El ser humano y su divina unión para la cosmología

Buenos días, hermanas y hermanos míos:
Esta mañana, les daré ‘El ser humano y su divina unión para la cosmología’.
Pero los libros ‘Una mirada en el más allá’, ‘El ciclo del alma’, ‘Entre la vida y la muerte’ y después ‘El origen del universo’ ya los llevaron a el ser uno espiritual para los seres humanos.
Los condujeron a través de los infiernos hacia los cielos.
Di conferencias para eso, los hice vivir las leyes y después volvimos para hacer las comparaciones materiales, humanas con respecto de ustedes mismos, su paternidad, maternidad, evolución, reencarnación.
Si lo han comprendido bien, y sobre todo los viajes, las conferencias anteriores —cuando estuvimos en el Omnigrado, desde la Omnimadre, el Omnipadre, ustedes lo saben ahora, cuando veamos la Omniluz, la Omnivida, Dios y Cristo después de esto—, entraremos de inmediato en el estadio actual para los seres humanos, para su deidad y su unión.
Pero resulta que vivir esa unión, irla construyendo, no es tan sencillo, porque para eso hay que ser capaz de entregarlo todo.
Pues bien, el ser humano que llega detrás del ataúd es muy dócil, en caso de que albergue fe.
Nos cuesta muchísimo alcanzar a ese ser humano, porque los fundamentos que se habían puesto estaban mal.
Más de una vez les di ideas.
El ser humano que se asusta, pues, que no quiere ser libre para sí mismo, el ser humano que no quiere vivir unión con el espíritu, la vida, la luz, la reencarnación, el renacer, ese ser humano es inalcanzable.
Les ofrecí imágenes construidas por la realidad que tuvieron que dejar millones de personas que no comprendían, que no sabían nada de la cosmología ni de la Omnifuente ni de la Omnimadre, pero que ahora fueron enviadas fuera del cauce divino, que fueron sacadas por completo de la ley natural por los pensamientos y sentimientos materiales, por una religión.
Y el padre, la madre, pues, ya pueden empezar con quitarle nuevamente todo a esa criatura, porque no son posesiones, no puede ser unión, no significa asidero espiritual para todas esas leyes, esa Omnifuente, esa Omnimadre de la que hemos hablado.
A ustedes, los seres humanos que han vivido esto en todos los años, de alguna manera los he construido yo.
Puse fundamentos para ustedes.
Les he dado un templo y es posible porque hemos llegado a conocer las leyes.
Y ahora se trata de lo siguiente: ¿cómo podemos asimilarlo como seres humanos?
Si en este momento me pusiera a leer para el ser humano que aún no ha vivido cómo André habla con una estrella —es, por lo tanto, unión cósmica—, y cómo una estrella, un planeta cuenta sobre la propia vida, la paternidad, la maternidad...
¿Posee un planeta conciencia materna?
¿Puede una nebulosa ponerse a hablar?
¿Tiene esa luz significado para el espacio?
Si me pusiera a hacer eso ahora sin que ustedes estén preparados, se burlarían interiormente de mí; ustedes no tienen fundamentos.
Están obligados a sintonizar con los libros que los maestros, el maestro Alcar, dieron a la tierra, a la humanidad.
También pueden leer otras obras, y justamente por eso reciben ahora sus comparaciones.
Dejen su teosofía, la doctrina para los rosacruces, continúen más hacia Oriente, dejen al yogui al lado de los libros de los maestros, del maestro Alcar, del maestro Cesarino, de Cristo.
Si no pueden aceptar que Cristo nació en la luna y que desde allí empezó con Su vida como el primer ser humano, como el primer embrión, y que con Él millones de células llegaron a la densificación, si consideran, pues, la palabra de la Biblia como la palabra divina, nunca jamás llegarán a la unión universal divina.
Y esa unión la encontraremos, veremos cómo llega a relevarse directamente en los seres humanos.
Entonces podremos hablar de cosmología, pero esa cosmología la reconduzco a ustedes mismos, y vive incluso en un perro, un gato, un pájaro.
Toda la vida de la madre naturaleza, también para el espacio, tiene esta unión divina cósmica.
El ser humano, pues, hermanas y hermanos míos, tiene que aceptar y poner esos fundamentos si quiere comenzar con su propio templo, sus posesiones, su despertar, su personalidad.
¿Por qué y para qué viven ustedes ahora en la tierra?
¿Cuántas veces no he hablado de eso?
¿Habrá alguna imagen que no les he dado?
De cuando atravesábamos el espacio, las eras prehistóricas, Egipto, Oriente, Occidente.
Conecté a la madre tierra con el espacio.
Pero si ustedes no pueden sentir espacialmente, no llegarán jamás a esa unión universal.
Ser uno solo con el cosmos, pues, ser uno solo con millones de problemas para ustedes —no para los seres humanos que han alcanzado la conciencia espiritual— es y sigue siendo la bienaventuranza, la justicia universal.
Es la armonía, es el silencio, es el amor, es el arte, es la dilatación para todo, para cada rasgo de carácter, que ahora va adquiriendo sintonización gracias a los sentimientos y pensamientos que la personalidad da a la cosa, gracias al color, la forma, la ampliación.
Si refrescan un poco la memoria, después de todas las conferencias, todas las leyes que hemos tocado, debe de ser sencillo pensar que en realidad ya no les hace falta nada, porque saben: ya han puesto sus primeros fundamentos para esa unión con Dios.
Cuando, siendo un niño, Jeus —por medio del que hablamos ahora— no sabía nada de todo esto, sino que a su lado vio una luz y una cara alegre que le sonreía y cuando Crisje estaba sentada allí y tuvo que aceptar: ese niño ve algo, en verdad Jeus estaba viendo la realidad de una unión divina.
Si esta luz no hubiera llegado, si no hubiera estado allí, si esa figura no se hubiera manifestado —créanlo, esta es la sencillez, esta es la ley—, entonces ustedes nunca jamás habrían oído estas palabras, no habrían podido leer nunca esos libros, porque no habrían existido.
Pues bien, si no pueden aceptar esos primeros fundamentos para su estado espiritual, para su vida detrás del ataúd, que es una continuación astral, se quedarán irremediable detenidos.
Pero además de eso estaremos enseguida ante la reencarnación.
Nos veremos de inmediato ante: la muerte no existe, el ser humano vuelve, el ser humano puede hablar, el ser humano puede conectarse con la vida en la tierra, porque la personalidad espiritual vive en la materia.
Y ahora para todos ustedes, para cada criatura del espacio, aunque sea un planeta, un sol, una estrella, esto es el primer fundamento divino espiritual que pueden poner para su continuación, de su evolución, de su yo divino.
Y quien no sepa hacer eso, pues, y quien se atasque en el “sí, pero” y en el “es que” y en el “seguro que es así”, también se detendrá irremediablemente y no podrá dar ese primer paso espiritual.
Les di imágenes.
Les di realidad.
En la tierra viven catedráticos, genios.
Si esa vida no posee amor, el teólogo será —pueden creerlo sin problema— un inconsciente detrás del ataúd.
Si el ser humano, un ser humano corriente y moliente, atraviesa en línea recta y sin inmiscuirse en nada su vida natural, social, su tarea, sin desear una Biblia, una religión, sin rezar nunca, pero trabajando y poniendo su personalidad en esa ley, en ese trabajo, esa vida llegará a tener ampliación en sentimientos.
Porque llegaron millones de personas en la vida del otro lado sin haber visto jamás una Biblia, aún tenía que escribirse.
Ni siquiera existía Cristo, no estaba en la tierra.
Esa gente no conocía a ningún Dios, solo conocían el sol y la noche.
Y ahora ustedes se ponen a pensar.
Si en verdad esas personas han sabido poner fundamentos para la vida detrás del ataúd, para la continuación eterna, ¿qué van a querer decir ustedes entonces en este tiempo, para este siglo, ahora que tienen una Biblia, ahora que tienen libros?
Tienen su arte, ya tienen sus ciencias.
