Amor servicial

Ahora entendí de lleno la vida en mi infierno.
Había conocido todas esas transiciones y esferas.
Ahora me pondría a trabajar en mí mismo y esto solo era posible siendo algo para los demás.
Me lo había aclarado mi maestro, y también los maestros en el arte me lo habían dicho así.
Continué mi camino por la tierra y pronto haría trabajos a los que podría entregarme por completo.
Pero me quedé en el mundo astral.
No me era posible ir más alto.
Iba callejeando y me concentraba en el ser humano.
Los que estaban sumidos en pena y dolor eran los que más me atraían y a ellos los seguiría.
Me iba encontrando con muchas personas, pero ni una sola se sentía feliz.
Siempre había algo que eclipsara la felicidad, y yo sabía por qué.
La tierra era un planeta donde el hombre tenía que aprender, una escuela, y en esa escuela uno tenía que conocerse a sí mismo.
Oh, entendía y sentía tan intensamente cuál era el propósito de Dios y por lo que el hombre vivía en la tierra.
Todo me resultaba claro ahora.
En mi propia vida ya no había abismos ni problemas ni milagros, todo me había sido revelado, por él, por mi padre de siglos atrás.
Qué poderoso era el hombre, qué profundas e incomprensibles eran las leyes espirituales.
Cuando de este lado se deseaba el bien, se conocían todas esas leyes y uno vivía milagros y problemas.
Solo entonces uno llegaba a ser uno mismo, entendía la vida y el propósito de estar en la tierra.
Pero era en la vida en la tierra, en esa escuela, donde uno debía conocerse a sí mismo y para eso se estaba en la tierra.
Pero el hombre estaba en rebelión, buscaba y preguntaba “por qué” y “para qué”, incapaz de aceptar.
Quería la felicidad, porque el hombre tenía derecho a ella.
Dios amaba a todos Sus hijos, era un Padre de Amor y sin embargo había tanta miseria.
Cualquiera sentía pena, enfermedades y otras muchas cosas inhumanas, por lo que no había personas felices.
Las veía correr y precipitarse, ni una estaba tranquila.
De todas las personas ascendían fogonazos, a la izquierda y derecha, y era la irradiación de su estado de ánimo interior, de sus pensamientos, era la sintonización del ser.
Era lo que me hacía reconocer su vida interior.
Cada haz de luz que percibía claramente significaba algo.
Veía la luz verdosa que me estremecía y que había conocido tan de cerca.
Esa esfera de los demonios no la olvidaría fácilmente, porque allí me habían atacado y arrastrado por la tierra.
Los seres de quienes percibía esa luz también pertenecían a ellas.
No me hacía falta buscar y sondar, me resultaban transparentes, porque leía en ellos y hacía de lleno la transición a ellos.
Estos seres eran peligrosos.
Cuando en la tierra tenían el poder sobre diversas posesiones, sin duda eran capaces de torturar y de infligir tormentos si el hombre no hacía lo que querían.
De este lado pertenecían a quienes yo había conocido y podían seguir destruyendo a la humanidad.
Estas personas eran inalcanzables.
Conocí a muchas, pero las dejaba pasar.
Vivían en todos los círculos sociales.
Vi a ricos y pobres que eran así, y cuando a un pobre se le daban esos medios y ese poder, este también se olvidaba de sí mismo y era exactamente igual.
Sus sentimientos interiores eran acordes.
Pero yo sabía que los pobres habían venido a la tierra para finalizar su ciclo en este estado.
Por la luz interior de otras personas vi en lo que pensaban y hacia dónde habían hecho la transición con toda su personalidad.
Percibí irradiaciones sombrías y me pareció poderoso contemplar esto.
También entendí que si no hubiera descendido en todos esos infiernos, no lo habría comprendido para nada.
Pero habían transcurrido siglos y en ese tiempo había aprendido mucho, por lo que ahora entendía a cuantos vivían dentro y debajo de mi propio infierno.
Cuando me encontraba con personas que me resultaban sombras, me sentía feliz.
Habían avanzado más que yo y eso me espoleaba a empezar a pensar intensamente, muy intensamente.
Así es como seguía al hombre desde hacía tiempo, y estaba dispuesto a ayudar a quienes más me necesitaran.
Vi ante mí a un ser humano terrenal y en su irradiación había algo que me atrajo.
El hombre andaba inclinado hacia delante, completamente ensimismado y era como un muerto en vida.
Llevaba una túnica preciosa de la que deduje que pertenecía a los círculos más elevados.
Continué siguiéndolo y vi muy dentro de su alma, por lo que supe en qué pensaba.
Este hombre estaba roto por dentro.
Le consumía el odio, porque le habían engañado.
Era el amor, el sempiterno amor, lo que también a él le entristecía tanto.
No sabía en este momento ni que estaba vivo.
Pasábamos de una calle a otra.
Pero vi aún más cosas.
Le perseguían dos seres astrales; eran un hombre y una mujer.
Eran destructivos los pensamientos que le dirigían.
¿Qué querían estos seres de este hombre terrenal?
Me retiré a mi propio mundo, porque no quería que me percibieran.
Solo más tarde entendí cómo lo pensé tan de repente, y sentí que a mí también me seguían.
Fui conociendo fuerzas que no había vivido en mi viaje, que sin embargo había durado siglos.
Este ser humano había dejado de ser él mismo, porque con él se habían conectado dos seres animales.
Ahora vivían dentro de él.
Le envolvía una emanación de pasión y destrucción.
‘Ojalá que se le pueda salvar’, pensé.
El hombre estaba triste, y no tenía posesiones espirituales con las que pudiera conectarme.
Aun así, continué siguiéndolo, otra fuerza me obligaba a hacerlo.
Veía que le salían fogonazos hacia otro ser humano, lo percibía claramente y entendí su significado.
Más tarde seguiría esos pensamientos emitidos con rabia, pero primero quería saber dónde vivía.
Pasó mucho tiempo antes de que hubiera alcanzado su destino, pero al fin entró a su vivienda.
Había sentido bien que era rico.
Tenía muchas posesiones terrenales, y aun así era infeliz.
Sin que nadie me lo pidiera lo seguí, y junto a mí los otros dos.
Era un ser humano en la tierra, que sin ser consciente de nada, estaba siendo seguido.
Me pareció sentir algo ominoso.
Daba miedo ver esto desde mi mundo.
Se sentó en una de sus habitaciones.
Seguí entonces a los seres astrales, con curiosidad por saber lo que harían.
Allí estaba sentado el hombre terrenal, inclinado hacia delante, la cabeza entre las manos y suspirando profundamente.
Se le acercó uno de sus demonios, se forzó una entrada a su aura, sondó sus sentimientos y lo perforó con su voluntad.
Me sintonicé con este ser y sentí lo que quería.
‘Qué monstruos son’, pensé, ‘¡qué seres tan terribles!’.
Le dirigían asesinatos y violencia.
En él estaba el ser humano astral.
A su lado estaba el espíritu femenino, que observaba cómo iba todo.
No me desconecté de ellos en ningún momento.
Era asombrosa esta unión de seres, aunque horrible, porque espoleaban al hombre en la tierra a hacer cosas terribles.
El demonio elevaba su odio, lo cual era muy sencillo.
Reforzaba sus sentimientos hacia la mujer que le causaba todo esto.
Una vez alcanzado ese punto, él ejecutaría este plan.
La luz que yo percibía ahora era endemoniada.
El hombre de la tierra se encolerizó.
Se levantó de golpe de donde estaba sentado y corrió de un lado para otro en la habitación.
Al cabo de un rato volvió a sentarse para pensar.
‘Ay, hombre, estás en manos del mal’, pensé.
‘Cuando decidas lo que te obligan a hacer morirá un ser humano, y también tú entrarás en esta vida’.
Le instilaban asesinatos y destrucción.
No podía alcanzarlo, no había nada que yo pudiera hacer aquí, porque los demonios lo tenían en su poder y él tenía que ver con ellos.
Me puse a seguir los sentimientos del espíritu femenino y vi en su vida.
Había sido destruida en la tierra, habían puesto fin a su vida.
Había librado su batalla, pero odiaba.
También había recibido ayuda en esta vida, en concreto del hombre que se había conectado en este instante.
El odio de ella era terrible, y todo esto salía de ella.
Él, este hombre terrenal, la había matado.
A mí esta vida me había purificado, pero a ella le había exacerbado el odio.
Ante mis ojos se desenvolvía un juego humano, pero terrible.
Estaba siendo testigo de un acontecimiento que primero se había desarrollado en la tierra, y que ahora se prolongaba de este lado.
Me latía el corazón en la garganta.
¿Qué tendría que hacer?
Sentía claramente que a él no lo podría alcanzar.
De este lado se deseaba que matara.
Para protegerse contra eso tenía que empezar de inmediato otra vida y renunciar a sus deseos.
Pero sentí que no sería posible.
No estaban en él esas fuerzas.
Volví a concentrarme en él y sentí que su odio se había atenuado algo.
Allí estaba, pensando tranquilamente.
El demonio se liberó y dijo al ser femenino:

—Pensé que ya lo tenía hecho, pero no se decide.
Entendí que el hombre terrenal seguía siendo uno mismo, a pesar de todo, y que así se protegía.
—Espoléalo —dijo el monstruo femenino—, para que beba, eso le debilitará la concentración.
El hombre astral volvió a forzarse una entrada en este ser terrenal, y lo espoleó a beber.
Me asusté.
Ciertamente, actuó conforme a esa férrea voluntad y se levantó de un salto.
Sacó bebida de un nicho y llenó un vaso, que vació de un solo trago.
De nuevo bebió el líquido, quedándose aturdido e inseguro sobre sus pensamientos.
Su mente se quedó confusa y se fue inquietando cada vez más.
Ahora estaba del todo en poder de ellos.
Seguí con atención este terrible proceso y me quedé donde estaba.
Continuamente vi que le salían pensamientos hacia esa otra personalidad.
Ahora iba a seguirlos, porque quería saber quién estaba causando todo esto.
Seguí sus pensamientos sintonizándome con ellos, y me llevaron al lugar donde vivía la persona que ocupaba todos sus razonamientos.
Fue muy sencillo.
No tardé en entrar a un edificio y ante mí vi a una mujer muy hermosa.
Junto a ella había otro ser humano y entonces ya entendí toda la situación.

—Debe ayudarme —oí que dijo—, mi vida corre peligro, porque él ya no es quien era.
—¿Me quedo aquí? —Oí que preguntó él.
—Hazlo —respondió ella—.
Quedémonos a la espera.
Pero no estoy segura, no confío en él para nada.
El ser al que hablaba era un ser humano con una bella irradiación.
A este lo podía alcanzar y quería dejarle claro lo que iba a suceder.
Me conecté y deposité mis sentimientos en él.
Sus pensamientos los impulsé hacia ese otro ser humano y la conversión que oí entonces me dio la seguridad de que me estaba sintiendo.
Oí que dijo:

—Lo conozco, es capaz de hacer cualquier cosa.
Tenga mucho cuidado, porque no es usted la primera.
Circulan rumores de que toma medidas drásticas cuando se empeña en hacer algo y no le sale bien.
Intuyo que esta situación es muy grave.
Está usted jugando con su propia vida.
¿Y por qué fue usted tan lejos?
—¿Cómo dice, que fui demasiado lejos?
¿Tengo que dejarme engañar?
¿Quiere decir que soy yo?
¡Cómo se le ocurre!
—Pero lo digo de verdad, usted fue demasiado lejos.
Se equivocó en su personalidad.
Ahora se encuentra ante un caso muy grave.
¿Quiere que lo visite? —añadió.
—¿Visitarlo? —repitió ella su pregunta—.
¿Qué querría hacer usted?
—Hablaría con él, quizá llegaría a convencerlo.
—¿Usted?
¿A su enemigo?
—¿Y qué más da?
—No —dijo ella—, eso nunca.
Entonces me retiré.
Me encontraba en un estado muy curioso.
Solo yo sabía lo que podía suceder.
Y ahora, ¿qué?
Volví a conectarme con este joven y supe hasta dónde sería capaz de llegar.
Estaría dispuesto a dar su vida por ella.
Pero ella no se lo merecía y yo intentaba evitarlo.
Le hice sentir que ella no se lo merecía y en eso mantuve sintonizada mi concentración.
No tardó mucho en ponerse a pensar.
Tenía fijados sus pensamientos en ella con agudeza.
Caló ahora toda su personalidad.
Sus sentimientos eran finos e inmaculadamente humanos.
Pero ella jugaba con los corazones, lo que le hice sentir a él con nitidez.
Se levantó y prosiguió:

—¿Desde cuándo lo conoce?
—Desde hace casi medio año —respondió ella.
—Vaya, ¿y usted no le prometió nada? ¿Absolutamente nada?
—¿Cómo se le ocurre decir eso? —fue su pregunta.
—Sin duda que usted sabe cómo se me ocurre eso —dijo con serenidad—.
No entiendo que él tenga derecho a formularle estas exigencias.
—Ya ve, él se cree que es capaz.
La sondó, y yo a él, y sentí que aún no la conocía desde hacía tiempo.
Ella era el ser insondable para él, porque la profundidad de sus sentimientos eran insondables para el ser humano en la tierra.
Por eso elevé sus sentimientos y a través de mí la sintió como nunca antes.
Aquí yo quería salvar lo que se pudiera salvar.
Si este hombre se entregaba por ella, ambos sucumbirían.
Ahora quise que se desprendiera de ella.
Deposité en él un sentimiento de duda y reforcé esos sentimientos haciéndole sentir el carácter de ella, del que ahora estaba tomando conciencia.
Seguí sus pensamientos y su interés por ella disminuyó.
De pronto dio un paso en su dirección y dijo:

