Noche del martes 28 de marzo de 1950

—Buenas noches, hermanas y hermanos míos.
(Gente en la sala):

—Buenas noches, maestro Zelanus.
—Vamos a seguir.
¿Quién de ustedes —se ha vuelto a recuperar la voz— está listo para hacer la primera pregunta?
¿Por allí?
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, la vez anterior escuchamos aquí la conferencia “Dios no condena”.
He de decirle que me dejó muy impresionado.
—Gracias.
(Señor en la sala):

—Pero dijo usted en ella que en las esferas hay seres, o espíritus, que lamentan mucho que en la tierra predicaran en realidad una doctrina equivocada.
Y que aseguraran que Dios sí condena, y que eso les causa dolor en las esferas.
Y usted añadió entonces que los primeros libros de...
—‘Una mirada en el más allá’.
(Señor en la sala):

—... ‘Una mirada en el más allá’...

—Sí.

—... que está escrito para niños pequeños.
Y esa expresión no la he comprendido.
—No.
Pero todos ustedes son niños pequeños, en estas leyes son niños pequeños.
¿Ha quedado claro ahora?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Sí y no.
Gracias.
Si usted... es usted, por ejemplo, un sacerdote, se hace pastor protestante, nace, alberga usted el sentimiento de que quiere estudiar, se hace cura, quiere hacerse sacerdote...
Pero, mire, cuando entienda todas las conferencias que hemos montado en La Haya, comprenderá... —lo he explicado aquí más de una noche—, comprenderá que su pensamiento y sentimiento se hará peligroso para la sociedad, que es peligroso.
Ahora, claro, se trata de dónde nazca usted.
Y entonces el alma se construye a sí misma por medio de las vidas que ha vivido, por la personalidad.
Unos seres humanos siguen estudios materiales, otros seres humanos se inclinan por los deportes, es algo con lo que nos topamos en la sociedad, otros quieren vivir un estudio, quieren ser sacerdotes, se hacen pastores protestantes.
¿Dónde nace usted?
Ya entenderá que los padres que lo atraen a usted juegan entonces un papel enorme, tienen en sus manos una parte de su desarrollo.
Más tarde contará usted de todas formas: hago esto, hago lo otro, ya no me dejaré someter.
Pero, entiéndanme, les he explicado varias veces que todo lo que poseen en la tierra lo tienen que dejar de lado.
Perderán su nombre, perderán su personalidad.
Podrán estudiar, podrán asimilar lo que quieran, nada tiene en realidad importancia para sus vidas astrales si no está sintonizado con su alma y personalidad para el Gólgota, Cristo, Dios, ni significa nada.
Cada pensamiento, cada acto que lleven a cabo para su alma, seguirá siendo... es un fundamento, es un mundo, es un espacio, es una esfera, es armonía, es justicia, es amor.
Todo los conduce al amor.
Primero tienen que encargarse de estar en armonía, con todo, y eso después será amor.
Pero lo que posee el mundo actualmente, lo que ha sido recibido por los sistemas filosóficos, por los filósofos, ya entenderán ustedes que significa algo cuando el ser humano saque de allí la experiencia espiritual interior.
¿Ha quedado claro?
Ahora llegan ustedes a la tierra.
¿Dónde nacen ustedes?
El padre y la madre son de tendencia católica, protestante, musulmana.
¿Entiende? Esto ya no está en manos de usted.
Pero poco a poco, por la vida, va despertándose su vida interior, su personalidad.
Llega usted a Turquía, se hace musulmán, se hace budista, ya llega a la mística por Buda.
Si llegan ustedes directamente a la iglesia católica, entonces estarán ustedes —por sus padres y, claro, por sus propios sentimientos, ya se encargarán ustedes de demostrar más tarde lo que quieren ustedes— hasta el cuello en la condena, les llegará hasta los labios.
Y ahora lo que realmente deben hacer es conocer a su Dios de amor, ese Dios de amor de verdad que existe.
Ya entienden que cuando nació Moisés —eso lo pueden leer en ‘Los pueblos de la tierra’, allí yo también he... ya oirán esas otras conferencias, anteriores, anteriores a esa condena, en Diligentia— se reunieron los maestros.
Así que había gente en la tierra, morían, y esa gente continuaba, estaban construyéndose.
No se les dio nada regalado.
Solo tenían tinieblas.
Porque en las eras prehistóricas, el ser humana atravesabo su ataúd.
Ustedes lo convirtieron en un ataúd, allí vivían, allí siguieron echados, o se fueron a las aguas, empezaron a enterrar a esas personas, ya solo por la descomposición.
Pero esas personas llegaron ahora al Omnigrado divino, y experimentan y habitan, representan el Omnigrado, al Dios de todo lo que vive.
Llegaron al Omnigrado divino al margen de Cristo, de Dios, al margen de la espiritualidad de ustedes, al margen de su iglesia, al margen de todas esas personas.
¿Lo aceptan?
De verdad que no son ustedes los únicos que viven en la tierra, la madre tierra ya tiene millones de años.
¿Y cuándo comenzó la concienciación humana?
Millones de años antes de que Moisés llegara a la tierra.
Porque Moisés era un ser humano igual que ustedes, que yo, que usted, que miles en la tierra.
Me entró la sensación: santo cielo, estoy vivo.
Él vive en el mundo astral, en una esfera tenebrosa, no es consciente.
Les he explicado: a un ser humano de la primera esfera no se le puede usar para eso, porque este ya no va dando golpes a diestro y siniestro, sino que atraviesa el amor hacia la luz.
Moisés anda en la primera esfera, anda en esas tierras crepusculares, y ve que sus padres viven.
Regresa a la tierra, siente contacto, entra en contacto.
¿Qué haría usted?
¿Qué haría usted en ese momento?
Es ese ser humano al que necesitamos, esos seres superiores son quienes lo necesitan a él; tiene que volver, puede golpear todavía, porque el ser humano, según aprenden ustedes en la condena, los maestros fijaron al ser humano.
Los maestros comentaron todo esto con el Mesías, con Cristo: ¿cómo conseguimos meter miedo a esa gente, a esa masa?
Y entonces llegó el Señor.
Eran ángeles, eran maestros, eran sus antepasados.
Construyeron leyes.
Cristo dice: “Cómo me recibieron allí?
¿Cómo me recibieron en la tierra?”.
Es muy sencillo, eso ya lo supo de antemano:
la masa inconsciente lo destruirá.
Si uno dijera esto —eso también ya lo he explicado— hace cincuenta años, ustedes y yo y todo el mundo terminaríamos en la hoguera.
¿No lo sabían?
Hemos aprendido.
La sociedad ha evolucionado, la sociedad... esta humanidad empezó a sentir, a pensar, a comprender, milagros técnicos.
Así es como surgió.
Entonces...
Llega Moisés.
El ser humano recibe la fe, esa fe continúa.
El Antiguo Testamento contiene mil y una trampas, allí encontrarán mentiras y engaños.
Un cuento divertido.
Cada ser humano tiene esta experiencia.
Pero, no se olviden: surgió algo, se construyó una ley, nació la casa de Israel, la esencia para creer y aceptar; no es más.
Ahora están atravesando ustedes la historia y llegamos a Cristo.
Cristo infundió alma espacial, amor universal, cordialidad divina, benevolencia, justicia.
Esa es la tarea de Cristo.
Comienza la iglesia católica, es cuando ustedes salen del espacio y en esos siglos son atraídos a la iglesia católica, a sus padres, y ellos creen, creen, creen, los llevan con ellos, se ponen a rezar ustedes, todavía no son ustedes capaces de pensar, aún no tienen el sentimiento, pero por fin se liberan y empiezan a comprender que no existe la condena.
Ahora su primera pregunta.
Sus primeros pensamientos y sentimientos respecto a esto son: llega un pastor protestante, ha completado su ciclo de la tierra y llega al mundo astral, llega a un espacio, es una personalidad espiritual astral, y ahora tiene que aprender que la condena no existe, porque la vida continúa.
No se conoce la reencarnación, no se conoce el renacer.
Hay millones de leyes que les explican a ustedes que la vida evoluciona.
Llegan ustedes allí, pues, y resulta que tienen que aceptar que no han dado al ser humano más que sinsentidos, engaños.
¿No es penoso?
¿Sienten los profundos dolores de un ser humano que tiene que aceptar que ha estado contando mentiras, por muy hermosas, por muy veraces que fueran sus palabras para el ser humano?
Esa vida transcurrió para nada.
Ahora ponte a repetirla.
Así es como ha engañado a millones de personas, una y otra vez, inconscientemente.
Ese, pues, es el peligro.
Eso el ser humano aún no lo sabe.
Las criaturas de este mundo, millones de criaturas, hombres y mujeres, no saben que por esa iglesia, por aceptar un dogma, por profesar una fe... bueno, hazte protestante, hazte católico: que uno anda por las tinieblas.
Porque nada —ya se lo dije— de lo que posee la tierra —es decir, lo que ha construido la sociedad por medio de las universidades— tiene significado alguno, dado que sigue siendo sabiduría material.
Aquello que vive en ustedes —lo que es su alma, lo que es su espíritu, lo que es la vida— se desconoce, porque no se sabe lo que es la vida, ni la del alma ni la del espíritu.
Ese, pues, es el peligro, un tremendo peligro, decidir: me hago católico, me hago protestante.
Enseguida tendrán que perderlo de todas formas, todo eso tendrán que quitárselo de encima.
Y ahora podemos empezar; cuando venga ese pastor protestante, cuando llegue el cura, seguirá viviendo en una tierra crepuscular, porque si ese sacerdote a un dios de amor...
Acepta un Dios de amor, pero a eso yuxtapone: si no tiene usted cuidado, se irá al infierno, arderá eternamente.
Así que tiene conciencia, y allí está su cruz, construye para sí mismo trampas y cepos.
Y entonces Dios le tiene que decir: tienes que despertar, harás esto y harás lo otro.
Criatura, aclárate por tu cuenta, porque Dios se ha manifestado por la naturaleza, por las leyes espaciales.
Más claro, imposible.
Y a ver quién se atreve a quitarle a un sacerdote a su Dios, a un pastor protestante, a ver quién se atreve: morderán como ni siquiera es capaz de hacerlo un animal salvaje, se les echarán encima.
Deberían irse a su cardenal, deberían ir a un verdadero sacerdote y a ver quién le dice que está loco, que lo suyo son cuentos.
Les morderá en el cuello, a la hora de la verdad les chupará la sangre.
Porque a ustedes lo que les harán es... si él conservara el poder, amigo, hermano, él los encerraría y torturaría, por decir que lo suyo son cuentos; es que él lo sabe.
Tendrán que deshacerse de su catolicismo, de su protestantismo y de su islamismo y su budismo, de todo lo que carezca de realidad espiritual, porque en su lugar recibirán la realidad metafísica, divina.
Y eso es: nacerán de nuevo, serán padres, serán madres.
La reencarnación existe.
Irán a todos los pueblos.
Habrán vivido en todas partes en la tierra, porque tienen que recorrer millones de vidas antes de que alcancen la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) y antes de que hayan corregido sus errores.
Y entonces tendrán que enmendar los asesinatos, se habrán vuelto a meter en vereda.
Pero la causa y efecto —han engañado a un ser humano, se han dedicado a la pasión y la violencia, a asesinar, a destruir una vida— los reconducirá a la tierra, y eso es algo que tienen que vivir.
Eso es lo que se les cuenta.
Y entonces van ustedes... si son ustedes el sacerdote, entonces llegamos a donde ustedes: “Mira, criatura, ¿ya está preparado?”.
Esto lo han leído en los libros, allí se les dieron los ejemplos.
Hay sacerdotes que dicen: “¿Es esto realmente de verdad?”.
Esa es la criatura —ustedes no saben nada de esas cosas, son ustedes mismos la criatura—, esa es la criatura, una pequeña criatura de Nuestro Señor.
Y cuánto más infantiles se hagan, más amplios serán.
Y entonces podremos soltar a esa criatura de la iglesia a base de golpes.
No tienen más que empezar.
“Es usted un cadáver”.
“No soy un cadáver, vivo”.
“Murió usted allá”.
“Imposible.
Me encuentro de maravilla”.
“Sí, tiene usted buen aspecto”.
Le va bien.
El católico, el sacerdote tiene su cruz, se aferra a ella con temor.
Digo: “Mejor quita eso, porque ya no significa nada.
Es que no conoce esto.
Por eso los llevo...”.
La próxima vez, o después, venga a La Haya, entonces nosotros iremos al Gólgota y conocerá usted a Cristo.
Ese católico no conoce a Cristo; tiene esa cruz con el Mesías en ella, el Mesías ha enmendado todo para él, con que incline la cabeza ya es suficiente.
Sin duda.
“Criatura, quita esa cruz de allí.
Vamos a enseñarte otro Cristo”.
Y entonces comienza una escuela de aprendizaje universal, cósmica, divina.
Se les explica ley tras ley.
Y entonces tenemos que atravesar la Biblia, la atravesamos, es cosa de cinco minutos, también puede tomar cinco mil años.
Si tienen mucho sentimiento, si acogen todo de una sola vez, llegarán a tener una sola visión —verán a Moisés, a Abraham, a Isaac, a Jacob, sobre todo a Moisés, veremos algunos profetas, seguiremos hasta Jerusalén, volveremos un momento a las esferas de luz—, llegarán a tener una visión que los conectará directamente con el Omnigrado divino... se me caerán... me darán la mano, el sentimiento, su saber, su personalidad y dirán: “Su palabra es ley”.
“Sí, porque usted es mi criatura.
Yo soy una criatura de Dios, y usted también.
Somos criaturas.
Yo sé algo más, veo algo más”.
Y ahora reciben mi espacio, mi esfera, mi sentimiento, mi vida, mi amor, y ahora se le despoja de su falda negra.
Se les despojará de sus tinieblas.
Los colocaremos con ambos pies en la tierra, para que puedan irse caminando.
Los conectaremos con el reino animal, volveremos a la luna, al origen de cada vida celular, y cuando hayan visto y vivido eso, deberían volver al libro ‘Los pueblos de la tierra’ y abrácenlo con el corazón.
Vivan y lean ‘El origen del universo’, tomen
‘El ciclo del alma’, tomen ‘Una mirada en el más allá’, y estarán convencidos de que en los infiernos no arde ningún fuego.
¿Más cosas?
Gracias.
¿Quién de ustedes?
(Señora en la sala):

