La cosmología para los seres humanos

Buenos días, mis hermanas y hermanos:
Seguro que oyen una vocecita de pito, pero intentaremos soltar ese timbre, para hacer que se inspiren un poco las cuerdas vocales.
Tengo que pasar por esto y atravesarlo.
Más de una vez hemos hablado sin que hubiera sonido, las cuerdas vocales estaban debilitadas.
Y eso, liberarlas, pues, de la propia personalidad, solo es posible en el trance.
La personalidad está atada al sonido y es una solo con él, con su voz, su timbre, pero nosotros podemos eludirlo.
Pero si otra vez profundizo demasiado —se lo aclaro un momento—, si ese resfriado u otra cosa ha penetrado demasiado hondo en el tejido —ahora pueden volver a vivir siete grados, siete transiciones antes de haber alcanzado el grado inferior, y luego ya no podrán decir nada—, si entonces intentáramos despertar ese sonido, la fuerza, el timbre, entonces sofocaríamos el fundamento.
Si ese estado llega a ser más profundo que por encima del tercer grado, del cuarto —otra vez lo están viendo—, entonces luego van a volver a quedarse dormidos.
Lo que en otros casos es el nacimiento, la creación, ahora se ha quedado dormido.
Y detrás de ese cuarto grado llegarán a un mundo muy distinto para la voz, entonces descenderemos en la fuente primigenia y cuando la despierten, atravesará todo tejido, la circulación de la sangre, el sistema endocrino y todo, y asesinarán el fundamento para la voz.
Pero conforme llegamos a tener un momento de concentración, conforme la capacidad reflexiva llegue a la unión con los sentimientos, con los tejidos, vamos a edificar un mundo nuevo y tenemos que rodear ese sonido.
Eso tengo que intentarlo ahora, y espero alcanzarlo en un cuarto de hora, en veinte minutos.
Lo espero.
Esta mañana está muy hondo.
Anoche no podíamos hablar, esta mañana tenemos una cosita de nada de sonido.
Esta noche estuve ocupado liberando un poco esas cuerdas vocales, pero estas son cosas naturales y continúan como si nada.
La vez pasada nos quedamos en que el Omnigrado se dividió.
Y esta mañana vamos a comenzar con el momento en que André y ustedes han vuelto a la tierra, se despiertan.
Vivimos ahora las revelaciones materiales para los seres humanos.
La cosmología lo es para los seres humanos.
Ya he hablado de ello antes.
¿Qué es, pues, la cosmología?
Los seres humanos se arredran ante la cosmología.
Y dicen: “Tener que vivir la cosmología, tener que reflexionar sobre ella es imponentemente profundo”.
Y André tiene que empezar con esto, o no avanzaremos.
Hemos hecho el viaje desde el Omnigrado, y hemos llegado a conocer a la Omnimadre, al Omnipadre, a Dios como padre, como luz, como vida, como espíritu, como personalidad, como luz y finalmente ya como amor para este universo.
Entonces llegó la división para el universo, la luz se dividió en miríadas de partículas.
Y es la división para la Omnimadre.
Todavía no hay un Dios.
Porque si esto tiene que ser el Dios para la Biblia, entonces esa vida de allí, esa luz, no puede hablar.
Pero es fuerza, tiene vida, es padre y madre.
Sin embargo, más adelante, ¿cómo comprenderá esto el erudito en la tierra, y cómo lo analizará para sí mismo y para la humanidad?
Todo eso se manifiesta ahora.
Hemos hecho el viaje y quienes hayan leído, pues, ‘El origen del universo’ me comprenden por completo.
Para quienes todavía tienen que empezar será un poco difícil, y por eso repito: provenimos de la Omnifuente, hemos hecho un viaje a través de la luz, del alma, del espíritu, de las nebulosas.
Hemos visto cómo se edificaba Dios, la Omnimadre; se llenó ese espacio, llegó la división, volvieron a hacerse las tinieblas, y ahora el cosmos como universo va a comenzar a materializarse, y en la siguiente sesión viviremos el universo materializado que se está dilatando.
Pero primero tenemos que prepararnos ahora para continuar, para poner fundamentos para los seres humanos.
Ustedes provienen del Omnigrado —se lo leí en voz alta la vez pasada—, y el maestro dice: “André, ahora tiene que empezar a asimilar el universo dentro de usted”.
Es lo que tenemos que hacer en el otro lado.
Les he dado unas setecientas conferencias, solamente en torno al verdadero núcleo.
He dicho cómo empezamos a pensar en el más allá, en ese mundo.
Antes que nada, tienen que salir de nosotros todas las mentiras y el engaño, la falsedad.
Tenemos que empezar a aceptar a Dios y en todo momento estamos ante Cristo.
Por supuesto que estamos en el Gólgota.
He estado machacándole duro a sus personalidades.
Dije: “Empiecen, empiecen, empiecen, empiecen”.
¿Y si el ser humano no lo hace?
Si he seguido a la gente aquí y en la sociedad, la gente que allí asesina, incendia, cuenta mentiras, mancilla al ser humano, a Dios y a Cristo —debido a que no comprende nada y es como es—, entonces ni siquiera es asunto suyo ni mío ni del espacio, porque este dice: “Eso es cosa de ustedes”.
Pero ¿cuántas personas que ya han leído los libros no fallecen?
Y los maestros mirando: ay, ay, ay, allí va otro.
Leer, leer, leer, lo sabemos, sí que pueden desear leer, pero eso no dice nada.
Sí que pueden asimilar algo en el arte, eso tampoco dice nada.
Se trata ahora para ustedes de asimilar la ley como entidad.
Y al final resulta que la vida no es tan complicada, solo he añadido la dificultad, y es verdad: se trata ahora de poder vivir esta vida y recibir todos los días su pan y algo para beber.
Y eso, otra vez, está en manos de ustedes, tienen que empezar ustedes mismos a hacerlo, porque no pueden dárselo Dios y Cristo.
Están vivos, son una representación divina, lo poseen todo.
Tendremos que aceptarlo por medio de la cosmología.
Y de lo que se trata ahora es: que sepan que André también ha tenido que asimilarlo, y que todos ustedes tendrán que empezar a hacerlo.
Pues bien, por más que se pongan bravos —dije—, estuve cerca de ustedes y lejos de ustedes, hablé desde las esferas y pude escucharles con esas quejas en forma de plegaria.
Estaban pesados y ligeros, alegres, algunos más que otros.
Los padres y las madres vivían las leyes pensando.
Y ¿en qué lo han convertido finalmente?
Un ligero rasgo de carácter, pues —se lo demostrará la ley— se convertirá en el obstáculo para la personalidad y entonces podrán empezar desde cero.
No, aún no han comenzado, así de profundo —según les he aclarado— es, pues, un rasgo de carácter.
Y ¿por qué?
Eso lo demostrarán ahora las leyes.
Provenimos del Omnigrado, de la Omnifuente, y esa Omnifuente es pensar y sentir conscientes.
Si vivimos la ley sin hacer nada malo, si nos entregamos por completo, entonces no puede ocurrir nada extraño para los seres humanos ni para ellos.
Si ustedes —esto es, pues, Cristo, de nuevo— aman la vida, la comprenden, llegarán a esa realidad para ese alumbramiento y esa creación del universo, para la Omnifuente, la Omnimadre.
Y natural y finalmente, estaremos entonces ante el Dios que el ser humano llegó a conocer.
Y son cientos de miles, cientos de miles de Dioses viven ahora en el universo, y solo hay uno.
Y ese uno es el que ahora llegan a conocer.
Lo que hemos vivido por este viaje fueron las revelaciones divinas —así se les puede llamar—, pero son la Omnimadre, la Omnialma, el Omniespíritu quienes llegaron a ese empuje y alumbramiento, a esa creación.
“Y eso”, dice André, ahora que va saliendo de allí, de regreso a la tierra con el maestro Alcar y conmigo, “pronto lo volveré a ver en la tierra”.
Hemos viajado hasta que él despertara.
Todavía oye que el maestro Alcar dice: “¿Qué, André? ¿Empiezas a pensar?”.
Dice: “Sí, maestro, estoy en ello, desperté y sé dónde he estado”.
¿También ustedes lo recuerdan?
Ahora vamos a empezar.
Inmediatamente, al pensar esto, pasa volando por encima de su cabeza un cohete V2.
Para quienes no hayan vivido esto: seguimos en guerra, es noviembre de 1944.
Vamos pasando por esta guerra.
Estamos quebrados, ya no queda fuerza corporal, pero el espíritu piensa.
Y debido a que la tierra vive ahora en disarmonía, a que el ser humano tiene miseria, preocupaciones, está sin comer, con hambre, está dispuesto a pensar, y justamente hacia esa infinitud.
Este fundamento puede ayudar ahora a André a cargar.
Y él lo entiende.
“Ahora que Adolf se carga su carácter a tiros”, empieza ya, “enseguida me encuentro ante él como el yo mejor del universo, y más adelante se lo demostraré a él.
Ahora que ese V2 sobrevuele y tal vez mate a las criaturas en Inglaterra, con la autoridad divina estoy con muchísima más firmeza que esta artillería de Adolf Hitler y los de su calaña.
Porque yo”, comienza con su meditación, “represento el bien divino.
No represento el bien humano, sino el bien universal en el ser humano para Dios, para la Omnimadre, la Omnifuente, porque esta noche estuve en la Omnialma, el Omniespíritu, la Omnivida, el Omniamor, se me concedió hacer ese viaje con los maestros.
‘Maestro Alcar, le demostraré que comienzo y que podré cargar y procesar todo esto’.
Y ahora el ser humano comienza a pensar: ‘¿En qué vivo ahora?
Vivo en un aura, lo respiro, lo inspiro, yo mismo soy una revelación material.