—¿Puedo leer esa carta?
Ella lo traspasó con la mirada, se encogió de hombros en un gesto de desprecio y dijo:

—¿Y de qué le serviría?
De nada.
Solo perdería su buena salud y su humor.
Entendí de inmediato que me faltaban cosas por saber.
¿Había una carta?
¿Le había escrito y le había puesto condiciones?
¿Dónde estaba esa carta?
Sondé sus pensamientos y así supe dónde se encontraba.
Llevaba el escrito consigo, pero dijo que lo había guardado y que ahora no podía ir a buscarlo.
Para mí era una mentira.
Ahora leí lo que había escrito en la carta.
Era milagroso poder hacer todo esto.
Veía con claridad cada palabra escrita.
Cada palabra irradiaba luz.
Este escrito significaba odio.
Ni me hizo falta leer más, ya sabía todo.
Era una clara exigencia.
Leí: “Deme la oportunidad de hablarle en veinticuatro horas”.
La mayor parte de esas horas ya habían transcurrido.
Ella tendría que decidir esta noche antes de las doce.
Se encontraba ante las últimas horas.
El que estaba con ella la custodiaría, pero aun así —yo lo sentía claramente— estaba retirándose de ella en sentimiento, dado que conocía su personalidad entera.
Este ser humano quería dar su vida por ella, pero tenía que saber para qué.
Me sentía muy feliz, porque estos eran mis pensamientos.
Después vi otro milagro.
A mi lado estaba formándose algo y un espíritu se manifestó ante mis ojos.
Vi que pertenecía a los seres elevados.
—Le doy las gracias —me dijo el ser— por proteger a mi hijo.
—¿A su hijo? —pregunté muy asombrado.
—Él es mi hijo. —Y lo señaló—.
Le estoy muy agradecida, porque estoy siguiéndolo desde hace tiempo.
¿Contempló todo este teatro?
¿Sabe usted lo que está sucediendo?
—No —respondí—, aún no lo sé, lo estoy siguiendo.
—Sepa entonces que no podrá evitarlo.
Vi este peligro hace mucho y por eso sigo a mi hijo.
Pero debe impedirle que se acerque a ella.
Es posible mediante la concentración, así tendrá que retirarse.
Le ayudaré, pero aquí no.
Pediré fuerzas a Dios, porque es necesario que viva.
—Pero —dije, cuando de pronto vi mi propia vida— ¿es posible?
¿Es posible protegerlo cuando tenga que hacer la transición, cuando tenga que vivir esto?
—No —me dijo el ser—, eso no, pero si no lo despierta, sucumbirá de todas formas.
Se lamentará por ella y entonces su vida quedará destruida.
¿Siente lo que quiero decir?
—Sí —dije—, la entiendo por completo, ya estoy en ello.
—Lo sé, pero debe seguir junto a él.
Él es el único a quien usted puede ayudar.
—¿Y los otros?
—Ambos van a hacer la transición.
—¿Ya lo contempló usted?
—Lo recibí —me dijo el hermoso ser.
‘Dios mío’, pensé, ‘cuántas cosas me quedan por aprender’.

—Me quedaré con él, pero ¿puede usted darme más consejos?
—Sígalo y no deje de hacerlo, es todo.
Pero cuando sea posible deberá transmitirle sus sentimientos, y él actuará según cómo sean.
Después el espíritu se retiró para mí y volví a quedarme a solas con ambos.
Ocurriría un terrible drama.
Ya lo sabían en las esferas.
Me volvió a resultar un problema profundo y a la vez un milagro de la fuerza humana.
Se sabía todo del hombre terrenal, cuando ambos estaban conectados.
Desde este lado se sintonizaba con el hombre terrenal y lo que para la tierra eran milagros, que solo se conocerían de este lado, no era otra cosa que el amor entre madre e hijo.
Intentaría despojarlo de sus últimos sentimientos por ella.
Conocí leyes que me eran nuevas.
Unos vivían a través de otros, y otros, a su vez, eran destruidos por el hombre invisible.
Ya no era posible salvar a quien yo pensaba estar protegiendo, pero la persona en quien no había pensado y que ni siquiera conocía, esa era precisamente la que debería ayudar.
Me quedé entonces a la espera de lo que sucedería.
Aquí había calma ahora.
El joven hablaba con ella, pero ella esquivaba sus preguntas sin ver la gravedad de su propia situación.
Ella lo había influido a través de su belleza, por la que él se sentía atraído.
Era algo verdaderamente humano.
Ese tipo de situaciones eran cotidianas.
Pero que sucediera de esta manera solo lo vi en esta vida, y lo viví porque hice la transición a ello.
Aquí aprendí lo que no había aprendido en mi largo viaje.
Pero no defraudaría la aparición.
Él seguía cegado, pero yo tenía que esforzarme por matar sus sentimientos.
Aunque sentí que no era tan sencillo.
Esta mujer, que estaba siendo influida por los demonios, estaba conectada con él.
Ella había roto la conexión y él volvía una y otra vez a eso, sin aceptarlo.
Ahora contemplé todo.
Era muy sencillo.
Él había engañado a esa otra mujer, a ese demonio, y ella había recibido ayuda de este lado de ese terrible monstruo, por lo que lo espoleaban ambos.
Había cinco personas conectadas y yo iba a intentar salvar a ese joven.
Una tarea que no era fácil, pero me esforzaría.
Había una madre que velaba por su hijo; sus sentimientos eran hermosos y me hacía bien haberlo vivido.
Vi en ello amor inmaculado, un amor que era más elevado y más fuerte que el mío.
Volví a oírlos hablar, pude seguirlos en todo a pesar de haber estado pensando al mismo tiempo.
Él insistía en que ella le contara todas las cosas de su vida con él.
Pero ella supo esquivar la pregunta con maestría y dar otro giro a la conversación.
Sin embargo, él volvía una y otra vez a lo mismo.
Puse mis sentimientos en él y lo incité a que siguiera.
Sus preguntas eran escuetas y severas; ásperas e hipócritas, las respuestas de ella.
—Si no me dice la verdad me iré —dijo él.
—No tengo nada que decir —le espetó—.
¿Qué quiere?
Váyase, si no le gusta esto, váyase sin más, sabré defenderme.
Allí estaba, pálido como un muerto, ella lo había asustado.
Ahora la iba a calar de lleno, porque yo seguía conectado con él.
Ella se le acercó.
—Vamos, deja todo esto —dijo ella.
Se le arrimó cariñosamente y mi poder sobre él hizo hizo la transición a ella.
No era tan sencillo tener pleno poder sobre un ser humano y protegerlo desde este lado.
Por su amor hacia ella, él me repelió, y como ella se le arrimó con cariño mi poder sobre él ya se había roto.
Sus propios deseos me estaban estorbando.
Con eso desde luego que no había contado.
Aquí todo sucedía de improviso.
No me quedaba otra que dominar esa voluntad humana si quería conseguir algo.
Aun así no pude alcanzarlo en este momento.
Entonces me puse a pensar en los otros.
Quería saber lo que pasaba allí y me alejé, aunque regresaría enseguida.
No tardé en llegar y lo encontré tal como lo había dejado.
El tiempo iba pasando.
Dentro de él, y a su alrededor, seguía viendo a ambos demonios.
Ahora estaba siendo un instrumento a merced de ellos.
¿Cómo se resolvería este drama?
Volví a sondarlo y constaté que ya había adoptado una decisión y que estaba conectado de lleno con ellos, en cuerpo y alma.
Su odio había llegado al paroxismo.
Su alma estaba contagiada por el veneno de este lado.
Era inhumano lo que estaba observando.
Había alcanzado la edad de cuarenta años, demasiado corta para morir.
De todas formas, estaba perdido, porque no deseaba otra cosa.
Pataleaba con furia y vació su vaso, dejando su mente aturdida y su odio exacerbado.
De forma inesperada pareció llegar a una decisión.
Yo sentía lo que quería hacer y vi todavía que se guardó una daga.
Después se dispuso a partir.
Los demonios lo siguieron, su concentración era aguda y así se mantuvo en él.
Me desplacé en un fogonazo, de vuelta a quien yo iba a ayudar.
Me concentré en ese entorno y fui planeando hasta allí.
La casa estaba rodeada de un hermoso jardín, unos árboles tapaban las vistas.
Vi con nitidez esta escena terrenal.
Me apresuré a entrar, porque había que actuar.
A ambos los obligué a que se fueran, pero me resultó imposible.
Él había vuelto a hacer de lleno la transición a ella, enredándose en sus trampas.
Era innegable su sangre juvenil.
Forcé mi entrada en él y agucé mi concentración.
Me habría sido posible detener a un caballo desbocado.
Le cayó encima un terrible temor.
—¿Qué le ocurre? —preguntó intrigada.
—No me encuentro bien —contestó.
En ese momento hice la transición a ella y también en ella deposité mi temor, lo que sabía del destino.
Ambos me sintieron.
—Va a ocurrir algo —dijo ella—, me está entrando miedo.
—Él también tenía miedo, pero a causa de ella quería ignorarlo—.
Él vendrá —dijo ella—, ¿qué debo hacer?
—Váyase —volvió a decir ella—, lo matará.
—No —respondió él—, me quedo.
—Váyase —reiteró—, le va a costar la vida.
—Me quedo —dijo resuelto.
Se sentó y se la quedó mirando.
Ella corría de un lado para otro, como un animal salvaje.
De pronto soltó unos terribles alaridos que penetraron hasta en mi vida.
Miraba hacia la entrada y delante de ella estaba su amante anterior.
Contemplaba la situación sonriente.
Entonces se acercó a ella; hubo un cruce de miradas.
Primero la miró a ella y luego a él, que se había colocado delante de ella.
—¿Quién es usted? —preguntó a mi protegido.
Este no dijo nada y siguió mirándolo.
—¿Quién es usted? —insistió—. ¿Y qué hace usted aquí en mi casa?
Se asustó.

—¿Su casa?
—En mi casa; ¿qué hace usted aquí?
Ella estaba como petrificada y próxima a la desesperación.
De un salto se colocó delante de él.

—Váyase —dijo ella—, ¿quién le da el derecho de hablar así?
—Vengo aquí cuando me da la gana. —Oí que dijo él.
Agarró su daga como un rayo y en el mismo instante dos personas resultaron apuñaladas.
Mi protegido se alejó, con una profunda conmoción interior.
Me quedé para contemplar cómo acabaría esto.
Estaban en vida todavía, pero ambos morirían.
En el mismo instante en que percibía yo todo esto, oí que se decía a mi lado:

—Sígalo, más tarde podrá volver usted aquí.
Me concentré en él y pronto lo alcancé.
Proseguía su camino como en sueños y no era consciente de a dónde iba.
Me conecté con él, sus pensamientos eran feroces.
Aun así logré que se pusiera a pensar, por lo que empezó a plantearse preguntas.
Sintió mis pensamientos, mi fuerza le hizo consciente.
Pero de golpe empezó a llorar mucho y se derrumbó.
Tampoco había contado yo con eso.
¿Qué hacer ahora?
Quería despertarlo, pero no lo conseguí.
Pasaron las horas.
Por fin vi que se le llevaba a su propia vivienda.
Después regresé al lugar del terrible suceso.
Ambos estaban todavía en vida, pero unos minutos después ella entregó el espíritu.
Cuando lo percibí vi a unas sombras cerca de mí, a las que creía haber visto antes.
Ahora se me fueron haciendo visibles y vi que hacían movimientos de roce magnético sobre la vestidura material.
Después oí un grito horrible, y el espíritu salió de la vestidura material.
Había muerto en la tierra y nacido de este lado.
Él aún vivía, pero ya no le quedaba mucho.
Los demonios estaban observando a cierta distancia.
Lo habían abandonado, pero estaban esperando su entrada de este lado.
Me quedé a la espera de lo que harían.
Me había tocado vivir un terrible drama en estas pocas horas.
Oí un grito ahogado y entendí: también él está haciendo la transición.
Pero entonces volví a vivir otro acontecimiento.
De nuevo vi sombras, que se lo llevaron.
Pero ¿era posible?
¿No era él también un suicida?
¿Qué significaba esto?
Pero en el mismo momento oí que se decía en mi interior:

—¡Es su final!

