La paternidad y maternidad para este universo

Buenos días, hermanas y hermanos míos.
Reciben la conferencia, el análisis, ‘La paternidad y la maternidad para este universo’.
Así que continuamos llevándolos en cierta manera a su deidad.
Al final de estas conferencias verán la sociedad, su vida y su reino de otra manera y luego los aceptarán.
¡El ser humano lo tiene todo!
El ser humano lo es todo, pero ¿debido a qué?
Nos hemos detenido en la luna.
El ser humano en la sociedad se encoge de hombros cuando se le habla del espacio, cuando conectamos al ser humano con las creaciones divinas.
Y aun así, las facultades que se han construido a lo largo de los siglos que pasaron han echado fundamentos para el pensamiento, el sentimiento, la comprensión, el desarrollo, el despertar espiritual.
Hemos vivido los templos de Ra, Ré e Isis.
Fuimos un momento a el Tíbet.
Pasamos por la India colonial.
Estuvimos postrados a los pies de Buda, Pitágoras, Ramakrishna.
Fuimos a Sócrates, Platón, Aristóteles y a muchos otros.
Pronto, después de esto, cuando hayamos vivido el espacio, volveremos al arte, volveremos a postrarnos a los pies de sistemas filosóficos.
Nos echaremos para construir fundamentos y calar la vida, tantearla, para sondar lo que está bien y lo que está mal.
¿Para qué vivimos como seres humanos?
¿A qué se debe que hayamos recibido la vida?
¿Cuál fue la intención de Dios, no, de la Omnifuente al darnos la vida?
Pronto nos veremos ante el Antiguo Testamento y entonces romperemos solamente lo que esté mal.
Un Dios de odio ya no se puede aceptar.
Un Dios de destrucción no se puede vivir, eso solo ustedes como seres humanos saben hacerlo.
Hemos aceptado, hemos vivido, vimos que Dios adquirió forma gracias a que la Omnifuente empezara a manifestarse.
Eso es lo que son ustedes, es la vida en la naturaleza, es el ser animal.
Pronto volveremos a ese lugar donde estuvimos para constatar dónde nació el primer amor, dónde se originaron los sentidos, dónde hemos echado los fundamentos para nuestra personalidad humana.
Donde hemos dado forma a cada pensamiento, donde cristalizábamos materialmente nuestro sentir y pensar, como pudieron hacerlo la Omnifuente, la Omnimadre, la Omniluz, la Omnivida.
Porque esa es precisamente la intención.
Solo entonces empezarán a comprender lo que son como seres humanos.
¡Los complejos de inferioridad —se lo he aclarado— caerán y desaparecerán para ustedes!
¡Son espacialmente profundos!
Se vuelven universalmente grandes por sus pensamientos, por su vida, por su paternidad y maternidad.
Solo entonces habrán entrado al jardín del Edén.
Solo así podrán hacer posteriormente un viaje con nosotros a Jerusalén y entonces ya no serán turistas en ese jardín, sino que accederán a cada paso.
Conocerán cada piedra, y conforme escalemos el Calvario se irá abriendo su vida, llegará a ustedes la bienaventuranza del espacio, y el Omnigrado divino hablará a la vida interior de ustedes.
Desde esta vida volarán conmigo por el espacio.
Con nosotros irán al encuentro de una conciencia espacial, divina.
Con los maestros, con los enviados de Cristo llegarán hasta dentro del Omnigrado divino.
Y después de eso aceptarán que el catolicismo, el protestantismo, cada secta, carecen de importancia, pues ustedes son un producto de la naturaleza.
Son vida de Su fuente, un pensamiento de Su sensibilidad, Su luz, Su vida, Su animación, ¡absolutamente todo!
Le aclararemos que lo que ha recibido el mundo, la humanidad, solo es secundario.
¡Son ustedes mismos!
Ponemos el universo en sus manos, lo llevarán debajo del corazón.
Estarán a los pies de su deidad, postrados a los pies de la que les dio el renacer, ¡su madre!
Y solo entonces vivirán lo definitivo, el saber, y podrán aceptar la Omnisciencia.
La luna —se lo he aclarado— se dividió, adquirió la propia entidad debido a que se manifestara la Omnifuente; eso fue y eso es el macrocosmos.
Por medio del macrocosmos hemos adquirido, como microcosmos, una vida celular, una entidad.
Debido a que el espacio se dividiera, a que llegaran las nebulosas, a que se manifestara una separación —eso lo hemos seguido, me detuve un momento en la vida embrionaria, en ese estadio, el primer comienzo— cada parte de esa fuente recibió una personalidad propia y luego la autonomía espiritual y material como una verdadera parte de esa fuente, una verdadera parte de esa luz, una partícula de esa vida.
¿De ese amor?
De esas leyes, sí, pues ahora pueden vivir un espacio.
¡El ser humano es espacio!
Tiene que desprenderse un momento de sus sistemas materiales.
Tienen que poder imaginarse un momento que viven en un espacio.
Despréndanse de la fuerza de gravedad y atrévanse, por favor, a aceptar que son libres, que quieren vivir una inspiración que se eleve por encima de sus sentimientos y pensamientos humanos.
Solo entonces será posible elevar su vida y continuar ese viaje, de regreso al Omnigrado divino.
Vivimos ahora en la luna.
La luna es un cuerpo imponente y empezó a desarrollarse
Surgió la vida celular, cada partícula irradia las mismas leyes, las mismas fuerzas que ha emanado la Omnifuente, y esta es, pues, la maternidad.
Este proceso de parto quiere representar la esencia definitiva, el acontecer definitivo, por lo que se manifiesta un grado visible como vida, como materia.
Es esa partícula embrionaria, es una célula, un átomo.
Este cuerpo imponente —lo han entendido, se lo he aclarado— se ha originado en esa fuente; ¡eso es todo!
Y lo que es todo eso, nos lo aclarará la creación.
Cada paso que damos tiene su fundamento, es una fuerza impulsora, es animación, es paternidad y maternidad.
Y después de eso verán, cuando entonces lleguemos a la tierra —cuando hayamos hecho ese viaje a través del espacio— verán cómo será la tierra.
Y entonces podrán aceptar y vivirán que la madre tierra y los planetas —otros planetas que contienen vida— son hijos de esta paternidad y maternidad, de las que se trata para nosotros.
La luna es la madre para el espacio.
El sol es la fuerza creadora, la autoridad paterna para esta inconmensurabilidad, a la que se le divisa un final.
Los eruditos dicen: “Esta inconmensurabilidad es infinita”, pero... ¡este espacio es finito!
Y le aclararemos esa finitud de ese espacio, se lo analizaremos, lo vivirán paso a paso.
Llegarán a tener la autoridad divina bajo su corazón.
Esa luna irradia luz, esa luna dio irradiación.
Se originó vida nueva por la vivencia, por la densificación de esta fuente verdaderamente propia.
Llegó el primer grado, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto, el décimo, el séptimo, el milésimo.
Conforme esa vida, esa vida celular vivía una densificación y un tiempo para aceptar esa vida en esas aguas, llegó ampliación, ampliación material.
