El universo que se dilata para la personalidad humana

Buenos días, hermanas y hermanos míos:
Esta mañana les voy a ofrecer: el ciclo de la tierra, y seguimos en línea recta al despertar universal de ustedes.
Cuando el primer ser humano hubo completado su ciclo: allí nos habíamos quedado.
Esta mañana quiero conectarlo con el nacimiento de Cristo.
Veremos y viviremos cómo llegó la conciencia divina a la tierra, cómo pueden volver ustedes más tarde para regalar algo al ser humano, cómo despertarán, cómo evolucionarán de cara a la paternidad y maternidad, al espíritu, al espacio y su sintonización divina.
Les he hablado del ser humano que hubo completado su ciclo; pronto ustedes también lo vivirán.
Pero seguimos un poco en contacto con los primeros seres humanos, porque de allí nacerá Cristo.
Los he conectado con el instante en que el ser humano pudo liberarse de los sistemas materiales, cuando regresó a su mundo astral, y mientras tanto fui cimentando fundamentos, por lo que pudimos vivir, ver, la mentalidad, la personalidad consciente para el ahora.
La pregunta que hicimos fue: ¿qué sabe el parapsicólogo, qué sabe el psicólogo, qué sabe la Biblia, qué saben los conscientes de este mundo, de las leyes detrás del ataúd, de las leyes de vida y muerte, de las leyes del espacio?
Hicimos un viaje por el espacio desde la luna, por los planetas de transición, regresamos a la tierra y ahora hemos alcanzado el grado de vida más elevado para nuestra vida.
La madre tierra está preparada, hemos accedido a la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), y ahora sucederá.
Estuvimos buscando, estuvimos delimitando la luz del espacio a base de preguntas, a base de palparla, y esa luz había desaparecido, el sol ya no estaba.
El ser humano está ante sí mismo.
Pero en realidad, ¿qué es el ser humano?
No comparen esas personas ni la era prehistórica con el estadio actual en el que viven ustedes.
El estadio actual: han conocido a su Dios, saben ustedes si hacen el bien o el mal; han tenido que aceptar a Cristo, han recibido su Biblia, han recibido artes y ciencias.
Artes y ciencias.
Ahora saben un poquito de su propia vida interior.
Pero ¿es así?
¿Es cierto todo eso?
Tienen que acepar, y así podrán hacerlo —según he podido explicarles—, porque se les han obsequiado los libros.
Pueden formarse su propio juicio, pueden vivir las leyes, ven en la tierra diferentes escenas, que les permiten constatar que el hecho es que el ser humano vive detrás del ataúd.
Y eso es lo que recibieron los primeros seres humanos que hubieron completado el ciclo de la tierra, es lo que llegaron a vivir, es lo que llegaron a ver; estaban con sus narices encima.
Esta mañana tienen su ciclo divino.
Estamos hablando de un ciclo humano, sobre la toma de posesión, la superación de esta tierra.
Pero ¿qué es la tierra de cara al sistema macrocósmico?
Nada, solo como una chispa.
Y aun así, yendo de planeta en planeta, el ser humano construyó un organismo.
Han vivido ustedes, han vivido ustedes millones de años.
Millones de años, millones de eras, el ser humano recibió vida tras vida para poder evolucionar.
¿Qué es la conciencia universal?
Pronto, cuando vayan a abandonar la tierra, se encontrarán ante una nueva ley; o bien regresarán o bien seguirán para su personalidad espiritual.
No importa cómo sea esa personalidad.
Verán que cuando empiecen a vivir de forma armoniosa las leyes del espacio, de la madre naturaleza, entonces seguirán conscientemente y pondrán fundamentos para su vida interior, su personalidad astral.
Estas personas buscaban el sol, y eso es muy sencillo: lo habían perdido, se les había extraviado.
La ciencia no sabe si el ser humano piensa en su interior o fuera de él.
¿Dónde se empieza a pensar?
Esa máquina aún no se conoce.
Pero el ser humano que se desprende del ataúd, que se desprende de este organismo, empieza a caminar, piensa, tiene su mundo y su espacio conforme a su sentimiento; y esa gente aún no tenía nada, solo se tenían a sí mismos, pero ese “a sí mismos” es todo, es universalmente divino.
Pero el ser humano tiene que hacer que despierten los sistemas divinos, por medio de la madre naturaleza, por medio de la paternidad y maternidad, eso es lo que tiene que hacer con esos sentimientos y pensamientos, con esos rasgos de carácter.
Y eso no es tan sencillo, y aun así —acabo de decirlo— están ustedes encima mismo, son ustedes mismos, está en sus propias manos.
El ser humanos regresó —según ya les conté—, llegó allí, se despertó, empezó a buscar, a preguntar: “¿Dónde está ese sol y dónde están los demás?”.
Sí, ¿dónde están los demás?
Cuando el ser humano empezó a pensar, ya se centró en la vida material, ya se sintonizó con ella, ¿no es así?
A diario viven ustedes todavía sentimientos telepáticos, de pronto pueden decir: “Siento... ese viene”, y lo tienen delante de ustedes.
Pueden sentir lo que va a pasar, pueden mirar y sentir en el pasado, en su futuro.
Es el ser humano sensitivo de los sentimientos.
El ser humano que entra en contacto con otro pensamiento y sentimiento: este es el que es atraído, al que se le infunde alma, el que es impulsado.
El ser humano que adquiere la unidad con un espacio es atraído por esa vida.
Y así es como los primeros seres humanos que hubieron completado su ciclo en la tierra... estas personas regresaron a la tierra, descendieron en el organismo —eso lo hemos vivido—, la mujer descendió en la madre, el hombre en el hombre, y ahora nos encontramos..., viven la vida material desde el mundo astral.
Esa humanidad entera, esos millones de criaturas estaban poseídas en ese instante.
De esto no puedo ocuparme más tiempo.
Tengo que seguir, porque ahora llegamos a ver la demencia enfermiza y la natural.
¿Qué es natural y que es demencial?
A medida que el ser humano se fue desarrollando —eso lo percibiremos en breve—..., cuando la personalidad espiritual continúa, percibiremos y constataremos que lo que supone ese desarrollo es precisamente desintegración para la masa, también para el individuo.
Porque cuanto más espacioso se haga el ser humano, más profundo se hace el mal, la desintegración, la destrucción para uno mismo.
Esas personas aún no tenían nada, pero los primeros trastornos —se lo he contado—, el volver a nacer, la reencarnación ya estaban presentes, porque allí había tres y cuatro criaturas.
Hemos llegado hasta ese momento, y ahora vamos a seguir.
Queremos ver qué vive esa gente allí, queremos vivir lo que sentimos nosotros mismos o lo que se nos tira encima cuando vemos esos mundos, cuando tenemos que vencer esos mundos, después de lo cual nos llega entonces el despertar universal, el despertar universal.
La conciencia universal quiere decir que se es uno con el macrocosmos, que uno es capaz de todo esto y que tendrá que vencerlo y que así tendrá que hacerlo, porque el ser humano es una personalidad divina, porque posee un núcleo divino.
Estas personas regresaron a la tierra y empezaron a ver que podían ayudar esas vidas, duró siglos.
Durante siglos y siglos vivieron el organismo material, y si ustedes no pueden aceptarlo, miren entonces sus manicomios, su psicopatía, y lo sabrán.
Estas personas estaban poseídas en lo bueno, porque el ser humano necesitaba otra vez la luz.
Quería vivir la luz del espacio, no había más.
Recibía su comida, no estaba exento del hambre y la sed.
Pero ¿qué significa?
Les he dejado vivir la imagen de cómo el primer ser humano de allí —cuando lo dibujamos aquella mañana—, cómo el primer ser humano, la primera vida embrionaria, experimentó esa existencia.
Tenemos que aceptar que —debido a que la luna se dividiría como madre para este espacio— esa primera célula de todas poseía más conciencia que el resto que tenía pendiente empezar con la propia vida.
Hemos visto que esas primera células llegaron a evolucionar: el renacer, la muerte, el primer amor, paternidad, maternidad, todo eso ya lo conocen ustedes ahora.
Y ahora vemos en esta inconmensurabilidad, en ese mundo que sí tiene vida, vemos también a los primeros seres humanos que han abandonado su ciclo de la tierra, que han alcanzado el ciclo de la tierra y que poseen esos sentimientos.
