La personalidad divina para el ser humano – parte 3

Buenos días, hermanas y hermanos míos:
Me presento esta mañana ante ustedes con una sorpresa.
Antes de que empiece con la conferencia: tengo algo para ustedes, para mis criaturas a las que pregunté hace poco “¿Tienen todos la segunda parte de ‘Jeus de madre Crisje’? ¿Todos?”.
Algunos adeptos míos lo han sentido y oído, gracias a Dios, y entonces mis discípulos me dieron —me merecí esos libros— cincuenta o sesenta, para repartirlos a mis criaturas que no tengan suficientes recursos.
Quien pueda comprar los libros por su cuenta para rodearse de esa santidad... porque la radiación que tienen ustedes, que pueden captar por la noche cuando duermen, sueñan, dado que la tienen detrás de ustedes mismos, o dentro de su casa, si tienen y sienten ese significado, ese espacio, esa conciencia: eso es impresionante.
Si son capaces de sintonizar con la inmaculada claridad del universo, entonces los libros —están agotados, lamentablemente, pero quien los tenga— ‘El origen del universo’, ‘El ciclo del alma’, ‘Entre la vida y la muerte’ los podrán sanar, espiritual y corporalmente.
André recibió la prueba correspondiente.
Hay una niña, hay que operarla, fue hace poco, en Ámsterdam, al día siguiente la ingresarán con un gran tumor en el cuerpo.
Pero por la noche, la tercera parte de ‘El origen del universo’ irradia la bendición de las fuerzas sanadoras del Gólgota.
Porque ella dice: “Ya no aguanto más, mejor que me acepten enseguida”.
La cría grita que se oye hasta en la calle.
Pero André y el maestro Alcar estaban en el Gólgota.
Y eso, al menos, es seguro: llegaré al Mesías por medio de los libros.
Y por la mañana se queda dormida: la tercera parte de ‘El origen del universo’ ha quitado el tumor de dos kilos.
Estos libros sanan.
Estos libros los llevan a su Cristo, hasta su personalidad divina.
Si entienden de qué van, querrán admirar un día y otro también las criaturas de las esferas, y poseerlas.
Entonces difundirán esos libros para su ataúd, para su primera esfera, para Getsemaní, Pilato y después para Caifás.
O ¿vive el Caifás en ustedes?
O ¿es que tienen ustedes algo que ver con Pilato, y dicen: “Bueno, esos libros no me cuestan más que diez centavos, los tomaré prestados, todavía no quiero que sean míos”?
Entonces forman ustedes también parte de los inconscientes y están directamente sintonizados con una tierra crepuscular.
Porque el ser humano que siente, que sabe, el ser humano que se sintoniza con esta posesión, recibe esa sanación, esa inmaculada claridad, el amor para el hombre y la mujer, el matrimonio, paternidad, maternidad, renacer.
Y ahora, hay criaturas que no pueden comprarlos y que quieren poseer todos los libros.
Y André quiso volver a editarlos, eso se lo he contado a ustedes.
“La primera parte de ‘Una mirada en el más allá’”, dice esta mañana, “ya me he quitado de encima setecientos cincuenta”.
“Pero”, dice la vienesa, “¿qué hay del dinero?”.
“¿Qué dinero?”.
El maestro Alcar dice: “Ahora tenemos que empezar de nuevo, ya no hay monedas de diez o veinticinco centavos”.
“He hecho bien, ¿no?”.
“Sí, lo hiciste demasiado bien.
No puedo permitírmelo”, dice el maestro Alcar, dice el maestro Cesarino, Damasco, la Media Luna.
Y desde arriba, desde la Universidad de Cristo, se dice: “Ahora podemos empezar de nuevo.
André ha entregado los fundamentos a cambio de nada”.
Hay dinero a raudales en la tierra, eso ustedes lo saben.
Esos millones se usan para hacer cañones, material bélico.
La gente desintegra.
Se han regalado templos a personas semiconscientes, miles de millones.
Pero han de saber ustedes que todo esto que trasciende el sentimiento y pensamiento humanos y la inmaculada claridad, que analiza las leyes del macrocosmos, que eso no se puede comprender ni aceptar.
Todavía no se piensa, no se siente.
Todavía no se comprende que estas criaturas llegan directamente del corazón del Mesías, también de ‘Jeus de madre Crisje’.
Y ahora estoy contento de haberme merecido estos libros, me fueron dados, así que puedo hacer con ellos lo que quiera.
Y ahora pido al ser humano, a la madre, a la criatura, al padre: “Levántese y no se avergüence, me los he merecido.
Voy a regalarles una pequeña orquídea: ‘Jeus de madre Crisje, parte 2’”.
Lamentablemente, todavía no podemos encargarnos de la tercera parte —quédense sentados todavía—, lamentablemente, todavía no podemos encargarnos de la tercera parte, pero entonces espero recibir diez mil libros para poder repartirlos por medio del ser humano que sienta que el otro lado, que la vida interior es todo, y que la vida terrenal es tan solo apariencia, una farsa, un lío de perifollos, si abandonan su conciencia y sentimientos interiores.
“¿Quién de ustedes querrá aceptar una orquídea mía?”.
¿Quién de ustedes admitiría decir...?
Si son capaces ustedes mismos...
Hay entre ustedes —y eso lo hemos visto— quienes han llevado por la calle a personas entradas en años, así, tranquilamente, dejándolas disfrutar del sol de Nuestro Señor, y a cambio les dieron veinticinco centavos.
Pero gracias a esos centavos ya se han podido comprar cuatro, cinco ejemplares, todos, que luego eran prestados a la gente.
Y así es como esta alma ha convencido a miles de personas.
Pero esos libros son merecidos.
El ser humano que lo posee todo dice: “Voy a tomarlos prestados”.
¿Por qué?
“De todas formas, no me cuesta nada”.
Pero es que entonces tampoco son ustedes nada.
La persona que esté dispuesta y que pueda y quiera aceptar esto...
Compréndanme bien, si son capaces ustedes mismos, es la orquídea para el Gólgota.
Pero si no son capaces, acéptenlo.
Tómenlo de mi corazón, tómenlo de André y del maestro Alcar, tómenlo en nombre de la madre Crisje.
Y ¿quién de ustedes, quién de ustedes tiene la disposición de aceptar ese libro de mí?
Ya he editado muchos, aún tengo otros treinta y cinco.
Y si hay que añadir más, recibiré mil esta mañana, lo sé.
¿Quiénes de ustedes aceptarán la segunda parte? Adelante, levanten la mano.
Una, dos, tres —no todos a la vez—, cuatro, cinco, seis, siete, esa criatura de allí, esta de aquí —un momento—, ocho, nueve, diez, ahora, once, doce, trece, catorce, ...
¿Más?
Quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, esta venta es una gloria.
¿Más todavía?
¿Quiénes de ustedes no lo tienen?
Tengo más.
Hay criaturas que compraron libros por valor de cuatrocientos florines, y el negocio iba tan mal que ahora levantan la mano.
Ahora ya no posee nada, y aun así lo dio todo; ya lo sabíamos.
Le daré diez, cariño.
Hay quienes son capaces de dar su corazón, su vida, su personalidad.
Vayan luego a la mesa y acéptenlo, agárrenlo.
Me los quitan de las manos en segundos.
Me los quitan de las manos en segundos.
Y si los pongo en manos de André habrán desaparecido en cinco minutos.
Él es incluso mejor que yo, pero nunca dejamos de ser cautos.
A través del ataúd vamos hacia la vida eterna.
Pero sabemos cómo piensa y siente el ser humano, y cómo trabaja en sí mismo.
De modo que ustedes ya irán enseguida.
Pues, vamos a empezar con la tercera conferencia para la personalidad divina humana en ustedes.
Les he dejado claro que hay algunas leyes por las que pueden aceptar que son ustedes dioses.
Eso el ser humano no se lo cree, porque dice: “Yo, ¿una divinidad?”.
Pero conocemos dioses preanimales, animales, basto materiales, materiales, y solo después de esto habla la divinidad espiritual en el ser humano para la vida detrás del ataúd.
Después quedan otras leyes por las que podemos vivir el universo, las leyes de Dios para los animales y la madre naturaleza, para el espíritu y el alma.
Pero además hay algo que sobresale, y es algo que nos indica el camino; es, como si dijéramos, un cordoncito divino por el que podemos vivir y experimentar nuestro contacto con el Dios dentro de nosotros.
La vida, pues, el renacer, y la paternidad y maternidad, cuatro leyes divinas, estas son, pues —ahora voy a tratarlas—, son, pues, las leyes, y es el asidero para su personalidad divina.
Lo que ahora va a haber alrededor, y lo que serán ustedes, es algo que tendrán que asimilar.
Pero la vida está ahí, es la ley divina más elevada de todas.
Esa vida tiene sintonización con el alma, con el espíritu, con la paternidad y maternidad divinas, la Omnifuente, la Omnivida, la Omniluz —¿verdad?—, la personalidad divina.