Pero eso va de la mano de sus pensamientos y sentimientos respecto de esas leyes, de lo que han recibido —sin importar de donde viniera—, de lo que existe en la tierra y por medio de lo que ahora pueden hacer las comparaciones para ustedes mismos.
Yo seré Dios, seré de Él, podré vivir una unión, podré oírlo a Él, verlo, pero ¿cuándo?
La dificultad, pues, es desprenderse, sintonizar con el pensamiento.
Hace poco dije en Ámsterdam a mis criaturas: “Aún no saben pensar”.
Y ustedes tampoco saben hacerlo todavía.
Sí que saben que ya han trazado una línea.
Ya han puesto un fundamento corto, materializado, para diferentes posibilidades.
¿Para problemas?
No, eso ya no son problemas.
Y ahora aprenden el pensamiento para sus vidas detrás del ataúd.
Si en este momento dicen —y pueden ver ahora lo necesario que era que los maestros comenzaran con estos libros—: “La muerte no existe, cuando me muera me largaré, pero cómo ocurrirá y qué me pasará, eso lo desconozco, pero si me muero —es algo que acepto irremediablemente, algo que siento— seguiré viviendo”, eso será otro fundamento más.
Ahora pueden mirar ‘Dones espirituales’, pueden leer los libros ‘Una mirada en el más allá’, los tres tomos, y tendrán un asidero para su espiritualidad, para su sentir y pensar interiores.
Los maestros, los seres humanos que vivieron en la tierra y que ahora están listos, vuelven y dicen: “No hay ningún fuego ardiente, eterno, en esos infiernos.
Lo que ustedes llaman en realidad ‘infiernos’ no existe.
Son mundos que son inconscientes, son transiciones.
El ser humano que llega desde la tierra y abandona su cuerpo verá ahora un espacio, verá luz, sentirá maternidad, será padre según su sentir y pensar, la vida de los pensamientos que vive en él y que logra sintonizar con el mundo en que está ahora”.
Y se revela un nuevo fundamento para los seres humanos.
¿Cómo soy?
¿Qué quiero?
¿Qué voy a hacer?
¿Vivir el cosmos?
Por supuesto.
Si no tenemos fundamentos...
Yo tengo un fundamento, estoy vivo, no puedo morir, hay una continuación.
No existe ningún infierno ardiente.
Pero ¿ahora?
¿Ahora?
Ahora, a seguir.
Vayan ahora al erudito.
Ustedes han aprendido, han estudiado, han hecho algo por el mundo; ¿estuvo eso en armonía con el espacio, con Dios, con Sus creaciones —como lo hemos aprendido nosotros—, con (Dios), que fue todo amor, y siempre amor eterno?
¿Con el Dios que lo ha creado todo y al que vamos conociendo ahora?
Ahora pueden hacer las comparaciones, y tienen que hacerlo si quieren llegar a tener una imagen universal.
¿Qué aportó el judaísmo?
¿Qué aporta en este momento la iglesia católica, el protestantismo?
Todas las sectas en la tierra, ¿qué han completado para la vida interior para el ser humano?
Ahora ustedes empiezan a hacer comparaciones por medio de los libros, y poco a poco llegan a tener una imagen universal.
Una pregunta tras otra comienza a materializarse y espiritualizarse por completo, y ahora los reconduce al macrocosmos, a la Omnifuente.
Porque de ella surgió todo.
Pude darles miles de conferencias.
Solo me hacía falta sintonizarme con un erudito y lo llevaba detrás de ataúd.
Pues bien: le mostré allí, lo hice hablar allí y descendí con su fuerza de los sentimientos, estuve encima de esta personalidad y pude empezar a hacer preguntas.
“¿Qué...?”, mientras yo lo veía, “¿qué ha aprendido en la tierra?
¿Quiere saber quién es?
Entonces mejor mire esta esfera, este espacio; eso es lo que es usted.
¿Hay luz?”.
“No”.
Le he aclarado: al ser humano que odia, al ser humano que demuele, al ser humano que mancilla, al ser humano que destruye, al ser humano que pega y patea, a ese ser humano no se le puede alcanzar detrás del ataúd para aclarar las esferas.
Ese ser humano se burla de ustedes en sus caras.
A ese ser humano no se le puede alcanzar.
No nos hace falta descender al principio demoledor, al ser humano que es un viva la Virgen, al ser humano que piensa poder asesinar a la vida de Dios.
No les hace falta sintonizar con esa vida, porque es inalcanzable.
Para nosotros, para ustedes, se trata —porque de eso nos ocupamos ahora— de la cosmología; de materializar y espiritualizar el ser uno con Dios y para eso puedo darles miles de libros, y ni así llegaríamos.
Es verdad que algunas personas anhelan, desean, y que a otras personas no les importa.
¿Qué es eso?
¿Por qué yo no tengo esa ansia que tienen los seres humanos, los otros seres humanos?
Descendí hasta cerca de ustedes para enseñarles a ver.
Acaso no se preguntan alguna vez: “¿Por qué no puedo comprenderlo?”.
Así como se ha materializado —y luego, por supuesto, espiritualizado— la naturaleza, la vida en la madre, el alumbramiento y la creación, así surgió el pensamiento, así surgieron el sentir y pensar para todos ustedes.
Eso va poco a poco, requiere tiempo.
Pero ese tiempo, pues, es evolución.
La personalidad dirige y anima ese tiempo, y entonces volveremos al primer, al segundo, al tercer y cuarto fundamento, y podremos decir: por medio de mi Omniestadio en mí.
Porque yo soy la chispa de Dios, represento todos los sistemas que creó la Omnifuente, la Omnimadre.
Y ahora ¿qué?
André como instrumento, como parte del otro lado, se ha preparado para vivir este estudio.
Después de esto escribimos el libro ‘Entre la vida y la muerte’, y el maestro lo llevó al Templo de Isis —les di muchas conferencias sobre esto— para que llegara a conocerse.
Sin embargo, antes de que esto llegara a tal punto y de que él hubiera vivido siquiera ‘Una mirada en el más allá’, de que hubiera reflexionado a fondo sobre los infiernos, de que hubiera visto y podido experimentar los cielos, empezaron a surgir las preguntas en su interior.
El análisis de ustedes mismos, la comparación, el proceso de unión con sus sentimientos hacia esas tinieblas.
“¿Qué queda en mí que tenga que vencer si quiero liberarme de esas esferas de allí?”.
Y entonces empezó el primer pensar espiritual para su personalidad.
El maestro Alcar le dijo: “Piensa, piensa, piensa.
Actúa en todo, entra en todo y sin importar lo que hagas, compáralo y devuélvelo al cosmos.
Eres padre y eres madre.
Vuelve y escucha bien lo que dice el erudito, sobre todo el teólogo, el pastor protestante, el señor párroco, lo que saben al respecto y lo que ahora sabes tú mismo, lo que has visto.
Una y otra vez te mostraré y aclararé el siguiente fundamento.
No hace falta que ahora creas, porque somos uno solo con este espacio.
Pero tú mismo tienes que empezar con ello”.
Y podría preguntarles ahora: en los años que pasaron —hemos dado una seiscientas, setecientas, ochocientas conferencias, han leído los libros, es una experiencia idéntica a la que conoció André—, ¿qué han podido asimilar para ustedes mismos?
¿Cómo son sus pensamientos y sentimientos en este momento?
¿Pueden decirse a sí mismos: “Sí, he aprendido algo”?
Pero ¿son posesiones?
Irían...
También se lo pregunté.
Porque fuimos —¿verdad que sí?—, fuimos juntos al Gólgota.
Nuestros pensamientos que aún no tengan esa realidad, dije, los crucificaremos.
Elevaremos lo malo, lo incomprensible, lo... lo que todavía no quiere, lo llevaremos a la armonía con nuestra personalidad — muy sencillamente— de cara al Cristo en ustedes.
¿Cómo han reflexionado en esos años?
¿Qué han alcanzado ahora?
Podemos hablar, podemos aclararle su espacio al ser humano.