—He leído que los peques que mueren jóvenes van a la esfera de los niños.
Pero si resulta que hay almas reencarnadas de una esfera oscura que mueren jóvenes, ¿a dónde van estas?
—Quiere decir usted que cuando un niño, un niño tenebroso, cuando un alma que vive las tinieblas... eso quiere decir.
(Señora en la sala):

—Sí.
—No puede regresar, se queda allí.
(Señora en la sala):

—¿No puede ser joven?
—No podrá volver a la tierra.
Tenemos el mundo de lo inconsciente.
Cuando luego uno tiene que volver, o bien continuará de forma consciente al mundo astral, entonces esa vida habrá acabado, uno habrá terminado con la tierra...
Y dependiendo de cómo se sea...
Esos mundos existen...
Si albergan odio, si albergan mentiras y engaños, llegarán a un mundo de mentiras y engaños, ese es su mundo.
Cuando luego, después de irse de aquí, regrese a la tierra, ya se disolverá al instante para el mundo de eso que es inconsciente; eso se llama el mundo de lo inconsciente, el mundo para el nacimiento, se harán madres o se harán padres.
Enseguida, cuando se desprendan del cuerpo desaparecerán y se difuminarán.
Por ejemplo, su madre que ha fallecido y su padre, que ya poseen una esfera vital, no hace falta que vengan a buscarla...
Porque eso lo hacen ellos.
Si yo tengo contacto con ustedes, soy yo quien la viene a recoger, claro.
La vivencia más poderosa de todas, si uno de los suyos la precede y está allí y tiene posesiones, si tiene luz verdadera y está allí como una belleza luminosa, como una flor del espacio, y experimenta con usted que usted se va desprendiendo lentamente de su cuerpo, eso es lo más imponente que se puede vivir, lo más hermoso, lo más poderoso.
Es cuando esa alma siente de verdad.
Y entonces la tomará entre los brazos, y la llevará a ella, o a él, ese amor, lo llevará a usted a la esfera tal como sientan ustedes por dentro.
Ahora es posible hablar a la gente —yo hago de todo, y hay varios que lo hacen, para darles la verdad—, los cambio, los hago cariñosos, los amo, porque es su cielo, su luz, su espacio, su amor.
Pero eso el ser humano no lo hace.
El ser humano dice “sí”, pero no comienza.
Todo eso está en manos de ustedes.
Sin embargo, cuando por tanto regresen a la tierra, no es necesario que acudan sus padres, sus amores, sus amigos, sus hermanos y hermanas, se disolverán ustedes de inmediato, porque estarán ustedes en la ley para el nacimiento.
¿Ha quedado claro?
Todo eso irá por sí solo, nadie podrá cambiar nada en eso.
Todavía tendrán que volver, aún tendrán que ver con gente aquí en este mundo, pero todavía no estarán listos, aún tienen que enmendar cosas, tendrán que ser madres o padres.
Puedo conectarlos con miles de leyes.
¿Para qué cosas se regresa?
¿Para un asesinato? ¿O para una paternidad, maternidad, evolución?
¿Qué les queda por hacer aquí?
Si ya tienen una tarea consciente en la tierra, si la quieren acabar rápidamente, regresarán de inmediato.
Es posible.
Si ustedes... a la orden, en la orden, con la orden...
Porque en el espacio hay una orden —¿entienden?— y es la Universidad de Cristo, ustedes están ahora en ella.
Se lo mostraremos.
Cuando hayan comprendido esto, sentirán... quizá pasen siglos, cinco siglos, diez siglos... porque habrá millones de personas que los precederán, también tendrán que volver.
El ser humano asesina, el ser humano prende fuego a las cosas, y mata y mata, se dedica a la guerra, se gasea a sí mismo, es un suicida.
Se han destruido a millones de personas, de forma conscientemente prematura han sido arrancadas de la vida.
Ha surgido un caos.
Los seres humanos hemos creado un caos para la maternidad, la paternidad, para el despertar, para el proceso evolutivo, para el alma, para la vida, para el espíritu y la personalidad.
Regresarán ustedes a Dios, tendrán que alcanzar el Omnigrado, y en ese largo camino, en ese camino cósmico, hemos cometido error tras error.
No son errores.
Ni tampoco hemos cometido pecados, porque cuando nos pongamos a analizar y ver esto de forma cósmica, no habrá pecados, podrán hacer lo que deseen.
No hay pecados, no hay errores, solo hay inconsciencia.
Porque tendrán la oportunidad...
Eso no se lo perdonarán, a Dios no le hace falta perdonar nada, porque nos dio todo.
Recibirán otra vez un nuevo cuerpo, podrán hacerse madres y volverán a dar un cuerpo, dentro de ustedes, a esa alma a la que quitaron la vida.
¿Entienden?
Volverán a tener esa armonía en sus manos.
Volverán a seguir.
No hay condena.
¿Entienden?
(Señora en la sala):

—Pero si lo comprendo bien, ¿no se va a la esfera infantil cuando se muere joven?
—Es cuando seguimos.
¿Es necesario que usted ahora...? ¿Va usted ahora...? ¿Es usted ya...? Ya es usted madre, se ha hecho adulta, es usted una mujer...
Si usted fallece directamente como niña de tres años, de cuatro, y ha alcanzado todo eso...
¿Para qué vuelve esa criatura?
Eso está en usted, usted volverá para algo, da igual, vuelven a ser miles de problemas.
Pero está usted lista, tiene usted tres años y regresa a la transición; por ejemplo, ha vivido el despertar en la madre, lo ha vivido semiconscientemente, al cincuenta por ciento, eso lo puede vivir, ya lo entiende, entonces en el fondo estará en el umbral del sueño en la madre y sentirá esa dilatación, esa circulación sanguínea, ese despertar es evolución material, que el alma acoge, y así se enriquece.
Entonces volverá a la primera esfera, tiene sintonización con eso, irá a la cuarta; si sale de allí, porque ha venido desde alguna parte, entonces volverá allí.
Y entonces podrá volver a vivir el estadio adulto en siete horas.
Sí, así podrá seguir desde el ataúd, desde su cuerpo, y aquí ya habrá vuelto a ser adulta.
Pero eso solo lo podrá vivir en la medida en que posea el sentimiento y la conciencia.
Porque si usted no posee la conciencia —ya es hora de que aprenda, de que piense— también estará detenida.
Cuanto más lo asimile, más amplios serán sus sentimientos.
Pero traten todo con amor.
Por tanto, cada pensamiento se hace amor, la cosa más pequeña que haga en la tierra se convierte en amor.
Y cuando eso hable a su alma, a su vida interior... demuestre ahora cómo quiere aceptarlo, como quiere vivirlo respecto a: nacimiento, ser padre, ser madre, Cristo, el Gólgota, su yo divino en usted.
¿Algo más?
(Señora en la sala):

—Quiero preguntarle algo.
Quisiera saber algo más sobre esa pregunta de hace un instante.
—Continúe.
(Señora en la sala):

—Allí se dijo... usted dijo que los maestros se arrepentían de cosas que habían enseñado a la tierra, a los seres humanos.
—Desde luego.
Si usted no...
(Señora en la sala):

—... arrepentirse...
—No, no un maestro en el espíritu.
(Señora en la sala):