La vida los conducirá al renacer, o sea, eso es la evolución.
Es así como han vencido, hemos vencido, todo ha vencido al universo, así es como fuimos de planeta en planeta.
La vida, el renacer, pero por la paternidad y maternidad hemos llegado a tener en nuestras manos las cuatro leyes divinas esenciales, y así puede determinarse y experimentarse, irrevocablemente, y no les queda más remedio que aceptar, pues, que son dioses, y que alguna vez representarán a Dios en todo, para todo, por medio de todo.
Pero ahora.
Y eso es lo que llevé a Getsemaní.
Nos llevé otra vez ante Pilato —aquí está Pilato—, allí fuimos al Caifás en nosotros, y poco a poco fuimos arrastrándonos a gatas hasta la cima, hasta el monte del Calvario, y por vivir y experimentar eso se nos clavó en una cruz, junto a Cristo.
Después dimos el paseo a la primera esfera, y entramos en ese reino de Dios con sintonización espiritual, y estuvimos entonces en la luz del universo sagrado.
Si leen ‘Una mirada en el más allá’, verán que el maestro Alcar dice: “Una de cada millón de personas accede a la primera esfera”.
Y cuando se lo vaya a analizar —se lo mostraré—, entonces dirán enseguida: “Qué difícil debe de ser alcanzar la primera esfera”.
Y es que tampoco es tan sencillo.
Esa primera esfera la tienen siempre en la punta de los labios, porque la primera esfera lo es todo.
Y ese “todo” es: armonía, es amor inmaculado.
Cuando se quieran convertir en Crisje, llegarán a estar en armonía con la tercera esfera, porque es allí donde vive ella ahora.
Pero esa personalidad la pueden vivir en Jeus I, Jeus II y luego en Jeus III.
Y si más adelante pueden experimentar la divinidad, la gracia de vivir ‘La cosmología’ y pueden aceptar la ascensión de Crisje, y asistir a la misma, entonces comprenderán qué clase de personalidad fue, para ella misma, para su Largo, para Jeus, para los críos, para el espacio, para su Cristo.
Puse sobre esta personalidad una corona universal, porque se la merecía.
Olvídense de ir a Crisje y decirle: “Hay que verla”, o “Hay que ver esto”.
“Pero ¿por qué habla tan mal del ser humano?
Pueden decir lo que quieran, pero el ser humano es de Dios”, dijo Crisje.
Pueden pensar mal del ser humano, pero entonces lo son ustedes mismos.
No tienen que pensar mal, porque entonces Nuestro Señor no les podrá infundir alma.
En la primera esfera estamos libres de pensamientos erróneos.
Allí ya no tenemos que ver nada con el amor material ni robamos amor; ese amor se lo tienen que ganar.
Si se lo quieren ganar, quédense al margen de cualquier paraíso que pertenezca a otra persona.
Las religiones, la iglesia católica, el protestantismo, la Biblia habrán desaparecido; no tendremos más que una sola unión, y esta será universal, será macrocósmica.
Seremos uno con todo lo que vive en este universo.
Conocemos los planetas y las estrellas —no, todavía no—, pero lo que es vivir, eso lo hacemos en esa unión, en aquella paternidad y maternidad.
Tenemos nuestras artes y ciencias, tenemos la música, cantamos, somos sinceros.
Paseamos en silencio y toda la vida, igual que estas criaturas aquí, nos sonríen.
Portamos, servimos, en nada pensamos mal, porque hemos depuesto nuestros pensamientos y sentimientos materiales.
La primera esfera sirve, la primera esfera, el ser humano, esa personalidad...
Aunque haya sido usted artista, el arte se queda de lado, pero el amor, el yo que irradia acoge todo lo que vive en este entorno.
Porta, siempre está dispuesto a acoger esa vida si llega a ustedes, a nosotros, si quiere tener que ver con nosotros; porque allí se les deja en paz.
No nos metemos en la vida de nadie ni... porque todo eso es mío, es de mi alma, es de mi amor, de los dos.
Representa como madre la primera esfera como espacio, como vida, como luz, como personalidad, como maternidad; sirviendo, velando, armoniosamente.
En esa vida no hay nada que no se entienda, siempre será capaz de acoger para Dios la palabra de la otra vida —aunque sigamos hablando un idioma material; eso, naturalmente, no es necesario, porque de sentimiento a sentimiento somos uno—, una y otra vez hasta la infinidad, hasta Cristo, el Gólgota.
Y así es como tenemos nuestra túnica; tenemos la luz en nuestros ojos, tenemos nuestras manos, nuestras piernas, nuestros pies, nuestros dientes; no hemos cambiado en nada.
Allí todo es macrocósmico, está espiritualmente justificado.
Tal como es el ser humano en la materia, tal como vive en la tierra en el mundo material, tal como es su cuerpo, late también el corazón espiritual, sigue la circulación sanguínea espiritual su propio camino y tiene su propia órbita; cada órgano es elocuentemente consciente y amoroso, está del todo acabado.
Allí las personas caminan con miles de túnicas, de millones de colores, y en cada túnica podrán ver que la armonía de la luz, para el reino de colores de Dios, para la paternidad, para la maternidad, el arte, la ciencia, el amor, la armonía...
Sabemos de inmediato, vemos de inmediato por la túnica, en la túnica, en la luz de esos ojos, en el color del cabello, en ese porte poderoso de la madre y el creador, si esa personalidad está en armonía con la primera esfera.
Pueden tener ustedes amor, pueden poseer amor, pueden tener la sensación: ya están listos, ya caminan por allí, pero aún son extraños.
Así que ahora necesitan siete grados para acoger en ustedes la posesión de este macrocosmos infinito con sintonización espiritual.
Entonces nos ponemos a rezar y a pensar.
Ya no rezamos, lo que hacemos es pensar: ¿Cómo llego a la unión?
¿Cómo voy avanzando?
Y entonces nos echamos al camino.
Primero tienen la meditación.
Allí la gente está echada.
Pasamos a su lado, no la molestamos.
Todo el mundo está caminando, pensando, los mira a ustedes: antes nos conocimos, fui su padre, pero ahora lo dejo de lado porque usted vive dentro de mí.
Allí las madres y los padres son uno.
Las reencarnaciones de millones de vidas adquieren conciencia.
Esa es la primera esfera.
Meditamos para alcanzar la armonía con el grado de vida más elevado.
Vamos a hacer más etéreos y espirituales nuestros pensamientos y sentimientos.
Tenemos miles de millones de vidas a nuestras espaldas.
Estuvimos en la tierra.
Hemos visto lo que estaba mal.
Sabemos con exactitud que hemos ido a la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) desde el grado preanimal en la selva, aupados por la paternidad y maternidad, por la vida.
Las fuentes esenciales se verán deterioradas por nosotros, perforaremos las paredes espirituales como mundos y derribaremos todo, pero viviremos ese ciclo y asimilaremos la sabiduría, el espacio, lo etéreo.
Y entonces volvemos a pensar para el ser humano, para la maternidad, para la paternidad, para la personalidad divina sintonizada con la segunda esfera.
La primera esfera está completamente libre de cualquier pasión, naturalmente.
Aquí ya no pueden vivir el no comprender, porque aquí se le comprende a usted.
Pueden hablar de lo que quieran, no está todo árido, y el ser humano no camina allí de mal humor por esa poderosa naturaleza divina.
La vida es animada y está radiante.
La gente se ríe de las majaderías que le trajo la Biblia.
Allí llegan el señor pastor protestante y el cura, ya se lo dije hace poco, los puse a ustedes en contacto con Sócrates y con un erudito.
Pero luego, cuando estemos listos, nos pondremos a mirar en la esfera, la que los conecta directamente con el espacio.
Porque no hay más que un solo camino para ustedes.
Sabemos exactamente por qué camino tienen que ir.
Nos situamos en ese entorno, nos sentamos y decimos: “Mira”, decía Jeus antes, y se lo comenté aquí, “allí llega el ser humano con su hatillo, con su bolsa llena de fábricas, la espalda plagada de oro y propiedades”.
Y entonces aprendemos: los millonarios de la tierra, que entonces han de aceptar el ataúd, no llegan más allá de la tapa de su caja, están atados a ella, claro, si amaron la vida material.
También hay millonarios en la tierra, esos hacen de verdad el bien, y han obtenido el espacio.
Porque el oro, arte, la personalidad terrenal, sus majestades —¿no dijo Jeus eso?—, altezas reales de la tierra, absolutamente todo lo de la tierra se queda allí.
En el otro lado, pues, en la primera esfera, ya no vemos altezas reales, porque ya no existen.
Esa alteza real no vive más en el interior de ustedes y ahora se habrá convertido en nobleza espiritual.
La corona que llevaron ustedes antes, ahora es un viejo trasto porque se hundirán en ella.
Las pequeñas sandalias que tienen pesan una barbaridad, porque llevan oro.
Sus rostros irradiarán pasión, perifolladas.
No tendrán ciencia ni conciencia.
