Noche del 11 de abril de 1950

—Buenas noches, hermanas mías y hermanos míos.
(Gente en sala):

—Buenas noches, maestro Zelanus.
—¿Quién de ustedes tiene preparada la primera pregunta?
(Señor en la sala):

—Maestro, si en el caso del hombre es el barítono lo que representa lo puramente paternal y en el caso de la mujer, el alto lo maternal, ¿qué significa entonces el bajo en el caso del hombre?
¿Qué intención hay detrás de eso?
—Es casi lo mismo, solo que es un grado más elevado.
Tenemos el bajo y el barítono.
Hay siete grados para la voz, según les he contado.
Y el barítono es la fuerza creadora pura.
El bajo está un poco por debajo.
Así que se va desde la profundidad a la creación y se regresa desde arriba, desde allí se va al tenor.
Así que crecemos hacia ambos fundamentos hasta que uno está en la fuerza creadora y la voz es creadora.
Para la mujer: el alto.
Así que ascendemos, regresamos.
Partimos de la paternidad hacia la maternidad; esto es lo que hacemos.
Lo hacemos sin problema.
¿Entienden, verdad?
¿Quién?
(Señor en sala):

—Sí, maestro Zelanus, me gustaría hacer la siguiente pregunta.
Hace poco venía en el periódico: un médico en Estados Unidos ha inyectado aire en las venas de una paciente de cáncer en estado grave, por lo que se acortó su expectativa de vida.
Me gustaría que me dijera: ¿qué significa semejante acto para el espacio?
Porque, bueno, ese médico... digamos que su alma se vio infundida por motivos humanitarios.
—A usted lo que le importa es determinar: ¿puede hablarse de suicidio?
(Señor en sala):

—Sí.
(Alguien en la sala):

—O de asesinato.
—Asesinato.
Y suicidio.
A la enferma... por supuesto que a la enferma la habían convencido.
Preguntó a la enferma: “¿Le parece bien?”.
Al margen de ella... semejantes cosas no ocurren al margen de la conciencia.
Entonces sería un asesinato consciente.
Sobre la enferma se ha...
A la enferma se le habrá dicho...
“Sáquenme de este sufrimiento”.
“¿Le parece bien?
Entonces le ayudaré”.
Plenamente consciente, ¿verdad?
Bien, eso lo aceptan ustedes.
Da usted paso a la siguiente pregunta y entonces uno de los dos es el asesino.
Cuando esa madre, o ese hombre, el ser humano, decide: pon fin a esta vida, entonces es suicidio por el otro.
No tiene que... el médico no tiene que hacerlo.
Juntos cargan con esta lucha.
Es algo que nadie puede eludir, esos dolores, ese estado, ese cáncer, es karma, sin duda.
¿Por qué usted y no otra persona?
Es algo que uno tiene que atravesar.
Y cuando a esta alma, a este ser humano, le quedan cuatro, cinco meses de vida, cuando era eso lo que le quedaba, por poner ella misma fin a su vida, por acortarla, termina metida con su cuerpo en la tierra y entonces vive el proceso de putrefacción con toda su fuerza.
Peor aun, miles de veces peor que el cáncer, aquí esa putrefacción consciente, también putrefacción... no es tan terrible, tan espeluznante como el proceso de putrefacción, estar atado al cuerpo que se está pudriendo, porque uno sigue estando consciente.
Es imposible destruirnos nosotros mismos, no es posible destruir el alma, la personalidad espiritual, astral.
Así que uno termina con ese cuerpo metido en la tierra; lo agravamos mil veces.
Si el médico... si el médico lo hace sin su conocimiento y sentimiento, entonces él es el asesino.
No es posible violar estas leyes naturales, no es posible acortar su vida por estar enfermo.
Para la tierra todo es posible.
La ciencia, la sociedad, el sentimiento de justicia se enfrenta a ello y dice: no, doctor.
La facultad dice: no, nosotros estamos para sanar.
Ya entenderán que cuando...
En los tiempos prehistóricos se masacró de esta manera a millones de personas.
Pero ya entenderán que si a la ciencia le pareciera bien que el médico liberara al enfermo de ese sufrimiento, se convertiría en un asesinato a gran escala.
Así que para el espacio somos...
Violamos nuestra vida.
¿O esa vida?
Ese cuerpo está enfermo, pero esa vida no está enferma.
Esa vida tiene que vivir todavía un poco, meses, quizá un año, dos.
¿No oyeron durante la guerra de ustedes —otro problema— que en Alemania se gaseaba a los dementes?
Esa gente llegaba detrás del ataúd y gritaba.
Había algunos que estaban libres.
Ahora otra cosa y así lo sabrán de una vez por todas, y entonces dirán: pues, sí, debe de ser así.
Esa gente llegaba detrás del ataúd, libres, otros regresaban al mundo de lo inconsciente, tenían un nuevo nacimiento, ¿verdad?
Pero se liberaron centenares de miles que dijeron: “¿Por qué me han sacado ustedes a tiros, a patadas, con gas, de mi evolución?”.
Y esta gente vive ahora en esa época, no debajo del suelo, sino que viven en la vida después de la muerte en esa locura, porque la vida la terminarían en esa locura.
Ahora son astralmente dementes, no tienen vida, no tienen conciencia, han perdido sus amarres por otra fuerza, pero esa enfermedad, esa época, esa evolución, esa vida, se ha concluido demasiado pronto.
Ahora están ustedes allí ante esa locura.
No llegarán a desprenderse de esa locura, porque su tiempo aún no ha transcurrido, no es posible que el viento se lo lleve, no es posible hacerlo desaparecer, estará y seguirá allí hasta que llegue su muerte natural.
Ahora no hay nada que hacer con esa gente.
Pueden seguirlos, hablar con ellos, siguen sintiéndose de forma terrenal, y permanecen en ese estado porque su cuerpo de pronto ha reducido su mundo a escombros, por la muerte por gas, por medicaciones, por miles de cosas más.
Peor aún, ahora no viven bajo el suelo, sino fuera.
Ellos no han querido eso.
Esa madre... si esa madre hubiera dicho... la que tiene cáncer: “Yo no quiero eso.
Yo no quiero eso”, y sí se hace, porque el ser humano piensa: entonces esa criatura dejará atrás el sufrimiento... —dispone usted... manda sobre su propio organismo: “Yo no quiero eso”—, entonces a ella no llegarán a meterla en la tierra y estará libre de la putrefacción, porque no fue ella quien destruyó la vida.
Leyes, leyes.
En todos esos estados sentirán ustedes la justicia natural para el cuerpo, el cuerpo necesita dilatación, experiencias.
Después llega por sí solo el proceso de morir.
No es morir, es quedar libres.
Pero también el alma del que se trata, no el alma, sino la personalidad astral como espíritu, es ella quien lo vive.
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

Por allí.
Ahora estoy con usted.
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, ¿qué significa en la parábola del hijo pródigo el hijo que se queda con su padre?
—Ambas cosas.
Sí, claro, es un cuento bíblicamente largo, porque entonces tenemos que seguir al hijo y al hijo donde el padre.
Pero, ¿qué siente usted misma de esto?
¿El hijo que se queda donde el padre o el hijo que se va?
¿Es este el que se equivoca?
(Señora en la sala):

—El bueno.
—Es el bueno.
Ese padre debería decir alguna vez: “Hijo, vivirás de forma independiente”.
Pero ahora resulta que tomamos el camino a la izquierda, a la derecha, para arriba, para abajo.
¿Qué llevan entre manos esos hijos?
¿Qué han hecho?
Ya entenderán: los autores de la Biblia lo han convertido en un hermoso cuento que da gusto, una historia, tan directamente que desde luego forma parte de la conciencia del hogar, la del hogar, la paternal, la maternal.
“No te vayas, no nos dejes solos”.
¿Qué clase de agitación es esa?
¿Qué lograron hacer con eso?
¿Qué logró hacer el mundo, con ese hijo pródigo?
Nunca se ha perdido a ningún hijo, no hay nada que perder.
Y entonces el muchacho regresa.
Bien, pues ya entenderán... la esencia...
No ustedes, que son unos buenazos, sino que es este hijo.
Pero ¿qué profundidad tiene el amor de ese padre, para que diga: “Este de aquí es mi hijo”?
El hijo pródigo regresó: “¡Padre, padre!”.
Ahora viene...
¡Se festeja!
Y ahora fíjense en lo que dirán los pastores protestantes.
¡Hay fiesta!
Y entonces hablan veintiséis horas sobre ello.
Y no es nada.
No significa nada.
Por allí.
(Señora en la sala):

—La intención con la que lo hizo el médico, con la que le inyectó aire a esa mujer...
—Sí.
—... ¿no cuenta en cierta medida? ¿No tiene un significado espacial para el... karma de ese médico?
—Mire, ese médico llegará algún día a un estado en el que dirá: “No volveré a violentar a un enfermo, porque seguiré...”.
Esta es una ley divina, su vida es una ley divina, eso es parte de usted, le pertenece.
No importa si están enfermos o sanos, pero no es posible quitarse la vida de la tierra ni cinco segundos antes de tiempo.
Entiende, ¿verdad?
Entonces se verá envuelta en conflictos, entrará en disarmonía con la transición, con el crecimiento, con el florecimiento, con el final, con la evolución, para su cuerpo.
Pero no con ese cuerpo; ¿qué aura llegará a tener todavía, qué clase de sentimientos llegará a tener en esos tiempo en ese cuerpo?
Fíjense por ejemplo en la esencia clara: la incineración.
Se dice:
“¡Eso es...”, esa persona sí que sabe, “es bonito, es precioso!”.
Desde luego, tienen ustedes...
Ahora estoy con ello, un instante.
Escribimos la tercera parte de ‘Jeus de madre Crisje’ y ahora atravesamos todos esos libros, también las pruebas, las pruebas contundentes; esa maldita incineración tiene que desaparecer del mundo.
Bien, primero acabaré lo otro.
Ese médico que los envía demasiado pronto allí, ese médico que los envía allí demasiado pronto por compasión...
¿Qué es la compasión?
En el otro lado, para Dios, ¿qué es la compasión?
¿Creen que Dios tiene compasión?
Sentir compasión por el ser humano es —¿están leyendo ‘Una mirada en el más allá’?— una destrucción general y pérdida en la vida después de la muerte, en el espacio.
Mejor tengan compasión con algo que tiene que nacer y que lo padece gimiendo de dolor, mejor tengan compasión de eso.
Entonces dirán ustedes: “Sí, esa madre tiene que pasar por allí”.
Eso ustedes lo conocen, lo saben, esa madre tiene que dar a luz de esa manera, y así es como llegamos a ver nueva vida.
Allí también pueden intervenir ustedes, claro, eso lo saben ustedes, el médico sabe.
Resulta que ahora estamos ante una enfermedad.
¿Qué vive esa alma, esa personalidad?
¿Compasión?
Por la compasión nos ponemos a violar la naturaleza, a quebrarla, a mancillarla, a contagiarla, a deformarla.
Él no solo es el asesino, no solo es quien interviene aquí en una ley divina, en la evolución, en su tiempo, en su vida, en su sociedad, en todo, ese dolor, ya ese yacer allí...
No, es el pensar, el ser; ser aquí en la materia —deberían comprenderlo algún día— es lo esencial para el espacio, el alma, el espíritu, la personalidad.
Su vida tiene un tiempo.
Esa vida aún no está en sus manos, pero la echarán a perder, no, la vivirán, tienen que vivirla.
Dios no conoce los lechos de enfermedad, ni el cáncer ni la tuberculosis ni la lepra.
No lo conoce.
Es algo que hemos creado los seres humanos, al habernos dividido a nosotros mismos, al núcleo natural, pueden leerlo en ‘El origen del universo’.
¿Por qué hay enfermedades?
No las había antes.
Nos fuimos a las aguas en el Polo Norte, frío y calor.
Vivíamos en el suelo, desnudos y todo, bajo las tormentas, bajo la lluvia y el viento, aunque cayeran chuzos de punta, no podíamos congelarnos, nuestra combustión interior, nuestro fuego, los órganos eran capaces de resistir eso.
¿Ahora?
Tenemos el tercer, segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo...
Todos los grados para los cuerpos humanos se han dividido en la jungla.
Deberían venir conmigo... deberían leer los libros, deberían venir conmigo a la selva y veamos, doctor.
¿Dónde surgió la primera enfermedad?
¿Por medio de qué?
¿Por qué?
Dios acaba todo, Dios ha calculado todo, también el calor, también el frío, y el enfriamiento, todo lo ha calculado.
Cada planeta, cada estrella está calculada conforme al enfriamiento y el calentamiento, el recalentamiento.
¿Un ser humano no?
¿Por qué es tan fuerte la naturaleza?
¿El animal?
El animal no se ha fragmentado.
Un tigre, un león, su gato y perro, no están fragmentados.
Sí, cuando ustedes...
Los cachorros de ustedes ya están fragmentados cuando comienzan a criar de forma hermosa, noble, y convierten a sus animales, la raza de su perrito en miles de especies; entonces dividen el grado natural y empieza a haber debilitamiento.
Y por eso debilitamiento ha surgido el cáncer, la lepra y todo.
El médico es culpable, no tiene que meterse allí, porque esa alma, esa personalidad tiene que experimentar ese proceso.
Y esa es la evolución.
No solo interviene en la ley corporal, en la naturaleza, sino que también en el karma.
¿Cuándo se liberará esta vida del karma?
Ahora la incineración, miles, millones de problemas.
El ser humano se deja incinerar, deberían mirar ustedes en las tinieblas, no en los infiernos, sí, sí, pero el ser humano que vive entre la tierra crepuscular de la primera esfera y los infiernos, el odio oscuro, profundo, el odio y la miseria profundos y conscientes... tienen ustedes que... allí verán andar a millones de seres humanos, todos incinerados.
¿Entienden?
Ya no tienen cuerpos.
Experimentan ustedes... por el proceso de putrefacción como cadáveres, por la desintegración normal, experimentan ustedes siete transiciones de aura, sobre la que estarán en breve en las esferas... ese es el firme que pisarán.
Si se dejan incinerar, no tendrán dónde pisar, ningún firme, nada, planearán, estarán suspendidos, no podrán estar de pie, ustedes...
Así es como están suspendidos en el espacio, ya no tienen ningún suelo, esa aura se ha quemado, disuelto, adiós, no han tenido tiempo para desarrollar eso.
¿Pueden ponerse a jugar de golpe a ser catedráticos desde la clase más baja?
Entonces primero tienen que llegar a tener el entendimiento, la sensación, como para ponerse a jugar a ser Paganini.
Eso es sentimiento, y este sentimiento lo tienen que edificar, lo vivirán, lo vivirán al tiempo que evolucionen.
Y solo entonces podrán decir: “Esa aura es mía”.
Eso son leyes.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién tiene algo más?
(Señora en la sala):

