El ser humano y su Dios

Buenos días, hermanas y hermanos míos:
Esta mañana comenzaremos —primero les doy las gracias por el jardín vital— con ‘El ser humano y su Dios’.
Esta mañana la quiero ocupar con la introducción a las siguientes conferencias: ‘El ser humano y Cristo’, ‘El ser humano y su despertar’, ‘El ser humano y su evolución’, ‘El ser humano y su vida armoniosa en relación con el otro lado’, ‘El ser humano y su amor’ y, finalmente, ‘El ser humano y el otro lado’.
Hemos vivido que Dios —porque de eso se trata— ha creado el macrocosmos para el ser humano.
Ha densificado las estrellas, los planetas y los soles, los espacios, solo para espiritualizarse y materializarse a sí mismo.
Les he contado y les he podido aclarar, y pueden aceptarlo: el ser humano es una divinidad.
Para Dios, para la Omnifuente, la Omnivida, la Omnialma, el Omniespíritu, el Omniplasma, la Omnipaternidad y la Omnimaternidad el ser humano es una divinidad.
Todo lo que vive, todas las flores, todos los animales, todas las plantas, todos los espacios son destellos de Su personalidad.
Eso lo saben, lo han aprendido.
Les hemos aportado los libros, les hemos ofrecido unas setecientas u ochocientas conferencias.
Ahora podríamos preguntar: ustedes lo saben, podemos parar, tienen ustedes la conciencia, están listos, están preparados.
Y todavía estamos ante la poderosa pregunta: ¿cómo podemos merecernos esa luz, ese amor, esa vida, esa personalidad, esa alma, ese espíritu?
Tienen que merecerse la divinidad que hay en ustedes.
Les he contado que los sistemas filosóficos de Sócrates y Platón, pero sobre todo el de Sócrates, fueron edificados fundamentalmente por la universidad aquí en la tierra.
Pero el psicólogo no se conoce a sí mismo, no conoce a Cristo, no conoce a Dios.
Conócete a ti mismo.
Los maestros me encargaron conectarlos a ustedes con el pensamiento y sentimiento, con su sociedad, por medio de la cosmología, si quieren empezar finalmente con aquello del otro lado, con esa armonía, esa justicia, el amor por el otro lado, por los espacios.
Tienen que saber ahora cómo los actos los sitúan ante la desintegración.
Tienen que intentar —y eso serán los análisis—, tienen que intentar, pues, que se revelen la sustancia más etérea, el último fundamento, como si dijéramos: las leyes.
Tienen que empezar ahora —y eso se lo tendré que explicar— a materializar los pensamientos, en primer lugar para su sociedad, para sus artes y ciencias, para todo lo que hacen en este mundo, y solo después espiritualizarlos.
Ahora estamos ante miles y millones de leyes disarmónicas.
Ahora salimos de esa justicia, esa armonía, ese amor, esa paternidad y maternidad, esa luz, hacia la sociedad y llegamos a estar ante la desintegración.
Ahora tenemos que dar un paseo por la vida y entonces estaremos ante los destellos de Su personalidad, la divinidad en esta sociedad.
Cada divinidad tiene ahora otro significado.
Cada almita está maldiciéndose, aniquilándose, desintegrándose, o edificándose.
El caos ante el que estamos ahora es tan aterradoramente triste e inconsciente que nos preguntamos: “En realidad, ¿por dónde he de empezar?”.
“Por el ser humano y su Dios”.
En primer lugar de todos conocen ahora el Dios que empezó Su dilatación de forma inmaculada, pura.
Se lo he explicado, y pueden aceptarlo: en el espacio todo está acabado de forma completamente armoniosa.
Allí no se pueden vivir trastornos.
Lo que aquí son la noche y los truenos para ustedes, para este espacio, son para Dios y Su personalidad Sus leyes elementales, materia armoniosa, partes y partículas de este gigantesco cuerpo macrocósmico.
Con eso están conectados las estrellas y los planetas y, naturalmente, lógicamente, llegamos a estar entonces ante los libros ‘El origen del universo’ —¿verdad?—, ya los leyeron.
Pero ahora, ¿cómo hemos de merecernos ese universo?
También se me concedió explicarles en cierta medida que son ustedes unos afortunados por ya estar aquí en esta sala.
Ya han ocupado su lugar para su desarrollo y evolución divinos.
Quien haya sido tocado una vez por sintonizarse con Dios, con Cristo —¿verdad?; eso, pues, son las conferencias—, con el universo, con los infiernos, con los cielos, con los maestros, pero sobre todo con el Gólgota, con Getsemaní, con Pilato —la de cosas que hemos vivido juntos...—, esa persona ya tiene una gracia.
Si ustedes...
Y en primer lugar de todos, el maestro Alcar, el maestro Cesarino, les mostraron los libros para los infiernos y los cielos.
Si desciendo en eso, sabrán que cuando el ser humano se quiere olvidar a sí mismo, cuando gruñe, cuando dice groserías, cuando da patadas y golpes y quiere ver y aceptar injusticias para poder enriquecerse, se sintonizará —y eso lo aprenderán, pues, por medio de los libros, y ahora, por medio de los análisis— con esas esferas tenebrosas, que ahora no son otra cosa que inconsciencia.
Es inconsciente: ¿para qué? ¿Para quién?
A ver, vayan a la Biblia, a su párroco, a la iglesia católica, al protestantismo.
Hemos hablado de eso.
¿Qué tienen, pues, esas sectas de Cristo, del verdadero Cristo, del verdadero Dios, de la verdadera paternidad y maternidad?
Pueden volver a escuchar esos rollos (cintas de audio).
¿Qué tiene el cura?
¿Qué tiene la monjita?
¿Qué tiene el ser humano que camina al margen de la creación?
Lo que podemos vivir ahora en este siglo y lo que podemos alcanzar y podemos aportar es la Omnisapiencia de Cristo, de Dios.
Y eso será, pues, lo que despierte —‘El ser humano y su despertar’—, eso tendrá que despertar dentro de ustedes mismos.
Eso tiene que despertar debajo de su corazón.
No tenemos ningún sermón, no tenemos cuentos, regresamos a la tierra desde el macrocosmos.
Porque todas esas leyes, esos poderosos espacios, esas dilataciones, esa luz, esa vida, ese amor, esa paternidad y maternidad, eso vive en una sola célula, en el ser humano, en el animal, en la flor, en la planta.
Están recogidos todos los rasgos divinos en todo lo que vive, de forma conscientemente preparada e inmaculada, oculta, ¿no?
No, el ser humano es abierto.
Es uno con Dios.
Es Cristo.
Es sol, es un planeta, es el universo que se está dilatando.
Les he explicado que el mundo animal recibirá las grandes alas.
La posesión más elevada para la vida animal en las aguas y sobre la tierra es finalmente poseer las Grandes Alas.
Las “Great Wings”, así las llaman en Inglaterra y en Estados Unidos.
Pero los sentimientos... pueden recurrir a las lenguas del mundo, pueden hablar todo lo que quieran, pero ese conocimiento —ya les quedará claro en breve— no pinta nada, porque los sentimientos siguen siendo sentimientos.
Y en eso la Omnifuente fue justa, en eso la Omnialma se ha puesto a crear y a edificar de forma consciente, viva, para dar a luz, para representarse a sí misma.
Y ahora el ser humano lo único que tiene que hacer es aceptar que es una divinidad, que es la Omnifuente, que tiene que representar la Omnivida, que se convertirá en Omnialma, Omniespíritu, Omnipersonalidad, como luz.
¿Cuándo?
Sí, cuando ustedes, como seres humanos, lleven los sistemas interior y exteriormente a ese despertar.
Pero ahora díganme: ¿quiénes son ustedes?
Who are you?
Adelante, expliquen, a mí, a los maestros, a Cristo, quiénes son.
