La vivencia de la cosmología

Buenos días, hermanas y hermanos míos:
Antes de comenzar a leerles algo, podríamos decir, la verdadera recitación, la vivencia de la cosmología, sí que quiero ofrecerles unas breves palabras.
Quien resulte haber leído bien todos los libros está preparado para comprender todo esto.
Al principio es muy sencillo, porque entonces haremos comparaciones corporales, humanas.
Se verán ante todo lo que les he dado a lo largo de los años, lo que les he dado para prepararlos, para hacerlos reflexionar más profundamente, a mayor profundidad, para darles una sintonización para la vida del otro lado, su mundo astral.
Por medio de la fuerza de los maestros y de mi propia voluntad de llevar al ser humano en la tierra a sentimientos y pensamientos más elevados, les he dado unas seiscientas, setecientas conferencias.
Pero —como he dicho tantas veces— constatarán ustedes mismos que ahora vamos a comenzar con la verdadera vivencia.
Siempre la rodeé.
Desde el universo tenía que venir a la tierra rápidamente, con concentración instantánea, determinar una ley, controlar una ley, el sueño de ustedes, su demencia.
Hubo iglesias a las que tuvimos que quitar fundamentos, pusimos otros nuevos en su lugar.
De vez en cuando oirán a André, leyendo en voz alta, tal vez más adelante lea el maestro Alcar, me oirán a mí.
Ahora ya les toca determinar para ustedes mismos en qué estado nos encontraremos.
Se darán cuenta de que en un momento dado —espero llegar hasta allí, no lo sé— hablará la Omnifuente, el ser humano que ahora representa el Omnigrado.
Y cuando entonces piensen que todavía les quedan por recorrer cientos de billones de eras antes de alcanzar ese espacio y tener el control de su deidad —ahora conscientes, como seres humanos, como padres y madres—, entonces sí que tendrán que admitir y aceptar que lo que van a vivir ahora no se vive en ningún lugar de la tierra, que no lo posee ninguna teosofía.
Este contacto directo lo adquirirán y los maestros lo pondrán en manos del ser humano.
Han de comprender bien que la cosmología los llevará a través de las últimas conferencias.
Tienen que preguntarse, cuando lo haga André —pronto nos oirán—, tienen que preguntarse: “¿Quién soy?
¿Por qué vivo ahora en este estado?”.
Al principio es muy sencillo, pero ¡es la preparación para el vuelo al espacio!
Más adelante podrán venirse con nosotros, vivirán ese viaje.
Por eso han leído los libros.
Caminan a través del ataúd, atravesamos el trance, la muerte... nos liberamos del organismo y entonces estaremos ante un maestro.
Más adelante oirán que a André lo acogió el maestro Alcar.
¿Están preparados cuando —se lo he enseñado, ¿no?— han de aceptar el ataúd? ¿Están preparados para el maestro, para su hermana, su hermano?

Ahora que se ven ante la gravedad divina ¿se han ido la tozudez, el ajetreo de la tierra, los delirios de soberbia, las caras largas que ponen?
¿Les ha entrado la voluntariedad, la justicia, la benevolencia, el deseo de aceptar al ser humano, el verdadero amar?
¿Puede el maestro ir ahora tomado de la mano de ustedes, o han llegado al punto en que pueda ser libre y que diga: “Vamos, sintonicen con las leyes de la vida y la muerte, con las leyes del más allá, sintonicen con el sol, la luna y las estrellas, con un punto específico del universo al que nos dirigiremos y en que tendremos que comenzar con la cosmología para nosotros mismos y para el ser humano en la tierra”?.
Comprendan bien, gente, hijos de este mundo, comprendan bien, hermanas y hermanos, se trata de ustedes mismos.
Ahora nos adentraremos en una seriedad sagrada, espiritual, espacial.
Ya no vengan a este lugar sin querer comprender y no piensen que ahora saben algo.
Aunque el año pasado les haya aclarado el cosmos miles de veces; siguen sin saber nada.
Podemos seguir diez mil años con esto con que vamos a comenzar ahora, créanlo, y ni así estaremos agotados, aún no hemos dicho la última palabra, así de imponentemente profundo es el ser humano ahora.
Cuando más adelante estén delante del ser humano, ¿llegarán a respetar a esa personalidad?
No, a esa vida.
Verán a Jeus, a Jozef, a André-Dectar.
Más adelante también tendrán que decidir por ustedes mismos quiénes son en realidad en este momento.
Pero cuando salgan por la puerta y desaparezcan de aquí, ¿quiénes serán entonces?
¿Estará su palabra en armonía con las leyes del espacio?
Una y otra vez vuelvo a ustedes para comenzar con las clases universitarias, con el análisis.
Y entonces nos preguntamos: “¿He llegado a ese punto ya?
¿Ya estoy?
¿Tengo solo una voluntad?”.
Esta semana preguntaron a André: “¿Tiene una voluntad el ser humano?
¿Es el ser humano natural en su voluntad?”.
“La voluntad”, dirá André más adelante a Jeus, “fui yo.
Ahora ya no se permitirán los jueguecitos, el dialecto”, dice André, “ya no me hace falta palabrería en el habla regional de Güeldres, porque la gente se burlará de mí.
Tú y Jozef me representarán (representaréis).
Porque ¿quién..., quién fue la persona que habló a papá?
¿Quién jugaba encima de las nubes?
Era yo.
Era yo, y no tú”.
Y este yo mejor, este despertar interior para ustedes, es la cosmología para poner fundamentos para su yo espiritual.
La parte suya ahora desea, esta mañana, ¿ha quedado equilibrado, se ha inspirado al cien por cien?
Esa vida de los sentimientos de ustedes —se lo preguntaría ahora, antes me era imposible— ¿sabe las cosas bien al cien por cien, es amorosa, armoniosa, justa?
¿Tienen ahora su personalidad entera aquí en este edificio, en el lugar en que va a comenzar la cosmología para sus vidas?
¿Quieren hacerme creer a mí, a los maestros, al espacio, que de verdad están espiritualmente aquí al cien mil por cien?
Aquí están los escollos cósmicos.
Y ese es ese Juanito, ese Pepito, que ahora llaman Pepe; una personalidad adulta, un ser humano que está listo, que tiene que partirse el lomo y trabajar en la sociedad para encontrar su existencia.
¿No atravesamos esa existencia con ustedes?
¿No los compadecimos porque sabemos cómo es eso de bregar aquí en la tierra?
Pero la voluntad, la voluntad humana, el deseo de entregar, el deseo de hacer cada pensamiento: un viaje a la luna, llegar a estar listo para el yo mejor dentro del ser humano.
Ustedes todos son instrumentos.
Todos tienen contacto con su deidad.
Pero ¿ya han comenzado?
Hoy están sollozando, entran de sopetón: “Siento tanta conmoción”, y mañana... mañana espetarán palabras duras, horrorosas.
Y así quieren estar preparados pasado mañana para comenzar, otra vez más, con su cosmología —¿qué significa eso?—, para echar los fundamentos que poseen sintonización espiritual con la primera esfera?
Porque esas conferencias se las di hace poco.
El ser humano y su amor universal nos conduce a una conciencia espiritual y es la cosmología para sus vidas, para sus caracteres, para su pensar, su sentir, su amor, su paternidad, su maternidad.
Atravesamos la guerra.
Lo atravesamos todo, porque la cosmología vive aquí mismo.
Los viajes que haremos, más adelante, entraremos a la Omnifuente, a la Omniluz, la Omnivida, la Omnialma, el Omniespíritu, Dios como padre y madre.
Pero de vuelta aquí, y ahora vamos a trabajar aquí mismo.
Y serán para ustedes los momentos más hermosos, porque todavía estarán aquí.
Del otro lado ya no será cualquier cosa, será mucho más difícil, se lo he enseñado.
De todo eso se van dando cuenta ahora.
Traerán de vuelta esas conferencias; habrán de elevar lo que les hemos dado si más adelante quieren atravesar el espacio con nosotros, aunque entonces para nosotros mismos, para ustedes y sus hijos, su vida social, para hacer comparaciones de cara a Dios, a Cristo.
Llamamos e invocamos a gritos a Sócrates.
Mencioné los nombres aquí.