La criatura (Anna, su mujer) que duerme allí es una revelación material, es madre.
Conozco los libros.
Conozco las leyes’.
Ahora nos vemos ante todos los libros; las leyes, el más allá y todo lo que ustedes han aprendido vive ahora en la conciencia de André.
‘Conozco a Dios, a Cristo.
Lo que la cosmología revelará más adelante es imponente, porque lo que me enseñó el maestro Alcar, lo que me hizo vivir por medio de ‘El origen del universo’ ya inspira respeto, es increíblemente imponente para el ser humano.
Porque gracias a esto el ser humano en la tierra llega a conocer y comprender al Dios único’.
‘Pastor protestante’, ya entra al espacio, ‘¿qué quieres?
Teólogo, ¿quién eres cuando eres un teólogo?
Psicólogo, ¿qué sabes tú del alma, del ser humano, del espíritu, de la vida?’.
Desde el Omnigrado, allí exclamó, gritó a Crisje: ‘Mamá, ¡voy a ser profeta!’.
Y ahora vamos a analizar para llevar esa calidad de profeta a la dilatación.
Y eso puede ser, eso tiene que ser, tienen que poner fundamentos para ustedes mismos.
Sabemos ahora de dónde hemos surgido.
Dios todavía tiene que revelarse por medio del universo.
Y ese es nuestro siguiente viaje.
Pues bien, procesar todo esto y volver como si nada, eso es imposible.
Es necesario poner fundamentos para la personalidad, y eso solo puede hacerse pensando.
Y no quieren comenzar con esto, el ser humano dice: ‘Fuera con esos líos, lejos con esos sinsentidos, solo te vuelve loco’, ese ser humano ya es un demente inconsciente, porque no quiere ampliación.
Precisamente el que dice: ‘Estás loco’.
Pero ay si represento la verdad y la realidad, entonces esa persona ya está demente, es inconsciente, porque el ser humano que sea consciente ni siquiera lo dice.
Lo que ocurre ahora: los conscientes de espíritu son dementes, y los dementes a los que se les percibe de verdad como locos, como dementes, porque se dedican a la conciencia espacial, esos son los conscientes de espíritu.
Claro que sí.
Sócrates dijo, y los otros grandes dijeron: ‘Los locos son los conscientes de espíritu’.
Y lo que anda por la sociedad, eso es inconscientemente demente.
El ser humano que está loco, créanlo, señoras, créanlo, madres y padres, esas personas se ocupan de sus vidas interiores y se han tropezado para esta vida, ¿no?
No, se elevaban por encima de sí mismos, pero descendiendo por el camino de la izquierda, y no avanzando en una línea recta.
Esas personas viven su yo.
Y ustedes, ¿viven eso?
¿Viven en la sociedad su verdadero yo si son normales?
‘Veamos, ¿qué es ser normal?’, dice André.
‘¿Soy normal yo?
¿Estoy poniendo, plenamente consciente, un pequeño fundamento para mi pensar?
Vivo, he vuelto desde el Omnigrado y eso nadie lo verá, porque el ser humano no puede procesarlo.
Ahora tengo que aprender a pensar que no estoy yendo demasiado lejos.
Si lo hago, esa vida que duerme allí’, es entonces la vienesa delante de él, ‘no puede seguirme, así que tengo que adaptarme.
Pero me encontraba en el Omnigrado.
Tengo que ser normal.
No tengo que ser soberbio, porque entonces ya me quiebro, y entonces giro hacia la izquierda, a las tinieblas.
No he de imaginarme nada.
Si lo hago, esa criatura piensa: Vaya, algo va a pasar.
Y no tienen que ver nada.
Tengo que empezar a poner esos fundamentos con mucha sencillez, cuando la naturaleza la ha creado, cuando la madre naturaleza la ha densificado, de manera muy sencilla, muy infantil, muy inmaculada.
No tengo que rebelarme contra nadie ni nada, porque entonces estaré equivocado para allá y el maestro no podrá infundirme alma, entonces el espacio no podrá ayudarme, si quiero alcanzar que toda la vida empiece a hablar conmigo’.
Y al mismo tiempo, el aura en que se encuentra él... son las seis de la mañana, todavía está oscuro, empieza a entrar vida en esa aura, en esas tinieblas, está tenebroso, oscuro.
Él dice: ‘Mira, mi cielo, mi Dios’.
El aura de aquí ya puede hablar y dice: ‘Mira, yo fui exactamente igual.
Lo que has visto allí, ese soy yo, pero ahora te sirvo a ti.
Nací de todo eso.
Soy aura vital.
¿Quieres verme?
Ven entonces a mí y densifícame.
Densifícame, es decir: descienda hasta mí y verás tus fuerzas que te dan el aliento vital’.
Respira, se pregunta: ‘Santo cielo, santo cielo, mi maestro, ¿a dónde lleva esto?
Y sin embargo, esto naturalmente es un estadio más avanzado’, dice André.
‘La tierra se creó, entonces la luna y el sol y el universo ya tenían millones de años.
Y entonces la tierra llegó a tener ampliación, conciencia, por medio de las densificaciones, lo aprendí por medio de los libros ‘El origen del universo’.
Esta aura vital es plasma, es como el aura que posee la Omnimadre, pero esta aura vital nutre mi organismo como célula.
Y esta vida entra en un estadio propio y está a mi servicio.
Ahora la tierra es una chispa.
Más adelante, el espacio no será más que una chispa de la Omnifuente.
Y el ser humano —lo he vivido ahora— vence todo eso si el ser humano llega a ser uno solo con la vida que ha creado la Omnifuente.
Con eso tiene que empezar’.
Esto ocurre en 1944.
A lo largo de la guerra, de todos esos años, hemos escrito los otros libros.
Y ponemos ahora fundamentos para la Universidad de Cristo, la cosmología en la tierra, para que el ser humano llegue a conocer al Dios único.
El tiempo pasa.
Se prepara.
Y ahora tiene que pensar, pensar de manera normal, sencilla, material, sale de la cama, se tambalea, siente que no hay suficiente conciencia para andar por aquí, para sentir el suelo.
Dice: ‘Al haber vivido todo eso esta noche, he perdido la sensación de este mundo.
Lo percibo.
Y conforme a que empiezo a hacer más viajes, a que uso más sentimientos para analizar—las leyes de Dios para la paternidad, la maternidad, la vida, la luz, el amor—, se liberarán mis sentimientos de aquí para el espacio, y entonces llegaré a tener una unión con todo’.
Y eso ocurrirá y también usted tiene que empezar con eso.
Se levanta, calienta un poco de agua, no hay otra cosa.
Y esa es su bebida caliente para el cuerpo, el organismo, lo que tiene para comer y beber.
‘Qué acertado que es’, se dice a sí mismo, André, ‘ahora que salgo de ese Omnigrado, ¿hay algo mejor que pueda usar que agua limpia, inmaculada, caliente?
Es como si Dios lo hubiera querido así.
Café o té, sí, no lo tenemos, pero es esto lo que armoniza mis pensamientos y sentimientos con aquello en que vivo ahora.
Esto es lo que hay, no me hace falta comer, porque me siento satisfecho.
En mí vive una fuente inagotable, porque mi espíritu llegó a la unión con esas leyes y mi organismo no tiene nada más que pedir.
En realidad, me he liberado del ansia y del deseo’.
Es lo que ocurre con el ser humano, para el ser humano, cuando este empieza a pensar espiritualmente.
Y por eso André puede decir: ‘Sí, Ramakrishna, ahora te comprendo y también a esos orientales, por qué no quieren (queréis) comer esto y lo otro ni estas cosas.
Comprendo ahora que quieren (queréis) ser uno solo con la naturaleza.
Pero yo vivo aquí en Occidente, tengo que asegurarme de que mi cuerpo se mantenga con fuerzas, porque tengo que materializar esas leyes.
El maestro Zelanus tiene que poder usar mi organismo, mis manos.
Y si ya no me quedan fuerzas, ¿qué tenemos que hacer entonces?
Quedarnos sentados allí, sí, con los apóstoles, es hermoso, pero esto es mucho más complicado, cuesta un esfuerzo, una lucha, en realidad todo esto es para demostrar a la sociedad lo quieren (queréis)’.
Y un poco más tarde sale y entonces está allí, contemplando una hermosa mañana azul, en medio de la calle.
La gente lo mira, él la sigue, vuelve la vista al universo.
Llega un señor a verlo que dice: ‘¿Todavía escribe usted libros, señor?’.
El hombre lo conoce.
Dice: ‘Sí, señor’.
‘¿A qué mira, hay un pato que pasa volando para usted aquí en el espacio, va a haber algo que comer?’.
‘No, miro ese imponente y hermoso azul que se ha densificado en todos esos millones de años, y ahora ha aceptado el reino de los colores de Dios’.
El hombre viene así (el orador señala la sien con el dedo).
‘Leí sus libros, algunos’, dice el hombre, ‘pero ¿todavía no va a parar, ahora que la humanidad se está destruyendo, recibe palos, está siendo torturada, que la echan a la cárcel?
La humanidad está siendo gaseada y ¿usted sigue hablando de un Dios que es amor?’.
‘Sí’, dice André, ‘mire, por favor, mire lo imponentemente hermoso que es.
Sí, es verdad que es azul, pero más adelante, cuando usted siga, ya no lo será, porque estas no son más que apariencias.
El reino de los colores de Dios recibe los rayos del sol, claro, pero si usted logra atravesarlo y avanza cada vez más —oh, qué hermoso era todo allí—, entrará en un silencio tan quieto, tan imponentemente quieto que se pondrá a llorar por medio de ese silencio, y que le dará gracias a Dios por seguir siendo un ser humano y poder comprender todo esto.