El Dios que amaron, que recibieron por la Biblia, fue un Dios de odio.
Y ese Dios que asesinaba, tan grande como era, fue Él quien se imaginó todas esas maravillas para ustedes.
Les conté: por mucho que se hagan generales, o emperadores y reyes, estarán atados a su pequeño esqueleto.
Lo que arrastran ellos es el ataúd.
Ese oro, todas esas propiedades se quedaron allí.
Quieren ustedes llevárselo a rastras, pero es imposible.
Y entonces la conciencia, más tarde, de que otro puede vivir tan a gusto de cuanto bregan y piensan ustedes, de su sudor.
Lo dejarán atrás.
Salimos que da gusto, vamos a hacer viajes, entienden.
Luego podrán vivir todo eso, y entonces volveremos a donde estén para ofrecerles imágenes, escenas que son verídicas, genuinas.
Porque ni la Biblia ni la iglesia ni las religiones significan nada para la primera esfera espiritual, porque allí se encontrarán ustedes, allí vivirán la verdadera vida.
Y entonces esa esfera, esa luz, esa alma, ese espíritu preguntará: “¿Qué es lo que han asimilado de esto?”.
Entonces tendrán que ponerse a pensar: ‘¿Qué tengo yo todavía de eso?
¿Qué conservo de eso dentro de mí?’.
El oro, las propiedades: no les digo que lo vayan regalando.
Tienen que aprender a pensar ahora: ¿cómo llegaré al final de esta vida?
Pero ¿qué saco de esta vida?
¿Qué puedo ganar con ella?
Permaneceremos un poco más en la primera esfera, y enseguida volveré a la tierra.
Vamos a ver su personalidad espiritual de cara a la primera esfera —porque de eso se trata, verdad, después de todas estas conferencias, casi hemos llegado al final—, para ver lo que siguen teniendo aquí y lo que podrán poseer luego, detrás del ataúd, para su espiritualidad, para la personalidad divina en ustedes.
En realidad, ¿para qué viven?
¿Para el alboroto? ¿Para la soberbia demente?
¿No ponen a veces el listón demasiado alto?
¿Se dedican a robar?
¿Engañan? ¿Engañan a su hermana, a su hermano?
¿Son viles? Y ¿quieren vivir todo esto por medio de un pretexto bobo?
¿Por medio de un pretexto bobo?
Bueno, bueno...
La primera esfera les pide que mediten cómo son.
Cuando entren allí estarán ante los maestros, y entonces quizá oigan cantar a millones de personas para ustedes, millones de sopranos y altos, barítonos y tenores, si se lo han merecido.
Hay quienes poseen —ya se lo dije— la sintonización con esa esfera, pero entonces aún no tienen ese arte, esa dilatación, ese proceso en que las cosas se hacen más etéreas.
Pero el amor lo trasciende todo, porque eso va a ser la ampliación de la personalidad.
Captamos todo en la primera esfera, como ya les dije.
Allí somos uno con millones de personas de la tierra.
Ya no existen los idiomas.
Ya no hay religiones.
Artes y ciencias, todo de vuelta.
Llegarán a estar desnudos ante su primera esfera.
Allí estarán completamente desnudos, aunque lleven una túnica: seguramente que verán en ella la polilla espiritual, y esta, infaliblemente, taladrará esos agujeritos en su gloriosa espalda, se encargará del deslucimiento y debilitamiento de su cabello, privará sus ojos, completa y conscientemente, de la luz.
Y eso serán entonces —pueden aceptarlo— esos rasgos de carácter como polillas.
Sí...
Y entonces un ser humano de esos está lleno, está lleno y cargado, de arriba abajo, estará el ser humano cargado de polilla espiritual.
Y para eso no sirven las pastillas o bolitas de alcanfor —¿cómo se llama?—, porque estarán ante Nuestro Señor, los contemplarán los maestros y entonces el alma tendrá que empezar, interiormente como personalidad, a erradicar a esos terribles bichitos.
Y cuanto más hermoso se haga el ser humano, más profundamente vivirá lo etéreo para la armonía, para el amor, para Cristo, para el espacio, para su personalidad; entonces verán ustedes cómo saldrán volando esas polillas, y así se cerrarán de inmediato aquellos agujeros en su túnica espiritual.
Las pequeñas sandalias se harán más livianas, se irá deshaciendo la losa, porque irán ustedes adquiriendo verdaderamente un carácter espiritual, un organismo espiritual; la luz de sus ojos no será como la de un lucio, no será conciencia como de pez, sino que irradiará sentimiento humano.
Allí ya no podrán decir: “Sí, lo soy todo”: allí no son nada.
Ya con que digan “Lo soy todo” no son nada.
Porque allí no se habla de las cosas tal como se las conoce en la tierra: “Lo soy todo”.
Allí la madre va planeando, su vida va planeando, cordialmente de forma sincera, compasiva, comprensiva.
Ese amor en el ser humano para la personalidad humana como divinidad ha sido captada, es servir, está pleno de vitalidad alegre, de autoridad, de ser uno en todo, para las hojas, las plantas, las flores, los árboles, el sol, la luna, las estrellas y los planetas, para las ciencias y las artes, pero ahora libres de las sandeces con las que comienza la Biblia.
Porque ese paraíso, ustedes pasan por encima y no existe.
El árbol de la vida, del que cuelgan esas horribles manzanitas rojas, ya no está, ha desaparecido.
El Adán y la Eva expulsados del paraíso ahora les mandan saludos, porque ni uno ni otra han recibido ninguna condena.
El Adán, pues, que dijo: “Yo fui el primero, con ella”, a él ni siquiera lo conocerán ustedes allí.
Las iglesias se habrán derrumbado para ustedes, porque son mentira y engaños, la túnica satánica de todas esas instituciones que viven en el país del odio.
Eso está allí, es chatarra para el espíritu, pero con eso no se hacen cañones ni bombarderos.
Eso carece de importancia, no puede aprovecharlos, ni su pensamiento ni su sentimiento.
Todo lo que dieron a eso, aunque hayan sido una divinidad en la tierra, eso está allí en la tierra de odio.
Y eso es sucio, es sucio, muy sucio.
En la primera esfera entramos caminando sin más en el templo de los Medici, y entonces preguntamos: “¿Pueden contarme algo sobre cuánto han avanzado los maestros en cuanto al cáncer?”.
Si llega un erudito y está listo como un niño delicado, entonces lo es, un jovenzuelo, y entonces vamos tomados de la mano al templo de los Medici, y él habla.
Les analicé en ‘Los pueblos de la tierra’ a un especialista de Viena, y este ahora está trabajando allí y prosigue con su obra, y luego traerá a la tierra el milagro más grande, más poderoso.
¿Por qué?
Porque en la tierra dio su vida por la humanidad, para resolver esas enfermedades y desgracias, o sea, las leyes del karma para el ser humano.
Fue directamente al templo de los Medici, y los maestros estaban con él para acogerlo espiritualmente, espacialmente de cara a Cristo y su personalidad divina.
“Dígame algo de la tuberculosis, de la lepra, del cólera.
¿Puede explicarme todo eso?”.
“Claro, venga conmigo, por favor”.
Y entonces el erudito regresa a la tierra junto al maestro.
Y entonces esta criatura cósmica recibe enseñanza cósmica, clases académicas de los maestros, directamente desde el corazón profundo, divino del Mesías, y planea esta vida por encima de la tierra y se prepara para el siguiente estadio.
Así es como uno se puede ganar una segunda esfera, si también hay amor, si ya no hay la soberbia demente en ustedes, si solo son una criatura, tal como lo quiso Cristo, y tal como lo dijo: “Dejen (dejad) que los niños vengan a mí”.
El ser humano es una criatura, porque esta criatura lo acepta todo, es inmaculada, se inclina, ama.
¿Está siendo roída su personalidad por la primera esfera?
No, la primera esfera, como la conciencia espacial para el amor verdadero, inmaculado, luminoso, que es armonía, que es justicia, les pregunta. “¿Qué quieren de mí?”.
Si quieren poseer luz, si quieren escuchar sonidos, vivir el arte, los cánticos de las criaturas más elevadas, entonces deberán poseer esa sintonización y ese amor.
O están allí, y al instante llegará la hermana y el hermano, y dirán:

”¿Puedo ayudarle con algo?”.
“No puedo seguir”.
“Es que eso no es posible, está usted en el umbral de la primera esfera, todavía no había avanzado más”.
“¿Qué tengo que hacer?”.
“No desee tener aquello, porque sucumbirá.
¿No me cree?”.
“Desde luego que sí, lo creo todo”.
“Ahora tiene que aceptar”, si de su boca salen solo dos palabras: ¿por qué?, “ahora tiene que aceptar, cuando digo esto, aquí mi palabra es omnisciente y una ley.
Ya no tiene que imaginar nada, porque voy para Cristo, lo he recibido por medio de Cristo, por el amor, por el Gólgota; mi palabra es ley.
Por mí ya no irá de mal en peor.