—Sí, del más allá.
—También.
¿Qué piensa usted?
A mí me puede llamar maestro.
Quiero... puedo demostrárselo.
Para este espacio —pueden leerlo, tienen que saberlo en realidad— he dado quinientas conferencias, y ni una la misma.
Puedo hablar con ustedes diez mil siglos y cien mil años.
Y a todos los eruditos de la tierra los podrá usted... los reto, a los psicólogos, a presentarle a usted la prueba y entonces podrán hacer preguntas sobre el espacio.
Yo nunca me presentaré aquí sin la palabra.
Es decir, me he ganado mi omnisciencia para este espacio, me he hecho cósmicamente consciente.
Ni André ni Jozef Rulof; somos nosotros.
Nosotros hemos hecho ese viaje, depuesto esas vidas, es lo que hemos alcanzado.
Quizá se hayan dado cuenta de ello.
¿Qué cree usted...? Esta es la próxima conferencia si la quiere aceptar...
Cuando llega usted a la primera esfera, el ser humano piensa: me voy a sentar, qué gusto, ya llegué, he alcanzado la primera esfera, ahora sí que tengo descanso, paz y felicidad.
¿Verdad?
Pero eso desde luego que es la veracidad espiritual, el amor espiritual, la armonía y justicia, vive usted allí en el paraíso.
Y entonces el dolor de Cristo y del espacio se irá arrastrando hasta sus labios.
A mí me carcome el dolor.
Claro, porque a usted todavía no la tengo, porque es parte de mi vida, de Dios, del espacio; cada uno cargará con la vida del Mesías.
¿Es que eso es posible?
La iglesia católica dice: Cristo carga por ustedes.
No.
¿Qué fue la pena, el dolor de Cristo?
El dolor fue para Él: el ser humano se destruye a sí mismo, el ser humano crea disarmonía, dolor, desgracias.
Podrían ustedes cambiar el mundo de golpe, si el ser humano fuera manejable.
Y cuando se vayan elevando más y más...
¿Qué es el Gólgota?
El domingo, dentro de una semana, de dos semanas, en Diligentia, les ofreceré en breve la conferencia ‘El Gólgota en ustedes’, y entonces los clavaré en la cruz.
El Gólgota quiere que vivan los dolores, la vida, el sentimiento y el pensamiento de Cristo.
Eso es el Gólgota.
Eso es entregarse, por completo, a la vida de Dios.
Porque ustedes son... todo en el mundo...
Son ustedes divinidades.
¿Lo saben?
Y toda esta vida, todo aquí en su Ámsterdam, en el mundo, es suyo, es algo que han creado ustedes, es una parte de ustedes.
Pero ustedes, a su vez, son una parte de aquello, son uno.
Y esa unidad es la que asimilan.
Y entonces llegarán a la primera esfera y empezarán a sentir allí la vida, la carga del Mesías, porque la divinidad tiene que despertar en esta vida.
Entonces irán... querrán comprender los sentimientos del Mesías, los acogerán, y entonces llegarán a tener dolor, querrían que los golpearan, que los torturaran, con tal de poder reconducir toda esta vida a lo divino.
Por eso la gen...
Esos maestros son felices, desde luego... pero no nos paramos, no podemos pararnos hasta que la tierra viva en el paraíso, hasta que la madre tierra haya alcanzado con sus criaturas la bienaventuranza para la que nació y murió Cristo, por la que Cristo creó todo, por lo que alcanzó esa altura, ese espacio, ese instante.
Para eso vivirán, para eso morirán.
(Dirigiéndose a algunas personas en la sala):

No hablen tanto, dejen de hablar.
Ustedes están justamente en esta línea.
Entonces irán como el Mesías, como un maestro, como un ángel, un ser humano...
¿Qué es un ángel?
¿Qué es la conciencia?
Lo ángeles no existen.
Están en las esferas, los llaman ángeles, porque eso, a su vez, también es terrenal; ténganlo en cuenta.
Es una invención de la iglesia católica.
No hay ángeles en el cielo.
Solo hay personas conscientes y son, ciertamente, maestros.
Porque...
Tampoco es que haya maestría, solo hay amor.
Pero cuando nos pongamos a hablar espiritualmente, cada palabra de su diccionario se quedará en la cuneta, desaparecerá, porque entonces ustedes solo se harán sentimiento, se harán pensamiento, se harán comprensión.
Sus actos son sentimiento, su hablar es sentimiento, suavidad, benevolencia, armonía, después... beso, maternidad, paternidad.
Eso es Cristo.
Y lo quieren comprender a Él; entonces irán... y también se quedarán clavados en la cruz, porque cada palabra ya los golpeará, será un puñal en su corazón.
Cuando al final empiecen a sentir eso y lleguen a albergar esa vida del espacio, de la madre naturaleza en ustedes, ya no dirán nada equivocado sobre esta criatura, sobre aquella otra, entonces la vida, la tierra, sobre las que camine su amor, serán demasiado duras; pero eso también lo tienen que sentir para eso, para esto y para aquello y lo otro.
¿Es así?
¿Algo más?
¿Qué deseaba?
(Señora en la sala):

—Dice usted: “Dios no condena”.
Pero en sus libros también se puede leer que hay demonios, y que en los infiernos viven personas, demonios, que no son accesibles para una palabra buena ni para un pensamiento bueno.
—No, claro.
(Señora en la sala):

—Y que son disueltos.
—Exacto.
Dicho de otra manera, quiere usted saber...
Aquí tengo a alguien, hay alguien entre ustedes...
¿Cómo reacciona André en la tierra? ¿Cómo reaccionamos nosotros? ¿Cómo estamos de cara al ser humano?
Si viene alguien que los mira...
Yo los adelanto a ustedes, Cristo también los adelanta, porque sabemos: solo en diez mil años habrán despertado, solo entonces empezarán a comprender lo que quiero decir, de todas formas no dejarán de hacerlo.
No les compadeceré, no lloraré porque estén ahogándose allá en su propia miseria.
¿Les parece duro?
Ustedes, el ser humano, son de una maldad putrefacta, en sus pensamientos, cuando un ser humano quiebra al otro ser humano.
Cuando piensan mal de un solo ser humano, lo harán de Dios, porque entonces están en disarmonía.
Un solo pensamiento equivocado, pensar mal del ser humano, los coloca en las tinieblas.
¿No es así?
Resulta que ahora se topan por ahí con un demonio...
¿Cómo quieren llevar ustedes a Adolf Hitler, a Goebbels, y a todos esos demonios que ha conocido el mundo, cómo quieren llevarlos a Dios y a Cristo y al amor?
Ya fueron ustedes atacados y devorados, espiritual y físicamente, si esa gente pudiera alcanzarlos, si tuvieran la misma sintonización.
Si odian, se les acercará el odio.
¿Cómo quieren ustedes alcanzar esa destrucción, cómo quieren alcanzar ese sustrato, eso inconsciente?
¿Cómo quieren sobre...?
Pues, yo voy esta noche por la ciudad, estoy caminando, y hablo sobre “Dios es amor”.
Estoy en una de sus plazas y: “Dios es amor”, como la criatura de Jehová.
En diez minutos estoy en la cárcel.
Eso lo hicieron los hijos y los echaron a la fosa de los leones, acabaron con ellos, y luego los arrojaron a la hoguera.
Ahora solo se dice: esto (probablemente, el maestro Zelanus se señala la frente para indicar que se piensa que esa gente está loca).
Un ser humano decente, un ser humano con sentimiento...
Llega, por ejemplo, un teósofo o alguien, un sacerdote.
Oye, que oigo allí un sentimiento espacial.
¿No es así?
¿Quién es?
Eso significa algo.
Denme una sábana blanca y mañana se lo muestro; regresaré con André y andaremos por su ciudad, y en menos de media hora estaremos en Rosenburg (un psiquiátrico de La Haya).
Dirán: ese está loco.
Pero la esencia, el sentimiento que comprende: santo cielo, ese de allí habla sobre la luna que es madre y el sol que es padre.
Y si usted, ciencia, lo alcanza y comprende e intuye, entonces querrá decir que la reencarnación está viva para ustedes.
A ver quién se pone a contar eso a la sociedad.
¿Cómo quiere alcanzar usted a esas personas, a esos inconscientes?
¿A los católicos?
Pasa un cura: agárrenlo, llévenselo.
¿Entienden?
¿Cómo quieren conducir a esos demonios —peor, peor, peor—, ese odio hasta el amor?
Para eso necesitaremos veinte mil años, y diez mil años, y cien mil años, muchísimos siglos.
Nosotros no esperamos.
Nosotros precisamente iremos a aquella esencia que está lista para salir de esa tierra, para radiar, para crecer y florecer.
A mí no me sirven de nada diez mil personas que mañana... que de todas formas no me entenderán, no nos sirven de nada.
Necesitamos a una sola, y esa única persona es espacio, es felicidad, es aceptar.
Pero cuando lleguen ustedes a las esferas, cuando se vean ante la verdadera universidad de Cristo...
¿No lo comprenden ustedes? ¿No lo quieren?
Vayan alguna vez, fíjense en lo que dice el ser humano, fíjense entre ustedes...
¿Tienen ustedes ese amor?
El hombre y la mujer tienen el espacio, si el hombre, la fuerza creadora, lo alcanza y la madre lo puede aceptar, si está abierta; ser hombre y mujer, ser uno, aquí, en estos lugares, y amar esos libros, esa sabiduría, es el paraíso.
Pero ahora dice: “Vaya, ¿de qué me sirven a mí esas tonterías?”.
“Pero ¿es que... es que te crees eso?”.
Eso ya es entonces falta de fe.
También los besos de ustedes, su cordialidad.
El ser humano no se puede liberar de sí mismo.
Hace poco les conté: si son católicos al cien por cien, entonces su beso también estará condenado, no tendrá un sabor espacial, será nimio y pequeño.
Pero ahora se verán ante una madre consciente cósmica, miren sus ojos, no es necesario que digan nada, ella adoptará sus pensamientos, sentirá todo, le dará el amor, y allá va usted.
Esa es la intención de Dios.
Pero ahora me vienen ustedes con: “Ay, no...”.
Cuando lleguen a las esferas, en breve detrás del ataúd, y estén allí echados, donde estén, y alguien viene a verlos, que los mira y dice: “Mejor no te preocupes, criatura mía, te traigo la luz de tu padre y mi palabra es ley”, entonces lo mejor es aceptarlo todo.
Y un solo “Ay, no; ay, no”, y otra vez “Ay, no; ay, no”, y un poco después otra vez, y uno se queda en soledad durante miles de años.
Entonces lo que tienen que hacer es ponerse a gritar bien, hay que experimentar esa tortura por la que Cristo y los maestros vivieron esos dolores, que ellos sienten; no puedo alcanzar a esa criatura.
¿Qué es, pues, una madre para la criatura?
Porque son criaturas.
Y esa criatura se despertará.
Y que no quiere; entonces esperaremos; y Dios esperará a que haya despertar.
Y eso es: “Llévame a la luz, estoy en las tinieblas, estoy en soledad”.
Allí es donde estarán, en la soledad, hasta que se pongan a preguntar por su hermana, por su hermano, y lo digan de verdad.
Si dicen: “Ah, hoy te necesito”, y mañana: “Ya te puedes ir...”, eso allí ya no se da.
Ya no dejaremos que nos sigan pisoteando.
Cuando estén en las esferas y digan “sí”, y mañana se repita el “tararí que te vi”, entonces el ser feliz, que sabe, que siente, ya ha desaparecido, ya los habrá dejado, se quedarán ustedes solos.
Los dejaremos completamente en remojo hasta que acudan con benevolencia para aceptar la palabra, así.
(Señora en la sala):

