El ser humano y su Dios

Buenos días, mis hermanas y hermanos.
Esta mañana empezamos con la continuación de la serie de conferencias que quiero darles.
Esta se llama y lleva por título ‘El ser humano y su Dios’, en otras palabras: ustedes y su deidad.
La conferencia anterior los llevó al Antiguo Egipto, donde durante un tiempo estuvimos postrados, arrodillados a los pies de la diosa.
Los templos de Ré, Ra e Isis los llevaron a los pensamientos y sentimientos humanos frente a la sociedad, doctrinas, sentimientos, la personalidad suya, el espacio, Cristo y Dios.
Los templos erigidos en la tierra les mostraron una idea de cómo la humanidad ha llevado a cabo estos siglos pasados, cómo los ha vivido.
Esta mañana echaremos fundamentos para la siguiente conferencia y poco a poco volveremos a la sociedad humana, a los pensamientos y sentimientos de ustedes, para finalmente constatar, después de estas conferencias, que ustedes son unos dioses.
Dejamos constancia de la palabra para el futuro.
Recibirán profecías y por ellas pronto la sociedad podrá aceptar que en todo momento los maestros, el espacio, han hablado al hijo humano de la madre tierra.
Cuando Dios se reveló, cuando empezó con la materialización de Su vida, fue para la propia personalidad de ustedes.
Es Dios quien se dio forma a sí mismo para permitir que lo representara la vida.
Estos fundamentos se echaron por las leyes elementales, las leyes para la armonía, el renacer, la paternidad y maternidad, para el espacio, para Su carácter divino y después se hicieron visibles.
Es la Omnifuente por la que se ha originado todo lo que vive.
Pronto les quedará claro cómo la sociedad está sintonizada con la Omnifuente, la Omnialma, la Omnipotencia, la Omnivida, la Omniluz, la Omnipaternidad y la Omnimaternidad, a los que finalmente solo el amor representa.
Ahora queremos penetrar por fin hasta la palabra divina, para que algún día despierte la humanidad.
Penetraremos hasta el punto en que cada esencia es su propia chispa.
Echaremos fundamentos, para que ustedes vean que es forzoso que cada ser humano sea una parte de la personalidad divina de usted, y que trabajarán en esa vida.
En primer lugar para conducirlos hasta esa fuente divina, esa evolución divina.
Es la Omnifuente, acéptenlo —antes de que empezaran las creaciones—, la que emitió la primera aura vital.
Fue un plasma sencillo, un aura a la que se le llama “protoplasma”.
Luego se convirtieron en nebulosas y después, tras siglos, en nubes, en masa densificada, que fue cambiando, y finalmente, después de tantos millones de siglos, de eras, aceptó una túnica divina; y esta se convirtió en la luz, la luz divina.
Aprendemos ahora que Dios es una personalidad como luz.
En ese espacio, en esa inconmensurabilidad no había nada.
Esa aura pudo densificarse y materializarse, aunque esto sea todavía sustancia divina, se generó, nació de la fuente primigenia y esa fuente primigenia puede pensar y sentir.
Un pensar y sentir divinos animaban esa figura visible, para el espacio es la Omnimadre.
Pronto, más adelante, pues, les irá quedando claro que esa Omnifuente ha revelado a Dios.
Así llegarán a conocer, como seres humanos en la tierra, a su deidad.
Los primeros fenómenos que se nos concedió percibir en el espacio fueron esos primeros fundamentos de todos, que echó la divina Omnimadre.
Lo que la naturaleza sigue haciendo patente todavía ahora en esta vida, lo que crea y pare, se ha originado de esa Omnifuente, fueron pensamientos, fue un fluido vital.
Si pueden recordar esto, si pueden imaginarse a sí mismos en esta materia, sentirán que todo ha nacido del Omnipensar.
La doctrina metafísica echa fundamentos y los eruditos ya ahora han llegado al punto en que sienten y aceptan que desde ese espacio, que es etéreo, se ha originado todo; también Dios y ustedes como seres humanos, el animal y la madre naturaleza.
Cuando ese espacio hubo aceptado la túnica divina, la túnica luminosa —y por tanto desde esas tinieblas, desde ese nada, como dije, que duró millones de siglos, de eras—, Dios era una personalidad luminosa.
Se podía ver esa figura, aunque todavía no hubiera seres humanos; la Omnifuente sabía: “He creado Mi túnica luminosa, que ilumina, me he convertido en luz”.
Y justo esa luz es un sistema divino armonioso, un fundamento para la fuente divina.
Es decir, la Omnifuente echó los fundamentos para la personalidad divina.
Si pueden intuir eso, entonces deben comprender que cuando ustedes... —pronto, más tarde volveremos a los pensamientos y sentimientos humanos—... que por cada pensamiento y desde cada punto ustedes animan a su ser divino, que le dan un fundamento.
Y entonces dentro de poco, cuando entremos a la sociedad, podrán constatar ustedes mismos su tarea en la sociedad para todos los rasgos de carácter, pues esa es la intención de los maestros: hacer que el pensar y sentir divinos de ustedes empiecen a evolucionar.
Esa es precisamente la intención.
Solo entonces se convertirán en seres humanos, en seres humanos conscientes, y entonces aprenderemos a ver los grados de esta personalidad.
Sentimos la materia, sentimos los grados animales, preanimales, basto materiales, materiales, y después de eso vivimos la vitalidad espiritual, la mentalidad espiritual, tras lo que entraremos en las esferas de luz como espacios de luz, y en las que ustedes, como seres humanos, reconducirán su personalidad frente al Omnigrado divino, llegarán a conocerla y luego habrán de aceptarla.
En primer lugar de todos, Dios, la Omnifuente, echó el primer fundamento y ese fue empuje.
En esa inconmensurabilidad empezó a haber empuje y este empezaba a materializarse, se materializaría, eran las nebulosas, se convirtieron en las nubes, después de todas esas esferas alcanzamos a ver esa evolución.
Pronto ustedes podrán volver a vivirlo cuando estén detrás del ataúd.
Entonces la autoridad divina los tomará a ustedes de la mano y los llevará hasta ese primer fundamento, y ustedes lo habrán de aceptar.
Y entonces vemos esa luz... de Dios.
Cuando llegó ese estadio final, la Omnifuente tuvo que dividirse.
El ser humano en la tierra se pregunta: ¿qué es, pues, la división divina?
El ser humano vive verdaderamente una división divina, es dar a luz para la madre, la creación para la autoridad masculina para darse y servir a la madre, tras lo que llega la vida nueva.
Ese momento todavía está allí.
Por estas sesiones, por este ser uno con las leyes divinas, ustedes pronto vivirán que son un profeta divino como ser humano, y que representarán la autoridad divina por las leyes, por su humanidad, por su paternidad y maternidad.
Ya no tendrán complejo de inferioridad, serán grandes y espacialmente conscientes, felices, elocuentes y benevolentes.
Esta fue la Omnifuente, que emitió el primer pensamiento para el plan de la creación, y eso es respecto de toda la vida en la que ahora ustedes son el proceso de parto divino, la maternidad.
Esta luz que representa la Omnifuente es Omnidivina, porque nació desde la Omnipotencia y ahora continuará una evolución propia.
Cuando ustedes sientan este silencio, cuando contemplen esta luz, cierren entonces los ojos, y la bienaventuranza para este proceso de parto hablará debajo de su corazón humano.
