El hombre en la tierra visto desde esta vida

Volví a concentrarme en la tierra y de inmediato se me hizo visible el mundo material.
Ya no quería seguir más a esa pobre mujer, solo la molestaría.
“¡Adiós”, le dije, “adiós, infeliz!
Quizá nos volvamos a ver algún día”.
Pero la eternidad es una gran extensión, así que también ese reencuentro sería un milagro.
Tenía delante de mí una ciudad y estaba viendo a gente, por todas partes había gente terrenal.
Había vida, mirara donde mirara.
Por fin había regresado al mundo habitado y pronto quedé inmerso en el bullicio.
Qué distinta veía la tierra a cuando todavía vivía en mi cuerpo material.
Todo parecía envuelto en una emanación, pero veía con nitidez a la gente y los edificios y lo que era parte de la tierra.
Deambulé por las calles, pero no me era posible concentrarme en un solo punto, esa transición era demasiado intensa.
Veía demasiadas cosas y primero tenía que dejar que esta vida me traspasara.
Ahora que había entrado aquí, entendí que aquella mujer ya no tendría que quedarse durante mucho tiempo en esa soledad.
Ya estaba haciendo la transición a esta vida, y pronto se le haría visible.
También ella no estaría más que asombrada.
Me parecía conocer esta ciudad, porque vi cosas que también había conocido antes.
Aunque muchas cosas hubieran cambiado, reconocí todo.
Si me había sintonizado bien, me encontraba en la ciudad donde había vivido.
Mis pensamientos me habían llevado de vuelta a este sitio.
Vi a gente que todavía vivía en la tierra y también a personas astrales.
Atravesaba a unos y me chocaba con otros cuando pensaba en ellas.
Todas esas personas astrales iban vestidas a la manera terrenal, así que había resuelto este misterio.
Esta era la verdad y no estaba imaginándome nada.
Era capaz de distinguir claramente al hombre terrenal del astral.
El hombre terrenal tenía mayor densidad y el astral estaba más difuminado.
Pero eran como si aún vivieran en la tierra.
Se me hacía incomprensible que se supiera tan poco de esta vida, porque no dejaban de ser muy visibles.
El hombre terrenal me traspasaba andando sin sentirlo ni verlo en absoluto.
Yo me situaba dentro de él y sin embargo no me sentía.
El hombre carecía de cualquier conciencia de otra vida.
El hombre terrenal estaba envuelto en una espesa emanación, que lo mantenía preso como dentro de un muro espiritual.
Aún no me quedaba claro lo que significaba, pero en eso era en lo que reconocía al hombre material.
Después vi a personas terrenales como sombras y a otras las vi muy bastas.
Eran las que mejor percibía, igual que eran las más fáciles de alcanzar.
Sentía que podía hacer la transición a sus vidas con solo pensar en ellas.
Pero tenía que sintonizarme con ellas de forma pura, de lo contrario no ocurría nada.
Era un milagro bastante imponente haber regresado al lugar donde había vivido.
Quería saberlo todo de esta vida y conseguir asimilarlo.
Por eso decidí quedarme solo y no ocuparme de nadie más.
También resultaba curioso ver cómo cada uno seguía su propio camino.
Las personas terrenales y astrales vivían juntas y eso era la muerte y la vida eterna.
La vida y la muerte eran dos problemas para el hombre terrenal, pero ahora vi y sentí que no significaba más que vida.
¡La muerte no existía!
Los seres humanos muertos espiaban y perseguían a las personas terrenales.
No sabía yo si hacían el bien o el mal.
Pero sumido en pleno silencio, lo cual yo sentía y percibía con nitidez, el hombre astral elaboraba un plan que vivía junto al hombre en la tierra.
Lo sentía por verlos así juntos.
Era muy asombroso verlo desde este lado.
Cuando me sintonizaba con más intensidad volvía a oír ese ruido ululante que significaba pasión y violencia.
Cuando volvía a concentrarme en el hombre, era como si sintiera la traición y como si esta me entrara.
Aquí acechaba el peligro, aquí había que estar alerta.
La vida que percibía incidía en mí, y me atemorizaba y angustiaba.
