El universo que se dilata para el ser humano, para los sentimientos de ustedes

Buenos días, hermanas y hermanos míos.
Esta mañana van a ver su vida astral, en cierta medida van a vivirla, al menos al ser humano que completó por primera vez su ciclo, pero además de eso el universo que se dilata, para constatar cómo se desarrolló el ser humano a sí mismo y cómo empezó la vida interior con esa dilatación.
En la sociedad se pueden hacer ustedes la pregunta: ¿cómo avanzo?
El ser humano no aprende nada, una vida es demasiado corta.
¿Qué alcanzamos en una sola vida?
El psicólogo no puede darle la respuesta, él también está ante un punto muerto.
Los templos, las doctrinas, las religiones: nada apunta a que haya una pervivencia, un espacio, una dilatación.
Y aun así, si conocen las leyes: el universo habla en ustedes, el Dios de todo lo que vive está vivo dentro de ustedes.
El ser humano se dilata, adquiere sintonización con sistemas universales.
Y cómo nació eso lo han podido constatar en las conferencias anteriores.
Esta mañana vamos a seguir un poco y veremos lo que la Omnifuente —tal como se la suele llamar— quiso entonces en el fondo.
¿Por qué vivimos los seres humanos en la tierra?
Los libros que les han dado los maestros les ofrecieron una impresión sobre los infiernos, sobre los cielos.
Y para el espacio, para Dios, detrás del ataúd, detrás de la existencia material ya no son infiernos y no hay ningún fuego ardiendo y tampoco son cielos, sino grados de vida conscientes, el sentimiento consciente que se dilata, la personalidad que ha llegado a conocer las leyes del espacio.
El ser humano asimila cada grado de vida para la materia y el espíritu; y ahora estamos ante la dilatación de la vida interior del universo, el universo para el alma, el espíritu, la vida y la personalidad, para la paternidad y la maternidad.
Si es posible, intentaré ofrecerles una impresión de que pueden dilatarse en cada instante.
Y si no lo hacen, si viven la disarmonía, entonces no hay cuestión de dilatación, de infundir alma, de evolución —y así podemos seguir, y pueden consultar hasta el diccionario—, y entonces no hay cuestión de infundir alma, del ser uno espacial, humano, divino.
Y aun así, el ser humano hace lo que sea para que su vida merezca la pena.
El ser humano intenta llegar a conocer a su Dios.
En el siglo XX —eso lo leyeron en los libros y lo oyen a diario— el ser humano, la sociedad, se encuentra todavía ante el punto muerto espiritual.
Solo los milagros técnicos tienen un nuevo siglo por delante —no duden en calificarlo el imperio de los mil años— porque son de una belleza imponente, que el ser humano, la sociedad, esta humanidad, recibirá en breve.
Pero a pesar de eso, esta también está poniendo el fundamento para ella misma, el alma, el espíritu, el mundo astral, los maestros.
Sí, en realidad, ¿quiénes controlan este problema?
Intentaremos dejarlo consignado, intentaremos dibujarlo.
Esta mañana no hay demasiadas cosas que tenga que dibujar.
Les ofrecí la vida embrionaria, les mostré cómo empezó la luna su evolución, y naturalmente, ya habrán comprendido que para la luna la dilatación no fue otra cosa que aceptar la paternidad y la maternidad para el alma como ser humano. (tablero)
¿Ven?
Esto es el sol, la luna, eso es la paternidad y la maternidad para el espacio.
Al comienzo de la creación —eso lo hemos vivido juntos— solo había tinieblas; y aun así, había vida.
Es posible, si queremos vivir esa travesía, mostrarles el ciclo de su propia divinidad.
Ustedes hablan de ciclo humano, ciclo animal, pero también hay un ciclo espiritual y espacial, porque el ciclo en la tierra aún no significa nada, a ustedes todavía les falta.
Como seres humanos tenemos que aceptar el ciclo divino.
Un ciclo divino, ¿qué significa eso?
¿Pueden intuir a dónde vamos si las leyes hablan a su vida?
Esto es sol y luna. (tablero)
El sol y la luna llegaron a dilatarse —según les expliqué— , apareció el primer planeta de transición y recibió fuerza y concienciación debido a que la luna y el sol adquirieron densificación.
Así que esos órganos empezaron a hacerse más densos, más espaciosos.
A medida en que tuvo lugar esa ampliación, en que tuvieron lugar esas densificaciones, eso ya se convierte en sentimientos que se dilatan para el macrocosmos, en la dilatación de la vida, la ampliación, la recepción de más sentimiento, más vida, más conciencia, más luz, más personalidad; la ampliación del macrocosmos.
Hemos visto que el macrocosmos creó el microcosmos, es decir: la existencia humana empezó por el sol y la luna, y nosotros empezamos nuestro estado embrionario.
Pero ahora viven ustedes en una sociedad, se han hecho seres humanos, son alma, espíritu y materia; pero eso la gente no lo sabe.
Los eruditos pueden colocar de alguna manera fundamentos, ya dicen: “El ser humano nació en las aguas”.
Pero ¿quién le ofrece las pruebas? ¿Entienden?
Y tienen que aceptar esto, la ciencia tiene que aceptar esto pronto, porque ustedes van a recibir la verdad espacial.
En este instante viven en la Universidad de Cristo.
Y si no supieran lo que es eso, entonces significa que Cristo explica en este momento todas las leyes.
El Mesías vino del Omnigrado a la tierra, desde el Omnigrado divino trajo el Evangelio, que no significa otra cosa —eso ya se lo contó André— que amor, despertar, infundir alma, ser uno, paternidad y maternidad.
Cristo llegó desde la Omniconsciencia, el Omnisentir y el Omnipensar, y ahora el ser humano es como Dios, el ser humano ya no puede poseer nada, ha alcanzado en eso su estadio divino.
Y desde allí regresó Cristo a la tierra como la vida más elevada, el primer ser humano consciente, como una personalidad divina, porque sabía que este espacio — o sea, la tierra— solo estaba habitado por el bien y el mal, solo el bien y el mal conscientes, el hacer mal conscientemente, la desintegración consciente.
Porque en ese poderoso espacio no se alcanzó esa conciencia en otros planetas.
En el caso de que sí fuera así, no habría cuestión de dilatación, o el ser humano —ustedes, aquí en la tierra— tendría que aceptar que existen planetas que poseen más conciencia que la que ustedes han podido alcanzar; pero eso no es así.
La tierra es una criatura del sol y la luna.
Todo este universo, todo este organismo nació de esos dos cuerpos, de esos dos organismos.
Y ahora vamos a ver lo que vivimos como sistemas y lo que significan esas estrellas y planetas para los sentimientos de este organismo que se dilatan.
Les he dicho y explicado que esto (tablero) es el primer grado de vida, porque es un planeta de transición, una transición para el ser humano que había vivido la luna.
Aquí es donde hemos empezado, en ese centro, y esa luna fue dilatándose poco a poco, y el ser humano fue teniendo más sentimiento, más espacio.
Se fue dilatando el organismo en las aguas.
¿Entienden qué es dilatarse?
Recibieron, recibimos, más sentimientos, más experiencias —pero aún carecíamos de razón humana, porque esta no llegaría hasta en la tierra—, sentimiento y pensamiento humanos, paternidad y maternidad humanos.
Pero también vivíamos en la selva, ¿ven?
Y así es como hemos podido constatar en el espacio que surgieron grados de vida preanimales, animales, basto materiales y materiales.
Pero desde lo animal —que no significa nada— llegamos a un sentimiento y pensamiento más elevados, a una conciencia más elevada, y eso nos dio el organismo.
Cae por su propio peso que cada cuerpo —sea quien sea el ser humano con quien se topen ustedes— es en primer lugar un grado de vida, una representación de una era, y que en ese organismo vive exactamente la misma sintonización como alma; es decir: el espíritu, la vida interior, de la que no se sabe nada, todavía.
La vida interior puede ser animal, preanimal y no tiene significado alguno para el espacio, porque esa es la evolución humana, la dilatación de la materia, la dilatación de la madre naturaleza.
Tuvimos la segunda transición después de este estado, según les expliqué.
El ser humano de aquí alcanzó...
En la luna éramos seres humanos, llegados aquí (tablero) a lo definitivo, y aún teníamos algunos minutos que vivir, pero no podíamos seguir, no teníamos ningún organismo.
Llegamos primero directamente desde las aguas.
Pero a medida que el sol, la luna y el espacio adquirieron más conciencia, ya podíamos vivir aquí algo más de tiempo como seres humanos.
En el fondo aún teníamos que aceptar ese dilatar, porque aún no habíamos llegado al punto en que el organismo pudiera ser impulsado hacia arriba y los órganos pudieran cambiar.
Todavía teníamos esas aletas, y tendrían que convertirse en brazos y piernas.