Desde luego que en ese momento ocurrirá algo, ¡por supuesto!
¿Cómo ha de continuar este proceso evolutivo? ¿Cómo se representará a sí misma esta autoridad Omnimaternal?
Las leyes en la naturaleza, las leyes del espacio nos aclaran ahora que esta será Dios como una figura luminosa, como una personalidad de luz, nada más, nada menos, pero en el interior de esa fuente, en esa vida —pronto podrán verlo y aceptarlo—, está presente absolutamente todo.
Ya lo comprenden: vamos avanzando paso a paso.
Desde esta luz tenemos que volver a la tierra.
Y aquí está: ¡fundamentos para el futuro, profecías!
Ahora Dios se dividió, este es Dios, un ser luminoso.
Esta inconmensurabilidad se ha llenado de pensar y sentir Omnimaternales, cristalizados por una túnica divina como luz, de la que enseguida tiene que nacer una nueva vida, y esta es el sol como la fuerza creadora.
Entonces enseguida pueden dejar de lado su diccionario, pues el sol será padre, estará Omnipaternalmente animado y como ser humano tendrá que aclararnos a nosotros como seres humanos si pronto cargaremos estas revelaciones poderosas como seres humanos debajo de nuestros corazones.
Dios se dividió en este infinito, ya ahora ya estamos entrando en contacto con el Dios de todo lo que vive.
Estamos delante de Él, tiene que dividirse y repartirse porque la creación quiere empezar.
Ahora ustedes ya recibieron una autonomía propia desde el Dios —porque esta luz sí que es independiente, es un mundo, es un espacio, esto es pensar, es sentir, es verdad, es armonía, es justicia, benevolencia, amor, bienaventuranza—, espacio, ¡todo es espacio!
La Omnifuente dice: “Hijo Mío, vaya y divídase.
Haga lo que hice Yo, multiplíquese, déjese ver.
Continúe, tiene que continuar, vuelva a la maternidad.
Vuelva a mí, a aquello en lo que Yo vivo, aquí en estas tinieblas, donde sin embargo está presente todo, en lo que más adelante, cuando entremos al Omnigrado divino como personalidades conscientes y como seres humanos, veremos que esos fundamentos divinos se han echado como principio divino para la vida de usted, y entonces la autoridad divina hablará a su vida y a su propia personalidad adquirida”.
Sí, la Omnifuente habló a aquello que el ser humano ha aprendido y que se le concedió conocer como Dios, como un hijo del corazón de aquella.
La Omnimadre dijo: “Vaya a los espacios y represénteme, es alma de mi alma, vida de mi vida, es madre de mi maternidad.
Será usted padre para que cree, pero ¡me representará en armonía!
Vivirá usted cada ley según las leyes que le di y por las que yo misma pude manifestarme”.
No hace falta que nos detengamos demasiado tiempo en esto, pues esta luz se dividió en el espacio.
Esto fue, pues, Dios; como una túnica luminosa se dividió en billones de partículas y fueron apareciendo cuerpos.
Pero se hicieron las tinieblas, porque millones de partículas tomaron luz de esa Omnifuente... de ese instinto Omnimaternal, de esa Omnifuente que era dadora, servidora, armonizadora, para que continuara la vida, para que esa personalidad empezara a representar esa autonomía.
Entonces llegó el macrocosmos, el universo en el que viven ustedes y que pronto les irá quedando claro.
Dios se dividió.
Ahora estamos ante un Dios, ante una revelación.
Así que vemos cómo desde la Omnifuente, la Omnimadre, la Omnipotencia, va surgiendo este acontecer: un espacio que se ha densificado, un espacio que no es otra cosa que luz, pero esa luz lo posee todo y se nos va apareciendo con claridad conforme accedemos a los mundos materiales.
Cuando entramos a los mundos materiales estamos ante una ley que ha sido animada a la manera de la Omnifuente, que ha sido dirigida a la manera de la Omnisciencia.
Es imperativo que ese pensamiento se materialice y tendrá que volver al Omniestadio para representar allí a la Omnifuente como ser material o como personalidad espiritual.
Es la intención de la Omnifuente y por eso llegaron a la autonomía las primeras revelaciones.
Ese primer pensamiento era una autonomía, pues produjo vida, empuje.
Y este empuje se convirtió en una nebulosa, una nebulosa en una nube, una nube volvió a cambiar, siempre llegó a haber más fuerza, siempre más evolución.
Descubrimos en eso siete transiciones y por fin se hizo la luz, y esa luz se volvió a dividir en billones de partículas, y eso se convirtió en el macrocosmos, en el segundo estadio.
El siguiente estadio nos lleva de inmediato a la maternidad, nacida desde la Omnifuente para el macrocosmos, y es la luna como planeta y el sol como fuerza creadora.
La Omnifuente es padre y madre, y desde esa Omnifuente se tiene que hacer patente, ya materializada, esa paternidad y esa maternidad, si Dios, si esa Omnifuente quiere poder representarse a sí misma.
Esa luna, una parte grande e imponente de esa túnica divina, llega al empuje.
Esas partes lo vivieron todo en ese estadio preliminar.
¿Es lo que la tierra, lo que la Biblia llaman las revelaciones divinas?
No, son las revelaciones divinas para ustedes, para el espacio y para todo.
La Biblia ha generado y descrito una revelación, la ha analizado, concebido, percibido desde un pensamiento material y humano.
Ustedes viven ahora esa fuente desde el pensamiento y sentimiento divinos, y pronto podrán constatar que se han desprendido de la Biblia, y pronto podremos analizar qué es cierto y qué ha traído falsedades, porque el ser humano que ha descrito estas cosas no conoció las creaciones, las primerísimas revelaciones Omnimaternales.
Tiene que ir quedándoles claro, y para eso es esta serie de conferencias.
Que por fin tengan donde encontrar un sostén firme, que por fin vayan adquiriendo un fundamento en el que puedan apoyarse siempre y para siempre, sobre el que puedan seguir edificando, para que la personalidad divina hable a su sociedad, a su espacio, a su paternidad y maternidad, su vida, amor, luz y confianza.
¡Por fin usarán las grandes alas que les regaló la autoridad Omnimaternal!
Comienza la luna.
La luna se densifica, se amplía, llega vida, llegan nebulosas, llegan nubes en ese estadio, en ese cuerpo único, y vemos que la autonomía maternal ya ha aceptado para el espacio una responsabilidad propia dentro de ese espacio.
¿Está claro?
Ese espacio tiene animación divina, esa madre es una separación de la Omnifuente.
¿Está claro?
Acéptelo, la luna es vida divina y consciente.
Sí, consciente, pues esa fuerza se emite con conciencia, llegó un cambio con conciencia.
Esa conciencia se reanudó, una vida iba construyendo a otra: se podía dar esa autonomía a los fenómenos que se manifestaban.
Y por fin, si no nos...
No nos detenemos en esa primera paternidad y maternidad, sino que han de aceptarlo: allí mismo es que nosotros... que como seres humanos hemos llegado a la autonomía nuestra.
Empieza la luna, ese cuerpo macrocósmico empieza a dividirse.
Les dije: llegan nebulosas, llegan nubes, llega una separación, continúa la división, esto es un nacimiento.
La ciencia ya puede aceptar que los seres humanos tenemos nuestro origen en la vida embrionaria.
