La personalidad divina para el ser humano – parte 1

Buenos días, hermanas y hermanos míos:
Esta mañana les voy a ofrecer la conferencia ‘La personalidad divina para el ser humano’.
Pero nosotros, el maestro Yongchi y Wolff, hemos representado la personalidad humana en arte.
André trajo este cuadro para ustedes, para que ustedes mismos puedan admirar después de la conferencia cómo será su personalidad para la primera esfera.
Así que no se irán nada más acabar la conferencia, se esperan un poco y entonces llegarán a ver ese milagro.
Y con más razón, al acceder esta mañana a la personalidad divina, el maestro Alcar dio a Yongchi su inspiración y sentimiento para mostrarles lo que el otro lado es capaz de edificar, representar, cuando se trata del alma, de la vida y del espíritu; de dejar constancia de algo para el ser humano, la sociedad, la humanidad y el Dios de todo lo que vive.
Enseguida podrían llamar esta obra “Dios”.
Toda la vida está presente en ella.
Las piedras preciosas que verán son rasgos de carácter del ser humano que ha vencido la verdad, la justicia, la armonía de cara a la madre naturaleza y el espacio, y que después pudo asimilar.
Fuimos por medio de estas conferencias al macrocosmos, pero al final, por todos esos milagros y leyes, grados vitales, mundos de luz y oscuridad, estamos, pues, ante la personalidad divina, y pueden preguntarse como seres humanos: ¿qué tengo de esa divina personalidad y cómo tengo que ganármela?
Las conferencias edificantes como fundamentos para la cosmología serán luego, detrás del ataúd, la posesión macrocósmica universal para la personalidad espiritual.
Eso es, pues, el ser humano en su belleza, en su verdad, en su amor, porque ahora todo va a ser amor.
Por el hecho de conocer a Dios fuimos desde la Omnimadre al universo.
Las primeras nebulosas —se lo he explicado— ya eran una imagen de la personalidad divina que luego, después de esto, se haría visible.
La Biblia —pueden tomarla ahora al instante otra vez entre las manos— no cuenta nada sobre eso ni sabe nada al respecto.
Es decir, la Biblia —ya se lo dije, y se lo pueden explicar y demostrar el macrocosmos, las leyes del espacio— comienza con falsedades y ya no significa nada para este siglo, el reino de Dios en la tierra.
Porque ya se echaron los primeros fundamentos.
Esas nebulosas —lo hemos vivido, estuvimos en ese silencio— fueron dilatándose, ¿entienden?
Llegaron las tinieblas y volvió a haber luz, empezaron a ser los grados de la evolución para la maternidad y paternidad.
Las tinieblas eran la maternidad y aquello que se fue haciendo visible representaba la personalidad divina, creadora, para el espacio.
Eso lo hemos vivido, lo hemos visto.
Y, finalmente, empezó a haber luz.
El macrocosmos estaba iluminado por la irradiación divina, un plasma vital, edificado por los sentimientos de una Omnifuente como Omniespíritu, Omnialma, Omnivida; sentida, vista y vivida como Omnimadre.
Y esa madre se fue dilatando, esa madre fue llenando ese poderoso cuerpo, ese macrocosmos —es un cuerpo—, y ahora vemos cómo se desgarra esa luz, y eso ya es para este instante la personalidad divina como luz.
¿Entienden?
La Biblia, pues, los templos, las ciencias no saben de todo esto cómo surgió.
Todavía no podemos empezar con la Biblia, todavía no podemos acceder a los sistemas filosóficos, a la ciencia, o sea, a la construcción espiritual para esta personalidad divina, porque todavía no existe.
Y aun así, aquí es donde viven las leyes divinas.
Es en esto donde vive la veracidad.
Si no la conocen, la vida carece de sentido.
Nunca conseguirán verdad, nunca armonía, nunca un asidero, porque seguirán planeando, planeando en algo etéreo que es invisible, a lo que no es posible asirse, donde aún no se colocó ningún fundamento.
¿Por qué?
Porque estas leyes nunca fueron visibles para el ser humano, porque de eso nacería el ser humano.
Eso lo hemos vivido juntos por medio de estas conferencias.
Eso es la cosmología.
De modo que ahora llegamos a conocer a Dios como luz, la personalidad de Dios como luz.
También les he explicado que Dios no es más que una palabra, un nombre.
A Dios lo llamamos Wayti.
Pero llamen a Dios irrevocablemente y solo, entonces estarán salvaguardados para todo, si se conducen a sí mismos a esa vida y se colocan ante las leyes, y dicen: “Ahora voy a comenzar a asimilar ese Dios, esa vida”.
Empezó a haber densificaciones, surgieron dilataciones y divisiones.
El macrocosmos se desgarró y la vida, esa fuerza, esa Omnifuente, ese pensamiento y sentimiento se hicieron ver por miríadas de chispas con sintonización macrocósmica.
Eso lo hemos visto.
Así que ahora podemos seguir de planeta en planeta.
Comenzó la luna, despertó la vida celular, surgió la vida embrionaria: la luna, como madre, empezó a dividirse y recibió los mismos rasgos de carácter de Dios, para dar a luz y crear, en armonía, mediante la justicia, mediante el verdadero ser uno, el natural, mediante el darse uno mismo al cien por cien de cara a la paternidad y la maternidad, la dilatación, el renacer.
Después de esto, el alma como ser humano, como chispa, ya tenía en sus manos la “vida”, la “muerte”, el “renacer”, y pudo asimilar el espacio correspondiente.
Miren: cada nacimiento trajo ampliación, pensamiento —no, no, esto todavía no lo había—, lo que empezó a haber fue sentimiento.
Sentimiento en esa célula material o espiritual, sentido como embrión y aun así una entidad.
Las propiedades divinas llegan a dilatarse, se espiritualizarán y se materializarán.
Surgieron los sentidos, se lo he explicado: las propiedades divinas para sentir, para pensar y acoger la vida, y así asimilar las leyes y fuerzas, para que al final pueda hablar la personalidad.
Comenzó la luna.
Fuimos viviendo el estadio final, el instante pez.
El ser humano sale arrastrándose del agua.
Ha surgido un nuevo universo.
No.
Vean: la luna, durante su desarrollo, sí que emitió esas fuerzas en un grado animal.
Y a eso voy a asirme enseguida, porque también ustedes, como seres humanos, están construyendo actualmente en la conciencia actual y que se dilata para este estadio.
Ustedes emiten... eso lo vivirán más adelante, y eso podrán verlo y admirarlo por el símbolo, por el cáliz vital del ser humano, por los diamantes y las piedras preciosas, y entonces tendrán que aceptarlo: el ser humano edifica, por su armonía buena, inmaculada, pura y natural, ¡la conciencia emisora hasta las esferas de luz!
Miren.
Luego seguiré sobre esto y entonces admirarán y vivirán que pueden darle espacio a cada rasgo del carácter; solo entonces hablará la personalidad divina para el ser humano.
Entonces quedará patente cómo el ser humano puede asimilar la personalidad divina.
Ese Dios, ese espacio, se lo ganarán como ser humano, pero en armonía, en justicia.
Y entonces, entonces esa persona irá emergiendo, estaremos ante el umbral de la primera esfera.
Ahora no hay ningún portón, y aun así hace falta una llave —ya se lo dije—, la Llave dorada de la vida, para abrir esas esferas.
La meten en alguna parte, no hay asidero si no existe ese fundamento luminoso, inmaculado, natural, justo, el ser uno con la vida de amor.
Y eso lo tendrán que asimilar.
Fuimos de la luna a los planetas.
Fuimos atravesando el cosmos, el macrocosmos, hacia Marte.