El pastor protestante, él llegará, él tiene sentimiento y sabe inclinarse.
El catedrático, el genio de la tierra: si esa vida no sabe inclinarse ni quiere aceptarlo cuando nosotros digamos: “Allá arriba hay una luz radiante, aquí hay tinieblas porque usted no quiso unión espacial, porque para usted siguió habiendo condena.
Para usted Cristo es quien les ha quitado los pecados.
Para usted no existía y sigue sin existir el renacer.
Para usted no es verdad que ahora el hombre vive en el cuerpo materno, que más adelante usted mismo alumbrará a niños, que desde la selva usted ha ido a la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Para usted solo se han creado iglesias, sectas.
Pero una fuerza de pensamiento universal, el seguir, la continuación, la elevación, eso no lo había.
Y ahora lo único que tiene es fe”.
Pero esto ya no es fe.
Esto es saber, es realidad, es justicia.
Esto es armonía.
Aquello en que vivimos es el alma de Su alma, es la vida de Su vida, es el espíritu de Su espíritu.
Usted se ha convertido en un espíritu humano, pero ahora viven en el Omninúcleo.
Usted es una deidad.
¿Cómo va a poder una deidad aferrarse a una fe, cuando en usted vive la Omniconsciencia?
Y entonces dice el erudito, entonces dice el ser humano...
Así he acogido a miles, a cientos de miles de personas, precisamente las más elevadas de la tierra, también al ser humano de la iglesia católica, del protestantismo.
Hemos hablado con Lutero, con los Luteros, con la gente que quiso hacer algo para la tierra para poder acogerlos justamente a ellos, para poder vivir esa realidad y preguntar: “¿Qué fundamentos han puesto ustedes para su unidad divina?”.
Y es que entonces no había fundamentos.
¿Lo ven?
Cuando lleguen detrás del ataúd, más adelante, hermanas y hermanos míos, el maestro preguntará, su madre tal vez, su padre, su hermana, su hermano: “¿Qué fundamentos han puesto para esto, para su ser uno divino?”.
Y ¿cómo pueden vivir ese ser uno, pues?
En verdad —se lo he dicho miles de veces— ahora tienen ventaja, porque en sus vidas vive el sentimiento de que ustedes anhelan, de que quieren saber.
Pero el ser humano que sabe todavía no tienen posesiones y además —lo ven una y otra vez— está lleno de conciencia y de deseo de experimentar esta dilatación.
Pero cuando su conciencia se haya consumido, cuando hayan materializado y espiritualizado sus sentimientos, se verán de una vez ante un punto en que ya no tendrán nada, estarán vacíos.
Y ahora viene lo bueno.
A grandezas que en la tierra habían hecho un trabajo tan imponente para ellos mismos y para millones de personas las hemos visto sucumbir debido a un solo pensamiento equivocado, a un solo rasgo de carácter débil.
Porque todos ustedes llegarán a verse encima de la vida de los sentimientos que enseña el núcleo, que enseña cuánto han avanzado en pensamientos y sentimientos.
Y ¿no lo viven a diario, cuando tienen delante a su amor y este dice: “Así es como es, esto es lo que importa, lo siento, lo comprendo, ya lo veo”?
Porque ¿no describimos, no describe el maestro Alcar las antenas de ustedes?
¿No dijimos por medio de ‘Los pueblos de la tierra’ que su pueblo ya era una antena para la masa?
Y el pueblo ruso, oriental, tal y cual y aquel pueblo, los pueblos orientales, de la región índica, ¿han llegado al mismo punto que ustedes, el de ver delante de ustedes la realidad de Cristo?
No es el caso.
Pero esas son las leyes, y se revelan a su vez en la personalidad de ustedes, por medio de su pensar, de su sentir, de sus sentimientos como el amor; el amor, el amor, el amor...
Créanlo cuando les digo que el ser humano ha puesto un nombre a todas las cosas.
Nosotros no quisimos que a la luna, a la madre de este espacio —lo oirán pronto, cuando André vuelva a estar en conexión con Wayti, con la estrella— la llamaran “luna”.
Y ahora ustedes ponen encima de ese núcleo un pensamiento material que no fue creado por la Omnifuente.
Pero que pudo empezar con su propia dilatación por la Omnifuente, como el primer grado de vida para la concienciación, para la materialización y la espiritualización.
Que creó Dios, que más adelante se convirtió en la imagen para los seres humanos, para la iglesia católica, para el protestantismo: “La fuente de todo lo que vive”, dice Wayti, “por la que fuiste creado tú, André, y la vida de la madre naturaleza, los animales, las flores.
Pero para mí tú eres la grandeza, el poder y la animación, pero soy yo quien sirvo.
Si no hubiera estado yo, tú no habrías llegado a tener tu propia entidad, no habrías conocido tu vida”.
Y si llevaran estas imágenes por la sociedad, hermanas y hermanos míos, los declararían dementes.
Y sin embargo: tendrán que empezar con este desarrollo detrás del ataúd.
Allí solo tienen que inclinar la cabeza, porque el maestro dice: vivir la unión divina con sintonización humana, los lleva a la unión espiritual, y desde la espiritual entramos a el ser uno cósmico para hombres y mujeres, para los seres humanos.
Hablamos de la cosmología.
Pero la cosmología —compréndanlo— vive en el acto que hacen ustedes ahora.
Deséchenlo todo, arrójenlo todo lejos, detrás del ataúd ustedes serán entidades.
Ahora también lo son.
Les he enseñado, les he aclarado: detrás del ataúd no ha llegado ningún cambio en ustedes.
Si ahora su actitud hacia su mujer y su marido es extraña, allá también lo será.
Y entonces vendrá la reencarnación.
Hay allí millones de personas con las que tienen que ver ustedes y que entonces estarán a su lado y que pueden acogerlos y que dicen: “Le comprendo, hágame preguntas si quiere.
¿Hacemos un viaje?”.
Comiencen ahora por el comienzo.
Se me concede traer la cosmología.
A André se le concedió hacer y vivir esos viajes, pero una y otra vez, el maestro Alcar lo conducía a ‘Una mirada en el más allá’, a su estado de ser Jeus.
Dice: “No lo olvides.
Si no le dedicas pensamientos ni sentimientos, te perderás en este espacio y nos quedaremos sin asidero, y luego llegará el derrumbamiento”.
Y ¿pensaban de verdad, hermanas y hermanos míos, que André, Jozef Rulof o sea quien sea ha recibido todo esto así como así?
Si hubieran podido oír los quejidos y los gemidos, las lamentaciones en su interior, ver cómo luchaba contra el sol y la luna, las estrellas, la noche, la luz, la vida y las tinieblas, contra la cosmología, fue la lucha de Dios para materializarse, para dar Su vida, Su alma y espíritu a todas Sus chispas, para que la vida pudiera empezar con su desarrollo propio.
En ocasiones me da escalofríos, cuando tengo que tomar la cosmología en mis manos, cuando tengo que empezar a materializar este respeto y esta autoridad divinos en esta sociedad, mientras que el ser humano ni siquiera se conoce a sí mismo.
Lo sé: si hay diez, veinte, treinta personas que han absorbido la vida detrás del ataúd conscientemente, que ya han empezado a luchar, a impulsar, a infundir alma, aunque a diario se les pegue y patee, esos seres humanos aceptarán su reencarnación, su causa y efecto, ¿lo ven?
Pueden decir lo que quieran, pero: ¿por qué algunos lo tienen todo y otros nada?
Al principio, André preguntó para sí mismo: “¿Por qué yo?”.
Y entonces el maestro dice: “Se lo voy a aclarar más adelante, cuando haya llegado a ese punto”.
¿Ven? Este imponente anhelo, ese dolor que el ser humano puede sentir, el ser humano que... porque su chispa divina lo impulsa hacia arriba, allí en el interior de ustedes hay algo que se cuece, siempre hay algo cociéndose que los impulsa a seguir, que les infunde alma y que aplacan la sed de su personalidad que busca.
De pronto se les dice: doblen a la izquierda y miren, están ante la justicia.