He podido contarles más de una vez y se me ha concedido aclararles, y es algo muy sencillo, porque ahora ponemos nuestra propia vida en primera línea: ¿cómo se merecen ustedes ahora a sí mismos?
Les golpean y patean —¿verdad?—, tienen dolor y pena.
Tienen enfermedades.
Padecen demencia y locura.
Son ustedes medio psicopáticos, inconscientes o del todo psicopáticos.
Si observan el caos en el mundo, dirán: “Ojalá pudiera morirme”.
Pero no se mueren.
También se quedan caminando detrás del ataúd con su desintegración psicopática —ni siquiera son capaces de eso, porque allí no tienen la posesión para poder mantenerse en pie— porque no son justos en sus pensamientos y sentimientos, en nada.
No les estoy hablando a ustedes.
Estoy hablando a su sociedad, a la sociedad inconsciente.
Ya no parto de que ustedes sean psicopáticos, de lo contrario me iría.
Así la vida en la naturaleza escuchará y sentirá mejor.
Hay una serpiente que viene subiendo y que dilata la mandíbula, los sentimientos, y que me mira a los ojos y escucha.
“Bueno”, dice este animal, “más adelante quizá sea yo diferente.
Por mucho que me tachen de violencia silbante, cuando contemplo al ser humano este es silbante en esa sociedad, de día, a cada hora, a cada segundo”.
Cuando empezamos a comparar la vida con la madre naturaleza y empezamos a aceptar el animal en el ser humano —y eso nadie lo quiere, no es lo habitual— entonces sentirán que estamos ante ese profundo caos.
No hay una caída.
Ojalá existiera esa caída.
Pero ni siquiera la hay.
No han podido vivir todavía esa caída, ese ir y venir, porque el ser humano está muerto, está muerto en vida.
No quiere caer, no quiere volar, no quiere evolución, no quiere que se le infunda alma.
Va por su propio camino.
Como si nada.
¿Atacar?
Ay, no, a eso no está abierto el ser humano; imagínense: para mí ya no quedará nada.
Y entonces ¿qué? ¿Qué tendré que hacer entonces?
Hemos aprendido que cuando lleguen detrás del ataúd y tienen que vivir y aceptar la vida, entonces ya no habrá nada que aún los pueda proteger.
Esa protección la llevan ustedes dentro.
Y Dios observa, el Dios de todo lo que vive contempla, Cristo mira.
Cristo mira con Sus maestros desde el Omnigrado y en la tierra directamente dentro de su sociedad, y hacia ella, hacia el corazón de ustedes, sus sentimientos, sus pensamientos.
Les he dicho, y se lo puedo repetir mil veces: si quieren hablar con Él, demuestren quiénes son.
Si quieren verlo, si quieren sanar, demuestren entonces que son capaces de llamarlo.
Pero los sentimientos de ustedes, sus pensamientos no se elevan más allá de los techos de sus salas de estar.
Aún falta que se les infunda alma, no tienen sociedad, porque carecen de realidad.
No pueden dar ni un paso en la divina infinitud, todavía hay inconsciencia, no hay vida, no hay sentimiento, no hay justicia, no hay armonía.
¿Qué hacen ustedes?
¿Qué hacen ahora?
¿Cómo quieren vivir a Dios y a Cristo?
¿Cómo quieren llevar al Cristo en ustedes —se lo he dicho— hasta la dilatación, hasta la paternidad y maternidad, hasta ese amor imponente?
Son ustedes seres humanos de un solo color, son personas de un solo grado.
Sí, sí, ya les gustaría.
Unos tienen más sentimiento que los otros.
El ser humano vive en la jungla, sigue teniendo la inconsciencia animal.
Pero la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) conoce a Cristo, la raza blanca conoce a Dios. Ahora: a ponerse a rezar.
Les he aclarado la oración y se me concedió analizarla.
No para quitársela, porque ni siquiera son capaces de rezar.
Se lo tengo que demostrar.
Tranquilos, que no les voy a pegar, no les haré nada, pero les demostraré que todavía tendrán que aprender a andar espiritualmente.
Tendrán que vivir su primer paso de modo consciente si no quieren irse hundiendo en el plasma espacial detrás del ataúd.
Porque si son verdaderos, tendrán fundamento, entonces la materia bajo sus pies se irá densificando.
Ahora la pregunta es: soy un ser humano, soy una divinidad, pero ¿quién es Dios?
¿Entienden?
Esa flor de allí, los colores, representan el reino de colores de Dios para los espacios, para todo.
Cada rasgo de carácter va adquiriendo un colorcito.
Van Dyck, Tiziano, Rembrandt, Mozart, Beethoven y Bach y todos los grandes —se lo he repetido y relatado mil veces— no fueron tan ciegos como para solo dar color y forma a sus composiciones.
Dieron maternidad y paternidad al sonido, a la voz humana.
El sentimiento reza y canta y habla y se dilata.
Ya lo habrán comprendido: estamos ante millones de rasgos de carácter, ante millones de posibilidades que posee el hombre y que ahora representan Sus espacios, y que se pueden captar todos.
En el fondo tienen ese espacio en sus manos.
Aquí se encuentra el macrocosmos como maternidad, y a la derecha viven ustedes la paternidad.
Y el ser humano se encuentra impotente y no sabe por dónde empezar.
Puedo explicarles el cosmos, podemos ser uno con la luna, con la madre luna, podemos hablar con su vida, podemos invocar al Wayti.
Pero si ustedes no ponen fundamentos, jamás se adentrarán allí, jamás vivirán esa unidad.
Pero la sociedad, el ser humano sigue pidiendo.
Dios es alguien que es terrible; todavía hay millones de personas que rezan y suplican: ¿cómo eres capaz de hacer esto? ¿Cómo te puede parecer bien aquello?
¿No es así?
De modo que el ser humano no conoce a su Dios, si ustedes no quieren ni pueden aceptar que son Dios, y que ese hombre de la barba hay que eliminarlo de la Biblia.
Pero que la vida es Dios, eso es algo que la ciencia, el teólogo, la iglesia católica aún tienen que vivir y, al final, aún tienen que empezar con eso —ya comprenderán ustedes lo adelantados que están respecto a esas sectas—, solo entonces vivirá el sagrado Omnipadre divino, inmaculado, consciente.
Pero entonces estaremos ante la Omnifuente de la que nació también Él, como padre, como madre.
Y resulta que Dios ha creado la demencia.
Hay millones de psicópatas que viven en su mundo, en su sociedad.
Siguen caminando, van dando vueltas, alguna relevancia tienen por aquí y por allá.
Se dedican a las artes y a las ciencias.
Eso ya lo saben ustedes.
Ahora vamos a tomar entre manos la sociedad en relación y comparación con todos esos millones de leyes que nos rodean.
Vamos a ver lo que tiene que contarnos la justicia —ya lo saben—, pero en el estado de ustedes mismos, para sus propias vidas.
Da igual lo que sean ustedes y lo que vayan a hacer, qué ley, qué arte representen: esto es todo.
Lo que vive en ustedes es todo.
Ahora vamos a comprender que los idiomas ya no significan nada.
Aunque sean médicos, aunque sean jueces, aunque sean monstruos del arte.
Mozart, Beethoven, Tiziano, Leonardo da Vinci y los demás han tenido que inclinar todos la cabeza.
Porque dijeron: “Pues, sí, ¿qué es lo que he aportado allí?
Es poderoso, es hermoso, es increíblemente bello, pero, en realidad, ¿cómo soy yo mismo?”.
Tengo que decir ante ustedes que las artes y las ciencias en el fondo no significan nada con respecto a la divinidad de ustedes.
No es necesario que miren a un gran genio, porque el sentimiento lo es todo.
Todos esos genios, los tomaremos todos, uno por uno, entre manos, y entonces podrán ver lo que hace el ser humano, lo que es, lo que prepara para Dios.