Y una vez que haya atravesado ese silencio, vendrá un mundo nuevo, y es el del espíritu y ahora habrá todavía más silencio, hasta que usted ya no tenga sensibilidad, señor.
Y si atraviesa también eso, llegarán las tinieblas, y entonces volverá a haber más silencio, un silencio diferente que el del espíritu y de la materia, y por medio del que surgió este azul’.
Y ese hombre está así a su lado, mirando también.
Y llegan otras personas, también allí, también mirando.
André oye un solo sonido.
‘Hemos llegado al punto’, dice una madre de setenta años, ‘de que el ser humano mire a causa del hambre el azul en el cielo’, y se va.
Dios mío, piensa André, ¿qué he hecho?
Allí hay seis, siete, ocho personas, y una hace un gesto así, otra lo compadece.
El hombre dice: ‘Naturalmente, todos deliramos durante el día, por el hambre, y es comprensible.
Pero tenga cuidado, estimado, tenga cuidado y quíteselo de encima, ¡se va a volver loco!
O es a causa de la miseria material que usted vive ahora, como la padecemos nosotros’.
Pero André ha aprendido algo.
Mira a los ojos —cuando miró en el espacio—, a los ojos del maestro Alcar, quien dice: ‘Pero ¿qué haces, André, qué estás haciendo?
Cuando empecé por primera vez y comencé a trabajar contigo, y te quedaste mirando en la calle, en plena ciudad, al cielo, y la gente en esa calle concurrida también se quedó mirando y dijo: “Ese chófer está senil”, que escuchabas música hermosa, imponente, y que yo te dije: “Sí, pero esto no es así, todo esto tiene que pasar por dentro, la gente no debe verlo”, ¿no te di esa enseñanza?
Y ahora estás mirando el espacio y te disuelves, te haces borroso, ya no sabes quién eres ni dónde estás.
Ves el azul, atraviesas el cosmos material, atraviesas el mundo espiritual y allí me viste a mí, porque en él me encuentro yo.
Y entonces más allá, y mira ahora, por favor, a la gente en la tierra.
Si quiero continuar, André, me tienes que demostrar de qué eres capaz.
Y entonces no te pondrás así en la calle para conducirte a ese desarrollo: simplemente caminarás por las calles, hablarás a la gente.
¿Qué habías hecho ahora?
Habla un poco con esa persona de allí, y cuéntale que de verdad eres normal y que sabías sin lugar a duda de qué se trataba’.
Y la gente se va, y ese señor quiere irse, y entonces llega André: ‘Señor, me escucha un momento, se rio, por supuesto’.
‘Sí, claro que me reí, esa gente también se burló de usted’.
‘Pero, señor, estaba pensando un poco.
Pensaba en esto —y entonces verá lo normal—: si Adolf pudiera perforar eso con su cohete V2, lo haría, pero ¿a dónde llegaría entonces?
Si miré un poco, significa que a pesar de todo siento y puedo vivir en mí el Dios que es amor.
Y ande, piense entonces en miseria y en destrucción; el Dios que vive detrás de todo esto y ha creado las leyes —que soy yo, que es usted, ¿o no es usted un ser humano?—, es siempre y eternamente, todavía, amor.
Siempre, eternamente será: la ley Dios, que conduce a los seres humanos a la luz y en ella fue que esta mañana vi esa claridad inmaculada’.
Bueno, piensa André, todavía no está bien, tengo que reconducir a este hombre, me tengo que reconducir a la tierra.
¿Cómo vuelvo a la tierra? Porque se me ha perdido algo aquí.
Dice: ‘Señor, ¿también usted tiene tanta hambre?’.
‘Claro, lo ve: es el hambre, es sentirse etéreo.
Sí, delira por hambre.
Está hecho un esqueleto, y cualquiera se lo perdonará.
Tiene usted hambre, señor.
¿Lo negro (el mercado negro) no es lo suyo?’.
¿Qué esperaban de mí esta mañana —les digo a ustedes ahora—, ¿volver desde el Omnigrado, y luego a vivir las leyes de Dios, una flor, un árbol?
No hay flores, no había flores en ese tiempo, todo se había disuelto.
Sí, en la naturaleza veías una brizna de esas.
André se encuentra aquí ante la realidad, ante sí mismo, en la miseria, en 1944, la sociedad, la humanidad, pero además está libre de este caos.
Sin embargo, lo tiene que superar, vivirá en ella porque todavía está en la tierra y tiene que edificar su conciencia por medio de las revelaciones materiales.
‘Es verdad’, dice el hombre, ‘me lo puedo imaginar, usted siempre vive en esos mundos, y vale la pena.
Pero lo ve: si puedo darle un consejo, señor, pare.
Siéntese y busque algo de comida, y será lo mejor que pueda hacer, véndalo todo, señor.
Pero no venga con su sabiduría, no tiene importancia alguna’.
La gente se fue, André continúa.
Llega a la esquina de una calle, todo se da de bruces contra él.
¿Dónde estoy?
La gente no siente nada.
André mira —ya les ha dado este problema alguna vez—, hay una señora mirando que lleva un perro por la calle.
Y vuelve a disolverse, dice: ‘Mira, ese es el ser humano, eso son huesos y ese es un perro’.
Ve lo que hace ese perro, pero está analizando.
Dice: ‘Ese perro tiene alma y tiene espíritu y materia.
Desde el Omnigrado —en que estuve yo— se sembró, se puso un alma en esa vida, salió de alguna parte.
Sí que sé de dónde, porque el maestro Alcar ya me metió en ese estado’.
Esa mujer ya está empezando a mirar.
Él está allí, con las manos en los bolsillos, habla por dentro, piensa.
Porque esa señora, esa mujer, no dice nada, también mira...
Ella piensa que también él mira.
Pero él vuela de aquí allá, nuevamente a la Omnifuente, porque ese perro se revuelca allí entre los huesitos sin poder seguir sus creaciones, sus análisis.
Ese perro tiene alma, espíritu, vida, es una madrecita.
Más adelante, ese animal será padre, el perro también se reencarna, porque el animal, todos los animales, llegarán a tener “alas”.
‘Ja, ja, ja, ja’, André ríe.
Qué imponente que es, aquí recibo la prueba.
Esa mujer, yo, ese es el grado más elevado.
Yo soy una deidad, ella también.
Pero ese perro, esa es una sintonización muy distinta, es un grado de vida, viene después de mí.
Y de pronto la mujer levanta la mirada, ‘después de mí’, sale volando de la boca de él, entonces ella dice: ‘¿Qué, después de usted?’.
Responde: ‘Vaya, estaba pensando’.
Mal, otra vez.
Vuelve a disolverse en el Omnigrado.
Y el maestro Alcar atraviesa su vida como un rayo, diciendo: ‘Pero, André, si sigues así, me detendré, porque te convertiré en un loco.
Te pierdes a ti mismo, ya no sabes lo que haces’.
Porque la cosmología te lo pide todo.
En Oriente, cientos de miles de personas sucumbieron debido a esto.
Así que ponemos fundamentos para pensar.
‘¿No le parece terrible a usted también’, dice la señora, ‘que ese perro, allí, se revuelque en los huesos?
Y el animal tiene hambre, ¿por qué no se come esos ricos huesitos?’.
‘Ja, ja’, a André le da risa, porque esa fue su risa, vio que el perro iba revolcándose en un perro.
Dice: ‘Señora, son huesos de perro, y no les gusta comer de su propia especie.
¿Tan extraño le parece?’.
‘¿Qué dice?’.
‘Señora, el Dios como ser humano se comía al perro.
Pero el perro como perro no come al perro.
Esta vida se niega a acoger la misma sintonización, y no es un fundamento grandioso para el ser humano.
Lo ven: seguimos siendo animales, pero incluso mucho peor que ellos.
No tenemos conciencia humana, no tenemos conciencia espiritual.
Lo divino vive en nosotros, señora, pero los seres humanos comemos animales, ratas.
¿Cuánto cuesta la rata ahora?’.
Entonces ella dijo: ‘Mi hermano compró una hace poco por veinticinco florines, y encima estaba rica’.
Fue cuando André dijo: ‘Sí, señora, la cosmología de esa rata me conduce a una entidad que surgió de la putrefacción’.
‘¿Puede la putrefacción tener una entidad que pueda comer el ser humano?
Pero, Dios mío, ¿en qué mundo entro ahora?’.
Y esto, hermanas y hermanos míos, es el camino para el análisis si quieren vivir de manera cósmica.
Si quieren entrar en armonía con el espacio, con su alma, con su espíritu, entonces tienen que atravesar la vida que encuentran a diario, entonces la atraviesan, como muerte, como nacimiento.
Allí van, y viven la paternidad y la maternidad.
Llegan a las aclaraciones espaciales y a la dilatación.
Y pronto volverán a ver esas leyes y de otra manera, porque despertarán su vida, su personalidad, sus sentimientos.
André se va, pasa por una calle, por un canal, y entonces está ante un gran árbol.
Observa, oye gemidos.
¿Tienen dolor los árboles?
¿Pueden llorar?
Oye un llanto, y viene de ese árbol.
‘Lo comprendo, porque al pasar por aquí ayer... —me parece como si me hubiera hecho cien mil años más viejo, mi amigo querido—, pero ayer usted todavía tenía ese brazo, y ahora se ha ido.
¿Y eso es lo que causa el dolor?
¿Le han serrado un brazo?’.
Y allí está otra vez.
Pregunta a un árbol, estimado mundo, pregunta a un árbol si tiene dolor, ahora que le han serrado un brazo.
Las esferas miran, los maestros en las esferas lo siguen, pero una y otra vez la Omnifuente vuelve a elevar su vida y entonces es una criatura, entonces llega esa unión.