Se les acerca un ser humano que les dice: “Vamos, no hagan el ridículo.
Yo tengo la palabra, puedo ayudarlos”, y entonces oyen una palabra.
Cuando hacen ustedes preguntas que son tan imponentes, podrían abrazar a esas personas, pueden amarlas al instante.
“¿Tiene usted la palabra?
¿Entiende algo de Dios?
¿Puede aceptar todavía más que el ser humano, que Dios nos condena a mí y a ustedes?”.

Ay, santo cielo, santo cielo, si han atravesado la Biblia como seres humanos y han podido dejar de lado miles y miles de problemas porque no encaja con sus sentimientos interiores, con su amor por el espacio, entonces son chispas del espacio —créanlo—, entonces dan a luz, crean ahora su sentimiento por la materialización, la espiritualización de su yo, que va teniendo sintonización —gracias a que están siempre buscando, sus preguntas, su anhelo— con la unión divina en su interior, fuera de ustedes, a diestro y siniestro.
La unión para la vida en la tierra, la unión con su sueño, la unión con su muerte, la unión con su padre, el padre de sus hijos para la madre, y el hombre para su amor, la mujer.
Pero entonces llegará que van a vivir un desdoblamiento en pensamientos y finalmente sentirán cómo esa certeza espiritual se va despertando, y podrán decir: “Pero qué felices somos”.
¿No oyen que la gente a quien conoce, que ha podido aceptar todo esto, puede decir: “Santo cielo, santo cielo, qué felices que somos ahora, sabemos”?
¿Pensaban que Dios y Cristo no respetaban al pastor protestante, aunque esa vida hable de condena?
Porque está dando el primer pequeño fundamento a la humanidad.
Pero no se detengan.
¿No es, además, imponentemente horroroso cuando tienes que acoger a ese mismo ser humano y gritarle: “La condena no existe,
Dios no ha condenado jamás a un solo ser humano”?
Ahora todo se va hundiendo debajo de los pies de los seres humanos.
La gente que pensaba ser tan fuerte, tan imponente —¿no lo viven en la tierra, en su sociedad?— se encuentra ante el ataúd y la muerte le pega por todas partes, donde sea que se le pueda dar.
La gente sigue respetando a La Parca.
¿Miedo?
¿Respeto?
Es miedo, son estremecimientos.
Pero el ser humano que sabe, que ha puesto fundamentos, que puede aceptar la cosmología y que se atreve a mirar a la cosmología a la cara, dice: “¿A mí qué me importa La Parca? La muerte no existe”.
Si incluso se lo dice a sí mismo un niño, si los maestros pueden mostrar la muerte a un niño de dos años que empieza a pensar —lo que Jeus vivió en su juventud—, ¿cómo tenemos que empezar a hablar entonces a la gente que cumple sesenta años, que tiene setenta, ochenta años y que alberga una universidad, que todavía está encima de la condena y que sigue viendo a la muerte como muerte?
Esa gente —créanlo, por favor— no vivirán jamás una unión espiritual, divina, porque se mantendrán en tinieblas, no soportan la luz.
Porque cuando ustedes acepten la condena, se verán rodeados de unas tinieblas, y solo cuando su vida de los sentimientos y la personalidad digan: “La condena no existe” se elevarán por encima de ustedes mismos y de su pequeño yo terrenal, y podrá llegar la otra animación, que dice: “Vaya, hijo mío”.
¿Lo ven? Algún día lo dijo Cristo en la tierra: “Si pueden aceptarme, también recibirán Mi vida, Mi conciencia, Mi personalidad y justicia”.
Y ahora vamos a empezar.
¿Son ustedes justos entonces?
¿Son armoniosos?
¿Para la Biblia?
¿Para su iglesia?
¿Para su paternidad, su estado maternal?
Si vive en ustedes un solo pensamiento equivocado respecto de lo que la humanidad ha asimilado, y es verdad, entonces su unión espiritual, macrocósmica, por no mencionar la unión divina, se oscurecerán para ustedes como padres y madres.
Pero si ustedes tienen el control de la verdad, péguenle entonces y den una patada a esa injusticia, a esa palabrería, porque es el fundamento, esa es la unión con un estadio nuevo, con una animación nueva.
Y entonces su divino yo dentro de ustedes dirá, sin que ustedes oigan esa voz, porque solo se le puede vivir y sentir: “Vaya, hijo mío, así a solas no resta usted nada de esa cosa sagrada que soy Yo.
En usted vive la Omniluz”.
Y ahora llega que André tuvo que aceptar cuando el maestro Alcar dijo: “André, si quieres vivir luz para un pensamiento, saca esa luz entonces de ti mismo y tráela a la evolución.
Dale cada vez más luz, porque entonces verás que esa luz vuelve a atraer tus sentimientos, y cuando los sentimientos comienzan a hablar, en el ser humano se revelará la voluntad humana, que lo puede todo, que lo posee todo.
Y cuando esa voluntad está operando dentro de los seres humanos, llegará un sentimiento imponentemente hermoso, y se llama: ansiar.
Es el alimento y el deseo de beber que llevamos nosotros, André.
Soy tan imponentemente feliz de que te hayas preparado en el Antiguo Egipto y de que ahora también yo —porque de allí provengo yo también— haya llegado a tener el control de esos medios y de esa posibilidad.
Porque mira ahora, André: nos hemos adelantado a millones, a billones de personas.
Ahora te puedes elevar, puedes volver a descender, hemos completado ese ciclo.
Hemos materializado y espiritualizado ese círculo, hemos llegado a anhelar”.
Despierten la luz en su interior, porque ustedes son luz.
Dios vive en su interior.
No, ustedes lo son.
¿Y habría ahora un “Dios” que dice que Cristo, que también es Dios, podría condenar la vida?
No, no saben nada de eso.
Pero en el Antiguo Testamento, Dios se dio la gran vida.
Pegó y pateó.
Hizo asesinar conscientemente a la gente.
¿Es posible eso?
¿Es eso verdad?
Una y otra vez, el maestro Alcar tiene que decir a André: “Haz tus comparaciones.
No dejes que esas vidas, que esas eras salgan de ti, pero tira una y otra vez de ellas, hacia ti, hasta que hayas hecho un inicio universal, porque ese inicio es un fundamento para la unión divina que llegaremos a tener por medio de la cosmología, pero que vive dentro de nosotros, en el corazón, debajo del corazón.
Es la circulación de la sangre para este espacio, que también posee el organismo material, pero con todo aquello otro que ahora significa la voluntad.
Querer saber, el deseo de anhelar, el hambre.
Durante meses y años Jeus, Jozef, André anda ahora por allí, está pensando: “¿Hago el bien?
¿Tiene eso justificación?”.
Se dice a sí mismo: “Qué cosas tan hermosas soy capaz de decir.
Antes no era así”.
Y ahora puede aceptar que hay algo que domina desde su interior.
Es como si funcionara por sí solo.
Las cosas mejores, que ahora han llegado a la evolución por medio de anhelar y de ese deseo, dicen algo hermoso, algo cariñoso desde esa personalidad propia.
Ha aprendido que al instante queda expulsado al pensar de modo equivocado, al pensar de manera dura, destructora, y que puede volver a empezar.
Pero por quedar expulsado, por pensar lo equivocado, puede uno hacer trizas.
Y entonces veía que el fundamento que había puesto en realidad había vuelto a desaparecer, y podía volver a comenzar a edificar.
Deben de preguntarse esta mañana: “Deja usted la cosmología allí, y ¿por qué no vuela mejor directamente al espacio con nosotros?”.
Pero ¿entienden ahora lo que hace falta para que simplemente se conecten con ese espacio?
Sí que puedo leer el libro en voz alta, ya lo estoy haciendo mientras hablo aquí; porque a su vez lo saco de allí.
“De eso se trata”, dice el maestro Alcar, “cuando vuelvas, habrás visto el Omnigrado...”.
“Sí, he visto el Omnigrado.