Entendí que la tierra era un infierno.
Sin darse cuenta de ello, el ser humano terrenal vivía en un infierno espiritual.
Me parecía muy claro, ese infierno estaba en ellos y alrededor suyo, porque en su interior reinaban las tinieblas.
Ahora que había visto aquellas sombras entendí que quienes estaban en ellas se encontraban en otro infierno que el hombre más basto.
Me irradiaban miedo y horror quienes resultaban tan desagradablemente visibles para mí.
Estaba empezando a comprender ese miedo, porque había que prevenirse contra esos seres.
También había visto ya a personas astrales que se parecían más a animales que a seres humanos.
Daba miedo verlos avanzar de aquella manera.
Habían dejado de ser personas.
No les correspondía ya esa denominación, habían depuesto lo humano.
¿Habían hecho estas personas la transición a lo animal?
Sería así, porque eran horribles.
Me parecía ver demonios en ellas, dado que les envolvía una luz verde destellante.
Procedía de su interior, lo veía claramente.
Esa luz verdosa era igual que la de quienes me habían tendido la trampa para venir aquí.
Las vigilaría con mucho cuidado, sin quitarles ojo.
No quería tener nada que ver con esas personas.
Cuando las seguía, sentía mentiras, pasión y engaño.
Pero lo más asombroso de todo era que yo les resultara invisible.
No me sentían y les era imposible verme.
Cuando viví eso, me atreví a acercarme más.
Pero, ay, qué bestial era esta gente, no sabría describirla.
Eran como monstruos preanimales, sus manos cual garras y ese tipo de seres humanos bestiales vivían en la tierra.
Dejé de seguir ese animal, porque sentí que en la tierra había que ser muy cauto.
Tenía que fijarme en diversas cosas.
Desconocía el peligro que me amenazaba, pero lo que sentía no prometía.
Por eso seguí mi propio camino.
Alguna vez llegaría el día en que asimilaría aquello, en que quisiera conocer a esas personas, pero ahora me ocupaban otros pensamientos.
Sentía mi propia vida y quería saberlo todo al respecto, y hacer tranquilamente la transición a ella.
Muchos estados emocionales todavía no sería capaz de asimilar ahora.
Sí era llamativo que mis propios pensamientos y sentimientos me impulsaran en esa dirección.
Había algo que me enviaba hacia allá, de modo que seguiría la voz de mi corazón.
Había algo dentro y alrededor de mí que sentía con mucha intensidad, pero que aun así me era invisible.
¿Se me estaba enviando en una dirección concreta?
Me quedaría a la espera, muy atento a todo.
En este momento sentía que me volvían todas las preguntas que me había hecho en la tierra.
Entonces es que hace unos instantes había sentido bien y con nitidez.
Eso me impulsaba y a ello me entregué por entero.
Intentaría resolver todas esas preguntas terrenales conmigo mismo y a través de mí mismo.
Llevaba pensando largo rato sobre todo ello cuando sentí algo especial.
Ahora que había regresado aquí, me sentía como en aquel tiempo en que aún vivía en la tierra.
Estos sentimientos estaban relacionados, por tanto, con todas mis preguntas.
También por aquel entonces vivía apartado y ahora me volvían esas ansias.
Era el mismo, completamente el mismo, en todo.
Qué asombrosa es esta vida, me decía una y otra vez.
Cuanto más pensaba en esto, más me regresaban todas mis propiedades de antes.
También entendí que esto en lo que vivía ahora era mi infierno.
Ya no había tanta oscuridad y veía más luz que cuando entré en este mundo.
No había perdido nada, pero tampoco recibido nada, yo era como vivía por entonces en la tierra.
Tampoco en este tiempo había tenido necesidad de encontrarme con la gente, lo cual me sorprendía mucho.
Antes de entrar aquí deseaba ver a gente y encontrarme con ella, divertirme, pero esos deseos habían desaparecido de golpe.
Estando en mi celda sentía un ardiente deseo de ver vida.
Ahora la veía, viviendo en ella, había gente a mi alrededor, pero no me decía nada.
Entendí lo natural que era esta vida, porque la sentía y la veía.
