El ser humano y su despertar espiritual

Buenos días, hermanas y hermanos míos.
Esta mañana recibirán ‘El ser humano y su despertar espiritual’.
Hemos hecho un viaje desde la luna hacia otros planetas.
Hemos venido a la tierra.
Hemos vivido aquí el estadio inicial de la tierra, hemos recorrido un camino cósmico para evolucionar, para espiritualizar y materializar nuestra esencia divina.
Ya lo saben: las universidades en la tierra aún no han llegado al punto en que puedan aceptarlo.
Les he aclarado —y los maestros les dieron los libros— cómo se ha densificado el universo.
Les hemos esbozado una imagen que los sintoniza directa y verdaderamente con el Dios de todo lo que vive.
En general, el ser humano en la sociedad..., cuando vivan y sigan ‘Los pueblos de la tierra’, verán que tiene un complejo de inferioridad y que no se conoce a sí mismo.
Solo cuando estén desprendidos —hemos llegado a la tierra desde la primera esfera—, más adelante, entonces empezarán a comprender que tienen que representar la Omnifuente.
Pero ¿qué es la Omnifuente, qué es la Omnialma, la Omnivida, la Omniluz, la paternidad y la maternidad?
¿Qué es todo eso?
Más adelante comprenderemos cada grado y cada pensamiento que empecemos a percibir espiritualmente y entonces echaremos los fundamentos para el siguiente paso, que hemos recibido del microcosmos.
Hay millones de problemas que el ser humano puede llegar a tener en las manos.
Problemas y revelaciones por los que se ven a sí mismos, pero de los que tienen que desarrollar cada fundamento hasta el espacio y eso solo es posible por medio de la paternidad y la maternidad.
Cuando veamos este espacio pronto estaremos ante Sócrates, Platón, Aristóteles, el Antiguo Egipto, la India colonial, el Tíbet.
Llegamos a estar donde habla el Dios de todo lo que vive, sí, cuando se abrieron los labios de Moisés para interpretar la primera palabra, su primera inspiración.
Pero ese largo camino al que nos sometimos desde el silencio, la soledad, con los millones que nos seguían, de los que el primer ser humano —¿verdad?— accedió al Gólgota.
Los hechos que nos fueron dados por el universo están profundamente separados.
Y sin embargo: hay un cordón divino que lo atraviesa todo, por lo que no viviremos que nos perdamos por el camino en Su espacio, porque una y otra vez la esencia en nosotros dice: “A la izquierda y luego a la derecha, ahora ya puede continuar”.
Los llevé a Getsemaní, los llevé donde Pilato y Caifás, y eso significa: descender desde el silencio del infinito, sintonizar con el suceso material.
A diario, en todo momento están ante el Pilato en su interior, cuyas leyes vivirán y por las que su personalidad podrá demostrar: así es como organizaré mi vida, así tengo que hacerlo.
Cada instante, cada día, cada segundo, antes de cada pensamiento estarán ante un problema imponente que tiene profundidad universal, riqueza cósmica, que va tomando forma, una personalidad, que posee alma, espíritu, vida y paternidad y maternidad, cuando tienen que admitir: así es como actuaré.
Ahora que por fin llega el momento de poner las cartas cósmicas sobre la mesa, pues sí, entonces no es tan sencillo demostrar de lo que son capaces.
Pero una y otra vez —les he dicho y les di la idea—, el paseo de Cristo es nuestro camino.
Él es el único que indicaba cómo había que ir.
Detrás del ataúd podrán observar cómo los primeros seres humanos han llevado a cabo su ciclo de la tierra.
Un ciclo, un ciclo cósmico, un paseo por la tierra que duró millones de eras —no años ni siglos— antes de que el ser humano pudiera decir: “Poseo ese espacio”.
Les di la imagen para mostrarles que en realidad ese universo entero en que vivimos les será puesto algún día en las manos y que podrán decir: “Este trabajo me pertenece”.
El ser humano no se da cuenta de eso.
Una y otra vez vuelven a ver ese pequeño engendro.
Cuando el alma habla, cuando la personalidad quiere expresarse, pueden ver por la irradiación en los ojos cómo siente la personalidad, cómo es la vida.
Y entonces ya se los ha torturado y pegado antes de que la palabra se haya materializado.
Y dejarán de hacerlo, tienen que detenerse, tienen que cambiarse y tienen que mandarse a ustedes mismos al cosmos.
Porque por medio de Pilato, de Caifás, nosotros ascendimos el camino, en línea recta al Gólgota.
¿Por qué Cristo ha aceptado eso?, les pregunté.
¿Por qué tienen ustedes que ir al Gólgota? ¿Qué significa para sus vidas?
¿Para la sociedad, para la iglesia, para todos los pueblos de la tierra?
¡Solo hay uno!
Los he ubicado ante Buda, ante Mahoma, ante Ramakrishna.
Pueden salir de un templo para entrar a otro —solo hay un Cristo.
Debido a que llegó a la tierra desde el Omnigrado divino para traer Su amor, Su conciencia espiritual, Su personalidad divina a la tierra.
Y a eso se le puso el nombre de “Evangelio”.
Mahometano, cuando ahora pronto...
Se nos ha crucificado aquí, hemos aceptado la muerte, hemos vivido esa malformación, hemos padecido esos maltratos.
Nos han escupido encima, nos han torturado y pegado, nos han coronado con espinas, pero lo que hicimos fue postrarnos... libres.
¿Qué nos importa?
Pueden destrozar ese cuerpo, el alma continúa como una personalidad astral.
Pero ahora, ahora estamos aquí, yacemos aquí, nos han pegado y torturado.
Lo sabemos: hemos muerto por algo y ahora tenemos que darnos cuenta de que cada pensamiento, absolutamente cada pensamiento vivirá una muerte en la cruz.
La personalidad tiene que desmaterializar cada pensamiento.
Tiene que recibir la concienciación espiritual y después el despertar en el ser humano.
Y es solo para un solo pensamiento; ¡ahora la sociedad entera!
Volvemos a atravesar la tierra, por encima de esta humanidad, y entonces tendremos que constatar en qué grado de conciencia hemos entrado.
¿Cómo puede despertar el ser humano?
¿Qué es despertar espiritual?
¿Para qué ha servido Cristo?
¿Por qué los apóstoles se han dado a sí mismos?
Y ¿por qué hay gente en la tierra que se parte el lomo para llevar a ese despertar a la otra vida de Dios?
Cuando comprendan la vida en la tierra, cuando se sientan a sí mismos, qué imponente es vivir el contacto con el espacio por medio de la madre, entonces sabrán que en todo momento Dios vive en sus manos.
Por medio del primer contacto material y espacial, espiritual que viven como padre y madre, viven un fundamento de Su personalidad.
Cuando la Omnifuente empezó a emitir su aura, su protoplasma, su sangre vital, esto fue el enriquecimiento del Dios de todo lo que vive.
Por eso, después ocurrieron las primeras revelaciones, que pronto volverán a vivir detrás del ataúd y tendrán el control de su propio fundamento.
Después, la niebla empezó a densificarse, el espacio se convirtió en una masa espesa, y luego llegó la división de células de Dios, porque Él se hizo disolver en miríadas de partículas y pudo arrancar el proyecto de la creación para los seres humanos, los animales y la madre naturaleza.
Y dirán ustedes: ¿De qué nos sirve eso?
El macrocosmos, la luna y el sol empezaron a hacer que la vida se dilatara.
Y esa armonía, pues, que se puede observar en el cosmos, en la madre naturaleza, en la que no hay trastornos si el ser humano no se mete con ella, esas leyes armoniosas las volvemos a ver en el Gólgota.
Las últimas palabras que Cristo habló a unos pocos —aunque de sentimiento en sentimiento— que estaban debajo de Él, no, a lo lejos, no eran para la sociedad ni para la vida que ni siquiera llegó a tocarlo a Él durante Su vida en la tierra.
Fue directamente a Getsemaní, justo al lado, un poco más allá y visitó —de eso la Biblia no sabe nada— a Judas.
Cuando Judas yacía allí, cuando vivía la demencia para sí mismo: Dios mío, Dios mío, ¡he violado Su vida!
¿No será que lo he traicionado?, esta era la sociedad humana en la que ustedes viven aún.
Cristo, que padeció todo esto, que sintió los clavos en las manos y la punzada debajo del corazón, estaba sintonizado, por supuesto, con Su personalidad divina, con Su despertar.
Pero cuando lo subieron, lo subieron... y colocaron Su vida en la tierra, cuando Él estaba colgado allí tranquilamente para morir, entonces no solo pensó en sí mismo, sino que fue directamente a Su hijo amado... Judas, el mejor que tenía.
Judas, que se violaría a sí mismo.
Pero Judas no lo oyó, estaba absorto en su dolor, en sus pensamientos, en sus sentimientos, y por supuesto...
“Ya no puedo ayudarte, Judas, ahora que tú mismo tiendes las manos a tu yo imponente.