Y, por fin, accedimos a la tierra por medio de los planetas de transición, y en el estadio primigenio, como primer grado de vida para el ser humano, comenzamos a aceptar la vida, a vivirla; había continuación, dilatación por medio de los organismos.
Y ahora, si esto les queda claro —se lo he dicho— y no lo tienen en sus manos, aunque sean padre y madre, forman ustedes parte de la personalidad divina y de Sus creaciones.
Naturalmente, sigo representando la palabra “Dios” y Dios, porque todavía no se conoce la Omnifuente.
El ser humano, la masa, la sociedad, la humanidad, todavía no sabe cuál fue en realidad el engranaje de ese estadio inicial.
“Pero si eso no le ha quedado claro”, dijo el maestro Alcar a André, “¿es que no siente que es usted padre y madre, directamente desde la Omnifuente?
Esa Omnimadre le dio una parte de su dar a luz y crear.
Ese es el todo esencial.
Lo que llega ahora alrededor, eso llegará a ser personalidad, es esta luz.
Pero su funcionamiento, la edificación, el vivir, el ser uno, el cambiar, el dar a luz y el crear: eso es Dios.
Pero lo que ve aquí como luz, lo que percibe en este universo —y entonces hicimos el viaje de un planeta al otro—, eso es parte de la personalidad divina.
Un planeta representa una parte de Su personalidad, como grado, como ley, como paternidad, como maternidad; pero como luz, como vida, como espíritu.
La esencia, pues, la representación, pues, la dilatación, pues, también la luz, el grado de conciencia para esa paternidad y maternidad divina, universal, macrocósmica, representan una conciencia, y esta será radiante actuando, sintiendo, pensando, dando a luz, creando.
Y cuide ahora de que allí”, dice el maestro Alcar, “pueda postrarme a los pies de la madre luna y que pueda besar su vida.
¿De verdad que pensaba que podría acceder a ella de modo incierto e inconsciente, y que me abrazaría y que iba a querer decirme: ‘Mira, criatura mía, mi vida está abierta para ti, acéptame y dame a luz’?
¿Pensaría usted que puedo volar con un cohete a su vida y que me dirigiría la palabra, que abriría su vida hasta su conocimiento y sentimiento más profundos, hasta su alma, su espíritu, hasta su sintonización divina, para que podamos experimentar el ser uno para el Dios de todo lo que vive y para que podamos asimilarlo?
¿Cuál es la intención, pues, de experimentar este ser uno con el macrocosmos, con la luna como madre, esa Omnifuente, esa Omnivida, ese Omniespíritu, esa Omnialma y, finalmente, ese Omniamor?
Entonces tendremos que sintonizar nuestras fuerzas interiores, en primer lugar de todos, André y maestro Zelanus, para vivir y poder experimentar el pensamiento, el sentimiento, las fuerzas para la dilatación, la conciencia y el empuje.
Pero si no hay una claridad inmaculada, una armonía, una justicia, y ese amor no está en nosotros, entonces ¿cómo va a poder acogernos la vida como Omnialma y Omnifuente, y poder y querer hablar a nuestro yo interior?”.
André piensa: ¿cómo llego, pues, a la unión con la luna?
¿Cómo llego a la unión con la vida?
¿Cuándo se dirigirá a mí esa personalidad divina?
¿Cuándo me dilataré y cuándo seré luz?
¿Cuándo seré verdad, justo?
¿Cuándo seré amor?
Sí, seguimos planeando tomados de la mano, y pensamos y nos convertimos en uno solo y nos preparamos para poder vivir esa luna, esa madre, con el fin de que hablen las leyes.
Viajando y siguiendo volando pensamos: dame la fuerza y la sabiduría.
Lucharé, serviré, quiero acoger la inmaculada claridad de sus sentimientos en mí y transmitirla a todo a lo que usted haya dado a luz y haya creado.
Y seguimos sin oír nada.
André llora: “Pero entonces ¿cuándo voy a recibir el sentimiento?
¿Cuándo me llegará y me entrará esa verdad, esa fuerza, esa conciencia, maestro?
¿Cuándo estaré entonces listo para poder acoger a esa Madre?”.
“Todavía no”.
Así es el suplicio durante un viaje.
Entonces planearán ustedes por el espacio, tal como pronto revoloteará el ser humano por la sociedad, dando golpes y patadas a diestro y siniestro, deformando la vida, mancillándola, cotilleando y parloteando sobre ella.
¿Cómo quiere ese ser humano experimentar el ser uno con la personalidad divina si la Omnifuente tiene que ser vivida a partir de todo?
Entonces hablará la única Omniesencia y liberará algo de su sintonización interior, divina, la elevará, para que forme parte —lo cual ustedes verán en breve, porque llegaré a esas leyes, esos fundamentos se pondrán—, para que forme parte de su conciencia diurna como personalidad, y entonces a ver si ustedes demuestran y oyen lo que les salga de su boquita humana, como ya les dije...
No se asusten, no, porque no les haré nada.
Cuando esas leyes, esa vida, se abalance sobre el ser humano, cuando se despierte lo interior, definitivo, justo, divino, y eleve a las alturas, para que se manifieste, para que eclosione, una milésima parte de un gramo de sentimiento, entonces el ser humano se desplomará y se arrojará al suelo para besar la tierra.
Eso lo pudimos hacer y eso lo hemos tenido que hacer, y con gusto, porque solo entonces entra la verdad en el ser humano.
Solo entonces empezará... comenzará a pensar y a sentir.
Solo entonces les saldrá de la boca una palabra que los guardará y asegurará esta sabiduría que lo abarca todo, este ser uno con la Omnimadre, la Omnifuente, la Omnialma, el Omniespíritu, la personalidad.
Y ustedes, ¿qué saben de esto?
Y entonces fuimos volviendo... las leyes vividas, las leyes explicadas, los espacios experimentados, siguiendo en fogonazos y aun así detenerse ante un insecto, porque el bichito dijo: “¿Por qué me pasas y dejas de lado?
Pertenezco a las sintonizaciones divinas, aunque luego poseeré mis grandes y poderosas alas, pero analízame, porque soy vida y pertenezco a esa personalidad divina, porque mira mi color”.
Una piedra dice: “Mira mi luz.
Surgí por los rasgos de carácter divinos.
Me he construido a mí misma por estos núcleos de un verde esmeralda, brillantes, que irradian luz.
Represento los espacios como luz.
Poseo una parte de Sus infinitas propiedades, que no pretende ser ni significar otra cosa que: verdad, armonía, justicia.
Y finalmente mi belleza, mi vida, mi organismo son amor”.
¡Una piedra!
Un árbol dice... de viaje, a los maestros y al ser humano que ha vivido el ataúd y que tiene la conciencia para experimentar los sistemas universales, dice el espacio: “¿Qué ve en mí?
Soy el cuerpo, pero ¿cómo se construyó mi cuerpo?”.
Y entonces aparece Júpiter, aparece Venus: “Y ven a mí, ser humano”.
La gente por fin adquiere conciencia para llegar a conocernos.
Nunca antes hubo ni un instante, ni un segundo para todos esos millones de creaciones que son la conciencia más elevada, que son el ser humano, que descienden a lo más bajo, a nosotros, para que podamos experimentar nuestro ser uno del Omnigrado divino, universal.
Y ahora habla la sabiduría de Júpiter, Venus, Saturno.
Ahora hablan las nebulosas, el sol y la luna y las estrellas.
Y ahora el ser humano llega a la personalidad divina, ahora habla la túnica, el organismo.
La vida se dilata, describe una órbita, sí, sí.
Y entonces André pudo decir, nosotros pudimos decir, y junto a nosotros millones de personas más: “Se me ha acogido en el cuerpo de Dios.
Lo que me está hablando es la personalidad de Dios, como estrellas, planetas, la paternidad y la maternidad, alma, espíritu, vida, personalidad”.