Regresan, llegan a la unión, viven la madre, viven el padre.
Y siglos después los conscientes se juntan, y dijeron: “Vamos a dar un paseo, queremos ver si hay más personas viviendo aquí”.
Y entonces empiezan a tomar posesión de la tierra.
Llegan a otros pueblos, todos viven todavía en la jungla, todavía no hay ciudades.
Y, ciertamente, hay gente viviendo, allí vive el grado más elevado, hay gente como ellos.
Y vuelven a descender en esas vidas, vuelven a vivir el organismo material, el pensamiento y sentimiento, y constatan para ellos mismos que cuando van a proteger a ese ser humano, les entra despertar, calor, sentimiento.
Sentimiento...
“Un solo pensamiento equivocado...”, dice el primero, que lleva la palabra.
Les he dicho: allí no conocen todavía la lengua, pero se miran a los ojos.
Aclaran entre ellos que cuando proteges a esa gente de las cosas malas, del odio, del mal y la desintegración, empiezan a tener otro sentimiento; ¡un sentimiento luminoso!
Pues, sí, ¿qué ocurre ahora que viven a estas personas, ahora que las elevan, que las hacen despertar?
Cada pensamiento equivocado los situaba en la tierra; no conseguían liberarse, se sentían pesados, eran verdaderamente materiales, poseían la gravedad.
Y cuando empezaron a vivir a ese ser humano para lo bueno, se fueron elevando por encima de ellos mismos, ¿entienden?
Eso lo verán enseguida, luego, más tarde, en otras eras para otros siglos, y entonces, verdaderamente, el yo mejor, sensible, sensitivo, espiritual, se elevará por encima de las leyes materiales, y llegarán a ver y a vivir ustedes la victoria de un grado de vida.
Esta gente fue elevándose.
Cuando estas personas hubieron vivido la tierra, quisieron constatar qué era lo que hizo oscurecer el sol.
Y cuando vivieron a esas personas e hicieron el bien, llegaron a controlar el equilibrio universal, fueron enviados automáticamente a ese espacio, hacia arriba, evolucionaron, despertaron.
¿Por qué?
Porque comprendieron que habían recibido un mundo igual, propio y un espacio, que el ser humano..., empezaron a entender; en eso vivimos.
Cuando ocurre algo y el cuerpo se pone enfermo y tenemos que despedirnos del organismo, somos la conciencia que piensa y siente.
El ser humano fijó estas leyes para él mismo, y eso se puede hacer detrás del ataúd.
El ser humano vivió las leyes vitales para el alma, el espíritu y el espacio.
Y entonces se juntan una mujer y un hombre, una decena de personas, una veintena.
Él dice: “Vamos, desplacémonos, sí que podemos continuar”.
Y continuaron, y por fin —era de noche en la tierra— se elevaron por encima de la tierra, y regresó la luz.
Comprendieron lo siguiente: no hay oscuridad, no hay noche.
Y vuelta a la tierra, volvían a vivir el día.
A medida que la luz se eclipsaba en el espacio, volvían a elevarse y constataban el ciclo del planeta.
Es cuando despertaron estas almas.
Empezaron a comprender que eran parte de este espacio, de este yo universal.
Y ahora, a los demás planetas.
Regresaron mil veces a esa tierra, mil veces volvieron a vivir al padre y a la madre, el sol y la tierra,

la noche, la luz y la oscuridad.
Esa fue su primera exploración, el primer despertar, el despertar espacial en el ser humano.
Cuando el ser humano se quiere dar una conciencia universal, tiene que empezar a intuir su tierra, su vida interior, solo entonces llega el infundir alma para el siguiente paso.
Y de eso fueron capaces estas personas.
Una vez que hubieron comprendido la tierra, dijeron: “Vamos, sigamos”.
Fueron a otros planetas, fueron de vuelta, más allá.
¿Había vida?
No, allí no hay vida.
Y poco a poco fueron a la luna, es por lo que eran atraídos.
Esa vida la empezaron a sentir, empezaron a comprenderla, y cuando llegaron allí, cuando vivieron el estadio de pez —la luna en pleno funcionamiento—, entonces les empezó a hablar esa vida.
Fueron descendiendo de grado en grado mientras miraban, buscaban, experimentaban.
Fueron de grado en grado para absorber esas leyes, la paternidad y maternidad, y empezaron a controlar ya la conciencia terrenal, la espacial, la lunar.
Regresaron desde el estadio del pez.
Cada grado fue atrayendo esas vidas, cada grado, dado que habían vivido esas vidas, esos estados, esos cuerpos.
Esos cuerpos fueron atrayendo la personalidad, y experimentaron un nuevo estadio.
Poco a poco fueron regresando hasta el comienzo de la creación.
Tal como lo hemos vivido ahora para la cosmología y tal como lo hemos tenido que describir, fuimos regresando al Omnigrado, desde nuestra conciencia, de vuelta a la Omnimadre, pero antes del estadio cuando todavía no había vida visible.
Estos seres humanos volvieron por iniciativa propia, y eso lo harán ustedes mismos cuando lleguen detrás del ataúd.
Entonces empezarán a sentir y a pensar desde su propia conciencia, rápidamente de vuelta a los planetas.
O el maestro dice de pronto: “Los pondré ante el instante divino, los pondré ante su propia paternidad y maternidad universales y divinas”.
Estas personas tenían que volver.
Vivieron millones de grados de vida, vivieron millones de leyes vitales.
No había Biblia ni Dios ni Cristo, solo se tenían a ellos mismos, y el ver, el despertar, el experimentar, el buscar.
Al ser humano que está buscando ahora, al ser humano que anhela, al ser humano que se encuentra ante las leyes, se le ha infundido alma universal, divina, espacial.
Y una vez que ustedes hayan sido tocados por esas leyes, ya no se podrán liberar nunca más; y ellos tampoco.
Poco a poco fueron regresando, y ahora están ante la primera vida embrionaria.
Viven la chispa, la vida que hemos experimentado aquí juntos.
Descienden en ellas, y poco a poco deja de haber vida.
Regresan a las primeras nebulosas, y ¿ahora qué?
Esas nebulosas vuelven a disolverse y entonces de pronto se ven ante el imponente suceso de que se disuelve la luna; ya no hay materia.
Ya lo habrán comprendido: esa evolución la tienen que vivir, la tienen que seguir.
Y no hay un cordón, un cordón que los conecte con la Omnifuente, porque pueden aceptar cuerpo tras cuerpo.
El organismo humano los conduce a los grados de vida, a las eras de densificación, a la paternidad y maternidad.
Y entonces podrán decir: “Sí, así somos, así soy”.
Vuelven a recordar, desde allí de vuelta a la tierra, vuelan mentalmente por el espacio, emocionalmente, pero han llegado a conocer las leyes.
Y entonces llega el instante en que el universo está envuelto en una emanación dorada.
Miran en la conciencia dorada, es decir: el séptimo grado para el espacio, la revelación de la paternidad, y absorben esos sentimientos.
Llega a haber vibraciones, de nuevo hay movimiento, el espacio se relaja, la luz se difumina —¿lo ven?—, poco a poco.
Es para eso que lo ha vivido el espacio, y también ellos siguen con eso, también ellos pueden vivirlo, también pueden aceptarlo, porque la veracidad vive por encima de ellos y en su interior.
Ahora la evolución empieza a evolucionar en el camino de vuelta a la Omnimadre.
Y cuando llegue este momento, cuando les asalte la oscuridad y sientan el silencio de esta imponente vida, serán uno con la Omnimadre, antes todavía de que tuviera que empezar la creación.
Se desplazan, pueden ir a donde quieran, tienen la luz.
Una mañana les hice vivir ese instante.
Vieron luz y aun así estaban en la oscuridad; estaba la paternidad y está la maternidad, son una sola.
Se susurran sus sentimientos.
Y entonces llega por primera vez la palabra divina; la Omnimadre deja que su propio hijo sienta y experimente por su propia cuenta.
Es como si este espacio hablara: “¿Me sienten?
¿Somos uno?
¿Les he dado a luz?”.
El silencio es imponente...
El ser humano siente que hay presencia de una tremenda fuerza de la que forma parte.
Pero la mirada, la conciencia, el sentir y pensar universales enfocados a la creación, el despertar material, los conduce directamente de vuelta a la tierra, y allí ven al ser humano poseído, al ser humano que han vivido, pero también la evolución humana, terrenal, cósmica.