Pues ahora vayan mejor a su universidad, no, quédense con ustedes mismos, en su propio ambiente familiar y doméstico.
¿Cómo es su mujer?
¿Cómo es su marido?
Pues, sí.
¿De verdad que están unidos?
¿De verdad que se aman?
¿Se despiertan a cada segundo de cara al otro lado?
Deberían mirar un momento, deberían escuchar un momento cuántas palabras les salen de la boca que tienen sintonización directa con las esferas tenebrosas, con los infiernos, con lo inconsciente, con la inconsciencia.
Ladran ustedes, gritan, son capaces de cualquier cosa, enseguida responden a lo equivocado, allí en el espacio, para la sociedad, en el ser humano, entonces ya serán parte de las tinieblas.
No ven que se construya nada.
Les he preguntado y dicho más de una vez —qué curioso—: ¿cómo quieren edificar una esfera?
¿Cómo quieren poseer un templo en el otro lado, detrás del ataúd?
¿Cómo van a tener sus “alas” capacidad de sustentación para cargar a su alma gemela a través de ese espacio?
La posesión del hombre es la increíble creación; el imponente cargar, dilatar es para la madre.
Porque el honor que poseeremos entonces en el otro lado y para el espacio: poder cargar nuestra alma, nuestros sentimientos, nuestra maternidad, poder protegerla por medio de nuestras “alas”, y entonces disfrutar de la unión del sol y la luna, de la paternidad y maternidad con sintonización universal.
Siempre vuelvo a referirme a ese espacio, para ofrecerles una comparación, una imagen, de lo poderoso que es todo.
Y aún así vive, está presente en ese pequeño ser humano, tan pequeño.
Piensan, sienten.
He hablado, he construido imágenes.
¿De qué les sirve a ustedes?
¿Qué han aprendido de ello?
André escucha todos los días.
Nosotros escuchamos y miramos cada segundo.
Muchas veces decimos...
André me dice: “Pero, santo cielo, ¿en qué se va a meter ahora?
¿Todavía no le basta todo lo que ha hablado?
Esa gente, ¿todavía no está lista para poder comenzar con ella misma?
¿Todavía no se ha despertado la divinidad?
¿Todavía no se conoce el ser humano a través de todos esos libros: ‘Una mirada en el más allá’, ‘Aquellos que volvieron de la muerte’, ‘Las enfermedades del alma contempladas desde el otro lado’, ‘El ciclo del alma’, ‘Entre la vida y el alma’, ‘Los pueblos de la tierra’, ‘Las máscaras y los seres humanos’?
¿Qué más hemos de aportar?
¿Qué quieren ustedes?”.
Entonces yo digo: “Vaya, que no estoy hablando a la masa.
No hablo a la humanidad.
Hablo y pienso para mí mismo”.
Una vez les pude decir: su gratitud no me interesa.
Agradezco sus sentimientos, y me alegran.
Claro, esos jardincitos vitales, esas celulitas, ese reino de colores forma parte de ello.
Pero todo lo hago para mí mismo.
Quiero hacer despertar al Cristo que llevo dentro.
Quiero darle conciencia a la divinidad en mí.
Todo lo captamos.
Así es como lo hacemos, hacemos comparaciones: eso es algo que no puedo hacer, no podemos hacerlo.
Eso André también lo hace.
A mí mejor que me den amor, para vivirlo.
Inmediatamente, descendemos por completo en el amor si este habla, si tiene sentimientos.
Eso en primer lugar de todos es algo que tienen que edificar para ustedes mismos: “Estoy en ello, quiero empezar”, y entonces se dilatará su voluntad.
Luego descenderé profundamente en sus corazones y quizá entonces lo deje todo hecho añicos.
Les haré sensibles, llorarán, quizá tiemblen.
Se preguntarán: “Claro, ese amor es que nunca lo recibiré”.
Y entonces podré volver a acogerlos y decir: sí, si aman de verdad, entonces Cristo no estará al lado de ustedes, ni siquiera será necesario que le hablen, sino que Él vivirá en sus corazones, “in your heart”, en sus almas, en sus espíritus.
No en su alma, porque esta es Cristo, lo posee todo, es luz, es vida, es un planeta, es una flor, es un animal, es agua, es noche, es luz.
Esa alma de ustedes tiene dilatación.
Esa alma como chispa, como parte de esa Omnimadre, es madre.
Y ¿por qué no la son ustedes?
Si quieren ser madres, les enseñaré a acoger ese despertar.
En primer lugar, el hombre, el creador, tiene que ser madre si quiere poder dar a luz.
André es madre.
Si queremos vivir arte, háganse entonces madres.
Inclínense para aquello que hagan, que vayan a edificar, que vayan a vivir.
Eso va a ser luz, va a ser amor.
Es justicia.
Es armonía, eso es.
Es Cristo.
Al final, algún día despertará la divinidad y entonces el ser humano, el carácter, ese pequeño rasgo del carácter, nuestras acciones, nuestros actos y nuestras palabras irradiarán ese reino de colores.
Los pensamientos, las palabras, los actos se harán etéreos.
Se harán ustedes benignos.
Se harán corteses.
Se harán justos.
Ya no participarán dando tiros en el espacio.
Cargarán la vida.
Siempre serán benevolentes.
Siempre estarán listos.
Nunca pensarán mal, porque eso no lo tolerará la primera esfera.
Con que solo alberguen ustedes un poco de maldad y en sus actos de su vida social, para su marido, su mujer, sus hijos, para el lechero, para el panadero —¿verdad?—, eso ya genera tinieblas.
Ya entonces eso vuelve a deshacer el fundamento colocado.
Y entonces volverán a hundirse en esa ciénaga que ya describí aquí en el pasado: desde el Gólgota hacia las esferas de luz.
Y entonces hay tantos que vivirán el ataúd y que digan: “¿Dónde estamos?
Cielos, me he quedado solo”.
¿Cómo puede quedarse sola una divinidad?
En primer lugar de todos, hermanas y hermanos míos, ahora tienen que vivir y aceptar que Dios no ha creado la demencia, eso lo han hecho ustedes mismos.
Dios no creó la psicopatía, eso lo han hecho ustedes mismos.
Dios no creó las enfermedades ni el cáncer ni la tuberculosis, eso lo han hecho ustedes mismos.
Es algo que nosotros mismos hemos empezado.
Así que puedo hablar hasta allí con ustedes, ustedes han leído esos libros.
Hemos empezado con esa desintegración humana, natural, en la jungla.
El séptimo grado se dividió con el cuarto, el primero con el quinto, el cuarto con el sexto; y entonces hemos empezado con la endogamia, la endogamia humana.
Ahora la sociedad está... ahora hay millones de personas que tienen que vivir que se les derribe contra el suelo, y entonces lo único que hacen es rezar a Dios —que venga el Dios de allí arriba—: “Dame salud”, dame esto y dame lo otro.
¿Ven? La oración.
¿Qué tienen que hacer ahora para hacer sus acciones tan etéreas que sus actos se conviertan en oración?
¿Ven? El truco es ese.
Ahora se trata de que unos seres humanos tienen qué comer y otros no.
Allí unos disponen de fortunas, aquí se padece pobreza.
Unos seres humanos viven en castillos, otros no tienen ni vivienda.
¿Es por Dios?
Es por ustedes mismos.
Su voluntad está dormida.
En primer lugar estamos ahora —y no podemos pasar por alto estas imágenes, estos poderosos fundamentos—, estamos ahora, claro, ante la impotencia.
El ser humano en la selva no se puede poner a jugar a ser Beethoven.
Al ser humano en la selva no se le necesita para ocupar un sitio aquí entre ustedes y ponerse a hacer de juez.