Tiene que llegar si queremos poder seguir, pero tiene que hacerlo con conciencia, con conciencia, con conciencia.
‘Que no salga palabra alguna de su boca’, dice el espacio de pronto a ese árbol y a él, ‘si quiere vivirme, no permita que sus sentimientos interiores se materialicen, porque si materializa las palabras, habrá perdido sus posesiones, ya no tendrá personalidad, entonces será diferente, entonces dará el paso de ese mundo al mío, y entonces yo podría sofocarlo’.
Eso lo dice el árbol.
‘¿También te gustaría tener un brazo, André?
¿Ya me has visto en el Omnigrado? ¿Florezco allí?
¿También soy padre, y madre?’.
‘Hay que oír a ese mocoso de allí’, dice el agua de pronto.
‘Lo ve, es una criatura mía, André.
¿Me oyes? ¿Me oyes, André?
¿Eres uno solo conmigo?
¿Dónde estabas?
¿Viste a mi madre?
¿Lo has visto todo?
¿Has visto mi alma, mi espíritu, mi personalidad, por medio de la Omnimadre por la que nacimos todos?
¿La has visto?
¿Me has visto a mí?
¿Lo has visto a él?
Nació de mí, André, en mí, porque toda la vida que ves como una chispa materializada nació en las aguas; y esa soy yo, soy madre’.
André conoce ahora ‘El origen del universo’.
¿Y entienden ahora, mis hermanas y hermanos, que el maestro Alcar simplemente no podía comenzar con la cosmología, y que los tres libros de ‘El origen del universo’ no son más que pequeños fundamentos para la verdadera cosmología que vamos a vivir ahora?
Es el ser uno con la vida de Dios, es una flor y una planta y agua.
El árbol empieza a hablar.
Y la madre agua dice: ‘Ese mono de allí, ¿va a llorar?
¿Con lo que yo he vivido?
Mira, allí, André, esta mañana llegó a mis brazos una criatura judía, se arrojó a mis brazos y dijo: ‘Aquí, aquí estoy a salvo’.
Pero ¿hay algo que yo pueda hacer?
Se asfixia, se ahoga, su aura vital tiene conciencia humana y no animal de manera acuática.
Yo soy inconsciente, pero la tomo en mis brazos y ahora padecerá en mí un proceso de putrefacción.
Y puedo aclararte esas leyes, porque soy consciente (en eso).
Donde nosotros no hay sombra, no hay tinieblas para mi vida, porque desde esa fuente, pues, vine en línea recta aquí.
Soy posesión de la madre tierra, por supuesto, pero la madre tierra soy yo.
Claro que sí, recibí una túnica distinta.
Descienda en mí y sentirá apoyo, dureza, materialización.
Es una revelación material.
Sientes lodo, sientes dureza, soy también eso como ley elemental.
Entonces adquirí un carácter.
Y todo eso aprenderás, André, si quieres hablar conmigo’.
Y allí está André-Dectar, en la calle.
La Haya ha desaparecido, y el árbol adquiere una personalidad y dice: ‘Sí, tiene razón, es mi madre.
Pero ella tampoco es más que una parte de allá, del lugar en que usted estuvo.
¿Cómo llegué allí?
Ella es una entidad, pero yo soy entonces la densificación de ella, para representar su vida.
¿Qué personalidad tengo?
Soy alma, soy espíritu, pero soy materia y en mi cuerpo hay un corazón.
Sí, otro corazón que el que tiene usted, pero tengo circulación de sangre, lo tengo todo.
Tengo el reino de los colores de Dios, soy padre y madre.
¿Puedes ver si soy padre o madre?
¿Puedes ver en ella que es madre?
Entra en mi vida y te daré la conciencia, André’.
Y André ya ha vuelto a desaparecer.
Se lanza a ese árbol: ‘Qué buenazo que eres, podría abrazarte’.
Y en plena calle —la gente va pasando— empieza a besar ese árbol.
No sabe si el árbol está allá o aquí, él está en la vida.
La amplitud material se disuelve, ya no queda ninguna cercanía y lejanía, esto es unión, y abraza esta vida, y al instante se da contra el suelo, porque esta vida es demasiado dura.
André dice: ‘Dios mío, Dios mío, Dios mío, la cosmología me ha tomado el pelo, tengo un chichón en la cabeza’.
Y pasa bordeando el agua y oye a través del espacio: ‘Tonto, tonto...’.
‘Vaya, ¿le parece gracioso?’.
‘No, no es eso, tendrías que haber pensado mejor, tienes que hacer caso a los maestros.
Tienes que mantener la distancia con la otra vida.
No puedes descender sin más en la vida de otro grado, para eso hacen falta sentimientos.
Para eso hay que pensar, se hace solamente viviendo el ser uno y luego continuando tranquilamente, por dentro, y siguiendo estos peldaños’.
‘Y ahora’, dice André, ‘todavía tengo que empezar y me doy contra un árbol’.
Y allí está el agua: ‘Y vamos, ven a mis brazos, André, y hablemos un rato.
Por fin hay un ser humano en la tierra que puede hablar a nuestra vida.
Puedo aclararte las leyes de toda esta humanidad.
¿O pensabas que no entendía de Jerusalén?
Percibí Jerusalén’.
Eso lo dice una acequia, es agua, es maternidad.
‘¿Acaso tú sabes algo de la Biblia?
¿Sabes, acaso, lo que es un pastor protestante?’.
‘¿Un tonto de esos?
Sí, los conozco.
Conozco al teólogo, conozco a Sócrates, conozco a Ramakrishna.
Conocemos a Cristo, nació en mí, ¿por qué no iba a conocer a mi propio hijo?
Lo ven, eso se va a convertir en cosmología.
El agua, un árbol, una flor, el aliento vital, todo —tendrán que aceptarlo ahora— posee el núcleo divino y nació de ese núcleo divino, de esa luz, de esa vida, esa alma, ese espíritu, esa paternidad y maternidad.
Y si ustedes quieren vivirlo, lo sabrán todo de Dios, de la Omnifuente.
Y se lo pueden demostrar los iniciados, lo han demostrado, lo conoció y consignó y materializó el Antiguo Egipto.
Serán las posesiones para el ser humano, del ser humano, y será eternamente la posesión de ustedes.
Lo tienen que asimilar.
André continúa.
Llega donde están sus amigos, está sentado allí.
Le preguntan: ‘¿Qué te pasa?’.
‘Nada’.
‘¿Puedes divertirte ahora?’.
Sí, puede hacerlo, le dice a Jeus: ‘Puedes relevarme un momento’, pero Jeus tampoco puede divertirse.
Jeus también piensa.
Dice: ‘Es demasiado sagrado para mí’.
Y el urbano (Jozef) no puede empezar con esto.
Pero hay que hablar, algo se tiene que hacer.
Está allí, sentado, siente un momento si el ser humano le comprende, y luego está allí sentado, pensando y mirando.
Una mesa surgió desde las aguas, por medio de ese estado lodoso la vida se ha densificado, llegó a haber crecimiento.
‘Devuelvo todo lo que vive aquí’, dice de sopetón, ‘al Omnigrado’.
Y entonces uno de sus adeptos dice: ‘Qué frágil estás.
Cuánto te has hundido.
Qué te ha entrado, pareces estar tan lejos de este mundo.
Y tienes los ojos tan hundidos...’.
Y entonces puede decir: ‘Esta noche —no lo van (vais) a creer— estuve en la claridad inmaculada, en el ser uno espacial con Dios, donde nació todo.
Esta noche pude hacer el primer viaje para mi cosmología’.
¿Puede aclarar ahora lo que es la cosmología?
Entonces tiene que llevarse a los seres humanos uno por uno, conducirlos a través del Omnigrado, aclarar lo que ha vivido y luego empezar a hablar, a pensar con la carencia de este sentimiento que ya está llegando a tener sintonización en ese espacio, que ya experimenta el ser uno con la noche, el sol, la luna y las estrellas, que ya vive una división.
Si entienden esto bien ahora, mis hermanas y hermanos, entonces comprenderán que sus vidas son sometidas a una dilatación gracias a que aprenden a pensar, a que siguen las leyes, y todo esto va por sí solo.
Si no quieren aceptarlo, si no quieren comenzar con esto, entonces lo entenderán enseguida: están por completo en un punto muerto.
Tienen que sintonizar con esto la vida de sus sentimientos, y sintonizar la voluntad al cien por ciento si quieren llegar a tener contacto con un árbol, con una flor, con el agua, con el espacio, si esa vida —al cien por ciento— quiere llegar a hablar a sus vidas.
Pero entonces se han de encargar de que cuando la leche hierva no se desborde, entonces, como mujeres, tienen que encargarse de pelar sus papas (patatas) de manera inmaculada, y que no las tiran así como así, porque ya no entienden de nada.
Este entendimiento se está disolviendo, este sentimiento y el ser uno con la tierra desaparece porque empiezan a percibir de manera espacial.
Y eso, pues, es el truco.
Y ahora les doy aquello que hizo sucumbir a millones de personas, por haberse olvidado para la sociedad.
El maestro Alcar dijo, con su noveno libro, cuando ‘El origen del universo’ estuvo listo: ‘André, ahora puedes morir para la tierra, esta noche’.
André dice: ‘Ahora lo comprendo’.
El maestro Alcar dice: ‘Porque vas a reventar.
Sucumbirás.
Si más adelante el macrocosmos empieza a hablar como alma y espíritu, como padre y madre, llegarás a albergar ese amor —es muy sencillo: cuanta más sabiduría, más amor—, y entonces ya no lo soportarás.
Entonces ya no pisarás firme, te disolverás, te meterás sin más en el agua y sucumbirás, te ahogarás por vivir esa unión.