—¿Su final? —repetí—. ¿Su final?
Dios mío, qué incomprensibles son Sus leyes.
—Siga a esas sombras, solo más tarde se le podrá aclarar todo esto.
Este es su fin normal. —Oí que se me decía.
¿De quién era esa voz?
¿Alguien que se suicidaba había muerto en su estado normal?
¿Y yo?
‘Es demasiado incomprensible’, pensé, ‘es aún demasiado hondo para mí.
Ya se me dará alguna vez el significado’.
Ya no oí nada más y seguí las sombras.
¿A dónde irían?
Entonces sentí que se me elevaba, y a toda marcha, lejos de este lugar.
También los demonios se fueron y siguieron a las sombras.
Sentí que abandonaba la tierra.
Fue aumentando la altura, siempre más, por lo que dejé de percibir la tierra.
Tampoco esto había visto ni sentido ni vivido yo en mi largo viaje.
¿Qué clase de milagro era?
No dejé de seguirlas.
¿Sabrían los demonios a dónde iban esas sombras?
Pero sentí que iba a vivir un nuevo milagro, del que aún no sabía nada, aunque me parecía que ya sabía mucho.
Fuimos más lejos, siempre más lejos.
También había visto a esas sombras cuando la lucha en la calle.
Se me ocurrió de pronto.
También allí se habían llevado a los fallecidos.
No sabía a dónde, pero ahora lo averiguaría.
Ante mí apareció una ciudad, entré en otro mundo.
A mi alrededor vi casas y edificios.
¿Dónde estaba?
Esto no podía ser un cielo, porque a mi alrededor reinaban las tinieblas.
Siguieron avanzando y planeaban a través de todos esos edificios.
Por fin descendieron.
Me sentí en la planta baja, el piso era denso.
También tenía cerca de mí a los demonios, pero no me veían.
Seguí también todo lo que hacían.
Observaban como depredadores, y sentí sus intenciones.
Aquel ser, allí, acaparaba su atención.
Depositaron al fallecido en una caverna oscura.
A mi alrededor vi más cavernas y chabolas.
Entonces vi con claridad las sombras y una de ellas estaba irradiándolo a él.
Hacía grandes movimientos de roce magnético por encima del cuerpo.
Siguió así bastante tiempo.
Continué observando y me pareció muy asombroso lo que percibía.
Los demonios continuaron mirando a cierta distancia.
Me di cuenta de que las sombras los sentían, porque una de ellas los miraba.
Entonces las oí hablar y me asusté de lo que dijeron.
—Nuestro trabajo está hecho —dijo una de las sombras—, después podrán atacarlo.

Entonces entendí de inmediato toda la situación.
Es de lo que me había hablado mi propio maestro.
Yo también habría vivido un estado semejante de haber muerto de forma normal.
Las sombras se fueron, pero apenas se habían marchado cuando ambos demonios cayeron como locos sobre el hombre, que estaba durmiendo allí, y lo zurraron.
Lo oí gemir y sentí que recuperaría la conciencia.
Lo pisoteaban y pateaban y lo sacaron a rastras de la caverna.
—Déjame en paz, déjame en paz. —Oí que decía.
Entonces la mujer le gritó varios insultos y lo maldijo.
Vi que no iba a quedar mucho de él, pero también sentí que aquí yo no podría hacer nada.
Los demonios lo tenían en su poder, no cabía la menor duda de eso.
¡Eran demonios!
Lo agarraron y lo arrojaron a varios metros de ellos, para volver a apalearlo.
Por Dios, ¿a dónde había venido a parar yo?
Estaba en un infierno, pero aun así no me era conocido.
¿Cómo podría averiguar esta verdad?
El ser emitía unos terribles gemidos y ni siquiera eso bastaba, porque seguían atacándolo.
Estas personas estaban fuera de sí.
Le lanzaban todos los insultos y todas las maldiciones.
Él era el culpable de la perdición de ella.
Qué animales eran estas personas, aquí se desfogaban.
Sentí un odio que jamás había sentido en la tierra.
¿Cómo era posible que un ser humano odiara tanto?
Pero aun así continuaron.
El fallecido ya no era consciente de nada.
Había dejado de sentir que le pegaban, estaba inconsciente.
La mujer era como un animal salvaje preanimal, era terrible.
‘Dios mío’, pensé, ‘qué animal, ¿qué demonios le pasará a esta gente?’.
Entonces lo abandonaron.
—Regresaremos —oí que dijeron—, volveremos a despertarlo.
Lo dejaremos dormir para que se reponga, pero después volveremos.

—Regresaré.
¿Dónde está la otra? —Oí que dijo el ser femenino.
El espíritu masculino a quien había ido dirigida la pregunta contestó:

—Aquí no está.
—Lástima.
Anda, nos vamos, de vuelta a la tierra —la oí decir.
‘¿A la tierra?’, pensé, ‘pero ¿no estamos entonces en la tierra?’.
¿Dónde me encontraba? ¿En el infierno?
Pero ¿dónde?
Me quedé paralizado del susto y reflexioné.
De repente sentí una mano en el hombro y vi el rostro de un ser humano.
—Hermano —me dijo el ser—, ¿se queda de brazos cruzados cuando los demonios desgarran a otro ser humano?
—Pero ¿qué puedo hacer? Aquí no puedo hacer nada.
Dígame, ¿dónde estoy? —pregunté.
El ser me miró y dijo:

—Se encuentra en las esferas.
Esto aquí es un infierno.
De donde usted viene, eso pertenece a la tierra y son las regiones astrales, pero esta es la tierra del espíritu.
—Qué asombroso —dije y pregunté—: ¿Es usted un espíritu de la luz?
—Sí, lo soy.
—¿Qué hace usted aquí?
—Intento ayudar a los infelices.
—¿Aquí, en estas tinieblas?
—Sí, en este infierno, y aún hay muchos.
—¿Qué tierra es esta? Veo casas y edificios.
—Esto de aquí es la tierra del odio.
En realidad está viendo una ciudad, pero la ciudad se levantó con odio.
—¿Qué hace aquí, tan solo?
—No estoy solo, aquí hay miles de ayudantes para ayudar a quienes quieran ser ayudados.
—¿Es que entonces podría haberlo ayudado?
—Usted podría haber dado su vida por él, a quien se trajo aquí desde la tierra.
—¿Es posible dar mi propia vida?
—Sí, lo es, mire allí.
Miré hacia el lugar que me indicaba y en el mismo instante fui atacado; antes de darme cuenta me estaban arrastrando por las tinieblas.
Ya me habían atacado antes, así que sabía cómo liberarme de esas garras.
Entonces oí unas risas satánicas.
¡Qué canallas!
¿Qué clase de farsantes viven aquí?
Sentí que me había liberado, pero aquí el mal acechaba al hombre igual que en la tierra.
No había contado con eso.
Me habían atacado por sorpresa, ¡qué diablos!
¿Qué clase de gente vivía aquí?
Estaba en otro mundo, pero ¿en cuál?
Allí, delante de mí, estaba ese infierno.
Aun así, quería saber lo que le había sucedido, y regresé.
Me concentré con fiereza en el ser que habían depositado allí.
Aunque pudieran volver a atacarme, decidí descender.
Ese demonio se hacía pasar por un hermano; cuántos peligros había aquí.
A mi alrededor se hicieron las tinieblas y sentí que iba por el buen camino.
Me acerqué con mucho cuidado.
Allí yacía el ser.
A diestro y siniestro vi a otros seres, y estas personas eran como los demonios que lo habían seguido.
También a ellos los oía hablar.
Estaban hablando de mí.
¿Estaría oyéndolos bien?
Sí, estaban contándose cómo me habían atacado.
Entendí que ahora estaba en otro infierno.
Estaba muy alejado de la tierra.
Esto de aquí era la sintonización espiritual.
¿Se encontraba esta región fuera de la esfera de la tierra?
Entonces, ¿dónde estaba la tierra?
Me fijaría en ello.
¿Sentía yo el significado?
¿Estaba el mundo astral en la tierra?
¿Era esta la verdad?
Había entrado en una esfera que me era desconocida.
Por lo demás, todavía oí que dijo que los otros habían regresado a la tierra, pero que volverían aquí.
Uno de ellos estaba de guardia aquí.
Esperaban hasta que volviera a despertarse, después habría más golpes.
En la tierra mataban a golpes a la gente, pero aquí la dejaban inconsciente.
Había que despertar “por la fuerza”.
Me pareció sentir también este problema y se me hacía terrible.
No percibía más que crueldad, pasión y violencia.
Todos eran demonios, demonios que se hacían pasar por seres más elevados, para atacar después a quienes no eran conscientes de nada.
Todavía sentía sus palizas.
Qué terrible era todo lo que había vivido hasta ahora.
Me habían atacado en el mundo astral, pero aquí me parecían aún más viles.
Se fueron muchos, pero se quedaron dos.
¿Estarían todos con él? ¿Tenía que ver esta gente con él?
Lo estaba esperando el mal que había cometido en la tierra.
Quizá habría centenares que tuvieran que ver con él.
Tras un breve intervalo llegaron aún otros.
También regresaron los primeros demonios que lo habían enviado hasta aquí, entre ellos la mujer que era la jefa de todos.
Vi un horrible complot allí delante de mí.
Qué banda más terrible de bandidos y asesinos se había juntado allí.
Todos iban juntos.
Era increíble.
Aquí conocí la conexión de los diablos, había centenares conectados entre ellos.
Ahora estaban hablando de mí, que los había seguido y que me habían destruido.
‘Ya les habría gustado’, pensé, pero frente a esta fuerza apabullante yo no era nada.
¿Qué es lo que me quedaba por hacer aquí?
Quería volver a la tierra, a la persona a la que había abandonado sola.
De modo que seguiría la voz de mi corazón, y esa voz y esos deseos los mantenía fijados en la tierra.
Había visto entrar a un ser humano al reino de los espíritus desde la tierra.
Estaba siendo una transición horrible, porque lo estaban esperando aquí y lo seguían custodiando.
Cuando se despertara, volverían a atacarlo.
Cómo me estremecían y hacían temblar esas fuerzas demoníacas.
Entonces me concentré en la tierra y quise ir más rápido, porque sentía cómo me afloraba el miedo.
Este infierno se me fue disolviendo y debido a que no dejé de pensar en la tierra planeé en su dirección.
O sea que sí había sentido bien.
Allí estaba el reino de los espíritus y yo me iba ahora a la tierra.
Las regiones astrales estaban en la tierra, así tenía que ser, no lograba encontrarle otro significado.
Pero ¡entonces aquel demonio había dicho la verdad!
Ya iba viendo la tierra.
Ahora mantuve centrados los pensamientos en quien había querido proteger.
No había podido hacer mucho más que ayudarlo a pensar y así había averiguado él la verdadera personalidad de ella.
Se me fue haciendo visible la tierra.
Era como si la pudiera percibir más claramente.
¿Sería por estar haciendo algo por los demás?
En cualquier caso, me produjo agrado, porque era consciente de mis buenos propósitos.
Entonces accedí a un edificio en la tierra.
Fui recorriendo las habitaciones y mantuve mis pensamientos fijados en quien había dejado solo.
Quien había vivido este drama yacía dormido en una de las habitaciones.
Estaba rodeado de algunos seres humanos terrenales.
Vi que estaba despertándose y que querían hacerle preguntas.
En un fogonazo entendí lo que tenía que hacer.
Me conecté con él y fui respondiendo a todas las preguntas.
Dije que no tenía nada que ver con todo esto.
Él mismo no sabía qué camino seguir, lo que yo sentía con nitidez, pero tenía que seguir esta, porque si no también él estaría perdido.
Así que seguí en él y de este modo lo obligué a seguir hablando.
Lo tenía plenamente en mi poder y me obedecía.
Después entró un hombre mayor y sentí que era su padre.
Se quedó escuchando y entendió la situación en que se encontraba su hijo.
Se le preguntó si conocía a ambas personas.
—No —dijo.
—A usted se le ha seguido. —Oí que se dijo.
—Entonces han visto mal esas personas —añadió.
De pronto me pareció que todo se había echado a perder, porque empezó a sollozar.
Era un error, porque podrían sospechar de él.
Pensaban que ahora se entregaría de lleno.
Reforcé mi concentración y lo obligué a conservar la calma.
Ahora también sentí que se me ayudaba.
Por la fuerza que depositaba en él volvió en sí y dijo:

—Me siento muy consternado, ¿cómo se les ocurre hacerme semejantes preguntas?
Entonces su padre tomó la palabra, defendiendo a su hijo.
Entendí que era la única opción que le restaba para salvarlo del patíbulo.
—No me siento bien —dijo—, con esa otra cosa no tengo nada que ver.
Ahora deseo dormir, no estoy bien y me siento enfermo.
Busquen, pero no aquí.
El padre retomó la conversación e intentó convencerlos de la inocencia de su hijo.
—¿Dónde estaba usted en tal y tal tiempo? —le preguntó aún uno de esos señores—.
A usted lo encontraron lejos de su vivienda.
—Cierto, pero yo no tengo nada que ver con eso.
—Bien —respondieron y se fueron.
El primer interrogatorio había concluido.
Me sentía atraído por él, pero desconocía la razón.
¿Sería que tendría que ver algo con él?
Pronto se quedó profundamente dormido, pero me quedé velándolo.
Me fueron surgiendo sentimientos curiosos.
Me sentí como antes, cuando aún vivían mis padres, y sin embargo ahora estaba en una tierra desconocida.
¿Es que yo conocía estos seres?
Lo sondé, al igual que a su padre.
En ese instante volví a sentir la incidencia que me era tan familiar.
¿Se me estaba conectando con algo?
De pronto me apareció en la mente algo del pasado.
¿Sería que estos seres tuvieron que ver conmigo en tiempos muy lejanos?
Volví a sondarlos, para poder intuir todo su ser, su interior más hondo.
Pero no lo conseguí y así fue como su vida permaneció envuelta en una espesa emanación.
Pero no dudaba de que esto tenía un significado, porque en esta vida no había nada que no significara nada.
Cada pensamiento que se sentía y que se pronunciaba de forma consciente o inconsciente tenía un significado para quien lo captaba.
Pero solo me sentía atraído hacia él, no hacia su padre.
Nuestros sentimientos, o lo que fueran, se correspondían.
En su estado había algo de mí y esos sentimientos volvían hacia mí mismo.
Esto era lo que me mantenía ocupado, lo cual me extrañaba, aunque lo sintiera con nitidez.
Su padre, en sentimientos, estaba alejado de mí, y lo sentía más bien como la conexión con este ser humano.
Estos sentimientos me brotaron durante su sueño.
Tras un largo descanso volvió a despertarse.
Salió de la cama de un salto y buscó a su padre.
Lo seguí, porque quería saber lo que iría a comentar con él.
Ahora le retuve mi concentración, porque de lo contrario representaría mis sentimientos y así yo no averiguaría nada.
Quería descubrir toda la verdad.
Entonces se produjo una conversación entre padre e hijo.
—No tengo culpa —dijo—.
No, no tengo nada que ver con todo esto.
—¿Estuvo allí? —preguntó su padre.
—Sí, se clavó una daga ante mis ojos, y también a ella, a la que yo acababa de conocer hacía tan poco.
—¿Está diciendo la verdad, Lantos?
Me asusté.
¿Lo oía bien?
¿Lantos?
¿Tenía mi nombre?
¿Era familia mía?
¿Así que había sentido bien?
‘Dios mío’, pensé, ‘ahora qué más’.
A lo que contestó:

