El ser humano y su amor universal

Buenos días, hermanas y hermanos míos:
Las conferencias que han vivido ustedes —las últimas cuatro— fueron los fundamentos para esta y las siguientes que recibirán.
Esta mañana les daré ‘El ser humano y su amor universal’.
Y ¿quieren comprenderlo, pues? ¿Quieren saber lo que es?
En esas cuatro mañanas los llevé a ese estado y cuando terminemos con esta conferencia, todavía no lo sabrán.
Y para eso les tengo un mensaje del maestro, del maestro Alcar y los suyos, los más elevados, que llevan el control de la Universidad de Cristo.
Les tengo un mensaje imponente.
Y tal vez les interese, los cautive, lo sientan debajo de sus corazones.
Lo que haremos en la siguiente conferencia es otra cosa, les traeremos lo que hemos dado; traeremos a su cosmología, por medio de ustedes, lo que hemos analizado.
Es decir: se me ha encargado leerles, en voz alta, los libros que están listos, los primeros libros para la nueva biblia, la cosmología de Jozef Rulof y esta humanidad.
Todas las conferencias que han vivido ustedes las encontramos en la vida en la tierra.
Hicieron el viaje a la Omnifuente con el maestro Alcar, con André y conmigo.
Estamos allí, vivimos en ella, tendremos que hacer preguntas, ustedes han de pensar, han de sentir, han de prepararse por completo para este imponente ser uno universal.
¿Están dispuestos a eso?
(Desde la sala): Sí.
Se los leeremos.
Tal vez la lectura la haga el propio maestro Alcar, tal vez oigan que tome la palabra cuando les llegue su palabra, captada por el Omnigrado.
Va a ser un tiempo imponente, tal vez cinco, tal vez diez conferencias, hasta donde podamos llegar.
Naturalmente, no es necesario, es imposible leer aquí íntegramente las primeras cinco obras, esas cinco grandes obras.
Pero de vez en cuando apareceré y lo dejaré por allí; volveré a ustedes y llegaremos a la unión para el análisis, de modo que por fin aprenderán algo.
Alcanzaremos ese punto, al que también nos llevarán las palabras de esta mañana, en que veamos el macrocosmos en la tierra y en que aprendamos a llevarlo en nuestros corazones.
Mi intención para esta mañana es aclararles que aquí ustedes... de lo que he hablado ya tantas veces... que aquí ustedes sí viven ya en el otro lado.
El ser humano y su amor universal llevan a la personalidad hasta las leyes de Dios, las del espacio de ustedes.
Les he enseñado: ustedes son espacio, son luz, son vida, son paternidad y maternidad; por medio de estas irán al renacer, y eso, pues, es absolutamente todo.
Más adelante vamos a constatar cómo carece de verdad la Biblia para todo este espacio, para Dios, Cristo y la humanidad, lo primitivo que es el inicio, en que sin embargo habla el Señor.
Volveremos a los primeros momentos de todos en que piensa la Omnifuente, la Omnimadre.
Ahora ustedes están preparados, van a experimentar lo que es la Omnimadre, su Omnipadre, la Omnialma, el Omniespíritu.
Y ¿qué ha asimilado ahora el ser humano?
Es lo que se les dará a ver, a vivir, a cargar por medio de su cosmología, son las leyes que determinan cómo han de vivir ustedes, cómo han de actuar en esta sociedad.
He comentado que el arte, la ciencia, la sabiduría carecen de importancia si ustedes no poseen el sentimiento ni cargan el amor para amar de verdad la vida, todo en la sociedad.
El ser humano y su amor universal son una poderosa alhaja con que se ostenta la fuerza de creación, porque el ser humano se dilata, el ser humano posee luz, vida, cordialidad, benevolencia.
Saben hablar, saben pensar, y si no empiezan a hacerlo, desde la tierra entrarán, a través del “ataúd”, en un mundo de vacuidad.
¿Por qué hemos traído ‘Una mirada en el más allá’?
¿Por qué empezó el maestro Alcar con la tarea de analizar los infiernos, esos mundos inconscientes?
¿Por qué llevó al ser humano —y después a André— a las esferas de luz?
Se dedican ahora al arte aquí —es lo que dije— y les aclaré: hagan lo que hagan, por más pequeños e insignificantes que sean aquí, son una deidad.
No miren al ser humano que tiene el arte como pasatiempo.
No admiren de nosotros que estemos aquí y que pintemos y escribamos y hablemos y poseamos más dones.
Esos dones no dicen nada, no significan nada si nuestro amor sucumbe, si carecemos de sentimientos recíprocos.
¿De verdad pensaban que en la primera esfera podrían quitarse de encima a un ser humano de un empujón?
¿Pensaban de verdad que podían vivir solos allí?
Entonces es que ustedes también van a estar solos.
Su familia, su personalidad tienen que significar ahora espacio, tienen que ser espacio.
Primero atravesarán el macrocosmos, porque esos planetas, soles y estrellas, la madre naturaleza, la vida, fueron creados para ustedes, adquirió la conciencia por medio de ustedes.
El golpe que recibirán, en plena cara, cuando estén allí desnudos y no puedan alcanzarlos ni su madre ni su amigo ni su hermano o hermana.
Porque ya están demostrándolo aquí: no quieren tener que ver con seres humanos.
Les he aclarado, y también lo dice André, ¿verdad?: no puedo cargarlos, han de valerse por ustedes mismos, y tienen que trabajar.
No pregunten al ser humano lo que quieran empezar a hacer; pregúntenselo a su Cristo.
Y si el ser humano trabaja y sirve, si es abierto y empieza a cargar, si empieza a dilatarse, será imposible frenar a esta personalidad.
Llegan allí millones de personalidades, hombres y mujeres, desde la tierra, se han dedicado al arte, han creado cosas imponentes.
Apareció Rembrandt, Tiziano, Bach, Beethoven y Mozart, mencioné esos nombres cientos de veces, aparecieron y muchos eran tan pobres como las ratas en sus iglesias, tristemente desprovistos de alma a causa de su arte.
Por culpa de su arte hicieron estragos.
Su vanidad se elevó por encima de la sociedad... y construyeron montañas, crearon para sí mismos castillos en el aire, porque no tenían sentimientos, no tenían posesiones, no tenían amor universal.
Por lo tanto, lo que hagan ustedes aquí en la tierra y lo que logren aquí finalmente es solo para la existencia, para la existencia.
Y ahora verán y tendrán que aceptar que su pizca de sentimientos en cuanto al espacio tiene más peso que los pueblos, los castillos, que el ajetreo, que la desnudez pelada de su sociedad; las posesiones, el dinero, su casa, su comodidad, todo carece de significado si aceptan el ataúd y siguen andando directamente.
Y aquí estamos: “Sí, era usted sabio”, dice el maestro, “se entregó para la destrucción”.
¿Quieren colocar a un maestro, quieren colocar a un hijo de Cristo aquí en su sociedad para hacer de juez?
No son más que engaños.
¿Qué cosa en la sociedad que se haya construido hasta ahora está libre, ha sido filtrada de sentimientos animales, tiene plena justificación espiritual, ha puesto fundamentos y recibirá una personalidad espiritual?
Eso significa: pueden trabajar ahora para la realidad espiritual.
¿Dónde pueden encontrar eso?
El doctor, el erudito, el astrónomo, por supuesto, puede estudiar, puede darse sabiduría a sí mismo, puede escalar los planetas.
Quiere saber más porque quiere dar conciencia a la humanidad.
Y cuando este hombre, esta grandeza no posee amor para ustedes, a su modo de ver, ¿será entonces un solitario detrás del ataúd?
Allí no será nada, allí andará en su mundo soberbio.