Habrán pensado: ese hombre, ese ser humano, ¿qué es lo que le pasa con los eruditos? ¿Qué es lo que quiere con ese Sócrates, Platón, el teólogo, el pastor protestante?
Todo se pone ahora en la intensa luz de Dios, y entonces vemos las sombras de esa sabiduría.
Y ahora sabrán, ahora podrán constatar por ustedes mismos y aceptar de verdad: están conectados con los maestros del espacio.
André es un maestro cósmico, les irá quedando claro.
Cuando más adelante se hagan las preguntas desde el más allá y no sientan inspiración, cuando estén desanimados y tengan que esperar —¿qué pasará ahora?, ¿qué dirá André?—, pasarán la vida y personalidad de él por el espacio como un rayo y ustedes irán al punto en que vive la pregunta y dirán: “Se me ha infundido alma, puedo contestarles”.
Y entonces, infaliblemente, la palabra logrará atravesar la vida de él, su personalidad estará abierta.
¿Y por qué?
Lo experimentamos de antemano y vivimos a Jeus, a Jozef y a André, la gran personalidad, la voluntad, el amor del ser humano que está listo, no solo para sí mismo, sino para traer el espacio a la tierra y construir la Universidad de Cristo, para colocarla en el corazón de esta humanidad: Europa.
Pues bien, voy a leer, algo que es difícil para mí, ahora me adaptaré con sus lentes (gafas).
Ahora también puedo continuar así, y leer en voz alta, palabra por palabra, lo que está allí, miles de libros, así, pero me he quedado clavado.
Y ya lo ven: si hacen algo por los maestros, por la humanidad, por Dios, por Cristo, entonces predican aquello que posee ese discípulo.
Dejaremos por escrito, leeremos en voz alta lo que juntos hemos escrito para su vida y para esta humanidad.
Vamos, prepárense.
‘La cosmología de Jozef Rulof’
‘La introducción divina’
Son dieciocho páginas, desde luego que no podré terminarlas, pero veremos hasta dónde llegamos.
Estamos en noviembre de 1944.
Europa está en llamas, el ser humano vive con frío y miseria, rodeado de destrucción y falto de todo.
Las ciudades son arrasadas, millones de personas son torturadas y finalmente gaseadas, y ¡Dios calla!
¿Cristo deja solos a Sus hijos?
En estas circunstancias vive también André, el instrumento de los maestros, pero él tiene un contacto universal, está en conexión con los enviados de Dios, que también ahora es un Padre de amor, aunque el ser humano no puede comprenderlo ni aceptarlo.
Millones de personas son incapaces de hacerlo.
Ya no tienen nada, nada.
Solo piden, suplican: “¿Cómo puede aprobar Dios todo esto, esta injusticia, esta violencia salvaje?
Se está masacrando a Su vida”.
Pero es André quien dice que la gente no tiene que desesperar, que Dios no tiene nada que ver con todo esto, y que Dios no intervendrá nunca, que no puede hacerlo, pero que esto es culpa del ser humano, que este no quiere que sea de otra manera, que busca lo malo y sigue la demolición total.
Pero tampoco sus palabras se comprenden, ¿verdad?
Para Dios, todo es posible.
Dios es todopoderoso, Cristo es todopoderoso.
“Pero ¿por qué Dios, por qué Cristo nos deja solos ahora?”, es lo que suplican, lo que piden y por lo que rezan millones de personas en Europa, en el mundo.
¿Cómo puede Dios aprobar toda esta miseria?
Los maestros, los ángeles de las esferas de luz —¿hay ángeles allí?— ¿acaso no pueden ayudarnos?
Ya en 1935, André sabía que vendría esta horrorosa guerra.
Vivió y escribió un libro en que los maestros declaran que Adolf Hitler es un demente y que, si comienza una guerra, será su caída, irremediablemente.
Los maestros dicen: “¡El ser humano que busque lo equivocado se acerca a su propia desdicha!
No te preocupes, André, ¡Dios es amor y está velando!
Pero algún día nuestras leyes aclararán lo que quiere significar este velar.
Y entonces, sí, créeme, hijo mío, solo entonces esta humanidad estará postrada a los pies del maestro más elevado de todos, el verdadero Mesías real, Cristo”.
Ahora que los nazis y los aliados han blindado media Holanda, ahora que millones de personas han perdido la fe y andan por la vida como ruinas materiales, famélicas, y que las leyes para el bien se pisotean, que el mal triunfa sobre el bien y ya no hay esperanza de paz y tranquilidad, y que todo amenaza con derrumbarse, el maestro Alcar vuelve a su instrumento y dice una noche: “¿Me ves y me oyes, André?”.
André mira a su maestro a la cara y contesta: “Sí, maestro, lo oigo y lo veo”.
“Podrías entonces anotar un momento lo siguiente, lo que te voy a dictar”.
André toma un lápiz y papel y oye lo siguiente...
Y eso, mi gente querida, en noviembre de 1944.
Hambre, miseria, pena, destrucción, miseria terrible en el mundo, falta de comida, allí está sentado un ser humano que piensa y recibe para toda esta humanidad.
Los maestros hablan, y el maestro Alcar dice:
“La cosmología”, André, “para esta humanidad;
la Omnifuente;
Dios como madre;
Dios como padre;
Dios como alma;
Dios como vida;
y Dios como espíritu;
Dios como una personalidad;
Dios como leyes armoniosas;
Dios como leyes de dilatación materiales;
Dios como leyes espirituales;
Dios como el universo que se dilata;
Dios como justicia;
y, finalmente, Dios como amor.
Y esto”, dice después el maestro Alcar, “es todo por ahora”.
Por ahora.
El contacto aún no se ha interrumpido, y André oye: “La chispa de Dios”, eso también puedes añadir, André, y millones de palabras más, pero serán para luego; esto es todo por ahora.
Dentro de poco, junto al maestro Zelanus y junto a mí, comenzaremos con la cosmología para esta humanidad.
Por medio de esos viajes que hemos hecho en el universo vivimos las primeras leyes espirituales y materiales para la cosmología.
Ahora ahondaremos más.
Ahora volveremos a la Omnifuente.
Y todo eso es para la Universidad de Cristo.
Créelo, André, ahora empezaremos a vivir y a experimentar con los primeros libros para la nueva Biblia, la Biblia para el reino de Dios en la tierra.
Te aclararemos por qué todo esto te llega ahora”, dice el maestro Alcar.
“Ahora hablarán los cielos.
Prepárate, André.
Hasta más tarde, hijo mío.
Dios es y seguirá siendo eternamente amor... amor... amor”.
En ese momento el maestro Alcar interrumpe el contacto con André.
Y ahora empieza a pensar el niño, Jeus de madre Crisje, Jozef, pero en su interior el maestro.
Cómo es posible, piensa, ¿qué me tocará vivir ahora?
Es una revelación.
Siente que ahora se le concederá saber a esta humanidad.
Después de unos días, el maestro vuelve a él y dice: “¿Estás listo, André?”.
Y entonces puede contestar: “Sí, maestro, estoy listo”.
“Pues bien, esta noche te desdoblarás de tu organismo y recibirás conmigo, y también con el maestro Zelanus, la sabiduría divina.
Por encargo de los maestros más elevados de los espacios divinos, tenemos que analizar todas las revelaciones divinas.
Y verás lo que eso significa, André, cuando entremos a esa fuente, a la que llamamos la Omnifuente.
Por medio de esto echaremos los fundamentos para la Universidad de Cristo.
Comprende bien, comprende y siente lo que te espera, hijo mío.
Prepárate, entraremos ahora a la seriedad sagrada para nuestro espacio”.
Allí está André, sentado en la oscuridad.
No hay leña para la estufa.
Y el descanso y el calor en la cama es lo único que le queda al ser humano.
Y a toda persona en Europa no le queda más que aceptar esta miseria, porque Satanás triunfa.
El calor en la cama es bueno para la circulación, piensa.
Reconforta un poco el organismo destartalado y tranquiliza los nervios.
No hay más ni hace falta más; después se entrega por completo y empieza con su meditación.
Y piensa, acostado debajo de sus mantas, que así es cómo el ser humano se cuida para el siguiente día, que volverá a ser peor, que volverá a ser más hondo, más desastroso y miserable que el anterior.
En Europa, conmigo, con los cuerpos, las cosas van de mal en peor.
¿Es esto evolución?
Desde luego que las personas no lo comprenden.