“¿Pueden aceptar ahora que nacieron de mí?”.
Sobre esto se pueden escribir millones de libros, y aquí tendremos que aceptar que a partir de esta nada, que es, pues, nada y que aun así posee vida, que a partir de estos sentimientos imponentes, profundos, que son, pues, la Omnimadre, todo lo que la tierra, lo que el espacio, lo que la madre naturaleza ha hecho densificarse, materializarse, tiene que estar presente.
El ser humano es uno solo con Dios.
Sí, pero ¿qué es Dios?
Lo que han podido constatar es solo vida, es espacio, son planetas, es materia densificada y endurecida; son árboles, son flores, las criaturas de la madre naturaleza, es el mundo de los animales.
Y allí están, se sienten uno con esa fuerza, empiezan a ver, empiezan a sentir.
Es como si se abriera el corazón de este espacio.
Es como si hablara el corazón, la circulación sanguínea, el sistema nervioso de este espacio a su personalidad, y eso es lo que van a vivir, es lo que van a ver, con los ojos cerrados.
Pero experimentan como uno solo, en sentimiento y pensamiento, la Omnifuente, la Omnivida, la Omniluz.
Sí, conocieron esa luz.
Viven la Omnialma, la Omnipaternidad y la Omnimaternidad, porque aquí el hombre y la mujer van de la mano en la Omnimadre, son uno, y son almas gemelas de un solo color, almas de un solo grado de vida, material y espiritualmente, y eso darán a la tierra algún día, más tarde, cuando la humanidad haya alcanzado esa altura.
Y entonces el primer maestro dirá en sentimiento: “¿Lo ven? ¿Sienten que hemos nacido a partir de todo eso? Porque hemos vivido la vida embrionaria, ¿verdad?”.
Tenemos que aceptar que hemos recorrido un camino universal, y eso es lo que sentirá nuestro despertar universal, y para nuestra personalidad significará que también despertaremos de modo armonioso.
Eso significará que seremos uno con todo, con todo pensamiento de cómo surgió esto.
Viviremos la fuente de energía cuando sigamos, porque siento: esto es infinito.
¿Qué es la infinidad?
Que podamos vivir grado tras grado, que desde el estadio embrionario del pez...
Allí somos peces, vivimos en las aguas, pero aquí estamos en la tierra, ¡somos seres humanos!
Hemos adquirido un órgano, podemos pensar, ¿cómo soy?
Y eso que estas vidas aún no han alcanzado más que la tierra, el ciclo de la tierra.
Se van, se desprenden del estadio de la luna.
Se liberan de la Omnimadre.
Entra un sentimiento en esta vida que puede decir: “Yo soy así.
Que es la Omnifuente en el ser humano; que es la Omnimadre, que es Dios en el ser humano.
Ustedes nacieron a partir de todo esto, y se han recibido a ustedes mismos por medio de todo esto.
Por medio de todo esto su ciclo ha ido ampliándose, se dilatan, tal como adquirió dilatación toda mi vida.
Creé planetas, creé materia a partir del aliento vital, sangre vital”.
¿Pueden aceptar ahora —están viviendo en 1950, en el siglo XX—, pueden aceptar ahora que entre aquel instante y el ser humano de allí, el primer ser humano que completó su ciclo de la tierra, que estaba ante su despertar universal, pueden aceptar que han transcurrido millones, billones de siglos y eras y que siguen siendo ustedes seres humanos?
Sí, son seres humanos ustedes, pero ¿cómo son por dentro?
Se desprenden, ellos, porque continúan, no se quedan detenidos en este mundo.
Sí, se echan, se van a dormir, se dejan llevar planeando por esa fuerza.
Quieren vivir esa infinitud, sigue y siguen, tomados de la mano.
Vuelan, han aprendido a concentrarse, la fuerza, el desplazarse sobre los pensamientos humanos, eso saben hacerlo.
Se hacen uno solo, se hacen espacialmente profundos, pero no hay fin.
Regresan al lugar donde ya estuvieron.
Donde sea que sientan, donde sea que piensen, donde sea que quieran palpar esa vida, allí es donde les llega: “Sí que sigo siendo yo.
Son ustedes universales, son espacialmente profundos, tal como yo poseo mi profundidad como luz, como la vida, como la paternidad y maternidad, porque estas son las leyes esenciales por las que yo mismo me he espiritualizado y por las que me he materializado”.
El ser humano se va, se libera, estas personas se liberan de la Omnifuente, regresan, atraviesan otra vez la vida embrionaria.
Ahora atraviesan el estadio del pez, se desplazan a un nuevo planeta, llegan a Marte, llegan a los otros planetas de transición y hacen ahora su viaje universal por el espacio y regresan al lugar donde vivieron.
¿Qué ha ocurrido mientras tanto en la tierra?
Pasaron cien mil años.
Un viaje de cien mil años, necesitaron centenares de eras para absorber ese espacio.
Pero ¿qué ha ocurrido entretanto?
La madre tierra siguió, el cuerpo se eleva, empieza a llegar más gente al grado de vida más elevado.
Sigue habiendo posesión.
Pero el núcleo de esta humanidad, el primer pensar y sentir —gente, al final de la conferencia volveré sobre este asunto—, el primer pensar y sentir para el ser humano será: ¡despierten!
Si no empiezan con eso, también estarán parados en un punto muerto, eternamente.
¿Empiezan a pensar y sentir ellos por sí mismos?
No, para sus sentimientos espaciales, su sintonización divina.
Y eso es sorprendente.
Si me pidieran ustedes ahora..., si estuviéramos ante los sistemas filosóficos y fuéramos a analizarlos respecto a Sócrates, Platón, Aristóteles, Pitágoras, el Antiguo Egipto, los templos de la India colonial, entonces podríamos empezar a analizarlos de inmediato y los llevaríamos a ustedes hacia un camino infalible, que los conectaría directamente con su yo divino profundo como sintonización.
Pues, sí, ¿qué quieren?
Ellos tienen que empezar, porque así es como se hacen más espaciosos, es su despertar.
Esta es la palabra; esto es el amor, este es el sentimiento.
Y entonces los primeros estarán de vuelta en la tierra, se juntarán y dirán: “Mira, allí vive el ser humano material.
Somos los primeros que somos conscientes de haber despertado, que lo sentimos, que tenemos conciencia de ello.
Tenemos el sentimiento y el saber: no hagas eso, hazlo de otra manera.
Lleva a la gente a la luz, al espacio, y no toques la personalidad humana.
Cuando nos conectamos con ese ser humano, entonces somos materiales, y cuando elevamos en la materia al ser humano desde este espacio, por medio de este despertar, de esta evolución, cuando lo servimos, entonces albergamos felicidad, nos espiritualizamos.
Porque cada pensamiento bueno y cada sentimiento bueno es el despertar para nuestro yo”.
Y ¿qué ocurre ahora?
El ser humano en la tierra recibe el fuego.
Han aprendido cómo se mezclaban esas leyes, han visto cómo esas fuerzas materiales se palpaban y cómo surgió una chispa.
Pudieron vivirlo y palparlo por la evolución de la madre tierra y el espacio.
Y entonces agarraron una piedra, la rozaron con otra y el ser humano empezó a tener luz; la primera evolución, la primera conciencia.
El ser humano en la tierra llegaba a tener una y otra vez un nuevo grado.
Y a medida que este acontecimiento terrenal, el acto, adquiría realidad del ser humano espiritual, era a la vez un fundamento material para los milagros técnicos que se producirían más tarde.
La evolución material humana, corporal, ha empezado, ¿verdad?
Pero continúan.
Ahora, a partir del ciclo de la tierra —pueden ustedes recibir una poderosa imagen— los primeros continúan.
Mientras tanto, los primeros se han expandido hasta formar millones.
Ahora vemos en el mundo astral las siete transiciones.
Todavía se encuentran en las tinieblas, allí están, pero empieza a haber luz, porque tienen una sintonización divina.
Y ¿cómo tiene que despertar esa sintonización?
¿Cómo tiene que producirse?
Ahora pueden verlo, estamos ante el instante en que el propio ser humano tiene que empezar a llevarse hasta ese despertar.
Y ojalá digan ustedes entonces: “Eso a mí todavía no me dice nada, ya lo veré y viviré en breve detrás del ataúd.
Pues, de acuerdo, bien, si hay vida, ya la asimilaré”.