Y ahora dice Júpiter: “Pues, tienen ustedes buen aspecto”.
Wayti —la estrella en el espacio— dice y habla a André: “Soy Wayti, André, ahora podemos ser uno solo, ahora puedo explicarle toda mi familia.
Pero ¿cómo vive el ser humano en la tierra?
Y ¿qué quiere el ser humano que todavía no nos conoce en estos grados de conciencia?
¿Pensaba de verdad, André, que iba a poder hablar con mi vida, con mi conciencia, con mi personalidad, sembrando muerte y fuego?
Venga a mis manos, siéntese a mi lado y le daré la orquídea de mi corazón”.
Tomado de la mano de una estrella, porque esta es una personalidad, es vida, es alma, es espíritu, es amor.
Es paternidad y maternidad, consciente o inconsciente, pero pertenece a la personalidad divina, representa a Dios como un grado de amor.
Consciente o inconsciente, pero forma parte de este poderoso organismo macrocósmico.
Y entonces no son ustedes infantiloides, no se habrán desvanecido, sino que se habrán convertido en la criatura universal, inmaculada, de la que habló y sobre la que habló Cristo: “Hay que ser como niños”.
Y ¿qué dicen los filósofos para hoy?
“Ese niño desgraciado en nosotros tiene que desaparecer, porque de niños no hacemos más que tonterías.
Desmantelamos, no somos conscientes de lo que hacemos, pero como ser humano eres una personalidad”.
¡Eso lo dicen sus filósofos, sí, sí!
Estimado señor, eso ya le gustaría.
Sus sistemas filosóficos hacen que vayan de mal en peor.
No le aportan sabiduría vital, no le aportan ser uno con la personalidad divina, porque ese niño en usted quiere decir: la verdadera entrega, el inclinarse.
Aún falta la conciencia, pero es la voluntad de esta vida la que se da, que pide y que se deja conducir.
¿Quién se deja conducir?
¿Quién opta por mejor tomar directamente la palabra para el espacio —enseguida llego a donde están ustedes— con el fin de explicar las leyes, de representar la vida?
¿Quién?
¿Quién está en condiciones de volver a experimentar una y otra vez la veracidad?
¡Y de la que no saben nada!
Y aun así se pronuncia esa palabra, cae de la boca humana y sale volando de ella, y no solo se quiebran a ellos mismos, sino que quiebran y mancillan, deforman la personalidad divina como esencia en ellos mismos.
Sí, ya estamos llegando donde ustedes.
Eso no lo tiene una flor.
Ahora vayan a la naturaleza, mejor atraviesen la naturaleza.
Contemplen un caballo, un gato, un perro, un tigre, un león, una jirafa, observen un cocodrilo, y miren lo perfecta que ya es esa vida, lo perfecto que es el Dios de todo lo que vive, que la Omnimadre ha dado a la vida, a sus chispas, todos los rasgos de carácter de Dios.
Pero el ser humano está por encima de todo y representa el pensamiento y sentimiento divinos, la paternidad y maternidad divinas.
Porque algún día, como seres humanos tendremos una representación y conciencia divinas.
¿No es esto excesivo?
Un árbol, una flor, un animal, la madre naturaleza, el espacio entero, eso continúa hasta el infinito.
Todo eso no se molesta por nada, lo tiene todo.
Sí, sí, esos animales se comen unos a otros.
Pero también el núcleo en eso, en toda esa vida, tiene color, tiene la personalidad de Dios y es la vida, pero a través de la paternidad y maternidad.
¿Lo ven?
Los planetas poseen la paternidad y maternidad, o no lo son.
Pero la luna —ya se lo dije— y el sol son padre y madre para todo este conjunto.
Las estrellas y los planetas que son medio conscientes multiplican el espacio, representan las fuerzas para que este cuerpo pueda dilatarse y alcance el empuje.
Resulta, pues, que Venus —ya lo aprendieron y lo leen en ‘El origen del universo’— es un planeta inconsciente.
Júpiter, Saturno y todos esos millones de leyes como cuerpos, hasta las nebulosas, las migajas de y para el universo, tienen en sus manos la personalidad divina y representan un grado correspondiente.
Un grado de sentimiento como empuje, como tarea.
Y en eso no hay trastorno.
Todo esto lo creó la Omnifuente para el ser humano.
Estas fueron las leyes por las que el ser humano se pudo dar a sí mismo ampliación.
Y ahora resulta que hay una solo esencia, un solo Omnipoder en el ser humano, por el que —y ahora escuchen bien—, por el que el ser humano lo tiene todo, todo, todo para representar como paternidad y maternidad esa dilatación divina, esa fuerza, esa vida, esa alma divina, ese espíritu, y para vencerlos y, además, asimilarlos.
¡Eso solo es posible por la paternidad y maternidad!
El ser madre es el ser uno con Dios, con la Omnimadre, con la Omnifuente: es alumbramiento y después creación.
¡Y esto es, pues, la esencia por la que la era prehistórica alcanzó el Omnigrado!
Nada en la tierra ni en el espacio tenía significado alguno, porque es una posesión propia.
De modo que la vida sí que conduce al ser humano irrevocablemente...
Viviendo, dando a luz y creando, regresando a la tierra —debido a que una y otra vez hay un nuevo fundamento, un nuevo organismo que está listo—, el espíritu como personalidad, y el alma, la esencia divina, llegan a tener la posibilidad de dilatarse.
Eso los egipcios, los templos, aún no lo han comprendido.
La paternidad y maternidad —ya lo representé, lo machaqué— lo es todo.
Ya vivirán dentro de poco cómo se mancilló eso.
Sobre esto les ofrezco aquí tres, cuatro conferencias, y voy a adentrarme en los sistemas para concluir esta temporada.
Entonces comentaré los rasgos de carácter que ustedes viven a diario en la sociedad.
Siguen ustedes sintiendo que continúo en contacto con ese espacio, con el descenso a la tierra.
Pero enseguida nos encontramos ante el desmantelamiento, ante la edificación, ante ustedes mismos.
Y entonces podemos preguntar: y ustedes, ¿qué tienen de eso?
¿Qué tienen de eso las esferas, qué tiene de eso el animal, una flor?
Ha habido gente que ha dicho: “Ojalá fuera una flor, entonces no podría cometer pecados, hacer cosas malas”.
Pero una flor sigue siendo una flor, y ustedes, en cambio, pueden hablar.
Esa florecita también habla, pero de otra manera.
Ese mundo no lo conocen, no lo oyen, porque tienen que descender en ese ser uno, en esa flor, tienen que ser capaces de acoger esa vida.
También les haré vivir esas leyes, para que por fin vean quiénes son en realidad.
Para que vean quién vive en ustedes como Dios, cómo es la sintonización de ustedes, cómo es su conciencia para este instante, para esta sociedad, para este siglo.
Y entonces ya no tendrán nada que contarse.
Ese favor, ese honor, lo recibirán.
Entonces ya no será necesario que se digan: eso se hace así, aquello se hace asá.
Entonces ya tendrán miedo de darle un tirón de orejas a otra vida, porque esta diría, podría decir: “De momento, mejor mírate a ti mismo durante quinientos mil años”.
¿Entienden?
Luego el ser humano lo sabrá todo para el otro ser humano, pero para sí mismo, nada.
“Eso hay que hacerlo así, tiene que hacerlo así”.
¿Lo ven?
“Y así lo habría hecho yo, y ¿por qué hace eso?”.
¿Por qué quieren vivir la otra vida si es buena, si tiene buenas intenciones?
¿Por qué esa presión, ese aniquilar, ese pulverizar de su personalidad divina?
El primer pensamiento equivocado ya los hace ir de cualquier manera de mal en peor, hacia las tinieblas.