En la tierra hizo estragos.
Él es quien es el señor, el amo, el hombre, pero la vida está muerta, está muerta en vida.
Hemos podido acoger a las grandezas, a los genios.
Hemos analizado la iglesia católica, el protestantismo, los conocedores de su Biblia, y los condujimos al primer momento —con el que empezaremos enseguida—, a la cosmología de sus vidas.
Y entonces será: “Ay, Dios mío, Dios mío, cómo se engaña a la humanidad en la tierra”.
Es imposible metérselo en la cabeza.
Ese gobierno suyo, los que mandan y gobiernan, están encima de la condena, ponen las manos en esa condena y dicen: “Y Dios dijo que estaba bien y este fue el primer día”.
Y entonces Adán y Eva estaban en el paraíso, mirando esa manzanita.
Adán dijo: “¿Qué tal si nos arriesgamos?”.
“No”, dice el pastor protestante, “también está la serpiente”.
Pero nosotros hemos logrado convencer a esa gente de que la serpiente vive en ustedes, que estaba dentro de ellos, se había convertido por completo en serpiente.
Traición, destrucción, palabrería, chisme, no ver jamás lo hermoso en el ser humano, no estar abiertos a la dilatación.
Todo lo que haga el ser humano es bueno, siempre y cuando uno siga amándolo.
Porque el ser humano es evolución, el ser humano empieza.
Esa vida tiene que desprenderse de sí mismo, y aún no es capaz de hacerlo.
Eso lo sabe el espacio, lo sabe Dios, lo sabe Cristo, lo sabe cualquier insecto.
Todas las leyes de la madre naturaleza comprenden que la criatura va a la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) desde la selva, y que en la sociedad la vida inconsciente, el ser humano como hombre y mujer en su estado ha creado demencia, psicopatía, nada más que destrucción.
Pero lo que nos importa en este momento: ¿están ustedes preparados para aceptar, para representar su personalidad espiritual, su interior, después de todos esos centenares de conferencias, después de todos esos libros que han leído?
¿Todavía gruñen? ¿Todavía dan patadas?
¿Están siempre alegres?
¿O es que esa silla, su habitación, sus posesiones tienen absolutamente todo lo de su personalidad, y esta cosa interior que se dilata, que por lo tanto es Dios, no recibe nada?
¿No les hemos dado el análisis de todos los sistemas?
Pero ¿de qué les sirven los análisis si olvidan la sociedad en que viven ustedes?
Ustedes no piensan.
No quieren empezar a pensar, dicen: “No soy capaz”.
Y ¿cómo llegaron los primeros seres al Omnigrado?
Cuando Cristo y los suyos —se lo enseñé yo, y lo tienen que aceptar porque es verdad— hubieron completado su ciclo de la tierra, no había Dios, no había Cristo y, gracias a Dios, aún no había Biblia, porque la Biblia creó la demencia religiosa: un Dios que maldice al ser humano, un Dios que odia, un Dios que cruje, que chismorrea, que suelta tonterías y que dice: “Adelante, asesinen a esa gente de allí”.
Tiene que deformar su propia vida, y ese Dios aún sigue viviendo en su sociedad, vive en el ser humano.
Así que antes que nada: aunque hayan alcanzado esto y lo otro y tantas cosas más en este mundo, rodeados de sus semejantes, por fin sean niños, conviértanse en niños, niños del espacio, parte del espacio.
Vamos, entréguense ahora a esa armonía cósmica, para la que Dios, la Omnifuente, ha creado esa vida; adelante, ámenla por fin.
Aquí es donde viven en la eternidad —les dije—, con la diferencia de que ahora han de pensar materialmente, viven en este organismo.
Libres del organismo se verán ante las leyes espirituales, y si no albergan, pues, amor ni sentimientos, seguramente que comprenderán que no podrán alcanzar nada, no podrán andar, no podrán estar de pie, estarán postrados.
No nos dirigimos al ser humano que roba, que demuele, a la sociedad animal, al ser humano que va a asesinar conscientemente.
Con esas personas ¿qué vamos a hacer?
No pueden hacer nada con esa vida, pues esas personas vuelven a la tierra para dar un nuevo cuerpo a esa vida que han asesinado conscientemente aquí.
Ahora la sociedad, ahora la justicia de ustedes sigue siendo así: pueden ponerse a matar para su pueblo.
Y entonces todavía hay teólogos que dicen: “Sí, defenderán a su pueblo, a su reina.
Harán todo lo que sirve para que el pueblo mantenga la independencia”.
Y entonces enviarán a su hijo al campo de batalla, conscientemente, para tumbar de un tiro a un ser humano, a una deidad.
Y con estos pobres sentimientos ¿quieren representar su amor universal?
¿No va a darse cuenta jamás esta masa?
Por supuesto, ahora se ponen fundamentos.
Cuando André dice, o nosotros comentamos, que no hubiera hecho falta que Lutero desencadenara esa guerra espiritual porque finalmente todavía queda la condena, la masa no lo comprende.
Así que ustedes han de liberarse de una guerra que los quebranta espiritualmente.
No hace falta que violen una Biblia para dársela a ellos si no saben ustedes lo que significa la palabra.
Esos teólogos suyos son inconscientes de espíritu, se lo demostraremos.
Los teólogos suyos no tienen amor, de lo contrario no se mentirían ni se engañarían a sí mismos, pues saben que las creaciones han surgido de otra manera.
¿Lo ven?
Mienten y se engañan a sí mismos y a la masa conscientemente; a la masa, a millones de personas.
Si —y han de aprenderlo— no logran adquirir amor por ustedes mismos en su interior, si no se esfuerzan, si no quieren inclinar la cabeza ante la verdad, si no hacen más que emitir su mirada punzante desde el ojo humano, entonces la ley para el espacio, que es universalmente cariñosa, exclama: “¿Por qué miran con tanta falsedad a esta vida? Les pertenece”.
Será mejor que primero quieran aceptar y se pongan a considerar que la humanidad entera es la vida de ustedes, que esas personas extrañas allí en la selva, en Estados Unidos, en Francia y en Rusia, y donde sea, son la vida de ustedes, que serán uno solo con ese grado y que si esa vida no llega hasta Dios, hasta las esferas, no tendrán luz.
Entonces sí tendrán luz para ustedes mismos, pero aún no tendrán la reflexión universal, el ser uno universal, porque toda esta vida se convertirá en la unión para el macrocosmos, para su deidad, para su paternidad y maternidad.
Ahora bien, el ser humano que piense de manera equivocada, que yerre el tiro porque no lo sabe, esas son las personalidades que traemos a la realidad y que podemos acoger.
Pero el ser humano que se oponga conscientemente a la ley de Dios, al amor, que se oponga a la justicia, la benevolencia y que demuela y pegue y patee, ese ser humano —han de comprenderlo— no puede acceder a la primera esfera, ese ser humano no posee amor.
Amamos todo lo que vive, pero somos estrictos.
Y parece duro cuando decimos: “Es que no soy capaz de descender en su vida”.
De este lado ya no tenemos flores ni comida ni bebida ni sillas, ya no tenemos casa, ya no tenemos nada para hacer feliz al ser humano.
He de hacerlo con mi palabra, con mis sentimientos, con mi cordialidad, mi amor.
Ahora, en este momento —y ya era así cuando los primeros seres humanos entraron al otro lado, al mundo astral— hay millones de personas esperando a una sola personalidad de la tierra.
Hacen cola allí para acoger al ser humano que esté listo, y para que se les conceda servirle.
La imponente diferencia —¿lo comprenden?— de que aquí tienen que entregarlo todo para la alimentación, para que puedan apoyar a ese organismo, para mantenerse con vida, con fuerza, es de una dificultad imponente, pero ustedes pueden con eso, pues Dios puso Su poder, Sus posesiones en cada vida.