¿Por qué es que lo haces?
¿Por qué vas a empeorar la pena y el dolor?
Inclínate y empieza una nueva vida, enmiéndalo todo.
No me has traicionado, yo sé lo que has sentido”.
Cuando entre en ustedes esta imagen para el despertar espiritual, podrán sentir y vivir los dolores de este Judas, porque empezó de verdad a destaparse y pensó: he cometido una traición.
Cuando lleguen al Gólgota y yazcan allí...
Siempre podrán encontrar a allí millones de seres humanos de la tierra, gente que ha depuesto su vestidura, su conciencia material, o sea, que encontrarán allí el mundo astral para velar, para vivir, para adentrarse en él, para intuir cómo Él vivió en Su estado último la vida para el cuerpo, para Su alma y espíritu.
El contacto directo desde Su cruz...
Desde esa altura de allí en el Gólgota pueden ver los rayos que van en línea recta hacia Su Judas.
No hacia Pedro ni hacia Juan, no a los que vivían más cerca de Él; Él buscó y vivió la miseria, la criatura pobre, esta criatura que todavía despertaría.
Este ser necesitado al que le hacía falta aquello para lo que Él había venido: para materializar Su conciencia universal para la tierra y después poder espiritualizarla, pero para el que no se le dio tiempo.
Judas yace allí.
Alberga un dolor, una pena que es tan increíblemente imponente, que no tiene punto de comparación, aunque uno padezca tuberculosis y lepra.
Cuando pasen por sus labios los dolores del alma y los gemidos y plañidos empiecen desde dentro, entonces viven de verdad los sucesos del Gólgota y son uno solo con la vida de Él.
Y tienen que saber asimilarlo ahora para cada rasgo de carácter, porque lo verán enseguida cuando abandonemos el Gólgota, donde se encontrarán entonces, donde vivirán, donde verán cómo es su esfera detrás del ataúd.
¿Qué es el mundo al que tendrá que llegar pronto y en el que tendrá que vivir?
¿Qué harán en él?
Aquí en el Gólgota se ha demostrado —es lo que Él quiso— que tienen que enviar cada rasgo de carácter al Dios de todo lo que vive.
Es decir: tienen que ampliar su vida y solo después entrarán al despertar espiritual.
Cada... cada pensamiento recibe ese espacio, esa vida, esa naturaleza, esos fundamentos.
Los alimenta la personalidad consciente y solo entonces sabrán lo que es la conciencia.
No solo para aquí, también para allá, más adelante.
Por medio del libro ‘Los pueblos de la tierra’ les he aclarado que, cuando Judas se hubo matado, tuvo un momento más de conciencia para ver en qué se encontraba.
No estaba muerto; vivía.
“Dios mío, Dios mío, ¿en qué me he metido?”, y luego se le enturbió la mirada, su conciencia volvió a hundirse hasta algo... sí, ¿qué es?
Pueden leerlo a su vez en los libros ‘Dones espirituales’.
Descendió hacia “el ataúd”.
Descendió hacia el desgarro de su espíritu respecto del cuerpo y entró al mundo de lo inconsciente, el mundo para el nacimiento, para empezar una nueva vida.
Aquí se derrumba la iglesia católica.
Aquí se derrumban miles de dichos que ha predicado la Biblia, porque allí Judas habría sido condenado para la eternidad.
Y eso simplemente no puede ser, porque este universo no es el Omnigrado, se lo he aclarado.
Ustedes continúan, porque se han originado un cuarto, quinto, sexto y séptimo grado cósmico.
Judas enmendaría esto.
Haría lo que han sabido hacer los demás.
Pero, veamos, trasládense por un momento al estado de Pedro, de Juan y de los demás.
Allí están... aquí están sentados... allí han caminado...
Durante meses, no, durante años recibieron la sabiduría de su maestro, de su rabino.
Él era un ser humano...
En los ojos de Él habrían podido ver la luz divina, y aun así sigue habiendo duda.
Cuando Él paseaba, tomado de la mano, por la tierra, eso no tenía misterio.
Es muy sencillo cuando el padre y la madre cargan a la criatura, pero cuando llegamos a la autonomía para la que vivimos, cuando nos convertimos en hombre, en madre, padre, hermana y hermano, cuando nos habla la autoridad divina, espacial... sí, entonces algún día tendremos que poner las cartas sobre la mesa para el espacio, para la Omnifuente, la Omnialma, la Omnimadre.
¡Entonces tendremos que demostrar de lo que somos capaces!
Y entonces esa Biblia estará delante de ustedes.
Entonces estarán ante el Gólgota, serán crucificados, albergarán su ataúd, su sociedad, los pueblos de la tierra, un caos.
Y no obstante... ¿albergan amor?
Entonces su irradiación alcanzará todas esas leyes, porque habrán despertado espiritualmente.
Tienen el control sobre sí mismos.
No puede ocurrir nada, nada.
Albergan esa seguridad, porque pronto tendremos que demostrar si poseemos seguridad espiritual.
Si nuestro carácter de verdad puede aceptar todos esos espacios, es más, si puede cargarlos, si puede cargarlos y representarlos.
Tenemos que demostrar de lo que somos capaces y lo que queremos, porque la tierra no es más que un tiempo para llegar a ese despertar.
Han recibido los cuerpos para hacerse evolucionar, algo de lo que los apóstoles no comprendían nada, no tenían nada, ni un Judas ni Pedro.
Nada en este mundo puede representar estas leyes si no existe ese despertar espiritual.
¿Qué tienen que sacarle por la fuerza a Cristo? ¿Qué tienen que sacar de Su vida?
¿Qué ha contado, qué intención ha tenido, qué ha querido con todo esto?
Allí van, allí van...
Porque la sociedad no es otra cosa, ¿no?
Ustedes creerán y obedecerán.
Pedro, a quien se ha convertido en un templo, en una iglesia, en este momento está llorando hasta quedarse sin lágrimas, preguntándose por qué se adula tanto su vida.
“¡No pude hacer nada!”.
El ser humano construye un castillo sin los fundamentos divinos, cristianos.
Primero tiene que ponerse a pensar: ¿Soy verdadero? ¿Es esto puro?
Tiene que aprender a pensar, tiene que aprender a sentir cómo superarlo, a mirar detrás de esos velos.
Y eso es para el alma de ustedes, el espíritu de ustedes.
Si comprenden la imagen de Judas, que se ahorca y destruye allí... y el gran Pedro que entra aquí tranquilamente y dice: “A ese ser humano no lo conocí”.
“Pero si estaba con Él, ¿no?
Lo ha representado, ¿no es así?
¿No andaba con Él por la calle?
Los hemos visto”.
“No es cierto”, dice este hipócrita, y no solo reniega de Cristo —¿o acaso pensaban que habría podido renegar de Cristo?
¡Cristo es intocable!
Si tienen la verdad, pronto lo verán, son intocables.
Pero cuando en su vida se revelan la mentira y el engaño, la odiosidad, la desconfianza, la incredulidad, entonces ya no tendrán nada.
Entonces serán menos que este Pedro, entonces no tendrán nada de ese Judas que quiere estrangularse para enmendarlo.
Entonces yacerán postrados y plegarán las manos y podrán decir: “Por favor, perdónenme.
¡Pueden pegarme!”.
Porque hay algo de eso allí.
El Mesías ha dejado que lo pegaran allí, ¡porque el mal no tiene importancia detrás del ataúd!
Ustedes harán tranquilamente su trabajo, representarán a la sociedad y dejarán que les gruñan y peguen, que los torturen y fustiguen.
Se conducen a ustedes mismos hasta ese otro yo y dicen: “Pueden acabar conmigo a golpes, porque ni siquiera pueden alcanzar mi alma ni mi vida ni mi espíritu, porque pertenecen a aquello de allí”.
La violencia que se nos concedió vivir, que se nos concedió ver, cuando vimos allí mismo a Judas en comparación con el paseo de Cristo con Sus apóstoles allí en Getsemaní, donde se quedaron dormidos.
Cuando se hubo jugado el todo por el todo, cuando el universo se deshizo entre crujidos, cuando todo iba a ser despedazado... ¡Pedro y el resto se quedaron dormidos!
Y semejante tropa tendría que servir y hacer algo.
“Ustedes son el Pedro en esta sociedad”, dijo Cristo.
“Ustedes son los que representan a Judas”.
Cuando quieran elevar el espacio, el despertar espiritual en ustedes mismos, atravesarán a Pedro, atravesarán a Judas.
Pero preferimos... y Cristo y Dios y la Omnifuente, prefiere mil veces que se ahorquen y destruyan a que digan una sola palabra equivocada de toda esta vida que pertenece a la sociedad y a la madre tierra y sus hijos.
Vamos, asesínense, destrúyanse; si hacen que sus sentimientos lleguen al despertar elevado, serán los ungidos detrás del ataúd y se lo demostraré.
Primero quiero destronar a ese Pedro.
Primero quiero enseñarles a Judas, que aún sigue vivo.