Yo acojo a la gente, la amo, porque son ustedes mi madre y padre, mi criatura.
¿Puede seguirme?”.
(A alguien en la sala): No se lo digo a usted, se lo estoy diciendo a aquella madre de allá.
Sí, sí...
Gracias.
Allí está esa madre.
“Vamos, primero regresaremos a la tierra”.
Primero los convenceremos del ataúd, de cómo surgió esa realidad.
Y entonces retrocederemos en el pasado, de vuelta a la luna para acoger sus reencarnaciones y asimilar las leyes vitales correspondientes como espacio, como conciencia, como lo bueno en el ser humano, como los fundamentos divinos por los que vivió y dilató la vida, la paternidad y maternidad, el renacer, no hay más”.
“¿Amo?”.
“En esas vidas no amábamos, en esas vidas solo teníamos que aceptar el organismo e infundirle alma, darle fuerza, y encargarnos de que llegara un final decente, normal, natural”.
“¿Lo hicimos?”.
“No, a pesar de esos errores y esos asesinatos y todo ese canibalismo, a pesar de eso sí han alcanzado el final en la tierra.
Y ahora se encuentran ustedes en el umbral de la primera esfera”.
“Maestro, ¿qué tengo que hacer?
Pero entonces, ¿la Biblia es...?”.
“Que si esto, que si lo otro, que si aquello...
Va a conseguir aclarar la Biblia para usted.
Pero la Biblia desaparecerá, solo Cristo permanecerá.
¿Los apóstoles que hicieron su trabajo?
Sin duda: viven allí.
Esas figuras, como personalidades y seres humanos, como hombre y mujer, han alcanzado la primera esfera.
Pero hay otras, otras que siguen en las tinieblas más bajas y que aún son inconscientes, porque les falta sentimiento para comenzar con ese amor, ese servir, ese inclinar.
Pueden encontrarlas y vivirlas allí.
No pregunte sobre el clero de la tierra, esto lo vivirán más adelante.
Ya verá a su párroco.
Si fue una buena persona, lo verá.
De todas formas, lo verá, en toda su desgracia.
Pero he de volver al mundo de lo inconsciente, porque quebrantó su propia vida, anduvo al margen de la creación.
Tiene que regresar para ser madre y padre.
¿Tal como lo quiso Dios?
No, tal como lo quiso su vida.
Dios nos dio la vida, pero así se representaba a sí mismo para el macrocosmos.
Es padre y madre y —¿no se lo dije?; ¿no se lo enseñé?; y, ahora llego a donde ustedes: ¿no lo recibieron por medio de los libros del maestro Alcar y de los maestros?— así es como se representa a sí mismo, llenando los mundos materiales, esta infinidad espiritual, astral.
Es cuando el ser humano empieza a pensar.
‘Cómo quiere verme, criatura mía?
¿Quiere que esté cerca?
¿Quiere que nos riamos?
Es otra opción.
¿Le gustaría tener una explicación agradable sobre el espacio y la vida en la tierra?
Pues, entonces actúa con total normalidad, venga con toda sencillez a mí, y me sintonizaré con esto o aquello, con su carácter.
¿Quiere empezar con el análisis para la iglesia y quiere ver el clero?
¿Quiere vivir Egipto, China, Japón, los pueblos de la tierra?
¿Quiere ciencia y arte, demencia, psicopatía?
¿Quiere saber algo de las estrellas y los planetas, por qué se creó todo esto?
¿Quiere saber algo del primer paraíso?
¿Quiere conocer su conciencia prehistórica?
¿Quiere saber por qué la tierra recibió un lugar entre el sol y la luna, y por qué Júpiter le habla al ser humano?
¿Por qué a la tierra llegó la astrología, astronomía, por qué llegaron eruditos?
¿Por qué no vivió más que un solo Sócrates, un solo Buda, un solo Pitágoras?
¿Quiere saber por qué no hay un maestro en este tiempo?
¿Quiere saber por qué se violó al Mesías en el Gólgota, por qué se le deformó y al final lo clavaron en la cruz?
¿Quiere saber por qué la iglesia está condenada a morir?’.
Entonces puedo recibir ahora la palabra omnisciente del Mesías, porque poseo la primera esfera, la segunda, la tercera y la cuarta con respecto a la tierra.
Doy voz a ustedes, a la humanidad, porque luego comenzaremos a construir los nuevos fundamentos para el reino de Dios, la Universidad de Cristo.
Porque el instrumento ya nació en la madre”.
Eso fue en aquellos tiempos.
Aún estábamos a la espera de que André despertara en Crisje.
Ya entonces se me infundió alma, se le infundió alma al maestro Alcar y se le infundió alma a las esferas.
Sí, por fin vamos a comenzar a decir: “Mi palabra es ley”.
Ya no duden de mi palabra.
Acepten: ya no es posible vivir ni recorrer un desvío ni una vida nueva: ¡es esto!
Y ya no existirán “peros” para la primera esfera, porque nosotros llegamos con verdad, realidad, con amor, con armonía, benevolencia.
Ya no tendremos timos ni mentiras, estaremos listos para entregar nuestra sangre.
Pero el ser humano en la tierra aún no es capaz de ello, aunque se le ofrezcan miles de conferencias y centenares de miles de libros —bueno, alguno hay—, porque aún no empieza con ello.
“Sentarse, me querida hermana, y rezar y suplicar a Dios: ‘Dame alegría de vivir, Tú ya me protegerás...’”.
¿Cómo puede protegerse Dios a sí mismo si sabe que ustedes tienen una sintonización divina?
Ustedes son dioses.
Les pregunto: ¿cómo puede Dios condenarse?
¿Cómo puede odiar una vida de Él mismo y aventajar a la otra?
Ay, no deseen ser reyes ni emperadores.
Jamás de los jamases se pongan esas túnicas de seda, porque al final no harán más que andar sobre sandalias que pesan como losas.
Porque estarán al servicio de los asesinatos, de la destrucción y de los engaños.
Pónganme en el armario.
André lo hace aun mucho peor.
Si no lo frenáramos, haría este ornamento pedazos y les espetaría a la cara a estas grandezas: “Malditos farsantes, embusteros.
¿Qué han hecho ustedes con Francia, con el Antiguo Egipto, con Alemania, con Austria? ¿Qué han hecho con su personalidad divina a lo largo de los siglos transcurridos?”.
“Sí, sí”, podrían decir las esferas mientras Nuestro Señor mira a la tierra, “hay conciencia en esa nobleza.
La nobleza se está haciendo consciente.
Antes, a una reina no estaba permitido tocarla si se caía del balcón: te cortaban la mano.
Ahora te dice: “Muchas gracias”.
Desarrollo.
Ahora te ponen una distinción en la solapa porque has podido acoger la vida divina para la tierra.
Ahora se inclinan la cabeza para ti.
Ahora te dejan tomar el té con ellos en la mesa.
Antes, antes te cortaban las manos de un hachazo por haber mancillado esa pureza divina.
Pues sí, algo ha aprendido la humanidad en esos años.
En la nobleza se inclinan una pizca hacia el Cristo bueno y real.
Pero ahora las palabras ya carecen de importancia, en la primera esfera la falsedad documental queda inmediatamente a la vista y expuesta.
Ya pueden ponerse a escribir, ya pueden ponerse a orar, ya pueden ponerse a hablar, pueden hacer gala de su elocuencia,
que nadie los va a escuchar, porque dirán: “Tengo esos gritos falsos... ese sonido pestilente en su timbre no lo quiero escuchar, porque mienten y engañan.
No lo dicen de verdad, no lo tienen, no lo son.
¡No lo son!
¡Fuera!”.
Sí, hay gente que llega a la primera esfera, diciendo: “Sí, lo tengo, porque he visto a Pablo”.
Sí, al falso.
“Vaya, vaya”, dicen allí, “otro de esos”.
Deberían ver ustedes al ser humano para la primera esfera que yace postrado allí, que reza de verdad: “Ay, déjame ver un instante la luz.
Sé que mi madre está aquí.
Mi madre ya lo alcanzó.
¿Por qué me deja solo?”.
La madre no viene.
Entonces esta dice primero: “En la tierra le di todo, mi sangre, mi verdadero amor.
¿Cómo es que pisoteó, deformó, mancilló mi vida, mi personalidad, todo lo del Mesías? Porque ni siquiera era algo que me perteneciera.
La fraternidad ahora no tiene significado alguno, porque el ser humano es aquí universalmente profundo en esta unidad, para la luz, para el espíritu, para la paternidad y la maternidad, para el renacer, para la ley espacial.
“Madre, venga un instante conmigo, vuelva a aceptarme y tiéndame las manos”.
“No”, dice la madre, “he de ser severa, porque ahora deberá desear”.
La madre deja ahora a su criatura que desee.
La deja esperar, rogar.
Las lágrimas ya no tienen ningún significado.
“Lloró en la tierra.
Estas lágrimas... estas aún no tienen color”.