Esa pequeña célula fue creciendo, y finalmente, después de siglos, siglos enteros... vemos dentro de esas aguas —más adelante lo vivirán y verán detrás del ataúd, podrán contemplarlo, serán uno solo con esta vida— veremos que esta vida celular ha experimentado un proceso de dilatación, ¿lo sienten?
Fue creciendo, esa vida, adquirió materialización.
En esas aguas.
Mientras tanto, las aguas se han densificado.
Esa separación...
Surgieron procesos de putrefacción.
Esa separación dio vida, soplo vital, densificación, dilatación, animación, paternidad y maternidad, reencarnación, vida y muerte, absolutamente todo está presente en esas aguas.
Todo tiene significado ahora; todo lo que como seres humanos puedan imaginarse sobre Dios, sobre la creación, sobre la paternidad y maternidad, está presente aquí, vive en esto.
Solo lo que piensan como seres humanos, el habla, el arte, la música, su diccionario, todo eso todavía falta.
Y aquí todo está terminado, aquí todo tiene conciencia divina, aquí todo es justo, aquí todo es armonioso.
Son leyes, es nacimiento, es paternidad, es maternidad.
En eso vivimos nosotros.
Y ahora continuamos.
Tenemos que aceptar y podemos experimentar, podemos seguir que estas vidas han tenido que recorrer un camino multiplicado por un millón.
Y, por supuesto, después de millones de años vemos que esa luna se ha densificado.
La materia que se ha densificado...
No me detengo en la vida embrionaria ni en cómo se ha originado ni en cómo llegaron a densificarse esas leyes materiales —nuevamente, una cristalización de la materia y una materialización para la materia, para el espíritu—: eso lo haremos más adelante.
Atravesaremos brevemente el universo.
Viviremos Saturno, viviremos Urano, Venus y todos esos otros planetas.
Serán el sol y las estrellas.
Pronto los asaltará una felicidad espacial, sentirán el beso de su yo divino.
Y solo entonces comprenderán su ser padre y su ser madre.
Solo entonces llegarán a la felicidad, solo entonces llegarán al saber, solo entonces se postrarán y estarán agradecidos de que pertenezcan al estado del ser humano.
Alcanzaremos velocidad, en la luna... y veremos que casi se ha alcanzado el estadio final.
Ahora los libros ‘El origen del universo’ les ofrecen una idea.
El estadio del pez evolucionó, en esto ustedes ven el primer grado, la primera célula.
Porque ahora tienen que seguir con atención esta fuente, esta imponente fuente, esta maternidad.
Esta maternidad macrocósmica tiene que dividirse hasta que esa Omnialma, esa alma, esa personalidad, se haya materializado a sí misma.
Eso significa, por tanto, que este cuerpo nació, que tiene que manifestarse desde Dios, desde la Omnifuente, desde la Omnivida, el Omniamor, si quiere vivir, si la Omnifuente quiere verse representada por la vida que viene ahora.
¿Está claro?
¿Han recibido vida otros planetas?
¿Dónde se originó el alma para todo lo que vive?
¿Ha recibido la tierra una personalidad propia?
La tierra como planeta, ¿ha tenido que aceptar las propias divisiones?
Escuchen bien: la tierra, otros planetas, ¿han vivido exactamente el mismo desarrollo como al principio para este espacio, el origen de la maternidad macrocósmica?
Entonces le puedo decir ya ahora —esas leyes las iremos encontrando— que esto para nada es así.
Para lo que ahora tengo que echar los fundamentos es para que ustedes sientan que este preciso cuerpo tiene que dividirse a sí mismo para el espacio, para Dios, para la Omnifuente, y que pronto esto ya no será posible.
Sí respecto de ustedes mismos, pero se trata de lo siguiente: ¿dónde hemos recibido la autonomía divina?
¿Dónde reside la idea, dónde reside el fundamento sobre el que podamos apoyarnos?
¿El fundamento que carga todo, que tiene las conexiones, que posee el contacto para cada una de las leyes, para el mundo animal, para la madre naturaleza, para el ser humano?
¿Dónde ha nacido este contacto? ¿Dónde se han echado esos fundamentos?
Y entonces es aquí mismo (el maestro Zelanus dibuja en el tablero que se ha dispuesto en el escenario) ¡la luna!
La maternidad para el espacio adquirió una autonomía propia, la devolvió por medio de la propia división y la transmitió a la vida de ella, a su vida.
Pero esa vida está animada, es una partícula, es una chispa, es una separación de la Omnifuente, la Omniluz, la Omnivida, la Omniarmonía, la Omnijusticia, la personalidad.
La Omnifuente, la Omnimadre... la Omnifuente, fuente, fuente, en ella vive todo, ¡de ella provino todo!
Y cada vida, cada célula representaría más adelante a esa Omnifuente, poseería todo lo que los seres humanos pueden percibir cuando abren los ojos, pero cuya alma y espíritu todavía desconocen, de cara a su sociedad humana, por lo menos la ciencia.
Están ahora conectados con la Omnisciencia, y esta fue construida por el ser humano que algún día vivió en la tierra y que ahora representa la Universidad de Cristo.
Hijos míos, en este momento son adeptos de la Universidad de Cristo.
Los maestros... —guarden esto debajo de su corazón y piensen bien en sus implicaciones para el futuro— ¡ustedes han sido aceptados!
Al final de esta conferencia lo diré otra vez y lo repetiré, para que se den cuenta con qué debemos empezar ahora.
Si continuamos —vemos que, puesto que poseemos los libros, ustedes, por lo menos, ‘El origen del universo’... lo dije: “¡Lean los libros!”—, llegaremos al estadio definitivo y veremos el último grado de todos para la luna, que es un estadio de pez.
¡El ser humano vive en las aguas!
Ahora ya el erudito en la tierra puede aceptar y dice —hasta allí ha llegado ahora el biólogo, la ciencia ha llegado hasta allí en este momento—: “Sí, nosotros los seres humanos, todos, todo lo que vive se ha originado en las aguas”.
Así que pueden controlarlo.
¿Qué ocurre ahora?
Se ha vivido lo final de un cuerpo.
Las primeras chispas que han llegado a desarrollarse, esa vida embrionaria, son las que tienen el estadio final de este planeta, esta maternidad.
¿Lo entienden?
Nada de planeta... ya no tenemos que ver con ningún planeta.
Para esta maternidad la esencia, esa alma, esa chispa que comenzó como una partícula embrionaria, ha vivido el estadio definitivo para este grado de la concienciación espacial y para ella.
Este es el primer grado cósmico para el sentir y pensar humanos, para el estadio de desarrollo para el ser humano, el animal y la madre naturaleza, porque después de nosotros llegará más vida aún.
Somos los primeros órganos, somos las primeras vidas que adquirieron concienciación y que han comenzado esta vida.
Hermanas y hermanos míos, en este instante no representamos a Dios, sino a la Omnifuente como un pez.
Este primer grado, la luna, representa ahora el Omnigrado divino por medio de un estadio de pez.
Es un cuerpo grande, imponente.