Y que ese Judas en ustedes librará para cada rasgo de carácter una lucha de vida y muerte, solo entonces se convertirán en madre y serán padre.
Primero tienen que haber bebido la sangre de Él y haber sentido que eso está mal.
Primero tienen que sentarse allí y sentir esa corona de espinas, entonces sabrán que por cada pensamiento ustedes volverán a flagelarlo a Él.
No hace falta que se asusten...
Pronto ustedes mismos querrán empezar detrás del ataúd.
No es la intención del espacio ni del Mesías meterles miedo, sino hacer que se analicen esos ejemplos, esas leyes, para mostrarles cómo hay que hacerlo.
¿Callar en la tierra, no decir nada y pasar e ignorar la vida de Dios, desfigurar una cosa y la otra construirla sin más?
¿Ampliar para ustedes mismos una figura, un pequeño reino del cielo?
Pronto podrán verlo detrás del ataúd, cuando dejemos el Gólgota.
Allí estarán desnudos y solos.
Lo que hizo Judas no es tan malo, no es tan terrible ni tan horripilante, porque es la verdad inmaculada, la verdad sagrada.
Porque Dios, la Omnifuente, enseñó de inmediato a Judas: "Judas, lo ves, puedes abrir los ojos, porque vas a continuar.
Sí que has perdido aquella cosa, pero recuperarás una nueva.
No me has engañado, Judas.
Puedes bajar del Gólgota, porque a mí no se me puede engañar.
No puedes renegar de mí, Pedro, allí renegaste de ti mismo".
Basta que sientan eso, que su marido, su mujer no puede engañarles, porque ¡se engañan a sí mismos!
Ustedes son intocables cuando mantienen el control de la personalidad espiritual.
Y entonces habla el amor sagrado, inmaculado, espacial.
Entonces la vida en la sociedad —si los conecto con la tierra— es un paraíso.
Aunque vivan debajo de la tierra, comenzarán a comprender su casita, su posesión, su jardín, todo lo que poseen aquí en la tierra.
Sí, llegará el momento en que la demencia entre en ustedes y querrán apretujar la madre tierra y la abrazarán con todas sus fuerzas.
Entonces no empezarán a patalear, ya no dispararán, no destruirán el espacio, el soplo vital en que viven.
Al contrario, empezarán a amar sus pasos, porque van a decir a la madre tierra: "¿No le hago daño?".
Si hubieran visto el paseo de Cristo, habrían calado en su vida, calarían en su despertar espiritual que Él besaba la tierra por medio de Su paso.
Los apóstoles preguntaron: "¿Por qué anda así, maestro?".
Dice: "No ando, no camino, planeo.
Y tienen (tenéis) que asimilarlo".
Cuando después de Su muerte los apóstoles se reunieron, empezaron a analizar.
Allí estaban los pobres.
"Lo hemos perdido".
Humanamente lo habían perdido, no tenían otras palabras que ustedes, estas criaturas comunes y corrientes.
Habían perdido su posesión.
Su maestro estaba allí... y ahora el maestro no estaba allí.
Vieron allí cómo vivió el Gólgota, vieron cómo lo sacrifican; la sociedad lo apretó hasta matarlo.
Lo enterraron, ya no estaba allí.
Quedaban los milagros...
Lo habían perdido.
Esos fundamentos que echó Cristo seguían sin ser suficientes.
Ojalá hubieran seguido a Judas.
Después, tras tanto tiempo, meses y años, sí, entonces Pedro pudo decir: “Pueden destazarme como a su cerdo”.
Y es lo que hicieron, boca abajo en una escalera, por lo que la sangre corrió directamente por la calle.
Con una personalidad consciente fue recorriendo una calle tras otra, para que el mundo viera que Pedro había sido sacrificado como un cerdo.
Y él dijo: “Ahora soy feliz.
¿He enmendado?”.
Entonces hubo espiritualizado y ampliado su propia negación.
Había aceptado la paliza del Mesías.
Había dicho al mundo: “Hagan conmigo lo que quieran.
De todos modos no podrán destruir la vitalidad enérgica, el entusiasmo, esta imponente animación que me llega desde el espacio y desde Él”.
Ahora pudo decir: “Se pegan a sí mismos.
Se pegan a sí mismos si quieren dejarme las marcas del látigo de sus palabras”.
Con que hayan mandado una sola palabra dura al espacio se sintonizan con el lodo y el veneno, con el instinto de la selva, con la conciencia animal.
Pronto les quedará claro.
Pero ese Judas de allí y ese Pedro de allá y esos pequeños apóstoles a los que se les concedió andar por la tierra con el Mesías, con la conciencia más elevada y más divina de todas, que pudieron comer y beber con Él...
Les dio miles de pruebas.
Cuando Juan dijo: “Maestro, ¿por qué no come?
En quince días, tres semanas... ya he visto salir y ponerse el sol veinticuatro veces y usted no come nada.
No bebe nada”.
¿Qué dijo entonces?
“El alimento que tengo en mí se ha convertido en la ampliación para Mi espíritu y este es el que habla, Juan”.
Y ¿qué puede comprender Juan de eso?
Cuando se aisló durante cuarenta días...
Entonces... cuando llegaba la lluvia, tomaba dos gotas de agua desde el espacio y decía: “Una gota es como un mar de vida, ¿verdad?, porque una sola chispa representa mundos de espacios, lluvia y viento, océanos, porque soy alma de Su alma y vida de Su vida”.
¡Y así era!
El ser humano se pregunta en la tierra por qué el ser humano es capaz de hacerlo.
Si reciben el despertar espiritual, se les alimentará espiritualmente.
Si albergan aunque sea un rasgo de carácter que represente lo inferior, la demolición, la destrucción, entonces les entrará hambre, porque entonces hablará el animal en ustedes.
Por supuesto, sabemos que al cuerpo... al cuerpo tienen que impulsarlo, que tienen que cuidarlo.
Pero cuéntenme a mí, cuéntenle al espacio lo que necesitan y fijaremos su personalidad.
Diremos cómo es su despertar espiritual por su manera de andar, su rostro, su habla, y estarán perdidos.
El espacio les dirá justo dónde tienen que empezar para acceder a ese Gólgota.
Pueden dejarlo libre, pueden dejarlo solo, mejor nos largamos de allí, y rápido.
Pero sean muy conscientes: el ser humano, la sociedad, los líos animales, el inconsciente lo ha matado a Él allí.
Es el propio ser humano.
Él no murió para la humanidad; lo han asesinado conscientemente.
Y con eso se derrumba la conciencia de su iglesia, su protestantismo.
Para esto no hacía falta que Lutero hiciera la guerra.
Y se bebe, ahora se bebe Su sangre.
Cuando les vaya quedando claro que pueden echar todo eso por la borda, ¡entrarán en el Gólgota desnudo, espiritual!
Podríamos darles miles de conferencias para solo arrodillarse ante el Gólgota y finalmente poder decir: ahora ya no tenemos nada.
Estamos libres de pensamientos terrenales.
Ya no tenemos nada que ver con la sociedad.
Hemos vivido la fe, la iglesia católica, el protestantismo, Buda, Mahoma.
¡Tenemos la Biblia dentro de nosotros!
Y el resto de lo que no sea cierto: ¡por la borda!
Y ahora estamos ante el Juicio Final: ¡fuera!
El origen de la tierra: ¡fuera!
El inicio de las creaciones: ¡fuera!
Dios no creó el ser humano con lodo y un poco de soplo vital y media costilla; ¡nacimos en las aguas, mundo!
Nacimos en las aguas como vida embrionaria y pronto lo constatarán.
¡Poco a poco nos hemos liberado de ellas, Blavatsky, la teosofía!
Primero nos convertimos en seres humanos y luego llegó el animal y solo después la madre naturaleza.
Recibimos directamente de Dios todos esos espacios por medio de nuestra posesión.
Debido a que la Omnifuente se dividió obtuvimos el control de estos espacios y parimos absolutamente toda la demás vida en este espacio.
No solo el animal y la madre naturaleza, sino que incluso planetas.
Ustedes sí que son un milagro mundial, un yo espacial, un planeta, se dilatan.
Hagan que se dilaten estos rasgos de carácter, para que en ustedes hable el despertar espiritual.
Infúndanle animación a Judas y póstrense ante Judas y sometan a Judas a rezos e impulsen a Judas, escudriñen cada rasgo...
Es la desnudez ante la que se encuentran, la naturaleza inmaculada, el yo inmaculado que ha de hablarles.
Vivan a Judas en todo momento del día.
No hace falta que recen por él, porque no pueden rezar por los demás.
No pueden rezar por su madre, por su hijo que tiene que morir para conservarlo, porque es evolución.
No pueden sacrificarse a sí mismos y revestirse y adornarse con hermosas túnicas: no tienen importancia alguna cuando no habla esto.
¿Cuándo es guapa la madre?
¿Cuándo tiene en sus manos el padre la autoridad espacial, creadora?