—Una paciente de cáncer tiene que experimentar su karma, pero de esa manera también vive su propia evolución.
—Claro.
(Señora en la sala):

—Pero todo evoluciona, así que también la medicina.
—Todo, sí.
(Señora en la sala):

—Y si resultara que ahora se encuentran medicamentos por medio de la energía atómica y todo el cáncer se viera detenido...
—Liberarse de todas las enfermedades.
(Señora en la sala):

—... entonces ya no habrá...
—... karma.
(Señora en la sala):

—... karma.
—Pero sí la evolución, está allí y seguirá allí.
Pero Dios dio al ser humano un paraíso.
No, no esas dos personas que ven allí como Adán y Eva y que han mordido una manzanita y a las que se condena.
Nuestro Señor les pueden dar a ustedes kilos enteros, sacos llenos de manzanitas, muérdanlas, sin problema.
(Señora en la sala):

—Sí, pero quiero decir esto, maestro Zelanus.
—Ahora estoy con usted.
Con eso quiero decirle... con eso quiero explicarle que...
Dios dijo: “Les (os) daré un paraíso”.
La sociedad de ustedes se convertirá en un paraíso.
Luego, para comer y beber... entonces solo hará falta entregar...
No hace falta que lo hagan, porque para eso necesitan dos o tres personas que vengan a diario con un carro de suelo, de tierra, con arena.
Y eso es su dinero.
Enseguida harán ustedes —se lo he contado, y eso lo dice la ciencia, lo decimos nosotros, eso vendrá, la ciencia ya lo sabe—, en breve podrán ustedes... por cuatro granos de arena del desierto harán un viaje mundial.
También les darán de comer y beber, porque de eso hay de sobra, eso crece a cambio de nada, ya no hará falta pagar nada, solo tendrán que vivir.
Y como viven, como son obedientes, como son unos bonachones, como aman...
La madre dará a luz, los hijos cruzarán el mundo —lo decimos en ‘Los pueblos de la tierra’— y el padre aprende a servir a la madre, así, tomados de la mano, no tienen más que ir caminando, por todo el mundo.
Por allá, en África, en China, Japón, Italia, allí esperan a su hermano; por esos dos granos de arena, porque hacen ustedes un viaje por el mundo.
Entonces ya no habrá enfermedades.
La energía atómica, ¿qué es la energía atómica?
No, el aura vivo... el instrumento directo que describimos está listo, ya hay aquí partes, no la voz directa, sino el aparato sanador que a ustedes...
Se les pondrán unas cintas , con carga eléctrica, claro, y ustedes están fuera, se le dan cinco minutos, tres minutos, cuatro minutos, y entonces estarán conectados con el cosmos.
Nosotros mantenemos vivos a los cadáveres.
¿No lo han leído?
Podemos escribir diez libros sobre eso.
¿Por qué sigue vivo ese cadáver?
Con un cadáver, cuando nos morimos, es posible dejar andar esa vida —el alma se ha ido—, vivirá, vive, dejémosla estar allí, los músculos y la regeneración en cuanto a fuerza, esa cuerpo seguirá eternamente vivo, porque está conectado con la cosmología, con el aura cósmico, por el que ha surgido todo.
Y entonces durante cinco minutos esa corriente a través de todos los gérmenes patógenos, de todos los órganos, todo se disuelve por completo.
Todo se evapora.
Porque el vapor... el aura causa enfermedad, putrefacción... y ahora llega allí la cosmología, la fuerza cósmica.
¿Sienten lo sencillo que va a ser en quinientos años, en doscientos?
Actualmente, viven en el siglo de los milagros técnicos.
El siglo de la mística pasó, viene ahora, pero ya había terminado, los fundamentos se pusieron en el Antiguo Egipto.
Ahora viven... todas las facultades espirituales están en un punto muerto, la iglesia, la religión.
Solo la mística...
La teosofía, Buda, etcétera, la iglesia, el protestantismo, todos, todo, todo está en un punto muerto.
Su catedrático no significa nada en el espacio.
Cuando allí llega un erudito: “¡Soy teólogo!”.
Claro, de la condena.
Aquí esta noche no recibirán apenas ciencia espiritual, va a ser la Biblia para cada ser humano, en breve será conciencia estatal.
Ya estamos con eso, esa es la razón de que tengamos a tanta gente: para darles la conciencia estatal para el cosmos.
Ustedes reciben ciencia espiritual de la Universidad de Cristo.
Y entonces irán ustedes... por dos granitos de arena harán un viaje de ida y vuelta a Estados Unidos, allí podrán recoger otros granitos —tierra de sobra—, desbloquéenlos, transfórmenlos en energía: una sola célula tiene fuerza como el sol en el infinito.
Hace poco les expliqué que pueden ustedes traer aquí a todos los expertos atómicos de la tierra, y nosotros les daremos clases académicas.
El erudito dice: “Un átomo fisiona el otro una vez que todo haya ocurrido”.
Con ‘Dones espirituales’ les he explicado que cuando desprenden una sola piedra de la materia...
Ya lo habrán oído, por todas partes antes en la Indonesia colonial, y todavía se oye, allí puede pasar todavía, en esa cadena de islas de allá, esa vida es inconsciente, allí tiran con piedras.
Son los demonios.
Los espíritus inferiores se conectan con la materia.
Eso no lo hace un espíritu superior.
Pero entonces esa piedra aterriza exactamente... a esa piedra la podemos hacer doblar la esquina y la hago girar aquí, allí arriba, detrás de esa esquinita, esa piedra es pensamiento, y mientras avanzamos la soltamos: pfaft, y vuelve a ser materia y se quedan con un chichón en la cabeza.
Pero una piedra suelta la otra y llueve piedras.
Miren, ahora un átomo atrae... uno atrae al otro, y eso lo pueden ver por... en Estados Unidos, eso lo pueden ver donde el erudito que fisiona el átomo, es desprender núcleos, eso escriben, ¿verdad?
Y ese núcleo atrae al otro núcleo, dicen, y por eso esa bomba atómica es tan imponente, porque esa encienda millones de átomos y los convierte en fuego.
Una vez que sientan el núcleo, pueden hacer descargar el universo entero.
Lo que a su vez no es posible —eso también lo hemos contado, esa conferencia se la he ofrecido—, porque también hay que espiritualizar los instrumentos.
Pero eso no es nada.
Todo eso vendrá, sin embargo.
Por esa energía llegarán a tener ustedes en la tierra una vida paradisíaca.
Luego no irán ustedes a mil kilómetros por hora, sino a la friolera de veinte mil kilómetros por hora.
La vida ya no se hará hermosa, irá veloz, irá demasiado rápido, demasiado lejos.
Y todos empezarán a decir, cuando hayan vivido todo eso: “No más, basta, ahora me lo voy a tomar con más tranquilidad.
Voy a sentarme durante dos años, tres, en un solo lugar, qué gloria.
Ahora voy a escuchar un poco”.
Y entonces llegan las leyes metafísicas, entonces llega la doctrina.
Y entonces aparece el pastor protestante, entonces estará listo ese aparato, el aparato de voz directa.
Y entonces habrá un invento de esos para el mundo.
El erudito en Estados Unidos dice ahora, Einstein dice: “Sí, yo tengo eso”.
Einstein puso fundamentos para el aparato de voz directa.
Y entonces llegará ese instrumento, estará listo, y de pronto ese erudito, ese ingeniero, dirá: “Dios mío, Dios mío, están hablando los cielos”.
Y a partir de ese momento —eso lo pueden leer en ‘Los pueblos de la tierra’— comenzaremos nosotros.
Entonces ese espíritu que llegará, que yo represento, y de donde venimos nosotros y por el que han surgido los libros, dirá: “Hay uno...
¿Conocieron a Jozef Rulof en la tierra?”.
No Jozef Rulof.
“¿Han oído hablar a los maestros?
¿Conocen los sentimientos, la conciencia de esos libros?”.
Llegarán a estar en cada casa, igual que la Biblia, los fundamentos para la nueva Biblia.
¿Entienden?
No estamos construyendo un plan que mañana se disolverá.
Este seguirá existiendo eternamente, hasta que se disuelva la tierra, y entonces ya no hará falta que hable nadie.
En un tiempo ya no hará falta que ustedes a nadie... ya no hará falta que se deslomen —un paraíso—, ya no hará falta que se dejen la piel, ya no hará falta que pregunten al ser humano: “¿Conoces a Dios?”.
El ser humano conocerá a Dios, a Cristo, el espacio, las esferas, el cosmos y todo.
Se harán ustedes cósmicamente conscientes.
¿Quién quiere enseñarles algo más?
Ya no hará falta que les enseñen nada, se harán maternalmente conscientes, paternalmente, tendrán en la palma de la mano una autoridad cósmica.
Y entonces ya nos pondremos a hablar: ¿cómo aman ustedes?
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Algo más?
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