Aquí no se podía ser de otra manera que como uno fuera y sintiera por dentro.
En su día había pasado por un estado antinatural, pero ahora había vuelto a ser natural.
Me había llevado a mí mismo a la disarmonía, pero esos sentimientos faltos de armonía se disolvían, según había experimentado, y así regresaba a mi propia vida.
Pero qué milagrosa que es esta vida.
Siempre me lo repetía, porque eran milagros.
Era imponente, dado que mi propia vida me devolvía la armonía.
Pero aun así estaba en disarmonía con el conjunto, con lo imponente, con Dios, porque yo vivía en un infierno y eso significaba disarmonía.
Sentía un profundo respeto por el Creador de todo esto.
Él, que en todos esos infiernos podía mantener la armonía, me parecía poderoso.
Aquí todo se regulaba por su propia cuenta.
Por ser yo vida y significar vida, esta podía manifestarse en mí y me veía sometido a todo esto, mientras todos aquellos milagros y problemas me traspasaban y se disolvían en mí.
Empecé a sentirme agradecido hacia Él, hacia ese Dios incomprensible.
Las casas, los edificios y templos estaban envueltos en una emanación, pero las veía con nitidez.
Atravesaba esos muros, nada me lo podía impedir, entraba y salía, porque aquí ya nada estaba cerrado para mí.
También eso era un milagro en sí, y fui repitiendo esas entradas y salidas porque me divertían.
Me encontraba en las personas y junto a ellas, aunque no me veían ni me oían.
Las oía hablar con otra gente y entendía cada palabra.
Pero de nuevo hice otro descubrimiento.
Con algunas personas parecía como si estuvieran muy lejos de mí, y sin embargo estaban cerca.
No las podía seguir bien y me pareció entender lo que significaba eso.
Su figura me era invisible, otras eran sombras, y algunas muy bastas: a estas ultimas las oía mejor que a ninguna otra.
Eso también me había quedado claro en la calle.
Veía a esas sombras delante de mí y conversaban, una peculiar conversación de ser humano a ser humano.
Tenía que conectarme justamente con el ser humano al que percibiera mejor si quería poder seguir su conversación.
El significado que sentía era este: algunos tenían otra mentalidad que yo, estaban por encima de mí.
Los demás eran peor o no tenían posesiones.
Sea como fuere, sentía que allí estaba el significado de este acontecimiento.
Ya dije que entraba por una casa y salía por otra, pero dejé de hacerlo porque quería seguir mi propia vida.
Llegado a la calle —dado que sentía la tierra como cuando vivía allí— oí un estruendo mezclado con llantos.
Cuando me concentré sentí lo que ocurría.
En una esquina de una calle mucha gente huía de estampida.
Estaban sufriendo un ataque.
Vi que llevaban cruces y figuras de santos y entendí lo que todo esto significaba.
Los estaban espantando los paganos.
La sangre de los cristianos corría por la calle y eran ellos quienes habían empezado a llorar de esa manera terrorífica que yo oía.
‘Como de costumbre’, pensé, ‘el hombre no cambia en nada’.
Ahora que empezaba a entender mi propia vida y se me aclaraba la vida eterna, este acontecimiento me resultaba aún más terrible que cuando vivía allí.
Pero ¡si esto no tenía por qué ser así!
Los jinetes se abalanzaban sobre los cristianos, dispersándolos.
Estos también se defendían, había muertos a diestro y siniestro.
Vi ante mí una escena asombrosa.
No entendí de dónde habían salido tan pronto esas personas astrales, pero vi espíritus que se llevaban a las personas desprendidas que habían entrado aquí de golpe.
Me resultaba un acontecimiento curioso.
Cuando me di buena cuenta de lo ocurrido había regresado el silencio.
Los cristianos y paganos habían ido cada uno por su propio camino.
Había sido una pugna breve e intensa, con algunos muertos y heridos como resultado.
Todo ello ocurría por la fe.
Las personas astrales se disolvieron ante mis ojos.
Lo único que había quedado de ellos era la calle manchada de sangre cristiana, porque se había destruido a gente.
Se mataba por la fe, para eso se abatía a estas personas.
Paganos frente a creyentes y ni unos ni otros eran conscientes de lo que hacían.