Pero aquí verán que es la eternidad; ¡la muerte no existe!
Un ataúd no es más que una hechura terrenal, material.
Estos seres humanos continuaron.
Y a medida que servían la vida, a medida que impulsaban la vida, empezó a haber en el ser humano más luz, más sentimiento.
Estos son los infiernos.
Cuando los maestros llegan más tarde a la tierra para darle al ser humano una fe, lo que pretendieron fue: aquí, en esos mundos tenebrosos, esos siete grados de evolución.
Porque hemos llegado a conocer esos grados como leyes vitales para los planetas y las estrellas, hemos tenido que aceptarlos, hemos tenido que vivirlos.
Hicimos la transición hacia esas tremendas fuerzas de los sentimientos, y allí, en el mundo astral, las volvemos a ver.
Hemos constatado que los demás planetas aún no poseen una conciencia terrenal, espiritual.
Hemos podido ver que ni Marte ni la luna ni los planetas de transición tienen que representar un más allá, porque el ser humano aún no ha llegado a ese punto.
El ser humano adquiere esa conciencia solo por la madre tierra, porque la tierra es hija del sol y la luna, la tierra poseerá la conciencia más elevada para este espacio.
Se vive una transición, se viven dos, tres, cuatro, porque ellos mismos se llevan a ese despertar.
Los rasgos de carácter más bajos se disuelven, estos seres humanos se hacen humanos; es el ser humano prehistórico.
Pues, sí, ¿qué quieren vivir ustedes del ser humano prehistórico en comparación con su propio estadio?
Miran ustedes a este individuo desde arriba; desde arriba observan este instinto de la jungla, pero a este pertenecían los primeros, los de conciencia más elevada, que llegaron al margen de Dios, sin Cristo, sin Biblia, sin arte; no había nada, ¡no conocían ni siquiera un borrón!
Y aun así, estas vidas fueron despertando.
Adquirieron personalidad, continuaron, empezó a haber más luz.
Llegaron desde el tercer grado para la luz y este desertar, esta evolución, desde el cuarto, el quinto, el sexto.
Y, ciertamente, empieza a haber más luz, más espacio, empiezan a verse, ya tienen otra túnica, el cuerpo ha cambiado, su organismo es hermoso, radiante, magnánimo.
Se postran y ahora —créanme— es cuando nace el primer rezo.
No, los primeros agradecimientos a ese espacio, o lo que sea, por el hecho de que el ser humano viviera, de que tuviera el sentimiento de ser vida de este espacio y de poder aceptar: sí, somos parte de eso y si es posible, todo esto ya está en mis manos.
El ser humano carga el macrocosmos en sus manos, lo posee; ha empezado su despertar universal, espiritual.
Mientras tanto, la vida en la tierra continúa: se continúa construyendo.
Pasa siglo tras siglo, era tras era.
El mundo astral sigue, la vida en la tierra sigue, la muerte y el nacimiento, el renacer.
No hay nada que se pueda destruir, aunque el ser humano viole estos y aquellos grados de vida, el animal, aunque se dedique a asesinar; tiene que regresar, porque la naturaleza se recupera ella sola.
Allá hay cuatro criaturillas recién nacidas, cinco, allí hay madres con siete.
Ha comenzado la disarmonía, según les he mostrado.
Pero eso no dice nada, todo eso lo dejamos de lado.
Esta mañana no queremos tener que ver nada con eso, vamos a seguir.
Seguimos al primer ser humano.
Seguimos nuestro despertar humano, espacial, universal.
Surge la primera esfera, el primer grado de vida para la felicidad, para el bien, para la armonía, para la personalidad humana, para la paternidad y la maternidad.
El ser humano se lleva a sí mismo hasta ese punto.
El ser humano planea por el espacio.
Empieza a poseerlo.
El ser humano continúa en la tierra, en el otro lado se continúa construyendo; aparece esfera tras esfera.
Pero lo que pretende significar “esfera tras esfera” es que el ser humano también posee el sentimiento; planea por el espacio, se conecta con la tierra, han surgido los maestros.
Los universalmente conscientes ya han nacido, y entonces la conciencia más elevada puede decirse a sí misma, al ser humano, al hermano, a la hermana: “¿Quiénes somos?
¿Qué soy?
Hemos llegado a la luz; eso lo han visto ustedes, lo han vivido.
Hemos venido de la luna, hemos hecho un viaje espacial, allí está listo, siempre, cuerpo tras cuerpo.
¿Quién controla esto?
¿Quién es tan infalible que podamos seguir una y otra vez?
Y ahora vivimos la luz, el bien, el pensamiento, la armonía”.
Continúan construyendo, terminan la primera esfera; no lo saben, pero continúan sirviendo.
Llevan cositas pequeñas al ser humano en la tierra, lo que allí les hace la vida más placentera, por lo que el ser humano se puede sentir allí feliz.
Llega a haber un milagro tras otro, ¿ven?
El ser humano en la tierra adquiere conciencia material, corporal, procedente de las esferas de luz, porque allí ya hay luz.
Pero esa luz no existía.
El ser humano en la tierra se pregunta en este instante, ahora que ustedes han recibido a Dios, a Cristo, la Biblia, y una fe, artes y ciencias, el ser humano se pregunta: “¿Cómo puedo llegar a despertar?
¿Qué he de hacer?”.
¿Rezar un poco?
No, aquí no hay nada que rezar.
Aquí no pueden reclamar nada a la divinidad, al espacio; ellos tienen que aceptar esas leyes vitales, además de vivirlas.
Y debido a que experimentaron esa unión, llegaron a más altura, más lejos, su vida interior se fue haciendo más espaciosa.
Allí se producen la primera esfera, la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta, la sexta, transiciones, transiciones para la conciencia espiritual, y entonces acceden a la séptima esfera.
¿Ahora qué?
La vida de ellos es una sola luz, una sola armonía.
No se ha descrito o consignado letra alguna, todavía no existían.
No conocían nada de lo que ustedes poseen ahora en su propia conciencia para su propia era.
Pero tenían sentimiento, y este y su pensamiento cruzaron sus labios.
Formaron la primera lengua, el primer hablar, y eso entonces era exterior, mientras vivían su ser uno interior.
Allí nació todo lo que la tierra recibirá en breve por lo que esta, la humanidad, empezará a tener conciencia.
Allí se ha fundamentado todo, primero se ha construido espiritualmente, y después esto se materializará.
El ser humano se encuentra en la séptima esfera.
La luna sigue funcionando plenamente, con toda su fuerza.
El universo evoluciona, las estrellas y los planetas ocupan sus sitios, la paternidad y maternidad predominan.
Continúan.
Llegan al sentimiento, van elevándose, así que se hacen cada vez más etéreos en su pensamiento, en su ser uno.
¿Cómo tienen que despertar ustedes?
Sean personas etéreas, cordiales, cariñosas, enseguida lo fijaremos todavía.
Arriban a un nuevo mundo, este mundo se desprende de ellos, este mundo tiene que quedarse atrás, empiezan a tener más conciencia.
Si esto hubiera sido el final —la séptima esfera—, entonces el ser humano no habría conocido ningún Omnigrado, ningún universo, ninguna Omnifuente.
Pero siguen, siempre hay más espacio.
Entonces llegan los primeros, allí están..., ya sienten, ya ven, ven a los demás que van desvaneciéndose.
“¿Qué les ocurre a ustedes? ¿Qué las va a pasar?
¿A dónde va esto?
Son ustedes tan etéreos”.
Continúan, atraviesan los organismos con las manos.
Y un tiempo después se disuelven para la séptima esfera, mientras planean, sienten, piensan, sirven.
Allí es donde va a empezar la vida, tal como el ser humano la vivió en la luna, tal como lo tuvo que aceptar el ser humano para todos los planetas.
Empiezan de nuevo en una vida embrionaria, pero también el espacio empieza a densificarse de nuevo.
Porque, mientras tanto, ¿qué ha ocurrido?
Cada insecto, toda vida, evolucionará, se dilatará, se hará densa, se materializará y se espiritualizará.
Y ahora, la madre luna, el sol, las estrellas y los planetas que ya habían recibido su conciencia, su materialización, su densificación, todos han creado un nuevo espacio, una nueva evolución.
Y ahora, ahora que vuelven a la vida, ahora son conscientes, saben exactamente cómo nacerán.