Allá.
Puedo seguir sobre eso, así tendrán ustedes una bonita imagen.
Les ofreceré una imagen del futuro, de cómo vivirán el hombre y la mujer en doscientos cincuenta años, en quinientos años.
Ya les gustaría a ustedes volver a nacer pronto y entonces les aseguro que no estarán aquí con caras largas.
(Señor en la sala):

—Me gustaría preguntarle lo siguiente.
Si en el momento del nacimiento existe un trastorno en la madre por el que el niño no puede venir al mundo, ¿está permitido entonces que el médico intervenga para que o bien la vida de la madre o la del niño...?
—Pero para el cosmos, ¿qué es lo real?
¿Qué hace el médico en la tierra?
Intervenir.
¿Qué dice la iglesia católica?
¿Y qué dice la ciencia?
(Alguien en la sala):

—El niño.
—El niño.
Eso justamente está mal.
¿Por qué?
(Señora en la sala):

—Porque esa madre podrá volver a reproducirse.
—Claro, a una madre... a una madre ya no le hace falta reproducirse, una madre dice...
Es posible.
No es posible.
Pero la madre tiene la vida, y no el niño.
Usted regresa.
Pero tenemos que salir de allí.
Uno no puede ponerse a pensar en el niño.
Ese niño aún no tiene existencia, aún no puede decir nada...
¿Quién tiene derecho a hablar, quién en la tierra, aquí?
(Alguien dice algo inaudible).
¿Cómo dice?
(Señor en la sala):

—Quien viva.
—Sí, eso, claro.
Pero ¿por qué?
¿Por qué tiene usted derecho a hablar?
¿Por qué tengo yo el derecho a hablar?
¿Quién? ¿Usted? ¿Quién?¿Por qué?
(Un señor en la sala dice algo inaudible).
¿Cómo dice?
(Señor en la sala):

—Conciencia.
—Ahí está.
Si tiene usted conciencia, puede hablar.
¿Pensaba usted que dentro de poco, detrás del ataúd, le podrán contar a otro: “Vivo”?
“¿Sabe usted que vive?”.
No tiene derecho a ello.
Allí no se reirán de usted; un ser consciente, una madre o un padre en la luz no se reirán de usted, dirán: “Claro, hermano mío, yo lo sé”.
Pero eso no lo tiene que decir usted a un ser que posee la luz, eso usted lo verá, entonces él dirá: “Ah, viene usted a contarme algo que ya tengo desde hace dos mil años”.
Pero cuando sea usted consciente, cuando llegue allí, lo primero que ocurrirá será que no podrá hablar o no se atreverá, no podrá hacer pregunta alguna.
No podrá usted ponerse a preguntar: “Oiga, maestro, cuénteme un poco ¿qué tal en la quinta esfera?”.
“¿Qué hace Cristo en este momento?”.
“¿De verdad que la luna está muerta ahora?”.
¿Le gustaría empezar con eso?
Siempre se me hace la pregunta: “¿Cómo vivimos en el Omnigrado divino?”.
A la gente le he dicho: no soy duro, no soy egoísta, no me siento afectado, digo: “Pero usted ¿qué hace aquí en la tierra?
¿Ama?
¿Conoce usted a la madre?
¿Conoce al padre?
¿Qué hace usted?”.
Díganme lo que hacen y les explicaré su conciencia.
Porque viven.
Entonces podrán decir: “Soy médico”.
Vaya.
“Soy teólogo”.
“He alcanzado el cardenalato, casi soy papa”.
Vaya, vaya, entonces será la persona más infeliz del mundo.
Porque se sentará en una silla dorada, también dejará que le sirvan con cosas doradas, claro, se las colgará, dejará usted que lo carguen.
A Cristo nadie nunca lo cargó, Cristo nunca se dejó cargar.
Dice: “No hagas eso”.
Cristo iba a pie, sin calzado, aunque cayeran chuzos de punta, no tenía ni una cabaña, en realidad no tenía nada.
Y ustedes llegarán hasta el punto... hasta el punto en que dirán: “Aún no tengo nada que decir.
Ya pensaba que tenía algo, pero no tengo nada”.
En el otro lado...
Aquí pueden preguntar todo, y es lo que tienen que hacer, así llegarán a tener espacio.
Pero si se hacen adeptos, comenzaremos por ver si podemos sentarnos.
Entonces no hablarán sobre esa música sagrada de... que oyó ese señora hace unos instantes...
Entonces no necesitarán ningún silencio allí.
Es como si fuera un circo.
Si vengo aquí por la noche, primero tendré que vivir un circo: hablar, hablar, hablar.
¿No se han encontrado en mucho tiempo?
Si se hubieran atrevido a hacer eso en el Antiguo Egipto...
A ver quién se atreve a volver a hacerlo en un templo de la India colonial, del Tíbet; entren y reúnanse allí unas veinte, treinta, cuarenta personas y pónganse todos ustedes a contar, así, sin más, lo que han visto hoy.
Entonces estarán... en menos de dos segundos estarán en la calle.
Porque no son capaces de sentarse, todavía no meditan.
Y en el otro lado empieza la meditación espiritual que es eterna.
Entonces dirán: ¿por dónde se me concede que empiece?
¿Dónde comenzarán enseguida cuando empiecen a tener conciencia detrás del ataúd?
¿Qué es lo que más desean ustedes?
Es muy sencillo.
¿Qué es lo que quiere ser revelado?
¿Qué es lo que quiere ser explicado?
¿Qué?
¿Tiene usted la conciencia?
¿Conciencia en qué?
En morir.
Están ustedes muertos, allí están ustedes muertos, según se dice.
No, allí se han desprendido del cuerpo, han dejado atrás ese castillito, lo meten en la tierra, pero ustedes seguirán viviendo.
Pero desde luego que tienen que saber lo primero: ¿qué harán con su castillito?
Y hacia allá vamos.
Y entonces lo que haremos... cuando estén libres con eso... con todo lo que les ha enseñado la Biblia y que es falso, equivocado y mentira, eso vamos a sacárselo a golpes.
Y cuando hayan sido entonces pastores protestantes, con todos sus cantos tendremos que ... porque no les han servido, primero tendremos que dejar claro que cantando no conseguirán hacerse con la Omnifuente.
Y que orando no se llega hasta allí.
Pueden rezar por sabiduría, fuerza y amor, pero no pueden rezar cuando tendrá que morir aquella mujer con el cáncer.
Deberían orar ustedes por el verdadero cáncer.
Deberían intentar rezar a fondo la lepra, como la Christian Science, por lo que los niños, con brazos paralíticos...
Sigue habiendo gente en la tierra, así, con piernas quebradas, porque la Christian Science no dejó que el médico, el experto, escayolara esa pierna; ahora ha empezado a podrirse.
Sí, se han amputado piernas, manos y brazos.
Porque se pensaba alcanzar la sanación mediante la oración.
¿Cuándo se puede rezar?
¿No se lo he explicado?
¿Les quité algo?
No, se ponen ustedes a rezar: “Dame la sabiduría y la fuerza”.
La sabiduría de cómo tienen que actuar.
Detrás del ataúd nos ponemos a pensar.
No tienen nada que decir.
Vengan, sin problema, nosotros sabemos exactamente lo que ustedes hacen.
El guía se pondrá a su lado, cada ser humano, según escribimos en la parte 3...
¿Es que no les preguntan en el otro lado: “¿No se han encontrado con Cristo? ¿Lo conocen?”?
“Sí, conozco a Cristo”.
“De verdad que lo conocen?
Bien, pues adelante, vengan”.
“Sí, fui protestante, me gustaba Lutero”.
Entonces yo pregunto: si ahora ustedes lo saben todo, si leen los libros: ¿por qué Lutero... Lutero...?
Fue grande, fue grande para el mundo, ¿no?
¿Es grande?
El mundo espiritual entero lo conoce, ¿no?
Lutero se pone malo cuando en el otro...
Por cierto, no está en el otro lado, está volviendo a vivir en la tierra, en alguna parte de Francia, puede estar vendiendo limones, por haber sido tan consciente.
Anda con una cestita por las calles de París y va gritando: “Tengo limones y manzanas para sus vidas.
¡También tengo mimosas!”.
Allí anda Lutero.
¿Por qué?
Porque pensaba estar aportando algo que no existía.
Por una fe, por cambiar el catolicismo por el luteranismo, por el protestantismo, ¿hace falta librar una guerra, quebrar y masacrar a millones de personas, derramar sangre por algo que no tiene realidad?
Porque ahora resulta que una cosa es exactamente igual que la otra.
Y Lutero llegó allí y dice: “Dios mío, Dios mío, he vivido para nada.
He desencadenado una guerra por la fe”.
Sí, ¿para qué?
Deberían echar un vistazo a la iglesia católica, al protestantismo, a la corriente reformada: de una cosita de nada, de una sola fe, han surgido diez sectas diferentes, veinte.
¿Qué clase de lío es ese?
¿Una concienciación natural?
Unos asesinan a otros por la fe.
Unos dicen: “¡Es mío, así es como tiene que ser, así!
¡Fuera! ¡Vete!”.
Se desencadenaron guerras, a la gente se le embadurnó con brea, por la fe.
Hubo caballeros bandidos que salieron por la fe, se ponían en marcha por la fe con una cruz en sus estandartes, y entonces se ponían a luchar por la fe.
¿Siguen haciendo ustedes eso?
Toda esa gente fueron violadores; pensaban que predicaban sabiduría, pero hacían que la gente fuera de mal en peor.
¿No es así?
¿Puede usted entender que eso no es así?
Así que han representado a Dios para destruir la vida, para dar una fe al ser humano que solo se convirtió en un pálido reflejo de la auténtica.
Sí.
Entonces aparece Lutero.
“Lutero, mejor regresas”.
Lutero no entrará en las esferas de luz ni en cien mil siglos, porque se ha atado a toda esa sangre que ha derramado por nada.
Cristo dice: “¿Les he enseñado yo eso? ¿Luchar por mí para servirme a mí y masacrar la humanidad?
¿Por qué se han puesto así?
¿Por qué han sentido que tuvieron que edificar otra fe, otro dogma y que tenían que atacar la iglesia católica, que tampoco posee verdad?
Mis cielos no se pueden comprar con dinero”.
Bien, sigamos, ¿qué queda de eso?
Solo la ley.
Lutero tuvo que aceptar la vida y la muerte.
Tuvo que ver que el catolicismo, el protestantismo y su fe no son más que pensamientos, solo pensamientos.
No existe más de una fe; solo hay saber, la verdad, naturaleza.
La doctrina metafísica dice: “Hay vida.
La muerte no existe”.
Lutero los sigue condenando a ustedes para la eternidad.
La iglesia católica también.
El protestantismo los condena a ustedes también eternamente.
¿Quién tiene razón, pues?
¿Qué hay?
Y por todo eso Lutero puso su vida patas arriba.
Y Lutero...
Sufrió, ya no podía comer de dolor por su gente, ese sufrimiento y ese dolor y ese no poder comer fue por nada.
Era un puñado de arena que se le escurre a uno entre los dedos, como se puede experimentar en el desierto.
Es construir un templo para el mundo, Cristo y Dios... en arena desértica, dice Frederik en el libro, en ‘Las máscaras y los seres humanos’.
Bueno, de qué me sirve a mí ofrecerles esa impresión; solo tienen que sentirla.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién tiene algo más?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, hace unas semana fui a... también a una fe... lo que acaba de decir usted, y entonces vi que toda esa gente estaba siendo inspirada por espíritus.
Mientras estaba tocando el órgano vi de repente uno de esos a mi lado.
Y digo: “¿Formo parte de la comunidad?”.
Y dice: “Sí”.
Digo: “¿Es usted aún un seguidor de esa fe?”.
Y dice: “No”.
Negaba con la cabeza.
Y dice: “Pero iremos a la tierra”, dice, “para así trabajar en el estímulo para el camino hacia el bien”.
Y mientras veía hablar a esa gente, vi tres espíritus a su alrededor que inspiraban al hombre.
Y entonces la gente... vinieron un poco hacia este lado...
No dejaban en paz a la gente, todo lo que decían de la gente lo desmontaban... ya sabe.
Pensé, vaya...
Pero digo: si esa gente está construyendo allí esa fe, ¿qué no será de ellos en el otro lado?
Porque hablé con esos sacerdotes, estuvieron en mi casa, vinieron a escuchar esas cintas, pero que nadie se enterara.
Pero entonces esa gente... ¿no?, si lo saben... hablé noches enteras con ellos, con sus dirigentes...
¿Desde nuestro mundo?
(Señora en la sala):