Todo eso, en el espacio, se dio a luz y nació, se materializó en armonía, en justicia, en amor.
Entonces más adelante ya no abusarán de ni un solo pensamiento, y aún menos se colocarán ante los dones divinos, universales.
Entonces no hablarán sin más sobre Dios, al que no conocen.
Entonces no se atreverán a colocarse en un estado del que ya quieren tener la seguridad de que Él infunde alma al espacio, a ustedes.
Entonces primero tendrán que ganarse todo eso.
Darán a luz y crearán, y eso será entonces, pues, el desangrarse para un estudio, para una tarea, para la vida de sus pensamientos de cara a la paternidad y maternidad.
Sí, ¿cuándo serán madres?
¿Cuándo serán sinceramente padres?
De modo que la vida en el espacio se creó para que el Dios de todo lo que vive se pudiera hacer admirar, se pudiera exhibir, como una personalidad.
Todas esas chispas, esas estrellas y planteas son partes de Su personalidad, como armonía, como empuje, como absolutamente todo.
Y en todo eso es posible volver a encontrar el diccionario de ustedes, porque ahora somos benevolentes, estamos llenos de amor.
No había trastornos en el macrocosmos.
Solo la madre naturaleza los construyó para ustedes, pero quien los deformó fue el ser humano en la sociedad.
Más adelante vivirán lo imponente que es —seguramente que eso ya lo conocen, pero entonces lo profundizaremos aún un poco más—, lo imponente que es aquello que mancilló y quebrantó esa personalidad divina en el ser humano.
Les entrará miedo y dirán: “Ya no queda nada en mí, todavía no soy nada”.
Y eso se lo queremos demostrar nosotros, se lo quieren demostrar los maestros, la personalidad divina del espacio.
Nosotros los colocamos ante esas leyes, ante ese fundamento y solo entonces podrán decir: “Sí, ahora lo sé”, ¡al margen de la Biblia!
No hace falta ningún teólogo; solo tienen alumbramiento y creación.
Pero en lo que lo han convertido ustedes mismos... el ser humano en su sociedad, en la forma que sea, en la tarea que sea, él es una sintonización divina.
En el ser humano vive la divina Omniesencia con todo.
Pero ¿cómo es que habla, pues, esa vida?
En el cosmos todo se ha creado, parido, espiritualizado y materializado en armonía; y como empuje, como pervivencia de la vida y la dilatación de la vida esto se ha... el ser humano tiene que asimilarlo.
Pero ¿cómo llega el ser humano a ser uno con la personalidad divina?
Los llevé a las esferas de luz.
Fuimos atravesando Getsemaní, fuimos a Pilato y estando nosotros allí este pudo decir: “Me lavo las manos en inocencia”.
Ya una debilidad poderosa, tremenda, un error que lo... que lo aplastará si eso llega al espacio.
Pilato debería haber demostrado: no quiero —si he constatado la justicia, el amor divino, la armonía—, ¡no quiero que se mate donde esté yo!
Y miren ahora un poco cómo asesinaba Jerusalén en esos tiempos, ya solo por sus pensamientos, ya solo para protegerse a sí misma.
Y, sí, Pedro.
“Jamás conocí a ese Ser humano”.
Entonces no solo renegaste de ti mismo, sino ¡del macrocosmos, de la Omnifuente, del Omniamor!
Puedes caerte, puedes sucumbir.
Y Cristo lo miró, y otra vez más cantó el gallo, y Pedro dijo: “Jamás conocí a ese Ser humano”.
Pedro va volando por Jerusalén, hecho una furia desesperada, está quebrantado como un ser humano borracho, borracho en alma y espíritu.
Ya no lo sabe: “Lo he perdido todo”.
Sí, hasta ese punto hemos llegado, hasta allí.
Así será la pugna interior para el ser humano si tiene que hablar su pequeña personalidad con respecto a la ética.
“Cuando sepas, cuando sientas que Yo soy verdad, tú te convertirás en verdad, y entonces a mí”, dijo Cristo, “me representarás como verdad.
Para lo cual entrego Mi vida, para lo cual me dilato, para lo cual vivo, para lo cual recibí amor”.
Pero de eso, Pedro, Juan, ya nunca y nunca más se podrá renegar.
Para eso tendrán que entregar su propio yo.
Eso es entregar su personalidad, infundir alma libremente, acoger concienciación divina, espacial.
Y es cuando todo irá por sí solo, porque será la vida la que hable por medio de ustedes: la chispa de Dios en las aguas, la chispa en la tierra, un árbol, una flor, una vida, un sol, una luna, una estrella, un planeta.
Todo eso irá por sí solo.
Porque entonces serán ustedes verdad.
¿Son lo que es infundir alma?
No, están representando en todo la inmaculada armonía de Dios, de la Omnimadre.
Esas cosas cuadradas las han arrancado ustedes de sus corazones.
Están listos para representar al Cristo definitivo en ustedes.
Ya no habrá mentiras para ustedes, nada de repudiar.
El ser humano en el espíritu no está ante nada, porque lo tiene todo.
¡Todo!
Aunque a ustedes los quebranten, aunque los claven en una cruz como Cristo, aunque los mancillen, deformen y difamen, el ser humano espiritual, verdadero, abierto, lo tiene todo porque ha hecho que tome, adquiera, consiga conciencia esa claridad inmaculada que posee, porque ha podido asimilarla.
Cristo, en Su tiempo en Jerusalén —esta mañana me quedo con Cristo y con Dios y el universo, y luego con la sociedad en la segunda, tercera y última conferencia—, Cristo dijo a Juan: “Si puedes aceptarme, Juan, conviértete entonces en aceptación”.
Si quieren curar al ser humano, conviértanse entonces en sanación, en fuerza sanadora, según les dije, y eso es muy sencillo, porque la gente se les echará encima; la esencia inmaculada del ser humano se envía a sí misma por el espacio, va hacia la gente.
Pueden quedarse sentados y ya no será necesario decir nada: la fuerza etérea, inmaculada desde su personalidad, construida mediante la paternidad y la maternidad y el amor, será su bendición y lo será para la vida que se les acerque.
Eso es el ser uno para la curación, para lo inmaculado y la claridad de cara a su yo divino y la personalidad dentro de ustedes, en su interior.
El macrocosmos, hermanas y hermanos míos, es la imagen de ustedes.
No es necesario que tengan complejos de inferioridad, son universalmente profundos, porque esa luna, ese sol, esas estrellas y planetas los encontramos en su organismo, en su alma, en su espíritu.
Pues, sí, eso desde luego que significa algo.
Pero el ser humano está anclado a la palabra de la Biblia.
El ser humano habla, el ser humano grita, el ser humano estudia un cuento que nada tiene que ver con la inmaculada claridad, con la verdad, con la realidad.
El teólogo dice: “Todavía no tenemos nada que ver con la ciencia espiritual.
Aunque los eruditos nos pueden explicar, hijos míos”, según se habla en la radio y desde la universidad, “aunque el médico me puede explicar: ‘Así es como comenzó la creación, ese árbol son tonterías; y Adán y Eva nacieron en las aguas.
Esa manzana no pinta nada, porque nosotros compramos cajas y cajas por un puñado de dinero’, incluso entonces mi fe está por encima de todo, sintonizada por encima de todo.
No tengo nada que ver con la ciencia, ¡tenemos que creer!”.
¿Entienden?
A ver quién es capaz de quitarle al ser humano —ese ejemplo ya se lo di una vez— esa falsedad, esas necedades.
Pero ahora está atado a eso, en toda regla.
Y es la poderosa imagen para Cristo, porque para eso vino a la tierra.
Para dar miedo a la gente, asustarla, para que no hicieran cosas que los pudieran dañar, para que no mancillaran la personalidad divina en ellos mismos.