La luna produjo vida embrionaria, toda la vida empieza en el primer estadio de todos: la conciencia Omniembrionaria.
Recuerden esto, deposítenlo como un fundamento sobre el que ustedes se apoyan.
Por fin empiezan a sentir movimiento, una seguridad —y esa es la intención.
Ahora nos encontramos ante... lo que ocurrió en el infinito, ya ocurre en este pequeño espacio.
Ahora la luna no es más que un espacio pequeño, parece mucho, es grande, pero no es más que un espacio pequeño.
Pronto comprenderán y podrán aceptar que todo este universo, por más inconmensurable que sea, solo es una chispa de la Omnifuente, solo una partícula.
¡Ustedes tienen mucho más, como seres humanos recibirán aún más, por lo que se manifiesta su divinidad!
Por tanto... la luna comienza con su propia evolución, el mismo proceso que hace ya un momento —por esta explicación— hemos visto, hemos seguido para la Omnimadre, la Omnifuente.
La luna no tiene otras leyes.
Todo el espacio, todo en ese espacio en el que viven esas leyes está... esa vida está sintonizada únicamente con la paternidad y la maternidad.
Y la paternidad y la maternidad son evolución, son empuje, nada más que empuje.
Tiene que llegar a haber movimiento.
Y ¿qué resulta que vemos?
Desde la esencia, el corazón de este cuerpo macrocósmico —ustedes recuerdan ahora esa luna, que vive debajo de su corazón, es ustedes mismos— segregan algo y se genera vida nueva, llega a haber conciencia nueva.
Es una vida embrionaria, se separa una pequeña chispa.
Por medio de esas densificaciones, a su vez, que hemos observado en el espacio, llega ahora nueva vida.
Con ellas, por medio de ellas ha empezado la creación.
La paternidad y maternidad, vividas y originadas en la Omnifuente, ya ahora se han procreado en este espacio.
El espacio tiene animación maternal y paternal, y cuando más adelante entremos en el estadio actual, entonces no habrá nada, nada más en el espacio que la paternidad y la maternidad, es todo el universo de usted.
Y entonces resulta que la paternidad y la maternidad, su ser mujer y ser hombre, su fuerza maternal, su potencia creadora, es lo más sagrado de todo que como seres humanos tienen en sus manos, y que se viva de manera tan inferior... tan insignificante... tan pobre... porque enseguida constatamos los errores, vemos claramente la destrucción.
Sorteamos la Biblia, a través de las leyes de la madre naturaleza, volvemos directamente al divino corazón para ustedes mismos, y entramos con sintonización macrocósmica en su conciencia divina, sus sentimientos divinos, su carácter divino, su paternidad y su maternidad divinas, su amor divino, ¡que es lo que importa!
Y entonces pueden ver cómo ya ahora, durante su vida en la tierra, pueden animar y hacer que empiece a evolucionar su propio carácter.
La luna comienza, llegan separaciones, llega vida embrionaria.
Millones de células han vivido ya la primera muerte.
Vivimos allí el estadio final y esto fue ahora una continuación para esa vida celularia.
Esa célula se conecta, como es la intención de la fuente divina, la Omnimadre, y se da de verdad a la otra vida...
Lo que emitió la Omnimadre esa pequeña célula se lo da a otra chispa; surge una división, porque en esta división vive a su vez esa autonomía.
La célula como vida embrionaria ya ha recibido una autonomía divina, universal.
¿Lo entienden?
Esa célula se da a la otra vida y por medio de esa separación —lo sienten: la revelación, la maternidad, la paternidad— se genera vida nueva.
Esta mañana les aclaré aquí y en realidad les analicé cómo esas células se han podido dar ellas mismas.
Era obligatorio que esa célula viviera un roce y una separación.
Esas células se han encadenado, se fundieron y evolucionaron, es decir: no para el espacio, sino que ahora evolucionaban para la paternidad y la maternidad, porque vivían ahora la división divina.
Vivían ahora una revelación.
Una revelación quiere ser, por tanto: el nacimiento, el dar un estadio, el dar pensamientos y sentimientos de ustedes mismos a la otra vida.
Eso ocurrió; esa esencia, esa célula, esa insignificante célula tiene animación Omnimaternal, la potencia de esa Omnifuente está presente en esa célula.
No hay nada más, o sea, en ese momento... en ese momento la célula humana —esto se convertirá en la célula humana— ya tenía animación Omnimaternal.
En esto vive todo, en esto vive la dilatación, en esto vive la voluntad de revelarse, en esto vive la voluntad de cómo será que sucede eso.
La fuerza, el pensamiento, el sentimiento, la potencia está presente en esa célula.
Esta es la esencia divina, esta esencia se ha originado desde el estadio divino, la Omnipotencia, esa Omnifuente.
No me queda más remedio que depositar esto debajo de sus corazones, entonces ustedes recibirán fundamento, pues este es el fundamento para las conferencias, pronto, cuando vivamos la sociedad —el pensar y sentir de ustedes en la sociedad— de manera animadora, cuando pronto nos veamos ante la deidad Sócrates, ante los “dioses” de la tierra, justamente de los templos de Ré, Ra e Isis, para los que se me concedió echar los primeros fundamentos, por encargo de los maestros, por encargo de su Cristo, el Cristo en el interior de ustedes.
Para eso fue esa primera conferencia.
Esa célula, pues, hijos míos, que lo posee absolutamente todo, se impulsará hasta convertirse en un estadio humano.
Y ahora tenemos que aceptar y ahora ustedes pueden echar los fundamentos, sentirlos, para que la ciencia, el médico, el biólogo ya puedan ahora aclarar a la vida de ustedes: sí, nosotros, seres humanos, hemos nacido en las aguas.
Dios echó los primeros fundamentos en las aguas.
Pero de eso su Biblia no dice nada, de eso su Biblia no habló y pronto les quedará claro, pues entonces constataremos el bien y el mal.
¿Un Dios de odio?
No, sino ¡un Dios de Amor, que nos anima, que nos ha acogido con animación para representar Su paternidad y maternidad divinas!
Seres humanos de la tierra, entiendan lo que todo esto tiene que decir a su vida.
Entiendan que la luna es la autoridad materna para el espacio, cuyas leyes todavía desconocen sus astrónomos.
Por fin esta palabra penetrará hasta la humanidad, y entonces serán ustedes, entonces será la divinidad de ustedes la que tendrá que representar todo esto y que podrá hacerlo.
Entonces ya no habrá sentimientos de inferioridad, entonces estarán radiantes y felices, y no lo harán por mí, sino por los maestros, y después los maestros transmitirán a Cristo, y Cristo de vuelta a la Omnifuente, que ustedes dirán aquí en esta vida: “Sí, podemos aceptar y empezaremos ahora para entregar por fin nuestra personalidad a esa esencia divina”, porque esa es la intención.
La luna comienza; surge verdadera vida celular y esta vive un estadio definitivo, que entonces para ustedes en la tierra como seres humanos es la muerte, que no hay.
(La vida interior de) esa célula entra en el mundo de lo inconsciente, un mundo que no puede ser consciente, porque esta vida celular tiene que aceptar un proceso de reproducción.
Esa vida celular tiene que experimentar una evolución para llevarse a sí misma al estadio humano; ¡todos son fundamentos!
Aún no hay un mundo astral consciente, lo conoceremos solo después.