Conocen la paternidad y la maternidad y vuelven a descender en lo embrionario.
Los acoge la existencia embrionaria.
Este ser humano ya observa el espacio desde la conciencia embrionaria, y puede decir: “Un poco más y hablará, sabré”.
Hermanas y hermano míos, surge el cuarto grado de vida cósmico.
En solo pocos segundos no puede detenerme en cómo ocurrió todo eso durante millones de eras.
Eso ya lo leyeron ustedes en los libros ‘El origen del universo’, y ahora lo pueden aceptar.
Ese mundo, el cuarto grado cósmico, un nuevo sistema solar significa: un pensamiento y sentimiento más elevados, una nueva evolución.
Exactamente como surgió este espacio.
Sí, sí: con soles y planetas.
Pero ahora los seis grados de vida hubiera querido dibujárselos —esta mañana, sin embargo, no me pareció necesario—, los hubiera querido dibujar para hacerles ver por arte de magia esas seis transiciones como planetas conscientes, existentes, pero allí están: allí está el planeta madre, allí está el primer planeta.
El ser humano necesita muchos años en la tierra para morir entonces, para desprenderse del organismo material, para después regresar.
Allí la vida ya es infinita.
Ya no hay enfermedades, ya no hay desintegración, no hay mentira ni engaño.
Solo hay amor y felicidad, armonía.
Armonía de cara a todo lo que vive en este espacio.
Despierta el pensamiento universal, al ser humano se le llega a infundir alma, puede decir: soy espacialmente profundo, y todo esto que he vivido ahora lo he vencido.
En el pasado les he dicho: pues, con esta conciencia miren al sol, a la luna y las estrellas, y podrán decir: “¿Entonces qué más nos puede pasar?
¿A mí qué me puede pasar?
Todo esto es mío”, y habrán perdido su estrechez de miras, su inconsciencia.
Porque no quieren ser dioses, a pesar de todo.
Sí, no se eleven en exceso, no vayan demasiado lejos si aún no lo tienen, porque entonces recibirán enseguida ese tirón de orejas espiritual.
Pero continuamos.
Viviremos Dios, veremos cómo llegó Cristo.
Veremos quién es Cristo, cómo nació esta vida.
Surge el cuarto grado cósmico, el quinto; claro, esto tomó millones y millones y millones de años.
La creación no tiene cien millones de años, no tiene cien mil millones de años, pero ya pueden ponerse a hablar un millón de años sobre millones de eras, que no van terminar de hablar nunca.
Ya puede decir el erudito: “Eso duró millones de años, y aquello millones de años; nosotros pensamos que la creación se remonta a cien mil millones de años”.
Pero entonces vuelve a haber más creaciones, y ¿cuánto tiempo tomó antes de que la Omnimadre se hiciera visible?
El cuarto grado cósmico, el quinto —lo ven, otra vez transiciones, transiciones...—, el sexto, y por fin el ser humano se desprenderá y se liberará, y estará en la Omniconsciencia.
Ahora pueden pensar y hablar.
Caminan por el límite de un mundo imponente.
Allí han vuelto a nacer, desde el sexto grado cósmico, ese universo.
Han vuelto a vivir ese universo, han absorbido ese despertar universal, divino; son ellos.
Ahora el ser humano, “el hombre y la mujer”, son una divinidad; son almas gemelas de un solo color.
Estas personas son cósmicas, espaciales, divinamente conscientes.
Cuando los maestros, cuando los primeros seres humanos alcanzan esa sintonización, esa altura, ese tiempo, entonces el primer sentimiento, el más consciente, dice a los demás —y eso los demás lo han tenido que aceptar de tiempo en tiempo en el espacio de la tierra—: “¿Nací antes que usted?
Somos Dios, somos dioses.
Vamos a seguir construyendo esto, tenemos que servir, tenemos que dar más luz a este espacio, porque somos fuente, somos paternidad y maternidad”.
Y ahora, ¿qué ocurre ahora?
Ahora se producen contactos que incentivarán la evolución divina, que tienen que representar la conciencia del universo, la paternidad y maternidad.
El séptimo grado regresa al sexto.
Hacen un viaje, continúan desde el sexto grado cósmico, otra vez ese ir y venir, otra vez esas exploraciones y sentimientos, esas sintonizaciones, ese ser uno.
Y vuelven al séptimo grado cósmico, al Omnigrado, un espacio en una túnica dorada.
Lo vieron, pero ¿dónde?
Ahora continúan.
Continúan en el Omnigrado.
También llegan a grados... ese espacio se pone de un amarillo dorado.
Pues, sí, ¿cómo es el amarillo dorado?
Es una emanación dorada con una irradiación violácea de un azul plateado, se manifiestan todos los colores de Dios en el Omnigrado divino.
Continúan para vivir esos grados, se elevan más y más, y al final, por fin, finalmente, este Omnigrado se eclipsa.
¿Qué es esto?
Empieza a haber oscuridad.
Han regresado en la Omnimadre de antes de la creación los que tienen la conciencia más elevada.
No han vencido su pensamiento y sentimiento humano, material, no han vivido un despertar espiritual ni espacial, pero han completado su ciclo divino.
“Y ahora vamos a echar un vistazo”, dice quien enseguida tendrá que ser el Mesías, “ahora vamos a ver un poco dónde vive ese padre, esa madre.
¿Dónde está ese Dios?
Somos padre, somos madre; somos alumbramiento y creación.
Soy yo, son ustedes, han surgido millones de vidas.
Pero ¿dónde está la voz, dónde está la fuerza, dónde está el ser que nos ha creado?
Van en busca de Dios.
Quieren esa fuente, ese pensamiento y sentimiento, eso es lo que quieren vivir, con eso quieren ser uno; con Dios.
¿Quién es?
Pero no se encuentran con ningún ser, solo a sí mismos.
No ven a ningún padre que esté sentado en una mesa, que haga sonar su martillo y diga: “Vamos, ahora vengan aquí, ¿no tienen nada que decirme?”, a ese no se le ve por ninguna parte.
Viven en una irradiación dorada, ven la madre naturaleza.
Mientras tanto, también la madre naturaleza ha completado su tarea y ha alcanzado la Omniconsciencia.
Ven: les vienen los pájaros, se les posan en las manos.
Se postran y sollozan: “¿Quién ha creado todo esto?
¿Qué pintamos nosotros?
Qué hemos de hacer en este espacio?
¿No hay una voz?”.
Se postran y ahora llegan al divino ser uno con el Omnigrado, con la Omnifuente, lo cual ya vivieron en los diferentes grados de vida más bajos.
Dice la Omnifuente como padre y madre, como luz, vida, amor, alma, espíritu, leyes de dilatación, de densificación: “Todo esto ya lo vivieron”, eso es lo que les entra, ven, eso es el ser uno, la intuición y la experiencia espirituales, “todo eso que han vivido, eso lo soy yo, ustedes son yo.
Tienen mi vida, espacialmente profunda, pero no soy una figura.
Yo me he manifestado por medio de ustedes.
Yo soy todo esto.
Ustedes me representan como materia, como luz, vida, amor, amor... paternidad y maternidad, pero ¡amor!”.
Sí, allí está el ser humano en su Omnigrado.
No ve a ningún Dios como persona.
No ve ninguna mesa en la que un Dios dictará justicia.
Esta vive en ellos mismos, ellos la son, porque han vencido y la injusticia y la demolición.
Fueron impulsando espacios, infundiéndoles alma, porque allí esa fuerza significaba evolución.
Regresan, aún más, y vuelven a estar en la Omnimadre de antes de la creación; un paso más y las nebulosas vuelven a densificarse, y es eso lo que van a vivir.
Y entonces hay una fuerza en ese espacio que dice: “Vayan, entréguense a mí y vívanlo por medio de mi pensamiento, de mi fuerza...
Pueden llamarme fuerza, pueden llamarme quien infunde alma, pueden llamarme paternidad y maternidad, pero también tengo una voluntad.
Pero ¿dónde es que están?”.
El ser humano, el ser humano divino abre los ojos y vuelve a vivir en el estadio primigenio de la madre tierra.
“Dónde están ustedes?”.
“En la tierra, es donde hemos vivido”.
“Pues vuelvan, cierren los ojos.
¿Dónde están ahora?”.
“En la séptima esfera en el otro lado”.

Pueden orientarse de inmediato.
“¿Dónde están ustedes ahora?”.