Si quieren hacer una comparación con el tiempo de ustedes, descenderán en las aguas.
Ven a su león marino, ven a su foca y en una especie parecida estábamos nosotros, el cuerpo era casi idéntico.
También lo es el mono.
El mono tiene...
Es lo que encontraremos, nos encontraremos con esas leyes.
Darwin dijo: “El ser humano desciende de los monos”.
El primer mono...
Pronto les daré... más adelante encontraremos todos esos millones de leyes y autonomías y se aclararán para sus vidas.
Darwin dice: “El ser humano desciende del mono”.
Decimos, lo hemos visto, la creación, la Omnifuente dice: “¡No, el mono nació del ser humano para la tierra!”.
Pero allí en las aguas ven su león marino, su foca, que sigue siendo la representación de la especie humana que entonces, en ese mismo tiempo en la luna, era ser humano...
¿Está claro?
Ustedes son todavía esa imagen, es la separación animal de su ego material.
Todo leyes, todo mundos, todo libros, y volveremos... luego de diez, de veinte, de diez mil conferencias volveremos a encontrarnos con todas estas cosas, porque Dios quiere que ustedes despierten.
Es su deidad la que me dio la consagración, la palabra y la inspiración para abrir su deidad.
Irán con alas y vivirán su propio estadio de pez.
Palparán, imaginarán y aceptarán esa vida con animación y la abrazarán.
Gente, intuyan que aquí vivimos un estadio definitivo y que no ha de ser una “luna”, que no es posible que sea una “luna”, porque ese nombre lo creó el ser humano, porque ese nombre nació por el ser humano, por la universidad...
Esto no tiene nada...
Todos esos nombres, pues, desaparecen del Omnigrado divino, de este espacio.
Todo lo que ha recibido un nombre —pronto le quedará claro— está deforme y contrahecho.
Porque ¿acaso el sol es “femenino”?
¡La luna es la que es madre!
¿Por qué dicen ustedes "sol"? ¿Por qué dicen "luna"?
¡El sol es la paternidad, la luna es la maternidad para este espacio!
Y de lo que se trata para nosotros ahora es esto: la luna, esa madre, esa parte de esa Omnifuente, tiene que dividirse y esto continuará ahora, fue lo que se reveló, se manifestó.
Fueron pasando siglos y siglos, este proceso duró millones de años y finalmente, llegó el estadio definitivo también para este cuerpo, y este cuerpo fue un gran lodazal.
Y después llegó el endurecimiento, la densificación; y ahora ustedes ven un cuerpo muerto, porque ha terminado el primer grado cósmico.
¿Cuántas almas, seres humanos, seres animales, hijos de la madre naturaleza ha creado, pues, esta maternidad macrocósmica?
Si han pasado por la edad de piedra y si pueden acoger en ustedes los diez mandamientos que recibió Moisés, también son capaces de abrir sus sentimientos y recibir también esa palabra; y la criatura con conciencia divina que ha alcanzado el universo, la Omnifuente, les hablará y les dirá: “Tantas son las almas que ha creado esta maternidad”.
Entonces podrán plegar las manos y decir: “Sí, Dios mío, soy yo, veré, viviré, sabré”.
La luna se ha dividido.
“¿Cuántas personas...?”, preguntan ahora —ya comprenden, una y otra vez vuelvo un momento a la tierra— “¿cuántas personas llegan a la tierra? ¿Cuántas personas ya han nacido en la tierra?
¿Cuántas personas han vivido ya en la tierra, y cuántas almas creó Dios como seres humanos?”.
Se puede ver, vivir y sentir, se puede calcular en el Omnigrado divino.
El ser humano que ha llegado allí y que representa allí la Omnifuente como ser humano sabe cuántas almas han recibido la conciencia como seres humanos.
¡Se ha sopesado cuántas personalidades humanas representan ahora la Omnifuente!
Así sostuvo la Omnifuente, con las dos manos, como sensibilidad, esa báscula en el espacio, y dijo: “Tantas son las almas que provienen de mi pensar, de mi sentir, de mi aura vital, de mi corazón vivo, mi proceso de parto”.
Y a su vez soltamos esto también y continuamos.
La luna, pues, —cuando retenemos este primer estadio de creación, cuando accedemos a él— está ocupada ahora solamente con el parto, sirviendo y dándose a sí misma.
Así que toda chispa —lo hemos vivido en el pasado— toma una parte de esa fuente, recibe una parte de esa luna, de ese primer grado, de ese cuerpo macrocósmico.
Ella absorbe tanta Omnipotencia como a la chispa le hace falta para dilatarse, para evolucionar.
O sea esa chispa, esa pequeña alma que ya ahora vemos como pez.
Allí, entre el primer estadio de todos aquí mismo —aquí por ejemplo, aquí vive la primera chispa y allí, de aquel lado vive el estadio de pez— han pasado millones de eras.
Han... hemos
Hemos vivido ya millones de eras como seres humanos en este estadio, del principio hasta el final de la luna.
Hemos depuesto billones de vidas, ¡billones de vidas!
Y significa que si la luna, ese primer grado cósmico, que si esa primera fuente, esa primera vida de todas allí en el macrocosmos no hubiera conocido reproducción, si no hubiera conocido divisiones, en ese momento la creación se habría sofocado.
Entonces ya no habría progreso, solo habría estancamiento, entonces la creación ya habría encontrado su final aquí, en este primer estadio de todos.
Pero la vida continuó.
Alcanzamos la fecundación; debido a que el alma —se lo he aclarado—, debido a que se atrajo a esa primerísima célula, a que tuvo que participar en la paternidad y maternidad por medio de la propia vida que se ha originado, haya vuelto la vida.
Recibió nueva vida, nueva paternidad, nueva maternidad.
Surgieron grados, los llamamos siete transiciones, y esas siete transiciones para vivir la paternidad y la maternidad las volveremos a ver enseguida en el espacio como vidas macrocósmicas.
Como el primer, el segundo, el tercer, el cuarto, el quinto, el sexto y el séptimo grado cósmico, para acceder entonces como ser humano al Omnigrado, al Omnigrado divino, y ustedes serán una deidad.
Son ahora una parte humana de su... de la Omnifuente —también una Deidad— pero para su conciencia espacial, para su carácter divino son en primer lugar, humanamente conscientes.
Tenemos conciencia espacial, adquirimos conciencia divina y de estas analizamos ahora las leyes y se las aclaramos.
Cuando hayan absorbido bien esta idea, cuando sientan que todo tiene que volver a Dios, a esa Omnifuente, también podrán aceptar que con esto en este instante todavía no se ha vivido el final para el ser humano de cara a la Omnifuente.
Continuamos.
Y ¿qué pasó entonces en ese lapso de tiempo?
En esos millones de años en que el primer grado cósmico se densificó, la luna, ella como madre, emitió sus fuerzas.
En su entorno... vive aquí, bajo el sol, bajo la fuerza creadora.
La fuerza creadora baja desde el espacio como un calor.
Aquella flota, vive debajo del sol, debajo de la autoridad paterna del espacio.