El ser humano en la jungla no es capaz de representar a la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Eso es algo que tienen que ganarse ese ser humano de la selva y todos los grados, y también entre ustedes; se lo tienen que merecer.
Merecérselo.
Tienen que erigirlo, su voluntad se tiene que ver reforzada.
Solo tienen que pensar: “¿Cómo consigo comer y beber de forma inmaculada, clara, pura?
Y ahora tengo que intentar ayudarles desde esa sociedad —eso van a ser las conferencias de este invierno—, para ir caminando con ustedes, sentarme con ustedes en la mesa.
Tengo que despertar en ustedes una dilatación intelectual, espiritual.
Tengo que sentarme a comer con ustedes.
Juntos partiremos el pan.
Diremos algo, hablaremos de algo.
Y de todo extraeremos la luz, la vida.
De todo, también por medio de su comida, extraeremos la gratitud, la justicia, el servir.
¿Qué hacen ustedes?
“Estoy tan cansado...
Ay, cuánto he trabajado”.
¿Por qué?
Vamos a hacer preguntas.
¿Por qué?
Vamos a delimitar la fuente esencial para la realidad, la realidad de cara a Cristo, a su divinidad, al otro lado.
Haremos que despierte cada rasgo de carácter, que se le infunda alma.
Daremos a cada pequeño rasgo de carácter una personalidad espacial.
Conviértanse en paternidad y maternidad.
¿Entienden?
¿Qué hacen?
¿Quiénes son?
¿Cómo hablan?
¿Cómo piensan?
¿Cómo es su deseo?
A Dios no se le puede vivir como ser humano.
Claro, al final, es así, naturalmente.
Pero el ser humano lo ve allí a Él, en el macrocosmos, sentado en la mesa, con los apóstoles a su alrededor, por unos instantes, al lado de Él: Cristo, obviamente.
¿Se come allí todavía?
¿Cómo es Dios en los cielos?
¿Qué tienen que contar Pedro, Juan, Andrés? ¿Qué tienen que contar ahora todavía los demás, María y José y todos los grandes de la Biblia, ahora que de todas formas han llegado al reino de los cielos?
¿Dónde viven?
¿Cómo empezaron dando forma para ellos mismos a su dilatación, a su voluntad?
Se lo he podido aclarar.
No tengan ninguna duda en aceptar que en el otro lado no hay una mesa donde esté sentado un Dios con una hermosa vestidura, con una barba, y que cada mañana toque el timbre para decir: “A ver, ven aquí.
Y ayer, ¿en qué líos te metiste?
¿Cuáles fueron tus pensamientos?”.
Pueden cometer asesinatos y provocar incendios, pueden hacer lo que quieran.
Ese Dios no se mete en nada.
Es que tampoco existe.
Nunca existió.
Eso ustedes lo saben.
El Dios de la Biblia que habló con Moisés no existe.
Porque eso fueron los maestros, fueron los primeros maestros.
Sí.
Llegaron desde el cuarto grado cósmico, el quinto, el sexto y el séptimo; en la séptima esfera se conectaron con aquellos que controlan el destino de la tierra madre y sus hijos, y comenzaron —tal como les relatan ‘Los pueblos de la tierra’, el libro ‘The Revelations’— con la edificación, el primer pensamiento y sentimiento para la masa, para la humanidad.
¿Cómo sigue siendo ahora la humanidad?
Ya comprenderán: llego a la Biblia, a su sociedad.
A través de las artes y las ciencias voy a la sociedad.
Voy a Dios.
Voy a Cristo.
Hemos aprendido y hemos de aceptar que ese macrocosmos es vida simple como ella sola, natural.
Fuimos de planeta en planeta.
Las creaciones tienen miles de millones de siglos.
Jamás hubo un ser humano que se haya llamado a sí mismo Dios y que haya hablado con palabras, materialmente: no existe.
Son ustedes dioses.
La naturaleza es una solo divinidad, es maternidad.
El reino animal, los peces en el agua, el agua, la maternidad, todo empieza a densificarse y a ampliarse, y detrás de eso vemos —eso simplemente lo tienen que vivir y aceptar— la Omnimadre, la Omnifuente.
La Omnifuente, de la que la Omnimadre recibió vida y a partir de la cual comenzó con su vida y dilatación, es alma, es espíritu, es aquella madre que se ha entregado a absolutamente todo, pero que adquirió visibilidad por las leyes existentes: la luna, el sol.
Y así es como hemos tenido que aceptar que en el ser humano se alojan todos esos espacios, como ya dije.
Comenzó a partir de la vida celular, hace millones y millones y millones de años.
Tiene miles de millones de vidas a sus espaldas, se hizo un ser humano que se dilata.
Es ese cuerpo, pues, en el que vive el núcleo como Omnifuente, y desde allí puede seguir el ser humano y vive su unión.
Sus pensamientos, sus sentimientos, su voluntad demostrarán ahora lo que piensa y pretende realizar como ser humano.
Y eso, de regreso a partir de esa inmaculada claridad, de regreso a la sociedad, entonces estamos ante el cáncer, ante la tuberculosis, ante el caos.
Los pueblos no se quieren entender entre ellos.
Ustedes piensan a cada instante: va a haber guerra otra vez, todo se va a ir al garete de todas formas, el ser humano no quiere.
Y esa es la verdad.
Pero el ser humano es inconsciente.
Ahora no he venido solo para su pequeño rasgo de carácter —ya lo ven—, toco todos los libros.
Recorremos todos los libros.
Nos encontramos ante Stalin, con él llegamos al Gólgota.
Estamos ante los pueblos de Israel.
Nos vemos ante Inglaterra, Francia, Estados Unidos.
Todos esos pueblos son pequeños rasgos de carácter, lo que ya consigné en ‘Los pueblos de la tierra’.
Conocen ustedes ahora la mentalidad de cada pueblo.
Les ofrecimos ese libro para darles una imagen espacial de cómo son la tierra y sus criaturas, la humanidad, en este momento.
Y así es como son ahora ustedes.
Lo que observamos en los pueblos vive en el ser humano.
¿Siempre desean ustedes el bien?
¿Siguen confiando siempre en el otro?
¿Aunque haya tinieblas?
¿Aunque reciban una paliza?
¿Aunque se les cuente la verdad?
Entonces el ser humano se asusta.
Así que cuando no hay confianza —ahora ya vamos avanzado—, cuando no hay confianza de que se acojan ustedes unos a otros, de que se rodeen, de que aprendan a través de los demás y que experimenten ese empuje, que lleguen a tener asideros por los demás, que unos seres humanos vivan para los otros —eso, pues, tendrá que ser finalmente para el cosmos y para la humanidad—, entonces no se llegará a edificar nunca nada, no habrá despertar.
La esencia de Dios tiene que conducirse a sí misma a esa revelación a partir de todo.
Y esa fuerza, esa posesión increíble, apenas es imaginable.
Es imposible sentirla, el ser humano ni siquiera lo cree, basta con que escuchen lo que dicen todavía el católico, el protestantismo.
El ser humano busca una divinidad allá, pero es él mismo.
Si un ser humano, si la secta, si la fe no regresa, por tanto, a estos fundamentos, si a la Biblia no se le llega a infundir alma espiritual, si no se le infunde cosmología, entonces la humanidad, la iglesia católica y el protestantismo ya pueden seguir otros cien millones de siglos, que nunca jamás van a desprenderse de este punto muerto.
De modo que quien aún pertenezca a esa iglesia, a esa aceptación, a esa condena, se encuentra en un punto muerto.
Esa vida es espiritualmente inconsciente, no hay quien le pueda hablar a esa vida, entonces uno tiene que quedarse esperando.
Eso también se lo enseñaré.
Así que cuando se encuentren con el ser humano que desea: entréguense.
Porque cuando se entreguen —eso lo aprenderán— habrá dilatación para ustedes, para ustedes mismos.