Se puede comprender, pues, que un psicópata no sea capaz de conducirse a esa ampliación, a esa comida para su sociedad.
Pero nosotros sabemos: ese mismo psicópata (véase el artículo ‘Psicopatía’ en rulof.es), aunque sea su hijo, dejó estragos en vidas anteriores, se ha llevado a la animalización y eso ahora es dominante para el nacimiento y oprime la célula, el embrión en la madre.
¿Debería haberles aclarado el maestro Alcar los engendros de la tierra del odio?
Cuando entren en nuestro mundo sin tener amor y miren con pasión al ser humano, se les saldrán los ojos de las órbitas, pasarán volando por el espacio; en ese momento no estarán ciegos como un topo, sino que serán asco a causa de su propio mirar, porque construyen en disarmonía.
Ustedes miran, pero ¿qué?
La violación, la mancilla, la malformación.
Y ese mundo tiene malformación.
No hay un árbol allí.
La vida de la madre naturaleza está perfectamente concluida y se creó en armonía, y con que por un momento piensen de manera equivocada, esa vida se disolverá ante ustedes.
Así que es muy sencillo: si no comienzan con esa realidad —soy verdadero, quiero serlo, quiero ser tranquilo, quiero ser cordial, amo la vida—, si no quieren comenzar con eso, tampoco tendrán nada detrás del ataúd.
Entonces estarán allí desnudos y tendrán que aceptarse a ustedes mismos, y ser hombre o ser mujer ya no significará nada, el amor paternal, maternal ya no significará nada, pues se encontrarán ante el amor universal.
Una madre, pues, que llora aquí porque pierde a su hijo, una mujer, (su) marido se va y dice adiós, y ella llora y se queda atrás sola, es una persona necesitada.
Pero la personalidad como ser humano es una entidad macrocósmica, es una deidad.
Y si no se pertenecen unos a otros, si no tienen esa sintonización, estos mundos se despedazarán a sí mismos y ustedes vivirán allí, esa persona se quedará, vivirá aquí, no podrán hablar con ella, no podrán alcanzarla, no podrán verla.
¿Por qué no?
Porque ustedes han de comenzar con los primeros fundamentos: quiero ser amor.
Es muy sencillo, se lo aseguro, y puede alcanzarse en caso de que comiencen.
Antes que nada se ven ahora ante la amistad humana.
Saben ahora —y se lo enseñaremos— que el ser humano ha de cuidarse a sí mismo, y que ha de conducirse él mismo a ese espacio.
Algunos tienen más cosas ahora que otros.
¿Se lo ha ganado honestamente ese ser humano?
Es cosa suya.
¿Es ahora la vida social la que lo domina todo?
Ustedes saben que no es así.
Ahora van a ansiar, ahora van a anhelar recibir esa dilatación.
Hay alguien que dice: “No, a mí qué me importa”.
El ser humano devora libros —los lee una vez, los lee veinte veces, aún no le basta y siempre saca de ellos cosas nuevas— que los maestros han construido.
Hay otro que dice: “Ya lo veré”.
Y ahora ya lo tienen.
Algunos tienen un deseo tan tremendo, son los adeptos imponentes y hermosos para nosotros, pues ahora podemos contarles todo, y otros dicen: “No lo sé”.
Allí está todo.
Allí están ellos.
La humanidad no sabe lo que está en venta allí cuando ustedes entran aquí.
Sí lo sabe el ser humano que esté listo, que anhele, que comience con esa dilatación.
Porque la dilatación significa: el ser uno con toda la vida de Dios.
Ahora van a comenzar.
Antes que nada, se aferran al pensamiento y a los sentimientos propios del otro ser humano.
Una conversación —les dije— tiene, pues, un significado imponente, dado que sus sentimientos van rodando de un lado a otro, llegan a tener contacto telepático, ahora pueden mirar a los ojos humanos que se dilatan, los corazones están abiertos y hay comprensión.
En la tierra, esto es y sigue siendo de una dificultad imponente.
¿Por qué?
Porque ustedes —según saben— viven en un caos.
Por más que digan que esa mujer es suya y que ese hombre es suyo, ¿quién, qué persona va a poder demostrárselo?
Aquí todos viven por medio de las leyes del karma.
Pasan demasiado tiempo aquí, millones de años de más en la tierra, porque hemos destruido vidas.
Las leyes del karma para el renacer nos mantienen atrapados.
La madre tierra dice: “Sí, ya les gustaría, allí han asesinado e incendiado y pegado y pateado, y ahora mejor nos vamos, ¿no?
Primero hay que enmendar”.
La madre tierra como contacto personal para ustedes, ¿lo entienden?
Si quieren vivir el ciclo de la tierra, también tendrán que vivir, materializar y solo después espiritualizar cada una de las leyes de la tierra, su ciclo, su personalidad, sus dones.
La madre tierra dice: “Claro que pueden destruir a esa criatura y decir: ‘No quiero hijos, porque son preocupaciones’, de todos modos se encargarán de tener hijos para volver a la tierra, porque aún tengo más vidas para ustedes.
Todavía no han llegado”.
Las leyes que leen —y que les aclaramos— van...
André asegura que es disarmonía cuando algunas madres tienen que dar a luz a una quincena, a veinte hijos, y cuando la otra madre dice: “No quiero hijos”.
Que algunas personas lleguen y quieran recorrer continentes por un poco de comida, que el ser humano vaya desde Occidente a Oriente y pregunte: “¿Saben ustedes algo de Dios?” significa el despertar para el espíritu.
Y no es tan extraño, porque cuando de verdad ansían —compréndanlo y acéptenlo—, los líos materiales ya no tienen relevancia alguna.
Entonces se encuentran infaliblemente en el primer fundamento, que los lleva a la bienaventuranza en las esferas de luz, entonces llevan de verdad los primeros tejidos de su nueva túnica y poco a poco se llegan a generar las pequeñas sandalias plateadas y tal vez doradas.
Y que se les conceda andar con pequeñas sandalias en una esfera que se ha construido espiritualmente por sus propios pensamientos y sentimientos también es la bienaventuranza, la cordialidad, el amor universal para ir tomados de la mano, para volver, primero a su ataúd, para trenzar coronitas sentados en su tumba —como dijo Frederik— con nomeolvides, lirios de los valles, pequeños ramos de sabiduría, y depositarlos en su regazo, ¿no?
No, llevarlos en las manos, en las orejas, encima de la cabeza.
Y entonces dirá el maestro, entonces dirá Nuestro Señor: “Así está bien.
Ahora empiezan ustedes a amar”.
En esta sociedad pueden alcanzar el amor universal, aunque estén como un minero debajo de la tierra, basta con que hablen y piensen.
¿Y eso?
Siempre seguir pensando en esa dirección: sí, señor.
En ese “sí, señor”, ¿soy verdad al cien por ciento?
¿Lo digo en serio?
Y ahora voy a comenzar, voy a comer, voy a beber; no les hace falta rezar, ya lo están haciendo, están haciendo que la palabra se dilate.
¿Es correcto el paso que di?
¿Hice mal esto?
¿Estuvo esto en armonía, o no, con la sociedad?
Claro que sí, primero la sociedad.
¿Estoy en armonía aquí?
Así que empezamos a conseguir el amor universal en cuanto a construcción material, corporal, social.
Y si aquí no son nadie, lo serán allí y jamás significarán nada, porque es aquí donde está la edificación para ese mundo, en el interior.
Por fuera hacen cualquier cosa.
A través de mis sentimientos digo palabras.