—Pero ¿cómo voy a aprender eso?
—Lo aprenderá sin proponérselo.
Cuando vive usted en el desierto de su vida...
Es un desierto: cada comprensión equivocada, espetar, gruñir, odiar, desintegrar es un desierto de pobreza.
Y en el desierto estará usted sola.
Y cada palabra...
Sin embargo, el indicador, eso lo leen en ‘Las máscaras y los seres humanos’, a lo largo del desierto, la confianza, el aceptar...
Oh, ya sentirán alguna vez, cuando lleguemos entonces para darles una mano para alejarlos de ese calor, de esa desgracia, de esa miseria.
Ya verán lo delicado que es ese apretón de mano.
¿Entienden?
Y si yo entonces...
Y cuando ese ser humano, ese maestro, acuda a ustedes con la verdadera realidad, el saber para el espacio en ustedes, que podrá llevarlos a un entorno donde verán las aves y donde volverán a ver el verdor y donde podrán sentarse a descansar, ya creerán que ese descanso es realidad, porque la verán.
Se lo mostraremos.
Y si no pueden aceptar eso...
Si ven las flores aquí y estuvieron allá en el desierto, y allí hay tinieblas y aquí hay luz, entonces ya no es que acepten, no, ustedes mismos serán comprensión; y así seguiremos.
Pero la ley inmaculada, cósmica, el acontecer metafísico, es verdad espiritual, esta no suplica.
Cristo no pedía limosnas.
Un alma de la primera esfera no quiere limosna; quiere verdad, realidad, al cien por cien.
Serán ustedes amor, deberán aceptar algún día, y cuando esa aceptación todavía no esté al cincuenta por ciento, cuando esté por debajo de ese porcentaje, no será aceptar todavía, será incredulidad, y con ella no podrán hacer nada.
No entraremos en la falta de fe.
Y entonces se dirá también en la sociedad de ustedes: “Mejor no comiencen con eso, porque son margaritas para los cerdos”.
Ese es el peligro; tanto escribir, dar arte y clases universitarias para nada.
A ustedes no les da la gana, el ser humano no lo hará.
¿Que el ser humano no es capaz?
No, el ser humano no quiere.
Es que el ser humano no quiere.
Todo es posible.
Se dice: “No, esa gente todavía no es capaz”.
Bien.
¿Por qué no inclinan ustedes entonces la cabeza ante lo más nimio, ante las primeras cosas, y no ponen un fundamento para ustedes mismos?
Si ella dice: “Hombre, eso está mal, es así”,
¿por qué es entonces tan duro? ¿Por qué no pueden ver esa dureza de ustedes mismos?
Pero entonces uno toca la personalidad, se dice algo, ahora...
Anoche estuvo hablando André.
A una criatura suya le concede la suerte de leer algo —yo también estoy allí, porque estamos escribiendo, los maestros lo oyen, Dios lo oía—, le concede a la criatura la suerte de leer equis páginas de los libros de ‘Jeus de madre Crisje’, que ahora tienen que salir todavía.
Dice: “¿Quieres leer eso?”.
“Sí”.
Cien hojas, doscientos cincuenta páginas.
Se lo concede, por ejemplo, a su hermano con su criatura.
“Vamos, vamos” dice, “apresúrate y léelo”.
Pasan cinco semanas, cuatro, cinco, seis, que sigue sin terminar.
“¿Ya?”.
“No”.
“Puede hacer usted lo que quiera, lo que desee, puede romper y cargarse lo que quiera”, dice André, y esa es la palabra, “pero nunca más en este mundo le daré para leer nada mío; ya no me interesa nada, usted no está sediento”.
Quien tenga sed, en cambio, eso es experimentar las cosas al cien por cien, es meterse en una ley, entonces no duerme.
Es algo que nadie puede eludir.
Hay gente que van por la vida, van a misa, pero eso no es buscar a Dios.
No, no, el ser humano que vuela por la vida como un loco: “¿Cómo le puede parece bien a Dios?, que pregunta, que siente dolores por dentro para llegar a conocer a Dios, eso sí que es al cien por cien.
¿Quieren contarme y quieren hacerme creer todos ustedes que han vivido esos libros?
Se lo puedo preguntar de inmediato.
Cuando los hayan vivido, lo sabrán: ¿dónde dice esto y lo otro?
Miren, André tuvo que vivir cada ley hasta que formara parte de su alma, y entonces el maestro Alcar podía continuar, eso tenía que ser un fundamento.
No se lo quitaba de encima, le era impuesto, o no tendríamos conciencia, no tendríamos sentimiento, no tendríamos fundamento.
Ustedes ¿qué hacen?
La madre ¿qué hace?
El padre ¿qué hace?
¿Por qué son ustedes duros?
¿Por qué hacen eso mal?
¿Por qué?
¿Es que no leen?
No.
¿Por qué gruñen?
¿Por qué no pueden entender el sentimiento de ese mundo de allí?
¿Por qué no descienden en un acto del ser humano?
Un ser humano les dice algo y ustedes responden: “Ah, no, majaderías”.
¿Por qué?
¿Quién les da esa seguridad?
¿Por qué masacran eso?
Eso ya no ocurre en las esferas de luz.
Entrarán en las esferas, para Dios, y vivan donde vivan en el espacio, en la tierra, después de todo, y de eso acogerán la esencia: amor, felicidad, justicia, armonía.
¿Quién empezó?
¿Por qué se distancian entre ustedes?
¿Por qué odian?
Hombre, ¿por qué llegas a tener a tu novia, y enseguida la echas a patadas?
Eso la destruye y quiebra por dentro.
¿Quién ha empezado?
¿Dónde está?
Les analizamos cualquier problema para Dios y el espacio; porque el primer pensamiento de todos es la desintegración.
Son los sistemas filosóficos de Sócrates, Schopenhauer, Adler, Platón, Aristóteles.
Pero no tienen un grado espiritual para este análisis.
¿Cuándo se es veraz?
¿Cuándo se es cariñoso?
¿Cuándo se tiene una fe?
No la fe de la iglesia, porque eso es otra manera de creer.
Su marido le dice: “Bueno, llego tarde, pero tuve que irme un momento”.
Y dice la otra: “Claro”, eso lo pueden leer en ‘Jeus III’, en ‘Jeus II’, “eso mejor se lo cuentas a tu abuela”.
Miren, la verdadera manera de creer...
Si me dicen ustedes eso, me voy de inmediato y volverán a verme dentro de mil años, porque nosotros no vivimos en las esferas en la falta de fe; les faltaré al instante.
¿No me acompañan?
Si él engaña, será en breve; es él quien desintegra.
Pero nosotros nos iremos de inmediato.
Cristo lo dio todo, un maestro lo da todo.
No nos recibirán a medias sino enteros, al cien por cien, entregamos nuestras vidas, vamos a morir por ustedes, quédense con la sangre, el corazón, la luz, con todo; no perderé nada.
Al contrario, recuperaré todo.
Porque será otro fundamento más para mí si les doy al algo por lo que se manifiesta el amor.
¿Cómo viven aquí?
La vida en el espacio será de una belleza imponente, pero veraz, severa y dura, porque ustedes pondrán las cartas boca arriba.
¿Ha quedado claro?
¿Quién de ustedes?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus... (inaudible) y entras en contacto con diversas personas, ¿tienen que estar en tu camino?
—Desde luego, somos nosotros quienes las atraemos.
¿Quiere tener la prueba?
Una criatura —André lo ha contado, pero eso lo verán también en las esferas— una criatura desea amor.
Una madre va a ver a André —esto ha ocurrido—: “Bueno, ¿y qué es lo que valgo ahora? He leído sus libros, pero no tengo amor”.
Una madre.
André dice: “Vaya a sentarse en un parque y deles de comer a los patos.
Llévese un poco de pan y siéntese allí.
En dos semanas él también acudirá a darles de comer a los patos, y entonces, pues, nada, a arrullar, así surge el amor.
Y él preguntará: ‘¿A usted también le gustan tanto los pajaritos?’.
‘Sí, señor’.
‘Qué curioso, en el fondo venimos de una misma esfera, de una misma sintonización’.
Y entonces viene el amor”.
Si aman de verdad, recibirán el amor.
Si usted, un ser humano, si busca de verdad, tenía usted algo para... si busca de verdad...
Un hermano de él, se lo cuenta a André —pero yo ya estaba sentado al volante—, cuenta que hay un ser humano que va por ahí, sale de casa y de pronto le dice alguien por detrás: “Dios mío, ¿está usted también buscando a Dios?
Ojalá pudiera encontrar a Dios”.
Esa criatura dice...
También está aquí, ¿verdad?
(Señor en la sala):

—Sí.
—¿Está aquí la criatura?
(Señor en la sala):

—Allí atrás.
—Esa criatura dice: “Oh, se lo puedo decir”.
“Sí, he llegado al punto en que quiero acabar con mi vida, acabar con mi vida”, miren, si uno quiere de verdad, “quiero acabar con mi vida si esto tarda mucho más”.
Dice, esa criatura dice, es una de las mías, esta, dice: “Entonces tengo un libro para usted.
Antes de que haga eso, mejor lea ‘El ciclo del alma’”.
¿No es curioso que esa otra criatura es enviada con ‘El ciclo del alma’ al ser humano que quiere poner fin a su vida por no poder encontrar a Dios?
Y así con miles de problemas, incluso para lo animal verán ustedes su propia especie.
¿Ha quedado claro?
(Dirigiéndose a la sala):

—Por allí.
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, ¿qué son elementales...?
—¿Cómo dice usted?
(Señora en la sala):

—¿Qué son elementales?
—¿Elementales?
Las leyes elementales: la tierra, el agua, el oro, la plata, etcétera, lo que hay ahora dentro de la tierra.
Pero ahora también llegamos a tener...
¿Ha leído tal vez ‘El origen del universo’?
Allí tendrán las leyes elementales, los mundos elementales.
Es el alma del espacio.
Es la materia.
Tenemos leyes elementales, leyes materiales; también las hay para el alma y el espíritu.
Así que para el alma están los mundos elementales, los que son más etéreos, es el cuarto grado cósmico.
Es la tercera esfera, es el mundo astral.
¿Entienden?
Así que entonces van ustedes de la primera esfera, de la segunda, tercera, cuarta, quinta, mundos, transiciones.
La primera, la segunda, la tercera aún tienen contacto con la tierra.
En la primera esfera todavía no estarán libres de sus sentimientos terrenales.
Allí hay gente descansando, durante años.
Pero la segunda esfera, ¿entienden?, está despierta, continúa, allí ya no la verán, esa pasa por el espacio.
¿Saben lo poderosamente hermoso que es vivir la tierra entre todos los pueblos, de forma invisible?
Deberían mirar en sus calles, como clarividente, deberían mirar cuántos miles y miles de seres astrales los atraviesan a ustedes caminando.
Estarán a su lado.
Allí hay alguien colgado del ser humano, dentro del ser humano.
Allí enganchan a la madre.
Allí hay una madre haciendo algo, se va por el camino equivocado, sí, allí hay alguien que la envía a través de eso, quiere vivir algo; ella es susceptible, se entrega, busca, pide.
Eso tiene que parar.
Eso es el mundo astral.
Entonces irán llegando ustedes a más y más altura, todo será más y más etéreo, llegaremos a la esfera espiritual, en el fondo eso es todavía terrenal, tiene contacto con la materia, con el alma, pero llegaremos a tener el espacio elemental, visto y sentido cósmicamente es el cuarto grado cósmico.
¿Ha quedado claro?
¿Quién tenía algo más?
(Señor en la sala):

—Sí, por aquí.
(Señor en la sala):

—Maestro, escribe en ‘Los pueblos de la tierra’ que los maestros acudieron a Noé, a Moisés, a Abraham, y proclamaron que eran Dios.
—Sí.
(Señor en la sala):

—Pero no eran Dios.
—Que sí.
(Señor en la sala):

—Eran los maestros.