—No, no, sí, también desde ese otro mundo, pero también quienes son los jefes aquí, y estos me dan la razón, dicen: “Tiene usted una fe propia”.
Pero ¿cómo es posible eso?
Tenemos que dejar que esa gente se les acerque, ¿no?, tenemos que guiarla, ¿no?, porque me creían, ellos mismos decían que era cierto, pero sí que continúan con eso para acercar a ellos esa gente, es un movimiento muy grande extendido por toda Holanda.
Y allí cada semana se perdona el pecado en nombre de Elila, un anciano.
—Estupendo.
(Señora en la sala):

—Pero a esa gente... lo que yo le...
—Nada.
(Señora en la sala):

—¿... lo que experimentan por eso en el otro lado?
—¿Lo que tienen que experimentar para eso?
(Señora en la sala):

—Sí.
—Están detenidos aquí y están detenidos allá.
¿No les expliqué que allí el cura sigue oficiando la misa?
¿Y no les he explicado que allí anda el pastor protestante y que devuelve el rebaño a Dios?
Y allí pueden encontrar miles de pastores protestantes, ni a golpes se les puede desprender de su fe.
Esos no quieren... no pueden...
“¡Vamos, déjame en paz, estoy viviendo y seguiré viviendo!”.
Se ponen furiosos, enojados, de mal humor.
(Señora en la sala):

—Y entonces ese espíritu me dice, dice: “Hazte miembro”.
Dice: “Entonces te formaré”, dice, “para que pueda ayudar un poco a esa gente, a edificar”.
Eso me dijo entonces.
—¿Y usted qué hace?
(Señora en la sala):

—No, yo me quedé aquí.

(Risas).
—Entonces ha escogido el camino correcto.
Pero también vienen seres astrales, y el espíritu inspira dogmas, dogmáticas.
Hay gente que celebra sesiones y te envían un marinero ebrio.
Entonces ese medio, esa señora o ese señor, tiene que entrar en trance y aparece ese marinero borracho, para que vieran ustedes bien que estaba borracho y que volvía a enfilar el camino correcto.
Entonces hay que hablar.
Y después, en diez minutos, o media hora, lo que dice usted, despierta y comenzará una vida mejor.
Y entonces ya tampoco está borracho.
Y entonces Nuestro Señor, o los maestros, o allí, quien esté, tiene que llevar al mundo astral a ese hombre que sigue estando borracho —eso no funciona, es que es imposible, porque uno no está más que anestesiado físicamente, espiritualmente ni es posible quedar anestesiado— y entonces se conduce al marinero borracho a lo universal.
Deberían leer ‘Dones espirituales’, piense un poco más allá y no hable con esa gente, y deje que continúen miles de años.
Es que no debería usted compartir con ellos sus cintas, de todas formas no podrá convencerlos.
Aportará usted a su esfera desintegración, inconsciencia, dureza, destrucción, líos diabólicos.
¿Algo más?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, el ser humano con el que tratamos desde nuestros primeros años de la infancia hasta que nos morimos, lo hemos conocido en otra vidas, ¿no?
Si rompemos una amistad, o el amor, o el matrimonio, entonces, según se dice, no completamos una tarea.
—Sí.
(Señora en la sala):

—¿Tenemos que empezarlo otra vez en una siguiente vida, lo mismo...?
—Está usted... mire, usted pregunta: ¿tenemos que volver a empezar en una siguiente vida?
Está usted casada, no lo acepta, se va y tiene razón.
Usted tiene que... ahora regresa a la tierra y entonces ya no querrá eso, quiere otra cosa, ¿verdad?
Pero ¿es que ha cambiado algo aquí?
¿Ha aprendido usted allí algo?
No, no ha aprendido nada, está usted todavía ante ese estado.
Por la miseria que ha creado usted llegará a tener una nueva vida, llegará a tener nueva conciencia, ¿verdad?, la golpean durante su matrimonio, es el marido o la madre, es la mujer.
Si están libres de karma, según les dije hace poco, libres, están completamente libres, voy a casarme con usted, hoy, esta noche, y basta con que usted me mire un instante de forma inconsciente, mala, a los ojos, huraña, no conforme a la naturaleza, que yo ya me largo.
Entonces ya me habrá arrojado fuera de su vida, me voy.
Pero aprendemos, el ser humano vive, nosotros decimos: quédate allí, vívelo, no te marches por tu cuenta, deja que el ser humano te golpee, da igual, tú aprenderás, tú te liberarás.
Hasta que diga: me voy.
Entonces todo está listo, entonces está usted listo para Dios, estará listo para el espacio, para las leyes del karma, para su maternidad y su paternidad.
Como madre entrega usted todo; el hombre no tiene que entregar nada.
Si a usted la pega su marido, entonces él se pega seis veces, setenta y sietes veces más profundamente.
Usted, como madre, usted puede entregar algo, puede hacer algo mal, es más fácil alcanzarla, vencerla que el hombre, porque el hombre no tiene nada para entregar.
Pero cuando el hombre, el creador, la pega a usted, cuando pega a la madre, él se hunde dos veces más profundamente a base de golpes, ¿verdad?, por caminar al margen de la vida.
Usted hace algo, es usted madre, y si es madre, tendrá contacto con el espacio, es un nuevo sentimiento, un nuevo fundamento para continuar.
Ya entenderá usted: hay miles de leyes, vidas con karma, por las que usted ha recibido esa desgracia.
Usted misma lo ha provocado.
No mira usted en el alma, no mira en el espíritu, no mira usted en la personalidad, solo mira al organismo, mira ese morrito con el que se encuentra, y por eso se va a casar.
Pero deben saber ustedes primero —eso también lo recibirán en el futuro, según contamos en ‘Los pueblos de la tierra’— ya lo habrán entendido, el padre y la madre en breve recibirán una escuela.
Y entonces la ciencia, el psicólogo, dirán:
“Usted no pertenece a ese crío, tiene que tener aquel otro”.
Y tendrán arte con arte.
Llegarán a tener la conciencia terrestre, natural, con los mismos sentimientos al lado, ambos aman la naturaleza; no solo uno.
Ambos aman la sabiduría y la doctrina, ambos también estarán obligados a abrirse.
Primero recibirán su escuela normal para la sociedad, y después tendrán el desarrollo cósmico espiritual, porque solo vivirán para la paternidad y maternidad.
Tienen sus ínfulas de la oficina, son ustedes jueces, y la administración de justicia... todo eso desaparecerá.
La sociedad, la masa sirve a un solo ser humano, y entonces tendrán —qué curioso— “todos para uno y uno para todos”.
Y eso demostrará que Adolf Hitler también tocó el futuro.
Adolf Hitler no fue tan malo, aportó nuevos fundamentos (véanse los artículos ‘Hitler’ y ‘Evolución de la humanidad’ en rulof.es).
Es curioso que esta sociedad, después de la guerra, precisamente destacara las imágenes que él quiso traer mediante la espada.
También hizo cosas malas.
Pero la humanidad, cada pueblo vive en el karma.
¿Por qué recibió tanto?
Porque cada ser humano, cada pueblo, vivía en las leyes del karma, en la causa y efecto, necesitaba una paliza.
Porque Francia, y Holanda, no llegarán a evolucionar por una oración y por una buena palabra.
Puedes decirle a tu pueblo, a tu gobierno, a tu reina: “¡No lo hagas!”.
No, entonces lo tenemos que decir todos, es la conciencia terrenal, popular, masiva, en un solo grado; todo eso se disuelve.
El futuro en cincuenta años, cien años, ya lo entenderán, cien años, es ahora dos mil años, en dos mil años no es posible vivir tantas cosas como las que están disfrutando ahora en una sola semana por los milagros técnicos.
La ciencia ha puesto fundamentos; solo la fe, ¿entienden?, las facultades espirituales ya llevan dos mil años en punto muerto.
El pastor protestante ha perdido el norte.
Es que no han vivido ustedes en la guerra que el pastor protestante ya no sabía: ¿cómo tengo que ayudar a mis criaturas?
Sí, claro, haz la maleta.
¿La iglesia católica?
Ya no sabe.
No.
Ciencia espiritual: la muerte no existe, ¡todos volvemos!
No maten a esa criatura, no libren guerras.
Deje que venga Hitler, que venga, ustedes mejor váyanse, háganse suaves, háganse benevolentes, entonces también habrán recibido pan de Adolf Hitler.
No hace falta ayudarle para asesinar demonios, para masacrar a la gente; ustedes dicen: “No lo hago, porque tengo mi Dios.
Mi Dios dice: ‘No’”.
Por el que el grado animal más profundo aun así tenía respeto, porque también ellos eran padres, madres, hijos.
Esta última guerra les ha enseñado mucho, esos fundamentos ya se han colocado, están siendo procesados.
Pero la masa vive a la buena de Dios.
André lo ha vivido, justo después de esa guerra, entonces ya no había libros.
La gente: “Gracias a Dios, puedo volver a leer, vuelvo a tener un libro”.
Ahora ni te los quitas de encima por quince centavos.
Bueno, sí, a ustedes.
Pero ahora la masa.
La masa se ríe de uno en la cara.
La conciencia social, la conciencia de su Ámsterdam es inconsciente.
No hay ni un solo pueblo consciente.
Son ustedes algunos, representan ustedes aquí esta noche a millones de pueblos.
Cristo dijo: “Sean tres y así tendrán a Dios, a mí y al Espíritu Santo”.
Uno solo de ustedes me sirve más que diez millones de deficientes mentales, inconscientes de espíritu.
Tráiganme aquí esta noche quinientos millones de pastores protestantes y cardenales, y tendré que marcharme, me echarán.
Más vale que me ponga a hablar a los saltamontes y a los árboles y al agua y a sus pájaros y a los seres humanos que a la criatura dogmática.
Nosotros no tenemos miedo.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién de ustedes?
Ahora estoy con usted.
(Señora en la sala):

—Los libros de Marie Corelli, ¿también son de inspiración espiritual?
—Sí.
Marie Corelli es una discípula mía allá.
Mi hermana.
Ella está inspirada por...
Es una luchadora por el bien, con una inspiración pura.
(Señor en la sala):

—Maestro, un niño pequeño ¿crea karma?
—Sí, es posible.
Pero ¿cuándo?
¿Cuándo comienza eso?
(Señor en la sala):

—Quería preguntar: ¿a qué edad?
—Eso ya puede suceder en la cuna.
(Señor en la sala):

—La conciencia del niño...
—Da igual, el acto es consciente.
¿Es así?
(Nadie dice nada).
Entonces el acto ya es conscientemente humano, erróneo, dice usted.
Cómo es posible lo que ya hace un niño.
Entonces el niño no tiene la conciencia, pero el acto ya es consciente...
¿Así que la conciencia va por delante del niño?
No, eso viene del pasado.
El pasado habla en lo inconsciente.
El crío todavía es inconsciente, pero el pasado es consciente.
¿No lo sabía?
¿Es así?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Gracias.
(Señora en la sala):

—Maestro, me gustaría saber esto: María Magdalena, ¿está arriba en las esferas, o vive en la tierra, ahora?
—¿Le gustaría saberlo?
(Señora en la sala):

—Sí, por favor.
Es que quería comprobar algo.
—¿Quiere usted comprobar algo?
(Señora en la sala):

—Sí.
—¿De quién?
(Señora en la sala):

—Hace años se me dijo que vivía en la tierra.
—¿Quién se lo dijo?
(Señora en la sala):

—Bueno, un clarividente.
—Está... esta noche actúa en un cabaré del Ámsterdam de usted.