Pero pudimos vivir aquí bastante tiempo y —todavía lo saben, que fuimos atraídos por ese planeta— y entonces llegó la segunda transición.
Se lo dibujaré de tal manera que al mismo tiempo quede claro el cuarto grado de vida cósmico.
De modo que a partir de este universo surgió un nuevo... —eso lo tendremos que aceptar pronto, y ustedes pueden aceptarlo, y la ciencia, a su vez, lo tiene que aceptar—, porque todo se dilata, porque cada núcleo surgido a partir de esa Omnifuente lo posee todo.
Y todo eso es dilatación, es amor, es vida, es alma, es espíritu, es paternidad y maternidad, es densificación y, naturalmente, dilatación.
Al final de esta conferencia estaré a solo cinco segundos, y entonces les preguntaré: “¿Qué tienen ustedes de ese espacio?
¿Qué poseen para esta dilatación?
Y ¿qué hacen para ello?”.
Cómo llego yo mismo a dilatar para toda esta vida, para esta sociedad, para el espíritu de ustedes, para su arte, para su paternidad, para su maternidad, para miles de propiedades y rasgos del carácter, ¿cómo llego a la dilatación en la sociedad?
El ser humano se hace preguntas y se golpea a sí mismo porque no llega la vida, y entonces les diré dos palabras, es así como abarcaremos todo este universo...
Este universo que se dilata es tan imponentemente profundo y grande, y después lo pondrán en las palmas de sus manos.
Vivirán todo por medio de la voluntad humana, por la fuerza de los sentimientos —los convenceré de ello, se lo demostraré y eso es la verdad, lo hemos aceptado, es lo que Cristo les aportó, es lo que vivieron los apóstoles, eso lo vive todo insecto— si conservan la armonía.
Porque en ese espacio hay armonía, no hay trastornos, esto continuó con toda serenidad, satisfacción, en armonía.
Aquí no había que desintegrar nada.
La luna y el sol pusieron fundamentos para una nueva continuidad, para el nuevo despertar, para la dilatación de los sentimientos de sintonización macrocósmica.
¿Ha quedado claro eso?
¿O tengo que decirlo todavía de otra manera?
Ya llegamos a ver el segundo grado de vida, un planeta de transición.
Mientras tanto, la vida en el espacio para el sol y la luna se ha ido densificando más y más.
Les he explicado: al comienzo de la creación no había luz, pero a medida que se produjo esa densificación, a medida que esa Omnifuente seguía impulsando, el sol se hizo más denso.
Hemos hablado de la luz en el ser humano, el ser humano adquirió una personalidad y una entidad, y ahora ya ha empezado a dilatarse, a dilatarse.
El ser humano se ha desprendido de un planeta.
Deténganse unos instantes en este momento.
El erudito mira al espacio y se ve ante la luna.
Está muerta.
Pero la luna conoció billones de eras.
¿En qué era vive usted?
El ser humano, el ser humano como erudito mira al universo, no siente su dilatación, no siente su conciencia.
Pero ¿pensaban ustedes que habría un solo granito en ese espacio, una sola partícula, una chispa de Dios que no podría participar en la creación?
Porque eso no es posible.
Ahora el ser humano ha alcanzado la tierra.
Ha recorrido un camino macrocósmico.
Los eruditos no llegan a darse cuenta —en primer lugar el ser humano de esta sociedad— que ustedes ya han recorrido un camino universal, macrocósmico, y que han vivido esa dilatación, y que ya la tienen por su vida orgánica.
Todavía da igual cómo piensen ustedes, cómo sientan, para qué entreguen sus vidas: es el despertar espiritual y la dilatación interior para su espíritu, su alma divina, por lo que tienen sintonización con el Omnigrado, con esa Omnifuente, esa Omnimadre, esa Omnivida, esa Omniconsciencia.
Pero su espíritu y su personalidad, esa es, y esa será la que pronto hablará.
¿Qué es pues la personalidad —tal como hemos aprendido— del espacio?
Es la luz del sol.
Les conté: eso es paternidad.
La personalidad del espacio es la luna como organismo.
Los sentimientos que se dilatan son el espacio de ese planeta, y eso ya lo han vivido.
Esa luna ya está muerta, esa luna como madre ya completó su tarea.
Piden ustedes nuevos fundamentos, la sociedad suplica que le den nuevos, la autoridad divina, y nosotros se los podemos dar y regalar, pero aún no se aceptan.
El ser humano mira, el ser humano es un muerto en vida.
Aunque sea usted un erudito, podemos preguntarle inmediatamente: ¿Qué tiene usted, divinidad, teólogo, de eso?
¿Qué tiene usted de esto, pastor protestante?
¿Qué tiene usted de eso, iglesia católica?
¿Qué tiene la Biblia de todo esto?
La Biblia aún no ha sabido contar ni una palabra.
Y ahora podemos escribir miles de libros sobre este surgimiento, por medio de esta dilatación, y entonces podemos ver cómo el ser humano llegó a controlarse a sí mismo.
Pero la Biblia no dice nada.
Ya pueden empezar —se lo conté en el pasado— a hacer comparaciones, y las hay.
Llegamos aquí. (tablero)
Los sentimientos del espacio me enviarán exactamente al lugar donde fue esa tercera transición, la cuarta, la quinta, la sexta, otra vez en el entorno de la madre tierra y el sol.
Pero no me quedo detenido ante estas leyes.
Todo esto se puede explicar, ¿entienden? Aquello por lo que el primer grado aquí (tablero), el segundo allí, el tercer aquí, el cuarto allá y el quinto y el sexto, todo esto se puede explicar.
El espacio fue despertando a medida que el sol adquirió fuerza y la luna desarrollo.
La fuerza de atracción y la edificación de esos cuerpos astrales —eso aún lo sabrán ustedes— es algo que tiene importancia, y se puede analizar y constatar irrefutablemente, y la ciencia lo recibirá más tarde, porque tiene un significado universal.
Porque en esto —seguramente que ya lo habrán entendido— llegarán a ver y a vivir esa dilatación, el despertar.
Pero mientras tanto llega a haber más luz —¿lo ven? (tablero)—, son las estrellas que ustedes perciben.
Es porque ese sol se fue haciendo más denso, había más cuerpos en ese espacio, de este organismo, que llegaron a despertar.
Ahora llegamos a ver nebulosas —¿ven?—, llegamos a tener esas escisiones, surgen las atmósferas; todo se manifiesta y se dilata.
Primero la vida, la paternidad y maternidad se elevan a una sola personalidad, se contraen mucho, se adhieren como una ventosa a esa entidad, y ahora la vida se dilata: es el siguiente estadio.
Ahora llegamos a tener ese planeta de transición (tablero), muy a lo lejos allí, en el estadio final de este universo.
Esos puntos (tablero), esos planetas, claro, no lo ven, son mucho más pequeños, no es posible verlos así como así, son puntitos en comparación con la tierra, con la personalidad en el ahora, desde la tierra todo es nimio y pequeño.
Pero cuando llegan ustedes a esa fuente verán que vive y que entonces ha adquirido una entidad propia, una conciencia propia, un propio sentir y pensar por medio de la madre naturaleza.
Este es el segundo grado cósmico (tablero).
La luna continúa y se va dilatando.
Por encima de esto la vida llegará a tener una existencia.
Pero ahora voy a aclarar esto un momento.
Aquí llegamos un instante fuera del planeta, el segundo grado; este segundo grado ya nos dio más despertar, más dilatación, más sentimiento, y el organismo ya adquirió sentimiento terrenal, los órganos terrenales.
Mientras tanto, en ese tiempo, en los siglos que transcurrieron, los órganos interiores se hicieron más amplios —¿entienden?—, surge el organismo humano.
Todavía somos seres animales, pero hemos recibido en nosotros la primera fuente, por lo que el Dios de todo lo que vive se materializó a sí mismo, y ahora se espiritualizará.
El hecho de que hablemos..., que los maestros digan “el ser humano es una divinidad”, es algo que ya pueden aceptar ustedes ahora, porque nacieron de esa fuente.
Y cuando ahora en el presente... —ya entenderán, es el primer estadio de la creación—, pero cuando enseguida entremos a las iglesias en el presente, en el que viven ustedes, les tendrá que quedar claro que estas..., que las iglesias, para el estadio actual y el futuro..., que más tarde en el fondo ya no significarán nada de cara a su propia vida, de su alma, espíritu, personalidad, de cara a la divinidad en ustedes, que llevan a ese despertar, porque el macrocosmos empezó con esa vida, con esa dilatación; eso lo hemos vivido.
Entre Marte y la tierra, a su vez, hay algunos pequeños planetas dispersos, las transiciones que nos conectan: tres, cuatro, cinco y seis... (tablero)
Y ahora van a tener el tercer grado cósmico —se hunde, allí—, y ahora van a tener el tercer grado cósmico, que se tiene que atraer a su vez a la conciencia humana, que se sintoniza ella sola con este instante de conciencia, y entonces puede empezar la vida para este espacio.