¿Es necesario todo esto? ¿Que al ser humano se le pegue así, que se lo torture y por fin gasee?
¿Es esa la intención del creador?
Eso ya no lo aceptará nadie, por lo menos no alguien, piensa André, que esté listo y que insiste en un Padre de amor.
Pero ¿que lo conoce a Él?
Yo sí lo conozco, vaya, ¡qué feliz soy!
Me dan ganas de gritar de felicidad en este frío.
Mis piernas están maltrechas, ya casi no me quedan fuerzas y puedo reír, soy feliz.
¿Quién va a poder estar alegre de felicidad y decir: “Dios es amor” en esta desgracia, en estas tinieblas?
Y para las masas tampoco es aceptable.
Sin embargo, todo en la tierra —lo sé, y también ellos lo saben— podría ocurrir de manera muy diferente, pero el ser humano no quiere.
La gente no se comprende a sí misma ni a la vida, absolutamente nada.
Por medio de la fe, precisamente por medio de la fe, de la iglesia católica, del protestantismo, de la Biblia, incluso hay víctimas.
“Oye, escucha esto, Jeus”, dice, despierta a Jeus, “escucha, Jeus, lo que pienso ahora.
Más adelante, Jozef puede velar por el cuerpo, me conoce, sabe cómo soy, le devuelvo todo.
Si yo pienso, él recibe de mí las cosas hermosas para vivirlas, pero eso lo hacemos en silencio.
Pero tú, tú ahora has de escuchar y puedes seguirme.
Solo ahora vivirás sabiduría.
¿Puedes creer que la gente es demente en lo espiritual?
Están espiritualmente dementes ahora que preguntan: ‘¿Cómo va a aprobarlo Dios?’, ahora que les ruge el estómago de hambre.
Ja ja, les ruge el estómago de hambre.
Ya verás, Jeus, cómo más adelante comerán de nuestras manos.
Pero no lo harán si son plenamente conscientes, en su interior, si tienen comida, posesiones, dinero y demás.
En fin, ya hablaré contigo más tarde.
Volveré, pero ya empezaremos con nosotros mismos.
Vamos, has dormido suficiente, Jeus.
Recuerda: ahora soy agudo, soy duro, ya no se tolera el palabrerío.
Reír, eso puedes hacer.
Yo también río”.
Y así sigue meditando.
Se habla a sí mismo.
Allí está acostado, pensando.
Es llegar a estar preparado para su maestro.
Ahora es consciente de eso más que antes, cuando andaba por las calles, y vivía y experimentaba ‘Aquellos que volvieron de la muerte’, ‘El ciclo del alma’... y los otros libros, cuando hacía los viajes a los infiernos y los cielos.
Ahora todo le queda claro.
Y si el maestro Alcar no hubiera empezado a hacerlo, tampoco habría podido estar listo para este pensar.
Conviene que sepan primero lo que posee un pastor protestante.
“Primero tienes que saber lo que es un teólogo, Jeus, y entonces puedes reírte de él en la cara.
Pero entonces lo dejas de inmediato a tu lado y continúas.
Es el goce, la gloriosa sensibilidad, la felicidad en tu interior que habla a tu corazón, a tu sangre, a tus nervios.
Es la irradiación de tus ojos.
¡Por favor, créelo!
¿Te has vuelto a quedar dormido?”.
Allí está, acostado, pensando.
Es llegar a prepararse para su maestro.
Pero —se da cuenta ahora— está ante una montaña, es una montaña de sabiduría.
“Jeus, Jeus, Jeus, ¿no sucumbiremos más adelante?
Es Dios mismo, al que ahora de verdad solo voy a tomar por asalto, voy a escalarlo, tengo que pasar a través de Sus pies, de Sus piernas, de Su corazón, de Su hígado, de Su sangre, voy a ver Sus ojos, Su luz, Su alma, Su espíritu.
Ay, mi Jeus.
Crisje, ay, Crisje, envíamelo ahora todo.
Envíaselo a Jeus.
Yo lo acogeré, ya estoy sintiendo: solo no podré cargar esto.
Pero tengo una voluntad.
Tengo una voluntad y está sintonizada solamente con el bien, con querer vivir lo mejor para mí mismo y transmitirlo entonces a esta masa infeliz”.
Por medio de la conciencia que ha adquirido —ahora sigo— tiene que mostrar de qué es capaz.
Sabe que es para esta humanidad, para cada ser humano, cada hijo y vida de Dios.
El ser humano tiene que saber ahora, y después comenzará a aceptar que no hay muerte, y que Dios no condena al ser humano, Su vida.
Y eso la masa ni siquiera lo cree.
“No, je, je, je, je”, se ríe.
Y el alma, la vienesa que está acostada a su lado, dice: “¿De qué te ríes?”.
“Me da tanta risa porque la humanidad, ay, quiere que se le condene”.
Ahora tenemos tiempo para pensar.
Ahora tenemos tiempo para acostarnos.
Ahora tenemos tiempo para hacer comparaciones con esa masa inconsciente.
Vaya, ¿cómo puede ser? ¿Cómo es posible?
Jeus exclama en ‘s-Heerenberg: “La condena no existe.
¡Y Dios es amor!”.
Pero allí también esas personas son inconscientes aún, pobres de ellos.
Si hablas con ellos ahora, les entra miedo, dicen, en dialecto: “Está poseído por el demonio”.
“Sí, todavía me acuerdo del dialecto, Jeus.
De vez en cuando —y por qué no— podemos hablarnos, podemos charlar, podemos hacer comparaciones para allá.
Pero ahora mismo: la condena no existe.
Y ¿qué significa eso, Jeus?
Espacio, humanidad, vecinos de aquí, ¿están dormidos?
La condena no existe y Dios no puede condenar.
Pero además, y aquí, en todas partes alrededor nuestro viven minuto por minuto.
Tienen miedo de que caiga una bomba.
Tienen miedo de que tengan que morir.
Y en cuanto a mí: me voy de inmediato.
Pronto pasaremos a través de La Parca.
La Parca que no existe, la muerte que nos sonríe, que hablará con nosotros, porque tiene unas túnicas hermosas.
¿No leíste ‘Las máscaras y los seres humanos’?
Qué maravilla que los maestros sí hayan preparado todo eso.
Porque más adelante La Parca nos dará violetas, lirios de los valles, nomeolvides.
Y esos ramilletes, Jeus, los recibimos ahora del maestro del Omnigrado.
Son florecitas divinas, cortadas en el jardín de allí, que ya no se llama Getsemaní, sino: el reino de Dios en el Omnigrado.
Y desde allí provienen ahora esos hermosos ramitos.
Sí, eso no lo comprendían.
Porque la sabiduría que fluirá ahora se ha ensamblado de manera colorida; y eso pueden hacerlo los maestros, Jeus, pueden hacerlo ellos, pues es lo que he aprendido.
Todos esos años estuviste durmiendo.
Cuando llegamos de ‘s-Heerenberg y fui a la ciudad, cuando oí: ‘Vete a ver a Johan y Bernard’, tú estabas durmiendo.
Todavía estabas peleado con aquella a quien amábamos.
Todavía andabas detrás de esa mujer, pero para mí había muerto.
Pienso: mira, Jeus está perdido en pensamientos sobre su amor, pero yo no.
Y Jozef, sí, también él estaba algo cascado, pero yo no; yo, que vivía detrás de eso, estaba agradecido por esta gloriosa y amorosa paliza, porque empecé a sentir.
Pero el maestro Alcar tuvo que volver a la profundidad de nuestro carácter, el mío y el tuyo, tuvo que traer a la conciencia esos rasgos inferiores en nosotros.
¿Y yo?
Tendría que representar esos rasgos de carácter, tuve que volver a acoger todo esto y hacer que estuviera en armonía con los maestros, con las leyes de Dios, el más allá, los cielos, el sol, la luna y las estrellas, la cosmología”.
Han leído ‘El origen del universo’, ¿no?
Y entonces, André sintió ya en este instante que su Jeus, su yo de ‘s-Heerenberg se adaptará al estado en que vive ahora, y que esto finalmente y a fin de cuentas es necesario.
Pero justo ahora, ahora todo pensamiento tiene que ayudarlo y apoyarlo.
Tiene que empezar a entregarse al cien por cien para la fuente de la cosmología.