(Risas).

Es decir, ciertamente, cuando María hizo la transición —escuche bien—, cuando María hizo la transición estaba en una esfera de misericordia.
Era un alma hermosa.
María era un mujer pública, y mucho.
Cristo la aceptó, justamente a ella, porque quería retar al mundo, quería decirle al mundo: deberían todos ustedes inclinarse, porque esto es un Dios, un ser humano divino.
Y el ser humano dice...
No tiene cabeza, no es capaz de escuchar.
Cuántos matrimonios... lo que importa es el matrimonio, ¿no?, el amor, ¿verdad?
Ustedes están aquí solos en la tierra, en el espacio, en la sociedad, aunque hayan alcanzado miles de cosas...
Hay gente que no quiere entrar en el más allá con una fábrica de máquinas.
Y otros dicen: “Y yo no con mi cine”.
“Y yo no con mi panadería”.
“Yo quiero hacer algo por mi alma”.
Pero ustedes hacen algo por su paternidad y maternidad.
Y resulta que María Magdalena no era madre conscientemente.
Y por eso... volvió de nuevo a la tierra, de nuevo, en esos dos mil años.
Había inmaculadas...
También vivió en Francia y aquí en Inglaterra, y un día volverá otra vez más, quizá en setenta y cinco años, y entonces vivirá la maternidad y tendrá que...
Si usted...
Mire, ser madre una sola vez no significa nada.
Existe un grado de maternidad, todas madres y todas esas madres son diferentes.
Por esa aura puedo ver en qué grado de maternidad...
Puedo decirles... aquí hay seis señoras, madres, y dos de ellas volverán.
Pero, por el amor de Dios, no se ponga a cavilar cuándo será.
Y, por el amor de Dios, no se ponga a pensar: ¿seré yo?
Porque cuando regrese, quizá pueda ser una princesa y volverá a vivir bien.
No es tan extraño.
Pero María Magdalena.
¿Por qué ella?
Pregúnteselo a usted misma, pregúntese: ¿tengo que volver?
María Magdalena.
Quieren saber dónde vive María, María de Cristo.
Quieren saber: ¿dónde vive Pedro ahora, Judas —eso ustedes lo saben—, Andrés.
¿Dónde está Cristo en este instante?
¿Dónde están Sus apóstoles?
¿Dónde está José?
¿Dónde está toda esa gente que tiene que ver con Él?
Todos tienen que vivir sus vidas, tienen que experimentar sus leyes del karma.
Con tal de que ustedes... solo un momento... con lo bueno, lo verdadero, que afecta a Cristo, que trajo Cristo: el Santo Evangelio...
Ya entenderán ustedes: estamos atravesando una vez más esa iglesia; eso lo enseña la iglesia y sigue siendo realmente de verdad, natural, sagrado.
Sagrado no es.
Se hará verdad, porque la iglesia, el cura, el pastor protestante, les enseña: sigan siendo buenos, hagan el bien.
Pues bien, ese hombre existió.
Pero ahora se le vuelve a añadir esa maldita condena.
Si usted se siente por unos instantes feliz, él los vuelve a atar a esa condena.
Si esa condena hubiera desaparecido para la iglesia.
Claro, entonces toda esa riqueza tiene que desaparecer, ese abundante oro, y entonces hay que...
El pastor en primer lugar bautiza...
El papa en primer lugar tiene que ser padre.
El papa tiene que tener una familia de diecisiete críos y una madre cariñosa.
Porque ahora anda...
Todos esos clérigos andan —¿cuántos millones de esas no tenemos en el mundo, de esas monjitas?—, andan al margen de la creación
Porque tenemos que vivir la reencarnación.
Y ahora son castas.
Por ser tan castas se envuelven en tinieblas, porque no viven la creación.
No quieren ser madres.
Creen que se casan con Cristo.
¿Sienten lo terrible que es esto?
Esas criaturas son sagradas, el trabajo es poderoso, sirven de manera veraz, y ahora se niegan a hacerse madres.
Pero el papa, los cardenales, todos esos curas y capellanes y obispos, ¿cómo recibieron sus vidas?
Deberían hacerse todos ustedes castos y sagrados en la sociedad en este mundo.
Entonces serían tan sagrados que... en quince minutos ya no habría nadie en la tierra.
Estarían destruyendo a Dios y todo, tan panchos, por hacerse los muy santos.
¿Cómo consigo volver luego?
¿Cómo vuelven ustedes?
¿Cómo quieren volver?
Pues asegúrense de tener hijos.
Cuanto más asciendan en una fe, en un dogma, y se convierten en algo, y han elevado a todos esos millones de personas, porque son inconscientes, ustedes se los llevan...
¿Entienden?
Si el general dice: “¡Fuego, muchachos, allí, cincuenta unidades!”,
entonces tiene que aceptarlo, es mala persona.
Pero esas cincuenta criaturas también, las que disparan.
Pues bien, todo eso pesa sobre la conciencia del papa y de la iglesia católica, de su conciencia, está atado a su desintegración, está detenido ante la madre naturaleza, y ya no hay vida, nada más.
Esa gente es así de sagrada.
Y tienen que volver a la tierra, porque tienen que dar a luz.
Y resulta que ahora son tan sagrados, y que han sido tan sagrados y castos que... esa alma va hacia...
En... no entrarán allí ustedes en una sola vida, irán ustedes al menos diez, veinte vidas...
Porque ya comprenderán... ya comprenderán, cuando empiezan la escuela primaria...
¿Entienden a dónde van ustedes cuando se hacen buenos católicos y cuando se convierten ustedes en monjitas sagradas?
¿Han pensado alguna vez en eso?
Pues, sí, ¿qué ocurre entonces?
En esta vida no llegarán a estar más que en tal y cual grado, en esta vida no son madres.
Por el hospital donde viven ustedes no se harán madres, no alcanzarán ese grado más alto de todos.
Tampoco se harán cura ni tampoco se harán cardenales.
Pero quieren ir hacia allá, esa conciencia permanecerá, volverán a despertar ustedes en la siguiente vida, y la criatura volverá a rezar.
“Ah, esa criatura quiere tener un pequeño altar”.
Y entonces dice la madre: “Mira, esa criatura tiene que ir a la iglesia, tiene que hacerse cura”, porque ya está sentado ante un pequeño altar.
El pasado es consciente al cien por cien, y eso seguirá así diez vidas, veinte.
Y pasarán cien mil años, y veinte mil, para los católicos, y rezan y rezan y rezan, pero en la nueva vida, y como maternidad como monja, y como paternidad como cura, continúan, porque tienen que vivir lo más elevado, tienen que hacerse cardenales, papa, padre, Santo Padre.
Si son Santo Padre, habrán alcanzado lo más elevado.
Y entonces lo serán justamente ustedes, tendrán lo más elevado, pero tendrán lo más bajo de todo, porque estarán fuera de la creación durante mil años.
“Mejor háganse santos”, dice Cristo.
Por eso fue Cristo a María Magdalena.
Dice: “Pero deberían inclinarse ustedes, no es una mujer pública”.
“¿Es eso un pecado?
Los pecados no existen.
Te perdono todo”.
Claro, a ustedes Dios les perdona todo, tienen que enmendarlo todo, claro, eso Cristo lo sabía bien.
Pero no se lo podía contar a María.
La evolución, la conciencia para la humanidad aún no había llegado a ese punto.
Pero ustedes, aquí en la tierra, basta con mirar a esa gente, el ser humano comete un error, un pequeño error, un gran error, papá se fue un rato durante dos semanas, mamá hace esto...
Adiós, ser humano.
“¡Ya no lo quiero ver más!”.
Mientras que el ser humano ha vivido durante millones de años, ha depuesto vidas, pero al margen de sus pequeños errores es universal, sagrado, poderoso, profundo.
Y eso ya no significa nada.
¿Quieren decir ustedes que como padre han vivido a la madre como amor?
Cuenten.
Dejen que les mire a los ojos y entonces les diré qué amor de la madre han vivido ustedes como hombre.
No son capaces de eso.
Porque por una sola palabra equivocada la madre se cierra, no pueden alcanzarla.
En todo tendrán que ser siempre y eternamente amor, entonces se pondrán a cargar a la madre y se abrirá el corazón de ella, el universo.
Y entonces ella dirá: “Sí, cariño”.
Eso lo vivió María Magdalena, todos han tenido que aceptarlo: la iglesia católica, una monja, el cura, el cardenal, los papas.
La gente más infeliz, deberían ustedes decírselo al mundo, pero eso ya lo saben muchos, el ser humano más profundo, el que más se viola, destruye y anula para el espacio divino, es la autoridad más elevada de una secta.
Porque, claro...
Miren, Lutero trabajó por eso.
Lutero dice: hazte padre también.
Tú, con esa castidad.
Lutero contó la cosas buenas.
Ya entenderán ustedes que de eso decimos: no se alcanza rezando, porque descuidan la maternidad, la paternidad.
Todos esos cardenales y papas viven en las tinieblas.
Oh, iglesia, mejor asesíname, mejor arrójame a la hoguera, entonces las últimas fuerzas serían: “Sí”.
A ustedes les demostraré dónde viven.
Y cualquiera que posea luz es capaz de eso.
Porque tienen que ser madres, tienen que ser padres.
¿Por qué reciben ustedes una nueva vida? ¿Por qué tienen más hijos?
Porque ustedes regresarán para que esas vidas... esas vidas tienen que atraerlos.
Si mañana todos ustedes dejan de hacerlo... si la iglesia católica... nos hacemos todos católicos, ¿verdad?, si la iglesia católica quiere que en la tierra haya paz y serenidad, y todos nos hacemos monaguillos...
en cien años ya no quedaría ni un solo ser humano en la tierra.
¿Es que la iglesia católica tienen razón, pues?
¿Entienden qué corta de vistas, qué raquítica es la fe para la iglesia?
Eso ustedes tienen que perderlo, tienen que quitárselo de encima.
Tienen que ser madres.
Y ahora ha vuelto María Magdalena para hacerse madre tres veces, cuatro, entonces estará libre y seguirá.
Pero ¿de qué les sirve a ustedes?
Primero pregunten: “¿Regresaré yo?
¿Es que tengo que regresar?”.
(Señora en la sala):

—Sí, pero...
—Entonces de todas formas no se lo diremos.
Solo les estoy metiendo miedo, temor.
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

Por allí.
Dígame.
(Señora en la sala):

—Hay algo que sigo sin tener claro.
Claro, no le he comprendido.
—¿En qué no?
(Señora en la sala):

—Pero cuando hablaba de la paciente de cáncer...
—Sí.
(Señora en la sala):

—... si ella de verdad se hubiera opuesto a ese acto del médico...
—Sí.
(Señora en la sala):

—... entonces ella quedará libre, según usted...
—Entonces el proceso simplemente...
(Señora en la sala):

—... eso dijo usted, pero dijo... quiero decir con eso: esos dementes que fueron gaseados en Alemania, a esa gente aún le espera una vida terrible en su, digamos, estado mental, ¿verdad?, en su demencia, antes de que realmente queden libres, hasta que hayan muerto su muerte natural.
Pero esos pobres diablos no fueron responsables de ese acto, ¿no?
—No.
(Señora en la sala):

—Es que no lo quisieron, ¿no?
—Es una buena pregunta, usted piensa.
Mire, ese médico tampoco puede cambiar nada en ese proceso, aunque lo haga, no cambiará nada en el transcurso vital de esa vida, de esa madre.
¿Comprende?
(Señora en la sala):