¿Y por qué ese odio?
¿Por qué le parecía bien al jefe de la iglesia?
Man provozierte die Heiden und nun waren sie in Feuer und Flamme.
Pero no le di muchas más vueltas y decidí que era mejor seguir.
Cuando me conecté con otras personas oí que comentaban lo sucedido.
Cada uno pensaba una cosa diferente.
Unos estaban a favor, otros en contra.
Pero cuando seguí escuchando su conversación, constaté que había habido importantes acontecimientos desde mi muerte.
Los oí decir:

—Es seguidor de Sergius.

‘Sergius’, pensé, ‘ese era el jefe de la iglesia en mi época’.
¿Había otro ahora?
Me quedé a la expectativa para escuchar qué más dirían.
Pero su conversación dio un giro y me fui.
Aun así, deseaba conectarme con otras personas, porque quería saber lo que esto significaba.
Cuando llegué a otra calle me topé de nuevo con un desfile.
Y los jinetes se abalanzaban otra vez sobre la gente, aplastándola.
Sus quejidos me alcanzaban hasta en este mundo y quizá se elevarían cada vez más, hasta llegar a Dios.
Desconocía lo que Dios pensaría de esto, pero a mí me parecía espantoso.
—Muerte a Honorius. —Oí que gritaban por todas partes—.
Muerte a Honorius y maldito sea su Dios.
Maldito sea. —Oí de nuevo.
Me conecté con las personas terrenales y sentí en qué tiempo vivían.
¿Cómo era posible?
¿Estaría sintiendo con nitidez?
¿Habría transcurrido un siglo?
Era casi imposible y sin embargo lo sentía claramente.
Cuando yo era niño, se hablaba de Benedictus, Juan y Leo, y ahora de Honorius.
Volví a intentar conectarme intensamente con ellos.
No cabía otra opción, había pasado un siglo.
Pero ¿cómo era posible?
¿Pues qué me había sucedido?
Había estado encerrado en un calabozo, había puesto fin a mi vida, había vivido el proceso de putrefacción y después me había dormido.
Tras mi despertar había vivido mucho tiempo en silencio.
¿Había sido un siglo?
¿Me separaba un siglo del pasado?
No podía aceptarlo, pero aun así, cuando volví a conectarme, haciendo la transición a sus vidas, no me quedaba otra.
Pero lo que es entender, no lo entendí, y decidí quedarme a la espera.
Nuevamente había vivido una cosa extraña, porque no podía llamarla asombrosa.
Pero algún día lo averiguaría, sentía que aquí todo se me quedaba envuelto en tinieblas.
Tenía que intentar encontrarlo en mi propia vida.
Guardaba relación conmigo y de este lado el misterio podía resolverse.
Pertenecía a la vida espiritual, aunque aquel acontecimiento, a la terrenal.
Me entristecía que el hombre se destruyera a sí mismo, y eso por la fe, por Dios.
¿Sería esa la intención de Dios?
Se me hacía increíble.
Proseguí mi camino e intentaría volver a encontrar mi propia vivienda, quería saber lo que habría quedado de ella.
Pero si tenía que aceptar todo aquello que había percibido hace unos instantes, entonces Marianne vivía de este lado, entonces también ella estaba muerta y habían sido nítidos y correctos esos primeros sentimientos.
Pero ¿y dónde estaba ella?
Me entró mucha curiosidad y quise saber todo desde mi juventud, si es que era posible.
Fuera a donde fuera, había luchas por todas partes.
Nunca había participado en ninguna, porque en la tierra solo vivía para mi arte.
Pero había tenido que aceptar una fe, porque de lo contrario me habrían encerrado también a mí, tarde o temprano.
Ya en la más lejana antigüedad se luchaba y el hombre todavía no había cambiado nada.
Seguí la voz de mi corazón y seguí avanzando hacia donde antes había vivido.
Realmente reconocí muchas cosas que antes también había habido.
Había vivido cerca de las murallas de Roma, en una de las partes más hermosas de la ciudad.
Mis propios pensamientos me devolvieron a ese lugar.
Vi muchas cosas cambiadas, pero aún lograba orientarme.