Salir del cuerpo tranquilamente al cinco por cien es demencia directa, según sabe André.
“Si no soy consciente, pues, y no conozco las leyes, no me conozco a mí mismo, Jeus, entonces atravesaré de golpe la demencia y nadie, ningún maestro, ningún Dios, ningún Cristo será capaz de volver a arrancarme de allí”.
Silencio...
Siente que su otro yo, que esos rasgos de carácter despiertan.
Empieza a sentir que también Jeus llega a la concienciación.
Ese Pepito, ese Nachito y ese Paquito, digamos, Juan, ese Juan, ese Germán, ese Ignacio y ese Nicolás —¿cómo se llaman los nombres?—, esos Migueles, tienen que representar ahora el nombre como una personalidad y ya no serán Pepitos, ya no serán Juanitos, eso tiene que formar parte de ese único yo.
Y que lo entregaré todo para comenzar la vida verdadera, el viaje a la fuente que lo ha creado todo.
André conoce las leyes para la demencia.
El maestro Alcar le ha aclarado también esas leyes y posibilidades para el alma humana, por lo que llegó a conocer la personalidad astral.
Pero el erudito, piensa André —se desprende de Jeus— está ante sus enfermos, sin conocer sus vidas, porque no puede aceptar la conciencia astral detrás del ataúd.
Pero gracias a eso llega a vivir su espacio, su respuesta.
¿Hay algo más?
No.
Ahora pueden exclamar: ¡no, no, gente, no hay nada más, esto es lo que hay!
Detrás del ataúd, el ser humano vive conscientemente y posee una personalidad y vuelve, pero hablaré de eso luego.
Después, el maestro Alcar lo llevó al universo.
También eso fueron milagros para su vida.
Y su personalidad empezó a crecer, por lo que recibió esos tres libros.
André, sí, le dice a Jeus: “Puedo aclarar ahora a los eruditos —pues he visto y vivido todas esas leyes del espacio—, puedo aclararles cómo Dios empezó con Sus creaciones, consigo mismo.
Puedo aclararles a los eruditos cómo Dios llegó a tener una entidad propia como alma, como espíritu”.
¿Lo ven?
“Pero puedo preguntar ahora a esos eruditos, a esos psicólogos terrenales —y por más que digan que son doctores, en realidad ¿qué son?—: ‘¿Cómo es su vida detrás del ataúd, erudito?
Tiene usted un título, es usted doctor’.
Ja ja, es doctor, no sabe nada de ningún alma, de ningún espíritu.
Ese título vale cinco centavos, migajas para el otro lado.
Si con ese título llegan ustedes a encontrarse ante Nuestro Señor o ante un maestro de la luz, dirán: ‘Lárgate, enano.
Sal de mi entorno, enano.
Desaparece, migaja, porque no eres nada.
Por más que le hayan dado un título, por muy erudito que sea, a usted lo lanzaron contra la humanidad sin nada.
Cuando se encuentren ante la gente, primero tienen que ponerse a mirar cómo es que en realidad está armado el ser humano, pero no conocen esa máquina, no saben nada de ella.
Cuando lleguen a mí, les daré un título, entonces serán conscientes cósmicos, entonces serán ‘grandes alados’.
Les daré alas, fuerza voladora, sintonizada conscientemente con los fines, con los fundamentos de Dios y de Cristo, con el sol, la luna y las estrellas, con Júpiter, Venus, Saturno, Urano’.
‘Sí, Jeus’, dice de repente, ‘no lo vas a creer, pero más adelante se te concederá deslizarte conmigo por el anillo de Saturno, y entonces naturalmente iremos arrojándonos de un lado a otro a través del espacio.
Nos sentaremos uno detrás del otro, nos abrazaremos y así iremos deslizándonos a través del universo.
Y Saturno dice: ‘Muy bien, hijo mío, por fin he recuperado uno, uno solo’”.
Y entonces Jeus dice, entre todos esos pensamientos divinos, entre tanta concentración y meditación: “Pero estamos los dos, ¿no?”.
Y entonces André vuelve a decir: “Tienes razón, porque todavía no somos uno solo.
Aún no somos uno espiritualmente, Jeus, en eso tienes razón.
Sigues pisando firme con ambos pies.
Sigues teniendo el pensamiento para la tierra, para Crisje y ‘s-Heerenberg, ¿pero yo?
Entonces seguiremos estando los dos, sí, y tal vez incluso seamos miles, porque nuestros caracteres, Jeus, se han fragmentado de verdad para la vida espiritual”.
¿Lo ven?
Si ahora les hiciera preguntas a ustedes, hijos míos, adeptos míos —aquí están ahora mis discípulos—, ¿podré preguntarles entonces “¿Han meditado tanto en contra de ustedes mismos?”?
“¿Han comenzado ya con esta meditación?”.
Y esto no es más que una nimiedad.
Estamos ocupados en Jeus.
André está pensando.
Ahora el cosmos.
Veremos.
¿Entienden lo que sufriremos en los miles de siglos en que juntos estrecharemos las leyes divinas entre los brazos?
Ahora podremos avanzar millones de años para vivir cada pequeño insecto de la madre tierra, las aguas, la luna, el sol y las estrellas.
“Pero antes que nada, los rasgos de carácter en nuestro interior”, le dice André a Jeus.
“Por supuesto”, continúa, pasando como un rayo entre una cosa y otra, pero continuando con su concentración, “veo de verdad esa montaña de allí, esa montaña es este espacio, es la montaña de Dios.
Ya has de sentir, Jeus, que de allí vienen fuerzas que una y otra vez me conducen a aquello ante lo que nos encontramos ahora, y que yo me desprendo de ti”.
La montaña de Dios.
¿Quién es Dios? ¿Qué es Dios?
No hay consciente en la tierra que lo conozca por completo.
Qué cosas, la irradiación de la felicidad atraviesa su corazón, su circulación.
Ya no nos queda carne en el cuerpo, los huesos crujen, pero sienten que se han hecho etéreos, le dicen a André: “Anda, aliméntame otro poco.
Tenemos más fuerza espiritual que chucrut, espinacas o tocino.
Danos la animación de tu corazón vivo y te sonreiremos.
Nos esforzaremos por cargarte a lo largo de estos meses.
Naturalmente, tendrás que inclinar un poco la cabeza, porque sí que sucumbiremos, de tarde en tarde, porque todavía no hemos llegado”.
“¿Has oído eso, Jeus?
Empiezan a hablar los sistemas corporales de nuestro castillo.
El corazón dice: ‘Estoy cansado’.
Pero corazoncito, circulación y nervios, no son (sois) más que fundamentos de nuestro castillo.
No son (sois) más que un pilar, una entrada, unas escaleras.
No son (sois) nada más que justamente eso, y nos darán (daréis) un asiento en este palacio”.
Y entonces se dirige a André el sistema óseo, las piernitas: “Entonces yo seré el asiento, te cargaré, ¿no es así?”.
André siente que es imponente la sensibilidad que ahora infunde alma al espíritu desde el organismo.
Él es uno solo con esos sistemas.
Todo empieza a hablar.
“Y ¿qué pasará entonces, cuando volvamos desde la Omnifuente y hayamos vivido la luz, la vida, la Omnialma, el Omniespíritu, la paternidad y maternidad, el amor, el amor divino y espacial? ¿Cómo me hablará la vida entonces?
Y ¿cómo habré de pensar entonces? ¿Cómo habré de concentrarme? ¿Cómo será mi voluntad entonces?
Y eso”, le dice a Jeus, “no es más que una futilidad.
Porque lo oyes: estamos ante la Omnifuente.
Y ahora el maestro Alcar se irá en línea recta hasta ese núcleo.
Comprendo ahora aquello de ‘El origen del universo’, Jeus, no fueron más que cuentitos, aún no era nada.
Pero ¿sentiste la lucha que viví entonces?
¿Viviste conmigo la dificultad cuando me encontraba al lado del agua, para destruirme?
Sí, ese no fui yo.
Fue ese canalla, Jozef, ese asqueroso canalla.
Cuando solo estuve cansado un momento, Jeus, y cuando solo un momento estuve echado, pensando —ya no podía ver, ya no me quedaba más luz en los ojos, lo había perdido todo, todo—, entonces ese canalla quiso estirar la pata ahogándose.