—Sí.
—No lo dije en ese momento, porque entonces nos iríamos a la cosmología, entonces la cosa va un poco más allá.
Porque puede usted asesinarme, puede masacrar la vida, pero eso no lo puede hacer.
Murieron millones de personas, y no ha muerto ni uno sola.
Así que cuando nos ponemos a vivir cosmología, entonces en el fondo no pasa nada.
Pero la ley como ser humano, la duración de la vida, no las podemos cambiar.
Y allí es donde se interviene.
Y entonces lo que se hace, pues, es... se introduce un error en el transcurso vital del ser humano.
Aunque esa gente, esos psicópatas, no tuvieran culpa, todavía querían haber sido libres...
Ya entenderán ustedes: tienen que volver de nuevo a esa inconsciencia, esas almas tienen que volver otra vez a la tierra y están... y ahora tienen que esperar, tienen que volver a hacerse niños, niños, y un niño no vive nada, tienen que esperar para crecer; la persona demente vive la madurez de la demencia a los veinticinco años, a los treinta, a los cuarenta, y en ese momento se priva prematuramente a esa gente del crecimiento vital, del florecimiento, de la evolución, porque sus vidas son gaseadas.
Quizá podrían haber vivido todavía veinte años en esa demencia y habrían salido de allí, en esos veinte años.
Ahora regresan, no es posible darles esa nueva conciencia, porque entonces ese cuerpo tiene que adquirir conciencia, crecimiento, florecimiento, naturaleza, estar libre en el otro lado, libre en todo; permanece, no tiene firme donde pisar, sigue siendo demente.
¿Entiende?
(Señora en la sala):

—Sí, pero en eso sí que siento una gran injusticia.
—No, hija, no hay injusticia.
(Señora en la sala):

—Quizá no lo comprenda bien, pero lo siento como injusticia.
—No, no la hay.
De eso digo: ¿en qué? ¿En qué estado? ¿Dónde?
(Señora en la sala):

—Que esa gente ya sea demente ya me me parece algo horrible...
—Eso lo han hecho ustedes mismos.
(Señora en la sala):

—¿... verdad?
—Sí.
(Señora en la sala):

—Pero cuando esa gente es asesinada en contra de su voluntad y por eso no queda libre, me parece injusto.
—Injusto...
Una enfermedad, ¿es eso injusto?
(Señora en la sala):

—No.
—¿La demencia?
(Señora en la sala):

—No, no nos libramos de eso.
—Ahí está.
(Señora en la sala):

—La locura.
—¿Conoce usted esas leyes?
(Señora en la sala):

—No, no las conozco.
—No, por eso.
Debería usted leer ‘Las enfermedades mentales contempladas desde el otro lado’.
No lo tenemos aquí; puede conseguirlo en la biblioteca.
El psicópata y la psicopatía, el demente, el poseído: son posesiones propias.
Dios no creó psicópatas, son personas que han transgredido las leyes.
Desfóguese, adelante, entonces llegará un momento en que su espíritu le... es decir, aunque su espíritu sea consciente y usted viva, habrá socavado el firme, habrá desaparecido la materia.
Tiene usted el camino natural, que vivirá usted y por el que podrá aceptar y vivir las vivas; ese es el que usted ha asesinado.
(Señora en la sala):

—Sí, entonces, si lo comprendo bien, he de deducir que el castigo aún no ha terminado.
—Se habrá movido usted de la armonía a la disarmonía.
Y ahora tiene que ir de nuevo hacia la armonía atravesando esa disarmonía.
Y ahora es usted... y no puede vivirlo en ninguna parte, y entonces lo sabrá de golpe, más que en un organismo, eso digo.
Porque ustedes son espirituales, allí, pero son inconscientes, sus sentimientos son inconscientes, y están allí, sin conciencia, les falta esa otra cosa.
De modo que en el mundo astral, ya se lo dije, llega gente a la que no podemos ayudar.
A medida que...
Ese empuje de esa psicopatía, al margen del cuerpo, continúa.
Claro, después de un tiempo podemos alcanzar a esas personas, y entonces hay crecimiento, tal como meten ustedes la semillita en la tierra, aparece algo verde, así es como despierta en las almas...
¿Por qué?
Por la esencia divina en esa alma.
La esencia divina desde luego que hace emerger lentamente la conciencia, y entonces el ser humano dice de pronto: ¿dónde estoy?
Entonces viene el desgarro del cordón fluido en la tierra y eso puede durar treinta años, pero estos treinta años en la tierra son para una persona demente el proceso de alumbramiento para la madre.
¿Qué aprende la madre cuando ha tenido un bebé, cuando ha dado a luz?
Ese sentimiento existe.
Una madre, una mujer que no ha sido madre, tampoco conoce ese espacio materno, es conciencia.
Miren, voy a contarles otra cosa, para que vean lo agudo que es André, y nosotros también.
Y la criatura de la que se trata está aquí.
Dice: “Cómo es posible, Jozef Rulof, qué clarividente eres”.
André tiene amigos, amigas, hermanas, se relaciona con los niños.
Enseguida volveré con esa psicopatía.
Y entonces podrán ver lo que eso significa si aún viven en ese cuerpo.
Entonces lo comprenderán, entonces llegarán a tener una impresión espacial.
Ayer, antes de ayer, viene a ver a André una criatura, una amiga, una hermana, usted, por ejemplo.
Él la mira a usted a los ojos, conoce la luz en los ojos de usted.
Vuelve usted dos días más tarde, dice: “Se ha hecho usted madre”.
Sí, cómo es posible...
¿Qué de cierto es eso?
Lo anterior, esa cosa infantil, esa niña ya no está.
“Ha sido usted tocada por el creador”.
Tiene usted otra luz en los ojos, ahora es usted madre...
¿Entiende usted lo que ha pasado?
Se ha hecho usted “madre”, esa luz anterior ya no está en sus ojos.
Eso es lo que André constató mediante su clarividencia.
Si yo llamara a la criatura, ella diría ‘sí”.
Constató de forma clarividente que en un solo día ella había cambiado espacialmente.
“Ha sido usted tocada, ha recibido el amor”.
“Sí”, dice, “Dios mío, ¿puede ver usted eso?”.
Sí.
Ahora, el enfermo en el cuerpo, treinta años, veinte años de vida, no es esa la criatura que está demente, ¿qué creen ustedes que los órganos, la personalidad, acoge diariamente en esa psicopatía?
Ahora se gasea a esa criatura y pregunta: “Hitler, ¿por qué me has quitado esos treinta años de evolución?”.
Y eso, pues, es la desintegración, y es una pena.
Y entonces tienen que decir, con todas estas leyes tienen que decir ustedes: dejen que viva la naturaleza, que evolucione, eso se abre y se cierra por sí solo.
¿No es justo eso?
(Señora en la sala):

—Sí, ahora lo comprendo.
—Gracias.
Miren, ahora es sabiduría.
Entonces... deberían pensar en lo que es.
Todo es sabiduría.
Si viven ustedes la profundidad, el poder de esta palabra, del sentimiento, de la ley, entonces se encuentran encima de una universidad.
Y entonces no la violarán, se alegrarán de poder despertar.
El verdadero ser humano natural, la personalidad verdaderamente consciente, la poderosa, desafía el cáncer, la tuberculosis y todas las enfermedades de la tierra, porque así es como despierta; pena, desgracias.
Si fuera a ver usted a su reina en la tierra y si fuera usted una de estas princesitas, o donde fuera, ¿qué aprendería?
Aprenderían mucho, sin duda.
Pero cuanto más reciban...
Si entonces aparece un ser humano con amor y sentimiento, eso será la posesión de esta personalidad.
Pero la riqueza y la posesión en la tierra los sacan a golpes del divino redil, donde se es servicial, ¿verdad?
Y entonces ve...
¿Desgracias?
¿Por qué deseamos cargar con las desgracias del mundo?
¿Por qué queremos que se nos arroje a la hoguera, que se nos cuelgue?
¿Hay que colgarlos a ustedes esta noche?, ¿a usted?
Dejen que lo haga yo.
¿Hay que quemarlos?
Dejen que yo los queme, puedo hacerlo.
Sé lo que ocurre, lo acojo.
Estoy contento.
No, no por el mundo de ustedes, no por su debilidad; solo si un ser humano puede servir a Cristo, solo para Dios, para el espacio, para Cristo, si puedo servir a Cristo por acoger una vida para dar mi corazón.
¿Quieren mi corazón? ¿Quieren tener mi sangre?
¿Qué es la sangre?
Yo no doy mi sangre.
Ustedes han edificado un hospital, un coso de esos rojicruces, y entonces un ser humano da y piensa: estoy dando sangre a otra persona.
Y entonces piensan ustedes que está bien.
Deberían hablar conmigo, entonces se lo quitaré.
Entonces decimos: “Constaten esa sangre”.
Nada de cáncer, nada de tuberculosis.
Pero deberían descender alguna vez en el tercer grado.
Si tengo que morir, Jozef Rulof, por ejemplo, por los maestros, entonces preferiremos morir antes que aceptar la sangre de ustedes para vivir.
No quiero sangre.
No quiero el cáncer de ustedes que vive en el tercer grado de ustedes.
Porque es cierto que se han producido enfermedades por una transfusión de sangre; cuatro años después tuvieron cáncer, tuberculosis, porque les inyectaron tuberculosis en el tercer grado, y en veinte años fue consciente.
¿No sabe eso su médico?
Ustedes no hacen más que recorrer medidas de emergencia.
¿Es hermoso el ser humano cuando le dan su sangre?
Ja, ja, las esferas, el espacio se reirá de ustedes.
¿Es cierto o no?
Deberían preguntárselo a sus médicos, en el cuarto grado ya no podrá ver si hay cáncer, y en el tercer grado de la evolución se manifiestan la tuberculosis y el cáncer.
Lo tienen de su bisabuelo.
Basta con que tengan un bebé; ese bebé será quien genere el cáncer; cáncer; porque, miren, el tercer grado, el nacimiento, recibir un solo niño es un grado, es conciencia, fundamento.
El tercer grado en la nueva vida, otro bebé más, otra vez uno, es una nueva vida: allí es donde está el cáncer, donde los antepasados de ustedes, el tercer grado de vida, allí, donde la madre, padre, tía, hijo; tuberculosis, lepra, allí es donde despiertan.
Esa donación de sangre y dársela a su Cruz Roja, y para un enfermo... para algunas cosas está bien, pero en un noventa y nueve por ciento está mal, porque está usted... no son más que pego..
Les pondrán en la espalda, sobre su traje negro, un trapito rojo.
Y entonces irán caminando... qué gusto.
Tomen mi sangre, yo tengo sangre pura; en el quinto grado allí también habrá tuberculosis.
Yo no, no se lo digo a usted, hija.
Pero lo sé.
Ya entenderán ustedes: todo esto es erudición por la que el ser humano lo va edificando mientras piensa que puede ayudar algo, demencia, psicopatía, allí es esto y aquí es lo otro, van de mal en peor, quieren generar allí los medicamentos, medicamentos por aquí, medicamentos por allá.
No, a ustedes hay que conectarlos con el espacio.
Cuando enseguida reciban el instrumento macrocósmico, la tuberculosis, la lepra y todo, y la psicopatía y todo se disolverán, absolutamente todo.
Los psicópatas pueden... ellos experimentan... a ellos los ayudamos, están envueltos en sentimientos continuamente, al cien por cien.
Esa fuerza es sentimiento.
Ya entenderán: a esa gente le falta ese sentimiento.
A un psicópata le falta la conciencia diurna como sentimiento que tienen ustedes, todavía no ha alcanzado la riqueza.
En La Haya hay una criatura... André tiene que ayudar a una criatura, a una niña.
Y dice a la madre...
Era una monjita, y ya llevaba cuatro vidas, cinco, diez, siendo monja de nuevo, madre de nuevo y si no tenía el cuerpo maternal, se hacía cura.
Bien.
Llega a la sociedad y está sin poder hacer nada en ella, no sabe lo que es delante ni izquierda ni derecha ni hacia arriba; pero es clarividente.
Dice a André: “Va usted a comenzar escribiendo un libro sobre Egipto y entonces será usted Dectar.
¿Es así?”.
Sí.
“Usted quiere sanarme, usted se llama Jozef Rulof, usted quiere sanarme, no sabe hacerlo; Dectar, el de allá, sí.
Pero ese Dectar ya estaba.
Esa criatura, la madre...
André dice: “Por quince años, no tiene por qué preocuparse.
Se va a un manicomio, vuelve a salir.
Otra vez más vuelve a entrar y continúa haciéndolo durante años.
Pero no se vuelve loca, no se vuelve loca”.
Ahora ha vuelto a salir, sana y salva, feliz.
Pero tiene... y pregunta por la maternidad.
“Madre, madre, quiere hacerme madre”.
Y entonces la sociedad no tiene leyes, porque ahora esta madre termina hecha un asco porque no se hace madre.
Entonces dijo: “¿Es que Jozef Rulof no se puede encargar de que me haga con un marido y un bebé?”.
Eso es un ser humano que es consciente.
Sí.
Da igual que uno esté en Oriente...
La sociedad de ustedes ha vuelto a ser tan casta, tan hermosa, que nada de madre para esa madre... pero ustedes si cuidan a sus caballos y vacas.
Pero el ser humano no recibe la maternidad.
(Una señora en la sala dice algo).
¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—En Inglaterra, sí.
—En Inglaterra sí, allí la inyectan, pero eso para esa madre no es normal.
En Inglaterra se aplican inyecciones, aquí también, en Francia también es posible.
Pero eso usted no lo desea como madre consciente.
Entonces tiene que estar la dichosa fuerza creadora.
Y entonces ¿qué pasa con experimentarla?
¡Pues a tomar paloduz!