“¿Qué tiene que pasar entonces?”, pregunta esta criaturilla a otra persona, a una hermana, a un hermano, a un maestro.
Contesta: “Pero ¿es que no lo siente usted?
En la tierra siempre lloró por el yo falso, lo amó, pero aquí, en su interior, desde la profundidad de su inmaculada sintonización divina, se le inyectan los ojos en sangre que tiene un color espiritual.
Por las mejillas le caerá la misma sangre que lloró Cristo cuando colgaba de la cruz, por la corona de espinas y por la pica, la paliza, el estrangulamiento espiritual que tuvo que aceptar.
Las lágrimas blancas carecen de importancia”, dice el maestro en el otro lado, “porque esto solo se gana con sangre.
Y en usted solo hay todavía sangre inmaculada, pura, roja: cuando llore esa, podrá entrar”.
Pues a ver si intentan querer llorar sangre.
Pues, inténtenlo: llorar hasta vaciarse.
Ni Cristo ni Dios ni un solo maestro ni un solo ángel tendrá respeto por ustedes ni podrá responderle, porque esa sangre ha de llegar.
Porque el verdadero dolor es un alumbramiento espiritual.
La pena cósmica profunda, inmaculada, es el parto de la personalidad, y entonces se desgarra el corazón interior, espiritual, se abren las venas y entonces la sangre les brotará por los labios.
Jeus, cuando se quiso quitar de en medio en el bosque, lloró sangre, porque le caía por las mejillas.
Pensaba haberse lastimado con un árbol —he tenido que desatenderlo, no se me permitía tocarlo, porque el ser humano no se lo cree—, y entonces se palpó y tenía sangre en los dedos.
Así de profundo es el amor de una criatura por la madre.
La pugna por la justicia.
“Pero entonces, ¿por qué entonces se vende usted, madre?
Y ese tipo, ese tipo lo recibe todo gratis”.
Sí, la sociedad, la humanidad —bueno, de todas formas lo comento de paso, ya lo podrán leer— compra amor, un bonito sombrero, zapatos de los bonitos, sandalias ídem de ídem, falditas bonitas, chaquetillas de las bonitas, un coche, cine, un apartamento bonito.
¿O hay que decir “apartamento”?
Un apartamento, eso es lo que necesito, un apartamento.
Quiero...
Sí, se canta, se grita —ya estoy llegando a la tierra, ¿lo sienten?—, se canta, se grita, se hace de todo, basta con que miren en la sociedad.
Miren, pues, esos ojitos.
¿De dónde vienen ustedes?
¿Son cariñosos?
¿Son cordiales?
¿Están metidos en el arte?
¿De verdad son capaces de vivir el arte espiritual?
¿Quién fue así de grande?
Franz Liszt lo tenía.
Chopin, en cambio, era irritable, cuando llegó a las esferas, el bueno de Chopin tuvo que aprender a deshacerse de su irritabilidad.
Dijo: “Pero ¿qué es lo que he conseguido?
Tuve el sentimiento poderoso, grande por Cristo, por el amor”.
Sí, pero lo más elevado de todo en él sí que era un punto de vanidad y de soberbia demente, por ser capaz de darle a las teclas.
¿De verdad que pensaban —aunque estén sentados aquí y tengan cien mil personas y toquen de lo más maravilloso y puro— que eso pintaba algo para su primera esfera?
Conviértanse en un Rembrandt, en un Van Dyck, en un Miguel Ángel, en un Leonardo da Vinci, en un Kant, en un Schopenhauer, en un Sócrates, en un Dante.
Ay, ay...
Sean algo en la tierra.
Los he conectado con lo más bajo, con lo más sencillo...
Madre, póngase en marcha.
Madre, participe en un combate de boxeo, da igual, y consiga el título.
Ya lo verán.
Ahora todo... háganse generales, reyes y emperadores...
Pues váyanse con sus sandalias de plomo, luego de todas formas no podrán seguir, no hay una eternidad.
Aquí viven la eternidad espiritual, aquí tienen a su lado la primera esfera.
“Bah”, dice alguien, “¿por qué me iba a comprar los libros?
Solo me cuestan diez centavos”.
“Bah”, dice otro, “¿por qué iba a rezar a Cristo? De todas formas no me oye”.
Pero Cristo vive en ustedes mismos.
El Gólgota existe.
¿Por qué me fui con ustedes a Getsemaní?
¿Por qué fuimos a Pilato?
¿Por qué nos pusimos delante de Caifás y les dije una mañana: “Dejen que los Caifás, los Pilatos sean asesinados como rasgos de carácter en ustedes.
Ahoguen estos rasgos y acepten, en cambio, sigan a Cristo”.
En la primera esfera todo es libre, al margen de nosotros todo es inmaculado y claro, ya no tenemos pasión, solo amamos, inmaculada y espiritualmente.
Habremos edificado la amistad verdadera.
La madre que quiere vivir lo más elevado dice en verdad, pues: “Necesito un niño, dame un niño”, y ese parto siente, esa es la conciencia más elevada para la primera esfera.
En nuestras habitaciones tenemos las salas de arte.
El pintor Van Dyck, Anthony van Dyck, seguirán viendo todas sus obras a su lado, los productos espirituales siguen allí, se los ha merecido, Rembrandt también.
Han echado toda la carne en el asador para dar tesoros a la humanidad, para el ojo.
También para el sentimiento, para eso llegaron Beethoven, Mozart, Bach, Wagner, Schumann y los otros.
Dieron, el otro lado dio artes y ciencias al ser humano.
Pero —eso lo sabía el ser humano, eso lo sabían los maestros y eso lo sabía Cristo— amen, porque eso se eleva por encima de todo.
En la primera esfera allí ven que ustedes son vida, que tienen una personalidad divina.
Porque solo ustedes, con su alma, con su vida que llegó a dividirse en la luna, representan todos los espacios creados por Dios y que fueron vencidos por ustedes dos.
Allí tienen la paternidad y la maternidad en ustedes; allí, padre y madre, llegaron a una unión para Dios, como una personalidad espiritual.
Ustedes han completado el ciclo de la tierra, no: han completado el ciclo para este espacio.
Han procesado y vivido billones de vidas.
Y ahora están allí, unos al lado de otros, como niños.
Hablan ustedes con las flores.
Porque primero tendrán que saber: ¿cómo nació semejante flor?
¿Por qué adquirió esa florecilla ese color?
¿Por qué ese amarillo, ese violeta, ese rojo, ese blanco?
¿Por qué todos esos colores?
Y entonces ustedes dos verán debajo de su corazón, a través de su corazón, a través de su cerebro —recorre su circulación sanguínea— el reino de Dios como color.
Vivirán esa infinidad directamente por la paternidad y la maternidad.
Entonces llega la reencarnación, entonces llega el mundo de lo inconsciente.
Entonces sabrán, si ambos se sintonizan con la tierra, por qué surgieron, por qué se produjeron la demencia, la psicopatía, todas esas desgracias.
Y entonces se liberarán y aceptarán su fundamento espiritual.
Y ¿cómo se puede alcanzar eso, pues?
¿Cómo se puede vivir?
Entonces los podré llevar al instante hasta Crisje, entonces los podré conducir a la lucha a vida o muerte para Crisje y Jeus.
Y entonces estaremos ante la veracidad del karma.
Esta personalidad divina con sintonización humana recibió una tremenda paliza, pero al amor inmaculado se le metió en el ataúd y sobre este había dos orquídeas: una del Largo y una de Crisje.
Y los maestros elevados vieron, como jueces, que estaba bien y que no eran flores de imitación.
Porque esas no las acepta Cristo.
¿Entienden?
Pero la masa en la tierra deposita allí una flor de cinco centavos, y es de imitación, de papel o de hule.
¿Se cree el ser humano que rezando rosarios conseguirá rodearlo de esa manera?
Recen por medio de sus caracteres.
Conviertan sus rasgos de carácter en un rosario, así la iglesia volverá a estar bien, así la iglesia católica habrá podido hacer algo por sus vidas.
Porque es irrefutable que hay muchas cosas buenas.
Se les conduce hasta Cristo, se les conduce hasta Dios.
Solo que demasiado dinerito, demasiado oro, también demasiada condena, demasiada mancilla; porque ahora Cristo ya no es nada; ellos lo reciben todo.
Lo que es ganar no es necesario que ganen nada ustedes, adelante, siéntanse, a confesar.
Por eso quisimos que Jeus supiera de inmediato que ese pastor protestante no lo sabía.
“Ya no voy a confesarme más”, dice, “Crisje, madre”.
“¿Qué me dices allí?
“Ya no voy a confesarme más, porque voy a ir al auténtico: allí.
Ya no quiero saber nada de esa estatua de piedra”, dijo Jeus; tampoco se lo pude inculcar.
Dice: “Porque si me lo quedo mirando mucho tiempo, María se queda bizca.
Ya no me ve.
Ahora tiene cuatro ojos.
Madre, es algo que no logro comprender”.