Absorbe esa irradiación calentada y por esta llega a haber dilatación, ampliación, evolución.
Mientras tanto, la fuerza creadora para el espacio se ha densificado un millón de veces, y llega a haber más calor, se ha hecho la luz en el espacio.
Esa fuente creadora que primero pujaba desde lo invisible —es la Omnifuente, seguro que lo han entendido— se ha hecho más etérea, se ha densificado, y se manifestó como pudo hacerlo Dios, la Omnifuente; porque la luz ya se ha hecho visible.
Así que primero tuvimos, vimos la fuente astral divina, esa irradiación dorada, que se ha dividido.
Esa túnica dorada se desgarró, por eso se originaron, pues, dos partes.
Dos partes: como fuerza creadora y el principio alumbrador, que tiene que ser el primer grado cósmico y que es la autoridad paterna para el espacio, que para ustedes ha recibido como significado el sol.
Y ese significado, ese efecto, ese proceso de dilatación ha recibido luz.
Se ha hecho la luz —había oscuridad—, se ha hecho la luz, y ahora... por esa luz también ha llegado a haber despertar en la parte materna.
Llegó a haber ampliación, una dilatación, una materialización.
Fuimos atravesando esa luz, el renacer.
Debido a que somos alma, espíritu y materia, a que somos partes de esa fuente, llegamos desde ese primer instante de allí, de la existencia celular, hasta lo definitivo, y podíamos y podemos decir ahora: hemos alcanzado el primer grado cósmico.
Es una vida planetaria, poseemos una vida macrocósmica, que vive debajo de nuestro corazón.
Ese es nuestro sistema, nuestro pensar, nuestro sentir.
Y ¿qué tenemos ahora?
Solo tenemos, hemos recibido un cuerpo que planea y vuela en las aguas; todavía no existe el pensar humano.
No tenemos arte, no tenemos idea de ningún Dios, no tenemos idea de Cristo, no tenemos Biblia, ¡no tenemos nada!
Solo vivimos en las aguas y somos la esencia divina.
Ahora comparen eso un momento con ustedes mismos, con lo que poseen ahora mismo.
Creo y espero de verdad que puedan sentir ahora la gratitud de ser una persona y de haber alcanzado ya esta altura, este espacio.
Porque —se lo he aclarado— aún sigue viviendo gente en la selva.
Y también ellos, más adelante, dentro de cientos de miles de eras, de siglos, ocuparán el lugar de ustedes en esta sociedad humana.
Todo se quedará atrás.
¿Lo perderán todo ustedes?
No, se tienen a sí mismos, porque por medio de la esencia material, de la sociedad material llevarán su esencia divina a la revelación, pues esa es la intención.
Hemos vivido aquí el primer grado cósmico.
Hemos recibido empuje, hemos despertado.
Tenemos un organismo robusto, imponente, animal, vivimos en las aguas.
No entendemos de hombres y mujeres, pero tenemos el sentimiento para dividirnos.
Esa sensación esencial es de relevancia divina para todo y nunca más la perderán, porque esa esencia se depositó en nuestros corazones desde lo primero de todo, ¿verdad?
No, comenzó la Omnifuente, pusimos... el macrocosmos tomó y llegó a tener esas leyes en su poder.
Nuevamente, lo recibimos del primer grado cósmico, nos hemos convertido en una entidad.
Tenemos el renacer, conocemos la vida y la muerte, conocemos el ciclo de una vida, conocemos el final.
También conocemos la vuelta, pero conciencia, no la hay.
Tampoco hay demencia, tampoco hay psicopatía, no hay trastornos.
Todo va como lo quiso la Omnifuente, no conocemos trastornos; pronto sí, cuando seamos conscientemente seres humanos, cuando estemos de pie sobre dos piernas, poseamos manos, cuando esas pequeñas zarpas hayan vivido lo definitivo, cuando se divida nuestra parte inferior.
Todo se dividirá, todo tiene que dividirse, porque Él nos...
Porque esta... es decir, la Omnifuente —y cuando digo Él, ya me estoy refiriendo otra vez a Dios— porque Él nos ha creado como es Su imagen.
La imagen humana que tiene que ser una deidad ha vivido un planeta desde los primeros momentos, así que se convertirá en ese espacio.
Lo que pronto poseeremos será un conjunto universal, porque continuamos.
Y de verdad, debido a que en cada esencia está presente el empuje divino, la animación, hermanas y hermanos míos, la luna, el primer grado cósmico ha emanado fuerza consciente en esos siglos.
Esa fuerza da a luz y es creadora... ¿lo comprenden?
¡El renacer!
Esa fuerza, esa irradiación de la luna, el primer grado cósmico —ahora nuevamente tengo que mencionar la luna, si quiero ser claro para ustedes, nombrarla— la luna, los otros órganos atraen, aspiran esa fuerza.
Y ahora resulta, después de todos esos siglos, que hay otros cuerpos que también experimentaron una división en ese espacio.
Que viven en ese espacio entre la paternidad y la maternidad, que han absorbido esa irradiación consciente de la luna como madre y que ahora están en armonía.
¿Con qué?
¿Con qué?
¿Con qué?
Esas fuerzas, esos globos de allí, son invisibles, pues no se pueden ver.
Hemos recibido un universo visible, un universo como luz, como en una mañana que parece de verano.
Ustedes tienen que, pueden... si quieren vivir ese preciso tiempo, entonces tienen que ir a Oriente.
Su Occidente desconoce estas horas de la mañana... estas horas matutinas.
Para eso tienen que ir a Oriente, tienen que ver el desierto, vivir palmeras, Oriente debe verlos a ustedes, porque en eso vive la esencia para este despertar.
Entonces podría darles, si nos sentáramos allí, podría ofrecerles una impresión de cómo el sol, o sea, la autoridad paterna para este espacio, se ha densificado en esos millones de eras.
Así iremos lentamente desde la noche hasta el primer crepúsculo.
Porque cuando la luna estaba en duermevela..., y eso significa: cuando había materializado su vida al cincuenta por ciento, lo que significa, por tanto que el estado de pez fue enseguida de un metro de altura.
Tenemos peces, allí crecimos hasta tener dos, tres, cuatro metros, eso fue lo definitivo...
Pero en ese estadio intermedio el sol estaba en tal y cual y aquella fuerza, en tal y cual concienciación.
¿Todavía pueden seguirlo?
Gracias.
Y esa fuente...
Esa concienciación como estadio definitivo la emanó el primer grado cósmico, la absorbieron los planetas que vivían, planeaban por esta precisa maternidad, y que absorbían esas fuerzas en sí.
La luna, esa madre, recibió irradiación consciente para el estadio de pez.
Y somos peces y esa irradiación va hacia eso y por tanto tenemos que vivir una sola ley, tenemos una sola sintonización.
La irradiación, el aura de este proceso de parto es exactamente igual que la concienciación que hemos asimilado gracias a que pudimos experimentar el renacer.
¿Está claro?
Por lo tanto, la fuente ha llegado al momento exacto de sintonización con nosotros, ahora que por fin hemos vivido el primer grado cósmico.