—Digo la verdad, padre.
Si tuviera culpa colocaría mi cabeza en el patíbulo, y de inmediato, pero con esto no tengo nada que ver, créame.
—Le creo —dijo su padre—.
Lo entiendo todo y le ayudaré, déjelo en mis manos.
Tienen que aceptar, o si no su vida correrá peligro.
Pero usted ha optado por el camino adecuado.
No lo abandone, o le costará la cabeza.
Su padre se fue y yo sabía lo que iba a hacer.
‘Lantos’, pensé, ‘¿este joven lleva mi nombre?’.
De pronto me pareció sentir este problema.
En la tierra estaba un ser de nuestra familia.
Recorrí con la vista el espacio y reconocí muchas cosas que también nosotros habíamos tenido.
Si lo sentía bien es que aun así habían podido salvar bienes en nuestras posesiones.
Entonces eran quienes habían heredado, o adquirido de alguna forma, nuestra posesiones.
Por todas partes vi objetos de mis tiempos.
Era curioso.
¿Me había vuelto a conectar también ahora el maestro Emschor?
¿Era suya la incidencia que había sentido?
No podía ser de otra manera.
Me senté y pensé en mi vida anterior.
De pronto oí que una voz tenue dijo:

—Le doy las gracias, Lantos Dumonché, por su ayuda.
Me asusté, porque se pronunció mi nombre.

—¿Me conoce? —pregunté.
—Sí —dijo la voz—, lo conozco.
Todo esto tendrá un final feliz, pero mi hijo se irá.
Lleva el nombre de usted y sin embargo ahora pertenece a otra estirpe.
En una de las vidas de usted fue hijo suyo.
Ya lo ve, se siguen sus caminos.
Me envió a usted quien lo convenció del pasado.
Acepte todo eso, es la verdad.
—¿Es usted su madre?
—Sí, es mi hijo.
—Qué poderosas son las fuerzas de los maestros para que sepan todo esto.
—Sus fuerzas son ilimitadas.
Si es la voluntad de Dios, todo nos será revelado.
—¿Qué debo hacer ahora? —pregunté.
—Váyase y prosiga su camino.
—¿Hay algo que todavía pueda hacer aquí?
—No, aquí ya no necesitan su ayuda.
—¿Fue el maestro Emschor quien quiso que yo viviera esto?
—Sí, y ya ve que sucedió.
—¿Fui enviado hasta aquí?
—Sí, lo pueden hacer quienes poseen estas fuerzas, y usted las conoce.
Dé las gracias a Dios por todo esto.
De modo que yo había sentido bien y Emschor me lo había dejado claro en el lugar de mi nacimiento.
—¿Dónde está —pregunté— a la que han matado?
—En otro mundo.
La puede ir a visitar más tarde, pero espere mucho, porque ella también duerme y tendrá que hacerlo largo tiempo.
—Gracias —dije al ser—, pero ¿por qué estoy viviendo todo esto?
—Para convencerlo de su pasado y porque es necesario.
—¿Tiene usted conexión en las esferas de luz con todo y todos?
—Estamos conectados con millones de seres, y usted también es uno de ellos.
—Buen espíritu, le doy las gracias desde lo más hondo de mi alma, ahora sé bastante, gracias.

El espíritu se fue.
‘Qué curioso’, pensé, había protegido a mi propio hijo, qué profundo era todo.
Qué fenomenales son las fuerzas de quienes saben todo esto.
Siempre de nuevo el pasado, al parecer aún no había vivido bastantes cosas.
No había pensado en esto, pero a quién se le iba a ocurrir eso.
Cuanto más alto se hubiera llegado, más profundamente se veía en la vida y en las vidas que ya se habían vivido.
‘Esta vida es grandiosa’, me dije.
¿A dónde iría ahora?
Primero visité a quien había protegido.
Había ido a descansar de nuevo y sentí que ahora no corría peligro.
Aún no le había tocado la hora de partir.
¿Cuántos seres estarían conectados con este acontecimiento?
Podrían ser miles y sin embargo solo se trataba de él.
Pero me había enseñado mucho: ahora sabía que ni mucho menos lo conocía todo acerca de mi propio infierno.
Se me conectaba a través de un solo estado con todo el universo.
A través de una sola persona aprendí lo que sería imposible en la tierra.
Todo esto era sabiduría espiritual, perteneciente a esta vida.
Pero era poderoso y profundo, muy profundo.
Ahora quería seguir y haría un nuevo trabajo.
¿A dónde?
¿Volvería a mi celda?
Quizá haría un trabajo allí, porque en ese lugar había muchos infelices.
¿También se me enviaba allí?
Esto me atraía, porque había demonios que destruían a esos infelices.
Con lo que me encontraba siempre era la violencia.
Aquí convivía el mal.
Aun así, no fui a mi celda, sino que quería visitar de nuevo ese otro mundo, porque quería conocer todo lo posible al respecto.
Así que regresé a ese otro ser.
Pronto llegué al lugar y vi que lo seguían custodiando.
Pobre criatura; hicieras lo que hicieras, esto es terrible.
Tendría que enmendar todo el mal que hizo en su día.
¿A cuántas personas habría enviado aquí?
¿Poseía esa fuerza en la tierra?
Pero así resultó ser por todo lo que percibí.
Otra vez estuve deambulando por las calles de esa ciudad tenebrosa y no dejaba de asombrarme.
De no haberlo visto con mis propios ojos, no podría haberlo aceptado.
Aquí vivían las personas de la tierra, pero pronto sentí que en este lugar solo se había reunido el mal.
También vi sombras, pero pertenecían a las personas con una sintonización más elevada, que iban a ayudar a los infelices.
Cargaban en los hombros a padres y madres, sacándolos de este horror.
¿A dónde iban?
Era como si se disolvieran para mí, lo que me asombraba mucho.
Así y todo, me quedé mirando sin poder hacer nada ni poder acompañarlos, por mucho que lo deseara.
Un poder invisible me cortaba el paso.
Cuando a pesar de todo lo intentaba, era como si me asfixiara y me dejara sin aliento.
Por eso me pareció mejor renunciar, porque entendí el significado.
Aún no había avanzado lo suficiente, esas fuerzas no estaban en mí.
La ley espiritual era implacable.
¿Era Dios?
No, no era Dios, era yo, que me había encerrado a mí mismo y que de ese modo no podía abandonar mi infierno.
Solo cuando hubiera asimilado esas fuerzas, solo entonces podría seguir avanzando y elevándome.
Pero todo lo que percibía me asombraba.
Esto era como la tierra, a pesar de que esta región se encontrara lejos de ella.
Por eso se conocía esto como el mundo espiritual.
Vivía en una ciudad, pero era rara.
Era un verdadero infierno, pero este no era como las regiones astrales.
Aquí me encontraba en un verdadero infierno de la vida después de la muerte.
Cada infierno tenía un significado propio y descendí en todos ellos.
Allí vivían personas que se movían como animales y que ya no eran personas, lo que me estremeció.
Vi seres cubiertos de heridas, y cuando no entendía todos esos estados los sondaba, sintiendo de esa manera su significado.
Así fui paseando por la esfera de los suicidas, que habían vivido el proceso de putrefacción en la tierra.
Habían venido de la tierra hasta aquí.
De esa manera cada cual seguía su propio camino o se unía a otros.
Todas esas personas me daban lástima, pero aun así no podía ayudarlos.
Aquí sentía el dolor más profundo que puede recibir el ser humano.
Completamente solo fui avanzando a trompicones, y así fui conociendo todos esos infiernos.
Fui adentrándome más y más, sin dejar de descender nunca, y fui visitando un infierno tras otro.
Llegué a un infierno donde la gente no eran ni personas ni animales.
Yacían allí dormidos y sentí que tal vez no habían dejado de hacerlo desde hacía centenares de años.
Algún día, no obstante, se despertarían, y entonces comenzaría su vida de este lado.
Yo había vivido toda esa miseria, ¡cómo pude procesarla!
Ahora ya había llegado al punto de querer hacer algo por los demás.
No sabía si todos estos seres volverían a la tierra.
Les llenaría de gracia, porque en la tierra lo tenían todo.
Cuando descendieran de su infierno en el mundo de lo inconsciente para regresar a la tierra, naturalmente no se darían cuenta.
Lo que habían vivido yacía en el fondo, muy en el fondo de su alma, pero aun así, quien poseyera la fuerza para descender en la profundidad de la vida de su alma veía y sentía todas estas verdades.
Pero era algo de lo que solo eran capaces los maestros, los despertados al cosmos, como dijo Emschor.
Cuando sintonicé con esa gente, sentí que ya habían completado su ciclo de la tierra y que continuarían desde aquí en busca de lo más elevado.
No supe cómo lo entendí tan de golpe, pero seguramente que se me estaba ayudando de nuevo.
Su sueño no era como el que había sentido yo cuando estuve conectado con él en el borde de mi propia tumba.
Pero es que no solo su sueño era diferente, sino también este mundo, infierno o esfera, o como se le llamara al lugar donde vivían.
En su mundo había movimiento, aunque ellos no lo sintieran para nada, pero en ese otro mundo no había nada, solo vacío.
Ahora sentía aún más, es decir, quien regresaba a la tierra descendía de inmediato en el mundo de lo inconsciente, pero solo cuando pertenecía a su ciclo de la tierra.
O sea que otros, que habían muerto en la tierra y que habían entrado aquí, podían volver para algún tipo de tarea, pero descendían de forma consciente en ese mundo de conexión.
De modo que estas eran dos posibilidades de volver, aunque aquella posibilidad era una ley espiritual.
Pero ya sentí que estos pensamientos no eran míos propios y di gracias a esa ayuda invisible por todos estos sentimientos.
Fui descendiendo siempre más y cuando me concentré con nitidez y quise saber dónde estaba, me encontraba cerca de la tierra.
Hombre, oh hombre, ¿quién eres?
¿Por qué toda esa miseria?
Sentía ahora que todos esos infiernos estaban enlazados.
Más profundos o más elevados, todos, sin embargo, eran uno.
De manera que así también deberían ser los cielos.
Volví al infierno donde había dejado a los demonios.
Seguían a su lado, haciendo guardia, porque su sueño era profundo.
Pero algún día se despertaría.
No entendía cómo funcionaba todo esto, pero todos esos horrores me estremecían.
Qué duros y ruines eran esos seres, no hacían más que esperar.
Eran incapaces de perdonarle el mal que les había infligido.
Quizá a ellos y a muchos más les había quitado la vida, y eso era lo que tenía que enmendar.
Sentí la profundidad de este problema.
De este lado, el ser humano se encontraba ante su propia vida fracasada, ante todos sus pecados y errores.
Aquí no era posible ocultarse.
Por triste que fuera, él mismo lo había querido y eso era lo más terrible.
¡Si solo la gente en la tierra supiera eso, y yo les pudiera contar cuantas personas les esperarían con quienes tenían algo que enmendar!
Ya sentía yo que aquí no terminaría nunca de aprender y que podría seguir avanzando durante mil años más, siempre más.
Porque no había final, ya que vivía en la eternidad.
La gente en la tierra no entendía de la eternidad.
No serían capaces de abarcar esa palabra “eternamente”.
Cuando entran aquí les corta el paso un poder invisible y se topan con su propia personalidad.
Unos reciben felicidad, otros miseria terrible.
Todo esto hay que vivirlo antes de poder sentir la profundidad de esta vida.
Permanecí durante años y años en todos esos infiernos.
Me entregaba de lleno cuando necesitaban mi ayuda.
Después de tantos años me pareció ver más luz, estaba empezando a clarear en mi infierno.
Primero no quise creerlo, pero tenía que aceptar.
Aún no había hecho mucho por mis congéneres, pero estaba dispuesto a dar todo mi interior.
Sentía ahora que aquí no quería quedarme.
Conocía este infierno y los que había por debajo también.
Había siete.
En todos esos infiernos había aprendido que no era tan sencillo ayudar a la gente, pero quería intentar superar esas dificultades.
Así hice una completa transición a esta vida, y eso significaba sabiduría espiritual.
Ahora volvería a mi calabozo.
Era como si me enviaran hacia allá.
¿Sería eso la incidencia?
O sea que, ¿me seguían de lejos los pasos?
Tenía que ser así, dado que lo sentía.
Cuando me sintonicé con la tierra, este mundo se disolvió para mí.
Esta forma de disolverse era muy asombrosa.
Lo repetí varias veces y entonces lo entendí por completo.
Después agucé mi concentración y así fui planeando por el poderoso universo hacia la tierra.
Era consciente de estar rodeado de millones de seres, estrellas y planetas, de soles y cuerpos, y aun así estaba solo, solo del todo y abandonado, de camino a ayudar a otros.
Sin cesar mantuve la concentración fijada en mi calabozo.
Pensando continuamente en él tendría que llegar hasta allí.
Ya había asimilado este planear sin cesar y este conectarme con otros estados.
Podía percibir todo cuando se trataba de mi propia vida, pero todo lo que vivía por encima de mi propio mundo seguía resultándome invisible.
Ya dije que había aumentado la luz en mi infierno, y era porque yo estaba cambiando por dentro.
Algún día también las esferas más elevadas se me harían visibles.
Pronto llegué a la tierra.
Entré por el lugar donde había estado en cautiverio.
Pero mi celda estaba vacía.
Entonces visité las otras celdas, porque quería saber si quizá allí me necesitaban.
Aquellos a los que había conocido durante mi visita anterior ya estaban todos de este lado.
Habían pasado siglos y este edificio seguía haciendo de prisión.
Entré a una celda.
Ante mí vi a un hombre mayor, que podría haber alcanzado los sesenta años.
También él estaba esquelético.
De nuevo sentí ese tenue gesto de los espíritus elevados, por lo que supe que no habían dejado de seguirme en todo.
Pareciera que me hubieran llamado y grande fue mi alegría cuando lo sentí.
Qué fabulosas eran las fuerzas del espíritu, aquí la distancia no existía.
Sin embargo, no entendí la incidencia de estas fuerzas, aunque fuera asombroso poder vivirla.
Desde una esquina de la celda escrutaba su entorno.
Sentí que estaba conectado con este mundo.
Después de sintonizarme percibí de inmediato.
‘Dios mío’, pensé, ‘y ahora, ¿qué más?’
Vi a diversos demonios y uno de ellos, un ser femenino, estaba conectada con él.
Era terriblemente monstruosa.
Me senté muy cerca de él y lo seguí en todo.
A mi lado también había un demonio, un antiguo enemigo, pero aquí era un ser femenino.
El hombre estaba siendo consumido por la pasión, que le haría poner fin a su vida.
Tenía una conexión aún más profunda que la mía.
Este ser se le manifestó con nitidez.
Lo sondé y sentí cuánto le quedaba por vivir.
Eran tan solo unas semanas, después moriría.
¿Cómo podría liberarlo de esta conexión y protegerlo contra su propia transición?
Hablaba a los seres astrales que veía claramente.
—Oh —dijo—, tenga compasión.
¿Quién es usted?
Seguí esta terrible escena y entonces oí decir al espíritu lo que me sonaba tan diabólico:

—Pon fin a esa vida y ven aquí.
—¿A dónde? —preguntó.
—Hacia acá, a nuestro mundo.
Tenía que evitarlo a toda costa, sabía demasiado bien lo que le esperaba.
Me costaría todas mis fuerzas, pero sentía que era posible ayudar a este hombre.
Intentaría suprimir su pasión.
Estuve pensando mucho tiempo cómo debía incidir en él.
“Ven a nuestro mundo”: qué seres tan diabólicos, tan ruines.
Entonces me hice uno con él y lo irradié, por lo que se quedó dormido brevemente.
El monstruo de este lado sentía que había perdido su poder sobre él, aunque fuera temporalmente.
—Está durmiendo —oí que dijo ella—, ¿cómo así, tan de pronto?
Aun así no lo dejaremos en paz.
Me conecté con ella y sentí quién era y cuál era su relación con él.
Lo que ella deseaba lo podía encontrar de este lado y en la tierra, pero este hombre mayor tenía que ver con ella.
La conexión que yo veía y sentía se había formado en la tierra.
Ella odiaba.
Había descendido más que él, y por eso él me resultaba alcanzable.
Me propuse hacer todo lo posible para evitar que este demonio adquiriera poder sobre él.
Querían imponerle este horrendo proceso de este lado poco antes de su muerte.
Ella sabía lo terrible que era y era consciente de la miseria que le esperaba a él.
Deposité hermosos pensamientos en él mientras dormía, entre otros los de su juventud.
Con estos pensamientos se despertó al cabo de un rato.
Se quedó sentado con la mirada perdida y dijo algunas palabras por dentro, que no oí, pero que sí sentí surgir en mí y que eran mis propios pensamientos.
El hombre pensaba que había soñado.
En él estaba ahora su juventud y con esos recuerdos juveniles se liberó de las garras de aquel ser.
De esta forma conseguí que ella no pudiera alcanzarlo.
Habían estado conectados en la tierra, pero ella le profesaba un odio mortal.
Él no había completado una vida bella, pero aun así era un santo comparado con ella.
Mi voluntad dominaba ahora a la suya, por lo que siguió pensando en esa dirección.
Así fue pasando la noche.
Ay, cómo entendía yo sus tormentos.
Ninguna otra persona podría entenderlo mejor que yo, porque había vivido una vida igual.
Me la conocía al detalle.
Yo había vivido estas leyes y esta terrible transición.
Durante el día él tampoco era capaz de percibir, pero por la noche el hombre astral se hacía más denso; y yo ahora sabía cómo era posible eso.
Manifestándose este infeliz se resolvería antes a poner fin a su vida.
Si esta conexión se había establecido de forma profunda, también su transición sería inevitable.
Por eso siempre intentaban establecer esta conexión por la noche, o en las profundas tinieblas.
Pero yo seguía velándolo.
Lo rodeé de mi irradiación y me quedé a la espera.
Todo el día estuvo dando pasos de un lado para otro en su jaula.
Cuando estaba extenuado se sentaba y volvía a pensar.
Intenté, tal como Emschor lo había hecho conmigo, hacerme visible, pero tuve que abandonar, me resultó imposible.
Lo intenté muchas veces, pero no lo conseguía.
Tendría que poseer más fuerzas y ahora entendí que tendría que dominar todas esas esferas oscuras para que él pudiera percibirme, de modo que abandoné.
Así entendí lo poderosos que eran los espíritus elevados.
A pesar de la decepción, me sentí feliz por haber aceptado este trabajo.
Este sería, pues, mi primer gran acto en esta vida.
Volvió a caer la noche, pero de este lado aún no se veía a nadie.
Me quedé mirando lo que hacía y sentí lo que deseaba.
Sus deseos eran hacia ella, y cuando se concentraba mucho yo sentía que mi irradiación se debilitaba.
Entonces su propia voluntad apartaba mi ayuda, que lo rodeaba como una densa emanación.
Aun así, yo intentaba impedirlo y mantenerlo bajo mi influencia.
Pero cuando sintonizaba su propia voluntad, la emanación se debilitaba y hacía la transición a otras fuerzas, que él deseaba.
La noche fue haciéndose más cerrada y seguía sin ver seres.
Los vería en cuanto volvieran a acercarse a él.
Había un silencio desapacible.
El viento silbaba por los barrotes y lo hacía estremecer.
A mí también me había infundido miedo; otros miles de sentimientos había vivido yo en mi tiempo.
No era posible distinguirlos unos de otros.
También él vivía todos esos estados.
Intenté liberarlo de ellos y recé con fervor a Dios para que por favor me ayudara.
Recé durante horas, con mucha intensidad, y por mis oraciones empezó a sentir que le entraba calor.
Lo que yo sentía él lo vivía, éramos uno.
Por eso oía yo el aullido del viento, de lo contrario no habría sido posible oírlo en mi mundo.
Le hacía bien, de modo que seguí rezando.
Yo conocía esta miseria y sabía qué tendría que pedir a mi Padre.
Mi oración era pura, muy humana.
No pedía para mí, sino que pedía si se me concedía ayudarlo y protegerlo contra esta perdición.
Recé y seguí rezando, y así pasó también esta noche sin que ocurriera nada extraordinario.
‘Gracias a Dios’, pensé, ya habían pasado dos noches de su tiempo.
Conté el tiempo y vi que llevaba muchos años encerrado aquí.
También él había anotado sus días y años.
Durante el día incidía en él e intentaba que también él se pusiera a rezar.
De conseguirlo, ya no sería fácilmente alcanzable.
Pero también este ser humano había rezado poco en su vida.
Sin embargo, perseveré.
Puse pensamientos piadosos en él y el pensamiento de morir.
Le hice sentir que pronto moriría.
Adoptó esos pensamientos míos y realmente pensó en ellos.
‘Ay, Dios, ¿qué me esperará?
¿Podrás perdonar a un pobre pecador?’, dijo para sus adentros.
Después volvía a interrumpir su propio pensar para reflexionar sobre otras cosas, inferiores.
Cuando lo animal en él hacía alguna mala pasada, interrumpía la conexión y se disolvía la emanación con que yo lo había rodeado.
Sin embargo, luchaba contra sus propios sentimientos.
Sabía, no: sentía muy claramente que estaba mal lo que hacía.
A pesar de eso, no dejaba de hacerlo.
Luchaba contra el mal en él y esa lucha no era tan sencilla.
Yo también tuve que luchar conmigo en mi largo recorrido.
Me había liberado de todos los sentimientos y placeres terrenales, pero esa liberación había supuesto una terrible lucha.
Me había protegido contra esa terrible vida mi amor por Marianne.
Así entendí que el hombre tenía que poseer algo a que poder asirse.
Mis pensamientos habían sido una sucesión de acontecimientos, como la de Marianne en la tierra, aunque solo pensar en ella me había dado la fuerza necesaria, o si no también yo habría vuelto a tropezarme, una y otra vez.
Pero había conseguido superarla.
Él también estaba en ello, pero ¿triunfaría sobre sí mismo?
Yo iba a seguir ayudándolo, pobre hombre.
Era una lucha de vida o muerte, una lucha del mal contra el bien y contra su propia voluntad.
Ese ser, la mujer que había vuelto con él, era el mayor peligro para su autoconservación.
Si entraba en conexión ya no podría ser salvado.
No poseía las fuerzas para oponerse.
Por eso seguí rezando, porque sentía que solo podría ayudarme una fuerza elevada.
Si llegaran a sentirme otros seres elevados, me apoyarían a distancia, y sabía que una oración elevada con sinceridad ayudaría, porque esos sentimientos se pueden captar.
Seguí rezando sin cesar y me propuse por lo que más quería no dejar de hacerlo.
Rezaba por un ser humano, porque estaba en peligro.
A mí me había parecido igual de terrible.
Pasaron días y noches, y sentía que los demonios no podrían hacer nada si yo continuaba protegiéndolo de esta manera.
Había entrado en él y allí seguiría.
Estaba tan profundamente conectado con él que durante el día se dedicaba a buscar ocupaciones para matar el tiempo.
A mí eso me daba a entender que el mal se había quedado dormido.
Dibujaba muñequitos y figuritas en todos los lugares de su celda que se prestaran a ello.
Me resultaba muy curioso.
Lo sondaba para ver de dónde habían venido tan de pronto esos sentimientos que le habían entrado.
A él mismo le extrañaba.
De repente hizo algo que no me había esperado y por lo que sentí que no lo tenía por completo en mi poder.
Se hizo una herida en la piel, haciendo brotar la sangre.
Con su propia sangre dibujó figuras desnudas en la pared.
Se le hacía una diversión muy entretenida, pero yo reflexioné al respecto y pensé entenderlo.
Esos sentimientos le brotaban desde muy hondo.
Mi aura lo rodeaba como un muro de fuerza espiritual, y sin embargo él la atravesaba por la fuerza, aunque yo lo había evitado ya desde hacía varios días.
Continuó dibujando figuras.
Sus sentimientos eran tremendamente agudos y sentí que tenía que dejarlo libre, aunque fuera por unos instantes, porque de lo contrario lo volvería demente.
Había en él una fuerte voluntad y esa penetración de su propia personalidad lo instalaba en este estado inesperado e incomprensible.
Me encontraba ante un problema.
Su propio interior buscaba una salida, y la encontraba, aunque alrededor de este ser hubiera un denso muro de fuerza espiritual.
Los sentimientos se enlazaban, pero no podríamos enlazar del todo hasta que albergáramos un solo pensamiento, tal como me había enseñado mi maestro.
Todo se me hacía asombroso e instructivo, dado que aquí estaba conociendo la profundidad del alma y aprendiendo a calar a un ser humano.
Aun así seguí conectado con él.
Dejó de dibujar un instante y eso me hizo sentir que a pesar de su propia voluntad había vuelto a escucharme.
Era como si se despertara.
Suspiró profundamente y admiraba su propio “arte”.
Volvía a encontrarme ante un misterio.
No daba crédito a lo que veían sus ojos y no sabía lo que había creado.
Se observó el brazo y profería maldiciones contra sí mismo.
—¿De dónde he sacado esto? —se preguntaba—. A ver si me estoy volviendo loco.
Miró a su alrededor y vio que había dibujado varias figuras.