Así que tengo que terminar para la cosmología, para Cristo y Dios y las esferas de luz.
Me veo forzado a parar ahora, porque tú sucumbirás, dentro de un año o medio año, pero irás a pique irremediablemente, o bien ocurre algo, porque para la Omnifuente’, esto también lo dicen ustedes en la tierra, ‘todo es posible, también esto’.
Y entonces hicimos tres viajes, lo pusimos a él en la primera, la segunda, la tercera esfera y lo dejamos toda la noche andar allí, en el otro lado, con las criaturas —las madres—, estaban representadas todas las esferas.
Preguntó, hizo preguntas: ‘¿Qué es lo que querrían ustedes?’.
‘¿Yo?’.
Vuelve, André.
Si te hace falta el amor en la tierra, te lo daremos.
Te hablarán las estrellas y los planetas.
Serán ustedes uno solo.
Todos queremos traer ese mensaje a la tierra, y luego la cosmología.
Hablando de los infiernos y los cielos, ese mensaje se puede transmitir en una sesión espiritista.
Si el ser humano suelta por un momento una cantidad mínima de sentimientos, ya habremos llegado, ya habrán quedado consignadas esas palabras: la muerte no existe, la condena no existe.
¿Lo ven?
Pero la cosmología, André...’.
Entonces llegó Miets...
Luego llegó su hija: ‘Papá, váyase, estoy con usted.
Si tengo que hablarle como si fuera un maestro, quiero gemir de dolor, quiero sufrir y sufrir y sufrir tanto ahora, con que pueda materializar las palabras de que Dios es un Padre de amor, entonces pueden torturarme y conmigo a cientos de millones de personas’.
André lo ve, lo dice su propia hija, lo dice su hermanita, y entonces mira a los ojos de todos esos maestros, de esas personas, de esos padres y madres que querrían, pero que ya no pueden volver.
Él está en la tierra.

Él sucumbirá.
‘Bueno, entonces que así sea’, dice a ese espacio, ‘entonces que me destruya, maestro Alcar.
Y ¿qué más da si más adelante ya no sé qué hago y me meto al agua y me ahogo, o termino debajo de un tranvía?
Ya no como, ya no quiero comer, ¿por qué torturarme comiendo?
¿Por qué participar en esa violencia material?
Ya no quiero tener nada que ver, me diluyo en el Omnigrado y voy...
Sí, ¿a dónde?
No me ahorco, soy demasiado consciente para eso.
Pero ¿voy a terminar destruido?
¿Se me va a destruir?
Entonces que así sea.
Pero yo voy a volver’.
Y entonces apareció el maestro Alcar con el maestro Cesarino y pudieron decir: ‘André, el Antiguo Egipto lo espera.
Vuelva, mañana comenzamos con ‘Entre la vida y la muerte’.
Y entonces recibió ‘Entre la vida y la muerte’.
Luego llegaron los otros libros: ‘Los pueblos de la tierra’, ‘Dones espirituales’, ‘La línea Grebbe’.
Luego tocó ‘Las máscaras y los seres humanos’, pero el núcleo sería: cosmología para los seres humanos.
Estos libros...
Se hacía cada vez más difícil, pintábamos a la buena de Dios para mantener la vida en la tierra.
Todo comenzó a hablar.
Y entonces estamos ante la cosmología.
Hasta aquí hemos llegado.
Ya no sabemos a dónde tenemos que ir.
Y entonces está allí... Llega a casa por la tarde, se sienta y mira y se queda absorto contemplando el cielo, como si fuera un niño pequeño.
Se entrega, pero en esas pocas horas ha aprendido a pensar por dentro y a no hablar, a no materializar su vida de los sentimientos.
Porque —¿lo oyen?— no digan sinsentidos para la sociedad por más que tengan razón, aunque Dios viva en todo y sea un Padre de amor, y aunque ustedes hablen del más allá: si los seres humanos no les comprenden, entonces ustedes serán los que están dementes.
Y ¿por qué repartirían esos sentimientos celestiales en vano?
Ahora tienen que aprender a comprender cuándo pueden hablar.
Y entonces su palabra seguirá, su palabra se divulgará, llegará a tener espacio y significado y ese será el fundamento para ustedes mismos.
Porque el otro ser humano la produce, de cualquier manera llega al lugar en que tiene que estar otra vez, porque finalmente usted atraerá el grado que pertenezca a su vida y sintonización y conciencia, para poblar la tierra y para vencerla, y para dar a la humanidad esta bienaventuranza, esa paz.
Llega nuevamente a casa, está sentado un rato allí, sale, vuelve a entrar.
Mira, mira aquí, mira allá, dice algo, tiene que sintonizar con esa comida: ‘¿Qué hay de comer hoy?’.
‘Sopa de bulbos con restos a la cazuela’.
‘Sí, está bueno’, toma un poquito, porque esos sistemas, por dentro, se lo piden.
‘Vamos, calla, ya no tenemos nada.
Estar flaco como un esqueleto vale la pena, significa algo’.
Va pasando la tarde, llega la noche y cuando el sol va bajando poco a poco, llega a la unión con el universo.
Y voy a leerles algo de eso, de cómo él sigue ahora.
Casi ha pasado un día, el primer día en la materia, del Omnigrado, de regreso a la tierra.
Pensando, sintiendo, rica como una criatura celestial, inmaculada como el cristal, entra la vida en el ser humano y despierta el yo divino, pensando, sintiendo, estando en armonía con la vida de la madre tierra.
Cuando cae la noche, cuando la gente ya no puede salir a la calle —escribo— está detrás, en el balcón, mirando el espacio, las estrellas, la noche milagrosa; la vida de Dios que hay allí habla a su vida.
En pensamientos vuela por el espacio y vuelve a su organismo y sigue pensando, vuelve a hacer ese viaje.
‘Hay que ver este panorama imponente, ya está hablando’, dice, ‘a mi personalidad’, pero ahora ya no hay palabra alguna que sale de su boca, todo ocurre interiormente.
‘Puedo agarrar las estrellas sin problema.
¿Cómo nacieron?
Sí, claro que lo sé.
¿Qué no habrá ocurrido en todos esos millones de años?
Debido a que surgieron las separaciones, este universo —porque así es— empezó a densificarse y surgió la dilatación.
Cuando se manifestó Dios, empezó con Sus revelaciones materiales.
Todo esto se ha convertido en materia, y todo esto son para mí revelaciones materiales, porque como ser humano algún día tendré que representar todo esto, y conmigo ella, la madre que me pertenece.
En realidad, solo al manifestarse Dios comenzó la creación material.
Y ahora, miren ahora, por favor, lo lejos que está todo esto.
Y todo eso son revelaciones.
¿No es cierto, pastor protestante, teólogo? Psicólogo, ¿qué sabes tú al respecto?
Todavía estás aquí en la tierra, no tienes que ver con eso, pero tienes que ir allí.
Yo voy allí ahora’.
Mira las estrellas que están por todas partes, atraviesa el espacio volando y siente cómo lo va alcanzando esta unión sagrada, divina, espacial.
Conoce las leyes y ve cómo toda esta vida experimentó una revelación material propia.
Ahora que está allí pensando tan tranquilamente, llega a su vida desde el espacio: ‘Pero, ven donde nosotros, André.
Aquí las cosas son sagradas —lo sabes—, silenciosas y de una justicia arrolladora, armoniosas.
¿Me oyes ahora?’.
Va a empezar a hablar el Wayti.
‘¿Nos ves, André?
¿Intuyes nuestra existencia, nuestro proceso de evolución?
¿Entiendes el para qué y el porqué de que hayamos densificado nuestras vidas?’, eso ya son las estrellas.
Primero el árbol, luego el agua.
‘¿Ves a mi hermana?
¿Ves esa caprichosa Vía Láctea allí, André? ¿Esa graciosa vía láctea que tanto les preocupa y que ni siquiera conocen, que no comprenden?
Ven y te aclararé todo esto, esas migajas ya no tienen importancia alguna, ¿verdad?
¿Quién nos ha dado esos nombres extraños, André?
Me llaman estrella y a aquello le llaman Vía Láctea, a eso le dicen “sol” y esa es la luna, y esa una Venus y aquello un Júpiter.
No somos más que grados de sentimientos para la paternidad y la maternidad, consciente e inconscientemente.
No soy capaz, André, de dar a luz, y sin embargo soy madre.
Sabes que poseemos nuestra propia sintonización y que ese nombre no es más que humano, ¿no?
Vamos, entra en mi vida, André.
Serás príncipe de este espacio si vienes a mí y si quieres hablar con mi vida, con mi sentimiento, con mi amor.
Ven a mis brazos, André, no te haré nada.
Ese árbol loco de allí, ese no lo viviste, yo soy amplio, él es denso, a él lo tenías, tenía que haberte aclarado el principio de su existencia.
Pero ¿es posible eso?
Entonces tienes que llegar hasta donde estoy yo, porque soy espacialmente consciente.
El árbol te conduce a través de un despertar lodoso.
Surgí en esta claridad inmaculada y se me concedió densificarme por medio del padre y de la madre.
Sí, lo ves, conoces a mí madre, ¿no?
Esa es la primera fuente para todo el amor y la han llamado “luna”.
Vamos, querido.
Ven, André, y no te hagas de rogar tanto.
¿Acaso no quieres comprenderme?
Ahora soy uno solo contigo, porque tu lugar es a mi lado.
¿No es así?
¿Vienes a hablar conmigo un momento?
Vamos, ven...’.
Si oyen esa voz, hermanas y hermanos míos, estarán ante la demencia.
Y entonces no soy yo ni es el maestro Alcar, y no es Dios ni Cristo.