Vi a la Omnimadre, vi la Omnifuente, se me concedió escuchar esa Omnifuente, pero no hice nada para eso”.
Y ahora hemos podido constatar —el ser humano que vive ahora detrás del ataúd— lo imponentemente hermoso, lo bienaventurada, lo feliz que es ahora la vida terrenal, humana.
Porque al estar en la tierra, al vivir lo material para el microcosmos, al dar a luz a niños y al crearlos es como el ser humano vive su evolución.
Se lo he aclarado: solo hay tres leyes para el espacio con significado divino y que siguen siendo fundamentados por Dios, por la Omnifuente.
Y son: la paternidad, la maternidad y la reencarnación.
No hay más.
Les he enseñado: lo que asimilan para su personalidad y por medio de ella puede en ocasiones quedarse en la tierra.
Pueden enriquecerse con estudios, pueden ser grandes artistas, detrás del ataúd se les preguntará: “¿Qué más es usted entonces?”.
Cientos de maestros de las eras antiguas llegaron al otro lado sin tener nada.
Se habían desfogado por medio de su arte.
No habían puesto ni un solo pequeño fundamento.
Se habían desfogado por medio de su imponente arte, pero habían pegado y pateado, no sabían nada del más allá, no les hacía falta ningún Dios, no les hacía falta ningún Cristo.
No tenían amor ni ser uno.
En alguna ocasión les aclaré —y tal vez no lo comprendan— que todas las posesiones de la tierra se quedan atrás.
Aquello que altera tanto a los seres humanos, pues, por lo que entregan sus vidas y por lo que las destruyen, vamos, la destrucción de más personas por medio de sus posesiones y para ellas, todo eso se queda atrás.
Eso podrán comprenderlo, pues, si leen los libros ‘Una mirada en el más allá’, porque entonces verán la sintonización de esas personas de cara a su vida espiritual, de su ser uno con Dios.
¿Han hecho algo para conseguirlo?
¿Pensaban que, desfogándose aquí, también podrían hacerlo en los cielos?
¿Pensó esa gente que los cielos estaban en venta por sus posesiones, por su dinero, por sus bienes?
Uno por uno han podido inclinar las cabezas.
Tuvieron que volver al primer pensamiento de todos que comenzó con la destrucción.
Porque el maestro dice: “Han quedado completamente suprimidos de este estado de ser uno.
Tengo que comenzar por el principio”.
Y entonces, el maestro tuvo que volver hasta la juventud de esta vida, de este genio.
Dice: “Aquí fue donde empezó usted a pensar mal.
Ya aquí empezó, pegando, pateando a la humanidad, a Dios, a Cristo y el espacio.
Han fustigado a los seres humanos con su dominio, su soberbia.
Por más que hayan leído la Biblia, que se hayan puesto a rezar, una vez que se habían alejado de la iglesia empezaban a pensar otra vez”.
¿Qué experimenta el ser humano que escucha la palabra de un clérigo?
Pues escuchen bien y comparen para ver si también siguen teniendo aquello que condena.
No tienen nada que ver con esa historia, porque la suya propia, sus pensamientos y sentimientos tienen más importancia que lo que ocurrió allí en esos tiempos antiguos.
Porque en este momento, tienen más conciencia.
Saben que detrás del ataúd hay una vida, y que Dios no condena.
Están libres del Antiguo Testamento.
¿No tienen ustedes nada que ver con sus leyes del karma?
Desde luego que sí, porque de todos modos las viven, ¿lo ven?
Esa infalibilidad, hermanas y hermanos míos, que —como ya dije hace un momento— es paternidad, es maternidad y renacer, ¿la recibirían de la madre tierra?
No —no ahondé más en eso—, la poseen como seres humanos para su unión divina.
Su divinidad los reconduce una y otra vez a la tierra, hasta que hayan completado el ciclo para esa tierra y para ese espacio y para su deidad.
En ese tiempo ustedes han enmendado, y entonces llega la despedida de la madre tierra.
Entrarán en un mundo como lo vivieron esos primeros seres humanos en el libro ‘Los pueblos de la tierra’.
Entonces estarán allí y buscarán la luz —tienen tinieblas y tienen sol—, pero el sol habrá desaparecido.
Ahora pueden decir: “Lo sé, la luz —aunque yo esté en las tinieblas— vive dentro de mí.
Eso lo leí”.
Y ahora el otro lado podrá confirmar la primera pregunta que ahora salga de sus bocas.
El maestro, el contacto que vivirán y recibirán entonces, podrá decir: “Sí, ustedes tienen fundamentos.
Ahora falta amar esa vida, ahora falta hacer algo por ella para llevarla a la dilatación, a la espiritualización, y ya habría usted podido vivir su ser uno cósmico”.
“Ser uno cósmico, ser uno espiritual para los seres humanos de la tierra”, dijo el maestro Alcar a André, “eso significa: no ir en contra jamás de la demolición”.
Cuando se les pegue, no devuelvan jamás el golpe.
Sigan amando.
Pueden ser bruscos, duros —esto se pone duro, parece duro—, pero en el espacio del otro lado no hay nada que pueda ser duro, allí todo es armonía.
En ese lugar se puede vivir esa unión siempre que esté abierto al siguiente paso, el querer aceptar, de dilatarse, para que más adelante, cuando con las densificaciones vivamos las leyes de la dilatación para el universo entero —vendrá después de esto— ustedes empiecen a ver que también sus propios pensamientos tienen que dilatarse.
Pero ¿por medio de qué? ¿Para los seres humanos?
Y eso ya no es la fe, ya no es por medio de una charlita ni de su dinero y sus posesiones, sino que es vivir la armonía de un sentimiento, y este los conducirá a la materia, que se convertirá en un acto, que empezará a andar, que llegará a tener animación, una personalidad, y eso es lo que los devolverá a la armonía con sus creaciones y será su ser uno en todo.
Y cuando vivan la armonía, empezarán a sentir la amistad, la hermandad.
Entonces un extraño será un núcleo divino para sus vidas.
Entonces no será un ser humano feo, si este no dice palabras equivocadas, si no representa destrucción.
Entonces es cuando sabrán: allí están las tinieblas, el no querer.
Pero cuando los seres humanos deseen que ustedes digan: “Eso no existe.
Lo hubo allí, pero ya no.
Vengan conmigo, los voy a convencer”.
Si entonces los seres humanos lo quieren y pueden aceptar, ustedes estarán —como se lo hice vivir y ver— directamente ante el Gólgota y vivirán grados, los siete grados para el matrimonio, la maternidad, el renacer, el otro lado, el ser uno con su Dios.
Y en este caos en que vivimos ahora... porque este libro, la primera parte de la cosmología, André lo vive durante la guerra de 1940-1945.
Adolf Hitler está en eso, destruye a los seres humanos.
Trae falsedades.
No quiere saber nada de falsedades, piensa que la providencia le infunde alma.
Y la autoridad más elevada para el espacio llegó a Jerusalén y a los seres humanos y dijo: “Ustedes lo dicen”.
Cristo no podía hablar con más dureza.
Solo dijo: “Ustedes lo dicen.
Pero el que importa soy Yo”.
¿Quién ha podido aceptarlo en ese momento, cuando dijo: “El que importa soy Yo”?
Les he mostrado y hecho vivir conferencias, unión, hermanas y hermanos míos, hubo mañanas en que esa mentalidad estuvo entre ustedes.
Los he hecho llorar y temblar porque han sentido a Cristo y porque esa unión llegó a despertar dentro de ustedes.
Entonces estuvieron cerca, pero aún no se lo habían ganado.
El propio ser humano dice: “En el momento en que vives esa unión y te veas arrastrado hacia esa unión universal, todo es tan sencillo.
Y cuando vuelvas a encontrarte en la sociedad ya no tendrás nada, estarás desnudo y solo, y ya no sabrás cómo avanzar ni volver”.
Y sin embargo esto es el asidero.
Por lo tanto, demuestra que ustedes mismos tienen que empezar a hacerlo.
En los años de la guerra, André se decía: “Ahora puedo demostrar si quiero formar parte de ese ocaso.