Y José —ya lo oyeren la semana pasada— fue a la primera esfera, a la segunda esfera.
El Largo y Crisje se rieron, porque es cierto, no son las Marías ni los Josés quienes han vivido el universo junto a Cristo.
Dejaron bizca a María, entienden, de eso se trata.
A José lo violaron.
José, ese ya no tiene nada que decir, está allí parado, y eso Jeus ya lo vio.
Han construido esas estatuas.
A la verdadera María, a José y a Cristo los han mancillado, deformado y violado.
Jeus dice: “Se quedan bizcos cuando me los quedo mirando mucho tiempo”.
Entonces la madre Crisje dice: “Pero eso no es posible, ¿no?”.
“Pero si lo vi”.
Quiso decir más cosas, pero se contuvo.
Estaba en la iglesia con una florecilla que había encontrado en el brezal.
También era la hierba medicinal de la tía Trui, ¿no?
Esa flor de clavo de la tía Trui ya significaban algo, ¿verdad?
Esa florecilla de clavo en ustedes, en el carácter, Crisje la sabía acoger una y otra vez, y entonces la conducía a la orquídea divina, inmaculada.
Y dice: “Puedes decir lo que quieras, Jeus, pero a la iglesia la necesitamos, y si no no habría nada.
¿Qué iba a hacer la gente si no hubiera un Señor Nuestro?”.
¿Qué tiene que hacer el ser humano, Jeus, hermanas, hermanos, Hendrik, Eduard —¿o cómo es que se llama usted?—, Miets, Betje, Anneke, Liesbeth?
Se ponen ustedes unos nombres tan hermosos.
Se ponen nombres celestiales a partir de reyes y reinas.
Ay, pero qué nimios que son ustedes para que den a sus vidas semejante desintegración, porque no conocen esas vidas, ¿no?
Crisje y el Largo recibieron la palabra exacta de cuál sería el nombre de Jeus.
Imagínense que esta mañana tuviera que decirles a ustedes: “Nuestro Pedro, él sí que lo sabe”.
Pero eso no existe, porque está equilibrado.
Y por eso verán luego que sus Nicolases y Pedros y Pérez terrenales...
Por eso, el maestro Alcar dijo: “Estoy contento con ‘Casje’.
Estoy muy contento.
Bueno”, dice, “Gerardos ya hay muchos, porque esos son mangantes”.
Pero los Pedros y los Nicolases también son unos mangantes.
Y ¿los franceses?
Sí, son nombres bonitos, muy bonitos.
Pero para trabajar en el yo interior, y para servirlo, entonces el pequeño rasgo de carácter se eleva por encima de ustedes.
Y entonces dirán: “Ya no me quiero llamar así, ahora soy una personalidad universal.
Y un árbol y una flor forman mi nombre, tienen mi significado, porque adquiero una forma”.
En la primera esfera el nombre espiritual se les acerca por su propia cuenta, hasta ustedes, hasta ustedes mismos, hasta ustedes, hasta su vida interior, su alma, su espíritu, su personalidad, porque mediante la palabra el universo —a partir del espacio, del Omnigrado— iluminará la palabra de ustedes, su personalidad; las palabras les sonreirán, y entonces se formará el nombre espiritual, inmaculado, eterno para su personalidad, y entonces solo se podrán llamar: benevolencia, justicia, soy parte de la armonía.
Dios les dio —ya se lo dije hace poco, sí, y antes también— solo un Sócrates, solo un Buda, solo un Rudolf Steiner, solo un Ramakrishna.
Ustedes adquirieron significado por sus artes y ciencias.
Pero ¿qué han asimilado de Buda, de Sócrates, de Rudolf Steiner y de las demás criaturas de Nuestro Señor?
¿Qué asimilan de los libros de los maestros, de Jeus?
Todo eso son posesiones de Jeus.
¿Qué han asimilado de esa amistad en la tierra?
Se dedican al arte, son algo, son un jefe, un señor.
Gruñen y rugen, y echan a patadas a sus hijos de casa.
No son capaces de encajar nada.
¿Han aprendido algo?
¿Realmente se dedican a ello?
Recuerden bien, nos les haré nada —estoy hablando al mundo—, sino que estoy hablando a su interior, a su maternidad, a su paternidad.
Ustedes mismos ya sabrán lo que harán.
Nuestra intención no es... eso ningún Cristo, ningún maestro Alcar ni ningún Dios, eso ningún maestro de las esferas más elevadas puede quererlo: no queremos que ustedes se inclinen y arrastren ante nosotros; los espantamos, eso aún no nos lo merecemos.
Yo ni siquiera me he merecido todavía poder repartir todos esos libros de André, Jozef, Dectar, Jeus, eso aún no me lo he merecido.
Pero Jeus de madre Crisje sí.
A la hora de la verdad sí que es él quien corta el bacalao.
Él también dijo al maestro Alcar: “Escribir es algo hermoso, ya que uno así ofrece sabiduría a la gente.
Siempre están mirando ustedes a Cristo, a Nuestro Señor, aquí tienen la imagen que se pueden merecer.
Usted escribe libros preciosos, infunde alma, recibe al arte, desde luego, escribe por medio de mi cuerpo, de mi espíritu, de mis sentimientos.
La gente llega, algún día el mundo tendrá que aceptar eso.
Pero ¿quién se va a encargar del dinerito?
“Sí”, dice el maestro Alcar, y digo yo y dicen los maestros más elevados, “en el otro lado la gente paga con billetes de veinticinco mil millones, allí de verdad que no los va a poder cambiar, André”.
Entonces Jeus dice. “¡Los ‘drudels’!
Los ‘drudels’ allí con sus propiedades, con sus hermosas mesas con platos dorados encima, llenos de almíbar: no es más que el almíbar del diablo”.
El bailoteo de una alteza de este mundo no significa nada para Cristo y una divinidad, porque desde el Omnigrado llegó directamente: “¿No se ha merecido usted otra cosa por su nobleza?”.
Bueno, bueno, bueno...
Moisés dice: “¿Para eso morí?
¿He llevado para eso los diez mandamientos a la tierra?”.
Cuenten algo de la divinidad en ustedes.
¿Cómo quieren vivir la tierra, la humanidad para Cristo?
¿Quieren merecerse el corazón del hombre y la mujer?
¿Eso quieren?
¿Quieren poder acoger esas vidas en ustedes?
¿Quieren amor verdadero, señor, señora, padre y madre? Entonces solo por el amor inmaculado, universal, cristiano que los conduce al Gólgota.
Se van, aquí los aman, los han aceptado y mañana reciben una puñalada en la espalda, porque eran perifollos.
¿Es eso nobleza espiritual?
Las esferas contemplan ahora a los capitostes de la tierra, siguen a los grandes de la tierra.
Pero ¿es que no han vivido ustedes el libro ‘Los pueblos de la tierra’?
¿Es que no vieron que se siguió a Churchill, al general de ustedes, y todo, para guiarlos a través de este caos?
Pero, criaturas mías, eso cuesta sangre, cuesta la sangre de Cristo.
¿Cuál es la intención de todo esto?
¿Por qué hemos escrito ‘Los pueblos de la tierra’?
¿Por qué recibieron ‘Entre la vida y la muerte’, ‘El origen del universo’, ‘Las máscaras y los seres humanos’?
Calcen entonces alguna vez una sandalia espiritual.
No pueden vivirla, porque tienen ustedes pies de plomo.
Cada mentira, cada engaño, cada deformación y cada asesinato son mil kilos de plomo en sus pies; se quedan detenidos sin poder avanzar.
Quien viola a Dios y a Cristo, quien firma una pena de muerte se castiga a sí mismo con miles de kilos de plomo para los pies y se queda detenido detrás del ataúd, se queda sin vida.
Y ¿es que entonces tienen que decir ustedes, y nosotros: “Sí, tiene usted razón”?
No tenemos miedo, no somos temerosos, da igual, pueden meternos en el ataúd.
Ya pueden ir metiéndonos en sus calabozos: aun así seguiremos hablando.
Pero ¿tenemos que desdibujar la verdad, la realidad, incluso ahora en el “Siglo de Cristo”, para el reino de Dios en la tierra, renegar de ellas, deformarlas?
¿Tenemos que tomarles el pelo a ustedes?
“No”, dirán ustedes más adelante, “haber usado el látigo”.
Pues, eso todavía no lo haremos entonces.
Porque nosotros no violaremos su pequeña personalidad, eso es algo que tienen que hacer ustedes mismos.
¿Usar el látigo?
Y eso que se hace como si nada, pueden hacerlo mientras se tomen su tacita de té, charlando, dulcemente, colocando a escondidas flores para ella, pero mirando de reojo lo que está haciendo.
Gruñir y rugir no tienen significado en la primera esfera.
Una mala comprensión, el cuentito de ustedes, una y otra vez al margen de la verdad, detrás de la palabra de Cristo, eso sí que es mancilla, es “meter en el ataúd” la nueva ampliación, la nueva ampliación.