Así que otro cuerpo está presente y listo para atraernos.
Y ahora descendemos en este estadio de pez.
Queremos todavía más, queremos ver el espacio, salimos de las aguas.
Y bien, si una foca, un león marino no hubiera sido capaz de salir de las aguas —ahora tienen que escuchar bien, les cuento profecías— entonces tampoco el final de nosotros en esa luna, en ese primer grado cósmico habría sido terrestre, sino que habríamos muerto en esas aguas.
Pero ese animal, esa foca, ese león marino, ese animal también puede vivir en la tierra y tiene conciencia acuática.
Y de esta manera fuimos viviendo nuestro final.
Nos fuimos liberando, salimos de las aguas reptando, nos recostamos, porque queríamos avanzar más... y este avanzar solo fue este fenómeno.
Manifestamos este ir más allá, no podíamos hablar, no podíamos pensar ni sentir; no, sentir sí que podíamos.
Queríamos avanzar y reptando salimos ahora de esas aguas, queríamos ver tierra, —sin saberlo— nos arrastramos sobre la tierra para experimentar la muerte.
Sabíamos conscientemente, sentíamos conscientemente: moriríamos.
Porque durante mucho tiempo, continuamente, meses y años no podíamos mantenernos fuera de esas aguas.
Teníamos que volver; pero queríamos morir, hay un ímpetu en nosotros, en esa vida, para seguir adelante.
Más allá... pero eso trajo la “muerte”.
Fuimos viviendo millones de “lechos de muerte”, si quiere compararlo con sus conceptos terrenales.
Experimentamos millones de “muertes” en las aguas.
Ahora la última, la definitiva está...
Yacemos en la tierra, morimos, porque no queremos volver allí, no podemos volver allí, tenemos que seguir...
¿Por qué?
¿Despertó en nosotros esa primavera?
Llega la muerte, el desgarre, el rompimiento del cordón fluido.
El alma, la personalidad, la vida se libera y vuelve a sumirse en ese otro silencio, detrás del ataúd, detrás de la materia.
Nosotros, millones de personas conmigo, Cristo, todo en el espacio que ha, que han vivido el ciclo de la tierra, que lo ha recorrido, los apóstoles, todos los que entran en la primera esfera, en la luz, la verdad, la justicia —que es un cielo— han podido seguir esto, verlo.
En ese instante nos hemos hecho uno solo con un pez de esos.
Hemos llegado a la unión sensible, nos hemos aferrado a esa vida.
Éramos uno solo y queríamos saber: ¿qué ocurre ahora con esta vida?
Lo seguiríamos, y ¿qué ocurre ahora?
Hemos seguido siendo conscientes, hemos seguido pensando, porque tenemos nuestra conciencia espacial; ese estado de pez se puede vivir, se puede percibir y se puede procesar.
No podemos procesar la conciencia elevada, tampoco ustedes pueden hacerlo, pero sí que pueden vivir el individuo inferior, de modo que esa vida del alma, ese espíritu, esa personalidad de ese estadio de pez nos proveerá de un proceso de reproducción, o bien llegará un final.
Pero no llegó ningún final.
Éramos... el maestro Alcar, André y yo, y millones de personas lo vivieron para ellas mismas, se lo dije hace un momento, cada uno en el espacio sigue esos estadios.
Cada erudito, cada persona que está preparada y que ha depuesto las leyes para la tierra, pregunta enseguida: “Maestro, ¿puede aclararme las leyes? ¿Estoy listo para hacer el viaje? ¿Se me concede ser un adepto?”.
Y es cuando empezamos y llegamos y seguimos entonces lo que ustedes reciben.
Nos hicimos uno solo, los sentimientos nos adoptaron, sentíamos cómo el aire nos llevaba a otra parte.
Íbamos a alguna parte, sentíamos que el aura —siéntanlo bien ahora—, que la autoridad materna allí, del primer grado cósmico, se iba haciendo cada vez más etérea, nos alejábamos.
Sentíamos categórica y conscientemente que habíamos abandonado su entorno, su personalidad, su fuerza.
A esa chispa la atrajo algo que no posee de ninguna manera conciencia inferior.
Ahora nos detenemos brevemente en una ley, una ley cósmica, divina, porque —sin duda lo comprenden, lo dije hace un momento— la luna emitió, como primer grado cósmico, como proceso de parto emitió sus fuerzas al espacio.
Así que eso fue conciencia elevada, ¿no es así?
Pensar de forma más elevada, sentir de forma más elevada —todavía no tenemos que hablar de pensar—, sentir de forma más elevada, pensar de forma más profunda, pensar de manera espacial.
Esos sentimientos como irradiación tenían conciencia.
Si no hubiera sido una conciencia elevada, hermanas y hermanos míos, entonces a ese otro planeta —ha de ser, pues, un planeta de transición, una transición, otro primer grado más— no habría podido atraerla, ¿está claro?
Pero debido a que esta es conciencia más elevada, vitalidad viva, plasma vivo, salimos... es lo que sentimos.
El maestro dice:

—¿Qué siente?
—Siento a la madre.

Hablamos ahora de la madre, oh, maternidad sagrada, es la luna.
—Siento, maestro mío, que la madre se aleja de mi vida...
Empiezo a sentir que me libero y que voy teniendo control sobre mi personalidad.
—¿Y qué es lo que siente usted? —pregunta el maestro que está al mando.
—Experimento las mismas leyes.

Todo eso está en 'La cosmología'.
—Vivo la sensación, podría dar una explicación...
—Sí, deme una explicación —pide el maestro ahora.
Podría dar una explicación para la tierra, para que el ser humano lo comprenda: es lo que siente la madre cuando quiere nacer su hijo.
Solo la propia madre puede saberlo.
Solo ella siente cómo va surgiendo el momento que ustedes llaman las contracciones.
Y entonces la madre siente: 'Esta posesión mía que he portado todo ese tiempo, esa unión sagrada, este imponente sentir', esta vida en usted, en esta sociedad, piensa; pero allí todavía no pensaba, allí todavía no era capaz de pensar, 'esto va a salir de mí, empiezo a sentirlo'.
Poco a poco, quedamente, incluso en su sueño ustedes empiezan a sentir que la vida se va a alejar.
Y ahora la vida se va, llega el nacimiento y la madre dice: “Dios mío, Dios mío, ojalá esto pudiera seguir para la eternidad”.
Han perdido algo, ¿no es así, madres?
En ese momento algo les hace falta; sí, les hace falta el dar a luz eternamente, les hace falta una evolución.
Se abrió un abismo entre usted y ese nacimiento.
Pero cuando lo vive a fondo para el espacio, entonces puede decir en ese momento: “He vuelto a participar en la creación, he vuelto a representar a Dios, he vuelto a ser una sola con Su proceso de parto”.
Porque más adelante, cuando llegamos a la tierra desde el espacio, vivirán —y entonces nos detendremos y estaremos inspirados, para que pueda llegarles la palabra divina para aclarárselo— que ¡ser madre es lo más sagrado de todo lo que se pueda vivir como ser humano!