Desde luego que también los adentro un momento en la cosmología, que ustedes desean, pero tomaré en cuenta a los niños pequeños, a los niños que viven y contemplan todo esto por vez primera.
Lo demostraré a ustedes, nos detendremos en ese momento, que es elocuente para el estadio actual, que es su personalidad en el ahora.
La primera muerte fue la vivencia, la entrega de fuerza creadora y de principio de alumbramiento.
Cuando hubo ocurrido eso, cuando hubo pasado, esa célula volvió a sumergirse hasta la nada; no, hasta lo anterior para prepararse para el nuevo estadio, no hacía falta más.
Todo lo que la vida recibía allí era experiencia.
Esa célula planeaba allí por esas aguas; vivía, tomaba el soplo vital debido a que se producía esa separación, se convirtió en las aguas, fue un estado acuoso, una potencia, un espacio que ustedes pueden llevar cargando en la mano.
Tan profunda era la luna que en este estadio ustedes pueden tomarla en sus manos y decir: “Mira, aquí tengo ahora en mis manos la creación divina”.
Ese espacio no era más que la palma de la mano de ustedes, pues en... —ustedes pueden profundizar más, podemos volver—, pues en esa célula invisible vuelve a estar fijado, finalmente, el estadio macrocósmico definitivo.
¿Así que no dice nada?
¡Lo dice todo!
Allí tienen su origen la creación y el dar a luz divinos.
Así que ya desde la Omnifuente llegamos a Dios, una representación de la Omnifuente divina y para el estadio divino, y ya vivimos que ha nacido una nueva entidad: el ser humano, la célula humana.
La luna daría a luz al embrión humano y lo crearía.
Esto nacería desde el macrocosmos y este —más tarde se hará patente y le quedará claro— servirá al embrión, al microcosmos.
El macrocosmos es para el microcosmos aquel en el que ustedes tienen su origen como seres humanos, la madre naturaleza y todo.
Pongan estos fundamentos en sus corazones.
Mundo, humanidad, acéptenlo.
El macrocosmos ha creado el microcosmos, ese mundo, ha construido ese mundo.
Se originó desde la Omnifuente, a través de revelaciones divinas hacia un mundo nuevo, una entidad nueva.
Por eso llegó vida nueva, ¡es la luna!
Llegamos a conocer dos principios —prepárense ahora—, dos leyes que tienen animación Omnidivina y que siempre preceden.
Son las leyes más sagradas de todas las que pronto conoceremos como seres humanos, y son: la paternidad y la maternidad.
Esta pequeña célula desde esa luna, esa vida lunar, ese globo astral, plasma divino, llega a ver y vivir una entidad propia y se entrega: llega vida nueva, llega una separación por esa célula, esa célula determinada entrega algo, la otra también, y ahora recibimos vida nueva de dos fuentes, originada desde dos fuentes.
Una de ellas todavía no tiene conciencia creadora, la otra tampoco, pero solo ha nacido una división, un proceso de reproducción.
Ya lo ven: en esencia, esa célula posee, no obstante, todo lo que también el espacio ha llegado a conocer, por lo que se ha originado también el espacio, por lo que nosotros vimos a Dios como luz.
Esa célula, pues... estas dos células dieron algo de esa vida propia, por ese roce.
Ese roce produjo vida nueva: otra célula más.
Una insignificancia de esta vida se separó para la otra, y ahora esas dos células se desprendieron con fuerza.
Llegó el estadio final, esa separación volvió a dividirse por sí sola, exactamente como ahora todavía en la madre, cuando el niño, después del proceso de crecimiento, da unos golpecitos dentro de la madre, por su cuenta y a tiempo, y dice: “Abre la puerta, quiero nacer, estoy listo”.
Y entonces recibirá los primeros suaves gorjeos de la nueva vida, y allí fue un suave suspiro.
Allí fue la alegre sensación de haber vivido una ley.
Esa vida todavía no podía pensar, no podía sentir, solo era conciencia animal.
Ustedes llaman a eso “animal”, no lo comparan con el animal en la naturaleza, eso no había sido más que empuje, pero ya había conciencia, pues esa vida de las células tenía nada menos que la capacidad inteligente de conectarse con otra vida.
¿Por qué?
¿Por qué esa célula tenía que ir donde esa otra vida? ¿Por qué esa vida entonces no seguía planeando, sin meterse en nada?
No, lo que recorrería esa vida sería un camino, esa vida tenía que evolucionar; finalmente, buscó aquella otra chispita y se multiplicó.
Esa vida se adhirió a la otra; es como si se encerrara, sentía el ímpetu para dar algo de sí misma.
Es la creación, todavía reside en ustedes, y en la naturaleza eso pueden... pronto lo verán, más adelante, cuando lleguemos allí, entonces lo volverán a ver todo en la naturaleza.
Pero ¡estos son los fundamentos divinos!
Esa Omnifuente está presente en esa vida, ese impulso tiene verdadera animación consciente.
Esa vida no puede eludirlo.
Y cuando esto haya pasado, hermanas y hermanos míos, entonces esa vida se habrá completado, es el acto, no hay más.
Lo que esa vida ha aprendido solamente es vivir allí, trabajar, arrastrarse por el agua.
Pues bien, para verlo con sus propios ojos, con sus ojos humanos, necesitarían una amplificación con una fuerza elevada al millón para poder percibir esa célula, ese primer embrión, así de invisible, así de etérea es esa primera vida, y sin embargo tiene animación de la Omnifuente.
En esa célula volvemos a encontrar todas las curiosas características divinas, humanas, animales, naturales para la luz, la vida, el amor, la veracidad, la armonía, y más adelante resultan ser los fundamentos divinos para su personalidad humana.
Es el carácter universal.
Ahora se hará que despierte la Omnifuente, que son ustedes mismos, es lo que tienen, se lo demostraré.
Esos embriones, ese empuje...
Debido a que llegaron esas nebulosas —¿lo comprenden?, recuérdenlo un momento— debido a que llegaron esas nebulosas, esto ya era una materialización.
Y debido a que esa célula fue capaz de experimentarlo y llegó esa separación, la vida, la vida verdadera —de ella se trata ahora, más adelante ustedes llegarán a la pregunta: ¿Qué es, pues, vida? ¿Qué es alma, qué es espíritu?— soltó esa esencia material.
Esa esencia material fue parto y creación, y cuando se hubo vivido eso, llegó un bajón.
La gente sintió esa chispa, nosotros la vemos, ustedes la verán después, todavía está moviéndose mucho y por fin verán cómo llega al sosiego.
Ustedes ven ante sí ese horóscopo, esa película, pueden seguir esa vida, pueden conectarse enseguida como seres humanos, cuando hayan entrado a las esferas de luz.
Entonces pueden ser uno solo con esa célula, y esta los llevará hasta el estadio definitivo y llegará el sosiego... sosiego.
Lo ven: de pronto esa vida se queda detenida, ya no hay movimiento, es la muerte.
Las células...
Ahora vamos un momento allí, vamos a ver lo que ocurre.
Cuando los últimos espasmos... el último empuje, la última fuerza que vive esa célula es el “ser nada”.
Nos hemos hecho uno solo con esa vida y entonces sentimos ese sosiego como ser humano, pensando conscientemente como ser humano; así llegarán a conocer ustedes los procesos de revelación divinos.