Hemos aprendido palabras, hemos construido un idioma, pero los sentimientos lo hacen todo y lo son todo.
Cuando Rembrandt llegó detrás del ataúd, porque había completado su vida, su ciclo terrenal, cuando Anthony van Dyck se hizo consciente como el maestro Alcar, cuando llegaron Tiziano, Leonardo da Vinci, Bach, Beethoven y los grandes, o sea, el ser humano que llevaba arte, lo más elevado para la humanidad —”Bueno, después de la Biblia”, dice la sociedad, dice el teólogo—, entonces llegaron allí y pudieron decir: “¿Qué he hecho?”.
“Sí, podía representar a una mujer, a un hombre”, el impetuoso Paul Rubens, “qué alborotador fui allí”, dice.
“Vaya, Dios mío”, y se pegó en la cabeza con los puños, diciendo, “¿para qué clase de sinsentidos me partí el lomo allí?
Y yo que de verdad pensé que todavía poseía algo”.
El lienzo, el arte están en la tierra.
Por medio de su arte, ¿se fue construyendo alegría, benevolencia, justicia, él amó?
¿Qué sabía de los planetas y de las estrellas, que le dieron la gracia de reencarnar?
Nada, nada en absoluto.
Allí vino el maestro.
Recuerda, fue una buena persona, aunque enérgico.
Cuando Anthony van Dyck tuvo listo su trabajo y llegó a la tierra crepuscular —no a la primera esfera— y tuvo que aceptar que sus madonas se habían quedado atrás, en la tierra, se encontró ante su amor universal, que carecía de luz, de sentimientos.
Era un ser humano que con su arte se había desfigurado a sí mismo.
Sí, se había desfogado, también había escrito en el lienzo, por medio de la pintura.
Otros por medio de la música, y aquel de la sabiduría vital, las ciencias; y eran ciencia, eran arte, pero no tenían amor universal.
Dios mío, Dios mío, Dios mío, Dios mío, es una locura la lucha del maestro que es maestro aquí, y que ha de aceptar: y aquí no tengo nada.
“Con cada trazo de mi pincel”, dice Van Dyck, el maestro Alcar, a André, “habría podido pincelar el Omnigrado espiritual, material, universal, con que hubiera sabido en qué había vivido”.
Preguntan ustedes por el arte, por la sabiduría vital, por edificios dramáticos, con ornamentos: son ustedes mismos y viven en su interior, debajo del corazón.
Preguntan por arte, quieren darle forma al arte; y se olvida la joya más preciada de la fuerza de creación, que son el hombre y la mujer, que tienen alma, que tienen espíritu y que son vida.
Cazan ustedes la sabiduría vital, las posesiones, el dinerito, una casa, un castillo, un coche hermoso, o lo que sea.
Cristo dijo: “Vete, Satanás”.
Y es que no le hacía falta.
Sí que es curioso, es tan llamativo que, cuando comienzan con el despertar y la evolución espiritual, se desprenden de esa sociedad.
A André le ofrecieron casas de cuarenta y de cincuenta mil florines, un coche nuevo; él dijo: “No, el amor del ser humano que me conduce el coche vale más que las cosas nuevas que usted me pueda ofrecer allí en venta.
Pero aprecio sus sentimientos hermosos”.
¿Dieron ustedes todo eso a Cristo, al Gólgota?
Más de una vez se lo he dicho aquí: los maestros y yo, siempre miramos sus hermosos e imponentes regalos.
Hay que ver esto: el reino de los colores de Dios.
Pero ¿es verdad que el núcleo de estos dones sale primero desde sus corazones al Gólgota?
No puedo sentirme feliz si me dan esto y lo olvidan a Él, pues Él lo dio todo, es todo.
Yo recibo de Él sabiduría, inspiración.
Ustedes simplemente lo toman todo.
Él, yo...
Los maestros no les darán regalos si el amor de ustedes no llega a sintonizar con ese regalo.
Y ahora recibirán el don para el espacio, para su alma, para su vida, para su paternidad, su maternidad.
¿Tienen ustedes lucha en la vida de ahora?
¿Qué es la lucha?
Sabemos que, si ustedes toman el control del fundamento espiritual, los va construyendo.
El ser humano golpeado está dispuesto para inclinarse, para pensar, no da días libres a una silla ni a su cama, es limpio y consciente, pero hay tiempo para su Dios.
La deidad en ustedes vive allí, y le pegan y la pisotean a cada instante porque no dan amor a esa vida.
¿No es verdad?
Por más que representen a Dios, ¿por qué siguen siendo hipócritas si saben que Él no puede condenar?
Salgan de la iglesia.
Sí que es asombroso que, cuando la criatura haya alcanzado la torre de la iglesia, el gallo, la propia iglesia católica lo ahuyenta.
Y entonces el ser humano dice: “No”.
¿Lo ven?
Es bueno, es el primer pequeño fundamento para ese amor universal, espiritual.
Pero cuando lleguen a estar encima de ese edificio, recibirán “alas” metafísicas, y entonces se irán.
Y será cuando le dirán al señor párroco: “Debería haberse casado”.
“¿Qué dice?”.
“Tiene que casarse usted, porque anda al margen de su creación.
Claro, ahora nos toca a mí y a otra persona encargarnos de que más adelante vuelva a recibir un nuevo cuerpo”.
Cuanto más sagrados, cuanto más hermosos nos vamos haciendo —¿entienden?—, tanto más empezará a significar la personalidad para la iglesia católica.
Pero en el otro lado, en el macrocosmos, no hay uno solo que sea santo, ni tampoco ningún Cristo.
Porque la sacralidad es realidad, es armonía, es justicia.
La sacralidad para el ser humano es: siento tanto amor por usted, tanto amor que ya no puedo soltar sinsentidos.
Ya no puedo representar la injusticia.
Siento tanto amor por usted que terminaré mi tarea y mi vida para servirle, porque quiero llegar a tener el control de la ley, ¿entiende?, el control de la ley de la vida, la ley: tarea en la sociedad de ustedes.
Hablé aquí con mucha sencillez social, y dije: ¿engañan ustedes a su amo y señor?
¿Le roban el dinero al ser perezosos en su tarea?
Como hombre y mujer, ¿se han fundido o se están separando poco a poco?
Entonces eso también será la separación para las esferas de luz.
Cuando el maestro Alcar estuvo sentado allí en la tierra crepuscular, al igual que Gerhard —¿lo ven?— y todos ustedes...
Porque no hay ni uno entre ustedes que entrará directamente a la primera esfera.
¿Por qué?
Porque hacen falta transiciones para liberarlos de su pensar y sentir materiales.
Pero ¿tienen ustedes el amor universal?
¿Se dirige su pensar en línea recta a la armonía?
Cuando hablan las leyes, ¿no hay un escalpelo debajo de sus corazones y en ellos?
¿Ya no quedan “peros” en ustedes?
Porque si quieren ascender, primero habrá que matar a los “peros”.
Vamos, desciendan tranquilamente, fieles a la verdad, en ustedes mismos, y digan entonces alguna vez: “No, no, no: no sé escuchar.
Soy engreído.
Me creo que lo sé todo”.
Pero no es así.
Si de verdad quieren saber, tendrán que elevarse, salir de este organismo, y ver y aceptar la verdadera ley como luz, como vida, como espíritu.
Ahora el macrocosmos no está delante de ustedes, sino que viven en un espacio, y este es la verdad.
Pues bien, si no desean llegar a conocer esa vida, hará que ustedes terminen de pasto para los gusanos.
¿Quieren poseer sus ojos detrás del ataúd?
Si quieren vivir allí el ser uno con su esposo, con su mujer que tienen aquí, empiecen entonces aquí, empiecen aquí.