—Qué asombroso —dijo—, ¿y eso, tan de repente?
No era consciente de nada, por lo que entendí que todo su ser había hecho la transición a mí.
Sin embargo, yo no había sentido nada de eso mientras dibujaba, pero entendí el peligro que encerraba, dado que a través de mí él había llegado a un estado de sentimientos extraños.
Tuve que reconocer honestamente que me parecía que había adoptado, sin que yo me diera cuenta, mi sensibilidad artística, porque ese arte estaba en mí.
Pero aun así no era el caso, iba más allá, porque él no tenía conciencia alguna de sus actos y se echó para atrás al ver lo que había hecho.
Eso no era lo que yo había querido.
Mis pensamientos y mi concentración no estaban centrados en eso, no había nada en mí que hubiera pensado en eso.
¿De dónde venían estos sentimientos?
¿Estaban en él o descendía en una vida anterior?
Seguí su vida terrenal y vi que no había tenido nada que ver con el arte.
Nunca lo había aprendido.
Tenía una profesión muy distinta.
Era un problema que se me hacía incomprensible.
Pero sí que sentí que debía seguir de esta manera, entonces se resolvería el misterio.
Lo estuve sondando mucho tiempo, concentrándome en su vida interior, y sentí que muy profundamente en sus sentimientos humanos se ocultaban sentimientos artísticos.
Le entraban desde la profundidad del pasado.
Él también había sido en el fondo artista.
Qué profundo era el ser humano para que todos esos sentimientos se hubieran conservado, porque yo estaba seguro de que no eran míos.
Cuando él había empezado yo me había asustado.
Ahora tenía que intentar quitarle estos sentimientos artísticos, y sentí que tenía que dejarle algo más libre si no quería volverlo loco.
Lo alteraría si por segunda vez constatara algo semejante de lo que él mismo no sabía nada.
A través de mi concentración lo había elevado espiritualmente en esta vida, de lleno, y él había alcanzado la inspiración más profunda a la que podía aspirar un artista en la tierra.
En este estado, que ahora me había quedado claro, se formaban las mayores creaciones artísticas, y las más hermosas.
Pero para mí solo se trataba de volver a serenar esos sentimientos artísticos, que tan de pronto habían despertado en él.
Lo liberé de mi irradiación y de mis pensamientos, y sintió que estaba volviendo en sí.
Ahora podía empezar yo otra vez desde el comienzo.
Se había echado para descansar.
Aun así, antes de que se acercara la noche tendría que establecer con él una conexión.
Cuando regresaran esos seres, haría la transición a ellos.
Así es como establecí, cuando se acercó la noche, una conexión muy ligera con él.
Yo, sin embargo, me quedé en mi propio mundo, mirando lo que ocurriría, porque tenía el presentimiento de que volverían esta noche.
Él enviaba sus pensamientos hacia este mundo y anhelaba volver a hablar con ella.
—¿Está ahí? —preguntó de improviso.

No vi ningún ser y respondí:

—Sí, aquí estoy.
Oyó cómo le entraba a su interior mi hablar.
Hice ahora lo mismo que los demonios cuando hablaron conmigo.
Me alegré mucho de que se ofreciera esta oportunidad.
No había pensado en ello ni contado con ello.
Era una nueva forma de conexión.
Ahora estaba en y alrededor de él, y aun así podía alcanzarlo.
Esta conexión me parecía mejor y más firme que esa primera.
Me concentré en él, en silencio coloqué un nuevo muro de fuerza espiritual a su alrededor y seguí siendo continuamente uno con él.
De modo que respondí que estaba con él, a lo que me dijo:

—Le hice preguntas, pero entonces ¿por qué se mantuvo tanto tiempo alejado de mí?
Sigue usted sin responderme si existe una muerte.
‘Qué curioso’, pensé, ‘pregunta igual que hice yo’.
A eso volví a responder:

—No hay muerte.
—¿No hay muerte?
Primero dijo que hay una muerte, ¿y ahora resulta que no?
—No, no hay muerte.
—De eso deduje que tampoco a él le habían contado la verdadera causa.
Quien entraba en conexión con demonios salía engañado y estafado—.
No me ha entendido usted —añadí.
—¿Que no le he entendido?
—No —dije.
Entonces hubo un breve silencio.
El hombre en la tierra aceptaba todo.
No veían a través de ese velo y eso era lo que había que hacer si uno quería entrar en nuestro mundo.
Se les contaban mentiras y engaños, y a través de mentiras y engaños yo había puesto fin a mi vida terrenal.
Pero aun así, su conexión era más profunda que la mía.
Este ser humano poseía más de esas fuerzas que yo cuando se acercó mi final.
También entendí que todos estos sentimientos tenían que ver con su final.
El alma estaba preparándose poco a poco para abandonar el cuerpo material.
Debido a que su cuerpo espiritual estaba conectándose con este mundo, se me haría más difícil protegerlo contra estos seres.
Sentí y contemplé todo esto.
Volvió a preguntar:

—Dígame la verdad: ¿hay una muerte?
—No —dije, poniendo en ello todas mis fuerzas, lo que le hizo latir el corazón.
Se había asustado por nuestra conversación, que había sentido vibrar en él.
La conexión con él había vuelto a hacerse profunda.
Yo estaba siendo mí mismo por completo y sin embargo él haría y sentiría lo que yo quisiera de él.
También este estado le había entrado de forma inconsciente.
Intenté calar la situación y sondaba ahora su estado espiritual, pero en este no vi ni sentí la menor resistencia.
Ahora éramos uno y me propuse mantener esta unión de almas.
Entonces me puse a examinarlo físicamente.
Me resultaba muy sencillo, dado que lo sentía en mí.
Tenía el corazón debilitado, podía verlo claramente, lo sentía latir.
Cada hora le costaba un mes de fuerza física que consumiría en su vida corriente.
Estaba hecho una ruina.
En la debilidad de su vestido material, en el anhelo de su alma, en su querer personal, en eso estaba esta sensibilidad.
Lo entendía perfectamente.
Pero entonces sentí cómo le volvían a brotar esos sentimientos artísticos.
Y ahora, ¿qué?
Si hacía la transición hacia eso, se volvería completamente demente.
Ahora estaba intentando influirlo de tal forma que hiciera la transición a su vida material de forma consciente.
Por eso pensé en varias cosas terrenales.
A través de la concentración logré convencerlo para que empezara a cantar y silbar.
Después lo obligué a dar vueltas en su celda.
Fue cayendo de una bobada en otra.
Conseguí mi propósito: por todas esas cosas volvió a sentirse.
El pasado quedó relegado en él, de modo que había un peligro menos.
Pero tendría que volver a calmarlo un poco y así fue como me hice uno con él, porque por pensar en todas esas cosas terrenales tuve que dejarlo completamente libre.
Se sentía cansado por tanto andar de un lado para otro.
Se acostó e intentó dormir.
Pero no lo conseguía, estaba demasiado consciente.
Ahora sabía también cómo había sido yo.
Yo tampoco había podido dormir y este era el significado.
Su interior estaba en rebelión.
Había miles de cosas en las que tenía que fijarme, no había pensado que fuera tan difícil ayudar a un ser humano de este lado.
Pero sentía que hacía un buen trabajo, porque estaba quitándole a este hombre mucho dolor y los tormentos más increíbles, desconocidos en la tierra.
Para ello me entregaba, todo mi ser interior.
Sentía ahora que el pasado había regresado al pasado.
Él también era profundo.
Cada uno portaba consigo un profundo pasado, porque cada hombre estaba conectado cósmicamente.
Eran las fuerzas cósmicas, pertenecían a una vida completamente diferente.
Una que yo desconocía, pero que ahora se me revelaba a través de él.
Estaba aturdido, respiraba fatigosamente, porque su cuerpo era incapaz de procesar todo esto.
Ahora estaba acercándose algo, lo sentía.
Ese maldito ser, ese monstruo influiría en él.
Iba a ser una abierta lucha, entre ella y yo.
Pero me encontraba frente a dos seres, porque la voluntad de él, su propia personalidad, también se enfrentaba a mí.
Esa voluntad deseaba y quería entrar en conexión con ella.
Esa voluntad, esa formidable voluntad humana, me jugaría una mala pasada si no me servía de todas mis fuerzas para evitarlo.
—Aquí estoy —la oí decir.
Pero a mí no me vio.
Aun así, miraba en mi dirección.
Me veía como una sombra, pero envuelta en una emanación.
Conocía estas sombras tan bien como yo las había percibido alrededor y dentro de mí.
Por eso ella sabía que él no estaba solo.
Sintonizó con él y preguntó:

—¿No estás solo?
‘Qué bien’, pensé, ‘cree que hay alguien con él en la tierra’.
—¿Qué dices? —preguntó él.
De modo que él había oído algo, solo que no la había entendido bien a ella.
Estaba viviendo yo aquí cosas asombrosas, pero también horribles.
—Aquí estoy —dijo después de unos instantes—, ¿no me ves?
Seguía aturdido, con la mirada perdida, y no respondió.
Sin embargo, ella había sentido su necesidad interior de hablar y respondió:

—¡Vamos, venga, responde, estoy aquí!

Habló escueta y severamente, por lo que despertó de golpe y empezó a dar señales de vida.
Para mí no había más que una sola posibilidad de dejarlo fuera del alcance de sus garras.
Intenté dominar el interior de él y entrar en contacto con ella, para poder captar sus palabras.
Dije al ser:

—Vete, déjame en paz.

Hubo un largo silencio.
Me había oído claramente y había captado mis palabras.
De pronto se fue.
¿A dónde se iría?
¿Sentiría resistencia?
¿Iría en busca de ayuda y sabría dónde podía encontrarla?
Yo sabía que un ser así podía conectarse de este lado con un individuo parecido para eliminar juntos a un ser humano.
Pero me quedé a la espera.
Él, que estaba junto a mí, había vuelto en sí.
Miró a su alrededor y pensó percibir cosas en esas tinieblas.
—Ay —dijo él—, estoy tan enfermo, tan cansado.
Si hay un Padre en el cielo, ¿cómo puede parecerle bien esto?

‘Qué peculiar’, pensé, ‘todo ser humano pregunta por Él, cada ser pregunta por qué y para qué’.
Siempre me había preguntado cómo le podía parecer bien esto a Dios.
Pero a Dios lo había conocido como a un Padre de Amor.
También él conocería a un Dios de Amor, siempre y cuando ya hubiera muerto.
Aun así me dolía.
¿Por qué tenía que sufrir tanto el hombre en la tierra?
¿Por qué tenía que recorrer el alma en la tierra todas esas fases, antes de alcanzar esa altura?
Una y otra vez ese “porqué”, era un misterio, y seguía siéndolo.
¡Dios es Amor!
Qué sencillo era aceptarlo y sin embargo era tan difícil.
En todas partes donde había estado, en la esfera de la tierra, en las regiones astrales o en el infierno: por todas partes había dolor, miseria y dolor, pero también pasión y violencia.
El hombre no quería obedecer.
Sus preguntas “por qué y para qué” eran para mí la razón de protegerlo contra su propia perdición y de ayudarlo.
Era dócil, pero cuando estuviera en rebelión, su personalidad se me resistiría y era algo con lo que tenía que contar.
Intentó dormir.
Estaba demasiado enfermo y cansado para sintonizarse espiritualmente.
Así pasaron varias horas, hasta que de pronto vi que empezó a haber movimiento frente a mí.
Habían vuelto dos individuos, además del ser femenino.
De modo que había pedido ayuda, sola no podría haber hecho esto.
A él se le envió un rayo de fuerza espiritual.
El hombre temblaba y se estremecía por esa repentina incidencia y alzó la vista.
Había sido alcanzado.
Su deseo de entrar en conexión con ellos y las fuerzas de ellos, que juntos sintonizaron en él, fueron confluyendo.
Me sentía desesperado: cuatro contra uno, no había nada que hacer contra esto.
¿Qué debía hacer?
Se incorporó y dijo:

—¿Está usted aquí?
—Sí —dije rápidamente.
Pero también los oí decir:

—Hemos venido para ayudarte.
—Qué gloria —dijo—, quiero consejos.
‘Ahora qué’, pensé.
Había demonios a diestro y siniestro, y ante mí estaba ese infeliz.
Lo sondé, pero su deseo era intenso.
Su interés, su pasión cercenaba mi ayuda.
Me encontraba ante varias posibilidades, pero ¿cuál tenía que aplicarle?
Me forcé una entrada en él y traspasé su personalidad.
Tenía que intentar conectarme aún más profundamente con él.
Entonces la demencia, mejor la demencia que semejante perdición.
Lo sentía hundirse y volver, pero de pronto empezó a abrirse otra vez sus viejas heridas a arañazos.
Empezó a brotarle la sangre.
Entonces saltó de su sitio y empezó a correr de un lado para otro como un loco.
Estaba rodeado de profundas tinieblas, pero eso no lo detenía.
Era terrible.
Así pasó bastante tiempo; después volvió a echarse y suspiró.
Le había provocado un exceso de tensión, su cerebro no era capaz de procesarlo.
Su mente trabaja febrilmente y tenía el corazón desbocado.
Se agarró la cabeza con ambas manos y exclamó:

—¿Estoy volviéndome loco!
En este estado sentí cómo el espíritu podía volver demente al hombre en la tierra.
Sus fuerzas físicas no estaban preparadas para esta tremenda incidencia.
Yo mismo incidía en él y también aquellos demonios intentaban elevarlo hasta su vida, por lo que se mareaba.
Ya a un ser humano que siente de forma normal le cuesta mantenerse en equilibrio en la tierra, con el cuerpo material en armonía con el espiritual, por lo que no es difícil entender cómo se sentía este infeliz.
Yo había visto todo esto durante mi paseo por la tierra, pero ahora lo estaba viviendo.
Cuando el hombre astral se hace dueño del hombre en la tierra, entonces es cuando vive su propia vida.
Los demonios usan ese cuerpo material para sus placeres, su pasión, violencia y destrucción.
Todo es animal, muy, muy triste, pero son verdades horribles.
Una vez alcanzado ese ser terrenal, entonces ya se desfogan en ese cuerpo material decenas de seres.
Quien hace de una vez por todas la transición a manos del mal suele estar perdido sin remisión.
De este lado se hace todo lo posible para que un ser así no se vaya.
Es tenebroso y horripilante, pero el hombre astral quiere vivir cosas: son uno en sentimientos y pensamientos.
Puedo darte un solo consejo: busca el bien, para que el espíritu elevado te pueda alcanzar e influir en ti.
Como pienses tú mismo, así atraerás y a eso harás la transición.
No seas un títere de tus propios pensamientos.
Este infeliz estaba viviendo todo esto.
Se le quería destruir, hacer que se accidentara espiritualmente, y eso era lo que yo quería evitar.
Yo incidía en él a mí manera, pero quería conectarse con los demonios y estos le enviaban sus horribles sentimientos.
Se produciría una disfunción orgánica, porque ni el cuerpo más vigoroso sería capaz de procesar esto.
Volvió a dar un brinco y corrió como loco de un lado para otro, sin parar hasta que no pudo dar un paso más.
Ya se encontraba en un estado de extenuación total.
Se desplomó en medio de su celda, y allí se quedó tumbado.
Para mí fue una gran felicidad, porque ahora los demonios no lo podían alcanzar.
Estaba demasiado debilitado para poner él mismo fin su vida.
Pero si esto seguía así, el hombre se volvería demente.
Esto siempre me había dado miedo, así que me había ocupado de mil otras cosas, y había estado pendiente de mí mismo.
Me había controlado a mí mismo involuntariamente.
Aun así, mejor que yo también me hubiera vuelto loco antes que vivir esa terrible transición.
Ahora yacía allí, como si hubiera fallecido.
Lo sondé y sentí claramente que estaba aturdido.
Ya no sentía yo nada de su pasado.
Lo que él vivía ahora estaba relacionado con su estado físico, y sus fuerzas disminuían minuto a minuto.
Por eso los demonios no lo alcanzaban en suficiente medida, pero aun así estaban en y alrededor de él.
—No está solo —los oí decir de nuevo—.
Está con un médico.
Está recibiendo asistencia.
—No —dijo el otro—, está tumbado en el suelo.
Por esta conversación comprendí que no podían ver ni sentir el verdadero significado.
Yo conocía todas esas transiciones y sabía que el preso poseía una sintonización más elevada que ellos.
Si pudiera suprimir sus deseos no podrían apoderarse de él.
Pero no había llegado el momento de hacer la transición, por lo que aún podían pasar tantas cosas.
Al sintonizar con ellos podrían ver claramente que no había un médico terrenal.
Cuando pensé en todas estas cosas, preguntó:

—¿Por qué no me ayuda usted?
Estoy tan solo aquí, no hay nadie que me ayude.
Después de sus palabras oí que el demonio femenino dijo:

—Está solo; sin embargo, hay ayuda, aunque esta venga de este lado.
Me retiré un poco para que no me percibieran como una sombra.
—Yo no veo nada —dijo el otro.
—Entonces no ves bien, venga, rápido, no te demores, pondrá fin a su vida.
Lo atacaron entre todos, dejando al infeliz gimiendo y lamentándose.
Esta incidencia lo sacó de quicio y su mente se quedó confundida.
Quería ser ayudado, aunque esa ayuda le iba a ser fatal.
Ahora ya no le era posible seguir pensando de forma normal.
Yo seguía siendo uno con él.
Eran mortíferos los pensamientos de quienes querían destruirlo.
El infeliz desconocía con quién se conectaba.
Recurrí entonces a todas mis fuerzas y recé a Dios para que me ayudara.
Se había desatado ahora una terrible lucha.
A mi izquierda y derecha me pareció percibir algo de luz.
¿Recibiría yo también ayuda?
Mantuve mi firme voluntad centrada en un solo punto.
Maté sus sentimientos, más no podía hacer ahora.
No podía concentrarme en los demonios y les dejé hacer lo que querían.
Ahora no hacía más que impedirle que los escuchara, e intentaba que se fijara en otras cosas.
Aún era alcanzable.
Noté que seguía el curso de mis pensamientos, y así pasó la noche; se fueron los demonios, porque por la mañana se debilitó su conexión.
Había estado tumbado allí durante horas.
Entonces lo animé a que se levantara.
Intentó incorporarse varias veces hasta que al final consiguió llegar a su lugar anterior.
Estaba extenuado, porque la pasada noche había perdido muchas fuerzas.
Este día también vi a los demonios, dado que volvían a él una y otra vez.
Pero el hombre fue hundiéndose más y más.
Sentí que durante la noche se me había ayudado, mi ferviente oración había sido oída.
Cuando lo atacaran esta noche, tal vez podría volver a contar con esa ayuda.
Por la tarde recibió visita.
Ciertamente, era ayuda terrenal.
Le suministraron medicamentos y por eso noté que habían transcurrido siglos.
Cuando estuve encerrado aquí no se preocupaban tanto por los presos, se nos abandonaba a nuestra suerte.
Aun así, continuó en su celda, aunque ya no le podía quedar mucho.
Yo llevaba aquí ya varias semanas para protegerlo y todavía no veía el final.
Pero había algo que me hacía sentirlo.
Cuando sintonizaba con él, no me costaba mucho esfuerzo.
El espíritu, que luego entraría en esta vida, ya estaba en conexión con esta vida.
Estaba alejándose en sentimientos de la tierra y estaba haciendo la transición a mi vida.
Por eso podía alcanzarlo con más facilidad, pero también era un sujeto sensible para los demonios.
Así pasaron el día y la noche sin que ocurriera nada especial.
Al día siguiente ya apenas podía moverse.
Yacía allí en silencio y sus pensamientos eran confusos.
Se encontraba en un estado de demencia, muy alejado de su conciencia terrenal.
Todo eso yo lo sentía claramente.
Ya iba acercándose a su final.
Aun así reunía todas sus fuerzas para ir arrastrándose a cuatro patas, como un animal.
Quería impedírselo, pero me resultaba imposible.
Buscaba algo.
—¿Dónde está usted? —clamaba—.
¿Dónde está?
Por favor, no me deje solo, lo amo.
Ellos lo sienten y lo ven.
Vamos, hable.
Usted me importa.

‘Está completamente demente’, pensé, ‘pero siente en el espíritu’.
En mi vida él era normal.
Una vez que muriera, esa disfunción espiritual se disolvería pronto.
Qué sencilla era la demencia.
En mi vida en la tierra no la entendía para nada.
La fuerza de pensamiento de otros seres lo había llevado a la disarmonía.
Unos lo ayudaban, otros intentaban destruirlo.
Todavía me encontraba solo, luego tal vez volverían.
Me quedé a la espera y lo seguí en sus pensamientos.
Cuanto más se acercaba la muerte en la tierra, más se me complicaba.
Estaba muy seguro de que si estuviera consciente del todo, hace tiempo ya habría puesto fin a su vida, pero en este estado era imposible.
Ya no le resultaba posible pensar en una sola cosa.
Estaba repleto de pensamientos.
Era esta la única posibilidad en la que debía concentrarme.
Seguí profundamente conectado con él.
Ya se había hecho de noche hacía tiempo cuando se acercaron los demonios.
Profería imprecaciones, suplicaba que se lo ayudara, maldecía a su Dios y se perdió a sí mismo.
Ahora eran cinco, con tres no bastaba.
Esos demonios con aspecto humano sabían que se les resistía.
Aunando sus fuerzas querían elevarlo hasta su mundo y eliminarlo.
Se le estaba imponiendo un final terrible.
Lo acorralaron por completo y se concentraron en el infeliz.
Me faltaban fuerzas para resistir.
Pero mi oración me había ayudado, así que volví a rezar en silencio a Dios para que me enviara ayuda.
Era como si ahora le estallara encima un huracán de fuerza.
Recé con fervor.

—¡Ayuda! ¡Ayuda!
Dios mío, ayúdame —dijo para sus adentros.

Entonces clamé por mi líder espiritual.

—¡Ayúdeme, Emschor, ayuda!

De pronto sentí surgir en mí otra fuerza.
Retomé la oración.

—Estoy preso aquí.
Emschor, ayúdeme, es terrible la fuerza que me viene encima y que me penetra.
Ay, Dios, ayúdame.
¡Emschor!
¡Emschor!
Mi Padre Todopoderoso, te lo suplico, ayúdame, escucha mi oración.
No podré soportar esto, ya no puedo más.

Seguí pidiendo ayuda a gritos, porque sentía que me disminuían las fuerzas.
Me entró un sentimiento de incertidumbre.
Pero me mantuve firme y recé intensamente por ayuda.
Qué poderoso era mi rezo.
Me asaltó un leve mareo.
Sin embargo, mantuve la concentración centrada en él y resistí a los demonios.
El preso se levantó de improviso, suspirando, lamentándose y profiriendo sonidos de miedo.
Entonces vi que sangraba por la boca.
Le latía la cabeza y le oía palpitar el corazón en este mundo.
Esta lucha desigual era horripilante.
Volví a pedir ayuda a gritos.
Una y otra vez pronunciaba el nombre de Emschor.
Necesitaba ayuda, o si no tendría que rendirme.
¿Qué hacer ahora?
El preso se disponía a estrellarse contra la pared de la celda.
De pura demencia ya no sabía lo que hacía.
No había contado yo con eso.
Como un rayo, con violencia y todas las fuerzas que me restaban me forcé una entrada en él y lo obligué a pensar en otras cosas.
Lo conseguí.
Volvió a derrumbarse y dejé que se arrastrara por la celda, extenuándolo de esta manera.
Los demonios querían que se estrellara.
Había conseguido evitarlo.
Por fin se quedó tumbado, muerto de cansancio.
Seguía en mi poder, gracias a Dios.
Pero volvió a arrastrarse a su lugar de descanso y me quedé a la espera de lo que sucediera.
Muy por encima de mí vi algunas figuras luminosas.
Bajaron la vista hacia mí y me sonrieron.
—Cómo agradecérselo —les envié.
A eso oí que se dijo:

—Pronto hará la transición, luchó lo que pudo.
Ahora los demonios ya no lo pueden alcanzar.
Esta noche transcurrirá en paz.
El amor es lo más elevado, el bien triunfará.
Que Dios lo acompañe a usted.
Me saltaron las lágrimas.
Nos habían ayudado a los dos.
Emschor había escuchado mi oración, me había enviado a sus ayudantes.
¡Cómo había luchado por su transición!
Se me había concedido ayudar a un ser humano, qué feliz me sentía.
Qué agradecido estaba a Dios y cuánto incliné la cabeza.
Sentía fluir en mi interior una vigorosa felicidad, que significaba amor.
Volví a sondarlo y sentí el momento en que haría la transición.
Pareciera que el pobre hombre también lo sentía.
Allí yacía un hombre que luchó lo que pudo.
¡Cuánto había sufrido, preguntado y buscado!
Qué profundamente conmocionado estaba este hombre.
Di gracias a mi Padre por haber conseguido esto.
Los demonios todavía estaban allí, porque los oía hablar.
Por fin se fueron, para no volver.
Entonces fui repasando todo y supe que esto me había dado mucha sabiduría.
Ya no me sentía como cuando había empezado con esto, y sin embargo solo habían pasado unas semanas.
Parecía que empezaba a haber más luz a mi alrededor.
Yo estaba sirviendo al ser humano y amaba a mi Dios, a quien no conocía del todo, pero de cuyo poder ahora estaba convencido.
Había hecho algo por este hombre y de buen grado volvería a hacerlo todo.
La salvación había llegado en el último instante.
Cuando se debilitó mi concentración estuve perdido, y de no haber llegado esa ayuda lo habrían elevado a su vida.
Los milagros parecían producirse solo en el último momento de todos.
Ya lo había vivido así más de una vez de este lado.
Las oraciones eran escuchadas en el último instante.
La noche había concluido y sentí que el hombre llegaba a su final, por lo que me dispuse a sintonizarme de otro modo.
Ahora lo serené y recé por él.
Después le hablé y él entendió cada palabra; ya estaba conectado así de intensamente con nuestro mundo.
Poco a poco fue volviendo su conciencia diurna.
Vi y sentí claramente este empuje, tampoco le latía la cabeza tan tremendamente ya.
—¿Quién es usted? —Oí que preguntó.
—Un amigo de usted —dije—, no se preocupe.
Me percibió claramente y preguntó:

—¿Un amigo?
—Sí, un buen amigo.
—¿Dónde están los otros?
—¿Los vio?
—Sí, ¿dónde están?
—Se fueron —dije.
—¿Ellos también?
—Sí.
—Afortunadamente —dijo.
Había estado profundamente conectado con ella.
Se sentía aliviado de que ella ya no estuviera aquí—.
Voy a morirme —dijo—, lo estoy sintiendo.
¿Iré entonces donde está usted?
—Irá a donde estoy yo, y a donde están otros amigos con buenas intenciones para con usted.
—Si solo Dios me perdonara.
He sufrido tanto.
—Dios lo ama —dije.
—¿Es esa la verdad?
—La sagrada verdad (—dije).
Se le anegaron los ojos.
Las palabras me brotaban de lo más hondo de mi alma.
Cómo me había transformado.
‘Sí’, pensé, ‘Dios es Amor’.
—Habla usted de otra manera que ellos.
¿Siempre estuvo conmigo?
—No —le dije—, vine para ayudarle.
—Le estoy agradecido; unas horas más y moriré (—dijo).
También yo lloré, pero solo de felicidad porque se me hubiera concedido ayudarlo; aunque también estaba triste por tantos sufrimientos que tenía que padecer el hombre en la tierra.