Ser madre significa: ser una sola con un proceso de reproducción, con evolución, con alumbramiento, creación, vida, alma, espíritu, renacer, justicia, con armonía.
Ser madre significa: poseer absolutamente todo, porque la imagen macrocósmica, la Omnifuente se manifiesta en la madre durante ese breve tiempo, durante esos meses.
Todo se manifiesta en esos nueve meses, aquello que la madre pueda vivir, pero lo que queremos aclararles, lo que el macrocosmos dio al ser humano, lo que el macrocosmos puso en las manos de ustedes, del microcosmos, de ustedes como seres humanos, de ustedes como padre y madre.
Van sintiendo respeto sagrado por la paternidad y maternidad, ¡porque estas los conectan con el espacio, con la Omnifuente!
Continuamos y miren: entramos en un nuevo cuerpo.
Todavía somos inconscientes —nosotros sí que somos conscientes— pero sabemos: esta célula de ese animal ha tenido que aceptar nuevamente el primer estadio.
Volvemos a ver la chispa, pero esa chispa ha adquirido conciencia como una vida animal; en esa célula solo está presente el empuje, el empuje animal, ¿está claro?
Ahora seguimos siendo uno solo y empezamos a ver lo que ocurre.
Esa célula entra en el aura de ese planeta y tiene contacto ahora con ese globo astral.
Es, por tanto, el primero, es un planeta que se encuentra fuera de la atmósfera de la luna, que está lejos en el universo.
Pero ¿por qué tiene que ser lejos —lejos: lo que nosotros llamamos lejos—, por qué esa primera transición tiene que darse fuera de esta aura, fuera de la vida de la madre?
Porque, cuando esa fuente vive en el interior del aura, en el interior del círculo de los pensamientos, en el interior de los sentimientos de la luna, cuando esa fuente, esa nueva transición, ese planeta de transición no recibe conciencia elevada, entonces ustedes siguen siendo ustedes mismos.
Debido a que esa fuente, y por tanto esa alma, se sale de la maternidad para la luna es que también llega a haber evolución.
¿De acuerdo?
Así que los planetas de transición tienen que encontrarse fuera de la atmósfera del primer, segundo, tercer grado.
Los planetas de transición no se encuentran directamente en el planeta... ustedes los llaman satélites, así se les puede llamar, no están directamente en las cercanías.
Es posible que un planeta de transición pegado a la tierra contenga vida; es también lo definitivo, es nuevamente el último estadio y pronto lo viviremos.
Lo verán, lo sentirán, se lo aclararemos.
Entonces esa alma vuelve a tener contacto con el verdadero estadio consciente, con el segundo o tercer grado cósmico.
¿Lo comprenden?
Y por eso pudimos continuar y vimos que allí esos animales se salían de la atmósfera de la luna, que un planeta nuevo nos había acogido; ¿un cuerpo nuevo que de igual manera surgió por esa división, pero que ha tenido que esperar durante esos millones de años?
No, ¿lo entienden?, vean las leyes tan maravillosas que reciben.
Ha comenzado esta vida, la luna; esta creó vida nueva, y esa otra vida, millones de globos, de células, de cuerpos macrocósmicos viven aquí y absorben y se mantienen quietos, no hacen nada, no tienen nada que vivir.
¿Qué ocurre?
Ya sentirán lo imponente, lo imponentemente sencillo que resulta ser todo en realidad, aunque ustedes vivan en el espacio.
Esos planetas estaban preparándose para la maternidad.
Absorbían, acogían en sí el aura de la luna y no tenían nada más que hacer, ¿está claro?
Les era imposible vivir nada más, era eso, era eso, solo acoger esa irradiación de la luna, porque ahora la madre luna sabía: ¡mi vida continúa!
El primer grado cósmico podía decir: estoy listo, me dilato, evoluciono, aporto evolución, pues allí es donde vive la otra fuente que acoge mi conciencia y está en armonía con mi vida, que pronto abandonará mi espacio.
Y hemos continuado...
Ahora viene: vivimos en un mundo, ese globo también es infinito, es un planeta, más pequeño que la madre, pero albergamos nuestra conciencia, nuestra sensibilidad y ahora llegamos a ser uno con la misma aura en la que nos tenemos nuestro origen, ¿verdad?
Absorbemos esa aura, pues este es precisamente el imponente problema para muchos.
Este es ahora el proceso de reproducción cósmico, porque esa irradiación aquí en ese globo, en ese globo astral, y por tanto también en una parte de la Omnifuente, durante millones de años está en la invisibilidad, pero ahora eso llega al funcionamiento, es el siguiente estadio.
Esa vida empieza ahora, ha absorbido esa aura de la madre, adquirimos esa unión, somos uno solo.
Así que esa aura de la luna es nuestro fundamento sobre el que ahora nos encontramos.
Absorbemos una partícula, millones de chispas continuaron con nosotros, hemos despertado millones a la vez.
Hay allí grados inferiores.
Allí vemos... antes de irnos, vemos un poco más... ¡vean allí!
Esa vuelve, no ha podido vivir su muerte aún, no le queda más que volver.
Nosotros hemos avanzado, sabemos que cuando aquí —aquí, eso significa la luna, ese gran espacio en que ustedes se encuentran es la luna— que cuando volvemos la mirada, que veremos entonces que la luna estará ocupada todavía durante millones de años antes de que se haya densificado su Omniespíritu, su Omniesencia, ¿entendido?
Su Omnifuente se convertirá.
Forma parte de la Omnifuente, es Omnialma y cada chispa que se separa de su cuerpo —es el proceso de parto, es la maternidad— absorbe en sí tanta Omniesencia y luego llega la densificación, luego llega el proceso definitivo para este nacimiento, para nuestro pensar y sentir espaciales, la vuelta a Dios.
¿Pueden comprenderlo?
Aquí vuelve a empezar el estadio como en la luna, exactamente las mismas leyes.
Llegamos al funcionamiento, siete transiciones y por fin... estamos listos, estamos en el estadio pleno.
Volvemos a tocarnos, volvemos a separarnos.
Llega un nuevo nacimiento, vamos a morir, ahora vivimos más tiempo... ahora vivimos más tiempo, pero solo tenemos que parir una sola vida.
Solo tenemos que alumbrar a una sola vida, en la creación no hay nada más, una sola vida para esa vida para poder volver.
Porque si no nos dividiéramos, entonces tarde o temprano ya no tendríamos regreso.
Así que llega la división, llega el renacer, recibimos la vida nueva, tenemos conciencia animal.
Bien... seguimos viviendo otro poco en la luna.
En esos primeros grados fue una milésima de segundo y ya nos habíamos dilatado, ya habíamos muerto, se había terminado nuestra vida.
Allí ocurrían esas leyes, pero debido a que hemos recibido más conciencia, ese proceso de seguir con vida dura un poco más.
Atravesamos las aguas volando, lo hemos sentido, ¡por fin!
Hemos llevado a cabo nuestro acto de creación, nada puede ocurrirnos ya, continuamos.