—No, eran dioses.
(Señor en la sala):

—No.
—Usted también lo es.
(Señor en la sala):

—¿De verdad?
—Acabo de decir: todos ustedes son dioses.
¿Por qué quieren llevarme a la negación de los dioses?
(Señor en la sala):

—No.
Allí dice también que: “Si hubiéramos asegurado que somos seres astrales, que es lo que somos”, según pone, “no nos habrían creído”.
¿No habría sido mejor dejar las cosas claras y decir: “Eso somos nosotros, seres astrales”?
Pero es que dijeron “Dios”, y por eso, actualmente, la gente está atada a la tierra, a esa Biblia.
—Claro.
(Señor en la sala):

—¿No es mejor vivir sin... sin la Biblia...?
—Sí, sí.
No tiene más que adorar un árbol, no tiene más que adorar...
Cualquier fe desaparecerá.
(Señor en la sala):

—¿En serio?
—Todo desaparecerá de su tierra, amigo mío: el catolicismo, el protestantismo, el budismo y todo, ¿no les acabo de decir: todo lo que posee una esencia natural, alma, espíritu y leyes de la naturaleza son...?
No es usted más que una ley.
No odia usted a ningún ser humano, es usted conciencia viva.
En las esferas ya no se llamarán “seres humanos”, ya no serán seres humanos allí, serán un grado de luz para Dios.
Desaparecerán su púlpito, su iglesia y todo, también desaparecerá en setenta y cinco años, entonces aparecerá el aparato de voz directa y hablarán los maestros.
Échense, por allí, y lean ‘Los pueblos de la tierra’.
Eso ocurrirá, sí, sí.
Y entonces la iglesia se vendrá abajo.
Y seremos nosotros quienes hablemos.
Y entonces empezaremos a analizar la Biblia, eso será el comienzo.
Pero es que es así.
Acéptenlo, anótenlo.
Centenares de escritores.
Llegará Egipto.
¿Cómo vivo?
¿Qué seré detrás del ataúd?
¿Hay una muerte?
¡No!
No es nada.
Continuarán ustedes eternamente.
¿Representan ustedes a Dios como un demonio?
Bueno, da igual; pronto llegarán a comprender, a sentir, a amar.
Pero allí serán ustedes divinidades.
Será mejor que vuelvan a sus ciudades y que digan: “¡Bien! ¡Mis dioses!”.
Mejor vayan a una pelea de boxeo y pregunten: “¡Bien, divinidad mía! ¡Qué gloria los golpes que das!”.
Es la verdad, ¿no?
Porque tengo que analizar esas cosas para ustedes.
No Rulof.
Analizo esas cosas, no me queda más remedio que conectarme con su materia.
Mejor vayan a la sociedad, mejor vayan a esa noche de boxeo: “¡Bien, divinidad, hay que ver el amor que tienes para tumbar a esa criatura!”.
Pero es mucho peor.
Pónganse sus estrellitas, ¿verdad?, y denles órdenes a sus hijos: “Dispara, tumba a tiros todo lo que se mueva, tranquilo”.
Qué bonito, qué Dios tan hermoso.
Adolf Hitler también fue uno de estos, Napoleón lo fue, pero así hemos llegado a tener evolución (véanse los artículos ‘Hitler’ y ‘Evolución de la humanidad’ en rulof.es).
Pero quien se dedique a violarlo, tendrá que enmendar.
¿Entienden?
Para Dios, sin embargo, podían haber dejado ir a Adolf sin problema, según ya les he contado; las hormigas blancas lo habrían masacrado en esa largo camino, se habrían fragmentado.
André dijo en esos años: no se preocupen, se fragmentará.
Y justo por recibir tanto —ya constatado en 1940, con pruebas— lo perderá, está fragmentando su fuerza.
Y así es como despierta el alma, y así es como llegarán a ver y a vivir la esencia.
¿Comprenden ahora a Moisés?
¿Por qué les explico que a esos boxeadores yo los...?
En tiempos de Moisés solo había en la tierra boxeadores y salvajes.
Y entonces vino Moisés y dice: “¡Bien, divinidad, hay que ver cómo te amo!”.
Entonces ya le habrían clavado una flecha en la espalda.
¿Ahora?
Y entonces llegamos nosotros.
Pero entonces les daré miedo, les haré temerosos.
“Se verá usted envuelto en llamas, amigo, si le hace algo a mi criatura”.
Y así habló el Señor.
Dios habló, sin duda, había maestros, ellos representaban a Dios.
Usted también.
¿Hay una diferencia?
Solo tiene que decir usted: a partir de aquí o de allí.
En qué grado de conciencia.
¿Cómo vive usted, cómo piensa, cómo siente, qué quiere, qué quiere?
Y ustedes, ¿qué quieren?
Allí.
¿Quién?
(Señor en la sala):

—Maestro, una persona que ha vivido muchas cosas en su vida que han dejado su impronta en el alma, ¿permanecerá más tiempo en el mundo de lo inconsciente que alguien que tenga pocas vivencias que hayan dejado impronta en su alma?
—¿Lo han oído todos ustedes?
Ahora viven muchas cosas, acumulan experiencias, tienen sed, toman esos libros, quieren llegar a conocer esas leyes...
Miren, esto sí que es nuevo.
Si tienen que regresar ustedes a la tierra, al mundo de lo inconsciente, el pasado los llamará para que vuelvan.
Y eso puede durar siglos.
Pero lo nuevo es un ascenso vital, cuando luego estén libres con su karma podrán despertar en siete minutos.
Pero ¿lo viejo?
¿Qué tienen todavía?
¿Qué arrastramos todavía?
¿Qué cosas?
¿Quién se dedica a llamarlos de vuelta a la tierra?
Y allí está la antigüedad, la duración, el tiempo, lo consciente y lo inconsciente.
Ser inconsciente toma tiempo, ser inconsciente es tiempo.
Ser consciente es despertar, evolución, nacimiento, luz, vida, amor.
¿Ha quedado claro?
¿Dónde más?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, ¿es Cristo igual que Dios?
—Sí, usted también.
(Señora en la sala):

—Pero Él siempre habla de Su padre, pues entonces siempre hay un padre, ¿no?
—Usted es Cristo, es padre y es madre.
Dios como padre, Dios como espíritu, Dios como hijo.
Es usted madre, pero usted es hijo de Dios a condición de que represente la fuerza creadora.
Usted es una criatura de Dios, el hijo de Dios.
Es decir: Mi hijo.
Eso no es con Cristo.
Usted también es Cristo.
Todos pasaremos por el Gólgota, viviremos el Gólgota, llegaremos a tenerlo en nuestro interior.
Usted es el Mesías, incluso es usted Dios, usted representa a Dios.
No, lo que es usted es Dios, lo es.
Pronto todos ustedes lo habrán creado.
Si pueden dar a luz a su hijo...
Dios dio a la luz, ¿verdad?, Dios creó.
Y usted ya puede dar a luz a un niño, es usted madre, es lo mismo que hizo Dios en el infinito.
Pero el ser humano es una infinitud, es un mundo, es un espacio; es alma, vida, espíritu, luz, amor.
¿Sí?
¿De qué son capaces ustedes?
(Señora en la sala):

—Cristo no dio otra cosa que amor, ¿no? Y nosotros hacemos el mal, ¿no?, porque... quiero decir...
—Ya está usted siguiendo a Cristo, ¿no?
¿No está allí sentada?
Porque desea, ¿verdad?
Lo que dio Cristo no fue nada.
Podría haber estado hablando durante centenares de miles de años.
Solo vivió tres años; en tres o cuatro años pudo decir algo de vez en cuando, porque los apóstoles no estaban preparados para Él.
¿Pudo hablar Cristo como lo hacemos ahora?
Dijo: “Vendrán otros”.
Es que nosotros somos eso, ustedes lo son.
Algún día llegarán al espacio y entonces dirán: “Fuera esa condena”.
(Señora en la sala):