“En el cuarto grado cósmico”.
“¿Dónde están ustedes ahora?”.
“En medio de la tierra.
Andamos por las junglas, vemos la desintegración”.
Ahora empieza a haber sentimiento en esta vida, empieza a infundirse alma que dice:

“¿Dónde están ahora?”.
“Hemos regresado a la Omnifuente.
Somos conscientes.
¿Cómo tenemos que llamarnos?”.
Y ahora esta gente se ha reunido y llega a la inmaculada claridad, a la intuición, a la experiencia de su calidad divina, y acuerda, no: sabe que aquella criatura allí en la madre tierra solo vive en el bien y el mal consciente.
“¿Qué tenemos que hacer?”.
Mientras tanto, los maestros del quinto grado cósmico, del sexto, del quinto y del cuarto, han regresado a la séptima esfera, y pueden decir:

“Ustedes nos ven, han llegado ustedes a ser uno con nosotros, pueden aceptar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, hemos alcanzado el Omnigrado”.
Surge grado tras grado.

”¿Qué tenemos que hacer?
¿Qué tenemos que hacer para la tierra?”.
“Vayan edificando los fundamentos, cimienten una fe”.
Sí, los maestros ya empezaron con eso.
Cuando los primeros alcanzaron la séptima esfera, dijeron:

“Pongan fundamentos en la tierra”.
Y ahora conocen ustedes el origen de Moisés.
Los maestros les dieron ‘Los pueblos de la tierra’; un retrato de Moisés, un ser humano que se liberó de los sistemas materiales y que dijo: “Padre mío, hermana y hermano míos, ellos no saben que vivo.
Pero ¡existo!”.
Ese ser humano empieza a pedir un nuevo nacimiento para contarle al otro ser humano que no existe la muerte.
¡Vive y este espacio es suyo!
Sí, aunque sea una tierra crepuscular, el sí que existe.
Ahora aparece el primer contacto.
El ser humano en la tierra adquiere una fe.
El ser humano en tierra lo construyen los maestros, los conscientes en el otro lado.
La vida en la tierra adquiere conciencia, adquiere un pensamiento y sentimiento más elevados, enfocados hacia una divinidad, una fuerza, un poder que ha creado todo esto.
Y ahora los maestros palpan con el pensamiento, con el sentimiento, cómo habrá que llamar todo esto.
¿Lo oyen?
¿Cómo podemos abarcar todo esto para que el ser humano piense: ‘Habla el Señor’?
¿Todo esto? ¿Esta fuerza?
¿Cómo podemos juntar estos poderes y estas fuerzas, estos espacios, estas inconmensurabilidades en una sola fuerza, como una sola conciencia, un solo sentimiento, para que el ser humano se incline?
Porque el ser humano seguirá siendo pequeño en comparación con esto, porque vive en ellos.
Pero lo verá, se sentirá insignificante y pequeño cuando viva los espacios.
Pero tiene sintonización con ese espacio, porque están presentes la paternidad y la maternidad.
Y ahora llega la fe a la tierra.
No saben cómo tienen que alcanzar esos seres humanos, eso se lo he dejado claro en una de mis conferencias.
Hemos ofrecido una veintena de conferencias sobre los pueblos de la tierra.
Han vivido ustedes Moisés, conocen esas leyes, saben ahora cómo empezó la vida en la tierra, el despertar.
Una mañana les dije que los maestros no añadieron el fuego, sino que el maestro, el ser humano en la tierra que empezó a sentir: tenía que dar esa conciencia a los demás, era ese ser humano quien reforzaba ese miedo.
Y ahora, en el siglo XX de ustedes, seguimos atados a ese fuego infernal, que no existe.
Ahora, en el siglo veinte, seguimos estando delante de la Biblia que condena, de un Dios del odio y la venganza.
El ser humano aún sigue temeroso del purgatorio, que no existe, porque lo que arde está en el propio ser humano.
“Sí”, dicen los maestros, “si solamente pudiéramos vincular esta masa salvaje a una ley —qué más da—, entonces todos esos asesinatos cambiarán, igual que el futuro, y la humanidad evolucionará.
Déjenlo, da igual”.
Y eso continúa.
Después llega el instante en el que un profeta tras otro viene a la tierra.
Ya se habla de un consciente divino que llegará en breve.
Naturalmente, las personas que estaban en la tierra nacieron por medio de los maestros, de esa fuente.
Lo tienen que decir así: “El consciente divino tiene que venir, el Señor hablará.
El Señor ya habló a Abraham, a Isaac, a Jacob y Moisés.
Pero el Hijo de Dios, la representación de esta divinidad, llegará pronto a la tierra y nos traerá el despertar divino, la evolución divina, el Evangelio”.
¿Ven la manera tan sencilla en que todo eso se ha erigido, pero que hicieron falta eras enteras para incrementar esa conciencia?
Eso fue por sí solo, pero para ello hizo falta evolución.
Los maestros han rodeado mientras tanto a la humanidad —ya se lo conté— y han materializado las leyes vitales ocultas.
Llegaron los primeros magos, surgieron los templos.
¿China, la India colonial?
No, surgieron el Antiguo Egipto, los templos de Ra, Ré e Isis.
Allí hubo personas que se separaron y llegaron ya a la unión con una flor; y ¿por qué no?
Pero la masa... no eran más que unos pocos que empezaron a tener el sentimiento de vivir las leyes ocultas, no eran más que unos pocos, pero esa imponente masa, para atarla y vincularla a la autoridad divina, para eso hizo falta mucha fe.
El ser humano en los templos recibe el saber directamente metafísico, espacial, espiritual.
Solo queda que el ser humano en la tierra crea, pero quien se sintonice con una flor lo recibe.
Quien se sintonice con la luz, con la noche y se pregunte: “¿Por qué tengo que morir?
¿Qué es eso? ¿La muerte?” será atraído por otra cosa, que le infundirá alma.
Desde luego que es curioso: si en su propio tiempo ustedes descienden en su sentir y pensar, y despierta su primer sentimiento y empiezan a preguntarse: “¿Qué es la muerte, qué es morirse?
Pues sí que quiero saber más de esto”, entonces hay algo que despierta de inmediato y es cuando se le acerca a su vida el espacio, el espacio vital divino, no, el macrocosmos consciente, el mundo astral, le infunde alma y dilata esos sentimientos.
¿No es así?
Esa ley infalible la han llegado a conocer todos y la han aprendido los millones de personas que ahora viven en el mundo astral y que pueblan el Omnigrado.
La han tenido que experimentar allí, han asimilado esas leyes y las pueden devolver al ser humano que aún posee lo inconsciente, que aún vive en la inconsciencia, en las tinieblas.
El ser humano en la tierra empieza a tener sentimiento, saber, empieza a tener una fe.
Y, por fin, llega entonces el momento en que el maestro puede decir: “Ha llegado el momento, llega el momento de despertar, de la evolución divina.
Estoy listo”.
Mira a la tierra desde el Omnigrado.
“Yo soy la vida, Yo soy Dios, Yo soy el Hijo de Dios”.
Podría haber dicho: “Ustedes también lo son”.
Que sí, ustedes lo son.
Acepten su divinidad, es lo que ya dicen los profetas.
Esas personas hicieron todo lo posible, aunque hubo errores en la tierra, aunque la turbación del pensamiento material humano atravesó la luz del otro lado.
Pero cada persona por su cuenta, haya sido como haya sido esa vida, ha recibido una tarea para completarla.
En esos tiempos lo que se hizo fue oscurecer esas leyes inmaculadas, naturales, espirituales; y eso se sigue haciendo.
No es tan grave, siempre que esté la fuente.
Y esa fuente estaba.
Lo que ve el ser humano en el otro lado: las esferas están habitadas, la luna ya murió.
Empieza a haber otros planetas y estrellas.
Ya se han visto meteoros que pasan zumbando por el espacio.
Eso, en el espacio significa —el ser humano aún no lo sabe— vida y muerte.
Ya lo ven, cada órgano adquiere evolución.
Cada órgano está empezando a dilatarse y a llevarse a ese despertar espiritual, esa conciencia universal.
En el otro lado se siente el instante —las esferas están llenas y vacías—, que llegará el instante, un suceso imponente, porque se traerá la Omniconsciencia a la tierra.
El ser humano en el otro lado mira a través de las esferas, mira en el Omnigrado y vive, junto al Mesías, que se llamará el Mesías...