Cuanto más me acercaba a mi casa, más intensamente sentía los latidos de mi corazón.
Era como si me estuviera esperando algo extraño.
Por fin había llegado al lugar donde había vivido.
Aquí es donde había matado a Roni y conocido a mi Marianne.
Pero ¿qué era eso?
Mi casa había sido arrasada completamente, no quedaba nada.
Me quedé muy decepcionado, porque en eso no había pensado.
¿Me habría equivocado de lugar?
Me concentré en mi anterior posesión, pero no, no me equivocaba, aquí es donde había vivido.
Sin embargo, no entendí nada y me senté a reflexionar sobre todas estas cosas.
Pareciera que a todo el entorno le hubieran dado la vuelta, hasta la naturaleza había cambiado.
Por la decepción sentí un dolor punzante en el corazón y me quedé muy triste, ahora que tenía aceptar todo esto.
¿Dónde estaba Marianne?
Vivía de este lado y sin embargo no había venido a mi encuentro.
Marianne, hija mía, ¿estás muerta?
¿Vives en otro infierno o eres de los felices?
¿Llegaste a un cielo?
¿Poseería un cielo?
¿Estaría tan alejada de mí?
Me parecía demasiado increíble, demasiado antinatural.
Sin embargo, estaba muerta, porque no habría llegado a tan mayor.
¿Por qué no viniste? ¿No me amas?
¿No logras encontrar el camino a mí?
Me fueron surgiendo todas esas preguntas.
No, con esto no había contado, ya no quedaba nada de mi vida terrenal, mi vida allí había sido en balde.
¿Sabría Emschor dónde estaba Marianne ahora?
¿Quién podría resolverme este misterio?
Era un problema imponente que no conseguía resolver, que se me hacía incomprensible, porque sentía que entraba en colisión con leyes que no conocía ni entendía.
Aun así, quería seguir siendo yo mismo, por triste que me sintiera, no iba a perder la cabeza.
Pero se encontrara donde se encontrara Marianne, aunque estuviera en el infierno más profundo, iría a buscarla para quedarme con ella y no dejarla sola nunca más.
Me habitaba ese amor, y yo estaba dispuesto a ir hasta ella, porque la amaba, realmente la amaba.
No podría amar a ningún otro ser.
Mientras estaba con estos pensamientos sentí surgir en mí otra fuerza.
Era más poderosa que yo mismo, hacía la transición a mis sentimientos, porque al instante sentía los cambios que se manifestaban en mí.
Sentí cómo me entraba cansancio y somnolencia; algo me estaba ocurriendo.
¿Qué era?
La tierra desapareció ante mi vista y sentí que se me conectaba con otro mundo.
Allí, debajo de mí, empezó a haber movimiento, algo estaba tomando forma.
¿Lo estaba viendo bien?
¿Era eso mi taller?
¿Estaba viendo el pasado?
De mi casa y de todo lo que en la tierra había podido llamar lo mío ya no quedaba rastro.
Pero ahora estaba empezando a percibir el pasado.
Me veía a mí mismo, y también vi que había empezado a trabajar en la estatua de Marianne.
Era en el momento en que la estatua vieja se había quedado hecha añicos, perturbándome la inspiración.
Aún me acordaba muy bien de todo, y con eso fui conectado ahora.
Se me estaba manifestando el pasado.
Pero ¿qué significaba todo esto?
¿Estaba despierto o soñando?
Me palpé, pero no, estaba completamente despierto, aunque aquí sucedía algo asombroso que todavía no entendía.
Veía el momento en que estuve recogiendo todos esos trozos rotos para poder retomar la obra y moverme con libertad.
Era milagroso lo que percibía ahora.
También ahora sentí esa tremenda sacudida, y con la sacudida se cayó la estatua en mil pedazos.
Pero ¡veía más cosas!
De los trozos y pedazos me llegaba una luz verde destellante, que había visto durante mi vida en la tierra en el momento en que aplasté a Roni.
¿Habría estado rodeado en esa época de poderes tenebrosos que me habrían estado influenciando?
Ahora tenía que esforzarme con todas mis fuerzas para poder controlarme.