Si dejan sola a la esposa, a la madre, y desaparecen y se buscan a otra, ja, ja, entonces el macrocosmos se blinda ante ustedes.
Desde luego.
Hay circunstancias, porque la verdad dice: “Pueden irse”.
Pero ay si descuidan su karma.
Eso los frena, les pega, justamente los echa de esa sacralidad, de esa conciencia, de esa certeza, porque no tienen la fuerza para querer.
No quieren inclinarse.
No quieren dilatarse.
Dicen: “Mejor arréglenselas”.
Si queremos poner fundamentos espirituales, tenemos que sacar esos cientos de miles de pensamientos como actos, como fundamentos materiales en el ser humano.
Y el caso es que eso es más sencillo allí, en ese mundo, en su mundo espiritual.
Pero ustedes lo vieron y lo han vivido, Gerhard el cochero libró una lucha a vida o muerte, y dice allí: “Todos ustedes están locos”.
Y entonces el maestro podrá decir: “Solo usted es consciente.
Esos templos que ve allí y esa luz que lo ilumina a usted también lo están.
Pero es la posesión del ser humano que ha trabajado en sí mismo por medio de sangre y sudor”.
El pensamiento humano, la construcción espiritual para el pensar y sentir es imponente, tiene un significado que es universal.
Ustedes pueden hacer todo como acostumbran en su sociedad, pero denle a eso, a ese acto, irradiación espiritual.
No se maten trabajando, no comprometan su personalidad entera para los sinsentidos de esta existencia material.
Busquen la realidad, la verdad.
Sean verdaderos, sean amigos.
Al ser humano al que jamás se ha visto se le dice: “Qué hermosa persona es esa”.
Y ni siquiera le hace falta hablar, cualquiera lo percibe.
¿Qué es eso?
Lo ven: es la tranquilidad interior.
Es la apacibilidad.
Es negarse a dar un paso al frente, de todos modos llamarán la atención.
El ser humano más grande, el que más mandaba, no se subió jamás al escenario.
El ser humano en la existencia selvática, en el silencio y la soledad de su cabaña vive más fuerza de atracción, vive más unión que el ser humano en la ciudad con todas sus condecoraciones y otros tipos de medallas, con sus grandes túnicas, con sus altos sombreros de pico, con el oro y la plata: ese ser humano no llama la atención para el espacio, es invisible y seguirá siéndolo.
Pero el ser humano en el campo, el ser humano en su silencio, el ser humano, la madre, el padre en su arte inmaculado, el arte de disfrutar la vida, de representar la vida como un verdadero amigo, una verdadera madre, un verdadero creador...
Hombres y mujeres, amigos y hermanos, hermanas, en esa unión divina para el amor universal hay algo que es beatífico, porque los impulsa a ustedes a ese espacio, a esas posesiones, a esa unidad, ya no podrán llegar a perderse el uno al otro.
Ya no quieren perderse, ¿no es así?
“Exactamente”, dice el maestro Alcar, “al llevar la cosmología ahora a nuestros hijos, la única posibilidad es lograr que ustedes lleguen a cambiar de parecer, gracias a esa miseria que tengo que recitar ante ustedes”.
Ya no les conmueve, ni a nosotros, ese construir hermosamente y ese glorioso retorno a casa: “Qué conferencia tan hermosa, tan imponente, hemos tenido”.
Han de empezar a escribir un libro para sus propias vidas.
Eso lo van a hacer interiormente, van a empezar a analizar los pensamientos, los rasgos y todas las cosas para la sociedad.
Y entonces algún día verán lo hermosa, lo imponentemente bella que se vuelve la vida.
Comer y beber ya no tendrán importancia; ustedes sabrán.
Tendrán su fiesta y entonces verán cómo pueden disfrutar las cosas pequeñas.
Porque esa felicidad la han edificado debajo de sus corazones y en ellos.
Siempre hacemos la comparación con los grandes que han vivido aquí en la tierra, y también Rembrandt, el bueno, su Rembrandt, el hijo de la madre tierra, el hambriento.
Había millones de maestros que estaban preparados para acogerlo.
En solo cinco horas ya había despertado.
Ya en cinco días poseía el espacio.
En cinco semanas tenía debajo de su corazón el ataúd, la madre luna, el sol y las estrellas, porque no era una persona soberbia.
Era feliz de poder darle esto a la humanidad, pero también amaba, amaba de verdad.
La mayoría de ellos han pintado para hacerse grandes, pero no para el amor.
El ser humano que venda sabiduría es inalcanzable, es el catedrático que está en su pedestal y que no tiene verdad, porque no conoce el alma ni el espíritu ni la personalidad astral espiritual; no conocía a Cristo, a Dios.
Pero el otro que pueda decir, también con todo esto, y que haya predicado: “Dios sabrá que es bueno y sin importar cómo llegue la vida, cómo se me pega y patea, yo seguiré siendo yo mismo y lo seguiré a Él, pues los diez mandamientos sí que me dieron esa certeza”.
No matarás, amarás a tus prójimos como a ti mismo, te acercarás a todo de frente, con justicia.
Habrían podido convertirlos en cientos de miles de mandamientos, pero el ser humano no estaba preparado.
El ser humano todavía sigue sin comprenderlo, y aun así: en la sociedad ustedes ponen el fundamento espiritual por medio de su ser uno material.
Van allí y aquí y allá, quieren vivir cosas en su vida social, pero no les dice nada aquello que importa.
Hay personas que se juntan y que, analizando los libros, se sientan para darse dilatación a sí mismas.
Eso es el primer inicio, el primero de todos, para la vida detrás del ataúd.
Ustedes apenas van a empezar a aprenderlo.
Durante nueve siglos, anduve dando vueltas a oscuras.
Después de haberse terminado mi propio tiempo —fue cuando volví, han leído ‘El ciclo del alma’—, empecé mi paseo en la tierra, obviamente para explorar, empecé a aprender cómo no había que hacer las cosas.
Vi los sinsentidos de la iglesia católica, vi su griterío, también la verdad.
Porque la fe lleva al ser humano a la esfera metafísica, es decir: a la exploración del Omnigrado, al ser uno con los planetas y las estrellas, porque eso es Dios.
Y entonces vi lo que se sabía en la tierra y aún no se conoce, y con lo que todavía no se quiere empezar: esto, lo que no tiene nada que decir, nada, porque es silencio.
No hace falta que pregunten por la animación, por la inspiración.
Esto de aquí, su núcleo divino, su sintonización con Dios y con todo, eso es lo que ha de avanzar, eso es lo que de alguna manera ha de impulsarlos a ustedes y eso, pues, es anhelar, es el deseo de sabiduría vital.
Y por medio de esta —acéptenlo, pues es la verdad— recibirán más amor, más sentimientos.
Gracias a que irán siendo sabios, irán dilatándose sus sentimientos recíprocos, hacia el hombre, hacia la mujer.
Y ahora el hombre se niega, y dice: “No quiero tener que ver con ese follón”.
Pronto llegará detrás del ataúd, en un mundo que solo puede ser muerto en vida.
Vamos, repasen la sociedad en pensamientos y miren al ser humano, escuchen un poco lo sencillo que es todo esto si se posee la sintonización espiritual, escuchen al ser humano, lo que representa ahora por medio de su interior, y lo que tiene que decir.
El ser humano inconsciente se abre ahora a ustedes, a través de sus palabras, lo tienen delante, desnudo.
Porque en la primera esfera ustedes ansían al mil por cien.
Están hambrientos, quieren saber, ya no pueden vivir si no conocen todo eso.
Y entonces el maestro dice: “Tranquilos, vivimos en la eternidad”.