Que ya no podía, dijo.
Que le había dado una paliza tan tremenda, lo has de comprender, ¿no?
‘Cabrón asqueroso’.
Tuve que usar palabras tan profundas y pesadas, de la sociedad, para que se diera cuenta.
Solo un momento me eché para descansar, Jeus, solo un momento, y entonces ya sucumbió en la sociedad y quiso quitarme los fundamentos para continuar, para terminar mi trabajo.
Solo un momento tomé un descanso de cinco segundos de los cien mil, un momento caí en un sueño espiritual, una meditación.
Y que se va ese malparido al puerto, para ahogarnos a ti y a mí.
Y más adelante, ya te encontrarás con ello, cuando llegue el momento, haré que vivas esos tiempos malos, pero esa imponente lucha de ‘El origen del universo’, entonces algún día haré que la vivas y sabrás con seguridad que ahora, en todos esos años, has dormido.
Y eso no es —no hace falta asustarse—, eso no es para ti solo, no es solo para ti aquí, eso es para toda esta humanidad.
El ser humano va a la iglesia, Jeus, y reza allí.
¿Quieres hacerme creer que ese ser humano se confiesa allí?
Conocemos la confesión, ¿no?
¿Quieres hacerme creer que ese hombre se confiesa allí, que esa mujer se confiesa allí al cien por cien, y que no hay rasgos de carácter que todavía no, que irremediablemente no quieren formar parte de esa oración, de ese remordimiento?
Eso de inclinar la cabeza, ¿es inclinarse?
La iglesia católica, la confesión, sería impresionante si el ser humano pudiera confesar al cien por cien ante Dios y los espacios; pero se niega, no lo hace.
Pone todavía tanto en sí mismo, y se aferra tanto que no verá su descuido, su demolición.
Sí, existen.
Un día, el maestro Alcar me llevó con él a un confesionario, dice: ‘Vamos, ven conmigo, así podrás oír confesarse un ser humano verdadero’.
Y entonces estuvimos al lado del ser humano en el confesionario y oímos cómo esa madre decía: ‘Asesiné a mi hijo.
Tengo remordimientos sinceros.
¿Tiene eso perdón?
Asesiné a mi hijo debido al impulso y la presión y la voluntad de mi marido.
Ya no tengo vida, a mi hijo lo he perdido.
Me he convertido en una asesina por culpa de esa maldita voluntad de mi marido.
¿Y aún así me tengo que quedar?
Ya no puedo ni ver esa vida’.
Y esa madre, Jeus, tenía de verdad remordimiento, ¡remordimiento!
Quería entregarlo todo y ahora le va royendo el corazón, y el ser humano está al cien por cien abierto para sus penas, su remordimiento: ‘He actuado mal’.
Y así podría seguir hablando, Jeus, pero continuaremos”.
Pero André, en ese mismo momento... le dan ganas de sonreír, le dan ganas de reír cuando oye a la gente hablando de Dios.
Ahora puede comparar con Jeus, con Jozef y esta sociedad, y entonces puede preguntar: “¿Acaso la gente no sabe pensar?
¿No quiere pensar?”.
Cuando oye cómo hablan en la calle los que maldicen a Dios, son criaturas inconscientes que no se conocen a sí mismas y que no aceptan nada de las creaciones divinas, o la Biblia los habría metido en un laberinto espacial.
“La Biblia ha dado tantísima palabrería al ser humano, Jeus.
Puedo demostrarlo ahora, porque viví y vi ‘El origen del universo’, el inicio de la humanidad; estuve dentro de él, encima de él, el maestro me trajo hasta el primer estadio.
Soy un teólogo.
Puedo dar clases universitarias a un teólogo, Jeus.
Soy psicólogo.
Soy teólogo, conozco la Biblia.
Nunca jamás la vi, pero conozco lo que es la creación.
Sí, Jeus, André-Dectar es un estuche de monerías.
Y eso eres tú, en eso te convertirás tú, y eso se convertirá en Jozef”.
Cuando oye cómo hablan —lo releo nuevamente— los que maldicen a Dios, ve cómo se encallan millones de personas.
Oye su condena y se ríe de ellas en plena cara cuando gritan, cuando preguntan, como si fuera una tortura: “¿Puede Dios, si es un Padre, encima condenar al ser humano en este caos, en esta impotencia?”.
“¿Es Dios entonces un Padre de amor?”, exclama de pronto por la noche, de manera que la vienesa tiene que agarrarlo del cogote y decirle: “¿Estás loco?”.
“Ay, sí, me pasé, ¿verdad?
Estuve un momento fuera de mí, ¿no?
No, hija, sabía exactamente lo que decía, vamos, no te preocupes.
El hambre puede volverte demente, pero sé lo que hago.
Me encontraba en un estado en que se me había infundido alma, alma de verdad.
A estos infelices de aquí, que ahora anhelan la luz, a ellos quisiera darles la mía, pero no puedo deshacerme de ella.
¿Acaso la miseria de ahora y la de antes’, le dice André a la vienesa, ‘guerras y guerras en la tierra, una y otra vez, todavía no fueron suficientes para el ser humano para aceptar, como hijos de Dios y de la iglesia, que Él es incapaz de condenar?”.
¿Lo ven?
“Calla, vamos”, dice la vienesa cariñosa, “la gente puede oírte en la calle”.
“Y a mí ¿qué...?”.
“Calla, anda”.
“¿A mí qué me importa el ser humano ahora que Dios me está hablando?”.
“La gente piensa de verdad que te estás volviendo demente.
¿Acaso es esa la intención?”.
“Tienes razón”.
Tengo que sintonizarme de otra manera, piensa André.
Pero aún no es hora de irse a la cama.
Y aun así, creo que, si me acuesto allí y llega la tranquilidad de mi cuerpo, ese hundimiento, que entonces no estaré tan animado como ahora, ahora que estoy aquí en esta penumbra, con esta lamparita, sin estufa, sin luz, sin calor.
“¿Alguna noticia desde el espacio?”.
“Sí, las cosas van bien, dicen allí.
De verdad que los nazis van a reventar”.
“Tienes razón, predijiste que vendrían con miles y miles de aviones por encima de Holanda.
Sí, has dicho muchas más cosas, y allí van... allí van, directamente a Berlín”.
“Qué mal, qué mal.
El ser humano que asesina.
El ser humano quiere paz y felicidad.
Y al ser humano se le dan órdenes y está contento de que así sea: ‘Ve y aplasta la vida allí’, y ahora tú puedes participar en eso”.
“¿Yo tengo que participar en eso?
¿Tengo que participar en eso?
¿Tengo que asesinar?
¿Tengo que destruir una vida de Dios?
¿Tengo que lanzar hacia abajo la violencia desde mi vida, y aplastarlo todo allí?
Malditos idiotas, dementes de espíritu, a ver, a mí denme órdenes y les doy en toda la cara con las leyes divinas.
Los coloco ahora ante los diez mandamientos: ‘No matarás’.
¿Tienen ustedes una fe?
¿Tienen una iglesia?
¿Hijos?
¿Han leído los diez mandamientos?
¿Son católicos?
¿Protestantes?
¿Protestantes reformados?
¿Son budistas?
¿Musulmanes?
Y ¿qué les ha dado su fe?
El papa hace que se bendigan los cañones, y si las criaturas católicas, Jeus, no quieren comprender que de esa boca sale un torrente de desvaríos, de destrucción... ese hombre, ¿cómo puede ser santo? ¿Cómo puede representar a Cristo, cómo puede representar al Dios de todo lo que vive si enseña a sus discípulos a bendecir los cañones?
‘Váyanse ahora y venzan a ese pueblo’.
Biblia, desvarías, parloteas en el espacio”, son las palabras que lanza André a las paredes de esa cocinita de allí en noviembre de 1944.
Y ahora, después del contacto con el maestro Alcar, su vida solo tiene una antigüedad de diez minutos.
Todo eso pasó por su mente.
Esta vida está que revienta, ahora tiene que frenarse, estar tranquilo, porque así no hay cuestión de desdoblamiento.
Y si entonces hay un momento de silencio y Jeus va reptando hacia su yo de la conciencia diurna, con las antenitas erguidas, André dice con calma: “Todo lo mío es palabrería para esa gente.
Estoy pirado, soy un loco.
Pero ¿luego qué?