Pero algún día lo atravesarán, y entonces escucharán lo que tiene que contarles esa estrella, la vida de Dios, lo que tienen que ver ustedes con esa vida.
Tienen que asimilar esa vida o no podrán avanzar, y aún podrán entrar a la primera, segunda y tercera esfera, pero no a la cuarta.
¿Por qué no?
Porque tienen que aprender a sentir de manera natural, cósmica, y porque tienen que distanciarse de todas las mentiras y el engaño que el ser humano en la tierra ha densificado para sí mismo.
Y eso pudieron hacerlo muy bien los autores de la Biblia.
Ahora ya vamos a comenzar.
Cuando más adelante hayamos llegado a ese punto nos desharemos en gritos, también ustedes lo harán, y dirán: ‘Vamos, cállense la boca con sus rezos, con sus gritos.
Cuando ustedes empezaron a escribir, la creación ya tenía millones de eras de edad.
Eso lo sé.
Pero no soy ningún pastor protestante, no soy ningún teólogo, solo soy una criatura de Cristo, soy una criatura de la Universidad de Cristo.
Soy un adepto de esos maestros locos, ¿lo ven?’.
Entra corriendo a la cocina, la sangre corre con ímpetu y late debajo de su corazón, dice: ‘Qué cosas, una estrella que empieza a hablar, mi maestro, ¿lo sabe usted?
Y sin embargo fue milagroso.
Fue milagroso; santo cielo, qué hermoso fue, maestro Alcar.
¿Me oye?
¿Dónde está usted ahora?
Claro que lo capta todo.
Si me equivoco, maestro Alcar, puede pegarme, puede darme un golpe en toda la cara.
Si fuera necesario, rómpame los brazos y las piernas si piensa que voy a desfallecer, que ando por un camino equivocado.
Pero eso ya no puede ser, verdad, porque tengo los libros.

Usted hizo esos viajes conmigo.
Sí, usted me oye, y siempre puede hacerlo, ¿no es verdad?
Si siento ese núcleo en mí, continúo.
¿Qué quiere el espacio ahora de mi vida?
‘Creo’, dice, ‘que ahora ya no voy a desfallecer’.
Son los pensamientos para el maestro Alcar, para el espacio y los demás maestros.
Ahora tienen que seguirlo, porque lo que él piensa es de ellos.
‘Ellos representan a Dios’, lanza al espacio, y espera lo que va a recibir.
Y entonces llega desde esa profunda noche, pero detrás de ella ve la luz que dice: ‘Así es, André, pensamos por medio de ti.
¡Poco a poco, ahora!
Continúa, hablarán los cielos de Dios’.
Y los maestros lo siguen, André tiene que superarlo.
Tenemos que superarlo o no podremos seguir.
Y él tendrá que superarlo, o tarde o temprano lo tumbará al suelo, él hablará de la cosmología en la tierra sin recordar que todavía está en un cuerpo, que tiene que comer o beber, que tiene que dormir, y espiritualmente ya se habrá disuelto por completo.
Y esa es entonces la demencia para los seres humanos en la sociedad de ustedes.
Pero es mejor derrumbarse a causa de la cosmología que por una pequeñez miserable, un poquito de amor, un poquito de religión, que ya hace que se derrumba el ser humano y que llena sus manicomios.
Derrúmbese para el universo, así por lo menos tendrán un contenido.
Pero aquí ya no se trata de un derrumbamiento enfermizo, aquí se trata de quebrantar lo consciente en el ser humano.
Querer pelear, querer vivir el Dios que vive en ustedes, eso es algo muy distinto.
Y eso es conciencia divina, es fuerza divina, es ser uno divino.
Y conservar esto para los seres humanos de la tierra los conducirá directamente a los brazos de cada grado de vida que haya densificado la Omnimadre.
Aquí André ya se dice a sí mismo: ‘Es lo que desearon los grandes de la tierra, pero no lo recibieron’.
Y ahora ya va a hacer comparaciones.
‘Dante, ¿llegó usted hasta este punto? ¿Pudo hablar con una estrella?
Voy a seguir un poco, Dante.
Buda, Ramakrishna, voy a seguir un poco más, porque más adelante lo volveré a preguntar y entonces tendrán que admitir que no es así.
Que no pudieron escuchar una estrella, que la Vía Láctea no pudo decirles nada, ni la luna ni el sol, o ya en sus tiempos se lo habrían dado ustedes a la humanidad, y ya no habría hecho falta a mí hacerlo’.
En este momento, André ya siente —y ustedes pueden decidirlo por ustedes mismos— que tiene el control de la humanidad entera, incluidas todas las universidades.
Y ya no queda nada más que siga viviendo en las tinieblas, porque todo llega a tener luz, el reino de los colores y una figura divina.
Esto es lo que desearon los grandes.
Egipto hizo lo que pudo para vivir esta unión divina, y también allí en cierta medida se alcanzó este punto.
‘Un sacerdote de esos, seguro que usted ya lo sabe’, dice al espacio y a la humanidad, ‘eso era allí una deidad.
Pero era tan increíblemente grande.
No sabía nada de las leyes directas en el más allá.
Una piedra seguía siendo un Dios para él.
Sí que estaba cerca, porque esa piedra es una parte de Dios, pero no es un Dios consciente.
Una piedra sigue siendo de piedra.
La profundidad que recibo ahora’, dice, ‘este ser uno todavía no se tenía allí y no la pueden vivir, porque nosotros conocemos ‘Entre la vida y la muerte’, el libro de los maestros, mi vida como André-Dectar’.
André continúa...
‘André’, le llega.
‘Escucha, por favor...’, le ruega el espacio para que escuche.
¿El espacio de Dios pide al ser humano que escuche?
Sí.
¿Él, como criatura insignificante de la tierra?
Y cuando piensa en la madre tierra, llega: ‘Sí, hijo mío, ve, por favor, André.
Eres el único ahora en este tiempo para la humanidad entera, André.
Porque tú siempre me servirás, ¿no?’.
Ahora se habla a sí mismo: ‘Soy solitario, soy solitario aquí en la tierra.
Puedo escuchar la vida de Dios, tan profunda, y esa vida es distinta que aquí en la tierra.
Esa vida es cariñosa, es justa, y ahora la madre tierra es una hija mía’.
Así es.
Y entonces vuelve a llegar a su alma y conciencia: ‘En nuestra vida, André —escucha, por favor—, nunca hay noche’.
‘Es cierto’, dice.
¿Lo entienden?
Si llegan a esa unión, ahora ya pueden analizar, si han leído y asimilado los libros, los primeros fundamentos de los maestros.
‘Eso es verdad’, dice, ‘porque allí ya hay luz, detrás de la atmósfera de la madre tierra’.
Y eso lo dice una estrella, ¿lo entienden? Una estrella representa la verdad.
André dice: ‘Santo cielo, ¡tú sí que sabes!’.
‘Por supuesto’, dice ella, volviendo, ‘sí, yo sé, pero si soy hombre o mujer, pronto llegarás a conocerlo, André’.
‘Pero eso ni siquiera lo saben millones de personas, estrella del espacio, eso no lo sabe la gente, que hay luz eterna detrás de la atmósfera en el universo, porque entonces sabrían que la Biblia empieza con falsedades, ¿no?’.
‘En nuestra vida nunca es de noche.
Nosotros ya vivimos, vivimos ahora, claro que sí’, dice la estrella, ‘la luz eterna.
Aunque llegue un momento en que mi espacio se apague, porque voy a continuar, André.
Más adelante llegarás a conocer las leyes que se dilatan para el Universo, en el siguiente viaje.
Ahora estás poniendo fundamentos para tu alma, tu espíritu y tu personalidad.
¿No es verdad?
Y ahora ya hay una unión, puede hablar.
‘Estimado lector, mis hermanas y hermanos, ¿entienden ustedes...’, les pregunto en esta obra, ‘entienden que esto influye de manera armoniosa en la balanza, que ahora él puede comparar todo lo que ha vivido en el Omnigrado y que la balanza vuelve a recuperar la armonía, y que no puede dar golpes a diestro y siniestro, sino que va a seguir en línea recta como un niño si en él no vive maldad, enojo, pasión, destrucción, y si quiere ser: amor?’.
‘Sí’, dice la estrella ahora, ‘si no fueras amor, André, créeme, no podría elevarte en mi vida, porque entonces tendría que inclinarme ante tus tinieblas, tu molestia, tu enojo, tu odio, tu destrucción.
¿Cómo voy a querer poder alcanzar a una criatura que de un tiro mata la vida de mi madre, de mi padre, que está quitándoles la vida?
¿Cómo voy a querer hablar de mi divina conciencia inmaculada, si ese sentimiento todavía está allí?
¿Pues?
¿Qué quieren alcanzar en la tierra?
¿Quién va a querer darles la unión divina’, dice ella, una estrella, ‘si aman que la vida de Dios oscurezca y quebrante?
Ahora no se les puede alcanzar, son irremediablemente inalcanzables.
Se blindan contra esa dilatación y ese despertar cósmicos.
Aún no han comenzado con ese despertar.
Porque cuando quieran vivir este despertar, cuando quieran materializarlo, entonces’, dice el espacio y grita todo ahora, ‘representarán esta vida en la armonía amorosa.
Y ¿hay condena entonces?
¿Puede Dios condenar Su vida, pues?
Es una mentira, es una falsedad.
Y ahora la desterrarán de sus vidas por medio de mi luz, de la Suya, o eso va a mantenerlos presos, no podrán liberarse, no podrán seguir y la cosmología no podrá vivir jamás las ‘alas’ del espacio, ustedes no se desprenderán de la tierra.
Pero tú puedes venir, André, y esta noche seremos uno solo, tengo muchísimas cosas hermosas que contarte.