Y si sienten esta cosmología, les tendrá que quedar claro que el universo no es otra cosa que el impulso de la propia vida.
El ser humano —aquí (tablero)—, nacido en la luna como un animal, como un pez, continúa y adquiere despertar y experiencia, adquiere conciencia.
Hay otro planeta.
Esos planetas absorben al ser humano como alma y espíritu.
Una y otra vez empezamos en el estado embrionario, llegamos a la conciencia, es paternidad y maternidad, nosotros tenemos esa unión, la criatura nace en la madre.
Es morir, volver a nacer —se lo expliqué en la luna—, esas leyes siempre están y permanecerán por los tiempos de los tiempos.
Nada se puede cambiar en estas leyes, porque la vida continúa.
Estos son los fundamentos divinos para todos sus estadios, tienen que aceptarlos, espiritualizarlos y los materializarán.
Este universo se materializará, y eso, pues, es el universo que se dilata, pero también los sentimientos que se dilatan para el ser humano.
Hasta allí llegamos la pasada vez, ¿verdad?
La tierra llega a encontrarse entre el sol y la luna.
Le daremos un lugar a la luna, o también pueden colocarla aquí (tablero), ¿ven?
Entonces el sol se va de noche, y eso es la oscuridad.
Ya lo habrán comprendido: estamos ante miles, millones de leyes.
Podrían hacer ustedes preguntas, pero primero pongo los fundamentos para el macrocosmos, para los sentimientos de este organismo que se dilatan, y más tarde volveremos al ser humano y entonces les ofreceré la posibilidad de hacer preguntas.
Esto de aquí, aquello se va (tablero).
Aquí tienen...
¿Comprenden? La luna cambia, describe una órbita propia, el sol describe una órbita propia, la tierra describe una órbita propia y ahora lo tendrán entre una cosa y otra...
¿Comprenden? Ustedes van a vivir ese ciclo.
Pero para nosotros no se trata de las órbitas, lo que nos importa es el ciclo del ser humano, el estadio final del ser humano, se trata de determinar la dilatación de la personalidad humana, solo entonces comprenderán que la sintonización divina está dentro del propio ser humano.
Sí quiero ofrecerles la posibilidad, un poco más tarde —quizá lo sientan entonces mejor— de hacer algunas preguntas.
Pero no pierdan de vista lo siguiente: esto es la tierra (tablero).
Es por medio del espacio que el ser humano alcanzó la tierra.
La tierra —era una bola astral— llegó a desarrollarse por el sol y la luna.
Mejor volveré a poner la luna en su sitio, si no se volverán a equivocar.
Por el sol y la luna, ¿ven?
Esto mismo ya lo dice: tengo que bajar, si no entraré en colisión con la tierra.
Quiere tener un lugar propio.
Si sintonizan con el espacio, ya no es necesario pensar, porque los sentimientos del espacio apuntan el lugar exacto en cuanto al macrocosmos de dónde está y se encuentra semejante planeta.
Bien, pueden colocar miles y millones de estrellas más alrededor de toda esta mole, y entonces verán el macrocosmos entero junto a otros planetas; los conscientes y los inconscientes.
Es decir: la paternidad y maternidad conscientes.
Si quieren, enseguida podrán hacerme preguntas, lo cual en el fondo significará entonces esa paternidad y maternidad inconscientes para el cosmos, para el macrocosmos.
El ser humano también posee órganos que no poseen paternidad ni maternidad, y eso también es una ley para el espacio.
Es una ley vital, que llegó a desarrollarse por su cuenta, debido a que esos cuerpos no recibieron en los primeros instantes del macrocosmos sentimientos irradiantes del sol y la luna.
¿Se acuerdan?
Entonces hemos terminado.
El ser humano, los primeros seres humanos que también para la tierra tenían que empezar en la vida embrionaria, habían recorrido, pues, un camino universal.
Ahora sigo a las primeras personas, allí me había quedado.
Y sin embargo, cuando el ser humano llegó allí en la tierra, cuando ya llegó a poseer la tierra, cuando salió de las aguas...
La madre tierra aportó más sentimiento, más conciencia.
Eso lo vemos en los primeros planetas para el sol y la luna; el estadio final para la luna es el estadio del pez; la primera transición es una pizca más de conciencia, yacemos un poco más en la tierra y entonces tenemos que morir, no hay más conciencia.
Es en eso (tablero) que se centra el ser humano, es aquí donde vuelve a continuar.
Allí es donde casi hemos alcanzado la vida terrestre —¿comprenden?—, la vida terrestre completa, y nos hemos erguido en el segundo grado cósmico; el ser humano camina por los bosques, está cubierto de pelo y ciertamente, parece un animal, un hombre mono; es por lo que Darwin se equivocó.
¿Todavía no los aburro?
(El público en la sala): No.
Gracias.
Cuando se trata de la creación, el ser humano dice: “Y a mí qué me importa, ya lo veré enseguida”.
Pero —gracias a Dios— hay gente que ha llegado a despertar.
Porque si no hubiera sido por el trabajo del otro lado, ¿qué habría sido de la sociedad de ustedes?
¿Qué poseerían entonces todavía?
No tendrían ciudades, no tendrían luz, entonces seguirían viviendo en la sociedad (en la selva).
Algún día tendrán que empezar con ello, porque es la creación de ustedes, no es del espacio, son ustedes mismos, eso es el ser humano.
Porque todo esto ha sido creado principalmente para el ser humano.
Es la dilatación universal, macrocósmica de ustedes.
Esos planetas y soles..., sí, el ser humano mira hacia arriba, el ser humano ve el sol, pero ustedes no hablan con ese sol.
El ser humano mira en la noche a la luna —la luna tiene una belleza poderosa—, al sol, a la luna y las estrellas, el ser humano canta a todo esto, entonces está viviendo su yo, su yo universal, macrocósmico.
Hace un poema, produce arte y música.
Wagner y Beethoven supieron hacerlo.
Bach, a su vez, siguió la fe, la inspiración, a Cristo, el amor, ¿entienden?
Wagner estaba conectado con la creación.
Hay composiciones suyas que el ser humano no comprende todavía, pero mediante las cuales quiso vivir la creación.
Stravinski también, por ejemplo.
Los seres humanos sintieron esa creación, quisieron vivir esa creación y se fueron dilatando; y dejaron que esa creación se manifestara por su arte.
Pero todo esto a lo que miran ustedes, lo son ustedes mismos, es su propia posesión.
¿Ya oyeron hablar alguna vez de eso?
¿Oyeron algo de eso?
Ese macrocosmos está dentro de ustedes, es su corazón, su circulación sanguínea, es el ser humano, es la casa que se dilata, universal, creada por su Dios.
Porque Dios habla de una casa: en Mi casa hay muchas moradas...
Ahora, a ver, miren.
Esas son las moradas de Dios, hay sitio para cada insecto.
Ustedes tienen su tejado, tienen su sentimiento, su blindaje, su atmósfera, sus sentimientos.
El macrocosmos no les es ajeno.
Esa dilatación —cuando los eruditos hablan del universo que se dilata—, es su alma, su espíritu, su personalidad.
Cada rasgo del carácter lo volvemos a encontrar, y lo vemos de nuevo, de cara al cosmos.
Y ese rasgo tiene un fundamento, tiene amor, u odio, o disarmonía.
Eso no surgió en la creación, eso allí no se creó, pero ahora el ser humano se lo puede asimilar.
Y todo eso fue por su propia cuenta, al ser humano no le hacía falta hacer nada a cambio.
¿Les ha quedado claro eso?
No es necesario que recen por ello, porque es algo por lo que ni siquiera es posible hacerlo.
Luego también nosotros estamos ante estos hechos.
Ya habrán comprendido ustedes lo que se puede sacar del macrocosmos, de la creación ante la que nos encontramos.
Pero ¿cómo quieren conseguir mediante la oración llegar de la tierra a un planeta más elevado?
¿Verdad que quieren continuar?
Esos primeros seres humanos tuvieron que seguir adelante.
Esos primeros que habían completado su ciclo; finalmente, lo habían completado.
Esto es la tierra (tablero), el sol se hace más pequeño, lo haremos más pequeño.
El ser humano tiene que seguir, y es que de hecho puede seguir.
Y debido a que el ser humano..., debido a que Dios es armonía —¿comprenden?—, debido a que aquí, en este espacio, hay armonía, el ser humano tiene que seguir como sea.
Llegaron entonces unos tiempos...
Me salto ahora, claro, millones de eras.
No puedo seguir detenido aquí en la luna, porque ya solo sobre la luna tendríamos que ofrecer unas doscientas, trescientas conferencias para explicar todo esto, y eso es posible.