Fui tranquilizándome un poco.
También en eso se me ayudaba, porque era formidable lo que iba a percibir.
La fuerza que me mostraba todo esto también me preservó de que me hundiera.
Esa fuerza —lo sentía claramente— era la que dirigía todo esto, y a mí.
¿A través de quién estaba yo viviendo esto?
¿Quién poseía la fuerza para conectarme con el pasado?
¿Era Emschor?
Sentía ahora que aquellas horribles influencias de hace poco habían destruido mi propio pensamiento y que yo habría sucumbido si la otra fuerza no me hubiera ayudado.
Por cierto, ¿quién me había traído esa estatua y hecho el encargo?
Sí, cierto, había sido un joven delgado, un egipcio.
Al pensarlo, cambió la visión y tuve otra.
Reviví el instante en el que aquel forastero me había traído esa estatua, lo reconocí claramente.
Esa visión también pasó.
Me pareció reconocer en esa luz verde destellante una fuerza procedente de mi calabozo.
En esa luz se me habían manifestado los demonios y también eso lo entendí ahora plenamente.
Así sentí que se habían seguido mis caminos y que todo esto ocurriría.
La muerte de mi amigo era parte de eso, igual que muchas otras cosas y acontecimientos que aún no me resultaban claros.
Formaban también parte de eso el miedo y la fiebre que había sentido entonces.
Iban acumulándose nuevos problemas, pero muchos los estaba reviviendo.
Quizá todo me sería aclarado.
Ese demonio me había destruido, ya entonces había estado conectado con él.
Me había quedado convencido de ello y tenía que aceptarlo.
Las influencias de esos terribles seres aún estaban pegadas a esos trozos y pedazos.
Esta luz, que era diabólica, y aquella de mi calabozo eran una misma influencia.
Pero tenía que conservar la calma ahora, de lo contrario no llegaría hasta allí.
Qué falsas eran esas fuerzas, qué viles que pudieran hacer esto.
¿O tenía otro significado?
Pero sentía que todo estaba relacionado con esos demonios.
La estatua era de uno de sus familiares, muerto hacía mucho tiempo.
El estilo era egipcio y helénico.
Sentía cada vez más, los sentimientos iban encadenándose.
Pero lo que me surgió ahora era casi increíble.
Porque sentí que yo tenía que ver algo con esa estatua, dado que me vi hacer la transición a ella.
Me sentía a mí mismo en ese estilo antiguo.
Mis primeros preceptores tuvieron que quitarme la costumbre de ese estilo y no entendían dónde me había hecho con él.
Pero si esto contuviera verdad, tal vez entonces se me resolvería el misterio de dónde procedía mi aptitud por el arte que ya tenía en mi juventud.
Me encontraba ahora ante un gran problema humano, que aún no entendía, pero que me había mantenido ocupado durante toda mi vida anterior.
Oh, si algún día se me resolviera ese misterio sería muy feliz.
También se me hacía un misterio cómo aquel egipcio me la había traído hasta aquí.
¿Cómo había conseguido ese arte antiguo?
Mi aptitud por el arte, ese estilo antiguo y esta estatua, en que me veía y sentía a mí mismo, eran una sola cosa.
Algo, una fuerza incomprensible, un poder o lo que fuera, los unía, pero ¿qué era?
¿Realmente sería Emschor?
¿Podía mostrarme todo esto?
¿Poseía esa fuerza?
Ahora sentía que regresaba a mí mismo y que una densa emanación mantenía todo esto oculto.
Era una lástima, porque iba avanzando tan gloriosamente hacia la revelación de todos esos secretos.
Pero me encontraba impotente.
Acababa de vivir cosas milagrosas.
¿Sería que aún no se me concedía conocer la verdad entera?
Entonces ya esperaría, pensé, y sentí que debía seguir avanzando.
Pero ¿hacia dónde?
Seguiría por este camino y acudiría a mi calabozo.
Había sido allí donde Marianne había ido a visitarme, quizá podría percibir algo también en ese lugar.
Seguí la voz de mi corazón, la que me había mostrado todo esto, y mis sentimientos y pensamientos me condujeron al sitio donde había estado encarcelado.