En la luna hay todavía millones de personas ocupadas en vivir únicamente esa primera vida celular, pues en esta residen millones de leyes.
Pronto aprenderemos a ver cómo se crean los sentidos para el ser humano.
En eso reside la muerte, la vida, el amor, la autoridad divina, la armonía, la evolución, el renacer: absolutamente todo está fijado ahora en esa célula, está anclado a esa vida, vive en esa célula.
Con estas conferencias dejaremos constancia de eso y lo viviremos, por lo que ustedes verán ante sí sus primeras revelaciones divinas.
Esta es, pues, la intención de los maestros, de Cristo, de Dios.
Hablará su divinidad, ahora le será forzoso revelarse ante esta sociedad.
A esa célula la seguimos, lo comprende, los conecto a ustedes con la ley y entonces les doy una breve explicación —volvamos ahora (adonde se había quedado el maestro Zelanus), recuerden esto, volvamos— para que las cosas hablen a su vida, a su carácter.
Volvemos, ese silencio lo sienten...
Esa célula, esa primera célula material se divide y la vida interior, es decir, por lo tanto, la esencia divina animada, surgida desde el momento en que la Omnifuente todavía tenía que empezar, ¿no? —¿captan ustedes esto?—, o sea, esa célula, después de la unión de esas vidas, se liberó, llegó a otro mundo.
Esta estaba, pues, esta es ahora invisible, está en alguna parte, el mundo material está allí mismo, esa pequeña célula vivía allí y pudo conectarse, ese roce ocurrió, esa autonomía ya está allí.
Cuando se hubo cumplido ese acto, ese crear y parir, esa autonomía también recondujo esa vida a aquel otro mundo.
Y es el mundo que tiene sintonización con la esencia divina, la Omnifuente, por lo que el Omniplasma pudo materializarse, pudo espiritualizarse, porque justo esa es la palabra, la materialización solo vino después.
Por tanto, aquí ya se originaron mundos, entidades de mundos; el mundo material, generado por la luna, y ahora el estadio embrionario para el alma.
Esa esencia es ahora el alma, una parte de Dios.
Pero esta partícula, ahora que ha empezado la luna, ahora que hemos vivido esta vida embrionaria, ¿qué es lo que esta partícula, esta chispa ya ha recibido en sus manos debido a que se manifestara la Omnifuente?
En primer lugar una propia entidad como chispa, un roce.
Y ese roce significa: paternidad y maternidad, o sea que por la paternidad y maternidad divinas esa célula adquirió dilatación, evolución.
¿Está claro?
Muy claro.
Es decir que la Omnifuente, el protoplasma quería darse a una vida nueva, y esta es, pues, esta célula; es lo que a la luna se le ha puesto en sus manos.
Pues bien, la luna como madre macrocósmica y como entidad propia tuvo la posibilidad de dividirse.
Esa pequeña vida, esas divisiones, que esta produjo, recibió, tuvo y poseyó el mismo empuje, el mismo sentimiento, el poder, la gloria, la bienaventuranza, la benevolencia, las leyes armoniosas vistas y vividas como asuntos de fecundación elementales.
Esa vida aquí solo había experimentado empuje, había vivido un desarrollo completo, ¿verdad?, hasta lo definitivo.
Solo crecimiento, vida... pero eso ya era..., según ha resultado después, experiencia.
Pronto lo verán, que esto es la experiencia, que es la revelación por la que la célula humana llega a conocer cada una de las leyes, cada uno de los pensamientos de su yo divino.
Y entonces pronto podrán... pronto tendrá que quedarles claro, entonces será forzoso que sepan que por absolutamente cada pensamiento dan animación a su personalidad divina... o la deshacen con destrucción, por lo que entonces se ha originado el mal, el odio, la destrucción.
Pero por lo que nosotros —y esa es la importancia esencial para estos fundamentos— constatamos que ustedes mismos se deshacen y que destruyen su personalidad divina, porque aman y aceptan el odio, la destrucción, la disarmonía.
Es el propósito, pues, de estas conferencias, es lo que quieren los maestros, es lo que quiere Cristo, es lo que quiere su deidad, que esto mismo quede patente y que así ustedes puedan continuar tranquilos, poderosos y felices su vida aquí en la tierra.
Porque finalmente yo llegaré a su personalidad humana y entonces los ayudaré a pensar.
Entonces aprenderemos a pensar, a pensar, a pensar, por lo que ya estarán recibiendo clases de André, y él habrá podido dar sus sesiones, sus conferencias a la vida de ustedes.
Esto lo soltamos ahora; es el segundo estadio en el campo macrocósmico.
Por supuesto que podemos detenernos en las primerísimas revelaciones para la Omnifuente, pero eso toma demasiado tiempo.
Entonces tendría que dar veinte conferencias, y no hace falta.
Supongo, porque ustedes han leído los libros, que ahora por fin aprenderán a pensar y que podrán pensar para diferenciar estas cosas entre ellas.
Pues bien, (las almas de) esas primeras células, hermanas y hermanos míos, que se desprendían —en ese momento eran millones de células— entraron a otro mundo y allí llegaron al sosiego, ya lo habían alcanzado.
La separación, es decir, lo definitivo, y por tanto lo definitivo para ese proceso de crecimiento —es un proceso de crecimiento— es, pues, la vivencia y aceptación natural, no hay más.
Lo otro, el posterior pensar y sentir como seres humanos, desde luego que lo encontramos humanamente en este espacio.
Viviremos entonces en tanto seres humanos cómo la gente se ha conducido y llevado a sí misma hasta el pensar y hasta ese empuje, pudiendo así echar sus fundamentos.
Y entonces resulta que cada pensamiento es un fundamento, una piedra para su edificio divino visto como un templo.
Entonces ustedes son un templo; sí, para la paternidad y la maternidad, y empezarán a experimentar lo sagrados, lo imponentes, lo profundos, lo divinamente conscientes que pueden ser sus pensamientos.
Y entonces ustedes ya no serán tan juguetones con palabras, entonces ya no serán tan juguetones ni tan duros con sus pensamientos, ni pasarán tan a la ligera por encima de estos.
Entonces precisamente empezarán a cuidar sus pensamientos, y dirán: “Un ser humano es una figura divina”.
Solo entonces empiezan a valorar la paternidad y la maternidad, y entonces habla a su corazón el beso humano.
Entonces llegarán a ver y vivir la justicia para el espacio, y empezarán a sentir lo que tiene que decir a su vida esa justicia como instinto de la Omnifuente.
Continuamos.
El segundo fundamento es que (la vida interior de) la célula ha podido liberarse, llega al mundo de lo inconsciente y descansa allí; pero se vuelve a hundir hasta la nada, hasta el todo, hasta el estadio anterior, la Omnifuente.
Así que esa célula vuelve a la fuente, por la que y desde la que esa célula ha empezado con la vida.
Pero ahora se ha originado vida nueva.
Esa vida nueva, que nació por esas dos vidas, por esas dos pequeñas células, tiene el mismo empuje y pronto se conectará y entonces seguirá una nueva división; y es lo que ocurrió.
Ahora tienen que escuchar, escuchar bien, y sobre todo los que hayan hecho esas preguntas.
Cientos de veces el ser humano se ha adentrado con sus pensamientos en esto, y no logra resolverlo.
