a la verdad.
Buscan contacto, pero eso no es clarividencia, solamente es un poco de intuición.
Y tu perro y gato también saben hacerlo, pero sigue siendo peligroso.
¡Para nuestro mundo es engaño consciente!
Pocas son las personas que viven el contacto espiritual de la manera correcta.
El médium que tiene que llevar a cabo este trabajo vive en el cuarto grado de los sentimientos y está en nuestras manos.
Lo que vives ahora es una imitación.
Estos médiums son raros porque el otro lado tiene a este instrumento en sus manos, y tiene que llevar a cabo una tarea completamente diferente.
Sin embargo es posible, a otros médiums se les concedió ayudar de esta manera a miles de personas y han hecho una cantidad increíble de cosas buenas, pero a ellos les llueven las pruebas espirituales.
Entonces enderezamos lo que los charlatanes han torcido a golpes.
Estos charlatanes mediúmnicos, los mosquitos mediúmnicos en este campo, son como insectos venenosos, cuando te pican te contagian.
Muéstrales tu propia luz y volarán hacia ella, pues su cara está acostumbrada a la oscuridad.
Se consumen ante tus ojos o te pican hasta hacerte huir de la sala.
Estás ahora ante el veneno espiritual, ante el inframundo del espiritualismo, por el que tienes que aceptar tu propia profanación.
No les des esta posibilidad.
Sabemos que Dios puede darte los dones, también queda claro que unos están más avanzados que otros, que van justo por delante de ti y poseen los dones.
El otro grado de vida es inalcanzable.
Y otro significado no hay.
Estos tipos se pegan a Cristo hasta dejarlo vacío, yacen postrados y rezan, hablan de “Dios es Amor”, pero ellos mismos pertenecen a los infiernos.
¿No es repugnante que a tipos así se les permita subirse al estrado sagrado?
Los espiritistas tienen la culpa de cubrir de lodo nuestra vida, a Cristo y tu propia conciencia; juegan con la vida y la muerte, y engañan a su gente o se largan corriendo.
Deja que salgan corriendo, pero no te rebajes a ti mismo; después de esta vida estarás ante toda tu miseria que tú mismo has creado.
Da miedo lo que viven, son líos animales, que están siendo quebrados por los enemigos del espiritismo.
¿Es de extrañarse que te tachen de ingenuo?
Haz que las masas sepan que un médium es algo particular.
No masacres a los buenos por permitir que los estafadores hagan sus espectáculos, ponte del lado de los buenos, solo entonces se podrá alcanzar algo.
Ahora es un estercolero, atraes hacia ti todo el mal y vuelves a casa mancillado.
Sí que es curioso que son médiums precisamente aquellas personas que no quieren saber nada de esto.
Estas almas no buscan los dones, estos tesoros les han venido por sus propias fuerzas, pues quien busca se blinda a sí mismo contra los dones.
Pronto aprenderás cómo viven su contacto estas personas, pues ahora seguimos el don verdadero de la clarividencia, y entonces también llegarás a conocer al maestro de este lado.
Un solo pensamiento propio y estarás solo, porque queremos servir, y ahora te sirves a ti mismo.
¡Y todos estos charlatanes no hacen otra cosa!
Y si piensas te sirves a ti mismo.
¡Y los charlatanes no hacen otra cosa!