Y es que era más, y era mejor, pero no tenemos tiempo para ello, nuestra vida es demasiado corta, la vida de ustedes es demasiado corta.
Solo podemos hablar unos instantes, entre nosotros, ofrecer los análisis, y entonces sus vidas ya habrán terminado, la de André y la de la humanidad entera.
Pero aquí sí es posible, si lo viven astralmente, espiritualmente, eso también lo tendrán detrás del ataúd, y cuando tengan ustedes esa conciencia, entonces naturalmente regresarán a la luna y asimilarán esos estadios.
Y solo entonces rozarán ustedes la posesión de su divinidad, entonces verán de qué modo una vida embrionaria ha recibido conciencia y ha puesto esos fundamentos para ustedes mismos, la personalidad.
Todo eso fue por su propia cuenta, pronto verán que también el estadio actual va por su propia cuenta.
Y que no hicieron falta iglesias ni en el fondo tampoco ninguna Biblia ni ningún Cristo —¿a dónde vamos?— para dar a esa creación esa evolución, esa dilatación, aunque llegara Cristo, aunque Él diera al ser humano Su Omnigrado, Su saber, Su conciencia.
Ya lo habrán comprendido: Cristo les dio todo ese Omnigrado, pero se tienen que ganar ustedes mismos todo para su vida interior, para su paternidad y maternidad.
¿No es así?
Eso no es algo que puedan alcanzar rezando, no pueden encender velas para eso, la creación inmaculada les fue dada a ustedes como seres humanos.
Son ustedes quienes representan ese espacio, este universo, y eso es algo que les tengo que demostrar ahora, para que se deshagan de sus complejos de inferioridad.
Son ustedes de una profundidad universal, eso es lo que gritamos a su vida.
Pero ¿qué comprenden ustedes de esto?
¿Qué felicidad pueden vivir si saben: todo esto me pertenece, no hay muerte, no hay ataúd, no se morirán?
¿Enfermedades? Por supuesto.
¿Desgracias? Ustedes mismos las crearon.
Esa es la disarmonía que hemos provocado.
Hemos mancillado esas leyes armoniosas de Dios, las hemos echado a perder, hemos empezado con la desintegración; eso es algo que tienen que aceptar.
Pero junto a eso está su fundamento universal, su edificación, su templo, porque ese macrocosmos es su templo, no es una casa pequeña hecha de piedras.
Esos planetas, soles y estrellas, noche y luz, eso vive en ustedes.
¿Qué les parece?
Si eso no les puede hacer felices, es que siguen siendo inconscientes y tampoco empezarán todavía.
Entonces aún no pueden vivir la alegría de su sentimiento de dilatación.
Sí, luego, cuando hayamos llegado a ese punto, durante esos breves minutos, y nos preguntemos: ¿Qué han asimilado de eso?
¿Se dilatarán ustedes para sus sentimientos, para su carácter, para su tarea para con el ser humano, con sus padres, sus madres, sus hijos?
¿U odian? ¿No quieren saber nada de esto?
¿Es esta la mayor desgracia que han podido vivir: sintonizar con la doctrina metafísica, con el espacio?
¿Qué les importa a ustedes ese espacio?
Pero se quedan detenidos, están en un punto muerto, no van a llegar al despertar, no se les va a infundir alma ni conciencia.
Su personalidad va por un camino, que atraviesa en línea recta una ciudad, pero los lleva por las calles, por aquello que hayan construido ustedes mismos.
Y encima, donde vive lo que infunde alma a sus vidas, eso lo ahogan.
Los primeros, hijos míos, hermanas y hermanos míos, en completar por tanto el ciclo de la tierra como seres humanos —son eras prehistóricas— llegaron —tuvieron que llegar— a un espacio, tuvieron que abandonar la tierra.
Resulta que el espacio y el más allá no eran todavía conciencia, porque vivían en la oscuridad, no había luz, el sol se había ido, eso lo han leído ustedes en el libro ‘Los pueblos de la tierra’.
Así que puedo seguir con eso, ¿no es así?
Supongo que todos ustedes habrán leído ‘Los pueblos de la tierra’, ahora ya comprenden cómo esos primeros seres humanos pudieron desprenderse de la tierra.
La paternidad y maternidad conducen automáticamente al ser humano hacia la dilatación.
Y ahora quiero detenerme un momento ante este instante: la colocación de un fundamento para la vida de ustedes, para su universidad.
El ser humano que no quiere ser padre ni madre...
Ya dije en una ocasión anterior: vamos, miren lo que pasa con la iglesia católica.
Una y otra vez —¿comprenden?— volvemos a esa iglesia.
No, esa iglesia no nos dice nada, pero el ser humano que quiere ser casto, inmaculado, el ser humano que juega a ser clérigo y Dios y que así ahoga su paternidad y maternidad, su ampliación, su dilatación, su evolución —¿entienden?—, a ese ser humano es al que queremos despertar, para mostrarles a ustedes la imagen de la manera tan despreocupada en que el ser humano viola y desmantela sus leyes divinas, sus fundamentos.
¿Está claro eso?
Hágense, pues, monjitas, váyanse a rezar día y noche y póstrense y Señor Nuestro, y dame esto y dame lo otro.
Vamos, sigan esas vidas un poco.
Se envuelven en hermosas túnicas y han construido un dogma, se han ataviado con perifollos, pero en esas almas hay un vacío.
Esa personalidad ha quedado desconectada de la creación, ya no tiene espacio, ahora tiene a Nuestro Señor, a Cristo.
Pero no se trata de eso, ¿no?
¿Ya no volverán a renacer?
Desde luego, ahora ya nos vemos ante la disarmonía de la personalidad humana.
Las leyes armoniosas de Dios eran poderosas, nos llevaron a esa evolución, al nacimiento, al renacer y la muerte, el agotamiento vital de ese organismo, ¿entienden?
La muerte, pues, no es otra cosa que experimentar un tiempo, de esos órganos.
Y entonces no harán ustedes otra cosa que absorber la luz del espacio, no hace falta que se dediquen al arte ni a las ciencias.
La paternidad y la maternidad —es lo que constatamos ahora para sus vidas— es lo más sagrado de lo más sagrado, es el contacto con el macrocosmos, porque esto es Dios, es la Omnimadre, el Omnipadre.
La paternidad y la maternidad son los fundamentos esenciales que tienen que colocar ustedes para sus vidas, que tienen que vivir, si quieren absorber la fuente para su espacio, su dilatación, despertar, concienciación; y para palparla, concebirla, para caminar con esa fuente por ese macrocosmos.
Porque detrás del ataúd hay vida, hay pervivencia, el ser humano es exactamente igual al ser humano que piensa y sienta en la materia.
Los primeros seres humanos —eso lo han leído— que hubieron completado su ciclo para la tierra, y a ese punto habíamos llegado, se preguntaban: ¿Dónde está el sol?
Sí, claro, ¿dónde está el sol?
Volvieron a esos mismos deseos para ser uno, el hombre y la mujer se desfogaron, pero no llega ningún final, no llega a haber nacimiento.
Gritaron: “¿Dónde está el sol?
¿Dónde está la luz?”.
Y poco a poco —eso lo leyeron en ‘Los pueblos de la tierra’, también en ‘El origen del universo’— siguieron avanzando porque empezaron a pensar, ¿entienden...?
Ahora ya pueden volver a detenerse, y yo también.
¿Cuándo se le infunde alma al ser humano?
¿Cuándo despiertan ustedes?
¿Cuándo se dilatan?
Esas personas empezaron a buscar.
Ustedes también buscan.
Tenemos respeto por el ser humano que está activo y que se puede aporrear a sí mismo, que puede embestirse a sí mismo y que dice: “Tengo que llegar allí”.
Eso André también lo tuvo que hacer.
Esas primeras personas de allí empezaron a buscar, a buscar sencillamente esa luz que había desaparecido.
Vivían, se palpaban y se tocaban: “¿Qué sienten?”.
Todavía no había lengua, simplemente gruñían cosas.
Se vivían a sí mismos como el animal en la jungla, porque nada de lengua —la tierra era por entonces (in)consciente—, esa gente no tenía nada de nada, solo tenía sus sentimientos.
Y eso, a su vez, le permite a uno vivir la dilatación de los sentimientos, eso de los idiomas, el arte, las ciencias..., le permite a uno vivir milagros técnicos, pero de nada le sirve eso a uno en el otro lado.
Pueden aceptar y vivir su sociedad, sus diversiones, su alegría vital, y someterse a ellas; sus sentimientos se dilatarán y les dirán todo.
Y ahora el ser humano, el psicólogo, pregunta: “¿Cómo llego al arte?
¿Cómo alcanzo la conciencia?”.
Esas primeras personas, allí en la tierra, que se habían desprendido del organismo —sí, tengo que añadir para ustedes: ya han surgido estados disarmónicos— empezaron, en cualquier caso, a buscar.