Porque el ser humano que acoja sus palabras, las palabras verdaderas, el ser humano que predica sus sentimientos, es un fundamento para su vida.
Ese ser humano les aportará ampliación, dilatación.
Cuando tengan ustedes verdad y dejen que el amor se dilate, caerá por su propio peso que el ser humano empezará a amarlos.
Se empezará a tener respeto.
Se empezará a tener unión.
Ese calor se quiere vivir.
Y eso entonces ya no será de los demás, sino de ustedes mismos.
Y por eso es que pude decir hace un instante: “Todo lo hago para mí mismo”.
Lo que hacen ustedes son las perlas en mi jardín vital.
Lo que les hace avanzar; André lo ve a diario, a él ya no le hace falta hacer nada, están ustedes cuidando el jardín vital de él, su espacio.
Y eso fue Cristo para todas las creaciones.
Es la divinidad en ustedes para millones de leyes y grados vitales.
No habrá noche, no habrá entonces psicopatía ni demencia ni enfermedades; solo habrá alegría vital, felicidad vital.
Saben ustedes que son uno con todo.
Entonces no hay quien ponga pega alguna —no, no— si completan y acaban el acto de cara a la fuerza que posee la primera esfera.
Esa primera esfera increíble que no es otra cosa que —como ya les dije— verdad, veracidad, justicia, al final amor en todo, acoger, comprender.
¿Por qué la sociedad, los pueblos siguen sin ser capaces de creer a los demás pueblos?
Ya lo ven: es un grado de vida inconsciente.
Eso requiere tiempo.
Esos pueblos son incapaces de vivir eso.
Al igual que ustedes no oyen a una cantante, que son incapaces de desarrollar semejante voz: aún no la tienen.
Todavía no tienen el sentimiento de poder estudiar.
Tienen que asimilar el sentimiento para las artes y las ciencias.
Y ahora vuelvo a encontrarme ante un poderoso problema, porque en una sola vida no aprenden nada.
No es necesario que se dediquen al arte si carecen del sentimiento, porque para eso requerirán treinta vidas.
Y aun así pueden conseguir tantísimas cosas en una vida —se lo enseñaré, les pondré esa corona sobre la cabeza—, en una sola vida, pero entonces cada pensamiento se encontrará ... entonces cada sentimiento adquirirá... cada fuerza de los sentimientos, todo, adquirirá el cien por cien del espíritu, del carácter y la personalidad para inclinarse, para la justicia, la armonía y el amor.
¿Entienden?
Hacen faltan treinta vidas, o más, para hacerles uno con una flor, con un perro y un gato, con la vida de la madre naturaleza.
Hacen falta cientos de miles de vidas para vencer la luna, para vencer un planeta.
Y ¿qué quieren hacer, pues, si saben que un planeta no es más que una celulita y que carece de importancia para el otro lado?
El otro lado es tan imponente.
Una célula, un pequeño pensamiento, es, por tanto, un espacio, o no es nada.
Un acto se convierte en una primera esfera, segunda esfera, tercera esfera, se convierte en luz.
En comparación con la tierra se convierte en desintegración si no quieren edificar esa luz por medio de sus actos, por medio de su conversación, de su pensamiento, de la armonía, de la justicia, es que así nunca la alcanzarán.
Entonces la criatura creyente, si está con la iglesia católica y el protestantismo, estará en manos más seguras que ustedes, con todas sus leyes metafísicas, que se les explican, que tienen delante.
Entonces el Cristo que albergan no les dirá nada; mejor entonces vivir al asidero en esa cruz muerta; mejor ponerse a rezar por la curación; entonces pertenecerán a ese grado inconsciente y no tendrán más que aceptarlo.
Pero cuando continúen de forma consciente y no hagan caso alguno a esa sociedad...
Porque ahora vamos a pensar: ¿en qué karma vive el ser humano?
La gente junta los centavos para sanar a los enfermos.
Para el cáncer y la tuberculosis hay que hacer todo.
Pero la gente tira el dinero por la ventana, a raudales.
Así que nos ponemos a pensar.
En primer lugar de todos adquieren ustedes ahora conciencia social —porque si no la tienen y sigue siendo un caos...—, dado que son ustedes seres humanos materiales.
La personalidad material primero tiene que despertar si quieren entregar la figura espiritual para el otro lado.
El ser humano y el otro lado.
El ser humano y su vida.
¿Qué hace la sociedad por ustedes?
¿Por esos enfermos?
¿Por esos necesitados?
Claro, pueden decir: sí, ellos hacen esto y lo otro y se lo dan a esos pobres.
Pero dense cuenta entonces de cómo vive esa gente la desintegración, cómo sirve esa gente a la injusticia, eso son, pues, los genios en su sociedad con quienes ni nosotros ni ninguna chispa de Cristo ni ningún pensamiento divino queremos tener que ver nada.
Y ¿por qué no?
Porque eso conduce, irrevocablemente, a la destrucción.
Esa gente roba.
Esa gente les quita a ustedes sus posesiones para edificarlas allí.
Pero, vamos, miren lo que hace ese grado más elevado de todos en su sociedad.
¿Es eso arte?
¿Es eso vivir el sentimiento espiritual para el ser humano material?
¿Participan ustedes en eso?
André vivió todo eso y los maestros miraron desde sus esferas a la tierra.
Veamos su propio pueblo.
Tienen ustedes un lugar entre su propio pueblo.
Se está en ello —así tiene que ser, ay, tiene que ser—, pero se puede hacer de otra manera, y es que hay que hacerlo de otra manera.
Ustedes han visto cómo los pueblos, juntándose, han destruido a un solo enemigo.
Para Dios —ahora volvemos a encontrarnos en un caos— no existe ningún enemigo.
Esos nazis no eran y no son enemigos de Dios, porque en ese nazi, en esas cosas animales, vive el núcleo divino.
Ustedes, entonces, ¿tienen que abrazar ese núcleo animal?
¿Tienen que aceptar ese núcleo y abrazarlo con fuerza?
¿Qué hacemos nosotros?
Eso se lo tengo que enseñar.
Nos vamos.
Ya no queremos tener que ver nada con ese grado inconsciente que no hace otra cosa que pegar tiros, que asesinar y aniquilar la vida.
Hay un solo pensamiento ya sintonizado con eso y yo estoy atado a esa desintegración.
Yo no entro en eso, porque pierdo mi espacio, mi justicia, ya no estoy en armonía, ya no tengo amor, me sintonizo con la desintegración, con el engaño, con el tremendo engaño, el humano.
Porque su sociedad entera, completa, no es más que engaño, ¿cierto o no?
Y ese engaño se eleva a unas alturas tan tremendas que Cristo se da media vuelta y dice: “Ya no quiero tener que ver nada con vuestros líos, con todo eso de rezar, con esas oraciones satánicas.
Al final comenzarán alguna vez con los fundamentos del Gólgota, y entonces ya solo amarán”.
No dejarán condecorarse.
¿Para qué?
No se pondrán coronas en la cabeza.
¿Para quién?
“No hay más que una sola corona y esa soy Yo”, dijo Cristo.
Es algo que puede decir, pero que ni siquiera dice: lo hizo ver por medio de Su vida.
Estuvo un día aquí... una mañana los conecté con Pilato, Él estaba allí y antes y después de eso lo flagelaron, le escupieron y golpearon, como les dije.
¿De verdad que se dieron cuenta ustedes de eso?
Él no dijo nada.
Solo pensaba: de ustedes puedo aprender cómo no hay que hacerlo.
Y dijo a Pedro: “Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces”.
Y entonces Él supo —con total seguridad, ya lo sabía desde hacía mucho, ya les iluminé un poco esas imágenes con Sus apóstoles— que tenía que aceptar al ser humano inconsciente en Pedro y todos los demás.
Pero Él hubiera preferido empezar con esos pocos, en lugar de con la humanidad entera.