¿Vienes ahora, André?’, pregunta.
Él no reacciona, mira la luna, piensa: ‘Por supuesto, esta mañana me di contra un árbol y luego por poco me meto al agua’.
Ya estaba con los pies en el agua e iba a ahogarse en ella si el maestro Alcar no lo hubiera sacado a la fuerza.
¿Y ahora? ¿Qué tenía que hacer ahora?
Si quiere tomar impulso por sus propias fuerzas, saldrá volando del balcón y caerá al suelo, aplastado.
No lo va a hacer, está pensando.
No reacciona, solo mira a la luna.
También ella irradia luz —sí, lo sabe—, pero es una posesión recibida del sol.
Y enseguida vuelve a llegar: ‘Sí, eso lo sé.
Mi madre llegó a tener densificación por medio de la fuerza creadora de mi padre, y eso, por cierto, llegaste a conocerlo, André.
A mi madre se le densificó porque el sol, la fuerza creadora, surgió por medio de esa división, y así mi madre recibió su propia entidad materna y pudo empezar con su alumbramiento y creación’.
Es lo que dice la estrella ahora.
Ahora ya no hace falta ningún maestro, si ustedes viven la unión con sus vidas.
¿Entienden esto?
¿No está claro?
Pero ahora lo tienen que asimilar.
Siempre hablamos de la asimilación.
‘Comiencen ahora.
Ahora, ahora, ahora’, imploré yo, para ustedes mismos.
‘Empiecen ahora a pensar de manera natural, amorosa, y la vida les hablará’.
¿No lo ha creado y espiritualizado y materializado de manera infalible la Omnifuente?
Si de todos modos empiezan con el arte, sí que tendrán que estudiar todos los días si quieren tener importancia alguna para el arte.
Pero para su alma, su espíritu, tendrán que pensar a través de las leyes, de las revelaciones materiales, si al final quieren querer decir: ‘He atravesado esa papa (patata), ese verdor, esa flor.
Yo mismo sé dónde nací.
Estuve aquí y allá.
Llevo ya millones de años viviendo en la tierra.
Fui padre y madre.
Conozco la reencarnación, he vuelto a nacer.
Ahora estoy aquí, hago esto, mi estado ahora es de esta manera.
Amo a Dios, pero por dentro todavía soy algo cuentista, y eso se tiene que acabar.
Tengo que ponerme a mí mismo en armonía con la vida y la muerte’.
Y eso llega ahora a André desde el espacio, por medio de una estrella.
Él todavía no reacciona.
‘Pero’, dice André de pronto, ‘vaya que si se han equivocado los autores de la Biblia, ¿no?’.
‘Sí, tienes razón’. Es la luna la que dice eso y continúa.
Oye: ‘Cómo se han equivocado los que escribieron la Biblia, ¿verdad, André?
Yo soy una ‘luz para la noche’, y no tengo luz.
Recibo la luz de mi marido, de mi cariño.
Es mi cariño, es mi amor.
Nosotros somos uno solo, somos un solo organismo, él es el padre y yo soy la madre.
Y ¿yo me convertí en una ‘luz para la noche’, yo...?
¿Me creó el Dios de todo lo que vive como ‘la luz para la noche’?
Y es mi criatura; la tierra, André, en la que vives ahora, desde la que me miras ahora, la tierra hace la noche.
Y yo, vida mía, estoy muerta ahora, me estoy muriendo, eso lo sabes.
Pero cuando estuve en mi tiempo de alumbramiento, André, y vivía, en eso puedes ver que siempre y eternamente tuve oscuridad.
Porque en la oscuridad daré la luz a mi vida, y alumbraremos.
Y ¿cómo es la madre tierra?
Es hija mía.
¿Tiene la madre tierra luz por ella misma?
¿Por qué los escritores de la Biblia no dijeron nada sobre mis hijos?
Pero se elevaron para mirar qué hora era.
Y ese tiempo no lo comprendieron, vieron un reloj que estaba al revés, pero las leyes estaban atadas a él.
Y de haber comprendido eso, habrían podido hacer un viaje, el que tú acabas de hacer con los maestros, y habrían visto el Omniorigen lo habrían vivido como luz, como vida, alma, espíritu y personalidad, justicia y armonía.
¿No es verdad, André?’.
Ya habla ahora la madre luna.
¿No es para llorar de felicidad hasta quedarte vacía?
‘Tengo que ser ahora una luz para la noche’, dice la madre luna, el primer grado cósmico, ‘pero tú sabes ahora que he recibido mi luz de mi cariño.
¿Lo ves, André, ves el sol?
A mí me hicieron ella, o sea, madre, pero él es mi padre, mi creador.
Esto es Dios, nosotros somos dioses, los dos somos uno solo.
Más adelante estaré en el cuarto grado cósmico y yo crearé y él alumbrará.
Tendrá irradiación y se convertirá en alumbramiento y yo tendré irradiación, seré alumbramiento y crearé.
Esos son los milagros para el universo, por los que tú, André, llegarás a conocer el universo de cada chispa que se dilata, aunque ahora con sintonización macrocósmica, y tendrás que materializarlo para la humanidad.
¿Todavía eres fuerte ahora, André?
Si puedo hablarte, hijo mío, si has nacido en mí, ¿no eres fuerte entonces, André?
¿Qué puede darte entonces el ser humano, si sientes mi amor, si vives mi ser uno?
¿Qué puede darte entonces el ser humano, André, si este ser humano dice desvaríos de un padre que hace luz para la noche, y que significa desvaríos?
Y no hay condena, André, la vida es eterna.
Porque soy la madre que da a luz para este espacio, yo he dado esta vida, me he dividido.
Más adelante lo seguirás, y llegarás a conocerlo y verlo.
Experimentarás cómo empecé con mi materialización’.
Y ahora la estrella continúa y dice: ‘¿Oyes a mi madrecita, André?
Es mi madre, tu madre.
Ella creó todo lo que vive en este espacio.
Por lo tanto, es exactamente la misma, por lo que se manifestó la Omnifuente como Omnimadre.
La luna recibe la entidad de ser como una madre para este espacio, para este universo, para este organismo divino, macrocósmico, que alumbrará y creará el microcosmos.
Tú eres un microcosmos, André, yo soy un macrocosmos y solo tenemos un sentimiento, un amor, una vida, una sintonización, los dos somos dioses.
Tú eres un ser humano consciente, yo, en cuanto materia para servir, soy una parte de este cuerpo macrocósmico.
Y ven a mí, ven a mis brazos, André.
Eres el príncipe del espacio.
Tengo que servirte, te amaré, te aclararé mi vida y mi espacio, con tal de que quieras aceptarme’, es lo que dice una estrella, lo que dice la luna.
‘¿No ves a mi tía, André?’.
¿Entienden que la familia vino en la tierra directamente desde el macrocosmos, mis hermanas y hermanos, y que el macrocosmos, como padre y madre, posee a la criatura por medio de estrellas y planetas?
Esto surgió desde este cuerpo macrocósmico.
La estrella dice: ‘Pregúntalo’, sí, enseguida esa estrella se llamará Wayti, ¿lo ven?, ‘pregúntaselo a mi madre y tendrás tu respuesta.
Qué insensibles que son las personas allí, André.
¿Conoces ahora la conciencia de esa masa?
La paliza que se llevará ese Adolf cuando sepa que uno, como ser humano, no puede violar jamás las leyes de Dios.
Porque el espacio sabe que en la tierra vive la maldad, un ser humano maligno, que avasalla a la masa y que la golpea, que la pulveriza y la mete a un campo de concentración, que hace gasear a las personas.
Eso lo sabe cualquier estrella’.
Y por eso pudimos escribir: Adolf Hitler no solo lucha contra el bien en la tierra, sino que en este momento se opone a las estrellas y los planetas.
No solo contra las noches estrelladas y las luces, sino que está enfrentado al sol, a la luna y las estrellas.
Enfrentado a Dios y a Cristo, al espacio entero creado por Dios.
El insecto más insignificante es ahora mortalmente venenoso si quieres gasearlo, pero eso no lo sabía Adolf Hitler, eso no lo sabe ese mal.
No lo sabe Stalin, no lo sabe ningún bolchevique, ningún demonio, no lo sabe ningún satanás, porque esa gente todavía despertará.
Algún día llegarán a la convicción de que el agua, de que una flor, de que un árbol puede hablar y de que en todo lo que vive están presentes el respeto y la autoridad divinos.
Solo ahora estoy con un fragmento de esos.
¿A dónde tengo que ir, hijos míos, para aclararles la cosmología, para analizársela?
¿Comprenden ahora que les dije que nos hacen falta miles de viajes para darles conciencia?
Ahora todavía tengo que empezar; en el nombre de Dios, padre, dame cien millones de años y podré dar la felicidad cósmica a la humanidad.
Todavía no voy a terminar.
(Al técnico de sonido:) ¿Tendrá otros cinco minutos?
Voy a irme soltando, poco a poco.
Y ahora se va soltando, empieza a pensar: ‘Sí’, dice, ‘quiero volver a ser uno solo contigo, un momento, voy a ir y entonces hablaremos juntos de la luna, del sol, de las estrellas y los planetas.
¿Quién eres tú, en realidad?’.
Eso viene desde lejos, del espacio, la madre luna dice: ‘André, ella es mi luz vital.
Es un pequeño sol.
Es padre, pero también madre, porque se ha densificado.
Yo soy el primer grado cósmico, lo sabes.
Eso es, André, lo que digo, y si lo retienes —porque sabes hacerlo—, la comprenderás y podrás seguirla.
Ahora ve, chico, hijo mío, dale a ella, danos a nosotros la felicidad de que llegue a nosotros un ser humano desde la tierra, que vencerá el espacio y que llevará ese espacio a la tierra.