Esperamos un poco más, llevamos allí una vida de bienaventuranza.
No conocemos árboles, animales, seres humanos, manzanas, peras, a ustedes no les hace falta comer.
Les basta con absorber el soplo vital.
No hay pecados ni errores, todo es perfecto.
Recibimos el mismo proceso para el planeta ese; vencemos esa transición, después de otros tantos millones de siglos venceremos este planeta.
Y lo primero de todo lo que ahora acogemos allí en nosotros después de haber vivido lo definitivo es: cuando esta vida entra en esas aguas y ha alcanzado esos estadios más elevados de todos, cuando vive entonces la tierra, sale de las aguas —o sea, otra vez lo más elevado de todo—, no ha cambiado mucho en este organismo.
Pero el animal... vivimos en la tierra más tiempo, pasamos más tiempo fuera de la vida que disfrutando en las aguas.
Así que el tiempo de conciencia terrenal ya se amplía y así continuamos.
Si pueden retener esto, y se lo cuentan los libros “El origen del universo”, un momento, naturalmente por sí solo —por eso es que hay que implicar la cosmología, es decir, esta sí es la cosmología, es el origen del ser, la vida, la recepción de la paternidad y maternidad— vemos que un planeta, un cuerpo en el espacio es capaz de dar ampliación a la propia vida.
Y ahora nos alejamos de esa precisa maternidad, vivimos ese planeta, seguimos otra vez.
No hay otras leyes —ahora ustedes lo retienen— y es exactamente lo mismo para todos y cada uno de los planetas, para todos y cada uno de los espacios creados por la Omnifuente.
Nunca más tendrán que soltar esto, incluso en el quinto y sexto grado cósmico tendrán que experimentar ese parto, pues son las leyes fundamentales más sagradas de todas para Dios, para la ampliación, para la paternidad y la maternidad.
La paternidad y la maternidad los llevan de vuelta al Omnigrado.
Así que podemos dar un salto y abandonar esta temporalidad allí.
De la primera pasamos a la segunda transición, hemos llegado a la tercera; planetas, cuerpos de transición que han recibido un lugar en el espacio.
Cada cuerpo vuelve a dividirse para el otro.
Ese planeta de transición, la transición, vuelve a emanar aura como la madre, e impulsa, es decir que anima allí esos cuerpos.
Y por fin llegamos al planeta nuevo, al grado en sí.
No son mas que estadios previos.
Y llegamos al segundo grado cósmico... ¡vida nueva!
Llegamos allí, antes de haber alcanzado el cuarto, el quinto planeta de transición, ya nos hemos erigido.
Esas zarpas se han dirigido hacia fuera, hemos recibido garras, somos peludos.
Ahora ya casi llegamos... nos parecemos ahora al mono, somos animales.
Seguimos siendo peludos.
Todavía tiene que formarse nuestro cráneo; el sol aún no tiene esa fuerza.
Después de ese proceso de evolución llega la ampliación, llega el desarrollo, llega la evolución y el embellecimiento, pero el verdadero embellecimiento natural, divino, solo lo recibiremos cuando la madre tierra, como hija del sol y de la luna, empiece con su tarea...
¿Está claro?
Así que ahora vamos... así que ahora vamos a ver —lo que vivimos como esencias principales, como fundamentos para esta mañana, y es lo que seremos— que todo lo que ustedes ven y viven en el espacio no es más que paternidad y maternidad.
Y ahora tomamos un vuelo corto a la tierra, nos bajamos de los planetas de transición.
Estamos en el segundo planeta —el segundo grado cósmico es el planeta Marte— y ahora vamos a volver a vivir las transiciones.
Llegamos a planetas de transición y ahora la tierra entra en contacto, la tierra está lista.
Absorbemos la tierra, que estaba siendo retenida entre el sol y la luna, que ha sentido la irradiación.
Todo eso iba por sí solo.
Esos globos... ¿por qué es ese el planeta y por qué existe ese planeta?
Eso no pueden preguntarlo.
¿Por qué hay diferencias entre los planetas?
¿Por qué ese planeta que es la tierra —pregunta la gente— lo ha recibido entonces?
¿Por qué es usted un poeta, por qué es usted esto, por qué es usted lo otro?
¿Por qué el otro no tiene nada, en el tiempo de ustedes, desde su yo temporal?
Entonces decimos, entonces dice el espacio: ustedes lo tienen todo, lo verán más adelante, más adelante podrán asimilar las leyes, el arte, ¡todo!
Porque lo que tenía la tierra también es para ese lugar.
Porque esos otros planetas —la tierra vivía entre la paternidad y la maternidad— porque esas partes allí también se han originado a partir de esa separación, de esa túnica divina, y porque vivirán una misma tarea.
Porque esa tierra no hace más que aquel otro cuerpo que es inconsciente, que llegaremos a conocer como Saturno, Urano, Júpiter.
Planetas, bolas de gas, ustedes ven las nebulosas y ahora voy a conectarlos con ellas, si quiero terminar, delimitar, esta conferencia, esta paternidad y maternidad para el espacio, de modo que vivan un estadio final y dejen de sentir esa pesadez.
Lo que ahora vieron allí... más adelante volveremos a llegar a ese segundo grado cósmico, y es que tiene que ser así, pero lo que ven allí, lo hemos vivido, pues, para la luna.
Entre la luna y el segundo grado cósmico hay seis transiciones, también eso lo hemos vivido para las revelaciones cuando empezó la Omnifuente, ¿verdad?
Las hemos visto para Dios en lo invisible, para Su personalidad espiritual; ya ahora como materia, como vida animal y nuevamente frente al espacio como cuerpos macrocósmicos.
Y eso significa ahora que hemos tenido la oportunidad —esas son las oportunidades, son las esencias— de llevarnos a la evolución divina.
Son los fundamentos, los pasos que la Omnifuente dispuso para nosotros para volver a ella.
Pero cuando entonces se accede a la tierra —la tierra también ha vuelto a empezar, la tierra adquirió evolución, adquirió densificación— y cuando entonces pasamos esos millones de años, entonces ustedes podrán seguir sus doctrinas.
La tierra llegó a densificarse.
La ciencia todavía no sabe cómo, pero ya se asume: llegó la niebla.
Están cerca, esas personas, esos eruditos.
La tierra llegó a endurecerse, a materializarse.
Llegó un proceso en que estaba incandescente, ¿lo entienden?, llegó el calentamiento, el alumbramiento, llegó un enfriamiento.
La ciencia dice: Sí, pero entonces todavía no había seres humanos.
Si la ciencia puede aceptar eso, el primer estadio de todos para la luna —¿puede la ciencia verlo?—, entonces, créanlo, toda esta humanidad estará ante lo que ustedes reciben ahora, ¡entonces esta humanidad estará ante la Universidad de Cristo!
¿Lo comprenden?
La tierra ha llegado ahora en esos millones de eras a la densificación y si soltamos esos sistemas macrocósmicos de esos tiempos y vivimos ahora el estadio actual, entonces vemos —¿qué es lo que vemos ahora?— que para el universo hay una sola madre y un solo padre.