En definitiva, visto así es, naturalmente, la realidad para Cristo y la justicia de que Él se diera, por orden divina, de que la humanidad sí tiene la fe.
Estaba, pero ¿quién lo conoció a Él?
¿Quién lo vivió a Él?
¿Quién?
¿Quién de ustedes lo vive ahora a Él en Su verdadera personalidad, en la genuina, en Su amor, en Su justicia?
Entonces ya no les hará falta rezar.
Ya no les hará falta —se lo dije ya, pueden leerlo en los libros— ir a la iglesia ni postrarse: “Y, Padre, dame la fuerza, la sabiduría y el amor”, eso ya lo llevan dentro.
En todos esos años no llegué a la fuente original, esta solo está despertando ahora.
Por eso les quito de encima todas esas miserias materiales, todas esas sabidurías, hasta la mismísima Biblia, y con esa autoridad —no con la de Cristo— se las quito.
Pero en su lugar pongo la personalidad divina como luz, vida y amor, una sagrada paternidad y maternidad, universal.
El Dios en ustedes despertará.
A Cristo no se lo coloco delante de los pies, ni a la izquierda ni a la derecha, sino que lo coloco debajo y dentro de sus corazones.
Cristo les ofreció una nueva circulación sanguínea, impulso, les infundió alma, despertar, amor.
A ustedes los hacemos recorrer la Biblia, de nuevo y otra vez de nuevo, siempre lo mismo, pero con la nueva imagen, con el nuevo grado, con la concienciación más elevada.
¿Ven?
Ahora vamos a analizar los sistemas macrocósmicos para el ser humano en la sociedad, para su vida detrás del ataúd, para su Cristo, para el Dios en ustedes.
Ya pueden estar pintando, cantando, ser un juez, un pedazo de genio del mundo así de grande, así de poderoso, pero todo —dense buena cuenta de ello y reténganlo por lo menos por hoy—, todo lo que hagan en lo material —ya les dije que hablan idiomas, son un genio de la fisión nuclear—, lo que les porta es la sociedad, la vida, el ser humano: ¿porque son tan ricos?; ¿porque saben hacer tantas cosas?; ¿porque han edificado tantas cosas? Todo eso se queda en la tierra.
Si han creado ustedes todo esto para ayudar a servir al ser humano, para darle pan, para darle de comer y de beber, entonces eso ya es de por sí impulso, sentimiento, infundir alma, un fundamento espiritual, si no va acompañado de engaño.
Ahora sin duda podemos vivir que la sociedad entera, el ser humano que posee los millones, jamás se haya preguntado a sí mismo: ¿de dónde viene esto y aquello?
¿Por qué no quiso tener que ver Cristo con esa posesión, con esa fanfarronería, en definitiva, con esos crujidos?
Se está complicando, sin duda, se hace tan impresionante, en el fondo, atemorizador, porque uno ya no sabe en un momento dado cómo hay que actuar.
Y aun así, esto solo puede acogerse de forma realista, y además justa, para algunas cosas y cuestiones.
Todo lo que son, no es más que vida y sentimiento.
Lo que vive alrededor de ustedes, cómo envían y materializan sus sentimientos, forma parte de su personalidad.
De modo que llegamos a este punto, como ya analicé en las conferencias pasadas: solo hay tres grados, grados macrocósmicos, que recibieron como una entidad y por los que la Omnifuente les dio a ustedes, como Omnimadre, su asidero.
Y eso es ser madre, paternidad y la reencarnación.
Continúan.
Siempre hay un cuerpo listo para construirlos a ustedes.
Son ustedes padres, fueron madres.
Vivieron entre todos los pueblos.
Ya pueden decir: “Hoy soy un holandés”, pero ese pueblo es suyo, es parte de ustedes mismos.
Todo eso regresará a Dios.
No tienen nada que ver con eso, pueden dejarlo vivir tranquilamente.
Cuando más adelante vivamos la justicia para el ser humano, analizaré para ustedes cuándo materializarán la justicia divina; o sea, por su trabajo, por servir.
Da igual qué es lo que hagan, qué es lo que sean, qué es lo que vayan a ser: pueden vivir esa justicia en todo, y entonces tendrán un fundamento para su personalidad en la sociedad, para su sueño, su tarea, su pensamiento, sus artes, sus ciencias.
Entonces la vida se hará hermosa.
Podrán vivir un espacio en el campo, en la ciudad.
Podrán vivir un espacio por medio de su amistad, de una conversación, por vivirla, por ver al ser humano, no como ser humano, sino como parte de ustedes mismos, porque junto a esos seres humanos integran ese universo, como partes, como chispas.
Lo que haya recibido ese ser humano de entidad ya es posesión de ustedes.
Eso lo van a iluminar los dos:
como hombre y mujer —eso lo veremos enseguida— controlan todo, todo para ese espacio, porque son padres y madres.
En efecto.
Y quien no lo haya podido vivir, quien no haya podido materializar la maternidad hasta el alumbramiento: pues, eso a su vez, por desgracia, son leyes.
Esas leyes se las puede aclarar André, y así lo hará.
Esas leyes se remontan a la desintegración que se hizo palpable en la vida anterior —¿dónde?— en Francia, Inglaterra, entre los rusos, entre los pueblos de Indonesia.
Esas leyes ustedes las materializaron allí, deformaron ustedes la vida.
Pues, sí: ¿qué es lo que llevó a cabo el ser humano en mil vidas?
Así que no viven ustedes en la maternidad ni en la paternidad.
Carecen de ampliación espiritual, se sienten más pobres que las ratas.
La esencia divina trasciende su pequeña personalidad y dice: “Impúlsame ahora, dámelo todo.
Dame tanto que pueda acceder a la primera esfera”.
Y ahora nos vemos ante esa lucha.
Gerhard vio en la primera esfera —en ‘Aquellos que volvieron de la muerte’, y así lo he tenido que aceptar, igual que millones de personas más, ¿verdad?— la luz verdadera, pura, espiritual.
¿Qué es, pues, luz?
Millones de problemas.
Todas esas conferencias, todos los libros se disuelven en este problema gigantesco.
Así de profundo es un pequeño rasgo del carácter.
Así de profundo, así de macrocósmico es un acto, una acción, un pensamiento.
La vida social de ustedes desaparece en las profundidades si dan forma con una pizca del cien por cien a su acto, a su amistad, a su justicia, a su amor, si están abiertos a sus padres y a sus madres, a sus hijos.
Cada rasgo de carácter —siéntanlo bien, de una vez— es dilatación.
Y el cien por cien de cada rasgo de carácter es un templo, una sabiduría vital, es portar, es el ser uno con la naturaleza.
O justamente han salido de allí, o se quedan al margen, sienten cómo habla una flor, viven ustedes el carácter de este reino de colores, también la paternidad y la maternidad.
No es solamente la posibilidad de llegar al ser uno y de dar a luz y crear hijos, sino de vivirlo.
Así que tienen que convertirse en alumbramiento.
Lo que tiene el cuerpo... lo que tiene el cuerpo, el organismo, es algo que ustedes aún no tienen; la personalidad aún no lo tiene.
¿Es tan infalible la personalidad al dar a luz y crear como lo que tiene de sentimiento la parte orgánica?
No.
¿Cómo llego, pues, hasta la fuente esencial?
Y para eso tienen que empezar a pensar.
Soy madre, soy padre, tengo reencarnación, puedo volver a nacer.
Así hemos estado, y así sigue habiendo millones y millones de hombres y mujeres en el otro lado que piensan.
Están esperando, llegan al silencio; ¿a la soledad?
No, no estoy solo.
No quiero estar solo.
Allí percibo sentimiento.
¿Es aquella mi hermana? ¿Es aquel mi hermano?
No, es una divinidad en mi grado de sentimiento y pensamiento.