—Eso ya lo digo ahora.
—Eso lo dice usted.
Pero cuántos millones de personas siguen diciendo:
“Bien, dentro de poco te meterán allí”.
Esa puerta se abrirá eternamente, aparecerá un caldero de esos de hierro y allí los meterán y arderán, irán al infierno.
Debería de vivir esa majadería a fondo.
Pero la iglesia católica no piensa, aunque dice saber de qué habla.
El protestantismo.
Se irán ustedes eternamente al fuego, pero las llamas no los consumirán jamás.
Porque siempre tendrán que estar en ese fuego.
Mejor metan la mano en ese fuego material de ustedes, y no quedará nada.
Pero el ser humano jamás llega a ser consumido por el fuego por mucho que esté metido en él, y tendrá que quedarse metido allí eternamente.
Y ese fuego no es tan intenso para destruirlos por completo, pero eso no lo comprende ese católico suyo.
Está usted en el fuego, arde usted y en el fondo no.
Solo hace falta torturarlos un poco, ¿entienden?, y punto pelota.
Solo hace falta torturarlos un poco.
Tiene que durar mucho tiempo.
Blasfemen, da igual, y ya se habrán ido; nosotros sí que nos atrevemos.
¿Sabían que no existen las blasfemias?
No existen los pecados.
Porque si hacen algo, si hacen algo equivocado...
¿Es que serían capaces de estrangular a su hijo si hace algo malo?
Dios (según la doctrina eclesiástica), sí.
¿Siempre se van a quedar mirando esa pequeña falta de su hijo, de su propio hijo¿ ¿Siempre?
Siempre lo perdonarán.
Grábenselo: “Es un niño.
Es un niño”.
“Pero si es un niño”, dice la sociedad.
La vida adulta, sin embargo, también es un niño.
La criatura que ahora dispara, más adelante sufrirá pena y dolor por haberlo abatido a usted a tiros.
Pero la iglesia católica dice: “Entonces te mueres”.
Para la iglesia católica está permitido que ustedes...
No para aquí.
Como hijo de la iglesia no matarán, pero sí pueden ir a Alemania y a Francia, y allí pueden abatir a tiros a cuantos deseen, para la iglesia; y luego encima les darán la bendición.
Pero eso la criatura de la iglesia no lo entiende.
Pueden destruir y asesinar tanto como deseen, el señor cura les dará la sagrada garantía; pero no toquen a la criatura de la iglesia, porque esa criatura está bendecida.
Estupendo.
Esa criatura es un circo.
Un Dios de amor que bendice a una criatura y que deforma a la otra.
André recibió una educación católica, tenía ocho años y ya se había peleado con el cura.
“¡Es imposible!”, porque lo veía con sus propios ojos.
Jugaba conmigo, con José.
“¿Es un... puede ser un... pero qué, esto..., puede Nuestro Señor matar acaso a la gente por hacerla arder?”, preguntó Jeus.
“Pero ¿es que lo crees?”, dijo José.
Esa criatura...
“Vaya, que eso no lo tienes que creer, Jeus, no son más que cuentos”.
Eso viene en ‘Jeus’.
Y es verdad.
Esa criatura fue educada.
No existe.
Pero la iglesia católica dice: “Haga lo que sea”.
Sí, es posible enmendar las cosas con dos mil florines.
Y encima encenderemos velas por usted, así llegarán del todo.
Una madre que acude a André le dice: “Mi marido... yo soy católica, mi marido es católico, y resulta que yo he leído su libro, de la primera esfera, ‘Una mirada en el más allá’.
Pero”, dice, quizá le interese, también lo reflejaré en los libros, “vino el señor cura y además quería que le diéramos otros diez mil florines”, dice, “porque él (el marido) sigue con una pierna fuera del cielo”.
Y ella que dice: “Bueno, pues que la otra se quede colgando fuera. Porque olvídese de que ya le vaya a dar un céntimo más: la condena no existe.
Tome”.
Y él que dice: “¿Usted también lee los libros de ese bicho?”.
Sí, somos bichos.
Y la iglesia católica siempre termina ante los libros de los maestros.
La condena no existe, son cuentos humanos, ya se los repetiré yo.
Blasfemar... ¿cómo es posible maldecir a su propia deidad?
No es necesario que usen esas palabras duras.
“No blasfemen”, dice la iglesia católica.
Ni falta que hace.
Dicen ustedes: “Dios me condena”.
Y si le dan la vuelta, es una blasfemia.
Pero no pueden condenarse a ustedes mismos.
Tampoco tienen que hacerlo.
¿Por qué andarían con todas esas palabras en su interior?
Busquen en el set humano la naturaleza, el espacio, la armonía, la transición.
Ya lo habrán entendido: la vida se hace mucho más sencilla.
No hace falta que se pongan de rodillas para rezar día y noche.
Basta con que lean ‘Las máscaras y los seres humanos’.
Hay una madrecita que reza por su criatura.
¿Por qué?
De esos libros todavía no quieren saber nada.
Sí, lo sé.
La iglesia católica.
Eso ha ocurrido, son pruebas.
La madre está tan contenta y feliz.
La condena, por ejemplo.
Pone allí cada semana flores ante María y reza, y está allí postrada con...
El cura dice:
“Es una criatura sagrada”.
Miren, esa madre está allí postrada, ante María...
Y es María.
Esa humildad, esa sencillez, esa santidad, qué hermoso, para esa criatura, para esa alma, para esa madre, qué hermoso, qué poderoso.
No la disturben.
No se acerquen a ella.
Eso siguió así durante nueve meses.
Pero la criatura se la arrancaron del cuerpo hecha trizas.
Sin embargo, se lo diré sin ambages: esa puta de allí tuvo unos hermosos trillizos.
¿Era una mujer pública?
No, era un puta.
Pero las putas no existen, ¿sabían eso también?
Esa de allí, esa mujer mala, que no quería saber nada de la iglesia, tuvo dos chicos sanos y una niña.
Y esta otra rezaba día y noche, y ofrecía flores a María.
Pero María dice: “Vete con tus flores, no te canses por mí”.
Sí, eso dice la ley.
“El espacio”, dice Frederik.
María dice: “Pero ¿qué quieres?
¿Por qué quieres darme esa felicidad, criatura?
Es que andas por la oscuridad.
Esas flores no significan nada.
Ya te gustaría”.
Adelante, quédense mirando fijamente a Nuestro Señor con un par de flores de ustedes de quince centavos.
Él ya verá si ustedes...
No, Cristo quiere que salgan de sus corazones: si ustedes son buenos para sus hijos y acogen sus vidas, a sus amigos, a sus padres, a sus madres.
Si la madre es odiosa, y aquella madre y ese padre, pues allá ellos, ustedes mejor se blindan, pónganse corazas, no se dejen mancillar, no se dejen influenciar.
Pero sigan siendo amor, manténganse por encima de eso, serán ustedes inalcanzables.
Pero no asesinen a sus hijos.
Si esa cordialidad sale de ustedes, será una orquídea para Cristo.
Pero la Santa María, la madre de Cristo, no deja —así lo dijo Jeus— que le tomen el pelo.
Nosotros siempre tenemos esa palabra en el espacio.
¿Por qué se iban a dejar engañar ustedes mismos?
¿Que es una palabra dura?
He de decirles: ¿por qué dejan que se les engañe?

(La gente se ríe).

¿Se hace cósmica la vida?
¿Prefieren que toque para ustedes?
¿Por qué no?
¿Cerca de ustedes?
De todas formas, en breve ya no estaré.
Qué gloria, qué gloria ser uno entre la gente.
“Para regalarle algo tan divertido”, dice Frederik.
Bien.
A Tippy... ¿no han llegado a conocer a Tippy en ese libro?
Mejor no se hagan como Tippy.
Entonces estarán rodeados de una corte llena de engaños.
Bien.
Pero el verdadero ser humano despierta, está delante de ustedes, y no es nada, es muy sencillo: es un hombre, es una fuerza creadora, es una gloria, está delante de ustedes, más sencillo imposible; no son ustedes nada para este mundo...
Los papas y reyes y emperadores viven en las tinieblas, pueden ustedes encontrar a Roma entera en las tinieblas.
Basta con que tomen una túnica de esas escarlatas, basta con que se cuelguen cruces del pecho, y por aquí ya pueden ponerse de esas estrellas.
¿A cambio de qué recibirán una estrella en este mundo, así, aquí bajo sus corazones?
Solo a cambio de mentira y engaños.
Si tienen muchas de esas condecoraciones aquí, solo se las habrán ganado con mentiras y engaños, mediante la desintegración.
Un momento algo para el arte, pero eso no es arte espiritual; Cristo no los ve a ustedes.
Vaya, vaya, vaya, no me hagan reír.
(Un señor en la sala dice algo).
¿Qué le parece?
¿Quién de ustedes?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, quería preguntarle un momento...
—Con tanta fuerza que... esa cosa sí que la tienen que escuchar.
(Señora en la sala):

—Sí.
(Señora en la sala):

—Pero esos seres queridos que no hacen más que estar cada semana aquí junto a la gente, y todos esos seres astrales...

—Sí.

—... también aprenden la doctrina de usted, ¿no?
—No, están aquí.
(Señora en la sala):

—Así que entonces la gente que hace la transición, sus padres o sus hijos que se van más tarde, esos están allí al mismo tiempo con ellos.
—Sí.
(Señora en la sala):

—Ah.
—Hay una criatura allí sentada a su lado.
¿Lo sabe?
(Señora en la sala):

—No, pero...
—Mire, una niña pequeña.
¿Quién de ustedes?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Otra vez.
(Señor en la sala):

—Maestro, los maestros, en los tiempos antiguos, hace miles de años, ¿habían avanzado en las ciencias igual que la gente en la actualidad?
(Suenan risas).
¿Qué me queda por añadir?
Cuando el ser humano vivía en las selva, ¿había entonces médicos?

(Risas).
Gracias.
¿Quién de ustedes?
(Señora en la sala):

—¿Me permite hacerle una pregunta?
Actualmente, me estoy dedicando a estudiar canto y, claro, para eso hay que aprender muchas cosas... también... pero ¿también te sirve de algo si llegas de forma natural a las esferas? Quiere decir: ¿sirve de algo ese estudio?
¿O hay que empezar allí desde cero?
¿O no sirve de nada?
—Cualquiera tiene la voz en la primera esfera.
(El maestro Zelanus reacciona ante alguien en la sala):

“De forma natural”: ¿qué “de forma natural”?
(Señora en la sala):

—Me parecía que eso era natural.
—¿Y cómo sabe usted eso?
(Señora en la sala):

—Pues... es que yo pensaba que había que volver a...
—Sí, claro, se lo he explicado, por supuesto.
Cada ser humano tiene su timbre.
La madre... hay...
Cuando se es madre...
¿Qué es alto?
Le contaré algo hermoso.
¿Qué es un alto?
¿Por qué suena el alto como un alto?
¿Qué es un alto?
(La señora en la sala dice algo inaudible).
—¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—María Magdalena.
—¿María Magdalena?
Mala mujer esa.
Cristo trató durante Su vida con gente mala, ¿sabía usted eso?
Atrajo, como acabo de decir, a esa “p” “u” y “t” y “a”.
María Magdalena se pasó de la raya.
Cuando María... cuando Cristo... con...
Mejor no se avergüencen por la sociedad, porque los ricos serán los pequeños, los pobres, y los ricos de espíritu.
Cristo se codeaba con los bajos fondos.
Por eso nadie lo creía.
Los apóstoles dijeron:
“¿Cómo puedes tolerar esa vida a Tu lado?
¿Cómo puedes consentir, maestro, que precisamente ese ser...?”.
Es con lo que vino Pedro.
Juan se mantuvo alejado.
Porque una mujer mala lavó los pies de Cristo, lo ungió.
Él no fue a la conciencia más elevada en este mundo, no le servía de nada.
Le dejaba frío.
Esa criatura se las arreglaba ella sola, sabía arreglárselas sola.
Pero el ser humano que aún no ha despertado, el mal más profundo de todos, les ofrece el sentimiento más elevado en cuanto a amor.
¿Lo sabían?
¿No lo sabían?
Todavía tienen que aprenderlo.
Porque esa vida, por mucho que se haya hundido en las profundidades, precisamente por ese hundimiento tan profundo, siente: esto es.
Pero cuando se vive entre la conciencia semidespierta y la semiconciencia, entonces eso todavía no se sabe.
De inmediato podrán ver ustedes las tinieblas y la luz.
María Magdalena vio la luz, Cristo vio las tinieblas, y cuando eso se junta, despierta, se relaja, inspira.
¿Ha quedado claro?
Pero...
¿Con quién estaba?
Con usted.
Acabo de irme tan lejos, caminaba allí con Cristo y ahora tengo que volver otra vez, si no dirá usted: “Se olvida usted de la mitad”.
Pero yo veía a Cristo, yo veía a María Magdalena sentada allí, así que, si sintonizo con algo, es que ocurre al instante y aparece.
Pero ¿qué es —se lo estaba preguntando— el alto?
¿Por qué?
¿Cuándo es el alto para la madre —y la voz de soprano es, en cambio, otra cosa, se trata del alto, porque ese es el fundamento— ... cuándo es el alto alto?
¿Qué es?
(Señora en la sala):