Cuando digo: ‘Lean mis libros y lo sabrán’, se encogen de hombros.
No, el ser humano no quiere leer.
El ser humano dice: ‘Ya lo haré luego, detrás del ataúd’, pero hay que verlos ahora allí.
No comprenden lo que se pierden, Jeus.
Se lo pierden todo, no avanzan.
Esta es la vida detrás del ataúd.
Aquí está el otro lado.
Estamos en el otro lado y esa gente no quiere vivir aquello del otro lado.
Ahora solo podemos ayudarlos, aún podemos ayudarlos por medio de los libros hermosos, imponentes, los viajes que hemos vivido con el maestro Alcar.
Ahora simplemente se las llevan a casa, no les hace falta librar luchas, pero se niegan a leer.
Eso no es ansiar.
Toda esa personalidad de estas personas, Jeus, ha estirado la pata, está tiesa de inconsciencia, no está loca, no está demente: estas personas están muertas en vida.
Esa personalidad entera sigue siendo inconsciente, y mira, ahora esa quiere llegar pronto a los cielos, y decir más adelante, así como así: ‘También estoy yo, he llegado.
¿No me ven ustedes?
¿No hay un maestro aquí?’.
¿Puede el maestro acoger esta vida muerta para la conciencia en las esferas de luz?
Porque desde luego que allí es a donde quieren ir los seres humanos.
No quieren ir a ningún infierno, no quieren ir a ningunas tinieblas.
Quieren tener luz, felicidad de las esferas.
Quieren dar paseos por los jardines.
En este poderoso Getsemaní de Nuestro Señor, Jeus, allí quieren estar.
Naturalmente, irán a las tinieblas, naturalmente.
‘Ni de broma; hago las cosas bien, ¿no?
Hago lo más que puedo, ¿no?’.
‘Sí, usted cocina.
Va a la fábrica.
Pero esa tonta fábrica está anclada a su interior, a su corazón, a sus ojos, a su cabeza.
Ese deseo que tiene ahora, que no es un deseo espiritual ni material —tal vez haya un deseo material—, es la personalidad para ese espacio espiritual al que vamos ahora’”.
“Qué pobres son las personas entonces”, dice Jeus, “todo lo que me acabas de contar es como para que te dé vueltas la cabeza”.
“Sí, Jeus, y más adelante echaremos un vistazo, cuando volvamos haremos comparaciones humanas, y entonces estaría bien que miraras cómo piensan las personas, y qué sabe el ser humano de esto.
Cómo piensa el ser humano, eso es lo primero que tenemos que enseñar entonces a la gente.
Estos pensamientos no son nada, no dan en el blanco.
Simplemente, no es pensar para el espacio, el alma, el espíritu, el mundo astral, es interés material”.
De pronto salta desde ese mundo a las masas, a la humanidad, hace la transición en ella y dice: “Si en estos momentos ves a las masas y las sigues, Jeus, verás y sentirás esa debilidad.
La conciencia de la masa es pobre”.
“¿Qué eres, pues”, se dirige de pronto al teólogo, “pastor protestante, si no conoces otra cosa que un Dios que odia y condena Su vida?”.
“¿Qué eres, psicólogo, cuando terminas la universidad sin conocer tu alma ni el espíritu?
Cuando te encuentras ante el primer nacimiento del ser humano.
Porque es lo que dices, ¿no?
Cuando nace la criatura, esta es la primera vida.
Ay, qué pobre”.
Y ese lleva bajo el brazo un gran título y espacio, y se siente grande y rico, y no posee nada.
Es más pobre que las ratas.
¿Lo ven?
“¿Qué has aprendido allí, erudito?”, dice André.
“Claro, sabes algo de un sistema nervioso, pero al ser humano no lo conoces.
Y sin embargo... y sin embargo te has hecho médico”.
Ahora, al sintonizar con todas estas leyes y la falsedad, al seguir la compra de sabiduría para la tierra, que el ser humano siga un poco de estudios, sin saber nada aún, y que luego se lo echen a las personas.
Ahora, en este momento, dice: “Voy a reunir mi personalidad porque voy hacia el título verdadero.
Voy a ser doctor en psicología.
Voy a ser un omnisciente cósmico, si quieres creerlo, Jeus.
Y tendrás que aceptarlo, porque te lo demostraré.
Te lo demostraré.
Y solo entonces te preguntaré si quieres sentarte a mis pies para recibir mis clases universitarias.
Precisamente ahora”, dice, “ahora es cuando lo necesito todo, y me conozco a mí mismo.
Sé quién eres tú y qué siente Jozef.
Me conozco a mí mismo, sé que tenemos que vivir todo esto con cuatro personalidades, de las que tú eres la inconsciente.
Jozef es la urbana, es quien me representa en la ciudad.
Pero tú todavía vives en el campo, en ‘s-Heerenberg, todavía hablas dialecto, todavía eres un granjero.
Pero ahora, Jeus, soy el maestro con Dectar.
En el Antiguo Egipto, Dectar se preparó y ahora puede adaptarse en la... de cara a la vida de André.
Porque como André soy el instrumento del maestro, pero Dectar es en realidad el ocultista.
Es el sacerdote dentro de nosotros.
Y ese sacerdote es ahora el instrumento para la Universidad de Cristo.
¿No es hermoso, Jeus?
¿No es eso espléndido?
Es en lo que nos han convertido los maestros.
Si no hubiéramos conocido esos contactos, si no los hubiéramos recibido, ¿qué habría sido de nosotros entonces?
Nada”.
Inmediatamente después, ahora que habla a través de André-Dectar y se le ha infundido alma: “Sí, Buda, lo que vivo ahora y recibimos ahora tú no lo conociste.
¿Sabes cómo comenzó Dios con Su vida?
Entonces de verdad que el mundo lo habría recibido, entonces desde luego que habrías pegado unos buenos gritos.
Pero aún no lo tenemos.
Estabas lejos, eras profundo, pero aún no has llegado hasta ese punto.
Pero te lo demostraré, Buda, te demostraré lo profundo que eras.
Eso solo André-Dectar puede hacerlo, pues, porque juntos son el instrumento de la Universidad, del verdadero Mesías.
Tú tenías que representar una vida muy diferente, Buda.
¿No es así?
Durante tu vida has vivido un contacto imponente, es verdad.
¿Pero esto?
No.
Tu tarea fue poderosa.
Te has convertido en un profeta.
Un profeta, desde luego, para tus propios tiempos, para tu concienciación”.
Y entonces de pronto mira a su alrededor y mira a los ojos de Ramakrishna.
“Se acerca el espacio”, dice André.
“Durante tu vida, Ramakrishna, ¿también viviste esta profundidad?
Lo que sé de ello es que eras adepto y alumno del maestro Zelanus.
Y cuando volviste —me lo mostró el maestro Zelanus, y el maestro Alcar, esas leyes son verdad—, cuando solo querías hablar, te salía la sangre por la boca.
Ni siquiera podías hablar, tan emocionado estabas por la sacralidad del espacio.
Pero ¿yo?
Más adelante, dense por favor un paseo conmigo por las calles, Ramakrishna y Buda, y hablen con la gente.
Cuéntenles que viven en la tierra y que tienen un cuerpo que ruge de hambre y penuria.
Pero no conocemos el hambre, no tenemos penuria, no sentimos rugidos, no tenemos nada que ver con rugidos.
Tengo que escribir los libros.
Tengo que vivirlos, Ramakrishna.
¡Incluso tengo que ganármelos!
¿Y tú?
Tú estabas allí, sentado con tus discípulos, tus doce apóstoles, entre ellos Vivekananda.
¿Lo oyes?
Si yo te conozco.
Te conozco como conozco el espacio.
Vivekananda tenía que echarse al mundo.
Tú no hacías nada, estabas soñando.
¿Llegaste al punto en que también controlabas eso?
Ramakrishna, el mundo te ama, el mundo dice: ‘Fuiste un iniciado oriental, uno de los más grandes’.
Pero ¿quién soy entonces?
¿Quién soy entonces?
Te lo demostraré.
Más adelante les mostraré quién soy, y te lo demostraré.
Estarás postrado a mis pies.
Pero cuando quieras postrarte a mis pies, te ahuyentaré hacia el maestro.