Hay gente que una y otra vez ofrece un nuevo cuento cuando les presentas la verdad.
Y entonces caen hasta el punto de decir: “Sí, bueno, pero entonces debería haber visto usted aquello.
Sí, yo también tengo muchas cosas que decir”.
Por Dios, paren ya y acepten y piensen.
En la primera esfera ya no podrán mancillar nada ni desdibujarlo ni deformarlo.
Allí la ley está como madre y padre ante sus ojos y su personalidad divina.
Allí lo único que tienen que hacer es poner las cartas encima de la mesa.
“Estoy hablando yo, yo tengo la verdad”.
Primero tienen que ganarse la verdad.
Primero tendrán que demostrar de lo que son capaces para Dios, para Cristo, para el Gólgota, y entonces podrán hablar.
Primero estarán en el escenario de ‘Las máscaras y los seres humanos’ y entonces vivirán que una noche estarán completamente solos en el mundo.
Entonces Frederik dirá: “Esta noche estoy completamente solo y desnudo sobre el escenario.
No hubo flores”.
Por todo lo que recibo por ahí estamos agradecidos.
Les estoy agradecido por esta luz, por esta vida, por estas pequeñas criaturas, porque ahora van directamente, la mitad, a partir de ahora y naturalmente primero a la madre Crisje, y entonces ella y Hendrik el Largo ponen también las suyas, de su jardín de la vida, plantadas, acogidas, y después a Cristo.
Por medio de ‘Las máscaras y los seres humanos’ hablamos de sandalias espirituales, hablamos de túnicas espirituales, hablamos del cumplimiento del deber, de amor inmaculado.
Frederik está delante de ustedes.
¿Qué tienen ustedes de Erica, de Hans, de Frederik, de René?
¿Cuándo son verdaderamente madres?
¿Quieren mejor volver a desdibujar todo esto otra vez?
¿Tan grande es su arte que tienen que guardar el silencio para sus casas, para su entorno, para sus horribles y raquíticos muñequitos?
Sí, eso se lo lanzamos a gritos a Rembrandt, también a su Tiziano, a Durero y a todos los grandes.
¿Qué hicieron ustedes con sus preciosas oraciones fúnebres?
Allí representaron a Cristo, pero no adoptaron nada de Su vida en ustedes.
Gruñen, rugen ustedes, porque eran maestros, ¿no es así?, pero en el otro lado el arte ya no pinta nada; un cuadro, su interpretación al piano no pintan nada si no albergan la luz del espacio, si el amor para ese espacio, si cada rasgo de carácter como chispa de Dios no es susceptible de vivir, si desconoce el espacio vital, si no es amor.
Porque entonces se extingue cada ojo divino y se deforma; al final y en definitiva es algo que no les queda más remedio que aceptar; es el rostro vital de su lucio: muerto y bien muerto.
Sí, miran... miran ustedes al ser humano y se visten bien —a ustedes los he retado, he retado a la humanidad—, a las señoras, ¿verdad?, las madrecitas dejan que les ricen el cabello.
Hermosos rizos, pero la amistad, ¿también está servida de esa manera, rizada?
¿Se sientan durante horas para emperifollarse su interior?
Palabras duras —¿no es así?—, estoy siendo duro otra vez.
¿Es tan cariñosa la madre como para que André pueda decir: “Pues haber comprado algunos pantis espirituales”?
Ese dinero mejor gástenselo para su carácter interior.
Repartan, adelante, háganse como la madre Crisje, porque les aseguro: por esta vida pueden vivir y recibir la primera, la segunda y la tercera esfera.
No vengan con historias cuando tengan la verdad delante de ustedes.
Piensen, escuchen, háganse amigo, háganse amiga.
Si André dice: “¿Qué hacen allí?
¿Por qué hicieron eso?”, entonces es que su espacio divino les está advirtiendo, todo esto que ha recibido, que ha vivido y ha podido ver, y entonces lo quiebra para ustedes.
Ustedes lo quebrantan todo.
Si él no fuera capaz de quebrantarlo todo, la vida de André no significaría nada.
Pero él los acoge de forma animal, preanimal, basta material, material, espiritual, cósmica.
Y él es capaz, ahora, por medio de nosotros, por medio de nosotros y de su amor por querer servir, su amor por Crisje —porque no está usted a la venta— recibió la omnisciencia con sintonización humana, y puede recibir y elevar a ustedes y a la humanidad, todo en la tierra, acogerlos y portarlos en su corazón lleno de amor.
Ustedes no conocen esta vida.
Él se avergüenza y ustedes le pegan cuando ve que tiene que aceptar que no comprenden este amor.
¿Tienen ustedes amor de hermana y amor de madre?
Si ustedes a su hermana y a su hermano...
No tiene ningún mérito amar a su amistad.
“Pero”, decimos nosotros y eso lo dice la primera esfera, “si ustedes mismos me echan a patadas y a golpes de esas primeras esferas que yo les quiero dar, entonces buscaré en la inmaculada claridad de Dios una vida que me quiera aceptar y comprender, y que así lo hará, y entonces ya no los necesitaré.
Terminaré mi tarea”.
O es que de verdad pensaban, hermanas y hermanos míos, que cuando echan a patadas a su amor a la calle, si le gruñen y lo quebrantan, y si son demasiado vagos para tomar en sus manos el libro de Cristo: “Eso ya lo veré luego”...
Entonces están fuera de la primera esfera.
Y entonces el ser humano que anhela y que recurre a todo para su reino divino está en manos del Mesías.
Y eso ya no lo podemos quebrantar, eso lo portamos.
El ser humano, la madre que anhela, estos estarán al instante en el paraíso del Mesías y vivirán Getsemaní.
¿Les parece duro?
Así es como el ser humano se construye la felicidad, la diversión llena de amor, el ser uno con la sociedad, con amigos, hermanas y hermanos.
Cada palabra equivocada echa su amor a la calle, porque este es el paraíso nacido.
Cada palabra dura que digan a su esposa o a su esposo es algo que les distanciará.
Y ¡ay de quien gruña y ruja y dé patadas y deforme!
El ser humano que es capaz de poseer la primera esfera ya no reacciona ante esas perifolladas, y dice: “Ya terminaré mi tarea.
Le serviré a cualquier precio, porque hay que ver lo bien que me va, tan sencillo es”.
Allí es a donde fue Cristo.
Sócrates tuvo que tomarse una copa de veneno, él se llevó a sí mismo allí.
Pero el arte, pues, de querer seguir viviendo, el arte de querer servir, el arte de poder acoger conscientemente esas puñetas, esa tiranía y aun así repartir ese cariño como flores de diversos colores, esa es la divina personalidad espiritual, humana, cósmica, que entonces despierta en y debajo del corazón de la madre y del padre para esta unión sagrada, universal, macrocósmica.
Y es para eso que viven.
Cuando el creador de todo lo que vive, el ser humano sencillo, inmaculado, nítido, empieza a sentir el ser uno cósmico, también a la madre, entonces la sangre vital de esta irradia esas fuerzas y llora por dentro.
Y cuando el otro dice: “Eso no lo quiero” —ya sabemos que aquí está la madre sola, y allí el hombre, y que fuera va a vivir la vida de él, la propia, y que la madre lucha por la vida y la posesión interior, y que tiene que hacerlo a escondidas porque de lo contrario luego tendrá peleas en casa— nosotros les decimos: “Madre, aunque tuviera que abandonarlo —eso no lo hará, seguirá usted luchando, conseguirá la elocuencia—, tendrá, sin embargo, a su lado a Cristo y a Dios, a las esferas de luz, a millones de maestros como padres y madres.
Vendrá usted al Mesías, sintonizará con Getsemaní, irá usted al espacio, ya lucha a vida o muerte por la unión espiritual, por esta concienciación espiritual, no permitirá usted que le priven de su despertar, de su dilatación.
Estamos a su lado.
Porque el Cristo en usted, el Dios en usted le obliga a acoger, a procesar, a vivir la sabiduría de los maestros, la sabiduría y el amor, el Evangelio de Cristo, y a usarlos para la personalidad.
El hombre que está aquí solo, cuya madre dice: “Vete a esas cosas endiabladas”, no precisa estar enojado, pero mejor déjala con sus perifollos diabólicos de la iglesia católica.
Porque si el católico quiere ser honesto y correcto, entonces no maldice el protestantismo ni el judaísmo ni el islam.
El ser humano inmaculado, puro, tal como lo pueden vivir en Crisje y quieren verlo en ella, dice: “Para Nuestro Señor todos somos uno”.
Eso es lo que era Crisje.
“Soy católica, pero serlo”, dice Crisje, “no lo es todo.
Hay más gente en el mundo”.
Y cuando un ser humano comete un error no se le asesina por eso.
Así que la vida acoge una y otra vez a la otra.
Si quieren dar amor de madre, dilátense entonces y desplómense para su amor.
Lloren sangre, pero no digan: “Soy esto y a ver si se enteran de quién soy.
Un arte, esto sí que es arte”.