Porque ya aquí en Marte (tablero), allí, y en el penúltimo grado de vida, el ser humano vio que había otras vidas junto a él.
Tengo que regresar de nuevo, porque toco algo, para poner un nuevo fundamento, porque la Biblia habla de sentimientos casi paradisíacos; amigos mío, ese instante paradisíaco existió alguna vez en la tierra, pero también en Marte.
Porque el ser humano aún no tenía sentimiento de cara a la otra vida, todavía no tenía la conciencia de que el animal le haría algo.
Y entonces hubo un tiempo en que toda la vida en la naturaleza —con el ser humano como la vida consciente más elevada de todas— verdaderamente vivió en armonía.
Y cuando el ser humano adquirió la conciencia de que sería otra vida, apartó esa vida a empujones, y más tarde ahogó esa vida.
Así que esa es la primera muerte, la primera muerte.
Los fundamentos milagrosos —que pueden poner para ustedes mismos durante nuestro paseo por el espacio, sobre un planeta— que nos sirven para orientarnos, son los problemas vitales imponentes, armoniosos, que vemos.
Seguimos viendo —ese paseo lo hemos vivido, ese viaje, el maestro Alcar, André y yo—, vemos todavía que hay gente que da a luz, pero seguimos sin ver más que dos criaturitas donde esa gente.
¿No le parece sorprendente?
Hemos vivido en la luna que el ser humano no escindiría más de dos... que el ser humano se escindiría, ¿lo ve?
Vivimos que el ser humano se escindiría y que crearía y daría a luz para esa vida y para esa otra; y allí llegaron dos chispas por medio de esas primeras células.
Dos chispas.
De modo que en el fondo el ser humano no daría a luz... —vean ahora un poco el caos en el que viven ustedes—, no daría a luz a más de dos criaturas para todos los espacios de Dios, una para usted y otra para el padre.
Porque esos dos hijos los atraerían de vuelta, los atraerían y eso es el proceso de reproducción.
De modo que protegía usted su propio grado de vida, su continuidad, su renacer.
Así que el ser humano no solo ha recibido a Dios, espacio y dilatación, sino que también tenemos el renacer, porque damos a luz.
Y ay de ustedes si no lo hacen... ¿entienden?
¿Ven la caída, ven el estancamiento, ese gran hoyo que ha cavado la iglesia católica para los clérigos y esas criaturas?
¿No es horrible que piensen estar viviendo una divinidad? ¿Que piensen ser castos, aunque ustedes mismos estén yendo universalmente de mal en peor?
¿No es horrible?
¿No les parece horrible?
Eso es lo más imponente, lo más raquítico que hemos llegado a conocer en el cosmos.
La iglesia católica quiere ampliación, quiere amor.
No arrasamos la iglesia católica, iba a haber una fe, y así tenía que ser.
El ser humano empieza a rezar, el que ya sepa rezar es poderoso, maravilloso —¿verdad que sí?—, es muy distinto al ser humano que no quiere fe ni Dios ni Cristo.
El ser humano tiene que empezar a ser capaz de inclinar algún día la cabeza ante todo esto.
Y ¿qué es lo que hace ahora la iglesia?
Santifica aún más a la criatura, lleva la vida hasta una profundidad aún mayor a Cristo, ahora el hijo de la iglesia se desprende de la creación; pero de eso no se trata.
Ahora ya no es dilatarse, ya no es evolución, ahora se está en un punto muerto.
Solo se vive la religión: perifollos, cotorreo, murmureo, blindaje, meditación.
Pero con la meditación no llegan más lejos.
Pueden meditar y pensar verdaderamente, eso se lo demostraré, porque es imprescindible que lo hagan —es concebir la ley, concebir, palpar, infundir el alma de la ley vital—, pero de hecho conservarán en sus propias manos su creación, y la vivirán; y darán a luz y crearán.
Y ahora vemos ya en esos primeros planetas, muy cerca de Marte, en esas transiciones, que el ser humano sigue sin haber dado a luz a más de dos hijos.
Y ahora dirán ustedes: pero ¿dónde está el camino? ¿Dónde empezó el ser humano con esa disarmonía?
En ese poderoso espacio, en ese universo que es infinito.
Allí, amigos míos, de repente, una mañana o un día, a una hora determinada —¿ven?—, miren, seguimos ese grado, andan ustedes con sus criaturas por allí en los bosques: y resulta que hay una madre que tiene tres hijos, es allí donde empieza la disarmonía.
Tres hijos, eso no puede ser para Dios, porque solo les hace falta dar a luz a dos hijos, tres hijos son disarmonía.
¿Qué ocurrió con esta gente?
Él o ella ha asesinado a un ser humano y ahora tendrán que devolver, para ellos mismos, la armonía a esas leyes.
¿Y qué ocurre ahora?
Hay un alma de más para esas vidas en el espacio, o no es posible atraer a un alma en la armonía de Dios, porque esa alma ya vive junto a ustedes y son hijos; y ahora viene otro hijo.
Esas personas no se dan cuenta de eso.
En esta sociedad en la que viven ustedes, ahora que su psicología es tan grande, ahora que han convertido a los seres humanos en psicólogos, la madre da a luz a catorce, quince, dieciséis, veinte hijos.
Pero el psicólogo, el erudito, dice: “No lo sé”.
Al contrario, a eso lo llaman una madriguera de conejos.
Quien pronuncie esas palabras estará más adelante, más tarde, ante su propia evolución, y quizá ese ser humano dé a luz entonces a veinticuatro o a treinta y cinco.
Jamás hablen de una madriguera de conejos cuando vean a esas pobres madres con una decena, una veintena de hijos, dieciséis, ocho, nueve, diez, doce, porque ¡puede ser que ella haya enmendado el karma de ustedes!
Puede que sea precisamente ella quien haya atraído justamente su maternidad, esa alma, para esa monjita, o de lo contrario habrían ahogado ustedes su propio grado de vida junto a las demás que han empezado con la desintegración.
Sí, ahora ven otra sociedad, otra vida, otra conciencia, su vida se dilata.
Y allí vemos todavía en el espacio, cuando el ser humano todavía es un ser animal, vemos allí tres hijos, y dice el maestro Alcar: “Aquí tienen la primera desintegración”.
Continuamos.
Hemos vivido Marte, hemos vivido los planetas secundarios, fuimos llegando al estadio inicial de la tierra.
Esas personas también tenían todavía tres hijos, pero no eran cuatro ni cinco, de modo que la desintegración, la disarmonía, no era tan imponente.
Y ahora constatamos: a medida que el ser humano adquirió más conciencia, fue abatiendo más vidas, asesinaba más.
Porque un solo ser humano en su sociedad es capaz —eso ya lo han visto con Adolf Hitler y otros dictadores— de quitar la vida a millones de criaturas.
Y eso son precisamente...
Ahora hay millones de vidas que esperan un organismo.
¿Cómo puede Adolf Hitler llevarlo a cabo él solo, reconducirlo a la armonía para Dios, a su propia dilatación?
Ya lo habrán comprendido: están ustedes parados.
Pero Dios dijo, o la Omnifuente dijo: reprodúzcanse...
“Y ciertamente”, dice la ley, la ley vital para la paternidad y maternidad, “miren allí: el ser humano se ha hecho más espacioso a sí mismo, también para la paternidad y la maternidad”.
El ser humano atrae ahora a más almas, porque el ser humano ha trastornado la armonía divina por el asesinato, porque el asesinato arroja al ser humano demasiado pronto fuera de esa dilatación —¿entienden?—, no se ha agotado su vida.
Los planetas se fueron dilatando tranquilamente, en paz y con armonía.
La célula allá en las aguas no fue destruida, porque la vida no tenía el sentimiento de comerse la vida, no existía.
Pero a medida que el ser humano —¿ven?; ahora la cosa se pone peligrosa—, a medida que el ser humano fue adquiriendo conciencia, que se dilataba, lo cual también ocurrió en el universo —esa caminata que hicimos aquí de planeta a planeta, ¿no les dice nada?— es la dilatación de la materia, la dilatación de sus sentimientos, pero además la dilatación para la paternidad y maternidad.
¿Lo comprenden?
Si el ser humano no hubiera cometido errores...
Ahora bien podrían decir ustedes: ¿Por qué no creó Dios al ser humano de modo perfecto de una vez por todas?
¿Qué habría ocurrido entonces?
¿Qué habría pasado si Dios hubiera creado al ser humano de golpe, de modo perfecto, tal como lo dice la Biblia, tal como lo quieren la iglesia católica y el protestantismo?
Dios tomó una costilla de Adán, primero fue Adán y después fue Eva, y allí había dos seres humanos en esa gran tierra, dos hijos de Dios, ¿entienden?
Otra cosa no hay.