—Sentimiento.
—Sentimiento, sin duda.
Es cuando se recibe de forma pura para la maternidad el sonido de la voz como timbre.
Porque el alto es nacimiento.
¿Entiende?
El barítono, el bajo, es el fundamento creador.
A medida que uno va elevándose, uno vuelve a estar acercándose —les contaré algo curioso, para que vean a dónde lleva todo esto— a la homosexualidad para el sonido, el consciente y el inconsciente.
Pero cuando aparece un ser humano con un tenor, ¿entiende?, voces claras, un piar muy agudo, entonces el ser humano ya está yéndose de la masculina a la maternal, y entonces pueden estar seguros de que en breve llegarán a la tierra, ya estarán recibiendo un tono maternal.
Porque la madre —los sistemas para la madre, el útero, la maternidad— se manifiesta en sus cogotitos, son las cuerdas maternas.
Y si se entregan a ello...
Y entonces les daré la prueba, les contaré algo bueno: es posible analizar... puedo analizar a cualquier artista, a cualquiera cantante en el mundo, mujer u hombre, y podría darle su arte.
Si uno tiene amor, si hoy han hecho algo hermoso, se han visto sacudidos por algo, eso alguna vez lo han vivido los cantantes —hombres o mujeres—, se habían visto sacudidos...
Les contaré algo de la época de los romanos.
Era el año —sintonizaré de forma pura con el momento— ciento cuarenta y cinco, seis horas y siete días después de Cristo, estábamos en Roma y actuábamos ante los emperadores, ante el pueblo romano.
Y hay uno, la estrella, digamos, el papel protagonista, que actúa, ya les digo, era un drama sobre el ser humano, y que esa criatura no era capaz de entregar.
Ese muchacho no quería, no podía darse con soltura, estaba enamorado, estaba viendo a su amor allí, entonces me acerqué a él, yo era el director, digo: “Tengo que contarte algo terrible, pero te están engañando”.
Y al mismo tiempo lo envían al escenario y después el maestro está... tiene que empezar: el dolor en su rostro, en su corazón, actúa que es una locura.
Después de la actuación lo llevan a hombros por toda Roma, le dan todo; acaba de mostrar su dolor.
Hay allí una cantante, tiene que cantar, canta una ópera —también pasó, hace algún tiempo— y ese director, ese compositor, el que la infunde alma, puede... sabe: allí dentro está, tiene que salir, y no consigue el sonido profundo, maternal, de este timbre.
Le falta dolor, sentimiento.
Él dice: “Su criatura ha muerto”.
Pero al instante ella está allí, tiene que salir, tiene que empezar, y había ocurrido esa noche.
Éxito, listo.
Dice él...
Y ella que baja llorando del escenario y dice:
“Dios mío, ya no cantaré nunca más, ha muerto mi criatura”.
La criatura tuvo que ser hospitalizada, había muerto.
“Esa criatura, su criatura vive, está sana”.
Y ella que va allí al momento.
De golpe —”mi criatura”...— se ha despertado su maternidad espacial para la voz, por esa sacudida.
Así que si sienten amor, si les entra dolor en lo bueno...
Si se convierten en satanases, si la madre se hubiera vuelto satánica, salvaje, si se hubiera roto de dolor, no habría servido.
Pero dado que a ella le entró dolo, “mi criatura”...
Sabiendo eso tuvo que actuar y cantar.
El payaso para la humanidad, con máxima seriedad y dolor, porque se está atormentando, un payaso... fíjense en uno de sus payasos más grandes, cuando esta criatura tiene que actuar... quiere interpretarse a sí mismo, y quiere mostrar la tristeza, pero no está triste, y entonces ustedes tampoco sentirán su tristeza.
Entonces no hay inspiración, ni nada que le infunda alma.
Pero si hacen el bien, si quieren vivir el bien, entonces sus voces podrán elevarse más y más —¿entienden?, a medida que su timbre sea consciente, en ese grado— a la voz de soprano o de mezzo.
Anoche vivió usted algo feliz y mañana llega usted allí.
“Dios mío, cómo he cantado hoy”.
Esa felicidad da tono a su timbre.
Así podemos analizar cualquier cosa, si tienen sentimiento.
Pueden confiar en que yo podría ser un director de teatro.
Haría que ustedes actuaran hasta perder la luz en los ojos y hasta desangrarse, entonces ya actuarían.
Porque entonces ya no serán quienes son, serán...
¿Qué tienen que interpretar?
¿La maternidad?
¿Una madre?
¿El amor?
Entonces desde luego que serán amor, representarán la locura por medio del amor, se disolverán en ese amor.
¿Qué son sus grandes actores?
Se convierten ellos mismos en odio, engaño, mentira, violencia o amor.
Y eso, a su vez, lo pueden leer en ‘Dones espirituales’.
Deberían leer ‘Dones espirituales’, así podrán encontrar de nuevo su propia voz.
¿En qué grado de desarrollo, de desarrollo material, están ustedes?
¿Cómo nació la voz?
¿Por qué tiene usted una voz y otra persona, en cambio, no?
Todo eso se puede analizar.
¿Quién de ustedes?
Allá.
Allí agitó alguien el brazo.
Dígame.
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, hace algunas semanas hubo una pequeña noticia en el periódico.
Se trataba de cuatro críos que habían agarrado a su hermana más pequeña y la habían colocado en un baño lleno de agua hirviendo.
¿Qué consecuencia tiene eso para esos cuatro niños?
La niña falleció.
—Pues, sí, esos asesinatos ocurren más veces.
Pero, fíjese en lo que le digo: estos críos no son asesinos conscientes.
Eso usted lo acepta.
Porque no saben que es matar conscientemente.
Hay críos...
Cuando un niño dice: “Tengo ganas de asesinar, de matar a mi hermano, a ese muchacho”, no significa que este crío, conscientemente...
Eso no se puede decir.
Es un crío, esa conciencia aún no es adulta.
Y solo una vez que se ha alcanzado la edad adulta, el asesinato también es consciente, adulto.
Pero bien es posible... puede ser que... —conozco a esa cría... tengo que ver el grado de esa cría, tengo que ver para qué; puedo ofrecerles una imagen, hay más de esos críos— pero puede ser que esos niños simple y llanamente hayan enviado a aquella niña al otro lado.
Para eso, pues, hizo falta esa agua hirviendo.
A otros los atropella el tranvía, en bicicleta, por una caída.
Porque Dios, la naturaleza, su transición, su evolución, miren, no saben lo que es el lecho de muerte.
¿Entienden, verdad?
Es cuando aparece el karma espiritual.
¿Son asesinos?
No.
¿Por qué no?
En ‘El ciclo del alma’ podrán leer que Roni... tomé a Roni, haría la transición por mí, porque nos tocamos en ese preciso segundo... y entonces seguiríamos en esta evolución, en esta vida, pero por un golpe.
De lo contrario me habría visto obligado a volver para darle una nueva vida, ¿verdad?, pero yo continué.
Es algo que de vez en cuando me preguntan.
Si cometen un asesinato, regresarán, según les dijo, y eso es así.
Cuando ustedes...
Miren, se trata de lo siguiente: machacamos una y otra vez... —lo hago yo, lo hacen otros— machacamos el alma, la personalidad: da amor, despierta.
Pero ¿sabían...? En realidad pueden hacer lo que quieran; si quieren vivir en la luz, si quieren caminar por este camino que los conduce hacia arriba, entonces les decimos: ¡paren!
Pero aunque vivan a la buena de Dios, todos hemos vivido, de todas formas, como diablos, pero eso ni siquiera son capaces de hacerlo, porque no hay diablos, no los hay.
Hay demonios, desde luego, pero no hay demonios; son personas.
El ser humano no hace más que decir: “Son demonios, son diablos”.
Sí, cuando ustedes en la sociedad... cuando un general manda destruir a cien mil o doscientas mil personas, eso también es algo diabólico.
Y cuando están sentados con él en la mesa, cuando van a visitarlo, habla como un ser humano normal, pero es diabólico.
Ese hombre está mal, actúa mal.
Porque todo se disuelve.
La vida, si la comprenden, se hace tan sencilla.
Entonces ya pueden matar y quemar lo que quieran, llegará un momento en que de todas formas tendrán que enmendarlo.
Dios siempre consigue las ganancias, volverán ustedes a enmendarlo.
Regresarán, darán nueva vida a esas vidas, en cinco mil años o tal vez en cinco millones de años, entonces esa gente también estará lista y continuará.
El mundo astral está listo, desde luego, las esferas espirituales están listas, también para ustedes, si ahora se ponen a trabajar en ellas por medio de cada acto y pensamiento.
En breve llegarán... miren, es muy sencillo, llegarán a las esferas, o no; tendrán luz o tendrán tinieblas.
Si odian aquí a su gente en la sociedad, si viven por medio de mentiras y engaños, llegarán a las tinieblas, no tendrán luz.
Pero si empiezan a trabajar aquí, a trabajar y a servir —que es para lo que vivimos—, si siguen el Gólgota, construirán luz para ustedes mismos en ese espacio.
¿Ha quedado claro?
Así que todo está en manos de ustedes, absolutamente todo.
(Señora en la sala):

—Pero lo que había antes...
—¿Lo que había antes?
(Señora en la sala):

—Antes de que llegara la luz.
—Querida hija mía, esta noche pongámonos a robar a todo trapo, salgamos hasta reventar, y vayamos allá, y para acá, y apostemos dinero, y demos patadas y golpes: entonces no tendremos luz.
Miren, es aquí donde vive lo que había antes.
Aquí es donde viven ustedes en la conciencia diurna.
Pero ¿quiénes son ustedes?
Ya pueden decir... el ser humano puede decir hoy: “Te quiero”.
Ahora volvemos a esas palabras.
“Ah, no puedo vivir sin ti”.
¿Y en dos semanas?
“¡No quiero perderte, te amo!”.
Mañana te echan a la calle.
¿Entienden?
Allí llegan ustedes...
¿No es horrible que el ser humano se junte con otro ser humano...? Una chica, un chico, lo joven, la naturaleza, la primavera se llegan a conocer, dos flores de un solo color, ahora ya entenderán ustedes... ahora tenemos que ser honestos: solo a partir de los cuarenta empezamos a valorarnos y a comprendernos, como hombre y mujer.
Cuando recibieron ustedes el primer beso y empezaron a sentir que había más cosas vivas creadas por Dios, entonces todo eso les parecía muy importante, pero para el espacio no lo era, porque ustedes no tenían nada.
El ser humano empieza... los seres humanos empiezan a conocerse, es el problema más grande y poderoso, el matrimonio, también el más hermoso, pero lo más imponente para el espacio, para Dios, para Cristo y ustedes mismos.
Solo entonces el ser humano adquiere importancia, la madre, cuando es madre, cuando comprende su tarea.
Una madre que tiene que encargarse de su hogar pero a la que siempre se la ve en la calle no es una madre.
Una madre que deja que su crío se llene de suciedad...
(Dirigiéndose al técnico de sonido):