Pero no es así”.
Cuando las personas en la tierra empezaron a olvidarse, podrían haber pegado un grito —y lo hicieron—, dijeron a sus amigos: “Gente, por favor, no sigan a esos.
Apuestan todo lo de su espiritualidad, su vida eterna, su deidad a caballo cojo.
¿Acaso no entienden que esa gente solo quiere significar algo para ella misma?
Allí ni siquiera se habla de condena, te pegan un tiro a la primera.
¿Cómo puedes?
¿Cómo puedes?
¿Cómo pueden ir detrás de asesinos e incendiarios mientras que sabían, mientras que sabían muy bien que Cristo dijo: ‘Ustedes lo dicen’?”.
¿No hay absolutamente nadie entre ustedes...?
¿Y podría la humanidad quitarme esto a mí y a los maestros y a Cristo?
¿Se atreverían todavía a decir en toda Su cara: “No lo sabía, todavía me quedaba algo por aprender.
Lo dije y lo he seguido”?
¿No sabían que en Jerusalén Él estuvo ante Caifás y que dijo: “Ustedes lo dicen”?
Y si Cristo hubiera hecho eso, Caifás con sus templos y todo Jerusalén y todo el mundo se habrían hundido en la nada.
¿Cómo podría Cristo violar las posesiones de los seres humanos, por las que Él mismo había trabajado?
Ustedes quieren cosmología, y los maestros, Cristo, quieren que el ser humano despierte.
Pero ¿por qué hemos de empezar con eso, mientras que todavía tenemos que poner los primeros fundamentos para nuestra sociedad, para su paternidad y maternidad?
André se encontró con el ser humano, más adelante lo vivirán ustedes con él.
Cuando salgamos de ese ser uno solo del cosmos, él volverá a la tierra.
Habló con Wayti y entonces está de nuevo en la calle, entonces ve que anda allí un tipo de esos del Movimiento Nacionalsocialista holandés, y piensa, Dios mío, Dios mío, y a ese lo conocí.
Ese hombre acepta al Mesías, tiene una fe y tiene ansia, y ahora piensa poder hacer algo por la masa, por la humanidad.
Pero ¿qué ha creído usted entonces de la Biblia, y qué le han dado entonces el señor pastor, la iglesia?
¿Qué le dice Cristo entonces?
¿Qué ha aprendido usted durante su ser uno con la Biblia, cuando todavía rezaba?
¿De verdad que esa oración lo llevó al despertar, al ser uno con Dios?
No ha comenzado a hacerlo, de lo contrario no se habría puesto ese trajecito, no se pondría ahora a disparar.
Entonces uno no seguiría a Adolf Hitler ni habría condena, entonces todos los pueblos de la tierra serían hijos de Nuestro Señor y tendrían un solo Dios.
Pero ¿de qué manera ha leído usted su Biblia?
¿Cómo eran sus oraciones?
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Y ¿por qué ha empezado usted mismo?
¿Cuando leyó: “La condena no existe”?
No: “No matarás”.
Y ¿quiere usted ser un discípulo, un seguidor de Adolf Hitler, de sus Musserts?
¿Es correcta esa palabra?
La he escrito yo mismo.
¿Quiere ser un discípulo de la persona que por medio de la demolición piensa vivir a Dios, ser uno solo con Cristo, el Verdadero, con el Gólgota?
¿Entiende ahora que por medio de su Biblia y de sus oraciones todavía no ha vivido el “no matarás”?
Cuando la autoridad suprema de su pueblo diga: “Yo amo”, entonces podrá decir de inmediato: “Pero ¿de qué me está hablando?
Está mintiendo.
No pone fundamentos que lo guiarán a Cristo, a su divino ser uno, porque tolera que se asesine a los seres humanos en la tierra”.
¿Y ahora?
Cuando el pastor protestante diga: “La condena existe”, podrá decirle en la cara: “Usted todavía no la ha vivido, o no pronunciaría jamás la palabra.
Nunca tendrá la unión con Dios ni con Cristo, porque no comienza por la realidad, con la Omnifuente”.
Empiecen a aprender a pensar de manera real, inmaculada, espiritual, es lo que queremos enseñarles ahora.
Los libros ‘El origen del universo’ les dieron una idea imponente de cómo tiene que pensar el ser humano de cara a la cosmología, al macrocosmos.
Les dije, por medio de ‘Una mirada en el más allá’, que André está en los infiernos, y luego pega un grito: “Tierra, humanidad: ¡la condena no existe!”.
“La luna nos infunde alma”, llega a la vida de él.
Por poco explota porque la felicidad vive en su interior.
El ser humano tiene que saber que la condena no existe, tiene que saber que solo por medio de esto llegará a amar a sus padres, porque Cristo dijo: “Soy amor en todo”.
Si me dejo llevar por ese pensamiento saldré, me equivocaré, no pondré fundamentos, no llegaré a vivir nunca jamás la unión espiritual.
No llegaré a tener jamás animación espacial, espiritual para mi arte, para mi tarea, para mi maternidad, la simple y sencilla maternidad y paternidad en la tierra, para mis hijos.
Para comprenderlos, he de aceptar y amar todo lo que vive, tengo que edificar ese espacio, esa claridad espacial, lo haré y quiero hacerlo.
En mis pensamientos tengo que estar listo y despejado.
Porque Frederik dice en ‘Las máscaras y los seres humanos’: “Vivan la claridad inmaculada, vívanla, háganse puros en sus pensamientos”.
Por medio de los libros ‘Una mirada en el más allá’, ‘Aquellos que volvieron de la muerte’, ‘El ciclo del alma’, ‘Las enfermedades mentales contempladas desde el otro lado’ y ‘El origen del universo’, ‘Entre la vida y la muerte’, ‘La línea Grebbe’, ‘Los pueblos de la tierra’, ‘Dones espirituales’ y ‘Las máscaras y los seres humanos’, ‘Jeus de madre Crisje’ podrán ahora poner fundamentos universales para Dios, para Cristo, para el Gólgota, la primera, la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta, la sexta y la séptima esfera, y les lanzarán a los pies todos los tesoros de ese universo.
Su forma de sentarse se convierte en tranquilidad, su mirada llega a tener irradiación, su ser uno con los seres humanos de sentimiento en sentimiento se convierte en comprender.
Donde ande ella, ustedes sienten el amor.
Y cuando él se vaya y diga: “Hasta luego”, usted lo echa de menos al instante y entonces se alegra cuando llegue esa unión.
¿No pueden ir edificando eso por medio de su estado de seres humanos, de su paternidad y maternidad?
¿No es acaso el amor humano el fundamento para el divino ser uno con todo?
Por medio de su alumbramiento y creación, ¿no llegan a contemplar la luz vital para su dilatación, su espiritualización y materialización para el espacio, para su espíritu, cuando como madre alumbran a una criatura?
Hombres, conviértanse en madres.
Madres, conviértanse en padres.
Infúndanle alma, para que pueda hacer alumbrar su palabra, sus sentimientos, su amor, para este ser uno con Dios; con su perro, su gato, con la vida en la madre naturaleza.
Les leí sobre cuando el maestro Alcar llegó a André en la cocina, hay oscuridad, dijo: “André, ¿quiere tomar nota un momento?”.
Cuando llega a ustedes, pues, el maestro Alcar, un maestro —¿no les gustaría?— y eso es posible en este momento, si están listos, y una voz desde el espacio dice: “¿Podría usted grabar un momento?”...
Pero ustedes no escuchan esa voz, solo escuchan lo que la sociedad les haya dado para dar y procesar.
Ustedes escuchan a un idiota, un demente.
Por supuesto, se dice de André-Dectar que está demente, pero podrán enterarse ustedes mismos por nuestra palabra que las cosas no son así.
Si esta tarde, esta noche llega Dios a ustedes y dice: “Escucha, hijo mío, existo”, y ustedes están allí, sin anhelar, sin querer luz, sin querer ser uno, porque se aferran a la condena, ¿cómo van a querer poder escuchar a su Dios?