(Risas).

Pero si es cierto, pensamos de forma universalmente material y espiritual, a ustedes los convierten en paloduz.
Ahora la madre ya es inyectada con esperma, la fuerza creadora.
Si van ustedes a Londres, a Inglaterra, ya no les hará falta ningún marido, ninguna fuerza creadora, les dan una inyección y entonces se harán madres, recibirán las hormonas masculinas.
Sí, será útil en el futuro, porque...
Pero ya entenderán: hay miles de problemas que tienen que llegar al orden espiritual.
La madre tiene que hacerse madre y el padre creará, y entonces, por fin, habrá armonía para todos.
Y entonces, cada madre...
Ahora la madre no quiere ningún hijo.
Una madre tiene un bebé: “No quiero ver al bebé”.
De madre, nada.
Otra madre, centenares de miles de madres matan el niño que llevan dentro.
Ya entenderán: disarmonía, guerra sobre la maternidad.
Otra madre: tiene que dar a luz quince veces para esa madrecita que no quiere el niño.
¿Qué hubo del mundo?
¿Por qué una madre tiene veinte hijos, doce, cuatro, siete, ocho, nueve?
Para la creación solo se puede dar a luz a una sola niña o un solo niño.
Allí la madre tiene dos niñas, aquí, a su vez, dos chicos, ¿entienden?, es posible, ¿no?, esos ya se encontrarán, pero la escala para la maternidad y la paternidad es una balanza cósmica y tiene que estar en armonía.
¿Y por qué nacen ahora más niños que niñas?
Por haber barrido a tantos niños.
Y ahora la maternidad en el espacio dice...
Se ha producido un abismo en el espacio, mucho preguntar, mucho buscar, un impulso, tiene que haber paternidad, la maternidad la hay en exceso, y ahora esta atrae...
¿Qué hace usted si desea? ¿Qué hace usted si la madre desea?
... atrae la madre la fuerza creadora, ¿verdad?, y se encarga en el espacio, en el mundo de lo inconsciente y aquí en la tierra... se encarga de la paternidad.
Ya ahora nacen más chicos que chicas; otra ley de la naturaleza.
¡Deberían preguntarlo a su erudito!
No saben.
Una ley de la naturaleza de lo más sencilla, esa balanza recupera la armonía.
Ya pueden empezar con una nueva guerra, ya pueden espantar a los hombres del mundo, que la madre ya se encargará en un par de años de que vuelvan a nacer chicos, porque la maternidad quiere ser parida.
Y entonces es la propia madre la que se encarga del alumbramiento y de la creación.
La madre de encarga ahora de que nosotros, los hombres, fuerza creadora, lleguemos a tener un organismo masculino.
La madre lo es todo.
Si miran ustedes en la naturaleza, es la madre la que se encarga del animalito.
No el padre, el padre mira así, es consciente, ni pega ni palo.
Los investigadores de ustedes en el mundo dicen: la madre naturaleza, la madre leona y la madre tigresa se encargan de la compra, de la comida, el padre no hace nada, lo tiene que hacer la madre.
Y eso ustedes lo repiten aquí.
Y así es como adquieren ustedes su grado animal, el grado humano, la naturaleza: las flores, las plantas, los árboles, etcétera.
Nada más que libros y más libros.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

—¿Algo más?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, a pesar de la siega, ¿hay entonces igualmente evolución?
¿Comprende usted lo que digo o quiero decir?
—¿A pesar de la siega?
(Señora en la sala):

—Sí, usted dice: ala, a atraer de nuevo.
Y, ala, a segarlos de nuevo...
—No, claro que no.
Ha de entender usted que yo... yo le ofrezco allí una impresión falsa, eso falso lo dejo que usted lo...
“Ala, a volver a atraer y, ala, a volver a segarlos” quiere decir: ¿por qué hacen ustedes eso?
¿Por qué lo hacen?
No se puede hacer, no se tiene que hacer.
Pero entonces viene una de las madres.
Comienzo por decir: la madre no quiere dar a luz, no quiere un niño.
Pero otra madre tiene que encargarse de que haya evolución.
Y ahora es necesario que...
La iglesia católica dice: hijos, hijos, hijos, hijos.
¿Cómo es que la iglesia católica adquirió esa conciencia de dar a luz?
¿Acaso es que Roma siente que no se entera?
Resulta ahora que los hijos, los parroquianos, los seguidores tienen que cuidar de los hijos; ¿de que vuelvan?
¿Es consciente esa sabiduría?
¿Por qué van esas hormigas blancas a Roma y se cargan a mordiscos la condena?
Vaya, ¿qué clase de acertijo es esto?

(Risas).
La iglesia católica dice: “Hijos, hijos.
“Ah, ¿habrá este año otro bebé?”.
Una criatura de André, nuestra, un seguidor, dice: “Sí, pero mejor a ver si consigues tú misma dos”.
Y entonces dijo ella: “Lo eché de casa a palos, al señor cura”.
“Usted se encarga...
A ver, ¿es que vamos a tener este año un bebé?”.
“No”, dice ella, “tiro la toalla, ya no voy a tener más hijos para usted”.
“Ah, claro, usted seguramente habrá leído esos libros de ese demonio, ¿verdad?”.
“Exacto”, dice, “exacto”.
Tiene que empezar usted a dar a luz.
No juegue a ser Cristo y santa, dé a luz, entonces será santa.
Dé a luz, dé a luz, dé a luz, hágase madre, lo más sagrado, lo más sagrado creado por Dios.
¿Qué más quiere?
El ser humano empieza a embellecerse, se cuelga cosas, se hace santo, la iglesia lo condecora a uno, una hermosa túnica.
(Dirigiéndose a la sala).

—¿Algo más?
(Señora en la sala).

—Tener muchos hijos ¿es karma?
—Querida hija mía, se lo diré.
Unas madres se hacen esclavas para las demás.
Y entonces el ser humano en la tierra dice: “Allí tenemos otro barrio de conejos”.
Encima los denigren así.
Hay familias de diez niños, veinte, y eso empieza a ser “como las bestias”, dicen.
Pero eso de debe a que en la tierra hay centenares de miles de madres que vuelven a arrojar al niño al rostro de Dios.
Quieren el contacto, la unión, pero no el niño, las preocupaciones, o lo que sea, no, no son madres.
Naturalmente, hay niños a los que se echa del mundo y que son arrojados al rostro divino por pobreza.
Semejante madre se avergüenza ante la sociedad.
¿Qué es eso?
¿Qué significa?
Pero la iglesia católica, esas monjitas, esos curas, pero también otra personas...
Se trata, sin embargo, del clero.
Cuando se llega a Oriente es un honor poder dar a luz.
Si una no ha sido madre, entonces no sabe nada.
Tampoco se llega nunca...
Bueno, fíjense en el propio ser humano... deberían entrar en esa personalidad de la madre, encuéntrense con miles de madres, basta con poner una al lado de la otra, que no hayan sido madres, que no hayan conocido el contacto, entonces permanecerá esa cosa pragmática, esa luz semiconsciente, en esos ojitos y esos actos...
Ustedes mismos han inventado nombres, palabras, para esta gente, ¿verdad?
No se puede vivir con ella, no hay forma de vivir con esta gente, no son madres, tampoco son padres.
Ahora ¿qué?
Resulta que allí hay una madre... una madre llega a tener catorce, quince, dieciséis, ocho, diez, doce... se dice que...
Antes las madres llegaban a tener... fíjense... antes las madres llegaban a tener catorce...
Entonces era mucho peor, eso en estos tiempos no lo vivimos.
Pero ¿es que no comprenden ustedes que antes había mucha más gente que era masacrada por la naturaleza, por el animal salvaje?
Entonces las madres tenían catorce, quince hijos, dieciséis, era así en todas partes.
Pero la sociedad se pone a embellecerse; a lo largo de las eras prehistóricas la humanidad, la madre está con el karma, con el karma maternal, la madre aún vive en el karma maternal, porque pueden ustedes... si... ustedes tienen que volver, vuelven ustedes miles de veces a la tierra y para ustedes no hay atracción aquí, no hay fuerza de atracción...
¿Quién los atrae a ustedes?
Aun así continúa, dado que esa madre está...
Ya se terminó otra vez su noche.
Porque su madre es... esa madre tiene dieciséis críos, para ustedes.
Enseguida volverá usted, señor cura, y entonces volverá a tener una nueva vida, porque será atraído, volverá a la tierra.
Entonces el señor volverá a ir a la iglesia católica, hasta que sea cardenal, hasta que sea papa, entonces será santo de verdad, habrá vivido miles de vidas, y no habrá creado ninguna; y ella como monja, como hermana, no habrá dado a luz.
¿Eso qué es, pues?
Así de santos; y así se viola, se mancilla la evolución humana.
Y si saben eso, pues, entonces dirán: mejor háganse cardenales y háganse papas y háganse así de santos, no dice nada, nada, nada.
Ya no son ustedes creación, ya no son padres, ni madres, no tienen nada, nada, nada, nada.
A mí mejor denme entonces a María Magdalena.
Por eso Cristo sentía respeto por María Magdalena, fue mil veces madre.
El ser humano que desea...
Ustedes dicen...
Tenemos personas malas en el mundo.
El ser humano que desea...
Y que dice: “Esa, esa madre de allí, uh”.
¿Quién les dice que es mala?
No hay maldad en el espacio, solo hay evolución.
Sus mujeres públicas, tal como se les llama, son...
¿Quieren oír la palabra?
Lo han edificado, ¿no?
Es la puta.
En el espacio no hay puteo.
Cristo no conocía el puteo, solo hay evolución.
Enseguida dirá...
¿Por qué hace eso?
La psicopatía ¿es verdadera demencia?
La psicopatía ¿es desintegración?
Un loco, ¿de verdad que está loco?
¿A la inconsciencia se le llama locura?
¿Está loco ese hombre? ¿Está loca esa madre?
¿Hay demencia en el mundo?
¿Sabían ustedes que no existe la demencia, ni tampoco la psicopatía? Ese nombre, esas palabras, las han inventada ustedes.
A la luna le dijeron “luna”, pero la luna es el primer grado cósmico para el espacio, es la Omnimadre de este espacio.
Ustedes dicen que el sol es femenino.
Pero es padre, es creador.
Ustedes le dan precisamente la vuelta, no conocen la naturaleza, no conocen el espacio, no conocen la razón por la que nacieron.
¿Que son sinsentidos esta noche?
(Dirigiéndose al técnico de sonido):