Ahora Blavatsky hace y deshace, ahora se deshace la Biblia, ahora cada doctrina de la tierra se desploma, porque los representamos a ustedes con la autoridad divina, el acontecer, el nacimiento.
Si esto lo comprenden bien...
Ahora reciben una palabra divina, es autoridad divina lo que les doy, ¡ahora mi palabra es ley!
Me animan los maestros, y a los maestros el Omnigrado divino.
En este momento la Omniconsciencia los anima a ustedes, eso significa algo, no me digan que no.
Lo que reciben ahora, ningún ser humano, ningún erudito, ningún filósofo lo ha podido traer a la tierra aún, porque esas personalidades humanas no han podido mirar dentro de esas revelaciones, es decir, como seres humanos.
Ustedes sirven, escuchan la Universidad de Cristo, y esa universidad posee la Omnipotencia, posee la Omnisciencia para absolutamente cada chispa, para absolutamente cada ley para este espacio, y los demás que ha creado este espacio.
Acepten ahora para la eternidad: ¡ustedes están conectados con la Omnisciencia!
Continuamos.
Es lo que digo al mundo, ¿saben?, y a ustedes.
El mundo pronto... más adelante, cuando nosotros ya no estemos aquí, ellos impartirán clases universitarias de estas palabras, por medio de estas leyes, y entonces tendrán que aceptarlo, esos eruditos: en verdad, en tal y tal fecha —estamos ahora en 1949— se hablaron estas palabras.
Es André-Dectar, Jeus de madre Crisje, Jozef Rulof, por medio de los que hablan los maestros.
Estos son los fundamentos, los primeros para la Universidad de Cristo, que pronto se establecerá en la tierra, para la que los maestros echen ahora mismo los primeros fundamentos por medio de esta palabra.
¿Lo entienden?
Ya lo ven: desde esa Omnifuente —la luna ha nacido, ya está allí el sol, esa fuente continúa, se densifica por sí sola, esa fuerza creadora en el universo irradia la autoridad materna, esa división es una sola— ya se ha originado una vida nueva y ha nacido una nueva separación, y esta posee las mismas leyes que el Omniestadio.
Y ahora...
¿Qué tiene que ocurrir ahora...? ¿Qué tiene que ocurrir ahora, qué es ahora lo evidente cuando pronto... cuando pronto estas células experimenten lo humano, lo maternal, lo paternal?
Entonces el ser humano se preguntó, Blavatsky se preguntó, los templos en la India colonial, el Tíbet y China se preguntaron: ¿Cómo —habían llegado a ese punto, casi—, cómo se originó la chispa divina?
Pronto volverán...
Los dejo un momento...
Pronto les quedará claro que China y el Tíbet y Japón y todos los templos de la tierra de la India colonial, de Ré, Ra, Isis, Luxor, han vivido, han sentido, han podido ver siquiera una insignificancia, en realidad absolutamente nada, de todo lo que ha nacido y se ha producido por medio de las revelaciones divinas, porque esos grados de conciencia todavía no habían alcanzado esa altura, esa profundidad.
Luego ustedes mismos podrán constatarlo: santo cielo, santo cielo, Dios mío, ¡qué bendición ha recibido este tiempo!
Ahora también penetramos hasta el primer instante de todos, y hasta el último.
Así que puedo decir: esas palabras aún no se han pronunciado en la tierra, porque el yo humano todavía no había alcanzado esa altura, esa profundidad, esa conciencia para esta humanidad.
Esas células, pues, hijos, tienen las mismas fuerzas y leyes, tienen el mismo sentimiento que posee la Omnifuente.
Y la nueva vida tiene que parir y crear, tiene que representar esas mismas leyes, tiene que experimentar ese mismo empuje.
Y eso va creciendo, esas vidas llegan a la unión.
Pero ¿qué ocurre ahora?
Esto es, este es el momento para la creación divina.
Si entienden esto bien, entonces tienen las creaciones divinas debajo de su corazón.
Este es el instante de importancia esencial, de sentir y pensar divinos, de esto se trata todo ahora, de este preciso instante...
Si Dios —escuchen bien ahora— cuando la Omnifuente al cien por ciento se...
Lo tienen que aceptar, pues el nacimiento ocurrió al cien por ciento, una ley divina que se vive al cien por ciento, ese es el estadio definitivo.
Cien por ciento, es una palabra terrenal, pero esa ley se ha vivido hasta el final.
Este es un grado, así lo llamamos, y lo verán en las creaciones, un grado de conciencia.
Así que esta conciencia embrionaria definitiva empieza a crear y parir en el segundo estadio, en una nueva vida, para algo nuevo, para una nueva evolución.
Y puesto que ahora esto tiene que ocurrir al cien por ciento, ¿no es entonces natural que esa otra esencia, que se ha liberado en ese estadio anterior de hace un momento, tenga que participar en la vivencia de generar esto? O a la misma creación le faltaría algo, y esta entidad no poseería la fuente general para sí misma.
¿Está claro?
Ahora retengan esto.
¿Qué tiene que ocurrir ahora?
Esa alma, esas dos primeras almas, esas partículas de ese primer estadio, esa primera vida que han tenido que aceptar, que han tenido que experimentar esa evolución —digamos, mejor, esa muerte, esa muerte natural—, esas vuelven ahora.
Tienen que volver aquí y ahora esa vida es absorbida, atraída.
Lo ven, no hay interferencia, pero retengan esto un momento.
Aquí no hay interferencia, esta alma ha de volver y ha de unirse con aquello que esta vida haya dejado atrás en el mundo material.
¿Está claro?
¿Y qué sigue ahora?
Ahora que esas células... en el momento en que esas células estén casi maduras, ya se van acercando más y más, se tocan un instante.
Todavía no llegan a la unión, otra vez siguen jugando, y otra vez vuelven a rozarse, para sondar sus vidas; no, eso ya es que se deja ver, que el alma muestra el proceso de dar a luz, debido a que falta poco para que se convierta en empuje.
Veremos ahora el primero...
Por favor vayan... vuelvan un instante, reténganlo un momento, por favor, y verán la majestuosidad, el poder, verán lo maravillosa que es la célula humana, pero qué maravillosa también la manera en que la Omnifuente ha dado todo esto a la parte humana para sí misma.
Este es el primer roce de todos.
No es ir directamente adentro de esa célula, de ese cielo, de ese templo, no es ir directamente sino sin más, de una vez, para asaltar esa maternidad...
¿Cómo fue que se manifestó la Omnifuente?
Primero llegó el empuje, pero ese empuje todavía no era nada, todavía era invisible.
Y ese primer empuje de todos, esa primera irradiación de todas, esa primerísima revelación también se puede contemplar ahora en este mundo, en esta vida celular.
Esas vidas se cruzan velozmente, el aura se divide, se dilata.
Durante un momento sacan las antenas.
La vida todavía no está lista.
No, ese grado preciso todavía tiene que llegar y cuando sea consciente, seguirá el parto y la creación, y esta vida se pegará como una ventosa.
Pero en ese mismo instante llegan las dos células, tienen que hacerlo, ya llegan hasta el “ser humano”, ya están aquí.
Llegan hasta... quiero decir, este estadio embrionario, esas primeras células ya planean alrededor de la fuerza creadora y el principio del parto, y experimentan ese roce.