Y sin embargo, siempre está allí, está elevándolos eternamente, porque ustedes viven en Su contacto.
Pero no empiecen entonces con asesinatos, no empiecen —se lo enseñé, ¿no?— a ser duros, con la destrucción, intenten una y otra vez ver lo hermoso, lo espiritual, la nueva evolución.
No asfixien los sentimientos de los seres humanos, porque se asfixian a ustedes mismos.
Estense siempre listos y preparados para poder acoger la palabra de los seres humanos, aunque sea equivocada, empezarán a pensar.
Piensan.
Han recibido de nosotros su llave dorada, ya tienen su ser uno en las manos y ahora es cosa de ustedes poder hacer, al igual que André...
Él vivió los infiernos, volvió de los cielos y se sintió quebrado, pero sí que pudo decir: “Venceré esa felicidad.
No la quiero.
Tampoco destrucción.
Pero me da miedo la felicidad, porque siento que todavía me queda por echar fundamentos, y si me aferro a ellos, la felicidad no desaparecerá nunca más de mis manos.
Entonces la llevaré a mi corazón, a mi alma, a mi espíritu, a mi personalidad, a mi estado de padre.
Quiero vivir la maternidad, la verdadera maternidad espiritual.
Y en ella pondré en cada pensamiento la fuerza de Él, que es mi Maestro, y por medio de Él iré a ese Jerusalén, y ya no habrá ningún gallo que cante por mí, porque estaré preparado para poder acoger todo para Su vida, para la bondad, la justicia y la animación, la personalidad de Él.
Mi sangre no tiene relevancia en la tierra, pero sí para Sus creaciones”.
“Vamos, créame”, dice entonces el ser humano que entra en la primera esfera, “lo amo”.
¿Lo ven?
A Gerhard el cochero se le convenció de la vida detrás del ataúd.
Y el maestro dijo: “Tengo que dar la vuelta a todo lo que hay en ti.
Lo que tienes carece de importancia.
Todo lo que has edificado carece de importancia.
Porque también se da la realidad espiritual, y ahora vamos a edificarla, vamos a darle luz, hermanito.
Vamos a darle vida, animación, paternidad y maternidad.
Soy amigo de usted, soy su hermano.
Pero no se acerquen a mí con dureza, con demolición y destrucción y el no querer porque entonces no llegaré a tener contacto con el que está allí y siempre lo estará.
Tengo que dejarlo al revés, solo entonces pondré mis fundamentos espirituales, divinos, universales, y luego ustedes dirán: “Ojalá me hubiera matado a palos, podría haberme fustigado, maestro”.
Pero Gerhard ¿qué hizo?
Buscó la lucha.
Aceptó la lucha para él mismo y descendió en esa falta de comprensión y recondujo al ser humano a rastras al otro lado, y dijo: “¿Ya va a empezar a pensar con cariño?
¿Está usted preparado, como hombre, para decir a su mujer, a su amor: ‘Quiero pensar con cariño por ti, amor mío’?”.
Cuando André se libera de su balconcito —como dije hace poco— y comienza a hablar Wayti y una estrella me acoge en ella...
Ahora conecto en cinco segundos todas esas páginas, porque la introducción y la palabra vienen directamente de la misma estrella.
Porque esa estrella surgió por medio de la bondad, la armonía y la justicia, de las leyes de densificación divinas que pronto viviremos.
Esa estrella no tiene disarmonía, ni la luna ni el sol ni las nebulosas ni la luz ni las tinieblas.
“Todo, André”, dice Wayti, “allí, todo aquí dentro de nosotros se ha densificado armoniosamente, es decir que se ha materializado, pero yo ahora estoy muriendo”.
Wayti dice: “¿Ves a mi madre? ¿Ves a mi padre?
André, comprendes que todo esto es nuestra familia, ¿no?
La luna —ustedes la llaman “luna”—, pero es mi madre, y el sol es mi padre y yo soy el hijo; un hijo inconsciente.
Formo parte del organismo, sirvo para los riñones, para el corazón y para la circulación de la sangre.
Pero, madre tierra, donde vives tú, eso es la criatura consciente del padre y de la madre.
Y la madre tierra es niña, dará a luz, porque posee la maternidad.
Y ninguna justicia que vives en la tierra, André, podrás vivirla en mí ni en el espacio.
Aquí tenemos que ser uno solo armoniosamente.
El ser humano ha de poner fundamentos, André.
Seguro que no hace falta que te lo aclare, no hace falta que te lo analice, porque tú ya estuviste en el Omnigrado.
Esta noche estuviste en una fuente que nos dio la vida a mí y a ti y a la vida de la madre naturaleza.
Te has visto, como ser humano.
Estuviste detrás del ataúd, con los maestros, has visto las esferas.
¿Viste mi esfera, André?
¿No estoy al servicio tuyo y de la gente?
Finalmente, ese es el primer milagro, la primera hora, la primera alegría para el universo.
Escucha bien ahora lo que digo, lo que el espacio dijo a André...
Y eso no es más que una estrella.
Pero cuando la luna empieza a hablar desde su maternidad, su paternidad...
Si se ponen a escuchar a Júpiter, a Venus, a Saturno, a Urano, los conducirán a la homosexualidad, lo que significa: la vida inconsciente, el servir, porque ellos sirven la respiración para este organismo; y para el astrólogo son sentimientos e inconsciencia heréticos, porque “eso es imposible”.
“André”, dice el espacio a su vida, “más adelante tendrás la razón, porque vives la realidad.
Soy yo quien te habla.
Pero primero deja que el ser humano comience con la falsedad, es decir: deja que el ser humano, la madre, el padre en la tierra, comience a anhelar que se les conceda saber lo que se convirtió en verdad divina; por medio de nosotros.
Y entonces ya no habrá condena, André.
Ni Juicio Final.

Vamos, atraviesa ahora la iglesia, atraviesa Oriente, sal de un templo para entrar en otro, solo hay una verdad que los recibe y a la que te acercarás y es: el ser humano es padre y madre.
Si uno es creador, o sea, hombre, más adelante tendrá que descender en lo maternal, porque Dios es padre y madre.
Usted alumbrará hijos, porque el alma vive en ambos organismos.
Existe la reencarnación, el renacer, porque usted tiene que alejarse de esa tierra, tiene que vencerla.
Corporalmente recibirá las leyes y la posibilidad de la madre tierra, entonces usted será...”, dice Wayti a André.
“Todo eso lo sabe usted, pero me siento gloriosamente consciente, ahora que el ser humano llega al universo desde la tierra, ahora que un ser humano se ha despertado con sintonización cósmica.
No dejes que te engañen, André: esta noche lo viste en la Omnifuente, pero allí todavía no había ni un solo ser humano material consciente.
Porque este tiempo es despertar universal con sintonización macrocósmica.
Tú eres el instrumento y el maestro de la Universidad de Cristo, porque los maestros solo pueden servirlo a Él, para la verdad, para la benevolencia, para la justicia y el amor”.
Y entonces André se ve ante Sócrates, Platón, la sabiduría de la tierra como universidad, ante todas las facultades espirituales, ante el astrónomo que posee esto, que no quiere vivir este ser uno, porque su vida está fundamentada hasta aquí; pero que no puede hablar con ninguna estrella como Wayti, que pueda aclararle la verdad, la ley, el espacio, la Omnifuente, pues no está abierto a eso.
“Cuando vuelvas, más adelante”, dice Wayti, “y me sientas, cuando a una hermana mía en mi grado...
Mira allí, André, allí va una hermana mía”, y André ve una estrella fugaz.
“¿Saben ellos lo que eso significa, André?”.
“No.
Sí, llega una estrella que se precipita al vacío”.
“¿Es eso precipitarse al vacío?
Hace la transición.
Ha completado su ciclo con sintonización universal.
Muere aquí, pero su luz sale, André, en el cuarto grado cósmico, porque atraviesa su muerte hacia la vida eterna con sintonización macrocósmica”.