—Dios mío, he sido testigo de su sufrimiento, buscará el bien y trabajará en sí mismo.
Será como un niño, sea misericordioso con él, ha sufrido tanto —recé.
Le entró un flujo de fuerza serena.
A cada minuto que pasaba disminuían sus fuerzas físicas.
Allí estaba, tumbado como un animal.
En la tierra lo abandonaban, nadie vino a visitarlo.
Como de costumbre, le habían pasado los alimentos por la apertura, pero ya no necesitaba alimentos.
Fue pasando el tiempo y él se entregó de lleno.
Su espíritu estaba preparándose, para la tierra ya había perdido su conciencia.
Entonces sentí que debía ayudarlo.
Hice movimientos de roce magnético por encima de su vestimenta material, lo cual yo había percibido varias veces.
Su cuerpo espiritual estaba liberándose; el cordón, que también a mí me había impedido irme hasta el último segundo, ya estaba disolviéndose.
Iba haciéndose cada vez más etéreo, y en la misma medida disminuían las fuerzas de su cuerpo material.
El moribundo daba profundos suspiros, aún vivía en la tierra.
Llamaba a su padre y madre, y pensaba en su juventud.
Volvió a llamar con mucha intensidad por sus padres.
¿Estarían en vida todavía?
Era casi imposible.
Volvió a dar gritos y emitía unos sollozos terroríficos.
Me hacía temblar.
Estaba siendo una transición terrible, pero incomparable con la mía propia.
Aun así, su proceso de muerte era terrible.
Solo del todo y abandonado entró a esta vida.
Ni amigos ni conocidos, ni padre ni madre: allí yacía, solo en toda su miseria.
Esta chabola era su cámara mortuoria.
Ahora iba a dejar la tierra, el cordón se desgarró y en ese momento su espíritu se liberó del todo.
La vida en la tierra había concluido.
Oí voces: miré hacia arriba y vi el rostro de dos espíritus jóvenes.
Uno de ellos dijo:

—Venimos por él, hermano, ¿está usted dispuesto a seguirnos?
—¿Qué quiere decir? —pregunté.
—Lo llevaremos al lugar con el que está sintonizado.
—Ah —dije—, ahora le entiendo.
¿Cómo sabe que muere este hombre?
—Ya lo sabemos con bastante antelación.
Se nos envía aquí desde las esferas elevadas.
—¿Me asistieron ustedes en esta terrible lucha?
—Sí, lo hemos seguido en todo.
‘Qué fenomenal es esto’, pensé.
—¿No tiene este ser humano padre ni madre de este lado?
—Sí, pero ambos son infelices (—dijo).
Entendí.
Ambos espíritus jóvenes acogían ahora al cuerpo espiritual de un ser humano que había muerto en la tierra, pero que había entrado en la vida espiritual.
Muerto en la tierra y nacido en la vida del espíritu.
El cuerpo espiritual yacía envuelto en una emanación.
Ya no se dijo nada más.
Abandonaron veloces la tierra.
Los seguí.
¿A dónde lo llevarían?
Iban siempre más lejos.
Sentí dónde estaba.
No estábamos en la tierra del odio.
¿Se lo estaban llevando a las esferas espirituales?
A cada ser humano se lo venía a recoger en la tierra cuando era posible.
Pero no a mí, estaba unido a mi cuerpo, a mí no pudieron venir a recogerme.
De qué manera lo sabían aquí todo.
Sabían que yo no estaba libre.
“Esto” es lo que yo había conseguido para él.
Si no me hubiera quedado junto a él, también habría tenido que vivir el proceso de putrefacción.
Dios era todopoderoso, porque Dios dirigía todo esto.
Sus enviados lo sabían de antemano.
Por fin pareció que se había alcanzado el lugar de destino.
Estaba en otra tierra y vi a muchos hermanos y hermanas reunidos.
¿Podría entrar yo aquí?
Esta no era mi esfera.
Mi infierno era muy diferente.
¿Poseía yo ahora más luz?
Portaron al moribundo al interior de un gran edificio.
Vi a muchos de esos hermanos llegando aquí con el hombre terrenal.
‘Dónde estoy’, pensé, y entré al edificio.
Por todas partes vi lechos de descanso y sobre ellos había seres espirituales que habían muerto en la tierra y entrado a esta vida.
Solo veía amor, nada más que amor.
Cómo se preocupaban todos por estas personas.
Entonces un hermano se me acercó y dijo:

—¿No quiere descansar un poco?
Después de hacer un trabajo tan grande, seguro que necesita descansar algo.
‘¿Estará al corriente?’, me pregunté.
—Lo sabemos todo —dijo.
Me pareció asombroso, porque solo lo había pensado, no había pronunciado palabra.
Aquí se sabía lo que pensaban los demás.
Dije:

—No me siento cansado y volveré a la tierra.
—Qué gloria —dijo el maestro.
Sentía que era un maestro—.
Siga así —añadió—, se hará con muchas posesiones espirituales.
Sepa que se le espera en las esferas de luz.
Allí le esperan cosas hermosas.
Lo que ve aquí es el amor servicial.
Cada cual tiene su propia tarea, pero todos servimos al hombre que entra aquí.
Le aclararé dónde se encuentra usted.
Sígame.
Salimos de nuevo, y el maestro dijo:

—Hermano Lantos.
—¿Me conoce usted?
—Ya oye que lo conozco.
—¿En esta inmensidad?
—Yo sabía desde hacía tiempo que usted vendría aquí.
Lo esperamos a usted y a muchos otros.
En las esferas hay un ser que lo espera y ese maestro se ha conectado conmigo.
Por eso sé de la vida de usted y de la de todos que entran aquí.
Escuche: se encuentra ahora en la tierra crepuscular.
Pero esto no es su infierno, ya depuso el suyo.
Así que ha llegado más arriba.
Su estado ha cambiado debido a que busca lo bueno.
Aún puede avanzar más, porque su esfera es la siguiente, que está más elevada.
La esfera donde estamos ahora linda con la tierra del odio y es una esfera intermedia.
Usted ya estuvo en la tierra del odio y sabe como es la vida allí.
De modo que se ha liberado de las tinieblas ayudándole a él y a muchos otros.
Las tinieblas, hermano Lantos, las ha dejado ahora atrás.
Por eso le digo: siga adelante, búsquelo de esta manera, entonces lo esperarán las esferas de luz.
En su verdadera esfera ya tiene luz y sin embargo todavía no ha alcanzado su primera sintonización espiritual.
—¿Sigo siendo un muerto en vida?
—Sí, aún es uno de ellos, pero ya no por mucho tiempo.
Entonces hará la transición a la esfera espiritual.
Después vienen la segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta y séptima esfera.
Y después vienen las regiones mentales.
Son las regiones como las que ha vivido y que pueden compararse con el mundo de lo inconsciente.
Quien hace la transición a ellas ya no vuelve y pasa al cuarto grado cósmico.
Ese es otro planeta.
Pero de eso ya quedará convencido más tarde.
Todos nosotros, hermano Lantos, nos damos de lleno a quienes entran aquí desde las tinieblas y la tierra.
Los protegemos contra recaídas y los ayudamos en todo.
Este es nuestro trabajo.
Otros descienden a las tinieblas para ayudar a los infelices.
—¿Que sucederá con aquel al que se me concedió apoyar?
—Duerme y dormirá durante mucho tiempo, después comenzará su vida espiritual.
—¿Es esta su esfera?
—Sí, es su esfera.
—¿Se quedará aquí mucho tiempo?
—Puede tomar años y depende enteramente de su propia voluntad.
—Ha tenido que sufrir tanto, ¿se tiene en cuenta eso?
—¿A usted le regalaron algo?
—No, eso no.
—Pues a él tampoco se le puede regalar nada, él mismo quiso esto.
Entendí.

—¿Me encuentro aquí en la frontera del verdadero infierno en esta vida?
—Así es.
—¿Así que puedo seguir?
—En efecto.
—¿Qué me aconseja que haga?
—Es usted quien decide lo que quiere hacer.
Puede volver a la tierra, descender a las tinieblas del infierno, o ir más arriba para tomar posesión de su esfera.
Pero le recomiendo que se ponga de nuevo con su trabajo.
Hay miles que necesitan ayuda.
Puede hacer grandes cambios en poco tiempo, porque posee usted una voluntad fuerte, conoce todos esos infiernos y esas esferas y sabe cómo alcanzar a la gente en la tierra.
En los siglos que han pasado ha aprendido todo eso.
—Descenderé —dije al maestro.
—Ese es el camino, hermano mío.
—¿Me siguió en todo?
—Ya le dije que estoy conectado con su maestro.
Desde aquí se le ayudó en todo y hemos captado sus oraciones.
—¿Es posible eso?
—Ya ve que lo sabemos.
Las oraciones puras que son elevadas encuentran conexión inmediata.
Nos llegaron sus sollozos de auxilio y su gran amor para ayudar a un ser humano; no: se elevan más y más, hasta penetrar en las esferas de luz.
Desde allí se nos comunica que ayudemos a quienes necesiten esta ayuda.
O sea que esas conexiones las establecen los maestros.
—Si le entendí bien, siento que cuanto más puramente me pueda dar y cuanto más grande sea el amor que siento por otros, ¿más grande será la ayuda que recibiré?
—Así es.
Cuando se dé a sí mismo con amor, los espíritus más elevados le apoyarán y le enviarán sus ayudantes.
—¿Es así con todos?
—Quien quiera el bien recibirá esta ayuda.
—¿Sigue cada alma su propio camino?
—Cada cual ha de seguir su propio camino, pero todos seguimos un solo camino para poder alcanzar las esferas más elevadas.
Y se hace amando la vida y sirviéndola.
—¿Son todos esos caminos igual de difíciles?
—No, eso no.
Pero usted ha vivido la miseria más profunda, ha recorrido el camino más difícil que existe.
Su proceso de muerte fue una entrada especial.
Pero no solo esto lo fue, sino también cómo encontró su camino desde allí y cómo llegó hasta aquí completamente solo.
Recorrió diversos estadios y supo liberarse de esas esferas.
A otros hay que ayudarlos y necesitan ayuda.
Pero usted busca en su vida y también intenta ayudar y apoyar a otros.
Al hombre que es capaz de alcanzar esto por sus propias fuerzas se le respeta de este lado.
—¿Puede decirme dónde vive el maestro Emschor?
—Su líder espiritual y maestro vive en la quinta esfera.
—¿Cómo dice? ¿En la quinta esfera?
¿Cuánto no me falta para llegar allí algún día?
—Si continúa de esta manera conseguirá rápidos avances.
¿Quiere preguntarme algo más?
—Sí, aún tengo mucho que preguntar, pero aquí no me quiero quedar.
Regresaré a la tierra y a todos esos otros infiernos, y veré cómo hacerme con esas fuerzas espirituales.
Primero quiero regresar a mi celda, quizá pueda ayudar allí a otros.
—No hace falta, hermano Lantos.
—¿Lo sabe usted?
—Sabemos dónde puede encontrarse al hombre que necesita ayuda.
—¿En esta inmensidad?
—En este mundo estamos conectados con millones.
Es una poderosa cadena y el hombre que se conecte con ella encontrará allí también a hermanos y hermanas de esferas más elevadas.
De inmediato estos envían sus pensamientos hacia arriba y entonces nosotros sabemos si allí hace falta ayuda urgente.
Y solo quienes hayan vivido una vida igual podrán ayudarlos.
Todo, usted lo ha vivido, es concentración y es amor, concretamente amor servicial.
Puede regresar a su prisión cuando quiera, pero allí ya no necesitan su ayuda.
—¿Así que me encargaron ese trabajo?
—Justo, siguieron sus caminos.
Incidieron en usted en silencio.
Nunca está solo, aunque crea estarlo.
De modo que ninguno de ellos, hermano Lantos, que todavía están encerrados en su calabozo, está conectado con este mundo.
—Es asombroso —dije—, poderoso y profundo.
—Así que vuelva a la tierra, allí encontrará otro trabajo.
Y cuando regrese aquí, todo será diferente y comprenderá mejor su vida eterna.
Vamos, sígame, lo llevaré a quien ayudó (—terminó).
Vi a centenares de personas, todas sumidas en un profundo sueño.
Entendí que estuvieran dormidas, Emschor me había hablado de eso.
Qué cierto era todo.
Vi a hombres y mujeres juntos.
Se cuidaba de personas hechas y derechas como si fueran niños.
Les aclaraban esta vida, porque sentí que no eran capaces de poder ayudarse a sí mismas.
Así no quería ser, quería arreglármelas yo mismo.
Cada segundo llegaban aquí miles de personas de la tierra que habían muerto allí.
De inmediato, los hermanos volvían a la tierra para ir a buscar a otros.
Era fenomenal poder percibir esto.
Morir y nacer, una y otra vez, desde hacía miles de años sucedía de esta manera.
Mayores y jóvenes estaban aquí juntos, pero no vi a niños.
Allí yacía mi amigo.
Me asombró que ya hubiera cambiado tanto.
El cuerpo espiritual iba cobrando conciencia paulatinamente y se despertaría, por fuerza.
Esto ocurría mientras dormía.
Sentía y comprendía todo ello por haberlo vivido conmigo mismo.
Pasarían meses antes de que el hombre volviera a ser él mismo.
Aun así, el proceso se cumplía.
Profundo era su sueño.
‘Oh, esta vida’, pensé, ‘qué poderosa es’.
Miré a mi alrededor y mi decisión estaba tomada.
Aquí no quería quedarme, porque yo no era alguien que se sentara apaciblemente junto a sus posesiones adquiridas.
Quería retomar el camino para trabajar en mí mismo.
Di gracias al maestro por todo lo que se me había dado y me despedí de todos ellos.
Muchos fueron a despedirme.
Todos me dijeron adiós.
Viviría nuevos problemas y conocería lo asombrosos que eran.
Volví a estar de camino y las tinieblas a mi alrededor fueron haciéndose más densas.
Esta esfera fue ciñéndome lentamente hasta que me disolví en ella.