¿Sienten ustedes esa pobreza, ese comienzo hueco de la Biblia?
¿Tan horroroso es entonces cuando uno trae a la tierra las leyes de Dios? ¿Es como para que se asusten los eruditos?
Porque ya no tiene nada, su pastor protestante ya no tiene nada.
Sin duda que podrá diseccionar su relato, el relato bíblico, puede mirar cómo nació Moisés, pero entonces la creación ya tenía billones y billones de eras de antigüedad.
¿Entienden?
Podemos seguir detenido, analizar la iglesia, a nosotros mismos.
¿Por qué —para el estadio actual— tiene que vivir el ser humano diez, doce hijos?
Ustedes, nosotros hemos empezado como seres humanos la disarmonía, pero eso no quita que pueden ustedes enmendar cosas.
Y mediante la paternidad y la maternidad vuelven a quitarse de encima su asesinato, ¿entienden?
Así que no hay condena, no hay tinieblas donde arda fuego.
Desde que vivimos los primeros planetas, desde que comenzaron el sol y la luna, no hemos visto ninguna condena; y es que no la hay todavía.
Solo ustedes darán más a luz y crearán más.
En el fondo no es tan grave que Dios, que el ser humano se castigue, ¿verdad que no?
Pero no es sencillo, tendrán ustedes diez, doce criaturillas, madres, y volverán a recuperar la armonía.
Y vuelta a empezar: dan una nueva vida a esa alma.
Sí, si les contara la verdad y la realidad..., pero más allá de eso obtendrán otra imagen, eso lo tendrán en las siguientes conferencias, cuando alcancemos esas esferas de verdad —¿entienden?—, cuando accedamos a las esferas de luz, entonces obtendrán posesiones interiores, entonces llegarán a tener sentimientos y una conciencia espirituales, entonces ya pensarán de otra manera al respecto.
Porque en realidad, al final Dios no les castiga, solo tienen que volver a la tierra.
Han cometido ustedes asesinatos, han asesinado a miles de personas y yacen ustedes como una medusa en la playa; horrible, también.
Pueden vivir el hedor del infierno.
Escribieron ustedes, nosotros también escribimos sobre la tremenda oscuridad en los infiernos, en esos mundos inconscientes, pero no es tan terrible si sientes que pueden volver a vivir en la tierra, que nacen de nuevo en la tierra, enmendados mediante su maternidad.
Se harán otra vez automáticamente madres, tendrán el organismo.
Serán hombre y mujer.
El alma desciende en el organismo.
Pero ya sentirán que ahora llegan a un instante, cuando se dilata su vida, cuando la vida interior llega a la conciencia, entonces ya sienten que esa alma que posee esa conciencia maldice el organismo creador.
Son siete mil años de estancamiento.
Sí que creen ustedes que cuando uno va de lo masculino a lo maternal que eso no puede suceder en quince años, ¿verdad?
Estamos hablando de eras.
Les hacen falta eras para vivir la maternidad desde la paternidad.
Y cuando perciben en el macrocosmos cómo se desarrolló y dilató la maternidad, y cómo consiguió infundirse alma a sí misma, entonces también podrán aceptar que el ser humano posee ese ser uno poderoso, universal, para Dios, para la Omnifuente, para la Omnimadre.
Si supieran, ustedes, madres, lo impresionante que es el organismo maternal, entonces sin duda que podrían aceptar de un iniciado, de un cósmicamente consciente, que se arroja a los pies... —aunque esta maternidad, la personalidad, sea tremendamente mala y animalizada—, pero que el cósmicamente consciente se postre a los pies de esta diosa universalmente divina, porque la madre es una diosa.
Sí, pero cuando la madre...
No, no lo diré.
Cuando la madre dice “Y ¿a mí qué me importa eso?”, y cuando una madre se arrastra por las calles de la ciudad, entonces sigue siendo una diosa para Dios y el espacio: algún día despertará.
¿Sienten el milagro de la maternidad?
El erudito dice: “El milagro: una y otra vez vuelve a nacer una criatura, y empieza a gritar y despierta”.
Y que la madre es Dios, una Diosa de este espacio; y que el padre, el hombre que ahora tiene el organismo creador, tiene que vivir eras, esperarlas, estará en un punto muerto durante eras...
Por eso, aquel hombre es la madre para las fuerzas creativas del arte, de la música y todo lo demás —no es culpa de la madre, ¿entienden?—, por esta razón el hombre se adelanta en eso a la madre; pero carece de importancia, no significa nada.
La madre, ella puede dar a luz y crear, para Dios, ¿comprenden?
Cuando los maestros por fin tengan el mundo a sus pies, cuando la humanidad se haya postrado a los pies de los maestros y el mundo entero tenga que escuchar, entonces la fuerza creadora tendrá que empezar a servir la maternidad, porque eso es todo; claro, si la madre no se olvida a sí misma.
El año pasado les ofrecí hermosas imágenes con mis conferencias, porque una mañana dije —¿se acuerdan todavía, mundo, humanidad?—:
(da unos golpecitos en el micrófono) Dios les dio una boca para comer y beber, pero no para contar el mal.
Dios les dio una boca para comer y beber, pero no para cotillear ni mancillar ni parlotear —Dios les dio el universo que se dilata—, pero hagan otra cosa con ella.
Miren, por ejemplo, la sociedad.
Madres, ¿cómo son ustedes?
Sí, por su alumbramiento, por su sintonización con Dios, la sociedad se dilata, la sociedad empieza a evolucionar.
La humanidad está en un punto muerto, la humanidad ya no tiene pervivencia; eso también lo tuvieron que aceptar los primeros seres humanos.
Pero la madre infunde alma a la sociedad, ¿verdad?
Es imposible exterminar a la humanidad.
Gracias, a Dios, ¿verdad?
No, eso de “gracias a Dios” vive en ustedes, porque de todos modos lo harán ustedes mismos.
Habrá nueva vida, nueva evolución.
Pero, pero, pero... nos hemos desterrado, como padres y madres, de la armonía divina a base de tortazos y más tortazos.
No a base de golpes, de verdad a base de tortazos.
Allí rompimos la vida.
No éramos capaces de soportar que hubiera aún más vida en nuestro entorno y dijimos: “¡Váyanse!”.
Y entonces empezamos a asesinar.
Y por eso el maestro Alcar dice: “Miren, ahora podemos ver quién de estas dos personas cometió ese asesinato”.
Porque ¿no es cierto que para su propio estadio ustedes preguntan: “¿Quién ha atraído a esta criatura?”.
¿Quién tiene que ver con el alma que ahora está presente en la madre? ¿El padre o la madre?
¿Por qué se parece esa criatura tanto a la madre?
¿Por qué se parece esa criatura tanto al padre?
Padre, así es como cuelga usted de la pared su tarjeta de visita para Dios.
Ella camina a su lado; puede estar bien, puede ser algo hermoso, pero también puede ser su karma, ¿lo ve?
En sus vidas anteriores crearon ustedes disarmonía y ahora pueden ver con exactitud en el rostro de su criatura quién la atrajo.
No es necesario que pregunten al cosmos ni a su Dios ni a Cristo ni al clarividente: “¿Quién atrajo a esa criatura?”.
Basta con que miren su morrito y lo sabrán.
Pero entonces se encontrarán ante su desintegración, o quizá ante su recepción, porque ahora viven en un tiempo de conciencia; tanto se dilataron sus vidas, sus personalidades, que ustedes ya pueden recibir.
¿No lo sabían?
Cuando un padre y una madre se emborrachan y un niño de cinco años pregunta a sus padres: “Por qué van siempre a los cafés y bares para emborracharse?”,
¿de qué le sirve eso?, y cuando la criatura de seis y siete años conduce más tarde a los padres a la normalidad, entonces ustedes reciben algo —¿ven?—, eso será, pues, un regalo divino.
También cuando ustedes viven la sociedad y reciben del ser humano un sentimiento y pensamiento más elevado.
No pagan nada por ello, no tienen respeto por ello, la sociedad no lo respeta, no respeta el sentimiento ni el pensamiento.
Pero esto que reciben de Dios y del espacio no se puede pagar, todavía no con materia, solo puede pagarse con su cordialidad, su bondad, sus sentimientos.
Y aun así eso le dice al iniciado para los templos, para el mundo astral y para el macrocosmos: “Pongan eso a los pies de Él, quien vino por mí a la tierra y que fue apaleado”.
Porque eso no lo queremos.
Ustedes tampoco.
¿Quiere la madre que se le den las gracias por la criatura que dio a luz?
No lo quiere.
Y entonces recibirán ustedes su beso bondadoso, lleno de sentimiento, verdadero, el beso humano, universal, el beso del macrocosmos.
No hay ninguno que esté encima de la Biblia y que condene, sino el beso universal, el ser uno de hombre y mujer para la creación, para este universo en ustedes que se dilata.