Y después de tantos miles y miles de siglos el pastor protestante y el catedrático siguen atados a esa paliza, a esa espuela que se les clava, y andan con el paraíso bajo el brazo y van vendiendo sus manzanitas.
Nadie quiere comerse ni beberse esas manzanas del catedrático.
No se besen cuando estén aquí, o terminarán en la calle.
Podrán besarse cuando estén solos, pero no a mi vista.
¿Lo comprenden?
No lo toleraré, porque yo los llevo a Dios y el espacio, y es entonces cuando pensarán, y más, y vivirán.
Y aquello otro que aparecerá a partir de esto y a lo que accederán, eso lo harán en la madre naturaleza, y ante ella, pero no ante mí.
Entonces me iré corriendo.
Claro que se lo deseo, no voy a tocar sus pequeñas personalidades.
Miren, ¡ninguno de nosotros se atrevería a hacer eso en el otro lado!
Quién de nosotros se habría atrevido, a ver si Pedro o Juan se habrían atrevido a hacerlo ante Cristo.
Dice: “¿Se olvidaron (os olvidasteis) de mí? ¿Es que es imposible pensar un momento conmigo, sentir conmigo?
¿Ya quieres acoger ahora en ti esa posesión, Pedro?
Espera hasta que te la hayas merecido del todo”.
Y entonces Cristo fue caminando por la tierra y vio la era definitiva, una nueva: el futuro.
Y entonces estamos otra vez, de nuevo, ante ese catedrático, ante ese pastor protestante con su paraíso, en el que está el árbol y la serpiente.
Las manzanitas de Nuestro Señor no están a la venta, sino que se las tendrán que merecer.
Y entonces llega el gran milagro, ese desmantelamiento para el siglo XX: Adán comió del árbol de la vida.
A Adán y Eva no les estaba permitido vivir ningún alumbramiento ni ninguna creación, y se detuvieron ante la dilatación de su personalidad.
Esa, pues, es la caída: cuando ustedes dan a luz, cuando la madre acoge en ella la representación, la reproducción para el Omnigrado, la Omnifuente, la Omnimadre, la Omnivida, Dios, y pide a su creador: “¿Me das un hijo?”.
¿Sigue siendo eso un pecado para la universidad de ustedes del siglo XX, para su catedrático, para su médico?
No, ellos lo único que hacen es escabullirse.
La iglesia católica dice: ustedes tienen que dar a luz.
Pero ¿qué hace el Papa? ¿Qué hace el cura? ¿Qué hace el cardenal?
Se marginan, eso ustedes lo saben.
En primer lugar de todos los conduje a los fundamentos en sí para la personalidad humana.
Lo primero que tienen que intentar es ponerse en armonía con la madre naturaleza, con Dios como creación y alumbramiento.
O sea, en primer lugar de todos ponemos delante de ustedes, desde las esferas de luz, los fundamentos para el alumbramiento y la creación inmaculados, espaciales.
Ninguna otra cosa.
Qué divertido, ¿verdad?, eso de dibujar estrellas y planetas en ese tablero.
Pero ¿acaso no pensaban que la luna dijo: “Échalos a la calle”?
¿No pensaban que la divina luz vital dijo: “Mira, esas criaturas allá, cómo están disfrutando esta mañana, porque el maestro Zelanus lo está representando”?
Me hubiera gustado agarrarlos de las solapas.
Me hubiera gustado llevarlos conmigo, tomados de la mano, a la naturaleza.
Los sumergí en el agua, casi se me ahogan, y entonces les preguntaría: “¿Sienten ahora que el agua es madre?”.
Disfruten ahogándose, por qué no.
¿Se atreven a aceptar la muerte?
No: “¡Me muero, me muero!”.
La muerte es evolución, la muerte vuela con ustedes por el espacio.
Ella les da las grandes alas, les da una nueva vida, el renacer y solo después, criaturas de Dios, el beso inmaculado, el ser uno para el hombre y la mujer, para el alma, para el espíritu, visto como rasgo de carácter.
¿Cómo?
Y solo entonces se deja ver la inmaculada claridad: es cuando da la luz vital a la personalidad, o sea, que da la luz vital a la personalidad mediante el alumbramiento y la creación, para radiar.
¿Por qué lucha el ser humano —es algo ante lo que nos encontraremos más adelante—, de modo tan imponente para otro ser humano?
¿Por qué el ser humano en la tierra busca la luz vital en el ser humano?
Para experimentar esa armonía, ese ser uno divino, espacial, libre de pasión y mancilla.
Miren, ahora la personalidad ya habla mediante el parto y la creación.
Todavía no hay más a la venta para ustedes ni para el ser humano en el espacio.
Primero prepararse para la maternidad y la paternidad, y eso comienza con: ¿cuándo soy un amigo para mi vida?
¿Cuándo soy verdadero y veraz?
¿Cuándo se mantendrán alejados de esa personalidad?
¿Por qué...?
¿Cuándo es que esa fuerza, ese pensamiento, ese sentimiento llegará a tener en sus manos la entrega completa de ustedes, para que la vida pueda dilatarse a sí misma?
Miren, una y otra vez los coloco ante la sociedad, es algo que machacaremos luego, y entonces estaremos unos ante otros y estaremos muy juntos.
Porque entonces llegarán a conocerse como madres, como padres, como seres humanos, en primer lugar para su amor inmaculado humano: ¡para el ser hombre, el ser mujer, el matrimonio universal!
Sí...
El erudito añade todavía: “En el paraíso hemos vivido nuestro primer pecado”.
Cariños míos, den a luz todo lo que quieran y estarán en armonía con Dios.
De verdad que no podrán atraer más niños, darles la vida, que lo que haya para atraer para ustedes desde ese espacio.
Esta mañana no estamos hablando, y luego tampoco, sobre la causa y el efecto.
Esas leyes se las explicará André si es que tienen que hacer esas preguntas.
Pero aún preguntan necedades, tal como llegaron la semana pasada a las esferas.
Y el maestro Alcar ha de decir: “¿Para eso tengo que prestar y dar mi instrumento divino, espacial?”.
Porque recibirán ustedes sabiduría de nosotros, del Maestro, de Cristo, a medida que ustedes se sintonicen y revelen.
Miren.
En el espacio no se elaboraron perlas para los cerdos, y Yongchi no supo representarlas.
La verdadera esencia tiene que llegar a visibilizarse, a materializarse: solo entonces hay una parte que habla para esa personalidad como sintonización divina y fundamento en sus vidas, en sus vidas para la paternidad y maternidad.
Esta mañana primero les mostraré la personalidad divina con respecto a la madre naturaleza, con respecto a las esferas de luz y de la Omnifuente, y solo después estarán listos para poder encajar los golpes y las flagelaciones, y para querer aceptarlos.
Porque primero tenemos que enseñarles a Dios, hacerlos vivir Cristo y a nosotros mismos, si finalmente quieren comenzar a edificar esos primeros fundamentos para sus personalidades.
Pero libres de la Biblia, libres de la iglesia, porque allí volverán a ser mancillados y enviados a las tinieblas.
Libres de sus oraciones.
No es necesario que recen para los maestros, para Cristo, si luego llegan a vivir que el acto es parte de la personalidad divina en ustedes, y que van proveyendo su templo universal, espiritual de esas esmeraldas y de esos brillantes como orquídeas vitales por medio de los actos, de las acciones, por medio de la materialización de su sociedad, su yo interior, su voluntad, directamente edificante, fundamentando.
Que van proveyendo, ¿entienden?
Si un ser humano entre ustedes es capaz de decir: “Esa es un alma fina, es una vida buena”, ¿qué clase de posesión no va a ser esta entonces?