Aquí no hace falta que se apresuren, lo hacen con tranquilidad y conciencia.
Tranquilamente, porque tienen que tomar en cuenta sus fuerzas físicas.
Pueden apresurarse, porque les falta calcular, no conocen sus propias profundidades.
Comenzar con calma con la dilatación, primero para la sabiduría, para aprender cómo fue que esa cosa aquí arriba... cómo fue que Dios creó todas las cosas.
Y cuando sepan eso entonces y se digan a ustedes mismos: “Al estar casado, al ser ella madre y yo creador, nos llevaremos a nosotros mismos a la nueva vida”.
¿Qué vamos a hacer ahora?
Si ustedes comienzan —¿ven?—, eso se convertirá en el estudio, en la ciencia para toda la humanidad.
Pueden leerlo en ‘Los pueblos de la tierra’.
Más adelante, a la criatura en la tierra no se le dará a aprender aquello con que ustedes lo atiborran ahora, sino que los eruditos, el teólogo espiritual, el biólogo recorrerán la tierra con ella y dirán: “Mira, ¿por qué vemos el amarillo, rojo, violeta y todos los demás colores?
¿Por qué?
¿Por qué se originaron los mares?
¿Por qué la tierra se blinda ante el macrocosmos?
Y ven ustedes...
Y solo entonces, cuando la criatura conozca todo eso, cuando lo sepa, entonces hará la pregunta: “Pero si eso es verdad, ¿por qué nos enseñan entonces esto y lo otro, y por qué se martirizó tanto a la gente en tal y cual tiempo con sinsentidos, y por qué llegó a haber guerras por esta realidad?”.
Porque así es.
Ustedes lo dicen, pero nosotros lo vemos.
Y luego, escuchen bien, cuando hable el aparato de voz directa y la personalidad astral pueda representar su palabra espiritual, la humanidad estará a los pies del Mesías.
Y entonces ya no harán falta profetas, porque entonces hablará el profeta desde las esferas de luz, el universo, desde el amor universal, porque sus palabras son saber, sus palabras son ley, sus palabras son: te amo.
Ustedes son hijos de un solo padre.
Son hijos míos, yo soy su padre, soy su madre, soy su hermano, soy su hermana.
Son madre, yo soy padre.
¿Qué hay —cuando habla el amor universal— de las posesiones de la tierra, de las posesiones de la humanidad?
¿No sienten entonces que ahora puede despertar su deidad?
Durante nueve siglos di vueltas por esas tinieblas y miré.
Y después de cincuenta años era capaz de decirle a un ser humano con que me encontrara: “¿A dónde quiere ir?
Usted vive aquí en un mundo astral”.
“Estoy buscando”.
Así conocí a cien millones de personas, de Francia, Bélgica, Estados Unidos, de las selvas, y hacíamos la transición la una en la otra, nos tomábamos las manos, nos conducíamos de vuelta a la tierra: “Venga, voy a mostrarle el camino para volver a encontrar la tierra.
¿Quiere usted saber si murió allí?”.
Ahora sé, lo he visto.
Fui a los campos de batalla.
Fui de hospital en hospital para ver cómo sale el ser humano del organismo material, cómo se va.
Y a uno lo seguí a esa esfera de allí.
Me encontré con aquel de allí, conozco esa vida, estaba allí, estaba aquí.
Y también volví, por medio de esa disolución.
Cuando estaba al lado de ataúdes, de lechos de muerte, veía que la personalidad se disolvía directamente del organismo y que desaparecía.
Y yo tras esa vida, tenía hambre, hambre y sed espirituales por que se me concediera saber qué secreto me estaba escondiendo aquí el Dios de todo lo que vive.
Y no había secretos.
Allí voy, detrás de esa vida, y vi ante mí que desaparecía, que se disolvía y volvía a la existencia embrionaria, que volvía a la tierra.
Me encerré, desde luego, caminando.
Hice mis cálculos, sentí: vaya, vaya, qué profundo es eso, qué imponente.
Pero volverá de manera infalible el tiempo cuando esa chispa haya de volver a la tierra, atraída por seres, porque el grado elevado está listo.
Esperé doscientos cincuenta, doscientos ochenta, trescientos años una sola chispa, un solo ser humano, para saber si estaba siguiendo la verdad.
Y cuando lo vi, volví directamente a la madre con esa chispa, con ese embrión como madre, y sentí y viví el parto, el crecimiento, la dilatación en la materia, en el espíritu, el despertar para ambas vidas.
Y luego volví a ver a esa misma madre como hombre en este organismo y vi: la paternidad y la maternidad viven en el ser humano.
Dios es padre y madre.
El amor material —lo sabía entonces— los llevará en línea recta al amor espiritual, y este al amor universal, el ser uno con todo, el conocimiento.
Y ahora, naturalmente, viene lo que es actuar.
Viví que andaba en las tinieblas con demonios a mi alrededor, y no me veían, no me sentían.
Y ¿acaso no es cierto? Cuando en su sociedad se ven entre demonios y ustedes mismos son conscientes y pueden decir “Váyanse”, por dentro, esos demonios no les harán nada.
¿Pueden alcanzarlos entonces esos satanases?
Se estrellan contra los pensamientos y sentimientos inmaculados de ustedes —¿lo ven?—; no pueden alcanzarlos.
¿Saben lo que aprendí? ¿Saben qué es lo esencial para alcanzar ese amor universal?
Vi allí la destrucción, vi allí la mancilla, las miré.
Y cuando vi lo que era y supe que eran los follones animales y que me destruirían, giré a la derecha, ¿entienden?
No seguiremos esto más.
Atravesé esos siglos, viví entre todos los pueblos de la tierra; de vuelta a la selva, a la raza judía (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), el islam, el budismo.
Llegué hasta la iglesia católica, el protestantismo.
Me senté al lado del papa y a su lado esperé hasta que se fue y vino (al otro lado).
Y cuando vi que iba a terminar su ciclo, fui el primero en estar a su lado y en poder decir: “¿Qué busca?”.
“Busco al Padre de todo lo que vive, a Dios, a Cristo”.
Y entonces pude decirle: “Yo soy Cristo, soy el Dios de todo lo que vive, porque me conozco ahora a mí mismo”.
Y entonces el papa, Clemente III, estaba a mis pies.
Estaba allí temblando, estremeciéndose, y los demás, hubo otros cientos que habían terminado su ciclo de la tierra.
Y ahora podemos comenzar y decir: “¿Fue usted un santo?
No.
Y solo porque quería serlo, su amor universal se detuvo y llegó a un punto muerto.
¿Y ahora esos gemidos?”.
La alegría, la increíble alegría de que el ser humano pueda decir: “Si es verdad, lo seguiré.
Por supuesto, nunca jamás he querido aseverar que lo representaba todo en la tierra.
Sí que fue lo que se nos dijo, lo que se le dijo a nuestra orden, pero muy dentro de mí sabía —yo también estuve pensando—, sabía, entendía que no podemos poseerlo todo”.
Y ahora ese papa, ese santo padre, es como un niño.
Y era posible manejar a esta vida, y nos fuimos, tomados de la mano.
“Ande, acompáñeme, venga y vea: detrás de usted llegará una vida nueva, otro santo más.
‘Solo yo soy santo’”.
Solo yo soy verdadero.
Usted tiene esa palabra (“santo”), tiene que desaparecer de su diccionario, no puede ser más que verdadero.
Y si posee usted verdad, será universalmente justo en todo.

Y entonces volvimos.
Si ataco la iglesia católica y quiero analizarla, lo hago solamente por medio de mi evolución, entonces tengo los medios en mis manos, en mis ojos, y debajo de mi corazón y en él vive esa sabiduría, la Universidad del Mesías, porque he visto y vivido por completo la verdad, la realidad, el nacimiento, el regreso, la paternidad y la maternidad para esas instituciones dogmáticas.