Amigo mío, siempre lo veo, hermano mío.
(Dirigiéndose a la sala):

Ya me han avisado.
¿Quién más de ustedes?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Ahora estoy con usted.
(Señor en la sala):

—Maestro, si todos tenemos que hacernos conscientes a través de la pena y el dolor, yo me pregunto: ¿cómo es que la gente que, por ejemplo, vive todavía en Marte y que en el futuro llegarán a este planeta, y que... este...
—Estupendo.
(Señor en la sala):

—... llegarán a otro estado mejor que nosotros...
—Sí.
(Señor en la sala):

—Pero ¿es que ellos tardan más en hacerlo que nosotros?
—Mire, estamos hablando del paraíso, ¿verdad?, la tierra se convertirá en un paraíso.
Pero ¿significa algo ese paraíso para el alma?
—Eso mejor vívalo por fuera.
No hará falta... no hará falta que trabaje tanto.
La primera esfera está lista, las esferas de luz están listas, el divino Omnigrado está habitado.
Pero la primera esfera está lista.
Cuando llegue usted en breve, habrá un camino.
¿Es que es posible que usted lo alcance quedándose sentado sin hacer nada?
¿Lo sabe? ¿Me comprende?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Usted se ganará la vida.
Se hará madre, se hará padre y amará todo lo que vive, así estará construyendo un camino eterno.
Dios nos dio el paraíso, Dios nos dio espacio.
La lepra, la mancilla, no hay puteo, solo hay evolución.
No mire a la gente por encima del hombro, porque usted lo era ayer mismo.
En su vida anterior en París, en Londres, o donde fuera, ha vivido a fondo el puteo, ahora dice usted: “Ya no me sirve de nada, quiero servir una sola vida”.
Están buscando, ella está pensando en hacerse madre por las numerosas veces que ha sido tocada, ¿para qué?
Está mal, es un error, tener que llegar por eso a la vida, tener que llegar así a alimentarse, es posible hacerlo de otra manera.
¿Por qué no se dedican a pintar un poco?
¿Por qué no se hacen artista, escritor, o lo que sea?
Cada pensamiento, cada tarea... no hay más que una sola tarea en el espacio, una sola tarea, una sola, y es: háganse madre, háganse padre.
Y por medio de la maternidad, por la paternidad...
Si quiere usted vivir amor, amigo mío, creador, de aquella que le corresponde, y no es capaz de contarle nada, tampoco recibirá amor.
Cuanto más sea capaz de dar, más amor recibirá de la madre.
¿Lo aceptan?
(Gente en la sala):

—Sí.
—Si están allí como hombre y no tienen nada que dar, no saben nada...
Lo que tienen que hacer es asimilar esa sabiduría, y empezarán a tener espacio.
Pero si forman parte de la iglesia católica y son protestantes, son luteranos, les darán un beso maldito en los labios.
¿Quieren decirme que cuando adoran la condena, que a la madre podrán darle un beso espacial, cósmico?
Están encima mismo de su “ataúd”, sienten los clavos.
Cuando mamá se ponga enferma, ya verá usted el ataúd, y es que no hay un “ataúd”, y ahora usted me tiene que... nos tiene que...
Cuando se va mi criatura, digo: “Enseguida me volverás a ver, te acogeré, vete primero, llegaré enseguida, vete, tranquila”.
Qué hermosa es la muerte.
“Vete, tranquila, te concedo el espacio, y vuelve a mí y háblame de vez en cuando”.
Cuando se vaya su madre, deberían dejar que se marche.
Pero también deberían demostrar que son capaces de estar solos.
Hablen con las otras hermanas, amistad, amor, edifiquen.
No hay ampliación, no hay “ataúd”, no hay estancamiento, la vida se hace hermosa si se conocen los unos a los otros, si tienen espacio.
Deberían sentarse y leer un libro.
Deberían contarle a la madre, como creadores, cuando ella tenga el sentimiento de vivir el suyo, y deberían ir a través de la vida de Cristo al espacio, a las esferas de luz, al cuarto grado cósmico, deberían dar un paseo por el espacio.
¿Qué hacen entonces?
Entonces irán tomados de la mano.
Y entonces llega allí alguien...
Y resulta que de pronto se ven ante otra madre: “Hija, yo sé algo del espacio, yo sé algo sobre la vida después de la muerte”.
Y ella que dice: “Ah, claro, usted será un ocultista, un espiritualista, entonces es usted diabólico”.
Santo cielo, de pronto uno se hace diabólico por caminar al margen de la iglesia.
Espacio, sentimiento, conciencia, son amor; cuanto más espacio tenga uno como sentimiento, como sabiduría, será el amor por la madre.
¿No sabían eso?
¿Qué le quedará por aprender al hombre, luego detrás del ataúd?
Servir a la madre.
Estamos despertándolos.
Cuanto más amor sientan por la madre, lo recuperarán de todas forma cuando ella sea consciente...
No me estoy dirigiendo a lo inconsciente, a la psicopatía, me dirijo a la madre que anhela enriquecerse interiormente de forma maternal, espacial.
¿Es así?
¿Qué reciben a cambio?
El amor, la felicidad, es ella quien los carga a ustedes.
Y sus gachas no se queman nunca.

(Risas).
Hermosa palabra cotidiana...
(Dirigiéndose a la señora de la pregunta sobre una secta en Holanda donde se aparecen espíritus):

Así que nada de extraños a su alrededor.
Usted le escribió a André, aparecerá usted bien con sus cintas, y no habrá nadie que lo desintegre a usted, y mejor deje que hable el resto.
¿Lo ha comprendido?
(Señora en la sala):

—Sí.
—Yo mismo le doy ese mensaje, porque la percibo y conozco.
Nada de extraños en su Getsemaní.
No tiene que dejar que entren extraños, que lleguen allí con las suelas embarradas para pisar su paraíso.
Vivir allí el respeto —es algo que tienen que sentir— para quitarse los zapatos.
(Una señora en la sala dice algo).
No debería usted haber andado así, tiene que andar así.
No hay lucha, no hay desgracias, tampoco hay personas odiosas ni equivocadas.
Si usted dice a quien lo ame y con quien tenga que ver: son ustedes odiosos...
Sí, puede ser, odio material, estrechez de miras, líos patéticos, claro.
Y cuando esa persona no quiere escuchar...
Es algo para la telepatía, no, el elemento... el elemento pedagógico para impulsar los sentimientos hacia el despertar.
Es hablar, hablar, hablar.
Y eso no supone un golpe para la madre, no son patadas contra la madre.
Y si la madre es pura, es clara, cuando la madre tiene cabeza...
Eso lo reciben ustedes... primero recibirán conciencia social.
Si usted... si el hombre no gana más de cincuenta florines, sesenta de esos de usted, setenta, y se gastan doscientos en dos horas, sería un error.
Primero tienen que aprender a pensar socialmente.
Sócrates aportó sistemas materiales.
De cada pensamiento tienen ustedes que...
Son ustedes filósofos.
La buena madre que no conoce su propio hogar en las esferas de luz es una persona inconsciente.
Tienen que aplicar ustedes a sus vidas los sistemas de Sócrates, tienen que saber ustedes que el dinero es oro y que con este se ha construido el mundo.
¿No tienen nada?
Pueden ir caminando a casa, dice André.
¿No les causa nada?
¿Son ustedes demasiado vagos para ganar algo?
Así no recibirán nunca pan divino.
¿Es tan maravilloso que tengan que hacer ustedes de todo, y más, en el mundo? ¿Que tengan que recibir todo regalado, que tengan que recibirlo regalado? ¿No ganan nada para sus vidas para que eso les dé una pizca de conciencia?
Hay gente a quien le encanta recibir, pero es mejor que ustedes...
Por eso Cristo dijo: “Mil veces mejor: den, den, den, den”.
Si tienen que recibir, por dentro serán pobres e inconscientes.
Es imposible, decimos nosotros.
¿No tienen qué comer aquí en la tierra?
¿Qué edad tienen ustedes?
Acompáñenme y en dos semanas les daré una existencia, y la tendrán, no hace falta que sufran aquí, ni que pasen hambre, si lo desean al cien por cien.
(Señor en la sala):

—Y todos esos parados que...
—Sí todos esos parados suyos...
Tráigalos y así mañana tendrán una tarea mía.
(Señor en la sala):

—No, sí que quieren trabajar, pero no se les deja.
—Entonces ahora venderán flores.
Entonces les...
¿Cómo dice?
(Señor en la sala):

—Para eso también hace falta un permiso.
—Yo no entiendo de eso.
Pero a la vida sí que la puedo orientar hacia una tarea.
Yo también sé hacer lo que sabe hacer él.
Y si usted no tiene el sentimiento...
Cristo dijo: “Siempre habrá”, eso surgió en Jerusalén, “siempre habrá alimento para quien quiera trabajar, sea hombre o mujer, servir, servir”.
¿Lo recibió usted de su casa, de su tío, de su padre, de su herencia?
Eso desaparecerá, no le pertenece a usted.
Todo lo que gane para el espacio es una posesión suya.
¿Es así?
(Señor en la sala):

—Pero de eso te privan.
—¿Cómo dice?
(Señor en la sala):

—Pero te privan de eso, ¿lo sabía?
—Pero ¿te...?
(Señor en la sala):

—Te privan de eso, la sociedad.
—Sí, su sociedad es disarmonía.
Unos lo tienen todo y otros no tienen nada.
Sus derechos no valen nada aquí, no hay jurisdicción; es una administración de justicia bestial, todavía no la hay espiritual.
No puedo edificar una justicia espiritual.
Digo: a esa gente le puedo dar de comer, puedo, usted también, si sabe el camino, si conoce a ese ser humano.
Pero no puedo aplicar la justicia espiritual, porque entonces a él le privo de todo y lo regalo por otro lado, porque él desde luego no se lo ha ganado.
O sea, usted tiene que... a lo que voy: en su sociedad se lo tendrán que ganar todo.
(Señor en la sala):

—Sí.
—Y eso es igual con el espíritu.
Hermanas mías y hermanos míos, gracias por su hermoso sentimiento.
Espero haber podido darles algo.
(Gente en la sala)

—Sí.
—Queda una conferencia más.
(Señora en la sala):

—Lástima.
—¿Cómo que “lástima”?
(Gente en la sala):

—Porque solo queda una conferencia más...
—Dice usted “lástima”.
(Señora en la sala):

—Sí, lástima, porque solo queda una más.
—Di veinte y no la vi.
“Lástima”.
No me dice nada, porque conozco a mi gente.
¿Quiere usted poner esa “lástima” en la balanza para su corazón?
“Lástima, se va usted”, y estuve aquí veinte veces, estuve aquí veinte veces, miré el lugar donde está sentada ahora y no se encontraba allí.
No me enoje.

(Risas).

No me lleve a la mentira, no me lleva a la debilidad, al no querer, al no poder; en el espacio no hay de eso.
El ser humano que anhela, el ser humano que quiere ser madre, busca en el mundo dónde se puede aceptar y recibir la maternidad.
¿Quiere decir usted, a mí y a los maestros, y a Cristo, ¿que fue usted anhelante al cien por cien?
(Señora en la sala):

—Puede haber circunstancias, maestro Zelanus...
—Que no, sí, tres, cuatro, pero no cinco mil, no hubo cinco mil circunstancias.
Es que no le voy a dar la razón.
Nunca de los jamases.

(Risas).