Cuando se acerca en amor a la madre, cuando dice: “Sí, hija mía, tus pensamientos son los míos, tu vida me pertenece.
Gozamos del beso universal, espacial.
Pariremos y crearemos como pudo hacerlo la Omnimadre”.
¿Qué es la Omnimadre?
La Omnimadre, esa fuente vive en ustedes, porque esa representación es: el ser humano será como soy Yo.
Judas recibió vidas nuevas.
Volvió como rabino a la tierra, porque experimentaría Jerusalén.
Aún yace allí y exclama y gime y llora: “Sí, he despertado”.
Y por fin: han leído en ‘Los pueblos de la tierra’ que todo el mundo, cada conciencia en la primera esfera lo vive, porque nosotros queremos poseerlo; queremos ser Judas.
Queremos ser Pedro —sí, de una patada lo alejamos de nosotros veinticuatro, veinticinco veces.
Si siguen los pensamientos, si siguen los pensamientos, los sentimientos de este Pedro, se sulfurarán de que este ser humano, ahora que está sobre el fundamento divino, todavía vea que fluye la sangre del corazón del Mesías, y de que todavía diga: “¡A usted no lo conozco!”.
¿Se detienen en eso y las lágrimas les humedecen las mejillas?
No, su alma se va alejando, su espíritu se va alejando, ustedes ya no tienen nada, porque aquí se manifiesta una negación que es imponente, que a patadas los reduce a nada; otra flagelación, una muerte en la cruz no es nada en comparación con esto.
Si reniegan...
Si se los crucifica o ustedes se ahorcan —también les gusta hacerlo con una soga o se tiran abajo desde un espacio en alto— eso no es tan malo como, solo por un momento, engañar, mentir, renegar de cara a su maternidad, su paternidad, su amigo, su hermana.
Sí, allí es donde vamos y entonces nos hablará la realidad.
Entonces podrán llorar de felicidad, entonces ya no habrá miedo.
Entonces ustedes serán seres humanos, entonces llegarán a la animación.
Entonces mirarán, entonces no podrán terminar de mirar esos ojitos humanos que representan el universo, en el que están presentes la Omnifuente, la paternidad y la maternidad.
Empezarán a sentirlo y experimentarlo y sabrán para lo que viven.
Entonces recibirán animación, empuje, fundamento, saber.
Todo se convertirá en sabiduría, la Universidad de Cristo llegará a estar debajo del corazón de ustedes.
“Sí”, dicen ustedes, “¡pueden pegarme!
Adelante: ahórquenme, clávenme en la cruz, con tal de que así adquiera las ‘alas’”.
Hagan como aquel de allí, a la derecha de Cristo, y digan: “No te necesito.
No te necesito”.
“Alguna vez, entonces estarán conmigo en el paraíso”.
¿Saben lo que significa eso?
Cuando puedan inclinar la cabeza y poner las cartas sobre la mesa ante todo lo que vive, ante su condición de ser humano, su maternidad, su luz, su vida, su amor, su personalidad, su sintonización divina, entonces estarán inmediatamente en el paraíso.
Entonces entrarán en el grado de concienciación ante su propio yo como se sientan, como sean sus sentimientos.
Pero entonces habrán vivido miles y millones de leyes.
Saben exactamente que no tienen que ayudar a ese ser humano de allí, que no tienen que tocarlo, lo tiene que hacer él mismo.
Entonces no empezarán a cargar, porque cuando ayuden al ser humano a cargar, los llevan de mal en peor y entonces los conducen hacia unas tinieblas.
Tienen que hacerlo ellos mismos.
Ustedes mismos espiritualizarán su esencia divina y la ampliarán; ¡eso es despertar espiritual!
¿Cuántos millones de rasgos de carácter viven en ustedes?
Dar a luz a un hijo...
Es imponente, madre.
¡Imponente!
Pero ¿cuando ella no comprende a su hijo, su vida, su nacimiento?
El mundo y los espacios que creó Dios han dejado en evidencia una dureza, han espiritualizado y materializado una veracidad tan imponente, también tan profunda y enorme; solo ella les permite percibir las leyes de la realidad, las imponentes leyes de densificación y dilatación, por las que el planeta —no cualquier cosa, ¿verdad?—, planea alrededor del sol y se le ha dado a aceptar su órbita.
La voluntad humana es tan imponentemente profunda y grande, tan inconmensurablemente profunda en cuanto a fuerza, a conciencia y animación, que pueden medirla por la órbita que vive la madre tierra en este universo y que tiene que recorrer, cada día, cada segundo.
Es tan fuerte la voluntad humana que ustedes llegan a tener el control de todas las fuerzas de gravedad y leyes.
La animación humana se vuelve tan imponentemente profunda y consciente, la animación es tan elocuente y sonora y justa que podrán sopesar en sus manos todos estos planetas y estrellas.
Porque ustedes son el reino, son conscientes divinos si les habla el amor, si el amor cruza sus labios, si ustedes lo irradian.
Cuando pronto lleguen detrás del ataúd y hayan abandonado el Gólgota... vamos a abandonar el Gólgota... vamos a abandonar el Gólgota ahora, nos vamos, damos el paseo desde allí hasta el grado de vida espiritual al que pertenecemos.
Porque somos alma de Su alma, espíritu de Su espíritu, tenemos que aceptar un mundo astral; ¡somos Dioses!
¿Quieren hacerme creer, y al espacio, que el ser humano de este mundo es una deidad que ni siquiera sabe todavía que Dios no puede condenar?
Aquí viven millones de seres humanos, la conciencia urbana a la que pertenecen acepta un Juicio Final que hace poco dejé en ridículo ante ustedes.
¿Cómo quieren recuperar su cabeza y su sistema óseo prehistóricos, ahora que todo eso ha quedado reducido a polvo?
¿Cómo quieren aparecer dentro de poco delante de su Dios, sin brazo y sin cabeza, bizcos delante de Él?
Es la posesión de la iglesia, es la posesión de millones de seres humanos.
Lo han aprendido por medio de Cristo, lo han vivido por medio de la crucifixión y del Gólgota.
El momento... el momento universal que vamos a seguir es lo que están viendo ahora.
Se han desprendido, han muerto, han sido crucificados como seres humanos.
¿Cuántos seres humanos no han vivido una muerte en la cruz terrenal?
¿Cuántas personas no fueron torturadas en su última guerra?
¿A cuántas personas no se las ha matado a golpes?
Y ¿a dónde se dirigían, pues?
La esencia para esta sociedad es ahora: ¿cuándo hago el bien? ¿Cuándo soy verdadero? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué se me concede hacer?
Cuando Cristo andaba por allí y vivía y sufría una lucha con los seres humanos de la sociedad que guardaban la pasta, se encontraba en aquello en que ustedes viven ahora mismo.
Tienen que demostrar de qué son capaces.
Tendrán que decir: “Amo esto o lo otro”.
Porque esto mismo se queda precisamente aquí; sus castillos, todo lo que poseen se queda aquí, solo tienen una muerte en la cruz.
Se les pega y patea, y sin embargo no hace falta.
No hace falta, no fue Su intención.
Dio el ejemplo, porque ustedes reencuentran el mal, esa pobreza, ese inconsciente, esos líos animales en la tierra.
Ahora queda sacar todo eso también de la iglesia.
No se le puede someter a oraciones a Él, no se le puede hacer sangrar a Él.
Sí, lo hacen sangrar y eso significa: en cada instante vuelven a cortar Su organismo hasta dejarlo hecho trizas y añicos.
Beben Su sangre, se postran allí, rezan, cierran los ojos y beben su vinito, esa “sangre de Cristo”.
Reciben unas migajas de pan: “Coman de Mi carne y sangre”.
¡Sí, coman de esto mismo y contemplen y palpen la verdad!
Palpen cómo será su palabra de cara a los que les pertenecen y cuyo amor han absorbido.
Demuestren primero de lo que son capaces y digan después quién es su animador, para el que viven, porque ahora empezamos a caminar, a caminar hacia un mundo que nos lleva al despertar espiritual.
Y ahora ya empieza.
Estamos allí millones de personas, doscientas, trescientas, quinientas.
Nos hemos desprendido de esta tortura.
¿Somos felices?
Sí, ¿quién ha sido capaz de hacerlo?
¿Quién?
¿Quién estaba preparado para aceptar esa tortura?
¿Quién puede decir de sí mismo, ahora —han venido miles de personas, somos padre y madre—, quién puede decir: “Estoy listo para que se me fustigue”?
Aquí vive detrás del robo, la demolición, la destrucción.
“He lanzado al espacio al niño en mí”.
A esa madrecita no le hace falta vivir ningún Gólgota, no está lista.
Está... está sintonizada con la tierra.
Tiene que liberarse, en primer lugar, de la destrucción, de la demolición consciente.
Ha lanzado la vida al espacio.
Es imposible que vaya al Gólgota, porque allí ustedes tienen que ser libres.