O que el ser humano, la sociedad, tiene que volver una y otra vez sobre ese carácter, y decir: “¡Allí la tienes otra vez!”.
Pero entonces también es alguien femenino o masculino.
Ahora ya ni hablamos en contra de la desintegración y los rasgos de carácter del inframundo.
Queremos ir en un santiamén a la primera esfera, estamos edificando y por eso les grito a pleno pulmón: “No desatiendan a su madre, a su padre, a su amigo, a su hermano o a su hermana si esa vida quiere dar amor; o saquen de ella todo y quieran saber dónde reside el núcleo.
Nunca carguen más, jamás de los jamases vuelvan a aceptar para su personalidad radiante haber colocado los fundamentos para la desintegración.
Porque se quedarán estancados y pasarán de hecho centenares de miles de eras.
Se encontrarán ante esta desintegración, y allí se quedarán, porque esta algún día tendrá que disolverse.
Y esa desintegración es inconsciencia, son tinieblas, los mantiene presos en una esfera que irradia alrededor de su personalidad algo neblinoso, neblinoso —o sea, tinieblas— y que la blinda.
Y entonces aquí ya no hay cuestión de un nuevo despertar, una nueva consciencia alada, edificante.
No son palabras huecas, sino que en ellas está la fuerza de Cristo, en ellas reside Getsemaní.
De una patada alejo de mí a Pilato, y le lanzo: “Largo, embustero”.
“Desaparece del espacio, tú, Caifás.
¿Quién te dio el derecho de clavar en la cruz la sabiduría vital, la aceleración de la vida interior, la sintonización con este estado etéreo y verdad divina?
Si yo sé más y los llevo a lo etéreo para la vida interior, para la voluntad del ser humano, que es entonces la sintonización con la fuente divina con todos los rasgos de carácter, entonces ustedes, como seres humanos, como insectos, han de aceptarlo.
Y la sociedad, la humanidad aún no son capaces de eso.
Claro, ya lo sabemos: aún es inconsciencia.
Pero para el ser humano habrá luz, para el ser humano habrá una dilatación.
Ustedes serán uno con la naturaleza, ya no habrá trastornos.
Ya no gruñirán nunca más.
No pueden tomar asiento y sentarse ante los maestros y acoger todo, y verter lágrimas, para después volver a zurrar la vida mediante palabras, mediante pensamientos cortantes, ya que de eso no serían capaces.
Y si eso es verdad, acceden de nuevo a una falsa conciencia.
Tirarían su tarjeta de visita para Dios y Cristo, y entonces deberían estar en las inmediaciones de Pilato.
Entonces serán interrogados por los Caifás en su propio entorno y su sociedad, que forman parte de la humanidad.
No tienen el derecho de postrarse en Getsemaní, porque Getsemaní los desterrará de esa claridad etérea al carecer ustedes de esa serenidad, de esa postración.
Porque solo más adelante aprenderán a descansar y a postrarse, aprenderán lo que es echarse.
Porque es entonces cuando empezarán a pensar y a prepararse para el desdoblamiento corporal divino.
Es cuando llegan a tomar conciencia las grandes alas y así es como construirán ustedes todos esos millones de rasgos de carácter, que forman parte de su pequeña personalidad humana.
Y punto.
Las esferas de luz no se imaginan que tienen conciencia.
Y cuando ustedes llegan a tener que aceptar la paliza divina, espacial, natural, eso ya no es una paliza, sino ¡la indicación de cuál es el buen camino!
Cuando comiencen las siguientes conferencias, cuando estemos ante las siguientes leyes para poner los fundamentos para ustedes mismos, para su alma y espíritu, su vida, su personalidad, para la primera esfera, su sabiduría, su servir, su amor, entonces la primera esfera les preguntará —o sea, tal como lo pueden hacer la luna, Júpiter, Venus, Saturno, las nebulosas, y tal como André lo pudo vivir y experimentar por su Wayti—: “Si no albergan ustedes una inmaculada claridad, entonces ¿cómo podría darle, André, mi orquídea como sentimiento, como el beso?”.
“Wayti, qué feliz me haces.
¿Por qué quieres hablarme?
Estallo de felicidad, lloraría de felicidad, por este ser uno”.
Claro que sí.
El ser humano no sabe que un árbol infunde alma, que una flor es una personalidad, que la madre agua creó las vidas, que a cada insecto dio espacio, alma, espíritu, personalidad.
Eso el ser humano aún no lo sabe.
El ser humano choca contra todo lo que es de Dios, y ustedes podrán atravesarlo caminado, por su ampliación interior, divina, y por su sintonización, si se convierten en materia, si quieren ser una flor.
Si quieren vivir un árbol, sentirán cómo se infunde alma y la fuerza, y entonces el árbol dirá: “¿No me vieron en otros planetas?”.
“André”, dice una margarita, un lirio de los valles, una rosa, un tulipán, una orquídea, “André, ¿no vio usted cómo me parieron en la selva al comienzo de todas las creaciones?
¿Y cómo dilaté mi vida?
¿No recibí hermosos colores?
¿No soy cariñosa, no llevo la matriz del espacio?
Porque si contemplan a una orquídea, entonces la madre ve su matriz, representada como flor.
¿Conocen ustedes las flores de esa manera?
Llega por allí un insecto, llega una serpiente, un cocodrilo, un león, un tigre, y reclaman: “Contémplenme”.
“Observen mis rayas”, dice el tigre, “y ¿por qué no las tienen mi hermano y hermana la leona y el león?
Yo represento directamente las tinieblas, además de la luz.
Mi organismo definitivo posee sombra y luz, ya que eso es el parto y la creación, mi piel”.
Y el león dice: “Y yo —mira qué bien— me he salido, porque he llegado conscientemente a un grado que se encuentra a mayor altura que el suyo”.
¿Entienden?
Es cuando llegan a tener las fragmentaciones, ¿verdad?
No, la dilatación para la naturaleza, pero aquellas también viven en el ser humano.
El rasgo de carácter vive esos grados, un rasgo de carácter posee sombra y luz.
Y luego verán que Yongchi solo dio luz al ser humano.
El cáliz vital para el ser humano, sintonizado con el yo divino con el ojo definitivo que ve más allá, el espacio, la luna, naturalmente, como fuerza luminiscente para la paternidad y la maternidad, con el mar vital por debajo de ustedes.
Esto son, hermanas y hermanos míos, no más que unos fundamentos de entre los billones de fundamentos que se aparecen, que se me abalanzan encima.
Sí, luna, sí, sol, sí, Júpiter, sí árbol, sí, serpiente, sí, búfalo, sí, gato, sí, perro, sí, paloma, sí, pajarito, sí, insecto: todos recibirán la posibilidad de poder hablar, porque hemos llegado a conocer sus vidas, debido a que se nos concedió poder sintonizarnos con el nacimiento de Dios, con los partos y las creaciones para nuestra alma, para nuestra vida, para nuestro espíritu, para nuestra personalidad, para nuestra paternidad y maternidad.
Nos hemos preparado para experimentar el ser uno definitivo, y ahora sabemos que la flor es aquí un fundamento divino.
Que toda la vida en la naturaleza forma parte de la personalidad divina, pero que tiene que representar un grado de conciencia y sentimiento.
Que las vidas en las aguas poseen una entidad propia y que somos uno con ella, pero que al final podemos constatar y experimentar que toda esa vida surgió a partir de nuestro corazón, por esa primera ley vital, que sería el ser humano.
Son fundamentos divinos como ley.
Y por si todavía no tuviéramos suficientes, vuelvo una vez más a la primera esfera.
Vuelvo de nuevo con ustedes al Omnigrado, al instante en que Cristo viene a la tierra, en que nace, de forma inmaculada y natural gracias a María y José, después de lo cual no queremos saber nada de la inmaculada concepción.