Para el espacio el Mesías pretende significar: la conciencia divina.
El Mesías es un mentor, un maestro, ninguna otra cosa y nada menos.
Ese ser humano le mira al Mentor más elevado al rostro y poco a poco se ve que Él ha sintonizado con el nacimiento de la tierra.
Claro, la “casa” ya está lista, la madre ya está presente, la criatura ya vive allí.
Y el creador José y María —los conocen ya—, esas vidas están preparadas y listas.
Surgieron por medio de una sola línea: por el fundamento que pusieron los maestros para la conciencia divina.
Y entonces tiene lugar en la tierra ese instante sorprendente en el que el Maestro, el Mentor, el Mesías se disuelve y es atraído por dos vidas en la tierra.
Estos son “José y María”.
Es María quien atrae a Cristo.
Ella tiene su sintonización, una que es material, es de lo más sencilla y madre de forma natural.
Estas personas llegaron al ser uno, al ser uno material, porque también Cristo, el más consciente, lo tuvo que vivir todavía en el sexto grado en la sintonización macrocósmica.
Allí sigue habiendo ser uno, porque el ser humano tiene que vivir esas leyes divinas.
El ser humano no tiene por qué aceptar otras leyes, esto es la paternidad y maternidad espacial, esto es divino.
Pues la santidad... ya lo habrán comprendido, cada instante y cada frase, cada palabra, cada ley que toco, me devuelve otra vez a la tierra, y entonces puedo comenzar de inmediato con los errores.
Entonces puedo comenzar de inmediato con desmantelar las leyes académicas, porque ustedes aún no tienen justicia, amor, sentimiento; aún no hay sentimiento espiritual.
Pero tenemos que continuar, seguimos una sola línea.
Y entonces llega el instante del ser uno, el proceso de crecimiento.
Entonces es sencillo que los maestros infundan alma a esta vida, que los maestros, el mundo astral, eleven la vida de María y la hagan ver y la hagan clariaudiente, ¿no?
Jeus lo fue y él era otra persona, y millones de personas lo fueron de niños.
¿Por qué María no?
La Omniconsciencia planea alrededor de esta vida y dice: “Prepárese, la protegeremos”.
¿Comprenden este instante?
Es la fiesta de Navidad, recibir despertar, recibir amor, recibir un renacer.
Sí, el renacer de Cristo.
Pero la vivencia de ese acto, la vivencia de esa toma de concienciación, la vivencia de una sintonización divina, la vivencia del renacer que abarca todos esos espacios, eso reside en la vida de Cristo, es lo que Él quiso traer.
Cristo nace conforme a las leyes vitales del espacio —que el ser humano posee aún—, así es como nace Cristo en la tierra, en pleno verano, no en invierno.
Así que ya estamos hablando de nuevo en el pasado.
En el otro lado ustedes jamás se podrán quitar de encima el nacimiento de Cristo, porque ustedes siempre querrán nacer.
Espero que no se adormilen enseguida, sino que quieran vivir cada instante ese despertar, porque ese nacimiento no tiene lugar y ni siquiera ocurre en el año, sino que lo pueden vivir ustedes por medio de cada rasgo del carácter.
Porque de eso se trata.
Ahora conocen el nacimiento de Cristo.
Lo que sucedió en el firmamento...
Y ¿qué es lo que la iglesia católica ha ido añadiendo?
¿Lo que ocurrió allí con el niño en el templo?
Sí, sí, Cristo estaba a los doce años en el templo, enseñando a los escribas.
Y es que eso era posible, el alma que se le había infundido era divina.
Otro ser de su propio tiempo ya habla como niño y trae arte, ciencias, ¿por qué no sentimiento espiritual?
Viene Cristo y despierta, y recibe Su evolución divina.
En Estados Unidos y otros lugares, en otros países en la tierra, se ha dicho que Cristo tuvo que experimentar una escuela de aprendizaje.
Lo enviaron al Antiguo Egipto, allí llegó a estar con los maestros, con los filósofos de la tierra, recibió Su enseñanza y luego hubo un ser humano material que lo liberó y lo envió a lo largo y ancho de la tierra.
Eso ya es la pulverización de esta personalidad divina, aquí habla la oscuridad, la falsedad, la violación, la mancilla de Cristo.
A Cristo eso no le hacía falta.
¿Qué iniciado despertó por la universidad de ustedes?
Cuando un iniciado iba a un templo, entonces ya lo pulverizaban la primera mañana, si era el templo místico..., pero aquí, en sus universidades, lo deformarían y mancillarían y blindarían.
Cristo despierta en el ser humano.
Sí, no nos detenemos ante ese nacimiento.
Sí que podemos vivirlo —ya lo vivieron ustedes desde el Omnigrado—, la conciencia divina para la tierra descendió desde el Omnigrado divino y ahora despertará.
Y ¿quién sabe todas las cosas que se han escrito sobre el Mesías?
Una mañana les ofrecí una imagen, porque estuvimos siguiendo a Cristo, vamos con Él.
No puedo detenerme aquí ante ese instante, pero vieron cómo Cristo se movía a gatas por la tierra; era un niño pequeño, como son los de ustedes.
María cuidaba al niño.
Tenemos que decir “¿Cristo también recibió de María Sus pañales?”.
Y, sin embargo, esa es la verdad.
Cristo experimentó todas las leyes materiales que ustedes han tenido que aceptar justo después del nacimiento, ¿comprenden?
Cristo era sencillo, sencillamente era un ser humano.
Trajo el Omnigrado, posee el Omnigrado.
Y sobre esos tiempos no se ha escrito ni una palabra, porque Él tiene que hablar al ser humano, pero estas leyes vitales naturales los llevan a ustedes a su propio yo, a su propio nacimiento, y ven que todo fue muy natural, muy natural, humano, porque allí había seres humanos.
La inmaculada concepción... ¿quién introdujo esas majaderías en el mundo?
¿Quieren hacer lo más sagrado, la unión divina, quieren hacer eso aún más sagrado?
¿Qué es ser sagrado?
Ser sagrado no pretende significar nada más que uno esté en armonía con cada vida, con todo lo que vive en la materia, y para los mundos espirituales.
Podría volver a atacar la iglesia católica, pero no lo haré.
Podría mostrarles el protestantismo.
La lepra que reciben ustedes por esa horrible condena, repugnante, la del juicio de Caifás, ¿entienden?
¿Cómo llegaron todos estos sinsentidos a la tierra?
¿Por qué no aceptan ustedes un sentimiento y pensamiento divinos, espaciales?
¿Qué saben ustedes del nacimiento de Cristo?
¡Es esto!
Esto, esto, esto.
Esas flores saben...
¡Gracias!
Esas flores saben cómo nació Cristo, porque ellas han tenido que vivir y recorrer su propio camino: el mismo.
Y el ser humano en esta sociedad aún no lo sabe.
Cristo va creciendo.
Empieza a hablar.
Sí, Él se desprende de la imagen pétrea y cuando empieza a caminar flanqueado por Sus apóstoles...
Claro, tendría a Sus discípulos a su lado, porque ellos difundirían la labor, porque Él se acerca a Jerusalén, cada vez más.
Cristo, como consciente divino, no se detiene ante Su nacimiento, pero ahí está.
Pero ahora..., lo que viene: Él sabe, ya sabe que esa masa inconsciente lo va a quebrantar.
Ya sabe que el ser humano, la desintegración en el ser humano, lo matará, materialmente, en efecto.
Poco a poco Él va incrementando el instante, Su conciencia.
Poco a poco se dirige a Getsemaní y camina por Jerusalén, y hablará con Pilato, y hablará con Caifás, para aceptar al final Su muerte en la cruz.
Bien, esas conferencias ya se las ofrecimos.
El año pasado: el Gólgota, Getsemaní.
Desde Getsemaní fuimos a Pilato.
Y también esta temporada, estas conferencias, este ser uno: fuimos a Pilato, estuvimos ante él, estuvimos ante Caifás y no podíamos decir nada, solo podíamos vivirlo.
Ese instante, humanidad, aún vive en ustedes, hombres y mujeres del siglo XX.
Estarán cada instante ante Caifás y entonces no tendrán más que pensar y sentir cómo quieren reconducir su propio yo, su personalidad espacial, espiritual, divina hasta el Omnigrado, cómo quieren representarlo.