En este momento, esa muerte de allí carece de importancia, porque de todos modos no ganan nada con ella, solo se les sacrifica.
Solo se les destruye, se les destruye materialmente, pero el espíritu, el alma, la personalidad no ha aprendido nada.
Ahora este ser tiene que demostrar de qué es capaz, como ser humano, como padre, como madre, como hermana y hermano.
Pero ¿qué son ustedes ahora?
¿Ya pueden contar al hijo de Dios lo que llevan interiormente y han construido por medio de amor?
Porque es lo que ocurrió en el Gólgota.
Pedro estaba tan feliz de que se le sacrificara.
Dijo: “Pueden destazarme el corazón por completo, porque de todos modos no he hecho más que mancillarlo”.
¡Eso es lo que es!
¿Quién de ustedes, quién en la tierra puede decir: “Pueden destazarme el corazón por completo”?
Nosotros siempre decimos: entregamos nuestra vida.
Queremos morir por el Mesías.
Pueden clavarnos en la cruz.
Pero es más imponente poder decir... poder permanecer en este caos y querer seguir viviendo para continuar el trabajo de Él.
Poder seguir viviendo y querer vivir lo es todo, es lo perfecto, es demostrar que saben lo que quieren.
Pero desde el Gólgota descendemos, primero a través de un hondo valle, juntos, todos, los conscientes.
Enmudecemos.
Sentimos ahora el silencio de Getsemaní.
Algo se cuece.
Uno dice a otro: “¿Por qué...? ¿Qué siente usted?”.
“Nada”.
“¿Es feliz?”.
“Soy feliz.
No siento nada”.
“Pero ¿de verdad no siente esos gritos a su alrededor?
Me está entrando miedo”.
Sí, aquí, allí vienen los pequeños errores, ahora viene la posesión interior.
¿Ha despertado esta vida? ¿Tiene posesión espiritual?
Los otros, cuarenta, cincuenta, sesenta, no sienten nada, continúan tranquilamente.
Dicen: “Cuánta belleza empieza a haber, cuánta belleza”.
Reciben la alegría del espacio.
Ven una túnica imponente en el espacio.
¿Empiezan a hablar las flores?
Todavía no es posible, aún no vemos flores, no vemos aguas.
Tenemos un solo camino, atravesamos un pantano silvestre.
Pasamos por debajo de él y volvemos a salir a rastras.
Tenemos que demostrar lo que queremos.
Aún no tenemos fundamentos.
Allí va uno, tiene suelo de bosque bajo los pies, un suave musgo.
“¿De dónde has sacado eso?
Es injusto, es vil.
Nos han engañado”.
“¿Dice que anda por un pantano, dice que se ahoga, que hay un olor apestoso aquí?
Yo ando por un camino de rosas”.
“No le comprendo”.
La diferencia en concienciación se revela como un rostro humano, como una personalidad, como un ser humano.
Miren, por favor, a esa madrecita de allí.
Va a cambiar, siempre lleva una hermosa túnica y yo visto guiñapos, no tengo... no tengo zapatos.
Sí, no están las pequeñas sandalias sagradas, plateadas, doradas.
¿Quién las poseerá?
“He engañado a mi madre, he engañado a mi padre.
Soy odioso, soy duro.
No creo mi amor, no creo a la gente”.
Y este se va tan tranquilo del Gólgota y ¿quiere ir hacia un despertar espiritual, la primera esfera?
Se quedan atorados en ese pantano.
Allí están viendo a uno de ellos: ¡adiós!
Allí va uno: “¡Ayuda, ayúdenme, ayúdenme!”.
No pueden ayudarlos, no pueden sacarlos a rastras, porque se trata de ese pesimismo.
Ese carácter, ese espíritu es como fango.
Tal vez piensen: váyanse al carajo, no soy así.
Ya decidiré sobre mi vida, pronto ya veré lo que ocurre.
No, ¡tiene que ocurrir ahora mismo!
A ustedes puedo decírselo.
La sociedad ríe, entonces ustedes también mejor rían.
Ahora es cuando tendrán que hacerlo, tendrán que aceptar el optimismo y acogerlo en ustedes, tienen que interpretarlo, tienen que espiritualizarlo.
Cada minuto es una posesión eterna.
Vamos, miren, comprueben un momento dentro de ustedes qué otra cosa está mal.
Dense la vuelta y pónganse del revés.
Tienen aquí la representación, la escena: personas y personas.
Es muy sencillo, si abandonan el Gólgota pronto, llegarán “detrás de su ataúd”, para acogerlos a ustedes, para hablar con ustedes.
Bueno, bueno, comen de nuestra mano, comen de la vida que lo sabe todo, el ser humano que ahora puede decir: “Ese fango no existe, hijo, por favor, venga conmigo.
Lo llevaré a un sendero suave, a un bosque, a un vecindario rico, arbolado, con plantas.
Los llevaré a una esfera donde verán las flores, donde irá a su encuentro el canto de los pájaros, donde el ser humano será majestuoso.
No hay reyes ni emperadores, pero verán los príncipes y las princesas del espacio, por medio de su conciencia”.
Y ahora vendrá un maestro, ahora vendrá el creador, ahora vendrá el hombre, un joven de veinticinco años, que llega a la madre y dice: “Deme la mano, cariño, sígame, por favor.
Ahora puede hacerme preguntas.
¿Dónde ha estado?
Lo veo, pero cuéntelo usted misma.
Descárguese, cuénteme dónde ha estado, así llegaremos a hacer las preguntas, así llegaremos a vivir, así llegaremos a la animación, así llegaremos a los análisis de usted misma.
Ese carácter se tiene que ir”.
“Sí, fui dura”.
¿Qué es la dureza?
¿Qué es gruñir, qué es bufar, qué es calumniar, qué es mentir, engañar y qué es la injusticia, la desatención, la incredulidad?
Es ese pantano de allí.
¿Creer?
¿Para el mundo astral, para Cristo, para el espacio, para su Dios?
¿La justicia, el amor, la veracidad, el cumplimiento del deber?
Es un camino, son los fundamentos sobre los que están ustedes.
Sobre ellos pueden continuar y eso los llevará a un mundo muy distinto.
Acaso hay entre nosotros uno solo que posea las “alas”, que pueda decir: “He hecho todo lo que me era posible.
Por supuesto: he cometido errores, porque no lo sabía todo.
Hubo personas que se acercaron a mí, de quienes debería haber sentido: eran las verdaderas, pero no miré a través de esas vidas.
Con mis palabras les escupí en toda la cara: váyase, mendigo.
Debería haber sabido si esta vida de verdad había sido fustigada en la tierra.
¿Debería haber visto, debería haber percibido si esta vida era digna de que se la ayudara?”.
Porque a ustedes no se les concede ayudar al ser humano, no son capaces de ayudarlo, el ser humano lo tiene que hacer él mismo.
No haré más que pisotear esos fundamentos si mimo la vida que ignora a Cristo, que en realidad de nuevo mancilla y golpea a Cristo.
No pueden apoyar al ser humano por medio de estas cosas.
Solo pueden contarle: así es como tienen que hacerlo, así llegarán a esa claridad espacial.
Después verán el espíritu y entonces se les dará lo que les toque, que tendrán que aceptar detrás del ataúd y continuarán.
Y ahora vamos andando hacia la primera esfera.
Queremos ascender más y más.
Ahora sabemos: vivimos en un espacio.
Allí tenemos, pues, la tierra; esa sustancia espiritual es exactamente como la selva de la madre tierra, que se ha densificado.
La sustancia en el espíritu representa la realidad de la materia, porque Dios ha creado así todo lo que vive.
La ha provisto de alma, vida y espíritu, esos son los tres fundamentos.
El alma es la esencia divina, la vida es la Omnifuente.
Y esa vida la ampliamos, la espiritualizamos y materializamos.
Los planetas han sabido hacerlo.
Se convierte en un cuerpo, se convirtió en un organismo y eso es lo que para nosotros mismos devolvemos a la Omnifuente, donde lo representaremos a Él y a Ella como Omnimadre.
Y ahora sí que, por favor, tendrán que mirar alguna vez lo pobres que somos los seres humanos en realidad.
Pueden decir: tengo la vida en la tierra.
Mejor vuelvan, pero ya es hora de que acepten esa realidad.
Deténganse un momento en este espacio.
En la tierra no ven ese mundo, pero tampoco lo ven aquí por dentro.
La parapsicología aún no puede aceptarlo, dice: “El ser humano vive una sola vez en la tierra”.
Ahora empiezan a ver que han tenido billones de vidas.
Y ahora están aquí, son el padre, son la madre.
Allí es donde vive la madre.
El padre también está, pero ¿dónde?
“Marido, ¿dónde está?”.
El padre no está.
Hemos perdido en...
En esos cinco minutos desde que abandonamos el Gólgota ya hemos perdido doscientos.
Esas personas han desaparecido sin dejar rastro.
El consciente sabe hacia dónde se habían ido; se disolvieron en el Gólgota, porque volverían a la tierra.