No demolemos nada, al contrario, ponemos allí en su lugar la palabra universal, la dilatación macrocósmica universal para cada pensamiento, para la verdad.
¿Qué tarea tenían ustedes?
¿Entienden?
“Pero”, dijo, “no es eso, no es eso”, preguntó: “¿Acaso no es eso entonces?
¿Acaso no tiene que tener entonces una fe el ser humano?
Si se la quitamos...”.
“No, el ser humano la conservará hasta que vuelva Cristo.
Porque no se le puede privar de fe al ser humano si no tiene nada más, entonces se estrellará de cara a su amor universal, a su dilatación.
Todo esto se mantendrá hasta que llegue el Mesías, pero no en las nubes para hablar, sino por medio del aparato de voz directa.
Y entonces Él dirá a Su apóstol, a Su discípulo: ‘Vete, habla en Mi nombre de las leyes de tu padre y del Mío, porque tú sabes’”.
Si Cristo llegara ahora a ustedes, y yo quisiera conducir esto de regreso a la sociedad, y Él dijera: “Vayan y represéntenme”, ¿estarían ustedes listos entonces?
¿Amarían entonces?
¿Están listos su amor universal, sus sentimientos, sus pensamientos, su hablar, para representar al Mesías por medio de Su verdad?
Conozcan primero entonces qué es la verdad.
Pónganme a prueba a mí, a Cristo, a la Biblia, primero analicen la Biblia si están atados a ella.
Desháganse de la iglesia católica si la condena sigue hablando, y ustedes serán personas santificadas.
Porque ahora el universo dice, ahora su propio grado de vida dice: “¿Ven?
Uno de nosotros, un tejido, un fundamento, volverá, nos hacemos más fuertes”.
Los cardenales, los obispos, en primer lugar de todos para la iglesia católica, los sacerdotes; ¿qué sabe el sacerdote, qué sabe un capellán de cómo lo vivió Jeus?
Pero si se elevan más para esta sabiduría, se encontrarán ante un teólogo, y entonces tendremos que llevárnoslo y decir: “¿Lo ve?
Está usted allí, echado, más le vale estar agradecido de que Dios no sea como lo ha construido usted.
Ahora tiene que estar allí en la tumba, esperando la llegada del Juicio Final.
Y luego llegarán los ángeles y entonces Dios dirá: ‘Manifiéstate y aclárame tus sentimientos demoníacos’.
Pero estará usted al lado”.
Y adiós, adiós a esta personalidad, adiós teología, el profesor se ha convertido en un inconsciente en cuanto a la vida detrás del ataúd, porque no quiso saber.
No tuvo dilatación, no tuvo amor.
Porque quien ame, investiga con sentimientos que buscan la verdad.
Quien se ame de verdad anhela, porque se lleva a sí mismo de regreso a Getsemaní, al Gólgota y al Mesías, a las esferas de luz.
Ay gente, ay gente, cuando se vean ante la verdad y miren a su marido, a su mujer, a la persona con quien tienen que ver aquí, para la que trabajan y sirven... si se niegan a anhelar alimento espiritual, compréndanlo bien: Cristo no puede estar al lado de ustedes, dejará que mueran de hambre, de sed, los dejará tirados allí hasta llegar a Getsemaní, a Su lugar, y empiecen a reclamar: “Cristo, Cristo, si vives de verdad, elévame a Tu vida, y dame un poco de anhelo”.
Cada segundo, cada semana, asesinan ustedes con cada uno de sus pensamientos su despertar espiritual, su dilatación para el macrocosmos, su divinidad.
En cada momento pegan y patean su divinidad de cara a la otra vida que ansía, que desea despertar, evolución.
La divinidad habla ahora en el ser humano.
¿De verdad pensaban que Cristo veía lo hermosos que son ustedes por fuera?
Habrase visto.
¿Pensaban de verdad que podían hechizar una personalidad espiritual con sus ricitos, y los señores con su renombre, con sus posesiones?
Ya les gustaría, ¿verdad?
¿De verdad pensaban que el sol y la luna, las estrellas y los planetas, los filósofos de la vida del otro lado vienen a ustedes cuando tengan el abrigo cargado de perifollos?
¿De perifollos pelados y sociales?
Siguen deseando limosnas, se alegran por una pequeña cordialidad.
Claro que sí, están ustedes abiertos al amor y la felicidad, y si no los obtienen, van a buscarlos.
Pero detenerse y esperar a que Cristo diga: “Están listos para recibir el amor que tenía Yo.
¿Verdad?
¿Y para eso quieren hacer lo que sea?
Demuéstrenme ahora de lo que son capaces”.
Pero les digo una cosa antes de que vayamos a comenzar con la cosmología, porque por eso es que el maestro Alcar dice: “Ahora, ahora que han alcanzado ese punto y se nos va acabando el tiempo, les deseamos a ellos todavía vivir los años de guerra de André-Dectar, ustedes y yo, y los conduciremos a la cosmología”, y de eso se trata ahora, hijos míos, de “llevarlos al amor universal”.
Amar todo lo que vive, amar la verdad y dejar a un lado lo que esté mal, escuchar lo elevado, lo que se dilata, lo verdadero, el primer paso verdadero como fundamento en el espíritu, ¿no viven ustedes para eso?
Ya les he dicho más de una vez: ese beso es universal.
Cuando le preguntaron ustedes esta semana a André —y eso demuestra que todo se controla...
También arriba nos reímos cuando los zarandea por la tumba.
Los sacerdotes, los obispos y los cardenales se divierten cuando André les enseña el ataúd y el Juicio Final, y cuando dice: “¿Lo ve, cardenal? Otro se ha pirado con su cabeza.
Usted busca sus propias piernitas, ya no están.
Puede tomar una cabeza de vaca, al fin que sigue siendo lo mismo.
Mejor tome la cabeza de una ardilla.
Tome la cabeza de su pescadilla, la que vio allí, con esa luz rara en los ojos, y lo llevará a usted a las aguas.
Tome lo que quiera de su ataúd, pero recuerde, sepa ahora para la eternidad: no tiene importancia, es solo temporal, fue solo el medio para amar en la tierra, para llegar en la tierra al despertar justo, para el otro lado, la vida detrás del ataúd”.
Ustedes son cosmología en todo, tienen que aprender a pensar para la verdad, la naturalidad, la justicia, la armonía.
Les dije una mañana: tienen que aprender a pensar, tienen que volver a entender lo que han de hacer ustedes mismos para Cristo, para el Cristo dentro de ustedes.
(En inglés en el original): Tienen que hacer algo por su vida espiritual —sí, lo digo en inglés para una cierta persona aquí—, encontrarán a Cristo cuando sus sentimientos y su espíritu estén abiertos.
Es decir, hijos míos: verán a Cristo andando a su lado, lo oirán hablar cuando se acerquen a Él, cuando comiencen con el pequeño fundamento.
Pongan ese fundamento para su marido, para su mujer.
¿Están solos?
Échese entonces al mundo, a los pueblos de la tierra... (inaudible) ¿Anhelan?
¿Están buscando?
¿No quieren creer que solo un apóstol anheló al cien por cien?
Entonces se lo demostraré.
Y ¿quién fue, pues?
No fue Pedro, aún no fue Juan, sino que fue ese loco y maldito Judas.
Ese Judas que dijo: “Y ahora les voy a mostrar a mi Maestro.
No es rabino ni judío, sino que es el Cristo, el Mesías”.
Y eso no debería haberlo hecho.
No se les concede, no pueden retar a Dios cuando no lo poseen.