O que digan ahora: “No conocí a esa ser humano, no tengo que ver con esa vida, no quiero tener que ver con esa conciencia.
Oh, Dios, líbrame de eso, no quiero esa vida”.
Y ahora el ser humano empieza a mancillar a Dios y a sí mismo.
“Haberme postrado ante ese ser humano es lo más estúpido que he hecho.
Que me postrara ante el Gólgota y que no me llegara ninguna palabra, eso lo he vivido, y entonces me fui corriendo de Jerusalén, porque ya no quería tener que ver con esa deformación, esa mancilla, ese fantaseo.
Fui a Caifás.
Me senté a su lado y me postré a sus pies; sí, usted hizo el bien”.
¿Cómo puede Cristo, cómo podría Cristo haberse conducido hasta la revelación material, humana?
¿Qué tendría que haber hecho?
¿Qué debería haber hecho cuando se encontró ante la violencia de este mundo, la mancilla, la deformación, que se había manifestado en Pilato, en otros, y sobre todo en Caifás?
¿No se lo conté antes? Dejen morir a ese Caifás en ustedes.
Pero ¿qué hacen ustedes, ahora que en breve tendremos que vivir la tortura, la mancilla, los escupitajos, la flagelación, y que tendremos que cargar con la cruz a cuestas para ascender al Gólgota, el último instante?
¿Qué hacemos ahora?
¿Cómo son los sentimientos en ustedes?
Porque Cristo volvió a despertar.
La conciencia divina en Él adquirió forma, empezó a dilatarse, a sentir, a tener amor, porque Él volvió a atravesar la muerte para regresar al Omnigrado.
¿Qué tienen que hacer y que vivir —así les pregunto ahora— si quieren llegar a infundir alma al nacimiento del Mesías?
Pues sigan lo que dijo y miren y escuchen bien lo que pone si toman entre las manos la Biblia.
Escuchen bien lo que dice otra vida.
Y si está bien, ay de ustedes si deforman aquellas palabras, si ahogan los buenos sentimientos y pensamientos, y tan solo se encogen de hombros, diciendo: “No quiero tener que ver nada con eso”.
Si Cristo está ante ustedes como ser humano, tendrán que inclinar la cabeza ante el nacimiento de un nuevo rasgo de carácter, de su alma, de su vida, de su paternidad y maternidad.
¿Qué es, pues, el despertar universal?
¿Cómo pueden llegar a tener ustedes un despertar universal, espacial?
¿Desmantelando una vida y construyendo otra?
¿Tienen miedo de la muerte?
¿Miedo, porque los ponen presos a ustedes, porque algún día levantarán sus dos dedos y dirán: “Sí, entregaré mi vida para este progreso, esta evolución”?
La Biblia no puede darles nada.
Cristo no les puede dar nada, ni ningún Dios; ustedes han recibido su propia divinidad.
Son dioses —ya se lo dije— y es algo que también pueden aceptar, pero ahora lo que tienen que hacer es que despierte esa divinidad en ustedes, infundirle alma.
Accedan a las leyes vitales de todos los días e intenten estar en armonía con la vida y la muerte, hasta con el insecto más pequeño.
¿Quieren volver a odiar, a medida que ustedes ya se hayan alejado de las leyes vitales materiales?
¿Quieren volver a empezar a jugar a ser Caifás o Pilato? ¿A renegar las leyes, su vida, su paternidad, su maternidad, el mundo astral?
¿De verdad pensaban que podrían volver a vivir las posesiones de este mundo detrás del ataúd?
¿Pensaban que pueden servir lo animal en el ser humano para darle a eso evolución, y que pueden eclipsar lo cristiano, la palabra, los sentimientos del Mesías?
¿De verdad pensaban poder poner un fundamento en el espacio de esta vida por medio de palabras, de pensamientos?
Lo que se les pide a ustedes es que hagan evolucionar esas leyes vitales, y que solo infundan alma a la luz, a la luz vital para todos los espacios que han surgido, que la representen, que materialicen y espiritualicen todos los grados y leyes, para que puedan acceder ustedes a las esferas de luz.
¿Les he aportado algo nuevo esta mañana?
¿No se lo dicen los libros?
No los lean como una novela y nos se los arrebaten a quien quiera leerlos, porque así es como hacen añicos su propia posesión de la eternidad.
No se burlen del ser humano que ama a Cristo y que dice: “Entrego mi vida”, porque se reirán de ustedes mismos.
No mientan ni engañen, porque solo se desmantelan y desvirtúan a sí mismos.
Si quieren que el ser humano vaya a más, si quieren dar salud al ser humano, sean entonces sanos ustedes mismos en sus pensamientos, en sus sentimientos y en su forma de comprender.
¿Cómo pueden dar forma a lo divino, si hablan de caos, mancilla, desintegración, y si participan de hecho en esta, si asesinan e incendian?
Hablen mal del ser humano y hablarán mal de su propia sintonización divina, ahogarán su vida interior.
Eso lo hemos tenido que aceptar.
Hemos tenido que desmantelar los rasgos de nuestro carácter, uno tras otro.
Los hemos aniquilado, los hemos enterrado, primero eso a la caja, primero asesinen aquello: la desintegración, lo odioso, la mancilla, la renuencia que albergan, eso lo tienen que mandar al Gólgota por medio de una cruz.
Claven cada instante —es lo que les pidió Cristo, es lo que les pidió el Mesías, y para eso vino a la tierra—, claven cada instante sus sentimientos satánicos en una cruz y envíenlos a Gólgota.
Pero no se atreven.
¿Lo temen? ¿Les da miedo?
¿Se atreven a inclinar la cabeza y a decir: “Sí, en este momento estoy muriéndome.
Hago lo que sea por el Mesías”?
Siguen haciéndolo para ustedes mismos.
Siguen haciéndolo todavía para ese delicioso y pequeño yo...
Pero luego arrastrarán —ya se lo dije— todo su caos terrenal al mundo astral, porque en esta vida no quieren saber nada de lastres.
Y ¿cuánto han asimilado de esa evolución?
¿Qué valores vitales, qué grados de vida, qué rasgos de carácter han desarrollado?
(da unos golpecitos en el micrófono) ¿Mundo? (otra vez) ¿Humanidad?
Hijos de Dios, ¡despierten!
Tienen la paternidad y la maternidad.
Son ustedes universalmente profundos, pero es cosa suya hacer despertar macrocósmicamente lo bueno, esas expresiones vitales, como rasgos de carácter, como luz, vida y amor para su personalidad astral, espiritual, espacial.
Y solo entonces estarán vivos.
¿Quién de ustedes es consciente en vida?
¿Quién sigue siendo una persona muerta en vida?
Basta una sola palabra equivocada que tenga sintonización con la tierra, con su pensamiento y sentimiento humano, material, y tendrán que volver a aceptar el hecho de estar muertos en vida.
Un solo segundo en pensamiento para su sintonización divina, un solo segundo para su vida espiritual, divina.
Se sintonizan, pero no están unos encima de otros.
Están unos al lado de otros y han alcanzado la respetuosa fuerza de los sentimientos y la convicción de que, sea como fuere que la vida les hable a la suya y a su personalidad, ustedes mismos llegarán a tener que vivir y aceptar todo.
Es una gloria que el ser humano tenga que morir solo.
Es una gloria ir por el espacio planeando, en soledad y con conciencia, o hacerlo enseguida con su alma gemela, su felicidad, su vida que está sintonizada con su grado de vida, e infundirle alma al espacio, y poder decir: “Todo esto es mío y de ella, suyo y mío”.
Eso es el beso espacial, ya se lo dije.
Esta mañana, un solo pensamiento enviado para siempre hasta la luz vital por el Mesías, y desde Él, les dará fuerza, vida, conciencia e infundirá alma si detrás está el verdadero amor, o si no sus pensamientos se elevarán tanto por encima de su conciencia que se estrellarán, como un trozo de piedra, como un meteoro que golpea sus vidas desde el espacio.
Sus pensamientos no se liberan de su ataúd ni de su cuerpo
Infúndanse alma.
Dense ahora espacio.
Dense luz, armonía, vida y amor para que desde este mismo momento despierte el divino Mesías en sus vidas y debajo de su corazón.
Les agradezco su interés y las hermosas flores que regalaron a André, a mí y a los maestros.
Las reenviaremos al Gólgota para su vida.
Les doy las gracias de todo corazón.