Han de aceptar el renacer, fueron al mundo de lo inconsciente.
Aquí la madre lucha como una leona por esa pequeña posesión, por esos líos materiales, por ese cuerpo que no significa nada, esos brazos y esas piernas; pero que ella amaba.
Por dentro no tenía nada, se trata de ese ser, ese ser ha desaparecido sin dejar rastro.
Allí está sola, desnuda, por fin sobre sus propios pies.
“¡Alto!”.
Tienen que oír cómo chillan y gritan, padres y madres de la tierra: “¡Marido mío, marido mío!”.
Sí, entonces dan un paso adelante Gerrit, Klaas y Nico.
“Y ¿dónde está mi marido ahora?
Mi marido, el embustero”.
Lo primero que piensa es, lo que entra en ella y vive en ella es: “Me han engañado, el embustero se fue, ¡ahora me deja sola!”.
No quiere encontrarse sola nunca jamás, ya no pueden vivir ni avanzar ni siquiera durante cinco segundos.
Detrás del ataúd —es tan natural y curioso—, ella vive sus propios sentimientos, como pensaba y sentía en la tierra.
Él se ha ido.
Nunca estuvo allí.
Nunca estuvo en la tierra.
Sí que ella pensaba tener la esencia, pero por dentro, para ese despertar y ese sentir espirituales, para ese pensar, esa posesión, ¡no tenía nada, nada, nada!
Y ahora tampoco tiene nada.
“Ya veré lo que pasará conmigo dentro de poco.
Eh, tendré un espacio, ¿no?”.
Por supuesto, así de grande.
Tienen un espacio allí en ese pantano, porque cada rasgo de carácter es falso, está desfigurado, mancillado, es injusto, es intransigente.
Solo escogen a los de su clase.
Aman lo que es falso y está desfigurado.
La verdad...
Cuando en la tierra se les contaba la verdad, la esquivaban.
Al ser difícil la verdad, el ser humano no iba adentro.
Ahora están ustedes allí: empantanados.
¿Otro tiene que ayudarlos?
Sí, para llevarlos un momento allí; a pesar de todo van a volver.
Nosotros, la autoridad divina, la justicia divina los volverán a ubicar, de todas formas, en un sendero transitable, en un suelo, para que ustedes sientan los pies.
Porque Dios dice: “Me sentirán, siempre y eternamente, y sin importar dónde se encuentren”.
Eso fue lo que trajo Cristo.
Y entonces el maestro los ubica en un sendero transitable.
Lo sienten: gracias a Dios, ¡he salido!
Y ahora otra vez: “¿Dónde ha quedado mi marido?
Íbamos juntos, nos accidentamos y ahora se ha ido.
¡Me deja sola!”.
Si acoge en usted justamente eso, que en efecto está verdaderamente sola.
Pero que se ganará la paternidad, que asimilará la maternidad.
Todas las características como rasgos de carácter la conducirán al grado espiritual, solo así él estará a su lado.
Entonces usted pisará firme, entonces se tranquilizará.
Entonces ya no será un ser humano de cincuenta y de sesenta, entonces se convertirá en una niña.
Cuanto más infantil se vuelva, tanto más inmaculadamente hablará su corazón interno a la vida de Dios en la naturaleza y en el espacio.
Entonces la vida hablará a su alma, a su espíritu, su yo astral, mejor.
Cuando a la esfera de la tierra, la esfera de la tierra...
Aún no nos hemos sintonizado con la vida astral con la que tiene sintonización su espíritu.
Ni siquiera entramos en ella, porque todas esas malditas características, ese ajetreo, esos disgustos, esa renuencia, ese carácter pesado, esa sensación destructora, bajo la que... esa presión... bajo la que vivieron día y noche en la tierra, durante sesenta, setenta, ochenta años, ese no querer comprender, eso es lo que pertenece a la tierra y no al espíritu.
Ni siquiera pueden desprenderse de sus sentimientos espantosos —y eso encima sería injusto—, mucho más que arrastrarla no les queda.
Pero allí mismo es donde está.
Entra en una infinitud.
Si ese pantano no es el lugar para usted, cuando no existen para usted esas tinieblas, porque luz no hay, entonces comienza a llover a cántaros.
Se desgarra el universo, se desgarran los elementos.
Piensan que se vuelven locos, pero ya ni siquiera enloquecerán.
Están solos, en el centro de sus sentimientos dementes, su mundo.
Y se lo enseñó el Gólgota.
Este dice: “Amarán todo lo que vive”.
“Sí, Él murió por mí, ha quitado mis pecados.
Cada mañana iba yo a la iglesia, comulgaba y rezaba, me confesaba.
Decía: ‘He actuado mal, señor párroco, he engañado a la gente, la he timado.
Sí, ¡ayer me sobrepasé un momento con eso!’”.
“Pues entonces rece cinco padrenuestros y lo habrá perdido”.
¡Ya le gustaría!
Allí es donde reside la verdad, detrás del ataúd, y no solo aquí, es igual en todas partes.
Atraviesan un mundo apestoso, lo huelen.
Y otro dice: “No sé de qué se queja.
Tengo mi felicidad, me siento feliz, planeo.
Alguien camina a mi lado, ya se va haciendo cada vez más denso.
Es curioso.
El abuelo, la abuela, ¿quiénes son?
¿Un espíritu de la luz, una madre?
¿Quién es usted?
Veo su rostro”.
“Solo ahora puedo manifestarme a usted, hijo mío.
Soy su madre de hace cinco vidas.
Viene de Holanda y de Francia, pero entonces estábamos en Italia.
Lo conocía ya cuando emprendimos nuestro primer camino, nuestras primeras vidas, y pertenecíamos a la selva.
Miles de veces me he destruido y violado.
Sí, he acogido la vida terrenal, he pasado por ella y por fin supe cuánto mal cometía”.
“Y ¿cuál es, pues, el fundamento por el que puede hablarme?”.
Gracias a qué precisamente el consciente está preparado enseguida para hacer esa pregunta: “¿Han alcanzado el punto?
¿Cómo es que saben que poseen eso ahora?
¿Es usted de verdad un ser humano?
Vamos, avance otro poquito, libérese de...
No puedo conectarme con usted, no puedo mostrarme en esa desgracia, en esas mentiras y ese engaño, en esa animalización material.
Avance otro poco, más, fuércese un camino hacia el bien, hacia la luz, hacia la vida, hacia el alma, hacia el espíritu, y me verán a mí”.
¿No es así? ¿No lo han dicho los apóstoles, no ha dicho Cristo en la tierra: “Prepárense para mí y me recibirán”?
Miles de veces lanzó por la tierra el lenguaje metafórico, pero aquí están en la realidad de esa habla figurada.
Se lo dice la madre naturaleza, su alma, su espíritu, su personalidad lo dice: “Su vida pertenece ahora a esta sintonización”.
Basta con que ahora escuche los gemidos.
Buenas noches...
Ahora cada ser humano —es curioso, no, es muy natural— ahora todo el mundo se compara a sí mismo aquí con la vida en la tierra: “¿Por qué hice eso?
¿Por qué me dejé ir, me dejé seducir? ¡No hice más que destruirme!”.
Van pasando semanas, semanas y meses.
Hay personas que llevan cuarenta años sin hablarse.
Ahora gritan: “¿Por qué?
¿Quién me ha quebrado a tal grado de hacer que en cuarenta años no pudiera despegar los labios?
¿Qué maldito sentimiento es ese?”.
Allí hay dos personas, dos chispas divinas, una frente a la otra, y en veinte, treinta, cuarenta años no se han hablado.
Se odian, esta semana van a matarse.
Este interior se ha retorcido, se ha desfigurado.
Ya no son seres humanos, son figuras animales.
Ya les gustaría a ustedes; un animal ni siquiera es capaz de eso.
La selva es feliz.
Miren el hermoso rostro de un tigre y de un león, de una hiena, esos rostros, esos morros, esas cabezas están abiertas.
Esos ojos te miran salvajemente.
Desde luego, es la sintonización.
Pero un ser humano lo multiplica por sus actos, por su sentir.
El ser humano no se cree a sí mismo.
En la tierra no profundiza en los dichos divinos, pues ustedes conocen muy bien su veracidad.
Porque saben cómo tienen que vivir, saben lo que es la suavidad y el amor.
No se les puede engañar ni se les puede mentir con cada palabra.
Saben exactamente cuándo su mujer, cuándo su marido es cariñoso de verdad, lo saben.
Pero ¿por qué no lo hacen ustedes mismos?
Los que pueden continuar...
De cada cien millones de seres humanos hay dos que llegan a la primera esfera, ¡dos!
Averigüen, por favor, en ustedes mismos si hay errores, si hay rasgos de carácter que sintonizan directamente con la tierra.
Supongan que digan: “Ya lo veré más tarde, ya veré mi eternidad”.
Sí, aquí viven aún, aquí lo tienen todo, tienen su cuerpo, su sociedad.