Y cuando el ser humano se precipita al vacío, se va, es entonces la muerte, cuando el ser humano cae en la calle, en su cama y se le da a vivir la muerte, entonces también tienen que poder decir: “Voy al cuarto mundo dimensional y conciencia”.
Pero si ustedes siguen todavía estando en esa condena, si aún siguen pegando, pateando y maldiciendo al ser humano, mintiendo, estafando y engañando y dicen: “Pero entonces quiero ver que me lo demuestren”, entonces no podrán vivir ese vuelo por el espacio, porque no existe el deseo de inclinarse.
¿No es sencillo, madres?
Cuando André vuelve a la tierra, dice: “Wayti, va a ocurrir algo, tengo que irme, pero más adelante volveré a tu vida y entonces volveremos a ser uno solo, me infundirás alma”.
Entonces se abre una puerta allí, en ese mismo balcón, y llega un ser que dice: “Oye, tú, mejor entra, te estás mojando en la lluvia”.
André está allí, empapado.
Y es que lo dije en esa conferencia anterior, cuando empezó, que estaba sentado en el balcón, ahora hemos vuelto a él.
Otra vez le caen a usted las gotas encima, la lluvia.
Él dice: “¿Está lloviendo?
Efectivamente, está lloviendo”.
Ella estaba en la parte de enfrente y él, en la de atrás.
Él vivía el ser uno con Wayti, empezaba a pensar, empezaba a comentar y vivir todo lo que les cuento ahora, con las estrellas del espacio, con el sol, la luna y la luz, y no sentía la lluvia.
Pero el maestro Alcar llegó a él y dijo: “Continúa así, André”.
“¿Lo hice bien, maestro?”.
“Claro”, dice el maestro Alcar, “basta con que mires el rostro del maestro Zelanus.
Fue hermoso, fue milagroso.
Te habías dividido conscientemente, pero diste a tu organismo fuerza de pensamientos, el sentimiento para experimentar este ser uno”.
Y entonces André todavía dice: “Adiós, Wayti, Wayti, Wayti...”.
Y cuando entra entonces y la vienesa pregunta: “¿Quién es Wayti?”, y entonces él puede decir: “¿Qué? ¿Qué dices?
¿Wayti?
¿Eso dije?”.
Otro error más, que ya les materialicé y traje a la revelación la vez pasada.
No dejen jamás que sus pensamientos interiores lleguen a la materialización para las palabras, o tendrán que saber que dicen cosas reales y que tienen la verdad en su posesión, o pondrán demencia y locura al lado de los fundamentos, y tarde o temprano darán un traspiés y caerán, a una gran, gran profundidad.
Todavía no tienen nada.
Y cuando entonces continúan todavía más, otra cosa estará abierta para ustedes, porque ustedes se disolverán.
Y ustedes no se disolverán, o sea, jamás olvidarán su tarea de aquí, están en el suelo y se quedan en la tierra.
Su vida interior llega al “estado alado”.
¿No es verdad?
Ustedes son conscientes ahora, han aprendido a pensar y a sentir.
Y ya hablan de la cosmología, del origen de las estrellas y los planetas del otro lado, pero siguen siendo hijos de la madre tierra.
¿No es verdad?
Y entonces André puede decir: “Wayti, ¿dije Wayti? Y ¿no estaba haciendo el payaso?”.
“No”, dice ella, “¿por qué?”.
“Lo hice bien en mi inconsciente.
No sabía lo que hacía.
¿No te he pegado? ¿Ni te pateé?
¿No fui descarado?”.
“No, ¿por qué?”.
“Entonces ya estoy activo en mi subconsciente”, dice André, y le devuelve al Wayti del espacio: “en mi subconsciente, allí estoy poniendo fundamentos para el bien, el ser uno armonioso contigo, criatura mía”.
Porque Wayti es el alma de Su alma, la vida de Su vida, el espíritu de Su espíritu.
La paternidad y la maternidad, no, en ellas Wayti no es consciente, porque forma parte del organismo macrocósmico.
“Esta es mi madre”, dice Wayti, “pero ella rellena ese espacio, porque yo no soy más que una estrella”, dice Wayti, “y tengo la paternidad luminosa.
Pero para mí, el proceso de alumbramiento tiene conciencia divina.
Ya no puedo cometer errores, ya no puedo hacer cosas malas.
Así que sirvo, André, como una flor, como un árbol, como sirvieron las aguas para los seres humanos en la tierra.
Pero soy justicia, soy armonía, nunca jamás he podido materializar un solo pensamiento equivocado para mi vida —tampoco ninguno de mis hermanas y hermanos— para el espacio, me mantuve con pureza divina.
Pero yo y toda esta vida te servimos a ti y a la humanidad, el hijo que recibió la luz por medio de la madre tierra.
Empieza a comparar esto ahora con lo que los dictadores piensan que deben traer a la tierra.
Ahora ponte a meditar”.
“Nos prepararemos”, dice André, “Wayti, para el siguiente paso.
El maestro Zelanus está casi listo, más adelante —esa es la introducción— va a empezar conmigo para prepararse para el siguiente viaje: la cosmología para el universo”.
El nacimiento de soles y planetas que fueron creados para que el ser humano venciera este universo, para que el ser humano volviera al Omnigrado para representar allí su deidad.
Y ahora otra cosa para hoy.
Ya no me hace falta leerlo, porque se lo leí sin más en voz alta.
Ahora algo más para hoy, para mañana, para el tiempo que estén solos: conviertan todo lo que vivan en la sociedad en luz, en amor y armonía.
También si los seres humanos no quieren comprenderles, seguirán siendo luz, armoniosos, amorosos, seguirán siendo chispas de Dios.
No se deslomen nunca con el ser humano que dice: “Eso no lo acepto”.
Porque puedo asegurarles, y ahora están convencidos de ello: nuestra palabra es ahora ley, hemos vivido esas leyes.
Hemos atravesado el suicidio, los mundos tenebrosos hacia la luz, estamos ahora listos —gracias a Dios— para materializar la palabra espiritual, astral.
Así que pueden aceptarlo.
Empiecen ahora a pensar espiritualmente.
Pregunten quiénes son, qué hacen.
Les aseguro, hermanas y hermanos míos: si de verdad empiezan a aprender a pensar, si quieren poner esos fundamentos por medio de su pensar y teniendo los libros —a fin de cuentas, ustedes son discípulos de la Universidad de Cristo—, en un solo año, alcanzarán más a lo largo de un año que escuchándome, durante miles y miles de horas.
Si empiezan, pues, en este momento con un nuevo fundamento: quiero ser armonioso, quiero llegar a estar en armonía con todo, con el espacio, pero primero aquí en la sociedad, entonces ya son genios en el espíritu.
Hombres, sean cariñosos con sus mujeres, con la madre de sus hijos, pero, madres, no detengan la evolución del creador —porque él tiene que serlo, y tal vez en el caso de ustedes es al revés—, no la detengan si pueden constatar que él y que ellos ponen fundamentos para el ser uno y el despertar espiritual, e irán directamente al Gólgota, donde vivirán sus primeras orquídeas.
¿Se me ha concedido darles algo esta mañana?
Les doy las gracias por su atención benévola.
Les agradezco sus sentimientos.
Que despierte en su interior el otro lado, la vida de los sentimientos espiritual, benevolente, o sea, la fuerza que por medio de la voluntad llega a la dilatación y a la materialización para todo, para su personalidad entera, para su continuación eterna.
Esta es la petición de Wayti para el espacio, es la petición del Mesías, de los maestros del otro lado, pero es la petición que una y otra vez surge a borbotones hasta ustedes y que vive en su interior, la petición de su chispa divina, su deidad que está suplicando, que dice siempre y eternamente: recondúzcanse a ustedes mismos y recondúzcanme a mí hasta la luz divina.
Déjennos ser padres y madres y dejen que nos reencarnemos para el bien, hermanas y hermanos míos, ante toda esta sociedad y ante los espacios, ante el otro lado y ante los maestros de la luz.
Gracias.
Gracias.