Y que por medio de esa paternidad y maternidad el ser humano se ha densificado y que otros planetas, la tierra, han trabajado en el cuerpo para el embellecimiento de esta idea, pero que nosotros, por recibir vidas, pudimos continuar nuestra evolución.
Hemos venido desde el espacio a la tierra; eso no fue desde el espacio a la tierra, no... nosotros dimos un paso, hemos dado un paso, aquí y allá, solo es un paso, un pasito...
Porque pronto —les irá quedando claro— verán que todo este espacio no es más que una chispa de su fuente divina.
Significa a la vez todo y nada, pero como ser humano todavía no eres un divinamente consciente, es lo que llegamos a ver.
Pero además está la noción de lo imponente que es, como ser humano, con conciencia y sobre ambas piernas, actuar, ver, sentir, experimentar el espacio, ser padre y madre para Dios, para ustedes mismos.
Solo entonces empezarán a comprender lo imponente, sagrado, poderoso y universal que es el ser humano.
Lo imponentemente sagrada que es la madre, lo poderoso que es el hombre, la fuerza creadora, que como seres representan juntos a la Omnifuente.
Y entonces pronto iremos a echar un vistazo, porque al intuir y analizar la autoridad divina, la conciencia del espacio, al absorberlas, comenzarán a comprender mejor, comprenderán mejor su vida en la tierra y se inclinarán ante la madre, pues ¡ella es absolutamente todo!
Entonces ya no hablamos de descomposición, destrucción y odio.
Entonces ya no lanzaremos al rostro de Dios a Su hijo, a la esencia divina.
Entonces ya no habrá asesinatos, destrucción, deformidad.
Entonces las cosas habrán adquirido una sagrada seriedad para su personalidad mientras ustedes todavía se encuentren en lo material.
La tierra se ha... lo ven ahora... vivimos en la tierra.
Hemos dado un paso en el espacio en otro grado.
Hemos adquirido esos sentimientos, hemos vivido ese empuje, hemos asimilado esas leyes.
Estamos listos, (hemos) aspirado otro cuerpo, lo hemos edificado, propulsado; lo hemos regalado por medio de las fuerzas creadoras y alumbradoras que tiene la madre tierra como Omnifuente; nos hemos preparado.
Hay un nuevo planeta, la tierra, una conciencia elevada.
Ella, como hija de la luna y del sol, del padre y la madre, captará su vida.
Y ahora, por favor, vivan esta conversación.
Cuando la tierra empezó y la fuerza divina...
André les ha contado hace poco que estaba en una silla, y que la diosa de Isis, esa pintura —lo oí, estaba con él, estaba yo con ustedes— se cayó de la pared y dijo: “André, me caigo, pero no dejes que me llegue a caer, no lo permitas”.
Y él dice: “Madre, ¿me está usted llamando?”.
“Ven rápido, André”, y él va enseguida y acoge a la diosa de Isis en su corazón.
“Si esa pinturita”, les dijo André —y lo han oído los ángeles, los maestros— “puede sensibilizarlos a ustedes para un tipo de disarmonía, para una desgracia, ¿qué podrá decir entonces la autoridad paterna y materna para el espacio y dentro de él a esos niños que ha llegado a haber?”.
Y cuando la tierra hubo llegado al punto en que la primera vida a ese ciclo... es un ciclo, ese ciclo espacial, es solo una cosa, esto... y en ese círculo hay planetas y hay huellas de pisadas, en ese círculo hemos recibido espacios.
A ese círculo lo hemos... su espacio no es más que un circulito, un pequeño circulito, en comparación.
Comparándolo con el Omnigrado divino no es más que una chispita, un paso en una dirección elevada hacia un sentir y pensar elevados, una nueva conciencia materna y paterna.
Y entonces el padre del espacio dijo: “¿Y..., madre?
¿Está contenta?
Veo lo que hace, siempre estoy ocupado”.
“Sí”, dice la luna, la madre, el primer grado cósmico.
“Sí, mi buen marido, somos uno solo.
Iré antes a la Omnifuente, cuando pronto haya podido dilatar mi cuerpo, mi alma, mi personalidad, cuando habré podido darlos.
Regresaré primero al Omnigrado y volveré a representar mi lugar como antes —aunque también conscientemente—, y usted creará hasta que (haya continuado) toda nuestra vida de este espacio, toda nuestra vida de nuestro mundo, nuestra casa”.
Porque ¿no dijo la Biblia y no dijo Abraham, y no dijeron los profetas, no ha hablado el Dios de todo lo que vive: “En la casa de mi padre hay muchas moradas”?
Sí, es lo que dijo la madre.
Es lo que dijo la luna, era el sol, era la fuerza creadora: “Nuestros hijos están bien, nuestros hijos son prósperos, los primeros ya han alcanzado la tierra”.
Y... pequeña Jet... ¿cómo se llama la tierra?
¿Podía el sol, podía la Omnifuente dar un nombre a la tierra? ¿Podía llamarse María?
Ella era el tercer grado cósmico, representa el corazón de la luna, el corazón de la Omnifuente.
No tiene que hacer más que desprenderse, porque el ser humano, la vida originada en esa fuente la acogerá, absorberá tanta fuerza y ahora llega un nuevo despertar.
Y el sol dice: “Entonces, madre, ¿siente usted mi beso?
Soy tan feliz y he dado luz a la oscuridad.
Anduve.
Hemos llenado las aguas.
Nos hemos dado una túnica de belleza imponente.
Soy conciencia radiante y usted, querida mía, ha aceptado las contracciones, ha aguantado los dolores, pero más adelante nuestra vida poblará el Omnigrado, se arrodillará ante la Omnifuente como padre y madre, para otra vez volver a representarnos a los dos allí.
Es lo que dimos a nuestros hijos, toda nuestra vida en el espacio ha aceptado y vivido la autonomía legal, la justicia y nuestra armonía.
Todos nuestros millones de hijos serán benditos, porque hemos vivido las leyes verdaderas y pudimos darlas a la vida debajo de nuestro corazón.
¿Lo ve?
Continúe, madre mía... mi madrecita, continúe y prepárese.
Pronto, cuando usted muera, cuando regrese a la fuente de todo lo que vive, a la Omnifuente, la Omnivida, la Omniluz, la Omnialma, el Omniespíritu, entonces estará a mi lado, entonces será plasma disuelto y en evolución; que piensa, siente y comprende, y haremos juntos nuestro trabajo.
Me impulsará e inspirará, estará a mi lado.
La acercaré a mi corazón y viviremos el beso eterno para completar la vida de nuestros hijos, y la humanidad entrará en la autoridad divina, espiritual, astral... a la vida después de la muerte”.
En la vida después de la muerte, hermanas y hermanos míos, para continuar en esa misma las leyes para el espacio, y podrán constatarlo ustedes mismos en la siguiente sesión, que se llamará ‘La personalidad astral para el ser humano como idea universal, como luz, vida y amor’.
Acéptenlo todo, para que la Omnifuente despierte en su vida.
Dios los bendiga a ustedes y a los suyos.
Gracias.