Pero existe “el ataúd”.
Gracias a Dios, Parca, es el nombre que se le puso, pero aun así, es innegable que tirando de la vida interior la aleja de esos sistemas materiales.
En realidad tendríamos que haberle dejado vivir un tiempo.
Cuando haya desaparecido La Parca, el ser humano dirá: “Bueno, yo ya lo sé: voy a continuar, y qué me importa dónde vaya a ir a parar”.
Es cierto, tienen razón.
Pero el fango de allí, ese mundo apesta como no puede oler ni heder un cadáver putrefacto, en eso viven ustedes, porque cada rasgo se ha marchitado.
Hay entre nosotros quienes ya no poseen ningún cuerpo, se han convertido en engendros repugnantes.
Las manos se han retorcido y alargado; están deformadas.
Ya no son rostros, ya no son seres humanos.
Los líos animales se deforman, esa es, pues, la personalidad.
¿Tienen miedo?
¡Nosotros no!
Esa es la imagen nuestra en que podemos reflejarnos, con la que podemos reflejar nuestra personalidad.
Ya no tenemos miedo a este engendro, porque cada rasgo de carácter es un engendro, es lepra, destrucción, es satánico.
Empezamos a organizar una lucha para subyugar a esta vida, para desfigurarla.
Cada rasgo de carácter recibe una puñalada en el propio corazón.
Y entonces la madre nos dice: “Muy bien, marido, vamos, asesina aquello.
Hay que destruirlo”.
Pero el alma vivirá, porque esos millones de propiedades como rasgos de carácter en el ser humano —lo hemos visto, hemos tenido que aceptarlo, estuvimos encima, vivimos en ello— tienen alma, espíritu y una personalidad, ¡cada rasgo de carácter!
¿No les han enseñado eso?
¿No han visto esos seres humanos en la tierra? Saben representar el arte.
¿Esto es una María?
Sí, como madre de Cristo.
Eso es algo que posee “alas”, es silencio.
“Siéntese por favor un momento en este silencio”, dice un maestro, porque todavía puede hacerlo.
Esa vida puede descansar.
Y entonces el ser humano está en la selva de sí mismo.
En la selva humana hay billones y billones y billones de seres humanos.
Cada momento hay gente que muere en la tierra, terminan en su propia selva, y allí se quedan.
Llueve, están hechos una sopa.
Pero ¿qué es estar hecho una sopa?
Por dentro salen corriendo, no huelen nada.
Se miran: "Sí, mi marido se ha ido, mi mujer se ha ido.
¿Por qué me ha dejado ella?”.
Ay, ay, otra vez hacia esa posesión, otra vez hacia ese ser humano, otra vez hacia ese pequeño yo material.
No saben nada de Dios, del espacio, de la evolución, del renacer.
No saben si ese amor es suyo.
Ese amor solo lo han recibido, no es más que deformación, es estar desfigurado, es un tiempo en que tienen que enmendar.
No pueden convertir eso en un templo, no pueden desfogarse en él, le pertenece a otro.
Eso no está aquí ya, lo ha perdido.
Tenían... usted o ella, tienen que enmendar el uno al otro, y para eso han recibido la vida.
"¿Dónde está Hendrik? ¿Dónde está Johan?
¿Dónde está mi mujer, dónde está mi amor, dónde está mi hijo?".
Todos son entidades.
Por ahora ustedes no verán a sus hijos.
"¿Qué?
Ya lo ve entonces: ¡Dios es injusto!".
Pero querida criatura mía, el amor terrenal no tiene relevancia alguna.
Solo se ha amado a usted misma.
¿Acaso no dijo Cristo que amará toda la vida Suya?
¿O todavía ha dudado de Sus palabras?
No le gustan esas palabras verdaderas, que Él ha deificado.
Sí las impuras, tan fáciles de atraer hasta usted, esas las ha aceptado.
Pero cuando dijo: "Amarán absolutamente toda la vida.
Cuando quieran servirme y representarme a mí y a su Padre, irán por el mundo y dirán Mis palabras.
Hablarán como pude hacerlo Yo, y nada más.
Porque entonces comenzarán a engañarse a sí mismos.
Derribarán más que lo que Yo he construido".
Es cuando deciden volver a su iglesia.
Ahora ya pueden postrarse de nuevo en su iglesia católica, rezar y confesarse y comulgar, lo que todos hemos podido hacer en estos siglos después de Cristo.
Pero de lo que nos hemos desprendido, porque hemos llegado a albergar la realidad.
Lo hemos visto, lo hemos vivido, de verdad fuimos a la primera esfera.
Una sola pequeña característica equivocada, un solo leve rasgo de carácter, una sola falta de cordialidad y eso los frena.
Allí están.
Allí es donde están, no podemos llevarlos, porque aún no está ese rasgo de carácter, aún no se ha espiritualizado.
Y ahora lo que vamos a hacer es ubicarnos con nuestro propio yo encima del diccionario del mundo, encima de la Biblia.
Y entonces sentirán debajo de las plantas de sus pies lo que son falsedades y lo que no; porque lo que es falsedad lo tira a uno hacia abajo, y lo que es una falsedad lo impulsa hacia arriba.
Y ahora su diccionario: soy verdad, siempre he sido verdadero, nunca antes me he... hasta ahora no he engañado nunca a nadie, no soy envidioso, no soy celoso.
Todas mis propiedades, todo lo que puedan posiblemente imaginarse son sentimientos, ¿lo comprenden?
Al construir la envidia, la palabra envidia y odio, el ser humano ha llegado a conocerse.
Ahora saben lo que es la envidia, pero antes, en la selva, no lo sabían.
Sí, entonces lo veían por el rostro, lo producía el odio que se manifestaba, era visible, podían acogerlo.
Ahora están ante una palabra social.
Es la conciencia de su gloriosa sociedad en la que viven, a la que sirven, para la que están dispuestos a dar lo que sea, con tal de que el ser humano se divierta interiormente.
¿Es necesario animalizar el arte?
¿Barato?
¿Quieren alcanzar algo y escribir novelitas sexuales?
Adelante, vayan y sirvan ese rasgo animal en el ser humano.
El mundo busca posesiones.
Vuelan por encima de la tierra y todo eso reside en una sola estrella, y ustedes están allí, detrás del ataúd.
De pronto tienen que representar su personalidad espiritual.
Ahora pueden hacer despertar al Dios en ustedes, al palpar justamente esa vida terrenal, y al saber: muy bien, sigo vivo, aún tengo mis manos.
Todavía tengo la posesión de mi marido y mi mujer y mis hijos.
¿Qué he de hacer ahora?
¿Cómo empezaré?
Pensar.
Todavía pueden vivir miles de siglos en un solo año, en un solo año el ser humano podrá decir de ustedes: "Santo cielo, santo cielo, pero cómo han cambiado".
Y ahora habla ese aspecto interior.
Tienen que espiritualizar todo su diccionario, porque allí reside.
Cuántos millones de rasgos de carácter...
Pónganse a pensar un momento, siéntense un momento cuando de verdad han hecho su trabajo.
Siéntense, por favor, empiecen a pensar y miren un momento a su marido, y que él la mire a ella.
Imaginen las palabras, escuchen un poco lo que ustedes mismos dicen y si esa palabra está en armonía con el Gólgota, con Judas, con Pedro, con las esferas de luz, a las que ustedes pertenecerán.
Averigüen un poco cómo eran ayer respecto del ser humano.
¿No se les ocurrió otra cosa que volver a gruñir a ese ser humano?
¿No hay...? ¿Qué hizo Cristo?
“¿De verdad ni siquiera un rato pueden velar conmigo?”.
¿Es que no sienten que esto es su pan, su vida, su existencia?
¿Hay que destruirlo?
¿Acaso tengo que ahuyentarlos por la fuerza?
"No, ¡tengo que entrar!".
¡Exacto!
Así que inclínense y estén agradecidos de que se les permita trabajar.
Agradecidos de que en verdad estén sanos.
Hay... (inaudible), hay en la tierra quienes despertaban por sus enfermedades.
La paliza que recibieron entre el 39 y el 45 solo fue para despertar espiritualmente.
Sí que es curioso que los pueblos de la tierra acojan ahora los líos demoniacos y lo satánico que tiene Adolf Hitler, y que ahora quieran llevarlo a la unión.
Para defenderse del satanás aquí en el mundo, de Rusia.
Si un ser humano de allí es malo, ¿entonces por qué lo miran?
¿Por qué lo despiertan?
¿Por qué le dan el ejemplo a un ser humano de cómo se puede violar la vida?
¿Por qué traen al animal hacia su sociedad desde la selva?
Ahora hay miedo.
Si quieren vivir los pueblos de la tierra, si quieren que nosotros los analicemos respecto del Gólgota y de la primera esfera, entonces verán su propia máscara —aunque por dentro.
Tengo que decirles: no hay uno solo que esté listo, ni uno solo que ahora pueda vivir y recorrer ese largo camino para alcanzar la primera esfera.