Ojalá pudiera seguir, pero he de continuar, la tierra me llama de vuelta.
Allí, los primeros seres humanos dicen: “Pero ¿dónde está usted?”, ¿entienden?
Sí, hijos, aquí estoy.
Aquí estoy.
Fueron a preguntar y a buscar —dije—, ya no tenían sol.
Y por esta búsqueda, esta búsqueda, ¿entienden?
Preguntan ustedes por infundir alma —ya se lo comenté—; pero no saben lo que es infundir alma; eso lo hemos vivido.
Empezaron a buscar, pero ¿qué?
El sol.
Y ¿a qué pertenece el sol?
A la tierra.
Y entonces llegaron por su propia cuenta, el viento los llevó en esa dirección gracias a su búsqueda.
Bien, puedo quedarme detenido aquí y ahora puedo materializarles el instante y si fuera necesario incluso espiritualizarlo cuando la Omnifuente empezó con esa dilatación —¿entienden?—, ese despertar, el flujo de las nebulosas hacia el exterior.
Cada instante puede volver a verse en el comienzo de la creación.
Pero esas personas empezaron a buscar, empezaron a preguntarse: “¿Dónde está el sol?
¿Dónde está la luz?
¿Qué ha ocurrido?”.
Sí, no fui buena persona; porque ni siquiera tenían esa conciencia.
Tenía yo una enfermedad; ni siquiera tenían ese sentimiento.
Algo ha cambiado, se fue la luz.
Y volvieron a la tierra por empezar a buscar, y entonces vieron al ser humano, vivían en esa aura.
“Dios mío”: eran incapaces de decir eso.
“Santo cielo, el espacio, maestro”: no lo tenían.
Sabían que era su especie.
Se trataba de animales, tenían sentimientos animales y veían sus hembras y machos.
Allí estaban, vivían allí y llegaron a la unidad.
Entonces surgió el primer...
Llegaron a ser uno.
El ser humano atrajo a la madre, la madre descendió en la madre, en el propio grado de vida —¿ven?—, en ese inferior.
Les conté que surgieron seis grados de vida diferentes.
Lo que percibimos aquí en el cosmos, eso el ser humano también lo vivió en el propio estadio.
Vamos a vivir seis diferentes grados de vida —siete—, por medio del organismo humano vamos hacia la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), y eso también es para el alma.
Lo leyeron en ‘El origen del universo’, lo leyeron en ‘Los pueblos de la tierra’ y sobre todo en ‘Dones espirituales’.
Entonces eran uno, en la tierra el grado más elevado está poseído ahora por la personalidad astral, ¿verdad?
Los que están a menos altura no son alcanzables, porque son inalcanzables.
¿Por qué no?
(Alguien en la sala responde).
Eso es: el mismo sentimiento.
Si no hay ser uno, tampoco habrá conexión.
¿Qué es el ser uno del violinista con el tono, con el sonido del timbre que consignó el compositor para él?
¿Qué es eso?
El ser uno del sonido, eso es el virtuoso.
Y eso es ante todo en el espacio.
Ahora llegamos a ver —les ofrezco ahora esa imagen— que el ser humano, el grado más elevado, está poseído por la personalidad astral, y esta, a su vez, vive en la tierra.
Pero ahora el ser humano no tiene conciencia.
Les mostraré ahora —pondremos los fundamentos, ahora lo podrán vivir— que la dilatación de la conciencia se hace peligrosa.
¿Por qué?
No es peligroso, siempre que el ser humano siga pensando más allá.
¿Por qué tiene que tener una criatura de la tierra un delirio religioso? ¿Ven?
¿Pueden volverse locos con esto?
Imposible, si se hace demasiado pesado, ustedes ya se irán por su propia cuenta.
Pero esas personas viven en la personalidad terrenal, ese hombre y esa mujer, y son uno.
Allí no hay demencia religiosa... demencia —esa palabra forma parte del tiempo de ustedes—, y aun así el ser humano de allí está poseído.
Vuelve a ser uno con el yo astral, el ser humano que ha vivido en la tierra y que ha completado su ciclo.
Ahora estoy... —esto ya no lo conseguiré esta mañana— ahora estoy ante un largo recorrido que vamos a vivir juntos, que nos permitirá seguir nuestra caminata también por la sociedad; y esa dilatación —lo que vivió el macrocosmos, ¿verdad?, eso se lo conté, ¿no?, eso es lo que les quise dar, y una vez más no lo alcanzamos—, por lo que el ser humano volverá a ver su primer pensamiento espiritual, inmaculado, armonioso para la personalidad espiritual, astral.
¿Cómo surgieron las esferas de luz?
Porque ese recorrido lo hemos de hacer.
Porque si ustedes asimilan bien estas conferencias, entonces ya no habrá nada para ustedes del macrocosmos ni de la Biblia ni para la psicología; entonces se conocerán por completo, entonces se vivirán plenamente a sí mismos, esa es su posesión.
El universo que se dilata vive en ustedes.
Hemos completado el ciclo de la tierra.
Ya hemos vuelto a la tierra, hemos vuelto en el ser humano, en la madre.
El hombre y la mujer se desfogan y empiezan a explorar, comen, beben, junto a esas madres miran a través de esos ojos, vuelven a ver el sol.
Tarde o temprano volverá a haber: “Y eso, en realidad, ¿qué es?
Vivimos”, ahora van a ver la diferencia, “vivimos aquí.
Si me desprendo, voy a...”.
Él se va de allí, así, sin más.
Puede desprenderse de esa mujer a la primera, ese hombre, esa personalidad astral.
Se sale y piensa, llega a ese punto, claro, después de eras, llega allí, porque durante siglos estuvo anclado a la materia, estuvo conectado durante siglos a la paternidad y maternidad en la tierra desde el mundo astral.
Pasan siglos y de pronto dice, siente: “Sé por qué entra la oscuridad.
Soy yo por quien vive ese cuerpo, eso no lo saben, pero yo sí lo sé, porque no saben que estoy aquí”.
Hay más, están hablando.
Lo que pasa por encima de esos finos labios es: “Bw woe who wuwho”, es la lengua que ustedes todavía pueden vivir en la jungla, “bww wu wau”.
Sí, ríanse, yo no me voy a reír.
Sienten, comprenden, empiezan a buscar, ojalá esas criaturas supieran decir: “Santo cielo, Dios mío, ¿qué ocurre aquí?”.
Pero eso no es, solo es sentimiento, y aun así esto es todo.
Empiezan a sentir, miran al espacio, se desprenden del ser humano.
Ven cómo se va elevando el sol, vuelve a haber luz en la tierra, en este espacio... y ahora ese ser humano persigue esa luz.
Si ven ustedes esas imágenes de los primeros seres humanos que han completado su ciclo de la tierra, y por lo que comienza la conciencia que se dilata...
Van rápidamente detrás de esa luz, se alejan de esa gente y van andando, porque quieren poseer esa luz, quieren llevársela, quieren sacar el sol del universo, como si de una flor se tratara.
Y hacia la noche vuelve la oscuridad.
En esos tiempos los días eran más cortos, también me puedo detener ante eso.
¿Cómo es la luz del espacio?
La luz del espacio adquirió la fuerza de una mañana estival, cuando ven ustedes el primer crepúsculo en la tierra, así es la luz.
Y cinco segundos más tarde, cuando el sol impulsa el primer reflejo detrás de la tierra hacia el universo, esa luz es la fuerza del sol en el espacio.
Algo más de conciencia, más luz, es también la luz y el sentimiento del ser humano que se dilata, ¿ven?
Macrocosmos, el sol para la evolución, el sol para la dilatación y el ser humano: son uno.
No hay diferencia ni en el universo ni en el ser humano, ni diferencia para la paternidad y maternidad, para esa alma, para ese espíritu, para esa personalidad.
Volvemos a ver la conciencia del ser humano en el universo.
No, ustedes no son capaces de eso.
Cuando se nos pregunta: “¿Cómo es la conciencia en este instante en la tierra?”
decimos: “Cuando el sol esté en el cenit, entonces determinaré la conciencia de esta humanidad, y miraré en el mecanismo horario del macrocosmos”.
Somos capaces de hacerlo, ustedes también.
Cuando el sol ha alcanzado el cenit y la radiación de la fuerza creadora llega a cubrir la tierra, y a travesar el universo, esa es la conciencia del grado de vida más elevado.
El ser humano no ha avanzado más que el espacio.
El espacio, la paternidad y la maternidad del espacio, no ha avanzado más que el ser humano ni de lo que este posee en sentimiento.
¿No es interesante?
Ustedes no han avanzado ni un gramo de sentimiento más que lo que el sol posee en cuanto a luz, de lo contrario el sol ahogaría los sentimientos de ustedes, ¿entienden? Es un todo macrocósmico.
Pero ese ser humano va detrás del sol, el sol se pone.