En verdad, André es el príncipe del espacio, el profeta que posee la conciencia cósmica y que algún día el mundo tendrá que aceptar’.
Y ahora llega a liberarse de su organismo y sale volando al espacio, su organismo está allí en el balcón y vive su sueño.
Ha salido de él, ¿lo comprenden?
Si ahora ustedes se disolvieran y se fueran, podrían ver que podemos desdoblarnos conscientemente, que hemos tenido que vencer el trance espiritual, corporal.
Podemos sintonizar directamente con el ser uno con el espacio, con un árbol, pero entonces ustedes se estrellarán.
Se ahogarán si hablan con las aguas, una flor puede asesinarlos ahora.
Una flor, si esa flor dice: ‘Venga a mi vida y le aclararé mi reino de los colores, mi paternidad y maternidad’, y usted desciende en ella, entonces se desplomarán aquí y estarán en el fondo de esta vida.
Pero aquí han perdido la conciencia o ya han muerto, ahora tiene que romperse el cordón fluido.
Pero una estrella, pues, un planeta...
¿Por qué, hermanas y hermanos míos, creó Dios el universo para ustedes y para sí mismo?
Es la casa real de ustedes, en que viven y en que para todo ser humano, sí señor, para todo ser humano hay un lugar y una morada.
Allí cada célula encuentra la propia sintonización divina, y esa es entonces espiritual, justa, inmaculada y bien portada.
Él, (André), llega a liberarse, vuela.
Hay tranquilidad en la naturaleza, aunque haya seres humanos que anden volando por este espacio, aunque haya seres humanos que van a Alemania para destrozar la vida allí.
Ve que se acercan los aviones y piensa, dice: ‘Mira, mira allí’.
Y él está libre, los aviones pasan por donde está; eso significa que sigue siendo materialmente consciente.
Ahora no puede ir al mundo astral, pero sigue siendo uno solo con el cosmos material, ve pasar a esos aviones.
‘Dios mío, Dios mío, estoy en la realidad’, dice, ‘por medio de mis ‘grandes alas’ vuelo de regreso a la vida de Dios, y ustedes están allí, sea quien sea, van allí y todavía se prestan para la demolición y la destrucción, porque lo que sueltan allí en Alemania es espeluznante.
¿Qué tienes que hacer ahora, ser humano de la tierra?
Voy a pensar en mi cuerpo’, dice, ‘voy a dar mi fuerza a ese cuerpo —y entonces ustedes podrán irse—, mi palabra de todas formas va a llegar a tener conciencia.
Más adelante, la humanidad aceptará mi palabra, aunque pasen unos cincuenta, setenta y cinco años.
Tras dos mil años comienza mi siglo, el “Siglo de Cristo”, para el que sirven los maestros y habla ahora la vida’.
No me queda más que terminar, hijos, tengo que dejarlo en este espacio.
Nos vamos liberando.
Todavía exclama hacia el espacio, de una manera gracias a la que ha recibido su conciencia, ya está exclamando y puede decir: ‘Sí, sí, sí, vida mía, ¿dónde estás ahora?’.
Se va directamente —mira a ese rostro— va directamente a esa sintonización.
¿Qué han dicho de eso los templos de Ra, Ré e Isis?
¿Qué dice este desdoblamiento consciente?
Ahora nos desdoblamos conscientemente aquí.
Pero André llegó mil veces más allá de lo que pudieron hacerlo el Antiguo Egipto, la India, los templos en la tierra, de lo que han llevado a la materialización los templos en el mundo, en Oriente.
Este desdoblamiento consciente —o se habrían enterado de él— no conoció Ra ni Isis ni Luxor, porque esto pertenece a este siglo.
Esta conciencia pertenece a 1950, 1970, 1980 y 2000.
Esta es la posesión de la Universidad de Cristo.
Es la posesión de Su personalidad, de Su paternidad y maternidad.
Lo dijo Él en Jerusalén.
Todavía quiso decirlo un momento en el Gólgota, pero no se comprendió.
‘Y todo esto y todo aquello’, dice André, ‘tengo que tomarlo en cuenta ahora.
Cuando se me pregunte algo, seré ahora cariñoso y tierno.
Quiero ser armonioso y justo.
No albergo envidia.
Soy hijo de este espacio y ahora recibiré la palabra.
Ay, Dios mío, por qué no me diste’, entra todavía un momento en él, ‘un lugar en el tranquilo Oriente, así podría haber llevado la sabiduría desde Oriente a Occidente, ¿no?’.
Pero de pronto ve Occidente y dice: ‘Si no hubiera vivido esto, si no lo conociera, ¿cómo podría hacerme más fuerte en eso entonces?
Y Occidente no acepta a Oriente.
El árbol tiene que crecer en la madre, y la madre no puede ir allí para alumbrar su vida aquí, o libre de la tierra y nuevamente en el espacio.
Así que tuve que nacer en Occidente para poder hacer estos viajes.
Pero Oriente me ha dado la animación, los primeros fundamentos, y fui yo y fueron otros en los templos de Ré, Ra, Isis y Luxor.
Lo sé’, sale de su boca ahora, envía al espacio, y a la madre luna, ‘tú no fuiste una luz para la noche, madre, has dado tu personalidad, tu maternidad y paternidad a toda esta vida, a todo lo que hay aquí.
Esa es la luz por medio de la que has podido densificarte y que recibió de la fuente creadora, que se llama sol, pero que es y significa su padre, su esposo, su amor.
Y vuelve a decir a la estrella: ‘Sé por medio de qué tienes tanta luz y no puedes poseer a tu hermana, porque veo ahora la respuesta’.
Y a la madre tierra: ‘Sé, madre tierra, por qué has de describir esta órbita, ya se me concedió llegar a conocer esas leyes, pero ¿dónde está mi maestro Alcar ahora?
¿Sabe usted, maestro, que soy libre de mi organismo, y que ahora estoy analizando para el espacio?
¿Sabe usted, maestro Alcar, que llegué a liberarme de la tierra, y que la vida va a empezar a hablarme, que percibo esa voz por dentro y fuera de mí?
Esta es la cosmología para todo ser humano’, envía André a la tierra.
‘Madre tierra, estamos de camino para... me veo ante los asuntos miserables que el ser humano le hace, sus hijos, los seres humanos que quieren vivir las sintonizaciones demoníacas, satánicas y que ahora gasean a la gente, que se la comen, que han roto la armonía al materializar prácticas repugnantes.
Ya me veo ante todo ese mal, y más adelante llegará el día en que sus hijos lo acepten: soy el polo opuesto de Adolf, soy el adepto, el alumno de los maestros y para ustedes, para el bien.
Quien no quiera comprenderme más adelante, no se comprende a sí mismo.
Quien tenga algo que decir de ustedes y de mí, quien quiera mancillar, cotillear y dejar deformado se deja deformado a sí mismo, se mancilla a sí mismo, madre tierra.
Llegará un tiempo, más adelante, en que puedan llevar a sus hijos al Gólgota, pero ahora por medio de este camino, de estas leyes que les dará Cristo, pero que pertenecen a cada ser humano.
Esas que empezamos a ver ahora, porque se me da el ser uno y puedo recibirla y vivirla con sintonización macrocósmica.
Madre tierra, estoy libre, así que voy a seguir un poco más.
La ley del espacio me aclarará las leyes y ahora voy a hacer preguntas’.
Y fue cuando llegó a André —más adelante voy a seguir y entonces lo oirán, tengo que seguir para leerles otra parte antes de que empecemos con la dilatación para el sistema planetario, porque entonces volveremos en línea recta desde el acontecimiento lunar al Omnigrado, y veremos cómo nacen los diferentes universos—, llegó desde el espacio, y eso también es para ustedes, mis hermanas y hermanos: ‘Sí, André, el Wayti despierta debajo de tu corazón’.
Y eso significa: lo que hizo el ser humano con Dios en la tierra, pero sin la condena ni el Juicio Final; no está allí.
Wayti significa: ver y vivir a Dios por medio de los alumbramientos y creaciones humanas, inmaculadas, maternales, que se convertirán en las posesiones después de esta guerra, de este tiempo, y que solo servirán para el reino de Dios en el ser humano, para la vida, la luz, el amor y la felicidad.
No se enfaden jamás con un ser humano; la semana pasada, según el cosmos, eran ustedes mismos.
Si pueden decir ahora: ‘Estoy despertando’, entonces también ya podrán escuchar si el espacio ya tiene algo que decir.
Y si la palabra aún no viene, entonces esperen tranquilamente.
Cuando estén listos y los primeros fundamentos se hayan puesto, también el espacio llegará al despertar, a la espiritualización y la materialización para ustedes aquí en esta sociedad, para su estado de niños, su paternidad y maternidad.
Hermanas y hermanos míos, y si empiezan a comprenderlo bien, ya jamás serán capaces de decir una sola palabra humana equivocada, dura, tonta, inconsciente a la demás vida en la tierra.
Entonces preferirán callar, porque solo así tendrán certeza.
Lo que vivan por dentro, aunque fueran un satanás, aunque parezca demoníaco, siempre que no llegue a la materialización, porque entonces recibirá espacio, entonces llegará a tener una infinitud y una entidad.
Y cuando una cosa, una palabra, un sentimiento les dé entidad —¿entienden esto?, es lo que vivimos ahora—, entonces comenzará a dilatarse, y ya no podrán detenerla.
¿No es verdad?
Me falta poco para recuperar la voz.
Hermanas y hermanos míos, hasta dentro de quince días, entonces lo retomaré y se llamará ‘El ser humano y su ser uno universal’.
Les doy las gracias por sus sentimientos de alegría.
Hasta aquí, con un saludo de nuestro maestro Alcar.