No, eso no tiene arte, porque cualquier ser humano les explicará que es usted una persona buena.
Pero cuando la naturaleza sigue sin decirlo, cuando se marchitan las flores alrededor de ustedes y porque todavía no se preguntan: ¿por qué esas florecillas se mueren siempre así?
Y ¿por qué tengo esto y por qué tengo aquello?
Entonces es su personalidad putrefacta, raquítica, la que deja que la vida del Dios inmaculado se pudra y marchite en ustedes.
Padecen ustedes anemia.
Ya no tienen ustedes vida, ni sed ni conciencia, no tienen amor, no tienen el ser uno: cotillean, parlotean, desmantelan, mienten, engañan, son ustedes personas falsas, malas, tienen soberbia.
No les hablo a ustedes, hablo a toda la humanidad y al espacio.
Aquí todo revolotea.
Miro dentro de millones de rostros, porque saben quién soy.
Lucho por el Mesías, por la personalidad divina dentro de mí.
El maestro Alcar me envidia, ciertamente, de que no pueda ser él quien hable.
Ahora está demasiado lejos.
Yo aún tengo sintonización con la tierra, él ya no.
Quien esté fuera de la cuarta esfera ya no regresa para hablar, porque esas personas son demasiado etéreas y espiritualizadas.
No pueden descender en la miseria humana, en la desintegración y la mancilla, en esa aura que ahora se acerca a mí, porque apesta.
No se lo estoy diciendo a ustedes, si no ya volverán a sentirse presionados hoy.
Una, dos (toma unas flores en las manos), ¿me permiten que robe dos?
Una, dos..., tres; estas son para ustedes: esta soy yo, esta es André, esta es Crisje.
(Una señora dice:) “Gracias”.
¿Sabe usted que se le sigue, que la agarran?
Retengan lo que poseen y tienen.
Sirvan ahora, lleguen a ser abiertos, a estar despiertos.
Conviértanse en seres humanos, conviértanse en padres.
Pronto tendré que soltarlos, nos queda una sola conferencia más.
Cómo me he desgañitado para elevarlos.
¿Qué he podido dar en estos meses?
“Oh, qué conferencia tan hermosa que nos está dando”.
Qué conferencia tan hermosa nos está dando: atrévanse a decirme eso.
¿Qué es “hermosura”?
Se han ido agachados a casa, llorando muchas veces, profundamente conmovidos, puedo hacerlas aún más profundas, puedo seguir aún más, y entonces estallarán ustedes de verdad.
Entonces los conduciré a la divina santidad en ustedes y descenderé en sus errores, en sus errores e irradiación errónea, porque la veo, se me viene acercando.
Y aun así tenemos que superar esto con sentimientos de amor, tenemos que hacer que retroceda hasta su sociedad.
Podríamos conectarlos con Cristo.
Pero ¿ya están listos?
Si sus “peros”, sus “peros” y “porqués” no se pueden resolver todavía y aún no sienten ustedes el anhelo, si todavía no quieren ser un fundamento de la Universidad de Cristo, pues, nada, entonces las palabras carecen de significado, entonces la sangre de Cristo carece de significado.
Entonces la escritura de libros por los maestros, por el maestro Alcar y por mí, y tanto hablar y orar, no son nada, lo mismo con el amor de André y Crisje; entonces no significan nada para las vidas de ustedes el cuarto grado cósmico, ni el quinto ni el sexto ni el séptimo.
Y ¿por qué no, pues?
Siguen siendo ustedes terrenales, basto materiales, aún no han empezado con la dilatación, con el ser uno, con el amor.
Esta es para usted. (Da una flor).
No es mi intención esta mañana darle al ser humano la felicidad mediante una florecilla, pero deje que se seque, póngala a su lado, es del amor de usted.
Y hay más.
Pero también hay quienes ni siquiera quieren saber nada de esto.
También hay quienes han mostrado sus corazones; ahora bien —retengan esto—, esto no lo hacen ustedes por mí ni por Jozef Rulof, André-Dectar ni por el maestro Alcar; sino que son los fundamentos para ustedes mismos detrás del ataúd, son las florecillas para su jardín vital, es su Gólgota, es su amor, su felicidad.
Eso es algo que tienen ustedes mismos.
¿Son ustedes capaces de extirpar una espina del corazón de Cristo con un poco de amor y conciencia para esta pobre humanidad apaleada, su sangre vital?
¿Son ustedes capaces de humedecer Sus labios con un poco de indulgencia y de autoridad humana?
¿Son capaces de estar alerta por Él para que los demonios de Jerusalén, los romanos, ya no lo puedan someter a suplicios, ya no puedan golpearlo?
Entonces son ustedes hijos de Él, y solo entonces llegará a sus vidas la liviandad del espacio como una figura que planea.
Entonces, hermanas y hermanos míos, habrán dado comienzo, para la eternidad, para que sus “alas” se vayan dilatando.
Y entonces serán una parte de Amentoteb, serán parte de Dante, de Buda, de Sócrates; serán parte de la Universidad de Cristo en la verdadera personalidad, para su pensamiento y sentimiento humanos por el amor, entonces habrán aceptado el ser uno con Dios, con Cristo, con la naturaleza, con todas las leyes vitales, y se inclinarán y estarán plenos de amor.
Pues, sí, y ¿ahora qué?
Piensan en ustedes mismos.
André ya no tiene el derecho, lo dejó en el otro lado, para él ya no existe ningún derecho propio, ese derecho fue para el Mesías; y Él, ¿decidirá?
No, eso tampoco todavía.
André puede hacer lo que quiera con su vida, sus pensamientos y sentimientos.
Pero en nosotros, en él vive la santa animación para elevar a la humanidad hacia el reino de Dios, hacia la nueva evolución, hacia la paz y la serenidad y el bienestar, despertar.
Eso es algo que ha asimilado.
Y ese es el objetivo, es por lo que ustedes viven.
Para eso no llegaron a la tierra; no, para eso regresan a su Omniser.
Ustedes son Dios.
Él (André) recibió la pasada semana una carta —según ha sabido la gente—, recibe una carta de uno de nuestros viejos adeptos; ni siquiera es un adepto, ese hombre siempre lo está provocando.
Dice —y eso es algo que va a las esferas, si quien lo sienta es capaz de acogerlo, y si alguna vez fuera necesario, podrán devolver el regalo de la palabra de Dios, porque queremos ayudar a esas criaturas, a su vez—, dice: “Usted no me escribe nada de vuelta”, dirigiéndose a André, “porque no es capaz usted de sentir que un adepto le sobrepasa, por encima de su cabeza.
Ni siquiera es capaz de aguantar que yo posea el contacto, y el hecho de que usted no me quiera aceptar es una merma de su yo.
Yo ahora lo tengo”.
Es lo que aprendieron, pues que se hagan soberbios, así van creciendo.
Y entonces querrán estar aquí, hablando del comunismo.
Unos dirán: “Me robaron el abrigo”, y otros ya se habrán perdido.
Pero ya les dije que si de verdad quieren poseer lo que es la animación, vuelvan corriendo a casa y empiecen a poner los fundamentos primero allí, para la amistad, para la sociedad, para su vida amorosa como padres y madres.
Y después hablen aquí.
“Le ofrecemos esa posibilidad; si lo paga usted mismo”, dice el maestro Alcar.
Y yo dije: “Qué cosa tan acertada”.
Dijo él, y dijo ella, y dijo la sociedad...
Los maestros no hablan por medio de esa vida, eso lo hace él mismo.
Menudo arte, ¿no les parece?
Arte.
¿Es que esa gente no lo ha entendido?
No, esa gente va paseando, de vuelta a las tinieblas humanas, que tienen ellos mismos, desde la luz.
Quien materialice un solo pensamiento equivocado estará detrás de la primera esfera.
Y ahora la mancilla de la humanidad de cara a Cristo, de Dios, de las esferas de luz; enfermedades, miserias, mentiras, engaños, asesinatos, incendios provocados.
Hasta la próxima vez, por última vez, por última vez.
Si el espacio dice que hemos de seguir, nos volverán a ver ustedes en unos meses.
André dice: “Pues, a mí mejor me dan el ataúd.
Ahora quiero estar con Crisje”.
A Crisje la tenemos día y noche a nuestro lado.
Pero, para estar allí, ahora, para vivir con ella la verdadera ascensión...
Claro, estarán pensando ustedes: André, ese ve a Crisje todos los días, pero no tiene la posibilidad de hacerlo.
Tiene que pensar aquí mismo.
Tiene que desprenderse de Crisje, de Hendrik el Largo también, de Miets también.
Ni siquiera le está permitido pensar: ‘Mañana quiero ver a Crisje’.
Claro, cuando se publicó el libro, entonces Crisje se le acercó, y dice: “Jeus, están hablando de mí en las esferas.
Y todo son flores.
Jeus, Jeus...”.
Entonces Jeus dijo en medio de la noche —se había levantado—, André: “Mamá, para mí usted nunca estará a la venta”.
Gracias.