Quiero avanzar, elevarme, dilatarme.
Quiero conectar mi circulación sanguínea para conducir mi vida a esa revelación.
Quiero conectar mi sangre con la vida de Dios, con la madre o el padre, para poder volver a reencarnar, porque tengo que seguir.
Tengo que abandonar esa maternidad animal, esa paternidad animal.
Quiero elevarme más, quiero trascenderlo.
Quiero poseer un organismo hermoso, poderoso.
Quiero hablar con estrellas, planetas y soles.
Quiero la luz.
Quiero el espíritu.
Quiero hacer que mi personalidad llegue a ser una escena poderosa, un templo de sabiduría del sentimiento.
En eso se convertirá el hombre, así es la madre en el otro lado.
Esa es la primera esfera.
Ahora la segunda esfera, la tercera —ya se lo dije—, la cuarta, la quinta, la sexta, la séptima.
Pero sigamos en la primera esfera, en la segunda y la tercera.
Solo en la primera.
¿Ven santos allí?
¿Ven cosas sagradas allí?
Allí no vemos más que personas que están en armonía con todo, con la vida, con una flor, con la naturaleza, con un pájaro, con el ser humano, con la luz.
Sus caracteres, los rasgos de sus caracteres, su amistad, su ser uno, el hablar, el pensar es completamente verídico, ya no tienen errores.
Porque si el ser humano de la primera esfera piensa de forma equivocada y no toca la vida, Dios no se manifestará, Cristo no se manifestará.
Así que en el otro lado los sentimientos tienen que palpar a ciegas, así es como estamos allí, ¿entienden?
No queremos ver allí.
Estamos buscando, seguimos buscando, año tras año, hasta que hayamos conectado la primera palabra directamente con la vida de la madre naturaleza.
Y entonces tendremos asideros.
Sentiremos unión.
La vida empezará a hablar.
Una flor tendrá algo que decir.
Porque mi pensamiento —¿entienden?—, mi pensamiento, cuando me pongo a pensar materializo mi sentimiento, y este es, pues, la Omnifuente, y para millones de personas, esta, a su vez, es humanamente consciente, animalmente consciente, de forma preanimal, de forma basta material; se dedican a matar, a incendiar.
No podrán despertar ustedes el espacio, el Dios en ustedes si están matando, incendiando, engañando, robando, robando al ser humano.
No pueden hacer despertar esa esfera espiritual si se niegan a dilatarse.
Porque de eso se trata.
Así es como fuimos empezando a pensar desde la tierra crepuscular.
Y entonces André tiene razón cuando dice: “¿Por qué siguen hablando?
¿Por qué se desloman tanto?
Porque ‘Aquellos que volvieron de la muerte’ le sirve para todo al ser humano”.
A André le dije: “El ser humano no tiene nada, ni siquiera miles de libros le sirven de nada”.
Sí, tiene una imagen.
Pero ¿y cómo tengo que empezar?
Les sirvió para llegar a tener una imagen, porque el maestro de Gerhard dijo: “Gerhard, la de usted la voy a destruir.
Pero en su lugar”, se lo acabo de decir, ¿verdad?, “en lugar de Dios, del macrocosmos, en lugar de eso llega la veracidad universal.
Lo que piense en la tierra está mal, todo, eso lo tiene que erradicar de su interior, tiene que salir”.
Y entonces es cuando la vida se hace hermosa.
Irán construyendo, como seres humanos de la tierra, una misma concienciación, tal como lo hacemos espiritualmente en el otro lado con nuestra vida.

Conscientemente, claro, su apretón de manos será veraz.
Tendrán confianza, me la darán.
Dense la mano, adelante, y chóquenlas.
Depositen los sentimientos de sus ojos en los ojos de la otra persona.
Deberían sentir lo inseguro que se hace esto, lo destemplado de esto.
Mentira y engaño, ¿no quieren saber nada de mí?
¿Por qué no?
¿Por qué no se fían de mí?
Deberían empezar a sentir ya, cuando habla la esencia espiritual, lo inmaculado que es el beso del ser humano.
Una mañana les pregunté: y ¿qué profundidad tiene su beso?
Pues les daremos un beso espiritual.
Es decir: vivan ya alguna vez la verdad espiritual, la justicia para el macrocosmos, tal como Dios creó el sol, la luna, las estrellas, Júpiter, Venus, Saturno, la noche y la luz, debido a que la tierra se da la vuelta.
Recorran la Biblia, adelante, y sientan a Cristo, al Mesías, al Cristo cuando hablan en la Biblia.
¿Cuándo habla, pues, Dios en esa Biblia?
Tomen entonces la Biblia, el Antiguo Testamento, y hagan añicos todo, tírenlo todo por la borda, porque eso es imposible.
¿Entienden?
Conviertan cada pensamiento, pues, en aquello en que lo vayamos a vivir, tal como lo vayamos a vivir.
Vamos a dar forma a ese pensamiento.
Haremos de cada rasgo de carácter un hermoso ornamento, una túnica, una parte de esa personalidad.
Ustedes todavía no se están esculpiendo.
Porque el ser humano que sienta a diario Su creación y que quiera vivir un Omnipadre no comienza con arcilla y aliento vital, comienza con plasma, protoplasma, comienza con el alma, con el espíritu, con la vida, con la paternidad, con la maternidad, con la reencarnación.
No existe la muerte.
¿Entienden?
Poco a poco, hermanas y hermanos, continuaremos avanzando para llevar el despertar, no solo para lo que comen y beben.
Vivir la gratitud de una papa (patata), de una taza de café, deberían empezar a vivir el alma de la bebida que les prepara la madre.
Si pueden comprar toda esa comida, estará encima de la mesa, estará en casa.
Pero ¿alguna vez piensan en el aura que infunde alma, aura que les da una papa, una col, una col de Bruselas: ¿entienden? Esas palabras todavía las conocemos.
André come poco, y ¿por qué?
Porque quiere comer el alma de una papa y un poco de pan, el espíritu.
Y entonces una migaja de pan los puede alimentar durante semanas.
Porque eso lo demostraron Ramakrishna, los orientales, los iniciados.
Entonces ya no necesitan pan ni comida ni líquidos, porque el agua vital divina vive en la materia.
¿Ya tengo que parar otra vez?
Acabo de empezar. (El técnico de sonido hace una señal de que la “cinta” se está acabando).
Miren (pasa volando un insecto): él sí que vive la vida.
Esa criatura está buscando a Dios.
Son ustedes seres humanos, paternidad y maternidad; eso también vive en esto.
Pero esa vida surgió a partir de la putrefacción.
Y entonces, a partir de ahora, si quieren acceder a la primera esfera, tendrán que erradicar toda esa podredumbre, esa desintegración, esas tinieblas de su mundo luminoso.
Porque entonces ya no se pondrán a buscar cosas más arriba —ese insecto va mucho más alto de lo necesario, tiene que volver al propio grado, una vida extraviada—, entonces ya no buscarán las cosas a demasiada altura ni demasiado lejos, sino que estarán junto a la fuente que les da el despertar humano.
Y entonces el ser humano estará listo para conducir su divinidad hasta ese evolución.
Ahora lo viven todo —eso lo dice el ser humano en su entorno— en armonía.
Hacen ustedes su tarea porque disfrutan de sus alimentos, pero esa tarea la completan de forma justa, armoniosa.
Claro, no mienten ni estafan; no roban.
Cada cosita de su personalidad —son pequeños rasgos de carácter— que esté mal, que represente las tinieblas no puede conducirlos, por lo tanto, a esa unión con la madre naturaleza.
Entonces tampoco llegarán a ese silencio ni a preguntarse: “¿Llegaré a ese punto y ya los oigo a ustedes?”.
Cuando el sentimiento se hace elocuente se garantiza la unión con toda la vida de Dios (para) la personalidad de ustedes.