“Con que la primera esfera, eh, ¡allí llego enseguida!”.
Llegarán allí enseguida, no paran de andar... pero entonces llega una selva en la que se perderán.
No salen de ella, porque toda esa tierra, esa tierra no es más que una chispa, aunque esa inconmensurabilidad, este universo —tan profundos son su vida y su mundo— y un gran pantano.
Aquí y allá se asoma una delgada brizna de hierba y si la miran no irradia para otra vida, tampoco para Cristo ni para la Omnifuente.
Es ese pequeño rasgo de carácter, aún no es más que ustedes mismos.
Se han plantado allí ustedes mismos.
Pero esa flor pervive para el espacio, para todos.
Esa flor representa el reino de Dios para todos los mundos.
¡Así que han de hacerse reales, espirituales!
Cada pensamiento los reconduce al Gólgota.
Y entonces son hermosos, entonces son verdaderos.
La gente los ama.
Porque ¿quién, como ser humano, puede no amar a Cristo?
¿Cuándo son ustedes guapos como hombres?
Cuando tienen al hijo en su interior.
¿Cuándo son de verdad amor como creadores?
Cuando sirven al espacio y no a ustedes mismos.
¿Cuándo pueden decir: "Soy espiritualmente profundo y consciente,
estoy listo para interpretar a Cristo, y para representar en la tierra y para el espacio a los pueblos de la tierra”?
Cuando se hayan desprendido de la iglesia y de la condena, cuando se hayan desprendido del protestantismo, cuando se hayan desprendido de Lutero.
Porque esas personas siguen condenando.
Porque recorren las calles de la ciudad con un “Juicio Final” y esperan hasta que los cielos empiecen a trompetear para convocarlos, con su osamenta pelada.
Cada acto erróneo, si lo viven y sienten, los ubica ante el Juicio Final, porque ahora pondrán las cartas sobre la mesa.
¡Eso es lo que quiso decir Cristo!
Saldrán del ataúd.
Eso se va, desaparece al pudrirse, tiene que disolverse.
Ustedes lo llaman putrefacción, pero es dilatación.
Y ¿polvo son, al polvo volverán?
No, son alma y volverán a la Omnifuente y me representarán de nuevo allí.
La Omnifuente aún impulsa y vive.
La Omnifuente materna siempre está emitiendo ese amor, porque Ella vuelve a recuperar su vida.
¿No es cierto?
Si ustedes dan a luz a la criatura y la criatura se convierte en madre, la criatura devuelve el parto.
Entonces verán en la criatura de lo que ustedes mismos han sido capaces.
Seres humanos, ¡conviértanse en seres humanos! ¡Conviértanse en padres y madres!
Seres humanos significa que tienen que representar a Dios como una chispa de Él, como luz, vida y amor, como padre y madre.
Llevan en su interior esa Omnifuente.
Han recibido los ojos para mirar.
Han recibido los sentimientos para sentir y los labios, la boca, las cuerdas vocales para hablar.
¿Por qué iban a querer usarlos para decir cosas odiosas?
¿Por qué iban a querer destruirlo todo con esos pequeños labios?
Dios les dio todo.
Nos dio los órganos del habla.
Pero si Él nos hubiera dejado sordomudos, habríamos llegado antes a los seres humanos, habríamos llegado antes a las esferas, habríamos atravesado antes esos espacios para volver a Él.
Pero ¿es eso goce?
Dios se materializó y espiritualizó por las revelaciones, por un árbol, por una flor, por una planta, por un sol, por una luna, por una estrella, por nebulosas, por luz y tinieblas.
¿Cuándo vamos a comenzar?
¿Cuándo empezará el ser humano a hacerse luminoso, a hacer que sea luminoso?
¿Cuándo regalará... cuándo regalará “alas” a su paseo?
¿Cuándo será suave?
¿Cuándo será cariñoso?
¿Acaso no es totalmente cierto que uno se desploma de felicidad cuando el amor le da un chasquido en la mejilla?
¿Será que no sienten, acaso están tan muertos, tan faltos de vida, son tan despiadados que quieren mentirse y engañarse a ustedes mismos?
¿De verdad no saben como seres humanos que él les golpeó por una palabra, y que ella los pisotea?
¿No terminan en sus alimentos esos sentimientos avinagrados cuando la madre llega allí con su morro largo, su cara larga?
Porque cuando habla su carácter, las cosas no se pueden saborear, entonces ustedes comen la bilis de su personalidad.
Pero la madre que dice: “Y” —esos pensamientos encantadores, ese rostro, esa personalidad— “disfruten (disfrutad) ahora de mi comida, porque nos la hemos ganado”.
Y entonces ella se sienta y ustedes son uno solo y llevan una conversación hermosa.
Siguen a las criaturitas y dicen: “Mira, son personalidades.
Sabemos de dónde han venido, de dónde proceden y hacia dónde se dirigen.
Sabemos que nosotros..., que antes nos daban la vida; nuestros padres y madres nos han cuidado”.
¡Ya no es cuidar, sino que es evolución!
Ustedes han atraído esa vida para después poder volver a la tierra, para poder continuar su evolución de manera espacial, divina.
¿Cuándo empezarán a amar?
Cuando despierte el Judas en ustedes, el Judas, precisamente el Judas, no el eternamente condenado, sino Judas el santo, entonces serán seres humanos, inclinarán la cabeza, entonces se podrá hablar con ustedes, razonar.
La sociedad es hermosa, su diccionario es universalmente profundo, ha sido armado milagrosamente.
Han aprendido tantas cosas, pueden aclararse unos a otros lo que quieren decir.
Ahora, por favor, analícense, descompónganse a sí mismos.
Conviértanse en mujer, en alumbramiento, en creación, en luz, en vida, en alma, en espíritu, entonces ya verán lo radiantes que se pondrán.
Entonces el hombre dirá mañana: “¿Qué pasa contigo?
Qué callada estás, que hermoso es”.
“Sí, marido querido, amor, he despertado espiritualmente.
Empiezo a sentir que cada pensamiento es un universo”.
¿Por qué han empezado a escribir poemas? ¿Por qué empezaron a escribir poesía?
¿Por qué dicen: “Y viviré el espacio como claridad”?
Sí, ¡con palabras!
“Daré forma al espacio según el alma, la vida y el espíritu y la luz”.
¿Dónde está la luz?
Cuando llega un ser humano que dice: “¿Puedo preguntarle algo?”: “¡Vete, animal!”.
La vida se ha ido, la luz se ha ido, el alma se ha ido, el espíritu ha sido asfixiado.
Atraviesen su sociedad y abran los ojos, empiecen a ver cómo no hay que hacer las cosas.
Y solo así pronto podrán decir: “Asciendo el Gólgota.
Recibo una vida nueva.
Quiero aceptar a Judas, porque la traición que albergo”, primero de cara a ustedes mismos, “hace que se despeñe mi vida.
Asesinaré esas características.
Quiero prepararme para la bienaventuranza, para el reino de Dios detrás del ataúd, en la vida después de la muerte, que no existe”.
Cuando el ser humano los rechaza a ustedes, son ustedes mismos.
Si el ser humano no los comprende, pueden constatar el grado de vida para la concienciación humana y entonces será mejor que giren a la izquierda.
Pero si ustedes mismos permiten que se manifiesten las bobadas en su mesa, si aman el engaño respecto de la sociedad, de los amigos, los conocidos, de la paternidad y la maternidad, entonces ustedes son engaño.
Si aceptan amigos que los traicionen a la izquierda, detrás de ustedes, por arriba, por delante y por detrás... por escuchar esa tabarra, por amar esos batacazos, ese parloteo, ese chismorreo, ¡son hijos de la muerte!
Porque cada propiedad del carácter que amen entonces carecerá de alma, de espíritu, de despertar espacial, eso todavía ha de ocurrir.
Pero el espacio los ve, Cristo los conoce.
Las esferas de luz no pueden recibirlos porque ustedes no soportan el despertar espiritual.
Ustedes tienen el control de todo, de ustedes mismos, de su deidad.
Forman parte de Su vida, de Su luz.
Son padres y madres.
Son una personalidad divina en el grado de vida humano, es la vida en la tierra.
Pero pronto serán: luz astral, vida astral, sentimientos astrales, amor espiritual, y este sí que lo tiene todo.
Este se inclina, ama, sirve.
Cada uno se sirve a sí mismo
El ser humano acoge en sí: voy a ser servicial.
Y cuando entonces ambos vayan a empezar a servir, la vida en la tierra será un paraíso.
Entonces vivirán el reino de Dios, para el que el Mesías dio Su vida.
De donde venía Él, es el Omnigrado divino.
Aférrense a Su vida, a Su palabra, a Sus sentimientos, y estarán seguros para la eternidad.
Nada podrá ocurrirles.
Ya no tendrán miedo de la muerte, porque les hemos dado los libros de Su vida.
Ustedes son unos “alados” grandes, conscientes.
Gracias.