Primero al maestro Zelanus, pues es el portavoz del maestro Alcar y sus maestros, y entonces irás al maestro Alcar, y luego te enviaremos incluso más arriba.
Y finalmente, Ramakrishna, Buda, Mahoma, la humanidad, Europa, Japón, China, Rusia, Francia, Inglaterra, Güeldres, los pueblos de Geldermalsen y Zevenaar, ustedes estarán entonces postrados en el Gólgota, a los pies de Cristo.
Y entonces ya no habrá condena.
Entonces ya no habrá Juicio Final.
Entonces seremos hijos de un mismo Padre”.
André tiene por completo a Ramakrishna en la mano izquierda, pero en la derecha le da la orquídea de su corazón.
Puede decir algo, puede hablar, sabe que Ramakrishna tiene que aceptar esto, porque para los maestros y para su vida, para su tarea, él es la fuerza que continúa y la animación para todas las eras; es aquello para lo que han servido todas estas vidas, y eso es la Universidad de Cristo.
Y desde Ramakrishna recorre otra personalidad, y de pronto exclama: “Sí, madame Blavatsky, tú también estás, vamos, acércate.
Llamo, el maestro está llamando.
Soy un maestro y se lo demostraré.
Y si no lo sé hacer, entonces no vengas y pégame en toda la cara.
Pero si ahora sabes y has de aceptar que soy yo, entonces solo te hace falta venir y exclamar a la humanidad que no estuviste ni cerca.
Ni cerca”.
Y entonces de pronto Jeus dijo, después de todos estos imponentes sentimientos: “Esa es una palabra mía, así se decía en ‘s-Heerenberg”.
Y entonces André dice: “Puede ser.
Pero en la ciudad también se dice.
Porque ni cerca quiere decir que lejos, y nosotros llegaremos lejos”.
“No, madame Blavatsky, no lo tienes”, dice.
“Y sé por qué no lo tienes.
Pero en algún lugar en el espacio, madame, tendremos que poner las cartas en la mesa ante Cristo.
Tal vez sepas ahora, si vives allí... —vives, estás libre de tu organismo, has completado el ciclo de la tierra—, tal vez sepas ahora si has traído verdad a la tierra.
Pero no lo viste.
Porque cuando te desdoblaste, cuando habrías podido mirar conscientemente detrás del ataúd y eras un instrumento para la Universidad de Cristo, has de haber pensado, madame Blavatsky, que los maestros no habían hecho que fueras de mal en peor, y te dijeran: ‘Somos primero naturaleza, luego reino animal, y después nos convertimos en seres humanos’, ¿no?
Pero vi, Blavatsky, que el mono de Darwin nació de mí”.
“Darwin, ¿dónde estás? Los seres humanos no nacimos de los monos, sino que el mono es la sombra del ser humano.
Estabas bien equivocado”.
“¿Lo ven?
Darwin, Schopenhauer, Immanuel Kant, ven, Sócrates, Platón, Artistóteles, ¿dónde viven ustedes? Sixtus, ven aquí.
La Universidad de Cristo va a empezar a poner fundamentos para el reino de Dios, para todos los siglos, para millones de años y eras”.
Y un poco más tarde vuelve a hablar a Jeus.
“¿Lo ves? Y en todo esto, Jeus, tienes que ayudarme ahora.
Los maestros ya no se compadecen de nosotros.
Puedo llamarlos uno por uno, y vendrán.
Lo verás.
Andarán por las calles con nosotros.
Demostraré a Buda que estar sentado allí con el dedito en el aire... ha escarbado con las manos para poder acoger la sabiduría.
Conozco todas las posiciones de sus manos, porque cuando estaba sentado de esa manera y el mundo sigue preguntando por ella, y es algo que desconocen sus alumnos: ¿qué significa esto?
Allí está sentado Buda, Jeus, con los ojos cerrados, la izquierda es la maternidad y la derecha la paternidad; ahora todo está sintonizado con la personalidad, el ser humano, y ahora el ser humano puede comenzar con sus antenas para la paternidad y la maternidad.
Conozco miles de artificios, son conexiones para conducir a Buda a lo más elevado de todo.
Es el blindaje para el alma, para el espíritu y la personalidad, Jeus.
Lo conozco todo, viví el Antiguo Egipto.
Estuve en China, en Japón antes que Buda, pero ¿lo creerá?
Se lo demostraré.
Los maestros ya no se compadecen de todas esas personas.
Ahora, al principio de las creaciones, los maestros harán volver a Buda, a Ramakrishna, a Blavatsky, a los ocultistas de la madre tierra, y dirán: ‘Contemplen ahora los errores propios que pusieron ustedes, no nosotros’.
Y luego podrán volver a mí y decirme: ‘Fue un error de mi parte’.
Pero es el maestro Zelanus, Jeus, mundo, pastor protestante, Buda, Ramakrishna, es el maestro Zelanus quien acogerá a esa Blavatsky, a esa Mary Baker Eddy, a ese Rudolf Steiner y a todos esos grandes, a los profetas para este siglo después de Cristo —y antes de él—, porque tienen que contar ahora qué pasó dónde y qué estuvo mal, qué se vivió por medio de sus vidas”.
Así continúa ahora.
Y solo son —mira el reloj— las ocho de la noche.
Llegan los maestros, puede meditar un momento más.
De pronto vuelve a lanzar al espacio: “Humanidad, ¿sabe usted quién es Dios?
Ni idea.
Entonces te lo mostraré enseguida, porque ahora nos veremos justo delante de La Parca.
Vamos a salir.
Más adelante tendremos ‘alas’.
¿No les suena?
Ya lo verán.
¿No?
Entonces estaría bien que tú te sintonizaras con estas leyes y me siguieras, y entonces vivirás revelaciones.
Vivirás sabiduría imponente si percibes la realidad del ataúd’.
Dice a Jeus: “Ya estoy viendo detrás de los velos”.
“Los velos”, ¿lo oyen?
No “detrás del velo”, porque se han construido millones a lo largo de los siglos, de las densificaciones y de las leyes de dilatación de Dios.
Veo detrás de los velos que blindaban las revelaciones divinas.
Porque primero nos convertimos en espíritus, y luego en materia.
¿No es verdad?
Entonces el planeta, que era espiritual, se densificó, empezó a densificarse, y eso son velos.
Tienes que volver a atravesar esa vida, pero eso vendrá más adelante.
“Son pocas las personas, Jeus, que pueden creer cuando no ven, y que pueden decir: ‘Mi palabra es ley’.
Y mi palabra es ley, indudablemente.
Tengo en mi interior palabras, en cantidades tan imponentes, con fundamentos legales que les pusieron los maestros, que la cabeza te dará vueltas si ves lo imponente que ya es ese templo.
Mi palabra es ley, Jeus.
‘La muerte no existe’ es una ley de mi vida.
‘Dios no condena’ es una ley.
Dios.
‘El Juicio Final no existe’ es una ley.
‘El papa, los obispos, las monjitas se tienen que casar, tienen que encargarse de reencarnación, de su reencarnación’ son las leyes de mi vida, las que he visto, las que he vivido, son para toda esta humanidad, para cada pequeño insecto de Dios.
Son mis leyes.
Así que síganme ahora en este viaje.
Así adquirirán una personalidad muy distinta”, dice.
“Ya les mostraremos algo distinto a los teósofos y a los rosacruces.
Esa gente piensa que posee la verdad divina, pero tampoco eso es cierto, pues la teosofía tiene perifollos, y los rosacruces todavía más.
Si usted oye, Jeus, o si tú oyes —porque una vez detrás del ataúd, nos hablaremos de ‘usted’, y tal vez entonces nos acerquemos un poco, durante un momento— cuando empiece a hablar la realidad para la ley, la vuelta para el nacimiento, para la maternidad, la paternidad, entonces tendremos el respeto a flor de piel y nuestro corazón estará abierto a esa Omnisapiencia.
Y entonces estaremos ante Cristo, entonces será ‘usted’.
‘Usted, maestro mío, lo veo’.
Nosotros, mi Jeus, profundizaremos más ahora.
El maestro Alcar va a tales profundidades, donde ningún ser humano ha estado antes que nosotros, porque es imposible y te lo volveré a demostrar.
No fue ningún Buda, Ramakrishna, ningún Rudolf Steiner ni ningún Mahoma.
Porque Mahoma sigue condenando, Mahoma rompe, miente y engaña.