En este momento estamos haciendo preguntas a Cristo, y ustedes algún día deberían hacerlo.
“Oye, Tú, allí en el Omnigrado, ¿ya no te interesan los judíos?
¿Ya no respetas”, dice André, “Jerusalén?
¿Es... son... fueron solo cuentos, todos ellos, eso de Getsemaní y estar delante de Pilato, y los escupitajos en Tu rostro?
¿Todo eso se ha ido?
¿Estás dormido?
¿Estás allí”, dijo André durante la guerra, “sentado con Tus seres queridos en la mesa, comiendo una rica sopa, y nosotros muriéndonos de hambre?”.
Sí, a las diez suena allí la campana para la cena, y Pedro está al lado de la campana, tirando de ella, y dice: “¡A cenar!”.
Sí, para la iglesia católica, para ese oro y esa plata, entonces el Padre, el Padre divino está en su sillón de juez, Cristo al lado.
“Y yo, y yo, yo también”.
Ya les gustaría.
Sí, están sentados, arrodillados en el jardín de Getsemaní, en la tierra de odio, en la tierra de inconsciencia, en la tierra de estar muerto en vida.
Allí están ellos, y no hay Dios, no hay Cristo.
Están allí solo consigo mismos, allí solo se sirven a sí mismos.
No desean, no anhelan, no quieren conocer la verdad.
No se preguntan: “¿Puede Dios condenar?”.
Dios condena, Dios pega.
Si no quieren obedecerme, esta mañana los mataré de un tiro.
Mi palabra es ley, según decimos del otro lado, y entonces estamos a reventar de revólveres.
¿Me creen?
Sí, por favor, por favor.
Sí, le creo.
Así es como es todo.
Y si no aceptan esto; fuera de la iglesia.
Ven: el universo es su iglesia.
Las leyes de Dios ya no son fe, no son ninguna fe, sino que son saber.
Y si saben eso, darán justo en el clavo del amor.
Porque la verdad se transformará en amor.
Aquí recibirán sabiduría vital, sentimiento, dilatación, perfeccionamiento.
¿Por qué le sueltan bufidos a su madre?
¿Por qué es tan dura, madre, con su hijo?
Eso es inconsciencia.
No lo hacen.
Terminan tranquilamente sus tareas.
Más adelante se irán.
Y si albergan alegría, llegaremos nosotros.
Han de saber, han de recordar esto: hay cien millones de padres y madres preparados para recogerlos, si son verdaderos y si aman.
Esta sacralidad que ustedes representan aquí —que suelta bufidos, gruñidos y que no anhela— será irrelevante detrás del ataúd.
Porque ustedes quieren ser cargados.
A su lado hay una persona con “grandes alas”, y esta los coloca tranquilamente encima de ellas, y entonces vamos a los descubrimientos para el espacio, a su deidad, al principio —lo que leeremos más adelante—, a la Omnimadre, al Omnipadre, a la Omniluz, a la Omnivida, a la Omnialma, al Omniespíritu, a la Omnijusticia, a la Omnibenevolencia, a la Omnicordialidad.
Porque si ustedes son armoniosamente justos, son cordiales, están abiertos.
Empiecen a poner esos fundamentos, siempre se lo pido.
¿De verdad han comenzado ya?
Si del otro lado el ser humano anhela, estamos conectados telepáticamente, somos uno solo de sentimiento a sentimiento del otro lado, en el mundo astral.
Y si no captan mis sentimientos, tenemos que esperar hasta que estén listos para la telepatía universal, la unión universal; por medio del amor, de la bondad.
Si ansían, adopto sus sentimientos.
Pero aquí se ven ustedes ante su sociedad.
Han de aprender cómo no hacer las cosas, sino cómo sí se hará de cara a —según les enseñé— Getsemaní, Pilato, Caifás, el Gólgota.
Dije: esos pensamientos inconscientes, dominantes que tienen, clávenlos conscientemente en la cruz, denles la muerte en la cruz, estrangulen esos pensamientos erróneos.
Ya no sigan despreocupándose de su deidad.
No piensen que serán acogidos detrás del ataúd si aquí no anhelan.
No se les puede acoger; estarán desnudos, sin poder hacer nada.
Si consideran que allí vivirán entre billones y billones y billones de personas y que ni una sola de ellas podrá alcanzarlos, ¿no creen que se pondrán a gritar entonces?
No podrán alcanzar a esas personas, no podrán atravesar esa selva, porque millones de serpientes, como pensamientos erróneos, leones y tigres, hienas, se abalanzarán sobre ustedes para blindarlos de lo que hay de amoroso más allá de todo esto.
¿Les queda claro?
Eso los cruje, eso los mantiene presos aquí.
No podrán atravesarlo, no podrán dar un paso más porque no tienen las pequeñas sandalias plateadas.
Llevan pegadas en el dorso del abrigo miles de dificultades terrenales, su andar se vuelve demasiado pesado, están equivocados, no andan, sucumbirán, porque han de sucumbir.
Tienen una sintonización material realista con las cosas agradables de la tierra, con su cuerpo, con sus miles de otras cosas, pero no están abiertos ni son conscientes para el espíritu.
Conviértanse en amor.
Conviértanse en apertura universal, dejen que se dilate la luz en sus ojos.
Si tienen preocupaciones y penas, acéptenlo.
Algún día tendrán que cargar la humanidad entera.
¿Y acaso es tan extraño eso?
¿Es esto falsedad?
¿No pone fundamentos nuevos para su futuro?
Su vida es corta, pero ustedes son infinitos.
Pero esta vida es corta, aquí tendrá que bastar la cordialidad, allí no poseerán cordialidad espiritual, pues su cordialidad les cuesta un par de centavos, compran unas flores, regalan un poco de pescado.
Tienden la mano, muy sencillo.
Son muy benevolentes.
“Pero no por dentro”, dijo Frederik.
Por fuera son benevolentes, cordiales.
Pero el ser humano lo ve, el ser humano lo siente.
Quien esté abierto por dentro, quien esté abierto interiormente, o sea, en el espíritu, a esa realidad —no tiene nada que ver con estafas, diría André— es verdadero, ese ser humano es verdadero.
Ese ser humano tiene tanta seguridad en sí mismo que los sentimientos se acogen telepáticamente y que un extraño dice: “Qué persona tan hermosa.
Qué tranquilidad, ¿no les parece?
Qué gloria.
Qué chico tiene esa mujer, y qué suerte tiene ella, qué amor, qué saber...”.
Tómenlo en cuenta, tómenlo en cuenta, tómenlo en cuenta: La Parca existe.
De verdad que les tocará a la puerta, exactamente así, a cada momento: “Toc toc toc (en este momento el maestro Zelanus da golpecitos en el micrófono)..., ¿me oyes?”.
El ser humano no oye nada.
Hablamos de la muerte, que no existe; y sin embargo, si comienza el desgarramiento de su reencarnación y la evolución es un hecho, entonces ese golpecito —toc, toc, toc (en este momento el maestro Zelanus da golpecitos en el micrófono)— es el tic en sus corazones de La Parca.
Entonces esta es su cámara funeraria sobre la que estarán parados y sentados, y trenzarán por primera vez una coronita de margaritas, de nomeolvides para su amor.
Porque después de esto, después de esto, créanlo, se les enviará el beso materno, y dice “Toma”.
Y ustedes dirán: “¿De dónde viene esto?”.
Y también habrá algo allí de Nuestro Señor, pues Él vio cómo hacían las trencitas, vio que ya no hay muerte que viva en ustedes y que el amor universal, el Dios que lo ha creado todo, se está despertando, se dilata, ha comenzado una vida colmada de bendiciones.
Les doy las gracias.