Directamente desde el nacimiento, el gatear de Cristo por el suelo.
Sí, incluso al momento en que recibió Sus primeros pañales, en que se vio ante Sus hermanas y hermanos.
La iglesia, el papa, Roma, de quienes ustedes no hablan y que disimulan, como si esos hermanos, esas hermanas de Cristo, Jesús de Jerusalén, no significaran nada.
No son personas divinas, no tienen fuerza, no tienen sintonización.
Es solo Jesucristo, el alma santificante, y esa personalidad solo habla para nosotros.
María y José no son más que imitación, no forman parte.
Como si Crisje ya nunca viera a su Jeus.
Pero esa es la pugna por la paternidad y maternidad, esa es la entrega del ser humano para la conciencia edificante.
Hay que ver cómo vuelvo a alterarme esta mañana.
Pero cuando llega esa ley divina y cuando esta dice: “Mírame: ¿cómo soy?”, y están ustedes allí como una personalidad humana ante la luz vital, ante una figura divina, su propio cáliz vital como un insecto, un zancudo (mosquito), un perro, un gato —vamos, vuelvan a ir por la naturaleza y por el cosmos— y no conocen esa vida, no la entienden, entonces esta tampoco será capaz de iluminar la personalidad de ustedes.
Porque esta luz, recibida por un pequeño insecto, ya los remite a ustedes a la Omnifuente, a la Omnimadre, a la Omniluz, a la Omnivida.
¡Y después llega entonces el despertar!
Pero de lo que se trata ahora para mí: poner ya los primeros fundamentos para la nueva conferencia.
Entonces nos liberaremos, sí, sí, de la Omnifuente divina, donde vivió Cristo, y descenderemos hasta la primera esfera en el otro lado, porque es allí donde tenemos que demostrar lo que queremos.
Para poner esos fundamentos para más tarde, ahora los pongo otra vez ante la primera esfera.
Aunque hayamos dado esos paseos, aunque hayan recibido ustedes ‘Una mirada en el más allá’, y lo hayan leído y vivido, cuando veo cómo actúan, cuando los oigo hablar, cuando los vemos pensar —porque esa fuente, esa luz, asciende a partir de ustedes y se va—, cuando vemos esa luz entonces gritamos con todas nuestras fuerzas: “Dios mío, esfera mía, espacio mío, ¿cuándo despertará este espacio en el ser humano después de que se le haya tocado tantas veces?
¿Cuándo empezará el ser humano a edificar su personalidad divina?
Es vago: ‘Yo no participo en eso’.
Es que vamos por la vida arrastrando los pies, así.
“Bueno, ya lo veré más tarde”.
El dinero...
las posesiones...
En la sociedad nos encontramos ahora con personas que no saben qué hacer con sus millones; y Cristo lo que pide es un cachito de pan...
Cristo no está solo ante las puertas de Roma, y dice: “¿Es que siguen con aquello de la inmaculada concepción de María?
¿No fue ella quien me parió? ¿No me parió de verdad?”.
Entonces vieron un pordiosero.
Al hombre se lo llevaron, lo tomaron por un loco mental, y Cristo preguntó ante las puertas de Roma, directamente a la cara del sagrado, poderoso Vaticano católico: “¿De verdad que María me dio a luz a mí?”.
¿Un loco...?
Pero era Él.
“Entonces va siendo hora”, dijeron los apóstoles, dijeron los maestros, “de que pronto la bomba atómica espiritual haga volar por los aires el poderoso fundamento católico para que la gente no pueda seguir oscureciéndose”.
Porque esto es oscurecer, porque esto está al margen de la creación.
Esto no atraviesa el cuerpo maternal, para el que se alumbró y creó la Omnifuente.
Esto va al margen de la creación en sí, la natural, justa, armoniosa, porque “María dio a Jesús la vida de modo inmaculado”.
Y esas leyes, esas justicias no las hemos podido constatar ni en el macrocosmos ni encima o dentro de las aguas ni en las montañas ni estén donde estén ustedes.
Es la misma fuerza que se lava las manos en inocencia.
Es el Caifás en el ser humano, que tortura la verdad y que la clava en la cruz.
Es la mentira de su catedrático y de su teólogo, que siguen amando la condena.
Pero, hermanas y hermanos, para todos ustedes, para esta sociedad y esta humanidad esto es el parón universal.
Es el parón para la primera esfera, porque ustedes tendrán que vivir y aceptar el parto inmaculado, tal como la Omnifuente les dio, como madre, el cuerpo, el alma y el espíritu y la vida, el pensamiento y el sentimiento, porque solo así vivirán el siguiente nacimiento; y entonces eso será para ustedes un nuevo cuerpo, el nuevo ser madre, el nuevo ser padre.
Volverán a ser niños, se dilatarán, alcanzarán la alegría vital, y entonces representarán el grado —escuchen bien y reténganlo para luego, para las nuevas conferencias—, y entonces representarán el grado como lo que sus sentimientos tengan de inmaculada claridad o de tinieblas, de pesadez, de aniquilación, de mancilla, de gruñidos, de patanerías, de ser desatentos, de ser injustos, de dominio, de deformación...
¡En el ser humano vive ahora el diccionario entero de la desintegración!
¿Y esa madre quiere vivir amor?
¿Y ese hombre quiere acceder a la primera esfera y ser creador?
Inclinen la cabeza como hombre y creador.
Ya no vuelvan a decir jamás de los jamases: eso tiene que partir de la madre, para que nos pueda infundir alma como creadores.
No, la fuerza creadora sigue adelante, eso se lo he enseñado.
Cuando estén en el otro lado y quieran vivir la luna, el universo, y estén allí como almas gemelas de un solo color, se tomarán de la mano y entonces yo iré delante como creador.
Y transmitiré el acoger y el dilatarse a mi corazón: es mi corazón, es mi alma, es mi espíritu.
Pero si la madre después no reaccionara dentro de mí, si tengo lo bueno —porque luego llegaremos a estar ante eso— y le hago vivir y experimentar de forma edificante mi pleno amor, mi plena entrega, mi pensamiento para mi tarea, mi sociedad, y ella dice: “Y a mí, ¿qué me importa eso?
Yo no tengo que ver nada con esas cosas, mi casa está aquí”, entonces eso es demasiado pequeño y aquello demasiado grande.
Entonces esto son dos continentes: uno que representa y tiene que aceptar la conciencia del insecto, pero el otro que ya experimenta la conciencia lunar como alma, como vida y espíritu.
Y esta vida puede decir: “Pues entonces ya me voy, mejor sigo volando.
Detrás del ataúd ya veremos entonces a quién le falta algo”.
Nieblas y más nieblas...
Millones de maestros que despertaron por Cristo, por las leyes verdaderas, han estado construyendo su personalidad, exclusivamente por medio del amor.
Aniquilar el mal, la causa y el efecto, los conduce a la nueva fuerza.
Porque seguramente que ya lo intuirán, entretanto ya están liberándose de ese efecto, de eso se enterarán más adelante.
Pero lo nuevo llegará.
Deberían mirar un poco —se lo enseñaré mediante las próximas conferencias— nuestro ser uno con los rasgos de carácter humanos, y entonces algún día accederemos a la voluntad.
Entonces les haré ver cuánta voluntad de conciencia albergan.
Porque, ¿qué es, pues, la voluntad?
Cierto, es verdad que escuchan a André y que dicen: “Ah, qué noche tan hermosa nos ha brindado”, pero ¿viven ustedes su voluntad, su servir, su esencia?
¿No sienten que está sangrando, que quiere dar su sangre para llevarlos hasta la felicidad del espacio, para que brille la personalidad de ustedes?