Más adelante ustedes verán, cuando lleguemos al estadio embrionario humano, cuando vivamos ese nacimiento como seres humanos, verán que esto a su vez es un roce, un primer roce.
Y entonces podrán tamborilear, pero lo verán —se lo he aclarado—: nosotros hemos seguido esas leyes, las hemos visto, vivido, aclarado como posesión natural, como rasgos de carácter en el ser humano, porque fuimos llegando hasta la psicopatía (véase el artículo ‘Psicopatía’ en rulof.es), hasta los demonios que han transgredido las leyes de Dios.
Les he aclarado cómo se ha originado la demencia, cómo el ser humano que ha transgredido todas las leyes entra primero al cuerpo humano maternal y rompe después el fruto.
¿Lo entienden?
Es decir, desde ese estadio embrionario a la autoridad creadora en la sociedad, en el ser humano, entonces nos encontramos ante la demencia humana, el estar poseído.
Ahora llega el primer roce.
Un ser humano que se haya desfogado, un ser humano que haya transgredido cada una de las leyes de Dios —lo aprenderemos más adelante— entra en la madre, en la célula, y vuelve a despertar de nuevo y rompe esos tejidos materiales.
En primer lugar, esto será el aborto espontáneo.
Un nuevo nacimiento, otra vez mal, otro error, y otro, y por fin llega el primer roce, o sea, otra vez ese sentir.
¿Lo entienden?
Ese roce, pero no puede ser.
Esto se ha echado a perder violentamente.
Esa célula carece de armonía, esa alma es incapaz de vivir armonía —ya lo aprenderán ustedes— porque en la sociedad humana no ha hecho otra cosa que asesinar, robar, incendiar y destruir, transgredir las leyes de Dios.
Y puesto que esto es así, esa vida rompe la autoridad divina y de esta manera —¿lo oye, facultad humana del mundo?—, de esta manera ustedes han creado la demencia.
De esta manera han violado a conciencia viva la armonía divina y ahora se les han quedado quienes se han desvanecido.
Se lo demostraré, porque Dios quiere que ustedes animen y lleguen a conocer Su armonía debajo de los corazones vivos de ustedes.
¿Entienden qué verdadero y qué verídico es que pronto estos primeros roces en la luna... cuando la luna tuvo que empezar, cuando el ser humano tuvo que empezar su vida embrionaria y tuvo que aceptarla... que esos primeros roces los hayamos tenido que volver a ver en el organismo humano, conciencia viva de su sociedad?
Estamos entonces, estimados hijos, hermanas y hermanos queridos, estamos entonces ante la psicología de su vida, la psicología para el espacio.
Sí, conocerán entonces la demencia, calarán cada facultad espiritual, serán entonces catedráticos de la “Universidad de Cristo”.
Es lo que nosotros ponemos, es lo que los maestros ponen en sus manos.
Reciben un regalo divino, hoy y mañana, por las conferencias que reciben ahora.
Está el primer roce...
Vuelvan rápidamente ahora, vengan conmigo.
Está ese roce, el cruzarse, por fin esas dos células en la luna llegan a la unión.
Sí, ahora el estadio del nacimiento es consciente, ¿lo entienden?
Por favor reténganlo un momento y les mostraré qué revelaciones vendrán.
¿Cuántas madres hay aquí en la tierra que no posean maternidad?
Cuántas mujeres no andan por aquí, millones de ellas, no quieren ser madres, son apáticas, psicopáticas en la maternidad anterior.
Hay madres que dicen: “No quiero eso”, destruyen el fruto.
Pero una madre... hay madres, hay hijas madres, hay madres creadoras —la ciencia las llama madres hombrunas— pero también hay madres al cien por cien en el mundo, y estas viven ahora el roce de la primera célula, de la primera chispa divina, del primer nacer y del crear.
Viven esto ahora por la unión natural, bajo armonía divina.
Es el nacimiento, es la maternidad inmaculada, natural, universal, espiritual, divina, Omnimaternal.
Qué hermoso, ¿verdad?
Hay madres en la tierra que no tienen esta sensibilidad, que todavía no están listas para el primer roce, a las que no les importa si viven la maternidad, todavía no han llegado a ese punto.
No desfiguren a estas personas, no desfiguren a estas madres, pues todavía no han llegado a ese punto.
Amen todo lo que vive, es lo que pronto nos quedará claro y aprenderemos, aprenderemos a ver por medio de las leyes.
Pues bien, (los núcleos internos) de esas primeras células están allí, presencian la concienciación.
Esa primera célula, esa célula material, es decir, la segunda —aceptémoslo, podemos aceptarlo—, el hijo de la madre y del padre, es la que vuelven a atraer el padre y la madre.
En el primerísimo problema para la creación, este fue el primer roce.
Ahora llegarán otra vez leyes nuevas, ¡interferencias!
Ustedes dicen, para la sociedad, las cuestiones he... re... di... ta... rias... —ya ni siquiera puedo percibir la tierra, pues yo vivía en el universo, estoy en el primer estadio—, las cuestiones hereditarias, los grados.
Cuando ustedes conectan sangre y sangre, cuando unen sangre con sangre, es endogamia, es destrucción, ¿no?
Pero para Dios ustedes son una sola sangre, sangre de un solo grado.
Si el ser humano no se hubiera mancillado a sí mismo, si no se hubiera violado a sí mismo, entonces no habría cuestión de destrucción si una hermana y un hermano se casaran, pues para Dios ustedes están animados fraternalmente.
Para Dios han recibido ustedes esas leyes divinas, pues pronto les demostraré que la tierra se originó por la irradiación de la luna.
¿O es esto una mentira?
La tierra se originó por la irradiación de la madre luna.
Y ¿está contaminada la tierra?
¿No está la tierra animada de forma intacta, inmaculada, divina?
Eso significa, por tanto, que para Dios las creaciones son diferentes a como se las aclara el biólogo, el psicólogo, la Biblia.
¡Las creaciones divinas viven debajo de su corazón humano!
Los millones de problemas se disolverán enseguida, y cuando todo esto lo puedan aceptar, lo acojan en ustedes y lo fijen en el templo de sus corazones, entonces tendrán posesión.
Esas primeras células volvieron y vivieron este proceso de parto y de creación, y esas segundas células segregaron vida nueva, y ese padre y esa madre, pues, entran en ese segundo embrión.
Es decir, los niños se desprenden y el padre y la madre animan la vida nueva, el nuevo nacimiento.
En esto reside ahora todo, ¿lo comprenden?
En esto reside, en esto vive el primer ser humano de todos, la primera célula de todas como alma, como plasma divino; pero como embrión consciente volvió esta vida al mundo material, al dar nueva vida.
¿Lo captan?
¡Anótenlo en su alma, dejen constancia de esto para su personalidad, escríbanlo en su interior!
Esta vida, pues, hermanas y hermanos míos, fue obligada por la ley divina a parir y a crear y a aceptar esta vida.
Pero... aquí no solo estamos ante la primera muerte, ante la primera evolución, ante la paternidad y la maternidad, la armonía divina, sino que aquí estamos —humanidad de 1949—, aquí vivimos la justicia divina o el parasitismo que representan sus clérigos y sus monjitas, porque ¡ahora en estos tiempos pasan al lado de la creación y se hacen los castos!
¿Qué hacen ustedes?
¿Lo oyen?
¡Moisés se lo contará pronto!