Lo he visto.
... no es una madre.
Pero lo anterior...
Ahora es usted madre, es mujer, es un amigo, es una amiga; claro, demuéstrelo.
Si, en cambio, quieren interpretar y vivir esa veracidad, el ser humano con que se topen dirá: “Eso sí que es un verdadero ser humano”.
Ya los estarán amando sin que se den cuenta ustedes mismos.
¿Cierto o no?
El ser humano ve inmediatamente: vaya, con esa persona se puede estar sin problema, porque no le engañará.
No les tomarán del brazo para decirles aquí, allá: “¿Dónde tiene el monedero?”.
Se dice: “Te amo.
Te quiero”.
Mañana los engañarán, y se van con alguien más.
Y esa persona de allá será engañada.
¿Qué busca el ser humano? ¿Qué quiere el ser humano?
La madre engaña al padre, el padre a la madre.
Una sola pequeña mentira, de ella, y de él, educada, porque ustedes engañan...
Si aman, si de verdad aman...
Porque ya les dije: “Ya pueden lanzarme sus gruñidos, a ver si intentan no aceptarme, no comprenderme”.
Ustedes son mi madre, son mi mujer, ¿verdad?, nosotros... y me lanzan un golpe, un gruñido, un bufido, estoy casado con ustedes, si ahora me consiguen, quizá en cinco minutos vuelvan a estar solos.
Si nos casamos hoy y en cuatro horas me dan una bofetada aquí, ya me iré, me divorciaré de ustedes, eso lo puedo hacer para Dios.
Porque si no me aceptan con amor, por mentir, le dicen a... si van a misa, dicen: “Te amaré”.
La justicia me pregunta: “¿Por qué la amaré?”.
¿Por qué no lo hacen?
Si no lo hago, tendrán el derecho, vayan, adelante.
Pero si nos divorciamos ahora...
Porque entonces dicen ustedes: “Ah, entonces mañana me voy.
Porque lo dirán, ¿no?”.
Pero entonces nos arrastramos un poco hacia ese pasado suyo, ese pasado que está aquí, porque hemos vivido varias vidas.
Estuvimos en Francia, en Italia.
Tenemos que enmendar cosas para centenares de personas.
Hija mía, ¿por qué la han golpeado?
¿Por qué la han pateado?
¿Por qué la han engañado?
¿Porque tenemos que enmendar cosas?
No: usted aún no es verdadera.
Porque cuando sea verdadera, llegará por sí solo ese enmendar, pero cuando somos verdaderos...
Sí, ese enmendar también está, es karma.
Se encuentran con alguien de la vida anterior... porque a esta gente no la conocen.
Se encuentran con alguien allí: “Ah, estupendo, estupendo”.
Le confían todo a ese ser humano, pero mañana estarán de patitas en la calle.
No, serán engañados, los sacudirán de arriba abajo.
Entonces estarán ante su propio pasado, su karma, les devolverán ese golpe.
Porque en su propio interior todavía no están libres de ese engaño.
Así que siguen atrayendo el engaño, todavía irradian ustedes engaño, aunque ya se sujeten a sí mismos, aunque estén así, mi personalidad ya no quiere eso, porque dentro de ustedes aún tienen que enmendar, eso vive en ustedes, ese es su subconsciente.
¿Lo aceptan?
Gracias.
(Señor en la sala):

—Y quien cometa el engaño, maestro Zelanus, ¿qué pasa con esa persona?
—Crea karma.
—Miren, a André lo pueden...
¿Ha vivido usted la lucha de André en estos años?
Nosotros luchamos por el bien.
Pueden tacharme, a mí y a André, de lo que quiera.
Hay una lucha... la lucha de él... ha vivido una lucha enorme, pero a todos esos miles de personas... a estas las sigue amando al mil por ciento, de lo contrario no seríamos aptos para nuestro trabajo.
Pero los culpables no somos nosotros.
De lo contrario no habrían vivido ustedes aquí más que desintegración.
Nosotros continuamos, servimos, escribimos, nos desdoblamos corporalmente, luchamos para Cristo.
¿Y ahora van a masacrarme?
¿Que no sirvo?
¿Que Jozef Rulof no sirve? ¿Que está loco?
Entonces ¿por qué estoy aquí?
¿Por qué siguen oyendo hablar de amor, amor, amor?
¿Tienen algo de mí?
Basta con que vengan y que nos sigan.
Las personas que han tenido que constatar esas pruebas, esas leyes, esa desintegración, ahora lloran hasta quedar vacías.
Quiero ser digno de ustedes.
Si no me creen, bien, esperamos cinco años, hoy están aquí y mañana ya no, ¿seguirán oyendo que somos los mismos?
¿Verdad?
Los eché de menos.
¿Por qué me dejaron solo?
¿Por qué dejan que luche por Dios en soledad?
¿Por qué dejan que me deslome por Dios en soledad?
¿Qué hacen ustedes?
Yo tengo de sobra, tengo bastante para hoy.
Cristo vive a cada instante.
¿Quieren ganarse las esferas? ¿Quieren ganarse los cielos masacrando, violando la palabra de Dios, del espacio?
¿Quieren hacerme creer, y a los ángeles, y a los cielos, y a Dios, y a Cristo y el Gólgota, que por desintegrar se están sirviendo ustedes mismos y a Cristo y su personalidad divina?
¿Cuándo tienen verdad?
¿Pueden analizar aquí la verdad de lo que está mal?
¿Dónde están las personas, los hijos de Dios, que tanto me amaban a mí y a los maestros?
“Ya no te necesito”.
Ustedes preguntan: “Te quiero, te anhelo”.
¿Quieren asegurarme a mí y a los ángeles que anhelan? Entonces ya tendríamos aquí cincuenta mil personas.
Pero yo no reaccioné ante ustedes, tampoco Dios, ni Cristo.
Las catorce personas, quince, que han seguido las conferencias todos estos años, no para mí, no para Cristo, yo me inclino, los cielos, millones de personas, Cristo se inclina ante estas personas, porque son ellas quienes los portan, aunque sigan haciendo las cosas mal.
A ustedes los oigo hablar, los oigo pensar los unos sobre los otros.
¿Por qué piensan mal sobre los demás?
Podría analizarlos a ustedes aquí, uno por uno.
Precisamente las criaturas que están conmigo.
Entonces preguntaré: ¿por qué hace usted esto?
¿Por qué piensa mal?
¿Por qué desintegra?
¿Por qué no se gana usted su camino por su propia cuenta?
¿Por qué quiere apoyarse, edificar sobre la vida de otra persona?
¿Dinerito?
No necesitamos dinero, no queremos saber nada de dinero, queremos ver su alma, su sangre, su personalidad, solo entonces es la orquídea para Cristo.
¿Por qué no habla usted aquí?
Es algo que tiene que asimilar.
Llegará usted a eso.
Sea veraz, a partir de ahora, sea veraz, ame.
Hable con su madre, siéntese y disfrute de una taza de té, de un cigarrito.
Eso ya no la haremos en las esferas, pero nos sentaremos, atravesaremos el espacio, nos explicaremos los unos a los otros —no quien lo sepa— el espacio, las estrellas, los planetas, la luna, Júpiter, Venus, Saturno.
Pero cada palabra es Saturno.
Ustedes no aman.
Dicen que aman a sus mujeres, a sus hijos; pero es que no tienen amor, se lo demostraré, porque entonces serían una luz radiante.
Su ojo es inconsciente.
Aquí ya no habrá “peros” aquí, ni “noes”; aquí solo habrá: sí, aceptaré todo, aunque me cuenten las mayores y más profundas majaderías, escucharé.
Y el Dios de todo lo que vive me explicará, me dará, me aportará la verdad por medio de un sueño, por medio de otra persona.
¿Es así?
(Gente en la sala):

—Sí.
—¿Aman?
Hoy: “Oh, qué hermoso es el maestro Zelanus”.
Mañana estaré aquí solo.
¿Se creen que hablo para ustedes?
¿Que me altero, que me dejo la piel por ustedes?
¡Nanay!
Lo hago por mí mismo.
¿Qué hacen ustedes?
¿Qué hacen por sus maridos?
Comiencen con sus hijos, con sus hermanos, con sus amigos.
Pero no se dejen engañar.
Cuando venga a verlos el hermano y vean su engaño por delante y por detrás, a diestro y siniestro, arriba y abajo, digan entonces: “Allí está la puerta”.
Tienen que buscar su propia especie, su propio grado.
Mézclense.
Hace poco aquí coloqué a alguien, iba a comenzar, también en La Haya, ¿se acuerdan?
¿Dónde está esa criatura?
Podía haberlo echado a patadas de aquí desde el comienzo, desde el comienzo.
Pero no tienen más que venir si quieren algo, tienen esa oportunidad, pueden volver a colocarse aquí.
A ustedes, sin embargo, la gente les dice que engañan.
Mi gente les dirá a ustedes: “Es usted mala persona, anda con mentiras y engaños”.
No hace falta desnudar a una criatura para sanarla.
¿Dinero?
Si quieren ganar dinero mediante la vida y la conciencia espirituales, darán palos de ciego y no acertarán.
¿Son capaces de inclinar la cabeza?
Demuéstrenlo.
Ay, la conciencia inflada, el enojo, la ira, las esferas no querrán saber nada de ustedes.
No hablo para usted, lo hago por mí mismo.
Y lo que se lleven enseguida con ustedes, un libro...
No me den flores, no le den flores a Cristo, pero agarren esos libros de allí y repártanlos entre sus amigos, una y otra vez, solo un libro.
Ellos todavía no se han ganado sus chocolatinas.
Que reciban ellos esas chocolatinas, esos lomos de la criatura inconsciente; ustedes trabajan con la vida de Cristo, es Su sangre.
¿Por qué se quedan allí tanto tiempo sin que nadie los toque?
Voy a venderlos yo mismo.
Enseguida me pondré allí detrás de la mesa y les voy a vender todos los libros.
¿Cuántos libros van a llevarse para Cristo y cuántos repartirán entre Su vida?
Dense unas vueltas por la ciudad.
A ver, atrévanse.
Nosotros estamos aquí, el espacio, Dios, Cristo, el Gólgota se lo pide.
Vamos, atrévanse a lanzarse a la calle con cuatro o cinco ejemplares de ‘Una mirada en el más allá’, ‘Los pueblos de la tierra’ y repártanlos entre las criaturas que los necesiten...
No se atreverán.
Mejor ni lo hagan, porque aún les falta conciencia para eso.
Si eso es posible, si eso tiene que venir, llegará a tiempo.
Mejor sigan sin moverse.
Gracias.
(Gente en la sala):

—Gracias, maestro Zelanus.
—Gracias.