¿Es que no sienten que todo es de una seriedad sagrada, cósmica, macrocósmica, y que además él les ofrece la alegría, el niño que alberga, el ser verdaderamente niño, que hace que les lleguen rodando los brillantes y las perlas?
¿Es que no están deseosos de asimilar un rasgo de carácter en este color en concreto, en esta sintonización en particular, en semejante estado?
Si los ahorcan, ¿pueden entonces sonreírse de verdad porque saben: ese hombre solo los conduce hasta las grandes alas?
Porque ustedes no son capaces de ahorcar, de aniquilar, de mancillar, ¿no?
¿Tienen miedo cuando empieza a hablar la sabiduría, la vida, el alma, el espíritu, la personalidad divina, como chispa, cuando empieza a hablar esa chispa?
Cuando esa personalidad los golpea, ¿son capaces entonces, cuando les llegan los relámpagos divinos, aunque sea de día o de noche, cuando esa ley habla debajo de sus corazones, son capaces entonces de poder volver a decir una y otra vez: “Usted es amor,
usted no me hace nada”?
Primero tendrán que preguntarse —eso lo viviremos juntos, porque nos llevamos a nosotros mismos de vuelta a los maestros más elevados en el otro lado, hasta Cristo, hasta el Omnigrado—, primero tendremos que preguntarnos para nuestros adentros: ¿qué piedras como rasgos de carácter siguen sin tener luz?
¿Cómo soy como madre?
¿Cómo soy como amigo?
¿Cómo soy como hermana y hermano?
¿Sigo gruñendo? ¿Sigo diciendo patanerías?
¿Quieren volver a tener la razón una y otra vez cuando no la tienen?
Santo cielo, eso no lo aguanta ni un tigre, ni un león, ni las tinieblas, eso incluso le hizo sucumbir a Cristo.
Eso no son más que tiranías, por las que su sociedad, por las que adquirió forma imagen de la humanidad.
Pero ¿no ven esa falsedad?
¿No ven ese vacío, esa deformación, esa mancilla, esa podredumbre?
¿Qué vida quieren desear y poseer como mujer, como hombre?
Guau guau guau.
¡Guau guau guau guau guau!
Cuando oyen los ladridos del animal contienen un sentimiento de alegría.
Pero el ser humano lo hace así: ¡aun aun aun!
Y entonces, a base de palabras, arranca a mordiscos un trozo de su corazón.
Entonces el ser humano muerde como un reptil venenoso —me lo oirán decir luego, pero sí que les avisaré primero, de lo contrario saldrán corriendo—, entonces el ser humano de la otra vida arranca a mordiscos y conscientemente un trozo de la luz vital del ojo.
Va tirando de esa alma, de ese espíritu y lleva esa vida divina, que infunde alma, hasta el precipicio y la remueve a sus anchas por el lodo.
Y después el ser humano habla de la ropa limpia, de un colorcito inmaculado, de una túnica inmaculada.
Y todo eso lo va pisoteando, y además experimenta ese cadáver y le dice “buenos días”, y hace como si no hubiera pasado nada.
Que disfrute de la comida hoy.
Supongo que comprenderán y querrán aceptar la sagrada seriedad de esta palabra, de este sentimiento y pensamiento.
En la tierra crepuscular —créanme, criaturas— siguen huyendo de nosotros a la carrera.
Allí tienen tiempo, entonces bien que quieren vivir, pero al día siguiente vuelven a entrar: “Para mí... esto es demasiado difícil.
Juan, tráeme el té”.
Y entonces hay otra vez aquellos gritos de: “Juaaan y Bernardooo”.
Allí están los de la nobleza, el ser humano con su sociedad, con sus millones, allí está metido en la tierra; ¡hermoso el castillo este!
“¡Se ha quedado usted sin sus millones!”.
Caro, claro, esto... soy rico, he ido acumulando petróleo.
Tengo una sociedad.
Tome, le pago con millones”, y entonces ese ser humano va a buscar esos millones en pensamientos, porque está mal de la cabeza.
“Tome... un millón..., dos millones.
Le doy todo ese dinero, ¿necesita más?
Aquí tiene todos mis millones”.
Así es como es el ser humano en el otro lado.
Pero aquí está metido en su asidero.
Aquí está construyendo, pero no sabe qué está construyendo.
Y ahora les estamos haciendo ver a ustedes —es este siglo, es el reino de Dios, es la Universidad de Cristo— cómo tienen que empezar a edificar su interior, y cómo pueden hacerlo.
Los estamos convirtiendo en personalidades.
Esta mañana hemos vivido, los he conectado con la divina personalidad para el ser humano, los llevé a Getsemaní, a Pilato, a Caifás.
Solo después iremos a entrar en el Gólgota y entonces veremos si somos capaces de poder desprendernos de todo, para el hombre y la mujer.
Porque eso fue Cristo.
Fuimos regresando, empezando por la luna, y fuimos de planeta en planeta.
Fuimos alcanzando el ciclo de la tierra, fuimos despidiéndonos de la tierra con nosotros mismos, nuestro yo interior, tal como son los rasgos de carácter.
Hemos de aceptar la sintonización tal como se siente nuestra vida, la personalidad como ser humano, como grado de vida de cara a la personalidad divina, para la pervivencia eterna, para la dilatación macrocósmica para la representación —eso lo viviremos luego con las siguientes conferencias— de Dios en todo, como luz, como materia, surgida, naturalmente, a partir de esa fuente primigenia por medio de la Omnimadre, como parte de su ser, para el alumbramiento y la creación.
Pero ahora: vamos más allá, y a más profundidad, porque el ser humano posee más cosas.
Tiene las artes y las ciencias, tiene una religión, tiene una fe.
Pero la ciencia espiritual que se les ofrece desde la Universidad de Cristo, la que están oyendo ahora, que ahora les está explicando las leyes, esta llevará la luz vital de ustedes hasta la dilatación, para la primera esfera, la segunda, la tercera, en el otro lado detrás del ataúd.
Esa luz, esta luz ya no se convertirá en fe ni nunca llegará a serla, sino que después, y ya en esta vida en la tierra, es el saber espiritual, el definitivo.
Y ahora estamos preparados para acceder al ser humano en su personalidad espiritual y para analizarlo para su infinitud y para llegar a conocerlo.
Y solo después de esto partirá de nosotros aquel sentimiento por el que la Omnifuente materializó su vida, de si estamos en armonía en el amor, si experimentamos el ser uno con la chispa de Dios, mi espíritu, mi organismo, esa vida que como padre y madre pertenece a mi vida.
Solo entonces podrán decir: “¿Quién soy?
¿Quién voy a ser?”.
Pero en primer lugar de todo empezarán a decir entonces: “A partir de este instante voy a comenzar con mi personalidad espiritual.
Voy a comenzar a hablar poco.
Primero voy a pensar.
Y si entonces sé y siento y no estoy seguro de mí mismo, pediré al espacio la sabiduría, la fuerza y el amor para elevarme e infundirme alma, para prepararme para el beso humano, criatura mía.
Y solo entonces podrán besarse ustedes como padre, como hombre y mujer”.
(Lanza un beso...). ¡Aquí tienen mi orquídea!
Esperen un poco, ahora van a ver su cáliz vital, tal como llegarán a ser ustedes mismos.
Pero todavía no son así.
Lamentablemente...
Basta con que lo digan cuando sí sean así.
Gracias, hermanas y hermanos míos.
Vivan a partir de ahora para siempre jamás la primavera debajo de sus corazones, porque la conciencia espiritual —ya lo ven otra vez— es alumbramiento y creación.
Háganse madres y sean padres creadores en el sentido inmaculado para todas las leyes vitales y grados de vida, alumbrados e iluminados por su vida interior como voluntad y dilatación.
Sigan, el primer paso a partir de ahora ya les dirá si lo han dado de forma espiritual.
¡Gracias!