“¿Cómo es posible eso?”.
Regresa a la tierra.
Lo vivió miles de veces: detrás del sol, este que vuelve.
“Dios mío”; sí, miren, en ‘La cosmología’ también decimos: “Dios mío, Dios mío”.
Y el maestro Alcar dice: “Pero ese Dios aún no ha venido”.
Que sí, ese Dios sí que vino —todo esto es divino—, pero aún nos falta el sentimiento.
¿Lo entienden? Cuando dicen “Santo cielo” y “Dios mío”, entonces ya están atados a la Biblia, entonces ya están pensando a partir de su estadio humano, actual, y eso no puede ser, porque todavía vivíamos en eras prehistóricas.
No hay nada...
(El maestro Zelanus dice a alguien del público que ya se va de la sala): ¿Ya se vuelve a marchar?
Todavía tengo que empezar.
No hay nada...
(A la persona en la sala): Pues entonces váyase, no es culpa mía.
(A la gente en la sala): ¿Qué les parece si seguimos hasta la noche?
(El público en la sala): Sí, por favor.
“Por favor” dicen ustedes, ¿en serio?
(Público): Sí.
Entonces una mañana empezaremos a las diez y seguiremos hasta las diez, pero ay de ustedes si empiezan a bostezar. (risas)
Ay de ustedes si vuelven a estar moviéndose en sus asientos y me dan la sensación: ahora ya está empezando a aburrirme un poco; entonces nos iremos corriendo.
Pero, bien, se lo agradezco.
Ese ser humano está buscando.
Esto lo iré cerrando por esta mañana, y entonces ya tendremos la siguiente sesión.
Ya lo habrán comprendido seguramente: siempre quiero seguir, pero entonces hay mucho que perdemos.
Quiero mostrarles rápidamente el universo.
Me había propuesto ir al cuarto grado cósmico; imposible, claro.
¿Quieren que vaya poniendo fundamento sobre fundamento?
(El público en la sala): Sí.
¿Fundamento sobre fundamento para su espíritu, su personalidad, su paternidad, su maternidad?
Naturalmente, irán recibiendo automáticamente otros títulos.
El de esta mañana es: ‘El universo que se dilata para el ser humano, para los sentimientos de ustedes’.
Y entonces la de la siguiente sesión la titularemos: ‘El universo que se dilata para la personalidad humana’.
¿No es así?
De todos modos lo tengo que recibir todo.
Pero retengan esto: ese ser humano está buscando, pregunta, ese ser humano se liberó de la tierra.
¿Se liberó del macrocosmos?
No, del cosmos material —¿lo ven?—, pero se ha liberado de leyes materiales, corporales.
El ser humano ha vivido un ciclo para los grados de vida corporales —¿lo entienden?—, desde un punto de vista corporal, pero recibido por el macrocosmos.
Sientan un poco para el sol, la luna y las estrellas.
Siéntanse un poco en el balconcito, tal como siempre lo ha hecho André.
Pónganse por la noche un poco en un banquito, juntos, si hace buen tiempo, no se enfríen, y fúndanse y digan: “Madre, madre, todo esto nos pertenece”.
No es necesario que asalten esa vida, erudito, disparando un cohete, porque este tiene que llegar a explotar, a ampliarse, dentro de usted y debajo de su corazón, y de eso se trata, eso da la fuerza de un cohete a un solo pensamiento; denle a eso la fuerza de ese cohete, eruditos, de sus V2, la fuerza de un V2.
Vivan en la misma sintonización que la voluntad humana que albergan y que forma parte de su personalidad.
Así de fuerte es el ser humano por su voluntad.
¿Qué han asimilado de eso?
¿Qué han asimilado de esto de hacer preguntas?
Hay sol, luna, estrellas.
Han alcanzado ustedes el ciclo de la tierra.
El ser humano empieza a buscar, el ser humano va detrás del sol, empieza a ver —regresó— que la tierra sobre la que camina, esa materia de allí, que empieza a girar.
Esa luz no se ha ido, el ser humano se eleva por encima de la tierra.
Está por encima de la tierra, que ahora es un puntito, que ahora es una hoz, así (tablero).
La tierra..., la luna, siempre verán ustedes la luna llena, la ven llena, ¿verdad?
Pero la tierra no se puede vivir nunca llena en el espacio; siempre es una hoz, desde el origen de la tierra, eso ya lo saben, ¿no?
(Alguien pregunta): “¿Eso cómo ha sido?”.
Porque la tierra siempre tiene noche y porque la luna se deja ver por un lado.
Están viendo la carga entera de la maternidad.
Pero la tierra completa su órbita y la luna no.
La tierra lo hace en una rápida conciencia, la luna, no, ¿entienden?
Así que la dilatación para ver la paternidad, aquella para el macrocosmos, continuó.
Se encuentran ustedes ante la órbita de la luna, tomó bastante más tiempo.
Pero la tierra lo hace en poco tiempo, por eso recibieron ustedes el día y la noche, y eso es lo que esa gente vivió.
Pero la tierra siempre posee...
Sí, la tierra adquiere la conciencia para el día.
Desde luego.
Pero ya comprenderán ustedes que cuando aquí en Holanda tienen el día, entonces otro clima, uno oriental, tiene la noche.
Y después tenemos también las noches que duran cinco, seis y siete semanas, cuando ese punto... —todo eso lo pueden ver: qué punto alcanza la conciencia y qué punto recibe la fuerza centrífuga del espacio, pero de eso no estamos hablando ahora.
Esas personas buscan el sol.
Esa gente se irguió y entonces se encontró encima de la conciencia terrenal, humana, corporal, y ahora —y con eso terminaremos, hijos míos—, sin Dios, sin Biblia, sin Cristo, sin poesía, sin libros no han podido vivir nada de las ciencias de ustedes.
Y viajaron por encima de la tierra y han hecho que el universo que se dilata vaya despertando espiritualmente en ellos.
¿No les dice nada?
¿No es milagroso eso?
Sin Dios, sin Cristo, sin Biblia, sin una iglesia, sin una túnica: ese ser humano no poseía nada de lo que tiene el estadio actual, y se eleva por encima de la tierra.
Echen la mirada para atrás, hacia su nacimiento prehistórico.
¿Qué poseen ahora?
Pero por esa conciencia que se dilata deberían poseer ustedes en el fondo mucho más.
Y ¿qué hicieron los maestros entonces?
Claro, como siempre, yo ya no puedo seguir más, ¿ven?
Tengo que poner punto final a esta conferencia.
Porque ahora recorremos junto al primer ser humano el camino de vuelta por el macrocosmos.
¿Lo quieren?
(El público en la sala): Sí.
El camino de vuelta a la luna.
Vivimos la luna, hemos vivido el universo, el macrocosmos, la Omnimadre, la Omnifuente, desde su estadio.
Pero ahora regresamos desde la tierra y veremos cómo se dilataron esas primeras personas, cómo les entró ese universo que fue creado para ellos, y ustedes comprenden su propia evolución corporal, pero sobre y además la interior, el despertar de su personalidad espiritual para el estadio actual en el que viven; sin poder vivir Dios ni Cristo, sin poder vivir el sentimiento; ¿qué es amor, qué es verdad?
Aún no había integridad, ni se hacía justicia, porque el ser humano la vivía por medio de su propia vida —¿entienden?—, volvía a enmendar.
Hay jurisdicción divina, pero ¿dónde reside esa justicia divina?
En la vida de ustedes.
¿No es natural eso?
¿Qué tiene el juez?
¿Les cuento algo hermoso?
El padre de ustedes es un adepto.
¿Qué tenía él en el tiempo en que estaba en la tierra?
¿Jurisdicción?
Dios mío, miren esa brizna de hierba, miren el animal, miren la gente, miren el espacio, y verán la jurisdicción divina, y esta no está a la venta, es impagable.
¿Se la dan a cambio de nada?
No, es que ustedes la son, porque son ustedes dioses.
El ser humano es una divinidad.
Tiene una conciencia universal.
El ser humano se dilata universalmente, corporalmente, espiritualmente, y para la personalidad.
El ser humano recibe en sus manos todas las leyes vitales divinas como espacios y como sistemas.
Ese es el regalo de los maestros para esta mañana.
Espero que ya nunca más se enojen conmigo.
Espero que jamás se vuelvan a olvidar de su maternidad; aunque ya no sean capaces de dar a luz, háganlo por medio de sus pensamientos.
Porque a los rasgos de carácter hay que infundirles alma.
Solo podrán hacer que estos lleguen a despertar espacialmente si hacen que un rasgo de carácter se dilate.
Ya solo añadiré una palabra más y así no me habré olvidado de nada.
Solo es posible, hermanas y hermanos míos, por medio de la vivencia y la aceptación del Gólgota y de Cristo y de la vida en amor.
Les doy las gracias por su atención benévola.