O sea que es algo que está en manos de ustedes, de ustedes mismos.
El ser humano es una esfera, el ser humano es un planeta, el ser humano es Dios.
No se trata de decir ahora: “Dios y el ser humano”, no, “El ser humano y su Dios”.
Cada pensamiento es una parte de esa divinidad, pero ustedes mismos muestran, y dan a entender a la humanidad, cómo es esa divinidad en este instante: preanimal, animal, basta material y material.
Me pregunto: ¿por qué leen ustedes los libros?
¿Por qué están ustedes aquí?
¿Por qué no introducen ahora en su pensamiento la armonía, si sienten este silencio?
¿Por qué siempre con ese horrible ruido, esos líos inútiles en su interior?
¿Cuándo van a preguntarse: “Esto vale la pena”, o “Esto no es nada”?
¿Cuándo van a darle una hermosa túnica, unas sandalias, a ese rasgo de carácter?
¿Cuándo —eso me pregunto— comenzarán de verdad a arrancarse sus malditas máscaras?
Estén listos, sean puros y abiertos.
No oculten nada, hablen y digan, y actúen.
No es necesario que se dejen atar —ya se lo dije— para hacer que su vida espacial llegue a ese empuje, ese infundir.
El ser humano que trabaja en sí mismo trabaja en su reino, se dilata.
Amplíen sus miras, crezcan, dense espacio vital.
En el fondo es ahora cuando tengo que empezar.
Qué lástima, todavía no lo he hecho.
Eso siempre es lo terrible.
Sale de ustedes el sentimiento.
Sí, primero tengo que edificar esos fundamentos para el cosmos, tengo que regresar al espacio, a las esferas, al sol, la luna, las estrellas, a la paternidad y maternidad, a la Omnifuente, y solo entonces podré analizar la sociedad, al ser humano.
Pero tienen que volver a ver siempre su divinidad allá, o se olvidarán de todo, como la sociedad.
¿No es así?
Pero vamos a seguir.
Si están sentados descansando, pues, descansen.
Pero no son capaces de eso.
Hay gente que está enferma, que maúlla, que grita y que se agota.
¿Por qué?
Porque no quieren aceptar este estar enfermo.
Y ¿cómo quieren darle descanso, sanación, a ese cuerpo, si el espíritu, que es la serenidad, es la fuerza para la sanación, si está en rebeldía, si desintegra?
A ustedes se les da de beber y comer, y no lo quieren.
Cristo dijo: “¿Por qué dejan de lado Mi vida? ¿Por qué la desprecian?
Esa vida nació de ustedes mismos”.
Miren, ahora tengo que comenzar con la sociedad, tengo que vivir y fundamentar paso tras paso si quieren llegar a tener una personalidad fuerte, si quieren vivir su beso, su amor, su amistad, su armonía, si quieren poder decir al final: “Enseguida, detrás del ataúd, tendré luz, luz, luz, luz.
Quiero ser luz.
Quiero hacerme luz.
Quiero ser amor.
Quiero ser amor”.
Empiecen a verse ustedes mismos primero, a palparse y después a desenmascararse.
Déjense ver, adelante, a su marido, a su esposa, tan desnudos como están para Dios.
Quítense mejor su túnica, pero por dentro.
Intenten ponerse alguna vez las pequeñas sandalias de ‘Las máscaras y los seres humanos’.
Ya les dije: pesan como plomo.
Y la vida es luz, la vida tiene “alas”.
Cada rasgo de carácter, cada acto, una risa, una mirada de sus ojos tiene esas “alas”, es una personalidad, lleva una bella túnica, poderosa, universal; tiene sabiduría, fuerza y amor.
Las universidades de la tierra ya no significan nada, porque ustedes son en todo dominantes, vencedores, sobrerradiantes.
Ustedes saben, sienten, son uno con su divinidad, con esta y la otra sintonización.
Mordió a André (un insecto mordió a André), no es nada, ojalá hubiera sido una serpiente, un tigre, un león, entonces le daríamos ahora el amor al animal, es capaz de eso.
Hermanas y hermanos, tengo que irme.
¿Cómo les fue en los meses en que estuvieron solos?
¿Son capaces de decirse: “A fin de cuentas, me he quitado de encima una milésima de gramo de sentimiento”?
¿Ya se han atrevido a arrancarse las máscaras?
¿Ya se atreven a hablar abiertamente? ¿A dejarse ver del todo desnudos ante aquellos con quienes tienen que ver?
¿Hay unión espacial para ustedes?
¿Ya emiten ustedes o siguen todavía recibiendo?
El ser humano que emite recibe.
El ser humano que quiera recibir es inconsciente, está muerto en vida.
¿La sienten? ¿Esa seguridad?
Si dicen ustedes: “No tengo amor, no recibo amor”, entonces eso no es cierto, hijos míos, porque aunque les peguen y los pisoteen día y noche, siguen ustedes emitiendo amor, porque lo son ustedes mismos, representan ahora su propio cielo, su justicia, su esfera.
Una y otra vez.
Completarán esta vida, porque vivirán su karma.
Solo se elevarán por encima de lo que es ser creyentes, de las iglesias y de las Biblias cuando lleguen al Gólgota, solo cuando los claven en la cruz, tal como lo tuvo que aceptar Cristo, entonces serán verdaderos e inclinarán la cabeza, porque entonces creo que ya no llevarán una máscara.
Pero hay gente a la que se le echa encima la muerte, a la que se le tortura y pega, decapita, que aún lleva una máscara, porque murieron por una máscara.
Se dieron para esa sociedad podrida, sucia, vil.
Se dieron a sí mismos por Satanás y el diablo.
Oigan, ¿qué es la palabra “Satanás”?
Se dieron por la mentira y el engaño, no se conocían a sí mismos.
Esa poderosa posesión del espacio, de Dios, de Cristo, del Gólgota, de la Biblia, del amor, de la felicidad, de la vida, del alma y el espíritu, todo eso aún tenía que despertar en el ser humano.
Ahora tienen que preguntarse: ¿para qué y para quién, para qué cosa me entrego ahora?
¿Para qué puedo darme?
Y eso es algo que espero poder aprender por medio de estas conferencias, que se me conceda darlo, para que cuando luego estén detrás del ataúd, yo pueda estar ante ustedes y los demás y decir: “Deje que los abrace, ahora va a comenzar el viaje a la madre luna.
Vamos a tener la unión con soles, lunas y estrellas, con Saturno, con Urano, con Júpiter, con Venus.
Vamos a vivir la unión con Cristo y con el Dios en nosotros para que pueda seguir existiendo la divinidad eternamente, para nosotros como seres humanos, para nosotros como padres y madres, amigos, hermanas y hermanos”.
¿He contado algo nuevo esta mañana?
¿No lo sabían desde hacía mucho tiempo?
Lo que es infundir alma, el grado de vida que está aquí, al final se elevará de todas formas por encima de todo.
Porque este es el sistema filosófico para el acto.
Dicho de otro modo, y dicho muy humanamente: comencé a convertirme en algo con cierta dignidad.
Dejen que Cristo despierte en ustedes, conduzcan su divinidad a las esferas de luz, pero nunca pierdan de vista al Gólgota, y así sabrán cómo actuar: son mis últimas palabras en esta mañana en que hemos vuelto a reunirnos.
Hermanas y hermanos, “God bless you”.
Dios los bendice.
Y eso tampoco puede ser, ¿entienden?
Palabras.
Dios no puede bendecirlos.
Tienen que conseguir que despierte esa divinidad, esa bendición, son ustedes bendición, siempre lo serán.
Dios los bendice, ¿entienden? Palabras, palabras, palabras.
Conviertan todo en sentimiento y denle a todo realidad espiritual, espacial, a cada palabra, pues, de su diccionario entero.
Eso es todo.