Se lo aclamo a la humanidad: si quieren vivir una vida inmaculada, parasitan, porque la paternidad y la maternidad son precisamente conciencia inmaculada.
Al vivir la paternidad y la maternidad, al experimentarlas, representan a la Omnifuente como madre, a su Dios, a su justicia, a su autonomía, a su espacio, a su luz, a su vida y a su amor.
Y ¿qué hacen ustedes?
Pronto llegaremos a sus vidas, y entonces tendremos que cascar sus vidas, sus personalidades, según las leyes de Dios tirarlas al suelo con violencia para despertarlos a golpes.
No nos queda más remedio que pegarles, para que vean ante la justicia divina cómo se han originado las revelaciones.
Este momento, mis hermanas y hermanos, lo contiene todo: el renacer, la muerte, la nueva vida, la paternidad y la maternidad.
Este primer instante, hermanas y hermanos míos —nos detendremos en él y pronto continuaremos—, este primer instante posee el amor humano.
Esa chispa tiene que representar la creación, la Omnifuente.
Esa célula posee el Omniinstinto, el protoplasma.
Esta criatura, esta célula que se ha originado por la luna, por las divisiones de la luna, tiene la Omnijusticia, la armonía, pues aquí todavía no hay interrupciones.
Esa vida volverá, ese padre y esa madre del primer instante, el primer ser humano, el primer ser humano como vida embrionaria.
Fue Cristo, si quieren saberlo, quien nació aquí en este instante.
Fue Cristo, con Sus millones de hijos, que llegaron a la materialización con Él desde el primer estadio de todos.
Eso es lo que Cristo pronto será.
Cuando entremos al Omnigrado divino, verá que fue Él quien poseía y posee la primera conciencia en el Omnigrado, que fue Él quien pudo hablar allí a Su Dios y dijo: “Tal vez, tal vez”.
El maestro Alcar les dio esas palabras en la primera velada, cuando abrió la Universidad de Cristo y dijo: “Tal vez...” cuando volvieron, cuando se desprendieron de su ciclo en la tierra, “haya nacido Yo antes que usted.
¡Sí!”.
Les hemos aclarado por qué la gente aún sigue viviendo en la selva.
¿Por qué no hay para ellos raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), sensación de justicia blanca?
¿Pensaban ustedes vivir solos en un templo de gloria para poder desfogarse?
Y esa gente tiene que seguir yaciendo bajo ese suelo, ¿o qué?
No, viene a la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), van detrás de ustedes; los demás, a su vez, se les han adelantado.
Aquí, en este momento —recuérdenlo— les analizo el macrocosmos entero.
Por este mismo instante en que la primera célula recibió la vida nueva y que tuvo lugar el renacer, por este instante, hermanas y hermanos míos, les aclaro todas las leyes humanas existentes, cada pensamiento, cada esencia que poseen ahora en esta sociedad.
La religión, Moisés, la iglesia, las sectas, ¡todo se viene abajo!
Allí está la reencarnación, tiene que existir el renacer; no para algunas personas, como dice la teosofía: “Sí, es para ese y aquel que han vivido esas jerarquías”.
Tonterías con sus jerarquías, ¡leyes! ¡Eso es lo que son!
Ahora liquidamos esos sinsentidos, solo ahora comenzamos y les aclaramos, según las primeras revelaciones que la Omnifuente ha anclado en la pequeña célula humana, porque llegó el renacer, porque la luna pudo evolucionarse.
Debido a que la luna pudo propulsar la vida, se estableció nueva vida, llegó un nuevo nacimiento, pues este padre y esta madre continuaron y tuvieron otra división más.
Llegó también su final, su estadio definitivo se podía ver, se podía vivir, se podía sentir.
Empezaron a experimentar este proceso evolutivo como una entidad, se convirtió en posesión propia, luego en empuje...; y ahora: síganme.
La primera muerte, la primera vida, el primer nacimiento, el segundo nacimiento, la reencarnación, la paternidad, la maternidad, siete grados se le dan a ver ahora a esa vida.
Siete transiciones, otra vez, pero ¿para qué?
Siete transiciones, porque cada transición es ahora un grado, es ahora un espacio, un mundo, algo en definitiva.
Siete transiciones para la maternidad.
¿Quién es, en realidad, padre —ahora llega el núcleo—, quién es padre ahora, quién es madre?
¿Quién es en realidad padre y quién es madre de estas células?
Eso quedará revelado pronto.
La siguiente conferencia todavía no se llama ‘El ser humano y su alma’, ‘El ser humano y su espíritu’, ‘El ser humano y su personalidad divina’.
La siguiente conferencia los llama a gritos, amigos e hijos, ¡la siguiente conferencia lleva por título ‘El ser humano y su paternidad y maternidad’!
Pero ahora, aquí en la luna, allí sucederá.
La luna evolucionó, la luna produjo nueva vida, esta continúa.
Esta vida vuelve millones de veces, pero ahora estamos ante las transiciones de la maternidad.
No le acabo de decir que hay madres que quieren vivir la maternidad de forma sagrada, que le ruegan a Dios: “Hazme madre, déjame ser madre, dame un hijo”, y andan por allí, andan buscando la maternidad como locos.
¿Qué hay? ¿Leyes del karma, causa y efecto?
¿Por qué no son madres?
¿Por qué algunas madres echan al hijo de su vida a patadas, y lanzan la vida divina en el rostro de su Dios?
¿Y por qué yace allí, postrada, una imagen de María: “Dios mío, Dios mío, dame una criaturita, dame un hijo, ¡mi hijo!”?
¿Qué sensibilidad es esa?
¿Por qué trina la vida en la naturaleza cuando llegan los días de mayo?
¿Por qué esa agitación en la naturaleza?
Es la animación divina debajo de su corazón, es el proceso de revelación para la paternidad y la maternidad, si pueden aceptarlo.
Esto, mis hermanas y hermanos, lean ahora ‘El origen del universo’, entonces puedo continuar, acepten y lean ahora cada palabra.
Vuelvan a empezar, todos, prométanmelo, entonces puedo infundirles alma.
Lean ahora ‘El origen del universo’ para que estén listos para estas conferencias, para estos regalos divinos.
¿Lo harán?
Digan entonces con fuerza en su corazón: “¡Nos prepararemos!”, para que yo pueda traerles regalos divinos y se me conceda hacerlo.
No lo harán por mí, no lo harán por los maestros, lo harán por ustedes mismos, ¿lo aceptan?
Sean entonces de reflexión profunda, sean entonces puros y verdaderos, sean auténticos, sean armoniosos, sean benevolentes y justos en los días venideros.
Sean felices con las cosas que tienen, encárguense en primer lugar de sus alimentos, pero atraviesen todo con sus reflexiones.
Sean cariñosos, lleven —y ahora, entonces, como última palabra para esta mañana—: devuelvan a su deidad a la Omnifuente.
En todo, en todo, sean amor, porque el amor es el fundamento divino para absolutamente todas las leyes que vivirán como seres humanos, que podrá portarlos para la eternidad.
Cuando como seres humanos sepan cómo hay que hacer las cosas, entonces estarán seguros de sus pensamientos, y entonces hablará Confucio, hablará Buda, hablarán a su vida Ramakrishna y Sócrates.
Sí, entonces serán dioses y diosas de Isis.
Les doy las gracias por sus sentimientos benevolentes.
¡Los quiero!