Ahora será mejor que te pongas a escuchar bien, Jeus, cómo hablo, cómo pienso, libre de este mundo.
Cuando más adelante lleguemos a la justicia de Dios y todos Sus sistemas, Su luz, Su vida, Su amor, entonces deberías intuir un momento qué justa pero qué dura, qué severa se vuelve la sabiduría, esa justicia, la ley como justicia para el ser humano.
Entonces ya no habrá cañones.
Entonces el juez no será capaz de juzgar al ser humano, porque verá su propio robo del pasado.
Él sigue siendo ladrón y allí está, sentado con su golilla, sentenciando a veinte años a una mujer y un hombre, porque esa criatura cometió un error.
Y bien, debido a que no conocen la vida, el hombre va a una universidad y quiere jugar a ser juez, mientras todas las reencarnaciones se arrastran detrás suyo, marchitas, podredumbre, lepra.
Pero está allí, sentado delante del ser humano como una máscara materialmente asquerosa y mugrienta, repartiendo su castigo.
¿Justicia?
Si ni siquiera te conoces a ti mismo, a tu Dios y a Cristo y la Biblia, ¿es justicia?
¿Quieres poner la mano en la Biblia y decir: ‘Esta es la palabra de Dios’, y luego hablar de justicia, ahora que sé, Jeus, que la Biblia comienza con sinsentidos, con bobadas?
Y ponen la mano en la Biblia y dicen: ‘Está presente la palabra de Dios’.
Y la Biblia comienza con un gran agujero en que se ahoga esta humanidad entera.
¿Llegarás a conocerme ahora?
Soy André-Dectar.
Ya te lo dije, Jeus: no estoy loco ni soy ningún demente.
Pero estamos ahora ante la gravedad divina.
El dialecto, el de Güeldres, puedes vivir en él y me encanta, más tarde volveré en él, pero también entonces diré: seriedad sagrada.
No lo podrás creer, Jeus: más adelante habrá sabiduría divina a raudales para nosotros y para la humanidad.
Y algún día, toda la gente de este mundo tendrá que asimilar esta sabiduría.
No pueden eludirlo.
Porque soy luz, soy verdad, soy justicia, amo todo lo que vive.
Ojalá la gente pudiera saberlo y aceptarlo.
Ojalá supieran cuánto quiero ya al ser humano, y ¿sabes por qué?
Porque conozco la ‘ley ser humano’.
Tan solo mira ese alumbramiento, a esa madre.

Tan solo echa un vistazo a la vienesa, cómo se parte el lomo por ti y por Jozef —yo no puedo comer esa bazofia, claro que no, no es mi tarea—, cómo se parte el lomo para preparar con esa remolacha una rica papilla para ese pobre organismo de Jozef.
Tal vez más adelante tenga que comerlo yo también, más adelante.
Uf.
Nos acercamos a los cuatro meses grandes.
Es morir y morir, a cada momento.
Pero si dejamos que en estos meses mueran nuestras manchas pochas, nuestros rasgos de carácter podridos, si dejamos que se les mate, entonces podremos decir: ‘Hemos vivido, no hemos muerto.
Al ser humano no se le puede destruir’.
Muere corporalmente, abandona los rasgos podridos de nuestra vida, que forman parte de mi personalidad, Jeus, déjalos morir.
Si no quieres, te clavaré en una cruz.
¿Que si soy duro?
No, al agarrarte del cogote y de los oídos, Jeus, te arrastraré a los cielos y entonces verás la luz eterna.
Y más adelante dirás: ‘Ojalá me hubieras matado a golpes’.
Dios mío, Dios mío, qué sabe el ser humano de sus esferas, de sus cielos.
Y viven en el ser humano, Jeus.
Una palabra hermosa es un cielo, es luz”.
Pensando en todas esas cosas, alimentando todos esos rasgos de carácter de su amplia personalidad espiritual, despertará el otro yo, todos esos pequeños rasgos de carácter para la sociedad, y empezará a ver cómo puede dar cuerpo y ampliación a la vida en la tierra.
Y entonces un hombre será guapo.
Dice a Jeus: “¿Quieres creer, Jeus, que como André-Dectar estoy listo para la madre?
Pero esos hombres no lo están, esos bobos no saben nada.
Y las madres no están listas para el hombre, hablan de amor y quieren besar, pero no saben cómo sabe ese beso, lo profundo que es.
Y eso, a la vez, es motivo de risas.
Pero el pastor protestante, la mujer del pastor protestante y el ser humano que tiene el protestantismo y el que tiene la iglesia católica, está con su beso hasta el Juicio Final, uf, besan con la condena debajo de los pies, en los labios.
¿Querías un beso así?
Qué rico, ¿me das un besito así?
Vamos, ¡lárgate!
Pero estoy listo.
Estoy listo como hombre, como creador, para la madre, porque puedo cargarla.
Cada palabra que quiere saber de mí, Jeus, tiene justificación espacial, es justa y amorosa.
Esas criaturas de allí, esos grandes hombres, son fuertes, pero por dentro son débiles.
Sentados en la mesa y dándose aires porque tienen cinco, seis, siete hijos.
Pero no son líderes, no son maestros para su prole.
No se conocen a sí mismos.
Echa un vistazo, Jeus, y ve cuántas personas hermosas cayeron por culpa de ese maldito, podrido, inconsciente Movimiento Nacional Socialista (holandés).
Gente mía, amigos, se dirigen a mí en la calle: ‘¿No vas a venir todavía?’.
Y esos fantoches leyeron ‘Los que volvieron de la muerte’, ‘Una mirada en el más allá’, ‘El ciclo del alma’, y se codean ahora con Mussert, un idiota que apuesta al caballo equivocado y que más adelante se vendrá completamente abajo.
¿Ese es Cristo?
¿Tiene esto una mínima relación con la sabiduría vital, Jeus?
Me parece que sí.
Pero estoy listo, si la madre no quiere comprenderme a mí: yo soy amor.
Soy un hombre que sabe, tengo conciencia espiritual, sí, voy adquiriendo conciencia espacial.
No, ahora va a hablarme Dios.
Interpretará Sus leyes.
Más adelante estaré listo, se me habrá infundido alma; una revelación será mi vida, será mi personalidad para la vienesa’.
Sí, es lo que Jozef recibe.
‘Lo ganaré todo para el ser humano Jozef, para que el amor vuelva a mí, porque de todas formas recibiré las flores, las nomeolvides y los lirios de los valles.
Si Jozef tiene una buena vida y la vienesa es feliz, Jeus, entonces decimos: beso (el orador da un beso), al espacio, vamos a planear, vamos a continuar.
Pero daré a Jozef y a ella la felicidad del Mesías, el mejor yo espiritual en el ser humano, Jeus, en el hombre y la mujer, que convertirá el mundo en un reino de Dios, para el que vivió y murió Cristo en la tierra y lo dio todo’.
Un poco más tarde se va hundiendo y se queda profundamente dormido.
Se ha metido en la cama.
Ahora se entrega... ahora puedo liberarlo.
Yo.
Puedo liberarlo de su organismo.
Puedo auparlo a mi mundo, al mundo al que entramos, en que llegamos a conocernos, después de la tarea que habíamos cumplido en la tierra, de los maestros y por medio de ellos, de la Universidad de Cristo.
Si más adelante podré acogerlos a ustedes, si podré elevarlos a todos en mi vida, esto y aquello serán el momento divino universal para sus vidas interiores, para sus almas, sus espíritus, su reino divino.
Mejor que hable entonces de ‘mi criatura’, ‘mi hermana’ y ‘mi hermano’, ‘¿empezamos a hacer juntos ese viaje macrocósmico universal?’, y entonces entraremos a la Omnifuente para las vidas de ustedes, para su paternidad y maternidad en la tierra”.
Empecé con la lectura.
Mientras tanto, me desprendí de André para entregarlo al maestro Zelanus y a sí mismo.
Pero esta mañana concluyo con este sentimiento, la petición para ustedes, para todos ustedes y la humanidad: prepárense para el siguiente viaje, para el siguiente paso.
Solo entonces comenzaremos con los fundamentos macrocósmicos para ponerlos antes de las últimas horas que aún les quedan por vivir en la tierra.
Conviértanse en dilatación, amor y felicidad.
Les doy las gracias.